Nosotros y los medios (Una Película sobre la Ley de Medios) No voy a negar la postura a favor de la Ley de Servicios Audiovisuales que siempre tuvo EscribiendoCine como tampoco la de quienes la dirigimos. Vale esta aclaración antes de que posteen sobre la falta de objetividad a la hora de realizar la crítica de La cocina (En el medio hay una ley) (2011), la primera, y tal vez única película, que se mete con un tema que por conveniencia (o no) mucho medios se encargaron de difamar, ocultar y hasta tergiversar. Mientras veía este documental imprescindible (y lo digo desde una posición periodística) dirigido por David Blaustein y Osvaldo Daicich no paraba de preguntarme si los medios hegemónicos (Clarín, La Nación, Perfil y compañía) iban a escribir sobre esta película y, en el caso que lo hicieran, cual sería la calificación otorgada. ¿La invisibilizarán? Pues si lo hacen con la realidad cotidiana porque no lo harían con una simple película que se estrena en el circuito de Espacios INCAA y que por única vez podrá verse en una emisión especial por la TV Pública el viernes 7 de octubre a las 24.00 hs dentro del ciclo Ficciones de lo Real. Más allá de esta pregunta cuya respuesta está claro que va a ser afirmativa o sino el jueves lean los diarios, La cocina (En el medio hay una ley) tiene valores que exceden lo cinematográfico, algo que algún punto se podría cuestionar, y que sirven para entender desde otro punto de vista porque a muchos no les convenía su sanción. Cuando el Poder Ejecutivo envía al Congreso de la Nación el proyecto de ley para la sanción de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales, David Blaustein y Osvaldo Daicich inician un recorrido por las diferentes provincias de la Argentina entrevistando a aquellos hombres y mujeres que ejercían el periodismo desde medios independientes (en el sentido más amplio de la palabra) y que serían beneficiados por la nueva Ley. En paralelo vemos como en el Congreso de la Nación aquellos representantes del pueblo (y de los grupos económicos) hacían lo imposible para evitar su sanción. Al unísono en los medios pertenecientes a esos grupos se iniciaba una campaña de prensa falseando información, engañando al público e invitando a sus programas a aquellos diputados que solo los servían a ellos como esclavos fieles a sus amos. En La cocina (En el medio hay una ley) se contrapone el material de ambos bandos para así dejar en claro por qué muchos se oponían a su aprobación. Como en todo documental hay un recorte de la realidad, pero no por eso se tergiversa la información ni se falta a la verdad como si ocurre a diario en los hegemónicos medios periodísticos que intentan gobernar un país sin haber sido elegidos por el pueblo. Como dije en un principio no vamos a negar nuestro apoyo a la nueva ley de medios que lleva casi un año de sancionada y que durante meses no paró de recibir críticas que faltaban a la verdad. Blaustein y Daicich como ya lo habían hecho en Porotos de soja (2009) nos ofrecen su visión de lo que sucedió en ese momento, confrontando la información para que se el espectador quien saque sus propias conclusiones, sin medios dominantes, sin medios dominados, solamente medios.
