Divertida e inteligente comedia argentina de amigos en viaje. Hay amistades de tan extrema confianza que suponen un constante confrontar con el otro. Volviendo al modo “hermano” del mundo infantil, de golpes en la cabeza, papeles arrugados arrrojados en la cara, burlas frente al sufrimiento, preguntas “inquisitivas”, pedidos imposibles, peleas por objetos: un libro o el barrenador. Porque los protagonistas, Joaquín y David ya pasaron los 30, se conocen desde chicos, tienen historias pequeñas detrás de ellos, y hacen juntos un viaje de fin de semana a Mar del Plata, por accidente. La película inteligentemente resuelve los flashback a través de breves situaciones con cortinillas que pasan frente a nosotros como diapositivas vintage. Lo que podría ser un recurso remanido, se vuelve aquí uno de los valores del relato, las situaciones contadas por el propio Joaquín tienen en su vida el exacto mismo valor el primer beso o el primer dia que encontró un billete tirado en la calle. En esos lugares la película acierta y algo más, no poca cosa, divierte. Los dos personajes están bien diseñados y son verosímiles, a su modo dos antihéroes frustrados que no tienen mucha más manera de relacionarse con los otros que siendo ellos mismos. Joaquín se encontrará con una exnovia recién casada con un escritor exitoso, pero mediocre, y David conocerá una jovencita con la que probablemente no terminará ahí la cosa. Final abierto para ese fin de semana en la que el espectador la pasará realmente bien. Ganadora del concuso peliculas digitales del INCAA, Mar del Plata es de esas comedias que el cine argentino no tiene. Un género que parece reservado al mainstream y en el que los debutantes Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch, egresados de la ENERC se mueven con una soltura y comodidad realmente notables, sin excesos, ni parodias, al contrario, la película es medida en el gag y clara en sus intenciones estéticas, dándose ciertos gustos al respecto como el plano en el juego de paleta en la playa o el hablar directamente al lente de la cámara para describir sensaciones dentro de la escena. Habiendo circulado ya por algunos festivales como el Starz-Denver Film Festival, Denver, el Austin Film Festival, Austin,Texas, el River Run International Film Festival, Winston-Salem, Carolina del Norte, en EEUU, tambien formó parte de la seccion Sentidos del humor en el 2012 en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Argentina y el ComedyCluj International Film Festival, Cluj Napoca, Transilvania, Rumania.
Adolescentes for Ever Mar del Plata (2012) es una película sin grandes pretensiones que focaliza sobre dos amigos treintañeros que emprenden un viaje corto a la ciudad balnearia con el plan de pasar unas vacaciones de fin de semana. La ópera prima de Ionathan Klajman y Sebastian Dietsch resulta una comedia ligera sobre el conflicto del síndrome de la eterna adolescencia o peterpanismo. Joaquín (Pablo Pérez) y David (Gabriel Zayat) son dos amigos de la infancia que ya han pasado los treinta y pico de años. Ambos tenían parejas pero fueron abandonados. En medio de esa crisis existencial y producto de la causalidad emprenderán un viaje de fin de semana a Mar del Plata donde actuarán como verdaderos adolescentes, aunque renieguen de ellos. Los realizadores toman elementos del cine de Wes Anderson, pero no como copia sino como fuente de inspiración para generar una historia fresca sobre los vínculos, la amistad, el amor y el paso del tiempo de la misma manera que Esteban Menis lo hacía en Incómodos (2008) o como la antítesis de Villegas (2012) de Gonzalo Tobal, en la que dos primos viajan a la ciudad homónima tras la muerte del abuelo. Especie de road movie personal, cargada de humor acido y a la vez naif, protagonizada por dos personajes queribles por su inmadurez, da como resultado un producto dinámico, que divierte, cuenta una historia y deja al espectador contento con lo que vio. Cero pretensiones para pasarla muy bien y volver a sentirse el adolescente que aún se es.
