Mezcla fallida de thriller, acción, y comedia negra, la última película de Tommy Wirkola (Hansel & Gretel: Cazadores de brujas, franquicia Zombis nazis) presenta a un Papa Noel más que particular y violento (David Harbour) que decide salvar a una familia acaudalada. En las vísperas de Navidad la familia Lighthouse se reúne en su mansión e inesperadamente es tomada como rehén por un grupo de asesinos que desea quedarse con la suma millonaria que se esconde en la casa. El Papa Noel que llega a salvarlos se ve conmovido por el pedido de la niña de la familia y saca su lado más salvaje para acabar con todos los asesinos. Los métodos a los que recurre este Santa teñido de rojo son extremos por demás, un desparramo de sangre al estilo gore y huesos rotos. Lo fallido de «Noche sin paz» no es que Papa Noel decida matar a todos de las formas más fatales posibles, sino que pendule entre esa violencia y la historia naif y color rosa de la familia unida y los deseos cumplidos. Estos tonos contrapuestos entre sí hacen que la película alterne la violencia de los asesinatos – por momentos ya aburren los recursos que se utilizan – y la historia de los protagonistas buenos del filme, un Santa emotivo, una niña con deseos navideños tiernos y todo lo predecible en este tipo de historia. El relato se torna monótono, y con lugares comunes. Ni la violencia que Wirkola introduce ni los tonos más amables son suficientes para que la película resulte tolerable. Un filme fallido en todo sentido (el guión es básico y predecible). En su extensa duración «Noche sin paz» genera hartazgo y aburrimiento, con música de villancicos mezclada con muertes sangrientas y tiroteos por doquier.
Una noche de festejos obligados, termina de la peor manera para una familia que no se soporta. Por suerte al «oh, y ahora quién podrá ayudarnos», aparece Papá Noel, harto de todo y borracho. Una fiesta de sangre y villancicos, David Harbour en su mejor momento.
Cuando un equipo de mercenarios irrumpe en Nochebuena dentro de un complejo familiar adinerado y toma como rehenes a todos los que están dentro, no estaban preparados para un defensor sorpresa: Santa Claus está en el edificio y a punto de demostrar por qué este Santa Claus, no es ningún santo. Tal la síntesis oficial del filme, cuyo titulo original es “Violent Night” (Noche Violenta) que se ajusta un poco mejor a lo que el filme termina mostrando. David Harbour interpreta a Chris Kringle, un Santa Claus amargado
Cada año, una película con temática navideña aterriza en los cines. Esta vez, "Noche sin Paz" plantea un Santa Claus muy distinto, desaliñado, que se refugia en el alcohol, personificado por David Harbour. El verdadero Santa debe hacer lo de cada año, repartir los regalos…pero esta vez se involucra para defender a los poderosos Lightstone cuando se conmueve con la pequeña Trudy. De qué se trata? 👉 La archimillonaria y dividida familia Lightstone se reúne en su mansión para celebrar las Fiestas, pero no cuentan con que un grupo de mercenarios liderado por Scrooge (John Leguizamo) va a atacarlos esa misma noche para robarles una importante suma de dinero que la matriarca Gertrude (Beverly D'Angelo) guarda en la bóveda de la casa. Su hija Alva (Edi Patterson), su marido Morgan (Cam Gigandet), su hijo Jason (Alex Hassell), su ex-mujer Linda (Alexis Louder) y la hija de ambos Trudy (Leah Brady) completan el cuadro familiar junto a muchos empleados encargados de custodiarlos. A la casa llega este particular Papá Noel sin imaginar que le espera un festín de violencia que tiene mucho de gore. El mismo se encarga, con la complicidad de Trudy de atacar a cada uno de los delincuentes La película dirigida por el noruego Tommy Wirkola es un intento fallido plagada de excesos y previsible. Conclusión: Si bien fue osado hacer un film de acción Navideño diferente, el espíritu de dicha fiesta no condice con el festival de sangre y sonido de huesos rotos permanente. Es menester aclarar que el film no es apto para menores.
El problema principal de la Noche sin paz radica en que por momentos abusa en endulzar la película con un mensaje navideño. Es por eso que cuesta encasillarla: ¿Es una película para adultos? Por la violencia, la acción y el tipo de humor que maneja, seguro que si.
