El actor/ director italiano, Sergio Castellitto, nos trae esta triste historia de pasión y erotismo. La película gira en torno a Gaetano y Delia, una pareja separada. Una noche ambos se juntan a cenar para organizar las vacaciones de sus hijos y, tal vez, recomponer su amor. En la cena, ambos comparten reproches y diferentes puntos de vista sobre situaciones vividas en pareja: el comienzo, los encuentros, desencuentros, ilusiones y los fracasos que los han empujado al lugar donde se encuentran ahora. Con muy buenas actuaciones de los protagonistas, Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca, este drama, basado en un bestseller italiano de Margaret Mazzantini, transcurre con fluidez y logramos explorar muchas de las facetas de los personajes. El desarrollo, la maduración y los resultados de las acciones de los personajes está muy bien reflejados y explorados en la historia. ¿Qué es el amor? ¿qué es la pareja? ¿quién es el otro para uno mismo? ¿quién es quién en la relación? Esas son las preguntas que intenta responder el relato de esa historia. Sin embargo, es dificil empatizar con los personajes. Son sólo seres egoístas que desatan sus frustraciones amorosas y profesionales contra el otro, o con los que los rodean. Los personajes que se sienten tan completos por un lado, aparecen irreconocibles en otros, con reacciones absurdas e irreales. Y, si bien en la superficie la película parece bastante bien acabada, el relato está lleno de clichés, y la falta de una subtrama amplifica ciertas intenciones del director, que deberían pasar desapercibidas por el espectador. Nessuno si salva da solo tiene un equilibrio muy fino entre sus aciertos y desaciertos, y seguro dejará una huella clara en el espectador, pero se destaca la crítica que le hace a las relaciones modernas, de una nueva generación. Puntaje: 6.5
Recuperar el amor Basada en la novela homónima, Nessuno si salva da solo (Nessuno si salva da solo, 2015) se instala en la crisis matrimonial de una pareja de mediana edad. La historia tiene el epicentro en una cena de reencuentro de la pareja para organizar las vacaciones de los niños en común, motivo para que varios flashbacks recuperen los momentos felices hasta el gris presente del vínculo. Dirigida por Sergio Castellitto (Volver a nacer) y con guión de su esposa Margaret Mazzantini, autora de la novela, el film plantea si se puede o no salir de la monótona rutina que propone la vida en familia. Delia (Jasmine Trinca) y Gaetano (Riccardo Scamarcio) ya separados se juntan en un restaurante y repasan su historia de amor con posibilidad de volver a juntarse. Del amor a la frustración, la película se concibe en tres partes: cuando se conocen hasta el nacimiento de su primer hijo (momento de felicidad supremo), el estancamiento del día a día con la llegada de su segundo hijo, y las peleas, con faltas de respeto, infidelidades y reclamos por doquier. Los distintos momentos son representados con alguna que otra metáfora (la pareja que cena a su lado, la figura del padre comprensivo en el colegio de sus hijos) para narrar desde los vínculos entre los personajes. Estamos frente a una película de personajes, donde la narración no es el motor de la historia sino los distintos obstáculos que se le presentan a la pareja y su manera de sortearlos. Castellitto logra trasmitir la pasión y sufrimiento en el vínculo amoroso con humanidad y ternura, haciendo querer a la dupla protagonista (ganadora del premio David di Donatello por su interpretación) desde el primer minuto para contar sus alegrías y pesares. En esta línea de films que retratan la crisis matrimonial, Nessuno si salva da solo se asemeja a la reciente Mon roi (2015) con la cual comparte varios puntos en común en la reconstrucción idílica y posterior declive de una pareja. Un tema recurrente en tiempos de individualismo y objetivos de vida personal, incompatible con el sacrificio por el prójimo. No es la primera novela que el director adapta de su mujer pero si la primera en que ella participa directamente en el guión. En una entrevista para cineuropa.org Sergio Castellitto dirá que concibió el relato como una canción, siendo los episodios en el restaurante el estribillo. El resultado es contundente, con el ritmo y la frescura de las mejores baladas.
AMORES Y ODIOS TORMENTOSOS Una pareja que supo de pasiones volcánicas ya está separada, pero en una cena para combinar las vacaciones de los hijos, reviven todo: El enamoramiento, los sueños compartidos, la llegada de los hijos, las peleas tumultuosas, las infidelidades. Un recorrido largo, por momentos reiterativo, con bastantes escenas eróticas y una filosofía de vuelo bajo que habla del paso de la juventud a la adultez. Jazmine Trinca y Riccardo Scamarcio son los protagonistas empeñosos. Pero el tono del film discurre entre lugares comunes, enfrentamientos sin sentido, referencias de vuelo bajo por la supuesta homosexualidad de uno de los chicos. Acumulación de datos que termina por cansar.
Desamor a los gritos Todo transcurre durante una cena, que lejos de pretender la reconciliación de un matrimonio con hijos, Gaetano (Riccardo Scamarcio) y Delia (Jasmine Trinca), deriva en el consabido cruce de reproches en estado alterado a medida que avanza el derrotero por el que toda pareja en estado crítico transita. La postergación de proyectos, el descuido de los hijos, el haber dado el sí presuroso a todos los caprichos de uno y otro, mientras la noche despeja todo romanticismo posible entre la cara de piedra de ella y la incomodidad de él cuando los comensales observan el espectáculo. El fragmento narrativo deja que Castellitto como director encuentre el espacio gradual para mostrar la desintegración del amor y los afectos que hacen mella en el entorno. Los padres de ambos reciben las esquirlas de las detonaciones antes de la separación y en ese escenario bélico nadie se salva solo. El título es elocuente en función a esta idea, pero lamentablemente el director no logra escapar de los lugares habituales, se apoya demasiado en lo que pueda darle su elenco, que sin dirección hace realmente lo que quiere en pantalla. A veces aciertan en el tono, ritmo y otras pifian sobre todo en la resolución o coda de esta historia ya contada de diferentes modos y que siempre arriba a los mismos lugares.
