En esta casa mando yo Los últimos días de Emma Blank (The Last Days of Emma Blank, 2009) es una historia de apariencias y verdades, donde la avaricia es el combustible del que se alimentan sus personajes. El último largometraje de Alex Van Warmerdam deja verse como un film donde las miserias humanas y las carencias afectivas son una constante inalterable en un mundo carente, superficial e impiadoso. La dueña de casa está muriendo, o eso parece, y a nadie parece importarle. Salvo a ella, que manipulará a todo su entorno para sacar provecho de la situación. La cocinera, el mayordomo y el jardinero, entre muchos otros, responden sin dudar a las exigencias de Emma, que se escuda en una supuesta enfermedad para conseguir lo que quiere. El film se enmarca en una tragicomedia, que juega con las ambigüedades que generan el dolor visto con comicidad y un accionar vil y condenable, pero que no deja de causar asombro y a la vez cierta diversión. Toda esta farsa parece encajar perfecto en este bizarro relato sobre soledades y tristezas de la mediana edad. La dirección de Van Warmerdam es un punto a favor a la hora de ensamblar un talentoso elenco y manejar en el público las inquietudes generadas. Estructurada como una típica comedia negra, eje a través del cual se desarrolla el relato, colocará a Emma en el rol de la titiritera de esta historia. El director no juzga ni castiga a sus personajes, pero deja ver, sin filtro alguno, el accionar de esta mujer ejerciendo despotismo sin piedad. Este disparador en la trama tiñe al film -que compitiera en el festival de Venecia en 2009- de un halo plagado de tensión, de una atmósfera incomoda y en continuo peligro a punto de estallar. Detrás de este accionar subyacen el miedo que tiene Emma sobre su destino y la obsesión que le provoca la idea de morir, escondiéndose algunos secretos que el espectador irá develando a medida que la historia transcurra. Van Warmerdam nos habla del poder de la manipulación y de los alcances de la violencia psicológica en medio de un hábitat familiar disfuncional. Al explorar más esa superficie, es cuando sale a la luz la carga dramática más poderosa del fillm, generando morbo, perversión y curiosidad.
La inquietante salud de los enfermos El director holandés se revela aquí como un provocador lúdico, al plantear una comedia entre negra y absurda que transcurre en una mansión claustrofílica y claustrofóbica. Hay encierro, ahogo y perversión, pero en un tono ligeramente amable. La familia burguesa como encierro, ahogo y perversión es el motivo central en la obra del holandés Alex van Warmerdam, tal como permitían constatar sus dos películas estrenadas en Argentina: Abel, de 1986, y Little Tony, de 1998. Ahora, con su film más reciente, Los últimos días de Emma Blank, este escritor, director, músico y actor (con formación en diseño gráfico, pintura y teatro) vuelve a dar una vuelta de tuerca al asunto, en la que tal vez sea su película más explícita. Como de costumbre, el formato elegido es el de la comedia entre negra y absurda. Formato que permite a Van Warmerdam jugar con un hombre que se comporta como perro, una mujer que le “come la boca” al hijo treintañero y un forastero estrangulado y puesto luego a tomar sol en la playa, con su bronceador, su toallita y su sombrilla. ¿Un Todd Solondz holandés? Sólo en parte: lo de Van Warmerdam es ligeramente más amable, ostensiblemente menos chocante. No es raro que Los últimos días de Emma Blank esté basada en una obra de teatro escrita por el propio Van Warmerdam: como prácticamente el conjunto de su obra, el opus 7 de este nativo de Haarlem transcurre casi toda en un único decorado, el de la mansión familiar claustrofílica y claustrofóbica. En una cuerda algo más realista que Abel y Little Tony (que parecían transcurrir en peceras de tonos saturados hasta la asfixia), en esa mansión campestre viven una señora cincuentona y su servidumbre. Está dicho y admitido que a la señora Emma (Marlies Heder) no le queda mucho camino por andar, se supone que por culpa de un cáncer. Dato que ella usa como carta blanca para tratar al personal con una desagradable combinación de desplantes, caprichos y abusos. “¡Quiero una anguila!”, exige durante el desayuno, y ahí corre la cocinera