La salvación servida en bandeja Con formato de thriller la ópera prima de Marcela Balza expone temas como la desesperación, la codicia y el intento de salvación personal cuando las cosas se presentan imprevistamente. Y eso les ocurre a Regina (Marilún Marini) y Fernanda (Erica Rivas), las dueñas de un hotel de la provincia de Buenos Aires que conoció tiempos mejores y que ahora se encuentra en decadencia. Ellas, madre e hija, podrían quedar en la calle si se ejecuta la hipoteca. Cuando un misterioso húesped (Rafael Spregelburd) llega con una importante suma de dinero que viene de los casinos, la oportunidad para salir de la bancarrota está servida en bandeja y el crimen se presenta como una opción. Claro que como en toda película las cosas se complican porque una mujer, Gabriela (Andrea Pietra), viene a investigar el paradero del dinero y empuja a madre e hija hacia la tragedia. En la historia las mujeres tienen una fuerte presencia mientras que los roles masculinos quedan en un segundo plano (el conserje del hotel o las apariciones de Guillermo Pfening y Tato Pavlosky). En Las mujeres llegan tarde, que no escapa a una puesta por momentos teatral, la realizadora genera un drama familiar (con suspenso) que expone las relaciones entre madre e hija a través de situaciones extremas en las que se ven inmersas. Marilú Marini (Mentiras Piadosas) asume un personaje introspectivo pero que toma decisiones, mientras que Erica Rivas (Antes del estreno) escoge un registro exterior y explosivo. El desenlace, con su cuota de nostalgia y misterios de sangre, quizás resulte abrupto e inconcluso para el espectador, pero el trabajo se sostiene por una trama desarrollada entre el puerto y un hotel al que pocos visitan.
Nadie sale vivo de aquí Cualquiera que conozca mínimamente de cine argentino advertirá que en esta ópera prima de Marcela Balza trabajó un verdadero dream team: protagonistas de la talla de Marilú Marini, Érica Rivas, Rafael Spregelburd y Andrea Pietra; participaciones especiales de Guillermo Pfening . Eduardo Tato Pavlovsky, Susana Evans, Mike Amigorena y Martina Gusmán; Víctor Kino González en la fotografía; Christian Basso en la música; Miguel Pérez en la edición; Ailí Chen en el arte; Gaspar Scheuer en el sonido; y la colaboración en el guión de Luis Gusmán y Dody Scheuer... Algo así como tener al Barcelona en cancha. Sin embargo, más allá de los nombres rutilantes, apenas la película comienza nos percatamos de que estamos frente a un partido de solteros contra casados. Las mujeres llegan tarde jamás encuentra su eje, su tono, su estilo, su estética. Es un film al que -en el mejor de los casos- le caben adjetivos como solemne y académico, pero que en verdad resulta moroso, inverosímil en sus diálogos “literarios”, en sus climas opresivos, en la construcción de una “intriga” policial que nunca alcanza un mínimo de tensión y suspenso ni despierta algo de curiosidad. Más allá de su deshilachada estructura de noir trágico, cumplimos en describir el planteo del film: Miguel (Spregelburd) es un marinero (electricista de a bordo para ser más precisos) que llega a un decadente hotel de la provincia de Buenos Aires con un bolso lleno de dólares. Las dueñas del lugar (Marini y Rivas) están en bancarrota, a punto de perder la posesión, y el huésped se convierte, por lo tanto, en una tentación irresistible, en la única salvación posible. No ahondaremos más en el desarrollo de la trama, pero el film no funciona antes ni mucho menos después de ese “pico” dramático. Da pena (es un verdadero desperdicio) ver a tan buenos intérpretes sometidos a una puesta en escena tan chata, unas situaciones tan torpes, unas líneas de diálogo tan poco convincentes. La culpa principal, es cierto, es de la realizadora y guionista (la directora técnica para seguir con la analogía futbolera), pero uno también se pregunta si los artistas son realmente selectivos a la hora de elegir un proyecto o muchas veces se juegan a ver lo que sale. Porque ni con el aporte de semejantes talentos en los diferentes rubros ha podido Balza sostener un film mínimamente aceptable. El “Barcelona” cinematográfico, esta vez, perdió por goleada.
