Contigo a la distancia El choque de culturas entre Oriente y Occidente y los prejuicios de la Europa globalizada hacia los inmigrantes, que reniega de sus orígenes fronteras hacia afuera, eclosiona en este drama social teñido de historia de amistad y algo más entre una mujer proveniente de China y un marinero de origen eslavo a punto de jubilarse. Tanto Shun Li (Tao Zhao) como Bepi (Rade Sherbedgia) comparten entre charlas su afición por la poesía y guardan cierta sensibilidad por la vida, que los separa del entorno, reacio y hostil ante el cruce de culturas y con una fuerte xenofobia detrás. Ella, en su condición de inmigrante, adeuda a su amo chino una cantidad de dinero que debe ir pagando con trabajo en los lugares a los que es enviada, primero como empleada textil y luego detrás de la barra de un bar en la ciudad pesquera italiana de Chioggia, frecuentada por Bepi y su grupo de amigos, también pescadores como él. La camaradería y caballerosidad de este veterano yugoslavo, un tanto parco con sus semejantes pero muy cortés con la empleada china, cimenta los pilares de una relación que comienza con amistad pero que con el correr del tiempo y la confianza mutua va solidificando un vínculo amoroso que funciona como válvula de escape para mitigar la soledad en el caso del anciano y para insertarse de a poco en una sociedad bastante dura en el caso de Shun Li, cuyo único objetivo es un reencuentro con su hijo residente en su pueblo natal y al que debería ver una vez saldada la deuda. El registro cuasi documental que perdura durante todo el desarrollo de la trama, donde se respira la frescura del cine asiático en cuanto a los tiempos y la elección de los elementos minimalistas para contar la historia se mezcla con un cine de tipo social que se acomoda en el contexto de una Europa que atraviesa una enorme crisis de identidad y económica con sectores empobrecidos como es el caso de la ciudad donde transcurre este relato de amor. El director Andrea Segre, conocido por sus trabajos documentales, en esta ocasión apuesta a la ficción para encontrar un puente narrativo capaz de transmitir desde la metáfora y la alegoría cinematográfica un mensaje elocuente y crítico desde el punto de vista sociológico, donde el fenómeno de la migración no se tiene tan presente y surge más como un conflicto coyuntural que como un fenómeno social en expansión que avanza hacia otras latitudes. No obstante, por momentos La esperanza de una nueva vida parece abandonar la causa para concentrarse en la anécdota de esta particular amistad entre una joven asiática perdida y desamparada en la fría Venecia pero que finalmente puede ser rescatada de ese naufragio por el galante marinero.
La ilusión que siempre ayuda Filme mejor logrado en la primera parte, por su buena exposición, ritmo equilibrado y situaciones atractivas, la segunda parece acelerarse y arrimarse más a lo convencional. Cálidas actuaciones de Tao Zhao y Rade Sherbedgia. Bajo el nombre del gran poeta chino, Qu Yuan se celebra una pequeña historia de exiliados. Shun Li (Tao Zhao), es una joven que dejó a su pequeño hijo en China para trabajar en Europa, primero en Roma y luego en la isla de Chioggia, llamada La segunda Venecia, en la que atiende un bar. Ella fue traída de su país por organizaciones que la hacen trabajar en distintos lugares donde funcionan sus negocios. El buen comportamiento y la dedicación al trabajo, pueden hacer que Shun Li se reúna pronto con su hijo. Primero un taller de costura y luego el bar de un hospedaje, son algunos de sus destinos. En este segundo lugar conoce a un jubilado viudo, Bepi (Rade Sherbedgia), un pescador que hace más de treinta años llegó a la isla. La pesca, el agua, los afectos, la poesía, serán los temas que pronto motivarán un acercamiento entre ambos. A Bepi lo llaman "el poeta" por su capacidad de armar rimas y Shun Li invoca al poeta Qu Yuan, que como ellos, tuvo que alejarse de la patria. LOS INMIGRANTES El director Andrea Segre es un joven profesor italiano en sociología de la comunicación. Etnias y culturas marginales son sus preferencias temáticas en materia cinematográfica. De ahí que esta ficción, con un yugoslavo y una joven china llegados a Italia, se entronque con su línea de trabajo. Su historia tiene emoción, momentos que pasan del puro realismo (grupo de pescadores) a pasajes de poesía, acompañados de estéticas imágenes del paisaje veneciano y una atmósfera de melancolía general. El tema de la xenofobia también se toca en el relato cinematográfico, pero la historia de amor que pudo ser, ocupa el núcleo central. Filme mejor logrado en la primera parte, por su buena exposición, ritmo equilibrado y situaciones atractivas, la segunda parece acelerarse y arrimarse más a lo convencional. Contenidas y cálidas son las actuaciones de Tao Zhao y del actor croata Rade Sherbedgia, y sugestiva la estructura musical de Franois Couturier.