La amistad y la búsqueda del destino Hay películas que son pasajeras y que a pesar de no tener grandes aciertos, tampoco se enredan en pretensiones mayores. De este modo, es probable que a pesar de algunos inconvenientes se obtenga una obra agradable. Este es el caso de Mar del Plata, de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch. Resulta habitual que en el cine argentino de los últimos tiempos surjan road movies en donde un conjunto de personajes se encuentre en búsqueda de su destino a través de un viaje, alejándose de la ciudad para desentenderse de sus conflictos. Hace poco se pudo ver en Villegas de Gonzalo Tobal, y hoy Mar del Plata narra la historia de dos amigos: Joaquín (Pablo Pérez), quién se acaba de divorciar, y David (Gabriel Zayat), en pleno conflicto conyugal, quienes se irán un fin de semana a la ciudad portuaria a indagar en otros rumbos que los distancien de la cotidianeidad...
Caminos que se bifurcan La carencia de pretenciosidad es sin lugar a dudas la mayor de las virtudes de esta ópera prima de los directores y guionistas Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch y eso es lo que permite que los realizadores apliquen desde el punto de vista narrativo recursos cinematográficos potentes para llegar a muy buen puerto con Mar del Plata. El balneario costero al que hace referencia el título del film es el mejor pretexto no desde lo geográfico sino en su carácter simbólico para que los caminos bifurcados de Joaquín (Pablo Pérez) y David (Gabriel Zayat) confluyan en un lapso de dos días en el que la convivencia y amistad que los une se ve en constante peligro, pero la necesidad de un cambio en sus rutinas hasta el momento es el cemento de contacto para que uno se pegue al otro. No hay mejor forma que abordar el pasado de un personaje a partir de su propia mirada desde el presente, ese elemento distintivo permite desde un guión inteligente, con diálogos agudos, construir varios puentes comunicantes entre los personajes sin atarse a una historia que pueda acumular flashbacks y perder sorpresa con el correr de los minutos. A eso debe sumarse la elección de una pareja de actores que resulten convincentes en sus roles de amigos -como en este caso- aunque la decisión que predomine el punto de vista de Joaquín sobre el de David genera con el espectador un grado de complicidad interesante y la chance de romper un molde en la forma de narrar cuando el registro de contar a cámara o reflexionar -con lo que podría definirse una falsa voz en off- permite una mayor flexibilidad en el abordaje de cada personaje desde su propia idiosincrasia, más que por el efecto de sus acciones o conductas. Mar del Plata por otra parte es un film que utiliza la estructura de road movie como presentación al igual que sucede por ejemplo en Villegas (2012) de Gonzalo Tobal, que abandona en el mejor momento a sus personajes en una deriva existencial profunda mientras todo parece lúdico o banal con situaciones que no terminan de resolverse o avanzar hacia lugares convencionales para conseguir, en el mejor sentido, desviar la atención del público una vez superada la dialéctica de la rivalidad, los celos, la envidia entre Joaquín y David, quienes son lo suficientemente diferentes en sus personalidades aunque ninguno se despoje del todo del niño interior o ese adolescente eterno, que hace un poco menos cruel la realidad de la madurez tras fracasos en todos los órdenes de la vida. La presencia de personajes secundarios funcionales y no de relleno enriquece la anécdota del viaje de los amigos a niveles impensados para cobrar un verdadero sentido y peso en la pareja protagónica, ya sea desde la presencia indeseada de una ex novia de Joaquín (Lorena Damonte), casada con un escritor exitoso (Pablo Caramelo) que opera de antagonista ideal, o en el caso de David la posibilidad de comenzar con una chica joven (Daniela Niremberg) la relación que lo reivindique ante su par que critica su egolatría de manera constante. A Mar del Plata, que ya viene recorriendo diferentes circuitos de festivales exitosamente, no le falta ni le sobra nada; es divertida porque no está atada al realismo mustio que a veces el cine argentino abraza con tanta devoción pero sobre todas las cosas es una propuesta tan honesta como audaz que vale la pena conocer.
