La vida después de la muerte, es una de las premisas fundamentales para construir este relato basado en un remake noventero de Joel Schumacher. El avance de la tecnología ha superado al ser humano. Inclusive hay experiencias que exceden la razón y provocan consecuencias impensadas, entonces ¿En qué momento hay que saber poner límites? Esto es lo que se pregunta un grupo de residentes médicos que, por cuestiones también personales, deciden jugar con la muerte. Courtney (Ellen Page), Ray (Diego Luna), Marlo (Nina Dobrev), Jamie (James Morton) y Sophia (Kiersey Clemons), de forma ilegal, utilizan las instalaciones de emergencia de la clínica en la que hacen sus residencias, para provocarse paros cardiacos y comprobar que aun hay actividad cerebral después de la muerte física. Ellos mismos serán los conejillos de india de este experimento que además de despertarles un alto grado de capacidad cerebral, también los enfrentará a sus propias pesadillas, consecuencia de lidiar con una energía oscura, ajena, desconocida, como la de la muerte. Línea Mortal: Al Límite, es un remake de la cinta, homónina, del año 1990 dirigida Joel Schumacher, en la que figuras como Julia Roberts, Kevin Bacon y Kiefer Sutherland (el único que participa en esta nueva versión, encarnando al jefe de residentes) tomaban el rol de los estudiantes de medicina. Si bien no era una gran película, debido a un guion poco trabajado entre otros defectos, la idea era elogiable así como las actuaciones. De hecho, con el pasar del tiempo, la cinta generó un halo clásico. Por estos motivos había ciertas expectativas puestas en esta versión del danés Niels Arden Oplev, quien lamentablemente incurre en los mismos errores, o peores, que Schumacher. La idea está desperdiciada, a merced de atraer al público millenial la película queda indefinida genéricamente, las escenas de horror no causan tensión (son previsibles y clichés), y se intercalan con romances superfluos, así como fiestas que resultan liberadoras y catárticas, además cierta incorrección política. Todo para terminar realizando una bajada moral (pedagógica), que atrasa uno cuantos años, en relación a asumir las consecuencias de nuestros actos. Lo que salva algo a Linea Mortal, un film indiferente y por momentos forzado, son las actuaciones. Cabe destacar la de Ellen Page y Diego Luna, quienes acertadamente dotan de verosimilitud al relato. A diferencia de los residentes, Oplev no logra reanimar este remake que resultó de culto en los años 90’.
Línea mortal; Al límite con la paciencia del espectador. Así es, llega a las carteleras la remake del film noventero que dirigiera Joel Schumacher, esta vez bajo la batuta del hiperactivo Niels Arden Oplev, que tan bien nos hiciera con la trilogía Millennium (2009) pero que ahora nos ahoga en un lento y mortificante thriller, sin drama ni susto. Ben Ripley (Source Code – 2011) fue el encargado de actualizar esta historia, dándole un giro en su inicio que pudo ayudar a la mitología detrás de la historia, pero que solo funcionó como prólogo de una narración que trazó el mismo recorrido que la anterior. En la ruta, el automóvil conducido por Courtney, personaje que interpreta Ellen Page, sufre un accidente que la llevará, mortificada por la culpa, a obsesionarse con el tema de la vida después de la muerte. Con la esperanza de desentrañar el misterio de lo que aguarda más allá de los confines de la vida, emprende un atrevido y peligroso experimento a base de detener su corazón durante un breve lapso de tiempo en el cual, ayudada por sus compañeros de estudios médicos, intentará medir, pesar y apreciar de manera científica la existencia de esa vida posterior. Más cercano a Scooby-Doo y su pandilla que a un verdadero equipo de científicos tomando y analizando datos, que pronto olvidarán cuando comienzan a sufrir las consecuencias de sus actos, el perfil de los personajes que lo conforman, el nochero conquistador, la competidora, la cerebrito que carga con el dominante progenitor, es tan plano y elemental que si no fuera por sus pecados del pasado no inspirarían la menor simpatía en el espectador. El filme se divide en tres claros actos; en el primero tenemos la presentación de los personajes y sus dramas personales, como también las motivaciones que cada uno tiene para involucrarse en este juego, ya sea la simple y triste casualidad, o la asociación. Recuerdo que en la primera versión del filme, cada uno de ellos tenían una especialidad, un anestesista, una enfermera, un médico de shock room, pero aquí es sólo la relación de compañeros de estudio, así de pobre el conjunto que arma Courtney. En el segundo acto, vemos a cada uno experimentar la muerte y resucitación y sus consecuencias, la adaptabilidad, la inteligencia incrementada, una intuición de X-Men, etc. de la que harán gala sin jamás cuestionar cómo llegaron a ello, sin teorizar una sola consigna más que un par de imágenes y alguna terminología del campo que no convence. También es el momento en que seremos testigos del terror que vivirán al enfrentar viejas cuitas morales y éticas que regresan para atormentarlos. Es aquí donde la cámara de Niels Arden Oplev hará las observaciones más obvias del género, posicionándose en tantos lugares comunes que no logrará anticiparse a nada que no esperemos por obvias referencias; ruidos, apagones y sombras trepidantes. Hasta el insulto del spooky violento, convencional y anodino es todo el momento vivido por el personaje de Ellen Paige, tanto que hasta tendremos un found footage. Sí, ese recurso será utilizado sin mayores logros más que atravesar ese acto para desencadenar en una resolución que se antoja más que necesaria para terminar con el sufrimiento del espectador. No cuestiona, se aposenta en observaciones obvias sobre el juego con el límite preestablecido. No conmueve, porque los personajes no desarrollan más que un par de líneas remanidas sobre la culpa. No hay una conclusión ni expiación, en definitiva una remake innecesaria y absurda, que al intentar abordar varios géneros cinematográficos a la vez, queda en nada.
