Las aventuras de Pinocho (Le avventure di Pinocchio) es una obra literaria escrita por Carlo Collodi. Se publicó originalmente en el periódico Giornale per i bambini, desde 1882 hasta 1883, con el título Storia di un Burattino (Historia de un títere), acompañada de las ilustraciones de Enrico Mazzanti. Su fama universal desde entonces ha convertido el libro en uno de los grandes clásicos de todos los tiempos. Aun así, todavía se discute que tan para niños es este libro, sin duda una de las piezas más oscuras de la llamada literatura infantil. En el cine ha tenido también una fama descomunal que incluyó, por supuesto, al clásico de Walt Disney de 1940. Como suele pasar, las muchas adaptaciones cinematográficas, incluyendo una de cine argentino, fueron tapando al libro y este ha quedado cada vez más lejos del recuerdo general. La última adaptación famosa fue la que dirigió e insólitamente protagonizó Roberto Benigni en el año 2002. El pobre resultado no opacó del todo su taquilla, pero definitivamente no tuvo el destino de clásico con el que el cineasta soñó al dirigirla. Nuevamente desde Italia llegó en el 2019 una nueva versión, cuya distribución internacional se vio afectada por la pandemia. Vuelve a aparecer Roberto Benigni, pero esta vez como Geppetto, el padre del niño Pinocho. La dirección y el guión quedaron a cargo de Matteo Garrone, director de Gomorra (2007), Tale of Tales (2015) y Dogman (2018). Estos antecedentes hacían prever que se trataría de una versión parecida a la obra maestra literaria en la que se basa. Como consecuencia, era de esperar que fuera un film oscuro y por momentos muy inquietante. Garrone no defrauda y a la vez sorprende con una película que posiblemente sea el mejor acercamiento al libro de Carlo Collodi que se haya hecho para el cine. Las escenas iniciales parecen tradicionales, sin sobresaltos, como la ilustración de la obra en la que se basa. Pero los primeros avisos de una mirada dura de la vida hacen pensar en que la película no esquivará las situaciones más preocupantes. La película es un verdadero cuento de hadas, con esos villanos que meten miedo, con esas escenas inolvidables por lo perturbadoras que son. A medida que avanza la historia se confirman esas virtudes, Pinocho es una historia terrible, un cuento moral acerca de un muñeco que deberá comportarse como un gran ser humano si desea convertirse en un niño. Desde lo visual la película es abrumadora. Claro que el maquillaje se destaca, como lo hacen también el vestuario y la dirección de arte. Pero lo mejor viene de la forma en la que se reconstruye ese mundo a mitad de camino entre la fantasía más alocada y el realismo más crudo. La película tiene escenas que parecen un sueño y muchas que parecen la visualización de una pesadilla. El director recibió muchos reclamos por lo dura que es la película, pero él contestó que esos problemas eran de los adultos, que los niños recibieron la película sin problema. Más allá del público puntual al que está destinada o al cual puede llegar, el libro de Carlo Collodi cobra vida con todo su esplendor y la película es inolvidable, bella, poética y a la vez potente. Una sorpresa, teniendo en cuenta las muchas veces que el libro ha sido llevado a la pantalla.