A mitad de camino Como en la reciente Voyage, voyage, Mar del Plata tiene a dos treintañeros en crisis emocional modificados luego del desenlace de un viaje. En este caso el recorrido no los lleva a la zona cuyana, sino por las arenas de La Feliz. Ellos son amigos, aunque su relación tiene un grado de crueldad y cinismo poco común en estos vínculos, llegando incluso a trompearse en pleno viaje. Una vez en la ciudad, uno de ellos se encontrará con su primera novia, quien está de viaje con su flamante marido escritor, mientras que el otro inicia un flirteo con una joven camarera del parador. A partir de ahí, la dupla comienza el viaje mental de casi todas las road-movies. Estrenada en el Festival de aquella ciudad en 2012, Mar del Plata es una de las películas amables y amenas que “se dejan ver” sin ninguna dificultad: fluye, sus personajes -aunque esculpidos sobre la matriz del estereotipo. son simpáticos y el desarrollo es correcto. El problema es que la ópera prima de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch quiere ir mucho más allá de lo que puede, y por momentos abraza un tono entre lúdico y metadiscursivo propio de la factoría Pampero Cine, rompiendo la cuarta pared, jugueteando con la relación entre imágenes y sonidos, no del todo desarrollado. Así, Mar del Plata oscila entre la preocupación por sus personajes y la autoconciencia de sus recursos, quedándose a mitad de camino, más o menos a la altura de Dolores.
Escenas frente al mar Mar del Plata es una comedia nacional pequeña -sin llegar al extremismo bonsái de esta crítica-, amable, fluida e irregular. Dos amigos de treinta y pico, edad a la que tantos sueños ya se convirtieron en frustración, viajan a la costa, donde se encuentran con la ex novia de uno de ellos y su actual marido: un escritor tan soberbio como mediocre. Nuestros antihéroes, bastante infantiles, agresivos entre sí (el paso del tiempo dificulta, también, la convivencia entre amigos), pusilánimes con los demás, nos darán su punto de vista. Sobre todo Joaquín (Pablo Pérez), que incluso hablará a cámara y nos invitará a acompañarlo en flashbacks simpáticos: el tono que, junto con una ligera melancolía, nos transmite la película. La opera prima de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch comparte elementos con Incómodos, aunque el filme de Esteban Menis tenía un registro más enrarecido. Mar del Plata se corre del realismo de un modo leve, discreto: por ejemplo, cuando un simple peloteo playero se transforma en una suerte de duelo de western. Así como la Patagonia suele representar un territorio de quiebre y redención en el cine nacional; la costa atlántica -fuera de temporada- representó el mapa interior, semiamargo, del paso de la adolescencia a la adultez. Así ocurrió en el Nuevo Cine Argentino; así ocurre, más allá del humor, en Mar del Plata.
Es una rareza esta comedia llamada Mar del Plata -así, un poco olímpicamente- en el contexto del cine argentino. Una rareza porque tiene muchas más ideas de situaciones, de detalles, de peripecias para los personajes que el promedio de un cine lánguido por demás. Mar del Plata cree -afortunadamente- en contar y contar: dos amigos (o algo por el estilo, pero de larga data) con sus problemas previos a cuestas emprenden un viaje a la ciudad de la costa. No se llevan bien, tienen problemas de pareja y algunas cuentas pendientes no exentas de absurdidad. Y nos vamos enterando de sus pasados por flashbacks que provienen de la narración de uno de ellos, Joaquín, que nos habla a nosotros, espectadores, en un aparte. Esos flashbacks se presentan enmarcados a veces por un recorte en la imagen y siempre por la brevedad y la contundencia, por la acción bien concentrada. La brevedad y la contundencia (a veces se pasa a lo abrupto, lo arbitrario) recorren la mayoría de las situaciones de la película. Mar del Plata no estira nada, sale rápido, como el plato de brótola que piden en el restaurante. Hay ex parejas que vuelven, que no vuelven, chicas nuevas (jóvenes y otras que invitan una leche chocolatada), situaciones diversas y abundantes (también, como el plato de brótola) con diferentes grados de verosimilitud que se integran con gracia casi permanente, incluso con sentido del timing (en un golpe, en una respuesta malhumorada entre los amigos o lo que sean). Treintañeros, chicas lindas, un escritor pedante, mar, gente de viaje. Mar del Plata va rápido, apuesta por un tono extrañado de comedia indie estadounidense y no le sale mal (tampoco le salía mal a Incómodos de Esteban Menis, película con varios puntos de contacto, pero con personajes más freak ). ¿Qué le impide a Mar del Plata cumplir con todo el potencial que exhibe gracias a su generosidad narrativa? Sus desajustes, también extraños en un cine argentino que en general ha solucionado estas cosas: los actores demuestran en muchos momentos buen sentido del timing y de la interacción (los dos protagonistas y especialmente la chica marplatense), pero en otros (demasiados, incluso para una película que se adivina de bajo presupuesto) se les nota cierta herrumbre, se los ve un tanto rígidos, como si algunas escenas fueran ensayos a los que les falta fluidez. Ese desajuste, sobre todo en una comedia que plantea tantas interrelaciones, es notorio y molesto. El otro problema de Mar del Plata es su exceso de música, como si no confiara del todo en su claridad expositiva y su propias (y bienvenidas) potencia, velocidad y variedad narrativas.
