La epopeya de Gianni Tras su debut como realizador en Un Feriado Particular, el italiano Gianni Di Gregorio confirma su estatus de gran actor cómico volviendo componer un personaje iluso, bufonesco y desesperado para continuar las hazañas y extravagancias de éste en su nuevo film La Sal de la Vida.
Las mujeres según Gianni La sal de la vida (Gianni e le donne, 2011) es una continuación del personaje de Gianni (Gianni Di Gregorio ) de Un feriado particular (Pranzo di ferragosto, 2008). Un tipo aprisionado por su anciana madre, bonachón y servicial con los demás, quienes se aprovechan de su buena voluntad. En esta oportunidad, Gianni se fascina con la idea de tener una amante y se ilusiona con cuanta muestra de cariño femenino recibe. Gianni consigue dejar a su madre en un asilo para señoras. Sin embargo vive en su casa asediado por su hija adolescente, el novio de ella que no trabaja, y su esposa. Su joven y sensual vecina coquetea con él, novias de la infancia se muestran extremadamente cariñosas y su amigo abogado intenta meterlo en el mundo de la trampa. Gianni observa que hasta uno de los ancianos que se sientan en la puerta de su casa tiene amante. Él buscará erráticamente la suya. Gianni Di Gregorio , protagonista, director, guionista, y también encargado de otras áreas, encontró con “su” Gianni al personaje ideal. Un tipo querible y a la vez sufrido por su entorno. Genial para un serial, del que La sal de la vida bien podría ser un capítulo más. La película no hace más que seguir a Gianni en diversas situaciones. El tipo aparece frente a cámara todo el film, y la gracia surge de las frustantes reacciones de Gianni frente a los acontecimientos. Por corte directo, contraste de música o en la misma puesta en escena, Gianni y sus caras son lo mejor de la película. La sal de la vida, al igual que Un feriado particular, tiene la virtud de retratar situaciones de la vida cotidiana con mucha naturalidad y frescura, trasmitiendo humor y calidez en las relaciones humanas. Gianni Di Gregorio capta a la perfección la calidez propia del mejor cine italiano. La familia es nucleo central y los aportes de los ancianos son geniales. También enriquece el film, la participación de Aylin Prandi, su sensual y joven vecina, quien con su espontaneidad y carisma motiva a Gianni a dejarse coquetear por las mujeres de la película. La desventaja de La sal de la vida es no apoyarse en un argumento sólido, sosteniéndose simplemente en su personaje principal. Si tenemos que pensar el film como un todo, falla en su estructura, sin embargo son ésos pequeños momentos, retratos de Roma y su gente, los que transmiten la frescura y sencillez con que Gianni logra conquistarnos.
Las mujeres y el desencuentro amoroso Gianni Di Gregorio es el director de La Sal de la Vida y, además, el protagonista del film como Gianni. Cada uno de los personajes tiene el nombre verdadero del actor. El mismo realizador que hace unos años estrenó Un Feriado Particular, ahora nos trae otra comedia donde él es el centro en un círculo vicioso femenino. El título real de la película: Gianni e le Donne (Gianni y sus Mujeres sería su traducción literal) es la síntesis de lo que trata. Desde una madre demandante, una esposa ausente, una hija preocupada, amantes no consumadas; todas ellas entran y salen de su vida utilizándolo como un objeto hogareño. Di Gregorio, co-guionista de Gomorra, utiliza su don humorístico para interactuar y llevar adelante su vida encontrándose en un momento inestable. Vive de su jubilación pero se siente joven, vital, pero a la vez no es el estereotipo masculino de las mujeres que a él le gustan, cada una de las acciones que él toma son generadas, prácticamente, por los únicos dos hombres cercanos a Gianni: su amigo, el abogado y el novio de su hija. Dos edades diferentes que dan como resultado accionares distintos. Gianni, considerado como el Jacques Tati italiano, filma con los nombres reales, en el barrio donde creció, donde despliega su destreza culinaria, su paladar por el buen vino y su situación económica actual, y donde busca en las caminatas por la ciudad, el nacimiento de un encuentro amoroso.