Suma de incongruencias Las mujeres llegan tarde (2011) de la debutante Marcela Balza, presenta una serie indefendible de problemas relacionados con el guión, la dirección y el desarrollo dramático del conflicto. Así y todo, cuenta con un envidiable reparto de reconocidos actores. Miguel (Rafael Spregelburd) baja de un barco y entra a un casino portuario. Ahí conoce a Gabriela (Andrea Pietra) que le da una suma importante de dinero para que se lo cuide. Él viaja a un pueblo y se hospeda en un hotel dirigido por Regina (Marilú Marini) y su hija Fernanda (Erica Rivas) que necesitan dinero para saldar una hipoteca. Cuando se enteren del dinero que trae consigo Miguel parece llegar la solución pero comienzan los problemas. ¿Puede una película con un elenco que incluye a Rafael Spregelburd, Andrea Pietra, Enrique Dumont, Guillermo Pfening , Eduardo Pavlovsky, Susana Evans, Mike Amigorena y Martina Gusmán, no estar a la altura de la circunstancias? Si, el film escrito y dirigido por Marcela Balza falla justamente donde no debería fallar: historia, diálogos y acción dramática. Los actores resuelven a duras penas frases inverosímiles, y la construcción de drama y suspenso es tan distante que la película no trasmite el efecto buscado. Pero el mayor problema es la falta de recursos visuales para desarrollar la historia: todo está en el orden de lo textual. Todo se dialoga, se explicita, se dice. No alcanza con mostrar un robo sino que a continuación está la reafirmación verbal de tal hurto. Cuestión que le quita todo misterio y tensión a lo narrado. Ni hablar de las resoluciones “telenovelezcas” donde un personaje espía situaciones en el fondo del plano. Las mujeres llegan tarde avanza sin ritmo y a los tumbos y cierra peor con un plano final abrupto e incomprensible. Pero quien haya llegado a esa altura ya nada lo sorprenderá.
La espera trágica En su debut como guionista y directora, Marcela Balza propone un sórdido film noir, que desemboca en una suerte de tragedia griega. Fernanda (Erica Rivas), y su mamá Regina (Marilú Marini) viven en el hotel que administran en una localidad del interior de la provincia de Buenos Aires. Por alguna razón parecen depender de los hombres: esperan que algún día regrese Miguel (Rafael Spregelburd), el hermano e hijo, respectivamente, que se embarcó hace 20 años y nunca volvió. Le dieron un poder a un primo acaudalado, que no resultó ser tan prometedor como parecía. En cada hombre ven la posibilidad de la salvación, como si fueran decadentes princesas esperando al rescatador en lo alto de la torre. Una noche la solución parece estar más cerca de lo habitual; un extraño se registró en el hotel, y trae mucho dinero consigo. El plan será sacar “sólo lo necesario” para cubrir algunas deudas, aunque las cosas pueden complicarse. Bastante. A pesar de transcurrir en la actualidad, la atmósfera de la película es opresiva, y remite a los años ´50. Los vestidos por debajo de la rodilla y ceñidos a la cintura que usan estas mujeres, los peinados, la decoración del hotel, su iluminación, todo remite al pasado. Incluso el trabajo de costura y bordado que hacen madre e hija no condice, al menos, con la edad de la más joven de ellas. Balza encara la historia focalizando en la especial relación entre madre e hija, simbiótica y claustrofóbica, y muy bien interpretada por Rivas y Marini. Los perfiles psicológicos están bien construidos, y los aspectos estéticos del filme están muy cuidados para generar este clima que la película logra transmitir. El ritmo por momentos es algo lento, y hacia el final hay un exceso de cortes y fundidos a negro, que entorpecen la narración. A pesar de esto, es una ópera prima bien realizada, un trabajo respetable.