Hacia un nuevo panorama audiovisual El documental dirigido por David Blaustein y Osvaldo Daicich sigue el largo proceso de discusión y concreción de la legislación con testimonios de los actores que empujaron el debate hacia la democratización de los medios. En el imprescindible libro sobre el documental La representación de la realidad, Bill Nichols arriesga: “El placer y el atractivo del film documental residen en su capacidad para hacer que cuestiones atemporales nos parezcan temas candentes”. Sin embargo, encuadrada claramente dentro del género, La cocina, de David Blaustein y Osvaldo Daicich, la película que sigue el largo proceso de discusión y la posterior concreción de la Ley de Medios Audiovisuales que se sancionó el 10 de octubre de 2009, contradice el parecer del especialista estadounidense. Es decir, es el relato urgente de un hecho, la democratización de los medios de comunicación que, aquí y ahora, continúa siendo un tema de actualidad capital para la realidad política de la Argentina. La película recurre al testimonio de los actores que empujaron el debate para que se democratice el acceso a los medios y se abran nuevos espacios para contenidos pluralistas. Así, La cocina va desde el trabajo comunicacional y social de una radio en una villa de Córdoba, pasando por un canal tucumano que se impone la creación de contenidos propios sin depender de los centros de producción porteños, o un diario pampeano que prioriza la realidad regional, hasta la necesidad imperiosa de la comunidad mapuche en la Patagonia de sostener una FM para hacer oír su propia voz. Las entrevistas van hilando la realidad del nuevo panorama audiovisual del país, mientras en el film recurre a imágenes de archivo para documentar la ofensiva feroz de las empresas, los holding periodísticos, que intentan instalar el miedo ante la posible sanción de la ley que reducirá su poder. Y por último, las discusiones en el Congreso, donde a pesar del poco tiempo trascurrido, son sorprendentes al recrear en la memoria los discursos reaccionarios de los legisladores que se oponen a la nueva norma, escenas prematuramente sepia del pasado reciente. En ese sentido uno de los aciertos de La cocina es que construye su discurso –un discurso político, que no intenta disfrazar en ningún momento– con las voces de los especialistas y militantes que lucharon durante años por la ley, y luego con los beneficiarios, aquellos medios chicos, regionales, que trabajan diariamente gracias a la nueva realidad. Pasados los 80 minutos de la película y volviendo a Nichols, que dice que el género “contribuye a la formación de la memoria colectiva”, La cocina es un documento que registra acertadamente un momento de la Argentina, donde buena parte de su destino se jugó, y se juega, en la pelea por construir un relato democrático y plural de su realidad.
Para la hinchada Coco Blaustein (Cazadores de utopías, Botín de guerra y Hacer Patria) y Daicich reconstruyen en este documental el largo proceso que derivó en la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (más conocida como Ley de Medios), en octubre de 2009. Película militante (pro-K, por supuesto) y didáctica, La cocina explica los antecedentes históricos (la vieja Ley de Radiodifusión que regía desde la última dictadura, los infructuosos intentos radicales por modificarla) y expone los argumentos de los distintos sectores que participaron en los debates previos y, más tarde, en la discusión parlamentaria. El film, en este sentido, no va más allá de un mero trabajo periodístico/televisivo montado con clara intencionalidad en favor de quienes apoyaron la propuesta oficial. Lo más interesante del film, sin embargo, pasa por la exposición de experiencias comunitarias en el interior del país (desde una radio mapuche hasta un viejo proyecto editorial socialista en La Pampa, pasando por diferentes proyectos de cooperativas y pequeñas compañías en Córdoba, Santa Fe y otras zonas que lucharon contra las imposiciones de los grandes cableoperadores). Allí reside el principal valor y hallazgo de la película, en la reivindicación de esas búsquedas, en la amplificación de esas voces que en muchos casos quedaron fuera de la discusión pública. El resto, en cambio, es un film para la hinchada, para los amigos, para los convencidos, para la militancia. Y, en ese aspecto, el resultado es bastante menos interesante.