Bella (la voluminosa Annet Malherbe, esposa de Van Warmerdam en la vida real). “Voy a pintar”, suspira al atardecer, y la mucama Go-nnie (Eva van de Wijdeven) debe pasarle el siena y el cobalto, para que la señora dé un par de pinceladas y considere concluida su obra. Peor le va al mayordomo Haneveld (magnífico Gene Bervoets), a quien la señora obligará a usar bigote. “¿Qué quiere, que me lo pegue?”, pregunta él, ligeramente desconcertado. “¡Por supuesto!”, responde la tirana. Pero si a alguien le toca bailar con la más fea es a Theo (el propio van Warmerdam, que suele reservarse papeles en casi todas sus películas). Al comienzo no se sabe si el tipo está totalmente chapita o si está representando un papel al que lo obligan (más tarde se sabrá). Pero lo cierto es que se comporta igual que un perro: duerme en el sofá, corre a buscar la pelotita, hace caca en el parque y, sí, cada tanto corre a “montarse” a alguna de las mujeres de la casa. Que toda esta situación esconde un segundo relato, tal vez hasta un tercero, puede comenzar a sospecharse a partir de ciertos indicios. Alguna alusión a papeles y representaciones por aquí, ciertas extrañas familiaridades por allí (como que la señora le pida al mayordomo que se acueste a dormir a su lado), de a poquito se irá viendo que tal vez la idea de puesta en escena sea consustancial. Tanto como una serie de parentescos cruzados, al comienzo insospechados y extraordinariamente enrarecidos a la larga. Sello del autor, Los últimos días de Emma Blank es tan divertida como pueden serlo diálogos que más parecen intercambios de veloces escupitajos entre los contendientes. O un tipo que se prueba distintos modelos de bigotes mientras sofoca el evidente deseo de asesinar a la mujer que lo esclaviza. O ese otro tipo que viene con una remachadora y remacha al parquet a una pobre enferma inmovilizada. ¿O es que no es tan pobre, ni está tan enferma ni inmovilizada? Tanto por su aire viciado como por la sistemática, maniática instalación de un doble relato, se podría hacer dialogar Los últimos días... con los cuentos más claustrofílicos de Cortázar: La salud de los enfermos, Cartas a mamá, Casa tomada. Pero es mucho más liviana: por más sordideces y abyecciones que se desplieguen (la última parte es particularmente pródiga en ellas, y por eso tiene menos misterio que la primera), Van Warmerdam suele comportarse como un provocador lúdico, un molestador que descuenta la tácita complacencia del molestado. Del molestado espectador, que si sintoniza la cuerda apropiada podrá pasar un rato desagradablemente divertido.
La tiranía de los débiles Emma (Marlies Heder) está a punto de morir. En la casa donde pasa sus últimos días se corta el ambiente con un cuchillo. El personal a sus órdenes (un particular perro incluído) la rodea al mismo tiempo de las más serviles atenciones y de la más profunda hostilidad. Esto no sería tan raro, dado que Emma les hace la vida imposible con la impunidad de quien se sabe acabado. Lo curioso es que este personal de servicio es... su propia familia, que secretamente espera heredarla cuando esa misteriosa enfermedad terminal la liquide de una buena vez. En medio de esta situación cada vez más tensa, Emma se revela por momentos vulnerable y asustada, sin por eso dejar de torturar a su esquizoide familia. Como es de prever, hay varios cabos sueltos en la historia y conviene decir poco al respecto. Con una destreza notable para hilvanar el guión, el realizador Alex Van Wammerdam transita de manera no siempre omnisciente esta trama de personajes abrumados, siempre al borde del estallido y con algo que perder u ocultar. Aunque la temática que se aborda es un poco ríspida (y por momentos la acción se estanca en las rispideces perdiendo un poco de dinamismo), el enfoque buscado y conseguido por su director lleva al público al verdadero plano donde las situaciones se desarrollan: el ámbito de la comedia negra. Dentro del género se la puede asociar muy vagamente a "8 femmes", de Francois Ozon, y si bien el elemento bizarro pasa por un lugar bastante diferente al de aquella cinta, su presencia asegura al espectador momentos de buen cine. Claramente, una de las mejores propuestas dentro de los estrenos que se ofrecen esta semana.