Daño cerebral Línea mortal: Al límite (Flatliners, 2017), dirigida por Niels Arden Oplev, es un remake de la película del mismo nombre que fuera protagonizada por Kiefer Sutherland, Julia Roberts y Kevin Bacon en 1990 y, si bien esta versión se presenta como una propuesta álgida y novedosa sobre una mirada científica alrededor de la muerte, termina por diluirse al querer mezclar demasiadas cosas olvidándose justamente, de la emoción y la verosimilitud. Courtney Holmes (Ellen Page) es una estudiante de medicina que realiza sus primeras pruebas en un hospital. Ahí dispone de un grupo de amigos y futuros colegas que están formándose bajo un clima intenso y lleno de muchísima presión. A Courtney le sucedió una tragedia personal, que poco a poco se devela, que marcó en ella la curiosidad por saber qué sucede en el cerebro cuando se detiene el corazón. Esto la lleva junto a cinco de sus amigos, a realizar un experimento donde cada uno detiene su corazón por un minuto y luego se reanima para contar lo que se ve cuando se está muerto. El problema empieza cuando sus pensamientos e inteligencias se ven alteradas y empieza a surgir lo paranormal. La película parte de una premisa un tanto atrapante pero que en el desarrollo termina por desalentar. Su mayor problema es el cambio de tono y registro, además de su estilo narrativo. Empieza como una película de adolescentes que sufren como si fueran futuros personajes de series tipo E.R. Emergencias y de pronto, surge el experimento que le da otro tono, uno mucho más misterioso y lleno de suspenso, para luego volver a ser la película de jóvenes descontrolados que se creen poderosos e inmortales. Al final aparece el terror, semejante a Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), para concluir en un drama carente de lógica. Sin duda el experimento genera la seducción del espectador, pero decae a un nivel muy superficial. La película hace una representación con sensaciones un poco cliché del “minuto muerto” incluso, con un marco de terror de los años ochenta o noventa olvidándose de todo el cine que paso entremedio. Y quizá su mayor debilidad es que la representación de la muerte se reduce al nivel de un drama sobre el consumo de alucinógenos, omitiendo que son personajes que han regresado de la muerte y que al decir que “nunca volverán a ser los mismos” uno esperaría algo más profundo. Ante esto, si hubiera optado por ser una simple película de terror sin pretensiones saldría mejor parada. Uno termina por no creerse nada. La estética del terror es poco emocionante y Línea mortal: Al límite camina al borde del precipicio. Al final no resta mucho por rescatar, y salvo por algunas escenas llamativas, todo se diluye quedando muy lejos de su antecesora.
¿Hay vida después de la muerte? ¿Qué se siente morir? “Línea Mortal” nos muestra qué pasa cuando pasamos al otro lado; la protagonizan Courtney (Ellen Page), Ray (Diego Luna), Marlo (Nina Dobrev), Jamie (James Norton) y Sophia (Kiersey Clemons), cinco estudiantes de medicina que realizan sus residencias en el mismo hospital. La historia comienza cuando Courtney por un accidente automovilístico pierde a su hermanita. Luego de nueve años, ella decide realizar un experimento único, después de varias investigaciones, quiere estudiar la actividad cerebral al instante que se da por muerto a una persona. ¿Cómo podría hacerlo sin matar a nadie o que alguien con un rango más alto en el hospital se entere? Fácil, junto a otros dos residentes va al único lugar del hospital no utilizado por el personal, les explica cómo hacer para inducirle un paro, matarla, y luego cómo revivirla. Algo sale mal e invitan a otro residente para traerla a la vida nuevamente y la quinta médica cae ahí justo cuando despierta. Los cinco ahora saben del experimento, todos estaban eufóricos por el suceso salvo Ray que piensa que es una locura. Courtney les contó todo lo bueno que vivió y sintió en ese trance, “volé sobre el techo del hospital; nunca vi el techo del hospital; fue mágico”. Al día siguiente, en el trabajo, ella respondió todas las preguntas que le hizo el doctor a los demás, parecía que todo lo que había leído o sabía de medicina lo llevaba a flor de piel. Esto provocó que otros tres del grupo quisieran pasar lo mismo, morir y revivir para saberlo todo. Pero todo tiene una consecuencia, todos tenían algo en común, habían cometido alguna aberración en el pasado. Courtney fue la que provocó el accidente donde murió su hermana, Marlo por trabajar 36 horas se equivocó y mató a un paciente, además luego mintió en el registro médico; Jamie había obligado a una de sus chicas a abortar; y Sophia hackeó la computadora de una chica y compartió sus fotos donde estaba desnuda a todos los chicos de su colegio. Ahí está la verdadera trama de la película, estos hechos los atormentaban en forma de alucinaciones a todos ellos. Me pareció una película muy fuerte, a su vez divertida y por partes me dio mucho miedo. Tiene un final con una enseñanza exquisita que habría que tenerla presente día a día. Destaco que está muy bien producida. Además aparece uno de los actores de la película de 1990 que mantiene su mismo papel en esta secuela, Kiefer Sutherland.
Innecesaria remake de una película que ya era mala en 1990. La reversión de Línea Mortal deambula entre géneros sin definirse por uno de ellos, y justamente en esa indefinición es en donde más se resiente la historia de estos estudiantes a la deriva, culposos, compungidos que juegan con la vida y la muerte.
Lo más interesante es el mensaje. Esto de pedir disculpas, de buscar una solución -si es que estamos a tiempo todavía- por cosas que pudimos haber hecho mal. Línea Mortal: Al Límite (Flatliners) es una remake a mi entender fallida (la original es de 1990). Compañeros de trabajo en sus pasantías en el hospital (estudiantes de medicina) motivados por uno de ellos (el personaje de Ellen Page, con una bellísima actuación) investigan al límite que hay después de la vida, en esos minutos de muerte física. Entonces deciden de a uno probar morir, que su corazón deje de latir, y con la ayuda de los otros, revivirse. Algo que en su momento los hace alucinar (como si fuera una droga) pero que va a desencadenar situaciones extrañas, paranormales, relacionadas al pasado de cada uno de ellos. Historias inconclusas, de remordimiento, de pecado, de culpa, que no fueron resueltas. Son varios géneros los que abarca el film. Los mejores momentos y bien logrados (con imágenes impactantes) son los de suspenso/terror. Pero pierde verosimilitud en líneas generales. ¿Vos te atreverías a cruzar la línea mortal?
