Lugares comunes Dos amigas en sorda disputa. Comedia a puro cliché. Es probable, muy probable, que esta película sea bien recibida por un público fanático de las comedias románticas. Dos amigas íntimas, una de ellas a punto de casarse, enfrentadas por el amor de un hombre. Tema convocante; tratamiento prolijo y liviano. No hay nada de malo en este último punto: hablamos, después de todo, de un filme de género. Pero aclaremos: una cosa son las convenciones y otra, distinta, la repetición de clichés hasta el infinito. El eco de un eco. Pasemos a los personajes. Rachel (Ginnifer Goodwin), abogada de bajo perfil, que acaba de cumplir 30 años y está sola, en crisis. Darcy (Kate Hudson), su amiga egocéntrica y frívola. Dex (Colin Egglesfield), novio y futuro marido de Darcy, amigo desde la facultad de Rachel, que fue la que lo conoció primero y se lo “entregó” a su amiga de un modo consciente o inconsciente. Y Ethan (John Krasinski), ácido amigo de la modosita Rachel... En medio de la indefinición de la película, que jamás termina de decidirse entre el humor y los dilemas morales (en ambos casos es ineficaz), Ethan parece ser el único predispuesto a la comicidad. Por ejemplo, al referirse a un balneario al que viajan todos, refunfuña: “Es como una película de zombies dirigida por Ralph Lauren”. Y así. Nada que no se escuche, con más frecuencia, en cualquier sitcom. El personaje de Hudson es absolutamente paródico y detestable. La intención, obviamente, es no convertirla en víctima. Los de Goodwin y Egglesfield, que deberían llevar el peso del adulterio, son tibios, ajenos a la empatía. Y, aunque tengan 30 y sean profesionales, se comportan como niños... pusilánimes, sin siquiera provocar gracia. Hay personajes secundarios de trazos muy gruesos, alguna mirada discriminatoria (hacia la gordita del grupo: siempre anhelante, siempre marginada, siempre medio tonta) y mucho, mucho lugar común. Al final, el filme amenaza con convertirse en saga.
Una historia con sabor a arena No me quites a mi novio (Something borrowed, 2011) se basa en la primera novela de Emily Giffin, Something Borrowed. Tanto esta como el resto de su bibliografía se encuadra dentro del subgénero romántico Chick lit, cuya característica principal es el abordaje de “asuntos de las mujeres modernas” desde la “ligereza” y “liviandad”. El resultado es una transposición acorde a su material larval. El opus tres de Luke Greenfield (Animal (2001) y La chica de al lado (2004)) plantea un virtual triángulo amoroso entre Rachel y Darcy (Ginnifer Goodwin y Kate Hudson respectivamente), mejores amigas desde tiempos inmemoriales -aunque ya allí había una cámara de fotos dispuesta a retratarlas-, y el timorato Dex (Colin Egglesfield). Él está a punto de casarse con Darcy, a quien conoció seis años atrás durante una salida con su compañera de facultad, Rachel. Ante la inminente llegada de las sortijas ajenas, y justo en el noche de la celebración de sus 30 años, Rachel y Dex pasan la noche juntos y hacen tambalear la estabilidad emocional del trío. Si hay algo que no puede reprochársele a Greenfield es el empecinamiento en evadir la dispersión del espectador, dándole ya desde el primer fotograma el marco emocional en el que se desenvolverán los protagonistas. Pero lo breve no siempre implica capacidad narrativa; a veces, como en este caso, es todo lo contrario: personajes diagramados con fibrón y unidireccionales cuyo gramaje apenas supera la horizontalidad. En ese línea, todas sus acciones se circundan a la resolución del conflicto –nada novedoso, por cierto- entre el amor reprimido contra la amistad en apariencia indeleble. Y los pocos intentos de adosarle líneas argumentales que lo trasvasen son superfluos y débilmente trabajados. Allí está el personaje del padre de Dex, autor de uno de grandes one-liners del año al suplicarle al hijo que “deje lo que esté haciendo” con la buena de Rachel “porque esa chica de no es su clase”. La unicidad emocional de los personajes le quita el escaso verosímil que propone Greenfield. Se sabe que la amistad y el amor son quizá los dos fenómenos más inexplicables de las relaciones interpersonales, pero el descarado egocentrismo de Darcy choca de frente y con ruido ante la pulcritud y serenidad de Rachel y Dex. Hasta ellos reconocen su manía por ocupar el centro de atención en cada evento social. En ningún momento del film Darcy cede; sino que recibe compulsivamente para nunca dar. De hecho su amorío nació así, con su amiga cediéndole en bandeja a su anhelado compañero facultativo ante la impávida actitud de éste. Lo más grave es que la concepción centrípeta y efímera de Darcy se traslada a todo film ya que Greenfield decide concentrarse más en el endiosamiento de su modelo de vida y forma de ser que en entender los por qué de su condición. Proceder lógico, por cierto. Sobre todo si se trata de la adaptación de un beach-read bestseller.
