Visita guiada (al Vaticano) Biopic de Miguel Ángel, visita guiada por todas sus obras y formato televisivo nos trae la producción italiana Michelangelo Infinito (Michelangelo - Endless, 2018). Semana Santa no tenía este año ninguna película explícitamente sobre el evangelio y, en medio de la oleada de films sobre artistas plásticos (Van Gogh, en la puerta de la eternidad, El Bosco, el jardín de los sueños, Gauguin: Viaje a Tahití), Michelangelo Infinito parece encuadrar perfecto como el relato referencial. Michelangelo Buonarroti (Enrico Lo Verso) pule la piedra hasta convertirla en arte. Es el escultor, una de sus tantas facetas artísticas. ¿Pero de dónde viene su inspiración? La idea de lo divino sobrevuela toda la película y asocia inevitablemente al artista con su obra para la iglesia católica: La bóveda de la Capilla Sixtina, La Piedad, El David, El Moisés, El Juicio Final y La Cúpula de San Pedro entre otras. No se trata de un documental, aunque tenga mucho de ello, sino de un film didáctico. Aquel que se apoya en la valiosa información sobre el artista que puede escucharse en cualquier visita guiada. Giorgio Vasari (Ivano Marescotti), el primero de los historiadores sobre artistas, aparece en escena mirando a cámara y nos relata los comienzos de Miguel Ángel, sus motivaciones y los vaivenes ante cada uno de sus trabajos. Información aledaña completada por el propio Miguel Ángel en un iluminadísimo taller (otra vez la idea de la divinidad en la concepción de su arte) mientras reflexiona sobre su trabajo. Por último tenemos una cámara descriptiva que recorre cada obra propiamente dicha, en el lugar donde hoy se encuentra. La voz en off relata sus significados como si se tratara de un crítico de arte hablándole al público. Este film dirigido por Emanuele Imbucci y producido por Magnitudo Film y Sky Italia, en colaboración con Vatican Museums y Galleries Vatican Media, es claramente sobre el artista pero también sobre el evangelio y su poder divino. Miguel Ángel entra y sale de escena como el enviado del más allá que ejecutó el plan del Gran creador en una obra imposible para un hombre y eterna para la historia de la humanidad. Estas conclusiones esquemáticas dirigen la propuesta a devotos o interesados en el artista únicamente, quitándole la posibilidad de hacer del propio film una obra a la altura de las circunstancias.
Entre el pincel y el mármol Los llamados “art tour films” son toda una institución desde hace décadas en las tiendas de regalos/ gift shops/ bazares de souvenirs de la enorme mayoría de los museos de todo el mundo y especialmente de los de Europa, siempre invitando a los visitantes -sobre todo a los de mayor poder adquisitivo, considerando los valores prohibitivos promedio de las entradas de por sí- a adentrarse en la parafernalia capitalista de los recuerdos comprando libros recopilatorios, reproducciones varias, chucherías o las mismas películas a las que nos referimos. En términos formales los art tour films constituyen un género particular ya que suelen combinar las descripciones detalladas de los documentales expositivos con una tanda variable de ficción -a veces preponderante, en otras ocasiones con un rol sin duda secundario- orientada a la reconstrucción histórica de algún episodio singular o planteo ilustrativo relacionado con el artista, la temática o la etapa que se haya elegido explorar. Casi ninguno de estos productos híbridos logran llegar a la cartelera tradicional de ninguna parte del planeta, no obstante hoy nos topamos con el estreno comercial de un prototípico exponente del rubro, Michelangelo Infinito (2018), anomalía que se puede celebrar o ningunear según la aceptación por parte del espectador de los engranajes de un género muy volcado a un fin determinado, léase el conocimiento estético o la apreciación al detalle de obras de arte (resulta hasta hilarante que en este objetivo unidimensional los art tour films puedan ser emparentados a los manuales visuales de manualidades o al mismo cine porno, todos enclaves en los que el “enriquecimiento sensorial concreto” suplanta las clásicas ambigüedades de la ficción o los documentales). Como su título lo indica, esta propuesta de Emanuele Imbucci repasa la producción artística de Michelangelo Buonarroti alias Miguel Ángel (1475-1564), quizás el más grande artista de la atribulada historia de la humanidad. La faena combina un estudio visual minucioso en torno a las creaciones más importantes del florentino con -por un lado- monólogos teatrales a cargo de un Enrico Lo Verso que cumple con sutil dignidad en la piel de Michelangelo y -por otro lado- apreciaciones rimbombantes con pretensiones líricas/ alegóricas acerca de la obra del escultor, pintor y arquitecto en boca de un actor, Ivano Marescotti, que interpreta a Giorgio Vasari, uno de los primeros historiadores del arte y autor de Las Vidas de los más Excelentes Arquitectos, Pintores y Escultores Italianos (Le Vite de’ più Eccellenti Pittori, Scultori e Architettori, 1550), libro en el que recopiló una serie de biografías de artistas italianos de gran renombre del Siglo XVI y eje central para comprender el Renacimiento y/ o la transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Haciendo foco en la escultura y la pintura, las dos ramas fundamentales de Miguel Ángel, el metraje nos pasea por muchas obras que incluyen