Hay directores como Victor Nuñez, hombre responsable de haber dirigido pequeños tesoros como El oro de Ulises o la aún mejor y más guardada pieza Ruby in Paradise. En ambas películas, pero sobre todo en la segunda, Nuñez se toma el notable trabajo de desactivar cada una de las bombas lacrimógenas que suelen asolar los caminos de los guiones que circundan en Hollywood y alrededores. En este sentido, hay una noble tradición de cine independiente estadounidense más sensible e interesante: no desarrollar un relato por espasmos de sordidez y crueldad sino desplegarlo a lo largo de una tensa calma que no se resuelve. Trabajar sobre lo inesperado de la calma. En ese camino, quizás en un contexto un poco más industrializado, podamos encontrar al Jason Reitman de La joven vida de Juno o al Alexander Payne de Entre copas. En cualquiera de los casos, la elección de evitar todos y cada uno de los lugares comunes es tan arbitraria y unilateral como la de exhibirlos todos juntos, es decir, trabajar sobre lo inesperado de lo esperable. Noches de encanto forma parte, ostensiblemente, de este segundo grupo: de las películas que abrazan todos y cada uno de lo lugares comunes. Y ahí, a diferencia de la tersura del mundo de los films de Nuñez, la elección debe ser a todo o nada (lugar común que abrazó sin vergüenza de ningún tipo el Baz Luhrmann de Moulin Rouge, película con la que Noches de encanto tiene puntos de contacto meramente temáticos), debe ponerse toda la carne al asador a riesgo de pasar el peor de los ridículos. Pero Steve Antin no es Baz Luhrmann, Christina Aguilera (por más lucimiento vocal y de baile que luzca) no es Nicole Kidman, y ninguno de los hombres del cast se acerca al carisma de Ewan McGregor. Pero Noches de encanto tampoco es Chicago (ya de por sí un film sobrevalorado y frío como un témpano), película a la que se glosa en diversas ocasiones. Estamos, en definitiva, ante una propuesta que es un concurso de lugares comunes y nada hace por desplegarlos, por tomarse de ellos como referencia para superarlos. Será por este punto que su visionado produce placeres del tipo inconfesable: los personajes son de cartón, los diálogos son imposibles, las subtramas de tensiones en el escenario son de una pobreza abismal, el conflicto central que organiza el relato es insostenible. La película es exasperantemente mala, pero no llega al punto de rizar su propio sistema y morderse la cola sino que cada tanto cae en costados que solemnemente mandan toda reflexividad al demonio. Es así que uno como espectador se pregunta si eso que está viendo existe, si es posible pensar un cine en esos términos (el de la irrisión absoluta con el material) o simplemente nadie chequeó el material definitivo tras la edición final de la película. Quizás la respuesta venga por el lado planteado en el primer párrafo: cuando los lugares comunes ocupan el espacio de la ausencia de conflicto, es el mismo relato el que se ameseta, el que se vuelve una superficie tersa. Lo lamentable es que ese pudo haber sido un trampolín para la película. Pero lejos de serlo, el mayor pecado que comete el director de Noches de encanto (dentro de los muchos y penosos momentos) es el de no haber sabido levantar vuelo, el no haber podido utilizar el desecho para hacer algo nuevo, sino haber preferido flotar sobre terreno conocido con la pretensión que todas las marcas de lo obvio funcionen para el espectador en piloto automático. Ni parodia hiperbólica ni musical elemental en sus aspiraciones: a veces el artificio pide luces de colores, pide furia y sonido. Noches de encanto entrega apenas ruidos furiosos, gritos y la inestimable sensación de que a uno le están tomando el pelo a cada minuto.
Un algodón para los oídos, por favor Es casi ya una rutina: cada verano, y como un fenómeno ajeno a los vientos cinematográficos que soplen en el país del norte, se estrena un musical. El año pasado fue el bochorno de Nine (2009), que ganó con honores el título a mejor película del año. Pero sorpresas da el cine, y cuando nada hacia suponer que el hombre fuera capaz de pergeñar algo peor, llega Noches de encanto (Burlesque, 2010). El film, abominable, es una burda mezcla de la clásica historia de asensos frente a la adversidad con la ñoñería más lastimosa de Casi Ángeles. El film del felizmente ignoto Steven Antin narra las peripecias de Ali (interpretada por, ¡ay!, Christina Aguilera), una chica de Iowa que sueña, para variar, con convertirse en una exitosa cantante en las siempre generosas tierras de Los Ángeles. Así da con el Burlesque Lounge, un teatro a cuyo escenario suben a diario un puñado de bailarinas siempre listas para el espectáculo revisteril que regentea la magnificiente Tess (Cher). Ali consigue trabajo como moza, pero está dispuesta a más: sabe bailar y cantar. Es improcedente para un sitio especializado en el cine y el mundo audiovisual ejecutar un análisis pormenorizado de los dotes artísticos que la industria le atribuye a Christina Aguilera. Ni hablar de un ensayo sobre la musicalidad o no de una voz, acto casi irrespetuoso para los analistas del rubro. Pero sí es válido un enfoque desde la honestidad del desconocimiento. Hecha la aclaración, Aguilera parece algo confundida. Da la sensación que cantar y gritar son sinónimos en su diccionario: siempre a todo volumen, confunde la emoción de un tono acercado, la precisión vocal para dar en el blanco emocional con el griterío histérico ante un ídolo invisible. No pasan dos escenas para que la cantante grazne junto al quejido de una vieja fonola, acto que invita a la suposición de que Noches de encanto será un largo artefacto concebido únicamente para el lucimiento de la protagonista. Pero felizmente no es así. Entre su llegada al Burlesque y el anhelado asenso de la bandeja redonda a las tablas pasan poco más de 40 minutos del sonido casi armónico de la no-voz de Aguilera. Porque podría ser peor, con ella cantando frente al espejo o imaginándose alumbrada por un reflector. Pero no, Antin lo evita y mete el único acierto en el metraje todo. Ya con los odios empachados y suplicando piedad, llega el momento de abocarse a la faceta puramente cinematográfica, intentona tanto o más insalubre que lo anterior. Hay una escena que ilustra a la perfección la desprolijidad y el desdén de Noches de encanto. Suerte de madama musical, el personaje de Cher ilustra a la poco curtida Ali sobre las bienaventuranzas de la revista mientras toma un pincel cargado de brillo para labios. Una fino trazo, el casi imperceptible brillar de la boca, elipsis y.... ¡labios totalmente pintados de rojos!. Noches de encanto es una barrabasada de lugares comunes y clises mal usados, recorridos sin la sabiduría necesaria para ennoblecer la historia. Película olvidable para los ojos, más no así para los oídos.
