Sobre desniveles retóricos Como le ha ocurrido a tantos otros directores antes, la carrera del realizador australiano Greg McLean se ha tornado bastante errática desde que pisó por primera vez Hollywood: recordemos que el señor se hizo conocido en el ámbito global -y especialmente dentro del enclave del horror- por sus primeras tres películas, las interesantes El Cazador de Wolf Creek (Wolf Creek, 2005), Rogue (2007) y Wolf Creek 2 (2013), todas propuestas que exprimieron con astucia ese cliché internacional con respecto a la rusticidad de la geografía de su país y las supuestas “sorpresitas tétricas” que les aguardan a los turistas que osen aventurarse por territorios indómitos. Luego la racha se cortó de repente con The Darkness (2016), su debut en Estados Unidos, un film de lo más insulso sobre una entidad espectral que ni siquiera conseguía redimirse gracias a la presencia del siempre eficaz Kevin Bacon. Por suerte The Belko Experiment (2016) volvió a levantar el nivel de calidad con una comedia negra anticapitalista bien gore que retomaba aquella premisa de “matar o morir” de Batalla Real (Batoru Rowaiaru, 2000). Su última obra, la propuesta que hoy nos ocupa, viene a ubicarse en una región intermedia entre las dos previas, sin llegar a ser fallida pero tampoco logrando alcanzar la bonanza de la película inmediatamente anterior: Jungla (Jungle, 2017) cuenta la historia de un caso verídico de supervivencia en medio de la selva boliviana durante 1981 que en esencia sigue esta lógica bipartita reciente ya que la primera mitad del convite es atrapante y la segunda parte cae en un catálogo de problemas que dilapidan los puntos a favor acumulados hasta el momento, lamentablemente dejando pasar la oportunidad de superar ese registro meloso yanqui símil Náufrago (Cast Away, 2000). La trama gira alrededor de Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe), un joven israelí que luego de tres años de milicia decide salir a recorrer el mundo para evitar los estereotipos sociales vinculados a la familia y un trabajo aburrido estable, lo que lo conduce a Bolivia, donde conoce a Marcus (Joel Jackson), un docente suizo en pleno año sabático, y el amigo de este último, Kevin (Alex Russell), un norteamericano que se dedica a la fotografía profesional y se la pasa explorando el planeta. Bajo la insistencia de Ghinsberg, el trío se sumerge en un viaje a través de la jungla de la mano de Karl (Thomas Kretschmann), un austríaco que el muchacho conoció en la calle y que parece estar desde hace mucho tiempo en el país, prometiendo llevarlos a una comarca salvaje como nadie ha visto antes, mucho oro y una tribu ignota de por medio. Durante la odisea nada sale según lo planeado porque Marcus se lastima severamente los pies y eso lentifica el periplo, lo que provoca una pelea en torno a continuar o no el viaje en una balsa vía un río de lo más agitado: Karl y Marcus terminan separándose para realizar la travesía restante a pie y Kevin y Yossi prueban navegar el río. Por supuesto que la fuerza de las aguas deriva en desastre distanciando a los hombres, con Kevin siendo encontrado por los bolivianos al poco tiempo en una orilla y Ghinsberg perdido en la selva durante semanas caracterizadas por la inanición y una semi locura. Como decíamos antes, aquí el mayor problema se reduce a la disparidad retórica entre la primera mitad centrada en el grupo unido y la segunda parte en Yossi en solitario, mientras Kevin lo busca primero con las autoridades y luego a caballo de sus propios esfuerzos: el comienzo se asemeja a la muy superior Z: La Ciudad Perdida (The Lost City of Z, 2016) y tantas otras aventuras trágicas de exploración, ahora enmarcada en una afabilidad que se va cayendo a pedazos por las discusiones y por un Karl de por sí misterioso y algo perturbado; el segmento posterior ve a McLean y al guión de Justin Monjo derrapar de a poco porque ambos van licuando el realismo en función del recurso cansador de apelar a las fantasías, recuerdos y alucinaciones del protagonista, amén de la música heroica exacerbada modelo Hollywood y una supuesta “elevación espiritual” por parte de Ghinsberg (verborragia religiosa incluida). Nadie le exige a la película que sea Aguirre, la Ira de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes, 1972) en cuanto al retrato impiadoso de la flora y la fauna pero por lo menos los responsables podrían haber mantenido una cierta coherencia a nivel estilístico. Incluso así, el opus no llega a ser un fracaso porque Radcliffe se entrega a full y en general la experiencia resulta satisfactoria con algunas muy buenas escenas símil terror (la del gusano en la frente y la de las hormigas son las mejores por lejos). En síntesis, Jungla es un film correcto que padece de ese sustrato higiénico e hiper cuidado del cine contemporáneo mainstream, el cual le resta vehemencia a un relato que reclamaba más visceralidad…
“Jungle” es un drama de supervivencia que vimos infinidad de veces. En esta oportunidad tiene el agregado que está basado en una desgarradora historia real, lo cual le suma cierto valor añadido junto con una fenomenal interpretación de Daniel Radcliffe (“Harry Potter”). El realizador australiano Greg McLean (“Wolf Creek”, “The Belko Experiment”) deja de lado el cine de terror para ofrecernos la historia de real de Yossi Ghinsberg (Radcliffe), un joven trotamundos de origen israelí, que viaja por Sudamérica para descubrir el mundo y sus hermosos paisajes. Junto con dos amigos mochileros deberán sobrevivir en la selva, luego de que un guía (Thomas Kretschmann) los lleve al interior del Amazonas con pocos medios disponibles bajo la promesa de ofrecerles esa aventura que tanto buscan. El viaje se convierte en un calvario psicológico y terrorífico en el que luchan por subsistir ante las amenazas de los elementos más oscuros y aterradores de la naturaleza humana y la vida salvaje de la jungla. Luego de un comienzo prometedor y atractivo, que rozaba los mecanismos del cine de terror al mostrar los “momentos felices” que anteceden a la tragedia, la película va dirigiéndose hacia un terreno sinuoso, donde entrará en varios recursos previsibles de este tipo de historias de supervivencia, cosas que quizás ya experimentamos (y de mejor manera) en “Naufrago” (2000) de Robert Zemeckis o en cintas del mismo género. La disparidad narrativa se da por el contraste que genera esa primera parte que se centra en el grupo de amigos sumergiéndose en las profundidades de la selva, y la segunda mitad más intimista que se apoya solamente en Radcliffe perdido en soledad y en búsqueda de comida y refugio. Lo destacable del largometraje es que resulta ser un film que siempre se concentra y descansa en sus personajes, es por eso que se le permite al protagonista destacarse en el rol que le tocó personificar, el cual requería de cierta destreza tanto física como mental. Un verdadera oportunidad para que el joven actor pueda demostrar que está para más que solamente el rol del joven mago. La segunda parte del relato nos mostrará a Yossi al borde de la locura y la muerte por inanición, donde se desarrollan algunas secuencias de alucinaciones y de sufrimiento bastante convencionales. Una mención especial debe recibir la fotografía de Stefan Duscio (“Backtrack”), el cual consigue dar un registro atractivo y funcional a la historia contada. La desolación y los peligros inherentes a la jungla siempre están presentes a lo largo de la narración por medio de atmósferas bastante logradas y en secuencias oníricas realmente bien llevadas. “Jungla” es una película que podría haber sido mucho más, debido al enorme compromiso asumido por Daniel Radcliffe, pero termina siendo una historia poco destacada por un guion derivativo que solo tiene un comienzo prometedor y algunas secuencias disfrutables.
