Las edades del amor es una encantadora propuesta realizada especialmente para los románticos de siempre para que pasen dos horas entretenidos con una sonrisa en los labios. Lo bueno que tiene es que las historias no son melosas ni melodramáticas, sino que tienen bastante humor, sobre todo el segundo relato que es el más divertido. El tercero, el de ...
Las Edades del Amor es la última parte de la trilogía romántica italiana Manuale d’Amore, saga de la cual solo pudimos ver el primer film, estrenado en nuestros cines en el año 2008. Dirigida por Giovanni Veronesi y con Robert De Niro y Monica Bellucci en su elenco, Las Edades del Amor se divide en tres capítulos que pretenden mostrar el amor en las distintas etapas de nuestras vidas, pero el resultado final termina siendo poco inspirado, poco original y poco romántico. Amor a la italiana Como dije anteriormente, el film está dividido en tres episodios que pretenden mostrarnos el amor en diferentes etapas de nuestras vidas: “Juventud”, “Madures” y “Más Allá”. Todos los episodios están unidos por breves monólogos recitados por el mismo Cupido, quien trabaja como taxista y ve el desarrollo de estas historias ocurrir frente a sus ojos. Juventud Roberto (Riccardo Scamarcio) es un joven y ambicioso abogado que está a punto de contraer matrimonio con Sara (Valeria Solarino). Pero cuando la firma para la que trabaja lo envía a Toscana a encargarse de una expropiación de tierras, Roberto se enamora perdidamente de una chica local y comienza a cuestionarse la vida que realmente quiere para él. Madurez Fabio (Carlo Verdone) es un exitoso periodista y presentador de un importante noticiero. Lleva 25 años casado y toda su vida ha sido un marido fiel y un padre ejemplar. Hasta que un día, de pura casualidad, conoce a Eliana (Donatella Finocchiaro) una psiquiatra con quien tiene una aventura de una noche. Pero Eliana terminará estando llena de sorpresas y no dejará que la aventura termine tan pronto, poniendo en riesgo tanto la carrera como el matrimonio de Fabio. Más Allá Adrian (Robert De Niro) es un profesor norteamericano de Historia del Arte radicado en Italia luego de su divorcio. Hace siete años se sometió a un delicado trasplante de corazón y carga sus cicatrices casi como un secreto. Reservado y solitario, Adrian solo mantiene una amistad con el portero de su edificio: Augusto (Michele Placido), hasta que conoce a Viola (Monica Bellucci), la hija de este, y comienzan a florecer en el sentimientos y emociones que había olvidado. Amor… están hablando mal de ti Tengo un grato recuerdo de Manuale d’Amore, el primer film de la trilogía que concluye con Las Edades del Amor. Lo vi años atrás cuando salió en cines y tengo que admitir que lo disfrute mucho. Esta película intenta repetir aquella misma fórmula, pero lamentablemente cae en todos los lugares comunes y comete todos los errores que una buena comedia romántica no debe cometer. Justamente los mejores momentos de Las Edades del Amor llegan cuando funciona como una simple comedia. Resaltando por sobre el resto, el segundo episodio. El primero, “Juventud”, es definitivamente el más flojo de todos. Aunque la historia está bien desarrollada y las actuaciones son aceptables, los diálogos y la musicalización son suficientes para tirar abajo lo que pudo haber sido un aceptable comienzo para esta película. Todo el episodio tiene un gusto telenovelesco, con frases muy armadas y cursis y una música digna de cualquier escena emotiva de cualquier novela de la tarde. “Madurez” es el punto más alto del film e, irónicamente, es el menos romántico de todos. Incluso me arriesgaría a decir que ni siquiera es romántico, ya que está construido como una comedia de enredos. Carlo Verdone y Donatella Finocchiaro se lucen en los papeles principales pero, al igual que en el resto del film, los problema llegan cuando la historia se pone “seria” e intenta dejarnos alguna enseñanza acerca de la vida y del amor. Más allá de eso este capítulo logra sacarnos más de una carcajada, algo que por como venia la película, es digno de mencionar. La única razón de existir del tercer episodio, “Mas Allá”, es debido a la presencia de Robert De Niro y Monica Bellucci como Adrian y Viola, respectivamente. Aunque el episodio es completamente intrascendente y tiene unos buenos momentos (sobre todo llegando al final) De Niro y Bellucci entregan credibilidad a las escenas dramáticas, algo que faltó a lo largo de todo el film. Sorprende escuchar hablar a De Niro en perfecto italiano durante casi todo el relato, pero por alguna inexplicable razón habla en ingles cuando debe hacerlo en voz en off. “Mas Alla” es un episodio simpático y emotivo, pero que narrativamente nos deja con gusto a poco. Conclusión Las Edades del Amor es una película muy despareja y excesivamente cursi para su propio bien. Aunque bien actuada y, por momentos, simpática y graciosa, un guión lleno de clichés y lugares comunes aparte de una pésima musicalización, tiran abajo lo que pudo hacer sido una aceptable forma de pasar dos horas. Con un buen episodio, uno regular y uno malo, simplemente no puedo recomendar esta película a nadie. Si quieren ver buen cine romántico italiano contemporáneo pueden alquilar El Ultimo Beso o incluso la primer Manual de Amor en su video club amigo (si es que aun existe).
Es importante saber algunas cosas, antes de entrar a ver "Las edades del amor". La primera, es que es una historia dividida en tres episodios. Cada uno con personajes distintos, aunque unidos por un Cupido que se encarga de dar sentido a la propuesta. La segunda, es que esta es la tercera entrega de la saga. Uno de sus protagonistas, Carlo Verdone, estuvo en las dos anteriores, que tuvieron la particularidad de que estaban integradas siempre por cuatro relatos, siendo que esta tiene uno menos. Siempre me pregunté, viendo la cifra de taquilla de las anteriores en su tierra de origen, porqué la franquicia se consolidaba. Algún colega me dijo que es porque no hay cine italiano de exportación que trabaje sobre la problemática del amor, en este formato y que internacionalmente le ha ido bien hasta aquí. Probablemente.Lo cierto es que tener a Robert De Niro y Mónica Bellucci en el afiche comercial al film le suma muchos espectadores. Es indudable. Bien, decía que "Manuale de amore 3" está dividida en fragmentos y el primero corresponde a un joven, Roberto (Ricardo Scamarccio) que va a casarse con Sara (Valeria Solarino), su novia de hace un largo tiempo. Pero mientras se consolida ese paso, tiene que ir a resolver una cuestión relacionada con el trabajo, a la Toscana, campo adentro. Mientras encara esa misión comercial, dará con una mujer (Nicol) que le hará replantearse algunas cosas y que conmoverá su mundo. La segunda historia trae a Fabio (Verdone, el emblema de la tríada!), un famoso conductor televisivo de vida ordenada y pulcra. Cierta noche, en una fiesta, conocerá a una mujer enigmática que lo llevará por caminos turbulentos y que pondrá en jaque su carrera profesional... La última es la más interesante, con De Niro jugando el papel de un profesor universitario de historia que busca olvidar su pasado, en Roma. Instalado en la bella ciudad, comparte con colegas la vida diaria docente, hasta que la hija de su mejor amigo y colega en esas tierras, Viola (Bellucci) llega de visita para complicar las cosas. De más está decir, que lo mejor está al final, con alguna escena memorable (el striptease!) y el magnetismo de semejante pareja robándose el film de punta a punta. Los relatos corresponden a situaciones donde los personajes se enfrentan a desafíos y decisiones graves, que alteran su futuro. Y el enfoque es ameno, simpático, colorido y bellamente fotografiado. Lejos de la línea que trabajaba la comedia en aquellos lejanos 70', Giovanni Veronese (el director y responsable del libro junto a Ugo Chiti), baja el tono delirante y ruidoso y le agrega ternura y vulnerabilidad a sus protagonistas. Hay una intención de contar historias simples, con recursos esquemáticos. No hay giros sorprendentes, ni puntos altos en el guión. Todo transcurre ordenadamente y fluye de acuerdo al carisma de los actores convocados. Ese es quizás el mayor problema de "Manuale de amore 3". No despierta grandes pasiones, es un film que transcurre, nos arranca leves sonrisas y aporta alguna historia linda para ver de a dos. Probablemente el precio de la entrada se justifique por ver la tercera historia solamente. Aprobada, si tu menú favorito es el italiano.