Alicia en el país de las maravillas El musical Burlesque, que se estrena en nuestro país con el título Noches de Encanto, está protagonizado por Cher y Christina Aguilera, y sigue la fórmula de la "chica sin suerte que desea triunfar en la gran ciudad". Ali (Aguilera) abandona Iowa, parte hacia Los Angeles y cae en el Burlesque Lounge como mesera, un local nocturno donde se representan números musicales. Allí conoce a Tess (Cher, la mujer de cera), dueña y artista principal del show. Y lo demás es muy fácil de imaginar. Ella será "Alicia en el país de las maravillas", como la define el director del show, encarnado por Stanley Tucci. El realizador Steve Antin construye un relato glamoroso con dos figuras de peso y lo viste con coreografías ágiles y vestuario fastuoso, en medio de una trama sencilla que esconde rivalidades (con una bailarina celosa interpretada por Kristen Bell); un local que puede ser adquirido en forma inminente, y una curiosa relación con un barman que la hospeda (Gam Gigandet). También será de la partida un anfitrión travesti (Alan Cumming), Queda claro que Burlesque no es Moulin Rouge pero la película entrega lo que promete: bailes, canciones remixadas de Madonna, cuadros de Marilyn Monroe y la voz chillona de Aguilera. A todo eso se suma la cuota necesaria de glamour e ingenuidad, elementos claves de un musical.
Baila conmigo Christina Aguilera es la joven que quiere triunfar en el music hall, pero Cher gana por robo. Hay gente capaz de convertirse en lo que sueña, y otra, de reconvertirse cuando aquello que anhelaba ya lo consiguió. Y ambiciona más. Ali es la típica joven que se harta de vivir en un pueblito y marcha atraída rumbo a las luces de la ciudad. Tess lo ha tenido todo, marido incluido, pero ahora regentea Burlesque, ya no canta ni baila y el marido pasó a ser su insoportable socio en el negocio. Un negocio que no funciona bien y que está a punto de tener que vender. A menos que...Los puntos suspensivos los puede llenar el lector. Noches de encanto es un musical con una base tan recorrida por el cine y la TV que apenas uno termina de acomodarse en la butaca sabe que mejor será enfocar la atención en los números musicales, alguna actuación y dejar la trama en sí a un costado. El contrapunto entre Christina Aguilera y Cher, Ali y Tess, no es tal, o nunca llega a realizarse, sencillamente porque es, casi, como comparar a Messi con Eber Ludueña. A sus 64, Cher afronta dos números musicales en los que demuestra tener no sólo presencia y prestancia escénica, sino que no hace falta gritar para conmover, algo que el timbre de voz de la nueva estrella aquí no disimula nunca, y el director debutante Steven Antin tampoco se preocupa por camuflar o encubrir. A la elegancia de esos cuadros musicales, con una cuidadísima iluminación y ajustado timing, y en los que Aguilera sostiene sus agudos a más no poder, se le suma la presencia de Cher. Que puede o no estar frente a cámara, pero que es ineludible. Noches de encanto no es solamente la historia del ascenso de una jovencita que debe sobreponer prejuicios y celos más ajenos que propios para triunfar en el show business. En la figura de Tess, su supuesta decadencia, que no es tal, radica la mirada más fina que irradia el relato. Tal vez el encierro del musical en el ámbito oscuro del Burlesque le saque “aire” a la narración. Por allí se pierde entre mohínes Stanley Tucci y, en la entrada del local, Alan Cumming, que fue un magnífico Emcee en el Cabaret de Sam Mendes en teatro.
“Cenicienta” para fans de “High School Musical” Así como es difícil para el ateo dar fe de la existencia divina, así de arduo resulta, para quienes no gustan del género, aceptar al musical como experiencia cinematográfica válida o gratificante. Tal vez se trate de prejuicios, o de que el género resulta más riesgoso que otros, habida cuenta de que no son muchas las películas que salen bien paradas del desafío. Lo cierto es que la pasión por el musical termina siendo casi una cuestión de fe. Sin embargo, por el cine ha pasado gente como Ginger y Fred, Gene Kelly o Julie Andrews y pueden recordarse películas tan diversas como El mago de Oz, El extraño mundo de Jack y hasta la desbocada Team America, todas pruebas que parecen confirmar que tal vez dios sí exista. El problema es que las contrapruebas suelen ser no menos contundentes: Noches de encanto, del desconocido Steve Antin, se perfila en muchos de sus detalles como una diatriba a favor del ateísmo. Para empezar, la historia parece sacada de un guión descartado por Disney por demasiado repetido. Si se atiende a que el relato gira en torno de Ali, una camarera de Iowa que decide ir a probar suerte a Hollywood, sin más experiencia que la de cantar con la fonola del bar donde trabaja cuando este está cerrado, e imaginando el obvio final, es fácil conjeturar que se trata de una versión de Cenicienta para fanáticos de High School Musical. Ali (Christina Aguilera) no tardará mucho en encontrar trabajo de mesera en el cabaret Burlesque, donde fue a ofrecerse como bailarina y cantante. Ahí conoce a Tess (Cher), dueña y coreógrafa, para quien ese lugar es su vida y está a punto de perderlo por no poder afrontar el pago de la hipoteca. Tess está asociada a su ex marido, quien la presiona para vender el club a Marcus, un agente inmobiliario tan seductor como ventajero. Ali trabará amistad con Jack, el chico que trabaja en la barra del lugar, y las cosas amenazarán con pasar a mayores. Finalmente, a partir de una serie de hechos afortunados, ella tendrá oportunidad de integrarse a las bailarinas del Burlesque y, más adelante, se convertirá en su estrella y principal atracción. El cuadro se completa con una colección básica de personajes de color, que van del modisto homosexual y confidente de Tess a la engreída y celosa Nikki, la bailarina que con la aparición de Ali pierde su lugar estelar. Es necesario decir que si bien el relato es simple, esquemático, orientado a un público adolescente (que es el que en teoría podría interesarse por el debut cinematográfico de Christina Aguilera), los números musicales son visualmente aceptables. Sin embargo, su debilidad es central: la estridente voz de Chris es un llamado bastante convincente a la sordera voluntaria. Tanto como su labor actoral es una deuda incobrable; por este papel es candidata a los premios Razzie (los anti Oscar), cuyas nominaciones muchas veces son exageradas, pero no es éste el caso. Basta verla entrar a Cher a la pantalla y escuchar su voz profunda, para que todas las posibilidades de Aguilera queden reducidas a nada. No hay paridad entre las protagonistas, y eso redunda en un evidente desequilibrio. Para rescatar: la solvencia de Stanley Tucci haciendo eficaz a un personaje que es un cliché ambulante, y unos pocos toques de humor sarcástico. Y sin ser una virtud, Noches de encanto al menos no se dedica a destruir ningún clásico, pecado imperdonable que el año pasado para esta época cometía Rob Marshall con su lacerante adaptación musical de 8 y 1/2 de Fellini. Entonces, dios existe y goza de buena salud.