Decir no es narrar Mi reino por un elenco de lujo como éste, exclamaría cualquier director debutante como es el caso de Marcela Balza, que fuera asistente de dirección del film Tres pájaros y continuista en la película coral Mientras tanto, y que ahora se lanza al desafío de la dirección de su ópera prima Las Mujeres llegan tarde, film que acusa poco trabajo de guión y falta de rigor en la dirección y en la construcción de los personajes para llegar a buen puerto. Y precisamente todo comienza en un puerto al que arriba un marino mercante (Rafael Spregelburd), quien entra a un casino para intentar cambiar su suerte y multiplicar una importante suma de dinero que lleva consigo. Allí, se cruza con Gabriela (Andrea Pietra), una copera que trata de seducirlo con el objeto de que le haga un enorme favor: llevarse un bolso con dinero que ella pasará a buscar luego y que acaba de extraer de la caja fuerte del lugar. La confianza ciega en el desconocido al que el azar de la ruleta favorece, basta para convencerlo de llevar a cabo la empresa y así se aloja en un hotel familiar venido a menos al borde del remate judicial, regenteado por Regina (la gran Marilú Marini) y su hija Fernanda (Érica Rivas) junto al empleado en la recepción, Ramón (Enrique Dumont). Dado que el huésped pide una caja fuerte para guardar sus pertenencias, la sospecha de que tiene dinero no tarda en llegar en las propietarias del inmueble y debido a su apremio económico y al factor ventajoso que se trata de un desconocido que está solo deciden quedarse con el dinero y así salvar al negocio familiar de la ruina. Sin adelantarnos, sólo resta por decir que la directora transita por los caminos convencionales del cine de género sembrando un relato con intriga y suspenso pero opta por tomar el camino más básico para este tipo de propuestas sin lograr en ningún momento generar las condiciones adecuadas en términos narrativos y más aún en diálogos para que la historia fluya sin tornarse previsible; resuelta a las apuradas y cometiendo la torpeza de interpretar que al decir o explicar se está narrando. Algunos encontrarán la excusa perfecta de errores de principiante pero en este caso especial no sería del todo justa esta argumentación debido a que el guión estuvo confeccionado tanto por la directora como por Luis Gusmán y Dody Scheuer y es notoria la carencia de puntadas finales como para terminar elaborando algo con mayor sustancia. Si bien la dirección es prolija en términos formales con una buena fotografía a cargo de Víctor Kino González no ocurre lo mismo a la hora de hablar de la dirección de actores que sin lugar a dudas sostienen con su talento, sobre todo el dúo Marini-Rivas, una enfermiza y simbiótica relación madre e hija postergadas en la vida esperando al hombre que las venga a rescatar cuando ya han llegado tarde a todo. Igual que este intento de cine de género desaprovechado a pesar del esfuerzo y las buenas intenciones: decir no es narrar.
Expectativas insatisfechas A contramano de lo que aconsejan el yudo y otras artes marciales, Las mujeres llegan tarde hace de la fuerza una debilidad. Su elenco y su equipo técnico son formidables: lo que magnifica su carácter fallido. Que se trate de una opera prima (de Marcela Balza) podría ser un atenuante. Un atenuante que, en el más benigno de los casos, lleva a preguntarse el porqué de tal asimetría entre la impericia y el exceso de pretensión, combinación que suele dar malos resultados. La película empieza con un marino, un electricista de a bordo (Rafael Spregelburd) que, en un casino/burdel portuario, conoce a una mujer (Andrea Pietra) que terminará dándole un bolso hinchado de dólares que él se llevará hacia un hotel austero de la provincia de Buenos Aires, donde piensa esperarla. Las dueñas de lugar, madre e hija (Marilú Marini y Erica Rivas), están en serios problemas económicos. De modo que ese dinero será una tentación para ambas... Una sinopsis, ínfima (como ésta) o minuciosa, no significa nada: jamás nos indica el valor de un filme. Los nombres de los actores, en cambio, nos hacen pensar -en este caso- en un piso más o menos alto. Y falta mencionar, en papeles secundarios, no siempre justificados, a Eduardo Tato Pavlovsky, Guillermo Pfening, Mike Amigorena y Martina Gusman, entre otros. Pero en Las mujeres..., desgraciadamente, no hay pisos altos ni intérpretes salvadores. La narración es dispersa; las puestas en escena, pobres; la tensión dramática, casi nula; los diálogos, acompañados de constantes planos y contraplanos, forzados. Si el director fuera hombre, tal vez hablaríamos de cierta misoginia, sobre todo en la construcción de los personajes de Marini y Rivas. Error. Subestimaríamos la posibilidad del mero dislate. El filme nunca encuentra su tono (en medio del drama flota un aire farsesco) ni su estética (que en cualquier caso luce antigua y poco cinematográfica). Por momentos, Las mujeres...parece avanzar hacia el thriller, aunque luego pega volantazos, sobreexplicados y tardíos, hacia la tragedia. Finalmente, nos hace pensar en que el exceso de expectativas suele ser el motor de las mayores desilusiones.