Cine de tarjeta postal Ya desde el primer minuto uno queda claro hacia dónde irá Las edades del amor, inexacta traducción local del original Manuale d'amore. Tercera parte de una saga iniciada en 2005 y continuada en 2007, esta película de Giovanni Veronesi se propone narrar tres historias sobre, claro está, el amor en las diferentes etapas de la vida, cuyo hilo conductor es un taxista llamado Cupido (¡!). La primera de ellas muestra a un abogado tambaleando sentimentalmente durante un viaje a la Toscana, donde se encontrará con un lugareña infartante. La segunda, a un conductor televisivo que inicia un affaire con una psicóloga que no es tal. La tercera y última está protagonizada por un profesor norteamericano (Robert De Niro, a años luz de, valga la redundancia, El lado luminoso de la vida) que le echa el ojo a la hija de un amigo (Mónica Bellucci). La presunción de la presencia de lo edulcorado, de un catálogo de lugares comunes y de ese hálito de exportación tan propio del cine de aspiraciones trashumante generada por la sola enunciación de la premisa encuentra su correspondencia a lo largo y ancho de las dos horas de metraje. Al fin y al cabo, Veronesi filma a desgano un híbrido kitsch que oscila entre lo idílico, la caricaturización -los lugareños de la Toscana- y la moraleja bienpensante. Al menos, queda el placer de ver qué bien envejece Bellucci. Su belleza extraordinaria y madura es un poco de cine entre tanta tarjetita postal.
Esportazione amore Tercera parte de Manual de amor (Manuale d'amore, 2005), Las edades del amor (Manuale d'am3re, 2011) está concebida como un producto para cruzar fronteras, por la reiterada presencia de imágenes publicitarias de toda Italia y figuras internacionales en su elenco. Tres historias enlazadas por un joven taxista que cumple el rol de presentador y cupido a la vez: “Juventud” se centra en Roberto (Riccardo Scamarcio, actor de Tengo algo que decirles y A Roma con amor) que realiza un viaje de negocios por dinero y planea casarce con Sara (Valeria Solarino) a su regreso. Pero en el camino se topa con Micol (Laura Chiatti) con quien vivirán un amor pasional que pondrá en duda su futuro. “Madurez” es la mejor historia: protagonizada por Carlo Verdone en el papel de Fabio, un presentador de un noticiero que se ve enredado con una amante bipolar (Donatella Finocchiaro) que lo pondrá en peligro. “Mas allá” es el relato donde aparece Robert De Niro en el papel de Adrián, un profesor norteamericano de historia del arte que se enamorará de Viola (Monica Bellucci), la hija de su mejor amigo Augusto (Michele Placido). Manual de amor se estrenó en argentina luego del éxito descomunal en su país de origen, la segunda parte no pasó por los cines locales, mientras que ahora llega la tercera con su propuesta internacional, estrenada como si se tratare de una película sin relación con sus precedentes. El trípico dirigido por Giovanni Veronesi tenía su razón de ser en las reglas por las que supuestamente atraviesa toda pareja enamorada. La irracionalidad del enamoramiento provocaría los momentos cómicos del film y la ternura del románticismo el elemento unificador, a través de distintas historias “sobre el tema”. Decíamos que la historia que mejor funciona es la protagonizada por Carlo Verdone (quien actúa también en las anteriores), porque es la única que le imprime el espíritu cómico-tierno de la primera parte. El registro de aquella historia es por lapsos la comedia picaresca que extrae lo mejor del actor cómico, tornando simpático el drama trágico cómico que surge de las consecuencias de su relación extramatrimonial. Las demás historias imprimen un aire existencialista al relato que no condice con la estética publicitaria de las panorámicas constantes de la Italia turística. Sus personajes no conmueven ni llegan a divertir lo suficiente aunque son encarnados por figuras internacionales (los italianos Riccardo Scamarcio, Monica Bellucci a los que se suma el norteamericano Robert De Niro) que sirven únicamente al objetivo de llevar público a las salas.
El afiche de Las edades del amor es algo engañoso. Al verlo te vende la idea que se trata de una película romántica con Monica Belucci y Robert DeNiro y no es tan así. En realidad se trata de una antología de historias relacionadas con el amor en la que Belucci y DeNiro recién aparecen en el último relato. El título original de esta película se titula Manuales de Amor 3 y es la última entrega de la trilogía concebida por el director Giovanni Veronesi en el 2005, que tuvo su continuación en el 2007. Las entregas anteriores no llegaron a nuestro país y esta lo consiguió debido a las dos figuras internacionales que participan. De otro modo jamás nos hubiéramos enterado de esta producción. Me quedó la sensación que esta es una película que DeNiro hizo más que nada para pasear un tiempo por Italia, que por el desafío que le representaba su personaje. A diferencia de lo que es su labor en El lado luminoso de la vida acá interpreta un personaje que nadie va a recordar en su filmografía. La historia de este profesor de arte que encarna, que vuelve a encontrar una segunda oportunidad en el amor después de mucho tiempo, dentro de todo es la más entretenida de las tres historias, sobre todo por la presencia de Monica Belucci. El resto más allá de retratar con la cámara algunos paisajes italianos pintorescos, no presentan relatos apasionantes que el espectador retenga en su memoria a la salida del cine. Las edades del amor no es una mala película pero tampoco llega ser una gran propuesta romántica que se destaque en este género.
