Cuanto menos sepan de esta película, mejor. No lean comentarios, no busquen en internet… Lamentablemente algunas publicaciones no pueden hablar sólo del contexto y terminan por arruinar la sorpresa que este tipo de películas posee per se. Acostumbrate a no ver trailers, te aseguro que disfrutarás más de las películas. En correlación a ello, lo único más importante que te puedo decir es que el asunto aquí, es la enorme creación de un protagónico femenino que parece destinado a revelarse contra los mandatos y costumbres del origen de su familia. Ella es Zahira, una joven belga-paquistaní de 18 años, quien tiene una buena relación familiar hasta que sus padres le piden que siga la tradición paquistaní para elegir un marido. Ahí es donde los miembros de su familia se convierten en sus carceleros, y más allá del amor, están todos separados. Sin duda, algo sutil que tiene que ver en “cómo los individuos son el escenario de poderosas luchas morales en nuestra sociedad”, aún hoy. La crítica social también es hacia la ignorancia “del bien” que tiene todo aquel que no entiende el respeto por las costumbres y la enorme deshonra que esto podría suponer para la vida de una familia donde los mandatos lo son todo. Calificación: 7/10.
Zahira es una joven belga-paquistaní muy cercana a su tradicionalista familia musulmana. Zahira está embaraza y no se ha casado. La familia acepta esto pero la obliga a elegir un marido para su casamiento. Zahira, que ama y respeta a su familia, se divide entre el vínculo que tiene con ellos y la forma civilizada y occidental en que vive Bélgica. Una amiga belga y su familia, pero también su hermano, intentan ayudarla a resolver el conflicto. La película busca ser lo más respetuosa posible de la mirada de la familia paquistaní, pero tampoco busca, por suerte, tolerar la tradición machista de considerar que la libertad de elección de la mujer puede ser un inaceptable deshonra para ellos. Es una buena noticia que el director, Stephan Streker, no buscara explicar que se trata de otra cultura o de otras costumbres y dejara bien en claro la violencia machista aceptada y tolerada dentro de esas familias y esa cultura. El tono es sobrio, hay muchas escenas muy bien resueltas y a pesar de la angustia de muchas de las situaciones el director le dio al relato la impronta vital y juvenil propia de la edad de la protagonista. Visualmente está bien lograda, consigue narrar de forma plausible todo el conflicto y se enfrenta a los momentos más dramáticos sin mal gusto, con el adecuado pudor y respeto. Frente a la tibieza europea –y no solo europea- que hay con respecto a las atrocidades que se cometen en culturas primitivas, machistas y violentas, es de una gran valentía encarar el tema sin temor y con franqueza.
Decidir mi Destino Nos sumergimos en los profundos ojos negros de una joven de rostro dulce y decidido, que ama a su familia como a sí misma, pero que, gracias a su obstinación y valentía, decide rebelarse para elegir algo diferente en su camino y no lo impuesto por sus padres. El viaje que esta adolescente recorrerá, dividido entre dos culturas, nos dará una lección con respecto a las opciones que se nos presentan para ser felices y en el caso de no tenerlas, cambiar de vida. Noces -aquí conocida como La Boda-(2016), un film del director y guionista belga Stepehn Streker, nos sitúa en Bélgica, en el seno de una familia paquistaní, que si bien mantiene sus tradiciones culturales está bastante adaptada a la sociedad europea. Zahira, (Lina El Arabi), una de las hijas, es una joven belga-paquistaní, de dieciocho años, una chica moderna que pretende vivir como la gente de su edad, una dualidad que constantemente la remonta a dilemas insolubles, en donde sus padres le piden que siga la tradición para elegir marido. La joven reniega de esto y acude a su hermano y confidente Amir (Sébastien Houbani) en búsqueda de una solución, ya que, además, se encuentra atravesando un momento íntimo y muy delicado que intenta ocultar. Lo interesante del trabajo de Streker es que tanto los protagonistas como la historia dividida entre dos culturas muy diferentes, no emite juicio de valor alguno, ya que se respeta la opinión de cada persona y todos tienen sus propios motivos para pensar libremente. Es por esta razón, que todo puede suceder hasta el final, en este film que reúne varios tópicos: romance; tradición; secretos; familia; amor y adolescencia, de manera sutil y armoniosa. Tanto el casting como el vestuario y elección de colores y localizaciones, resultan acertados, ya que se distinguen como bien representativos de lo cultural y social en ambos casos. Seguramente será poco probable que entre los espectadores existan partidarios que defiendan el costado tradicional, y surgirá el debate. La costumbre que una joven debe casarse con un hombre que elije por foto y habla por Skype, es criticada aquí, exponiendo el sufrimiento de ella y las elecciones de vida que decide seguir, a pesar de sus pocos, aunque sabios años.
Cuando aún hoy personas se preguntan el porqué de la radicalización de la lucha feminista en la sociedad, películas como esta vienen a dar el testimonio concreto sobre aquello que aún debe modificarse para poder hablar de igualdad. Mientras existan sociedades en las que los matrimonios arreglados sean una parte importante de ellas, todo seguirá tan mal, o peor, como hasta ahora.
