La llegada de un otro termina por configurar en el sur Argentino una historia de venganza y ambición que bien podría leerse como western. El tono de las actuaciones y la precipitación de un final que intenta atar cabos y dar respuestas, resienten un producto que en la belleza de los paisajes tenía buen asidero.
Alex Tossenberger vuelve a la cartelera argentina con lo que será la primera de sus cinco películas planeadas en la nieve patagónica, “La Guarida del Lobo”. Un film conciso que no busca apelar a grandes metáforas o a una trama complicada para dar su mensaje y mostrar lo que tiene. En pleno invierno en un valle de la Patagonia; es decir, completamente nevado; Toco, el único habitante kilómetros a la redonda, ya entrado en años, recorre el valle con su trineo. Frena su viaje cuando se encuentra a Vicente, un adulto porteño, quien está viajando solo, inconsciente y herido en el piso. Al verlo, Toco lo lleva a su casa para ayudarlo. Como el porteño tiene la pierna herida debe esperar para poder volver a su auto y así irse, por lo tanto, están obligados a mantener una relación. Al principio a la defensiva y luego más amigables comienzan un vínculo que es el que tomará las riendas de la película. Cuando se siente mejor, Vicente, maravillado con las habilidades del viejo con el trineo, le pide que le enseñe a usarlo. Así esta afinidad se vuelve más íntima y con el correr de esta, vemos como ambos personajes guardan sus secretos y entrevemos que cada uno posee un pasado oscuro. El problema comienza cuando un hombre de negocios se acerca a Vicente para pedirle que persuada a Toco de venderle su terreno por una gran suma de dinero. Acompañada por una gran dirección de fotografía (a cargo de Mario Cúneo), lo más interesante de la historia es la relación entre Vicente y Toco. A través de los diálogos vemos el choque entre dos modos de vivir y percibir el mundo, tomando el viejo un rol de mentor sobre el más joven, aunque a este le cuesta ceder en sus maneras. Los personajes son muy reales y puros en sus prácticas, de forma que una de las motivaciones que como espectadores tenemos con el largometraje es descifrar quiénes son realmente. En conclusión, “La Guarida del Lobo” es una película interesante, cuyo eje son los diálogos y la fortaleza de sus personajes con el agregado de una fotografía de primer nivel que nos muestra grandes paisajes de la Patagonia Argentina. El director confirmó que realizará cuatro cintas más en la Patagonia, como una serie de unitarios, así que habrá que prestarle atención a lo que se viene.
La guarida del lobo: El ser humano y otros animales. “La guarida del lobo” es la nueva película dirigida por Alex Tossenberger. Protagonizada por Gastón Pauls y acompañado de un excelente secundario “José Luis Gioia”, cuenta la historia de un evento poco significativo en un primer momento, pero que avanza hacia lugares que nadie puede esperar. ¿Vale la pena seguirle el rumbo? Esta película cuenta la historia de Vicente (Gastón Pauls), quien es encontrado inconsciente en el medio de una montaña de nieve por Toco (José Luis Gioia). De buenas a primeras hay que destacar la química que se construye en estos dos personajes, que al tener una historia tan simple, termina centrando toda su atención en esta pareja actoral. El avance de la relación entre estos dos personajes es todo en el film, y pese a que luego llegue la aparición del personaje interpretado por Victor Laplace, el foco nunca se aleja de lo que es importante. Por otro lado, fuera de la relación de estos personajes, hay algo importante y curioso en el film relacionado a lo animal. Elementos como la relación de Toco con unos perros que usa en el trineo, y lo feroz de algunas situaciones remarcan esta semejanza que tiene el humano con el supuesto animal salvaje. Esta analogía, presente en todo el film, es definitivamente lo más interesante en todo el metraje y funciona como diferenciador artístico de cualquier obra similar. Por otro lado, desde lo visual la construcción fotográfica es muy buena. Cualquier foto que haya en esta review no se compara a la experiencia de ver esta película en una sala de cine. Sus planos abiertos y repletos de vacío, su color tan cuidado y una paleta bien manejada genera una sensación de estar en esas montañas llenas de nieve y desolación. Eso si, no todo es color de rosas, y mientras la película desarrolla una profundidad muy buena en estos dos personajes, también se ve forzada a introducir un conflicto principal en la historia. Esto no tiene porque ser necesariamente malo, pero cada vez que aparecía el conflicto principal, en el cual un empresario (Victor Laplace) quiere comprarle las tierras a Toco, la película caía en ser una más del montón, perdiendo esa valiosa identidad que construyó. Esto termina de explotar en un final que, a pesar de ser sorpresivo, parece tener poco que ver con los personajes y con la historia que estaban contando. En conclusión, este film es una película de cine. Realmente vale la pena ir a verla en una sala, y a pesar de que no sea perfecta y que haya elementos en su trama que generen algo de ruido, por el final de la historia, su visionado es realmente una buena experiencia. Llena de momentos de suspenso, de acción y hasta de comedia, “La guarida del lobo” es un excelente acierto en la filmografía de Alex Tossenberger y una muy buena reflexión sobre el ser humano, sobre la naturaleza, y sobre la naturaleza humana.