trabajos inconmensurables como Baco (1497), la Piedad (1498-1499), el David (1501-1504), el Moisés de la Tumba del Papa Julio II (1513-1515), la Piedad Rondanini (1552-1565), la Sagrada Familia o Tondo Doni (1503-1506), y -por supuesto- los frescos de la Capilla Sixtina, desde las primeras fases hasta el mural El Juicio Final (1537-1541). Sinceramente lo más disfrutable de Michelangelo Infinito es la excelente fotografía de Maurizio Calvesi, recorriendo con cariño y paciencia los contornos monumentales del vitalismo de fondo de las obras, ya que el guión de Tommaso Strinati, Sara Mosetti y el propio director nunca va más allá de los lugares comunes en esos recitados de Lo Verso y Marescotti, cayendo en instantes de pomposidad innecesaria y en algunas redundancias que cualquiera que esté mínimamente empapado en la producción del florentino ya conoce de sobra (además, se podría decir que dichos soliloquios y/ o relatos en off están “inspirados” en el libro de Vasari porque sólo lo citan en parte de manera literal). Por supuesto que tratándose de Miguel Ángel se entiende esa exageración discursiva aunque hubiese sido más interesante una perspectiva menos inclinada hacia lo poético (para ello ya están las mismas obras, que hablan por sí solas) y volcada a lo didáctico clásico, más tratándose de una película realizada bajo el amparo de los Museos Vaticanos (la sobreabundancia en el metraje de la pata ficcional a veces no deja apreciar a las esculturas y pinturas en toda su belleza inherente). Aún así el opus de Imbucci es una experiencia gratificante que permite un acercamiento invaluable al mundo del pincel y el mármol del querido artista italiano…
Es un documental de gran calidad que muestra con detalle minucioso y una iluminación perfecta cada una de las grandes obras del genio del renacimiento, Miguel Ángel Buonarotti. Como fuente documental lo relatado por Giorgio Vasari, que aparece encarnado por Ivano Marescotti, y un Michelangelo a veces orgulloso, muchas desafiado y angustiado frente a los pedidos de sus obras y la rivalidad con sus contemporáneos. Pero más que un estudio profundo sobre su personalidad, es en realidad la excusa para mostrar sus obras en Florencia, en los museos Vaticanos (coproductores de este film) y otros lugares de Roma. Frente a eso no hay mejor manera de apreciar detalles, estilo, inspiraciones, ante lo realmente majestuoso de su trabajo.
Una noche en el Museo Vaticano Unas semanas atrás se planteó en estas mismas páginas lo problemático de abordar a un genio desde un medio antes que nada físico como es el cine (en literatura es más fácil, ya que franquea el paso al mundo interno), a propósito del estreno en Argentina de Van Gogh ante las puertas de la eternidad. El problema reaparece con Michelangelo infinito, que a diferencia de aquélla elige hacerlo por la vía del documental. Documental combinado con dramatizaciones, como se verá enseguida. Los propios títulos de ambas manifiestan la dificultad de abordaje: palabras como “eternidad” e “infinito” hablan de lo inabarcable por definición, lo inaccesible, lo que está más allá del ojo humano. La película dirigida por Emanuele Imbucci es algo así como una audio-guide de museo reforzada. Se repasan, con intención didáctica, vida y obra del coloso florentino, con presencia de dos actores como para hacer la cosa más “cinematográfica”. Uno, el conocido Enrico Lo Verso (L’America, Farinelli) habla en primera persona y en voz alta, “haciendo de” Buonarotti. Otro, Ivano Marescotti, encarna al artista, arquitecto e historiador Giorgio Vasari, algo así como el primer crítico de arte italiano, además. Mientras que Miguel Ángel (la película no aclara de dónde están tomados sus fragmentos) transmite su ambición (“la ambición te come vivo”), su sed de infinito, su amor por la materia, su lucha para volverla maleable, Vasari describe la obra del artista desde un lugar específicamente estético. Ese lugar tiene una herida de nacimiento: Vasari parte de la base (indiscutible) de que Miguel Ángel era, como diría Pappo de su mamá, “lo más grande que hay”. De modo que sus observaciones se ven rociadas por una catarata de aumentativos, esos que en el habla italiana proliferan. Aumentativos replicados por una música que parecería querer subrayar, con su magnificencia, la del artista. Michelangelo infinito es así una película unilateral, cerrada, acrítica. No se puede dialogar con ella, del mismo modo en que ella no dialoga con su objeto. Todo está aquí fuera de dudas, de modo que la estrecha relación del artista con papas y señores no se investiga, no se somete a preguntas, no se cuestiona. Lo mismo sucede con la tardía confesión, “en boca de Miguel Ángel”, de que sobre el final de su vida tuvo dos grandes amores. Uno era un muchacho, la otra una mujer. O la falta de interrogación sobre la propensión escultórica de Miguel Ángel a lo colosal, lo muscular, lo sobrehumano. En lugar de eso el realizador se entretiene con ralentis o reflejos de las obras en el agua, que seguramente serán símbolo de algo. Desde ya que es imposible no recomendar una película que contiene a la Pietà, al David, al Moisés, a la Capilla Sixtina. El recorrido en detalle que se hace por esta última, pintada a los 33 años, así como por El Juicio Universal, son algunos de los momentos más valiosos, en términos de History Channel.