Dirigida por Greg McLean, “Jungla” relata el suceso verídico que vivió el joven israelí Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe) cuando después de terminar con el servicio militar obligatorio de su país decide recorrer el mundo por un tiempo. En Bolivia conoce al suizo Marcus (Joel Jackson) y a un amigo de éste, Kevin (Alex Russell), fotógrafo americano con quienes recorre distintos lugares y forja una amistad. Un día en la calle Yossi conoce a un raro personaje llamado Karl (Thomas Kretschmann) quien les promete llevarlos al interior del Amazonas para conocer lugares y tribus nunca vistas, y fotografiarlas, y así vivir la aventura de sus vidas. Por supuesto, las cosas no salen como fueron planeadas: Marcus se lastima los pies y no puede seguir el ritmo, hay continuas peleas entre ellos a causa de los nervios que ésto genera y el grupo decide separarse. Marcus y Karl deciden seguir a pie y Yossi y Kevin lo harán en una balsa construida por ellos. Si bien es una película basada en hechos reales, no conviene adelantar más para los que no conocen lo que sucedió con cada uno de sus integrantes. Una buena historia, de supervivencia, amistad, y con el mensaje de nunca bajar los brazos, que te va a mantener en vilo sintiendo la angustia por el destino de cada uno de los jóvenes de la historia, especialmente por Yossi, interpretado de manera excelente por Radcliffe, quien puso cuerpo y corazón en un personaje muy difícil. Excelente fotografía de Stefan Duscio. ---> https://www.youtube.com/watch?v=ADjYDl1RCGs ---> TITULO ORIGINAL: Jungle ACTORES: Daniel Radcliffe. Alex Russell, Thomas Kretschmann, Yasmin Kassim, Lily Sullivan, Jacek Koman. GENERO: Biográfica , Aventuras , Acción . DIRECCION: Greg Mclean. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 115 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 03 de Mayo de 2018 FORMATOS: 2D.
La supervivencia en la selva “Jungla” (Jungle, 2017) es una película australiana dramática dirigida y producida por Greg McLean. El guión estuvo a cargo de Justin Monjo, basándose en la novela autobiográfica del israelí Yossi Ghinsberg. El reparto incluye a Daniel Radcliffe, reconocido por su papel de Harry Potter, Alex Russell, Joel Jackson, Thomas Kretschmann y Yasmin Kassim. En 1980, el aventurero Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe) se encuentra en La Paz, Bolivia, donde convive con sus recientes amigos Kevin (Alex Russell) y Marcus (Joel Jackson). Un día, mientras Yossi camina tranquilamente por la calle, un hombre llamado Karl (Thomas Kretschmann) comienza a entablar conversación con él y le propone explorar la selva amazónica. Karl afirma que tiene conocimientos sobre la jungla y también sobre una tribu india de allí, por lo que le asegura a Yossi que estarán libres de peligro. Entusiasmado, el joven no para hasta convencer a sus amigos para que se unan al viaje. El problema empezará cuando, debido a la fuerte corriente del río, Yossi se pierda, por lo que durante tres semanas deberá arreglárselas solo para sobrevivir. Historias de supervivencia ya conocemos bastantes: hombres que luchan contra la adversidad de la naturaleza y tratan de encontrar una solución a su situación actual. Hay algunas que desarrollan su trama de forma atrapante, por ejemplo “Náufrago” (Cast Away, 2000), protagonizada por un excelente Tom Hanks, y otras que son tan aburridas como olvidables, en especial “Bajo Cero: Milagro en la Montaña” (6 Below: Miracle on the Mountain, 2017) que pasó sin pena ni gloria por nuestras pantallas. Lamentablemente “Jungle” se ubica en este segundo grupo. El problema principal del filme recae en que el director nunca tuvo en cuenta que para que al espectador nos interese el relato nos debe caer bien su protagonista. Daniel Radcliffe consiguió con éxito despegarse del papel de Harry Potter gracias a buenas cintas como lo son “La Dama de Negro” (The Woman in Black, 2012) o la comedia romántica “¿Sólo Amigos?” (What If, 2013), sin embargo aquí, a pesar de que se nota el esfuerzo físico que le demandó el papel, su actuación no llega a convencer. Y esto se debe también a que la película, aunque tiene una bella fotografía llena de verdes, cuenta con momentos muy poco creíbles. En vez de causar emoción, sus escenas bizarras hacen que no nos la podamos tomar en serio. El guión tampoco ayuda, en especial cuando Yossi exclama “¡Soy un hombre de acción!”, agarra una serpiente con las manos y la mata a piedrazos. Aparte se utilizan flashbacks que se vuelven totalmente innecesarios, o sueños del protagonista que, si bien se entienden a qué quieren llegar, lo único que consiguen es que el personaje nos caiga peor. El film no hace ningún esfuerzo por evadir los clichés, tales como que pase un helicóptero pero al estar tan alto no pueda visualizar al extraviado. Como su desenlace resulta obvio desde el principio, las casi dos horas del filme se vuelven tediosas. “Jungla” contaba con una historia real que podía llegar a buen puerto, sin embargo la forma en la que se manejaron las dificultosas semanas en la selva de Yossi Ghinsberg no logra dar resultado en la gran pantalla.