Crimen, castigo y malentendido Este cuento lo he oído yo en América hace doce años; la escena tenía lugar en la campaña de Córdoba, el mozo volvía de Buenos Aires, [...] Es falso, señores. Son ciertos cuentos antiguos que corren entre los pueblos...", escribió Sarmiento en sus Viajes por Europa, África y América. Se refería a su viaje en diligencia entre Madrid y Andalucía en 1846, cuando le contaron como un hecho real la misma trágica historia que casi un siglo después le sirvió como inspiración a Albert Camus para concebir El malentendido. Que el nombre del escritor francés que tanto tiene que ver argumentalmente con el guión de Las mujeres llegan tarde no aparezca en los créditos del film quizá se deba a que la debutante Marcela Balza coincide con Sarmiento y opina que el cuento es anónimo y, por lo tanto, de dominio público. Como escribió Francisco Ayala respecto del autor de El extranjero, puede ser que también a ella la hayan impresionado "las peculiarísimas circunstancias de un asesinato en el que, por notable coincidencia, crimen y castigo estaban concentrados en la misma acción, de modo tal que la penitencia iba implícita en el pecado mismo". O -también puede ser el caso- que, por respeto, no quiso complicar al dramaturgo francés en una adaptación que resulta ser un malentendido más. En fin, que la terrible historia del viajero que regresa al hogar para encontrar la muerte está, aunque se le han sumado y restado algunos rasgos fundamentales; que tampoco falta el hecho central, aunque las conductas de quienes lo ejecutan aquí hacen de ellos personajes discontinuos, inconsistentes y por ello poco creíbles (pese a los esfuerzos de un elenco que está muy por encima de lo que se le propone), y que el desarrollo todo de la acción tropieza con los mismos obstáculos y con otros: inconsecuencia, transiciones bruscas, solemnidad, diálogos explicativos o acartonados, situaciones forzadas. Se busca generar tensión y a veces suspenso para aumentar el efecto sorpresa del tramo final, pero el film no se decide por ninguna de sus posibles vertientes dramáticas. Se trata apenas de una lectura lineal y exterior de la anécdota, que confía en lo que se dice más que en lo que se ve y cuya puesta en escena, más allá de la atinada ambientación y la más que correcta fotografía suele apelar a recursos del culebrón de TV.
Notables actrices para climas bien armados Cabezas perdidas en un tiempo pasado, unidas sobre todo por el espanto, cada cual con un tornillo menos, madre e hija mantienen un hotelito en decadencia. La hipoteca las amenaza con la calle. La familia, mínima, mezquina, las da por desahuciadas. De pronto, la inesperada visita de un solitario adinerado puede salvarlas económicamente o hundirlas del todo en la locura. Inesperada también, y desesperada, es la reacción de una de estas mujeres. No corresponde contar más. La película se va haciendo en torno a pequeñas intrigas, a relaciones entredichas, situaciones levemente antojadizas y climas pesarosos. ¿Podrán ellas eludir el mal pronóstico que se les avecina? ¿Provocarán inconscientemente al Destino? Cierto, el manejo del tiempo y de la información pudo ser mejor, la puesta más agobiante, pero el ejercicio tiene su interés, y termina de un modo preciso, memorable y cortante, donde debe terminar. ¿Quién quiere ver, acaso, el momento horroroso que forzosamente habría de ver si el relato se extendiera un minuto más? Debut de la asistente Marcela Balza en una obra propia, con ponderable elenco femenino, música, fotografía y ambientación bien trabajadas, algo de «El malentendido» de Camus y una pizca de novela negra francesa trasladada a la provincia, corresponde estar atentos al próximo trabajo de esta nueva directora.
Obsesionadas por el dinero ajeno Con un elenco envidiable, encabezado por Marilú Marini y Erica Rivas, la opera prima de Mariana Balza transcurre en un hotel de mala muerte donde distintos personajes se cruzarán y cambiarán sus destinos. Seductor título lleva la opera prima de Marcela Balza, que ya de por sí permite un montón de interpretaciones. Excelentes actrices tiene para ofrecer una trama donde el thriller y el policial, con el consabido dinero de por medio, actúa como disparador argumental y obsesión casi enfermiza pero también necesaria para los personajes. Sin embargo, en su primer tercio, Las mujeres llegan tarde tiene a Miguel (Rafael Spregelburd) como protagonista, un marinero con un montón de dólares encima, que decide alojarse en un hotel de la provincia de Buenos Aires, cuyas dueñas (Marilú Marini y Erica Rivas) no disimulan que el lugar se encuentra en plena bancarrota económica. Buen comienzo para una película de estas características, donde el dinero es el leitmotiv de la historia, como ocurre en infinidad de policiales. Sin embargo, otro personaje, que ya había aparecido al principio (encarnado por Andrea Prieta) reaparecerá en la última parte del film, acaso buscando a Miguel, tal vez obsesionada por el dinero. O por las dos cosas al mismo tiempo. Las mujeres llegan tarde tiene el esqueleto argumental de un thriller clásico, con alguna reminiscencia de Las diabólicas (1952) de Henri Clouzot, en cuanto a las decisiones que deberán tomar dos mujeres para obtener un botín ajeno. También, en alguna escena aislada, la película puede resultar atractiva por la captación de ciertas atmósferas enrarecidas y asfixiantes, ya que una buena parte de la trama transcurre en ese hotel decadente. Pero el opus inicial de la joven cineasta descansa placenteramente en diálogos solemnes y sentenciosos, en declamaciones estentóreas y en una historia que no se anima a desnudar las flaquezas y debilidades de los individuos cuando se encuentran azarosamente con el dinero de otro. En ese sentido, y pese a que no resultaría conveniente recordar demasiado a la maravillosa La parte del león (1978) de Adolfo Aristarain, que narra una historia similar, Las mujeres llegan tarde es una película que en ningún momento consigue captar los climas del thriller clásico. En este punto, el más débil y al mismo tiempo el que hunde a la película en forma definitiva, la historia pierde interés y los personajes, en un principio atractivos como modelos genéricos, terminan resultando insulsos, sin matices, invadidos por la presuntuosidad que le ofrecen las líneas de un guión deshilachado. Reconocidos nombres aparecen en roles secundarios y episódicos (Amigorena, Pavlowsky, Gusmán, Pfening), rodeando a las tres mujeres protagonistas, que de manera esforzada y titánica hacen lo posible por ir más allá de aquello que les entrega una película fallida y con muchas zonas inestables.