Un futuro lejos de casa Shun Li (Zhao Tao) es china, pero trabaja como costurera en una fábrica en Roma. Hasta que un día, sin explicaciones mediante, sus jefes la trasladan a Chioggia, un pueblo pesquero de Italia para trabajar en un bar. Los viáticos y demás gastos se sumarán a la deuda que ella ya les está pagando con su trabajo. En Chioggia, conocerá a los pueblerinos que desde siempre frecuentaban ese bar, y formará una amistad con Bepi (Rade Sherbedgia), un pescador yugoslavo radicado allí hace más de treinta años. Andrea Segre, un director con experiencia en documentales, elige la ficción para abordar la problemática de las migraciones en pleno siglo XXI. El resultado es una película sencilla, que logra contrastar el clima de calidez que se genera entre estos dos extraños con los fríos y húmedos días de la costa italiana en invierno. Sobrio en cuanto a los escenarios, y con un bello trabajo de fotografía que se aprecia en los paisajes marinos, el filme abarca el tema de la inmigración desde varios puntos de vista. La distancia del hogar natal, los afectos que quedan atrás, la soledad, pero también, y no a modo panfletario, aunque sí se percibe como denuncia, el perverso sistema que encubre la esclavitud bajo la figura del “trabajo como pago de deudas” (que pueden volver a foja cero según sea el capricho del jefe). Con diálogos escuetos, en parte justificados por las complicaciones idiomáticas, y actuaciones que no maravillan, pero que resultan exactas para lo que se pretende mostrar, Segre logra un interesante clima en un filme en el que vale la pena apreciar hasta las pequeñas participaciones de los personajes secundarios.
Dos a entenderse Shun Li (la muy convincente Tao Zhao, vista en varias películas de Jia Zhang-ke) es una inmigrante china que trabaja en una fábrica textil en las afueras de Roma. Su sueño es conseguir que su hijo de ocho años llegue a Italia, pero antes debe saldar una importante deuda con su jefe (ligado a la mafia de su país). Al poco tiempo, es enviada a Chioggia, una pequeña comunidad situada en una de las islas de la laguna veneciana (lejos del glamour turístico) para encargarse de un bar que es punto de encuentro de los lugareños. Entre ellos, está Bepi (Rade Sherbedgia), un veterano pescador de la ex Yugoslavia al que sus amigos apodan El Poeta. Entre ellos se irá intensificando una relación que tiene bastante más de solidaridad que de romanticismo. Ni las barreras sociales, ni las idiomáticas, ni las de costumbres, ni las de edades (ella es treintañera; él, sexagenario) podrán contra ese humanismo que el director reivindica y exalta. Pero, claro, allí aparecerán en toda su dimensión los prejuicios y la xenofobia (con su carga de violencia), dos características tan ligadas al italiano medio de la actualidad. Andrea Segre viene del documental y se ha especializado desde siempre en dos cuestiones: la vida de los inmigrantes y la zona del Veneto. Son precisamente estas dos vertientes las que aborda y combina en su primer largometraje de ficción, multipremiado en la Mostra de Venecia. Se trata de un film hecho con gran solvencia, sensibilidad y nobleza, pero que al mismo tiempo encuentra sus límites en una exposición casi “de manual” de los postulados básicos de esa corrección política de los artistas progres europeos que intentan de alguna forma lavar las culpas por el proceder de sus compatriotas con este tipo de películas que cuestionan las miserias sociales. De todas formas, y más allá de que por momentos se adivina los siguientes pasos que Segre va a dar, la historia se sostiene por la simpleza franca con que el director narra esta fábula y, sobre todo, por la credibilidad de las interpretaciones, empezando por la de Tao Zhao, eje y motor de esta poderosa épica personal.