Todo sobra El único pretexto para dar luz verde al estreno de esta tercera parte del film coral Manual de amor, que se estrenara hace unos años en nuestro país con singular éxito, no es otro que la presencia de Robert De Niro y Mónica Bellucci, protagonistas del tercer episodio del film que nos compete: Las edades del amor, también dirigida por Giovanni Veronesi. La estructura narrativa se apoya en tres relatos que dan cuenta de distintos tiempos para enamorarse, como la juventud, la madurez y la última etapa de nuestras vidas, la cual se identifica bajo el rótulo de más allá. En ese contexto dramático, revestido de cursilería, diálogos imposibles y una música omnipresente realmente perturbadora son evidentes las fallas del guión y el muy desparejo resultado del conjunto de la propuesta teniendo en cuenta además que la única anécdota interesante resulta la menos romántica y a la vez la más graciosa porque gira en torno al cambio de rumbo que sufre un popular presentador de noticieros que vive un tórrido romance con una psiquiatra bipolar. Sin moverse un ápice de la comedia de enredos, este segundo capítulo es el único que vale la pena destacar gracias a las buenas actuaciones de Carlo Verdone y Donatella Finocchiaro. El primer episodio donde sobra absolutamente todo es un cúmulo de clichés que recicla la historia de un joven abogado (Riccardo Scamarcio) a punto de casarse con Sara (Valeria Solarino), pero a quien Cupido le juega una mala pasada al ponerle en el camino a una chica durante un viaje por trabajo en Toscana y así quedar tan enamorado como para dudar de su futuro y apostar a otro incierto presente. El registro telenovelesco para mezclar el costumbrismo de un pueblo chico resulta realmente insoportable hasta que el alivio llega con el ya citado segundo episodio. Respecto al último tramo no puede agregarse demasiado salvo una correcta actuación de De Niro en el rol de un profesor de historia del arte, divorciado y trasplantado del corazón, quien se enamora de la hija de su portero y amigo italiano interpretada por la sensual Mónica Bellucci. Sin embargo, el relato trata de insuflar algo de romanticismo en la ocasional pareja que por momentos se vuelve verosímil aunque en otros parece muy forzado. Las edades del amor en definitiva es otro despropósito que arriba a las carteleras locales con un importante número de salas a su disposición para ocupar un espacio que un cine de mayor calidad y también proveniente de Europa necesita y con suma urgencia, pero que lamentablemente se le niega de manera sistemática.
Nadie es experto en amor, hasta que en verdad lo siente. De vez en cuando, está bueno descansar un poco del humor y el romance ‘yankees’ y entregarse a lo europeo; cine que tiene muchas cosas buenas para ofrecernos. El director italiano Giovanni Veronesi, comenzó en 2005 con esta propuesta sobre ‘manuales de amor’ relatando historias de gente común que se entrecruzan gracias a cupido. Hoy ya tiene una tercera entrega de la serie, bajo el nombre de Las Edades del Amor (Manuale D’amore 3, 2011) que finalmente ha aterrizado en salas argentinas y con un elenco quizás en su mayoría anónimo para el público pochoclero, pero con la incorporación de Robert De Niro y Monica Bellucci en dos geniales participaciones. La historia se desarrolla enteramente en la bella Italia, donde se nos mostrarán tres etapas del amor: juventud, madurez y una última que va más allá de todo eso. El hilo conductor de estas tres historias, es un joven taxista que hace las veces de cupido uniendo gente corriente de a montones. Quizás ese personaje haya sido el que mayor ruido me ha causado durante la película, pero no lo voy a utilizar como objeto de crítica. Entonces, volviendo a lo nuestro, tenemos en primer lugar a una pareja joven a punto de casarse que se ve sorprendida por la infidelidad de uno de sus integrantes; típica incertidumbre y miedos de un amor naciente. En segundo lugar, tenemos a una pareja de edad madura y aparentemente estable tentada por el demonio del amor adolescente. De nuevo la infidelidad. Por último, el mejor de los tres: el amor imprevisto. Dos personas en circunstancias de la vida muy distantes pero que se ven unidas por sus temores y sus creencias de que ya no hay posibilidad de rehacer una vida feliz. En todos los casos, las historias están abordadas con muchas situaciones hilarantes que dejarán conforme al espectador y con un sabor muy dulce. Eso sí, los tanos, lo que tienen de jodones lo tienen de cabrones y disculpen la vulgaridad de mi comentario. Destaco por sobre todo, el desempeño de los actores y actrices italianas; muy convincentes. De todos modos, me sorprendió De Niro que si bien hace de un profesor oriundo de Boston, parla enteramente como uno de ellos y sólo utiliza el inglés cuando piensa. No cabe duda de que los directores provenientes de la tierra de Leonardo DaVinci son muy talentosos (ya lo han demostrado muchos de ellos) y este caso no es la excepción. La película está muy bien lograda y creo que resultará agradable para todo aquél que la elija ya que, si somos realistas, no es el tipo de film que más atrae al público cuando aparece en cartelera. A no ser tan prejuiciosos y a darle una oportunidad a esta romántica que obligará a reírse a más de uno. Y si tengo que elegir una de las tres etapas, voy por la segunda, pero no porque la prefiera como ‘edad del amor’ sino porque es la más ‘simpática’ de toda la trama. No sean holgazanes y juzguen por ustedes mismos con cuál de las historias de sienten más identificados. Amor. Digo, Amén. @CinemaFlor
Un manual lleno de prejuicios Al final de Las edades del amor ( Manuale d’ amore 3), uno se dispone a escribir lo que ya debió escribir -lamentablemente- tantas veces. Que se trata de una comedia romántica esquemática, con un guión elemental y gastado, abundante en clichés, moralejas y postales turísticas. Pero en este filme, en el que actúan Robert De Niro y Monica Belluci (sin lucirse, por cierto), hay más para destacar: su festiva misoginia. Como sus antecesoras, al antiguo modo italiano, la película se divide en episodios: “Juventud”, “Madurez” y “Más allá”, eufemismo que más que anular la palabra vejez la destaca. Un personaje kitsch, de sentencias grandilocuentes, es el hilo conductor: lleva arco y flecha y se llama, claro, Cupido. La primera historia se centra en un abogado a punto de casarse con una mujer angelical, hasta que lo tienta una suerte de ninfómana (construcción libidinal masculina, como las lesbianas ultrafemeninas). El segundo segmento, en el que una comehombres jaquea a una pareja, parece una versión de Atracción fatal en clave de comedia desbordada. La última parte muestra a De Niro como un viejo profesor de arte, trasplantado, cuyo nuevo corazón palpita (ay, ay, ay, esas metáforas) por la hija de un amigo a la que él le lleva varias décadas (Belluci). Las “rompematrimonios” de los primeros episodios son desenfrenadas: tsunamis eróticos arrastrando a hombrecitos que deberían haber optado por el benigno modelo de la mujer-madre. Pero, momento: a la larga, las amazonas del sexo se arrepienten y confiesan angustiadas sus pecados: “Soy un desastre, una mentirosa, infiel. Y no quiero tener hijos. Gasto mucho dinero en tonterías”. El personaje de De Niro nos da más lecciones de vida: el amor no tiene edad, sobre todo si uno se levanta a una chica que podría ser su hija. Nada sabemos del deseo de las mujeres maduras: esta película, en todo caso, lo ridiculiza