El rencor después del amor El surgimiento, apogeo, crisis y final de una pareja con dos buenos intérpretes (Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca), pero con una tendencia a la verborragia, al subrayado y a la grandilocuencia que estreopea el resultado final. Nessuno si salva da solo es una prototípica película italiana contemporánea: prolija, vistosa, profesional, pero al mismo tiempo demasiado recargada y subrayada en su mirada melancólica a la crisis de una pareja de clase media con hijos. Gaetano (Riccardo Scamarcio) y Delia (Jasmine Trinca) se han divorciado hace poco, pero se encuentran para una cena en un lujoso restaurante con el objetivo (excusa) de resolver cómo será el verano de los dos chicos. Claro que durante la charla surgirán recuerdos de la etapa de enamoramiento (no exenta de pasión) y, por supuesto, también rencores, reacciones violentas y pases de facturas cruzadas. ¿El amor se ha enterrado para siempre o todavía esta ahí, muy cerca de la superficie? En su quinto largometraje como director (tiene una larga trayectoria como actor), el realizador de Un loco amor, Venuto al mondo y La bellezza del somaro apela al recurso del flashback para transportar al espectador desde un presente plagado de reproches hacia un pasado en el que se va mostrando el surgimiento, apogeo, crisis y disolución de la pareja. En esos flashbacks hay escenas de sexo apasionadas, reacciones ante la paternidad-maternidad (él será un padre bastante ausente), discusiones de pareja y con los familiares (en especial la madre de ella), proyectos laborales (ella es nutricionista y él, guionista de cine y televisión), problemas médicos y así; es decir, una suerte de “grandes éxitos” de un matrimonio tipo de clase acomodada en la Italia de hoy. La película se ve por momentos con cierto agrado; en otros, en cambio, se torna una suerte de culebrón, de lamento, de expiación, de confesiones íntimas, de exploración de los celos, la paranoia y el miedo al fracaso en la que todo luce demasiado armado, calculado y, sobre todo, obvio en su verborragia algo grandilocuente. Hasta las canciones (algunas bellas, como las de Leonard Cohen) resultan en ese contexto más artificiales que funcionales.
“Nadie se salva solo”. El mensaje que quiere transmitir la película, clarísimo desde el título. Pero la película dirigida por Sergio Castellitto y escrita por su mujer, Margaret Mazzantini, basada en su propia novela, es mucho más que un mensaje subrayado. Delia y Gaetano son una ex pareja con hijos y un hogar que de repente se cayó a pedazos, y se juntan a cenar para tratar cómo serán las vacaciones con sus hijos ahora de separados. Ni Delia ni Gaetano se parecen demasiado a aquellos jóvenes que se enamoraron en un gimnasio y avanzaron rápidamente con eso a lo que llaman vida en pareja. Las diferencias no sólo están en lo físico, especialmente en una Delia que ahora lleva el cabello corto y los dientes arreglados. Esa cena es la excusa que utilizan ellos y también su guionista para contar, de a poco, adelantando algunos hechos sólo a través de detalles que se luego se resignifican, la historia de ellos desde que se conocen hasta el lugar en donde se encuentran ahora. Gaetano es una persona alegre, naturalmente seductora, escritor. Delia es nutricionista, obsesionada con la comida hasta el punto del trastorno (la anorexia como esa enfermedad que a veces está más o menos presente pero nunca se va; la comida como eso tan cotidiano para la mayoría y que es todo un tema para algunos) y, claro, insegura. Pero desde un primer momento parecen entenderse, al fin y al cabo se los ve profundamente enamorado. ¿Qué es lo que sucede entonces para terminar así, reprochándose, discutiendo, tirándose el helado en la cara en ese restaurante llenos de parejas que funcionan como espejo, de lo que fueron, de lo que son, de lo que serán, o de lo que podrían haber sido? Pues, la vida. Así de simple y complejo. El matrimonio, los hijos, la vida en común, amoldarse a trabajos que no terminan de llenarnos, son algunas de las cosas que de a poco van enfrentando sus protagonistas, juntos y separados. El acierto principal de la película de Castellitto es que aborda temas difíciles, aunque sean cotidianos no dejan de ser complejos, y le aporta un tono entre melancólico y tierno, depende del momento. Quizás a lo largo del film se siente que quiere abarcar demasiado, que está un poco recargado, pero lo cierto es que todo tiene su lugar y hora, y a la larga termina resultando un guión bastante conciso, no se siente que sobran ni faltan escenas. “Me gustan las historias sin resolución (…). Los finales abiertos, digamos”, define su gusto en la literatura Delia y algo de eso tiene la película. No porque deje cosas en el aire, pero sí porque no se siente que termina, más bien se lo siente como un nuevo comienzo, como Gaetano explica que se hace cuando un guión no funciona, “descartamos todo y volvemos a empezar”. Y de eso se trata, volver a empezar, para poder seguir adelante. Y es más difícil en soledad, por eso su título termina de funcionar.
