Desde julio de 1941 hasta enero de 1942 se desató una guerra entre Ecuador y Perú debido a una disputa territorial y por falta de fronteras delimitadas entre ambos países. En este contexto se desarrolla “Mono con gallinas”, película que cuenta la historia de Jorge, un chico de 18 años que se enlista como soldado y es enviado a la selva amazónica para luchar. A diferencia de lo que uno puede esperar al enfrentarse a una película bélica, “Mono con gallinas” no se centra en la guerra en sí, sino que sigue la preparación y la vida en cautiverio del protagonista. Las escenas de acción son muy concretas y esto también se debe a la corta duración del film (85 minutos). Si el espectador interesado en el argumento no sabe concretamente qué ocurrió en la guerra entre Ecuador y Perú de 1941, tampoco va a obtener más información al respecto. La historia de Jorge no está demasiado contextualizada; no sabemos bien por qué ocurrió el enfrentamiento ni qué es lo que se está disputando o las consecuencias que se generaron (números exactos de participaciones o fallecimientos). Lo único que nos enteramos es a partir de titulares en los diarios o comentarios al pasar, que proveen pocos detalles. Lo que sí se profundiza bastante es la vida de Jorge, sus intereses, sus amigos, sus deseos. Podemos entender por qué toma la decisión de alistarse en el ejército y cómo se va desarrollando su personaje a medida que avanza la trama. A través del actor René Pastor podemos empatizar con Jorge de una forma muy humana. Esto se debe principalmente a que el film está basado en la vida del tío abuelo de Alfredo, Jorge León Chávez. Aunque gran parte de la historia es ficción, se reconstruyó el argumento mediante las vivencias del soldado. El ritmo que presenta “Mono con gallinas” es bastante ágil. Existen ciertos giros que hacen interesante la historia y, si bien no tenemos tanta acción como se podría esperar, la cinta logra mantener la tensión en todo momento. En síntesis, “Mono con gallinas” no es una película para aquellos que busquen un relato documental u obtener información acerca de la guerra entre Ecuador y Perú de 1941, sino para quienes quieran ver una historia de vida real, humana, sincera y empatizar con sus personajes, a través de un relato dinámico e interesante. Puntaje: 3,5/5
La selva hostil El punto de vista de este film ecuatoriano del Alfredo León León es el del protagonista durante su participación en el conflicto que se desatara en 1941 entre Ecuador y Perú. Desde la inexperiencia de un joven que se alista en el ejercito de Ecuador para sumergirse en la profunda selva contra un enemigo, que parece más preparado para la contienda, se refleja el drama de muchos otros jóvenes que en circunstancias similares pagaron con su vida ese sin sentido que significa enfrentarse con un semejante. Mono con gallinas abusa de un largo prólogo que rápidamente conecta por contraste con la realidad de la guerra, el hambre en la selva, las enfermedades y la falta de rumbo en un grupo de soldados inexpertos y a merced del enemigo desde su ingenuidad, pero siempre con el respeto necesario para no ridiculizar la aventura de la guerra y sus nefastas consecuencias.
Una coproducción ecuatoriana-argentina que se basa en hechos reales ocurridos durante l941 cuando Ecuador y Perú estuvieron en guerra. Y es la historia de un joven ecuatoriano que de casualidad se alista en ele ejercito y que a poco de vivir en un cuartel mas que modesto, olvidados por los superiores, verá como se derrumba un mundo precario en un escenario hostil, la selva que los amenaza y enferma. Prisionero de los peruanos ese protagonista dudara entre ser un héroe nacionalista o aceptar una verdad evidente, que el enemigo no es ni mas ni menos monstruoso que sus pares. Un alegato a favor de la humanidad que no ahorra cierto pintoresquismo latinoamericano en los caracteres, en las creencias y costumbres. Pero que es un innegable y siempre necesario argumento en contra de la guerra en general y de los ideales que alimentan los conflictos. Dirigida por Alfredo León, León y muy buen elenco.