Las estaciones del amor no son cuatro, como las del año (o como las de las anteriores dos entregas de esta serie italiana que ha sido tan afortunada en Europa), sino tres, quizá porque Giovanni Veronesi, responsable en todos los casos del guión y la dirección, habrá pensado que en la vida amorosa cabe distinguir sólo tres períodos. O porque esa división le facilitaba alternar lo humorístico, lo grotesco y lo ligeramente romántico. O porque le permitía poner al frente del elenco a figuras capaces de atraer a distintos sectores del público. Del italiano, se entiende, ya que ni el cómico Carlo Verdone (presente en las tres entregas) ni el galán Riccardo Scamarcio (estrella de moda y además buen actor, que se sumó desde la segunda) son tan populares fuera de la península como Monica Belucci ni mucho menos como Robert De Niro. Pero el hecho es que el elenco es lo primero que llama la atención en este film en episodios que viene reflotando con eco popular un formato con antecedentes tan ilustres en Italia como Los monstruos , El oro de Napoles o Boccaccio 70 , salvando, claro, las considerables distancias. Aquí, a pesar de los nombres estelares, las aspiraciones son más modestas. A Veronesi no hay que pedirle ingenio como el de Age y Scarpelli ni ironía como la de Ettore Scola ni sarcasmo como el de Dino Risi ni mordacidad como la de Mario Monicelli. Él se conforma con proponer un liviano entretenimiento poniendo a sus personajes en las situaciones -deliciosas, perturbadoras, pesadillescas, inesperadas, incómodas, tonificadoras- en las que se puede caer por causa del amor. Sin derrochar excesivo ingenio ni volar demasiado alto en materia de observación de caracteres, pero con un ritmo más o menos vivaz. Como suele suceder en films en episodios, los altibajos abundan, pero el público sabe perdonarlos siempre que los personajes resulten de su agrado. Y es lo que pasará seguramente con el treintañero Scamarcio, que, unos días antes de casarse con la mujer de su vida, en viaje de trabajo por un pueblito de la Toscana, se enreda con una chiquilina caprichosa y frívola que vive en un castillo con un cocodrilo en la piscina o con el improbable profesor de arte de De Niro que ve felizmente interrumpido su plácido retiro romano cuando se cruza en su camino la siempre inquietante Monica Belucci. También, quizá, con el veterano periodista de TV que encarna Carlo Verdone en el segundo episodio, aunque éste, en el fondo, despierta tanta risa como compasión cuando la primera vez que se atreve a la infidelidad tiene la mala suerte de toparse con una morocha sexy pero desequilibrada que le complica la vida. O sea: humor simple, ácido, negro o sentimental según los casos, y en dosis más bien módicas. Nada que impida pasar el rato (hay buena música, escenarios fotogénicos y actores que se esfuerzan por hacer de sus personajes seres creíbles); nada tampoco que merezca ser recordado.
Un Cupido con flechas de grasa Tercera entrega de una saga que se pretende romántica (la primera de ellas se estrenó en la Argentina con el título original en italiano Manuale d’amore), Las edades del amor vuelve a enfrentar al espectador con tres historias de ¿amor? ¿sexo? ¿deseo? El realizador Giovanni Veronesi utiliza en este caso a un personaje aglutinador, un taxista llamado Cupido, que grafica de alguna manera la cursilería que atraviesa el proyecto de punta a punta. Así, con sus irresistibles flechazos, el tachero del amor hace blanco en los tres personajes masculinos que motorizan las historias –la mujer es aquí objeto del deseo, nunca sujeto, excepto en el segundo relato, donde la fémina en cuestión es una acosadora de celebridades con trastorno bipolar diagnosticado–. De hecho, la historia del periodista estrella que le mete los cuernos a la esposa con la mujer equivocada es el único de los cuentos que, en escasos momentos, genera algún tipo de interés por su parentesco –muy lejano, es cierto– con la acerada y corrosiva tradición de la commedia all’italiana. El resto es un despliegue de lugares comunes y “bella” fotografía, por momentos más cerca de la estética de una publicidad de turismo (o del recientemente importado día de San Valentín) que del arte cinematográfico. En la primera de las historias un joven abogado romano a punto de contraer matrimonio se engancha con una hermosa pueblerina, haciendo tambalear más de una de sus convicciones, mientras que en la última un profesor estadounidense exiliado en Italia se enamora de la hija de su mejor amigo, demostración de aquella tesis que propone que para el amor no hay límites de edad. Ni el trío integrado por Robert De Niro, Monica Bellucci y Michele Placido puede salvar a esta última crónica de la obviedad, la falta de gracia y el tedio. Las edades del amor es una de esas películas que, con total desfachatez, tratan al espectador como un niño, llevándolo de la mano a lugares que tal vez nunca quiso visitar, enseñándole “cosas del corazón” como una casamentera desvencijada. Si lo grasa fuera una categoría estética, Veronesi sería uno de sus máximos cultores. Dicho esto en el mal sentido de la palabra.
Las Edades del Amor es la tercera parte de la serie de comedias románticas que Giovanni Veronesi creó narrando de manera episódica una suerte de diccionario del amor a la italiana. Debo confesar que no vi las dos películas anteriores, pero imagino que el tono no debe ser muy distinto a esta tercera parte donde el director decide concentrar las historias en las distintas edades de la vida donde uno puede vivir historias románticas tomando como parámetro la juventud, la madurez y la tercera edad...
Amores y estereotipos Esta tercera parte del manual del amor es una comedia italiana que narra tres historias diferentes, sobre el amor en las distintas etapas de la vida: La juventud, la madurez y lo que viene después. En la primera historia vemos a un joven abogado (Riccardo Scamarcio), con un brillante y organizado futuro, que ve cómo sus proyectos se tambalean cuando en un viaje de negocios conoce a una rubia que casi lo hace cambiar de rumbo. La segunda historia es la de un destacado conductor de un noticiero (Carlo Verdone) , que se cruza con una mujer de dudosa salud mental (Donatella Finocchiaro) a la que considera una relación pasajera, pero ella no piensa lo mismo, y termina convirtiéndose en una verdadera pesadilla. La tercera, es la de un profesor norteamericano (Robert De Niro), que luego de jubilarse pasa sus días en Roma, hasta que su paz de jubilado termina cuando la hija de su vecino (Monica Bellucci) llega a visitarlo. Si bien las historias son divertidas, y tocan temas clásicos y universales relacionados con el amor; como las dudas, los cuernos, las crisis de los cincuentones, y esos deseos que parecen ser más fuertes que la razón, la película recurre constantemente a lugares comunes, y el humor que utiliza para contar la historia es realmente sencillo, plagado de clichés y de finales esperables. Cada una de las historias tiene un cierre "serio" que pretende ser una reflexión sobre el amor y la vida, y esa es la parte mas floja del relato; cuando de comedia liviana, pasa a ser algo realmente cursi. La película tiene como gancho las actuaciones de Robert De Niro y Monica Bellucci, que si bien nunca decepcionan, no han podido hacer demasiado con personajes tan chatos. Por lo demás, abusa un poco del humor físico y los estereotipos, aunque se destacan varios gags y alguna que otra frase graciosa.