Historia de un amor en pleno naufragio No hace mucho, Margaret Mazzantini expresó: "Siempre escribo sobre seres que tienen fallos y faltas", agregando que eso es lo que nos hace más humanos. Además de ser la autora dela novela de la que derivó este nuevo film de Sergio Castellitto, Mazzantini es la mujer del actor-director, al que algunos recordarán como el nieto enternecido que en La familia (Ettore Scola) se apiadaba de su abuelo Gassman, sometido a dieta rigurosa, y le convidaba un plato de la pasta que estaba comiendo y lo había visto mirar con callada envidia. Esta, la quinta realización de Castellito y también la tercera oportunidad en que se basa en un libro de su esposa, tiene como protagonistas a Delia y Gaetano, que, como humanos que son, también exponen fallos y faltas. Han fracasado, por ejemplo, en su matrimonio. Ya llevan tiempo separados y se han reunido en un restaurante para definir qué harán con las vacaciones de sus dos hijos pequeños ahora que llega el verano. Todo el film transcurre en ese ámbito, donde, como es imaginable, habrá más discusiones que acuerdos, algunos estallidos de ira y varias manifestaciones de rencor. Pero también habrá lugar para algún recuerdo y, como en toda pareja en la que hubo amor, alguna evocación de días más serenos. El costado sentimental de la historia no ha sido descuidado por el director. En la novela de Mazzantini -que encabezó durante ocho meses la lista de best-sellers en Italia, vendió cerca de 4.000.000 de ejemplares y fue traducida a 45 idiomas, esa larga conversación incluye una suerte de viaje al pasado en el que al mar calmo sigan las tormentas y se alternen las alegrías y las riñas, los reclamos y la nostalgia de días más felices. Escenas de una pareja, en fin, desde el principio nacida de la atracción de los opuestos, además de la mutua ayuda y de la voluntad de ver en el otro algo más de lo que se dice. Él es un tipo común, nacido de una pareja simple de Ostia, y se gana la vida escribiendo para la televisión o para algunas revistas, pero aspira a convertirse en escritor. Ella, de una clase más acomodada, es nutricionista y en su pasado sufrió de anorexia. Ya no son una pareja sino dos que se amaron y ahora están heridos e ignoran cómo recuperarse. Nadie se salva solo, dice el título de la película, y por eso la escena de la comida y el film entero necesitarán de la intervención de terceros personajes, en este caso un hombre mayor, muy charlatán y algo entrometido, que se suma con su mujer a la mesa de los jóvenes (ninguno llega a los 40) en conflicto, les confiesa que está enfermo de un cáncer terminal y les pide que recen por él. En lo formal, el film quizá demasiado apoyado en los diálogos, probable herencia de la novela, visualmente tiene una pulcritud un poco publicitaria, pero tambien dinamismo y el tono agridulce que la historia pedía. Castellitto cuenta con el atractivo de dos muy buenos actores como Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca (la hija de Nanni Moretti en La habitación del hijo), del que sabe explotar su expresividad corporal, y una columna sonora a la que se suman muy bellos temas de Lucio Dalla y Tom Waits. En suma: el film no añade mucho a un tema tan transitado como éste, pero se ve con considerable agrado.
Lo que nos queda Cuenta la historia de una pareja y asume ambos puntos de vista desde una cena vital. Tema eterno el de la pareja en crisis. Y a la vez inagotable. Espejo generacional también, Nessuno si salva da solo (Nadie se salva solo), la última película del italiano Sergio Castellitto abreva de esa fuente, y juega con un formato típico, varias veces visitado, que le permite manejar la intensidad y las emociones que necesita su historia, o toda historia de amor. Su trama es el vínculo entre Delia (Jasmine Trinca) y Gaetano (Riccardo Scamarcio), que ya separados se juntan a cenar para definir las vacaciones con sus dos hijos. En una atmósfera de ruptura, asoma su carácter opuesto. Entre pases de factura y viejas broncas, comienzan a contarnos los altibajos de su amor en crisis. El recurso de la película tampoco es nuevo. Volvemos a esa cena, a ese diálogo, tras cuidados flashbacks, significativos retratos del deseo, los proyectos, los hijos, la rutina, el desamor. Etapas de un rumbo en declive. Y lo que logra Castellitto es que volvamos a esa mesa buscando una respuesta, una nueva subtrama para seguir con el repaso, con esa noche que puede ser una nueva oportunidad. ¿Quién quiere una nueva oportunidad? Castellitto no inventa nada, pero hace crecer su drama de manera natural. Y ya lo dice el título de su película, que también es el de la novela de su esposa en la vida real, Margaret Mazzanttini: nadie se salva solo. Los debates que propone son universales, y a la vez pertenecen sólo a Delia y a Gaetano. La juventud y la madurez, si es que ese salto existe en el mundo actual, el deseo rayano en la locura, la felicidad real, no la declamada, sabiendo, como dice uno de los protagonistas, “que somos la generación de la remake, que no inventamos nada”. Diálogos trabajados pero naturales, una inercia que cualquiera puede reconocer, estados de ánimo devenidos de la pareja, o de los miedos por los hijos son parte de esta larga discusión, puesta en la mitad de dos vidas, o de cuatro si sumamos a los hijos. ¿Qué es lo contrario de salvarse? ¿Fracasar? Nadie se salva solo, ¿no? La duda existencial atraviesa la película, pero bien a la italiana. Con el deseo y las emociones exteriorizadas en cada acción. Y con el espejo del futuro en la mesa de al lado. Una historia de amor en muchas, y otras tantas preguntas. ¿Cuánto hay que soportar o resistir por amor, o por lo que queda de un amor?