“La boda”, de Stephan Streker Por Marcela Barbaro La boda, tercera película del director belga Stephan Streker (Michael Blanco, 2004 y The World Belongs to Us, 2013), relata la historia de Zahira, una joven de 18 años de origen belga-pakistaní atrapada entre la tradición familiar y la vida moderna que lleva en Bélgica, donde han emigrado sus padres. Aferrados a sus costumbres, la obligan a casarse con un hombre que ellos eligirán. Ante la presión, y la deshonra que implica negarse, Zahira enfrentará las consecuencias de sus propias decisiones. Narrada desde el punto de vista de Zahira (Lina El Arabi), somos testigos de su angustía al sentirse acorralada, a pesar de sus espacios de rebeldía. Si bien cuenta con la escucha de una amiga, la comprensión de su hermana mayor (víctima del mismo destino), y la complicidad de su hermano, nada le alcanza para revertir la decisión de sus padres. Una opresión que se traduce en los planos que la contienen, y que contrasta con los espacios y momentos felices, donde todo fluye con libertad. En su paso por numerosos festivales internacionales, La boda fue ganadora de 2 Premios Magritte Awards y nominada a 5 Premios César, incluyendo Mejor Película Extranjera, entre otras menciones. Stepahn Sreker se inspiró en hechos reales ocurridos en Bélgica en 2007, para realizar un drama contemporáneo que aborda temas universales: el rol de la mujer, los conflictos de género, el machismo, la libertad, la justicia y el amor. A través de un formato clásico, la película también se ocupa de exponer las contradicciones de una familia que sigue las tradiciones ancestrales, conviviendo en una sociedad posmoderna, en la cual se relacionan con otros occidentales desde un iphone o, se casan, los mismos pakistaníes, a través de Skype. Si bien a lo largo del relato, los protagonistas asumen distintos roles, como en las tragedias, y no se juzgan abiertamente las tradiciones, la mirada del realizador acompaña a Zahira y expone el grado de sumisión e injusticia que sostienen muchas civilizaciones en relación a la mujer. Lejos del concepto romántico de unión y del amor correspondido, La boda nos muestra otra forma de ejercer la violencia “invisible”, tan patriarcal como dominante. LA BODA Noces. Bélgica, 2016. Dirección y guion: Stephan Streker. Intéroretes: Lina El Arabi, Sébastien Houbani, Babak Karimi, Nina Kulkarni, Olivier Gourmet, Alice de Lencquesaing, Zacharie Chasseriaud, Aurora Marion, Rania Melloul. Fotografía: Grimm Vandekerckhove. Edición: Jérôme Guiot. Duración: 98 minutos.
“La Boda” (Noces, 2016) relata la historia de Zahira, (Lina El Arabi) una joven belga-paquistaní, de 18 años, que está unida a su familia hasta que sus padres le dicen que llegó el momento de elegir un marido. Ella podrá ver las fotos y en base a eso, hablar con ellos por Skype, para así elegirlo como manda la tradición. Por supuesto, ninguno le gusta, y debe optar entre seguir las costumbres familiares u otro estilo de vida que la podría alejar de los suyos para siempre y causarles la vergüenza de no seguir el mandato. Para resolver su problema le pide consejos y ayuda a su hermano mayor y confidente, Amir (Sébastien Houbani). Ante la encrucijada de tener que elegir un marido que no le gusta, además de su hermano, pide ayuda a su mejor amiga belga y a su padre, y se refugia en ellos, pero cuando la tradición es más fuerte, sus caminos se irán cerrando. No conviene adelantar mucho más, porque el film es sorprendente, desde la actuación de su protagonista, a quien el elenco acompaña muy bien, hasta su desenlace. Para nuestra cultura es impensado que la protagonista del film se vea inmersa en una problemática tan machista, aunque el director solo expone el tema y no juzga. Una película que se disfruta, aún siendo dramática al ponernos las mujeres en su lugar. Seguramente a la salida surgirá el debate. Escrita y dirigida por Stephan Streker, la película viene con un cúmulo de Premios y Nominaciones, a saber, nominada a 5 Premios César (Incluyendo Mejor Película Extranjera), Ganadora de 2 Premios Magritte Awards de los cuales estaba nominada a 6, Nominada Mejor Película Extranjera en Lumiere Awards, Compitió en el Festival de Estambul de Derechos Humanos y su Director ganó el Premio a su labor en el Festival de Rotterdam. ---> https://www.youtube.com/watch?v=erqnbEAWNug TITULO ORIGINAL: Noces DIRECCIÓN: Stephan Streker. ACTORES: Lina El Arabi, Sébastien Houbani, Babak Karimi. ACTORES SECUNDARIOS: Nina Kulkarni, Olivier Gourmet. GUION: Stephan Streker. FOTOGRAFIA: Grimm Vandekerckhove. MÚSICA: Fabien Lherisson. GENERO: Drama . ORIGEN: Belgica. DURACION: 97 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años DISTRIBUIDORA: Mirada FORMATOS: 2D. ESTRENO: 21 de Febrero de 2019