Jungla es un docu-drama exagerado y fuera de tono. La forma en la que se escogió para transmitirla fue un error y los recursos narrativos estuvieron mal elegidos, por eso termina siendo una flojísima película. Daniel Radcliffe siempre quedará en los subconscientes como Harry Potter, por más que en un futuro, el inglés consiga trabajar en producciones de la magnitud de Star Wars o Avengers, nunca podrá quitarse el mote del niño mago que derrotó a Lord Voldemort. Desde aquella última aventura en 2011, Daniel, consiente de esto, decidió “recomenzar” con su carrera actoral. Participando en obras de teatro en el viejo continente y tomando pequeños roles en películas no del todo importantes. Después de un tiempo importante, Radcliffe vuelve a ser protagonista y encarnando nada más y nada menos que a Yossi Ghinsberg, un mochilero Israelí que en su juventud, se le dio por salir a conocer el mundo y terminó perdido en la jungla boliviana de las Amazonas. Junto con él, otros dos mochileros y un guía decidieron meterse en el espeso de la jungla en busca de una civilización aborigen, no del todo explorada. Las distintas leyendas locales, afirmaban que en lo profundo de este inexplorado lugar, los fantasmas personales de las personas afloraban y las zonas oscuras de éstos, se hacían eje de sus personalidades. Con esta interesante premisa, a Daniel le cae del cielo esta oportunidad para redimirse con el público, ¿podrá demostrarlo? La película, dirigida por Greg McLean, parece estar dispuesta a analizarse en dos partes. Dentro del corte final de casi dos horas, se distinguen dos diferentes géneros en la misma película. Esta separación, se nota claramente a partir de la segunda hora. En una primera instancia, se podría definir a la peli como una road movie en la selva. Un joven, buscando quién verdaderamente es, dejando todo un pasado de lado buscando un promisorio futuro. Con más fallas que aciertos, la primera parte del film aburre, es predecible y no ofrece nada nuevo a otras películas similares. En este quiebre que se da al iniciar la segunda parte, la peli toma un tono totalmente diferente. Con algunas cosas ¿sobrenaturales? y totalmente exageradas, la primera impresión de la película queda en el olvido. Si la primera parte pecó de previsibilidad, esta segunda redobla la apuesta haciendo todo mucho más obvio. Con algunos plot twist evidentes y una floja resolución del conflicto general, esta producción termina siendo aburrida y para nada disfrutable. Las interpretaciones de los actores, no son destacables. No porque sean malos actores, sino que el guion no está diseñado para que esto suceda. Poca importancia en sus participaciones y subtramas mal desarrolladas, llevan al film a estancarse en apenas minutos desde su comienzo. Dentro de todo lo malo de la película, Radcliffe es de lo más destacable por el trabajo físico y por la empatía que uno puede llegar a sentir con su personaje. Un aspecto bastante destacable, es la fotografía. Los escenarios elegidos, la mezcla y la edición de sonido. Las imágenes que se observan a lo largo del corte final, brindan un paseo por pasajes de Bolivia y Australia. Gracias a un trabajo genial del equipo técnico, los encargados del sonido de ambiente nos transportan a la jungla con el protagonista. Estos sonidos con la ayuda de un buen sistema de audio, ayudan a mejorar esta aventura cinematográfica. En palabras finales, Jungla es un docu-drama exagerado y fuera de tono. Lamentablemente la historia de Yossi queda en un segundo plano. Tal vez, la forma en la que se escogió para transmitirla fue un error y los recursos narrativos estuvieron mal elegidos, por eso termina siendo una flojísima película en donde ni Daniel Radcliffe puede hacer magia para salvarla.
Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe) es un joven israelí que decide combatir el aburrimiento de la rutina y la falta de certezas sobre su futuro haciendo un viaje de autodescubrimiento al Amazonas. Allí conoce a Marcus (Joel Jackson) y su amigo fotógrafo Kevin (Alex Russell), con quienes parte rumbo a una aventura en la que todo, todo sale mal. La idea del trío protagónico de Jungla es internarse durante unos días para dar con una comunidad indígena aislada del contexto, tal como les promete un supuesto guía especializado en tours fuera de las hojas de ruta habituales. Pero las cosas se complican primero cuando las heridas en los pies de uno de ellos los demore y, después, con el grupo ya dividido, cuando Yossi se separe de Kevin y quede solo, sin comida ni agua, en medio de la jungla del título. Como Tom Hanks en Náufrago, pero con árboles en lugar de agua. Basado en hechos reales, tal como anuncia una placa al inicio y validan las fotos de los auténticos protagonistas en los créditos, el film del australiano Greg McLean (El cazador de Wolf Creek) es un clásico thriller con la supervivencia como meta. Uno que construye una tensión sólida, cruenta y visceral y sabe cómo volver el entorno selvático un elemento ominoso y aterrador que deja huella en la piel de Yossi. Con una sólida actuación de Radcliffe, Jungla podría haber sido una película todavía mejor que la finalmente es. Sucede que McLean no es partidario de la concisión y narra no sólo la supervivencia sino también el “viaje interior” de Yossi a través de fragmentos constantes de alucinaciones o flashback hacia la vida familiar que se estiran hasta bastante más allá de lo aconsejable, igual que esas vacaciones de las que uno sin duda anhelaría volver.
¿Quién no tuvo alguna vez el sueño de dejar todo, agarrar la mochila e irse a dar vueltas por el mundo? Como tantos israelíes cuando terminan los tres años de servicio militar obligatorio, a principios de los ’80 el joven Yossi Ghinsberg esquivó el mandato paterno de estudiar Derecho y se vino a Sudamérica en busca de aventuras. Y las encontró, aunque quizá un tanto más extremas que lo imaginado. Jungla está basada en las memorias de Ghinsberg, que ya habían sido adaptadas para una serie del Discovery Channel: las historias del estilo ¡Viven!, de supervivencia milagrosa en la Naturaleza, suelen ser irresistibles. Uno de los fascinados por esta epopeya real fue Daniel Radcliffe, que gracias a Harry Potter está en condiciones económicas de elegir sus trabajos por el resto de sus días. Aquí no muestra ningún rastro del niño mago, gracias a los lógicos cambios físicos -ya tiene 28- y los que tuvo que experimentar para el personaje: barba hippie y delgadez extrema. Desde que dejó la varita mágica, Radcliffe se inclinó, en general, por producciones independientes. Pero el presupuesto acotado, en narraciones ambiciosas como esta, es un obstáculo difícil de sortear: varias de las tomas en escenarios supuestamente naturales no consiguen disimular su artificialidad. Hay una pátina berreta que sobrevuela Jungla desde el principio, cuando un lago cualunque y un fondo de montañas nevadas que parece de cartón pintado simulan ser el Titicaca y sus alrededores. Así y todo, hay momentos logrados. Está captado el espíritu mochilero, ese deseo de flotar hacia donde sople el viento, ese cóctel juvenil de ingenuidad y omnipotencia que desactiva toda precaución. Y, por más que de entrada la voz en off nos da indicios de que la historia tendrá un final feliz, hay buenas dosis de suspenso e incertidumbre. En sus mejores pasajes, la película consigue hacernos subir la adrenalina mostrando la imprevisibilidad que tienen en común la Naturaleza y el hombre.