La atracción menos esperada El siempre eficaz Robert De Niro, en el papel de Adrián, un profesor de arte estadounidense hará reír y disfrutar al público cuando se muestre ingenuamente enamorado de la bella Viola (Monica Bellucci). El filme transmite el "sabor" de las viejas comedias italianas, con su humor pícaro e ingenuo a la vez. El director italiano Giovanni Veronesi filmó dos películas anteriores a las que llamó "Manuale d"amore 1" y "Manuale d"amore 2". El actual es "Manuale d"amore 3", que en la Argentina se tradujo como "Las edades del amor". En ésta, como en sus anteriores historias, el cineasta, intenta hablar del amor en sus múltiples facetas, a la vez que demostrar que para enamorarse, lógicamente, no hay una edad precisa. "Las edades del amor" se divide en tres segmentos: "Juventud", "Madurez" y "Más allá". En "Juventud" se muestra el traspié que da Roberto (Riccardo Scamarcio), un joven y ambicioso abogado, que está por casarse con Sara (Valeria Solarino), pero en el camino se le cruza Nicol (Laura Chiatti), la que parece dejar "flechado" al muchacho y le hará descubrir una realidad, tal vez negada. EN LA MADUREZ En el segundo "Madurez", el ritmo es más calmo y menos turbulento que en el primero. En éste, su protagonista es Fabio (Carlos Verdone), un presentador de televisión que parece estar felizmente casado desde hace veinticinco años con la misma mujer, pero al que por esas cuestiones del azar, se le cruza en el camino Eliana (Donatella Finocchiaro), la que primero parece un amor algo pasajero, pero más tarde se convierte en un conflicto a resolver. Por último en "Más allá", el siempre eficaz Robert De Niro, en el papel de Adrián, un profesor de arte estadounidense hará reír y disfrutar al público cuando se muestre ingenuamente enamorado de la bella Viola (Monica Bellucci). Adrián es un hombre curioso, introvertido y solitario, que viaja a Roma por unas clases y hace amistad con Augusto (Michele Placido), el portero de la casa en la que se hospeda, de cuya hija Viola, se termina enamorando, la que despertará en él sensaciones prácticamene olvidadas. "Las edades del amor", transmite el "sabor" de las viejas comedias italianas, con su humor pícaro e ingenuo a la vez.
Salvo la “Juventud”, edades que entretienen Se pasa el rato con esta película en episodios, simple y sin mayores pretensiones. Es la tercera que Giovanni Veronesi ha producido bajo el título genérico «Manuale d amore». Y como presenta tres etapas en la vida amorosa del ser humano, acá y en otros lados se la rebautizó «Las edades del amor». Ese título no está mal, seamos sinceros. Lo que está medio mal es el primer episodio. Por suerte los otros son un poco mejores. Dicho episodio, «Juventud», nos muestra a un abogado treintañero que disfruta con su linda novia los preparativos de vida en común, aunque percibe la cercana pérdida de libertad. También percibiría algo interesante si logra que una familia de la maremma toscana venda sus tierras. En ese trámite se junta con los amables vagos del pueblo, y con una rubia más que amable. El humor también es amable, con un leve momento de vodevil, pero eso es todo. El segundo episodio, «Madurez», presenta a un presentador de noticiero, figura pública de peluquin que aprovecha la ausencia de esposa e hija para tirarse una canita al aire con una doctora muy discreta, que ni es doctora ni es discreta, sino una loca atracción fatal que puede llevarlo a la ruina. Ahí el humor tiene parejas dosis de sarcasmo, rídículo y esperpento, marca registrada de cierta comedia a la italiana que tiene sus propias y maliciosas leyes. Poco conocido entre nosotros, Carlo Verdone, el protagonista, es toda una institución en ese campo. Por último, el episodio con las estrellas convocantes Robert De Niro y Monica Bellucci, «Más allá», que en algunos lados se rebautizó «La edad de la razón». Es la que tiene un profesor norteamericano viudo y operado del corazón, que se instala en Roma, con la feliz desgracia de encontrarse una noche con la hija de su amigo y vecino, confirmando que el otro es un guardabosques cascarrabias, y que el amor no tiene edad. Humor tierno, romántico, bastante previsible pero comprador. Y eso es todo, o casi. Uniendo cada episodio hay un taxista efebo que dice ser Cupido, al que habría que alejar a flechazos, personaje inútil. Habría que advertir, asimismo, que Bellucci y Valeria Solarino (la novia del comienzo) se mantienen vestidas, la rubia Laura Chiatti muestra algo demasiado fugazmente, y Donatella Finoccharo (la atracción fatal) muestra lo mejor: que es de veras una buena comediante. Ahora sí, eso es todo.
Tres historias de amor que involucran personajes de diferentes edades, en una película coral con toques tragicómicos. Todo gira en torno a varias historias de amor con distintos personajes, el título original es: “Manuales de Amor 3”, hubo otras anteriormente: “Manual de amores” (2005) y “Manual de amores 2” (2007), estas no llegaron a nuestro país y a pesar de esto, esta nueva entrega es perfectamente comprensible para todos aquellos que no hayan visto las anteriores. Estas historias de amor, desencuentros y amistad, se van dividiendo en distintos episodios uno de ellos interpretado por una pareja joven: Roberto (Riccardo Scamarcio, actor de “A Roma con amor”) un abogado ambicioso que va a casarse con su linda novia Sara (Valeria Solarino), parecen felices y se encuentran en los preparativos para su boda. Pero lo que ellos no saben, como puede suceder en cualquier pareja, es que va a aparecer un viaje inesperado, donde él debe convencer a un granjero pretencioso de Castiglione della Pescaia a vender su casa a un grupo de inversores inmobiliarios. En su estadía se encontrará con distintos personajes, la tentación pondrá a prueba sus propios sentimientos y uno muy especial, que tendrá que ver con Nicole (Laura Chiatti). Llegamos a Fabio (Carlo Verdone) un importante conductor de televisión, este usa un peluquín debido a su calvicie, casado y con hijos, conoce a Eliana (Donatella Finocchiaro) y comienzan a suceder escenas disparatadas, con mucho humor, pasión, acoso, la intervención de otros personajes, situaciones psiquiátricas, señales de bipolaridad y todo se va transformando en una situación tragicómica. El último fragmento reúne a tres buenos actores. Adrian (Robert de Niro), es un profesor norteamericano de historia del arte que vive en Roma, jubilado, vive en un edificio, su amigo es Augusto (Michele Placido), el portero del lugar. Él conoce ocasionalmente a la hija de este: Viola (Mónica Bellucci) una bailarina de streptease de 40 años. Ocasionalmente él se involucra con Viola, mediante un juego emocionante, tierno, inteligente y delicado. Este episodio es muy logrado dado la excelencia de sus actores, que realizan escenas notables y se atreven ambos a un desnudo cuidado. Esta es una propuesta romántica, bien coral, en todas las historias siempre se encuentra Cupido. Tiene el toque de la comedia picaresca italiana, es atractiva desde su afiche porque inteligentemente se ve a Robert De Niro y Mónica Bellucci. Posee pintorescos paisajes de Italia, es bastante fresca y amena. No son grandes historias pero los espectadores se encontrarán con un agradable pasatiempo.