Entre los largometrajes que hoy renuevan la cartelera porteña, Mono con gallinas sobresale por su lugar de procedencia, Ecuador, o mejor dicho por las implicancias de este dato. Es que, por un lado, la opera prima de Alfredo León León es fruto del esfuerzo de ese país por montar su propia industria cinematográfica y, como se trata de una coproducción con Argentina, de la alianza binacional concebida con ese propósito. Por otro lado, el film transcurre en el marco de un episodio histórico poco –o nada– conocido por estos lares: la guerra que enfrentó a Ecuador y Perú entre mediados de 1941 y principios de 1942. Mono con gallinas desembarca en Buenos Aires casi cuatro años después de haberse estrenado en su país de origen y dos meses después de una primera exhibición en nuestra ciudad, como película de apertura del segundo Festival de Cine Ecuatoriano en Argentina. En la conferencia de prensa destinada a lanzar aquella muestra, un miembro del jurado contó que el país que gobierna el correísta Lenín Moreno produce entre 21 y 25 películas por año, cuando “en 2009 con suerte hacía una o dos”. El mismo Marcelo Vernengo recordó que en el transcurso de ese año empezó la cooperación entre el INCAA y su homólogo CNCine. En su primer largometraje, León León recrea la historia real de un tío abuelo que en sus años mozos ingresó al ejército ecuatoriano justo cuando empezaba la denominada Guerra del ’41. De hecho se llama como aquel pariente ya fallecido el joven quiteño que se entrena apenas como soldado de infantería, dispara algunos tiros y cae prisionero de los peruanos. Según la jerga bélica de entonces, él es el mono y los enemigos, las gallinas. Un poco como en la célebre novela de Erich Maria Remarque, aquí tampoco hay mucha novedad en el frente. En otras palabras, el realizador parece menos interesado en los entretelones de aquel conflicto en particular que en ciertas características en común con otros enfrentamientos bélicos del siglo veinte en nuestra región. Por ejemplo, la candidez de los jóvenes reclutados, el destino que Ejércitos (y Estados) le reservan a esa soldadesca improvisada, la exacerbación absurda del sentimiento nacionalista, la deshumanización propia y del enemigo, la convivencia con el hambre, la miseria, el agotamiento, la enfermedad, el miedo, la muerte. León León recrea muy bien el desgaste físico y anímico que provoca el estancamiento bélico en territorio selvático. El fango, las lluvias, el calor, “los zancudos” atentan contra la (sobre)vida de los personajes… así como probablemente complicaron la instancia de rodaje. Si esa hipótesis es correcta, entonces vale ponderar especialmente el desempeño del director de arte Roberto Frisone y del elenco que encabeza René Pastor. En este punto, corresponde señalar que uno y otro fueron distinguidos con una Iguana de Oro en la primera edición del Festival Internacional de Cine de Guayaquil. Sin dudas, Mono con gallinas aumenta la curiosidad por la movida cinematográfica ecuatoriana. Ojalá este estreno porteño les allane el camino a los colegas y compatriotas de León León interesados en mostrarle sus películas al –a veces reticente– público argentino.