Agridulce historia de inmigrantes El título original de esta hermosa película es "Io sono Li". "Yo soy Li", dice una china, obrera textil en Roma que sus jefes mandan a Chioggia, ciudad véneta, como empleada de un bar de pescadores, propiedad de otro chino. Pero la frase "io sono lí" también puede entenderse como "yo estoy ahí", donde está su corazón, con el padre y el hijo en el pueblo lejano. Ella trabaja todo el día para pagarle a la mafia china sus deudas de viaje y el pasaje del niño, con quien anhela reencontrarse. La señora Lí habla un italiano duro, y encima, cuando pasa la cuenta, le responden en véneto. Pero ella tiene una paciencia china, y de a poco la van aceptando. Siempre que se mantenga en su lugar. Lo mismo le dicen sus jefes, de modo amenazante. Eso de "yo estoy ahí" cobra entonces otro sentido. El problema es que "allá" hay un cliente que la invita a salir. Un viejo viudo, venido hace treinta años del otro lado del Adriático. "Nosotros también éramos comunistas" le dice. Todavía se define yugoslavo, aunque los demás lo sienten tan italiano como ellos. Y, llegado el momento, quieren defenderlo de "la amenaza china". Por ahí va la historia. Pequeña, melancólica y agridulce historia de inmigrantes. Ella le habla de un gran poeta antiguo, Qu Yuan. El se reconoce un simple versificador, aunque los amigos lo llamen, justicieramente, poeta. Y ella siente la poesía, que le hace ver a la laguna como mujer y al mar como hombre, y expresa ese pensamiento con palabras hermosas. Lástima que la vida, en fin, tenga sus vaivenes. El lugar es de una triste belleza, con sus canales propios, las casas centenarias, los rostros suspicaces de sus habitantes, la marea que todos aceptan como habitual. Las notas de un piano, cayendo casi una por una, acompañan a esas dos almas solitarias. Protagonistas, Tao Zhao y el más popular Rade Sherbedgia, o Serbedzija, como se diga. Autor, con mano precisa y a la vez delicada, Andrea Segre, conocido documentalista de la zona. Parece mentira, pero ésta es su primera ficción. Completan el reparto Giuseppe Battiston en rol de mal tipo (siempre hace de gordo bueno), Marco Paolini, Roberto Citran, Giordano Bacci, Zhong Chen, Wang Yuan, y el niño Federico Hu. Música, Francois Couturier. Título optativo en otros países: "Shun Li y el poeta".
Historia de inmigrantes, de seres desarraigados por costumbre o por necesidad, extranjeros sin remedio o en el medio de una explotación cercana a la esclavitud y su entorno. Un clima calmo con trasfondo turbulento, una indagación profunda a las reacciones humanas, a la posibilidad de la comprensión en un mundo cada vez más hostil.