Humor negro y absurdo para hablar del poder Van Warmerdam, en otra reflexión sobre el poder Por algo será -y no sólo porque Emma Blank tiene los días contados-, que todos en la casa están tan atentos a satisfacer sus necesidades y sus caprichos más extravagantes. No puede ser compasión: difícil sentirla por un ser tan soberbio, despótico y avasallador como ella. Tampoco algún resto de antiguo afecto. No es eso sino una mezcla de rabia y obligada paciencia lo que se deja ver en los rostros de esta corte de esclavos en que ha convertido a su familia. Emma maneja a su antojo al mayordomo, la cocinera, el jardinero, la mucama y hasta al perro. Ha encontrado en la incierta enfermedad terminal que padece el pretexto para imponer sus deseos, y abusa de ese poder sin límites. El holandés Alex van Warmerdam, cultor de un cine del absurdo, distinto y provocador, suele elaborar sus singulares construcciones dramáticas en torno del tema del poder. Lo hacía en Abel , cuyo protagonista era un moderno Edipo de 30 años que se negaba a salir al mundo, jugaba equívocos juegos con su mamá y entablaba duras batallas contra el padre, o en Ménage à trois , un trío en el cual el dominio cambiaba de mano a cada rato según fueran las complicidades que se establecieran. Aquí, sobre la base de una pieza teatral propia, vuelve a valerse del absurdo y la caricatura para aligerar la negrura de su comedia, aunque quizá su visión del mundo se haya vuelto todavía más sombría que en los films anteriores. El muestrario de estrafalarias vilezas de la protagonista (no falta alguna referencia al nazismo) es comparable al que expondrán, a su turno, quienes la rodean: sólo uno de ellos atinará a salir del círculo vicioso y mezquino. El humor negro, agudo y cerebral puede no alcanzar siempre para oxigenar un cuadro que se va haciendo más oscuro a medida que avanza la acción, y es cierto que la repetición de situaciones similares alarga innecesariamente la primera parte y que al desenlace lo habría beneficiado un poco de delirio, pero sin duda hay un manejo hábil del absurdo, unas cuantas ocurrencias ingeniosas (como la macabra escena en una playa muy concurrida), y un elenco impecable del que forman parte el propio realizador (Theo) y su esposa, Annet Malherbe (la cocinera), actriz de casi todos sus films.
Dinero por nada El filme holandés habla de la codicia familiar. El cine, la literatura y el teatro han dado cuenta de familias nada convencionales, con secretos mejor o peor ocultos, pero la de Emma Blank sí que se las trae. Cuando un señor de traje llama a un personaje en la cocina, chasquea los dedos y mira hacia abajo, como si se tratara de un perro. En efecto, el hermano de Emma oficia de mascota. Y el mayordomo -el hombre de traje- es su esposo. Y la sirvienta es su hermana, el jardinero, su sobrino, y la mucama, su hija. ¿Es que están todos locos en Holanda? Lo peor es que no se trata de ningún juego. Los últimos días de Emma Blank se centra en el personaje del título, una mujer que ronda los 60 y que da indicios de estar gravemente enferma. Por la casa que habita uno imagina que la familia ha tenido un buen pasar. Y poco a poco el director Alex van Warmerdam permite intuir, cuando no se hace explícito en algún diálogo, que la relación de entre Emma y sus humillados parientes se basa en la explotación -al hermano perro lo manda a excretar al jardín, y su sobrina junta lo que hace con una palita- y en que la señora tendría una importante herencia para repartir entre sus futuros deudos. Combinación de comedia, absurdo y ridículo con un drama potente, la nueva realización del director de Ménage à trois dejará con la boca abierta a más de uno. No tanto por cómo puedan identificarse con alguno de los personajes -algo que no es sencillo, y si lo fuera, habría que tener coraje para admitirlo-, sino por el grado de codicia puesto de manifiesto por todos. Como las acciones transcurren prácticamente en el interior de la casa, con esporádicas salidas de la hija hacia la playa o la laguna, el relato guarda ciertas similitudes con una obra teatral, casi de cámara. Pocos personajes, mucho diálogo, pero bastante es lo que acontece dentro de esas cuatro paredes pintadas de negro por fuera. Los últimos días de Emma Blank es el tipo de película que no se podría sostener sin actuaciones sólidas. Y vaya que las tiene. Emma es Marlies Heuer, y quien juega el rol del perro es el mismísimo director. Por qué se habrá quedado con tal papel es materia opinable, o hasta para que lo dilucide un psicoanalista.