Si el cuento se llama Noche sin paz podemos imaginar que el Santa Claus que lo protagoniza es bien distinto al de la mayoría de los relatos navideños. El que nos ocupa tiene el clásico semblante bonachón de todos los de su especie, barba blanca y unos cuantos kilos de más. Pero también luce desganado, molesto porque ya nadie parece entender cuál es el espíritu de las Fiestas y con ganas de colgar para siempre el traje rojo y blanco, mientras trata de olvidar en compañía de unas cuantas cervezas alguna desavenencia conyugal. Pero enseguida descubriremos, junto al “recuerdo” de la borrachera que deja sobre el cuerpo de una sorprendida mujer, que este contrariado Santa Claus (un perfecto David Harbour) no se resigna a cumplir con su misión para que los regalos lleguen en tiempo y forma a manos de los chicos que se portaron bien. La más ansiosa en esa espera es Trudy Lighthouse (Leah Brady), la heredera más pequeña de una familia multimillonaria, cuyos padres y tíos esperan la Navidad como momento ideal para disputarle la herencia a una abuela (Beverly D’Angelo, otra víctima de la mala praxis en las cirugías estéticas faciales de algunos famosos) siempre malhumorada. El problema es que también sueña con esa recompensa una banda ultrasofisticada cuyo líder es un latino (John Leguizamo, muy divertido) que odia la Navidad y que se hace llamar apropiadamente Scrooge. Así las cosas, el escenario empieza a tornarse familiar para los memoriosos de cierto cine navideño muy popular. Hay intrusos en casa amenazando niños (como en Mi pobre angelito) y una operación criminal a gran escala (como en Duro de matar). Frente a ellos aparece nuestro agobiado Santa Claus, que primero trata de evitar problemas, pero decide reaccionar cuando siente que no lo dejan hacer lo que le corresponde. Planteadas así las cosas, no es casual que uno de los productores de Nadie esté detrás de este proyecto. Y mucho menos que se haya unido con David Leitch, uno de los artífices de Deadpool y John Wick. La impronta y el estilo de este trío de creaciones recientes atraviesa toda la trama de esta atípica fábula navideña. Los personajes emplean todo el tiempo un lenguaje crudo, cargado de referencias irónicas, insultos y palabrotas. Y alrededor de ellas no tarda en explotar un delirante festival de sangre, violencia y cuerpos destrozados coreografiado de un modo muy similar al de sus referentes. Es la representación más extrema de los trucos que Macaulay Culkin ejecutaba en Mi pobre angelito para escarmentar a los intrusos. Con un especialista como Tommy Wirkola (que ya dirigió dos aventuras de zombis enfrentados con nazis) y un elenco muy compacto la diversión parece garantizada para cierto público que disfruta los relatos de acción mezclados con sangre a borbotones y mucho humor negro. Lo más original de esta historia, detrás de una trama familiar expuesta de manera bastante pueril, es cómo permanece intacto detrás de un cuadro tan violento y tanta gente indeseable el genuino espíritu de la Navidad. Es el mejor chiste de todos.
Llega la época navideña. Algunos la odian, otros la aman, a otros los pone tristes, y aquellos que nos gusta hacer regalos, quedamos pobretones por un mes. Pero también vienen las películas de dicha temática, que también es usada (a veces y con diferentes resultados), para hacer comedias negras. Ese sería el caso de Noche sin paz. Esta vez se nos muestra a un Papá Noel un poco borrachín, que, en su noche de trabajo, se encuentra en una finca que es asediada por un grupo de mercenarios en búsqueda de la fortuna familiar. Solo él podrá detenerlos y evitar que maten a todos. Si, la historia parece una estupidez, y lo es. Pero estamos ante esos casos donde solo buscan que sea funcional, para que conecte entre los momentos claves de la película; que, en este caso, son todas las apariciones que tiene David Harbour como nuestro Santa Claus alcohólico, al que se le presenta la oportunidad de volver a vivir; y dejar de hacer su trabajo solo por inercia y ya. Y con esto estamos diciendo que la película tiene varias escenas de violencia semi explícita. No vemos desmembramientos o como revientan cabezas, pero si los chorros de sangre que salen cuando fuera de cuadro pasa esto. Aparte de varias groserías dichas por todos los personajes; así que aconsejamos que esta película, no es una película navideña para ver con toda la familia. Diríamos que es más para ver con amigos. Y hablando del ya nombrado Harbour; es el alma de la película. No solo por el aspecto físico cercano al que tenemos de un Papá Noel (aunque sin ser tan viejo), sino por el cariño y alma que le pone a su personaje. El actor vuelve a demostrar que ya sea una serie, un tanque de superhéroes, una cinta menor de superhéroes, o estos proyectos que rozan lo independiente; él va a dar siempre lo mejor de sí. Pero como no todo en esta vida es perfecto, vale hablar de lo malo, y es la duración. Al menos en mi caso, no creo que casi dos horas sea lo que necesitaba Noche sin paz para ser entretenida. De hecho, tenemos varios momentos muertos o mega edulcorados, donde los minutos se estiran sin necesidad, cuando si se hubiera ido directo al grano, hubiéramos tenido una producción mucho más redonda y entretenida. En conclusión, Noche sin paz podría decirse que se posiciona como una de las mejores comedias estrenadas en cine este año. No la tenía muy difícil, pero de todas formas tiene bastantes méritos propios, y un protagonista que es imposible que no nos caiga bien.