La italianidad al palito Con Un feriado particular, Gianni Di Gregorio -habitual colaborador de Matteo Garrone- consiguió un modesto pero auspicioso éxito. La figura de este veterano guionista, actor y director se convirtió, de pronto, en una suerte de revelación tardía para el cine italiano, un Nanni Moretti más viejo, más entrañable, menos provocador y no tan neurótico. La sal de la vida no es pero podría leerse como una secuela de aquel suceso de 2008. Gianni sigue siendo Gianni. Ya no tiene que cuidar a un grupo de viejitas durante el ferragosto para sobrellevar sus problemas económicos, pero el personaje está ahí, reconvertido en un reciente jubilado, un amo de casa sin más obligaciones que las que le imponen su fría esposa y su manipuladora hija adolescente. El film, cuyo título original es "Gianni y las mujeres", habla precisamente de eso: de cómo las mujeres (no) ven a este hombre maduro, que ha perdido "la sal de la vida" (para no dejar fuera el título de estreno). La película aborda la relación con su esposa y su hija, pero también con su omnipresente madre (aún cuando esté internada en un geriátrico) y con todas las que intenta (sin demasiada fortuna) conquistar o reconquistar cuando se da cuenta de lo solo que está y de lo bien que le vendría una amante. Todo lo que en Un feriado particular era sensible y gracioso, aquí está demasiado cerca del cálculo y el patetismo. La película -que aborda la esencia de la italianidad en esos códigos masculinos, ese machismo entre gracioso, rudimentario y a esta altura bastante demodé- nunca alcanza a ser todo lo graciosa o lo incisiva que debería en la exploración de la intimidad del hombre desgarrada por la edad, la rutina y la falta de estímulos. No es una mala película, tiene incluso sus momentos logrados, pero tampoco es particularmente intensa ni provocadora. Una pena porque la propuesta inicial daba para mucho más.
El problema de repetirse Luego de un alentador y aplaudido debut cinematográfico con su ópera prima Pranzo di Ferragosto (2008), el guionista y director Gianni Di Gregorio vuelve a la carga con otra comedia autorreferencial que también gira en torno a su problemática con el mundo femenino y exalta como parte de la crítica cultural ese modelo de personaje que va en contra de los rasgos de masculinidad y virilidad prototípicos del macho italiano, al someterse a la voluntad y capricho de las féminas que lo rodean. En este caso particular y ya como síntoma de repetición aparece una vez más la figura de la madre castradora y demandante (Valeria De Franciscis Bendoni); la esposa (Elisabetta Piccolomini), la hija (Teresa Di Gregorio), la vecina que busca despertar el interés amoroso del protagonista (Aylin Prandi) y la aparición fugaz de un viejo amor (Valeria Cavalli) que servirán de pretexto para que el director italiano ensaye a partir de apuntes humorísticos algunas reflexiones sobre su existencia, teñidas de un dejo de melancolía. El problema central de este segundo opus intitulado por la distribuidora local como La sal de la vida (título que no hace justicia al original Gianni y sus mujeres, menos comercial por cierto) es la sensación de que al realizador no le queda demasiado por explorar del microcosmos femenino y poco por reflexionar tanto en su carácter de director como de protagonista del derrotero de un cincuentón con muy poca vida propia, quien pese a los intentos de torcer su propia inercia cae rendido a los pies de la impotencia y de la constante postergación. En materia cinematográfica y de puesta en escena es justo rescatar el estilo de frescura y despojo de formalismo que abrigan la propuesta de Gianni Di Gregorio de fuerte corte realista, quien ya dejara sus primaras marcas estilísticas en su debut aclamado por la crítica allá por el 2008. Con esos reparos, sin embargo, la comedia cumple con su cometido a pesar de resultar excesivamente anecdótica y por ciertos momentos un tanto anquilosada en su propio estado de latencia.
La vecinita de enfrente... Gianni Di Gregorio dirige y protagoniza esta comedia sobre un hombre que quiere conquistar mujeres jóvenes. Los que vieron Un feriado particular saben bien quién es Gianni, el protagonista de aquel filme y de éste, La sal de la vida , en ambos casos interpretado por Gianni Di Gregorio, que es también guionista y director de ambas. Este sesentón, amable, tierno y hasta un poco discreto para los estándares italianos, tenía que lidiar, en el primer filme, con cuatro viejitas que quedaban a su cuidado en un fin de semana de vacaciones en Roma. En este nuevo filme -que no es estrictamente una secuela, pero parte de la misma idea, con los personajes llevando el nombre de los actores y una estética y planteo similar-, Gianni sigue teniendo a su madre alrededor causándole problemas (está internada en un geriátrico y no para de gastar dinero), pero el centro está en otra cosa. En esta ocasión, Gianni -casado, con una hija y viviendo en cuartos separados con su esposa- descubre que a su alrededor está lleno de bellas mujeres que le gustan y que lo miman, lo quieren, lo respetan. Pero lo tratan como un abuelo y punto. ¿Le alcanza con eso? El filme corre desde lo temático por una senda más convencional que el anterior. Si bien las “viejitas“ hacen su aparición para enredarle la vida al pobre Gianni, el asunto para él parece ser cómo hacer para que alguna de las tantas chicas que se cruzan por su camino (la que atiende a su madre en la clínica, su vecina, una ex pareja y hasta las bellas mujeres que caminan por la calle o las que venden en la feria) le preste atención. El hombre es amable, simpático, “un gran amigo” al que todas las chicas besan, abrazan y acarician. Pero la edad no implica que al pobre de Gianni no le pasen cosas con ellas. Lo interesante del filme es ponerse en la piel de un hombre de 60 años que sigue con los sentidos despiertos, pero al que ya las chicas se le vuelven inalcanzables. “Te quiero como a un nono”, le dice una. De ahí no se vuelve... Di Gregorio (que fue guionista de Gomorra ) estructura todo de manera similar a su película anterior. Se siente la improvisación de algunos textos, la naturalidad de las actuaciones, la estructura casi casual y nada forzada de encuentros y desencuentros, pero acaso por ser la temática algo más trillada, el filme no tiene la potencia humorística del anterior, aunque no pierde en melancolía y gracia. Al final, cuando suena Here Comes the Man , de The Pixies (sí, los Pixies en una comedia italiana para un público, eh, mayorcito), el círculo se cierra claramente. La vida, a los 60, tiene sus variados placeres, eso es innegable. Sólo que hay que saber dónde encontrarlos y, también, asumir que algunos otros habrá que resignar, por más que la vecinita de enfrente de 20 años sea pura sonrisa...