Dos compinches de vacaciones Esta es una típica comedia de treinteañeros, algunos casados, o separados, profesionales o no, que se niegan a crecer y mantienen sus caprichos, como si aún fueran adolescentes, a pesar de que tienen hijos. La historia de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch, muestra lo que les sucede a Joaquín (Pablo Pérez) y David (Gabriel Zayat), cuando juntos deciden viajar a Mar del Plata, por un fin de semana. El primero está separado, al segundo su mujer se le fue de su casa con su hijo, porque no lo aguantaba más. Tan individualistas, como obsesivos y capaces de defender sus propias manías a capa y espada, Joaquín y David, igual que los personajes que los rodean, sostienen sus vínculos, a partir de continuas discusiones, odios y hasta leves situaciones de violencia. "Mar del Plata", puede decirse que es una "road-movie" de humor ácido, certero, con dos personajes que, precisamente, por la absurda antipatía que despiertan se terminan haciendo queribles. Con un guión que se sostiene a través de simples y certeros diálogos y una narración formalmente correcta, de esta comedia algo absurda, se destacan sus dos protagonistas: Pablo Pérez y Gabriel Zayat.
Esta ópera prima, cuya historia comienza en Buenos Aires para trasladarse luego a la ciudad donde paradójicamente vio la luz por primera vez en la anterior edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, comienza como una road movie para luego establecerse como una comedia ligera sin pretensiones pero entretenida. Dos amigos de la infancia en plena crisis de los treinta y abandonados por sus parejas, viajan a Mar del Plata para pasar el fin de semana y descansar. Pero la llegada de una ex pareja de uno ellos complica las cosas de estos dos personajes que actuarán como verdaderos adolescentes. Con una historia muy sencilla y trillada, casi sin situaciones trascendentes, pero con dos personajes queribles bien interpretados y el uso de distintos recursos formales, como la pantalla dividida para las situaciones paralelas, notas aclaratorias en forma de dibujo y la búsqueda de complicidad con el espectador por parte de uno de los personajes, hacen llevadero el relato y que el film cumpla finalmente su meta. Una comedia que entretiene sin dejar huellas.