Nuestro pequeño amigo de madera regresa a los cines luego de 60 años. Esta vez con una película live action que promete encantar a niños y adultos. Gepetto (Roberto Benigni) es un pobre carpintero que desea construir una marioneta de madera para realizar shows y ganarse la vida entreteniendo a la gente. El destino de su vida cambiará cuando esta marioneta se convierte en el hijo que nunca pudo tener: Pinocchio. El film dirigido por Matteo Garrone tiene aspectos muy atractivos que se podrían encasillar en el neorrealismo italiano, con ciertos aspectos en el estilo visual pertenecientes al barroco. Una gama de colores que oscilan entre los marrones, rojos y grises hacen que la imagen sea sumamente oscura. Esto tiene la intención de mostrar la pobreza y ciertos aspectos tristes que pueden hacer miserable a la vida humana. El director optó por adaptar a la perfección el cuento original que relata las aventuras de Pinocchio. Logró con creces captar su esencia, ya que durante toda la película podemos ver todos los aspectos sombríos, turbios e intimidantes que se describen en el primer libro sobre la marioneta de madera. Las actuaciones son destacadas, sobre todo la de Roberto Benigni que vuelve a interpretar a un padre humilde, tierno y gracioso, como ya lo había hecho en “La Vida Es Bella”. La adaptación que logró realizar Garrone tiene mucho corazón e incluso un estilo muy marcado que hace que los espectadores no se olviden fácilmente de esta película. Esto lo veo como un aspecto muy positivo, sobre todo en nuestras épocas, donde el consumo para luego olvidar es moneda corriente en todos los aspectos del arte. El diseño de producción es magnífico, todos los vestuarios son dignos de admirar. Les recuerdo que esta producción está merecidamente nominada a 2 premios Oscar (2021) por “Mejor Maquillaje y Peluquería” y “Mejor Vestuario”. Este diseño acompaña a la construcción de los personajes, que tiene un estilo muy particular y por momentos algo tenebroso, sobre todo, por citar un ejemplo, el aspecto de “Pepe Grillo”. La trama por momentos se hace un poco extensa, sobre todo porque es un poco episódica la aparición de los sucesos. Es como si el largometraje estuviese dividido en pequeños capítulos muy marcados y eso hace que el relato no sea del todo fluido a la hora de apreciar la historia. Destaco mucho que existan obras como esta, porque a pesar de que puedan gustar o no, nos demuestran que la creatividad sigue existiendo y que se pueden hacer producciones de un mismo personaje con enfoques muy diferentes. Es muy conmovedora, emotiva y reflexiva. Además, que la película sea italiana le da un valor agregado especial, sobre todo en los aspectos visuales y sonoros. Es una muy buena opción para conocer a Pinocchio desde un enfoque más realista pero sin quitarle los códigos del género fantástico. Por Leandro Gioia
Una fábula no tan infantil "Esta nueva adaptación del clásico de la literatura italiana, retratada con fidelidad según sus lectores, si bien está pensada para entretener a un público familiar, no guarda ningún tipo de reparos al mostrar la crudeza en las desventuras de la marioneta. Aunque contenido, el sello del Director Matteo Garrone se hace presente." Pinocchio, 2021. El actor ganador del Premio de la Academia Roberto Benigni interpreta a Geppetto, un viejo tallador de madera que elabora una marioneta, e inesperadamente, sucede algo mágico: el títere comienza a hablar y puede caminar, correr y comer como cualquier niño. Geppetto lo llama Pinocho y lo cría como su hijo. Pero Pinocho, fácilmente influenciable, cae de una desgracia a otra mientras es engañado, secuestrado y perseguido por bandidos a través de un mundo fantástico. Su fiel amiga, el Hada, trata de hacerle ver que su sueño -convertirse en un niño de verdad- no podrá hacerse realidad hasta que Pinocho finalmente cambie su conducta. ¿Lo logrará? Resultaba extraño que el Director Matteo Garrone de películas tan oscuras como Dogman (2018) o Gomorra (2008), estuviera al mando de la nueva versión de Pinocchio. Sin embargo, el resultado es positivo. Porque más allá de todos los elementos fantásticos e infantiles, el director logra dar una idea bastante verosímil sobre la pobreza (en una suerte de retro