En este primer film de ficción del celebrado documentalista italiano Andrea Segre coexisten los dos asuntos por los que ha evidenciado especial interés tanto en sus films como en los artículos y libros que ha publicado en su condición de sociólogo: la migración a Europa y la periferia multiétnica de Roma y del Veneto, su región natal. Precisamente en esta última, más exactamente en Chioggia, modesto puerto de pescadores en la laguna veneciana, ha ambientado la sencilla y conmovedora historia del encuentro de dos almas solitarias, la historia sensible, honesta y dulce de una amistad que podría ser amor si no lo impidieran las barreras del prejuicio y la xenofobia. Hay mucho en común entre la mujer china y el pescador eslavo que protagonizan esta suerte de fábula. Shun Li llega de uno de esos talleres de Roma donde cose decenas de camisas por jornada con la esperanza de que, cuando haya ganado lo suficiente para saldar su deuda, esos inflexibles compatriotas suyos que la esclavizan harán posible el viaje de su hijo de 8 años, que ha quedado en China al cuidado del abuelo. Son ellos los que en el comienzo del film le asignan otro destino: Chioggia, donde atenderá un bar frecuentado por pescadores. Entre los cuales está Bepi, un hombre bastante mayor que ella venido del Este y afincado en la laguna desde hace más de 30 años. A la afinidad que se manifiesta pronto va sumándose el descubrimiento de las cosas que los unen. Ambos son extranjeros y están solos, aunque a los dos la distancia los separa de sus hijos: ella es madre soltera, Bepi ha quedado viudo no hace mucho y su hijo, padre de un chico, vive en Mestre, adonde él no quiere mudarse; al eslavo le dicen El Poeta por su facilidad para hacer rimas; Shun Li ama al legendario Qu Yuan y celebra el festival de los poetas. Además, los dos descienden de varias generaciones de pescadores. Lentamente, la relación va extendiéndose más allá de los diarios encuentros en el bar donde Bepi y sus compañeros van a beber sus grapas. Cuando sus explotadores le niegan a Shun Li un rato libre para salir a comprar un regalo de cumpleaños para a su hijo y enviárselo, el pescador le ofrece el teléfono de su casa. La desconfianza con que los demás parroquianos y no poca gente del pueblo observaban a la exótica oriental se vuelve franca sospecha; nadie cree que lo que la liga con el viejo Bepi es solo una simple amistad; el choque es entre la nobleza y la pureza del sentimiento que une a los dos extranjeros contra le mezquindad del prejuicio. El de los italianos y el de los chinos. El film se beneficia gracias a la mirada atenta y aguda del documentalista, que sabe cómo transmitir el vacío cotidiano de un rincón de provincia cerrado y atemporal y a la sensibilidad del narrador que puede exponer en precisas pinceladas tanto la inquietud interior de estos personajes que se amparan mutuamente como su necesidad de afecto, común a todos los humanos, pero más urgente cuando lo que se busca es ser aceptado por una comunidad que mira al extranjero con hostilidad no siempre disimulada. Los admirables trabajos de Tao Zhao, la preferida de Jian Zhang Ke ( Naturaleza muerta, Platform ) y del actor serbo-croata Rade Serbed?ija, cuyo amable rostro Hollywood ha hecho familiar son tan fundamentales como la luz cálida, melancólica y a tenuemente poética con que Luca Bigazzi baña el paisaje inefable de la laguna veneciana en aquella zona donde no hay turismo sino pescadores e inmigrantes.
Entre las redes de las distancias Delicada película en la que una trabajadora textil china debe buscar, en soledad, su lugar en un pueblo italiano. Extraña en tierra ajena, eso es lo que siente Shun Li (Tao Zhao), una trabajadora textil que vive en las afueras de Roma. Proveniente de China, deberá viajar a Chioggia (un pueblo ubicado en la provincia de Venecia) para ser camarera en un bar. Un cambio brusco. La niebla, las aguas que suben y bajan, junto al fastidio de los clientes (en su mayoría veteranos pescadores) ambientan un presente difícil para Shun Li, cuya barrera idiomática la ahoga y oprime, al igual que su jefe. Está presa entre botellas, se siente una esclava. Entre los habitués del bar está Bepi (Rade Sherbedgia), un solitario pescador cuyas raíces tampoco son italianas -por más que desde hace 30 años viva allí-, él es eslavo. Este poeta amateur -que arma rimas en la ronda de