Se exhibió en el BAFICI que pasó y se estrena el jueves 27 de octubre proximo el primer largometraje de Roberto Bonomo, director de publicidades y videoclips. La referencia a su actividad profesional pareciera necesaria para pensar en la propuesta del film. Miss es una historia de amor amigable, entre un típico personaje perdedor pero muy tierno, que cree firmemente en las mujeres bellas e idealizadas, y una adolescente desencantada, que, tras intentar ser modelo de puro aburrida, regresa a su pueblo natal. En el camino, el protagonista hechizado que la perseguirá hasta lograr conquistarla, equiparable a su obsesión por los récords. Con final feliz, mucho estereotipo y algunos gags que agregan toques de humor sin caer en ridiculizar al personaje, que se va volviendo entrañable conn todo su estilo, hay que reconocerle a Miss una destacada realización, ritmo entretenido en una hora que se pasa rápido. También podría ser quizás, a momentos, pensada como una película turística, que realza los atractivos de nuestras zonas porteñas más cercanas a lo for export: desde el Petit París de la zona de Recoleta, el tan criticado y próximo a desaparecer, según se rumorea, zoológico porteño, el Teatro Colón y los caserones y viviendas de target ABC1, hasta la obviedad del micro para turistas del Gobierno de la Ciudad. Un ejercicio cinematográfico que lo que mejor tiene, además de la mencionada factura visual, es la elección del protagonista, Roberto L. Makita, y su guión, sin dudas. Cine de una nueva etapa audiovisual, que auguramos, será del agrado de un gran porcentaje de público argentino, como lo demuestran productos como Me casé con un boludo. De paso, queda pendiente armar un nota/relectura del género “comedias ligeras” que tanto tienen que ver con este nuevo INCAA.
Ideas para hacer una buena comedia El cine argentino independiente por alguna razón incompresible parece escaparle a la comedia. Da la sensación de que es un género al que le tiene miedo. Tal vez por parecer demasiado frívolo, descomprometido o a ser excluido de los festivales y que los palmarés lo dejen de lado (dice la regla que siempre un drama por más malo que sea se impone a una comedia por más maravillosa que esta sea). Encontrar a un realizador independiente argentino con una buena comedia es como hallar una aguja en un pajar. Algo contrariamente pasa en el cine indie americano con ejemplos recientes como The Diary of a Teenage Girl (2015), Grandma (2015) o el caso de la también vista en el 18 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente - BAFICI Finding Sofia (2016). Pero bueno, Robert Bonomo apostó al género y logró hacer una comedia simple, original, sin pretensiones y con un resultado notable. Robert, es descendientes de orientales (mitad chino, mitad japonés), no es muy agraciado físicamente y parece haberse escapado de otra época. Flaco, alto y escuálido, la vestimenta que elige no lo favorece en lo más mínimo. Tiene ideas para filmar una película, donde es protagonista y las chicas se pelean por él. También anda con un libro Guinness bajo el brazo porque su sueño es romper algún record. Robert sueña con el amor. Un día conoce a Laura, una jovencita aprendiz de modelo, y entre obsesiones, insistencias y mucha tesón, Robert buscará romper un récord con ella: el del beso más largo del mundo. Robert Bonomo apuesta a la comedia romántica sencilla y gana. Igual que el Robert personaje. En Miss trabaja a partir de los opuestos que se atraen, no solo desde lo físico, sino también desde lo sociocultural. Pero a diferencia de otras comedias donde se estereotipa esto para causar risa, en Miss (2016) se coloca en un mismo plano, los opuestos son paralelos. Miss es simple pero no por eso menor. Hay mucho del cine de Wes Anderson, y no solo en la concesión estética con planos simétricos y especial cuidado en la paleta de colores, sino también en la construcción de personajes extemporáneos, pero evitando caer en lo grotesco y la burla fácil. Queda claro que no hace falta reírse del otro cuando por detrás hay un guion inteligente con gags que funcionan donde tienen que funcionar, También es acertadísimo el casting de ilustres desconocidos (exceptuando a Malena Villa) con un gran trabajo de todo el elenco y la banda sonora creada por Lucas Martí. En épocas cuando las escasas comedias argentinas parecieran caer en todos los lugares comunes, apostando a la taquilla con productos ultra formateados, con ideas y castings probados y donde el cine está ausente, que aparezca dentro de ese universo una película como Miss se agradece. Sobre todo porque además apuesta y gana.
Mi primer beso Robert Bonomo nos trae con su ópera prima una muy buena comedia, género al que el cine independiente argentino no acostumbra. Y sin pretensiones nos plantea una historia original donde no busca otra opción más que entretener, sin caer en lugares comunes donde la fórmula de éxito se repite. Robert Law (Roberto L. Makita) es descendiente de orientales, alto y bastante escuálido, solitario y sentimental. Podemos decir que la vida no lo agració en el sentido físico, y se le suma que su forma de vestir escapa a nuestra época. Entre otras cosas, sueña con el amor y romper un record Guinness: dar el beso más largo del mundo. Es así que un día conoce a Laura (Malena Villa) y verá en ella la forma de romper su récord, obviamente con mucha insistencia de por medio y una extraña amistad que surge entre ellos. Miss se transforma en una comedia romántica donde si bien los personajes principales son claros opuestos, no cae en lo sarcástico a lo que más de una película de Hollywood nos tiene acostumbrados. Robert y Laura resultan atractivos por igual, y más allá de cualquier diferencia física o social. Al igual que quienes los secundan, la pareja protagónica lleva adelante actuaciones destacadas, donde la gran mayoría de ello son realmente desconocidos por todos. Se nota el trabajo de campo que se ha realizado para lograr ese cast. Por el lado de la técnica, nos encontramos con una manifiesta paleta de colores, impecable fotografía a cargo de Nicolás Trovato y muchos planos simétricos, que se funden con una especial banda sonora por parte de Lucas Martí. Pareciera ser que todo jugó a favor para dar como resultado esta pequeña película, que no por eso se la debe catalogar como menor. El film, que tuvo su estreno durante el último BAFICI, está producido por su director, Juan Villegas y Paula Zyngierman, y es muy bienvenido su estreno comercial, sobre todo en momentos en el cual el humor parece dirigirse hacia un único lugar que no es otro que el burlón y prejuicioso.