Basada en una historia real, Jungla cuenta con menos pasión que exotismo la odisea de un joven judío que encuentra en la selva boliviana el último límite entre la vida y la muerte. Hace dos años, James Gray demostró que el cine de aventuras tiene la esencia de la épica, el sueño de la locura y el artificio único de la naturaleza. Todo lo que hacía grande a su Z, la ciudad perdida -lamentablemente inédita aquí- tarda en asomar enJungla: la travesía de Yossi (Daniel Radcliffe), filmada por el australiano Greg McLean, comienza llena de explicaciones y obviedades para recién encontrar la potencia en la soledad final, entre la violencia del entorno -filmada con el pulso del horror- y el afán último de supervivencia.
Un film de supervivencia, que por momentos muy terribles es difícil de digerir, que tiene un esforzado Daniel Radcliff como protagonista, que cambia su físico en la realidad, sin retoque digital, pero que pese a sus esfuerzos no llega a una verdadera empatía con el espectador. Esta basado en la experiencia de Yossi Ghrinsberg, que se fue de joven de mochilero a la jungla amazónica de Bolivia, y escribió un libro con lo que ocurrió. La primera parte del film relata esa llegada y como se forma ese grupo de tres sin mucho tiempo de amistad. El protagonista, un maestro y un fotógrafo. Un encuentro casual con un guía, que es evidente que esta a la pesca de un cliente y en el que nadie confiaría ni un segundo, los instala en la selva. Ya allí el maestro sufre por sus pies lastimados, el guía no les da confianza, los otros dos quieren seguir a toda costa y construyen una balsa que naufraga y los separa. Yossi pasara 21 días en ese ambiente hostil, conviviendo con gusanos en su interior, hormigas voraces, visiones, bichos y depredadores. Todo un muestreo del miedo mientras su cuerpo enflaquece de manera impresionante. Pero ese empeño con un filme que se regodea de monos acribillados, lastimaduras y alimañas, y supuestas situaciones místicas, a pesar de todo se queda en la superficie de un relato previsible.
Desbalance de tensiones Jungla (Jungle, 2017), de Greg McLean, está hecha sobre el libro de Yossi Ghinsberg que a su vez narra su propia historia de supervivencia en el amazonas boliviano. Una película más, que se amolda a los lugares típicos de relatos basados en hechos reales. El joven israelí Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe) viaja como mochilero. Junto a dos compañeros, Kevin Gale (Alex Russell) y Marcus Stamm (Joel Jackson), conoce a Karl Ruchprecter (Thomas Kretschmann), a quién siguen hasta la jungla. Lo que comienza como la realización de un sueño, pronto se convierte en una terrible prueba de supervivencia. En general se da un desbalance de tensiones en el film, parece que al director le resultara más difícil retratar momentos cotidianos que otros de aventura. Hay un factor común en muchas películas sobre grandes hazañas, y es que en los primeros minutos tienen que plantar la vida cotidiana y normal de los personajes. En este momento -y esta no es la excepción- fuerzan lo inalterado y lo transforman en un inverosímil absoluto. Parece que fuera requisito que el protagonista sea un inocente total que se mueve en pos de la amistad y solo es un aventurero prematuro. Lo bueno de estas películas es que en general, el momento de lucha y supervivencia es grandioso y exageradamente alterado. Todo lo que no logra en un principio Jungla, lo va construyendo hacia el final hasta hacerse insoportable (lo que resulta efectivo). Hay que reconocer que Jungla genera un desgaste y agotamiento mental, pero no sorprende más que cualquier película de supervivencia. Para los fanáticos de este “subgénero” es más que correcta. Fuera de eso, no mucho más.
De Hogwarts a la "Jungla" El ex Harry Potter, le pone el cuerpo a este thriller selvático basado en hechos reales Jungla tiene como base la historia real de Yossi Ghinsberg, un joven aventurero que vivió para escribir un bestseller de memorias sobre su aventura en el interior de la selva Boliviana. Daniel Radcliffe, quien se hizo popular por su trabajo en la exitosa saga de Harry Potter, encarna a un joven israelí que tras años en el servicio militar decide salir a la aventura en la exótica Latinoamérica. Si no fuera porque realmente sucedió, se podría decir que el encuentro de Yossi con otros dos extranjeros y un misterioso guía, suena a lugar común. Lo cierto es que la expedición sale mal, y pronto cada uno de los exploradores deberán luchar por sobrevivir. El director australiano Greg McLean exhibe su catálogo de clichés provenientes del thriller de horror entre las que ha hecho interesantes películas como El Cazador de Wolf Creek, para narrar esta historia en la que no faltan tribus salvajes, alucinaciones, furia de la naturaleza y bichos venenosos. Menos gore y visceral que sus anteriores filmes, Jungla parece quedar a medio camino entre el terror y el drama épico. Daniel Radcliffe es sin dudas quien mejor sale parado, su trabajo físico y de composición sobresale del resto del elenco. El argumento, poco elaborado y nada sorpresivo no lo ayuda, y la película termina funcionando como un catálogo sobre la brutalidad y las ganas de sobrevivir. En los rubros técnicos, si algo se destaca en el filme, es la fotografía que permite el lucimiento de los decorados naturales, transformando a la selva en otro personaje de la historia (aunque por momentos parezca más un bosque que un ámbito tropical). En la balanza, la película tiene más en el debe que en el haber, salvo en la primera parte destinada a mostrar lo telúrico de la zona, nunca se siente real y hasta termina pareciendo más extensa de lo que es. Ni la "magia" de Radcliffe logra hacer entretenido este intento de aventura en el "peligroso" tercer mundo.