El amor rudimentario. Los espectadores de corazón masoquista quizás recuerden a Sergio Castellitto por Un Loco Amor (Non ti Muovere, 2004), aquel sexploitation para el público mainstream -un tanto delirante a nivel dramático- en el que el conocido actor italiano atesoraba el rol principal y la dirección de la película, una jugada que no le salió del todo bien porque la que se robaba la propuesta era de hecho su compañera de reparto, Penélope Cruz. Como suele ocurrir en estos casos, pasaron los años y el señor trató de ampliar su abanico como realizador sin resultados positivos a la vista, situación que nos deja en el presente: en Nessuno si Salva da Solo (2015) pretende replicar el espíritu atribulado de aquel trabajo y para ello vuelve a convocar a su guionista habitual, nada menos que su esposa Margaret Mazzantini, logrando otro más de esos films fallidos a los que nos tiene acostumbrados el cine italiano reciente. Precisamente el problema primordial del opus de Castellitto es esa ambición maltrecha que se extiende a gran parte de la producción cinematográfica contemporánea de su país, vinculada en esencia al deseo de recuperar el furor exuberante de las distintas generaciones del neorrealismo: a decir verdad, poco y nada queda del movimiento que entre la posguerra y la década del 80 nos regaló una infinidad de obras memorables, “tan grandes como la vida misma”. Salvo excepciones como El Capital Humano (Il Capitale Umano, 2013), los representantes del humanismo melodramático y exacerbado ya no alcanzan las cúspides de antaño y no pasan de ser un eco de mejores épocas e ideas mucho más revulsivas. Aquí la relación tortuosa de turno es la de Gaetano (Riccardo Scamarcio) y Delia (Jasmine Trinca), él un escritor/ guionista egocéntrico y ella una nutricionista anoréxica y algo ciclotímica. Ahora bien, la historia retoma la lógica estructural de los flashbacks y flashforwards, hoy por hoy para hacernos atravesar las diferentes etapas de la pareja en función de un presente de separación consumada (el relato regresa intermitentemente a un encuentro culinario entre ambos para discutir los términos de las vacaciones de sus hijos) y un pasado que va desde la comarca luminosa hacia las tinieblas (por supuesto que los susodichos se siguen queriendo porque caso contrario no habría intercambios de reproches durante esa cena de lo más agitada, los que a su vez derivan en flashbacks “explicativos”). Entre los puntos positivos, no podemos obviar que las actuaciones de Scamarcio y Trinca son excelentes y que nuevamente las interpolaciones musicales suman a la intensidad de algunas escenas, destacándose el uso dado a Jersey Girl de Tom Waits y Tower of Song de Leonard Cohen. Si bien aquí no tenemos una violación como “detonante” de la pasión y la carga sexual es más conservadora que en Un Loco Amor, las similitudes están a la orden del día y abarcan un sinnúmero de detalles en torno a la inestabilidad emocional del dúo y los típicos dilemas de los géneros involucrados: mientras que él de a poco pierde el interés para con sus hijos y empieza a mirar a otras mujeres a puro egoísmo y estupidez, ella se vuelca hacia la histeria y deja aflorar los temores que ocultaba en pos de mantener un manto de piedad sobre el vínculo. Una vez más Castellitto se propone analizar las contradicciones y el carácter más rudimentario de los lazos afectivos desde la tradición pomposa de aquel cine italiano que reinó en la cartelera internacional, no obstante lamentablemente vuelve a construir una epopeya del corazón tan tosca y superficial como el “amor trágico” que pretende retratar…
Crisis conyugal en la que más de uno puede reconocerse La historia es muy simple, y a más de uno le habrá pasado algo semejante. Delia, que dejó la carrera de nutricionista para ocuparse del hogar, y Gaetano, libretista cualunque de televisión, acaban de separarse y ahora se citaron en un restorán para coordinar la fecha que cada uno pasará de vacaciones con los hijos. Es el primer encuentro. Ella lo mira con rencor y le busca pelea. Él aguanta la embestida esperando el momento del contraataque. Más allá hay gente festejando. Entretanto, a través de sucesivos flashbacks, vamos viendo las diversas etapas de una relación que alguna vez fue de amor. Levante, disfrute, familia, cansancio, malestares, decepción, adulterios, irritación, separación. Y obligación de entenderse un poco, porque hay dos hijos, y porque ninguno de los dos tiene del todo claro qué les pasó para terminar de ese modo. Aunque por ahí es factible echarle la culpa a una sociedad que alienta el egoísmo y la inmadurez, o a los padres, que no les dieron una adecuada educación sentimental (pero en el fondo capaz que son buenos). La de ella es una pendevieja que ya hacía sus picardías desde recién casada, los de él son dos viejos de barrio, medio "a la que te criaste". Diálogos, miradas, situaciones, relaciones, consuelos, reproches, todo eso, está bien expuesto en esta película. Los espectadores pueden reconocerse, o reconocer a más de una pareja amiga. Riccardo Scamarcio ("Mi hermano es hijo único") y Jasmine Trinca (la hija en "La habitación del hijo") son buenos intérpretes. Sergio Castellito los dirige aplicando toda su experiencia de actor y el preciso guión de Margaret Mazzantini, hábil observadora. A propósito, esta historia nace de una novela de Mazzantini, que es la esposa y habitual guionista de Castellito, y madre de sus cuatro hijos. Para interesados: la novela está editada en español ("Nadie se salva solo", Alfaguara) y es bastante buena, como la película, pero no todo lo que hace esta pareja le sale bien. La anterior, "Volver a nacer", no se recomienda ni gratis. Completan el reparto Anna Galiena, Massimo Bonetti, Marina Rocco, Valentina Cenni, bionda molto carina, y la aparición sorpresa: Angela Molina y Roberto Vecchioni (sí, el viejo cantautor). Sus personajes propician un golpe de efecto, quizá poco creíble, es cierto, pero gracias a ellos puede ser que las parejas no se maten a la salida. ¿Pero conviene ver esta película en pareja? Sobre eso, más vale no dar opinión. La canción final es "La sera dei miracoli", de y por Lucio Dalla.
Bien contada, no hay historia más triste que la del fin del amor entre dos que se quisieron mucho. El italiano Sergio Castellitto adapta un libro que propone una exploración de un hombre y una mujer o, más bien, de su relación de pareja. Una narración paralela entre el presente, que los encuentra en una cena, ya separados y con dos hijos, y el pasado de ese amor, desde su origen, cuando se conocen, hasta que deciden terminar la relación, a lo largo de todos sus highlights, los felices y apasionados y los frustrantes y finalmente desquiciados. Aún teñido de cierto tono plañidero, y demasiado “ilustrada” con música conocida y un enfoque por momentos voyeurístico de un matrimonio, la película esquiva la tentación del melodrama de otros films de Castellitto -como Un loco amor, con Pe Cruz- y se sigue con interés, en gran parte gracias a sus buenos intérpretes.