Christina Aguilera debuta en un film que destaca su capacidad vocal El cuento es tan simple y antiguo como un melodrama decimonónico. Chica de pueblo, pobre pero honesta y talentosa, viaja a la gran ciudad para triunfar. Que en esta caso la gran urbe sea Los Angeles no modifica en nada el relato de Noches de encanto . Como un cuento de hadas que cambia el castillo y el príncipe por un local de varieté y un barman con aspiraciones de músico, el film dirigido y escrito por Steve Antin -es su ópera prima-, sí mantiene la ilusión de atemporalidad y fantasía además de la figura del hada madrina. Así, Ali, interpretada por Christina Aguilera, deja su pueblo natal en busca de su destino cargada con una vieja valija y una voz excepcional que pone en práctica a los pocos minutos de comenzado el film. Rápidamente queda claro que la pasión y el lugar en el mundo de la inocente Ali es el local nocturno que regentea Tess, una Cher que le hace justicia a su leyenda de ícono de la canción pop y la ornamentación exagerada al estilo Las Vegas, aunque a esta altura se parezca a su propia estatua de cera. Junto a ella, en el cabaret de luces tenues y cuerpos sinuosos apenas vestidos, aparece Sean, su fiel ladero, interpretado por el gran actor Stanley Tucci (que aquí repite casi calcado el personaje que hacía en El diablo viste a la moda). Pero Tucci no es el único intérprete que el directordesperdicia. Por allí aparece Alan Cumming, cuya interpretación teatral del maestro de ceremonias en el musical Cabaret le otorga al film cierto parentesco con Bob Fosse, aunque el actor sea más una nota al pie de la historia que un personaje. Más allá de su relato básico, el mayor acierto de Noches de encanto son los números musicales que, sin ser especialmente originales, consiguen explotar al máximo las capacidades musicales de Aguilera. Quien además de mostrar el alcance de sus "pulmones de mutante" como dice la villana-una desdibujada Kristen Bell-, consigue hacer creíble a su personaje especialmente en las escenas más livianas de la historia. Los pequeños momentos más dramáticos que el guión le exige tal vez hayan quedado un poco por encima de las posibilidades de la novel actriz, que parece recuperar la vitalidad cada vez que se pone las lentejuelas y se sube al recargado escenario.
A la conquista de Hollywood Una gloria de la canción, Cher, y una estrella que busca su destino, Christina Aguilera, protagonizan Noches de encanto, comedia romántica con escenas de music hall. La historia con guión y dirección de Steve Antin gira en torno a la anécdota fácilmente reconocible de la chica que llega a Los Ángeles porque quiere triunfar en el mundo del espectáculo. En la Meca de los negocios y la fama, el derecho de piso se paga con sacrificios, decisión y una suerte de exilio interior. Christina Aguilera sorprende en el rol de Alice, personaje a la manera de una moderna Cenicienta, sin casa ni dinero, hasta que lanza la voz y se come el espectáculo. La primera escena de music-hall, con Cher anunciando el Burlesque, encanta al personaje de Aguilera tanto como al espectador de la película. La historia se vuelve glamorosa y hasta mágica cuando las chicas del teatro de variedades calzan zapatos y pelucas. Tess, la dueña del lugar, mantiene la mística del show artesanal, junto a su amigo y asistente, Sean. Cher y Stanley Tucci logran una dupla que recuerda a la de Tucci con Meryl Streep en El diablo viste a la moda. Aquí también el actor se desenvuelve sin esfuerzo en el papel del segundo imprescindible. Cher, con el rostro sin gestos, aun así, puede con el personaje, gracias al brillo de sus ojos y su cabellera renegrida. Cuando el club se va en picada, Tess insiste en no vender el local, referencia a tantos artistas del género que sólo viven a través de su creación. En tanto Alice, una noche sale al toro y mata, esto es, en la jerga teatral, reemplaza a una chica y cuando la música falla, pone su voz al servicio del show que jamás puede detenerse. La chica se convierte en una revelación. Aguilera, también. Con peluca corta, envuelta en perlas o plumas, la cantante baila y ofrece una faceta nueva muy promisoria. Junto a Cam Gigandet (Jack) juega al romance, sin modificar el esquema de musical apenas picaresco. Noches de encanto es una película de amor, de impacto visual, escenografía y vestuario impecables, con una edición de muchísimo ritmo, buena música y el aire de pequeño Moulin Rouge, en el que cada destello se logra a fuerza de talento.
La Suma de Todos los Miedos Si alguien me hubiese dicho que Noches de Encanto formaba parte de la serie Scary Movie o las sátiras a las películas de Hollywood que terminaron por abrumar la pantalla, el resultado final, al menos me hubiese parecido coherente, razonable. Ahora bien, la intención del casi desconocido, Steve Antin fue la de crear un musical de verdad… ¡el musical del año! Y como no adquirió los derechos de ninguna obra de Broadway, decidió crear su “propio” musical, lo cual no es lo mismo que decir que se trata de un producto original. De hecho se trata de una de las más grandes estafas de la historia del cine. Alguno me podrá decir… bueno, quiso hacer un homenaje… agrupó, citó obras emblemáticas del género en una sola, derivando en un producto cinéfilo, o de culto. A lo Tarantino o Rodríguez… Pues tampoco, cuando el robo es solo robo, la calidad del material no solamente es insatisfactorio, sino que también deplorable. Existe, el homenaje, Tarantino / Rodríguez y esta vergüenza ajena, que algún día, alguien va a rescatar como uno de los peores musicales de la historia del cine, comparable a Xanadú. Pero sobretodo, lo peor del film, no es acaso, la banal, obvia, superficial imitación a musicales exitosos provenientes de la década del ’70 hasta hoy en día, sino la incoherencia narrativa y audiovisual de la película. O sea, cada obra, por más inverosímil que sea, por más fantasía que interceda, por más libertades “creativas” que se tome, tiene una cierta coherencia. El producto final es coherente. Pero, Noches de Encanto, incluso, desiste inconcientemente de este factor. O sea, Steve Antin no es David Lynch, al que poco importa darle un sentido diegético a sus obras (aunque en realidad todas la tienen en un universo propio, coherente). Ni siquiera se puede decir que Antin trató de modernizar el género dándole una estética propia, kitsch, video clipera, como Baz Lurhman con Moulin Rouge, Amor en Rojo. Admito que esta película nunca me gustó, me aburrió y me parece que ni siquiera merece