amigos- percibe el desamparo (y hostilidad) que sufre la muchacha. Las carencias irán acercando a los personajes, de a poco, como si se midiesen. La devoción de Li por Qu Yuan (el primer poeta chino importante en la literatura del país), la emparenta con el novato amor por las letras de Bepi, quien a cambio le enseñará su duro oficio.El realizador Andrea Segre, especialista en documentales, construye una relación de silencios, contención, miradas y breves caricias. La esperanza de una nueva vida -premiada en el Festival de Venecia 2011- se cocina a fuego lento, pero no aburre, sino que intriga. La mimetización en la desdicha de los personajes los unirá para poder escaparle a la triste rutina de una realidad inevitable. Ante la mirada inquisidora de los otro pescadores -quienes imaginan una conspiración de los chinos hacia los italianos- “El poeta” abrirá su corazón para acercarse más y más a Shun Li. Pero ella está maniatada sentimentalmente por sus coterráneos. La moneda con la que le quieren hacer pagar su amor prohibido con Bepi es cruel para cualquier madre: alejarla para siempre de su pequeño hijo, quien vive en China. Si ella paga una deuda, él la visitará en Italia. Los diálogos en esta película son breves, precisos, no necesitan profundidad. Cada final de la jornada laboral de ambos abrirá la puerta para una esperanza de amor. El filme busca conmover desde la escenografía, muestra lentamente cada rincón de Venecia, un lugar amigable para recorrer en pareja, pero enemigo en soledad. El agua calma y los crepúsculos, sustentado por un correcto trabajo de montaje y fotografía, estructura el relato de esta tierna relación que desprenderá un sorpresivo final.
El director italiano Andrea Segre es mejor conocido por sus filmes documentales, varios de ellos que giran en torno a la problemática social. En “La esperanza de una nueva vida” prueba suerte en la ficción, pero sin embargo no abandona su estilo característico, y a lo largo del filme se notan sus orígenes, lo cual nos hace sentir cómodos. La historia no es novedosa y no busca serlo, la protagonista es Shun Li (Tao Zhao) una inmigrante china en Italia, que como suele suceder con muchos inmigrantes provenientes de países de Oriente, es traída por un “amo” que la ubica en distintos trabajos, y al que debe rendir cuentas ya que adeuda el dinero del viaje. Así, Shun primero trabaja en una fábrica textil en Roma, y luego es cambiada a un bar en la zona pesquera de Chioggia en el cual trabajará como camarera. A ella no le importa el maltrato del ambiente, ni todas las pruebas por las que debe pasar, su único objetivo es traer a su hijo que aún vive en China, y para eso parece dispuesta a casi todo. En Chioggia, Shun conocerá a Bephi (Rade Sherbedgia), otro inmigrante pero más asentado de la ex Yugoslavia, recio pescador, el cual parece no tener ningún tipo de vida social hasta que conoce a nuestra protagonista con la que extrañamente entabla una amistad casi de inmediato y algo más. Segre parece centrarse en dos flancos, por un lado las charlas entre los dos personajes que van de poesía, arte y vida social (esto en un término muy amplio), y en cómo se acrecienta la relación entre estos dos seres incomprendidos por el resto; y por el otro lado el foco en el ambiente (la hostilidad hacia los inmigrantes, las cuestiones económicas, etc). La esperanza de una nueva vida es un drama duro, de ritmo lento, pausado, y reflexivo; no esperen grandes acontecimientos, la riqueza está más en los diálogos (algunos parecen triviales pero no lo son) y en mostrar una relación despojada, con simpleza. Como buen documentalista, Segre captura momentos de belleza con su cámara con paisajes al borde de lo bucólico. Es “La esperanza de una vida nueva” una obra paisajista, melancólica, y eso queda plasmado en la cámara contemplativa de su director. Simple y directa, no será una película que sorprenda a su público, tampoco que cautive con grandes logros; es tan simple como los personajes que muestra. Es cierto que hay muchas películas que tratan una temática similar, y Andrea Segre parece buscar destacarse bajo una premisa minimalista, detallista. Si lo que se busca es un film contemplativo, calmo, que hable tanto de las relaciones humanas como de la extrapolación de una persona en un entorno que no la comprende, este es un film que tiene algo que ofrecer.