Buenas intenciones pocos resultados “Las mujeres llegan tarde” cuenta la historia de Miguel, un marino que llega al puerto y se encuentra con Gabriela, una mujer de la noche, que le pide que le guarde un bolso lleno de dólares. El desembarco y se va a un pueblo de la provincia donde se encontrara con su novia y futura esposa. Miguel se alojara en el hotel de Regina y su hija, Fernanda, quienes están con muy serios problemas económicos y a punto de perder el hotel. Cuando se enteran del bolso que lleva Miguel, las dos idearán un plan que las pueda salvar. Una historia que por lo general, bien filmada, puede dar buenos resultados. Si sumamos al tema un elenco de primeras y talentosas figuras, la película tendría que ser un éxito. Lamentablemente, esta vez, el film se va en pretensiones. Uno no llega a descubrir como una buena idea y buenos actores pueden estar tan desperdiciados en una película donde la continuidad y el ritmo van a contramano del guión. La fallida dirección del debutante Marcelo Balza desperdicia todo un potencial actoral y técnico sin lograr en ningún momento conseguir el suspenso y el misterio que el film pide a gritos. “Las mujeres llegan tarde” es una película que ojala sirva a su director a ver los errores cometidos para que, si llega a hacer un segundo largometraje, no se desperdicie tanto talento como en esta. Quizás la solución sea no buscar realizar una película tan pretenciosa y si una más simple pero efectiva en cuanto a climas y ritmos se refiere.
Es la ópera prima de Marcela Balza, autora del guion también, que cuenta con actores excepcionales. Si bien la trama tiene vacilaciones, comienza de una manera, se sostiene de otra, se reitera, a veces pierde el rumbo. Sin embargo, ver en acción a Marilú Marini con Érica Rivas como una madre y una hija siempre al borde de la insatisfacción, capaces de todo por sobrevivir, ardientes de deseo, merece un capítulo aparte. Todo el elenco brilla, Rafael Spregelburd, Andrea Pietra, y siguen los nombres.
Al cine, como a los libros, como a las pinturas y a las personas hay que darle oportunidades. No siempre un film puede ofrecer la perfecta combinación de sus elementos pero eso no quita que sea una pieza que tenga mucho para decir.Las mujeres llegan tarde ofrece una misteriosa historia aún no contada en una Buenos Aires provincial de un tiempo impreciso. La trama profunda está anclada en la ausencia de los seres queridos y la trama superficial gira en torno al dinero. ESTRUCTURA FALLIDA El film se divide en dos. Empieza con la llegada de un electricista naval a tierra firme. El buen hombre recibe de una extraña mujer un bolso lleno de dinero. No lo vemos reaccionar frente a eso. La mujer le dice que lo va a buscar para que se lo devuelva. El personaje sigue dando vueltas por la ciudad hasta que se hospeda en un hotel. (Pausa) La otra trama que se va intercalando muy lentamente con la anterior pero luego se desarrolla en un bloque temporal más compacto y trata sobre un enfermizo vínculo entre madre e hija, dueñas de un hotel en decadencia y tapado de deudas. Ellas viajan a visitar a unos parientes lejanos para ver si consiguen algo de dinero. La madre quiere casar a la hija con quien sea para salvarse, incluso con su primo. Lo único que consiguen del viaje es enterarse que el hotel se va a vender y que se van a quedar en la calle. En el plano afectivo, esta madre espera a su hijo, que partió del hogar alguna vez hace mucho tiempo y que aún no ha vuelto. Cuando las mujeres llegan al hotel, se enteran que un hombre nuevo y aparentemente adinerado se registró en el hotel. Ven en él la única posibilidad de salvarse y pagar las deudas. Acá se plantea la pregunta: ¿qué serán capaces de hacer estas dos mujeres frente a la posibilidad de conseguir el dinero? Todo lo que viene después de esta pregunta o segundo punto de giro, es más propicio para la literatura que para el cine. Las dos le quieren robar el dinero, entran al cuarto y cuando se lo quieren sacar, ven que él empieza a despertarse. Sumida en un miedo atroz, la madre lo mata a veladorazos en la cabeza. Y cuando digo la madre, digo la madre del electricista marinero. En el final del film nos damos cuenta que él es el hijo que tanto esperaban, que se había puesto cita con su futura mujer en el hotel de su familia y que ahora resulta asesinado por su propia madre. Ninguna de las dos lo reconoce, a pesar de que se toman el trabajo de enterrarlo en el jardín, con todo lo que implica la manipulación del cuerpo. Por más que hayan pasado 20 años, un hijo es un hijo y resulta dudosa esa falta de reconocimiento (por eso digo que funcionaría en la literatura, pero en el cine…) Cierra con un final donde sólo quedan mujeres. La mujer que le había dado el dinero al marinero llega al hotel a buscarlo pero lamentablemente su presencia no es asfixiante para nada. Se da cuenta que ellas se quedaron con la plata y consigue lo que quiere de una manera poco cinematográfica: convence a esta madre atormentada a confesarse e incluso consigue que ella misma le dé el dinero. Cuando la hija se entera de que perdieron la plata, no hace nada. Solo queda un final abierto en donde vemos que perdieron el hotel pero no sabemos nada más. MATAR AL PROTAGONISTA NO ES UNA DECISIÓN FÁCIL Pero el verdadero problema del film tiene que ver con la falta de identificación. En una decisión algo hitchcockiana, el protagonista con el que empieza la película, el marinero, es asesinado en un hotel provincial en donde todo parecía estar tranquilo. Por lo que nos quedamos sin protagonista y pasamos a una entera focalización en las dos mujeres. No es una decisión fácil y presiento que en este caso no salió bien y el film se quedó huérfano, con la sensación de que da igual lo que les pase a estas mujeres. Es asombrosa y divertida la similitud con Psicosis de Hitchcock. Un hombre que quiere casarse (Marion quería casarse) que en este caso recibe dinero (Marion lo roba) y se dirige a un hotel (Marion tiene que frenar en un misterioso hotel de ruta) pero es dinero sucio y le va a traer un mal augurio. Ambos intentan esconder el dinero pero se sienten seguros en el hotel. Sin embargo estas dos mujeres quieren el dinero (Norman, el dueño el hotel, que parecía un joven inocente, se termina disfrazando de su propia madre y mata a Marion). En este caso una madre no disfrazada aunque definitivamente con una máscara que oculta su crueldad y su locura, asesina al hombre por miedo mientras intenta robarle el dinero. Sin embargo quien se encarga del cuerpo es su hija (en Psicosis es Norman sin disfraz quien saca el cuerpo del hotel, lo mete en el auto y lo lleva al río). Con la diferencia que los finales son distintos. Esta similitud me parece un acierto porque no está en un plano tan superficial sino que está entrelazado con las diversas tramas de la historia y es un guiño entretenido para quien lo descubra e inofensivo para quien no. FILMAR EN ARGENTINA No es fácil dirigir una película. Es injusto que se la mire con ojos tan críticos cuando se trata de una ópera prima, porque para hacer una buena película, sería minimamente necesario poder practicar hasta encontrarle “la mano” al asunto. Lamentablemente los problemas de financiación, la dificultad para conseguir subsidios, los tiempos que se dilatan, el acotado presupuesto y las pocas posibilidades de prueba y error hacen que los films sean lo mejor de lo que pudieron ser en ese momento y en esas circunstancias. El productor del film, Horacio Sereno, me comentó que la película se hizo a pulmón, con esfuerzo y dinero de todos, sin cobrar un peso y con las dificultades que todo eso implica y que se ven reflejadas en el producto final. De todas maneras, el film revive un género poco habitual en el cine argentino que necesitaba ser desempolvado para experimentar con él y crecer como cineastas tanto para los realizadores como para los espectadores. CONCLUSIÓN Tengo la sensación de que es un buen guión: una historia trágica de soledad, de malos entendidos, de locura y de muerte. Pero no siempre es fácil la transposición al film. A pesar de que cuenta con un elenco impecable, salen a la luz errores normales de una persona que hace una película por primera vez. La elección de los “cómos” no siempre es la más cinematográfica ni original, ya que hay planos que todavía parecen más cercanos a un cortometraje que a un largo, hay aspectos del sonido como las campanadas que suenan en distintos momentos del film que son algo televisivas, el ritmo del montaje es demasiado parejo y, a pesar de que pasan muchas cosas, no logran conmover o agitar al espectador en la silla. Quiero destacar que la fotografía, en manos de Quino González, está muy cuidada y logra generar climas de suspenso, soledad y desolación. Y felicito a Marcela Balza, la guionista y directora, porque creo que el guión tiene un trabajo interesante de tramas y subtramas que buscan narrar de manera enriquecida y eso me parece una gran apuesta y un riesgo que los cineastas argentinos deben asumir; y por su debut en la dirección, que es un paso que algún día hay que dar y que más allá del producto final, el recorrido vivido y la experiencia de haberlo hecho ya es gratificante.