llamarse musical, porque se trata de un video clip de dos horas. Pero también confieso que en ese desenfreno por el exceso de colores, encuentra un estilo, una estética y una intención original, de autor. Steve Antin a falta de talento e instinto artístico, únicamente roba a mano armada de todas las obras musicales que nos han enamorado en los últimos año. Ali es una mesera huérfana (ni siquiera Annie se salvó) de Iowa, que de la noche a la mañana se va a Los Angeles para cumplir su sueño como bailarina y cantante. Dicho comienzo no es tan malo. La estética ochentosa supondría un homenaje interesante. Pero cuando llega a la ciudad, sabemos que veremos un desastre atómico en pocos minutos. En el medio de los rascacielos aparece el Burlesque, que poco y nada entona con la arquitectura del resto de la ciudad, ya que parece más un burdel de los años ’30 de algún estado sureño. Creo si hay algún arquitecto entre el público, Antin ya lo habrá echado. El mismo tiene deudas económicas, pero sus números musicales y bailarinas parecen salidas del Moulin Rouge. En el medio de coreografías típicas de Bob Fosse, aparece cantando Tess, una Cher que apenas se puede mover y que ha perdido alarmantemente su voz. Ali, conseguirá trabajo en el Burlesque, al principio como camarera gracias a un joven barman, aspirante a compositor que además le da vivienda y después como reemplazo de la estrella del burlesque, Nikki (Kristin Bell). Lo que Ali aporta al Burlesque es una voz de “verdad” porque hasta ese momento todas hacían fonética. Al principio esto parece un error cinematográfico, cuando se aclara, todos decimos… “ahhh estaba todo pensado”, pero es llamativo que cuando Ali “canta” (en la diégesis del film), Christina Aguilera, la intérprete, también hace fonética. Si esto no es error de dirección / producción, ¿qué estamos viendo? Se sumará a la vez, la lucha de Tess por no perder el club ante el banco, y ante un empresario inmobiliario, comprador de “vistas y aire”. Acaso esta información es la más intrascendente pero llamativa del film. Con número musicales poco inspirados, robados de Cabaret, Moulin Rouge, Chicago, etc, Noches de Encanto, es un híbrido poco creíble, que no enamora, asquea por su grasitud e indigna por su falta de respeto al género. Incluso el casting resulta poco inspirado. En un pequeño papel aparece Alan Cumming como ¿el maestro ceremonias de Cabaret? Como Joel Grey está avejentado, Cumming, quien hizo el personaje en Broadway lo repite acá con menos inferencia… y de forma completamente innecesaria (¿por qué esta ahí el número “Two Ladies” y sin letra?) También aparece (y por lejos es lo mejor del elenco) Stanley Tucci repitiendo el personaje de El Diablo Viste a la Moda. Y hasta ahí los destacados. Es muy pobre lo de Peter Gallaher, Kristin Bell, James Brolin, Eric Dane, el joven Cam Dameget (que constantemente parece sacado de afiches de prendas de vestir o perfumes), Cher (esta mujer fue una de las mejores actrices de los años ’80, es cierto, aunque tambien es posible que estemos ante la presencia de su Avatar) y especialmente Christina Aguilera. Es verdad, su cuerpo prefabricado es hermoso, sus ojos son muy lindos (mas no su cara) y su chillón timbre de voz es intenso, pero esta chica en su vida tomó una lección de interpretación o ha visto una actuación en cine. No puede ser que pase de la sobreactuación dramática a la impavidez sin tener otros registros interpretativos. Aunque es cierto, que todo lo malo de su actuación es mejor que el trabajo de Cher. Y no me vengan con las luces, el vestuario o el decorado. Todo aparenta ser lindo si tiene tanto photoshop. Pretenciosa, patética, desprolija, ingenua, demagógica, torpe, inepta, intolerable estupidez que no merece ni siquiera ser llamado film de culto, Noches de Encanto es un producto que muy temprano se empieza a ganar el título de Peor Película del 2011. Y si no lo es, el año que nos espera…
Alicia, la mujer maravilla ¿Cuál sería el desafío de una cantante pop que incursiona en el cine? Un papel que suponga ciertas cualidades dramáticas donde pueda apreciarse si verdaderamente sabe actuar. Piénsese por ejemplo en Madonna demostrando que canta mucho mejor de lo que actúa y para no irnos tan lejos baste como botón de muestra las penosas apariciones de Britney Spears en el cine, confirmando que no hay excepción a la regla. Ahora bien, Burlesque o Noches de encanto -como se la estrena en nuestro país- es un show de la cantante Christina Aguilera dentro de una película mala que es un musical con poco brillo y mucho artificio. La voz estruendosa –no así la actuación- de la blonda y sexy Aguilera atraviesa la pantalla cada vez que vocaliza pero el resultado cinematográfico de esa experiencia no está a la altura de la energía que transmite su voz y sus gritos. Tampoco su coprotagonista Cher como la dueña del teatro, que otrora deslumbraba a sus comensales cada vez que pisaba las tablas, convence en sus escuetas performances. Si bien no ha perdido la voz, el repertorio elegido no la deja lucirse. Lo contrario ocurre en las escenas donde juega el dramatismo que permiten reconocer a una buena actriz detrás de todas las cirugías estéticas. De la historia de la chica de campo que viene a triunfar con su talento escondido al feroz mundo de la ciudad y lo consigue cuando le dan esa oportunidad en el Burlesque no hace falta agregar ni una coma. El guión es eso y nada más, con el agregado de la consabida historia de amor con el muchacho equivocado (Gam Gigandet) y una amenaza de cierre del local en la mira de un inescrupuloso emprendimiento inmobiliario (¿Christina Aguilera asesora financiera? no será mucho). Steve Antin, director debutante, sostiene el ritmo del relato sin problemas aunque no aprovecha las ventajas de la pantalla grande para un despliegue visual de musical; no imprime movimiento a las escenas concentrándose demasiado en los cuadros de la coreografía que tiene como foco de atención -claro está- a Ali (Christina Aguilera) y al resto de las chicas en un segundo plano, la mayoría mucho más hermosas por cierto. El patético rol que cumple Alan Cumming y una desaprovechada Kristen Bell como antagonista y rival que no funciona lo suficiente para opacar a Christina Aguilera (que hace lo mismo que en cualquiera de sus shows ni más ni menos) son apenas algunas falencias de este fallido intento por mostrar un tiempo donde la sensualidad reinaba en el escenario; la sexualidad se sugería con el rostro y el cuerpo y las luces escondían el maquillaje.