Mono con Gallinas: Tras las líneas enemigas. Llega a nuestro país la ópera prima de Alfredo León León, director ecuatoriano que nos relata una historia basada en hechos reales que involucran al tío abuelo del cineasta. Mono con Gallinas nos cuenta la historia de Jorge, un quiteño de 18 años que termina siendo soldado frente al conflicto limítrofe entre Perú y Ecuador en 1941. A pesar de esta situación inesperada, él cree que la experiencia militar lo hará el hombre fuerte y respetado que desea ser. Sin embargo, cae prisionero del bando peruano en la selva, sin que los militares ecuatorianos sepan de esto, dándolo por muerto. Una historia simple y directa que a primera vista no trae nada original al género de películas bélicas. Sin embargo, lo que distingue a este relato de otros tantos, es la mirada intimista que tiene sobre el conflicto, y su foco que se centra más en los individuos que encabezan el relato. La narración hace hincapié en Jorge, en su rol de adolescente que debe dejar atrás su ingenuidad y la inocencia con la que le hace frente a la vida para convertirse en adulto por la necesidad de contraponerse al riesgo que implica participar de un conflicto armado. Lo interesante también es la presión social que presenta este chico en su casa, y en cómo su padre le dice que tiene que ser alguien en la vida. Es quizás producto de una cadena de sucesos que ese “alguien en la vida” se termina transformando en un soldado. Eso y la camaradería que logra Jorge con Bubo, un mecánico de tren, devenido en amigo que tiene la idea de alistarse en el ejército para “convertirse en hombre”. La guerra si bien siempre está en plano, no lo hace de una forma directa sino tácita. El realizador juega más con mostrar “la parte por el todo” y eso termina siendo verdaderamente efectivo. No obstante, lo que le puede llegar a jugar en contra a la película es su ritmo pausado y cansino que igualmente no es tan exagerado como para llegar a distraer al espectador. Con respecto a la puesta en escena, podemos decir que si bien no se trata de una superproducción, están muy bien administrados los recursos, logrando una buena reconstrucción de la época en el primer acto del relato. Luego se muestra poco y nada de la civilización, pero el diseño de producción es acorde a las exigencias de la cinta. Las actuaciones sin llegar a ser descollantes, son correctas y nos meten de lleno en el clima de tensión producto de la oposición entre los monos (ecuatorianos) y las gallinas (peruanos). En síntesis, Mono con Gallinas es un film bélico pequeño pero con mucha personalidad, que se apoya mucho en sus intérpretes y en los climas que genera su ritmo pausado junto con la dirección de arte. Un film que merece su visión porque resulta ser una más que digna ópera prima, y para entender más sobre el conflicto armado entre Perú y Ecuador en 1941.
Dirigida por Alfredo León León, Mono con gallinas es una película que pone en foco la guerra entre Ecuador y Perú a través de un drama humano. En esta ópera prima de Alfredo León León, Jorge es un joven quiteño que, tras ser presionado por su padre para ser alguien en la vida, se alista como soldado para el conflicto limítrofe entre Perú y Ecuador. Primero se enfrenta con la guerra y sus consecuencias cara a cara (la muerte, el hambre, la naturaleza), pero además luego es herido, capturado por el enemigo y tomado como prisionero. Más allá de ser una película que tiene como centro principal la guerra, Mono con gallinas no llega a ser una simple película bélica, sino que es más bien un drama humano. Lo que hace el director es seguir a este personaje principal: un joven que de repente tiene que enfrentarse a un mundo muy distinto al que creía, desde un lado íntimo. Una vez prisionero, tampoco se encuentra en la situación que hubiese imaginado. Hay una muchacha que los cuida (a él y a un compañero) y con la cual siente afinidad, pero al mismo tiempo están aislados de su mundo, no tienen noticias de su país y sólo pueden guiarse por su intuición o lo que escuchan, fragmentos. Él termina viviendo toda la guerra allí dentro, mientras se debate cómo seguir. Quedarse o intentar escaparse. ¿Qué hay más allá de ese campamento? Lo que le dicen respecto a que la guerra está llegando a su final ¿es cierto o sólo un modo más para retenerlos? Esta ópera prima de Alfredo León León está basada en la historia de su tío abuelo, un hombre que, como en la película, fue a la guerra y dado por muerto cuando lo capturaron. Al final de la película, se lo puede ver y escuchar dando testimonio al respecto.
La guerra ecuatoriano-peruana, a principios de la década del cuarenta, es foco de esta película que se desarrolla en plena selva, la que acoge el calvario de los soldados jóvenes tomados prisioneros y víctimas de enfermedades. Allí está Jorge, un muchacho de clase media acomodada criado por un padre severo, convencido de que la experiencia militar lo hará hombre y fuerte. El director Alfredo León León filma con corrección este episodio de guerra, partiendo de la intimidad de su protagonista y hablando, a través de ella, de cuestiones de la masculinidad, la valentía y las consecuencias físicas de un conflicto armado entre hombres con malaria rodeados de monos. En ese sentido es un film valioso, aunque poco entretenido para sus 85 minutos de duración.