Desde un lugar definido y asumido por sus responsables como "cine de emergencia", este trabajo coincide con el segundo aniversario de la aprobación parlamentaria de la ley de servicios de comunicación audiovisual (genéricamente conocida como ley de medios) con el fin de documentar el camino que llevó a ese resultado desde una perspectiva muy cercana a las posiciones del actual oficialismo. Alineados en una corriente de cine documental político que tiene a Porotos de soja (ligado al conflicto con el campo) como antecedente próximo, los artífices del film dejan bien explícitos sus puntos de vista. En una primera instancia se apoyan en varios testimonios, registrados con atractivos recursos visuales en distintos lugares del país, a partir de los cuales comenzó a forjarse la llamada Coalición para una Comunicación Democrática. Este conjunto de organizaciones sociales y comunitarias (en un amplio rango que va desde radios barriales y de pueblos originarios hasta cooperativas de servicios públicos y algunos medios provinciales) brindó un decidido apoyo al proyecto oficial. Llueven desde allí críticas al "sesgo concentrado y elitizado de los medios concentrados y monopólicos" cargando sobre la oposición al Gobierno política y mediática, que sólo aparece -para reforzar la calificación negativa- enmarcada en la pantalla del canal de noticias TN. Mientras tanto, apenas al paso se habla de cuestiones tan controvertidas como la publicidad oficial y de las dudas acerca de cómo se financiarán los medios comunitarios alentados por la ley. Así las cosas, la "cocina" no documenta en los hechos la intimidad del debate parlamentario, reemplazada por una sucesión de elogios al proyecto aprobado. El recorrido posterior resulta aún menos exigente y termina caracterizando al documental como una suerte de informe periodístico ampliado, que se vale del archivo de la TV como fuente casi exclusiva. Al optar por lo ya visto y ya dicho se pierde la ocasión de revisar los hechos -especialmente el tramo de la discusión parlamentaria- a partir de miradas y enfoques originales. Al parecer no fue necesario, dado que la mirada de los realizadores coincide con lo que se aprobó en el Congreso. Entre tantas simplificaciones (todo aquí parece reducirse en definitiva a una lucha entre buenos y malos, en línea con lo que piensa el Gobierno), La cocina perdió la oportunidad de reconstruir una de las discusiones políticas más intensas de los últimos tiempos con la distancia que otorga el tiempo y una mirada más equilibrada (como la que había entregado David Blaustein en Cazadores de utopías ), aún sin resignar las posturas más comprometidas. Son impecables todos los rubros técnicos -fotografía, edición, sonido- de una producción que llega a los cines y también podrá verse por Canal 7, esta noche, a las 24.
La política detrás de las hornallas Los realizadores de Porotos de soja hicieron una investigación exhaustiva y vibrante acerca de la nueva ley de medios. Si se tiene en cuenta que el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual recibió más de cien modificaciones en la Cámara de Diputados, donde finalmente obtuvo media sanción (146 votos a favor, tres en contra y tres abstenciones, para luego ser aprobada en Senadores), resulta, a esta altura del partido, algo más que sorprendente (intencionalidad o tendenciosidad serían las palabras más adecuadas) que algunos multimedios se encapricharan en tildarla de “ley de medios K”. Esos monopolios pasaron a convertirse en voceros de una oposición descarnada que veía “autoritarismo gubernamental” donde, en realidad, había una idea de pluralidad democrática. Finalmente la ley llegó para quedarse y para producir una auténtica revolución en el mapa mediático de la Argentina, hasta entonces dominado por unas pocas empresas. Pero al calor de los acontecimientos, cuando la ley era sólo un proyecto en discusión, los cineastas David Blaustein y Osvaldo Daicich salieron con sus cámaras a registrar qué cambios podía producir la ley de medios en el país y lo plasmaron en el documental La cocina. Después de haber corealizado Porotos de soja –sobre la coyuntura de la Resolución 125–, parece que Blaustein y Daicich son, en la actualidad, algo así como los abanderados del cine de urgencia. Su nuevo documental está estructurado en dos partes. La primera hace hincapié en los medios comunitarios, considerados alternativos antes de la sanción de la ley. Son los que se gestaron en base a experiencias de comunicación popular solidarias y que lograron resistir las olas del neoliberalismo menemista de los ’90, que amenazaban con inundar las pantallas y las radios con pocos dueños multipoderosos, algo que finalmente se concretó a través de la modificación de la Ley de Radiodifusión de la dictadura. Es en esa primera parte de La cocina donde aparecen los relatos de los representantes de una radio mapuche en Neuquén, FM Comunitaria Encuentro (Río Negro), Radio La Ranchada (Córdoba), y Canal 10 de Tucumán, entre otros. Algunos gestionados como cooperativas, estos medios cumplen una función social imprescindible en las zonas de alcance y así los presenta La cocina. La segunda parte del documental de Blaustein-Daicich gana en intensidad con respecto a la primera. Es que, después de brindar datos muy interesantes como, por ejemplo, que del ’83 al 2009 hubo 73 iniciativas de leyes de medios que no se concretaron, reproduce parte del acalorado debate en la Cámara de Diputados. Y uno de los grandes méritos de La cocina es que no hay una voz en off que “ordene” el relato ni tense una mirada: son los propios protagonistas los que quedan en evidencia. Por un lado, los grandes medios que hablaban de “la eliminación de voces y canales”, cuando, en realidad, la ley propone todo lo contrario. Por otro, algunos legisladores opositores que, por un espacio en aquellos canales, dijeron todo tipo de incoherencias sobre un proyecto que cobró legimitidad social cuando, antes de ingresar al Congreso, fue debatido intensamente en foros de todo el país, incluyendo los famosos 21 puntos generados por la Coalición por una Radiodifusión Democrática. Esta parte del documental es, sin dudas, la más caliente y la más picante, donde se puede ver cómo a través del manto de la supuesta defensa de la libertad de expresión, algunos políticos tuvieron sus quince minutos de fama para defender los intereses de corporaciones mediáticas monopólicas que sólo los mostraban a ellos en sus pantallas.