Es un coctel explosivo, donde se pretende salvar el verdadero espíritu navideño, lejos de la presión del consumo desmedido contagiado de padres a hijos. Este papa Noel se presenta desilusionado, borracho, glotón y crítico. Amenazando con dejar de repartir juguetes a los chicos que lo merecen. Pero cuando se debe enfrentar a u n grupo comando que secuestró a una familia hiper-millonaria, enternecido con una niña que cree en él, todo se transforma. Aquí la película dirigida por Tommy Wirkola, escrita por Pat Casey y Worm Miller, toma el riesgo de un coctel explosivo que les salió bien. Santa recuerda su pasado de guerrero vikingo destrozador de cráneos y la acción se pone vertiginosa, sangrienta, exagerada, en una combinación que pudo haber perdido el equilibrio, pero que encontró el punto gusto de la diversión para un público de pre adolescentes para arriba que ama el gore y las cabezas aplastadas por docena. Hay referencias explícitas para “Mi pobre Angelito” e inspiración en “Duro de matar”. Pero por sobre todo está el magnífico David Harbour, transformado con justicia en estrella gracias a Stranger Things, que tiene un rol que solo {el pudo sacar adelante con maestría.
Recurrir a un mito dentro del cine para poder contar así una historia no es cosa nueva. Desde sus comienzos, el cine adoptó de lleno lo que el filósofo y experto en mitología griega Kerényi Károlyen denominó “mitologema” y que es la reutilización del mito como forma ritual de narración. Desde The Searchers de John Ford, que metió a la perfección La Odisea de Homero en su western canónico, hasta la más reciente y maravillosa Avatar de James Cameron que tomó a la más cercana Pocahontas, los mitos y narraciones bíblicas también, por qué no, supieron resistir la devastadora lapidación del tiempo y su consecuente olvido. Hoy en día a Hollywood tanto no le importan estos mitos antiguos, por lo que prefiere reciclar fórmulas cinematográficas que hayan sido un éxito en el pasado. ¿Se puede entonces una película canónica transformar en mitologema? La respuesta es no. Puede sonar irresistible, tentador, pero la función del cine es distinta a la del mito. Se puede hablar de tecnificación del mito, aquella que consiste en vaciarlo y utilizarlo de manera superficial. Una cáscara sin más. Eso, más la llamada inflación de Hollywood, donde de una Halloween terminan saliendo diez Viernes 13, siete Pesadillas y cientos de variantes más. Es decir, el cine ya utiliza el mito, lo recicla a su manera, siempre respetuoso. Esa misma reutilización ya se transforma en Mitologema, no se detiene una vez que fue reinterpretado por uno u otro, sigue funcionando las veces que fulanito o menganito tenga ganas. Para el cine, sin embargo, se denomina autoconciencia al hecho de adoptar tanto narrativa como estéticamente una obra y resignificarla, con toda la política y visión del mundo que su autor pueda abarcar en el tiempo que sea concebida. Tal es el caso de la generación de directores que en los 70 tomaron por asalto a la industria y a los Estados Unidos para contar las mismas historias, pero con la visión del mundo que se tenía en su momento. En 1988 John McTiernan no sabía que la película que estaba estrenando iba a cambiar el paradigma del cine de acción mundial, además de ser un quiebre dentro de la cultura cinematográfica de todos los tiempos. Duro de matar, entonces, llegó para convertirse en esa película homenajeada, manoseada, copiada, imitada pero jamás igualada, a la que tenemos que adosarle tantas películas similares. Los resultados artísticos varían y son pocas las que salieron airosas entre tanta demanda y producción. Lo descrito en éstos párrafos sirve de introducción para entender un poco cómo funciona la mecánica del cine actual y desde hace ya unos veinte años, y cómo puede una película actual, a casi cuarenta años del estreno de Duro de matar, adaptar su fórmula y transformar casi en mito a la película de los 80. Violent Night de Tommy Wirkola es una comedia fantástica y de acción que funciona como un mix entre la ya mencionada Duro de matar, El último gran héroe (también de McTiernan) y algo de Mí pobre angelito. Acá Santa Claus existe, anda en su trineo arrastrado por renos, se escabulle por las chimeneas y reparte regalos a los niños que se portaron bien. Además le gusta darle al trago hasta vomitar y ser tan malhablado como un camionero. En una de sus rondas nocturnas para obsequiarle algo a la pequeña Trudy, llega a una enorme mansión custodiada por un equipo de seguridad y habitada por la abuela de la niña, una mujer poderosa que recibe a su interesada y un tanto disfuncional familia. La única que parece no encajar en los dramas familiares es la ya mencionada nieta de la mujer, niña que aún cree en Santa e intenta comunicarse con él mediante un viejo walkie talkie que su padre le obsequió. Pese a los tirones entre uno y otro, todo parece marchar sin mayores problemas. Hasta que un grupo armado de ladrones irrumpe armado hasta los huesos reclamando a la dueña de la casa un motín millonario escondido en una bóveda de máxima seguridad. Santa, que le da duro al alcohol, se entretiene en una habitación y queda encerrado mientras el grupo que conforma a los villanos arrasa con todo lo que puede. Sin salida, deberá hacerles frente e intentar salvar al menos la navidad de la familia en peligro. Para ello se cagará a trompadas con cada maloso de turno, sin piedad, sin distinción de sexo ni raza, empleando los métodos más violentos y dolorosos que se hayan visto en cine en mucho tiempo. Bienvenidos a la llamada