El hombre de los perros La panorámica de la Patagonia nevada al comienzo de este opus de Alex Tossenberger nos transmite desolación pero también una sensación de inmensa tranquilidad. No es tanta la soledad cuando se está acompañado de valles majestuosos, vegetación y naturaleza en su estado salvaje. Pareciera que sobran los hombres en ese territorio para muchos desconocido y para otros refugio de cualquier irrupción del otro mundo, ese del vértigo sin sentido, el de las redes que atrapan más que comunicar, que vive de prisa y sin entender hacia dónde se corre, contra qué enemigo se pelea. De repente, un hombre y su trineo, sus perros, su existencia interrumpida porque debe atender a un herido, un extraño al costado de una ruta con un auto tapado por el hielo. En el intercambio de palabras, en la primera impresión tanto uno como el otro se libran al azar del vínculo. La primera sensación es que el herido (Gastón Pauls) no puede continuar su viaje y necesita curar sus heridas para volver a caminar en óptimas condiciones. El hombre de los perros (José Luis Gioia)lo lleva a su hogar y desde allí comenzará un doble camino iniciático. La guarida del lobo es una película atípica en sus primeros tercios y algo predecible en su tercer acto. La singularidad de este relato de una simpleza admirable es la forma de construir el vínculo entre Toco (Gioia) y Vicente (Pauls), ambos con pasado oculto tanto para la historia como para el espectador, pero sobre todo con rasgos de humanidad entre la hostilidad del paisaje y la presencia salvaje desde lo animal. Hay una referencia a la vida del samurai desde la literatura de Mishima y algo de ese camino del samurai se traspola en el viaje de Vicente, una vez curada su herida con la dilatación de su partida, mientras aprende de los perros, de la convivencia con Toco y así se prepara para manejar el trineo en ese terreno absolutamente desconocido y peligroso para quien no respeta las leyes no escritas de la naturaleza y del trato con el semejante. Es destacable que el director de Gigantes de Valdes no caiga en la tentación de revelar el pasado de ambos personajes porque el presente de la trama es lo que prevalece aún cuando se introduce la llegada de un tercero (Víctor Laplace), hombre oscuro que pretende hacerse de las miles de hectáreas y destrozar el paisaje para emprendimientos capitalistas, a pesar de las insistentes negativas de Toco y su expresa renuncia a los millones ofrecidos. Mentor y aprendiz quizás es uno de los modelos que sostienen la relación y empatía entre el hombre de los perros y el hombre en fuga. La soledad de aquel que escapa de algo o alguien y la de aquel que elige quedarse en compañía de animales, con quienes se conecta desde la animalidad más que en su carácter de hombre solitario. José Luis Giogia en su rol de ermitaño podría tranquilamente ser un personaje literario pensado por Anton Chejov, con sus perros, su trineo, sus borracheras, papel soñado para muchos actores secundarios que necesitan oportunidades como ésta para lucirse y así edificar un rumbo distinto en sus carreras como le pasara a Guillermo Francella una vez estrenada El secreto de sus ojos. Pero ese lucimiento también tiene como responsables a Gastón Pauls y al propio Alex Tossenberger. No obstante, con La guarida del lobo sucede algo similar que con otras producciones argentinas con valores diferentes en lo que hace a la propuesta cinematográfica per sé pero que comparten el defecto de las resoluciones apresuradas o los cambios abruptos con intenciones de sorprender cuando muchas veces no es necesario hacerlo. Ese desequilibrio sin embargo no opaca el resultado positivo y tampoco somete al film a un largo cuestionario sobre la toma de decisiones durante el desarrollo de la trama.