Presentado en festivales durante la segunda mitad de 2016, el tercer largometraje del director de Michael Blanco (2004) y Le monde nous appartient (2012) alcanza un demorado pero bienvenido estreno comercial en la Argentina. La película tiene como heroína trágica a Zahira (la encantadora Lina El Arabi), una adolescente de 18 años que debe lidiar con las tentaciones y la educación occidentales en su país de adopción (Bélgica) y las rígidas tradiciones de su familia de origen paquistaní. La historia arranca con una situación extrema (ella duda sobre si practicarse o no un aborto) y luego expondrá en toda su dimensión (y crudeza) los dilemas íntimos respecto de si aceptar las exigencias de sus padres (un casamiento arreglado con un paquistaní) o darle rienda suelta a sus deseos, su rebeldía, la búsqueda de una camino propio e independiente en compañía de una amiga fiel (Alice de Lencquesaing) o en un romance con un joven que no pertenece a su comunidad étnica (Zacharie Chasseriaud). Se trata de un conflicto bastante transitado por el cine europeo reciente que remite, por ejemplo, a los primeros films de Abdellatif Kechiche como Juegos de amor esquivo y con algunos elementos que sintonizan también con el cine de otros belgas famosos como Joachim Lafosse y los hermanos Dardenne (en un papel secundario aparece incluso Olivier Gourmet). En sus mejores momentos, La boda escapa de la dualidad opresión-liberación, del enfrentamiento generacional entre adultos y jóvenes con personajes como el del hermano Amir (Sebastien Houbani), que en principio surge como confidente y aliado de Zahira, pero luego se va convirtiendo en cancerbero de las tradiciones y el machismo. En sus pasajes menos logrados (incluido el desenlace), el film de Streker resulta un poco obvio, previsible y maniqueo en su exploración de la intimidad de una joven dominada y sojuzgada (como tantas) por su historia, su entorno y su lugar en el mundo.
Como en Un amor inseparable ( The Big Sick), aquí también estamos ante el choque cultural y generacional entre las tradiciones de una familia paquistaní y la vida en Occidente de los más jóvenes. Si en aquel film estábamos en los Estados Unidos y ante una comedia, aquí nos hallamos en una Bélgica gris y ante un drama familiar llevado con cautela, corrección y contención, lo que convierte a la película en un relato compacto y sólido, pero que quizá le impida aspirar a un mayor impacto emocional. Zahira es una adolescente cuyo mundo es muy distinto al de su familia, y tiene otros anhelos que no son los de casarse por compromiso con alguien de su mismo origen. La boda sabe desarrollar su núcleo temático en las comparaciones entre la familia de Zahira y de su amiga Aurore, y sobre todo en la figura de los padres de ambas (y en el de su propio hermano, un personaje clave). Cada quien tiene sus razones y el guionista y director belga Stephan Streker sabe armar a sus personajes sin trazos gruesos ni condenas, y por eso y por la prestancia actoral de quienes interpretan al padre de Zahira (Babak Karimi) como al padre de Aurore (Olivier Gourmet, habitué de las películas de los hermanos Dardenne) convierten en su escena juntos uno de los pasajes más memorables de este relato de tono parcialmente claustrofóbico.
“¿Cuándo puedo volver a la escuela?” “En un par de días” ¿Dónde va el bebé cuando lo saquen?” “No es un bebé, es un embrión. Se lo pone en una bolsa plástica y se lo lleva a una empresa que se encarga de incinerar desperdicios orgánicos.” La boda podría titularse de entrada El aborto. Salvo por el casamiento al que quieren obligar a Zahira, la protagonista, el filme podría suceder en la Argentina. Y porque en Francia, donde transcurre esta historia de inmigrantes paquistaníes, el aborto cuesta 3 euros y medio; 800 en Holanda, si el embarazo supera las 12 semanas de gestación. Zahira es adolescente, y decide abortar. Su padre, su madre y su hermano mayor, Amir, que es su sostén, lo saben. Ella no está muy segura de dar ese paso, las preguntas del comienzo le harán tomar una decisión, que no vamos a spoilear, por más que suceda antes de los primeros 20 minutos de proyección. Porque en La boda los temas, que son candentes, se reflejan de manera directa. Y así como Zahira encara al padre de la criatura y le aclara que si se “saca” lo que lleva dentro no habrá más relación entre ellos, sus padres le mostrarán las fotos de tres candidatos para el casamiento, le harán hablar con ellos por Skype y le aclararán lo afortunada que es: ella puede elegir, no le “imponen” un marido. Un par de problemas tiene esta realización del belga Stephan Streker, que con el correr y el desarrollo de la trama hace que comience a menguar el interés. El primero es que tras un muy buen arranque, en el que la información que se le brinda al espectador es nula, y éste ingresa de lleno en la historia sin aclaración alguna y debe pensar y elucubrar acerca de las relaciones y los personajes. El segundo ya es más grave y llega con el final. Y se sabe que, así como la primera escena de una película es fundamental para atrapa al espectador, el desenlace deja algo así como el gusto en el paladar del espectador. Y el sabor no es precisamente conveniente o satisfactorio. El director en varias escenas sabe cómo revelar con matices ya no el espíritu sino la sensibilidad de Zahira, su hermano o los padres, pero en otras es más plano, evidente. Ella corre. La hace correr como adolescente, huyendo de los problemas. Con todo -y exceptuando ese final- La boda no es una telenovela de Medio Oriente, aunque haya momentos en que peligrosamente se le parezca.