autoconciencia del cine en su máxima expresión. John McClane se disfraza de Papá Noel y cambia el Nakatomi Plaza por una mansión no menos lujosa. Si bien la fantasía intenta aludir a la fábula reparadora, marcando distancias entre casi todas las obras citadas con anterioridad, el resultado de Violent Night es lo suficientemente divertido y entretenido como para pedirle peras al olmo y no tomarla tan en serio. Es cine de evasión actual que prefiere tomar el género (el de acción, pero también la comedia) y hacer que funcione porque sus pretensiones son pocas, pese a que en ellas hay una visión del mundo, clandestina tal vez, pero interesante. Algo muy similar a la que McTiernan tenía cuando hizo El último gran héroe allá por 1993, salvando las distancias. Pero en esencia lo que hace funcionar a la película es que la mixtura entre dichos géneros es (valga la redundancia del término) generosa. No hay comedia parasitando cada segundo (cosa que viene pasando en muchas obras en los últimos tiempos), asfixiando al espectador con cientos de bobadas de las que funcionan cuatro o cinco como mucho. Las reflexiones sociales a partir de la ética y la moral de los personajes, realizadas en momentos donde la tensión saca lo peor de cada uno, permite al espectador reflexionar sobre la institución familiar, pues las tribulaciones que aquejan a aquellos parecen tan cainitas como las llevadas a cabo por los villanos. Mediante la violencia desmedida, los chistes guasos y alguna incorrección política un tanto barnizada, Violent Night intenta acercarse a una visión cínica y oscura del mundo, si bien termina por desbaratarla en pos de redenciones y un espíritu navideño condescendiente que la transforma en esa fábula reparadora antes mencionada. Pese a ello la película rinde, entretiene con buenas armas y es digna candidata a erigirse como nuevo clásico para las futuras navidades en familia. Yippee Ki-Yay, motherfucker!
Una inusual Nochebuena llega a los cines en forma de una comedia negra. Protagonizada por David Harbour, «Noche Sin Paz» nos muestra la otra cara de una de las fiestas más populares del mundo: una más cruda y sangrienta.
BADASS SANTA Todo se trataba de mezclar en las dosis apropiadas el típico cuento navideño de aprendizaje y redención con la violencia física de la saga John Wick, la premisa de Duro de matar y la acidez de films como Matar a Santa o Un Santa no tan santo. Con esa suma de ideas, en Noche sin paz, el director Tommy Wirkola, que venía de un tropezón bastante fuerte con What happened to Monday?, recupera su mejor nivel. Ese que le permitió hace no tanto tiempo entregar ese delirio divertidísimo llamado Hansel y Gretel: cazadores de brujas. La película hace confluir dos líneas narrativas: por un lado, tenemos a un Santa Claus (David Harbour en modo gruñón-sensible, que es lo que mejor le sale) ya totalmente desencantado, sumergiéndose en el alcoholismo y a punto de renunciar a su labor. Por otro, la reunión para las fiestas navideñas de una acaudalada y corrupta familia, donde la matriarca dicta las normas con mano de hierro y el resto de los integrantes acata, aunque todos tengan sus propias disputas y ambiciones. En ese contexto, un grupo de mercenarios encabezados por un John Leguizamo desatado -como casi siempre, aunque acá es pertinente- arriba a la mansión de la familia, dispuestos a tomar rehenes y llevarse una cantidad enorme de dinero. Pero claro, los criminales no contaban con un par de factores interrelacionados: que Santa iba a estar justo ahí para entregar los regalos (momento y lugar equivocados), que ese gordo señor tenía un pasado guerrero que le otorgó habilidades letales y que iba a estar motivado para salvar a una niña -la única persona realmente buena de todo ese núcleo familiar de ricachones- que todavía cree en él y en la Navidad. Lo que viene a continuación es tan predecible como divertido: peleas, tiroteos y explosiones, con Santa tratando de eliminar a los mercenarios uno por uno y buscando volver a creer en sí mismo mientras intenta rescatar a la niña. Wirkola cuenta esto no solo con efectividad y simpleza en el abordaje, sino también con espíritu destructivo, o más bien, deconstructivo. Al fin y al cabo, hay también un espíritu lindante con relatos como ¡Qué bello es vivir! o Milagro en la calle 34, donde el recorrido afectivo es lo que finalmente importa, aunque en el medio todo sea una lucha salvaje. Por eso hay también una secuencia que funciona como perfecto homenaje -con algo de relectura- a Mi pobre angelito: el film pugna por recordarnos que la Navidad siempre fue una época donde lo luminoso y la oscuridad, las miserias y las virtudes, suelen darse la mano y complementarse de formas inesperadas. Las casi dos horas de Noche sin paz se pasan volando, básicamente porque la apuesta del guión es por la diversión permanente -incluso se deja llevar por la subtrama de comedia familiar, que es de un trazo grueso explícito y deliberado, y por eso efectivo- y la puesta en escena de Wirkola va en sintonía con eso. Hay unas cuantas lecciones de vida, pero siempre remarcando el artificio de la narrativa navideña y acompañando lo que realmente importa: la acción desatada, con un protagonista que podría parecer inverosímil, pero que rápidamente se hace creíble desde su humanidad innata. Si Duro de matar era la película navideña por excelencia detrás de su molde espectacular, Noche sin paz hace el camino inverso: sus estereotipos navideños se ponen al servicio de la espectacularidad. Y lo cierto es que esa estructuración sale más que bien.