Himno a la voluntad Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe), un mochilero israelí, llega a Bolivia donde se encuentra con Marcus (Joel Jackson), un profesor suizo, quien está acompañado por un amigo estadounidense llamado Kevin (Alex Russell). Los tres se topan con el guía Karl (Thomas Kretschmann) que los convence para adentrarse en la jungla y buscar a una tribu perdida que tiene una gran cantidad de oro. Pero enseguida las cosas saldrán mal y la jungla comenzará a devorarlos. Basada en la historia real de Yossi Ghinsberg, quien escribió un libro relatando estas vivencias que le sucedieron al principio de la década del 80 cuando era un joven viajero. Aunque tiene una premisa interesante no logra mantenerse por más tiempo que los minutos iniciales por lo que a duras penas llega hasta un final algo digno donde se ven las fotos de los verdaderos protagonistas y el texto que explica qué fue de ellos. Daniel Radcliffe, el principal atractivo de esta película, da una interpretación que si bien no será memorable está bien salvo por el detalle del desesperante acento de su personaje ya que es un israelí hablando en inglés. En los rubros técnicos se destaca la fotografía a cargo de Stefan Duscio, tal vez una las mejores cosas que tiene la película. Jungla es una historia de supervivencia igual que la mayoría, llena de clichés, hay escenas que inevitablemente causan risa, otras que no llevan a nada y si bien no resulta ser un completo desastre es olvidable.
Al principio, la idea de acompañar a unos mochileros primermundistas por Bolivia se ve prometedora. Más si uno de ellos es el es Harry Potter Daniel Radcliffe como el israelí Yossi, empeñado en romper las barreras turísticas para conocer el verdadero corazón de la jungla. Pero lo que arranca como una aventura de cuatro hombres que se conocen poco, guiados por un experto en el que no sabemos si confiar, va doblegándose en torno del drama, largo y musicalizado. De los conflictos entre ellos y luego de su división, que los dejará aislados en esa jungla impenetrable. Ahí empieza otro viaje de Yossi, de supervivencia, mezclada con visiones y recuerdos gatillados por el hambre y la privación. Y la película alarga las escenas más de lo recomendable para regodearse en cada prueba superada, o en cada caída en el abismo de esa soledad salvaje, perdiendo la tensión, que sumaba interés, por el camino.
Con la naturaleza no se jode. Es un claro ejemplo que durante el último tiempo parece recordarnos el cine. Into The Wild, 127 Hours, Wild, The Revenant, todas tienen un hilo en común y es la fragilidad de la humanidad ante el enorme desafío que presenta la naturaleza en su estado más indómito. El australiano Greg McLean (la durísima Wolf Creek y la escabrosamente entretenida Rogue) toma como posta la segunda parte de la carrera del ex-Harry Potter Daniel Radcliffe y se adentra en la selva amazónica boliviana, no sin tropezar un par de veces con las raíces de su propia historia, pero encontrando el espíritu humano de supervivencia que tanto necesitan propuestas como la presente.
La película se divide en dos partes: la presentación de los personajes, un aventurero israelí Yossi Ghinsberg (interpretado por Daniel Radcliffe, logra una destacada actuación y se preparó de forma tan profesional que hasta perdió varios kilogramos de peso), se encuentra con dos amigos: Marcus (Joel Jackson, seria para Tv Safe Harbour), Kevin (Alex Russell, “Carrie”) y aparece un hombre enigmático (Thomas Kretschmann, “King Kong”) que los convence en realizar un viaje a la selva para descubrir tribus perdidas, entre otros misterios. La otra parte está en la pérdida, el desencuentro de sus amigos y la soledad, esta la lucha de Ghinsberg por volver a la civilización, después todo se vuelve monótono, reiterativo, con planos y silencios que se alargan, escenas desagradables como por ejemplo el momento en que se come un huevo. Cuenta con tomas panorámicas sublimes, una maravillosa fotografía y además se encuentra muy bien ambientada en 1980, una delicada banda sonora, basada en hechos reales, una vez más se muestra la supervivencia de un hombre aislado de todo, en un lugar desconocido y lleno de obstáculos. Quizás tenga alguna similitud a “127 horas” y “Náufrago”, entre otras.
Arrepentirse para aprender. Greg McLean, director de la saga Wolf Creek, es el encargado de adaptar al cine la pintoresca historia de vida de Yossi Ghinsberg, un aventurero israelí que a principio de los ochenta casi pierde la vida en la parte boliviana del amazonas. Protagonizada por Daniel Radcliffe, la película combina la tensión de una historia de supervivencia con la reflexión de un relato de autodescubrimiento. El comienzo, con una narración en off del protagonista que nos ubica en tiempo y espacio, y el hecho de que la historia esté basada en las memorias del propio Yossi Ghinsberg ya permiten avizorar que lo que sigue es un relato donde lo que vale o lo que captará nuestra intriga no son los hechos en sí mismos sino su significado y la forma en que se sucedieron. Las películas basadas en la vida extraordinaria de algún personaje suelen seguir esos parámetros y este caso no es la excepción por lo que la lupa estará puesta en ese desafío que valientemente aceptaron el asiduo al cine de terror Greg McLean y el querido Daniel Radcliffe, cuyo curriculum mágico ya ni hace falta mencionar. El amazonas boliviano encontró a principios de los ochenta al joven Yossi Ghinsberg buscando la emoción y la aventura. Habiendo concluido el servicio militar obligatorio en su Israel natal, el joven Yossi hizo oídos sordos a la tradición y al mandato familiar que lo conducía inexorablemente a la escuela de leyes para venirse a Sudamérica en busca de escribir su propia historia. Lo que no sabía a la hora de subirse al avión es que esto se haría realidad en la más incómoda y peligrosa de las literalidades. Porque una vez puestos los pies en suelo boliviano Yossi trabará amistad con Marcus, Kevin y Amie, grupo que lo acompañará a recorrer la jungla en busca de la aventura, incluso cuando esta se torna incierta y vaga a partir de un guía local que promete mucho más de lo que cumple. Alejado ya de ese mundo mágico que lo llevó a la fama, Radcliffe viene demostrando con sus elecciones de carrera y sus posteriores desempeños que es un actor completo y capaz de adaptarse prácticamente a cualquier desafío. Historias de terror como La Dama de Negro, comedias ligeras como Solo Amigos, la adaptación de un clásico como Víctor Frankenstein, exóticos experimentos como la genial Swiss Army Man o relatos de enorme compromiso dramático como Los Chicos de Diciembre (enorme película que tal vez pasó algo desapercibida por su estreno en simultáneo con las entregas de Harry Potter) son solo algunos de los ejemplos que ponen al británico como uno de los mejores de su generación y su trabajo en esta, su más reciente producción, no se queda atrás. Una barba exageradamente crecida, la marcada pérdida de peso y su búsqueda personal de quedarse con este papel tras leer las memorias de Ghinsberg son los antecedentes de Daniel Radcliffe para comprometerse totalmente con este personaje, cosa que se nota en pantalla tal vez como la nota más saliente de la película. Sobre la historia vale decir que engancha desde el principio a partir de su tímido pero carismático personaje, los amigos que rápidamente consigue, algunas charlas bastante interesantes a la luz de la luna y ese giro del guía local que promete mostrarle a Yossi y compañía cosas que jamás vieron. En este punto la película propone ese escenario de supervivencia extrema que siempre genera tensión -acá sazonada con toques de terror propios del director- pero que se presenta algo desdibujado a partir de algunos flashbacks y ciertas imágenes coloridas por demás que no consiguen la mejor mixtura de géneros. Una fotografía impresionante, una historia de vida interesante y un protagonista atractivo son los elementos que le dan forma a Jungla, una historia que vale la pena conocer.