El ambiente, el color, el ligero tono agridulce llevan a pensar que se trata de una especie de capítulo 2 de Un feriado particular. Pero es una impresión engañosa, aunque Gianni Di Gregorio vuelva a estar en el centro de la escena y otra vez rodeado de señoras, incluida la inefable Valeria Di Franciscis Bendoni, nuevamente en el papel de su aristocrática mamá nonagenaria, tan refinada como acostumbrada a los caprichos caros. En aquel film encantador que lo reveló como director sensible a una edad en que otros están a punto de retirarse, Di Gregorio era el más joven entre una tribu de viudas a las que, por exceso de mansedumbre o blandura de carácter (y para satisfacer los deseos de su madre), debía darles hospedaje, comida y atención para el feriado de ferragosto. Ahora, con sus sesenta años y su jubilación forzosa y magra, es el más veterano de la casa, lo que no impide que siga siendo el más servicial y que deba andar de acá para allá atendiendo las necesidades de su esposa, de su mimada hija, del novio de su hija y del perro (el propio y el de alguna vecina que sabe cómo engatusarlo), mientras se mantiene atento al celular que su madre emplea para llamarlo por cualquier motivo y a cualquier hora. La sal de la vida no es una secuela, aunque haya muchos elementos en común entre los dos Giannis. Es que, a la manera de un Nanni Moretti (mucho menos sarcástico, por supuesto, y con aspiraciones más modestas), Di Gregorio ha compuesto sus films sobre la base de sus experiencias personales: sus films son páginas de un diario que basa sobre su vida cotidiana, y ahora ésta le ha mostrado que los años lo han ido volviendo invisible para las mujeres. Al Gianni de la ficción (todo lo contrario del modelo Berlusconi de las fiestas escandalosas y mediáticas) le ha pasado lo mismo; el problema reside en que él, habituado a su rutina y manso como es, ni le ha prestado atención, hasta que un amigo le hace ver que aun algunos de los caballeros muy mayores con los que a veces comparte un aperitivo en los boliches del Trastevere tienen sus aventuras y, a veces, sus amantes a escondidas. Ante sus titubeos, su experimentado amigo le ofrece algún contacto con profesionales, a lo que se niega. Habrá entonces que estar más atento: galantear a las mujeres que tiene próximas: la vecina de abajo, la enfermera que cuida a su madre, la que fue su primera conquista, algún antiguo amor. Di Gregorio cuenta todo esto con sencillez, con una comicidad amable que no admite la vulgaridad y evita la autoindulgencia. Algún eco de la commedia all'italiana y otro poco de delicada melancolía se filtran en este tibio retrato de la soledad menos afectado por su buscada ligereza que por un final que aparentemente el realizador no supo cómo resolver.