realismo italiano) a través del personaje de Gepetto, interpretado por Roberto Begnini y sus clásicas morisquetas. La fotografía, apagada y sin contrastes (en las antípodas del estilo Disney) tiene mucho que ver en la creación de este tono. Concentrándonos en la historia principal, hay un trabajo de primer nivel en los efectos visuales, la dirección de arte y los maquillajes (bien merecidas las 2 nominaciones al Óscar) para la construcción del mundo de fantasía en el que se desenvuelve Pinocchio. En cuya construcción del personaje, es interesante destacar que no se lo toma por santo y que, con fines moralistas, es sometido a situaciones muy cruentas y nada inocentes (pensando en los estándares del cine norteamericano) como castigo por su libertinaje. El resto del casting acompaña bien e incluso la sobreactuación de algunos personajes (principalmente los malos) sumados a la comedia física funcionan bien dentro del contexto de entretenimiento infantil. En cuanto al guion, noté un poco ansioso el hecho de querer lanzar a Pinocchio hacia una larga aventura apenas cobra vida, en detrimento de profundizar la relación padre e hijo (al superar los 120 minutos esto incide en el ritmo). Incluso hay elementos importantes de la historia que, dando por hecho su conocimiento popular, (que le crezca la nariz por mentir o su deseo de convertirse en un niño de verdad) son tomados muy a la ligera y apenas mencionados. "Sin ser una obra maestra, Pinocchio es una entretenida película familiar que redime la figura de Roberto Begnini después del fracaso de su versión del año 2002." CLASIFICACIÓN: 7/10 FICHA TÉCNICATítulo original: Pinocchio Dirección: Matteo Garrone Guión: Matteo Garrone y Massimo Ceccherini Elenco: Roberto Benigni, Federico Ielapi. Género: Drama, fantasía
Mi hijo es de madera. Pese a las declaraciones del director Matteo Garrone (Gomorra), quien sostuvo que su versión del clásico de la literatura infantil era bien recibido por niños, cabe aclarar de antemano que la historia de este Pinocho, que respeta el espíritu del relato original, Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi, cuenta con secuencias sumamente perturbadoras y donde la inventiva en función de crear un mundo de fantasía -o el universo del cuento de hadas- apela a lo siniestro más que a lo diáfano y colorido. No obstante, teniendo presente los antecedentes cinematográficos que hasta incluyen la sosa versión dirigida por Roberto Begnini, aquí en el rol de Gepetto, estamos frente a la mejor adaptación y además con una impronta visual recargada de poesía. Hacer de la infancia una aventura es uno de los caminos que confronta la marioneta de madera cuando se pierde sin rumbo en este relato iniciático, pero también cruzarlo con el cuento moral que implica una recompensa por portarse como la norma indica, deja entrever una reflexión más profunda sobre la infancia, el maltrato infantil y la inocencia en un contexto hostil como el de los diferentes personajes que se cruzan en su travesía. El Pinocho de Matteo Garrone por momentos parecería estar dialogando con la Alicia de Lewis Carroll desde su apuesta al juego, a lo lúdico arraigado a la aventura, donde el zorro y el conejo desvían constantemente el sentido moral de la historia. Sin embargo, el director italiano suma la crítica sutil a otro orden de cosas para dejar transparentado un pequeño apartado político y social cuando por ejemplo ubica a un chimpancé en el lugar de un juez, quien declara culpable al inocente y libera al culpable entre otras sutilezas que a lo largo del film se insertan sin forzar situaciones.
El cuento de Carlo Collodi vuelve a hacerse presente con una nueva adaptación cinematográfica, que fundamentalmente cuenta con la difícil tarea de encontrar una lectura diferente a este cuento clásico que ya tiene una marcada impronta de la versión de los Estudios Disney de 1940, cuyos personajes animados forman parte del imaginario colectivo. Esta nueva versión está a cargo de Matteo Garrone, un director que supo estar presente en el Festival de Cannes con sus trabajos “Reality” “Dogman” o aclamado por la crítica por su trabajo en “Gomorra”, en los cuales exploró ambientes y personajes marginales con una fuerte carga de violencia