A sus plantas rendido un León León. La guerra de 1941 entre Ecuador y Perú se destaca como un conflicto bélico de envergadura, casi el único en la historia de la pacífica convivencia latinoamericana durante el siglo XX. Ese es el texto y contexto de la ópera prima del ecuatoriano Alfredo León León. Quito, Ecuador, 1941. Jorge atraviesa los últimos tramos de la adolescencia con las hormonas a punto de estallar. En casa, un padre rígido y poco comprensivo no ayuda a que el último año de estudios logre atraerlo más que la amistad con otro muchacho, trabajador ferroviario, con el que comparte aventuras y una recién descubierta afición por la bebida. Esos primeros quince minutos de Mono con gallinas hacen temer lo peor: costumbrismo de época con una proliferación de objetos vintage en pantalla y diálogos explicativos hasta la obviedad en los altoparlantes. Pero la ópera prima del ecuatoriano Alfredo León León (cofinanciada por su país y la productora argentina Trivial Media) hace un corte y elipsis luego de una decisión que el protagonista toma firmemente, aunque sin demasiada conciencia de los corolarios: inscribirse como recluta en el ejército como única vía de escape a una vida familiar marcada por la voz y veto del dueño de casa. De allí en más, el resto de la película transcurrirá, primero, en un enclave selvático muy poco confortable y, más tarde, en un campo militar del enemigo, donde Jorge compartirá celda con otro joven. Desde su nacimiento como naciones independientes luego del fin de la era de los virreinatos, Perú y Ecuador mantuvieron un conflicto limítrofe que atraviesa décadas y siglos, hasta la redacción definitiva de un acuerdo de paz, firmado en 1998 por los presidentes Alberto Fujimori y Jamil Mahuad. Entre las muchas escaramuzas legales, diplomáticas y militares ocurridas durante la historia, la guerra de 1941 (finalizada algunas semanas dentro de 1942) se destaca como un conflicto bélico de envergadura, casi el único en la historia de la convivencia latinoamericana durante el siglo XX, si se exceptúan las incontables guerras civiles, abiertas o sordas. Esa es la coyuntura inestimable que le da textura de fondo al guion escrito por León León, aunque su mirada nunca se posa sobre lo macroscópico, prefiriendo en cambio la inmediatez de un minúsculo grupo humano. Entrenados por un superior que parece algo superado por las circunstancias, con rifles que se traban y municiones mojadas, constantemente amenazados por la posibilidad de las enfermedades y la falta de alimentos, el contingente de soldados no parece llevar las de ganar.
Tuvo un recorrido exitoso por varios festivales en los que obtuvo algunos premios. El quiteño Alfredo León León (33 años) realiza su primer largometraje, tomando como eje a su tío abuelo materno, Jorge León Chávez en los momentos que tenía 18 años, cuenta como vivió la guerra entre Ecuador y Perú, vivió situaciones extremas y comprometidas. Su adolescencia, los miedos, el despertar sexual, los mandatos familiares y el amor. Contiene una buena recreación de época e iluminación, difícil por encontrarse en la selva y una exquisita fotografía. Se cuenta ese movimiento histórico, hay entrevistas y una interesante investigación con historiadores y ex miembros de las Fuerzas Armadas. Su desarrollo es algo lineal, previsible, le falta emoción aunque puede funcionar como un buen documento histórico.