Gianni y su cabeza llena de mujeres Todo lo que asomaba en Un feriado particular se reconfirma en esta especie de continuación: el sesentón protagonista sigue lidiando con su absorbente madre, pero además debe encontrar el balance entre su pereza, las demandas de su hija y las donne que lo rodean. Hasta el momento en que Nanni Moretti decidió hacer de sí mismo, en Caro diario, un alter ego ficcional llamado Michele Apicella protagonizó todas sus películas. Hace unos años a Apicella parece haberle salido, a la distancia, un primo sesentón llamado Gianni. Romano, como Michele, pero ocioso y desajustado antes que cabrón y levantisco, en Argentina a Gianni se lo conoció cuidando de una mamá nonagenaria y convirtiendo la atención de otras viejecitas en rebusque o modo de vida. Eso sucedía en Pranzo di ferragosto, que por aquí se llamó Un feriado particular y llegó a ser un par de años atrás, como en Italia y el resto del mundo, un pequeño succes d’estime. Ahora, casi como si se tratara de un avatar de sí mismo, Gianni aparece casado y con una hija adolescente, viviendo él mismo una segunda adolescencia, a partir del momento en que un amigo le recuerda que ahí afuera sigue habiendo mujeres. Deseables mujeres romanas. El título original va directo al punto: Gianni e le donne. El local prefiere pensar que las mujeres son La sal de la vida, título con el que el opus 2 de Gianni Di Gregorio se estrena en Argentina. Casado o no, la mamma de Gianni (Valeria de Franciscis, luciendo siempre una peluca bastante barroca y bronceado como de Giordano) sigue sin aflojar un milímetro el lazo o cordón que los une. Su situación parece haber mejorado, daría toda la sensación de que a costa del hijo. Vive en una flor de casa con jardín, donde juega al poker con sus amigas, descorcha champán francés y engulle suculentas picaditas. Por más que tenga enfermera, donna Valeria se las ingenia para llamar a Gianni a cualquier hora, para que les sirva el aperitivo o solucione “un problema gravísimo”, que resulta ser que el televisor se desenchufó. Siempre sumiso a los dictados de la coriácea señora, Gianni no deja de preocuparse por su nivel de gastos (incluyendo los vestidos de autor que le obsequia a la enfermera) tanto como por el novio de la hija, que encuentra en la crisis y desocupación razones perfectas para justificar su escasa afección al trabajo. Si de no trabajar se trata, sigue sin quedar muy claro a qué se dedicaba Gianni en su vida útil. “No me jubilé, me jubilaron”, argumenta cuando alguien le echa en cara su ociosidad de vinitos y piyama. Pero ahora Gianni ha empezado a mirar de otra manera a esa vecinita a la que le saca a pasear el perro, a la frutera de la feria, a las joggers con las que se cruza en la calle. Tan fiaca como Gianni parecería ser su tocayo, el que está detrás de cámara. Más que armar un relato, encadenando estrechamente unos hechos con otros, Di Gregorio hace como que deja que éstos ocurran, sin verse del todo obligado a ligarlos. Modo narrativo que, en su amable medio tono, el realizador y coguionista hace pasar por dejadez, cuando parece tratarse en verdad de un deliberado cultivo de la laxitud, la fuga y el fragmento. Cine de la contemplación gentil, la deriva y la viñeta, La sal de la vida es la serie limitada de fotos (de planos) que Di Gregorio saca del puro presente de un señor que tal vez se le parezca, tal vez no. Gianni toma del pico de la botella de casa de mamá, Gianni saca a pasear el cuzquito propio y el San Bernardo de la vecina, Gianni espía –para ver si pesca cómo es que se hace– al vecino veterano que curte con la señora de la tabaquería, Gianni hace ejercicio en la terraza y se queda duro, Gianni empieza a reconocerse como extraño en tierra propia el día que la casa se le llena de amigos de la hija, Gianni se toma un ácido sin saber y se convierte en émulo de Anita Ekberg en la Fontana di Trevi. Esas viñetas tienden a dibujar un mapa, no por leve menos neto, del desfase, la incomodidad y el extrañamiento. ¿Gianni como Hulot romano? “¿Se puede saber en dónde tenés la cabeza?”, lo encara el novio de la hija, sacado porque el tipo desapareció de casa una noche entera, como si los roles se hubieran invertido y fuera él el adolescente de la familia. Literalidad absoluta, la respuesta a esa pregunta son las imágenes que Gianni tiene en ese momento en la cabeza. Imágenes de donne, claro, como desde el propio título todo el mundo sabía. Donne a las que este tímido sesentón, temeroso tal vez de poner en peligro su comodidad, deja en su cabeza, como aquel señor López de puertitas puramente imaginarias.
Una fallida comedia italiana El guionista de la aclamada Gomorra, Gianni Di Gregoriom, presenta su segundo largometraje como director, en este caso en clave de amarga comedia y en torno a si mismo. "Gianni y las mujeres", tal la traducción de su título original, cuenta el derrotero de un hombre que a los 59 años enfrenta un presente de dudas y vacío no sólo ante lo que vendrá, sino ante los días que le tocan vivir. Gianni y su madre. Gianni y su madre. Gianni está jubilado y casado con una mujer a la que prácticamente no trata, salvo para tomar recados para los mandados. A su vez, tiene a una madre octogenaria que gasta dinero sin tomar en cuenta faltantes y posibles bancarrotas, al tiempo que parece enredado en un entorno femenino con el que podría avanzar en una relación paralela, aunque siempre le falta el impulso para dar el primer paso y concretar. El mandato social no dicho de un país (Italia) en el que el hombre se ve obligado a tener una amante, cuelga como una pesada mochila sobre los hombros de este hombre apabullado por una vida social gris y un futuro inmediato carente de cualquier tonalidad. Su propia impronta no suma a la causa, además de que la prisión que le significa todo lo que lo rodea no encuentra sociego ni siquiera en la deliciosa vecina a la que le pasea el perro, ni en sus ex parejas, ni en las amigas que le presenta su mejor amigo. Gianni Di Gregorio, como el Nani Moretti de Caro Diario, como casi todos los alteregos de Woody Allen, se coloca en el centro de las miradas como un antihéroe sin solución, aunque, a diferencia de sus dos colegas, tropieza con un guión que a fuerza de sobreexposición reitera ideas y desemboca en una narración sin rumbo. La performance como actor de don Gianni es efectiva, a tono con el paso cansino de su personaje, aunque los problemas que el protagonista tiene con el entorno termina por calcarse en los lineamientos del guión, a merced de la simpatía que este pobre hombre atiborrado de sinos despierta en el público, sin mayor brújula para que el barco finalmente llegue a puerto.