El director Emanuele Imbucci recorre la figura y el pensamiento de Michelangelo Buonarotti entre lo ficticio y lo documental. Por su cámara pasa lo poco se sabe de la vida del hombre (su carácter reservado, capaz de marcados contrastes, que fue dueño de un gran coraje cuando tuvo que sostener sus creencias) y bastante más de las obras maestras de escultor y pintor, excelso artista del Renacimiento italiano. La cámara se detiene en su Piedad, el David, y la bóveda de la Capilla Sixtina, entre otras. Así, con poéticos trazos, se construye el retrato de uno de las personalidades más influyentes y más enigmáticas de la historia.
El sitio del Museo del Vaticano, uno de los principales productores de Michelangelo infinito, afirma que con esta película se “renueva el empeño didáctico-divulgativo” de la institución. Didactismo y divulgación: dos palabras que podrán llevarse de maravillas con la lógica de un museo, pero no con la del cine. La película es un pormenorizado retrato de la obra de Miguel Ángel realizado a través de múltiples recursos discursivos, desde una omnipresente voz en off hasta recreaciones históricas –dignas de un documental de Nat Geo- en las que el artista narra a cámara sus particulares técnicas de trabajo. Por ahí también anda un alter ego ficticio de Giorgio Vasari, uno de los primeros historiadores del arte, destacando las bondades de su compatriota. Siempre embelesada con su objeto de estudio, Michelangelo infinito apuesta a una épica constante subrayada desde una banda sonora estridente, con violines al palo. No hay líneas de diálogo que no sean graves ni solemnes. Los únicos momentos de auténtica belleza suceden cuando la cámara recorre pormenorizadamente algunas de las obras más emblemáticas, deteniéndose hasta en las huellas de las herramientas de Miguel Ángel sobre la piedra. Con eso alcanza y sobra para mostrar la magnificencia del italiano. Todo el resto es pura enciclopedia escolar.
Esta biografía es como un panegírico, un elogio nunca desmedido por la talla del artista del que se habla. Se diría que Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, nacido en Florencia en 1475, hasta su muerte en 1564 fue tan talentoso y perfeccionista como ambicioso. Un hombre que pasa los 50 años (Enrico Lo Verso, de Ladrón de niños y Alatriste), tira una maza. “La piedra no puede ser sometida a la voluntad del hombre. Debe ser despojada de todo lo que la oprime”. Le habla al bloque de mármol que acaba de comenzar a golpear. A esculpir. A cincelar. Y allí aparece en escena Giorgio Vasari, pintor, arquitecto, escritor de arte, quien sí habla a cámara. Dice “He reclamado el derecho a juzgar”, y ha escrito Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, publicado en 1568, o sea 4 años después de la muerte de Michelangelo. Este trabajo sigue la vida del artista renacentista a partir de las palabras del personaje, la opinión de Vasari y algunas escenas reconstruidas, como el derrotero del Tondo Doni, que está en la Galería Uffizi y es la única obra conocida que Michelangelo pintó sobre madera, y cómo el pintor fue negociando, pidiendo más y más ducados a quien se lo encargó. Pero lo mejor está en la observación de las obras –tanto el Vaticano como Florencia han permitido rodar allí donde se encuentran desde hace más de 500 años-. El David y La Piedad se admiran con lujos de detalles. Se lo ve de niño, con Ghirlandaio, su primer maestro, que lo confió a Bertoldo Bertoldo di Giovanni a los 13 años y luego cuenta con el mecenazgo de Lorenzo el Magnífico. “Aspiraba a un arte más heroico que la pintura. Me gustaba ensuciarme las manos. Mi nutrición de pequeño fue polvo de mármol mezclado con leche”, cuenta Miguel Angel, ya que su nodriza era hija de picapedreros. Michelangelo habla en voz alta y relata su vida mientras esculpe, a veces relojea a cámara. Por celos ajenos y por no poder mantener la boca cerrada y criticar a compañeros de estudio en diversos talleres, uno de ellos le pega y deforma la nariz. “Esa fue su mejor obra”, dice el artista. Al rato, se lo ve diseccionar cadáveres para estudiar la anatomía humana: es sabido que Michelangelo fue un maestro, entre tantas cosas en recrear músculos, venas, las articulaciones de las piernas y los brazos. Ambicioso y con algo de soberbia -así se lo retrata-, podrá casi rebuznar por El Moisés de la tumba del Papa Julio II, hablar de su disputa con Rafael, o cuando trabajó “en la pared de enfrente” de Leonardo Da Vinci, y ninguno de los dos pudo terminar sus frescos en un mismo lugar. Pero es tan grande el hombre que pintó la Capilla Sixtina a los 33 años que este filme de Emanuele Imbucci, más que ofrecer un análisis, que lo tiene, lo deja como un soberbio. “El arte no lo contentaba, él quería el infinito”, se cita a Rodin. Como para tener una dimensión del artista.