VALINSKY Y LA BRÓTOLA DE LA DISCORDIA Cuando las cosas no van del todo bien, hacer un viaje suele ser una opción. En este caso, el camino a la playa en búsqueda de serenidad, reunirá fortuitamente a cuatro personajes quienes desconocen el cambio de su fortuna. Sebastián Dietsch y Ionathan Klajman co dirigen Mar del Plata, una comedia romántica nacional en la cual la amistad y el reconocimiento del fracaso son los temas privilegiados. Joaquín (Pablo G.Pérez) es un treintañero que, recientemente separado, tiene la posibilidad de viajar a Mar del Plata. Llama a David (Gabriel Zayat) para pedirle el auto y casi sin pensarlo el viaje se inicia de a dos. A su vez Elena (Lorena Damonte), su ex, y Lautaro (Pablo Caramelo), su marido, también emprenden el camino a la ciudad balnearia. No será difícil pensar que la vida de estos cuatros personajes se entre cruzará al compás del movimiento marino. Joaquín es verborrágico y un tanto apático, David tiene alma de niño, Elena sufre en una relación gastada y Lautaro prefiere evitar el tema. Con diálogos fluidos y oportunos, las escenas se suceden rítmicamente. Sin lugar al silencio, los gags y las referencias a situaciones locales típicas son los condimentos que recrean esta historia sencilla en la cual todos nos podemos sentir un poco identificados. Con bellas composiciones y la siempre presente brisa de mar, Mar del Plata entretiene y colabora a reflexionar acerca de aquellas cosas que son y las que pudieron haber sido, las que fueron y las que nunca serán. Con cierta nostalgia a un pasado adolescente, el poder de la voluntad y el fracaso, son temas a superar con una gran sonrisa y en compañía de un buen amigo de toda la vida. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
La ciudad de Mar del Plata ha servido de inspiración para nuestro cine de diferentes maneras, ya en el cine en blanco y negro hay antecedentes de películas que servían como vehículos para músicos y cantantes, o para llevar a estrellas de la televisión a la pantalla grande; en los ’70 y los ’80 se volvió a recurrir para filmar distinto tipo de aventuras veraniegas, desde La Playa del Amor, Maridos en Vacaciones, la saga de Los Bañeros (que dentro de poco reestrena su primera parte), y hasta recientemente la parodia/homenaje a aquellos films Dos locos en Mar del Plata. También, el lugar de los lobos marinos fue escenario de varios dramas con el mar de fondo, pero este no es el caso de Mar del Plata, la ópera prima de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch, quienes vuelven a recurrir al viejo slogan de “La Feliz”. Joaquin es abandonado por su pareja, casualmente le regalan un viaje a la ciudad del título y decide invitar a su amigo David, que también fu abandonado, a que lo acompañe y así pasen un fin de semana juntos a pura diversión marplatense; situación ideal dado que ambos atraviesan profundas crisis internas. ¿Cuál es la idea? Olvidarse de la palabra madurez, hacer de cuenta que el tiempo no pasó, y ser como dos chicos, por lo menos por un finde. Klajman y Dietsch, con guión del primero, plasman en pantalla varias influencias, por supuesto, hay algo de homenaje a las películas antes mencionadas y que de alguna manera son de culto para quienes de chico las veían, aunque sea, por televisión o la fueron a ver con sus padres al cine. También hay algo de comedia indie norteamericana, con esa carga entre idílica, de humor ácido cuasi negro, y de adultos que tienen que comportarse como chicos y viceversa, por ejemplo la estrenada la semana pasada Un camino hacia mi, también ubicada en escenarios balnearios. Si miramos muy fino se podrán encontrar referencias o similitudes con otros films de nuestro cine, como Solos, Nadar Solo, o Regresados. Por último, si alguien recuerda el oportunismo de extender tiras televisivas (sobre todo juveniles) de mucho éxito con éxitos teatrales veraniegos, hay también algo de esas historias anecdóticas y laterales. Mar del Plata es un film simpático, con pocas ambiciones, bien interpretado por Pablo Perez (Joaquín) y Gabriel Zayat (David), que no busca otro propósito que la diversión directa, la gracia algo tonta (aunque muy bien lograda), y la identificación generacional con el dúo de protagonistas. Hay alguna mirada al universo masculino y alguna lectura sobre sentimientos y carga psicológica, pero no son las búsquedas primarias. Si quieren pasar una hora veinte de pura diversión relajada, Klajman y Dietsch se las ofrecen sin desmerecer al film en cuestiones artísticas, esto ya es todo un logro.