Romance entre tontos El problema con las fórmulas y los lugares comunes es que cuando la película que las aplica no funciona, todo queda aplastado bajo su peso. No me quites a mi novio es una comedia romántica y, como tal, repite fórmulas, pero lo hace mal, con personajes malos, actores que no funcionan, ideas pobres y poca valentía. Lo que queda es una película entre tantas, que intenta hacernos reír pero no lo logra, que quiere endulzar los corazones pero nos deja bastante fríos. Un problema fundamental de No me quites a mi novio es Kate Hudson, al igual que el de cualquier otra película que la incluya en su reparto. Sería difícil rastrear el origen de la mentira que es Kate Hudson como actriz, pero si uno creía que no podría verla en una situación peor que la de Nine, estaba equivocado. No es muy complicado: Kate Hudson no es graciosa. No lo es. No es su culpa, bastaría con que dejaran de intentar venderla como protagonista de comedias. Uno podía decir: muchas actrices no son graciosas pero son lindas. El problema es que Kate Hudson nunca estuvo tan fea como en No me quites a mi novio; parece vieja y no podría seducir a demasiada gente. Si, además de lo mal que está Kate frente a cámara, sumamos el hecho de que su personaje es francamente insoportable, no queda mucho con lo que trabajar. Pero su personaje no solo es insoportable, la película quiere mostrarlo como insoportable y, por tanto, resulta despiadada. Más allá de dos o tres momentos de fidelidad de amigas, el personaje interpretado por Kate Hudson queda retratado como un ser frío, egoísta, narcisista, prepotente, mentiroso y francamente feo. Crear semejante cosa y no darle ni siquiera un poco de compasión (es, después de todo, la víctima) es maltratar mucho a un personaje. Pero la realidad es que aunque Kate es el nombre más conocido dentro del elenco, a la película le importa más bien poco. Todo gira en torno a la morocha protagonista, con su cara inexplicablemente horizontal, su flequillo, su sonrisa de “soy tan tímida pero buena”. La película está enamorada de su protagonista y el público pasa a cumplir el rol del mejor amigo falsamente gay: escuchar durante más de una hora y media sus lamentos y confesiones de por qué el chico que le gusta no está con ella. Después de patética, la cosa se vuelve molesta; tanta ida, tanta vuelta, tanta conciencia preocupada por la familia, tanto histeriqueo no hacen más que revelar lo que sospechábamos desde un principio: todos los personajes de esta película son insoportables. Este muchacho de ojos azules, tan bueno que quiere ser maestro, es francamente un pelmazo y lo mejor que uno puede esperar es que se quede solo el resto de su vida. Pero no, la película no se juega por nada; al final por una cosa o por otra todos terminan siguiendo felices con sus vidas y no hay conflictos, no hay nada, solo unas camisas que la mujer tiene que buscar en la tintorería para su nuevo novio perfecto. El único personaje que resulta más o menos humano, más o menos creíble/querible está interpretado por el único actor del elenco que puede hacer comedia: John Krasinski. Es el único en toda la película que dice algo medianamente lógico, el único que tiene algunos chistes buenos (“South Hampton es como una película de zombies filmada por Ralph Lauren”), pero cuando lo vemos caer de amigo de la infancia (que, por supuesto, en algún momento se hace pasar por homosexual) a amigo triste que siempre estuvo enamorado en silencio, la última chispa se desvanece, la película asesta su último golpe de infinita mala leche y lo que nos queda al final es verdaderamente nada.
Anexo de crítica: Si de comedias románticas fallidas se trata, No me quites a mi novio es un elocuente botón de muestra de la torpeza a niveles insólitos que confunden histeria femenina con algo parecido al humor. Si sólo se tratase de la poca química de las dos parejas en cuestión con una Kate Hudson más ridícula que de costumbre no hubiese sido tanto el mal rato aunque la gracia y la comicidad nunca lleguen al convite. Nada funciona y eso en una película liviana es muy pesado para el espectador.
Poco amor y menos amistad gracias a un guión que no consigue divertir demasiado Rachel y Darcy son amigas desde siempre. Se quieren mucho, tanto que aunque sean completamente opuestas y se lo pasan compitiendo hasta por los zapatos hay que aceptar que sigan juntas ya cerca de cumplir los 30. Aunque Rachel (Ginnifer Goodwin) sea tímida y apocada mientras Darcy (Kate Hudson) busque ser siempre el centro de atención. Tal es su afán de protagonismo que consigue enamorar y comprometerse para casarse con Dex (Colin Egglesfield), compañero de estudios de su amiga que, obviamente, está enamorada de él. Más drama de enredos que comedia romántica, No me quites a mi novio funciona en dos registros incompatibles representados por sus personajes centrales. Rachel, que Ginnifer Goodwin interpreta como si el film fuera un drama, acepta el maltrato de su amiga y la indecisión del objeto de su afecto con una pasividad que hace muy difícil tolerarla. Y lo mismo pasa con el personaje de Hudson -actuando en una comedia que no es tal-, que de tan egoísta y egocéntrica hasta llega a dar pena, después de irritar mucho a todo el que se le pone enfrente. Incluido su novio, interpretado por Egglesfield con casi nula expresión y el aspecto del Tom Cruise de hace quince años. Si bien el costado romántico de la película no aparece nunca, tal vez el punto más débil de No me quites a mi novio sea el poco respeto que tiene por sus personajes centrales. La amistad entre Rachel y Darcy es representada como una colección de malas pasadas, resentimientos y declaraciones de amor incomprensibles. Un par de personajes secundarios interpretados por John Krasinski y Steve Howey dan un poco de respiro a un guión escrito por alguien que nunca escuchó hablar de comedias románticas ni amistades femeninas.