Con un vuelo emocional genuino y sincero La crisis de una pareja: difícilmente haya un tema menos original en la historia del cine, en particular desde los albores de la modernidad cinematográfica. Y si hablamos de Italia, es casi indiscutible la responsabilidad de Roberto Rossellini a la hora de abrir de par en par esas puertas: la del cine moderno y la de la sacrosanta institución del matrimonio estacionada al borde de toda clase de abismos. Lo de Nessuno si salva da solo (extraña costumbre la de los distribuidores locales: no traducir el título de ciertas películas italianas) es interesante por varias razones, más allá del film en sí mismo. En principio, se trata de la tercera colaboración estrecha entre el realizador y actor Sergio Castellitto y su esposa, la actriz, escritora y guionista Margaret Mazzantini, luego de Venuto al mondo y Un loco amor, ambas basadas en novelas de su autoría. Por otro lado, la dupla protagónica, integrada por la súper estrella Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca, ha compartido cartel en más de media docena de oportunidades, incluidas la famosa miniserie La mejor juventud y el Romanzo criminale de Michele Placido. Cosas de pareja, tanto en la vida real como en la pantalla. El universo de Castellitto en Nessuno si salva... es el de un naturalismo amargo con toques de dulzor, en particular durante los primeros flashbacks, aquellos que resumen no tan velozmente los primeros encuentros de Gaetano y Delia, cuando todo era futuro, deseos y esperanza. El guión retrata la evolución de esa relación a partir del encuentro en un restaurante. Ambos, ya separados, intentan congeniar la división en tramos de las vacaciones de sus dos hijos: una parte con uno, la otra con la otra. Es a partir de esos recuerdos, disparados no tanto por el diálogo (por momentos ponzoñoso) de la dupla como por la narración misma, que el hilo del ovillo va desenredándose, de la pasión inicial al anhelo de formar una familia. Y de allí hacia los primeros roces, rencillas y diferencias que, eventualmente, culminarán en reproches, gritos, empujones e, incluso, algo parecido a un momentáneo desprecio mutuo. Nada que ninguna pareja (salvo notables excepciones) no haya atravesado a lo largo de los años, elemento que Castellitto y Mazzantini explotan en beneficio de los mejores pasajes del film. Que no son pocos: a pesar de un estilo narrativo por momentos demasiado convencional (algunos diálogos explicitan excesivamente lo que podría haberse inferido), Nessuno si salva da solo da en varias teclas en el momento justo y adquiere un vuelo emocional genuino y sincero. En ese sentido, Scamarcio aporta un tono adecuado a una criatura esencialmente frágil, a pesar de sus aires de autosuficiencia y presencia física. El problema fundamental aquí parece ser Delia, no necesariamente por la performance de Trinca sino por la construcción de su personaje, extremadamente duro y arisco en el presente narrativo, responsable de un desequilibrio que puede confundirse con una ligera misoginia. En los últimos minutos (luego de la aparición de Angela Molina y el cantante Roberto Vecchioni como una pareja con décadas de relación a cuestas), el film se desvía hacia un carril esperanzador, casi de comedia romántica, que de ninguna manera puede leerse como irónico. Seguramente se trata de una claudicación ante los así llamados gustos populares, apoyada por el “nadie se salva solo” del título. Aunque, claro está, también en la vida real, a veces, se dan finales felices.
En este tipo de narraciones puede ocurrir que algún espectador se sienta identificado o conozca alguna persona que lo esté viviendo. El film en algunas escenas tiene una estructura teatral. Cuenta con las buenas actuaciones de: Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca, quienes son los protagonistas dado que la historia gira en torno a ellos, salen a flote distintas situaciones de la pareja y se apoya un poco con los flashbacks. Sergio Castellitto sabe muy bien manejar la cámara y crear buenos climas. Tiene buenas canciones, además del cameo al cantautor Roberto Vecchioni como Vito. Pero le faltó haber explotado alguna subtrama, una vuelta de tuerca y posee varios clichés.
"Nadie se salva solo" no es solamente un título sino una especie de mensaje que lleva implícita esta película del actor-guionista-director Sergio Castellitto, al que acompaña su mujer, Margaret Mazzantini, una irlandesa con apellido italiano que se encargó de la novela y del guión de esta obra. La historia es una serie de pesadillas vinculares que salen a la luz en lo que puede ser la primera o la última cena de un matrimonio que entró en crisis y en el que la pareja intenta definirse en lo individual y en lo familiar. Recordar el pasado cercano donde todo fueron mieles será una puñalada para el presente de Delia y Gaetano. Ella es nutricionista y vamos reconociendo a través de sus recuerdos y sus traumas por qué eligió esa profesión. Gaetano es guionista, bohemio, despeinado aunque en sus ratos libres le gusta boxear, es así como conoce a Delia, que tiene su consultorio en un gimnasio de Roma donde ella fue a evadirse de lo que pasaba en su casa. Son dos personalidades muy diferentes en lo afectivo, si bien tienen en común la pasión. Se enamoran, tienen dos hijos y luego de algunos años todo va perdiendo brillo y frescura, todo es pelea y desencanto, rutina y separación. En esa larga noche en donde intentarán saber la razón del fastidio que se tienen, algo esperado pasará y a la vez, lo inusual, la pieza que no encaja quizá sea una luz de esperanza para este matrimonio tan humano. Un trabajo destacable de Jasmine Trinca que transforma su rostro, lo dulcifica, lo endurece, lo envejece y vuelve a tener luz. En el caso de Riccardo Scamarcio, podría decirse un atorrante lindo con todas las letras. A mí se me hizo un poco larga y reiterativa para marcar las etapas del deteriorio; sin embargo, me engancharon ciertas escenas muy bien logradas, con muy buena fotografía, postales que crean clima: unos papeles cayendo del puente, los desgraciados, Delia y Gaetano arrodillados frente a lo que parece un templo y cuando se abre el plano... puf, la sorpresa. Unas luces en el restaurant vacío que se balancean, una boda muy particular y hasta un "recen por mí" (hasta acá llegó la Franciscomanía). Una comedia, con mucho de tragedia a la italiana pero que rescata a seres que nos podemos encontrar a cada paso y no nos costará comprenderlos y querer que les vaya bien.
Donde hubo fuego… Delia y Gaetano están casados y tienen dos hijos. Hace poco tiempo se separaron. Los dos se encuentran para cenar y discutir las vacaciones de sus hijos. Pero claro, más allá de pases de factura, también repasarán su frustrada historia de amor. Ella dejó la carrera de nutricionista por amor y él es un guionista con más porrazos que vuelo. Y desde esa mesa, tan cargada de reproches y contrastes (en otras mesas hay alegrías) se deja ver a través de evocaciones el pasado de esa pareja que empezó como tantas otras, con mucha ilusión, muchos ardor, y que después se fue estropeando por distanciamiento, engaños, cansancio. Con ese tema se han hecho películas buenas y malas. Y a esta hay que ubicarla entre las flojas. Aquí el matrimonio Castellito el absoluto responsable: Sergio dirige y la guionista es Margaret Mazzantini, su esposa y madre de sus cuatro hijos, una pareja que puede hablar con propiedad de amores, guiones y la crianza de niños. Pero lo que se muestra es superficial, convencional, lleno de lugares comunes. Encima, los personajes son estereotipados y el “italianismo for export” (gritos y exagerado histrionismo) queda tan expuesto que el pintoresquismo (fiestas hogareñas) se vuelve patético. No hay sutilezas ni segundas lecturas ni miradas novedosas. Todo es allí, simple, vulgar y conocido.