Los chicos de la guerra Dentro de una producción emergente, que en los últimos tiempos dio obras como Feriado (2014) o Saudade (2014), el cine ecuatoriano se la juega con una película histórica, que se corre de los lugares comunes en los que muchas veces cae el cine latinoamericano, para contar un relato de iniciación con un trasfondo bélico. Mono con gallinas (2016) se ambienta a principios de la década del 40 cuando Ecuador y Perú se enfrentaron por el conflicto limítrofe. Jorge (René Pástor), es un muchacho de clase media, que repentinamente se encuentra en medio de una guerra y tras días de hambre, miedo y soledad, es capturado por el bando contario, un grupo de muchachos más cercanos a él que al enemigo que esperaba ver. La ópera prima de Alfredo León León es ambiciosa pero también medida. Ambientar una historia en 1941 y en medio de una guerra no es tarea fácil, sobre todo cuando no se cuenta con los recursos necesarios para una producción de esa magnitud. Y más aún cuando se trata de un país con una cinematografía emergente, que muchas veces recurre al minimalismo, o en el caso contrario a un formato más cercano a la telenovela. El director tiene en claro lo que tiene y no se desborda en querer mostrar más de lo que puede. Pero también sabe que tiene un recurso a favor: la selva. Ambiente que le da la posibilidad de abrir el plano sin correrse de la época ante la aparición de un detalle que delate la realidad. Mono con gallinas se cuenta desde la guerra pero no por eso es una película bélica, si podría encuadrarse como histórica, pero en realidad es de iniciación, del pasaje de la adolescencia a la adultez en medio de una guerra donde el enemigo podría ser tranquilamente el mejor amigo de uno. De un muchacho que en meses vivirá lo que tal vez no viva el resto de su vida. Alfredo León León eligió para su debut cinematográfico una historia que le podría haber quedado grande pese a la cercanía filial con el personaje retratado. Que más allá de sus falencias tiene la virtud de no aspirar a más de lo que es.
Dentro de una familia tradicional, cuyo padre es sumamente estricto, duro, irascible, vive un adolescente que concurre a un colegio católico y pretende luego ingresar al seminario para convertirse en sacerdote, pese a que su progenitor quiere que estudie una carrera tradicional para ser “alguien” en la vida. Con este panorama pasa sus días Jorge (René Pastor) hasta que recibe el resultado reprobado del examen de ingreso. Ante esta situación su padre se enoja con él y lo echa de la casa. Perdido y sin una idea clara de lo que va a hacer, junto a un amigo, de repente, decide alistarse en el ejército. Esta historia real, ubicada en Ecuador en 1941, cuando se encontraba en un conflicto con Perú por una situación de límites geográficos, se desarrolla esta película dirigida por Alfredo León León, donde la existencia de Jorge cambia de un día para el otro, no sólo por intentar ser un militar como tabla de salvación sino que para su instrucción es enviado a la selva amazónica ecuatoriana junto a su amigo y a otros tres reclutas, bajo el mando del sargento Flores (Alfredo Espinoza). Allí quedan aislados de todos a la espera de que llegue un teniente con provisiones y nuevas instrucciones. La guerra entre los peruanos, que llamaban a sus enemigos “monos” y que los ecuatorianos identificaban a ellos como “gallinas”, le golpeó la puerta de su guarnición. Con una buena ambientación en la ciudad, en contraposición a la precariedad y austeridad rayana a la pobreza, durante la estadía en la selva, sumada a la humedad permanente, las incomodidades, la falta de comida, los mosquitos, etc., se desarrolla esta historia con un relato consistente, sostenido por las continuas contingencias que transita el protagonista que no esperaba nada de esto, pero lo toma con entereza y valentía. El director, en su ópera prima, se apoya en las actuaciones y la utilización de la selva como locación para narrarnos sin artilugios, cómo peleaban en esa época dos países pobres sudamericanos, lejos de la sofisticación y el presupuesto que, por ejemplo, se manejaba en esos momentos en Europa. Saber absorber las sorpresas que da la vida es un acto de sabiduría, aunque en ese momento uno no tenga conciencia plena de lo que está haciendo, y Jorge, en un año, supo salir de su hogar y convertirse en un hombre inesperadamente.
