Nuestros Hijos (I nostri ragazzi), nuevo largometraje del realizador Ivano De Matteo, relata el precario equilibrio entre dos hermanos burgueses muy distintos entre sí, y sus respectivas esposas. Massimo (Alessandro Gassman) es un abogado penalista pragmático y eficaz, Paolo (Luigi Lo Cascio) es un pediatra cirujano acostumbrado a lidiar con situaciones límites. Pese a sus diferencias los cuatro se reúnen a cenar una vez al mes en un lujoso restaurante, allí es cuando las discrepancias salen a la luz. Ambas parejas tienen hijos adolescentes. Los primos Michele (Jacopo Olmo Antinori) y Benedetta (Rosabell Laurenti Sellers), son muy unidos. Salen juntos, miran videos por Internet y visitan sus respectivas casas. Ella parece ser más sociable pero Michele vive alienado en la computadora y el celular y tiene dificultades para relacionarse. Una noche, regresando de una fiesta, Michele y Benedetta cometen un acto criminal aberrante, similar al que Michael Haneke utilizaba en Bennys Video para reflexionar sobre la glaciación emocional. Aquí es la excusa para trabajar sobre el dilema moral al que se deberán enfrentar los padres de los jóvenes. Nuestros Hijos es honesta a la hora de retratar a los personajes y pensar en la violencia en distintos ámbitos y estratos sociales. El filme describe como frente a situaciones límites las reacciones de las personas pueden llegar a ser las menos previsibles. Por Fausto Nicolás Balbi @FaustoNB
Con una propuesta audaz desde lo ideológico y moral, el director Ivano de Matteo, nos pregunta ¿Qué lejos llegarías para proteger a tus seres queridos?, en este film que es una adaptación del libro de German Koch, La cena. Nuestros hijos nos instala en el seno de dos familias de profesionales, dos hermanos muy diferentes desde lo físico y lo moral, uno médico y el otro abogado. Oficios que desde el vamos tienen connotaciones sociales diferentes y plantean formas de vida distintas. Nos introduce en su cotidianidad, sus hábitos, sus entornos, de una manera magistral, logrando escenas de un realismo costumbrista muy interesante y que refleja cuestiones de la sociedad actual: las relaciones de pareja y con los hijos; el tema de la juventud, la escolaridad y las diversiones; la incomunicación generacional, el compromiso profesional, entre otros. En esos mundos organizados sucede algo que los pone frente a una situación límite, que cuestionará todas sus estructuras. Muy bien actuada por los protagonistas, que deben hacer crecer a sus personajes cambiando a medida que evoluciona la narración. Se desarrolla con un ritmo calmo, el que se va manteniendo a medida que crece la tensión y los espectadores se involucran con la historia. Porque lo que se plantea da para quedarse pensando, no es un film pasatista. Para ver, disfrutar y reflexionar
Jugando a la impunidad Los secretitos sucios de los burgueses y sus esfuerzos por salir indemnes son los dos núcleos principales de este drama italiano con toques de suspenso, muy en la tradición del gran Claude Chabrol, aunque ubicándose bastante lejos en términos cualitativos. De una forma similar a lo acontecido con motivo de Il nome del figlio (2015), aquella remake de El nombre (Le Prénom, 2012), la que a su vez estaba basada en una obra teatral de Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, en esta ocasión también tenemos una nueva versión de un trabajo previo, una lógica que el “viejo continente” parece duplicar de Hollywood y su fetiche con adaptar para un determinado público lo que fue ideado con otra idiosincrasia de base: sincronización global de por medio, hoy nos topamos con Nuestros hijos (I Nostri Ragazzi, 2014), un drama inspirado en la holandesa The Dinner (Het Diner, 2013). Más allá de este insólito interés de los productores italianos en pos de refritar propuestas de otras latitudes de Europa, por suerte en esta oportunidad la faena resulta más exitosa que en el caso de Il nome del figlio, un opus que caía debajo de la película original. Ambas obras están basadas en una novela del 2009, The Dinner (Het Diner) de Herman Koch, y si bien la primera traslación mantiene más puntos en común con respecto al libro, a decir verdad los dos films se asemejan bastante en materia de la estructura general del relato y el rol asignado a los personajes: mientras que en la realización holandesa los protagonistas eran los hermanos Paul, un profesor de Historia vinculado a una izquierda difusa, y Serge, un político derechoso que deseaba convertirse en Primer Ministro, ahora sus homólogos son el pediatra Paolo (Luigi Lo Cascio) y el abogado Massimo (Alessandro Gassman). El primero está casado con Clara (Giovanna Mezzogiorno) y tiene un vástago adolescente, Michele (Jacopo Olmo Antinori), y la pareja del segundo es Sofia (Barbora Bobulova), madrastra de la hija púber de Massimo, Benedetta (Rosabell Laurenti Sellers). El guión del realizador Ivano De Matteo y Valentina Ferlan en un inicio relaciona a las dos familias mediante un altercado en vía pública que deriva en un asesinato y un niño herido de bala por una discusión vehicular (Paolo atiende al joven y Massimo representa al oficial de policía que disparó), no obstante a posteriori se mete de lleno en el verdadero eje de la trama, léase la posibilidad de que Michele y Benedetta hayan atacado a una homeless a golpes -luego de una fiesta nocturna- hasta dejarla en coma (una cámara de vigilancia lo registró todo a la distancia y así Clara cree reconocer a su hijo cuando pasan el video por la televisión). Tópicos clásicos del cine europeo como la cobardía, el egocentrismo y la sensación de impunidad de la burguesía aquí reaparecen en función del andamiaje de los cuentos morales y esas decisiones que repercuten de manera directa sobre nuestra sociedad. Sin alcanzar el nivel de sadismo de El video de Benny (Benny's Video, 1992) de Michael Haneke o la inteligencia de los opus de Claude Chabrol, la película es tan correcta en su abordaje y desarrollo como la holandesa… y no mucho más, ya que nuevamente tenemos una primera mitad que se toma su tiempo para describir -con algunas redundancias- la dinámica de los clanes en cuestión y una segunda parte en la que comienzan a intervenir los recursos del suspenso centrados en la desconfianza y las acusaciones recíprocas. Dicho de otro modo, una vez más descubrimos que el segundo acto supera con creces al primero porque logra elevar la intensidad del conflicto subyacente en esta mixtura de mediocridad, arrogancia y banalidad que tan bien define a los burgueses y sus subproductos, hoy unos “nenitos mimados” acostumbrados a que papi y mami les laven religiosamente las culpas.