Muchos han sido los sucesos acaecidos desde el 25 de mayo de 2003. Un país devastado consiguió ir a elecciones luego del más profundo default del que se tenga memoria en estos lares y 38 muertos que nadie ha pagado aún. Los días aciagos del diciembre 2001, son inenarrables porque en ellos se mezcla la impotencia de quiénes hasta ese momento no eran colectivos participativos del debate político y de los desgraciados de siempre: los “excluidos” que 10 años de neoliberalismo profundizando las recetas más siniestras de la dictadura, en materia económica, dejaron como un reguero de llanto a lo largo de esta castigada Nación. El 2003 con sus elecciones plagadas de debates sobre legitimidad versus legalidad, dio paso a la llegada de un Presidente, Néstor Kirchner, que venido de muy lejos dejó claro que “iría por todo”. Las acusaciones de clientelismo, populismo, demagogia y tantas otras cosas abrieron grietas por las que se filtraban otras cuestiones. ¿Qué es el poder? ¿Quién lo detenta? ¿Para qué sirve? Y por último como se construye desde la nada. Ese ir por todo supuso la apertura de muchos frentes de tormenta contra los pesos pesados de siempre. Si, tal cual sus palabras, “no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Rosada” la tarea que se proponía era titánica: reformar la Corte Suprema, tener por fin una política de DDHH que deviniera de la derogación de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, renegociar una deuda espuria que desangraba al país y como si eso no fuera suficiente enfrentar a los dueños del poder: monopolios y sectores de concentración de la riqueza, conservadores y concentradores de la riqueza. Mucho ocurrió, hubo traiciones, pérdidas temporarias de poder o mejor, hubo traiciones pero hubo una invisibilización ostensible y macabra de mostrar quiénes no querían soltar el poder para seguir manejando los destinos de un país que los tenía acostumbrados a la tranza. Hemos visto tapas de diarios que avergonzarían a Satanás. Luego de las Legislativas del 2008 durante la gestión de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, que suponían un duro revés para el oficialismo, se envío al Congreso de la Nación la Ley Medios de Comunicación Audiovisual que había sido ingresada por primera vez en marzo con cierto beneplácito de la oposición, para su debate. La Ley desató un sinnúmero de ofensivas y contraofensivas toda vez que lo que estaba en juego para los dueños del poder no era cómo y qué comunicar sino tener la exclusividad de la comunicación. Ser Su Majestad y mantener para siempre la concentración de medios que les permitiera decidir que vemos, cuándo y dónde. La manipulación de la opinión pública llegó a extremos tan oprobiosos como los de La Guerra de Malvinas. Se mintió, tergiversó y omitió, apelando a la invisibilidad el verdadero meollo del asunto. Se habló de venganzas, vendettas, negociados, etc., etc., etc., pero lo cierto es que en el año 2009 la Ley finalmente se promulgó y aunque miles de trabas y recursos con jueces dudosos impidieron su puesta en ejecución provocando dilaciones varias, dicha Ley ha comenzado a implementarse. El film de David Blaustein y Osvaldo Daicich fue estrenado ayer en el cine Gaumont y su narrativa sigue el mismo derrotero que el de la Ley, su generación, sus debates, sus contramarchas y su promulgación final. El film ha sido considerado como “un hecho colectivo” por sus hacedores y por todos los que nos manifestamos en abril de 2010 contra el desacato a la voluntad popular. Por ello el sábado 7 de octubre a la medianoche se podrá por ver por Canal 7, la Televisión Pública, ya que es el marco ideal para una democratización que debe alcanzar a muchas otras manifestaciones. En la página de la película La Cocina, el film se podrá descargar gratuita y libremente desde el día 8 de octubre próximo. Esta es una batalla que ganamos todos, forma parte de la totalidad cultural, pero que nadie se llame a engaño. Épica Cultural es aquella gesta en la que los ganadores acceden a bienes simbólicos antes reservados a unos pocos privilegiados, es aquella Cruzada que cambia el paradigma de todos, no de algunos, y que permite el acceso a esos bienes y la igualdad de oportunidades a todos los habitantes de una Nación. Un cambio de paradigma que al cabo permita que en cada habitante haya un líder posible de lo que sea posible y no sólo en las rancias cunas del poder como diría García.