Una historia (extra) ordinaria para un hombre ordinario Roberto (o Robert, como le gusta que lo llamen) nos cuenta al inicio su propia historia para una película, la cual termina en tragedia, pero en la dimensión de lo cotidiano -este joven de ascendencia asiática- trabaja como casero en una mansión de una ex miss Argentina y, esporádicamente, como extra de publicidades. De manera azarosa conoce a Laura, una aspirante a modelo recién llegada de San Clemente. Así es como los mundos de Robert -el de los sueños y el de la realidad- se cruzan ante la posibilidad de ponerse de novio por primera vez. El guión (que lleva la firma de Bonomo, Giralt y Villegas) traza el contorno de las estructuras sobre películas románticas, aunque esquiva los clichés y los reemplaza por la particularidad de un actor que no actúa sino que parece interpretarse a sí mismo; es el caso del hombre ordinario viviendo una situación ordinaria para la mayoría, pero extraordinaria para él. El concepto del perdedor, más que como tendencia, ya comienza a transformarse en una comodidad para narrar. Sin embargo el encanto de Robert despeja la idea de una película clásica sobre “chico conoce chica” que no tiene más que una fórmula para ofrecer. La estrategia visual por momentos se asemeja al de una publicidad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, porque en ciertos íconos porteños la cámara está más preocupada por el espacio que por los personajes, los cuales simplemente se desplazan de izquierda a derecha y viceversa. En este tipo de películas, otro de los engranajes que deben estar aceitados es el de los personajes secundarios, esos que colaboran con la causa del héroe romántico; aquí aparece Rigo, un amigo de Robert que es el que le consigue el trabajo de casero, pero también el que arroja algunas pastillas, en forma de consejos, para el inexperto galán en su intento de consumar el noviazgo con Laura. Lamentablemente las apariciones de Rigo son escasas. Está claro que Bonomo sabe de los límites de su historia, de su personaje y del conflicto, por eso acelera los tiempos para resolver la trama, y lo hace de la manera en que Robert puede resolver el final de su propia película, esa con la que comienza el relato pero que en el medio reordena de acuerdo a su propia experiencia con Laura. Miss es ordinaria, pequeña y disfrutable.
Te llevaré hasta el el extremo La enunciación como recurso narrativo es uno de los logros de esta amena comedia romántica que tiene por protagonista a un hombre un tanto introvertido, quien considera a la búsqueda del amor como una desafiante lucha contra los desplantes de su potencial amada o las propias inseguridades por falta de experiencia.
Miss, la ópera prima de Robert Bonomo escrita junto a Juan Villegas y Santiago Giralt es una singular y chiquita comedia romántica. Roberto L. Makita interpreta a Roberto, quien prefiere ser llamado Robert, un treintañero desgarbado y con una anticuada forma de vestir. Es una persona solitaria pero también un romántico. Vive imaginando una película que algún día planea dirigir, donde él es el objeto de deseo de dos mujeres, y sueña con romper algún récord para entrar en su libro de cabecera, aquel que le hace creer que una persona normal es capaz de lograr algo increíble. Pero mientras trabaja cuidando la casa de una ex Miss Argentina y hace algunos laburos más como extra, conoce a Laura. Ella pasa frente a él sin mirarlo, sin tenerlo en cuenta, incluso lo pisa. Él se enamora perdida e inmediatamente. Laura, interpretada por la ascendente Malena Villa, es una joven aspirante a modelo, llegada a Capital desde San Clemente sin tener en realidad idea de qué quiere hacer con su vida. No tiene muchos amigos y en general se aburre, y no logra encajar tampoco en el mundo del modelaje aunque en realidad lo intente. Roberto es tímido pero no lo suficiente como para no acercarse a hablarle, y así logran ser algo parecido a amigos. Claro que él quiere algo más pero su poca o nula experiencia con mujeres lo asusta. La trama de Miss es pequeña, logrando que el film se vaya desarrollando principalmente gracias a la personalidad de su querible protagonista. Hay algunos secundarios que lo rodean que terminan de aportar humor a una película que cumple con las reglas de género sin caer en los gags y estereotipos más obvios y las interminables vueltas de sus protagonistas. En Miss no suceden grandes cosas pero para Roberto no hay nada más grande que ese amor que por fin aparece en su vida, y que todavía no logra ser correspondido. Con una cuidada y colorida puesta en escena que rememora al mejor cine independiente norteamericano y una banda sonora que por momentos peca de ser algo excesiva, Miss logra ser una agradable y nada pretenciosa comedia romántica.
ROMANCE MINIMALISTA Roberto Bonomo el director de esta comedia amable y original, cuenta que el punto de inspiración fue el protagonista Roberto Law Makita, mitad japonés, mitad chino, pero el film avanza en la construcción del personaje, basándose en los escritos y en esa mirada sensible especial y entrañable de ver el mundo, que combina gracia inocencia torpeza e infantilidad del actor. Y es cierto que el personaje es un hallazgo, un hombre de treinta años que no ha besado a una mujer, que lee el libro de récords y quiere batir uno, que conoce a una modelo y se enamora. Un hombre sencillo en una situación extraordinaria, que debe vencer su timidez, su estilo aniñado. El resultado es un film minimalista y con mucho encanto. El director es también el coguionista con Juan Villegas y Santiago Girlat.
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Miss, un film romántico y estilizado A partir del hallazgo de un personaje muy especial con el que se cruzó por pura casualidad en un casting, Robert Bonomo construyó para su debut en la dirección una comedia romántica naïf y estilizada que aprovecha muy bien la singularidad del protagonista: hijo de una madre brasileña de familia japonesa y de un padre chino, Roberto es un treintañero desgarbado, notoriamente cándido, fanatizado con los récords mundiales y, sobre todo, necesitado de amor. Es su atípica lógica la que entra en colisión con la de un mundo siempre hostil con los que no están todo el tiempo en guardia. Debajo de una superficie de humor liviano aparece de a ratos una aguda melancolía. La música de Lucas Martí es un aporte clave, igual que la gracia de Malena Villa. La película también reinventa Buenos Aires, adecuando con inteligencia y buen gusto locaciones de la ciudad muy vistas que esta vez lucen renovadas y completamente funcionales a su programa estético.
La ópera prima de quien fuera asistente de dirección de Martín Rejtman se anima a la comedia romántica sin prejuicios y con varios logros. Estrenada en una de secciones paralelas de la última edición del BAFICI, Miss es una simpática fábula centrada en la relación entre un tímido descendiente de chinos y japoneses y una bonita aspirante a modelo. Más allá de sus fallas, es una más que bienvenida aproximación del cine independiente argentino a un género generalmente mirado de reojo como la comedia romántica. El protagonista de la ópera prima de Robert Bonomo (asistente de dirección de Martín Rejtman en Rapado) es Robert Law Makita, un soñador e inocentón treintañero que sueña con encontrar el amor de su vida mientras trabaja como extra en comerciales y cuidador de casas. Un día conoce a Laura (Malena Villa) y queda prendidamente enamorado. El problema es que ella, al principio, no. Que Robert tenga características de un típico (anti)héroe de Wes Anderson hay que atribuírselo a que el director de Los excéntricos Tenenbaum y El Gran Hotel Budapest es uno de los referentes que atraviesa el relato. De allí también proviene un diseño cuidado, los colores pastel y cierta propensión a una inocencia innegociable. Hay algo de Rejtman también en esos hombres y mujeres que parecen desajustados respecto al entorno, aunque sin su cinismo ni negrura. Coguionada por Bonomo, Santiago Giralt y Juan Villegas, este último también productor, la brevísima Miss (70 minutos, créditos incluidos) no revolucionará el cine ni mucho menos, pero construye un mundo amable y ameno, por esos que dan ganas de darse una vuelta de vez en cuando.