Dos amigas, el novio de una, el amor de la otra y un tercero, que es amigo, confidente pero quiere ser algo más. ¿Les suena conocido? Bueno, de eso se trata esto. Realmente mis líneas iniciales dan cuenta de que “No me quites a mi novio” no es una historia que no hayamos visto alguna vez, y aunque intenté buscar algún punto a favor, solo puedo decir que es la típica película que las mujeres nos gusta ver un domingo a la tarde. Y es todo. Rachel (Ginnifer Goodwin) acaba de cumplir 30 años y se da cuenta que no ha logrado mucho de lo que se propuso en su vida. Es una abogada laboriosa e inteligente que sigue estando sola cuando ya podría estar casada y con hijos. Darcy (Kate Hudson) es su mejor amiga. Bella, carismática e insoportable a la vez, es quien está a punto de casarse con Dex (Colin Egglesfield), compañero de la escuela de leyes de Rachel y de quien ella está profundamente enamorada. En su fiesta de cumpleaños sorpresa, algo cambia el curso de sus vidas cuando ambos pasan una noche juntos. Y ahí surgirán los entretelones de esta cinta, donde ella comenzará a ver la otra cara de su amiga Darcy, entenderá cómo y por qué siempre ha quedado relegada en la historia entre los tres, y deberá decidir entre ser fiel a su mejor amiga o a sí misma. En el medio de este trío, está Ethan (John Krasinski), gran amigo de Rachel y quién la acompañará en la búsqueda más sana para resolver su situación. En términos generales, el filme no goza de mérito de ningún tipo, salvo la actuación de John Krasinski que levanta cada escena en las que participa y le da ritmo a una historia que viene en caída. “No me quites a mi novio” se torna por momentos muy aburrida, sin elementos que permitan excluirla de la lista de las clásicas comedias románticas que rápidamente quedan en el olvido y que resucitan solo para televisión. Los momentos de tensión narrativa se disipan en escenas de menor importancia y los momentos de no-inflexión quedan invertidos por momentos de menor importancia narrativa pero si de valioso contenido a nivel de creación de la escena, las actuaciones, y los diálogos. (ver a Ethan cuando habla con Rachel en Londres). La Kate Hudson de “Casi Famosos” es solo un lindo recuerdo, sus últimos filmes son todos iguales y en ellos, vuelve a repetir sus mismos gestos, sus mismas caras (de nada) y su misma actuación. Pareciera que una está viendo la misma película como si fuera una gran secuela. ¡Lamentable! Ginnifer Goodwin desarrolla un papel bien pero sin mucho lucimiento actoral. Colin Egglesfield, es una cara muy bonita que aún no sale de pose de modelo de donde surgió. Las escenas de perseguir a Goodwin pareciera que viene Terminator y no un joven enamorado (si no me creen, miren el tráiler). Efectivamente, el trabajo de su director Luke Greenfield no es nada relevante. El guión adaptado del best seller de Emily Griffin podría haber estar mejor elaborado . Y a modo de reflexión en la última línea, que Hudson comience a cambiar el rumbo de su carrera porque se va a pique como este filme. Una pena.