Familia, tradición y tragedia El asesinato de Sadia Sheikh sorprendió a toda Bélgica por tratarse del primer asesinato “por honor” cometido en el país. Sadia era una estudiante belga nacida de padres pakistaníes, quien se negó a casarse por arreglo con uno de sus primos, como demandaba la tradición familiar. Un 22 de octubre de 2007 su hermano Mudusar Sheikh la mató de dos disparos por esta decisión, y en un juicio inédito la corte condenó a prisión a todos los miembros de la familia (padre, madre y hermanos) considerando que habían cohesionado y presionado a Sadia para que cumpla con el mandato. Con La boda (Noces, 2016), el director Stephan Streker eligió para su tercer largometraje llevar a la pantalla grande la historia de Sadia, entregando un relato crudo y desangelado que nos mete en la intimidad de la familia, repasando cada momento que anticipa la tragedia. Desde lo socio-cultural la historia pone en relieve la rigidez de ciertas tradiciones de oriente que parecen extremas desde nuestra visión occidentalizada, y la Sadia que vemos en pantalla se vuelve un personaje lleno de riqueza porque, a diferencia de sus padres, no nació en Pakistán sino que es una mujer belga dentro de una familia pakistaní estricta en lo que concierne a sus costumbres. Streker elige no apoyarse demasiado en recursos cinematográficos que idealicen la narración o desvíen de su verdadero objetivo, por el contrario, hay una ausencia absoluta de banda sonora, una estética completamente bajada a tierra y la recreación de momentos cotidianos de la forma más bucólica. Para quienes sean ajenos a la historia real en que está basada La boda, el giro del tercer acto seguramente los tomará por sorpresa. Si bien el relato va entregando pequeños indicios, el impacto final no es fácil de digerir. Dentro de una contemporaneidad donde las mujeres del mundo real (tan real como aquel en que vivía Sadia) siguen peleando por un lugar de igualdad con el hombre -sean de donde sean y peleen por lo que peleen- películas como La boda ayudan a visibilizar una problemática mundial que está entre las grandes cuentas pendientes de nuestro nuevo milenio.
Zahira, bonita adolescente de ascendencia paquistaní, vive contenta en una ciudad belga con sus padres inmigrantes, a los que ama. Pero surge un conflicto: ellos quieren que se case con un muchacho de su tierra. Amablemente le dan a elegir entre tres candidatos. Será uno de esos, sí o sí. Estas cosas pasan todavía, y Stephan Streker, viejo periodista, las cuenta en “La boda” con habilidad, delicadeza, equilibrio, exquisita fotografía, buen planteo, buen elenco (primer protagónico de Lina El Arabi, a quien conviene seguir), y final esperanzador.
Lo que se plantea es como aún hoy, muchas culturas, como la paquistaní, solo se aceptan matrimonios combinados por los padres de los contrayentes, de acuerdo a conveniencias sociales y económicas. No importa que esa familia viva en Europa donde sus hijos pueden liberarse de una cultura que los manipula y esclaviza, porque tienen a mano la educación, la sociedad que los rodea, los amigos. La protagonista de l8 años queda embarazada de un novio, paquistaní y musulmán que no tiene la aprobación de la familia. Ella no quiere abortar como le señalan sus progenitores, para conseguir luego un buen candidato de acuerdo a sus intereses. Aquí no se trata de una lucha por el aborto legal y gratuito ya totalmente asimilado en Bélgica, se trata de analizar de qué manera la autoridad de los padres es férrea y sin alternativas, frente a una joven que no reniega de sus orígenes pero que ansía la libertad. La presión del núcleo básico y los mandatos atávicos, se horrorizan frente al despertar de los sueños de independencia. Por supuesto que el papel de la mujer es todavía de mayor sujeción que el del hombre, pero este con una aparente mayor libertad también experimente el verdadero lavado de cabeza con esas tradiciones. Una realidad siniestra que impera en la actualidad. Buenas actuaciones, un clima policial y la sencillez que le huye a los alegatos aleccionadores redondean un buen film.