Si estuviéramos en otro momento histórico, La Cocina sería simplemente (es una manera de decir) un documental. Pero estamos en este presente y faltará bastante tiempo para que esta porción de la historia argentina pueda ser revisada por los futuros cineastas. Siempre tuve la sensación de que los acontecimientos que nos son contemporáneos, esos que le vamos a contar a nuestros hijos y nietos, necesitan justamente el paso de los años para poder mirar y tener una posibilidad mas profunda de reflexionar. Red Social (David Fincher, 2010) es una película bien hecha pero a lo sumo podrá ser analizada como “oportuna” por el momento en que se filmó. Cuando la historia marque el siguiente capítulo en el área de la comunicación, seguramente no será la piedra fundamental para el cine de revisión. Lo mismo sucede con La Cocina de David Blaustein y Osvaldo Daicich. Todos los hechos concernientes a la ley de medios no sólo están muy a flor de piel; sino también generando cambios hoy; ahora. Ya. Las consecuencias y resultados de su aplicación (en pos de un análisis más abarcativo) todavía están por verse. Todo esto me lleva al punto que quería tocar en este comentario. La Cocina es una película netamente política. La batalla de los medios (lejos de tener un ganador) recién comienza, razón por la cual, para muchos será una propaganda oficialista que aprovecha el momento de campaña electoral para alzar otra bandera más de sus logros. Para otros, en cambio, será un valiente documento que muestra las causas de su promulgación y los beneficios otorgados a todos los argentinos que quieran hacer oír su voz. Si Ud no está dispuesto a verla de esta manera (esté a favor o en contra de la ley) es bastante probable que pierda su tiempo. Analizar La Cocina desde un punto de vista estrictamente cinematográfico parecería ser la única manera de lograr cierta neutralidad, pero tratándose de lo que se trata ¿Cómo hacer para que quien lea estas palabras pueda disociar el análisis de una película de una toma de posición por parte de quién escribe?. Irónicamente, todo esto ayuda a condimentar y alimentar el deseo de verla. Durante los 80 minutos de duración veremos un poco de historia reciente, una interesante recorrida por tierras lejanas para descubrir por ejemplo, cómo una comunidad aborigen puede hoy tener también un medio de expresión. Sumado a esto, la palabra de muchas personas públicas exponiendo su posición cuando todo se estaba debatiendo. Es en estos pasajes en donde se puede vislumbrar si existe una bajada de línea o no de acuerdo a lo que se extrae de cada discurso. Técnicamente hay algunos altibajos con el sonido, un problema habitual de las proyecciones en DVD en salas no aptas tecnológicamente para esta época. En cuanto a la edición, algunos hechos están concatenados pero otros parecen haber quedado a la merced interpretativa de cada uno. Hay como una suerte de distintas líneas narrativas, una de las cuales hasta genera cierto suspenso en el momento de la decisión final. De todos modos, la película genera interés por razones extra-cinematográficas. Para cualquiera que haya estado en una burbuja cuando esto se discutió en todos lados, puede tener una buena chance de ponerse al día y de ahí en más buscar su conclusión en todas las campanas que consiga hacer sonar. Es más, sería interesante sentarse en la butaca y no esperar a ver lo qué le quieren dar. Vaya exigente. Pida saber más y verá que no le resultará extraño si terminada la proyección le queda la sensación de que falta algo.