Rachel es una prestigiosa abogada de una importante firma de Nueva York, que pasados los años, todavía permanece soltera. Todo se complica cuando al celebrar su treinta cumpleaños, termina la fiesta acostándose con el prometido de su mejor amiga. Hay dos amigas, una rubia, la otra morocha, una narcisista y egocéntrica, la otra sumisa y complaciente, una a punto de casarse, la otra como siempre obligada a ver desde afuera. Esto se revierte la noche de su cumpleaños, cuando Rachel (Ginnifer Goodwin) se acuesta con Dex, el prometido de la otra. Por supuesto que una industria tan moralizante como esta condena los cuernos, a menos que estos estén justificados. La otra es una arpía, hace años que la maltrata, ella le robó al novio en primer lugar, el cual está secretamente enamorado de la chica buena y ella siempre lo amo. Por supuesto que el engaño tiene sus motivos, nadie podría dudar de semejante lista. La película empieza entonces un ida y vuelta que se extiende a lo largo de unos pesados 107 minutos, enredándose una y otra vez en una idea simple a la que se le buscó dar un grado de complejidad que nunca tuvo. Hay aspectos que incluso se pasan de ridículos, como que en pleno 2011 un joven quiera casarse con una chica fiestera, sin plata ni familia de renombre porque el padre lo obliga, o que el personaje de John Krasinski, el cual sobró durante hora y media, se declare a la protagonista en una de las formas más forzadas que el cine jamás conocerá. Lo que realmente se padece de esta historia es que aproximadamente al minuto 40 los amantes se declaran su amor y sus deseos de estar juntos, pero como queda más de una hora por delante empieza a girar en círculos como si quisiera llegar a una duración preestablecida. Respecto a las actuaciones, a Krasinski le habrán pedido que haga su papel de Jim Halpert en The Office y a Kate Hudson que repita las escenas más insoportables de How to lose a guy in ten days, porque realmente es insufrible. El resto debe lidiar con unos personajes tan trillados que se puede hasta adivinar literalmente lo que dirán a continuación. El toque de la guionista Jennie Snyder, que viene del ámbito de la televisión, está muy presente en una película en la que los problemas aparentan ser más serios de lo que son y en la que nadie trabaja y se pasa la mitad del tiempo en la playa (debe ser porque lo último que escribió es la nueva generación de 90210). Por otro lado está Luke Greenfeld, quien no tiene una extensa carrera como director, con solo dos comedias previas, una muy mala como Animal y otra bastante entretenida titulada The girl next door. A pesar de que en una tuviera más mérito que en la otra, por lo menos en ambas buscaba entretener. Ciertamente no había realizado una "comedia romántica" que de comedia no tiene nada, pero que es repetitiva hasta el hartazgo, que falla en numerosos aspectos y que parece invitarlo a que vuelva a hacer filmes sólo para televisión.
Poco romance y de gracia, casi nada Lejos de los buenos viejos tiempos, Hollywood hace mucho que parece entender el género comedia romántica como un encadenamiento de pavadas dirigido a un público de mujeres. A veces hay pavadas graciosas y también pavadas románticas simpáticas de ver. Sí, bueno, pero no es el caso. Como su título local lo devela de antemano, «No me quites a mi novio» es el relata la discordia entre dos mejores amigas (concepto al que ni falta que hace ponerle comillas) por el amor del mismo hombre. La tímida abogada Ginnifer Goodwin ama al impávido Colin Egglesfield, quien está a punto de casarse con la insoportablemente egocéntrica Kate Hudson. Entre los secundarios hay una chica excedida de peso y ¿por ende? con la autoestima a ras del suelo. Vale decir que, si es por la «construcción» (ahora sí comillas) de los personajes, éstos sólo podrían mostrar algún rasgo tridimensional si las comedias románticas también se filmaran en 3D. En lo que concierne al argumento, imagine lectora lo que sigue y sorpréndase de sus aciertos. Del elenco digamos que Ginnifer Goodwin no está del todo mal, considerando lo que le hacen hacer desde luego, y que su filoso amigo John Krasinski salva las papas cuando aparece, y eso únicamente porque él es un notable comediante que se dirige solo. Por lo demás, como se basa en un best seller que tiene secuela, todo indica que esto va a seguir, por lo menos, en otra película.
Si en Hollywood hacen estas películas calcando guiones anteriores y cada año tenemos dos o tres parecidas; si las situaciones y los personajes se desarrollan a partir de planteos que rayan lo inverosímil, digo yo: ¿No sería justo que yo agarre por ejemplo el comentario de Amigos con Derechos, le cambie la ficha técnica, un par de frases y lo entregue a la redacción? Digo, así todo es más rápido y conciso. Es un aliciente contra el hecho de haber visto No me Quites a mi Novio. Se lo pregunté así al director de la página, pero no prosperó. Pucha digo, me podría haber tocado en suerte la de Woody Allen. En fin, vamos allá, como dice Obelix. En este caso hay dos amigas de toda la vida. Darcy (Kate Hudson) está a punto casarse con Rex, el hombre del que Rachel (Ginnifer Goodwin) está perdidamente enamorada. A su vez a Rex (Colin Egglesfield) siempre le gustó Rachel pero se va a casar con su mejor amiga porque… ejem… bueno, la razón no está en el guión así que invente ud la que quiera. ¿Hace falta aclarar algo más? Si. Ethan es un gran amigo de Rachel y está en la película como el famoso y nunca bien ponderado consejero-consolador. ¿Y