Anexo de crítica: Apenas por encima de los patéticos productos de la Disney, Noches de Encanto (Burlesque, 2010) sólo sirve para poner de manifiesto dos circunstancias irrefutables: el pop en sus últimos 20 años ha caído hasta un nivel francamente lastimoso y Cher asesina desde el comienzo a Christina “alaridos insoportables” Aguilera (decir que la opaca es reducir el asunto, la supera en todos y cada uno de los rubros). Plagada de estereotipos, extensa a más no poder y con una triste dirección del inoperante Steve Antin, la película pretende enarbolar un espíritu de “bohemia retro” pero termina demostrando que el musical es un género que requiere de mucho más talento…
Anexo de crítica: Qué largo ha sido tu camino y cuán incierto tu destino, Steve Antin!!! De aquella imagen de galancito en los comienzos de la década del 80 (¿recuerdan al chico que embarazaba a Diane Franklin en El último americano vírgen?) al curtido y ya maduro director de este paupérrimo musical intitulado Noches de encanto, parece haber transcurrido no sólo una vida sino también varias reencarnaciones. La película podría haber sido original y fresca… de haberse rodado en 1932. La historia está construida en base a clichés de lo más vulgares para lucimiento de su estrella Christina Aguilera que se prodiga en escena a puro alarido. La rubia –casi irreconocible después de tantas operaciones estéticas aunque en este rubro la campeona indiscutible es Cher- grita mucho, canta poco y no deja de aparecer un segundo en pantalla. A Cher le dedicaron un solo número musical al comienzo y luego interpreta magistralmente "You Haven't Seen The Last Of Me", la mejor canción de la banda de sonido (letra obvia, buena música). Las coreografías y las canciones dejan bastante que desear y Antin demuestra que pese a su veteranía todavía le queda mucho por aprender. Los talentosos Kristen Bell y Alan Cumming fueron relegados en el montaje quedando reducidos a figuritas decorativas que entran y salen de escena de acuerdo a los caprichos de un guión que es lisa y llanamente una vergüenza…
¿MUSICAL? Una historia previsible, que nunca intenta llegar a mostrar su máximo exponente de creatitivad y que cae en la poca credibilidad de sus hechos, acompañada de actuaciones regulares, un dudoso guión, una dirección que no logra llevar adelante con claridad el relato y, principalmente, que nunca se acerca a ser un musical puro. Eso es "Burlesque", una cinta muy regular y desordenada. Ali renuncia a su trabajo y decide comenzar una vida nueva en Los Ángeles. Allí queda maravillada con las rutinas de baile de un bar burlesque. Ella va a hacer todo lo posible por ser parte del grupo de baile. Si hay que tener algo claro antes de ver esta película es que "Burlesque" no es un musical puro, es una comedia romántica con canciones. Las mismas en ningún momento cuentan la historia, sirven solamente como entretenimiento visual y auditivo, bien logradas, pero, salvo por dos que claramente hablan sobre los sentimientos de los personajes, no sirven como eje conductor de la historia, tal como un musical tendría que ser. Es más, si se presta un poco de atención, son muy pocas las lineas de las canciones que están subtituladas, por el simple hecho de que son poco relevantes a la historia. A su vez, y a lo que respecta a las canciones, esta es una de las pocas cintas en las que los personajes, en su show nocturno, admiten que hacen playback y dicen que tienen que coordinar los labios con el sonido de la música, y cuando supuestamente el espectáculo da un giro y las canciones comienzan a ser cantadas en vivo, da la sensación de que nada ha cambiado, ya que la mímica de las actrices es muy pobre, en especial en los altibajos de los tonos musicales y las expresiones de los rostros. Son bastantes los momentos en los que Christina Aguilera tiene que cantar a solas en el escenario y son muy pocos los que se la puede ver mimetizando correctamente las necesidades de las canciones. Este problema se repite continuamente durante todo el transcurso de la película y pone en evidencia los límites del director al tratar de llevar adelante la historia con realismo. Pero pese al inconveniente con las canciones, la cinta se da el lujo de explorar el drama y las idas y vueltas de una pareja que se enamora a primera vista. Lamentablemente, aquí también hay problemas. La previsibilidad aparece, los giros y los cambios de personalidad y actitudes de los personajes son poco coherentes, se presenta a un personaje adinerado que quiere comprar el bar, que narrativamente no va a ningún lado, que seduce a la protagonista y la deja escapar sin problemas (actitud totalmente opuesta a lo que su personaje dice en todo momento) y se invocan situaciones cortas y sin relación con el transcurso del relato que mantienen un desorden visual y narrativo llamativo (a la noche el musicalizador le dice a Tess que tiene que practicar su rutina, ella cansada le dice que si, él le pone play a la música, enciende un reflector y ella se sienta en una silla y comienza la mímica de la canción, casi sin moverse hasta el final. Una de las mejores canciones de la película, pero un momento que no tiene sentido ni coherencia). Las actuaciones son regulares. Christina Aguilera encarna a una muchacha que quiere hacer todo lo posible por entrar en el grupo de baile, bien interpretada al comienzo, pero falla cuando tiene que mostrar sus emociones y los cambios actitudinales de su rol. Cher está correcta, aunque la profundidad de sus sentimientos no se ve claramente en pantalla. Cam Gigandet, en el estereotipo del hombre perfecto, está bien, mientras que Stanley Tucci, en el mejor personaje de la película, aporta calidad y talento a su papel. Indudablemente el diseño de producción es llamativo y está muy bien implementado en escena, la música es atrapante y gira entorno a muchos géneros diferentes, el vestuario es adecuado y la iluminación es oscura y brillante. "Burlesque" es una cinta desordenada, que no presenta llamativos y espectaculares números musicales y que, lamentablemente, está muy lejos de ser un buen ejemplo dentro del género. Una comedia romántica previsible y regularmente actuada. La voz de Aguilera y Cher, el talento actoral de Tucci y un título más que llamativo, esta película pudo haberse convertido en un memorable musical, cosa que no sucedió. UNA ESCENA A DESTACAR: la alegría del final.