Militancia con pocos recursos Tomando más distancia que en su anterior «Porotos de soja» (hecha y difundida en salas oficiales en plena discusión por las retenciones), David Blaustein y Osvaldo Daicich resumen aquí la campaña por la Ley de Medios aprobada en el 2009, y agrega algunos de sus primeros frutos. Cierto, es una obra partidista, parcializada, y militante. Está en su derecho. Pero cabe reprocharle un pobre uso de las imágenes de archivo en el Congreso, falta total de tensión y suspenso, y un estilo «cabezas parlantes» centrado en unas pocas personas sentadas explicando a cámara cómo son las cosas según su leal saber y entender, y para colmo en este caso opinan lo mismo. Nada parece haber distinto a cualquier programa televisivo sobre el mismo asunto. Aparecen, sin embargo, dos detalles inhabituales en esos programas: se reivindica el papel de la hoy olvidada Coalición para una Radiodifusión Democrática, con sus 21 puntos, e, inesperadamente, se elogia el esfuerzo que Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa hicieron en su momento para cambiar definitivamente la antigua Ley de Medios. También se aprecia la visita a los referidos frutos, como la radio mapuche cerca de Aluminé, Radio La Ranchada de Córdoba, Radio Encuentro de Viedma, el diario «La arena», de La Pampa, o Canal 10 de Tucumán, algunos de los cuales ya venían luchando desde antes. Una didascalia final actualiza detalles de licitaciones en todo el país. Al respecto, una pequeña molestia: según Doca (Documentalistas Argentinos), los pliegos para la adjudicación de licencias a las pequeñas televisoras comunitarias llegan a costar unos 140.000 pesos, lo que deja a las más pobres directamente afuera.
David “Coco” Blaustein ostenta una ya extensa y exitosa carrera como documentalista en la que viene recorriendo temas políticos y sociales de nuestra actualidad. Títulos como “Cazadores de utopías”, “Botín de guerra” y “Hacer patria” dan prueba de ello. Ya en su film precedente (“Porotos de soja”), que al igual que ahora “La cocina” fue codirigido por Osvaldo Daicich, se percibía su cercanía con el pensamiento político del gobierno actual, cosa que el director, con total honestidad y convencimiento, no procura ocultar en su nuevo “opus”. En esta oportunidad se trata de la tan debatida Ley de Medios, cuya dificultosa aprobación fue conseguida hace dos años exactamente. El comienzo puede desorientar a más de un espectador al estar ambientado en Neuquén en una pequeña emisora de radio de nombre Wiñelfe. Algún inadvertido hasta podría pensar que se trata de un nuevo film sobre una comunidad que como la mapuche ha sido tema recurrente, dicho esto no en sentido peyorativo, en los últimos años. Pero a poco andar se comprobará que lo que aquí se desea enfatizar es la importancia que tiene la libre expresión de ideas y el pluralismo de opiniones y que no estaba en el espíritu de las leyes anteriores, básicamente originadas durante las varias dictaduras que asolaron a nuestro país durante el siglo pasado. El grueso del metraje de “La cocina” está referido al proceso de aprobación de la actual Ley de Medios y si bien se percibe que ambos directores no ocultan su simpatía con el presente gobierno (la persistente referencia al canal TN es testigo) han sabido dosificar las imágenes con amplia presencia de opiniones de opositores al mismo. Desfilan, así entre otros, opositores tales como Patricia Bullrich, Ernesto Sanz, Oscar Aguad y Graciela Camaño, cuyas opiniones el documental registra y que se equilibran con figuras del kirchnerismo como Agustín Rossi, Eduardo Fellner o Felipe Boccoli. Y en el medio aparecen entre otros Claudio Lozano o Francisco Delich que, sin pertenecer al gobierno, apoyaron en su momento la aprobación del proyecto. Sin esconder su filiación política, el documental constituye un valioso testigo de un debate que finalmente y luego de numerosas enmiendas (y suspensión de artículos) arribó a cristalizarse en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual actualmente vigente.