Entre el corazón y la justicia De un día para otro, la vida de dos matrimonios italianos de clase acomodada cambia radicalmente. Un crimen inesperado que involucra a sus hijos los coloca ante un dilema moral del que no saldrán indemnes. Adaptación libre de una novela que fue best seller en Europa -La cena, del holandés Herman Koch-, esta película del prolífico actor, guionista y director romano Ivanno De Matteo pone el foco en la notoria hipocresía de sus personajes con la intención de reflejar la decadencia de una sociedad atravesada por la violencia, la desigualdad y la alienación. Cuenta para esa tarea con un elenco muy sólido, con su propia pericia para una puesta en escena virtuosa y también con un guión motorizado más de una vez por gruesas manipulaciones. Su objetivo manifiesto, explicó el propio director cuando el largometraje se estrenó en el Festival de Venecia, fue preguntarse hasta qué punto se debe ignorar la conciencia para proteger el estatus. Se sabe que, muchas veces, las razones del corazón están en conflicto con las de la justicia. Y aquí estos padres con visible prestigio en sus respectivas vidas profesionales, y que creían tener todo bajo control, empiezan a notar peligrosas grietas en la base en la que se venían apoyando. Un quiebre que la película podría haber evidenciado sin necesidad de apelar a un final que recurre sin culpa al golpe de efecto.
EL LADO OSCURO DE LA BURGUESÍA Dos matrimonios amigos, burgueses de buen pasar y esposos con profesiones de prestigio pero contrastantes (pediatra, abogado), hijos de por medio con más de una filiación entre ellos y un restaurante de primera clase para el encuentro mensual de los cuatro. Paolo y Clara (Lo Cascio, Mezzogiorno) y Massimo y Sofia (Gassman, Bobulova) construyeron su status social a través del éxito y de sus correspondientes apariencias, no vaya a ser que un infortunio provoque más de un cisma entre ellos, más que nada relacionado a los hijos, metidos en un caso de violencia física callejera difundida por la televisión en sus informes.Nuestros hijos es eso: una película que trabaja sobre la idea del ocultamiento, el qué dirán y el poder que se tiene para arreglar chanchullos y problemas al margen de la ley. El director De Matteo (en su noveno film…) presenta una historia atractiva, con una narración que fluye a través de los acontecimientos y de los cambios de ánimo de los personajes centrales y secundarios, pero que no pretende ir más que de aquello que le exige el guión y la ilustración correcta de las escenas. Cuando pretende volar más alto, Nuestros hijos no tiene matices ni siquiera rozando la perfección incómoda y malsana del austríaco Haneke en Benny’s Video (1992). Menos aun en relación a los dilemas éticos y morales de El Decálogo (1989) de Kielowski. La cinta de De Matteo vuela hasta donde le permite su factura televisiva al protegerse y sentirse cómoda en los guiños y vueltas de tuerca que le autoriza el guión, al estilo de uno de los episodios de Relatos salvajes de Szifrón, pero sin el eufórico humor negro del film de acá. Nuestros hijos, en ese punto, recurre a la solemnidad, a las secuencias de montaje pautadas por un tema musical, a la conformación de una puesta en escena que jamás se evade del catálogo reglamentado que se propone desde un “laboratorio de escritura” Sin embargo, una escena sobresale de (casi) todo el resto: aquella en la que Clara, una de las madres protagonistas, acomodada en su lujo burgués y luego de despedir a su esposo que se dirige a la clínica, observa atónita las imágenes que provienen de un televisor con una noticia que involucraría a su hijo. Esos dos minutos en silencio de Clara, quien deja de comer y luego hace “catarsis” en la cocina, vienen registrados por la notable actriz italiana Giovanna Mezzogiorno. Se trata de ese bello rostro y de esos ojos grandes que enloquecían de amor desde la piel de Ida Dalser en Vincere (2009) de Marco Bellocchio debido al rechazo de un joven Benito Mussolini. NUESTROS HIJOS I nostri ragazzi. Italia, 2014. Dirección: Ivano De Matteo. Guión: Valentina Ferlan e Ivano De Matteo, sobre la novela The Dinner de Herman Koch. Fotografía: Vittorio Omodei Zorini. Intérpretes: Alessandro Gassman, Giovanna Mezzogiorno, Luigi Lo Cascio, Barbora Bobulova, Rosabell Laurenti Sellers, Jacopo Olmo Antinori, Lidia Vitale. Duración: 92 minutos.
La adaptación que Ivano De Matteo realiza de la obra "The Dinner" trabaja sobre dos puntos particulares a partir de la narración de los hechos: la transformación de los personajes y el debate moral que los espectadores realizarán luego del cambio. Cuando dos familias ven cómo de un día para otro tendrán que modificar su percepción acerca de sus hijos, la mirada sobre ellos mismos terminará por componer el espacio para que el filme avance en cuanto a conflicto y tensión. Alessandro Gassman, Luigi Lo Cascio, Giovanna Mezzogiorno, Barbara Bobulová, Jacopo Olmo Antinori y Rosabell Laurenti Sellers, componen el elenco de un filme rabioso, trepidante, que comienza con un hecho "policial" casi similar a uno de los episodios de "Relatos Salvajes", film con el que comparte muchas coincidencias en tanto la urgencia para explicitar un estado de la sociedad, en este caso, la italiana.
Dos hermanos muy distintos entre sí deben unirse frente a un drama ético que involucra a los hijos adolescentes de ambos. Massimo es un abogado ambicioso y burgués, Paolo un pediatra progresista que desprecia su materialismo. Las vidas de ambos van por carriles casi paralelos, excepto por esporádicas cenas de a cuatro marcadas por la tensión y la envidia. Una noche, sus hijos salen de fiesta y llegan a casa un poco borrachos. Al día siguiente, la televisión difunde un video tomado por cámaras de seguridad en la que se ve cómo una pareja de adolescentes golpea hasta matar a una mujer de la calle. ¿Son ellos? Sin resquicios para el humor o la comedia, esta película italiana, que abre con una violenta escena callejera en la que la víctima es un niño, apela muy directamente a provocar un tipo de reflexión compartida con los protagonistas: ¿Conocemos realmente a nuestros hijos? ¿Sabemos lo que hacen o, mejor, de lo que son capaces? ¿El afecto y la formación bastan para criar seres humanos íntegros? Nuestros hijos es de una seriedad aburmadora, una amargura de tema y tono cuyo objetivo aleccionador da ganas de escapar. Aún así, apoyada en las buenas actuaciones -y algunas exageraciones- de su cuarteto protagonista (los hermanos y sus esposas) y en una narrativa clásica, inobjetable, se ve con interés hasta su sorprendente final.