Viaje hacia uno mismo Parecieran dos polos irreconciliables los que han atraído el cine a Mar del Plata. Las comedias de Porcel y Olmedo, las de los Bañeros, que sostienen ese lugar común cultural de ciudad playera, de verano con sombrilla y reposera, epicentro de cierto sexismo desbordado a pura tanga y chica voluptuosa. Lugar común alimentado, también, por tanta marquesina teatral de verano, por tanto culo a escala natural. En el otro polo tenemos los Nadar solo, los dramas de joven-hombres tristes que vienen hasta estas playas a reencontrarse tal vez con ellos mismos, en lo posible playas de invierno y otoño. Sea como sea, en ambos casos hay un paralelismo: la idea de que Mar del Plata (Mar del Plata como resumen y símbolo del descanso del porteño) es ese lugar al que ir, dejar de ser uno un rato, y reinventarse. Y lo que se hizo en Mar del Plata, quedó en Mar del Plata. Hay que decir -también- que la ciudad no es un escenario muy común del cine argentino: de ahí que cada vez que se estrene una película filmada aquí (sí, pequemos de localismo), se genere esta expectativa. Como si la ciudad no pudiera ser retratada de otra forma o el objetivo fuera, antes que contar una historia, tener la inteligencia para retratar la playa desde otro lugar. O como si Mar del Plata no fuera más que playa. A este desafío se enfrenta Mar del Plata -la película-, dirigida por Sebastián Dietsch y Ionathan Klajman, y sale bastante airosa. Seguramente que por ser uno marplatense se fija más en estas cosas: uno no piensa en Buenos Aires cuando ve, no sé, Un novio para mi mujer. Lo que hay que tratar de hacer es no dejarse llevar por la cartografía y centrarse en la obra. Aunque, sin dudas, una película que se filma en Mar del Plata, que se llama Mar del Plata y que trata de dos turistas, busca inconscientemente erigir un nuevo paradigma o repensar la forma de mostrar un lugar emblemático en el cine. Lo mejor que tiene para decir Mar del Plata, es que la ciudad opera como escenario y lo que importa está en el cuento, en la narración. Claro que el destino elegido significa algo desde un punto de vista simbólico, pero lo es tanto como la Renault fuego que lleva a David y Joaquín a la ciudad. La “fuego”, emblema vehicular ochentoso; Mar del Plata, emblema de ciudad cinematográfica ochentosa. No de gusto los protagonistas tienen unos 30 y pico, y pasaron su infancia y parte de la adolescencia en aquella década. Es que Joaquín y David, a esta edad, en ese auto, a esa ciudad, no están haciendo más que viajar a su infancia, a su formación, a un pasaje mítico que tal vez no fue tan soñado. El replanteo está presente constantemente en el film, incluso con rompimiento de la cuarta pared y líneas arrojadas al espectador, elemento que a veces funciona y otras nos. Lo mejor del film de Dietsch y Klajman está en el planteo, en la velocidad de su narración -es una película realmente fluida y que avanza sin problemas- y en cómo sabe poner en escena un conflicto -o varios-, incluso haciendo del escenario elegido un lugar indispensable por sus reminiscencias tanto ficcionales como reales. Además, algunas ideas que funcionan un poco fragmentariamente son acertadas, como ese juego de paleta en la playa que se convierte en un duelo de western. Por momentos, Mar del Plata no puede evitar el gesto algo canchero, pero también es cierto que de ese cinismo se extraen algunos momentos muy dignos: los personajes pueden lastimarse y nunca hay una mirada indulgente hacia esas acciones. Para contar esto, Dietsch y Klajman apelan a un buen uso de los flashbacks, a una puesta en escena con planos frontales muy en el estilo de Wes Anderson y logran insertar aspectos intelectuales vinculados con el arte, la cultura y el lenguaje, en diálogos que resultan woodyallenescos: la cena incómoda en el restaurante, brótola mediante, remite tanto a Woody por los diálogos veloces y ocurrentemente intelectuales, como a Larry David por lo incómoda. En verdad, Mar del Plata está bastante cerca de sus posibilidades, es una película pensada y bien construida en función de sus objetivos, a la que apenas se le pueden reprochar algunas actuaciones un poco acartonadas y una inclusión de la música demasiado presente, demasiado invasiva, y que puntúa excesivamente lo que ocurre en el plano: a momento cómico hay un leit motiv pícaro, a momento triste un leit motiv ídem. Pero así como está, la película de Dietsch y Klajman es una de las que mejor uso le dio a la ciudad en la pantalla. Y eso habla muy bien, no por marplatense, sino porque eso quiere decir que hay un cine porteño que puede mirar el interior del país (¿cuál es el interior para el que está adentro de eso que llaman interior?) y convertirlo en símbolo cinematográfico.