Hay un axioma que reza, “no hay nada nuevo bajo el sol”, todo es copia de algo anterior, aceptando esto cinematográficamente siempre nos deberíamos ubicar como espectadores, en relación a las sensaciones que nos produce un filme. ¿Nos aburre? ¿Nos presenta algo nuevo? ¿Nos seduce? Y la más importante, como decía Oscar Wilde para la literatura, ¿está bien hecha? En el caso de “Burlesque”, tal el titulo original de “Noches de Encanto”, todo es de un nivel paupérrimo. La idea para nada original. Una chica de campo que llega a la ciudad con la firme intención de triunfar como cantante, bailarina, o lo que sea, con tal de triunfar, sin cuestionarse que sería triunfar. ¿Hacer lo que le gusta? ¿Explotar su don? ¿Tener plata? ¿Ser famosa? Sabemos desde la presentación del personaje que ella cree de si misma que es una cantante extraordinaria, pero que todavía no fue descubierta, situación del orden de lo imposible, ya que ella sólo canta en soledad. Es como querer ganar la lotería y nunca comprar un solo billete. Para construir este relato, Steve Antin como guionista y realizador recurre a grandes películas del género y a otras no tan importantes, pero todas reconocibles. Desde cuadros robados de la inspiración del gran Bob Fosse, “All That Jazz” (1979) y “Cabaret” (1972), como así también se pueden reconocer escenas de “Moulin Rouge” (Baz Luhrmann, 2001), “Chicago” (Rob Marshall, 2000), y hasta en filmes menores como la correcta “Coyote Ugly” (David McNally, 2000). Como dije antes, no es importante el robo a mansalva de cuadros musicales o escenas copiadas, también siendo benévolos podríamos decir que la intención fue homenajear a esas producciones y directores. El punto es que todo esta muy mal hecho, los cuadros musicales no son atractivos, más allá de la falta de sincro entre el audio y la imagen. El manejo de la luz y el color son faltos de diseño y creatividad, ni que hablar del montaje que intenta hacer alarde de la técnica más que de su función narrativa. ¿Cuál es la razón de producir, filmar, y estrenar este engendro? Es conocida la incursión en el cine por parte de los cantantes y/o bailarines que se destacaban por su arte más que por la capacidad actoral, tal el caso de Elvis Presley, Madonna, y hasta el mismísimo Fran Sinatra tuvo sus incursiones. Muchas otras veces el sólo hecho de promover a un cantante era el argumento que justificaba el filme. En este caso, mi sensación es que la intención es reflotar la carrera musical de Christina Aguilera, no importa como. A punto tal llega la falta de respeto que los irresponsables de este producto intentan que la Cristinita imite a Michelle Pfeiffer en “Los fabuloso Baker Boys” (1989) Para ello hacen uso de lo que tienen a mano, y es patético ver a Cher tratando de modular con la boca con la intención de cantar como lo hacia el siglo pasado, no lo puede hacer por la misma razón que no puede sonreír, las cirugías son las que resaltan. Ella es Tess, la dueña de un local de baile llamado “Burlesque” al que llega Ali (Christina Aguilera), lugar que está en peligro de desaparecer por las deudas. Es muy fácil reconocer a los mismos veinte espectadores, no más, que noche tras noche concurren a este teatro, como si fuese el único bar de un pueblo perdido en medio de la montaña, pero no, esta en medio de una gran ciudad. La llegada de Ali modificará la vida de todos. No sólo es, o se supone la artista que estaban esperando para evitar el derrumbe, sino que tiene otros dones como inteligencia superior a Albert Einstein, es más buena que el agua mineral, hasta por sus actitudes sociales parece la Madre Teresa de Calcuta,. Menos mal que no intentaron presentarla como una niña ingenua y virginal, eso ya hubiese sido grotesco. Sólo se salva del incendio, en cierta medida, Stanley Tucci, repitiendo un papel que ya lo hace de taquito, el de gay que no lo parece.
Llama la atención lo desestabilizante que resultan algunas películas para la crítica. Noches de encanto es una de esas películas: su absoluta e irreflexiva suscripción a los clichés de un género en franca decadencia es algo que la mayoría de los críticos señalaron como condenable, muchas veces tildándolo de incapacidad narrativa o de un intento de subestimar al espectador. El camino al infierno está lleno de buenas intenciones o, en el caso de Noches de encanto, de lugares comunes; por lo menos eso nos dijeron la mayoría de los críticos. Pero en esa avidez por derribar lo obvio, lo que queda en evidencia es la estrechez del que escribe, su imposibilidad de acoplarse a una propuesta cinematográfica específica, la de una película que no quiere pensar un género sino que solamente aspira a ejecutarlo ciegamente, tocando sus cuerdas más conocidas y livianas. Acostumbrados a que el cine se muestre autoconsciente, notoriamente reflexivo sobre sus materiales, dispuesto siempre a reírse de sí mismo y a transparentar sus mecanismos, las películas que se aferran con uñas y dientes a un género muchas veces nos dejan mal parados: nos resultan inocentes, anacrónicas o simplemente estúpidas. Noches de encanto no es ni por asomo una buena película, pero no lo es por varios motivos distintos de los nombrados arriba, que fueron los que puntearon la mayoría de las reseñas. Es más, hasta podría decirse que el acartonamiento declarado de la película de Steve Antin es su arma más eficaz: cuando apuesta con más fuerza a la sofisticación tilinga y artificial o al despliegue en serie de los clichés más grasosos posibles, Noches de encanto cumple y por momentos hasta se muestra viva, robusta. Uno de los puntos flacos de la película es la histeria de los personajes y la pacatería sexual (no hace falta que cojan en pantalla, me banco la elipsis, ¡pero cojan de una vez!), algo cada vez más frecuente dentro del cine estadounidense y que a esta altura parece un definitivo signo de los tiempos. Sin embargo, lo que vuelve irredimible a Noches de encanto es su impericia a la hora de filmar el baile. Las coreografías aparecen infinitamente fragmentadas en planos que duran no más de un segundo (o dos, si las que están en pantalla son Christina Aguilera o Cher) negándole cualquier posible peso real al baile. La explicación común para casos como el de Noches de encanto es que, como ya no hay gente que baile bien en el mundo del cine, los directores tienen que cortar los planos todo el tiempo para tapar esa falta de destreza. Pero ese argumento suena a nostalgia simplona con sabor a cine clásico: como nadie baila como Fred Astaire o Gene Kelly, entonces el plano general en un musical pierde su razón de ser. Me inclino más a pensar que la velocidad a la que se reproducen las imágenes en casi todos los géneros alcanzó también al musical. El resultado es una limitación total y absoluta de la libertad del espectador a la hora de elegir qué ver en pantalla: un torso, una cara, un culo, unas piernas, un plano de conjunto, de nuevo un torso; la película nos muestra todo el tiempo lo que ella cree que queremos (tenemos) que ver sin que podamos nunca elegir qué mirar por nosotros mismos. Por ejemplo, podríamos interesarnos por una bailarina secundaria perdida en el fondo del escenario o por la forma de bailar de Aguilera, pero Steve Antin no nos deja recorrer a gusto el escenario y su elenco porque nos impone siempre su recorte atomizado y velocísimo del show. El problema más grave de Noches de encanto no es su falta de autoconciencia o la manera en que Antin suscribe a todos y cada uno de los lugares comunes del género en su vertiente más acartonada, sino el poco respeto que exhibe para con la inteligencia del público (“como no sabés qué hay que mirar, yo te lo señalo”) y hacia los cuerpos arriba del escenario, mutilados salvajemente a través del montaje.