La opera prima de Roberto Bonomo es una bocanada de aire fresco para la comedia argentina. Una peculiar historia con peculiares protagonistas en una peculiar Buenos Aires. Un tipo especial Roberto o “Robert” (Roberto Makita) para los amigos, es una persona bastante particular, sobre todo para las sensibilidades del mundo actual. Tiene ascendencia asiática y capitaliza sus rasgos orientales como extra de cine y publicidades pero también se las rebusca con changas momentáneas. Uno de estos trabajos, que fue ofrecido por su amigo y confidente Rigoberto (Rigoberto Zárate), requiere el cuidado de una lujosa casa perteneciente a una ex Miss Argentina. Las labores cotidianas de esta tarea podrán ser mundanas y aburridas, pero gracias a ellas (o quizás al destino), Robert conocerá a su interés amoroso, una joven modelo llamada Laura (Malena Villa). La primera escena de Miss, un ejercicio metatextual, nos basta para darnos cuenta que el héroe de esta historia no es una persona más, no solo por su apariencia física (algo enclenque y con una ya extinguida riñonera) sino por su manierismos y cadencia al hablar. Robert es un ser respetuoso, sensible y con una timidez particular cuando refiere al sexo opuesto. Su aproximación a Laura no es de las mejores, la sigue a la salida de la facultad y es por demás insistente; pero Robert está genuinamente enamorado y ofrece su amistad a la mujer que ama. Beautiful Losers Los diálogos y el humor del film poseen una impronta similar a la de Wes Anderson. Podemos encontrar varias similitudes en el ritmo del montaje y la estética de los planos que nos hace pensar en personajes como “Dudley” de Los Excéntricos Tenembaums o en los acelerados y robóticos personajes típicos de Martin Rejtman. Bonomo, en colaboración con Santiago Giralt y Juan Villegas en el guión, cuenta una historia breve y sencilla, una historia de amor visto de las perspectiva de un personaje bizarramente fascinante y completamente querible. Es una persona con una inocencia especial enfrentado a un mundo cínico pero nunca enfocado de manera pesimista y condescendiente. A diferencia, por ejemplo de Napoleón Dinamita, los autores no se burlan visceralmente de sus personajes, se puede palpar el cariño hacia Robert y compañía. En parte porque los guionistas partieron del protagonista primero, ya que lo conocen personalmente y se supone que su papel ficcional está basado en su personalidad real. Por otro lado, la película cuenta con una disposición particular del espacio en el que se mueve la trama. Hay una reiteración acertada de escenarios como un universo ficcional concentrado (es decir, una película) pero lo que es realmente llamativo es la presentación de diversos lugares característicos y relativamente lejanos de Buenos Aires pero de manera concatenada, de alguna forma parece que se crea un distribución espacial diferente a la que puede entender un habitante de la ciudad, una Buenos Aires que solo existe en Miss. En contraposición a ello, hay cierto trato turístico de las locaciones que por momentos da una imagen demasiado idealizada de una compleja urbe como ésta. Conclusión Miss es básicamente una comedia romántica, una muy pequeña y especial. Un film con personajes entrañables y diálogos que equilibran de manera efectiva el humor con el drama. Una historia de amor, pero una más, la historia del gran Robert.
El acosador de oriente. Roberto se presenta como un muchacho amable, bien dispuesto, cortés, al tiempo que se nos hace intrascendente, inexpresivo y algo pavote. Se las rebusca como extra de publicidades mientras cuida casas. Roberto es mitad chino, mitad japonés y nunca besó a una chica; por eso sueña con hacer una película en la que dos mujeres se pelean por él. Pero en la realidad se agarra un metejón bárbaro con una chica que accidentalmente le pisa una mano en la calle. El tipo sigue a la muchacha, la espía, averigua en donde vive; desde entonces sueña con ella hasta que el destino los une en un casting. Lo que el espectador ve es la inconmensurable diferencia que hay entre ambos protagonistas de esta historia y la insistencia de él para lograr su objetivo. Todo relatado con la abúlica voz de Roberto y una puesta en escena estática, de recursos repetitivos y en más de un punto agotadores, como las caminatas de Roberto con escenarios turísticos de Buenos Aires y San Clemente de fondo, como quien contrabandea un chivo a cambio de un auspicio. La propuesta puede calificarse de simpática, pero no ofrece nada digno de ser destacado. Siempre recuerden, nosotros la vimos gratis pero ustedes deben pagar.
Antihéroe entre la realidad y lo imaginario. ¿Qué saldría de una hipotética cruza entre la amabilidad, la paleta de colores y la tendencia a la simetría visual de las películas de Wes Anderson y el desajuste generalizado que rige a los personajes de la obra de Martín Rejtman? Posiblemente algo muy parecido a Miss. Estrenada en una de las subsecciones del Panorama del último del Bafici, y vista en varios festivales nacionales en los últimos meses, entre ellos el de Bariloche, la ópera prima de Robert Bonomo –nada casualmente asistente de dirección en Rapado– es una de esas películas cuyo grado de sensibilidad y falta de pretensiones hacen que sea imposible enojarse con ella. ¿Pero es buena? En parte, sí. Lo es cuando construye un universo que utiliza un marco referencial evidente como punto de partida en lugar de llegada; es decir, cuando las particularidades del cine de Anderson y Rejtman sobrevuelan el relato sin quitarle su carácter autónomo. No lo es tanto cuando el guión, escrito por el realizador junto a ni más ni menos que Juan Villegas y Santiago Giralt, soslaya algunos atisbos de oscuridad que, con un poco más de intencionalidad venenosa (¿un poco más de Retjman?), complejizarían la parábola amorosa del protagonista. Típico héroe andersoniano, y de filiación china y japonesa, Robert (Roberto Makita) vive tironeado entre el mundo real y uno imaginado. En el primero las cosas no parecen ir del todo bien: él es un aparato (camisa dentro del pantalón, cinturón a la altura del ombligo, desgarbado, flaquísimo, carisma cero) que se gana la vida como extra en publicidades y ocasional cuidador de casas mientras espera la llegada del amor de su vida y la posibilidad de romper un récord mundial para formar parte de su libro de cabecera, el Guinness. Pero en su presente, de mujeres, ni hablar: tiene casi 30 y ni siquiera ha besado a una. Ellas parecen llegar únicamente mediante su creatividad, tal como ilustra la película que él imagina y en la que es objeto de disputa de una rubia y una morocha infernales. La medianía de su vida es irrumpida cuando conozca a Laura, aspirante a modelo pero que tampoco sabe muy bien qué quiere y a la que la actriz Malena Villa le aporta una mirada triste y melancólica digna de Kristen Stewart. Robert, en principio, imagina las mil y un formas de acercarse a ella. Incluso llega al extremo de observarla por la calle, en la puerta de su facultad o en la casa sin que ella lo note, detalle que el film toma como anecdótico cuando quizá ahí estaba la llave para dotarlo de al menos un doblez que lo vuelva menos unidimensional. En ese sentido, da la sensación que Miss confunde el cariño para con su personaje –que indudablemente lo tiene– con incondicionalidad. La chica, casi sin darse cuenta, empezará a incluirlo en sus actividades, forjando un vínculo que concluirá de la misma forma que diez de cada diez comedias románticas. Pero eso a fin de cuentas importa poco, porque aquí, como en las road movies, vale más el viaje que el destino. Y el viaje es ameno, sin rugosidades, ni golpes bajos, ni nada que incomode.