El llamado de la naturaleza Cuarta película de Alex Tossenberger, segunda de un quinteto filmado en Tierra del Fuego. A esta altura, podríamos decir que los tópicos recurrentes en su cine son el encuadre de la naturaleza y su protección, y el mensaje social por sobre la vorágine mundana. Desde su ópera prima Gigante de Valdés se le reconoce una vertiente de cine social que no se mete tanto con lo político como con las causas humanas. El hombre urbano tratando de hallar su eje, el accionar humano dañando el equilibrio natural, la conexión entre las personas más allá de los intereses. Tossenberger parece querer conjugar cierto cine de consumo popular con un abordaje que deje enseñanzas sobre la alienación del hombre dentro de la rutina en las ciudades, volviendo a reencontrarse en la desconexión con la naturaleza. Después de una variada experimentación temática en la que siempre mantuvo su eje en los personajes que necesitan rencontrarse, parece haber descubierto su mejor forma con La guarida del lobo, su propuesta más correcta hasta la fecha. Dos personajes y un contexto La premisa es más bien básica. Vicente (Gastón Pauls) tiene un accidente en medio del bosque de los valles de montaña en Ushuaia. Inmediatamente es rescatado por Toco (José Luís Gioia), un hombre que maneja un trineo tirado por perros y vive alejado en una cabaña en medio del bosque. Toco se encarga de cuidar de Vicente, entre ambos se marcan las diferencias. Toco es un hombre en permanente contacto con la naturaleza, prácticamente prescinde de la tecnología, mantiene un contacto mínimo con la sociedad y creó un lazo muy fuerte con los perros a los que bautizó con nombres de personas. Vicente es un ser urbano. No puede despegarse de su celular, tiene todas las costumbres y los modos de alguien que vive con el ritmo acelerado. Acepta muy a regañadientes los consejos que le da Toco, aunque algo lo ata ahí. Para tratar de hacer más llevadera su estadía, y ante una negativa de aceptar dinero por los cuidados, Vicente “contrata” a Toco para que le enseñe a manejar el trineo. Así, de a poco, se teje un vínculo entre ambos cercano a la amistad, que también guarda muchos secretos. La guarida del lobo es una película de personajes, y el ambiente es otro personaje más. Toco le enseña a Vicente a reconectarse, a encontrarse con su interior; y a su vez, Vicente será la compañía que Toco necesita más allá de los perros. No hay dudas que otra sería la película de ubicarse en otra locación. Tossenberger explota mejor que nunca las posibilidades del lugar para transmitir lo que pretende. A pesar de la nieve, de lo gélido, de lo solitario, La guarida del lobotransmite calidez y cercanía. Su historia sencilla hace que el interés nunca se pierda, y el vínculo entre ambos, el fuerte de la propuesta, está perfectamente construido. Tardíamente se introducirá otra arista mediante un personaje interpretado por Víctor Laplace, que pretende comprar los terrenos propiedad de Toco. Llevará la acción hacia un cause de género bien resuelto –aunque algo abrupto– en su sencillez de fórmula. Color humano La guarida del lobo apuesta a los sentimientos más básicos. A estos hombres que en la soledad del lugar recobran lo que perdieron. Toco es un personaje de fuertes principios pero demasiado encerrado en su forma de ser huraña. Vicente tampoco parece saber lo que es tener un vínculo si no hay un teléfono o un interés de por medio. Es evidente que se necesitan. Crear esa simbiosis es el gran hallazgo de La guarida del lobo. Tossenbeger demuestra tener un sólido manejo de cámara para captar la belleza de la naturaleza y la ternura de los perros, pero además aparece como un correcto director de actores que puede sostener una historia con pocos personajes y una relación de amistad en la soledad. También es necesario el aporte de los actores. Pauls posee el carisma necesario para este tipo de personajes que ya le vimos hacer, por ejemplo, en Una estrella y dos cafés o Corazón de fuego. Su composición es sólida y logra buena química con su compañero. Quien sorprende es José Luís Gioia en un personaje dramático, si bien despega algo de su humor ácido. Toco es entrañable y el actor cuenta con todo lo necesario para lograrlo. Probablemente sea el corazón de la película junto a los elementos naturales. Víctor Laplace recae en alguna sobreactuación típica en su trayectoria, aunque en este caso puede serle útil al personaje. Su participación es más bien chica y funcional. Algún detalle llegando al final respecto a un personaje no muy bien presentado, y cierta esquematización general en las características, restan un mínimo en una película que convence desde su sencillez. Alex Tossenberger parece haber encontrado el tono justo de su fórmula en La guarida del lobo. El tono medio entre la exposición de los escenarios naturales y la calidez de las relaciones humanas, logran una propuesta que conquista cuando más se aleja de las cánones establecidos.
Es como un western, pero rodado en el nevado sur patagónico. Es una película con pocos personajes, dos o tres centrales, una fotografía impecable, una factura técnica encomiable y una trama que, como en los buenos filmes del género creado por Hollywood, tiene protagonistas sencillos que irán mostrando sus complejidades. Ah, y su vuelta de tuerca. Toco (el marplatense José Luis Gioia, que desde El secreto de sus ojos en el cine se ha alejado de la comicidad) encuentra herido en una caminata que hace con su trineo y sus perros a Vicente (Gastón Pauls, tal vez en el mejor papel que ha interpretado en cine desde Nueve reinas y Felicidades, ambas hace 19 años). Se ha lastimado una pierna, y el lugareño, que vive alejado de todo en su cabaña, le da albergue hasta que se reponga. Vicente y Toco parecen muy distintos. Uno viene de la ciudad, iba rumbo a Chile y cree que con dinero puede ayudar a quien lo socorrió, pero éste es más bueno que el pan y que Lassie juntos. Le dice que auxiliar es lo que se debe hacer en esas circunstancias, que lo que ha hecho con él es simplemente una gauchada, pero también que, ya que permanecerá allí, debe asistir en las tareas del lugar. Como limpiar la caquita de los canes. La alteración en la tranquila relación que llevaban la trae un personaje cortado con un solo perfil (Víctor Laplace), que quiere como sea que Sigfrido (como se llama Toco) le venda sus 10.000 hectáreas. Le ofrece un millón de dólares. El conflicto no tarda en desatarse, y por más que Vicente lea a Mishima y diga seguir la moral de que se prefiere la muerte ante el deshonor, algo parece esconder. En La guarida del lobo prima la sensación, saludable por cierto, de que algo está por rebelarse. O por estallar. No de la mano del malvado, sino de los dos protagonistas. Toco es el hombre natural, que no quiere contaminarse con el exterior. Viudo, nunca va a vender sus propiedades. Jamás. “¿Qué me van a hacer? ¿Me van a matar? Yo soy un hueso duro de roer”, clarifica. “¿Usted se cree que yo no vivo mi vida? Acá tengo todo lo que quiero”, que son los perros y su trineo. Es un personaje, si se quiere, como el de Ricardo Darín en Nieve negra. La belleza del paisaje de Tierra del Fuego, la ya elogiada fotografía de Mariano Cúneo, tanto sea en exteriores como en el interior de la cabaña o el canil, todo aporta a este buen thriller, que tal vez se vaya de mambo en los minutos finales.