Canta, Christina, Canta… Tenía mucho sueño antes de entrar al cine para ver Noches de encanto, así que tomé un café negro, reuní optimismo y la esperanza de no dormirme ni aburrirme demasiado. No me gustan los musicales, cuando en algunos capítulos de los Simpson se ponen a cantar, cambio de canal; pareciera que los encargados del doblaje no se decidieran del todo entre subtitular las canciones, dejarlas en ingles sin nada, o doblarlas, los resultados son siempre espantosos. El musical es un genero con muchas convenciones bastante explicitas, a Noches… no le falta casi ninguna. Ali (Christina Aguilera) es una moza de un bar de mala muerte en un pequeño pueblo, con (al parecer) gran talento para cantar. Harta de su presente decide ir a Los Ángeles a probar suerte y cae en el club nocturno Burlesque dirigido por Tess (Cher) y su amigo Sean (Stanley Tucci). Las cosas comenzaran a mejorar para ella, y luego a empeorar de nuevo para finalmente volver a mejorar. Así las cosas, parece mentira que tres personas hayan sido necesarias para escribir el guión de este artefacto, no sólo porque ha sido visto un millón de veces, sino también porque es demasiado evidente que la historia es un pretexto para unir la secuencias musicales. Demasiada pavada superflua, más allá de buen algún chiste del súper-estereotipado personaje de Stanley Tucci (el amigo gay que merodea los ambientes predominantemente femeninos). Leo por ahí, en el recomendable Diccionario de cine de Eduardo A. Russo, en la definición de Comedia Musical: “… Las convenciones del musical, altamente expuestas para el publico, que debía saltar del personaje al actor cantante o bailarín, y luego volver a la trama, llevaron al género a peripecias cada vez más intrincadas, que elevaban a más de un espectador al éxtasis mientras que su vecino de butaca era consumido por el tedio y la irritación más profunda…” Esas sensaciones dispares creo que pueden ocurrirle a gran parte del público, sin embargo, personalmente no fui consumido por el tedio, y mi novia (que gusta mucho de los musicales) no fue elevada al extasis por Noches de encanto. Definitivamente es una película a medias, que no cae en el pozo gracias a Cher, y, por sobre todo, gracias a Christina Aguilera Es que la ex cantante teen pop tiene un vozarrón impactante, y, aunque tenga ese defecto de algunos virtuosos de exagerar en la demostración de sus posibilidades, y además sea de madera terciada para actuar, tiene gracia, talento, sensualidad y el toque justo de inocencia para interpretar los números de cabaret. Es la responsable de la música, y se nota, cada cuadro está hecho para que se luzca en muchos sentidos. Cher de una voz profunda y con mucho más oficio deslumbra y divierte en sus pocas apariciones musicales. Y aquí otro reproche al film ¡no cantan juntas! Como en una película promocionada casi como “la de Cher y Aguilera” a nadie se le ocurrió juntarlas en el escenario, ¡Steve Antin sos un pecho frío! En fin, Noches de encanto funciona en la sucesión de cuadros musicales, allí avanza con gracia y entretiene, gracias al verdadero talento de Aguilera y Cher, que es, interpretar canciones, luego tiene al siempre efectivo Stanley Tucci y nada mas. Así que, por favor canta, Christina, canta, que tú no cantas como ninguna
Creo que la calidad de la película va a depender de la edad que tengas y de cuantos musicales hayas visto. Si no tenés idea que es Cabaret, Chicago, o ni sabes quien es Bob Fosse, Noches de encanto te va a gustar mucho, porque obviamente todo va a ser nuevo para vos. Si te gusta Cristina, lo vas a pasar bomba. Pero si sos de los que...
ESTRELLITA, ¿DÓNDE ESTÁS? Fácilmente se podría dividir a NOCHES DE ENCANTO (BURLESQUE, 2010) en dos conjuntos. Al primero, el más destacable de la película, lo integran los espléndidos números musicales interpretados por la cantante (y actriz a medias) Christina Aguilera, y la ya leyenda de la show business Cher. En el segundo conjunto está lo peor de este musical dirigido por Steve Antin: Personajes sumamente chatos, lugares comunes, un desbocado desinterés por sus propios conflictos y actores desperdiciados. En la escena inicial del film ya se percibe ese cansino cliché andante que es la historia de la protagonista, que ya está tan (mal)gastado que incluso pasó a ser parte de uno de los gags de la genial sitcom de la CBS: Al igual que Penny de “The Big Bang Theory”, Ali (Aguilera) es una pueblerina que deja todo para alcanzar su sueño de ser famosa. Así llega hasta Hollywood y, mientras busca trabajo, va a parar a una casa de burlesque. Jajaja. Perdón, es que me acordé de un capítulo de “Los Simpsons”. Dentro de esta casa de burlesque (Jeje), un grupo de bellas mujeres bailan sensualmente. Tras bambalinas está Tess (Cher), propietaria del lugar con problemas de deudas. Junto a ella está su gayfriend Sean (Stanley Tucci). Ninguno de los dos sospecha que su salvación acaba de entrar por la puerta: Ali tiene una potente voz que pondrá de cabeza la vida de todos, enamorará al barman y sí, salvará al burlesque. Como verán, no tengo ningún problema en revelarles el final de la película porque, al igual que el desenlace de las demás pobres subtramas del film, es súper obvio. Hay personajes estereotipados, otros ignorados (¡Tucci, por Dios!) y otros presentes pero que no aportan nada. Y lo peor de todo es que el personaje que más acapara la atención del film es el de Aguilera, a tal punto de dejar casi de lado la historia que todos creían que sería la principal: Aunque el protagonismo de las subtramas va y viene, NOCHES DE ENCANTO se centra más que nada en Ali y (más de lo quisiéramos) en su insulsa relación con Jack, el barman. Así la película se ve obligada a desplazar mucho de lo que pasa en el burlesque, hasta dejarlo en segundo plano, y las únicas veces que lo visitamos es para ver un número musical. O a Cher, quien aun puede hacer vibrar los parlantes - su canción “You Haven't Seen The Last of Me”, ganadora del Globo de Oro, es uno de los momentos más emotivos - y dar una buena interpretación a pesar de no poder mover los músculos de su cara por tantas cirugías. En cuanto a Aguilera, si actuara tan bien como canta, esta mina ganaría el Oscar. Pero no es así. Su personaje cansa la mayor parte del tiempo, y su actuación no convence nunca debajo del escenario. Sí, NOCHES DE ENCANTO es un film flojo cuando está lejos del escenario. Pero sobre las tablas es otra cosa. En el escenario pasa lo mejor de la película: La estruendosa gran voz de Aguilera le da el ritmo a números musicales encantadores, sexys y muy entretenidos. Muchos colores, vestuarios, canciones y coreografías presentadas al mejor estilo Broadway, que su director supo filmar de la manera correcta y que los amantes de los musicales agradecerán. Este es el segundo conjunto del que hablaba al principio de la crítica. Lamentablemente, la película no logra balancear ambos y NOCHES DE ENCANTO pasa al olvido así como su obviedad narrativa y sus canciones que no llaman tanto la atención. No salí tarareando ninguna de ellas. Diferente fue mi experiencia con NINE (2009), otro reciente musical muchísimo mejor trabajado. El tema “Be Italian” estuvo en mi cabeza por toda una semana. Ni hablar de temazos como “Life is a Cabaret” de CABARET (1972), “Gee, Officer Krupke” o “America” de AMOR SIN BARRERAS (1961), o las inconfundibles “You're the one that I want” de GREASE (1978) y “Singin' in the Rain” de CANTANDO BAJO LA LLUVIA (1952)... Okey, ya me fui por las ramas. En fin, una lástima por NOCHES DE ENCANTO.