LOS PADRES Y LAS CULPAS DE LOS HIJOS QUE PRETENDEN TAPAR Una interesante película italiana, dirigida por Ivano de Matteo, con guión de Valentina Forlan y el director, basado en la novela de Herman Koch. El planteo del film es la acuciante pregunta a los padres: que serian capaces de hacer por sus hijos, especialmente cuando ellos carecen de culpas y valores. Dos hermanos un pediatra entregado a su profesión y un abogado cínico, enfrentan la posibilidad de que sus hijos, dos adolescentes muy unidos, vayan a la cárcel. Y a partir de una situación limite las distintas actitudes, los secretos revelados, amnesias, situaciones acomodaticias. Con buenos actores y planteos reconocibles y sensibles. Se lucen Alessandro Gassman, Giovana Mezzogiornio, Luigi Lo Cascio. Sin escarbar demasiado en las razones por la que dos chicos, que aparentemente tiene una vida fácil, llegan a ese extremo de crueldad sin planteos, pero con un mosaico de reacciones actuales, reconocibles, incomodas o fáciles.
En 2015 'Nuestros hijos' compitió en la 59ª entrega de premios David di Donatello (el Oscar italiano) y cosechó una buena cantidad de premios en distintos festivales, entre ellos, cuatro en la 71ª Mostra de Venecia. La -muy recomendable- película de Ivano De Matteo se estrena hoy en nuestras salas, año y medio después de una primera proyección en la segunda Semana de Cine Italiano en Buenos Aires.
Un crudo dilema familiar El hijo de Vittorio Gassman y Giovana Mezzogiorno son los puntales de este drama italiano sobre relaciones familiares. Es casi una tradición que al buen cine italiano le gusta ahondar en las relaciones dentro de una familia. Las rencillas, los celos, a veces con humor, otras con carga dramática. La segunda opción es la que ofrece Nuestros hijos, cuando un hecho une a dos hermanos profesionales que tenían un vínculo distante. Massimo y Paolo suelen sentarse a una mesa en un buen restaurante con sus esposas. Massimo es un abogado que salva delincuentes, aún sabiendo que son culpables. Paolo es un cirujano de niños. Ambos son exitosos en su vida profesional y parece que en la familiar también. Pero un video emitido por la televisión muestra a dos adolescentes pegando una noche en la calle a una homeless, que finalmente fallece. Y esos jóvenes son la hija de Massimo y el hijo de Paolo. Lo que el filme de Ivano De Matteo propone es nada más y nada menos que una cuestión moral. ¿Qué hacer? ¿Los padres deberían denunciarlos? ¿Qué pesa más, la culpa o la justicia en sus decisiones? ¿Y cómo plantearse ante sus propios hijos? La película abre con otro hecho de violencia: una discusión entre dos conductores termina con uno pegándole un tiro a otro, matándolo e hiriendo a su hijo que luego serpa atendido por Paolo. Nuestros hijos trata sobre cómo la sociedad actual es víctima de una cultura de violencia. Las cosas se van de las manos con facilidad a los personajes de la película, adaptación de La cena, best seller de Herman Koch, quien se basaba en un hecho real: el asesinato de una indigente en manos de dos jóvenes en un cajero automático de Barcelona. La película muestra las hipocresías a partir de esas familias que no hablan de cosas importantes y que se mantienen en un delgado equilibrio hasta que la situación, y las probables consecuencias, la vuelven insostenible. Que los roles dentro de esa relación –el que ha defendido criminales y el que cura a los niños- vayan mutando también habla de una mirada desprovista de prejuicios que refleja a la sociedad. Y que Alessandro Gassman, que suele interpretar personajes arrogantes y con falta de moral, componga a Massimo es más que un acierto. Giovanna Mezzogiorno (El último beso, Vincere) sea su cuñada, también. Es en ellos, y en un gran Luigi Lo Cascio, en sus interpretaciones, donde el filme necesita apoyarse para que los cambios de humor de los protagonistas sean sentidos desde la platea como auténticos. Dolorosos, pero ciertamente reales.
Esta mirada impiadosa a la burguesía italiana expone de manera demasiado evidente sus intenciones (y lecciones). Hay películas cuyas ideas y opiniones sobre el mundo son consecuencia de las acciones –impuestas o voluntarias– de sus personajes, y otras en las que se da al revés. A este último grupo, usualmente conocido como “películas de tesis”, pertenece Nuestros hijos, del italiano Ivano De Matteo. El guión es implacable con sus protagonistas, a quienes empuja una y otra vez (y cada vez con más fuerza) hasta sus límites éticos, morales e incluso sentimentales. Sucede incluso desde su primer conflicto, desatado cuando un médico atiende a un nene baleado por un policía de civil a raíz de una discusión de tránsito, y su hermano (un abogado con pocos escrupulosos a la hora de hacer su trabajo) es el encargado de defender al acusado. Pero hay más, porque sobre la mitad del relato los hijos adolescentes de ambos dejan en coma a una indigente (¡!) después de molerla a trompadas y patadas a la salida de una fiesta. Sin testigos ni pistas concretas, la duda de la familia pasa por si es conveniente denunciarlos o no. Basada en un libro de Herman Koch, Nuestros hijos se propone como una exploración de los secretos sucios detrás de la aparente pasividad y confort de la burguesía italiana. El problema es que el film está demasiado preocupado porque se noten sus intenciones, y los quiebres de guión, sumado al carácter deliberadamente antipódico de sus cuatro personajes centrales, no hacen más que evidenciar los hilos de un relato menos preocupado por contar que por decir.