Toco, un anciano y solitario montañés, vive en una desvencijada casa que se levanta en la inmensidad de un valle nevado. Su tarea es cuidar a sus animales hasta que un día, y durante una de sus travesías, halla a un hombre desvanecido tirado a la vera de un camino. Preocupado por tan extraño hallazgo, lo lleva hasta su morada y allí ese el desconocido, que responde al nombre de Vicente, comenzará a vivir una serie un deslumbramiento con los trineos y con la destreza que Toco posee para enseñar a sus perros a deslizarse por esa amplia planicie blanca. Vicente, de quien poco a nada se conoce de su vida, desea que el anciano le enseñe a manejar los trineos y en medio de esa convivencia aparece un individuo interesado en comprar la propiedad de Tosco. Este se niega a ese pedido y comenzarán así una serie de violentas situaciones que pondrán en riesgo la amistad ya sembrada entre Toco y Vicente. El director Alex Tossenberger logró concebir una historia que oscila entre el misterio y el suspenso hasta llegar a un final inesperado. Gastón Pauls, José Luis Gioia y Víctor Laplace aportar credibilidad a sus respectivos personajes, mientras que la sobresaliente fotografía recorre las geografías de Ushuaia y Tierra del Fuego, que sirvieron para narrar un entramado, por momentos algo confuso que habla de amistad y de secretos.
Un trineo tirado por perros se abre paso por un paisaje nevado, con esta imagen inicial La guarida del lobo logra llamar la atención. Se adivina desde el comienzo el deseo de hacer una película visualmente bella, en un paisaje agreste, alejado de la civilización, un lugar con reglas distintas al mundo. Allí vive un viejo llamado Toco (José Luis Gioia) quien ha encontrado su lugar en el mundo y no quiere renunciar a él. Pero encuentra tirado al costado del camino a Vicente (Gastón Pauls) un joven de ciudad que ha ido a parar a ese lugar. Lo rescata de la muerte y lo lleva a su cabaña. Ahí Vicente descubre ese nuevo mundo y también se entera que hay gente interesada en comprar los caros terrenos de Toco. Un problema se avecina. El paisaje nevado imponente, los perros que acompañan al viejo solitario, la vida fuera de la ciudad, todo vuelve atractivo a la película, que solo se encontrará limitada no por la trama policial o de western, sino cuando aparezcan más actores y no estén a la altura del mundo creado por el director. Si acaso José Luis Gioia es una prueba más de que un comediante puede convertirse sin problemas en un excelente actor dramático y si Gastón Paul recupera su mejor forma actoral acá, la aparición de un clásico fuera de moda como Víctor Laplace desarma en parte el clímax de la película. Pero los logros de la película son indudable y, una vez más, el sur nevado demuestra ser una fantástica locación para contar historias.
Escrita y dirigida por Alex Tossenberg, la película se presenta, en un bellísimo paisaje de Tierra del Fuego como el deslumbramiento de un hombre de ciudad, desvanecido en la nieve, rescatado por un montañés que cría perros de trineo, por ese contacto con la naturaleza, y especial con la interrelación de esos perros descendientes de lobos. Y de cómo de lo apacible se desciende a los círculos de la violencia para transformarse en un policial con sorpresas. Entre el personaje misterioso de la ciudad, encarnado con profundidad por Gastón Pauls, ideal para llegar a los pliegues ocultos, y el natural del lugar, un sorprendente José Luis Gioia, se interpone el villano y la codicia. Algunos defectos del guión con situaciones forzadas, algunas inexplicables y unos diálogos poco logrados, no mellan una realización ambiciosa en un lugar hostil. . La película entretiene, tiene momentos muy logrados y luce atractiva.