Poesía a la pesca Reconocido documentalista italiano, Andrea Segre disfraza de ficción en La esperanza de una nueva vida ("Yo soy Li", su título original) el registro de solitarias vidas costeras en Chioggia, un pequeño pueblo cercano a Venecia, sobre todo en la primera mitad del filme. Y lo hace a través de las vidas de dos inmigrantes, la china Shun Li (Tao Zhao) y el yugoslavo Bepi (Rade Sherbedgia), ambos separados de sus familias y de repente unidos por la poesía y la pesca, con el contexto de un bar como escenario recurrente. De un didactismo, una majestuosidad y un lirismo ocultos, esa primera mitad de La esperanza de una nueva vida hace simple algo tan complicado como poner en escena una película pequeña, contemplativa, sin juzgamientos ni efectismos. Así, se ve a Li trabajando primero en una fábrica textil y después en el bar donde conoce a Bepi, mandándole cartas al hijo con el que espera reencontrarse y paseando por Venecia en una escena breve pero poderosa. Bepi mientras tanto pesca, charla con sus amigos en el bar y va encontrando en Li a una interlocutora íntima primero y a un amor platónico después. El problema llega más tarde, cuando todo eso que se insinuaba pero se contenía con modestia sale a la superficie en una serie de resoluciones abruptas que ponen énfasis tal vez innecesarios en la xenofobia lugareña, la división entre "buenos" y "malos" y la tragicidad a lo Romeo y Julieta en el vínculo entre Li y Bepi, relación que encuentra súbitos límites en la preeminencia del trabajo y los orígenes y en los prejuicios sociales. Así, uno de los compañeros de mesa de Bepi dice "Es una invasión" al referirse a los inmigrantes asiáticos, el "amo" de Li la reta por mezclarse con extranjeros y hasta aparece algo de sangre en un episodio turbulento, subrayados que contrastan con esa barca de pesca distante, esos pescados que se sirven fritos, crudos o a la parrilla y la rutina de esos hombres al borde de la jubilación que pasan sus días en el bar italiano. "Algo del agua del mar siempre queda atrapada en la laguna", le dice a Li su amiga y compatriota inmigrante para consolarla por su relación fallida. Podría decirse que lo mismo le sucede al filme, que ve parte de su poesía acorralada por un argumento acuciante, aunque eso no opaque la fructífera pesca de varios momentos de belleza.
Relato simple y de muy cuidada realización Los miles de retratos humanos que vimos en el cine están lejos de ser olvidados como temática. Podría haber tantas obras como personas en el mundo, y a su vez cada uno tendrá una mirada diferente. Andrea Segre hace una elección muy puntual en “La esperanza de una nueva vida” con un sobreimpreso en fondo negro que no anticipa la temática, sino la estética con la que se va a tratar. Según la leyenda, para conmemorar al más grande poeta chino, la gente enciende velas y las deposita en el río para recordar que su alma sigue presente. Plano detalle de varias velitas flotando. Cuando el plano se agranda vemos que estas flotan en una bañadera ante la atenta mirada de Shun Li (Tao Zhao), entendemos entonces que está lejos de su tierra, es sensible al arte y extraña… Esta trabajadora textil está en Italia, y según la mafia china debe pagar con trabajo una deuda si quiere volver a ver a su hijo. Los jefes la trasladan a Chioggia, una pequeña comarca de pescadores cerca de Venecia, donde conocerá a alguien que cambiará las cosas. El lugar funciona como una suerte de centro de la desesperanza. Vemos una ciudad italiana muy lejos de las postales y los souvenirs para convertirse en el marco propicio para aumentar la sensación de soledad. Sólo queda la posibilidad de conectar con almas en la misma circunstancia. Allí es donde Shun Li encuentra el alivio necesario para alimentar la esperanza de reencontrarse con su hijo. Además de las actuaciones de todo el elenco que colabora con cada gesto a establecer la circunstancia, la película de Andrea Serge cuenta con la preciosa fotografía de Luca Bigazzi y la música en dosis justas de François Couturier. Un relato simple y de cuidada factura. A veces el camino de la sencillez deja ver muy a flor de piel las complejidades de un mundo cada vez menos piadoso con el de al lado. En este sentido, “La esperanza de una nueva vida” no intenta moralizar a nadie, sencillamente ofrece una agradable pieza cinematográfica.