Coinciden en estrenarse dos trabajos documentales muy distintos entre sí, pero ambos de alta calidad. Uno, producido por dos empresas dedicadas al registro de obras artísticas en sociedad con los Museos Vaticanos, alimenta la admiración por el talento humano. El otro, producido por la empresa de Peter Jackson con el Museo Imperial de Guerra, de Londres, hace pensar en lo bueno, lo malo y lo imbécil del género humano, y estremece. A “Michelangelo infinito” se le pueden reprochar defectos de estilo, una música enfática, textos recitativos, solemnes. Pero los reproches pierden peso frente a las imágenes bien registradas de las obras magnas del artista, los comentarios sapientes sobre historia, detalles y conceptos de cada una, y el uso ejemplar de los efectos visuales. A la cabeza del documental, Cosetta Lagani, libretista y productora, Emmanuelle Imbucci, director, Enrico Lo Verso como Michelangelo, e Ivano Marescotti como el arquitecto Giorgio Vasari, primer especialista en la historia del arte, primer biógrafo del artista, coetáneo suyo, y creador del término “Renacimiento”. Los protagonistas de “Jamás llegarán a viejos”, en cambio, son anónimos. La mayoría, muchachitos ignorantes que creyeron que iban a la gran aventura de sus vidas, cuando en realidad iban a un espantoso matadero: la Primera Guerra Mundial. Jackson también usa ejemplarmente los efectos. No solo restaura imágenes fílmicas de aquella época. También las colorea, contrata lectores de labios para que sepamos lo que los soldaditos están diciendo, especialistas para hacer sonar las armas tal como sonaban en aquel entonces, y, lo más tocante, recupera los testimonios de viejos combatientes que el Museo grabó en los años 60. El resultado es impresionante.
Es una lástima que Michelangelo Infinito no confíe más en el acto de documentar audiovisualmente la obra del escultor y pintor Miguel Ángel Buonarotti. Los segmentos dedicados a su arte no sólo alcanzan límites trascendentales por la naturaleza insondable de sus creaciones. Bajo una luz donde el detalle es amplificado para nuestro deleite como espectadores, el film ausculta las pinturas y esculturas de este hombre renacentista a la manera de un descubrimiento que no había ocurrido antes y no volverá a ocurrir. Incluso para los visitantes de su obra, será imposible ver esta con tal nivel de precisión como ocurre en la sala de cine. También es una experiencia esclarecedora por el análisis del narrador. Las indagaciones expuestas durante estos pasajes no son escupidos en una cantinela de términos eruditos. Más bien escuchamos una voz que se enfrenta a un misterio, este mismo que estamos observando. El narrador nos quiere despertar frente al descubrimiento de una obra magna donde el arte nos permita captar al ser humano como semejanza con Dios, aunque no en plena igualdad. Como los dedos que casi se tocan mas nunca lo hacen en la capilla Sixtina, el arte de Miguel Ángel pone una lupa en el misterio de la vida terrenal, pero sin desentrañarlo del todo. Probablemente sea por esto que las reflexiones del artista y uno de sus biógrafos, interpretadas respectivamente por Lo Verso y Marescotti, resulten tan cansinas. No se siente orgánico con respecto a la narración y explica con tremenda torpeza el proceso del creador. Entorpece incluso el ritmo del documental con respecto a los pasajes enfocados en las obras. Además, los actores están supeditados al narrador como una manera de justificar esos segmentos, cuando sabemos que una actuación se sostiene por sí sola. No hace falta contraponer la ficción con la aparente realidad efectiva. En cambio, quisiéramos escuchar más esta voz que casi nos susurra la certeza de una trascendencia, a medida que la cámara detalla las pinturas con suma elegancia. Ni siquiera la música le hace justicia al despliegue visual, reconocido con un premio David Di Donatello por sus efectos especiales. Por momentos, tenemos notas que nos aturden la experiencia en busca de la mentada grandeza. Y durante otras pocas escenas, la banda sonora magnifica esta sensación de descubrimiento Estamos, como cada vez menos, ante una película que celebra el ritual de ver imágenes en pantalla grande no como un espectáculo, sino como un enigma. Tanto la obra de Miguel Ángel como parte del acercamiento del director y los guionistas nos invitan a este evento a medio camino entre la belleza, el asombro y la inquietud por aquello que nunca terminaremos de conocer. Y es en la sala de cine donde se sella esta experiencia.