Un viaje casi sin atractivos Suele decirse "la primera impresión es la que vale". La primera impresión es que los dos fulanos de esta película son unos pelandrunes de alta gama, chinchudos y antipáticos full time, cuya única muestra de amistad consiste en vivir discutiendo por pavadas entre ellos, como si fuera el encuentro de un hijo único recontramalcriado con otro hijo único igual de insoportable. La segunda impresión sólo confirma la primera. Estos tipos no triunfaron profesionalmente, fracasaron en la vida sentimental, no saben disfrutar, y uno incluso busca pelea con un tercero, quizá por envidia (ese tercero logró éxito en el campo que él hubiera querido), etcétera. La última impresión mejora un poco, porque ya estamos acostumbrados y hasta nos dan lástima. Consuelos Pero también suele decirse "una noche de vida es vida", "bien está lo que bien acaba", y otras frases consolatorias. O "se pasa el rato". Si al cabo de dos días de vacaciones logran pasar un rato de sano esparcimiento con respectivas señora (ajena) y señorita, dejarlas conformes y cambiar de cara, habremos cambiado también nosotros nuestra opinión sobre ellos. Para animarnos, los directores disponen de varios recursos viejos pero efectivos, como el personaje narrador que detiene la acción para hablar a cámara, la pantalla dividida para cotejar sus andanzas individuales, o los flashbacks evocando situaciones de infancia. Y recursos más nuevos, como un info televisivo en el ángulo superior derecho para mantenernos informados sobre las alternativas de un partido en la playa. Lo mejor en ese sentido es el episodio donde los amigos discuten hechos del pasado y el árbitro de esa discusión (el mozo de una parada en la ruta) se corporiza dentro de cada uno de los hechos recordados, como si hubiera estado allí en carácter de testigo presencial (y siempre con la servilleta al hombro). También agradables, los párrafos de unas composiciones escolares risueñamente imaginativas, la señora, la señorita, y otra señorita. Una curiosidad: la película se llama "Mar del Plata", dice transcurrir en dicha ciudad, pero no vemos absolutamente nada que la identifique. Misterios del nuevo cine argentino.
Con una dupla protagónica formidable, Mar del Plata es una comedia para treintañeros sin demasiadas pretensiones pero con momentos realmente logrados. Los directores debutantes Sebastián Dietsch y Ionathan Klajman, el primero marplatense y el segundo israelí, sólo se propusieron narrar un periplo entre dos viejos amigos que oscilan permanentemente entre el amor y el odio y que en ese desbalanceo emocional generan chispas realmente divertidas. El conflictivo dúo viaja en auto a la ciudad balnearia del título con el objetivo de aprovechar una estadía gratuita y se encontrarán allá con algunos personajes y hechos –una ex novia, un escritor pedante, alguna salida inapropiada- que incentivarán sus disidencias personales pero a la vez les harán vivir eventos inesperados y no tan negativos. Los diálogos y situaciones urdidas por ambos cineastas no sólo son graciosos sino también inteligentes, y aciertan con algunos recursos expresivos como los flashbacks con viejas fotos fijas, la pantalla dividida y los coloquios a cámara de uno de los personajes. De todos modos en el último tramo varias líneas interesantes de la trama se pierden y podrían haber sido mejor aprovechadas. Pablo G. Pérez y Gabriel Zayat, como ese par de inmaduros en crisis, alcanzan momentos desopilantes, a lo que se suman los buenos aportes de Lorena Damonte y Pablo Caramelo.