La luz al final del túnel Un grupo de estudiantes de medicina planea descubrir qué hay mas allá de la muerte. Para eso, deciden experimentar con sus propios cuerpos, provocándose la muerte y posterior resucitación. Pero al regresar a la vida cada uno de ellos descubren que ya no son los mismos, y que ahora pueden ver y sentir cosas que el común de los mortales ignoran. La película original de 1990 dirigida por Joel Schumacher, tenía entre muchos puntos a favor, contar con un dream team de jóvenes actores como protagonistas: Julia Roberts, Kiefer Sutherland, Kevin Bacon, Oliver Platt… y además con una estética neogótica que ayudaba a la atmósfera de thriller y misterio. Fue un filme pequeño, clase B, pero muy atrapante y con un tema poco transitado por el género. Esta remake, sin el encanto de aquella, funciona como un vehículo para presentar sustos baratos y sumar "una más de terror" destinada al público adolescente. Técnicamente hay poco para decir, tiene una buena fotografía en tonos fríos y azules, hay un buen manejo de cámara y efectos correctos. Pero no resulta creíble, no presenta ideas nuevas y tiene un elenco en donde es difícil encontrar empatía (Ellen Page y Diego Luna hacen lo que pueden con un guión tosco que les deja pocas alternativas). Esta nueva versión de Línea Mortal es un claro ejemplo de que algunas cintas "no deberían ser resucitadas"
PESCADO MUERTO La remake del ¿clásico? de Joel Schumacher apunta bajo y pega más bajo. Hace una semana tuve la oportunidad de revisar Blade Runner 2049, la secuela del clásico de ciencia ficción dirigido por Ridley Scott en 1982. Destacaba en mi análisis que la película de Villenueve tenía una enorme responsabilidad encima, ya que aunque la original no fue un éxito de taquilla se convirtió de inmediato en un clásico que culto que redefinió el género e inspiró una generación entera. No se puede decir lo mismo de “Línea mortal” (Flatliners) la película de terror psicológico de Joel Schumacher de 1990 acerca de un grupo de (muy facheros) estudiantes de medicina experimentando con la muerte. Una premisa interesante y una ejecución cuestionable son la mejor forma de definir la obra de Joel, cuyo legado se reduce al gran elenco de estrellas en ascenso que incluía a Julia Roberts, Kiefer Sutherland, Kevin Bacon y Oliver Platt. Es por eso que llama la atención que esta aburrida remake con Ellen Page, Diego Luna, Kiersey Clemons, Nina Dobrev y James Norton como el nuevo quinteto de estudiantes de medicina a punto de meterse en quilombos se ajuste tanto al material original y cometa los mismos (y nuevos) errores. La nueva Kiefer es Courtney (Page), quien tras perder a su hermana en un accidente de tránsito por negligencia propia, decide explorar el más allá y la vida después de la muerte. Ya en medio de la vida de residente, recluta a Jamie (Norton) y Sophia (Clemons) para que la asistan en un experimento: que le detengan el corazón y un minuto después la revivan. Courtney pretende analizar la actividad cerebral en ese tiempo y ver qué hay más allá de la luz blanca, algo que consigue con éxito gracias a la intervención oportuna de Ray (Luna) y Marlo (Dobrev), que aparecen para salvar las papas en el momento justo. La película nunca se detiene demasiado en las motivaciones de la protagonista, más allá de que imaginamos esperaba ver a su hermana o algo así, pero sí encuentra una buena razón para que el resto de sus compañeros quieran sumergirse en este sueño temporal: después de morir (“flatlining”), el cerebro de Courtney está al 100% y la piba recuerda cómo tocar el piano o textos que leyó al pasar hace años (una onda “Limitless”). Así, someterse a esta experiencia tiene más que ver con la competencia académica que con la adrenalina del momento, como era en la original. Pero como se podrán imaginar ese no es el único efecto secundario, y los bellos jóvenes tardan demasiado en comprender que los han empezado a perseguir sus errores del pasado. Es en ese momento cuando lo que se insinuaba se cae a pedazos y se convierte en una mediocre película de terror, más a tono con el concepto de “casa embrujada” que con las preguntas filosóficas, éticas y teológicas que podría haber hecho. Así terminamos gran parte de los innecesarios 110 minutos de duración viendo a los personajes ser acechados por sombras, ruidos y alucinando como en el peor viaje de pepa del mundo. Lo peor (y esto es algo personal que tiene que ver con la incoherencia de este tipo de recursos) es que las alucinaciones tienen una manifestación corpórea y pueden interactuar con el mundo real. No es terror psicológico cuando un fantasma te arrastra por un pasillo, es terror psicológico cuando el acecho te hace caer de un techo. Técnicamente la película tampoco se destaca. Las bondades de la tecnología actual no se aprovechan al momento de representar estos viajes astrales y los escenarios y recursos son poco imaginativos. Oplev, paradójicamente, ofrece imágénes más estimulantes en el mundo real que con todo el potencial de lo fantástico a su disposición. El elenco, por su parte, hace lo mejor que puede con el flojo material: Page está bien como siempre y Luna como el único tipo con dos dedos de frente sigue sumando porotos para convertirse en la próxima gran estrella latina en Hollywood. Mención aparte para el tan discutido cameo de Kiefer, que es otra oportunidad desperdiciada. ¿Es el mismo personaje? No se explica pero asumimos que no, porque tiene otro nombre (Barry Wolfson), aunque podría habérselo cambiado después de los eventos de la original. ¿Como una secuela directa en la que Kiefer actúe como un mentor funcionaría mejor? Nunca lo sabremos, pero por lo menos la película hubiera mostrado un poco de personalidad e iniciativa por construir sobre las bases de la anterior. Línea mortal: al límite, es una remake innecesaria que ni siquiera aprovecha el poco impacto de la original para tomar las riendas y decir algo nuevo y propio. Es una de esas películas que te cruzás un sábado a la noche en Netflix y olvidás inmediatamente después de que terminó.