Película mezcla ficción y documental en torno a la vida del artista del renacimiento Michelangelo Buonarotti. Coproducida por el Vaticano, la película se da el lujo de filmar los espectaculares trabajos de Michelangelo como la bóveda de Capilla Sixtina y la Cúpula de San Pedro. También aparecen las otras obras inolvidables del artista, como El David. En paralelo a las imágenes estrictamente documentales, que permiten ver en cine estas magníficas obras, hay toda otra línea de la película con actores. Esa otra línea no supera la reconstrucción televisiva de dudoso gusto. Lo que finalmente hace que la película solo tenga valor para aquellos que busquen una excelente filmación profesional de algunas de las obras más bellas y espectaculares de la historia de la humanidad.
“Michelangelo infinito”, de Emanuele Imbucci Por Jorge Bernárdez Hay obras de arte que por su trascendencia pasan a pertenecer al legado de la humanidad y está claro que muchas de las obras de Miguel Angel alcanzan ese status y Michelangelo infinitotrata de hacer justicia a ese legado. Una producción que consiguió tener al Vaticano como socio, lo que le permite mostrar en todo su esplendor las más importantes obras del artista italiano, pero que no logra estar a la altura del objeto de estudio. Cuanta la leyenda que cuando le preguntaron sobre la perfección de su David, Miguel Angel respondió, “David estaba dentro de ese bloque, yo tan sólo quité lo que sobraba”. Lo cierto es que la cámara del realizador Emanuele Imbucci se pierde en la observación minuciosa de la obra pero a la hora de contar quién fue el gran artista, no es tan feliz. Una especie de anfitrión/historiador que representa a Giorgio Vassari -pintor, escultor y crítico de arte que escribió sobre los principales artistas de la época-, es quien narra los momentos vitales de la biografía del artista y unas dramatizaciones apenas correctas sirven de nexo entre obra y obra. Los textos de Vassari son interesantes pero las dramatizaciones no tanto. En el mejor de los casos, Michelangelo infinito muestra a un artista inmenso de manera torpe, pese a eso ver su obra en pantalla gigante vale la pena aunque la película no esté a la altura. MICHELANGELO INFINITO Michelangelo – Infinito.Italia/Vaticano, 2018. Dirección: Emanuele Imbucci. Guión: Emanuele Imbucci, Tommaso Strinati y Sara Mosetti. Elenco:Enrico Lo Verso, Ivano Marescotti. Producción: Francesco Invernizzi y Cosetta Lagani. Distribuidora:Zeta Films. Duración: 97 minutos.
Grieta inquebrantable entre lo humano y lo divino. Un hombre de talento excepcional, ambicioso, de personalidad pasional y desafiante, competidor, arrogante, celoso de su obra y envidiado. Gran conocedor de la anatomía humana, con el coraje necesario para “enfrentar a la piedra” y entregar su vida a ello… al que le gustaba ensuciarse las manos y se nutría de polvo de mármol mezclado con leche. Una obsesión casi sobrehumana, necesitaba demostrar de lo que era capaz. Michelangelo Infinito (2018), es un retrato (biopic con dramatización) del genio del Renacimiento, interpretado por Enrico Lo Verso. Un artista que supo desplegar su talento desde pequeño; gracias a su padre, quién lo descubre realizando bosquejos en papel y paredes, Michelangelo Buonarotti comenzó su aprendizaje sobre el admirable y valiente arte de la pintura en el taller de Domenico Ghirlandaio. Sin embargo, el fuerte de Miguel Ángel sería el cincel; a los 13 años comenzó su camino de enfrentamiento con la piedra, dando su toque Michelangelo Infinito: Grieta inquebrantable entre lo humano y lo divino 3distintivo y, por primera vez en la historia de la escultura, transformando un trozo de mármol en una obra eterna a la edad de 24 años, lo que cambió su rumbo y sus trazos, ya que experimentó el poder del arte con sus ambiciosas manos. Esta película, filmada con las tecnologías más avanzadas, rescata la principal producción escultórica y pictórica de Michelangelo, mostrando sus obras maestras más famosas: La bóveda de la Capilla Sixtina, La Piedad, El David, El Moisés, El Juicio Final y La Cúpula de San Pedro entre otras. Ivano Marescotti interpreta a Giorgio Vasari (quien tuvo la fortuna de conocer a Michelangelo) y es el encargado de describir la obra del artista. El director Emanuele Imbucci -quién además participa del guion- logra retratar su obra con dinamismo, consiguiendo un resultado acertado, puesto que transmite la majestuosidad y perfección de sus esculturas y pinturas con movimiento, dejando de lado lo estático y aburrido que, por lo general, caracteriza a este tipo de biopics y aleja a quiénes estén interesados en conocer a un artista como Miguel Ángel. La fotografía juega un papel importante, puesto que se vale de imágenes de excelente calidad, la iluminación realza aspectos, expresiones y hasta momentos sobre todo de las esculturas; por otra parte, son muy bien acompañadas por la música que fluctúa según la obra que se presente. El recurso del reflejo de sus creaciones en el agua resulta atractivo y poético. Miguel Ángel se encuentra en una locación de paredes blancas, lo que lo conecta con lo celestial, la iglesia, Roma y el más allá, quizás, y funciona como colosal contraste cuando combina sus cuadros de estridentes colores. “Malditas estas manos… maldito el paso del tiempo, maldita esta soledad y maldito tú, Mármol. Que no quede nada de lo que he hecho, porque lo que he hecho no es suficiente. Maldito yo mismo, porque quise ser como Dios, por intentar crear vida, en lugar de vivir verdaderamente la mía”… (Michelangelo)