Al modo de los hermanos Dardenne Como en el cine de los autores de El hijo, la protagonista de La boda también tiene que tomar decisiones difíciles, pero la película termina poniendo el acento en el choque cultural y religioso entre las distintas generaciones de inmigrantes. Cuando el reconocido actor belga Olivier Gourmet hace su primera aparición --que será, apenas, secundaria--, bien avanzada la proyección de la película de su compatriota Stephan Streker, la ligazón con el cine de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne queda simbólicamente confirmada. Es que La boda, con su joven protagonista obligada a tener que tomar no una sino dos difíciles decisiones personales, posee algunas de las marcas del cine de los directores de El hijo y El niño, ambas protagonizadas por Gourmet. Streker, sin embargo, no adhiere por completo al estilo seco dardenneniano y su tercer largometraje forma parte de una cierta tendencia del cine europeo contemporáneo: la descripción del choque cultural y religioso entre las distintas generaciones de inmigrantes, entre aquellos que llegaron tiempo atrás desde un país remoto y sus hijos e hijas nacidos en suelo adoptivo. Una convivencia cotidiana -en el hogar y afuera, en el mundo- con usos y costumbres no siempre compatibles y, en más de una ocasión, indisimulablemente enfrentados. Zahira Kazim, hija de inmigrantes paquistaníes -y, por lo tanto, musulmanes- afincados en un suburbio de Bruselas, acaba de cumplir los dieciocho años y todavía se encuentra cursando el último año de la escuela secundaria cuando se entera de un embarazo no buscado. Ya la primera escena la ubica entre la espada y la pared: practicarse un aborto, como desean sus padres y su hermano mayor, de manera de poder mantener las apariencias, o seguir adelante con la gestación a espaldas de la familia. Zahira (la muy expresiva actriz debutante Lina El Arabi) duda, reflexiona y vuelve a dudar, y es entonces que la situación se complica aún más cuando se le anticipa, sin lugar a pataleos, que deberá elegir entre tres pretendientes paquistaníes y casarse en la madre patria siguiendo al pie de la letra las costumbres. No sólo Papá (el iraní Babak Karimi) y Mamá resultan extremadamente conservadores; también su hermano está dispuesto a convencerla de que lo único correcto es seguir las reglas de la tradición. Si hasta su hermana mayor, quien pasó en su momento por un trance similar y llega desde el extranjero para ayudar en el asunto, le comentará que una cirugía de reconstrucción de himen y tener mucha paciencia son la solución para todos sus problemas. La boda alterna los diferentes puntos de vista de los personajes principales, pero durante casi todo el metraje Streker se concentra en la joven heroína, en sus conflictos interiores, sus rebeldías y también sus culpas. Y si bien no quedan dudas -durante gran parte del trayecto y, en particular, luego de la no tan imprevisible escena final- dónde están depositadas las simpatías, la película intenta esquivar la denuncia simplista de la violencia, literal y metafórica, de una cultura patriarcal y machista. En cambio, el guion pone en constante tensión dos maneras casi opuestas de comprender las relaciones sentimentales, el matrimonio y el lugar de la mujer en la sociedad. La misma Zahira, al fin y al cabo una chica que apenas comienza a transformarse en mujer, se mantiene indecisa entre los deseos más íntimos y el respeto y obediencia al clan. El rector de la familia Kazim, lejos de encarnar en un monstruo violento y unidimensional, es retratado como un hombre tan anclado en los dogmas culturales y el orgullo personal y familiar que no logra darse cuenta a tiempo de que está a punto de perder lo que más ama.
NO SE CALLAN MÁS En tiempos de empoderamiento femenino y de lucha por igualdad de derechos, no pareciera que este film sea de 2016, sino una producción de hace pocos meses, ya que representa al efecto las diferentes problemáticas que buscan enfrentar las mujeres por estos días. Es que en La boda se cuenta la historia de Zahira, una joven belga-paquistaní de 18 años, cuyos vínculos familiares comienzan a resquebrajarse cuando sus padres le piden que siga la tradición para elegir un marido. Y si bien Zahira buscará rebelarse contra ese sistema, la situación no será para nada fácil. La película, desde su inicio, aborda la temática de la rebeldía femenina ante las imposiciones machistas sin dobles mensajes ni una sesgada opinión, siendo clara y concreta en lo que exhibe. Sólo coloca los sucesos “sobre la mesa” dándole originalidad y credibilidad a una narración que pretende ser abierta y lo más real posible. En estos términos, se tocarán temas como el aborto, el casamiento por conveniencia, las tradiciones arcaicas y la violencia. Todos sin darle un tono solemne o pretencioso, sino que a través de situaciones que resultan cotidianas en el contexto donde se desarrollan. A su vez, la historia posee un guión simple pero sólido, que permite darle la potencia necesaria para que lo se cuenta impacte en el espectador por su naturalidad y crudeza al mismo tiempo. Esto también se edifica con la solidez de las actuaciones, que transmiten perfectamente cada sensación que tienen los personajes en determinadas circunstancias. Quizás su punto más flojo esté en la resolución, ya que se vuelve algo previsible, no obstante resulta ser el cierre preciso para La boda, un film que adapta libremente (como dice la leyenda en su inicio) el drama de un mujer que lamentablemente se repite día a día y por el cual el movimiento femenino lucha por erradicar. Un trabajo que muestra una historia particular, pero que en ella se ve reflejada el flagelo de miles de mujeres que hasta hoy siguen padeciendo el atropello de la violencia machista.