CHICO ENCUENTRA CHICA Tomar el formato más trillado del cine para aplicarle una mirada personal y contar esa historia en apenas setenta minutos, dejando al espectador con la sensación de haber sido testigo de un hecho artístico inusual, no es poca cosa. Miss es aquella vieja historia que el cine viene contando desde el principio de su historia pero puesta en pantalla a través de la sensibilidad y la mirada de su protagonista central. Roberto L. Makita es Robert, que anda por la vida imaginando películas y trabajando como cuidador de casas, no es un sereno, no es un casero o un portero, es un persona que vive en la casa de otras que se van de viaje o dejan sus hogares por alguna razón. Robert es amable, inocente, simpático y algo enamoradizo o al menos lo es hasta que conoce a Laura (Malena Villa). Robert sufre un cimbronazo y se enamora de esa chica que vive en la Capital pero es oriunda de San Clemente del Tuyú. Laura se fue de esa localidad de la costa Atlántica Argentina para ser modelo y de ahí llegar a Miss Mundo. El director Robert Bonomo fue asistente de Martín Rejtman y ayudado en la escritura del guión por Juan Villegas y Santiago Giral, logra una sólida ópera prima en donde se adivinan algunas influencias de Wes Anderson y del ya nombrado Rejtman, pero esas referencias son eso, no un robo como en tantos otros casos. La película de Bonomo es además una especie de documental sobre ese personaje levemente extravagante y encantador que es el descendiente de chinos y japoneses, Roberto Makita, que se deslumbra con la bella Laura y la sigue hasta llegar al desenlace. Miss es una comedia romántica que se ve con interés y que cuando termina, deja al espectador con una ancha sonrisa. MISS Miss. Argentina, 2016. Dirección: Robert Bonomo. Intérpretes: Roberto L. Makita, Malena Villa, Rigoberto Zarate, Tuchi Rottemberg. Duración: 70 minutos.
El aire festivalero que despide Miss, la ópera prima de Robert Bonomo, es innegable. Tiene un personaje principal que rebosa peculiaridad en todas las direcciones. Tiene una aventura mínima que se torna extraordinaria en su aparente vacía vida cotidiana. Cuenta con una musa inspiradora que actúa como guía de nuestro antihéroe de turno y lo acompaña en su camino hacia la gloria personal. Los condimentos están todos presentes para una loable comedia con amplitud de adaptaciones internacionales, pero no vuela tan alto como uno desearía que lo hiciese con el material disponible. Robert tiene una triste vida, que oscila entre ir a castings para ser extra en comerciales y leer su libro de cabecera, como él llama al Libro de Récords Guinness. El cambio de rutina lo generan dos ejes: el cuidado de la lujosa casa de una ex Miss Argentina, cuya belleza sigue intacta en las fotos de antaño, y el cruce fortuito con la joven aprendiz de modelo Malena (Malena Villa), que lo empujará a salir de su zona de confianza y abrirse al amor. En esas idas y venidas de Robert y Malena transcurre la acotada pero adorable duración de Miss, un extraño híbrido de la trilogía Before…, de Richard Linklater, con bastante sabor local. No tiene muchas pretensiones más que las de contar una historia chiquita, y se contenta con lograrlo con pocos artificios y mucho carisma de parte de su pareja central. Miss tiene ciertas escenas hilarantes, más que nada por la vergüenza -o falta de ella- de parte del protagonista, ternura y compasión por su situación, y no mucho más que eso. Por más genial que sea el trabajo de Roberto L. Makita como el socialmente anoréxico Robert y esa amistad con su amigo Rigo –Rigoberto Zárate-, sumadas a las interacciones con Malena o esa vecina adorable que vive al lado de la ex-Miss, no hay mucho más en el camino excepto el ahínco con el que Robert sigue a todas partes a su amor imposible. Hay algunas situaciones donde acecha el drama, pero en general es un intento amable de comedia que podría haberse beneficiado de una estructura un poco más compleja, más personajes o situaciones más peculiares aparte de las que ya habitan el metraje. Para ser el primer largometraje de Bonomo, su pequeña historia sale bastante bien parada. Tiene personajes interesantes y momentos graciosos, aparte de una historia con mucho corazón. A veces, eso es lo único que se necesita.
Robert es un muchacho más extrañado por el mundo que extraño. Sueña con películas y con récords mundiales, y un buen día sigue a una chica que estudia para ser modelo. Con sensibilidad, con un recorrido por Buenos Aires que recuerda lo mejor de Wes Anderson -Miss es una película de planos fijos de gran belleza- con ironía, Bonomo cuenta algo así como una historia de amor y un cuento de hadas urbano. De lo mejor del año y va casi en secreto.