Cosecharás tu siembra No soy un fan de la filmografía de Alex Van Warmerdam (al menos de las 3 o 4 películas suyas que vi), pero hay que reconocerle a este guionista, músico, actor y director holandés una coherencia (a esta altura casi una obsesión) en su retrato de las miserias, frustraciones y perversiones de la burguesía de su país. En este caso -en una extraña combinación entre los excesos del Dogma 95 de los Vinterberg y los Von Trier, una mirada a la lucha de clases propia de un Pasolini y la tragicomedia absurda de un Buñuel-, el realizador de Ariel, Ménage à trois y Grimm describe las relaciones de domino y poder en el seno de una mansión (única locación, junto a un lago y los bosques adyacentes de todo el relato). Allí, la despótica dueña de casa, que sufre una enfermedad terminal, vive maltratando (abusando) a su antojo al mayordomo y a su bella hija (la mucama), a la cocinera, al jardinero y hasta al perro. Todos cumplen con sus caprichos a la espera de que muera y puedan sacar una tajada. El film tiene unos cuantos pasajes inquietantes, algunos chispazos de humor (negrísimo), toques eróticos y cierta intolerable crueldad, todas marcas del cine de Van Warmerdam. No se trata, es cierto, de una gran película (hay algo previsible en la intriga y en su resolución), pero siempre es interesante volver a sumergirse en al universo pesimista y provocador de este director holandés que, ya sea con estrenos comerciales o con presentaciones en festivales, sigue estando presente en las pantallas argentinas.
Un retrato de familia elevado al grotesco Una mujer utiliza sus supuestos últimos días para manipular y tiranizar a sus parientes. Humor negro y risa asordinada en lo nuevo de un comediógrafo notable pero poco conocido. Alex van Warmerdam es un realizador holandés poco conocido fuera de Holanda. Es una pena absoluta, porque se trata de un comediógrafo original, uno de esos “raros” que hacen el cine que se les antoja, con un estilo propio y una mirada única respecto del mundo. Lo suyo es –si hay que definirlo de alguna manera– el humor negro en ambiente colorido. Sus películas obligan a una risa extraña y extrañada que surge de lo cruel; pero esa crueldad no se muestra con imágenes sórdidas sino amplias, bellas, tersas. Detrás de la amabilidad, el amor al prójimo y las buenas maneras, Warmerdam –también actor, frecuente protagonista de sus films– encuentra la maldad y el nihilismo más efectivos. Los últimos días de Emma Blank no es una excepción. El motor es simple: Emma está, aparentemente, en sus últimos días. Tiene alrededor a varios sirvientes. Poco a poco, descubrimos que en realidad son su familia y que Emma utiliza su enfermedad como una forma de manipularlos. Como siempre en los films de Warmerdam, el estilo abunda en planos fijos de una aparente normalidad, entre los que se cuela algún elemento perturbador, raro, extraordinario o –es lo más frecuente– grotesco. Ese constante desequilibrio va acercando sus films a cierto surrealismo y a la comicidad en sordina del Jacques Tati de Playtime. Es lo mismo que sucedía en sus otros dos films estrenados en nuestro país: Abel (1986) y Ménage à trois (1998, estrenado en 2001, absurdo nombre para el más directo El pequeño Tony), o en Grimm, locura de 2003 que transformaba el cuento de Hansel y Gretel en un incestuoso film noir con final de western –y mayordomo interpretado en holandés por Ulises Dumont–. En todas esas películas, latía la idea de que algo extraño se esconde detrás de lo que vemos como absolutamente normal. En Los últimos días..., además, la mirada sobre cierta burguesía europea adquiere ribetes mucho más precisos que en films anteriores, como si Warmerdam quisiera ser menos lateral y un poco