y oscuridad. Desde ese lado, sorprende que tome este desafío de modelar a este clásico pero sin embargo, también sabemos que Garrone cuenta, entre sus antecedentes, con la inmersión en el terreno de la fantasía con su realización de “El cuento de los Cuentos” (2015). Para abordar este nuevo “PINOCCHIO” debemos tener en cuenta diferentes características que aparecen en su lectura total: por un lado vemos grandes aciertos pero, por otro, hay decisiones de la puesta que desentonan completamente con la idea general de la adaptación. Entre los puntos destacables puede mencionarse que la totalidad de los rubros técnicos presentan un nivel de excelencia y han sido justamente, los que han permitido que esta producción se alzara con cinco David De Donatello –el premio más importante de la industria italiana- al mejor Maquillaje, Diseño de Producción, Vestuario, Peluquería y Efectos Visuales. Pero uno de los principales tropiezos reside en la falta de claridad sobre el público al que va dirigida la propuesta, sobre qué destinatario está construido el filme de Garrone. En un primer acercamiento, no tiene absolutamente ningún atractivo para el público infantil: ni su ritmo narrativo, ni la construcción de los personajes, ni la paleta de colores utilizada, ni el sombrío diseño de arte hacen que el producto luzca destinado como una propuesta infantil. Por otra parte, tampoco llega a ser una película que podría elegir el público adulto ya que no propone una alegoría o una metáfora basada en el cuento, sino que se ajusta exactamente al clásico de Collodi. Es decir, narra las peripecias por las que atraviesa el personaje de Pinocchio al haber desobedecido las reglas y sobre todo, por “traicionar” al personaje del Grillo que juega como consejero y que, en ciertas otras versiones, se había presentado más fuertemente como la voz de la conciencia. Garrone elige por momentos subrayar una estética de lo desagradable, muy cercana a poner el acento en lo freak, que si bien permite el lucimiento de una propuesta diferente, queda demasiado poco amigable para el público más menudo. Lo mismo sucede con el excelente trabajo de maquillaje que no apunta en ningún momento a congraciarse con los más pequeños de la familia sino que, por el contrario, acentúa lo grotesco y el costado más incómodo de cada personaje. De alguna forma, este halo de marginalidad y de pobreza que sobrevuelan al Zorro, al Gato y al propio Gepetto junto con el ambiente de circo en general -que no se lo muestra como un espectáculo visualmente imponente, sino que por el contrario se construye desde colores opacos y en la gama de los grises-, y que se complementa a su vez con la falta de brillo del Hada Madrina a quien se la muestra sumida en una tristeza y añoranza por la infancia perdida, es la marca que deja Garrone, vinculándolos con los personajes de sus otros trabajos de ficción. En Collodi está muy presente la avaricia como mecanismo de pulsión, el poder, las situaciones de abuso y los caminos por los que lleva la desobediencia y esto genera momentos macabros en los personajes y un mensaje difícil de transmitir a la platea más menuda que sólo puede encontrar algún descanso en algunos momentos más luminosos en el vínculo entre Gepetto (a cargo del siempre exagerado y desbordado Roberto Benigni) y Pinocchio, en una relación padre-hijo que logra momentos de fina sensibilidad. El “PINOCCHIO” de Garrone tiene un increíble despliegue técnico pero los elementos tenebrosos y la exacerbación de lo sombrío, llevados a un extremo que en algunos momentos puede rozar lo desagradable, completa una película que no puede ser ampliamente recomendada al público infantil y que tampoco tiene demasiados atractivos –más allá de su impecable fotografía y los ajustados rubros técnicos- en su nueva mirada de la clásica historia como para impactar en la platea adulta. POR QUE SI: » Increíble despliegue técnico «