Un nuevo trabajo de Alex Tossenberger llega a salas locales. Cineasta preocupado por mostrar el impacto de la naturaleza y la responsabilidad en su cuidado, vuelve a rodar en Tierra del Fuego, lugar áspero y fértil para historias de encuentros e introspección. "La guarida del lobo" nos presenta la historia de Vicente (Gastón Pauls), un inversionista que un poco perdido (en todo sentido) en la vida, ha sufrido un accidente en un valle de montaña en Ushuaia y es rescatado por Toco (José Luís Gioia). Este hombre es un típico habitante de esos terrenos: tiene habilidades únicas para ese tipo de vida. Contrastan con el modo de vida que tiene Vicente, y él rápidamente se da cuenta que para agradecer el gesto de cuidado que tuvo Toco con él. La propuesta será entonces que el visitante comenzará a aprender manejo de trineos (su tobillo no se recupera rápidamente), y forjará una vinculación con quien dedicó su tiempo a su cuidado, profunda e interesante. Todo este aprendizaje será mutuo, y cada uno se enriquecerá con ese poderoso intercambio. Un hombre de ciudad, plenamente tecnologizado, y un sujeto criado y pragmático que vive en un clima helado y agresivo. Dos perfiles distintos que pueden convivir, y pueden generar una cultura de colaboración distinta. Unica. La relación con los perros es muy importante y el respeto por el ambiente y el cuidado, se señala con claridad. Tossenberger aprovecha a fondo el paisaje, pero pone en cada personaje una carga de humanidad profunda y honesta. Potente. Pero este proceso será interrumpido por alguien que intentará alterar esa paz (Víctor Laplace) al querer comprar los terrenos que posee Toco. Vicente y su cuidador tendrán entonces un desafío para resolver, a la hora de resolver la delicada cuestión. Toco le dice a su nuevo amigo en un momento: "No está cansado de la vida que lleva allá, agobiado...?" Y eso resume un poco la esencia de la cinta. ¿Cuánto nos hemos alejado de la naturaleza?¿Qué poco valoramos ese contacto íntimo con ese marvilloso medio? La cinta intenta explorar esa cuestión, en el marco de una historia, previsible y con ciertos desniveles narrativos (vemos venir algunas definiciones temprano, promediando el film), pero es destacable su valor por el lugar donde se rodó y el espíritu puesto en la labor. Gioia hace un gran papel. Sorprende con su ternura y su carisma compensa todo lo que necesita para llevar adelante su rol. Pauls también hace lo suyo, más cerca de lo que le conocemos como su habilidad natural. Ellos sostienen la intensidad con una conexión fluída, que se complementa en la segunda mitad, con apariciones de Laplace, quien también suma su oficio para dar altura dramática a un conflicto que atraviesa la trama hacia su cierre. Todos los rubros técnicos son austeros pero correctos, destacándose la fotografía, sin dudas. En definitiva, "La guarida del lobo" es una película sólida y un avance en la carrera de Tossenberger. Una ficción que tiene cierto peso propio en el corazón de su propuesta.
El paisaje de lo humano La guarida del lobo (2019) es un thriller dirigido y escrito por Alex Tossenberger, filmado en escenarios naturales de la provincia de Tierra del Fuego, en la Patagonia argentina. El film está protagonizado por Gastón Pauls, José Luis Gioia y Víctor Laplace. La historia comienza cuando Toco, un viejo habitante de la región, encuentra a Vicente, un forastero que yace tendido inconsciente al costado de su vehículo. Toco lo alberga en su casa donde le ofrece abrigo y comida. Una vez repuesto de su caída, Vicente le pide que lo lleve hasta su coche. Tras el viaje que ambos realizan en trineo, el viajante lo contrata para que le enseñe a manejar este particular medio de transporte. Posteriormente aparece un comprador (Laplace) dispuesto a pagar una fortuna por las tierras de Toco, sin embargo, este se niega a vender sus cuantiosas hectáreas, dejando al descubierto las verdaderas intenciones que atraviesan a cada uno de los personajes. El film propone varios recorridos, no obstante, esta vez queremos centrarnos en cómo el largometraje articula un paisaje del comportamiento humano. Los seres humanos nos diferenciamos del resto de los seres vivos porque tenemos conciencia de la propia muerte y del dolor que genera la pérdida de un ser querido. Nos comunicamos, al igual que lo hacen las otras especies, pero tenemos la capacidad de crear y de metaforizar en/por el lenguaje. En esta película, los perros siberianos cumplen un papel fundamental, ya que muestran cómo, a partir del vínculo que estos mantienen con su dueño, pudieron desarrollar una vía de comunicación única que les permite cuidarse mutuamente y advertirle de los peligros. Además de la relación hombre-animal, la película plantea una serie de contrastes que, en primera instancia, podemos observarlos en la oposición que se plantea entre la calidez del hogar de Toco y el frio del paisaje blanco que lo rodea. O bien, en las diferencias que surgen entre la vida campestre del rescatista y la vida urbana de Vicente. En ambos casos, las fronteras se desdibujan a medida que transcurre la cinta como sucede, por ejemplo, cuando Vicente ingresa al mundo bucólico de su compañero a través de las lecciones de trineo mientras que el personaje de Gioia descubre la inmensidad del desierto en que habita luego de la muerte de su esposa. Esto último lo impulsa a pedirle a Vicente que abandone la ciudad para instalarse en estas tierras. En cuanto a las locaciones, el paisaje edifica un magnífico recinto blanco. En este sentido, los planos generales ofrecen al espectador una maravillosa vista del sur argentino mostrando cómo la tierra y las montañas nevadas, las tomas de sus lagos y ríos, sumado el sonido de los árboles y de las aves que nadan en el viento, crean una atmosfera de suspenso propia del género del thriller que, por otro lado, se ve intensificada por un sueño premonitorio. Ese paisaje, por momentos, abrumador y desolador adquiere un valor simbólico, sobre todo, hacia el final cuando los acontecimientos se precipitan, planteando un desenlace imprevisto que, como lo venimos observando, contrasta con el tono calmo y tranquilo del comienzo. Por lo tanto, la bondad, la mentira, la codicia, entre otros defectos y virtudes, son los elementos que conciertan este paisaje de lo humano. Asimismo, podemos afirmar que La guarida del lobo es, en realidad, el hombre mismo. Un hombre que, camuflado como estilan algunos animales, ataca a sus presas con la misma precisión con que lo hacen los lobos cuando salen a cazar.