Si nos dejamos llevar por el póster de Las Edades del Amor entonces podemos imaginar que estamos frente a una historia romántica protagonizada por la pareja tan inverosímil como extravagante que componen un grande como Robert De Niro y la despampanante Monica Bellucci. Dicho afiche no es más que una trampa, ya que el film es la tercera entrega de la trilogía romántica Manuale d'amore pergreñada por el italiano Giovanni Veronesi y la historia de De Niro y Bellucci es un mosaico más en la narrativa tripartita que ofrece este film, en donde el romance bordea la mera caricatura y poco y nada ofrece en materia de sorpresas. Las tres historias, enlazadas por un Cupido taxista devenido en narrador –y por pequeños cameos de los personajes en los demás relatos–, apenas ofrecen sorpresas a nivel argumental, ya que en casi todo momento el espectador mínimamente avispado va un paso delante de lo que va a suceder. Así, el miedo al compromiso del primer protagonista no ofrece dudas sobre a dónde le conducirá finalmente, dando pie a una historia cursi e insípida. Tampoco resulta fresca la segunda parte aunque, pese a todo, Carlo Verdone estiliza su papel de presentador televisivo en pleno modo relax y resulta medianamente estimulante. El tercer capítulo es el que asume un punto más dramático, abandonando la comedia y otorgando sus roles principales a unos De Niro y Bellucci extraños pero atractivos, aunque la historia tampoco sea especialmente recordable y la diferencia de edad entre ambos actores pese. Claramente él disfrutó de filmar la película y su talento fue puesto en modo automático, con el sólo objetivo de disfrutar del sol de Italia y el suntuoso cheque correspondiente. Hay determinados momentos en que las distintas tramas ganan algo de envión –ya sea por algún acierto en el guión o por la fuerza de sus intérpretes–, pero en líneas generales los clichés amorosos menos trabajados terminan por imponerse en Las Edades del Amor y resultan pesados, empalagando a quienes no vayan predispuestos a empatizar con ese tipo de sentimentalismo. A fuerza de ir sumando minutos inertes, la cinta se acaba haciendo larga y alcanza dos horas de metraje excesivamente innecesario. No aporta nada al género y sólo satisfará a los seguidores menos exigentes de esta clase de producciones.
Los peores vicios del “italianismo” ramplón aparecen puntualmente en esta fallida comedia costumbrista, un festival de exageraciones. Sin frescura, sin imaginación, los personajes son caricaturas desafortunadas que, cuando tratan de hacer reír, dan pena. Todo es grito, payasadas alrededor de una docena de tipos insoportables que a ratos son bobos y a ratos ridículos. Por suerte están ellas: lindas, vitales, audaces y lanzadas. El primer episodio es lamentable, el segundo es apenas mejor y el tercero, con Robert De Niro y Mónica Belluci, es el menos malo, pero lo mismo, da pena que De Niro tenga que hacer un strip ease para rescatar algunas sonrisas.
Un recuento de lo más patético del amor Giovanni Veronesi vuelve a la pantalla con la continuación de El manual del amor (tal su título original), film que toma un estilo bastante confuso, mezcla de romanticismo trillado y comedia de baja calidad. La película, a pesar de ser una tercera parte, se entiende por sí sola y parece no tener una continuidad estricta. Mantiene sí el estilo de las demás: consta de pequeñas historias que muestran típicas situaciones amorosas y cada una de las cuales está intervenida por una voz en off (en esta tercera parte se hace presente mediante una especie de hombre-Cupido -ya hablaré de eso más adelante-). Las edades del amor está constituida por tres historias. Aunque todas ellas forman parte de una idea mayor (si es que se puede decir que existe una “idea mayor”) tienen diferente estilo. La primera mantiene la idea de género romántico. Contiene, de todas maneras, situaciones que la hacen ver cómica pero esto no se da de forma intencional sino que deriva de las grandes fallas narrativas y la sobreactuación. La segunda se enfoca mucho más en un estilo cómico: los actores son conscientes de que forman parte de un guión vacío de contenido y que su ejecución es de lo más precaria. El romanticismo, en este caso, hace que se desarrollen situaciones embarazosas. El protagonista se ridiculiza, supongo que para dar cuenta el grado de patetismo al que acceden las personas cuando se enamoran. La tercera historia se vuelca aún más sobre lo cómico: el protagonista (Robert De Niro) hasta aparece con una mirada risueña que da cuenta de un distanciamiento absoluto y de la conciencia de que se forma parte de una película poco seria. Varios de los actores secundarios de las tres historias comparten esta actitud. También se busca, como en la segunda, dejar en ridículo al protagonista exponiéndolo a situaciones incómodas o haciéndolos tomar actitudes discordantes con la edad y su personalidad. En todo momento, la película hace dudar al espectador sobre sus objetivos. Esta oscilación constante entre lo cómico y lo romántico no permite entrar en ninguna con precisión. Lo más llamativo y, por sobre todo, lo más ridículo de todo lo que se presenta es la figura de la voz en off. Es un chico de aproximadamente 18 años que interviene las historias y las entrelaza exponiendo lecciones del amor. Estoy convencida que lo peor que le puede pasar a un actor es creer que actúa bien cuando está haciendo un papelón. Claramente, este es el problema de nuestro Cupido-narrador. A esto hay que sumarle un guión sobrepasado de clichés que convocan al tedio. Todo lo que se expone no es más que la suma de historias que estamos cansados de escuchar. Asimismo, la filosofía amorosa de este joven Cupido es de lo más superficial y toda ella está narrada con una actitud seria que hace que sea más ridícula aún la situación. La elección de una imagen opaca, con colores pasteles, completan una obra que termina siendo graciosa sin quererlo. “El manual de amor” es un rejunte de todo el peor patetismo de las comedias románticas italianas.