Cómo sobrevivir en una selva virgen En Gabriel e a montanha, el film del brasileño Fellipe Barbosa que pudo verse recientemente en el Bafici, el cadáver de su protagonista, un joven llamado Gabriel Buchmann, era hallado al comienzo del relato, anticipando el final de un extenso recorrido por el continente africano, víctima en parte de un autoengaño: la fe en las supuestamente ilimitadas capacidades como ser humano. El hecho de que la película esté inspirada en hechos reales no hace mella en un corolario (no tan) oculto detrás del homenaje: el turismo de aventura puede ser peligroso, en particular cuando la propia insignificancia ante la inmensidad de las fuerzas naturales es dejada de lado. El nuevo largometraje del australiano Greg McLean (especialista en horrores naturales y humanos, como lo demuestran las anteriores Río de Sangre y El cazador de Wolf Creek) también toma elementos de la realidad para narrar un relato de supervivencia en circunstancias poco menos que imposibles. La historia es esencialmente la de Yosseph Ghinsberg, escritor, emprendedor, aventurero y orador motivacional –según afirma su propio sitio web– que, en 1981, a la edad de 21 años, anduvo perdido en medio de la selva boliviana durante casi un mes, luego de una fallida expedición junto a otros tres compañeros. El hecho de que Yossi haya sobrevivido no es un detalle menor a la hora de imaginar una película más cercana a los estándares narrativos del cine popular. De todas formas, Jungla no es tanto un relato “inspiracional” en el sentido corriente como un cuento de aventuras tradicional. Al menos durante su tramo central. Con ese norte atractivo como meta se suceden ataques de víboras y jaguares, peligrosos rápidos que desembocan en un cañón lleno de rocas y el riesgo siempre latente de morir de hambre o a merced a alguna enfermedad infecciosa. Esa es la faceta más interesante del film, el elemento al que McLean arriba rápidamente luego de tildar la presentación de su héroe y el encuentro con los otros tres miembros del grupo. Tan rápido que las primeras escenas parecen más un trámite que debe sacarse de encima, paquete de planos ilustrativos del carnaval paceño incluido (evidentemente adquiridos en un banco de imágenes audiovisuales). En la piel de Yossi, Daniel Radcliffe es el típico muchacho ilusionado con sus viajes de descubrimiento por el mundo; alguien que ha dejado atrás un destino conservador, como afirma al comienzo su voz en off, con un denso acento que luego irá puliendo y perdiendo. De allí que el llamado de sirena de un aventurero alemán (interpretado con algo de malicia por Thomas Kretschmann) sea demasiado tentador para ser pasado por alto. El periplo selvático incluye desavenencias entre los miembros del grupo, una separación consciente y otra inesperada y la consiguiente soledad del protagonista, cada vez más débil y amenazado por elementos externos e internos, incluida la posibilidad de un descenso en la locura total. McLean pisa el acelerador de la aventura y reduce los elementos más gráficos que son moneda corriente en su cine, aunque se permite algunos detalles sanguinolentos de origen animal, en particular durante una escena en la cual una larva cutánea tamaño XXL es auto-extraída con una pincita de depilar. Jungla comienza luego a perder interés, en particular cuando la fiebre amazónica pone en primer plano no sólo algunas alucinaciones sino también una serie de cansinos flashbacks que poco aportan a la construcción del personaje. El camino hacia el desenlace y su festejo de la más férrea amistad es un sendero harto transitado y es entonces que la película olvida su costado más visceral para caer en la banquina del mensaje motivador, abandonando su gen Ozploitation por las lentejuelas del drama humano convencional.
El director de The Belko Experiment (aquella curiosa película escrita por James Gunn) y The Darkness, regresa ahora con la historia real que llevó a un libro Yossi Ghinsberg, con guión adaptado de Justin Monjo. Una historia sobre un joven que en busca de una vida diferente a la pautada viaja a Bolivia y allí conoce a un par de muchachos con los que entablará una fuerte amistad potenciada por el intenso escenario que funciona como marco, y a un austríaco que los convence de explorar tierras que no aparecen en el mapa. Lo que podría sonar como una especie de The Lost City of Z (gran película que nunca llegó a nuestras salas) pero más moderna deriva en una película bastante más insulsa sobre la potencia de un lugar como la jungla, donde no hay reglas y la meta final es simplemente sobrevivir. Yossi (interpretado por Daniel Radcliffe) es un israelí que busca una vida diferente. Dijo a su familia que se iría durante un año pero sabe que quizás no quiera volver después. Conoce a Marcus y pronto se encuentran con Kevin, viejo amigo de éste último. Los tres planean una aventura de esas que te abren la cabeza y te cambian la forma de ver la vida. Y de repente aparece Karl (Thomas Kretschmann). Por algún motivo que nunca quedará claro, Karl se acerca a Yossi y lo convence de ir a explorar tierras desconocidas con la posibilidad de encontrar oro. Se muestra como alguien conocedor de lugares hostiles como la jungla, aparece como alguien seguro y de a poco se gana la confianza del grupo de amigos. Y entonces comienza la travesía. Pero allí las cosas no son tan fáciles y no hay muchas posibilidades de que salgan como uno las planea. Y la jungla se erige como un fuerte antagonista que comienza a quebrarlos y separarlos. Ya nadie parece tan fuerte, ni tan seguro, ni tan experto. “Jungla” es una película sobre la supervivencia antes que nada. Y es Radcliffe quien se carga el film a sus hombros, porque está contada desde su perspectiva y en algún momento tiene que encontrarse solo, consigo mismo, en medio de un escenario poderoso y nada amigable. Allí sus problemas pueden ser un animal salvaje, unos peligrosos insectos o incluso su propia cabeza que encuentra su momento para pensar y replantearse lo que lo llevó hasta ahí. El trabajo que realiza el actor es siempre notable, acá acompañado con un importante cambio físico. No obstante, gran parte del relato se termina tornando monótono y aburrido. La banda sonora y su afán de intensificar cada escena resulta cada vez más molesta a medida que se sucede el relato. En resumen, estamos ante una historia que sin dudas tiene atractivo y condimentos para mantenernos interesados, y sin embargo el resultado es un film aburrido.