Esa frustración tan cotidiana Con el estilo de las viejas comedias italianas, que en distintas épocas protagonizaron Alberto Sordi, Ugo Tognazzi, o Vittorio Gassman, "La sal de la vida" es una cálida y humorística historia sobre un cincuentón, jubilado, con esposa, hija y una madre posesiva. Gianni Gregorio, en el triple papel de director, coguionista y actor, del que se vio no hace mucho "Un feriado particular", propone un relato ambientado en un barrio romano, que bien podría ser el Trastevere, en el que todos, en apariencia se conocen. En ese colorido lugar de calles de veredas estrechas, coinciden amigos, vecinos y familiares y entre ellos Gianni, que así se llama el protagonista, lleva su rutina de "amo" de casa, con una paciencia asombrosa. El hombre tiene que lidiar con su mujer, su hija adolescente, cuyo novio se instaló en la casa y su madre, que si bien vive en un viejo caserón y es una adicta al póker, lo reclama por cualquier tontería, como si él fuera su sirviente. ENTRE AMIGOS Pero como sucede en estos casos, siempre están los amigos que aconsejan al protagonista y en este caso es un abogado, que decide presentarle chicas, para que Gianni se reencuentre con el placer de un amor olvidado y salga de una buena vez de la asfixiante monotonía de reclamos y de pasear perros de la vecina. "La sal de la vida" tiene una serie de personajes arquetípicos que sostienen una historia costumbrista, que se apoya en situaciones cotidianas. Entre esos personajes se ubica la mencionada madre, que parece encaminar el destino de su hijo hacia una constante frustración; una amiga que es cantante lírica y se acaba de separar; la joven y seductora empleada de la madre, el yerno joven que ya no busca empleo porque dice que no lo hay y una vieja amiga, que parece entender al flamante jubilado y con la que él comparte algunos románticos encuentros. Conmovedora, tierna y con un particular encanto que se desprende de sus personajes, el filme de Gianni Gregorio se disfruta a partir del carisma de sus magníficos actores, entre ellos el mismo director y la anciana Valeria Di Franciscis Bendoni como la madre.
Rodrigo me decía: "te va a gustar", "yo ví 'Un feriado muy particular`y vas a ver que Di Gregorio te va a encantar". Esto es lo rico del trabajo en equipo, no fue así. A él le había gustado mucho el anterior opus de este director (http://elespectadoravezado.com.ar/index.php/criticas/2-hemos-visto/82-qun-feriado-muy-particularq-la-tercera-edad-tambien-quiere-divertirse ) pero a pesar de los augurios positivos, "Gianni e le donne" no me terminó de convencer. El protagonista es muy familiar, de hecho, este Gianni puede ser la una evolución del anterior que aparece en "Pranzo di ferragosto". Es un buen hombre. Está retirado pero pasea su perro, el de la vecina, hace las compras, su hija tiene un buen diálogo con él y su madre lo necesita todo el tiempo. Su gran problema con las mujeres es que ha pasado de ser su objeto de deseo, a ser su lacayo. De a poquito el hombre deseado y disputado, se ha puesto viejo y es invisible para todas las mujeres que desea. Así es como se ve directamente afectado en su virilidad cuando le cuentan que un viejo decrépito se levantó una chica y de ahí en más el espectador es testigo de todos sus torpes intentos por tener algo de atención femenina, algo de cariño, algo que lo haga escapar de la realidad de que jubilado y todo lo único que tiene que hacer es encargarse de su madre y tolerar a su mujer. Gianni di Gregorio hace de Gianni (de hecho, casi todos los actores conservan sus nombres para sus personajes) y es un actor que anda más bien por las zonas indies de la Cinecittá. Es quien lleva toda la historia y la verdad es que a pesar de que me esfuerzo, no termino de encontrarle la gracia al pobre caballero. También él se ha encargado del guión y de la dirección, lo cual tal vez no le juega a favor, lo que en otros films puede parecer adecuado, aquí parece repetitivo y pobre, como estrategias de despliegue. A lo mejor tiene que ver con una cuestión de edad (se que hay colegas que ven en los actos del protagonista una visión distinta sobre esta película), pero llegó a parecerme un poco simplista su visión y reconozco, que como mujer, ver que la máxima prueba de existencia sea verse admirado por las jóvenes del sexo opuesto me pareció obvio y poco original. Quizás no sea un tema del que haya filmografía en abundancia, pero me hubiese gustado un retrato de adultos mayores con otra visión, más ácida y menos previsible. Después, es cine italiano más bien clásico, así que quienes disfrutan de esta filmografía se sentirán cómodos durate el relato (mucho color, ampulosidad, gestos físicos, etc). La película dura 90 minutos, que parecen muchos. Filmada apoyada en lo que pretende ser un "estilo de abordaje propio" (mucho del guión se improvisó y sospechamos que este director profundizará estos temas en un futuro cercano), "La sal de la vida" quizás no sea todo lo que se esperaba de ella. Habrá que ver si Di Gregorio da un salto de calidad y confirma las expectativas de la prensa y público en Italia y el resto del mundo.