por qué está tan interesado en el bienestar de su amiga? Adivinó. Siempre estuvo enamorado de ella. ¿Vio que tengo razón? El mayor error del director Luke Greenfield, es jugar su historia muy al borde de lo inverosímil. Es como si el también subestimara la inteligencia de sus personajes ya que el único elemento sostén de la trama es la baja autoestima de Rachel. Para trabajar este estado de ánimo, el director se ocupa de meter algunos flashbacks en los cuales el espectador asiste a situaciones en las que hasta las sillas de los bares se dan cuenta de que Rachel y Rex se gustan. Ellos no. Aunque ronda el pensamiento de "¿como le voy a gustar yo?" en el clima de las escenas, físicamente ocurre otra cosa con las miradas y el cuerpo. Sólo queda pensar que ambos son bastante idiotas. El catalizador de la retracción de los dos lo pone Darcy, una mujer que Luca Prodan describió perfectamente en la canción “La rubia tarada” de Sumo. Además es egocéntrica posesiva y soberbia con su mejor amiga y el mundo en general. No obstante esto Rachel, que vivió y vive bajo la sombra de Darcy, insiste en jamas fallarle a su mejor amiga. Casi masoquista. Los 117 minutos de película sirven para redundar las situaciones en una playa y en bares mientras el casamiento está cada vez más cercano. El guionista se apiadó (un poco) de todos metiendo de vez en cuando a Ethan, por suerte interpretado por John Krasinski, el único que entendió No me quites a mi novio y pone los únicos momentos rescatables de la película. La típica selección de temas de la banda de sonido son tan caprichosos que deben haber salido del estéreo del auto de alguno de los productores y la partitura original es demasiado edulcorada y por momentos satura. Uno ve la película y puede anticipar que se viene el pianito emotivo. Llegará el momento de mamarracho total con la escena en la que el padre del nene le dice que se olvide de ella porque "no son de nuestra clase" esto es: Gente sin plata. Ah! Cierto! Casi lo olvido. Rachel y Rex tendrán su momento íntimo para replantearse todo, hacer el amor y confirmar lo que ya sabíamos...Se aman. Y como ya lo sabíamos, podemos aprovechar el tiempo que ellos se toman para charlar el tema en la cama y darnos cuenta del talento de Rachel para tener sexo toda la noche y amanecer perfectamente peinada y maquillada. Como si hubiera estado con Casper. Supongo que no va a molestarse en preguntar si todo termina bien. Caer en el simplismo de decir que este tipo de cine tiene su público es sencillamente subestimar la inteligencia del espectador y la cantidad de años que uno lleva viendo películas. No. No voy a decir eso porque no quiero cargar con esa culpa. Con el guión de No me Quites a mi Novio, Migré hubiera hecho una tira de medio año. Por eso lo de si termina bien o mal es relativo. Fíjese que no contento con este mamarracho, en medio de los créditos Greenfield inserta una última escena que no alcanza a calificar como gag, pero se cierra con un “continuará”. Espero que el cartelito se haya referido al resto de los créditos.
Siempre hay un roto para un descosido El amor suele ser complicado. O a la ficción le conviene que así se presente para construir si ya un drama, la imposibilidad; si un culebrón, la extensión anual de sus capítulos, y si una comedia, los enredos que suspendan transitoriamente el encuentro final. La comedia romántica, que en estos tiempos anda a trompicones, es un género que por su materia primordial ostenta una aceptación popular que se sostiene a pesar de que el contexto posmoderno haya licuado el amor y especialmente que los productos que el cine ofrece bajo ese rubro en sus últimas entregas (salvo honrosas excepciones: 500 días con ella, la argentina Plan B) pequen de anquilosados, aburridos, estúpidos, normativos y, por sobre todo, poco entretenidos. Ante cada aparición de un filme de estas características uno se ilusiona, prueba y termina entregado (como en la vida real) a una nueva decepción. No me quites a mi novio (basado en el best seller chick lit “Algo prestado” cuya continuación “Algo azul” se deja entrever por desgracia en los títulos finales -estos elementos más “algo nuevo” y “algo viejo” son los que la tradición encarga a la novia que debe llevar en la boda-) cumple, a rajatabla y empeñosamente, con todos y cada uno de los errores que Hollywood viene cometiendo con el género. Rachel (Goodwin) festeja sus 30 años. Es abogada de un bufete importante en Nueva York y no le gusta ser el centro de atención. Pero su mejor amiga Darcy (Hudson), extrovertida, frívola, narcisista y sin profesión u oficio a la vista, le organiza la consabida fiesta sorpresa. Que no es sorpresa ni siquiera para la homenajeada (que por cariño incondicional a su amiga pone su mejor cara de asombro). De la misma también participan, entre otros, Claire (Williams) la “gordita” del grupo, enamorada casi desesperada de Ethan (Krasinski) el amigo confidente y leal de la protagonista, escritor en ciernes; Marcus (Howey), guarro, bruto, en calentura constante y amigo de la infancia y recién reencontrado de la tercera pata del triángulo amoroso, Dex (Egglesfield), también abogado y carilindo. Rachel y Dex se conocieron en la universidad y compartieron todo ese tiempo sin animarse a revelar(se) sus sentimientos. Cuando se reciben, Darcy aparece convocada al evento por su amiga y con su desparpajo se queda con el muchacho, un poco porque la rubia está bastante bien y dispuesta, otro porque la morocha se hace la desinteresada y otro porque