Noche Violenta es nueva producción de la compañía 87 North Productions fundada por David Leitch, uno de los directores de John Wick. Sus proyectos se concentran exclusivamente en el cine de acción y en el último tiempo ofrecieron buenos títulos como Nobody y la reciente Tren Bala que protagonizó Brad Pitt. En esta propuesta navideña combinaron el género que mejor dominan con la fantasía y la comedia de humor negro, en un espectáculo muy entretenido que sobresale por la labor de David Harbour. Su versión de Papá Noel es fantástica y le dio la posibilidad de destacarse como actor en un rol protagónico donde se aprovechó su carisma y talento. La dirección corrió por cuenta de Tommy Wirkola, responsable de la recordada película de terror Dead Snow (una de zombis nazis) quien en este caso elabora una especie de remake de Duro de Matar combinada con una versión sádica y sangrienta de Mi pobre angelito. El film funciona gracias al ritmo dinámico que el director le otorga a la narración con muy buenas secuencias de peleas y tiroteos y el contenido humorístico que resulta muy efectivo. Harbour encarna a un Santa Claus que perdió su fe en la humanidad y como John Mclane termina atrapado en una toma de rehenes durante el asalto a una familia millonaria. Noche violenta presenta un retrato brutal de los pobres Millennials adolescentes quienes son retratados como una pobre generación de idiotas. Los más chicos salen mejor parados. Un aspecto excéntrico del film es que más allá de la violencia y el baño de sangre que se desarrolla a lo largo de la trama, Wirkola consigue mechar un desquiciado mensaje de espíritu navideño que le añade un contenido bizarro al espectáculo. Dentro del reparto secundario tienen sus buenos momentos John Leguizamo en el rol de villano y una irreconocible Beverly D´Angelo (la recordada esposa de Chevy Chase en Vacaciones), quien arruinó su rostro con las cirugías estéticas. Si conectás con el humor negro que manejan los trabajos de Wirkola la película se disfruta muchísimo y queda la sensación que el Noel de Harbour está para continuar en otras historias.
Que fiesta espectacular que es esta película, no esperaba pasarla tan bien y reírme tanto. ¿Es estúpida? Por completo. ¿Eso la hace menos genial? Para nada. La idea de convertir a una reunión navideña que transcurre en una mansión y que todo emule al mismísimo Nakatomi Plaza y que Papá Noel sea John McClane, me pareció formidable. Además del genial homenaje que le hicieron a Mi pobre angelito (1990). No esperes solemnidad alguna, no esperes lógica. Aquí vas a ver a Papá Noel matando (masacrando) con un martillo a decenas de personas. Hay una backstory que justifica el por qué Santa Claus puede hacer eso y tiene su ingenio, pero poco importa. Como también poco importan los conflictos de la familia millonaria (en la mayoría un cast que no está a la altura del código). Los espectadores vamos detrás de David Harbour a toda risa y también es un placer reencontrarse con John Leguizamo como antagonista. Mención especial para la pequeña Leah Brady, digna sucesora de Macaulay Culkin. El director noruego Tommy Wirkola (Hansel y Gretel: Cazadores de brujas, 2013) nos mete en un frenesí bárbaro, dándonos una de las mejores películas navideñas de los últimos años.