Amable comedia sobre crisis de mediada edad Como «La sal de la vida» se estrenó acá hace nueve años «Politiki Kouzina», azucarado relato de memorias infantiles, gastronómicas y sentimentales en tierra griega. Y también «La sal de la vida» le encajaron ahora a esta comedia nacida con un título que ni siquiera necesitaba traducción: «Gianni e le donne». Pero, bueno, sal tiene. Pimienta no usa, ni necesita. La historia es simple. Gianni es un sesentón buenazo, paciente, servicial, que hace los mandados, amablemente soporta los antojos y despilfarros de la madre nonagenaria, la vida con esposa, hija y novio peor-es-nada de la hija, etc., etc., y todavía anda en un Fiat 124 sin pretensiones. Hasta que un amigo lo aviva, o quiere avivarlo, para que tenga aunque sea una aventura antes de que se le pase el cuarto de hora. La vida lo requiere. Y entonces nuestro héroe trata de ponerse en acción. El mundo está lleno de mujeres. Que por lo general se aprovechan de su nobleza. No es una comedia picaresca. Más bien es una comedia amable, bonachona, a veces un tanto melancólica, sobre la belleza de la vieja Roma, la típica dejadez de los romanos, la crisis de la mediana edad, los errores de la inexperiencia y la estrategia, la imagen que cada uno brinda tratando de ser entendido, la necesidad de ternura por parte de ambos bandos, en fin, esos asuntos propios del corazón, de las artes de la seducción, y también de la resignación. Autor, coguionista, protagonista, Gianni Di Gregorio, el mismo de la deliciosa comedia geriátrica «Un feriado particular» («Pranzo di agosto»), donde un buen tipo, de la noche a la mañana, se encuentra a cargo de cuatro viejecitas instaladas en su casa, cada una con sus mañas. Esa fue su primera película. Esta es la segunda, con más personajes, situaciones, locaciones, etc., pero similar presupuesto e igual tono de simpática bonhomía. Por supuesto, abarca más y entonces aprieta menos, se hace algo irregular y menos redondita, pero igual se disfruta. Vale la pena.
El titulo en italiano es más grafico: Gianni y las mujeres que lo rodean. Su madre, demandante. Su esposa, siempre ocupada. Su hija, sin límites. Pero también, una vecinita sexy. Y no faltan las mujeres de su pasado despertando llamitas en un fuego casi extinguido. Una reflexión melancólica de un hombre que siente que partieron todas las ilusiones.
El fuego interior Hace un año conocimos a Gianni y a su madre. Fue en ocasión de "Un Feriado Particular", donde el buenazo de Gianni se hacía cargo de cuatro venerables ancianas. Esta vez el personaje regresa, también junto a su madre, pero con algunas diferencias en la estructura que le rodea. Ya no es un desocupado sino un jubilado a la fuerza, que se niega a ser como los otros jubilados que conoce, sentados en una esquina perdiendo el tiempo. Convive con su ex mujer, una hija adolescente y el novio de esta. Incentivado por un amigo, a los 62 años intenta revivir el fuego amoroso y para ello se encuentra con amores del pasado, sin estar muy convencido de su accionar. Gianni Di Gregorio dota a su personaje de cierta languidez, con una sonrisa siempre lista, aunque sea de compromiso. Es el eterno hijo de mamá al que hasta las mujeres lo ven de manera maternal. Un auténtico tano incapaz de desentenderse de su madre mientras hace malabares para vivir su vida. Sin embargo lo que Di Gregorio consigue poner en foco, a medida que avanza la historia, es un tema que preocupa en Europa: los millones de individuos descartados laboralmente que quedan a la deriva, viviendo de una pensión y sin nada que hacer. Gianni los observa desde su ventana y no quiere ser como ellos, sentado en una silla viendo la vida de otros pasar. Pasea a su perro y ve a un tipo desarmando su Fiat 600 tal vez por enésima vez. Se sienta en una plaza y con desgano responde a un anciano desconocido lo que este le pregunta solo por hablar. Y no le gusta. Por suerte el destino tiene otros planes para nuestro amigo. Porque ya lo dijo el gran Javier Villafañe: "Yo no soy viejo porque no me junto con viejos".