más literal. El grado de absurdo aquí va creciendo, especialmente porque el realizador no se queda con la mera exploración de la situación inicial sino que va entretejiendo una trama de amores y relaciones cruzadas entre los parientes, que van de lo erótico a lo absurdo. Hay, en este film, algo del espíritu del Buñuel francés, de aquel –especialmente– de El discreto encanto de la burguesía. Aunque Warmerdam es mucho menos radical tanto en la puesta como la historia, su gran mérito consiste en ir a fondo en cada situación: una vez que eligió el punto de partida, sabe que el camino, por absurdo que fuere, lleva a un lugar preciso, y hacia allí se encamina. Es cierto: no todo el humor funciona igual y algunos elementos se tornan repetitivos o –peor– demasiado ostensiblemente cerebrales. Pero el cóctel de transformar el cine en una máquina del absurdo funciona bien. Y genera la risa, asordinada, de descubrir algo nuevo.
En el último Festival de Mar del Plata pudimos “apreciar” (es una forma de decir, porque es muy difícil apreciar tal despropósito cinematográfico) la película griega Dogtooth, acerca de una familia que vive encerrada en su hogar, y sometida a torturas y humillaciones a pedido del patriarca. Con un humor negro, que rozaba los límites entre el masoquismo visual y el absurdo, esta obra, densa, aburrida, monótona; no dejó una buena huella en mi memoria. La película de van Warmerdam, en cambio, con un argumento con bastantes puntos en común con el film griego, propone un juego similar, con mayores convencionalismos estructurales y visuales, sí, pero con menos pretensiones, más sutilezas, y sobretodo un excelente elenco. Emma Blank es una exótica y excéntrica artista refugiada en una casa, junto a un lago. Según dice, se está muriendo. Le quedan “pocos días”, y la única compañía que le queda es su servidumbre, que pronto nos enteraremos que se trata de su propia familia: Haneveld, el jefe de mayordomos, fue en algún momento, esposo de Emma, con quién tuvo a Goonie, que ahora también mucama de su madre. De esta manera el espectador va empezando a razonar acerca de los dobles roles que cada siervo de Emma cumple. Excepto por Theo, quien representa ser “el perro” de Emma. Theo no habla, y solo sale a hacer sus necesidades, y a pesar de que viste como hombre, se porta como animal y lo tratan como tal. La “familia” se mueve según los caprichos cada vez más incoherentes de Emma. Ella los va manipulando a todos para que estén a sus pies. Pero, esto lleva a que vivan una situación de opresión que los va reprimiendo, al punto que no saben si obedecen, por respeto, obligación, lealtad u odio hacia la “millonaria” patrona. Todo empieza a cambiar cuando Goonie tiene intenciones de vivir la vida, y tener opciones para enamorarse, además de Meijer, su primo, quien la desea desde chica. Debido al reducido terreno por el que se mueven los personajes, y el hecho de que cada uno, tiene una escena de lucimiento al menos, se podría pensar, que van Warmerdam (que además de escribir, co producir, dirigir y componer la música, interpreta a Theo, el perro de forma soberbia y muy divertida) armó la historia como si fuese una obra teatral. Eso no significa, que cinematográficamente no funcione. Si bien, hay una completa transparencia en cuanto a la presencia de la cámara, así como de la foto y el montaje, la película tiene una dinámica interesante, y sin duda, son estrafalarios personajes, y las soberbias, creíbles y divertidas interpretaciones, especialmente de Bervoets y Malherbe, las que sacan adelante la película y estimulan al espectador para que la siga viendo. Además, los personajes en sí, siempre representan una farsa. El director acierta en generar molestia e incomodidad