La premisa de Línea mortal, ya sea en su versión original como en esta remake, sigue siendo tan candorosa como irresistible: un grupo de estudiantes de medicina se obsesiona con qué sucede más allá de la muerte, al punto de intentar expermientarlo en carne propia. Los jóvenes se turnan en buscar paros cardíacos cortos y lo suficientemente controlados como para que sea posible devolverles la vida. En esta nueva versión la resurrección es eufórica y se la llega a comparar con una droga de diseño, pero el nuevo estado perceptivo que experimentan los chicos viene acompañado, como siempre, de paranoia y alucinaciones relacionadas con el pasado. La película de 1990 dirigida por Joel Schumacher y esta reversión a cargo del danés Niels Arden Oplev (director la versión original sueca de La chica del dragón tatuado) tienen en común la línea argumental y buena parte de las resoluciones, pero la mayor diferencia entre una y otra película aparece con el elenco, adaptado a los tiempos que corren en cuestiones de raza y género. Diego Luna es el único del quinteto de pasantes de hoy día que está a la altura de aquel juvenil all-star de antaño integrado por Kiefer Sutherland (que vuelve ahora en un pequeño papel como tutor de los pasantes), Julia Roberts, Kevin Bacon, Oliver Platt y William Baldwyn. Oplev decide explotar un poco menos el costado científico y ético que tenía la película de Schumacher y se apoya más más en los aspectos espirituales y morales, que incluyen una inesperada muerte. Esa sorpresiva secuencia tiene la bienvenida ambigüedad momentánea sobre qué les está pasando realmente a los pasantes y es, junto a los breves clips de festejos por la vuelta a la vida, lo más atractivo de la película. Línea mortal parece querer colgarse del éxito de It, otra remake de una película de terror de 1990 que utiliza los traumas para alimentar el motor del miedo, pero termina pareciendo más un motivacional video de autoayuda sobre arreglar los errores del pasado que una película de género.
Una remake con tendencia al ridículo Esta es una remake de la película de 1990, protagonizada por Kiefer Sutherland y Julia Roberts. En esta versión, Ellen Page interpreta a una joven médica, traumatizada por perder a su hermana en un accidente de tránsito, que convence a sus amigos residentes de experimentar para descubrir qué hay después de la muerte. Se supone que estamos ante una película de terror, pero el film no provoca más que algún mínimo sobresalto. La forma superficial en que se toma al experimento y la mezcla de un tema "serio" con un tratamiento casi adolescente no combina bien, pero entretiene por un rato. Cuando la trama se torna más dramática el film se vuelca al ridículo.
Para quienes vieron la primera dirigida por Joel Schumager, con la creatividad de Eugenio Zanetti, y con estrellas en ese momento en ascenso como Julia Roberts, Kiefer Sutheland, Kevin Bacon y William Baldwin, esta será una secuela innecesaria. Es mas, Sutheland en el elenco que al principio convoca a la nostalgia y una esperable participación mayor en el argumento, es apenas una aparición. La historia se repite casi literalmente. Fingir una muerte corta para saber que hay después de la muerte. Provocarse un ataque al corazón y ser revividos por sus aliados. Aquí Ellen Page toma el papel de Sutheland y es la primera en experimentar con la ayuda de sus compañeros estudiantes de medicina, en ejercicio de su residencia. La única que tiene un objetivo claro, una hermanita se mata en un accidente donde ella es la culpable. Se quiere comunicar con ella de alguna manera. Al principio la visita al otro lado despierta sus potenciales neurológicos, recuerda recetas, como tocar el piano y detalles de sus estudios. Sus compañeros la envidian y quieren seguirla. Para ellos y para Ellen llegan las recriminaciones y culpas, con apariciones, acusaciones, restos del más allá que los acompañan en el más acá, pésimo intercambio. Aquí la peli oscila entre el terror, el misterio, el famoso túnel y las luces, lo diabólico y lineas de autoayuda. Un poco de cada género alternado con momentos de bailes, seducción y euforia. No aburre y aunque el director, los guionistas y productores no arriesgan ninguna idea nueva con respecto al original, quienes no vieron la primera no la pasaran mal.
Muerto al llegar En el momento en que la industria cinematográfica empieza a rascar el fondo de ese tarro siniestro que satura la pantalla grande con reboots, remakes, secuelas y precuelas, ahí es cuando deberían sonar las alarmas. Así como cuando se nos está por quedar sin crédito el celular recibimos un mensaje, los grandes estudios deberían tener algún protoclo que les advierta cuando están por sobrepasar el límite aceptable de re-versiones. En un mundo idílico en el cual un sistema así funcionara, no tendríamos que lidiar con producciones como Línea Mortal: Al Límite (Flatliners, 2017). Si les parece que esta introducción es demasiado dura, lo es, tiene que serlo. Hay cosas peores que las malas películas y esas son las películas intrascendentes, films que no nos dejan nada, ni para bien ni para mal. Allá por el año 1990, un todavía prometedor Joel Schumacher nos traía la historia de un grupo de estudiantes de medicina que morían solo para ser resucitados por sus colegas minutos después y comprobar si efectivamente hay algo después de la muerte. Por supuesto, la experiencia dejaba algunos efectos secundarios que se vuelven el quid de la cuestión. Una película recordada por la generación VHS gracias a una historia relativamente entretenida -sin demasiada ambición- y un reparto conformado por las entonces estrellas jóvenes de la industria como Julia Roberts, Kieffer Sutherland, William Baldwin y Kevin Bacon. En esta ocasión, el danés Niels Arden Oplev -responsable de Los Hombres que No Amaban a las Mujeres (Män som hatar kvinnor, 2009), la primera película de la saga original de Millennium– se pone detrás de cámara para actualizar sin mucha vuelta de tuerca la historia; el ámbito facultativo es el mismo, el rango etario de los personajes también y los problemas son los mismos, pero todo con mucha menos profundidad y en piloto automático. La cuestión fundamental que pone en movimiento la trama queda olvidada inciado el segundo acto, y los famosos “efectos secundarios” que sufren aquellos muertos y resucitados parecen una recopilación de sustos fáciles. De un momento a otro lo que pretende ser un film que explora la vida después de la muerte y el enigma del más allá se convierte en uno de terror adolescente. El elenco tampoco ayuda. Ellen Page –La Joven Vida de Juno (Juno, 2007)- y Diego Luna –Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016)- son los rostros conocidos; hacen lo que pueden con el material a disposición y el resto del elenco -Nina Dobrev, James Norton y Kiersey Clemons- es de lo más intercambiable que puedan imaginarse. Como espectadores nos importa poco lo que pueda pasarle a estos personajes chatos y sin vuelo. Para sumar un poco de confusión a todo esto, Kieffer Sutherland tiene una breve participación (no estamos seguros si es técnicamente un cameo) interpretando a un personaje distinto al encarnado en la versión noventera… ¿Entonces todo sucede en dos realidades distintas? ¿O hay dos personajes físicamente idénticos pero no son la misma persona? ¿Comparten universo? El verosímil metafísico de este guiño fallido podría ser lo más interesante de todo el film en cuanto a análisis. Sin nada nuevo que contar y con poca inventiva para contarlo, problablemente lo mejor hubiese sido que Schumacher firmara la orden de no reanimar allá por 1990.