El cine italiano pone el dedo en la llaga • "NUESTROS HIJOS", DE IVANO DE MATTEO, SOBRE LA DELINCUENCIA JUVENIL Un tema de actualidad en numerosos países, incluyendo el nuestro: el complicado vínculo de padres con hijos que cometen crímenes o delitos. Será lo más lindo que nos pasó en la vida y todo eso, pero ¿qué hacer cuando nuestro propio hijo comete un delito? ¿O nuestra única sobrina? Con este planteo, Ivano De Matteo, especialista en cuestiones de familia, su esposa libretista, Valentina Ferlan, y cuatro intérpretes de primera (Alessandro Gassman, Giovanna Mezzogiorno, Luigi Lo Cascio, Barbara Bobulova) reelaboran una eficaz novela basada en un hecho real. Porque estas cosas existen. En 2005, unos nenes bien de Barcelona reventaron a patadas a una indigente que vivía en la calle. Los captó una cámara de seguridad y no tardaron en ser reconocidos. ¿Cuánto podía tardar la Justicia? Sólo el tiempo que pudiera ser demorada por alguna influencia. Mientras, la pregunta general era la habitual en estos casos: ¿dónde estaban los padres? ¿cómo los educaron? En 2009, el danés Herman Koch noveló una reunión entre los padres de dos atorrantes como esos: "Het Diner". Señores bien se juntan a comer en un restaurante de lujo, charlan de bueyes perdidos, y hacia los postres se preguntan qué estrategia desarrollar respecto al problemita causado por sus hijos. Se recriminan mutuamente y muestran la hilacha. Premio del Público Lector de su país, "Het diner" se editó en castellano como "La cena" (2010, Salamandra). Popular en Italia con un personaje de mafioso en una serie televisiva y unas buenas películas como director ("La bella gente", "Gli equilibristi", ahora "La vita possibile"), Ivano Di Matteo sabe potenciar el drama. Los padres de su historia son hermanos: un pediatra de hospital que atiende al niño víctima circunstancial de un gatillo fácil, y un abogado hábil que defiende al policía de gatillo fácil. ¿También el esquema de caracteres será fácil, cuando les toque descubrir (¿y luego tal vez cubrir?) el delito de sus hijos? Para nada. Si prejuiciosamente suponemos cómo va a reaccionar cada uno, llegado el momento, y ante los hechos concretos, veremos que la vida es más compleja. Y a esto se suma la actitud de cada esposa, aun más compleja. Doble vuelta de tuerca, linda pintura de estos tiempos, elenco destacado, una pregunta latente (¿usted qué haría?), final fuerte. Bravo cine italiano. Vale la pena.
Basada en el libro La cena, de Herman Hosch, la película italiana dirigida por Ivano De Matteo detiene su mirada en la vida de dos hermanos que tienen que tomar una decisión a raíz de un hecho protagonizado por sus respectivos hijos. Gassman y Lo Cascio logran interpretaciones que traspasan la pantalla. Massimo (Alessandro Gassman) es un abogado de carácter con pocos escrúpulos, está casado con Sofía (Barbora Bobulova) y es padre de Bonny (Rosabell Laurenti Sellers) y María. Mientras que su hermano Paolo (Luigi Lo Cascio) es médico pediatra de un hospital, y su familia está compuesta por su mujer (Giovanna Mezzogiorno) y su hijo Michele (Jacopo Olmo Antinori). Las diferencias laborales y de personalidad generan que sus escasos encuentros finalicen en discusiones sobre ética y moral. Conceptos que deben poner en práctica cuando se enteran que Bonny y Michele generaron una situación que puede llevarlos a la cárcel. Nuestros hijos (I Nostri Ragazzi, 2014) llega al espectador sin mediaciones. Porque desde el comienzo genera la necesidad de saber qué va a suceder con una historia pequeña que extiende sus aristas con el correr de los minutos. Los cuatro protagonistas, al igual que los dos jóvenes, realizan interpretaciones sobresalientes que logran trasladar al público los numerosos sentimientos que emergen. Sus actuaciones acompañan un guión realista y contemporáneo. De Matteo lleva a la pantalla grande un drama que muestra cómo el ser humano puede cambiar -o no- cuando tiene que enfrentar una situación inesperada. Las distintas formas de resolverla son retratadas a través de los personajes, dado que cada uno reacciona de forma diferente. Algo que bien podría ser analizado psicológicamente. Nuestros hijos plantea un dilema ético que el espectador evaluará durante la película. Y más aún después de ver el final.
Una historia que habla de la familia, del amor, los rencores, las inseguridades, las mentiras, las traiciones y hasta que sos capaz de hacer ante la equivocación de un ser querido y si lo salvarías aunque sea culpable. Cuenta con muy buenos diálogos, interpretaciones, buen ritmo, tensión y un planteo muy interesante.
Dilemas frente a un hecho traumático. Segunda adaptación más o menos libre de la novela La cena, de Herman Koch (existe una versión cinematográfica previa, la holandesa Het Diner, y una tercera, made in Hollywood, tendrá su premiere en unas semanas en el Festival de Berlín), Nuestros hijos forma parte de esa categoría de películas que podrían resumirse en la frase “¿qué pasaría si…?”, ubicando al espectador ante las consecuencias de un hecho traumático, de esos que suelen cambiar la vida y golpean con la fuerza de la disyuntiva moral. El realizador Ivano De Matteo comienza a plantear el dilema a partir de un suceso secundario: la muerte violenta de un automovilista, luego de un típico altercado callejero, a manos de un policía de civil, cuyos disparos terminan hiriendo a un pequeño. Casualidades melodramáticas de por medio, dos hermanos lidiarán con algunos de los corolarios de la tragedia: Paolo (Luigi Lo Cascio), cirujano en un hospital público, intenta devolverles la movilidad a las piernas del chico; su hermano abogado, Massimo (Alessandro Gassman), en tanto, se hace cargo de la defensa del homicida. Que el primero sea un ejemplo acabado de progresía de clase media y el segundo un mucho más encumbrado representante de la burguesía no es casual: casi todo en Nuestros hijos orbita alrededor de blancos y negros –más allá de aparentar un juego con los grises–, de posiciones políticas e ideológicas enfrentadas que funcionan como alegorías de la sociedad en su conjunto. Las esposas de los hermanos (Giovanna Mezzogiorno y Barbora Bobulova), con sus diferencias de fondo y forma, no hacen más que reforzar ese concepto. El planteo central del film, sin embargo, llega algo más tarde, cuando se hace evidente que los hijos de unos y otros –dos chicos apenas adolescentes– podrían ser los responsables de una feroz golpiza e una persona indigente. ¿Qué hacer ante semejante revelación? ¿Actuar como lo indica la ley y los valores éticos personales o defenderlos cueste lo que cueste, buscando atenuantes reales o imaginarios? La cena está así servida para un choque entre las partes involucradas, donde consciente o inconscientemente las mujeres llevan todas las de perder. Queda entonces en los dos hombres adultos la resolución del intríngulis, que no hará más que remover zonas erróneas del pasado y el presente para ampliar aún más la grieta que los divide. Si el film logra, en su primera mitad, generar algo de genuino interés por la trama y los personajes, Nuestros hijos patina en ese territorio tan resbaladizo hasta darse varios golpes contra el piso: son tantas las súbitas vueltas de tuerca (aunque sería más preciso hablar de vueltas de panqueque) que la historia termina avanzando como un thriller burdo y torpe hacia una escena final tan inesperada como chambona.