Patética mirada sobre la dignidad humana Pese a los esfuerzos internacionales la desigualdad de géneros, en el mundo árabe y países dentro de su zona de influencia continúa siendo vigente. Además de padecer maltrato físico y psicológico, las mujeres se enfrentan a la discriminación y afrontan una serie de obstáculos en los sistemas jurídico, político y social. Los esquemas educativos tradicionales, las disposiciones discriminatorias de derecho de familia y el código de estatus personal acentúan las diferencias y la subordinación. A pesar de que la religión es una de las principales causas a la que se le atribuye la discriminación de la mujer en esas sociedades, cabe contemplar la posibilidad de que no sea la religión en sí la causa de esta segregación, sino la errónea interpretación del Corán lo que lleva a ella. De hecho, en algunos países la reinterpretación religiosa ha tenido como resultado la eliminación de leyes claramente discriminatorias para la mujer. Mientras en Occidente, con substrato judeocristiano, se sanciona socialmente y se pena legalmente el maltrato a las mujeres, ya que por motivos religiosos no existe un solo texto o versículo en el Talmud, Torá o Nuevo Testamento que permita justificar el golpear o ser violento con las mujeres hasta llegar al asesinato. Para estos países las lapidaciones por honor son actos medievales y las leyes laicas son cada vez más exigentes sobre el tema de la mujer y su rol en la sociedad moderna. Los femicidios son fuertemente condenados. En Pakistán el 90% de las mujeres experimenta violencia machista y más de mil mujeres por año son víctimas de asesinatos «por honor», según la Pakistan's Human Rights Commission. Las niñas sufren matrimonios forzados y las mujeres ataques con ácido. Por eso Pakistán está considerado el tercer país más peligroso del mundo para las mujeres. La literatura y el cine en los últimos 30 años han sido un instrumento de denuncia de estos actos criminales contra las mujeres del mundo asiático musulmán (y de todas las derivaciones religiosas que existen dentro de ese universo). Epistemológicamente podemos entender la obra cinematográfica como “mensaje” y a partir de este axioma analizarlo como expresión de comunicación. En casi todos los filmes hechos por hombres y mujeres iraníes, palestinos, hindúes y sobretodo en coproducciones europeas con países cuya mayoría de migrantes son de origen islámico, el “mensaje” se refiere poner en evidencia el maltrato hacia las mujeres, como si fuera un pedido de ayuda para poder desterrar esa tendencia asesina. Existe una serie de filmes que se han ocupado del tema sobre el abuso machista, y han condenado a través de ellos los “crímenes de honor” y la segregación de las mujeres en esos países y en Europa: “Osama”, Siddiq Barmak (2003), “A las cinco de la tarde”, Samira Makhmalbaf (2003), “Caramel”, Nadine Labaki, (2007), “Persépolis” (Dir. Marjane Satrapi Vincent Paronnaud (2009), “Mujeres del Cairo”, Yousry Nasrallah (2009), “¿A dónde vamos ahora?”, Nadine Labaki (2011), “Asmaa”, Amr Salama (2011), “La separación”, Jodaeiye Nader Az Simin, (2011), “La fuente de las mujeres”, Radu Mihaileanu (2011), “La bicicleta verde”, Haifaa al-Mansour (2012), “Mustang”, Deniz Gamze Ergüven (2015), “A Girl in the River”, documental de Sharmeen Obaid-Chinoy, obtuvo un Oscar© (2016), “Bar Bahar” (Entre dos mundos), Maysaloun Hamoud (2016), “El viajante” Asghar Farhadi (2017), “El viaje de Nisha”, Iram Hag (2017) “La Boda” (“Noces”) de Stephan Streker ( “Michel Blanco”, 2004, “Le monde nous appartient” 2012), filmada en Bélgica, Luxenbourg, Pakistan y Francia, hablada en francés y urdú, trata sobre una joven de origen pakistaní, criada en Europa, que debe enfrentar el choque de culturas al no querer ir a vivir a Islamabad (Pakistán) con el joven cuyo matrimonio había sido concertado por sus padres. El director belga Stephan Streker inicia su filme con un aviso aclarando que lo que se verá se basa en casos reales, casi todos perpetrados por hermanos, padres, madres o tíos (algunos de ellos tuvieron gran resonancia internacional, fue el Celine Dookhan en Londres, y el Fauzia Azeem, una modelo de relevancia internacional, incluyendo a Malala Yousafzai que recibiera el premio Nobel de la Paz en 2014), y a Sana Chima (ítalo-paquistaní cuyo caso es el más parecido al filme). El filme posee una trama central que es la transculturización de Zahira al vivir entre dos mundos, el europeo con determinadas libertades y el de las tradiciones ancestrales de sus padres que los impulsa a obligarla a casarse con quien ella no quiere. Luego hay dos subtramas muy importantes que son la de los hermanos. Una es la de Hina (Aurora Marion), su hermana, que ha cumplido con las antiguas tradiciones y le repite constantemente que vive feliz en Barcelona por esto, y realiza un discurso sobre la inevitabilidad de la injusticia: “Porque ellos son hombres y nosotras somos mujeres y debemos obedecer”. La otra es la de Amir (Sébastien Houbani) que la apoya de distintas formas y a menudo actúa como asesor, pero que luego será el ejecutor del trágico fin de Zahira. “La Boda” es un filme inteligente, sutil y. a pesar que no se trata de un tema nuevo en la cinematografía, y que encara el debate sobre el multiculturalismo, Stephan Streker sostiene su punto de vista sobre una tragedia moderna y la muestra poniendo como testigos a los espectadores y a él mismo sobre la desorientación progresiva de la joven protagonista de la historia. Lina El Arabi, quien en el telefilme de Xavier Durringer “Ne m'abandonne pas” (No me abandones) (2016), interpreta a una muchacha radicalizada que abraza la yihad, deslumbra al instalarse en el rol de una joven de "segunda generación" que es apasionada, idealista y que tan sólo quiere vivir sus propias decisiones en libertad. Su gran energía y vitalidad iluminan la escena y la cámara, busca cada una de las emociones que se reflejan en su rostro. El énfasis del relato está, precisamente, en ese contraste cultural y emocional que se revela en esta familia y, particularmente, en la situación de la joven, quien tiene la mentalidad de una ciudadana occidental, pero está atrapada y condenada por la tradición de su pueblo. Mientras que a su madre se la ve usando el “shalvar kamez”, vestido habitual de la mujer pakistaní, a Zahira se la observa quitándose el “dupatta” (velo que cubre solo la cabeza y deja al descubierto el rostro) cuando transita por la ciudad. Jean Renoir decía que nunca hay malvados en el cine, que cada cual tiene siempre sus razones. Y en “La Boda”, los personajes siempre justifican sus acciones, el padre y la madre por seguir su tradición, sus hermanos por obedecer, y Zahira por amar la libertad y no plegarse a los deseos familiares de concertar un matrimonio arreglado. Lo que más impacta en el filme es la parte animal de los seres humanos y el sometimiento de unos a otros. La supeditación a unas normas establecidas y al poder. “La Boda” es en síntesis una metáfora de la dignidad humana que lucha por sobrevivir a pesar de la patética realidad.