El pequeño sueño de Robert Un hombre común tiene fantasías comunes, pero logra reflejarse en una historia extraordinaria. Las fantasías de un hombre común, paradójicamente por ser él alguien excesivamente común y único a la vez, son el motor de Miss, opera prima de Robert Bonomo. Un juego entre lo ridículo y lo real, espejo de un gran personaje que desde su candidez lúcida y decidida es capaz de transformar su historia en un reflejo humano y un hecho estético. De padre chino y madre japonesa, Robert Law (Robert Law Makita) tiene a sus 30 años algunas obsesiones que maneja con calma oriental, reflejo de sus fantasías y necesidades básicas insatisfechas pero trascendentales. Idea películas con él mismo y una o más mujeres como protagonistas, alimenta su incierta relación con Laura (Malena Villa), busca enamorarla, besarla si es posible, y quiere batir algún récord mundial de ésos que lleva a todos lados en su libro de cabecera, que cuenta de cebollas con el tamaño de una cabeza humana y gente que camina largo en puntas de pie. También ridículo y real. Esa historia leve se sostiene por la enorme coherencia que Bonomo logra entre el personaje de su filme y esta película hecha a su medida, para que el protagonista se luzca en un tono, encuadres, edición y música que puestos al servicio de su pequeña gran causa nos transportan a una historia sencilla y emotiva, nos hace partícipes de una personalidad, un mundo que este personaje inocente, apenas con un par de ideas fijas, lleva con gracia absoluta, impermeable a los mandatos contemporáneos. (Como Forrest Gump, su historia es su personalidad, aquí no hay hitos, ni historias, y ese reduccionismo lo engrandece más). Robert es extra de publicidades, cuida la casa de una ex miss Argentina, vive con un celular sin crédito, se sabe limitado para hablar, y lee ese libro con historias de gente común que hace cosas extraordinarias. Va de un sueño a otro, hasta que conoce a Laura, una modelo atípica, naturalmente bella. “El amor es lindo pero también da miedo”, se dice él. Y todo ocurre sin dramatizar, con Robert juntando sus rodillas al sentarse, vistiendo chomba de botones prendidos adentro del pantalón. El quiere hacer su propia película, una comedia de amor verdadero. Siempre protagonista, con un sutil llamado a mirar lo extraordinario en lo común, el brillo de un hombre gris.
Este film se estrenó en la edición 18° del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), 2016. Es la ópera prima de Robert Bonomo, que aquí nos cuenta la vida de un personaje muy especial. Nos encontramos frente a una comedia romántica sencilla donde los personajes son seres naturales. Contiene algunos gags acertados gags y no es pretenciosa.
"Miss", un nuevo cuento chino para pasarla bien La ópera prima de Roberto Bonomo cautiva desde lo pictórico y, aunque no propone mucha novedad desde el guion, resulta una experiencia sensorial simpática. La peculiaridad de Miss, la ópera prima de Roberto Bonomo, es su fortaleza y su debilidad. Hay en estos ligeros 62 minutos un imaginario logrado y consistente, pero que a su vez expone algo impostado, una excentricidad obsesionada por magnetizar que deteriora la espontaneidad. El protagonista es Robert, un oriental medio monstruoso, alto, encorvado, flaco, con retraso madurativo, casi un personaje de Tim Burton, que debe cuidar la casa de una ex Miss Mundo. Mientras pasa los días en esta mansión, Robert se enamora de Laura, una estudiante de modelaje que encarna su némesis: armónica, virginal, fresca, simpática, astuta. Lo que sigue es un manual de comedia romántica: amor imposible con encuentros y desencuentros. Si bien la premisa es básica, Miss cautiva desde lo pictórico: hay un trabajo fotográfico a cargo de Nicolás Trovato apabullante, una iluminación pulcra y plana que fortalece la propuesta simétrica de los encuadres. La película es una sumatoria de planos generales de tal elegancia y meticulosidad, que hasta los split de los aires acondicionados, siempre afeando la imagen, acá parecen puestos adrede para optimizar la armonía. A esta buena voluntad de Trovato se suma Fernanda Chali en la dirección de arte, manejando una paleta cromática con trastorno obsesivo compulsivo. Nada escapa al tono pastel, cada fotograma se sumerge en colores balanceados. Así que Miss es una experiencia sensorial simpática, con planos generales que funcionan como fondos de escritorios. Es lamentable que su director no confíe en este glamour indie y quiebre los climas con primeros planos perfilados que desvirtúan la gracia. Esto, a su vez, delata otro problema: el personaje de Robert está encarnado por Roberto Law Makita, un no-actor fascinante en sus modos pero carente de fotogenia y destreza interpretativa. El acercamiento de la cámara genera un pequeño rechazo. Cuando el filme exige que la excentricidad humana comulgue con una actuación creíble, esa conexión queda en puntos suspensivos. Bonomo parece consciente de las limitaciones de su protagonista y se escuda en una atmósfera naïf y absurda, claramente deudora de Wes Anderson. Las situaciones son “bizarras”, los diálogos “chispeantes”, los personajes “anormales”. Miss despista con su dualidad: el universo creado para la película es seductor, pero el uso de este universo falla. Un problema no del instrumento, sino de su ejecución.
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El cine independiente argentino sigue descubriendo géneros y estructuras narrativas en Miss, ópera prima en la dirección, guion y producción de Robert Bonomo. Estrenada en el último BAFICI, Miss es una típica comedia de autor, de esas que abundan en festivales como Sundance y el indie norteamericano, pero que, en nuestras tierras, todavía se veían algo lejanas. Si un personaje hace a una película, ese es Robert (Roberto Makita, al que por algo le sacaron la última letra como el director) un muchacho particular, que llama la atención ni bien lo vemos por primera vez. Robert es descendiente de chinos y japoneses, físicamente lánguido, decide vestirse con ropas y de una forma que parecen exacerbar esa condición. Pero esa languidez no es la del espíritu; Robert vive soñando con cosas que pueden estar bastante lejos de su alcance. Esgarbado y fuera de los cánones corrientes de belleza, quiere filmar una película en la cual él es el protagonista disputado por varias chicas – ¿A quién me hace acordar? –. Pero Robert no está solo en Miss, hay una contrafigura, Laura (Malena Villa), modelo resignada, de evidente belleza prototípica, que, al cruzarse en el camino del muchacho, se convertirá en su obsesión para cumplir otro de sus anhelados deseos, realizar un record Guinnes. Miss juega a la clásica comedia de los opuestos, el rechazo y la atracción. El núcleo es sencillo y cuenta con los elementos suficientes para ser atractivamente pintoresca. Robert desprende ese extraño magnetismo de la peculiaridad que tanto llama la atención a la cámara. Hay algo en él de ese Woody Allen acomplejado enamorado perdidamente de mujeres mucho más agraciadas que él. Pero Miss no es un film en el estilo del director de Manhattan ni mucho menos. El guion, co-escrito junto a los reconocidos Juan Villegas y Santiago Giralt maneja hilos puros y resoluciones simples, quizás buscando una mayor apertura de público. Su espíritu independiente (pese a contar con la financiación del INCAA) se trasluce en los personajes, el entorno que manejan, y el modo de presentarlos. Miss presenta una coyuntura idealizada, recorre lugares comunes, y da la sensación de una sociedad argentina, bonaerense, porteña, colorida y de muestra. Algo típico de las comedias estadounidenses en las que sabemos que la vida en el país del norte no es tan estimulante como lo que nos muestran. Robert Bonomo proviene del mundo de la publicidad y eso explica mucho de su cuidado técnico cercano a la pulcritud. Cada plano pareciera debidamente estudiado en Miss; realiza un interesante lenguaje de la estética y la elección de colores; en acompañamiento con la banda sonora que completa el cuadro. La génesis de Miss habla de Bonomo habiéndose sentido interesado por la figura de Makita, que no dista demasiado de la de su personaje, y crearle una historia y un micromundo alrededor de él. Quizás sea el micromundo en el que Makita quisiera vivir, quizás sea el micromundo que Bonomo construye en sus trabajos habituales. Así como Robert se contrapone a Laura, Miss se contrapone a las llamadas comedias de pueblo que son una tradición en nuestro país, teniendo un antecedente reciente y meritorio como Las Ineses. Su estructura es mucho más férrea, encorsetada, pensada desde la imagen, no solo por una cuestión de urbanismo. Si hace unos meses se celebraba que el último film de Ariel Wynograd, Permitidos, parezca lo menos argentino posible; Miss termina estando más cercana a esas comedias mainstream (pero en frasco chico) que a la tradición costumbrista de personajes reconocibles también fuera de la principal ciudad. El cine independiente nacional logró una agradable comedia que respeta al género a rajatabla, que sigue las fórmulas pre establecidas, y le otorga una estética detallista. Quizás en un futuro se encare un nuevo desafío, amalgamar esa propuesta al nivel de los estándares mundiales a nuestro propio estilo.