Mapeando el cerebro Y nuevamente estamos ante una remake que no está a la altura de la original ni aporta una mínima idea novedosa a lo ya hecho en un pasado no tan lejano. Línea Mortal (Flatliners, 1990) fue una propuesta amena que por un lado ayudó a definir la versión posmoderna del formato intra terror centrado en “infiernos individuales para cada personaje”, y por el otro apuntaló el preciosismo visual del mejor período de la carrera de Joel Schumacher, ese que terminó con Batman & Robin (1997) e incluyó títulos como Que no se Entere Mamá (The Lost Boys, 1987), Un Día de Furia (Falling Down, 1993), El Cliente (The Client, 1994) y Tiempo de Matar (A Time to Kill, 1996). A posteriori el norteamericano dirigió algún que otro convite interesante, como por ejemplo 8 Milímetros (8MM, 1999) y Enlace Mortal (Phone Booth, 2002), sin embargo nunca más consiguió repetir los éxitos de aquella etapa. Mientras que la fuerza narrativa de la película de antaño estaba nucleada en el carisma del elenco (con Kiefer Sutherland, Kevin Bacon y Julia Roberts a la cabeza) y el barroquismo de una bella fotografía basada en tonos saturados y el pulso lisérgico de la “era MTV” (se puede pensar cualquier cosa de la obra de Schumacher en sí, no obstante hay que reconocer que sus obsesiones de la época siempre arrojaban resultados positivos), en cambio en esta reinterpretación todo pasa por una puesta en escena aséptica -plagada de blancos y grises metalizados- que hasta parecen sincerarse en lo que atañe al patrón despersonalizado que domina hoy por hoy en el cine mainstream. La historia vuelve a centrarse en un grupo de estudiantes de medicina que comienzan a jugar con las experiencias cercanas a la muerte para conocer los enigmas del “más allá”, lo que deriva en pesadillas y alucinaciones varias. La dialéctica del “mátenme y resucítenme enseguida para poder contarles lo que vi”, con una primera tanda de efectos benignos y una segunda serie de coletazos espantosos vinculados a los secretitos sucios de cada uno, ahora se va desvaneciendo en pos de volcar el andamiaje retórico hacia un combo que reúne el sustrato fantasmagórico del J-Horror de la década previa, un marco onírico que por momentos se parece al de la saga del amigo Freddy Krueger y hasta aquel acecho de los slashers sobrenaturales símil Destino Final (Final Destination, 2000) y semejantes. A pesar de que la propuesta original también ofrecía un background estereotipado para cada protagonista, por lo menos lo compensaba con buenas secuencias afterlife y un desarrollo más que correcto de personajes, dos componentes que en esta oportunidad no logran despertar entusiasmo ni verdadero brío. Quizás lo más doloroso del film sea la presencia del realizador Niels Arden Oplev, un danés que venía de entregar las prodigiosas Los Hombres que no Amaban a las Mujeres (Män som Hatar Kvinnor, 2009) y Marcado por la Muerte (Dead Man Down, 2013), ahora administrando el ritmo narrativo más o menos con convicción aunque demostrando una triste incapacidad al momento de elevar por sobre la medianía más lánguida y redundante a un proyecto que tendría que haber superado al opus de 1990. El elenco en general tampoco ayuda demasiado porque sólo podemos rescatar la labor de Ellen Page (en el papel de la adalid de estos intentos por mapear las zonas cerebrales que “se activan” luego del deceso) y el propio Sutherland (en un rol menor cercano a un cameo que lamentablemente no tiene nada que ver con aquel Nelson Wright del trabajo de Schumacher), ya que el resto del cast es bastante de madera y no pasan del surtido de modelitos que tanto les gustan a los productores bobalicones de nuestros días, esos que siguen bajando la edad de los actores protagónicos con la patética idea de que así atraerán a los púberes vagos que no vieron la película original… sin considerar que de acá a unas horas casi nadie recordará esta remake.
¿ESTAMOS VIVOS? Provista de un elenco de grandes actores, tal como la original de 1990, la remake de Línea mortal nuevamente propone el juego de un grupo de médicos talentosos que exploran entre la vida y la muerte, se detienen deliberadamente el corazón para indagar qué pasa en ese instante. Esta vez, la tecnología tiene un rol más activo. Cuando los jóvenes Courtney (Ellen Page), Ray (Diego Luna), Marlo (Nina Dobrev), Jamie (James Norton) y Sophia (Kiersey Clemons) se asoman a la muerte parecen hacerlo también con la sabiduría infinita, aunque poco tardan en darse cuenta -ellos y el espectador-, que el experimento acarrea una doble cara que compromete a la culpa y la tristeza. No ayuda la elección de los actores. Cuando supuestamente son chicos que estudiaron y se graduaron en tiempo récord, desentona por ejemplo, en el grupo de profesionales, un Diego Luna que ronda las cuatro décadas. El director parece manejar los hilos de la tensión con mucha sutileza, hasta que en un momento -mediando el film- se le va la mano y se vuelve todo muy bizarro. Dicen que de los laberintos se sale por arriba y de los pozos de angustia con la redención; el problema aquí es que los personajes llegan desangelados a esa instancia clave para el desenlace de la historia y sus dramas personales. Es muy buena la temática y no me deja de parecer interesante llevarla a estos tiempos, pero la rebalsaron de moralidad y lugares comunes.