Un film inspirado libremente en hechos reales sucedidos en el 2007. Aborda el conflicto que plantea el hecho de seguir o no las costumbres de una familia paquistaní cuando una joven de 18 años es obligada a aceptar un matrimonio arreglado y condenar su felicidad y sus deseos por los de su familia debiendo continuar la tradición. El director belga Stephan Streker va detallando las tradiciones, costumbres y mandatos de una familia paquistaní que vive en Bélgica. A la joven protagonista Nahira (interpretada por la actriz francesa Lina El Arabi esta es su primera interpretación en cine, gracias a un rostro angelical, se luce en su personaje) le muestran tres jóvenes a través de fotos, esa es la forma para elegir a su marido, la familia recibirá prestigio y 2 millones de rupias como dote. Zahira desde el comienzo de la historia se cuestiona situaciones que le toca afrontar, está embarazada, decide abortar y sus padres y hermano lo saben, demuestra cierta preocupación ante este hecho. Zahira está obligada a casarse con un joven que solo conoce vía Skype. Ella tiene otros sueños y eso aumenta cuando conoce a Pierre (Zacharie Chasseriaud). Las personas que la contienen hasta donde los dejan son su amiga Aurore (Alice de Lencquesaing) y el padre de esta, André (Olivier Gourmet). Aquí se plantea las tradiciones y el amor, el choque de culturas esta a lo largo de la historia, pero también está la hipocresía, su hermana mayor le dice que ellas no tienen muchas opciones para decidir que ellas son mujeres y con el tiempo terminan aceptando al marido elegido y que el himen no es un problema ya que se reconstituye, de hecho ella lo hizo. Después están los planteos que hace el resto de la familia. Un testimonio fuerte y la cámara es testigo de cada detalle y el espectador percibe cierto sabor amargo y un desenlace trágico.
LA NOVIA QUE QUERÍA VIVIR Es muy difícil crear una obra que muestre la injusticia de ciertos preceptos y conductas de religiones o ideologías que uno no comparte y que, a la vez, los haga comprensibles aunque no podamos justificarlos dentro de nuestra cosmovisión. Más aún cuando esas tradiciones que no son las nuestras chocan tan flagrantemente con nuestros ideales. Sin embargo, La Boda logra su cometido. El relato comienza en pleno conflicto. La protagonista se debate entre rehuir y poder casarse en una boda arreglada por su familia y su autonomía, su libertad de decisión, aunque ella no sepa bien qué es lo que quiere. El conflicto es familiar, en donde todos asumirán su papel fundamental en la confección de un férreo patriarcado justificado por cuestiones no sólo religiosas sino sociales. La lucha de Zahira no podrá ser propia pues sus decisiones incluso afectan más la vida de su familia que la suya. En esa compleja trama es donde los juicios unívocos se topan con las múltiples vicisitudes del entramado de relaciones que construyen la identidad de determinados grupos. Nadie va a cambiar sus opiniones en esta materia luego de ver el filme, pero seguramente enriquecerá su visión de una cultura que, de tan ajena, puede parecernos por momentos arcaica, cuando no salvaje (y en muchos casos termina siéndolo, así como la tan mentada “cultura occidental”). La Boda es a todas luces una tragedia en donde la ley quebrantada es clarísima aunque el deseo sólo lo es en su pureza de pulsión vital, sin necesariamente un destinatario. La protagonista se rebela ante el mundo constituido y sobreviene el caos; un caos contenido, pues ese mundo es en verdad un micromundo, un enclave musulmán dentro de un continente judeo/cristiano. Como imaginamos y para cerrar la idea de la tragedia, sobrevendrá la crisis, el castigo y la vuelta al orden, aunque sabemos que esta nunca es gratuita ni tampoco es un viaje al pasado; dejará sus secuelas (y grandes). Dos personajes se sacrificarán para que el orden sea restituido. Las consecuencias de ello debemos imaginarlas, aunque son bien claras. Es bien claro que el filme refleja una realidad europea en donde la diversidad del choque entre culturas se resuelve muchas veces de forma violenta gracias a la incomprensión ajena, pero también propia. En última instancia, lo que más separa a los colectivos culturales producto de la inmigración es, aquí por lo menos, el hecho de que unos viven en un lugar (en su completa acepción) mientras que otros lo habitan en parte, con un pie en el presente y otro pie en el pasado, representado por su tierra natal. Nunca más refutado el refrán If you are in Rome, do as romans do (Si vas a Roma, actúa como los romanos). Por Martín Miguel Pereira