un hombre siempre tiene que aceptar “la oferta” para ser hombre. Así llegamos al hoy con los preparativos de una boda a la que le faltan los días suficientes para que lo que en seis años no sucedió, suceda (y admitámoslo de una puta vez: lo que no fue en su momento, no lo será nunca jamás, por más que sigamos girando en derredor de esas vidas y por más películas de amor que pretendan demostrarnos lo contrario). Idas y vueltas, enamorados que aman a otros que aman a otros, -a los gritos o en secreto-, traiciones y mentiras se hilvanan en el filme durante sus interminables más de 100 minutos para alcanzar lo que se sospecha desde un comienzo. Y eso no está mal, es parte del contrato que como espectadores firmamos. El problema es el entre, el durante usado para desarrollar la historia. Los treintañeros que protagonizan estos encuentros y desencuentros sufren de una histeria que ni siquiera es creíble en adolescentes. Nadie niega que las etapas se hayan alargado en la vida real y hoy en día se actúe un peterpanismo eterno, pero para eso sobra con un espejo y no la mediación del arte. Es realmente insoportable el histerismo que en este caso se adosa al egoísmo y a la negación. Los personajes construidos patéticamente (pero sin buscar ese resultado) y con todos los clisés deambulan sus miserias en lugares cool, ultrasofisticados y de alto poder adquisitivo (restaurantes, mansiones, casas de veraneo en The Hamptons) que en lugar de atraer nuestro deseo los expone más ridículamente. El guión al resaltar los defectos consigue, en lugar de humanizar a los personajes, volverlos poco queribles y sin posibilidad de empatía alguna: Rachel es incapaz de ver la realidad y se victimiza sin asumir su responsabilidad y nos termina por hartar; Dex juega a dos puntas con una naturalidad asombrosa para ser “el” galán y por si fuera poco cuando lo hacen responder siguiendo los mandatos paternos en cuanto a clase y diferencia social lo arrojan a un abismo del que ya no podemos rescatarlo; en cuanto a Darcy su nivel de egocentrismo que aparece desde el primer minuto, su ignorancia manifiesta y hasta casi festejada y su no registro para con el otro llegan al clímax en la necesidad de “castigarla” a través del sexo y así conseguir emparejarlos y justificar las traiciones. Por lo tanto no sorprende que el conservadurismo y los roles heteronormativos estén a la orden del día: mujeres mostradas como madres y si son profesionales, incompletas sin el hombre (una de las últimas escenas con la camisa de Dex que le compró Darcy y que fue a buscar a la tintorería Rachel mientras él está sentado casi con las piernas abiertas en un banco de la calle esperándola es sencillamente repulsiva), hombres prehistóricos o niños inimputables, pero machos, y la recurrencia a lo diferente (gay, gordo) desde el humor más básico y discriminador, son sólo algunas de las maravillosas ideas sobre las que se asienta este insufrible film. Que además se queda sin tema ni gracia ni bien arranca y estira lo inexistente hasta lo imposible. Sin timing ni ingenio, apenas las apariciones de Krasinski son un remanso de coherencia, inteligencia, humor y humanidad. A propósito, Ethan, su personaje, en un momento le grita a Rachel que ella y Dex se merecen, que son tal para cual, y esa realidad es tan inapelable y tan cierta que uno no puede sino salir del cine aplaudiendo el happy ending, que en este caso funciona como condena y nos hace creer que el mal a veces paga
Aventuras sentimentales La obra está basada en el best seller de Emily Giffin "Algo prestado", una joven escritora de treinta y pico de años, que fue a la escuela de leyes y quién sabe si no tuvo un problemita como el de la protagonista. El caso es que lo escribió y lo hizo tan eficazmente que ya va por la tercera de la serie con un éxito bárbaro. Es el tipo de novelas para adolescentes y jovencitas donde aparecen chicas lindas, clase media, estudiantes o con buenos empleos y que de una manera u otra se involucran en aventuras sentimentales, tienen grupo de amigos divertidos y su vida transcurre entre cambiar o no de empleo, lidiar con el jefe, ganar un poco más o mudarse de departamento. JOVEN TREINTEAÑERA En el caso de Rachel White, es una linda chica de cercanos treinta años, abogada y empleada en una firma de abogados con un jefe imposible. Típica chica buena, muy buena con amiga de nombre Darcy. Con ella son compinches desde la infancia. Se quieren mucho, por eso nunca pensó Rachel que una mañana, luego de una noche de juerga, se despertaría y tendría como compañero de cama al novio de Darcy, Dex. Y para mal de males, siente que se llevó muy bien y quiere seguir la relación. Cuando el asunto persista y llegue el casamiento de la amiga, la cosa se va a poner espesa. Otra aventura está por comenzar y el límite entre lo bueno y lo malo no va a ser tan claro de ahora en adelante. "No me quites a mi novio" es una liviana comedia, con algunos malentendidos, protagonistas muy jóvenes y muy lindos, bien vestidos, a la moda y de Manhattan. Las heroínas de "No me quites a mi novio" son como las chicas de "Sex and the cities", no mueren por el galán de moda pero por ahí andamos y aunque no hagan estallar el shopping con sus compras, nunca aparecen mal vestidas, ni fuera de tono. Enfin, un entretenimiento juvenil, para no demasiados exigentes, con amoríos, decepciones y lindos trapos. Los actores, los de moda, la hija de Goldie Hawn, Ginnifer Goodwin y un grupo de gente de series como "La Ley y el Orden" y "The Office".