en el “encierro” que vive la familia, confirmado por la hipocresía y las mentiras (por razones de paranoia, o miedo al quiebre del equilibrio del bienestar) que van generando y al final terminan creyendo (lo cual recuerda un poco a The Truman Show o La Aldea también, pero con mayor autoconciencia) A la mitad de la película, cuando la pintura de personajes se agotó, y las ridiculeces que Emma les pide que hagan llegan a un topo, el film empieza a volverse previsible, obvio y repetitivo. Sin embargo, está lejos de caer en clisés o tonos similares al del cine estadounidense, o de insertar golpes bajos o momentos sensibilizadores de forma forzada. Cuando van Wardermar parece amagar con caer en el melodrama, decide meter algunos cadáveres y apostar mejor por el humor negro, género donde la película estanca mejor. El uso de la música para generar tensión acrecienta y mejora los climas, dando en la tecla con el tono justo, entre el thriller y la comedia, lo que la acerca, junto a cierta mirada crítica sobre la burguesía, a un film de Claude Chabrol, o incluso a Quién Mató a Harry del maestro Alfred Hitchcock, que a su vez era una comedia negra inspirada en una obra de teatro. Sin mayores logros que una gama de personajes “originales” pero a la vez sensatos, que a diferencia Dogtooth, no tratan de estar demasiado alejados del espectador, un buen elenco, y sin pretensiones por generar polémica gratuita, Los Últimos Días de Emma Blank, es un comedia negra efectiva, algo reflexiva y por demás, atendible.
Compañía de farsantes Entre las preferencias del cineasta, guionista, actor y músico holandés Alex van Warmerdam se encuentran los retratos de historias familiares turbulentas, como señaló al hacer Grimm (2003), film inspirado en los hermanos alemanes Jacob y Wilhem Grimm. Bajo esa premisa, encarna su nuevo film, producido por su hermano, al que agrega su habitual dosis de humor negro. ¿Quién es Emma Blank? En el seno de una familia de buena posición, Emma (Marlies Heder) siente que está desvastada por dentro y que pronto morirá. En vistas a dicha situación, su familia, por codiciar la herencia, se transforman en una suerte de fieles sirvientes; atienden sus caprichos y soportan el cinismo de una tirana. Van Warmerdan, además de componer la música, actúa personificando al tío Theo, la mascota de la casa. Todo el film es la puesta en escena de una farsa. Por que de alguna manera, la familia, como institución, también lo es (exceptuando la mía ja!), o por lo menos es la mirada del autor. En esa teatralidad, que comenzó siendo una obra de teatro escrita por Van Warmerdan para luego transformarse en un guión cinematográfico, se juegan roles extremos y determinantes interpretados por la cía. de farsantes: El hermano de Emma, Theo, hace de perro de la casa, su hermana (la esposa del director) de cocinera y amante de su marido, que es el amo de llaves, su sobrino, poco iluminado, es el jardinero y su hija, quien ejerce el rol de sirvienta acosada por su primo. A lo largo de la historia, lo que está en juego es la avaricia, la codicia y el egoísmo de cada uno de ellos. Según su director, “Los últimos días de Emma Blank, es un historia horrorosa”. Y no creo que se aleje demasiado, en cuanto al registro que logra de cada uno de los personajes en su desmesurada e ilimitada ambición. Un retrato, que recuerdan a una obra memorable y única como Avaricia o codicia (Greed-1924) de Erich Von Stroheim. Con pinceladas de humor hasta por momentos surrealistas, el relato alcanza cierto alivio. La gran cuota de miserias y bajezas logran generar una atmósfera violenta que siempre parece al borde del estallido. Multifacético, polémico y desmesurado Van Warmerdan hizo de la farsa, un reto.