Seguramente ya saben que esta idea, en su formato original, fue explorada hacia principios de los 90' con un cast de jóvenes que después serían, en su gran mayoría, importantes en la industria (Julia Roberts, Kiefer Sutherland, Kevin Bacon, Oliver Platt). "Flatliners" en ese entonces era vista como una propuesta nueva en cuanto ofrecía la búsqueda del conocimiento detrás de la muerte, desde el análisis de la medicina tradicional. Y todo eso era perfectamente entendible, porque se explica en parte, por las edades de quienes llevan adelante el experimento. Aquí, en 2017, el danés Niels Arden Oplev, un nombre europeo que busca su primer impacto en Hollywood (viene de hacer algo de tevé americana, "Dead Man Down" antes que eso -con Colin Farrell- y también se lo recuerda por el inicio de "Millennium" en su versión original) lleva adelante una recreación de ese guión, con algunos cambios no tan interesantes. Lo cierto es que todos sabemos que 17 años después, las escenas de suspenso y la construcción, onírica (por así decirlo) de "Flatliners" tiene mayores recursos ahora. Desde lo formal, hay un mayor arsenal para la construcción del escenario y todo lo que implica el abordaje de las alucinaciones que sufren los personajes principales. O sea, era un buen guión y además en estos tiempos, deberíamos tener mejores trucos para lograr una mayor inmmersión del espectador en la historia. Bueno, no me pregunten porqué, pero eso no alcanza para lograr el impacto a priori esperado. Si bien tenemos un grupo de jóvenes similar (encabezado por Ellen Page y Diego Luna), lo cierto es que la trama es esquemática y doblemente previsible. Eso es lo que creo que le juega más en contra, muchos ya conocemos cómo viene la cuestión y encima, lo que debería sorprender, no lo hace y terminamos estableciendo todo el tiempo un paralelismo con la primera versión, que no favorece a la actual. La historia presenta a un grupo de estudiantes de medicina que, por el impulso de uno, Courtney (Page) se van a animar a un experimento fuerte. Se inducirán a la muerte y tratarán de volver de ella con los medios de resurrección para casos de emergencia. Lo que al principio les parece fabuloso (el poder de haber estado en "el más allá" los llena de vida y les abre sensibilidades distintas), con el correr de los días se torna oscuro. Estos sujetos transitaron un espacio del que en general no se regresa y probablemente haya alguna consecuencia sobre lo que generaron con su movimiento. Para más, Courtney (que es la que lleva adelante los cuestionamientos desde el cuerpo de la trama), tiene un pasado que la ha impulsado a transitar este camino y busca respuestas, que no serán quizás las que ella espera de la situación (todo esto que sucedió con su hermana, y que descubrirán quienes vean la peli). Los secundarios no aportan demasiado (flojito James Norton en un rol crucial), y el desarrollo de los eventos, es lineal y nada sorprendente. Veremos a los jóvenes aspirantes a médicos deambular por edificios y corredores oscuros, ser acosados por ruidos y presencias extrañas... Se imaginan no? Y a la hora del resultado final, la variedad de efectos utilizados y algún que otro aporte lúcido (pueden ver a Sutherland de visita, en una secuencia "homenaje") no alcanzan para calificar a esta "Línea mortal" como un producto sólido y atractivo. Sólo podemos decir que podrá (en cierta manera), llamar la atención de quienes no conocen nada de la original y servir como entretenimiento modesto, para quienes les gustan los sustos moderados. No alcanza picos de tensión destacados ni tampoco nos lleva a un viaje moral definido como la anterior... Eso, sin contar que desperdicia a una gran actriz como Page y deja de lado la potencia que Luna podría darle, quienes lucen haciendo esfuerzos por transmitir emociones encontradas en la historia, sin ningún éxito. Llama la atención viniendo de un director acostumbrado a ir al límite de sus productos, cómo pierde puntos a la hora de establecer los encuadres de opresión y paranoia en este guión. Estoy seguro que podría haber estado mucho mejor. Sin dudas.
En la edad de las remakes, secuelas y reversiones llega Línea mortal: al límite, basada en la película de 1990 dirigida por Joel Schumacher. Cinco estudiantes de medicina se obsesionan con revelar el misterio de qué hay después de la muerte. Para hacerlo cada uno detiene su corazón para luego revivirse. El hecho les provoca pesadillas y alucinaciones de los diferentes pecados que realizaron en el pasado. Los años pasan y el público cambia. Línea mortal: al límite se adapta a los tiempos que corren donde el terror se afianza en el gusto del espectador y abandona el estilo de thriller de ciencia ficción con toques pesadillescos que tenía la original. Teniendo como marco este nuevo terreno, no innova y se queda con las emociones básicas. Utiliza los silencios repetidas veces para buscar el susto repentino en el espectador. La primera vez funciona, el resto se hace previsible. El film intenta alejarse del original al presentar nuevos personajes, pero la mayoría de ellos sostienen los mismos problemas de la versión previa. Está el adicto al sexo, la que hizo bullying, las que mataron accidentalmente a una persona y el que se queda al margen de todos los problemas. Los estereotipos ya estaban en la primera película pero la simpatía de los actores originales (Kiefer Sutherland, Julia Roberts, Oliver Platt, Kevin Bacon y William Baldwin) supera en creces a los de la nueva versión con Ellen Page, Diego Luna y un desconocido elenco.
¿Qué hay más allá de la muerte? Esta es la pregunta que se nos presenta con Flatliners (Línea Mortal: Al Límite), la nueva película de Niels Arden Oplev (Los hombres que no amaban a las mujeres, Portland), una suerte de relanzamiento/secuela de aquella estrenada en 1990 con Joel Schumacher (8mm, Batman & Robin) en la dirección.