Una de las cosas en que me hizo pensar, "La boda", del belga Stephan Streker es en la diferencia entre multiculturalismo e inmigración. Esta cuestión que se va estructurando cuando los que se afianzan en un país deciden sostenerse en comunidades cerradas pertenecientes a su culturas en los países anfitriones. ¿Cuánto podés evitar influenciarte por ese nuevo mundo cuando vos sostenés valores contrarios a esos que ves a diario? Salí de la sala cuestionando las razones por las cuales una familia intenta preservarse tanto, desde lo cultural, cuando está en tierra ajena. Es de entender la búsqueda de nuevos horizontes desde lo económico, pero si creo que el precio que se paga por sostener tu cultura, a veces es más alto de lo que uno espera. No parece tarea sencilla entonces, vivir en Europa, tener tus raíces en Medio Oriente y esperar que se pueda convivir con la dualidad de sentirse una persona libre para amar, y por el otro, integrarse férreamente a las costumbres tradicionales de tu cultura en las cuales, a tu esposo, lo elige tu familia sobre una cantidad de candidatos que parecen surgir de un pudoroso casting entre relaciones cercanas. Desde esta perspectiva, Streker se dedica a presentarnos una historia en la que Zahira (Lina El Arabi), una joven de 18 años pakistaní, deberá enfrentar dos cuestiones díficiles a su edad: por un lado, encontrarse inesperadamente embarazada, y por el otro, enfrentar el inicio del cortejo de elección de candidatos para contraer matrimonio con alguien de su raza y religión. Dos temas poderosos, para una joven que recién comienza a tomar conciencia de cómo su elección define su vinculación con su familia de origen. El rechazo de ese matrimonio podría ocasionar heridas importantes y rechazo de sus padres. Por el otro, ella tiene que elegir ser madre o no, decisión que transformará su destino y el de los seres que ama. Presentada así, "La boda", parece ser un film de altura dramática fuerte y áspero. Pero no, el director y guionista Streker elige un tono amable, ligeramente irónico y elegante, para narrar una historia que podría haberse ido de las manos. Pero no, todo luce ajustado y transparente. El conflicto inicial, el color de las propuestas que se le hacen a la joven y las charlas con su hermano Amir (Sébastien Houbani) sus amigas y familia, están bien logrados y se van presentando con fluidez, de manera natural y atrayente. Presenciamos como se va desarrollando una trama que parece difícil de resolver (tanto, que el final no será del agrado de todos), pero que elige un camino para transitar y lo hace con soltura, aunque para mi gusto, sin estridencias y muy medido. Lina El Arabi compone a la heroína del film y lo hace con un encanto único. Sostiene el andamiaje de la historia con su carisma y compensa algunas deficiencias del guión cuando el climax comienza a aproximarse. "La boda" es una cinta correcta, que presenta un tema de hoy en día, en esta sociedad global, se visibiliza poco (y debe suceder mucho) y es interesante de compartir: el encuentro de dos culturas y la decisión de fundirlas (tomando lo mejor de cada una) o viviendo la vida, estrictamente apegado a una sola de ellas. Para pensar, en buena compañía.
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El amor y el deseo van por un lado y las tradiciones religiosas van por el otro, que es un lugar diametralmente opuesto. Esa es la sensación que queda al ver "La boda", un filme inspirado en una historia real, y este dato va más allá de algo marketinero ya que obliga a un cachetazo de realidad. Ambientada en Bélgica, la historia muestra a una familia pakistaní, con un padre ultra religioso y conservador, cuyo objetivo, junto a su esposa y su hijo mayor, es que la nena Zahira, de tan sólo 18 años, se case con otro pakistaní, como la religión manda. Y claro, que de ese modo obtenga la dote de dos millones de rupias que se le otorga por la boda. A nadie le importa que Zahira no ame a ninguno de los tres pretendientes que se postulan para el casamiento, como si fuera un negocio de partes. "El amor llega después" le dirá su hermana mayor, que ya pasó por esa situación y supuestamente está felizmente esposada, que no es lo mismo que casada. La película muestra el choque de la cultura de la sociedad belga con la pakistaní, en un cruce en el que se luce la sutileza de Olivier Gourmet. El final provoca rabia e impotencia. Y lleva a pensar que la rigidez de las tradiciones es perversa.
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