Este loco amor loco La mayor duda que despierta este filme es la razón de su título, que solo se devela en una frase como al pasar en uno de los tantos diálogos con que se construye esta pequeña y hermosa historia de amor sin conclusión, en formato de película. De la misma manera que la muy buena producción francsa “Mon Roi”, en cartel desde hace un tiempo en la Argentina, la realización está construida a partir de escenas que van conformando un recorrido y un todo, pero de contenido diferente. La francesa es una revisión de su propia historia por parte de un personaje. Aquí se trata de una pareja en estado civil incierto, desde hace muy poco tiempo en estado de inestabilidad, desconcierto y desconocido, en posible ruptura definitiva, o no, se encuentran a cenar para discutir cómo manejarse con sus hijos, como seguir viviendo o no. Gaetano (Riccardo Scamarcio) y Delia (Jasmine Trinca) han pasado, a pesar de su corta edad, por todas las vicisitudes que puede vivir una pareja. La narración es un repaso de su historia de amor, odio y posible desamor, empezando por el primer contacto, el enamoramiento, la pasión, y el pasaje a la construcción del amor. La llegada de un hijo como consecuencia, y la llegada del segundo en términos de intentos de confirmación y recuperación de algo que se está diluyendo. La rutina que desplaza indefectiblemente al otro, las peleas, las dudas, las reconciliaciones, el fin o el principio. Plagada de detalles, poseedora de una delicadeza formal que atrapa, seduce y mantiene el interés, la obra se va construyendo a partir de escenas retrospectivas, volviendo al presente en ese restaurante, durante esa cena que debía ser para planificar el verano con los hijos y termina siendo una revisión de su vida en pareja, reproches y perdones incluidos. Por supuesto que esto se debe principalmente al guión, traslación de la novela del mismo nombre de la escritora Margaret Mazzantini, siendo esta la tercera colaboración entre Sergio Castellitto, el director, y la autora, matrimonio en la vida real. Pero no podría sostenerse, más allá de las virtudes narrativas, sin la banda de sonido que constituye cada escena, las formas elegidas para relatarnos una historia y sin el desempeño de la pareja de actores, Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca, quienes hacen creíbles en todo momento a sus personajes, la empatía es con ambos, y eso gracias al director que ama a sus criaturas, no las juzga, y se nota. Una bella y delicada película sobre la ruptura, que enamora, vaya la contradicción. ¡Ah! Falta la frase: “El error ha sido pensar que encontraríamos todo en una sola persona”. Descubra quien la dice.
Nos habíamos amado tanto Como en la reciente Mon roi, Nessuno si salva da solo de Sergio Castellitto recrea el nacimiento y la destrucción de una pareja a partir de flashbacks que recortan ese vínculo con pequeños momentos que trazan un todo. La diferencia es que mientras en aquella película francesa el punto de vista desde el cual llegaban los recuerdos era el de la mujer y se reflexionaba de esa manera sobre los roles que representan lo masculino y lo femenino -incluso de la mirada de uno sobre el otro-, aquí son ambos ex amantes los que parecen invocar a los fantasmas durante una fría cena para “negociar” las vacaciones de los dos niños que han quedado como fruto de aquel vínculo. Si bien este tipo de historias representan una suerte de subgénero instalado fuertemente en el cine europeo, y en el imaginario de tanto drama romántico, Castellitto lo aborda con una energía singular y una pasión identificable con “lo italiano”: hay excesos de tono y en las actuaciones, y en ese sentido funcionan perfectos desde la autoconsciencia los protagonistas absolutos del film, Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca. Los intérpretes saben cuándo exacerbar los climas, cuándo apostar al reposo, y en todo momento hacen creíble ese vaivén de amor/odio sobre el cual se construye el film. Si el director tiene un gran acierto, es el de transmitir las emociones de sus personajes y entre tanto ir y venir a través del tiempo, desarrollar una superficie de absoluta melancolía sobre esta pareja autodestructiva. Su apuesta formal, totalmente moderna desde la velocidad que imprime el montaje, es bastante básica pero efectiva. Es que los problemas de Nessuno si salva da solo no tienen tanto que ver con la repetición de una fórmula, sino más bien con el protagonismo que adquieren las palabras por sobre las imágenes. La película es una adaptación de una novela de Margaret Mazzantini, esposa del director. Y el film no parece poder desprenderse del peso literario, ni tampoco de cierta misoginia que se da en la despareja construcción de personajes (algo que se podría adjudicar velozmente a su origen italiano): mientras él luce más complejo y carismático aún en sus dobleces, el personaje femenino se posiciona desde el presente del relato en un lugar incómodo de indefinición e incluso ingratitud. Esto no sólo hace desigual la disputa ante los ojos del espectador, si no que le quita un poco de razón a su justificado desdén. Si bien la película parece jugar con este estereotipo, no es una autoconsciencia que alcance para justificar la construcción del personaje. De todos modos, para el final quedará el epílogo de la película, que ingresa en un territorio de optimismo algo ramplón y que es más discutible y polémico que todo lo anterior, aunque también es cierto que está contado con cierta supresión del verosímil que buscaba el resto del descarnado relato. Después de toda la basura que los ex cónyuges sacaron de debajo de la alfombra, se produce un pase de magia por el que los personajes comienzan a verse, tal vez, de otra manera; recuperan un poco de la vieja chispa. Es claramente un final falso que busca la emoción impostada del espectador y que poco tiene que ver con los tramos de verdad amarga, de honestidad brutal, que la pareja se había espetado durante todo ese ring de boxeo verbal que protagonizado durante 90 minutos.