Concebida casi exclusivamente para permitir el lucimiento de Christina Aguilera -también productora ejecutiva musical del film- y en menor medida de Cher, Noches de Encanto o Burlesque es un musical que brilla en sus momentos escénicos y decae indefectiblemente en su prefabricado entramado y esquemáticos diálogos y situaciones. Llevar al cine una comedia musical no es fácil, últimamente sólo Rob Marshall en Nine (y también en Chicago) logró cosas dignas. De todas maneras hay que decir que el director debutante Steven Antin, con una carrera importante como actor, no parte de ninguna pieza de Broadway sino que él mismo escribió el guión y lo volcó al género del music-hall o comedia musical. Contando con un elenco importante en el escenario (espléndido cuerpo de bailarines y cantantes aparte de las protagonistas), y bajo de él (Peter Gallagher, el excelente Stanley Tucci y la propia Cher, entre otros), Antin logra que ellos muestren lo que saben y acierta en la atmósfera visual del burlesque, además en la eficacia de la banda de sonido. Pero el resultado global es pobre y por momentos insufrible. Noches de Encanto trae a la memoria inevitablemente a Cabaret y la distancia enorme, kilométrica que separan tanto a ambos films como a la Aguilera y a Cher de Liza Minelli. Y no se trata de comparaciones antojadizas, porque queda clara la intención de remedar de algún modo aquella pieza memorable de Bob Fosse y a su extraordinaria protagonista. Pero las situaciones dramáticas, humorísticas o costumbristas que juega Aguilera son tan ramplonas y elementales como su incapacidad actoral, más allá de su voz privilegiada y buenas dotes de bailarina; que no le alcanzan para ser el centro –al borde de lo egocéntrico- de una película, Por otra parte Cher, que sigue cantando muy bien, apenas puede hacer visible alguna emoción en un rostro enmascarado a fuerza de años de liftings y cirugías. De todas maneras en la premiere de este film los admiradores de la diva disfrutaron intensamente del film, tarareando y aplaudiendo cada canción. Para tenerlo en cuenta.
La vieja y repetida historia de buscarle un sentido a la vida En cientos de ocasiones el cine abordó el tema central de “Noches de encanto”. Esto significa: la chica pobre y con ambiciones que parte de un pueblo miserable solamente con sus sueños a cuestas. Y muchas, pero muchísimas ganas de tener un futuro mejor haciendo lo que le gusta. En este caso se trata de bailar y cantar. Ese es el deseo de Ali, el personaje protagónico a cargo de Christina Aguilera en su debut cinematográfico. Ali llega a Los Angeles y consigue un empleo como moza en Burlesque Lounge, un lugar que la deslumbra nada más ver la marquesina, como si su destino estuviese escrito en ese cartel con letras de neón. Por pura perseverancia se las arregla para que Tess, la dueña del sitio interpretada por Cher, le de la oportunidad de subirse al escenario y mostrar finalmente qué es lo que sabe hacer además de servir las mesas. También conoce a un músico y barman que la hospeda por un tiempo y a un grupo de bailarinas con quienes compartirá los buenos y malos momentos. ???A partir de allí, el filme corre por los carriles más o menos conocidos del romance y el drama en clave musical. Podría pensarse que el primer filme del director Steve Antin, con tres nominacines a los Globos de Oro, no tiene mucho más para ofrecer y no es así. ???Aguilera, con su voz potente (“¿desde cuándo una blanca canta así?”, se pregunta una compañera suya) se luce sobre todo en las escenas musicales, pero también pone empeño en hacer lo más creíble posible la fragilidad de su personaje. ???Si bien los conflictos pronto quedan al descubierto tanto como el desenlace, las coreografías eficaces y la impecable puesta en escena compensan cierto desencanto que produce la película desde el punto de vista argumental. ???Es en el aspecto visual y técnico donde Antin muestra la mayor tenacidad al poner en primer plano lo que mejor saben hacer las protagonistas y en el espacio de un pequeño cabaret. ???De hecho, hasta la mitad del filme las coreografías incluyen sólo cinco bailarinas sobre un pequeño escenario, y aun así la puesta de cámaras es brillante tanto como el desempeño del cuerpo de baile, el montaje, la iluminación y la mayoría de los rubros técnicos. ???En última instancia “Noches de encanto” es la vieja historia que vuelve a repetirse, en la vida como en la ficción. Más allá del embalaje más o menos elaborado en el que se lo presente, en el fondo se trata de personas tratando de sobrevivir y encontrarle sentido a sus vidas.
Ali (Christina Aguilera) llega a Los Ángeles desde su pequeño pueblo carente de oportunidades para las generaciones jóvenes. A falta de trabajo y conciente de su enorme potencial como cantante, decide probar suerte en el Burlesque Lounge, un club de revista musical donde todas las noches las chicas deslumbran al público desde un pequeño escenario. Administrado de mala manera por Tess (Cher), el lugar tiene serios problemas económicos de difícil resolución en el horizonte próximo. Sin embargo, Ali es contratada como camarera. Tras varias semanas, y ante la necesidad de encontrar una corista suplente, Ali enfrenta un casting a cargo de la propia Tess y de su asistente artístico Sean (Stanley Tucci). Todos los artistas del lugar están convencidos que Burlesque Lounge vive para deslumbrar, fascinar y lograr que los sueños se hagan realidad, pero una sola persona, por más increíble que sea su voz, puede llegar a no ser suficiente para mantener el negocio a flote. El debutante director Steven Antin tiene un estilo tan básico y poco arriesgado que hace que todos los “homenajes” a filmes como “Chicago”, “Moulin Rouge”, “Coyote Ugly”, “All that jazz” y el 80% de su estructura tomada de “El diablo viste a la moda” suenen más a copia deslucida que a verdadera admiración. Cher y Tucci poseen el oficio de siempre, la cantante Christina Aguilera hace su debut en cine sin demasiadas sorpresas (su excelencia musical ya es bien conocida fuera del celuloide) y a Kristen Bell se la nota más incómoda que nunca. Si bien los cuadros musicales reflotan gran parte del tedio que producen los fragmentos actorales, estas canciones (dos de ellas nominadas a sendos premios, entre ellos a un Globo de Oro) no hacen más ligera las dos horas de proyección. Una verdadera desilusión.