Historia de amor a nuestros semejantes El film parte de una historia de vida y el conflicto se comienza a insinuar, con el drama que debe vivir una mujer proveniente de la China, ahora en manos de una corporación que en su trato delata actitudes mafiosas, sometida a la explotación laboral. En la neblinosa zona del Véneto, en algunas estaciones del año, allí, donde Michelangelo Antonioni ubicó en sus jóvenes años su cámara para hacer suya la mirada de los neorrealistas, desde una nueva concepción del documental que no separa al universo de las ficciones; en ese mismo espacio, ahora en la pequeña localidad de Chioggia, en un ambiente costero que recibe la mansedumbre de un escenario de lugareños, de pescadores, que habitan ese espacio a pocas horas de Venecia, transcurre este tan sensible film que se mueve serenamente, que transita por los carriles del silencio, que se proyecta e intenta dibujar puentes entre culturas diferentes, que se puede pensar, en su materia escultórica, desde los dos primeros versos de este poema: "¿Se puede hacer un círculo del cuadrado//, Pueden, acaso, las carreteras lejanas encontrarse?". Y es que en este film que en nuestro país y en otros de habla hispana se ha dado a conocer como "La esperanza de una nueva vida", el planteo central, guionado por el propio realizador, Andrea Segre y Marco Pettenello, sobre una idea del primero a partir de una historia de vida de la misma región, el conflicto, que se comienza a insinuar, de manera asordinada, se abre desde el drama que debe vivir una mujer proveniente de la China, ahora en manos de una corporación que en su trato delata actitudes mafiosas, sometida a la explotación laboral; como costurera de camisas, primero en Roma, para pasar a ser luego como dependiente de servicio en un bar de Chioggia, después. Ella se llama Li. Y el título original del film, "Io sono Li" nos puede llevar a una doble significación: por un lado a la reafirmación de una identidad, en ese medio, en ese lugar de la Italia del Norte en el que el prejuicio sobre los extranjeros y sobre los meridionales se manifiesta en todas las acciones cotidianas. Y por el otro, el li ( en minúscula) al lugar, a aquel lugar hacia donde mira, a su tierra; allá, a Oriente, donde su hijo de tan sólo ocho años espera poder partir algún día para salir al encuentro de su madre. Debido a ello, es que Li, ahora, en tierra italiana, y frente a la prepotencia de sus mandamás, deberá ir soportando presiones y mandatos para preservar sus ahorros. Pero en la historia de Li, quien comparte una humilde pieza con una joven que se mueve al ritmo del taichi, y esta es una de las modulaciones del film, el llegar a Chioggia le va a permitir entablar un sincero, auténtico, inusual vínculo con alguien, que emigró de Yugoslavia treinta años atrás. Y ahí, en la barra del bar "Paraíso" tendrá lugar un primer diálogo que le permitirá reconocerse en la mirada de otro y ser nombrada desde las palabras de un nuevo poema. De avanzada edad, Bepi, llamado El Poeta, por su espontaneidad para componer versos, expresará su más profundo sentido solidario y su más sincera actitud confidencial. Partícipes de lecturas y de versos nocturnos, Li y Bepi deben todavía recorrer un sinuoso y resistido territorio de imposiciones y rechazos ajenos. Por su labor en este film, la actriz Zhao Tao mereció el mayor reconocimiento en la entrega de los David de Donatello del 2011. Y el rol de Bepi fue compuesto por el actor croata Rade Zerbedzja. Actores italianos completan el reparto: Marco Paolini, Roberto Citran y Giuseppe Battiston. Y en el rol de la compañera de cuarto de Li, Cheng Zong. La dirección fotográfica, a cargo de Luca Bigazzi, a destacar por su textura y por los matices estacionarios, fue premiada en varios festivales. "Io sono Li", "La pequeña Venecia", "Shun Li y el poeta" o bien "la esperanza de una nueva vida"... nombres de un film que no deberíamos dejar pasar, que nos lleva a pensar a nuestros semejantes desde las proyecciones de nuestras propias problemáticas humanas, en el espacio de las particularidades de cada cultura. Y que desde lo cinematográfico abre un diálogo, aunque sea lejano, con ese sublime film de Bernardo Bertolucci, "Cautivos del amor" de mediados de los 90.