¿Cómo zanjar la discusión de si Duro de Matar es un filme navideño? Remplezando a Bruce Willis por Santa Claus en esta remake espiritual ultraviolenta, demencial y muy graciosa. En el link la crítica escrita completa y la crítica radial completa, más informal, en versión de audio o de video, en los reproductores de audio solo de Spotify, o de YouTube con video. Noche Sin Paz es una película muy particular, tiene una idea muy interesante, tiene lo que podríamos decir un pitch para venderla que es muy bueno, que es el concepto de que unos maleantes con un grupo comando van a asaltar una mansión para hacer un robo en la nochebuena, pero justo está Santa Claus ahí, y va luchar contra esos villanos, para salvar a la familia. Con el agregado de que este Santa Claus no es un viejo bonachón, sino que tiene más la pinta de un hombre de mediana edad, interpretado por David Harbour, absolutamente alcohólico, depresivo, y con un pasado de ex guerrero; este argumento es demencial, y por eso a su vez funciona. La película vendría a ser como una respuesta al debate de sí Duro De Matar era una película de Navidad, una discusión que año a año vuelve aparecer en internet; en este caso parece que hubieran dicho: “bueno, hagamos duro de matar, pero que el personaje de bruce Willis sea Santa Claus, definitivamente va a ser navideña la película, sin discusiones”, y de hecho lo es. Además, al igual que otras películas navideñas, trata el tema del espíritu de la navidad, y en este caso, con este Santa Claus depresivo, es justamente el espíritu de la navidad lo que lo lleva a enfrentarse a esos maleantes, para salvar a la familia. La película es una mezcla de comedia muy negra, con acción; y por momentos, tiene algunas escenas más ligeras, que hasta nos remite a Mi Pobre Angelito, y sería un robo descarado, si no fuera que dentro del argumento esas escenas son así, porque uno de los protagonistas está muy entusiasmado luego de ver esa película; lo cual le da validez al guion en ese aspecto. Además, la escena es muy graciosa, pero con la diferencia que está película es sangrienta, entonces ya no es la versión para niños de Mi Pobre Angelito, sino la versión para adultos en los que se convirtieron aquellos niños en de los 90. El tono de la película está muy bien logrado, y aun cuando hay algún altibajo durante el metraje, es muy correcta la dirección y la forma de engancharnos que tiene la película. En las partes de comedia es donde más brilla, porque la acción es un poco más genérica; sin embargo, alguna de las escenas de acción que mezcla comedia con acción son realmente interesantes e inteligentes, y en algunos momentos cuándo es acción pura, también tiene buenos momentos, con algunas partes sorprendentes inclusive en alguna escena. El tráiler es bastante explícito sobre cómo es la película en cuanto al tono y el argumento, si lo han visto y le gustó, seguramente le gustará la película. Sin embargo, hay algo que no muestra el tráiler aunque si lo sugiere el póster y algunas tomas, que es que esté Santa Claus, sí bien es cierto, es mágico, puede entrar por la chimenea y tiene una bolsa que parece con regalos infinitos; también tiene su lado humano desde el punto de vista físico, y nos sorprende de sobremanera que cuando hay una de las primeras escenas de pelea, él termina sangrando, lo cual nos sugiere que puede morir, y eso le da humanidad, e importancia, generando un efecto de suspenso, porque sabemos que entonces puede no sobrevivir a esa noche, pero además eso le brinda un efecto de sacrificio a lo que hace, este Santa Claus va a arriesgar su propia vida por esta familia. En cuanto a la familia en cuestión, es súper millonaria, y tiene numerosos problemas, y muchos de sus integrantes tienen numerosos defectos, son un dechado de egoísmo, ambiciosos, inescrupulosos, sin ética alguna, y rapaces; excepto la niña que es la segunda protagonista luego de Santa Claus, que es una niña negra muy simpática y querible, aunque el resto de la familia es blanca, interpretada por Leah Brady, la cual es muy carismática, tiene un corazón muy puro; y que no va a dejar de creer en Santa, a pesar de todas las vicisitudes. Curiosamente, la película sí bien es cierto es muy violenta y muy sangrienta, especialmente en las primeras escenas donde llegan y matan a todos los empleados de la familia, tiene también su lado emotivo, tiene cierto corazón, y celebra el espíritu de la navidad, del cual hablan tantas otras películas del tema, y deja en claro que está remake espiritual de Duro De Matar, pero en una mansión, y con Santa Claus, es definitivamente una película navideña. Hay que destacar que las risas en el cine son muy fuertes, la gente se engancha de manera destacable, haciendo una serie de gestos e interjecciones diversas, y vitoreando a los personajes, y al menos en la función donde fue este crítico, el film fue aplaudido por la audiencia. Muy recomendada, pero no para cualquiera. Cristian Olcina
En el mundo de los cinéfilos se discute, solo por diversión, si Duro de matar (1988) es una película navideña o no. También se ha querido incluir en ese debate a Mi pobre angelito (1990). En ambos casos se pueden sumar sus segundas partes. Noche sin paz (Violent Night, 2022) se hace cargo de este debate y construye una película de acción, una comedia y también una película navideña, todo por el mismo precio. Y lo hace construyendo un guión con referencias a estos films, muchas más de las que saltan a la vista. Ya ese es un punto de partida simpático, pero hay más, mucho más. Aunque sea una película navideña también es algo irreverente, como Bad Santa (2003) y definitivamente sangrienta, como Sangriento Papá Noel (Silent Night, Deadly Night, 1984). Se podría decir que Noche sin paz es el gran resumen de las películas navideñas no oficiales o de aquellas que son una rareza. Las citas a textos y películas navideñas podría llevarnos días de recopilación, pero aún sin conocerlas toda la trama funciona. En la escena inicial nosotros conocemos a Santa Claus (interpretado por David Harbour, hoy conocido por su papel en Stranger Things) que en primer término parece otro hombre disfrazado más, tomando un trago en un bar. Pronto tendremos pistas de que no es un disfraz, que él es el mismísimo Papá Noel. Luego conoceremos a una familia muy adinerada que se reúne para pasar la Navidad. Hay cuentas pendientes y mucha tensión, ya que la matriarca de la familia, dueña de la mansión, Gertrude Lightstone (Beverly D’Angelo), es particularmente fría y distante con los suyos. Todo cambiará cuando un grupo de mercenarios decida entrar durante la Nochebuena para robar una fortuna escondida en la casa. Pero Santa Claus estará allí para poner orden. Nadie cree en él, excepto la más pequeña de la familia, una nena que aún sabe que Santa existe. Hay docenas de citas a Duro de matar 2, además de la mención a estos films, pero Noche sin paz tiene su propia identidad, su gracia y sus gags. Logra un buen equilibrio entre el respeto y la irreverencia y tiene una buena dosis de acción y violencia para ganarse el derecho como película de este género. Buen elenco, algún exceso en el uso irónico de canciones y finalmente un genuino espíritu navideño. Un homenaje al lado B de la Navidad, en todo sentido.