Renacer en la eternidad Por Denise Pieniazek “… enviar al mundo un espíritu que, en cada una de las artes y en todas las profesiones, fuera universalmente capaz y por sí solo mostrase cuál es la perfección del arte del dibujo, en materia de línea, contorno, sombra y luz, y diese realce a las cosas de la pintura y con recto juicio obrase en escultura, e hiciese viviendas cómodas y seguras, sanas, alegres, proporcionadas y enriquecidas por los varios adornos de la arquitectura(…) para que fuera considerado por nosotros como un ser, más que terreno, celestial” Giorgio Vasari cine » nota Críticas | Publicado el 23 de abril de 2019 a las 00:16 hs. Renacer en la eternidad Michelangelo Infinito es un largometraje interesante para los amantes de las artes plásticas, pero a pesar de sus bellas composiciones visuales carece de emoción por momentos, sobre todo si el espectador no ha contemplado personalmente ninguna de sus obras. Por Denise Pieniazek “… enviar al mundo un espíritu que, en cada una de las artes y en todas las profesiones, fuera universalmente capaz y por sí solo mostrase cuál es la perfección del arte del dibujo, en materia de línea, contorno, sombra y luz, y diese realce a las cosas de la pintura y con recto juicio obrase en escultura, e hiciese viviendas cómodas y seguras, sanas, alegres, proporcionadas y enriquecidas por los varios adornos de la arquitectura(…) para que fuera considerado por nosotros como un ser, más que terreno, celestial” Giorgio Vasari La película Michelangelo Infinito (2018) es una biopic poco convencional sobre el artista renacentista Miguel Ángel (Michelangelo Buonarroti). El relato alterna entre la narración del personaje de Giorgio Vasari, quien como es sabido, además de artista fue uno de los primeros historiadores de arte e incluso se le atribuye el haber utilizado el término Renacimiento por primera vez para referirse al arte de su contexto.Entre sus escritos más celebres se encuentra Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (Le vite de' più eccellenti pittori, scultori, e architettori italiani, da Cimabue insino a' tempi nostri) que data del 1550 con una versión ampliada en 1568. En este libro Vasari dedica gran parte a la vida y obra artística de Miguel Ángel, por dicha razón, él es seleccionado por los realizadores de la película como el gran enunciador del filme. En consecuencia, dicho aspecto se refuerza mediante la puesta en escena que remitiendo a la perspectiva central renacentista lo coloca en el centro del encuadre hablando directamente hacia la cámara en medio de un gran auditorio, carente de público físico -pues el espectador está en esta ocasión del otro lado de la pantalla y somos nosotros- pero provisto de elementos que remiten a los estudios tanto de la ciencia y el arte de aquel entonces. El segundo punto de vista del relato, estará representado por el personaje de Miguel Ángel, que se encuentra espacialmente en un lugar “atemporal” que puede pensarse que es metafóricamente la eternidad. Una especie de “cielo” debido al uso del color e iluminación de un blanco “espectral”, pero en este caso lo interesante es que proviene no sólo de la iluminación sino de los bloques de piedra que lo rodean, pues como se enuncia aquí Miguel Ángel tenía pasión por la materia. En consecuencia, la película se divide estructuralmente en tres partes: el espacio de narración de Vasari, un segundo espacio representado por el relato del propio artista en cuestión Miguel Ángel y un tercer espacio compuesto por flashbacks que relevan lo narrado en los otros dos espacios, es decir que recrean ciertos acontecimientos de la vida de Michelangelo. Este raconto sobre la vida de uno de los exponentes fundamentales del Renacimiento, se centra en aproximadamente quince de sus obras, entre ellas las esculturas de Baco, David, la Piedad, la Piedad Rondanini,el Moisés de la sepultura de Julio II en la basílica San Pietro in Vincoli, también en sus pinturas La Sagrada Familia (Tondo Doni) y por supuesto sus grandesfrescos de laBóveda de la Capilla Sixtina y el Juicio Final, además desus obras arquitectónicas como la Tumba de Lorenzo de Medici, La cúpulade San Pedro del Vaticano, y el dibujo de La batalla de Cascina (obra sobre