Cuando los valores universales resuelven las diferencias “Io sono Li”, ópera prima en el rubro ficción del documentalista italiano Andrea Segre, se ubica en una ciudad costera de la zona del Véneto, al narrar las vicisitudes que tiene que atravesar una joven inmigrante china para reunirse con su pequeño hijo, que ha quedado en su país natal al cuidado de su abuelo. La película gira totalmente en torno de la protagonista, personaje a cargo de la actriz Tao Zhao, quien con su figura pequeña, pocas palabras y mínimos gestos, consigue atrapar la atención y mantener el interés del espectador. Li trabaja en un taller de costura y pronto le avisan que será trasladada a Chioggia, para atender una cantina del puerto, recientemente adquirida por la corporación de inmigrantes chinos a la que pertenece. La joven llegó a Italia en busca de una mejor situación económica y anhela traer a su hijo, pero para ello debe pagar su deuda con los gestores, que son quienes deciden prácticamente todo lo que refiere a la vida de los inmigrantes de su país en Italia. En Chioggia, Li debe aprender un nuevo oficio, que le exige trato con el público, al que no estaba acostumbrada en su trabajo anterior, y eso le trae inconvenientes con el idioma. Sin embargo, con sus modos sencillos y amables se gana la simpatía de los parroquianos, todos pescadores. Entre ellos, se destaca Bepi, un hombre mayor, viudo, oriundo de Yugoslavia y residente en Italia desde hace 30 años. Bepi representa a una generación marcada por otra ola de migraciones, relacionadas con vaivenes políticos en el centro de Europa. Entre ambos surge una simpatía inmediata y el hombre se siente conmovido por la fragilidad de la muchacha y su aparente desamparo en una tierra extraña, lejos de su afecto más querido, y sometida a condiciones de explotación. Se hacen amigos y un sentimiento parecido al amor nace entre ellos, pero la relación no es bien vista ni por los chinos ni por los italianos, quienes interfieren para separarlos. No obstante, las cosas se desenvuelven de tal manera, que el afecto es más fuerte y logra sobreponerse a las trabas, aunque de un modo sutil y no demasiado explícito. El relato, que parte de una idea del mismo Segre, apela a las sugerencias más que a la denuncia explícita, dejando en una zona de misterio el modo cómo Bepi logra brindarle protección a su amiga, sin contrariar a propios ni extraños, de modo que finalmente Li se reunirá con su pequeño hijo, aunque no pueda seguir viendo al viejo pescador. “Io sono Li” es una historia de encuentros y desencuentros, de almas solitarias condicionadas por circunstancias históricas, las que no obstante consiguen manifestarse por encima de las dificultades. En esta película, los buenos sentimientos triunfan por sobre todos los obstáculos y se imponen logrando vencer a la maledicencia, dejando un buen sabor de boca al mostrar la parte amable de las relaciones interpersonales y el entrecruzamiento de culturas. En la manera de enfocar la anécdota y la multiplicidad de detalles que enriquecen el lenguaje narrativo, se nota la experiencia documentalista de Segre, quien consigue reunir un importante caudal de información con un mínimo de recursos expresivos, mostrando más que explicando, apelando a la sagacidad del expectador para descubrir aquellos elementos que necesita para entender lo que se está contando. Y si bien se trata de ficción, la historia de Li y Bepi bien podría estar basada en situaciones reales, de las que suelen abundar en regiones marcadas por los intercambios característicos de la globalización, con sus consecuencias personales y familiares, muchas veces no deseadas, pero inevitables. “Io sono Li” habla de todo eso y también de la capacidad de adaptación del ser humano a las condiciones cambiantes, en donde el valor de la vida y la solidaridad son poderosas monedas capaces de abrir caminos para la resolución de problemas.