Esta es la historia de un amor a primera pisada, entre Robert Law (Roberto Law Makita) y Laura (Malena Villa). Él trabaja como casero en lo de Grace, una antigua Miss Argentina. Laura viene de San Clemente del Tuyú a probar suerte a Buenos Aires como modelo. Luego de un accidente en la calle, donde Robert quedó omnubilado y con la mano aplastada por ella, ambos se vuelven a encontrar cuando les toca hacer de extras en una publicidad. Él, sin saber qué hacer para que ella se fije en él, decide prestarle su ayuda para entrar en el mundo publicitario y también se ofrece a acompañarla a hacer un book de fotos. Laura no parece interesada pero termina cede cuando se da cuenta de que está sola en la gran ciudad. Los días pasan y Robert no puede dejar de pensar en ella mientras corta el pasto, riega las plantas, mira vhs de competencias de Miss Argentina y camina tratando de que el destino los vuelva a cruzar. Hijo de madre japonesa y padre chino, este hombre tiene una particular mirada del amor, completamente idealizada y naif, a lo que se le suma el hecho de nunca haber besado a una mujer. El temor y el enamoramiento se condensan en falta de aire y taquicardia cada vez que la ve: “el amor es lindo pero también da miedo”, dice.
Sin dudas el corazón y el alma de Miss, la ópera prima de Robert Bonomo, es su protagonista. Roberto L. Makita es un descendiente de orientales que hace de sí mismo -aunque no sabemos hasta qué punto- y es un personaje bastante peculiar: tierno, inocente, romántico, soñador y por momentos un poco creepy también. Esto último quizás no salte a la vista, la película de alguna manera lo insinúa o lo ignora, pero está ahí y le da una vuelta apasionante a la cosa, sobre todo cerca del final. “Tengo una idea para una película. No sé si la voy a actuar o dirigir. Se las cuento”, empieza en off Roberto -o Robert, como quiere que le digan- y junto con su relato, vemos las imágenes de su película, de su imaginación y sus deseos. Dos mujeres hermosas se lo disputan. La belleza exhuberante de las mujeres contrasta con la inocencia de Robert: es un joven flacucho, de chomba adentro del pantalón y pulóver anudado en el hombro, que a pesar de sus fantasías con mujeres (todas hermosas) no parece estar muy sexualizado y su única objetivo es “dar el primer beso”. Después de ese prólogo fantasioso, empieza la historia real de Robert. Trabaja como extra en publicidades y cuidando casas. En una publicidad conoce a Laura (Malena Villa), una joven aspirante a modelo, y se enamora. Así es Robert: la ve y se enamora. Ella es oriunda de San Clemente del Tuyú y está probando suerte en Buenos Aires. No tiene muchos amigos acá. Robert se ofrece acompañarla a un casting. Ella le dice que no, gracias, pero él insiste más allá del límite aconsejable. Quizás porque parece inofensivo y ella se siente sola, termina aceptando. En poco más de una hora, Miss cuenta la historia de esa relación asimétrica. Robert quiere darle un beso y ponerse de novio. Laura ni sospecha todo esto y simplemente disfruta su compañía como podría disfrutar la compañía de cualquiera, de tan sola que está. Aunque el punto de vista de la película siempre es el de Robert, podemos intuir qué le pasa a Laura. En esa especie de película oculta está la riqueza de la película visible. Robert se relaciona también con su amigo Rigo (Rigoberto Zárate), un boliviano extrovertido que lo aconseja, y con Berta (Tuchi Rottenberg), la vecina de la casa que está cuidando, una señora que se ofrece a enseñarle a besar. Pero Robert no puede besar si no está enamorado, y está enamorado de Laura. El tono inocente de la película (que es el de Robert) está apuntalado por la música juguetona de Lucas Martí y el cóctel es muy simpático y atractivo. Pero cuando la historia precisa un cierre, levanta un poco de vuelo y podemos vislumbrar algo más detrás de esa inocencia. Los finales siempre son difíciles (en las películas y en la vida) y aunque el de Miss queda fuera de campo, no esquiva el problema que está latente todo el tiempo: así no es, Robert.