Desde Roma con amor Tras la última entrega de Woody Allen, Roma vuelve a aparecer en la pantalla grande como el escenario privilegiado para los amores múltiples y mínimamente entreverados. Quien teje y desteje los hilos en esta oportunidad es Giovanni Veronessi, un director local menos hábil que el cineasta americano a la hora de configurar perfiles psicológicos y diálogos, pero igualmente eficaz en el registro de la comedia romántica con ápices disparatados. Si en el filme de Woody un inspector de tránsito introducía al espectador en la gran arena del amor, aquí tampoco faltará quien auspicie (innecesariamente) de narrador y enmarque las historias varias: un cupido motorizado que dispara flechas hacia todos lados. La primera de ellas irá parar al pecho joven de Roberto, que dejará momentáneamente a su candidata en la capital para irse de viaje laboral a un pueblo costero. De cara al mar, y frente a una libertina y lunga rubia, el decidido abogado se sentirá menos certero. Paisajes soñados y dinámicos travellings ilustran con belleza el último coletazo de la adolescencia del confundido forastero. Nada que no se haya visto antes: un hombre asustado que a dos pasos del altar se rinde a los neuróticos encantos de una muchacha experta en quemar los manuales a la hora de amar. Otra flecha y estamos de vuelta en Roma, con los ojos puestos en un prestigioso periodista enredado en las redes desquiciadas de una acosadora fémina romana. Tentado por la aventura, el personaje encarnado con maestría cómica por Carlo Verdone ni siquiera sospecha que una simple revolcada podría costarle tan cara. Es en este punto donde la comedia alcanza su mayor grado de eficacia. Y aunque el director se cuidó de reservar a Robert De Niro y Mónica Bellucci para el último bocado, la segunda historia sigue siendo la más lograda, la que se convierte en el delicioso jamón del medio del triple relato. La sensual actriz italiana y el siempre exacto actor norteamericano vienen a poner la tapa de este apetitoso sándwich de amor y sexo, aderezado con clisés no perecederos: la bailarina nocturna redimida, el hombre duro que se despoja progresivamente de la coraza, y el final más universal de la dupla humana: un hijo y una casa. Tras dos horas de cinta, el tercer “manual del amor” cierra con una última máxima: de Cupido y sus líos no se salva nadie. Ni los recientemente maduros, ni los adultos asentados, ni los descreídos sexagenarios.
Lo mejor está por venir No llega a ser una película romántica. Ni dramática. “Las edades del amor” es una radiografía de distintos estereotipos de relaciones amorosas o meramente sexuales. Se trata de la tercera entrega de una película que en su versión original se llama “Manuale d’amore” y cuyo director es el italiano Giovanni Veronesi. Las historias son tres y todas transcurren en la bella Italia. Los extraordinarios paisajes conviven con la calidez de su gente y las edificios históricos, creando una atmósfera ideal para el romance. En esta ocasión centra su objetivo en las distintas edades del amor. El hilo conductor de las historias amorosas de los protagonistas es un personaje emblemático: el taxista Cupido que lleva a los protagonistas en la búsqueda de sus propios destinos. La película muestra a los actores italianos Carlo Verdone, Riccardo Scamarcio y al norteamericano Robert De Niro enfrentarse al amor. Scamarcio encarna a un abogado inmaduro a punto de casarse que conoce a una rubia millonario y caprichosa que le hace dudar de su futuro matrimonio. Verdone es un reconocido periodista y padre de familia que comete una infidelidad que le costará muy caro. Y la tercera historia, protagonizada por Robert De Niro y la bella Mónica Bellucci, muestra a un profesor que ve en una streeper a la mujer de su vida. Un película conmovedora para descubrir que la vida no es lo que viviste, sino lo que vivirás.
Esta tercera entrega del Opus, en el sentido menos coloquial del término, del director italiano Giovanni Veronese, cuyo titulo original es “Manuale d’amore 3”. De esa trilogía se había estrenado la primera, producida en 2005, mientras que la segunda, que data de 2007, pasó de largo sin arribar a estas playas. Ahora retorna con la tercera que entre nosotros conocemos como “Las edades del amor”, precedida por su buena “acogida” en el viejo continente, según comentan, en este caso sin nada que lo justifique. Este manual de amor se despliega en tres historias, cada una a más vulgar, común, chabacana, previsible, elemental, que la anterior, en el orden en que están articuladas. Todas las historias se interrelacionan por un único personaje, que jugaría hasta de narrador testigo de las mismas, un taxista de nombre Cupido, sí, leyó bien, así de obvia es toda la producción, interpretado por Vittorio Emanuele Propzio, a quien viéramos en “Mi hermano es hijo único” (2007) Lo que además tienen en común es una mirada crudamente misógina sobre los personajes, femeninos, claro, lo que definiría los textos no como historias de amor en sus distintas etapas de enamoramiento sino de sexo, que no estaría mal pensando en Alfonso Sade, pero cuyo resultado dista mucho del gran escritor francés. La primera historia se centra en Roberto (Ricardo Scarmaccio), un joven abogado a punto de casarse, que debe viajar por trabajo a un pueblito en La Toscana para corroborar si realmente vive allí Micol (Laura Chiatti), una rubia infartante que le hará perder la “cabeza” ¿Le resulta conocido? Este episodio podría encuadrarse dentro de lo que se suele llamar “cine turístico”. Las imágenes son realmente bellas, no por las imágenes mismas sino por el paisaje que reflejan, hasta mueve a deseo a los hombres La segunda es protagonizada por un periodista de TV que en su primer acto de infidelidad se enreda con una mujer que se presenta como psicóloga, pero que en realidad es una paciente psiquiatrita, “affaire” que termina costándole perder la vida familiar que había construido. Pura originalidad, mire usted. Asimismo no estaría tan mal si su construcción y los gags que la constituyen no fuesen tan paupérrimos como previsibles. Para cerrar las historias nos presenta aquella que promociona la producción, sobre todo desde el engaño que promueve el afiche de la película. Adrian (Robert de Niro) es un ex profesor de arte yankee que se retiro a Italia, a vivir allí donde supone que es la cuna del arte que venera. La hija de su mejor amigo, Viola, es nada menos que Monica Bellucci, quien guarda un secreto que una vez descubierto será defenestrada, ahora si en sentido coloquial, por Augusto, (Michele Placido), su padre. Automáticamente será rescatada por el viejo verde de Adrián, perdón, por el galán septuagenario de turno. Esto hará, al igual que en las otras dos historias, que se desplieguen escenas en paso de comedia de “Problemas de alcoba” (1959). Otra vez pido perdón. Si la primera de las narraciones tiene en su función turística algo rescatable, en la segunda y la tercera sólo queda en función de las actuaciones. Tampoco desde los parámetros formales del análisis de un filme hay algo que lo destaque. Todo está en el orden de lo establecido, por no redundar, la fotografía permite ver, que menos, la música sólo acompaña a las imágenes, así de empática y por momentos melosa e insoportable. Ni vale la pena ponerse a dilucidar cuestiones de la dirección de arte en particular, menos el vestuario ya que parecería que los actores trabajaron con su propia vestimenta. Dinero no falto en esta producción, pero… Nadie pide que un filme que narre sobre las distinta formas de amor se constituya en una versión audiovisual de “El arte de amar” de Erich Fromm, pero pretender manipular al espectador con recursos tan infantiles, prosaicos, elementales, ya ni siquiera convencionales, es tomarlo por idiota. Eso, gracias a no se quien, todavía no funciona demasiado bien.