LOS HERMANOS SEAN BURGUESES Dos hermanos, uno cirujano infantil y el otro abogado, se prenden en luchas morales desde que arranca Nuestros hijos: el primero atiende a un niño que ha quedado paralítico por culpa de un hecho de violencia callejera, causado por un policía que defiende el segundo. La mirada sobre la violencia, sobre la ley y sobre los hombres tiñen las conversaciones de esos hermanos que mantienen un ritual semanal: se juntan con sus esposas a cenar en un refinado restaurante que el abogado y su esposa adoran y el cirujano y su esposa desprecian. Ambas parejas representan caras de la burguesía italiana, aunque uno es la cara consciente (el abogado) y el otro la inconsciente (el cirujano). Si todo luce un poco estereotipado, lo es, porque básicamente el film de Ivano De Matteo -basado en una novela de Herman Koch- trabaja esa cuerda de estereotipos que hacen fácil e inmediata la asimilación del espectador del drama de sus personajes. Y esto será fundamental cuando promediando el metraje, otro episodio de violencia callejera -incluso vinculado con cuestiones sociales- impacte más fuertemente el núcleo afectivo de los hermanos. Pero para que Nuestros hijos, en su trabajo sobre los estereotipos, luzca aún más subrayada, hay un par de elementos que se hacen repetidos. Por un lado es imposible no mencionar el hecho de que Alessandro Gassman (el abogado) y Luigi Lo Cascio (el cirujano) hayan interpretado personajes similares en la posterior (pero estrenada aquí antes) Il nome del figlio, versión italiana de Le prenom. Allí Gassman era el burgués de derecha y Lo Cascio el burgués de izquierda, y lo que aquí es un drama intenso allí era una comedia que terminaba resolviendo sus dilemas de manera algo más amable. Pero además, Nuestros hijos tiene en su giro un elemento que ya parece habitual en cierto cine burgués: los hijos involucrados en un acto violento, como en la también italiana El capital humano (y para qué negar, como en cierto capítulo de Relatos salvajes). Lo que importa, en definitiva, sobre lo que se hace foco aquí como en esas otras películas, es en las consecuencias de esos actos pero especialmente en la manera en que se busca taparlos desde una perspectiva clasista. Con todos estos antecedentes demasiado contemporáneos a la mano, le cuesta a Nuestros hijos sorprender o, al menos, plantear algún tipo de dilema que resulte novedoso. Por eso el film de De Matteo termina optando, para generar una idea de avance narrativo dentro de un drama que luce estático la mayor parte del metraje, por una suerte de giros de guión y manipulaciones que buscan como siempre sacudir las emociones del espectador. Claro está, la clave pasa por ver qué hace uno luego del impacto: o queda shockeado (como el niño paralítico) o reflexiona sobre la manipulación y cierto forzamiento de las situaciones. Ante esto último, la evidencia de una mano que mueve las fichas para agilizar debates, se expone definitivamente el valor de la película: que es el de ser una película de tesis, de esas que instalan un tema para que el espectador debata posteriormente qué haría en tal situación. Una película para tematizar en un magazine televisivo o un programa de radio de la mañana. Es en este sentido que Nuestros hijos se parece más Relatos salvajes que a El capital humano, una película que decía un poco lo mismo pero lo hacía de la mano de algunos recursos formales más virtuosos. Aquí De Matteo luce una puesta en escena televisiva, escasamente arriesgada, y su apuesta es precisa: como lo que importa es el mensaje, o la instalación del tema, para qué andar complicando las cosas con recursos y floreos. El cine en segundo plano.
Tiempos modernos El film está basado libremente en el best seller de 2009 de Herman Koch, “The dinner”. I nostri ragazzi (Nuestros muchachos) tiene su propio aura crítico para aportarnos un drama y un dilema existencial muy propio de nuestros días, pero también histórico en el ser humano. ¿Qué es hacer el bien?, ¿Qué significa la justicia?, no son las únicas preguntas que se plantean, hay varias más. Se trata de un caso complejo pero muy simple al mismo tiempo, y todo empieza con una especie de prologo, una escena sacada de la locura de la calle, una discusión que comienza a causa del tránsito y termina en asesinato. Un niño era parte de la escena y fue herido por la bala, quedando en serio riesgo de terminar paralitico. El médico pediatra a cargo de salvar a ese niño es Paolo (Luigi Lo Cascio) y el abogado defensor del policía que disparó irresponsablemente en la calle, es su hermano Massimo (Alessandro Gassman), que carga con los típicos prejuicios que caen sobre los hombres de ley que no tienen problemas en proteger a los inescrupulosos con dinero para zafar de la cárcel. La relación entre hermanos, por este motivo, es tensa, la falsa cordialidad y la tradición los junta en una cena semanal con sus esposas Sofía (Barbora Bobulova) y Clara (Giovanna Mezzogiorno), que tampoco tienen una buena relación. Ambas familias están bien acomodadas económica y socialmente, se podría decir que son de clase media alta, burgueses culturalmente refinados de buen gusto, con hijos adolescentes que van a buenos colegios, pero algo falló. Sus hijos Michele (Jacopo Olmo Mantinori) y Benedetta (Laurenti Sellers) se involucraron directamente en un asesinato a una indigente en la calle, y fueron descubiertos por un programa televisivo que buscaba información para resolver el crimen. El drama familiar y el desarrollo de los hechos se encuentran muy bien construidos. Es muy difícil no sentir los sucesos y la sensación de derrota de los protagonistas, los padres. Los hijos se encargan en todo momento de evitar las consecuencias y la culpa de lo sucedido, todo el peso cae sobre sus padres, que se pelean entre sí y buscan soluciones para intentar evitar o enviar a sus hijos a la cárcel. El dilema de justicia es el protagonista. Los nervios y la presión invaden también a los espectadores. Por otro lado, la falta de comunicación y la insensibilidad son parte principal en la trama del film. Nadie quiere hacerse cargo de sus errores, todos los personajes los niegan, y la comunicación entre padres e hijos es casi nula. Los problemas del celular, las redes y la (in)comunicación constante de nuestros tiempos tiene responsabilidad evidente, y la deshumanización del entorno genera los hechos que se desatan. La falsedad y la hipocresía es lo primordial, por eso se trata de una crítica al sistema de valores en general, que no teme dejar de lado sus principios para defender sus propios intereses. Esto enfrenta a los hermanos ante su propia realidad y discurso. Las actuaciones de Lo Cascio y Gassman dotaron de intensidad este relato, fueron los más convincentes del elenco. Respecto a cuestiones técnicas, se puede destacar la fotografía que ayuda a la puesta en escena.