Un mal paso de comedia Dos amigas tienen al mismo hombre como objetivo de sus vidas. El muchacho fue novio de una de ellas y está a punto de casarse con la otra. Al día siguiente de su cumpleaños número 30, una de las chicas amanece en la cama junto a su ex novio. A partir de esa circunstancia los caminos a transitar no son muchos. El límite entre lo humorístico y lo patético es lo que distingue a una buena comedia y en el filme de Luke Greenfield falta ese equilibrio. Pero más allá del conductor de la película, la falla principal se encuentra en su guión. En una comedia el acuerdo básico es tomar todo desde un mismo ángulo y soslayar lo hiriente, porque su existencia no es pertinente. Crueldades injustificadas, presentadas como gags, y risas que bien podrían ser lágrimas enmarcan esta confusión que no satisface ni a la comedia ni al drama.
No le pidas peras al olmo... y tampoco le pidas a Hollywood que salga de sus 2 o 3 comedias románticas repetidas de cada año. O sea No me quites a mi novio no puede defraudar a nadie, porque no se puede entrar esperando otra cosa. Pero dentro de eso esperable, la película es como una mina histérica que no sabe que quiere de la vida, pero que va y viene teniendo a todos a su alrededor... para no contar nada. En los últimos 20 minutos de la historia, que quizás sobren... la peli va y viene con la historia, amagando distintos finales... y la verdad cansa. Por el resto tiene lo clásico del producto... lindos temas pops, caritas simpáticas, lindas escenografias (Nueva York) y con una muy linda fotografía. También le pifian con el galancito que eligieron... tiene menos onda que foto de Villa La Angostura lleno de cenizas... el pibe solo sirve para foto de publicidad de perfume en cuero... nada más! Tiene los chistecitos lógicos y esperables y por ese lado está bien. Pero realmente, todo lo del final, es como un acto de rebeldia o no se que de los guionistas... que no era necesario. Para una salida en pareja super light... no está mal. Y después a recrearse de otra manera.
El novio de mi mejor amiga Ginnefer Goodwin (conocida en nuestro país por la la serie de HBO, "Big Love") es de esas actrices del segundo pelotón que van buscando hacerse un lugar en las grandes ligas... Lugar donde ya llegó Kate Hudson, nueva reina (categoría veinteañeras) de la comedia romántica americana. Los que crecimos viendo a Julia Roberts, Meg Ryan, Helen Hunt y muchas otras, somos reacios a aceptar esta nueva generación, un poco porque su nivel actoral es más bajo y otro poco porque nos cuesta digerir la mediocridad de los productos de los que ellas participan, de manera que un género brillante en otra época hoy en día se encuentra en un nivel creativo bajo. Muy bajo. Goodwin tiene ángel y viene en ascenso, pero que tenga condiciones no significa que haya que arrojarla a la arena para que los leones se la devoren. Quiero decir, ya Kate Hudson es limitadísima (su madre, Goldie Hawn era una comediante en serio), el protagonista masculino es lindo pero inexpresivo (el inglés Colin Egglesfield, de series como "Melorse Place" y "All my children") pero la adaptación del libro en que está basado la película (del mismo nombre, flojo pero vendedor texto de Emily Giffin) no le da ninguna chance de redondear otro film que sume. Así como en otras ocasiones Goodwin brilló como secundaria ("He's just no that into you", por ejemplo), aquí la película le sobra de todos lados y sus esfuerzos por sobrellevar la carga de un protagónico son inútiles: "Something borrowed" es de las peores exponentes de su género en el año. ¿Tan así? Sip. Tan así. Luke Greefield, el director, ya venía incursionando en producciones similares pero todavía no se desprendió de la liviandad con la que encara habitualmente sus trabajos televisivos (nunca se destacó por su habilidad para generar buen material, sino piensen que dirigió "The animal" con Rob Schenider!) y elige narrar esta historia, con lo que tiene, un elenco flojo y un material literario de dudoso valor. La previa no ayudaba a convencerme... En general me da la impresión que la maquinaria hollywoodense "apura" demasiado a las actrices jóvenes en busca de nuevas estrellas, sin medir los costos de desgastarlas en películas flojas que no le suman a nadie. Especialmente a ellos (hablando desde los números estrictamente). Pero insisten. Pienso en los films de Katherine Heigl, Lindsay Lohan, Jennifer Garner... La mayoría, malos, muy malos... Buscando renovar rostros que vendan, hay chicas que queman etapas demasiado rápido. Y es una pena. Creo que surge gente con talento que si sigue fallando tanto en la taquilla terminará lejos de donde merecería estar. No llegan a madurar y deben protagonizar quizás antes de sumar el rodaje necesario para tal desafío. Eso es lo que pasa aquí. "Something borrowed" es un film de los que desaparecen de la cartelera en un par de semanas. Es de los que no vale el precio de una entrada. "Algo prestado" es la historia de dos grandes amigas. Desde pequeñas, han compartido todas y cada una de las etapas de su vida. Rachel (Goodwin) es una prolija y obediente abogada que