El amor hace trampas. A los veinte años muestra una cara, que no es tan parecida a la que se ve diez años después y a veces es totalmente opuesta cuando se llega a los cuarenta. Por allí pasa el foco de la trama del realizador y actor italiano Sergio Castellito, basada otra vez en una novela de su esposa Margaret Mazzantini, con quien había trabajado ya en "Volver a nacer". Gaetano y Delia atraviesan la crisis de la mediana edad. Están separados y se encuentran en un lujoso restaurante para cenar y de paso coordinar qué van a hacer con las vacaciones de sus dos hijos. Pero este tema es una excusa. El motivo de la charla se dispara hacia el desgaste de una relación que empezó con ternura, sexo, pasión y frescura, pero terminó con todo eso hecho pedazos. Ella es nutricionista, él es un escritor, y las frustraciones laborales en una Roma no tan generosa en oportunidades para todos, también los lastima. Y reciente el vínculo. Con algún punto de contacto hacia "Mon Roi" en cuanto a la forma de abordar la crisis de la pareja, "Ninguno se salva solo" también evoca a la secuela de Richark Linkater ("Antes del amanecer"/"Antes del atardecer"/"Antes del anochecer"). Quizá no por el registro casi teatral de esta trilogía, sino porque el nudo es el amor en su laberinto y la manera en que el paso del tiempo convierte en piedra lo que parecía oro y casi nunca sucede a la inversa. La película no deslumbra, pero sí funciona como espejo de lo que pasa en muchas relaciones de pareja. Y sobre el final tiene una vuelta de tuerca que suma. Es a partir de irrupción de una pareja veterana (la mujer es Angela Molina), en la que se plantea la finitud de la vida. Desde allí, el concepto del amor cambiará para Gaetano y Delia. Y quizá sorteen las trampas del reloj.
Si hay algún lugar seguro en Nessuno si salva da solo es el exquisito gusto musical de Castellito a la hora de incluir canciones. En una secuencia se escucha Tower of Song de Leonard Cohen, una perfecta combinación de máscaras para hablar de la escritura, el pesimismo existencial y la vejez, interpretada con la hermosa calma que precede a una tormenta: “Pues mis amigos se han ido/y mi cabello está gris./Me duele en los lugares donde solía jugar/y estoy loco por el amor/pero me voy a ir/Solo pago mi alquiler a diario/en la torre de la canción.” Y en consonancia con la letra, el paso del tiempo y el amor gastado le juegan una mala pasada a la eléctrica pareja protagónica, a tal punto que el núcleo de la película será una discusión durante una cena en la que intentarán negociar las vacaciones con sus hijos. Desde ese lugar saltarán fugazmente los fragmentos de un pasado donde la pasión y el sufrimiento se convertirán en moneda corriente, no sin ciertas dosis necesarias de humor “a la italiana” en las que el sexo y la comida se asocian a través de rituales patológicos (un guiño, tal vez, al gran Marco Ferreri con quien el director trabajó en La carne en 1991 y a una tradición que hizo gala de ello). Gaetano y Delia se conocen y se relacionan compulsivamente. Cada uno vive sus frustraciones. Ella pelea con sus trastornos alimenticios mientras él experimenta su condición de escritor frustrado. La fórmula es gastada y navega sobre un mar de tantos exponentes vistos en la historia del cine que es difícil naufragar en buen puerto. Apenas ciertos destellos de humor y sensibilidad alcanzan a disimular la afectación de planos que rozan lo publicitario o la pretensión de diálogos poco soportables de cuna burguesa. La energía es retomada de a ratos en esa fisicidad que adquieren los encontronazos de la pareja cuya química funciona en este marco dialéctico donde las palabras parecen balas (vienen de trabajar juntos en varios proyectos anteriores). El presente en el restaurant es de rostros espectrales y reproches constantes. Las lágrimas se confunden con las risas histéricas, gestos que se corresponden con el tono de la historia, sostenido a base de sobresaltos emocionales y experiencias compulsivas. No hay nada que reprochar en términos de energía. Castellito la vuelca en las actuaciones de Scamarcio y Trinca, en esta montaña rusa de sentimientos encontrados y de inseguridades donde lo único certero es la vieja idea medieval del amor como lucha. El problema son los subrayados verbales e icónicos (por ejemplo, un ring de boxeo) que le restan poder alusivo a un filme donde todo está dicho. La mirada es bastante lineal y el plan narrativo muy esquemático. Mientras ellos hablan, se insultan, bajan la voz para volver a discutir luego, una amenaza ramplona se cierne sobre una mesa vecina. Una pareja mayor (Ángela Molina y Roberto Vecchioni) disfruta de su conversación pero no puede disimular su interés por los cruces dialécticos de Gaetano y Delia. Castellito trabajará meticulosamente esta cuestión, como si de un escritor estratega se tratara (por ahí aflora el fantasma del libro base que se adapta), para caer en un fortuito encuentro final con sospechosa actitud consejera senil que no escatima en frases hechas de raigambre literaria (una de ellas, de claro eco borgeano, más precisamente de Las ruinas circulares, cuando el personaje de Molina conjetura “¿Y si todos fuéramos soñados por alguien?”). La previsible metáfora ahoga cualquier atisbo de sorpresa y un simpático desenlace intenta remediar lo insalvable: el trazo grueso de la moral esperanzadora. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
Amore all’italiana “Nessuno si salva da solo” es una película que trata sobre uno de los temas más frecuentados en todos los tiempos: el conflicto de pareja. Los personajes protagónicos son Delia y Gaetano, quienes integran un matrimonio con dos hijos pequeños, familia que está atravesando una profunda crisis debido a la separación de los cónyuges. El relato se ubica sobre una delgada línea entre el melodrama de formato televisivo y la novela psicológica. Haciendo equilibrio entre ambos extremos, el director Sergio Castellitto propone una catarsis, de estructura teatral, que implica sacar a relucir los “trapos sucios” de una relación, hasta lograr una especie de alivio sanador que aunque no resuelve ninguno de los problemas, al menos libera a los personajes de las tensiones reprimidas y contenidas. Basado en una novela de Margaret Mazzantini (esposa de Castellitto), el relato, de estilo naturalista, comienza cuando Delia y Gaetano están separados y se encuentran en un restaurante para organizar las vacaciones de los chicos. El tema a discutir es cuánto tiempo van a estar con el padre y cuánto con la madre, y esas cosas. Ella es la más dura y rígida, está plantada en una posición que no parece estar muy dispuesta a la negociación amigable, en tanto que él se muestra un poco más accesible y expectante. Ambos están muy serios y se tratan con esa mordacidad sutil con que las parejas suelen agredirse en la intimidad. Ese encuentro en el restaurante, que se hace interminable, parece durar toda una noche. Ellos dos, sentados a la mesa, empiezan a