Massimo y Paolo son hermanos, pero muy distintos. Mientras el primero de ellos es un abogado de renombre y casi sin escrúpulos que se dedica a sacar gente de la cárcel; el segundo es un médico infantil dedicado, que varias veces pone su trabajo por sobre su familia. Pero cuando un video sale a la luz en los noticieros locales, la vida de estos hermanos opuestos cambiará para siempre. Luego de tres años de su estreno en Italia, nos llega Nuestros Hijos (I Nostri Ragazzi en su nombre original), y pese a que hay bastante demora, estamos ante un film que merece la pena ser visto, ya que plantea varios temas interesantes, en especial el referente al de la responsabilidad como padres. El tema central del film, como supondrán por el nombre en castellano, son los hijos de ambos hermanos y el famoso video que se viralizará tanto en redes sociales como en los canales de tv, creando la sospecha que roza la certeza, de que son los hijos del médico y el abogado, son quienes se ven agrediendo a una transeúnte sin causa aparente. Todo este tramo final es de lo más interesante que nos presenta Nuestros Hijos, ya que las personalidades de Massimo y Paolo se ven puestas a pruebas, mostrando el verdadero carácter oculto de cada uno ante un hecho que podría terminar con sus hijos presos y sus vidas destruidas. Ayuda bastante a la trama que las actuaciones de este par, Alessandro Gassman como Massimo y Luigi Lo Cascio como Paolo; ya que les dan los matices justos para que la construcción de los personajes sea la acertada con lo que se nos quiere contar. Pero el gran problema que presenta Nuestros Hijos, es lo tarde que llega el conflicto, teniendo casi una hora entera el director Ivano de Matteo para mostrarnos la vida de estos hermanos con sus esposas e hijos, la rutina diaria y como son en sus respectivos trabajos. Algo que se podría haber resuelto en veinte minutos, demora el triple, haciendo que el espectador se empiece a aburrir hasta que llega el gran giro. Es una pena, porque mientras uno ve la película, ve una gran sub trama que jamás se explota, de hecho ni siquiera se utiliza en el film, que es la relación demasiado cercana que tienen los primos que posteriormente veremos en el video que hará explotar todo. Mas que alguna que otra sutileza de su forma de ser y complementarse, nunca vemos si de verdad son solo amigos o hay un deseo carnal. Nuestros Hijos podría haber sido un gran film que critica el trato de los padres con sus hijos y la forma en que cada uno de ellos afronta los problemas que crean; pero en lugar de eso nos queda una película normal, que en su tramo inicial termina aburriendo por la tardanza de un conflicto real.
Nuestros Hijos (I nostri ragazzi) empieza con un accidente ocasionado por la terquedad de un hombre que iba con su hijo en el auto. Tal terquedad nos lleva a conocer al médico que cuidará al niño en su estadía en el hospital y, poco a poco, a la familia de este médico. La casualidad del comienzo nos hace pensar en que habrá un asomo siquiera a reflexionar sobre la violencia cotidiana de hoy en día, pero la trama nos va decepcionando de a poco. El filme es una adaptación de la novela de Herman Koch llamada The Dinner (2009). Los guionistas de la película, Valentina Ferlan y el propio director, hacen algunos cambios en la trama como, por ejemplo, enfocarla desde el punto de vista de Paolo (Luigi Lo Scascio), médico, aunque en la novela éste es profesor de Historia, y no la enfocan en su hermano Massimo (Alessandro Gassman), que es abogado. Ello hace que cada personaje esté cerrado en sus posturas ante la vida, en sus propias trampas rutinarias que los hace subsistir eventualmente. Tal vez la más abierta de todos los personajes sea la esposa de Paolo, Sofía (Barbora Bobulova), quien no se queda de brazos cruzados e indaga en los secretos que esconde su hijo Michelle (Jacopo Olmo Antinori) y, a la vez, sabe enfrentar a Paolo cuando es necesario. A fin de cuentas, no sabemos si el título de la película se refiere a los hijos de Paolo y Massimo o a éstos, los padres, quienes evidentemente también son o fueron hijos. Pero el filme no hace alusión a esta ambigüedad sino por ese final exagerado que empobrece lo que veníamos viendo. No hay matices en esta historia y la reacción final acentúa tal llaneza: todos terminamos siendo violentos. El guión carece de ambigüedades al mostrar quién cometió el crimen y cómo actúan los padres al respecto. Al salir de la función, es difícil reflexionar más allá de esta pretendida sorpresa del final que busca el impacto. La película participó el año pasado en la Semana del Cine Italiano y, como dato curioso, Oren Moverman dirigirá una adaptación este año con un apetitoso elenco conformado por Richard Gere, Laura Linney, Rebecca Hall, Chloe Sëvigny y Steve Coogan, entre otros.