O Santa Claus se enojará La tercera incursión en el ecosistema productivo anglosajón por parte del noruego Tommy Wirkola, Noche sin Paz (Violent Night, 2022), está lejos del nivel de calidad de lo mejor de su carrera aunque indudablemente resulta una propuesta más interesante y mucho más coherente -a nivel formal y temático- que sus dos trabajos previos en inglés, las bastante más desparejas o quizás directamente problemáticas Hansel & Gretel: Cazadores de Brujas (Hansel & Gretel: Witch Hunters, 2013) y ¿Qué le Pasó a Lunes? (What Happened to Monday?, 2017), la primera una relectura de la archiconocida fábula del título desde el cine de acción y la segunda una odisea distópica con elementos de neo film noir. Dejando de lado sus dos parodias cinéfilas de bajo presupuesto, Kill Buljo: La Película (Kill Buljo: The Movie, 2007) y Kurt Josef Wagle y la Leyenda de la Bruja del Fiordo (Kurt Josef Wagle og Legenden om Fjordheksa, 2010), sátiras de Kill Bill (2003 y 2004), de Quentin Tarantino, y del found footage símil El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999), de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, a Wirkola le suele ir bien en serio en términos artísticos cuando encuentra un marco creativo propicio en el que pueda dejar volar su idiosincrasia gore y anárquica empardada al terror freak, justo en la tradición de Nieve Muerta (Død Snø, 2009) y su continuación, Nieve Muerta 2 (Død Snø 2, 2014), ese recordado díptico sobre zombies nazis imparables que retomaba el cine de Lucio Fulci, George A. Romero y Dan O’Bannon. En este sentido vale aclarar que Noche sin Paz, como decíamos con anterioridad, no es para nada una película mala pero palidece un poco debido a dos razones, primero porque le tocó la difícil tarea de suceder a una de las mejores realizaciones de la trayectoria de Wirkola, El Viaje (I Onde Dager, 2021), comedia negra sobre un matrimonio (Noomi Rapace y Aksel Hennie) que pretendía matarse recíprocamente y se veía obligado a “suspender” tamaña misión a raíz de la inesperada amenaza de un trío de prisioneros fugados, y segundo porque Noche sin Paz abreva en un manantial relativamente seco y/ o temática ya algo saturada, hablamos por supuesto de la Navidad, tópico que año a año despierta un enorme volumen de productos nuevos en todo el planeta que rápidamente caen en el olvido, situación que por suerte no es el caso del film del noruego porque cuenta con méritos propios suficientes como para destacarse del lote cultural/ audiovisual de la indistinción. Wirkola sabe robar en materia de comedias malsanas recientes y por ello recupera al Santa Claus reventado del mítico Billy Bob Thornton de Un Santa no tan Santo (Bad Santa, 2003), de Terry Zwigoff, las “sorpresas” navideñas en secuencia de Better Watch Out (2016), de Chris Peckover, e incluso cierta concepción grotesca y horrorosa de la parentela promedio y hasta Papá Noel a lo Rare Exports (2010), del finlandés Jalmari Helander, y Krampus (2015), de Michael Dougherty, dos excelentes ejemplos de terror folklórico de festividades cargadas de ironía. Aquí nuestro Santa Claus (David Harbour) es nada menos que un ex guerrero vikingo que lleva siglos repartiendo regalos y hoy por hoy atraviesa una crisis aguda porque extraña a su pareja, tiene un problemilla con la bebida y detesta el cinismo, la plutocracia y la codicia de niños y adultos por igual de todo el globo, así las cosas deja pasar el tiempo durante la noche de Navidad sentado en un sillón masajeador de una enorme mansión de Greenwich, en Connecticut, sin darse cuenta de lo que sucede en el lugar, específicamente una toma de rehenes ya que un comando de mercenarios a cargo del Señor Scrooge (John Leguizamo) anda en busca de 300 millones de dólares en efectivo que la dueña de casa, la magnate inmunda Gertrude Lightstone (Beverly D’Angelo), oculta en su bóveda personal, dinerillo que el gobierno yanqui le entregó para sobornos en Medio Oriente y que ella se quedó en medio de las intervenciones bélicas imperialistas. Mientras que Scrooge y los suyos abren la caja fuerte y esperan el arribo de otro grupo de elite pero al servicio de Lightstone, Santa opta por defender a la adorable nieta de la anciana, Trudy (Leah Brady), quien está de visita en el lugar junto a sus padres separados, Jason (Alex Hassell) y Linda (Alexis Louder), y su tía alcohólica, Alva (Edi Patterson), a su vez progenitora del influencer idiota Bertrude alias Bert (Alexander Elliot) y noviando con un actor del cine de acción Clase B, Morgan