Daniel Radcliffe (Harry Potter) va a la selva en esta dramática película de aventuras basada en la historia real de un joven israelí que, en medio de un año sabático en Latinoamérica, es seducido por las historias épicas de un misterioso austríaco que dice saber dónde hay oro en la jungla amazónica. Escuchando los cuentos de ese tipo al que recién conoce, el protagonista convence a dos amigos de que los acompañen en su delirante viaje en busca de El Dorado. Pronto los cuatro expedicionarios están saliendo desde Bolivia a la más cerrada jungla tropical. Salvo el austriaco que propuso la aventura, los demás son amateurs uno es un maestro suizo, el otro un fotógrafo americano-, de modo que el desastre es fácil de predecir. Los cuatro se separan en dos grupos y, poco después, el personaje de Radcliffe queda perdido solo en la selva tratando de sobrevivir a como dé lugar, comiendo cualquier cosa y enfrentando alimañas espantosas, como serpientes o insectos que se lo quieren comen vivo. "Jungla" cuenta con una excelente fotografía pero, en cambio, no convence tanto en sus aspectos dramáticos, ni mucho menos en las cosas que pasan por la mente del protagonista cuando está solo y lucha por su vida.
Jungla: Un paseo por la selva… “Pero yo había nacido para ser mi propio destructor, y no pude resistirme a esa oferta más de lo que pude renunciar, en su día, a mis primeros y fatídicos proyectos, cuando hice caso omiso a los consejos de mi padre“. Robinson Crusoe – Daniel Defoe Toda buena travesía que se precie, tanto en literatura como en el cine, carga con dos lineas definidas argumentales; el hombre en un escenario hostil, la una, que evoca, la otra, su reciente pasado de facilidades. Una suerte de viaje interior y exterior en el que estima lo perdido analizándolo desde esa nueva perspectiva que es la soledad del naufrago. Y por ende sobrevive, si lo hace, no solo físicamente, también espiritualmente. Ejemplos si los hay es Robinson Crusoe, esa metáfora de la desnudez humana ante las fuerzas abrumadoras de la naturaleza. Life of Pi (2012), Cast Away (2000) y la entretenida The Martian (2015), tomaban esa premisa y la refundaban en un aggiornamiento en cuanto a las ideas expuestas. Alive! (1993) sin embargo, la historia real llevada al cine narraba mismos hechos pero desde una perspectiva descarnada de pura y dura sobrevivencia y dejaba al espectador sacar sus conclusiones morales o éticas al respecto. Greg McLean, conocido por sus films de terror y violencia explicita, ha intentado en esta película un relato a la usanza, más allá de utilizar un hecho real, en la que quizás sobreabundan los subrayados al respecto, haciendo de la travesía un cuento un tanto facilón del que el protagonista saldrá adelante gracias a su esfuerzo y la amistad. Yossi Ghinsberg el aventurero nacido en Israel; autor, emprendedor, humanitario y orador motivacional, como se lo describe en su entrada de Wiki, tuvo su primer contacto con la naturaleza en 1981 en un viaje que realizó a Bolivia y en una travesía por la selva en la que se perdió junto a otros tres compañeros. Habiendo terminado con el servicio militar y contradiciendo el mandato paterno cruzo el mundo en busca de aventuras como mochilero y se encontró inmerso en una travesía que cambiaría su vida. Agregar más sería tan inútil como contraproducente para lo que la historia intenta, por dos motivos claros: el primero y sustancial es la mediocre producción del film que no permite al espectador una aproximación real al salvaje universo de la selva virgen y el segundo y no menos importante la maniquea construcción que hace de los personajes que rodean a un comprometido y barbudo Daniel Radcliffe. Suerte tendrá el espectador cuando el inicio, ese amanerado prologo de encuentros fortuitos en una serie de escenas dignas de propaganda de secretearía de turismo, de paso a la aventura en sí. Cada uno de ellos depositario de los viejos tópicos, el guía intrépido y misterioso, el débil, el confabulador y él, Yossi, en medio de todos ellos captando un poco de cada. Un intento algo mediocre por parte del guionista de desguazar a Yossi en todos, porque terminan todos poseyendo cierta renguera emocional que se nota en la poca simpatía que generan. Es hacia el desenlace, cuando en la soledad de la selva, Ghinsberg intenta llegar al final del periplo, en que el director juega algunas cartas de terror y suspenso, que la película parece retomar el aire de aventura que proponía, más allá de esos flashback innecesarios, y que logra aderezar la historia lineal y manida hasta entonces vista.
EL PROBLEMA DE QUÉ CONTAR Y CÓMO CONTARLO Greg McLean sorprendió gratamente con su debut, El cazador de Wolf Creek, un film australiano de terror influenciado por distintos hechos reales, donde tres jóvenes mochileros eran acosados y cazados por un psicópata en el medio del desierto. Era una película con climas progresivamente inquietantes y asfixiantes, con un villano despiadado, que dejaba ver a un realizador con sólidas ideas para la puesta en escena de la violencia y las circunstanciales relaciones con el paisaje. Luego le siguieron films no tan logrados pero aún así interesantes, como Río de sangre y The Belko Experiment, que probaron la obsesión del realizador por ese salvajismo inherente dentro del ser humano y cómo influye el contexto que lo rodea. En Jungla vuelve a aparecer la naturaleza como factor determinante, a partir de la adaptación de las memorias del israelí Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe en una de esas performances comprometidas hasta lo enfermizo), un mochilero de recorrida por el mundo que en 1981 se internó con dos amigos y un guía en la selva boliviana, buscando una legendaria villa indígena. Obviamente, las cosas terminaron bastante mal, con una enorme cantidad de dificultades, una dispersión absoluta del grupo y Ghinsberg perdido en la selva, al borde de la muerte. Otra vez el hombre luchando contra los elementos, contra un pasaje que puede ser maravilloso y fascinante, pero también inescrutable y despiadado. La gran dificultad que encuentra aquí McLean es sobre qué hacer foco verdaderamente, porque Jungla no solo narra esa típica historia del hombre llevado al límite de sus posibilidades físicas y psicológicas, sino también un cuento moral y de crecimiento, donde intervienen factores vinculados al pasado de Ghinsberg -con una figura paterna que es para él una carga muy pesada- pero también esa mirada sobre la otredad y las culturas foráneas. Es posible que a McLean le termine jugando en contra el trabajar sobre un material ajeno, del que no consigue apropiarse de forma pertinente, sin hallar los tonos pertinentes. Por eso la película cae en numerosos flashbacks donde el dramón familiar empantana todo lo que sucede y en pasajes dominados por una visión complaciente sobre las civilizaciones indígenas y sus cruces con las perspectivas occidentales. Donde Jungla fluye mucho mejor es cuando coquetea con el terror, con la naturaleza como un villano tan feroz como elusivo, y con el protagonista que es Ghinsberg totalmente desorientado, alucinando y sin respuestas para enfrentar un entorno hostil. Es, claro, territorio conocido para McLean, quien demuestra tener conocimiento y capacidad para montar una puesta en escena donde el miedo y la incertidumbre son las reglas dominantes. Pero esos momentos son escasos y no llegan a tener una incidencia potente en un film que está lejos de generar la empatía necesaria.