Este drama escrito y dirigido por Marcela Balza, en lo que es su ópera prima, nos traslada a un pueblo en la provincia de Buenos Aires, dónde hay un hotel que tuvo días mejores en donde casi la totalidad de la acción sucederá. Regina (Marilú Marini) y Fernanda (Erica Rivas) son madre e hija, y ambas son las dueñas de este hotel familiar. Un día un hombre misterioso, solitario y reservado llega a este lugar y pide una habitación con caja de seguridad. Este hombre, llamado Miguel e interpretado por Rafael Spregelburd paga su habitación con dólares. Un día Fernanda se da cuenta de que él transporta una gran cantidad de dinero, dinero que ellas necesitan para poder salvar el hotel, ya que están ahogadas en deudas. La película posee fallas importantes en la dirección y por sobre todo en el guión. Este último en especial además de ser un tanto predecible, no termina por explicar bien los sucesos del principio, que pueden ser catalogados como fantásticos. Y al ser ambos, los únicos sucesos de esta índole en la totalidad del relato, hacen que el mismo pierda credibilidad. A pesar de los esfuerzos del elenco, no logra atrapar al espectador y se desdibuja hacia el cierre, previsible y con poca profunidad emotiva. "Las mujeres..." quizás peca por intentar darle al espectador todo servido en bandeja. No hay misterio, no hay creación de atmósfera, no hay un estilo definido, tal vez incluso una estética que la haga singular y pueda conteer la fuerza narrativa para sostener una historia atractiva. Por supuesto que lo más fuerte del film es el reparto. Marilú Marini, Erica Rivas, Rafael Spregelburd, Andrea Pietra, Enrique Dumont, Guillermo Pfenning, Eduardo Tato Pavlosky, Susana Evans, Mike Amigorena y Martina Gusmán protagonizan el film y apenas si logran salir airosos de los diálogos totalmente inverosímiles y trillados. Pese a esto sus actuaciones son aceptables, aunque debido al pobre guión y al tono general de la película no podemos disfrutar de sus talentos en su totalidad. En definitiva, un debut cómo directora, donde Marcela Balza tuvo a un dream team a su disposición y no pudo sacarle provecho en lo que termina siendo un film para replantearse la elección de los libros elegidos y analizados y la manera de ponerlos en juego.
Suma de torpezas y pasos en falso Opera prima de Marcela Balza, Las mujeres llegan tarde es una de esas películas en las que por una suma de torpezas, decisiones erróneas y pasos en falso, todo suena forzado, fuera de lugar, inverosímil. No se trata precisamente de que no se haya contado con los recursos necesarios, dicho esto en sentido técnico y humano. El elenco es tan grande, tan lleno de nombres que actores como Guillermo Pfening, Mike Amigorena y Martina Gusmán aparecen en una única escena. Lo mismo para los rubros técnicos, cubiertos por profesionales de primera. El tema es que la película que los contiene no sabe usarlos, sacarles el jugo, canalizarlos. Un electricista de a bordo llamado Miguel (Rafael Spregelburd) baja a tierra en el puerto de Buenos Aires, en un casino clandestino conoce a una mujer llamada Gabriela (Andrea Pietra, la presencia más convincente de la película) y más tarde la reencuentra en un piringundín, donde trabaja como copera o algo más. De pronto llueven dólares. No sólo porque el número sugerido por Gabriela sale ganador, sino porque de inmediato la mujer abre la caja fuerte del boliche, llena un bolso con fajos de a 100, se lo entrega al electricista y le indica dónde van a encontrarse una semana más tarde. Ella toma todas las decisiones, él se dirige como un autómata hasta un hotelito de Cañuelas, postergando el casamiento que lo trajo a tierra. El hotel está en bancarrota. Y ahí viene el forastero, cargado de Franklins. Bastará que la hija de la dueña revuelva un poco entre sus cosas para que ella y su madre terminen convertidas en variante bonaerense de Las diabólicas. Así como trastabilla para definir tiempos y espacios, Las mujeres... tampoco llega a establecer un tono, pasando del letargo provinciano al cine negro (y de allí, in extremis, a la tragedia griega), definiendo confusamente a sus personajes y quedando atrapada en convenciones de telenovela. Como cuando a Gabriela, caída en el hotel, le basta pispear un poco para descubrir secretos tremendos. Y si no, viene Marilú Marini (la dueña) y le confiesa todo, casi sin que la otra pregunte. De pronto aparece Mike Amigorena, con camisa blanca y chalequito gris, y resulta ser un cura. Cuando la película está terminando se adivina la presencia de Martina Gusmán, haciendo un papelito que podría haber hecho cualquier desconocida. En el hotel hay un monito, no se sabe bien por qué, y una tía reblandecida que dice que los gnomos la hacían perder plata.