Tal vez no sea demasiado pareja ni convenza en todos sus detalles, pero esta película argentina tiene un punto de partida original y diferente. José Luis Gioa es un hosco pero al mismo tiempo amigable ermitaño que vive en sus tierras en el sur, rodeado por sus perros de trineo. Un día encuentra junto a un auto, tirado en la nieve y a punto de morir de frío, al citadino Gastón Pauls, y casi de la nada se genera una curiosa y estrecha relación entre ambos. Luego de salvarle la vida, el lugareño acepta enseñarle al hombre de ciudad a manejar un trineo de perros, lo que implica una especie de aprendizaje al estilo de Karate Kid pero en la nieve. A todo esto se agrega la presencia del villanesco Victor Laplace, empecinado en comprarle sus tierras al protagonista, y amenazando con utilizar cualquier método para lograr su cometido. “La guarida del lobo” es un film de aventuras con momentos logrados y un guión que llega demasiado tarde a esbozar algo parecido a un western o un policial, por lo que en el medio falta un poco de acción y tensión. Con todo, hay buenas actuaciones e imágenes.
“La guarida del lobo”, de Alex Tossenberger Por Ricardo Ottone En su cuarto largometraje, Alex Tossenberger vuelve a plantear temáticas que ya estaban presentes en el primero, Gigantes de Valdésde 2008: el conflicto entre la naturaleza y la civilización entendida la primera como representante de la pureza y la segunda de la corrupción, en términos que ya entonces tenían una mirada maniquea que situaba ambos conceptos, naturaleza y civilización, en el lugar del bien y el mal. El enfrentamiento inocencia versus explotación ambientado en el escenario de un paraíso en peligro. En aquel film, el enviado de una multinacional llegaba a la Península Valdés para instalar un megaemprendimiento turístico. El contacto con el lugar y sus maravillas lo hacían cambiar de opinión y ubicarse junto a los lugareños, al rescate del santuario natural, enfrentándose a un empresario corrupto. En el caso de La Guarida del Lobo, el papel del extranjero lo ocupa Vicente (Gastón Pauls), un presunto turista de viaje por los bosques de Tierra del Fuego en pleno invierno que, tras un accidente, es rescatado inconsciente por Toco (José Luis Gioa), un lugareño que vive solo con sus perros y corderos en una cabaña aislada en un paisaje bello pero inhóspito. Toco refugia a Vicente en su casa y lo cuida mientras este se recupera. La relación al principio es áspera por la diferencia de caracteres entre el citadino que ignora todo del mundo rural y el nativo hosco y de pocas pulgas. Pero con el correr de los días estos opuestos empiezan a acercarse y se forja cierta amistad entre ambos personajes. Vicente se fascina con el lugar y ese modo de vida que le es tan ajeno y se va incorporando a las actividades de ese refugio agreste. Es entonces que hace su aparición el representante de la codicia del mundo moderno encarnado en un empresario interpretado por Víctor Laplace quien quiere comprar las tierras de Toco. Ante la negativa de éste, el empresario demuestra que está dispuesto a emplear métodos más duros para lograr sus propósitos. En principio testigo de este conflicto, Vicente se va a poner del lado de Toco en la defensa del paraíso invadido. El planteo es mínimo y se juega con tres protagonistas más algunos pocos secundarios. La novedad está en ver a José Luis Gioa moverse por completo en un papel dramático. Es cierto que en cierta medida ya lo había hecho en El secreto de sus ojos (2009) en un rol secundario que le valió más de un premio como actor revelación, pero aquí Gioa tiene un protagonismo indiscutible, su caracterización es algo totalmente distinto y, si bien muestra algunos rasgos de humor, la esencia del personaje pasa por otro lado: un tipo parco, intransigente, enamorado de su entorno, con la única compañía de sus perros, testarudo, un poco básico pero honesto. Y se las arregla muy bien en ese papel al que hace verosímil y querible, aún cuando en el guión se lo pongan difícil con algunas líneas de diálogo altisonantes y poco creíbles que subrayan demasiado su papel de representante de la naturaleza pura e indómita. La relación de este con Gastón Pauls es el eje del relato y gran parte del interés está en las pequeñas interacciones, peleas, desacuerdos y momentos de complicidad. Víctor Laplace interpreta un villano siniestro y mayormente contenido cuya amenaza está latente hasta el momento final de estallido. El paisaje de Tierra del Fuego es otro gran protagonista y el realizador (que ya había filmado en esa zona en su anterior film, QTH) lo filma en numerosos pasajes y tomas aéreas con una fotografía que resalta la belleza del lugar y sugiere también un carácter salvaje que merece respeto. Cerca del final aparece una escena descolgada, que se lleva de patadas con el resto del film, cuando Vicente pretende festejar el cumpleaños a Toco con una compañía invitada. Una escena cuya única justificación parece ser la de introducir un personaje para poder pegarle un tiro poco después. El preludio de un final precipitado que hace desbarrancar un relato que, aunque previsible, se venía construyendo con paciencia y mantenía la tensión con más sutileza. LA GUARIDA DEL LOBO La guarida del lobo. Argentina,2019. Dirección: Alex Tossenberger. Intérpretes: Gastón Pauls, José Luis Gioia, Víctor Laplace. Guión: Alex Tossenberger. Fotografía: Mariano Cúneo. Música: Diego Sánchez, Jorge Gentile. Edición: Franco Giacometti. Dirección de Arte: Julio Suárez. Jefe de Producción: Fabricio Gómez. Producción Ejecutiva: María Vanesa Gimenez. Distribuye: 3C Films Group. Duración: 94 minutos.