UNA PELICULA DE OTRO TIEMPO Y LUGAR Una comedia romántica sensible con personajes naif. “Nada nuevo”, dirá el lector y estará equivocado. Miss es una verdadera rareza si nos detenemos a pensar unos segundos el panorama del cine independiente argentino, que es donde se inscribe; incluso es una película muy arriesgada: su apuesta es definitiva por la comedia (aunque melancólica, comedia al fin), una herejía si pensamos en términos festivaleros, con un protagonista al que se pone en un lugar fácilmente ridiculizable (un tipo desgarbado y poco agraciado que se enamora de una modelo principiante y muy bella) pero al que la mirada del director Robert Bonomo observa con una distancia tan precisa que no cae ni en el paternalismo ni en el cinismo. Y esa es la clave de la película: poner en escena una historia que pertenece a otro lugar y a otro tiempo, pero con una sensibilidad que la ancla perfectamente en un aquí y ahora que se adivina hostil desde el fuera de campo pero que nunca la daña. La historia de Roberto Law Makita, el protagonista, es más que interesante. Bonomo lo conoció en un casting y se fascinó con él, pero en vez de un documental la investigación sobre su persona desencadenó en una ficción, que se nutre de elementos de su vida aunque los traduce en una forma de raro reality show. Uno supone que el Law Makita de la realidad no dista mucho del que se ve en Miss: soñador, algo ingenuo, cree tener algún tipo de poder adivinatorio y es fanático de los récords mundiales. Precisamente, anda con un libro Guinness, aquel famoso material donde aparecían los fenómenos universales más ridículos y que hoy luce fuera de moda. De ese tipo de ingenuidad es de la que habla Bonomo en su film, de una que no tiene tanto que ver con la ignorancia o la negación, sino más bien con una lógica remota y con otro verosímil. Por eso también que ronde como un fantasma la figura de una vieja Miss Argentina -otro objeto fuera de moda-, personaje sobre el que cae un velo de misterio que multiplica el sentido que la película construye sobre el tema del pasado. Si bien algunos podrán ver relaciones entre Miss y el cine de Wes Anderson, lo cierto es que Bonomo no piensa sus universos melancólicos desde una perspectiva estético/estática. También, es cierto, esto no sucede porque los personajes de Miss pertenecen a otra escala social que los intelectuales andersonianos; son clase obrera, incluso marginales si pensamos el tema de la inmigración (Law Makita es mezcla de chinos y japoneses, su amigo es boliviano) y el tipo de trabajos que consiguen: cuidan casas de familias pudientes, se quedan con las sobras del sistema. En esa mezcla de universo cinematográfico cerrado y autosuficiente, con un la exposición de un contexto socio-económico de sectores medio-bajos la película incorpora una rugosidad impensada y no expresada en términos políticos explícitos. Ese es el mundo que habitan los personajes y nadie intenta rebelarse aquí: por eso el refugio en el pasado, en esa forma de seguridad. Lo que termina importando en Miss es esa historia de amor, que se nutre de situaciones simpáticas, absurdas, naif, y que sigue el derrotero de tantas historias de amor del cine: los amantes se conocen, se acercan, se distancian, se reencuentran. Pero que tiene la singularidad de estar construida con la textura de un cine no tan convencional, con sus tiempos y su personalidad bien definida. Desde ese cruce de conceptos es que hay una empatía veloz con el espectador, pero también una exigencia por ingresar en sus códigos humorísticos y temáticos. Miss es una película sencilla a simple vista, y son sus personajes -fundamentalmente el protagonista- los que terminan de confirmar su característica de rara avis. Lo raro, en este caso, no es tanto una sobreabundancia de símbolos y poses contraculturales, si no la más radiante e impensada humanidad.
El extra es protagonista Para saber cómo una película pequeña se puede convertir antes de los títulos finales en una buena película hay que ver “Miss”. Porque en apenas 70 minutos plasma una idea simple, que por momentos parece simplona, que no es lo mismo, pero con el correr de la historia muta en un cuento redondito, con una ternura tan genuina que conmueve. Robert Bonomo decidió en su ópera prima poner el foco en Roberto Law Makita, un joven asiático nacido y criado en la Argentina, de madre brasileña (aunque de familia japonesa) y padre chino. Bonomo conoció al Makita real en un casting y debido a su personalidad tan atípica construyó de él un personaje singular. “Miss” tendrá una mixtura entre realidad y ficción a partir del derrotero de este joven desgarbado, que se hace llamar Robert, que va a uno y otro casting para ser extra, y que un buen día cuidará una lujosa casa de una ex Miss Argentina. El trabajo se lo pasa su amigo Rigo, otro extranjero que vive en el país, que tiene mucho más incorporados los latiguillos argentos, con puteadas incluidas, claro está. Allí conocerá a una vecina algo extravagante, pero que no tallará tanto en su vida como una bella joven (Malena Villa, única actriz profesional de la película), de quien se enamorará perdidamente. Robert la seguirá a sol y a sombra hasta que un buen día ella comienza a reparar en él, aunque no en el plano amoroso, sino que lo ve como un amigo que la puede acompañar en su soledad. Robert, que tiene como libro de cabecera el Record Guinnes, se empieza a obsesionar con ella hasta que un día la linda muchacha desaparece de los lugares que solía frecuentar. Esa búsqueda y el tránsito hacia el corazón de su amada marca el pulso de una película que, de tan simple, se convierte en imperdible.
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La publicidad suele tomar el estilo de un director de alto perfil (Wes Anderson, Quentin Tarantino VIDEO ) y recrearlo para un propósito específico, una práctica que suele ser mas barato que contratar al director VIDEO . En este caso Robert Bonomo, un director de publicidades, lleva ese concepto a un largometraje, no tan largo, de escasos 80 minutos. Bonomo toma prestado el estilo de Jared Hess (Napoleón Dinamita) y las típicas características de los personajes de Wes Anderson (y sus tonos pasteles y encuadres) para contar una historia sosa, y sin el carisma de los personajes que imita. Hess y por caso cualquier otro director de este estilo de films (Garden State, 500 dias con ella) parten de un cariño por sus personajes que se traslada a la pantalla, por el contrario en Miss el protagonista y su amigo (un clon de Pedro, de Napoleón Dinamita) parecen escritos por turistas que nunca hablaron con nadie de otra nacionalidad u origen, lo cual resulta en caricaturas que lucen diseñadas para el consumo irónico. Robert (Roberto Law Makita) es un actor de comerciales que sueña con encontrar el amor de su vida mientras trabaja como cuidador de casas. Robert tiene una obsesión por los hechos extraños, lleva a todos lados un ejemplar de los Records Guinness, porque habla mucho del personaje habrán pensando los guionistas (Bonomo junto a Juan Villegas y Santiago Giralt). Laura (Malena Villa) lo pisa accidentalmente y él se enamora. Comienza a perseguirla de una manera que en la vida real llevaría a la chica a llamar a la policía. Si bien la pareja actúa con la madurez de niños preescolares, suponemos que son veinteañeros. Robert buscará su primer beso, en una historia de amor que ni siquiera funciona como fábula. Bonomo elige mostrar una ciudad de Buenos Aires tan indisimulablemente turística (Floralis Genérica, el Zoo, la bicisenda, el Planetario y el propio bus turístico del Gobierno porteño) que uno espera un cameo de Horacio Rodriguez Larreta que nunca llega, quién sabe, quizás le hubiese impregnado algo de carnadura a la trama.