Luego de haber ofrecido una comedia pequeña pero muy interesante como fue Pranzo di Ferragosto, su actor, escritor y director Gianni Di Gregorio repitió ciertos ingredientes de la fórmula para su Gianni e le donne, film que como el título indica es una oda a las mujeres del protagonista. Las tribulaciones económicas del personaje persisten, aunque no dictan su rumbo en forma definitiva como en el film anterior. Aún preocupado por su porvenir y asfixiado por su demandante madre, se encuentra en un punto incierto de su existencia: jubilado por obligación, es lo suficientemente grande como para divertirse como un joven, pero no es tan mayor como para sentarse con los abuelos de la cuadra. Gianni se presenta más reflexivo que en la otra oportunidad, ha perdido la chispa de la vida y se ha distanciado de la compañía femenina, por lo que al ver que incluso los ancianos siguen disfrutando de ambas, ocupará todos sus esfuerzos en ser el hombre que alguna vez fue. Las arrugas del protagonista y los ojos achinados por el paso de los años cumplen una vez más, transmitiendo con todos sus gestos al espectador ese aire cansino, pero ya no tan jovial, con el que logró un buen efecto en el 2008. Pero Di Gregorio emula a Woody Allen y no emerge bien parado de la situación, con una película simpática que no termina de redondear a nivel historia o relaciones, y ni hablar del personaje central, para quien la idea de progreso es un tortuoso camino de humillaciones. Aún con sus momentos logrados se trata de una apuesta que queda a mitad de camino, repitiendo los pasos minimalistas de su primera propuesta pero con un dejo de frialdad y con menor encanto.
Gianni Di Gregorio es sin dudas uno de los artistas más carismáticos y talentosos del más reciente cine italiano, y hace muy poco que empezaron a llegar aquí sus películas. El año pasado se dio a conocer Un feriado particular, deliciosa pintura de la relación entre un maduro hombre soltero, su madre y su grupo de amigas. Esa ópera prima databa de 2008, pero este segundo film suyo ha llegado con más premura, y también (por momentos parece una secuela del anterior) se refiere a un protagonista con una relación estrecha con su madre, pero que en este caso vive junto a su mujer, hija y novio –ocioso e invasivo- de esta última. Su título original, Gianni e le donne, es mucho más gráfico con respecto a este señor recién jubilado y dedicado a quehaceres domésticos, que, pese a estar rodeado de bellas mujeres, piensa que ya no está en edad de romances. Hasta que un amigo lo despierta de su letargo amoroso. La sal de la vida es casi un eco expresivo de Un feriado particular, y en ese sentido Di Gregorio innova muy poco. Pero su imperdible galería de gestos y sus pequeños gags corporales son la clave de su cine, que además escudriña leve pero entrañablemente en la situación de un hombre que atraviesa por una edad en la que está a mitad de camino en todo.
Rendido ante las mujeres Gianni e le donne no es nada más ni nada menos que lo que su propio título indica, cuya traducción literal sería “Gianni y sus mujeres”. Veremos, en dicha película, la historia de Gianni, un jubilado que supera los 60 años, en plena crisis por el paso de los años, que vive rodeado de mujeres con quienes no logra comunicarse y ya casi ni siquiera vincularse: la anciana madre absorbente que está derrochando cada centavo que le queda, la joven y moderna hija que vive de fiesta en fiesta y siempre discutiendo con su novio, la esposa ausente que sostiene económicamente la familia, las mujeres de su pasado y las potenciales jóvenes amantes que ve cada día en las calles de Roma. Gianni es un espectador del mundo femenino que existe fuera de su vida, un mundo al que, desde ya hace mucho tiempo, no logra acceder. Es un personaje por momentos extremadamente pasivo, sin carácter, que obedece a toda orden femenina reprimiendo en su interior no tanto el deseo de rebelarse, sino poder recuperar el tiempo perdido, hacer uso de la poca “hombría” que el paso de los años le dejó, conseguir una amante y sentirse nuevamente joven. Gianni di Gregorio se ha popularizado por sus trabajos como guionista, particularmente por el film Gomorra, célebre a nivel internacional por denunciar la corrupción de la mafia italiana. Pero las dos películas dirigidas escritas y protagonizadas por él tienen temáticas muy diferentes a sus trabajos anteriores: ambas son autobiográficas y hablan de sus conflictos familiares y personales. En esta última producción del director italiano, el guión no posee gran vuelo y el desarrollo mismo de la historia está caracterizado por una inercia símil a la actitud que tiene el protagonista frente al mundo circunstante. De hecho, en ningún momento llegará a tener conflictos directos con las mujeres de su vida, sino con el lugar que el transcurso del tiempo lo llevó a ocupar frente a ellas: de protagonista de una vida propia pasó a ser espectador de las existencias ajenas. Se trataría, en fin de cuentas, de una comedia dramática sobre la crisis del hombre de una cierta edad. Pero esta problemática aparece abordada desde un punto de vista demasiado simplista, sin profundizar demasiado la reflexión sobre el tema. Esta liviandad en el abordaje de la crisis tampoco es suficiente como para convertirla en una buena comedia. Si, según lo qué indicaría el nombre latinoamericano del film (La sal de la vida), las mujeres serían dicha sal, uno podría preguntarse cuál es la sal de esta película, porque llegado el final terminamos con sabor a nada en la boca.