Sobre los sentimientos más básicos Vamos al grano. Una pena que el gran despliegue, la utilización de la más que perfecta locación (la película fue filmada en Tierra del Fuego), la excelente fotografía (Mariano Cúneo), el muy buen trabajo de sonido y las puestas de cámara no vayan en paralelo con la aplicación del guion y el desempeño de los intérpretes. Es decir, lo técnico está muy por encima del cuento. Si bien tengo una idea al respecto de la cual entiendo que no hay malos actores, hay directores que no pueden dar en el clavo al guiarlos. Me parece que es obvio que se trabajó con lo que el elenco podía dar durante su desempeño en el set. En la primera mitad del film a Gastón Pauls su personaje le calza como un traje perfecto por ciertas características que ya son suyas en lo interpretativo, pero luego se genera un cambio en el comportamiento de dicho personaje y no puede alcanzarlo. José Luis Gioia da todo de sí, y, a pesar que el tipo físico del cómico da con lo que se necesita para contar la historia del personaje que interpreta (Toco), no es creíble y parece que no sabe por dónde darle cuerpo. Víctor Laplace, un excelente actor, está más que desperdiciado y se siente que no estaba suficientemente entusiasmado, podría decir; parece como si las escenas con él fueron filmadas medio de apuro. Si no no se explica por qué no se siente real lo que cuenta con su voz; se siente impostado todo lo que narra con su presencia física y vocal. Si las indicaciones fueron que ese sea el registro a la hora de interpretar sus personajes, bueno…en fin. El guion… la idea es buena pero se va cayendo y (el espacio abierto y deslumbrante y la música no alcanzan para tapar las falencias) no cumple con lo que promete. Además que hay personajes que no se explican del todo bien y llevan a situaciones risueñas que no aportan lo que se supone que se deseaba explicar con su inclusión. Hay películas que no se entienden del todo y por desgracia esta es una. Lamentable tener que escribir una reseña así porque claro si alguna vez uno estuvo en un rodaje puede comprender todo el trabajo que hay detrás de una película pero es de esperar que con los parámetros y la alta vara que se pone para el desarrollo oficial de un proyecto a la hora de darle vía libre, un relato tan confusamente desplegado no se haga realidad. A veces la ficción, como en este caso, no está a la altura.
Secretos en la montaña La guarida del lobo (2018) de Alex Tossenberger forma parte de una serie de películas que el director se propone dirigir en el Sur de Argentina. En este caso con el paisaje como escenario primordial y una micro-cultura para descubrir. En un valle nevado, Toco (José Luis Gioia) viaja con su trineo tirado por perros. Durante el recorrido se encuentra con un hombre tirado a la vera del camino y se lo lleva a su casa. Una vez que despierta descubrimos que se trata de Vicente (Gastón Pauls), un citadino. El encuentro de estos hombres tan distintos se prolonga ya que Vicente tiene dificultades para caminar y Toco le ofrece su hogar mientras se recupera. Aislados, este tosco y tierno hombre de las montañas que figura Gioia, junto con este correcto y apático que encarna Pauls, comienzan una convivencia que los pondrá en choque al tiempo que los acerca. Cuál es la idiosincrasia de quienes viven aislados en el medio de esos valles, qué encuentran en ese estilo de vida que los hace permanecer a pesar de la hostilidad del clima. La película hace foco en desarrollar el espacio en donde transcurre. Nos muestra costumbres casi de cuento como viajar en un trineo tirado por perros, y otras menos encantadoras pero que forman parte de una cotidianidad por más pequeñas que sean, como el desarrollo del vínculo con el alimento y el trabajo. Muy clásica historia que une opuestos y amistad, una lección que aprender, metáforas y vueltas de tuerca. Quizás en el desarrollo La guarida del lobo cae hacia algunos lugares comunes o previsibles, sin embargo, los actores generan matices muy sutiles que sustentan una línea narrativa un tanto liviana, adornada con hermosas imágenes heladas de nuestro montañoso sur.