Basada en la historia de Carlo Collodi de 1883, la nueva versión de "Pinocchio", libro que se llevó al cine en muchas ocasiones, (y cuya versión más famosa es la realizada por Disney en 1940) llega en live-action. La película es correcta en su realización, con esto no digo que sea para todos los públicos, no queda muy claro a que edades apunta. Para empezar, Roberto Benigni como el carpintero Gepetto está sobreactuado en su interpretación, igual eso no es novedad. Este film nos sitúa en Italia, siglo XIX en un pueblito donde Gepetto busca trabajo ya que se encuentra en situación de extrema pobreza, se lo ve con harapos y pide comida en la taberna del lugar a cambio de trabajo. Al recibir de parte de un colega un pedazo de madera que extrañamente mostró movilidad ante su dueño, crea un muñeco que durante la noche cobra vida para algarabía de su padre. La misma dura poco ya que la marioneta es muy rebelde y desobediente. Aunque su progenitor lo lleva al colegio al día siguiente, éste escapa en busca de una y mil aventuras. En su camino aparecen un circo de marionetas a las que se acerca, luego hacen su entrada los famosos ladrones Gato (Rocco Papaleo) y Zorro (Massimo Ceccherini), para hacer un breve paso por la escuela con el severo maestro Mangiafuoco (Gigi Proietti) y compañeros de su edad víctimas de castigos físicos y verbales. Luego encuentra un poco de paz con la Mujer Caracol (Maria Pia Timo) y el Hada Azul, quien hace lo posible por inculcarle el buen camino, el del estudio y la bondad, primero como niña (Alida Baldari Calabria) y luego como adulta (Marine Vatch). El director Mateo Garrone exhibe una versión súper completa del cuento donde ningún detalle queda afuera, y muestra temas aún candentes como el engaño, bullying, la explotación infantil y la mala costumbre de sacar ventaja del débil. Algunos personajes están muy bien logrados, otros como el Atún y Pepe Grillo, desilusionan. Digno de destacar es el trabajo del pequeño Federico Ielapo quien luce un maquillaje sorprendente. En síntesis, entretenida, con un gran diseño de producción, hermosa fotografía de Nicolai Brüel, una gama de colores muy impactante, que destaca los marrones/sepia cuando se trata del protagonista y los celestes en las escenas con el Hada. Y un mensaje que nunca está de más: Pinocho tendrá que aprender a discernir valores entre el bien y el mal, la importancia del estudio, quienes son sus verdaderos amigos y la familia, nuestro pilar más importante. No la recomiendo para niños muy pequeños, por su parte oscura, así que será un desafío encontrar su público. Dato: Ganadora de cinco Premios David de Donatello a Diseño de Producción, Make-up, Vestuario, Efectos especiales y Diseño de Peinados. TITULO ORIGINAL: Pinocchio ACTORES: Roberto Benigni, Federico Ielapi. GENERO: Fantasía . DIRECCION: Matteo Garrone. ORIGEN: Italia. DURACION: 125 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento FECHA DE ESTRENO: 08 de Abril de 2021 FORMATOS: 2D. DATOS PARA DESTACAR: Nominada a los Oscars 2021: (mejor vestuario y mejor maquillaje y peinados)
Pinocho, de Mateo Garrone, es el alimento perfecto para las pesadillas infantiles. Lejos de la versión Disney, con su Pepe Grillo diseñado para convertirse en muñeco de peluche, en esta adaptación fiel del clásico de Carlo Collodi, el mundo de fantasía tiene tanta oscuridad como una realidad signada por la pobreza. Gepetto, un artesano de la madera, lucha para sobrevivir sin dinero y está solo. El personaje que interpreta Roberto Benigni se propone crear a un muñeco perfecto, luego de ver a las marionetas de un espectáculo que llega al pueblo. Una vez terminada la marioneta, Gepetto se da cuenta de que tiene vida, le enseña a hablar y lo bautiza Pinocho. La alegría del hombre al tener finalmente un hijo se derrumba cuando este desaparece, luego de escaparse de la escuela para ver el espectáculo de marionetas. A partir de allí, Pinocho vivirá una serie de aventuras llena de peligros. Garrone construye un mundo de fantasía cohesivo y original, con tonos y encuadres que recuerdan a viejas ilustraciones de cuentos de hadas. Su versión de Pinocho está habitada por criaturas que pueden resultar terroríficas para los más chicos. Lo mismo sucede con las situaciones a las que se enfrenta el protagonista, que incluyen pasar hambre, ser víctima de robo y un intento de asesinato. En ese sentido y teniendo en cuenta que la narración se estira demasiado, la película no parece ideal para el público familiar sino para aquellos adultos interesados en este tipo de historias y estéticas.