Como en su anterior film documental como co-director, Porotos de soja (2009), David Blaustein vuelve a unirse con Osvaldo Daicich para desglosar en este caso la discusión por la regulación de la Ley 26.522, de Servicios de Comunicación Audiovisual, la simple y conocida popularmente como Ley de Medios, en medio, precisamente, de una feroz y polarizada disputa –no casualmente- mediatizada al máximo. Con algún eco de las piezas últimas de Pino Solanas, La cocina se adscribe al denominado “cine de emergencia”, registrando hechos y opiniones que explican, sin hacerlo, un país efervescente, politizado y en proceso de cambio permanente. El debate que desencadenó ese proyecto de ley, denominado por sectores opositores y monopolios de comunicación como Ley K o Ley Mordaza, se ve reflejado aquí no sólo por lo que pasó en la Capital Federal, sino también por las reacciones despertadas en Santa Fe, Córdoba, Tucumán, La Pampa o Neuquén, a través de representantes de radios, teleemisoras y medios gráficos de esas regiones. El empleo de material de archivo tomado de distintas señales televisivas completa un exhaustivo trabajo audiovisual sobre hechos aún en plena etapa de asentamiento. Tras films testimoniales que dejaron su huella en el género como Cazadores de utopías o Botín de guerra, Blaustein sigue echando luz sobre acontecimientos que marcan una época.
Este documental se encuentra dirigido por David Blaustein y Osvaldo Daicich, ya habían dirigido juntos Porotos de soja (2009); este trata acerca de cómo se gestó y aprobó la ley de medios, además del tema que trata tiene una particularidad se proyecta este viernes 7 de octubre a las 24 hs en canal 7 y además en cine. Cuando se dio a conocer la Ley de Medios, se suponía que iba a generar un gran debate a nivel nacional; en septiembre de 2009 David Blaustein (Cazadores de utopías y Botín de guerra entre otros films), junto a Osvaldo Daicich decidieron crear "cine de emergencia", y registrar las diferentes opiniones, que explican el país político actual. Se van mostrando las discusiones que generó la regularización de los medios, con imágenes en blancos y negros, otras en color, nos metemos en las discusiones en el interior del Congreso, las exposiciones de cada uno, que reflejaron cada uno de ellos, las propuestas académicas, de derechos humanos, sindicales, de medios comunitarios, entre otros. Quienes dan sus testimonios lo realizan desde diferentes puntos del país, con toda la belleza del paisaje que nos ofrecen, desde el desolado sur argentino con la experiencia de una radio mapuche, hasta una barriada popular cordobesa; desde los paisajes agrarios y cooperativos de Santa Fe, a una radio comunitaria en Viedma, y hasta un viejo diario fundado por militantes socialistas en el corazón de La Pampa gringa. Ambos directores, nos muestran todo lo que generó este tema sobre la “Ley de medios”, en el que queda en evidencia la alianza explícita entre sectores opositores y holdings de la comunicación, y su virtual puesta en cadena nacional de mensajes reiterativos sobre lo que se llamaron "la ley K" o "Ley Mordaza", dirigidos a crear alarma y desconfianza en la opinión pública. El documental muestra el ciclo completo de discusión desde la creación de la Coalición por una Radiodifusión Democrática en 2004, pasando por el anuncio presidencial del envío de una propuesta de ley al Congreso, los fracasos anteriores en el parlamento y las desconfianzas derivadas de esos fracasos, las primeras reuniones en comisión, el tratamiento en Diputados, las cerca de 200 modificaciones sobre la propuesta original, la aprobación final en el Senado y la etapa de judicialización para impedir la puesta en funcionamiento de la ley. Pero también, plantea las preguntas y desafíos que siguen: qué hacer con la ley una vez sancionada, qué tipo de lenguajes deberían aflorar desde la sociedad para democratizar la comunicación masiva, cómo ayudar a financiar y producir contenidos renovadores. A la hora de ver este documental, cada uno de los espectadores podrán sacar sus conclusiones, y muchos de ellos tienen la posibilidad de verlo por canal 7 o de lo contrario abonar la entrada en el cine, porque no todos los medios radiales y gráficos, harán una mención.