La calentura de los tanos Cuando leí que los críticos le daban con un caño a este trabajo del director toscano Giovanni Veronesi, pensé que seguramente se estaría exagerando el odio, pero la verdad es que coincido con la mayoría de los despotricos que hubo al respecto. "Las edades del amor", ¡3!, algo que obviaron seguramente para no espantar tanto al espectador de antemano, es tan mala que dan ganas de levantarse y pedir que nos devuelvan el valor de la entrada. Para entender un poco los pongo en contexto. "Las edades del amor" en realidad son tres cortos "románticos" unidos por la aparición de un cupido berreta que aparece entre cada entrega, como para justificar que se junten 3 historias muy dispares en una producción novelesca de poca monta. Supuestamente la película quiere mostrar tres etapas del amor, la juventud, la madurez y algo así como el amor en el último tramo de nuestras vidas, pero en realidad lo único que termina mostrando son situaciones inverosímiles que lo único que hacen es reivindicar la superficialidad de las relaciones amorosas de hoy en día. "Lo único que deseo en la vida es casarme con esta mujer" dice el protagonista de la 1ra historia y a los 10 minutos le está dando duro a una fulana de un pueblo donde le toca hacer un trabajo que le encomendaron desde su empresa. "Nunca le he sido infiel a mi esposa" dice el veterano conductor de la 2da historia mientras maulla, sí, ¡maulla! con otra fulana que tiene problemas psicológicos y órdenes de restricción en su contra por acoso. La historia final, en la que actúan De Niro y Bellucci, es la más pasable, aunque digamos la verdad, por más que estén estas dos estrellas de cine, tampoco es la historia más inteligente. Para poder disfrutar de algo medianamente bien realizado, hay que esperar dos tercios de metraje, y la tercera historia ni siquiera es un corto que pueda salvar la imagen irritable que dejaron los dos anteriores. Los personajes son totalmente efímeros, algunos hasta con caracterizaciones ofensivas. Se confunde lo que es amor con calentura sexual, o mejor dicho, se impone que el amor es calentura sexual. No me gustó, ¿se nota? Una pérdida de tiempo y dinero.
Los diez mandamientos Si Ned Flanders y el reverendo Alegría filmasen una película juntos, realizarían un producto muy similar a Las edades del amor. La película número trece del director italiano Giovanni Veronesi es la tercera entrega de su trilogía Manuale d´amore: relatos corales dónde la gente se enamora, se desenamora y se vuelve a enamorar. Las edades del amor -o Manuale d´amore- cumple el mismo esquema narrativo y, haciendo honor al número tres, divide al relato en tres capítulos distintos: ¨Juventud¨, ¨Madurez¨ y ¨La tercera edad del amor¨. La conexión entre las tres historias es Cupido -no es una metáfora, ni tampoco es un chiste- , un taxista de carne y hueso que presenta cada capítulo lanzando flechas y explicando, didácticamente, qué es el amor. ¨El amor es un sentimiento que lo mueve todo. Se vuelve traidor y nos vuelve indefensos. Escapa al viento y vuela como un boomerang y te deja allí…con una sonrisa estúpida en medio del viento. Bueno, yo soy ese viento. Soy el vértigo. Soy ese boomerang que vuelve de repente. Soy Cupido, y mi trabajo es ser el taxista del amor¨, confiesa en el inicio del relato el Cupido sin alas, quién será, como un cura con Dios, el encargado de transmitir los pensamientos del director. El taxista del amor predica, baja linea. Nos dice ¨esto está bien¨ y ¨esto esta mal¨ y de la manera más prejuiciosa posible nos enseña la diferencia entre cómo piensan y sienten los hombres y las mujeres: ¨La mujer es valiente y peligrosa. El hombre es cobarde y débil, y siempre cae rendido en las garras femeninas¨. Pero lo más grave no es la colección de clichés, tampoco el aire grotesco. Lo más insoportable de la película es su pretensión moralista: los personajes masculinos son tentados por el deseo, teniendo que elegir a cuál de las dos cabezas le otorga el poder de decisión. Obviamente, el hombre sigue los impulsos de su entrepierna, ¨peca¨ y recibe su castigo. El joven que se tira una última cañita al aire antes de casarse, no puede convivir con su propia culpa y corre hacia el mar gritándole a Dios: ¨Llévame, llévame ahora. Llévame ahora pero si no lo haces, entonces volveré, me casaré y tendré un hijo¨. El hombre ¨maduro¨ que le es infiel a su señora, a la madre de su hija, es abandonado por su familia luego de confesarles que ha tenido sexo con otra mujer que, además, está loca y obsesionada con él. Pero como si eso no fuera suficiente para que los espectadores aprendiéramos la ¨lección¨, Fabio -el hombre ¨pecador¨- es secuestrado en Somalía por espionaje. ¿No será mucho? No, hay más. Como la repetición de un mantra, el director resalta sobre lo resaltado: ¨A veces el amor nos da una bofetada en la cara, y no importa si ha ocurrido antes… siempre duele. El amor no hace descuentos, es un trabajo que no requiere experiencia. Una bofetada a los veinte años sorprende tanto como a los sesenta. Así es el mal de amor, bofetadas!¨, nos explica literalmente a cámara el cupido taxista cuando el pobre hombre pierde hasta su dignidad. El tercer hombre, el ¨mayor¨, es nada más ni nada menos que Robert de Niro, quién se enamora de nada más ni nada menos que de Monica Belucci. Debo reconocer que su historia de amor es la más pasable, quizás por ser menos prejuiciosa que las anteriores, quizás por la despampanante belleza de Monica Belucci, quizás porque ya estaba curada de espanto. A esta altura ya estaba inmunizada a las cursilerías, al exceso protagónico de ¨cupido¨ con sus enseñanzas enciclopédicas, y a los infinitos lugares comunes que recae y expone el director. No existe una sola forma de amar, todas las personas piensan y sienten de distinta manera, las acciones no se dividen en ¨buenas¨y ¨malas¨, y la vida no se fracciona en tres etapas. Uno puede ser joven y sentirse anciano y viceversa. Giovanni Veronesi señala, etiqueta y acusa con el dedo. Sólo le falta clavar las cruces en la entrada de la sala y repartir hostias en vez de pochoclo para convertir al cine en una iglesia. Amén.
Cupido a la italiana El prolífico Giovanni Veronesi vuelve con Manuale d’amore 3, tercer capítulo de esta comedia romántica que en nuestro país, con buen criterio, se estrena como Las edades del amor. El título local alude a tres historias en diferentes etapas de la vida, en las que (explícitamente) interviene Cupido. Y si a pie juntillas con el dicho la secuela no honra al film original, tampoco hay que soslayar sus atractivos. Ahí está Robert De Niro, por ejemplo, como un profesor de historia que viaja a Italia para visitar a un amigo y termina en la cama con su hija (una voluptuosa Monica Bellucci, más parecida a Anita Ekberg que a la sensual chica de Malena). Como en El lado oscuro de la vida, De Niro muestra su costado emotivo (la vejez le sienta bien); habla italiano como egresado de la Dante Alighieri y hasta improvisa un strip tease para Monica. La primera historia, sobre un abogado que a punto de casarse se tienta con ponerle la osamenta a su novia, es olvidable. Pero la tercera salta el rubro romántico para adentrarse en la clásica comedia erótica italiana, con el inefable Carlo Verdone y una chica deseosa de hervir conejos. Más humor que amor, pero salva la película.