Nuestros hijos: La misma cena, diferentes comidas. Los límites éticos de dos familias adineradas se ponen a prueba en esta obra de Ivano De Mateo que nos invita a reflexionar sobre la hermandad y la justicia. La película italiana, I nostri ragazzi, de Ivano De Mateo es una nueva adaptación del libro “La cena” de Herman Koch (en Estados Unidos la titularon directamente como The dinner) que se estrena dos años más tarde de su presentación oficial en nuestro país. Y recordamos que viene otra más en el próximo Festival de Berlín dirigida por Oren Moverman y protagonizada por Rebecca Hall. La obra cuenta la historia de dos hermanos opuesto se cruza a través de una decisión judicial sobre sus dos hijos (que también son diferentes entre sí) pero quienes, a pesar de esa asimetría, logran una gran química que sus progenitores no lograron establecer. En el principio, Paolo (Luigi Lo Cascio), cirujano en un hospital, intenta devolverle la movilidad a las piernas a un niño que fue herido por equivocación durante un tiroteo de la policía local; mientras que su hermano abogado, Massimo (Alessandro Gassman), en tanto, se hace cargo de la defensa del acusado. Pero la cinta tiene su dilema principal en el medio de la obra, el hijo de Paolo y la hija de Massimo, explotados en un desvelo juvenil, son acusados de golpear casi a muerte a una vagabunda de la ciudad. Cuando los tutores se van dando cuenta de la tragedia a través de las grabaciones de seguridad que se transmiten, una y otra vez, en los medios para atrapar a los acosadores y que posiblemente sean sus hijos; comienzan las charlas largas entre los esposos en reuniones (casi secretas) para proyectar una estrategia ante la dudas. Los personajes se mueven por sus propias convicciones, nunca dejan de ser fieles a sí mismo. Pueden traicionar a otros pero nunca a ellos. Una pequeña imagen traslúcida de la burguesía postmoderna que queda sin luz gracias a que el realizador deja momentáneamente en evidencia su temáticas y preocupaciones de esta nueva era de divisiones donde hace mucho esfuerzo para empujarnos hacia ella. El mayor logro recae en juego en el campo afuera que propone la narración oscura y a veces tétrica. Además, logra un gran juego con las imágenes visuales de las pantallas y de las miradas de artistas principales. Sin olvidar que aprovecha sus recursos estéticos a lo Michael Haneke (la violencia) que lamentablemente es también donde tiene su mayor defecto. Recalcar una y otra vez, a través de la imagen, la misma idea de la cinta nos obliga a dar un paso al costado y dejar de empatizar con los personajes. Un guion prolijo y sólido salva una dirección no muy estable, un salvavidas en medio de tanta marea. Y si podríamos eliminar el minuto final, estaríamos hablando de otra película. Pero no será en este caso.
El filme italiano “Nuestros hijos” pone a dos matrimonios frente a un dilema existencial. Está inspirado en el bestseller “La cena”, la novela del holandés Herman Koch. ¿Hasta dónde un padre, una madre, están dispuestos a llegar para evitar que un hijo adolescente caiga en problemas serios con la ley? Frente a la dolorosa comprobación de que los chicos incurrieron en un delito deleznable y violento, ¿se impone asumir las consecuencias con la verdad como baluarte o tratar de que entiendan la lección zafando de los efectos más desagradables? ¿Es el futuro de los jóvenes el que está amenazado, o la costosa felicidad de los adultos? Por ese andarivel de dilemas morales y existenciales navega la película italiana Nuestros hijos, el filme de Ivano de Matteo que es una de las novedades de la cartelera pero que data de 2014 y recibió premios en Venecia y Alemania. La película es una versión (muy) libre del bestseller La Cena, de Herman Koch, la novela de 2009 que desnudaba la doble moral de la burguesía holandesa al ritmo de un menú de tres tiempos en un distinguido restaurant. En el filme, situado en Roma, la cena funciona apenas como una referencia más de para mostrar los mundos irreconciliables de dos hermanos adultos, uno abogado penalista (Alessandro Gassman) y el otro cirujano pediátrico (Luigi Lo Cascio), no obstante lo cual todos los meses, desde hace 10 años, insisten en reunirse con sus esposas en un elegante bistró. Por sus profesiones, los dos se codean con los efectos de una sociedad violenta, pero nunca la imaginaron a cargo de sus hijos. Cuando estalle el conflicto, cada uno hará lo que pueda con tanta conmoción y allí estará la cámara para atestiguar el terremoto. Giovanna Mezzogiorno (soberbia como la madre de Michele), y Barbora Bobulová (la madrastra de Benny) completan el cuarteto de adultos que pelea la situación límite con un manojo de principios al borde del abismo.