Mientras los hombres de la casa esperan la cena, el mayor de los León Chávez queda inmerso en el monólogo paternal de lo que debe ser un hombre con futuro y reconocimiento social, mientras que el pequeño juega fervientemente con los soldaditos escondido bajo la mesa. La llegada de la madre con la sopa quiebra el peso del aire, pero no se puede evitar el desastre: el niño se levanta de forma abrupta y tira el mantel junto al contenido servido. Pronto, el rojo de la sopa de tomate tiñe la blancura de la tela y queda debajo de uno de los muñecos; una alusión casi pasajera del destino que está por toparse con Jorge. Y es que los soldaditos de plomo son un motivo recurrente de Mono con gallinas: ya se los evidencia al comienzo desplegados como grupo sobre un mapa a gran escala, en los planos detalle de una bomba a punto de ser lanzada, los casco, la boca que parece gritar sin voz o al final, en un juguete decapitado en la puerta de la casa, una mezcla de héroe y figura anónima, un protector que sin su cabeza no se reconoce como singular ni tampoco como ser social. En definitiva, la lucha por reconocerse a sí mismo entre los demás, insertarse en la historia y volverse presente. Porque no se trata de un fantasma, porque el protagonista no murió como todos decretaron. Si bien la película del quiteño Alfredo León desarrolla el conflicto limítrofe entre Ecuador y Perú de 1941 –de hecho el título alude a las denominaciones de cada bando, los ecuatorianos llamados monos y los peruanos gallinas–, lo trabaja como marco contextual y no lo profundiza en tanto explicación histórica ni militar. En efecto, el foco está puesto en Jorge León Chávez, el tío abuelo del director, y en su reconstrucción biográfica desde que se va de la casa a los 18 años, el enrolamiento en el ejército, la vida en la selva y su captura por el enemigo. El hecho más paradójico está ligado al progreso de ese deber ser del comienzo, una suerte de manifiesto paternal estructurado que se choca con la búsqueda de la propia identidad, el entrenamiento que responda a nuevas inquietudes y un retorno opuesto con un personaje escindido e incompleto; un hombre que no sólo no puede ser, sino que tampoco corresponde a un tiempo del aquí y ahora. A final de cuentas, el avance no hace más que tornarse detenimiento, el presente en atemporalidad, a-historicidad y el hombre en réplica de plomo. Por Brenda Caletti @117Brenn
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
En la transformación del personaje principal del film, la narración encuentra diferentes matices en el relato de los conflictuados días que se vivieron en Ecuador ante la contingencia por el límite territorial con Perú. No pretende ser más de aquello que ofrece, y en los tiempos que corren, este punto, más que un rasgo negativo, es una virtud.
Esta cinta ecuatoriana (coproducida con Argentina) abrió el Festival Cordillera hace unos meses y es muestra de una expresión novedosa, lationamericana y por cierto, muy interesante. Hace foco en una especie de revisionismo histórico, vehículo que permite adentrarse con una historia que habla, de la guerra y el dolor, pero además, del fin de la inocencia en contextos complejos. Corre el año 1941 y Ecuador y Perú tienen un conflicto armado por temas de límites (dicen los que saben que el primero ha perdido territorios a lo largo de los años con otras naciones) que se vuelve intenso y crudo. Jorge (René Pastor) es un joven que se alista en el ejército porque las cosas en su casa no son lo que desea: es un hombre en ciernes, con pocas habilidades y muchas necesidades que van siendo típicas de su edad... El flamante soldado tiene su bautismo de fuego en un pequeño regimiento que combate en la selva. Y al poco tiempo de vivir la incómoda travesía por la frontera va a entrar en combate con los combatientes enemigos y caerá prisionero de los peruanos. La película se llama "Mono con gallinas" porque las dos fuerzas identificaban al rival con nombres de dichos animales. Los monos eran los ecuatorianos y las gallinas, los peruanos. Siempre vistos por los ojos de los rivales, por supuesto. La cuestión es que ese cautiverio es una situación dura y de aprendizaje. Pero encierra además un hecho fortuito que será aprovechado por el protagonista al trabar relación con una enfermera (Dolores, jugada por Melania Urbina) que lo atenderá por la herida con la que ha llegado a la hora de ser capturado. El escape del campo de prisioneros (como primera opción) o quedarse junto a Dolores, con quien posee una relación clandestina, serán las opciones que Jorge encontrará a medida que nos acerquemos al climax de la historia. Alfredo León León dirige con oficio y solvencia, en una película con claro corte indie. El drama es narrado en forma ajustada y precisa, aunque el ritmo de la trama es desparejo. Si bien el foco está puesto en el personaje principal y el micromundo que lo rodea, lo cierto es que un poco más de tensión en la primera parte le hubiese quedado mejor al film. Rodada con lo justo, se nota que el guión se plantea bastante más que una revisión sobre el hecho del conflicto, pero no hay demasiado despliegue en esa dirección y la sensación que nos queda es la de un comienzo interesante no del todo logrado a la hora de generar intensidad en el relato. Sabemos el gran esfuerzo del equipo técnico (el punto fuerte de este trabajo) para llevar adelante la producción y la ardua tarea por la distribución en el momento del estreno en su país. El cine ecuatoriano está en movimiento y esperamos que lleguen a este lado del cono Sur, muchos más ejemplos de su filmografía. "Mono con gallinas" cumple las expectativas y se ofrece, más allá de sus altibajos, genuina y valiosa como ejemplo de búsqueda histórica del hermano país.