Hay una corbata en mi sopa. El cine de Alex Van Warmerdam desnuda las miserias de la burguesía local mediante circunstancias absurdas, humor negro y diálogos sarcásticos. Un elemento perturbador, como la corbata en la sopa, puede desencadenar situaciones extremas que son neutralizadas por una puesta en escena sobria, que le permite al director atravesar las fronteras de la fábula social con grandes dosis de diversión cáustica. Sus películas (en las que también actúa, junto a su mujer) tienen una estructura dramática semejante, con climas opresivos que el absurdo se encarga de aligerar. En este caso, el director utiliza como excusa los últimos días de Emma, una mujer enferma que espera que le llegue la hora en su mansión, rodeada de un personal exageradamente servil. La dueña de casa manipula a su antojo a los sirvientes que, a poco de comenzar, descubrimos son el marido, la hija y otros parientes que esperan con impaciencia su muerte para cobrar una suculenta herencia. Al principio todos cumplen su papel a la perfección conformando un ballet burlesco, pero el juego al que son sometidos despierta de a poco las frustraciones de cada integrante de la familia. A pesar del contexto extravagante, todos los personajes resultan creíbles, incluso el perro que, en una delirante puesta en abismo, interpreta el propio director. La última película de Van Warmerdam refuerza el carácter amoral de su cine. La ambigüedad permanente que atraviesa el relato motiva un juicio de valor sobre el contenido de un sándwich, en tanto que el asesinato es sólo una anécdota. Lo mismo ocurre con la apasionada hija de Emma, que busca alivio sexual con un desconocido mientras todos los demás pasan rutinariamente cada noche por la puerta de su dormitorio para probar suerte. Entretanto, la vieja cascarrabias se toma mucho tiempo para morir e incita a sus subordinados a la rebelión con pedidos cada vez más absurdos, en el curso de una intriga que, sobre el final, cambia las reglas de juego. A esta altura, el delirio flaquea y el desenlace resulta demasiado convencional para una película que se juega por los extremos logrando que todo parezca normal. A pesar de este reparo, Los últimos días de Emma Blank es la adaptación cinematográfica realista de un guión increíble, una película oscura y cínica con un timing cómico perfecto.
¿Qué es el humor negro o la comedia negra? Mucha gente me lo ha preguntado en el transcurso de estas semanas. Aprovecho que este jueves se ha estrenado este film holandés, del director Alex Van Warmerdam, donde priman las tonalidades de este género. Una definición es siempre una tentativa para acercarnos a la comprensión de un concepto pero, por supuesto, puede ser corregida e incluso rebatida. Las comedias negras se caracterizan por representar con humor, completa desenvoltura e incluso parodia, cuestiones graves, principalmente la muerte, a las que solemos tratar con seriedad y respeto casi marmóreo. Casi siempre estas situaciones (un funeral, una enfermedad terminal, un crimen sangriento o una violación) nos producirían tristeza y, de hecho, el cine puede exponerlas de este modo en dramas, thrillers, etc.. Ejemplos de empleo de humor negro en el cine pueden ser Crimen Ferpecto, de Alex de la Iglesia, la reciente Cinco días sin Nora, de Mariana Chenillo (aunque levemente), y la presente Los últimos días de Emma Blank. A Emma Blank (Marlies Heder) le quedan pocos días de vida. Debido a su inminente muerte solicita a sus "sirvientes" que le concedan todo tipo de caprichos, incluyendo algunos insanos como obligar a un hombre a hacer de perro. A lo largo del film, las locuras se van tornando cada vez más palpables, no sólo en cuanto a Emma, sino también en todos los habitantes de la casa, quienes, claramente, se verán afectados por los caprichos de la "patrona", a pesar de tener una íntima relación con ella. El film es un buen retrato de una experiencia completamente desquiciada y la labor de la dirección de arte, la fotografía y el vestuario agrega puntos a una película interesante y agradable. El costado que pesa severamente en contra es que el "mensaje" de la obra no está claro, si es que existe. El espectador puede dejar la sala exactamente como entró y solamente acotar que fue "una película europea loca". No obstante, bien llevada adelante, este film no deja de tener cierto interés, y puede producir placer, aunque sea momentáneo.