Por detrás de la escena familiar En la película de Ivano De Matteo, el equilibrio familiar es piedra de toque para la organización social y económica. La violencia le es inherente. Puede estar más o menos oculta, hasta que aparece. Y se la asume como inevitable. Los crímenes suceden en familia, ¿no? Al amparo de una muralla que puede parecer invisible, pero basta que se la invoque para que surja, inexpugnable. Ambito de neurosis, de culpas repartidas, de simulacros. Todo esto ha sido desmenuzado con fruición por el cine, a veces de manera impiadosa. Desde un talante similar decide inscribirse Nuestros hijos, el film de Ivano De Matteo que toma por referencia la novela La cena, de Herman Koch. La intención es loable, pero la manera desde la cual arribar al asunto tiene algunos altibajos. Ahora bien, señalada la temática los ejemplos vienen solos. Hay algunos bárbaros, como lo corrobora la obra del norteamericano Todd Solondz; basta la mención de Felicidad (1998) para dar rúbrica. Desde otras miradas, podría pensarse la película de De Matteo desde el cruce entre otras dos: Elena, del ruso Andrei Zvyagintsev; y Un dios salvaje, de Roman Polanski. En la primera, a partir del amparo sobreprotector de una madre, quien lejos de cualquier miramiento hará lo que deba con tal de atender al bienestar de su hijo. En la segunda, desde el pleito entre dos parejas, preocupadas por el cuidado de un lugar social que sus hijos deben prolongar. En función de estas consideraciones, Nuestros hijos tiene aspectos coincidentes y logra una puesta en escena simétrica, que se reparte entre dos hermanos y sus matrimonios. Paolo (Luigi Lo Cascio) es médico pediatra, Massimo (Alessandro Gassman) es abogado. Como si fueran dos caras de matices encontrados, estos rasgos se articularán con las figuras de sus esposas, a la manera de espejos encontrados; es decir, al estar casado por segunda vez, la mujer de Massimo opera desde un lugar de "alteridad", que contrasta con la mujer "de siempre" que es la esposa de Paolo. En ciertos asuntos, la primera no tendrá voz ni voto, siendo como es una madre con otras "características". Pero a no confundir, porque lo que prima es el círculo en cuestión, con sus ritos que respetar: todos los meses, las parejas se reúnen a cenar en el mismo restaurant. Si bien la costumbre se cubre de desdén y recelo, no dejará de cumplirse. En todo caso, lo que importa es el mantenimiento de un equilibrio funcional. Desde su puesta en escena, la película lo trabaja a partir del contraste ya referido: mientras Paolo salva la vida de un niño accidentalmente baleado, Massimo logra la liberación del autor del hecho. Las circunstancias llevan a que mismos sucesos accionen de manera dual, mientras los personajes se cruzan reproches. O también: es gracias a esos reproches como la balanza se sostiene de manera inadvertidamente consensuada. Pero cuando el desborde llegue, las partes habrán de tomar medidas tal vez diferentes; ello sucede cuando un video de vigilancia tal vez identifique a sus hijos durante la golpiza a una indigente. Así, los adolescentes Michele y Benedetta ‑otra vez el contraste, desde los sexos‑ surgirán como signo de una relación interfamiliar que tiende lazos al todo social, como concatenación de un mismo statu quo. Cuando el hecho cobre notoriedad (televisiva) y el diálogo familiar adquiera un nerviosismo que deje de ser latente, nada será lo que parecía. Los comportamientos de cada uno mutará de maneras aparentemente contradictorias; pero la apariencia, se entiende, no es más que un ardid de la puesta en escena, ya que la prédica del film estriba en la superficie cínica de cierto tipo de comportamiento social (y económico). Vale decir, esta consideración toma por referente tanto a la clase media acomodada como a la clase alta, ámbitos donde habitan los personajes. Hay un lugar que se ha ocupado en el mundo y que sus protagonistas pretenden prorrogar. En algún momento, Paolo dirá: "todo se ha terminado", y es éste el pozo que Nuestros hijos alcanza, una vez logre desprenderse de las diferentes pátinas o cáscaras. Desde otro ejemplo cinematográfico, una situación similar atraviesa Il papà di Giovanna, de Pupi Avati, si bien desde el telón de fondo de la Italia fascista y con personajes de extracción más humilde. La diferencia está en que mientras el film de Avati asume el hecho con un pesar insondable, la película de De Matteo lo hace con personajes finalmente siniestros, amparados por un sistema social que los protege. Este escenario se completa por medio de una suerte de radiografía social en donde la violencia está implícita. La primera secuencia de la película lo corrobora y la ratifica con su señalamiento como caldo de cultivo televisivo y de internautas. Eso sí, hay una frontera lábil, que borra la diferencia entre el dolor real y su simulacro; los espectadores de uno y otro formato ‑de internet o televisivos, sean adultos o adolescentes‑ comparten la misma falta de discernimiento o sensibilidad, mientras eligen acompañar sus risotadas o comidas con estos programas de contenido extremo. Lo que aqueja a Nuestros hijos es su verosímil forzado, que la obliga a adoptar un tono por momentos didáctico, con situaciones demasiado evidentes. No hay un acento en los matices, en donde la atención recaiga en los detalles, en los gestos leves. En Nuestros hijos todo sucede de manera programática, ordenada. No hay una gradación que haga a los personajes ‑y espectadores‑ arribar a un quiebre más sensible, casi inadvertido, sino una sumatoria de acciones que funcionan desde la significación premeditada, con el fin puesto en el logro del golpe de efecto final, poco convincente. Como ejemplo mejor, viene bien recordar la ya citada Elena, de Zvyagintsev; es tan sutil en lo que propone que al espectador lo toma por sorpresa, como si no hubiese sucedido (casi) nada. Porque, ¿hay algo más fuerte que el amor de una madre?
¿Qué he hecho yo para merecer esto? Traslación de la obra “The Dinner” de Herman Koch, con un guión del mismo director, Ivanno de Matteo, en conjunto con Valentina Ferlan, el filme abre con una situación cotidiana de violencia en las calles entre automovilistas que termina de la peor manera. Un muerto, un herido, un asesino, testigos varios. El herido es un niño, su padre el muerto, Paolo (Luigi Lo Cascio) el médico que lo atiende, Massimo (Alejandro Gassman) su hermano, el abogado, eficiente e inescrupuloso, encargado de defender al acusado. Ambos hermanos, casados, de muy buena posición, tanto económica como social, y sus hijos Benedetta (Rosabell Laurenti Sellers) y Michelle (Jacopo Olmo Antinori), quienes tienen entre ellos relaciones más que ponderables. Los hermanos, con sus respectivas parejas, se encuentran una vez al mes para cenar en un restaurante, encuentro prefijado. Hasta que una situación de violencia cotidiana en la vía pública involucra a sus hijos, no hay testigos, sólo una cámara, pero no se distingue demasiado bien. El planteo de toda la historia se establece en la decisión moral de los padres si llevar adelante la denuncia a sus propios hijos o no. Sostenido el relato por las muy buenas actuaciones de los mencionados y de Giovanna Mezzogiorno (Clara), como la esposa de Paolo. Es en ellos tres que se establece la mayor variabilidad de los caracteres para constituir, en primer término, que nada es lo que parece, para luego pasar por alto las responsabilidades de cada uno Parecería que el director y su guionista habitual se esmeran por plantear el asunto desde lo ética y lo moral, dejando en un segundo plano narrar una historia que ni en el último giro puede establecer la deuda que tiene el texto para consigo mismo y para los espectadores. Esto se puede repensar una vez visto el filme y mirado desde la realización de Pedro Almodovar que le da título a esta nota. Dicho de otro modo, hay cuestiones que se han dejado de lado desde lo discursivo, y hubiese sido más enriquecedor si se lo hubiera profundizado. Igualmente es una película que lo dejará meditando. (*) Realización de Pedro Almodóvar, de 1984.