siempre creció a la sombra de la espontánea y alegre Darcy (Hudson). Se llevan muy bien a pesar de ser diferentes. Aunque ahora, Rachel está atravesando una etapa muy feliz, está a punto de casarse con un gran partido, Dex (Egglesfield) y está planificando su boda con esmero. Accidentalmente, Rachel y Dex tendrán que compartir tiempo juntos (Darcy es demasiado volátil e inestable) y pronto se encontrarán hablando sobre cosas que compartieron en el pasado (fueron compañeros en la Universidad). Esto que se despierta entre ellos empieza a amenazar la intención de Dex de casarse. Rachel tiene sensaciones encontradas con respecto a lo que debe hacer y termina decidiendo por hacer lo que siente, iniciando un peligroso sendero de desencuentro con su mejor amiga. Si vieron "My best friend wedding", bueno, casi que vieron esta cinta. Cambiamos algunas cosas pero la esencia es la misma. No, perdón, aquella estaba protagonizada por Julia Roberts y la secundaria que se lucía era Cameron Díaz. Aquí no tenemos esa suerte. Todas nuestras fichas estaban con Goodwin, pero su imagen de "girl-next-door" no alcanza para sostener la historia de principio a fin. Y está sola eh, el resto del cast parece de utilería. Tremendo. Hace tiempo que no veo algo tan anodino y chato, sin gracia ni vuelo. Ni siquiera en las escenas "locas" (que este tipo de films tiene), hay emoción y clima. No se como será el libro original (fue bestseller en 2005 creo y hasta tiene secuela -"Something blue", en referencia obviamente a las cosas que debe llevar la novia que se casa) pero su adaptación a la pantalla fue fallida, sin dudas. Olvidable y aburrida, "Something borrowed" es un paso en falso para un grupo de carilindos actores en ascenso. Veremos como siguen su carrera, aunque están perdiendo crédito y deberían saberlo.
Poner los Cuernos como algo Tierno Something Borrowed o el "brillantísimo" título en castellano No Me Quites a Mi Novio, es la nueva ¿comedia? romántica que anda dando vueltas por las salas cordobesas y que de lejos puede presentar una tentación para las novias, las amigas, las salientes... ¡No se dejen engañar mujeres!, esta vez la decepción es para los 2 sexos. Dirige la película Luke Greenfield, un tipo que hasta el momento ha tirado cada tanto algún bodrio como "Animal" con Rob Schneider o "La Chica de al Lado", que es mucho más respetable que la 1ra, pero aceptémoslo... tampoco es una joyita del género. Protagonizan Kate Hudson (Como Perder a un Hombre en 10 Días), la nueva cara de las bobadas romanticoides Ginnifer Goodwin (Simplemente No Te Quiere), el carilindo Colin Egglesfield (Vampires: The Turning... ¿?) y John Krasinski (The Office), una mezcla bastante bizarra si me preguntan a mí, pero es sólo una opinión. El film es una puesta en escena insoportable sobre 2 amigas enamoradas del mismo hombre, una de ellas tímida (obvio) interpretada por Ginnifer Goodwin y la otra super extrovertida (más obvio) en la piel de Kate Hudson, que es con quien está a punto de casarse el pibe en cuestión, Colin Egglesfield. El tema es que la tímida siempre estuvo enamorada de él, pero nunca se animó a disputárselo a su mejor amiga, hasta que una noche de borrachera decide tirar la chancleta y se acuesta con el prometido. A partir de ese evento se irán sucediendo una serie de cuestiones que harán que la película pase de Guate Mala a Guate Peor. Ah... ¡y casi me olvidaba del personaje de Krasinski!! que vendría a ser el amigo eterno de la tímida y que está más pintado que bocina de avión, ya que no aporta absolutamente nada y es una mala copia de Rupert Everett como confidente de Julia Roberts en "La Boda de Mi Mejor Amigo". Para no dar muchas vueltas, la historia es muy trillada, trata de mostrar la infidelidad y la traición entre amigos como una cuestión ¿tierna?... ¿Se supone que uno va al cine con su novia o la saliente a ver esta peli y luego se quedan comentando sobre lo tierno que es cuando los protagonistas en pos del amor se ponen los cuernos incansablemente?? En fin, eso no es lo peor, sino que llegando al final, hay como 3 vueltas de rosca que intentan despistar al espectador en una estrategia tan histérica que hace que uno termine odiando a los 4 protagonistas. No recomendable en absoluto, ya que existen cintas de este tipo con un nivel mediocre que superan este perno, que es más aburrido que quedarse un sábado mirando el techo.
La historia es muy esquemática y se puede adivinar desde el comienzo paso a paso lo que va a suceder y cómo va a reaccionar cada personaje. El guión no tiene chispa, es bastante lento, demasiado largo y no contiene escenas muy cómicas, ni románticas al punto de...
Los adultos de treinta y pico actuando como adolescentes de secundarios jamás suelen ser divertidos: esta no es la excepción. Si a eso le sumamos lo exasperante del melodrama que compone Goodwin y de que Hudson acapara la atención por su personaje de celosa insoportable, una criatura despreciable en cada uno de sus “momentos” en pantalla, la cosa no parece ir mejor. Los (innecesarios) flashbacks colocados torpemente aquí y allá solo están para estirar la historia.