Gianni di Gregorio debe ser de los pocos cineastas artesanales que siguen entendiendo al cine como una forma de arte que sirve para contar una historia. Por eso sus películas son "chiquitas", sencillas, sin la pretensión de ser obra maestra, pero con la ambición de ser un retrato fiel de usos, costumbres, comportamientos, idiosincrasias, de un pueblo del cual se siente parte íntima. En este caso Gianni (Gianni di Gregorio), personaje que parecería ser una continuación del protagonista de “Un feriado particular” (2010), se encuentra en sus sesenta y pico de años, jubilado prematuramente, vive aparentemente feliz al servicio de las mujeres que lo rodean: su madre (deliciosa Valeria De Fransicsis), su vecina y otras féminas que se cruzan en su camino cotidiano. Las lleva y las trae, les cocina, les saca a pasear el perro, realiza las compras, mientras intenta establecer su relación actual con la realidad y lo que las mujeres representan en su vida y, por qué no, en su libido. Con apropiada música y efectiva compaginación “La sal de la vida” propone una comedia agridulce, donde las situaciones se van identificando una a una con el espectador. Como resultado, si bien no llega a “Un feriado particular”, reúne méritos que por la sencillez y fluidez narrativa, la calidez de los personajes y la atmósfera en la cual estos se mueven, se califica como una producción simpática que mantiene latente el tradicional espíritu del buen cine costumbrista italiano.
CANDOROSO "Un feriado particular", el anterior filme de Di Gregorio, nos había gustado. Simpático, chiquito, entrañable, fresco. Y esta película quiere aprovecha ese envión. Pero no hay caso. Es tan forzada que acaba rozando la caricatura. Gianni sigue en Roma, sigue cuidando la "mamma", sigue poniendo esa cara de buen tipo. Pero vive en una casa que no lo tiene en cuenta. Y en una ciudad que parece recordarle a cada paso su soledad y sus años. Cuando quiere salir a buscar el amor que en casa le niegan, todo es inconveniente y desilusiones. El desfile de percances lo transforma casi en un ser patético. No hay gracia ni naturalidad. Sólo Gianni y Roma conservan su encanto. Es poco.
Los días de un hombre invisible Gianni y las mujeres, tal el título traducido caprichosamente como La sal de la vida, traza el boceto cotidiano de un jubilado, Gianni, que vive en un departamento alquilado en Roma junto a su esposa e hija. El relato clásico es el modo que eligió el director y protagonista Gianni Di Gregorio para contar por qué un hombre se siente invisible, separado de todo impulso vital. Gianni es el amo de casa, mientras el mundo gira a una velocidad que lo ha dejado atrás. Atiende las tareas domésticas, pasea su perro y el de la vecina, y se ocupa de la madre. Estupenda Valeria De Franciscis como la anciana manipuladora que derrocha, está lúcida y aun así, es amable y encantadora. “Teneme paciencia”, le dice a Gianni que clasifica para santo. Es Alfonso (Alfonso Santagata) quien le clava la espina cuando le aconseja tener una aventura. Primero Gianni se escandaliza como reflejo de tantas imposibilidades acumuladas. Pero luego lo intenta, a su manera, con mujeres que hace tiempo que no ve. Se propone encuentros, se da cuenta de la vida que lleva, se mira al espejo; advierte la indiferencia con que lo tratan, propia de la rutina. Gianni Di Gregorio filmó la película a su medida. La interpretación remite a los dramas agridulces, aunque no se agota en la figura del antihéroe. Todo recupera la voluptuosidad ante los ojos del hombre. “A veces la belleza te abruma”, comenta con el amigo. Quedan preguntas y sensaciones sobre el paso del tiempo y cómo en las sociedades que esgrimen la longevidad como un logro, el patrón de juventud y belleza continúa cercando a las personas que no se resignan a jubilarse de la vida.
Publicada en la edición digital de la revista.