La historia va mezclando el suspenso y lo enigmático entre un viudo llamado Toco (José Luis Gioia, retorna a la pantalla después de la película ganadora de un Premio Oscar “El secreto de sus ojos”, 2009), que vive aislado de todo y cuya única compañía son sus perros del trineo conjuntamente con un paisaje nevado que conforma un personaje más, hasta que un día aparece Vicente (Gastón Pauls, “Días contados”) que debe quedarse allí de forma circunstancial, a raíz de ese momento va creciendo una amistad impensada y cada uno aprende del otro sin conocerse del todo. Casi al mismo tiempo surge el personajes de Tomás (Víctor Laplace, “Cerca de la frontera”) un ser sin escrúpulos, que solo desea apoderarse del lugar sin importarle nada. Esta es la cuarta película de Alex Tossenberger, y en esta oportunidad toca temas relacionados con la ecología, con unas pinceladas de western, se van logrando buenos climas entre su desarrollo, el elenco y el paisaje, fruto de ser un conocedor de las locaciones: Ushuaia, Tierra del Fuego y esa belleza que tienen sus bosques, valles y montañas, varias secuencias son como un cuadro, en esos escenarios naturales. Es sobresaliente la fotografía de un lugar muy conocido por ellos y hasta el final no se devela mucho donde el director Tossenberger muy astutamente le da un giro inesperado.
Cuando el paisaje es un personaje más, la historia adquiere un velo de misterio, donde la fuerza de la naturaleza es capaz de cambiarlo todo. Esto ocurre en “La guarida del lobo”, un thriller protagonizado por Gastón Pauls, José Luis Gioia y Víctor Laplace, filmado en Ushuaia. La historia comienza cuando Toco, un montañés, encuentra a Vicente (Pauls) desvanecido en medio de la nieve. El lugareño lo rescata y decide llevarlo a su casa para cuidarlo. Cuando despierta, Vicente se fascina con el hostil estilo de vida y le pide a Toco que le enseñe a manejar un trineo de perros. Así, estos personajes tan disímiles se adentran en un solo universo. Hasta que de pronto todo cambia cuando aparece un extraño hombre (Laplace) que quiere comprarle las tierras a Toco. Pero él daría su vida antes que esas tierras. ¿Lo que sigue? 90 minutos de suspenso y fotografía formidable con un final inesperado.
El director de QTH (2017), estrena La guarida del lobo, filmada íntegramente en Ushuaia. El film inicia en la inmensidad de un valle nevado, donde apreciamos por varios minutos un paisaje crudo y solitario hasta que vemos deslizarse sobre la nieve un trineo tirado por perros conducido por Toco (José Luis Gioia). Un viejo montañés que descubre, caído sobre el camino, a Vicente (Gastón Pauls). Toco decide rescatarlo y llevarlo a su casa. Cuando Vicente recupera su conciencia, y se da cuenta de que se lastimó el tobillo, el anfitrión invita al desconocido a quedarse con él hasta que pueda recuperarse y seguir viaje. Vicente, quien comienza a sentir interés por la destreza de Toco con los trineos, le ofrece dinero para que le enseñe a conducirlo y el viejo acepta. Durante la convivencia en la cabaña, aparece un tercer hombre (Víctor Laplace). Éste está interesado en comprar la propiedad de Toco pero el conflicto aparece porque no quiere venderla y Vicente, quien ya se siente parte del lugar, se involucra en apoyar a Toco y sus tierras. Si bien la película avanza mientras se construye la relación entre Toco y Vicente, incluso haciendo uso del humor en los diálogos para contrastar las distancias cotidianas entre ambos, lamentablemente lo que dicen termina siendo, en varias ocasiones, tan de libreto que distancia. Es decir, no logran los actores, o mejor dicho el director, traspasar la pantalla del vínculo que ambos van forjando y esa ausencia, de no estar habitando la escena, se nota. Generando que el tono actoral también pierda su fuerza. Tal es el caso del personaje de Toco, quien por momentos se desfasa con los gestos dándonos más de lo que el plano de cine puede admitir. Una verdadera lástima, ya que Gioia ha construido un excelente personaje, pero al salirse muchas veces de tono dejamos de ver a Toco para darle paso al actor. Lo mismo sucede con Víctor Laplace, quien no ha logrado dar en el blanco con su interpretación. El uso de la música, en las escenas dramáticas entre ellos, nos aleja de la emoción que intentan evocar Pauls y Gioia mientras ansían sostener un dialogo fraternal que termina siendo superfluo. Podemos apreciar que el director maneja el rodaje de exteriores exquisitamente, y nos invita a recorrer el paisaje con imágenes maravillosas sobre Ushuaia y sus animales, aunque peca de reiterativo en los planos de los perros lobos, dado que al volver a utilizarlos en el momento de mayor tensión de la historia, estos pierden la fuerza que se merecen. Pues ya hemos visto suficiente durante el transcurso de la película hasta el momento. El final nos ofrece un sinfín de situaciones violentas que jamás vemos venir. Una cosa es ir plantando indicios para que luego nos muestre todas las cartas y así cerrar la trama y otra es llenarnos de soluciones rápidas para dejarnos boquiabiertos, pero porque nada se asemeja, en absoluto, a esa elección de desenlace del film. Una película que no logra sostenerse con las actuaciones y donde la trama elige atajos fáciles para terminar en un desenlace que nos pierde como espectadores.