cartón que se ha perdido). Con esta selección se quiere evidenciar el artista completo que fue Miguel Ángel, quien poseía un excelso manejo de diversas técnicas y lenguajes artísticos. Michelangelo Infinito es un largometraje interesante para los amantes de las artes plásticas, pero a pesar de sus bellas composiciones visuales carece de emoción por momentos, sobre todo si el espectador no ha contemplado personalmente ninguna de sus obras. Por suerte, quien escribe ha tenido el placer de contemplar personalmente algunas de ellas y por eso se es consciente de que su valor y emoción es intransferible al registro cinematográfico. Aunque, se reconoce que mediante el uso de la música se resaltan sensitivamente algunas secuencias como las referidas a las obras del Moisés y la Capilla Sixtina. Michelangelo Infinito es una ficción que mediante la fragmentación narrativa o los registros documentales de las obras artísticas intenta reconstruir la vida de uno de los exponentes principales del renacimiento, sin realizar ningún aporte novedoso sobre la obra del artista. Es decir, se mantiene el relato oficial y hegemónico de la historia del arte sin incluso profundizar sobre los análisis de las distintas obras, como sí lo hace por ejemplo el documental El Bosco. El jardín de los sueños(2016). En adición, se enaltece el mito del “artista-genio”, símbolo de la eternidad y de poseedor de inspiración divina o médium entre los dioses y la tierra, careciendo de una mirada interpretativa novedosa. Por supuesto, Miguel Ángel es un artista magnífico que ha logrado trascender la historia, quien por ende merece éste y toda clase de homenajes.
El film ingresa en el universo Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, más conocido en español como Miguel Ángel, fue arquitecto, escultor y pintor italiano renacentista, considerado uno de los más grandes artistas de la historia, por sus esculturas, sus pinturas y obra arquitectónica, nació en Florencia en 1475, donde vivió hasta su muerte en 1564. Aquí se va mezclando la ficción y el documental. En ciertos pasajes Enrico Lo Verso encarna a Michelangelo y el caso Giorgio Vasari, encarnado por Ivano Marescotti. Cuenta con una fotografía y recreación sublime. El espectador que la elija podrá ver de manera paciente y detallada parte de sus obras que jamás morirán la de este gran artista, puede disfrutar y ver sus trabajos.
“Michelangelo infinito” con dirección de Emanuele Imbucci, fotografía de Maurizio Calvesi, dirección de arte de Cosseta Lagani, guion de Sara Mosetti, Emanuele Imbuci y Tommaso Strinati, es la sexta película producida por Sky, entre ellas figuran “Los museos Vaticanos” (Marco Pianigiani y Donato Dallavalle-,2014) y “Caravaggio, el alma y la sangre” (Jesús Garcés Lamber,-2018). Sky es una productora que se dedica a filmes de arte, a colocar su producto dentro de circuitos poco convencionales y en su exclusivo canal de arte. “Michelangelo infinito” es un docu-ficción que busca acercar al espectador a la esencialidad y genialidad de un creador inigualable, que vivió en un momento de la historia irrepetible. La búsqueda de Emanuele Imbucci está enfocada hacia la mirada del público mediante el uso frecuente del punto de vista. A través él, el espectador tiene la sensación de admirar la obra del artista a través de los ojos del propio artista. En su exploración obliga al público a reflexionar sobre las posibilidades de la mirada y las sensaciones que surgen cuando el ojo humano se enfrenta a una obra como “La piedad”, finalizada a los 25 años y única firmada por Miguel Ángel, como cuenta Giorgio Vasari en su libro “Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos”, y grabada en el lazo que atraviesa el pecho de la Virgen María. Emanuele Imbucci realiza un trabajo reflexivo y conmovedor sobre la obra de Miguel Ángel, ya que a través del blanco y límpido mármol es posible observar la fragilidad humana, la transitoriedad del tiempo, y una mortalidad que expresa serenidad, y aparente ausencia de dolor y sufrimiento. Miguel Ángel Buonarroti era un creador multidisciplinario, abordó la pintura, la arquitectura o la poesía con gran maestría. Esto lo demuestra Emanuele Imbucci al utilizar parte de la correspondencia y poesías del artista para dialogar el filme. A la vez realizó un estudio visual minucioso en torno a las creaciones más importantes de Miguel Ángel: “Baco” (1497), “La Piedad” (1498-1499), el “David” (1501-1504),·El Moisés, de la tumba del Papa Julio II (1513-1515), “La Sagrada Familia” o “Tondo Doni” (1503-1506), “La Piedad Rondanini” (1552-1565), y el magnífico mural de la Capilla Sixitina, desde sus primeras fases hasta el mural del “Juicio final” (1537-1541). La excelente fotografía de Maurizio Calvesi transita con delicada paciencia los contornos de cada una de las obras seleccionadas, y se inserta en ese espacio límbico desde el cual se