La experiencia de la muerte, una y otra vez. En 1990, una película reunía a la mayoría de los actores de moda de ese momento y que reinarían en gran parte de los años venideros, alrededor de una historia de género, simple, pero con los elementos necesarios para hacerla muy atractiva. Kiefer Sutherland, Julia Roberts, Kevin Bacon, Oliver Platt, William Baldwin, y hasta Hope Davis, se juntaban con un equipo técnico que incluía a Joel Schumacher en su mejor forma en la dirección, Jan de Bont en la fotografía, y nuestro Eugenio Zanetti en el diseño de producción, para lograr Línea Mortal, un film que quedó en el recuerdo de varios como de lo mejor del suspenso bordeando el terror de la primera mitad de esa década. Veintisiete años después llega Línea Mortal: Al límite, remake libre que solo hace que extrañemos más a aquella, principalmente porque nada de ese talento se encuentra aquí. Dirigida por Niels Arden Oplev, Línea Mortal: Al límite acumula una serie de fallidos desde muy temprano en su inicio. Esta historia de un grupo de estudiantes de medicina que experimenta con la vida más allá de la muerte, trayéndose algo peligroso consigo, no solo no aporta nada nuevo (hay otros films como Resucitados que también transitan este camino), sino que lo aborda de un modo totalmente falto de inspiración. ¿Dónde está Sueiro cuando se lo necesita?: Luego de un secuencia previa a los créditos iniciales, trágica y trillada, asistimos a una doctora. Posteriormente veremos es una estudiante de medicina, que al intervenir en la reanimación de una mujer que estuvo algunos minutos muerta, lo primero que le pregunta -antes de saber cómo se encuentra- es si vio algo, alguna luz, mientras estuvo fallecida. Este será el tono que maneje Línea Mortal: Al límite, y desde ese instante, todo irá cuesta abajo. La doctora en cuestión es Courtney (Ellen Page), estudiante aplicada que por un hecho personal está obsesionada con saber qué hay más allá de la muerte… aunque este hecho personal, en sí, no tenga nada que ver con ese misterio. En el sótano del hospital ella preparó todo un equipo para poder escanear la actividad cerebral durante los instantes en que fallecemos pero todavía hay actividad mental. Su idea es provocarse la muerte, experimentar, y luego ser resucitada mediante RCP. Para eso convence sin muchos argumentos a un grupo de estudiantes que parece sacado del United Colors of Benetton, a saber: tenemos al rubio Jamie (James Norton), a la afroamericana Sophia (Kiersey Clemons), al latino Ray (Diego Luna), y a falta de una asiática está la trigueña Marlo (Nina Dobrev) que bien podría pertenecer a los pueblos originarios. A medida que avance el film irán experimentando con la muerte. Más cuando noten que hacerlo les trae una apertura mental tal que hasta pueden recordar cosas que no sabían o no estudiaron. Lo que no saben y pronto descubrirán es que, además de funcionar como droga deshinibitoria, el experimento trae acarreado consecuencias que pueden ser fatales cuando comiencen a tener visiones demasiado vívidas. La muerte les sienta…: Línea Mortal: Al límite es más que un remake innecesario, lo cual hasta sería debatible. Tampoco importa si es digna o indigna de su original. Sus problemas son estructurales. Los guionistas Peter Filardi y Ben Ripley construyeron una historia poco sólida, con demasiados agujeros y poco incentivo para taparlos, sumado a diálogos que cuesta creer se los hayan planteado en serio. Si a menos de media hora de iniciada ya se nos dibujó una sonrisa permanente, no será gracias a la astucia de la película, sino a la incesante catarata de errores que terminan por causar cierta gracia paródica, irónica. El director Niels Arden Oplev, que dirigió la correcta Los hombres que no amaban a las mujeres, aquí se muestra falto de inspiración. No hay ninguna línea estética a seguir, ni siquiera funciona a base de golpes de efecto, no remarca bien los momentos de tensión. Para lograr baja calificación, carece de sangre en momentos necesariamente sangrientos, y la banda sonora es completamente aleatoria. Interpretativamente tampoco hay demasiado para aportar, con actores como Page o Luna que sabemos están por encima de este tipo de propuestas, pero que aquí se ven atados a la imposibilidad de darle algo de verosimilitud a sus diálogos y acciones. Conclusión: Línea Mortal: Al límite termina causando más gracia que temor pese a su voluntad. El conjunto de escenas inconexas, diálogos indecibles, hechos inverosímiles, y personajes planos, no la dejan salir jamás del coma en que se ubica a los pocos minutos de haber empezado.
Una remake, por demás innecesaria, partiendo de la premisa que la original no era un dechado de virtudes, salvo muy buenos actores y un director que todavía sabia contar historias, pero nada más. Atravesando un tema ya demasiado transitado por el cine y la literatura: el superar la muerte, o más específicamente el retorno a la vida después de vivir la experiencia de morir, valga la contradicción. Filme que se instala, o eso deseaba, entre dos variables principales en tanto género cinematográfico, la ciencia ficción, y la ciencia que parece ser un juego de niños más que una ficción. Esto dicho desde el lugar que si hay algo que sucede es que nada de lo que “sucede” es creíble, ni hablemos de lo inverosímil. ¿De qué va la historia? Cinco estudiantes de medicina con la esperanza de esclarecer el enigma de la muerte, de lo que nos espera después de la vida, realizan lo que será un peligroso experimento. La idea es detener su corazón pocos minutos. Cada uno de ellos sufre una experiencia próxima a la muerte clínica. A medida que avanzan en la investigación les surgirán en estado de vigilia, alucinaciones visuales y sonoras que les remite a su propio pasado, todos tienen secretos y deudas con la vida. En tanto justificación de las acciones de los personajes ninguno tiene una buena construcción, menos aún desarrollo. Un problema es que simultáneamente intenta ser casi coral, al atravesar el texto desde lo grupal, son cinco personajes embarcados, hacia lo particular, estos jugados desde un registro que circula libremente entre lo dramático y trágico. Esta película que cayó en manos del director danés Niels Arden Oplev, que se hiciera conocido popularmente con “Los hombres que amaban a las mujeres” (2009), tiene en común con la original el argumento, los puntos de quiebre, pero nada más. La mayor diferencia entre ambas se observa en el casting, salvo Ellen Page y Diego Luna, en los papeles principales, una por que es capaz de sostener con solvencia cualquier personaje, el otro por carisma del que le toco interpretar. Lo de Kiefer Sutherland, protagonista de la anterior, es casi un cameo. Los demás no dan nunca con los personajes, navegan a la deriva frente a la cámara. Ni la tecnología actual salva al filme. Una remake, por demás innecesaria, partiendo de la premisa que la original no era un dechado de virtudes, salvo muy buenos actores y un director que todavía sabia contar historias, pero nada más. Una remake, por demás innecesaria, partiendo de la premisa que la original no era un dechado de virtudes, salvo muy buenos actores y un director que todavía sabia contar historias, pero nada más.