La naturaleza siempre gana La película, protagonizada por Daniel Radcliffe, está basada en una historia real. Narra la expedición de un joven a una tribu desconocida de Bolivia. El ex Harry Potter se adueña de este film con aires de terror. Daniel Radcliffe siempre será el niño que hizo de Harry Potter. Sin embargo, ya son varias películas que lo distancian de aquel personaje icónico, y, más allá de sus resultados, siempre el riesgo de salirse del eje conocido es valorado. De esta forma, el actor inglés supo abrir el juego a distintos géneros (thriller, con “Imperium”, romántica “What if”, comedia, “Swiss army man”, terror “Victor Frankenstein”) y es importante mencionarlo en esta oportunidad porque “Jungla” es una historia que lo tiene comprometido mental y físicamente. En esta ocasión, Radcliffe se pone bajo las órdenes de Greg McLean para contar una historia basada en hechos reales. Yossi (Radcliffe), un joven que viajaba por Bolivia en los 70, para descubrir -y descubrirse a sí mismo-, conoce a algunos amigos y un guía los convence de hacer una expedición al territorio de una tribu originaria que nadie conoce. El problema es cuando deciden separarse en dos grupos y luego, mientras viajan en una canoa improvisada, Yossi y uno de sus amigos pierden el control por el caudal del río, y cada uno queda a su suerte en diferentes lugares de la selva. Allí comenzará la travesía para Jossi. Pero como es sabido, la naturaleza es impiadosa; no tiene miramientos ni favoritos y solo sobrevive el que se adapta. Si bien empieza como una historia de grupo de amigos, con aires de terror porque nos remarca todo el tiempo que estamos ante esos momentos felices que preceden un infierno, la película se la carga el ex Harry Potter y allí es donde triunfa, pues el solo ser testigos del talento del inglés, jugando al héroe por momentos, desahuciado en otros, y completamente demente en los pasajes restantes, nos hace meternos de lleno en la historia, sufriendo a su lado. Sin embargo, los recursos que utiliza son bastante repetidos en este subgénero “supervivencia” del que vimos cientos de propuestas en los últimos años, y en algunos casos, se pasa al otro lado con los delirios, pero a la vez intenta mantener la solemnidad del relato, algo que no parece equilibrado en el final.
Sobrevivir en la selva amazónica sin prácticamente nada es el núcleo de esta película que, una vez sentados los caracteres de los personajes, se dedica a que sean las acciones y las aventuras físicas las que delineen sus cambios y psicologías. Por momentos pierde tensión, pero la historia -además, basada en hechos reales- es suficiente como para mantener la atención del espectador hasta el final.
Es sabido, cualquier hecho verídico capaz de trasladarse a la pantalla pone a Hollywood con la lengua afuera y los ojitos brillosos, más allá de que luego de recrearlo la única conexión que se mantenga sea un simple cartelito de letras blancas sobre un fondo negro que diga “basada en una hecho real” porque es sabido, a Hollywood todo lo que le parece chico siempre puede ser más grande. Bajo esta lógica de la espectacularización ha caído la historia de Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliff), un joven israelí que durante un viaje como mochilero en Bolivia, emprende una expedición hacia la selva amazónica seducido por Karl, un misterioso aventurero que le asegura la existencia de una tribu desconocida (Indiana Jone meets Into the Wild). Gregg McLean, conocido principalmente por los slashers australianos Wolf Creek y Wolf Creek II, desperdicia aproximadamente una hora en una introducción que se empeña en dibujar con una prototípica profundidad cada personaje para luego, dejar a Yossi aislado, luchando contra alucinaciones y fantasmas de un pasado biográfico que nunca antes había sido mostrado pero que el director igual implanta en forma flashbacks. Habiendo visto 127 Horas, Naufrágo o ¡Viven!, uno pensaría entonces qué otra cosa más allá de la locación puede actualizar un género que es bastante claustrofóbico y unidireccional en sus posibilidades narrativas. Al fin y al cabo no hay mucha vuelta: o sale vivo o no sale y en este caso, la respuesta está escrita de antemano. A lo largo de las tres semanas no pasa mucho aunque la música pretenda aparentar lo contrario con ese subibaja invasivo de fade in y fade out. El cuerpo de Yossi va transformándose poco a poco, a medida que su cabeza desbarranca hasta alcanzar una especie de epifanía en un autosacrificio cuasi religioso con hormigas (si su viaje a Bolivia estaba motivado por la búsqueda del sentido de la vida podríamos decir que lo terminó encontrando). Además de la evidente pérdida de masa corporal, se le pudren los pies y debe extirparse un parásito subcutáneo de la frente en un claro desvío de esta historia de aventuras al plano del body-horror y el terror psicológico, aquel en el que McLean sabe cómo sacar provecho. Para quien vio Deliverance (1972) es inevitable no pensar en Jungla como su versión amazónica. Desde las caracterizaciones bien definidas de los cuatro miembros del grupo y la competencia tacita por quien lleva más testosterona en sangre, hasta los rápidos del río -esas gargantas aguadas de la muerte capaces de tragarse en un segundo a quien las navegue. Pero mientras el clásico de John Boorman apoyaba su relato sobre la reflexión consciente del choque entre civilización y barbarie, el filme de McLean es una odisea que va implantando tópicos dispares a fin de engrosar una historia que desde el principio ya conocemos su resolución. Queda entonces el foco puesto en cómo un esquelético Radcliff se las arregla sin su varita mágica para sobrevivir en un territorio que poco tiene de peligroso (se ve que Noé no pudo llegar con su arca a la selva para depositar algo de fauna) y para sostener una película con más maquillaje que alma. Por Felix De Cunto @felix_decunto