desarrolla la trama. En ese espacio congelado de agua y piedra en las canteras de mármol de Carrara (Cava Calacata Borghini) el personaje de Miguel Ángel (Enrico Lo Verso, “Lamerica” (1994), “El cuaderno de Sara” (2017), “Rafael, el príncipe de las artes” (2017) recorre los momentos esenciales de su larga vida, sus pasiones, sus amores, su búsqueda de Dios y sus consideraciones sobre la vida, la muerte y el arte. A Miguel Ángel lo presenta un crítico e historiador de su época Giorgio Vassari (Ivano Marescotti, “Lovers, piccolo film sull´amore”, 2017, “A casa tutti bene” , 2018), que narra sobre la vida del artista desde su propio limbo que es un teatro elíptico de madera que sigue el modelo de los teatros anatómicos de las universidades del siglo XVI, en particular del de Padua. La música de Matteo Curallo conectó con suavidad y armonía los diferentes ambientes de ambos personajes pasando de la calidez de la madera al frío hiriente del mármol. Pasando de las cuerdas a los vientos en una especie de contrapunto vibracional, ajustado a largos e inusuales planos secuencia, redimensionados por los cortes de luz que realzan el mármol tallado en contraste con el mármol en bruto, mientras que los primeros planos exploran los detalles más significativos de pinturas y esculturas. “Michelangelo infinito” es filme curioso, inteligente, que seguramente deslumbrará y emocionará al espectador en el momento en que la cámara se introduce en la Capilla Sixtina, y muestra no sólo la magnificencia de las pinturas sino las tribulaciones del artista por alcanzar la perfección que queda suspendida en ese dedo que nunca alcanzará el otro, extendido por Dios hacia el hombre. Reunir la mayor cantidad posible de obras de Miguel Ángel posibilitó mostrar una historia en acción, filología y ficción, la fantasía y los efectos especiales de disparo avanzado (ultra 4k HDR).
Retrato sobre el artista renacentista Michelangelo Buonarroti que recorre su vida con sus obras inmortales. Apoyado en el relato biográfico escrito por Giorgio Vasari en 1550, este drama presenta al artista desde niño hasta la culminación de sus días. La figura de Miguel Ángel es personificada por el actor Enrico Lo Verso (El ladrón de niños) y encarnando a Vasari está Ivano Marescotti. Si bien el film logra adentrarnos por cada uno de los trabajos más significativos realizados por el artista, también nos conquista como espectadores al acercarnos humanamente al hombre detrás de sus magnificencias, brindándonos datos notables, quizás desconocidos por varios de nosotros, que nos refieren a su familia, estudios, anécdotas adolescentes, ambiciones, pensamientos, inclinaciones políticas, amores y frustraciones que van dando sentido a los orígenes creacionales de sus esculturas y pinturas. Utilizando el recurso de la reconstrucción, con un planteamiento de puesta en escena más cercana al teatro que al cine, acompañada con una banda sonora ampulosa, los recuerdos de ambos personajes contados en primera persona, pueden tornarse solemnes pero igualmente logran equilibrarse ante la cualidad y calidad con que las obras maestras son exhibidas. Mediante el uso de la fragmentación en planos en cada pieza, uno logra aproximarse para apreciar al detalle cada cincelada y/o pincelada del artista. Incluso el film maneja hábilmente las perspectivas para ubicarnos en relación a la dimensión en búsqueda de escalas reales, como por ejemplo decidiendo incluir en un mismo plano la escultura del David (mármol blanco de 5,17 metros de altura) al lado del actor que personifica a Michelangelo para entender definitivamente por qué la apodaron “el gigante”. «Este tipo de precisión en las imágenes, apoyadas en avanzadas técnicas de efectos especiales y digitales, es la que logra puntos de vista únicos hasta el momento de obras como la Piedad, el David, el Moisés, El Juicio Final, la Bóveda de la Capilla Sixtina, la Cúpula de San Pedro, entre otras». No hará falta saber de arte para acercarse al cine a contemplar un infinito.
El intento del debutante Emanuele Imbucci es didáctico y reverencial. Es ostensible la idolatría que le dispensa al arquitecto, poeta, pintor y escultor nacido el 6 de marzo de 1475 en Florencia, un genio indiscutible capaz de transformar la materia bruta en figuras hermosas. Basta observar lo que hizo Miguel Ángel con la piedra para rendirle una admiración total. Tan solo haber esculpido la Madonna de Brujas o el David hubiera sido suficiente para que su nombre conquistara la eternidad. Es por eso que nadie puede dudar de la elección de Imbucci, sí cuestionar a fondo su perezoso método de celebrar la obra del artista, una aproximación rudimentaria que tiñe de kitsch una obra que repele esa maldita patología de la estética por la que una obra de arte pierde su singularidad para ser deglutida en un código que detiene el pensamiento e incluso domestica la emoción estética.