hacerse infinidad de reproches, que dan pie a oportunos flashbacks que van exponiendo todos los detalles de la historia del matrimonio y cómo fue que llegaron a esta instancia del presente. En ese aspecto, la narración sigue un orden cronológico: la serie de raccontos comienza desde el día que se conocieron y va punteando sobre cada uno de los acontecimientos más significativos por los que atravesó la pareja: el sexo, la convivencia, la presentación a los padres de cada uno, el nacimiento de los hijos, el trabajo, la rutina, los miedos, los complejos, la sensación de fracaso, los celos, las infidelidades... no deja ningún tópico sin tocar. El encuentro mismo en el restaurante va atravesando por distintas instancias, con violencia y llanto incluidos, hasta que las aguas parecen calmarse y la historia sugiere un final abierto. Por tratarse de un tema tan común y de una historia sin sucesos extraordinarios, sino más bien una estandarización histriónica de la experiencia matrimonial de los jóvenes de estos tiempos, el valor y el interés de “Nessuno si salva da solo” está dado por la capacidad de los dos actores protagonistas para componer sus personajes y lograr transmitir la complejidad de sus emociones, ante una cámara que está todo el tiempo sobre ellos, tratando de registrar hasta esas situaciones que nadie querría hacer públicas, esas cosas que pasan puertas adentro de una casa o muy en lo profundo y privado de la psiquis. El mérito es de los actores Riccardo Scamarcio (Gaetano) y Jasmine Trinca (Delia), quienes tienen una intensa química entre ellos y consiguen darles a sus personajes una infinidad de matices, lo que contribuye a enriquecer el relato. Y como detalle simpático, Castellitto utiliza un recurso también muy teatral, al cruzar en el camino de los jóvenes a una pareja muy mayor, que evidentemente ya ha pasado por muchas batallas e intenta darles alguna lección de vida, que nunca está de más, interpretada por Ángela Molina y Roberto Veccioni.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Dirigida por Sergio Castellitto, Nessuno si salva da solo (2016) transita diferentes emociones que no le serán indiferentes al espectador. Pasado y presente de un matrimonio distanciado que repasa los momentos que consolidaron su actualidad, durante una cena. Delia (Jasmine Trinca) y Gaetano (Riccardo Scamarcio) están separados y se encuentran en un restaurante para planificar las vacaciones de sus dos pequeños hijos. Pero lejos de ser una velada amena, en la cena comienzan a acordarse de distintas situaciones compartidas. Momentos que no sólo le permitirán al público conocer la intimidad de la relación que los une, sino que también los protagonistas irán esclareciendo aspectos de sus vidas. Castellitto retrata una temática desarrollada en numerosos films., como por ejemplo Mon Roi, estrenado este año. Y su particularidad es que extiende la problemática que atraviesan los personajes hasta sus padres, de forma un poco psicológica. Porque la influencia ejercida en la niñez y adolescencia, sus decisiones y formas de actuar, repercute directamente en el accionar de Delia y Gaetano. Esa vinculación entre lo pasado y lo presenta se manifiesta a lo largo de toda la película. Las interpretaciones de Trinca y Scamarcio son sobresalientes y consolidan una relación matrimonial absolutamente verosímil. Risas, llantos y fuertes discusiones les permiten demostrar su versatilidad actoral. La escueta aparición de la reconocida actriz Ángela Molina es un guiño para el público. El poético final de la película de Castellitto es acertado y le imprime aire a una historia tensa que, por momentos, parece no tenerlo. A lo largo de Nessuno si salva da solo se van adhiriendo situaciones que posibilitan comprender un todo. O al menos, intentar hacerlo.
Nessuno si salva da solo (You Can’t Save Yourself Alone), directed by Sergio Castellito, tells the story of Gaetano (Riccardo Scamarcio) and Delia (Jasmine Trinca), a broken couple that meets for dinner and to discuss their children’s imminent holidays. As expected, such an occasion prompts them to think about their relationship’s origins as well as the faults and mistakes made along the way. Remembrances come and go, good and bad times, the agony and the bliss altogether in a series of recollections. By the end of the evening, they might not be happier, but they will have learned something important about themselves. The main problem with Castellito’s feature is not necessarily its overworked formula to tackle the history of a romantic relationship gone awry. Of course, having two people sitting for dinner to talk to explain viewers what happened to them is not exactly the best possible departure point. Even with the flashbacks, the whole narrative structure feels too static and lifeless. But in the hands of a talented director, with the right actors, engaging dialogue and moderately inspired scenes from a marriage, the result could’ve been decent enough. But Nessuno si salva da solo can’t do such a trick. It’s not a total disaster, that’s for sure, but it’s frustrating nonetheless. It’s not much of an insightful or personal exploration into what made this couple fall in love and then fall out of love. For an anatomy of a separation, it lacks a distinctive gaze. It even has a too soft approach to complex circumstances. So you get the usual scenes depicting a somewhat workaholic husband — and also a cheater — with his devoted wife, also a somewhat fragile woman at times. He’s good looking, has a good heart despite his flaws, manages to be a decent father for most of the time, and often makes wrong decisions that leave his wife out of the picture. She is pretty and luminous, shy at first but then self assured. She’s a good mother, puts up with the marriage’s frustrations and still loves her husband. In the end, they still love one another, but they just can’t be happy together. In formal terms, think of your average TV movie and you’ll have an idea of what Nessuno si salva da solo looks like. That is to say, it has a rather flat mise-en-scene, pretty motionless camerawork, merely correct photography and unexpressive sound design — except for the musical score, which is pretty annoying. And while the actors do their best to give some credibility to their lines, the truth is that this is the kind of dialogue that spells out almost everything to viewers and doesn’t have much of a subtext. In addition, famed actress Angela Molina shows up in the film’s last 20 minutes or so, in a role that’s as underwritten as it’s artificial. production notes Nessuno si salva da solo / You can’t save yourself alone (Italy, 2015). Directed by Sergio Castellito. Written by Margaret Mazzantini. With Riccardo Scamarcio, Jasmine Trinca, Anna Galiena, Marina Rocco, Massimo Bonetti, Valentina Cenni, Massimo Ciavarro. Cinematography: Gian Filippo Corticelli. Editing: Chiara Vullo. Running time: 103 minutes.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030