Su antecesora “Línea mortal”, un thriller inteligente que se estrenó en 1990 fue todo un suceso. Eran un grupo de estudiantes de medicina que morían por unos minutos y descubrir que sucedía después de la muerte,que había más allá. La encabezaba Kiefer Sutherland, Kevin Bacon, Julia Roberts, entre otros. La diferencia entre el original y este remake es que los estudiantes utilizan un escáner cerebral (ahora hay nuevas tecnologías) los intérpretes son: Ellen Page, Diego Luna, Nina Dobrev, James Norton y Kiersey Clemons (tienen muy buena química). Aquí vuelve a ser parte del elenco Kiefer Sutherland. La primera que decide suicidarse por unos minutos es Courtney (Ellen Page) ayudada por sus colegas y amigos, la inquietud le surge por los distintos comentarios de sus enfermos, además no logra olvidar el accidente que sufrió donde murió su hermana menor Tessa (Madison Brydges). Luego continúan el resto excepto Ray (Diego Luna). Ellos ejecutan un experimento muy peligroso, comprueban que el cerebro trabaja después de la muerte, pero se meten en terreno delicado, cuando vuelven a la vida no logran controlar ciertas visiones de errores del pasado y pueden traer personajes del otro lado. Nos trae elementos sobrenaturales, situaciones escalofriantes y aterradoras, algún sustito te puede ocasionar. Te lleva a la reflexión, plantea que si te disculpas de aquellos errores de tu pasado los fantasmas quizás puedan descansar. Esta cinta pueden valorarla los nuevos espectadores que buscan este tipo de film y aquellos que no son muy exigentes.
No es terriblemente mala, pero es muy poco lo que tiene para ofrecer. El argumento engancha inmediatamente, tiene un buen arranque, suspenso y nervio, pero la resolución que tiene la historia, la escena final, y la "solución" que encuentra cada uno de los personajes a su problema (excepto...
La premisa de este ramake viene cargado con algunas expectativas. La versión original (titulada Flatliners) de 1990 fue ciertamente revolucionaria por tocar como tema central “la vida después de la muerte”, algo no desarrollado hasta ese momento en ningún otro film. 27 años después llega esta versión dirigida por Niels Arden Oplev y escrita por Ben Ripley. Como era de esperarse, el elenco varió y se adaptó al nuevo siglo con algunas caras conocidas. Si bien la historia tiene las mismas bases, el guión fue modificado ampliamente, por lo que más bien diría que se trata de una secuela. Así que si esperás ver la misma película que supieron protagonizar Julia Roberts, Kevin Bacon y Kiefer Sutherland tengo que decirte de entrada que no será así, aunque Sutherland haga un personaje secundario en esta reversión. La cabecilla líder de la historia es Courtney (Ellen Page), una estudiante de medicina atormentada por la muerte de su hermana menor en un accidente, luego de que ella se distrajera con el celular mientras conducía. Su curiosidad por lo que existe detrás de la muerte la lleva a experimentar consigo misma y termina sumando a su “proyecto” a dos de sus colegas residentes de medicina; el mujeriego Jamie (James Norton) y la destacada alumna Sophia (Kiersey Clemons). El plan parecía funcionar hasta el momento de la resurrección, donde deben pedir ayudar a otros dos compañeros, Ray (Diego Luna) y Marlo (Nina Dobrev). Más tarde este experimento termina saliéndose un poco de control, pero hasta entonces la trama lleva un ritmo que nunca termina de engachar o compenetrar. Durante los primeros 15 minutos vemos a todos los protagonistas, pero sólo el nombre de Courtney es revelado al espectador en una falla garrafal de presentación de personajes que deja confusión. Pasado ese tramo, los próximos 45 minutos se pasean entre las vivencias de los médicos en formación mientras su corazón se detiene y los efectos colaterales post-intervención, que pueden resumirse en escenas con alcohol, baile, besos y sexo. De hecho no es hasta la última media hora que el guión gira esencialmente en la persecución de sus pecados pasados atormentándolos en el presente. Personajes planos, actuaciones pobres como las de Clemons y Norton, textos que prontamente tomaron tintes adolescentes e inverosímiles, siempre dentro del contexto de la ciencia ficción. La tensión de ciertas escenas parecía un chiste, seguida por varios errores de continuidad. Sobresaltos que se basan en el mismo patrón de “sustos” donde el personaje es atacado por la espalda mientras suena una melodía estruendosa; un recurso que pierde su efecto al segundo intento. Lo más destacable podría girar en torno a Ellen Page, algunos momentos de Diego Luna y durante la primera hora, la “historia romántica” que titularía “Como Perros y Gatos” que involucra a los personajes de Luna y Dobrev, un tanto cliché, pero entretenido. MI CONSEJO: Mejor comprar los pochoclos y revivir la versión de los ‘90 que como todo buen clásico no falla.
El grito del más allá Una estudiante de medicina que está transitando su residencia en uno de los hospitales más prestigiosos de Estados Unidos es invadida por una gran duda: ¿qué sucede después de la muerte? Por eso invita a sus colegas a unirse en un experimento desafiante y peligroso, deteniendo sus corazones para llegar a la muerte, y así conocer si hay algo más allá. Pero todo tiene un precio: cuando despiertan ya nada vuelve a ser lo mismo, los seres del más allá entran en contacto con ellos con un objetivo sorprendente. Si bien se trata de una remake, basada en el filme estrenado en 1990 con Kiefer Sutherland (que aparece de nuevo en esta versión), Julia Roberts y Kevin Bacon, resulta bien logrado y sale indemne. Como todo en la vida, la película en sí misma carece de sentido, se la da el espectador, según el cristal con que la mire. Por eso si se evalúa según la perspectiva de género, claramente “Línea mortal” es un buen thriller, con la dosis de suspenso adecuada y que mantiene la intriga de principio a fin. Y además de todos los elementos del cine de terror, contiene un mensaje interesante que invita a reflexionar sobre el propósito de la vida: la importancia de limpiar la conciencia y pedir perdón a los demás y sobre todo, perdonarse a uno mismo. Porque, ¿qué pasaría si muriéramos con cuentas pendientes?