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Hace tiempo se instaló en la comedia contemporánea ese esquema que un refrán popular hace rimar con embudo: “la más linda con el más boludo”. En películas hechas invariablemente por varones, con protagonistas tímidos, torpes, poco agraciados o directamente losers, el final feliz tiene que ver con el acceso a esa chica de los sueños, siempre hermosa según los cánones de belleza actuales, que se fija en el chico porque además de ser linda es inteligente y sensible como para apreciar la belleza interna de su candidato (de lo contrario, ella sería una frívola). Catherine Heigl y Seth Rogen en Ligeramente embarazada (2007) de Judd Apatow, Kristen Stewart y Jesse Eisenberg en Adventurland (2009) de Greg Mottola, o más recientemente Gillian Jacobs y Paul Rust en la serie Love (2016), también de Apatow y Rust, son algunos ejemplos de ese modelo. El cine argentino adoptó la formula y la repite con entusiasmo: Diego Peretti y Carolina Peleritti o Valeria Bertucelli y Adrián Suar en las comedias de Juan Taratuto, Lali Espósito y Martín Piroyansky en Permitidos de Ariel Winograd. Mujeres que se casan con boludos –no lo digo yo, lo dice el título de la comedia más exitosa del año– pero se enamoran de ellos porque la ternura las atrae (no hace falta decir, porque la fantasía y la mirada masculinas son unilaterales, que no existe la historia del tipo inteligente que se casa con una boluda, o del Adonis que se casa con una fea). Miss, la primera película de Robert Bonomo, representa algo así como el colmo de esta idea porque la depuración de sus elementos hace que el tema de la linda y el boludo esté puesto absolutamente en primer plano, al punto que no hay otra cosa en la película. Me explico: Robert es un chico tímido, mitad chino mitad japonés, flaquísimo y con los dientes torcidos, que trabaja cuidando casas. Pero también tiene la fantasía de hacer películas y escribe sus propios guiones. En uno de ellos, al comienzo de Miss, a Robert se lo ve tironeado literalmente entre una rubia y una morocha, que se pelean por estar con él. Estar con una chica linda es prioritario para Robert, tanto que el tema atraviesa toda la película y la define. Porque no solo la “Miss” del título es la dueña de la casa que cuida Robert, donde hay una habitación dedicada a preservar reliquias del pasado como la tiara del concurso de belleza que la mujer ganó hace décadas, o los vestidos que usó, sino que además Robert mira embelesado los videos de ese concurso en blanco y negro donde las chicas desfilaban en trajes de baño, y se enamora de una chica, Laura (Malena Villa) que vino de San Clemente para estudiar en una escuela de modelos. Laura es linda y flaquísima, y como le da miedo ir sola a hacerse unas fotos para un book, le pide a Robert que la acompañe. Pero no hay mucho más que eso: el personaje se define por ser linda y es lo que se repite durante toda la película, cuando Robert le dice “sos muy linda”, “sos la más linda del mundo”, etc. Pero Laura no está enamorada de Robert, y de hecho, lo rechaza con vehemencia. El mayor logro de Miss, que no es una comedia romántica y en este punto se pone aparte de toda esta serie de películas que nombré, es el modo en que intensifica el estereotipo del chico loser con la modelo y, mientras parece respetarlo a rajatabla, lo pone de cabeza: todo lo que hay en la “realidad” de la película es un chico pretencioso persiguiendo a una chica que lo atrae porque es hermosa, y todo lo que implica algún tipo de correspondencia de las chicas hacia Robert está puesto en la fantasía, en la ficción de un protagonista que interesa porque es contradictorio, aparentemente humilde y soberbio, y que escribe sus propias películas mentales donde las chicas, siempre lindas, siempre se enamoran de él.
Uno como espectador a veces se encapricha con ver sólo películas de superhéroes, o sólo películas de tiros y explosiones, o sólo "de gente encerrada que se van matando uno por uno", por citar algunos ejemplos extremos de categorías absurdas. Y si bien no está nada mal tener etapas de estar interesado por algo acotado, hay que darse el tiempo necesario para aceptar nuevas propuestas. Una de ellas es Miss, que no defrauda en absoluto. Miss es la historia de Robert (Roberto L. Makita), mitad chino y mitad japonés, un extra de publicidad, adorable e inocente en extremo, cuyo libro de cabecera es el de los Récords Guinness, fascinado por gente común con logros irrelevantes pero extraordinarios. Vive una vida tranquila, sin mayores pretensiones ni preocupaciones. El contexto de la película lo encuentra cubriendo a su amigo Rigo (Rigoberto Zarate), adorable como él pero con cierta veta un poco más pícara, en el cuidado del caserón de Graciela, otrora Miss Argentina, de viaje. En el rodaje de una publicidad su camino se cruza con el de Laura (Malena Villa), quién vino de San Clemente a Capital Federal para estudiar en una escuela de modelos, pero su esencia, más cercana al mundo sensible de Robert, no encaja con el mundo de cartón pintado y espejitos de colores del modelaje, aunque todavía no lo sabe. A partir de ese primer cruce, Robert mueve cielo y tierra por acercarse a Laura, se pone a su entera disposición para todo lo que necesite a través de pequeños gestos, y ella, a través de conocerlo, pero sin intenciones amorosas, va cediendo y dejando que se acerque. La historia retrata el amor genuino e inocente de Robert hacia Laura en dos aspectos: en la relación que va tejiendo con ella ("lo que hace") y en cómo lo manifiesta a su entorno ("lo que dice"). "Lo que dice" se lo dice a su círculo más cercano, conformado principalmente por su amigo y una amiga de Graciela (Tuchi Rottenberg), que pulula la propiedad y aporta su visión más cargada de años, pero con un dejo entre mística pagana y religiosa. Va contándoles a ambos una relación que crece más rápidamente en su mente que en la vida real y escuchando consejos sobre cómo llevarla adelante, aunque la única guía que sigue a la hora de actuar es la de su intuición. Sus dichos están impregnados de un optimismo y una alegría que te dan ganas de abrazarlo y sus respuestas, lejos de ser ingenuas, dan cuenta de una inteligencia muy particular. Respecto a "lo que hace" para acercarse a quien elige como su compañera ideal, son una serie de iniciativas casi infantiles, como llevarla al zoológico, en las que reinan la bondad, la sinceridad y las buenas intenciones. A ver: si el personaje de Robert no estuviera tan minuciosamente construido, de no ser tan tierno, rozaría con lo psicópata, lo acosador y en vez de querer que terminen el recorrido juntos estarías gritándole a la pantalla cual Tano Passman: "¡Que le pongan una orden de restricción!". Y no es sólo la construcción del personaje lo que genera esta sensación de ternura, es todo el universo construido por su director, Robert Bonomo: los encuadres equilibrados, los paisajes urbanos limpios de ruido y casi sin gente transitándolos, y la banda sonora, también armónica, terminan de componer un filme homogéneo y sin fisuras. Decíamos en la introducción que Miss es una propuesta diferente y sí, no es posible encasillarla en ningún género en particular: es como una comedia romántica pero sin el histrionismo y el melodrama típico de las películas comerciales; es como una historia personal y pequeña pero sin el embole típico de películas que desfilan por el BAFICI (aunque pasó por esta pantalla). Me recordó mucho a la frescura y a la inocencia de My Girl, por ejemplo. Porque la trama también tiene que ver con eso: Robert, redondeando los treinta años de edad, nunca besó a nadie. Pero lo mejor es que, en su recorrido, lo acompañen ustedes mismos. VEREDICTO: 8.0 - UNA TERNURITA Decíamos en la introducción que Miss es una propuesta diferente y sí, es difícil de encasillar dentro de algún género en particular. Es como una comedia romántica, pero sin el histrionismo y el melodrama típico de las películas comerciales. Es como una historia personal y pequeña, pero sin el embole característico de films que desfilan por el BAFICI (aunque pasó por dicha pantalla).