GUERRA EN EL CORRAL Jorge León Chávez, el personaje central de la ópera prima del director Alfredo León León es, en realidad, su abuelo materno y esta es su historia en el frente de combate durante la guerra entre Ecuador y Perú en 1941. Los monos del título son los soldados ecuatorianos mientras que las gallinas son sus rivales peruanos. Jorge (René Pastor) cuenta con 18 años cuando un poco cansado de las expectativas que tiene su familia en cuanto a su vida, decide evitar seguir una carrera universitaria o meterse en el seminario para enrolarse en el ejército, luego de lo cual es enviado directamente al frente de batalla. De entrada, se notan las carencias en este pelotón de poquísimos hombres y la intensa labor de un sargento (Alfredo Espinoza) que hace lo que puede con lo que tiene mientras espera casi al borde de la desesperación, a un comandante que nunca llega y agudiza los problemas. Jorge se apoya en su amigo y compañero en ese duro trance que incluye inclemencias climáticas, mosquitos y enfermedades además del inminente asedio enemigo. En ese contexto surge el primer conflicto que hace que Jorge entre en peligro real y tenga que tomar decisiones por su cuenta, cuya naturaleza no conviene adelantar para no aguar las pocas sorpresas que contiene el argumento. Mono con gallinas es una película bélica que bien podría haber sido rodada por un Terrence Malick mucho más modesto, ya que la puesta en escena y la fotografía están muy bien logradas y consiguen con pocos recursos, una ambientación que en ningún momento nos puede hacer pensar que están en otro lugar o en otra época que no sea la representada. Es notoria la investigación histórica a la que se apeló para lograr una fidelidad que asombra y reconforta. Lo más flojo quizás sea la interpretación del propio Pastor, que compone a un Jorge a quien las emociones parecen atravesarlo sin despertar su apatía. La pseudo historia romántica no llega a cuajar y se nota algo forzada, al igual que el ritmo que si bien no es tan aletargado como el de alguna película del citado Malick, tampoco hace demasiado por activar un poco de la adrenalina que debiera tener un drama bélico de estas características. No obstante, tiene sus escenas de acción que a pesar de estar bien concretadas, denotan la falta de actores o extras que completen un poco el cuadro y no parezca una pelea de barrio. Aunque sea probable que uno esté pidiendo algo mucho más ligado a la mítica del género bélico del cine más clásico y esto sea lo que sucedió en realidad en un frente de batalla acotado y modesto como debió ser el de esta guerra. El final tiene una situación que podría haber estallado en emotividad y que sin embargo el director elige narrar casi en fuera de campo, lo cual, a pesar de otro detalle que intenta cerrar el episodio de manera contundente, atenta contra su efectividad. Esperemos que la siguiente realización de León León atienda estas falencias que si bien son relevantes, no malogran este auspicioso debut.