Las oportunidades hay que aprovecharlas. Es la ópera prima de la directora y guionista Marcela Balza, cuenta con un gran elenco: Erica Rivas, Rafael Spregelburd, Marilú Marini, Andrea Pietra, Eduardo Pavlovsky, Guillermo Pfening, Mike Amigorena y Martina Gusman, entre otros. La historia comienza cuando vemos a un marino Miguel (Rafael Spregelburd), quien trabaja como electricista de a bordo, mientras se toma un descanso concurre a casino y burdel en las inmediaciones del puerto, allí entre copa y copa conoce a Gabriela (Andrea Pietra) mantienen un relación y ella le pide que se lleve un bolso con una importante suma de dólares, y en un tiempo volverán a encontrarse. Él se aloja en un modesto hotel de la provincia de Buenos Aires, para encontrarse primero con Gabriela y mas tarde con su novia y futura esposa, las dueñas de este lugar son madre e hija (Marilú Marini y Erica Rivas), en bancarrota, este dinero trae la tentación, la discordia y la locura, ahora piensan un plan Es un film con un elenco de primerísimas figuras y muy talentosas, se eligieron buenas locaciones, al igual que la iluminación que va creando los diferentes climas, en un principio se mantiene pero luego no logra sostener ni la trama, ni el ritmo, todo se va transformando en lento y monótono.
El lado femenino del crimen Las mujeres llegan tarde es un filme con una forma de contar no tradicional, pero se las arregla para ser entendible. Una película donde los climas juegan un papel fundamental. La historia comienza poniendo en relieve a un hombre, marinero porteño, que es el guarda de un maletín con dinero que le dio una misteriosa mujer. En esta parte, los climas son sensuales, sórdidos. El tipo es extraño, sin duda. Acaba de dejar el mar para siempre, está completamente solo, y confundido por una marca de amor que, seguro, le hicieron con una garra. Luego, el espectador es transportado a un hotel en el interior de Buenos Aires. Se trata de una casona de huéspedes manejada por una mujer y su hija, a punto de caer en la bancarrota. La chica tiene un novio secreto, pese a que sigue las indicaciones de la vieja para engatusar y quizá casarse con un primo con dinero. En estas escenas, jugadas entre esas mujeres encerradas, maniáticas por la ropa y el peinado, viviendo entre objetos que fueron valiosos pero que superaron la fecha de vencimiento, se huele una psicosis que pronto subirá a la superficie. Lo mejor de este filme escrito y dirigido por Marcela Balza, ocurre tal vez cuando los dos caminos, el del marinero y el de las propietarias de la pensión, se cruzan trágicamente. A uno le sobra lo que las otras necesitan con desesperación. La línea de la cordura puede ser rebasada por cualquiera de los tres que dé un paso en la dirección equivocada. Drama policial, o policial dramático, Las mujeres llegan tarde puede ser vista como una exploración psicológica del lado criminal femenino, hecho por una directora que no eligió hacer las cosas a la manera convencional. Los tipos de encuadre, los cortes, la organización del relato, la música, los sonidos, los colores, la luz, las escenografías, van marcando ese tono, que además tiene una fuerte personalidad entrelíneas. Mención especial para las actuaciones. Marilú Marini, en el papel de Regina, la dueña del hotel, no tiene desperdicio. Erica Rivas, la hija, surca el rol de chica border con mucha credibilidad. Rafael Spregelburd y Andrea Pietra hacen un muy buen aporte como la pareja dueña del dinero. Obliga a reenfocar los lentes al espectador más tradicional, pero es una película válida.