Steel (Cam Gigandet), tarado importante que pretende financiamiento para su próximo proyecto. Honestamente el guión de Pat Casey y Josh Miller, el dúo de Sonic: La Película (Sonic the Hedgehog, 2020), de Jeff Fowler, y su secuela del 2022, es rudimentario y no sorprende a nadie su idea de combinar aquel veterano vengador de Rambo (First Blood, 1982), de Ted Kotcheff, el Papá Noel truculento de Noche de Paz, Noche Mortal (Silent Night, Deadly Night, 1984), trasheada de Charles E. Sellier Jr., el “agente externo” que le amarga la vida a los ladrones de Duro de Matar (Die Hard, 1988), opus de John McTiernan, y la resiliencia infantil pomposa de Se Acabó el Juego (36.15 Code Père Noël, 1989), de René Manzor, y su remake estadounidense no acreditada, Mi Pobre Angelito (Home Alone, 1990), de Chris Columbus. Mejor y más disfrutable que la similar Fatman (2020), de los hermanos Eshom e Ian Nelms, Noche sin Paz en primera instancia se beneficia mucho del muy buen trabajo de dos figuras que siempre parecen estar al borde del agotamiento profesional, Harbour y Leguizamo, aquí asimismo apoyados en el muy buen desempeño de la pequeña Brady y una reaparecida y perfecta D’Angelo, actriz recordada por la saga que comenzó con aquella Vacaciones (National Lampoon’s Vacation, 1983), de Harold Ramis, y en segundo lugar exprime con inteligencia esa simpática furia contenida -modelo mainstream, por supuesto- de escenas de acción semi gore con coreografías amenas y un montaje paciente de anclaje ochentoso, siempre presto a lucirse cuando Santa se enoja y muta en homicida non stop…
Tommy Wirkola es un director de cine noruego que fue creciendo durante los últimos años, a partir del éxito que fueron teniendo sus films, no solo en cuanto a números o difusión sino también por la solidez de su trabajo. Algunos de ellos son «Hansel y Gretel: cazadores de brujas» (2013), «¿Qué le pasó a Lunes?» (2017) y «El Viaje» (2021), obras que tienen como característica una inventiva particular, como también un manejo de la acción y la violencia que deja contentos a los fanáticos del género. En esa misma línea nos encontramos con su última película, «Noche sin paz» («Violent Night») que llegó a las salas argentinas el año pasado. La cinta sigue a una familia adinerada y con varios problemas internos que durante la noche de Navidad será atacada por un grupo de delincuentes en busca de su gran fortuna. Sin embargo, no cuentan con que la familia será defendida por el mismísimo Santa Claus, que lejos de ser un bondadoso señor con barba blanca, tiene varias habilidades sorprendentes para enfrentar a quienes fueron niños traviesos durante el año. Homenajeando a varias películas como «Die Hard» (1988) o «Mi Pobre Angelito» (1990), íconos de esta época festiva, «Noche sin paz» es una divertida historia navideña que a pesar de presentarnos algunas situaciones o escenas bastante conocidas, consigue entretenernos y sorprendernos. Según el momento lo requiera recurre al humor o al suspenso/la tensión, con peleas bien coreografiadas y creativas, apelando al recurso de la sangre y el gore. Santa Claus está muy bien encarnado por David Harbour («Stranger Things»), logrando equilibrar esa mezcla entre un hombre bonachón, que se preocupa por los demás, y uno de armas tomar, con un pasado más oscuro. El film nos propone un personaje hiper conocido pero lo redefine para convertirlo en un superhéroe. Nunca nadie imaginó a un Papá Noel violento. Su contraparte, el líder de los delincuentes, es John Leguizamo, que se mete en un rol de villano creíble y temeroso. En ambos casos los personajes están bastante desarrollados y podemos conocer su vida; lo mismo ocurre con el resto del elenco, donde tenemos un acercamiento no demasiado profundo pero sí lo suficiente como para empatizar o no con ellos. En cuanto a los aspectos técnicos, debemos destacar la elección y la utilización de la música. En todo momento podemos escuchar reversiones de canciones navideñas para acompañar todas las escenas, ya sea de manera irónica o para mostrar el verdadero espíritu de las fiestas. Y el hecho de utilizar una sola locación logra aumentar el clima de tensión y claustrofobia que requería la historia. En síntesis, a pesar de tener algunas reminiscencias a otras películas ambientadas en el mismo contexto, «Noche sin paz» aprovecha esos homenajes para brindarnos una historia que mezcla el entretenimiento con el suspenso y la acción. Buenas interpretaciones y un guion ingenioso terminan de redondear esta obra divertida.