Hacía mucho que no se veía a Roberto Benigni en las pantallas (en los últimos 15 años solo había actuado en A Roma con amor, de Woody Allen). El intérprete italiano regresó al cine luego de un largo periodo de ausencia protagonizando una historia que sin duda debe conocer al dedillo. A fin de cuentas, en 2002 había dirigido su propia adaptación de Pinocho con un presupuesto de 45 millones de euros que, sin embargo, recibió críticas negativas y estuvo muy lejos de recuperar la inversión. Pero el tiempo de ausencia no cambió demasiado un estilo de Benigni caracterizado por el griterío, la sobreactuación y los movimientos aparatosos, como si estuviera metido en una comedia costumbrista de hace 50 años, tal como demuestra su interpretación de Geppetto –otra vez Benigni siendo un padre que se sacrifica por el hijo- en este film que replica al pie de la letra todas las postas narrativas del cuento original. La nueva Pinocho –dirigida por un irreconocible Matteo Garrone (El embalsamador, Primo amore, Il racconto dei racconti - The Tale of Tales, Gomorra, Reality y Dogman)- fue más barata (18 millones de euros), pero no mucho mejor. Se trata de una producción que apuesta en partes iguales por los efectos artesanales y digitales para proponer una fábula cargada de inocencia sobre la niñez y el proceso interno que implica la adopción de responsabilidades. Falta –y se extraña– ciertos apuntes vinculados con la crueldad, lo que lima los pliegues dramáticos a priori más interesantes. Sin espesura emocional, y con Benigni pidiendo a gritos que lo filmen, tal como haría un chico dispuesto a todo para llamar la atención de sus padres, a Pinocho no le hubiera venido mal un poco más de ritmoy de convicción en la potencia de su relato. El resultado, entonces, es una adaptación fiel a su materia prima, y no mucho más.
Texto publicado en edición impresa.
Una película dirigida por Matteo Garrone y protagonizada por el carismático y querido Roberto Benigni, nos presenta esta nueva versión de este cuento clásico que la mayoría de nosotros conocemos, hemos oído o visto. Es difícil pensar en una película sobre un cuento clásico infantil que ya ha hecho Disney, vuelva a salir en los cines y tenga algo de diferente; la historia ya todos la conocemos, quizás muchos estamos cansados de ver live actions de las películas animadas de nuestra infancia, pero he aquí esta película que en mi opinión tiene algo diferente a una simple producción que no solo nos cuenta una historia de un títere de madera que quiere convertirse en un niño de verdad. Creo que estamos tan saturados de ver los live actions de historias que ya conocemos y como la querida “casa del ratón” actualmente suele presentar en sus producciones, ya no es muy difícil imaginar cómo sería la película si produjera una nueva versión, con sus increíbles efectos de CGI y siempre mostrando una perspectiva de una fantástica aventura para nuestros personajes llenas de acción drama y escenografías de gran producción y post producción. Nos llega esta versión sobria y humilde recordándonos quizás un poco sobre cuál era el punto de estos cuentos de antaño, que no es anda más ni nada menos que las fábulas. En este sentido se puede ver varias referencias sobre lo que es el mundo y como se maneja; si bien es un mundo de fantasía con personajes que se ven quizás fuera de lo común nos muestra que no está nada alejado de la realidad. Quizás los más chicos no puedan verlo claramente, porque creo que no es una película enfocada al 100% a los niños, quizás la estética puede resultar un poco extraña a lo que la mayoría podría estar acostumbrado, no hay mucho CGI, pero aquellas personas que crecieron viendo “El cuentacuentos” lo encontrarán agradable y familiar al momento de ver esta película, junto con la banda sonora que me parece que sumaba bastante y nos remonta a pensar en el pasado. La película cuenta con lindos escenarios externos y una buena producción en maquillaje dejando una estética en sus personajes bastante buena. Como veredicto final diría la que la película se hace ver más de una vez, si bien el desarrollo de la película parece que por un momento se detiene en una escena que parece un interludio en comparación a la velocidad como iba avanzando, creo que es algo que volvería a ver con agrado sin duda. Se que no muchos tendrán la misma opinión o perspectiva sobre esta película, ya que no es lo que comúnmente sacan en el cine hoy en día. Calificación 7/10
El clásico personaje creado por Carlo Collodi, y visitado en un sinfín de oportunidades por realizadores de ficción y animación, vuelve al cine en esta superproducción del director de "Gomorra". En esta oportunidad, la mirada se deposita en la oscuridad y lo siniestro de un relato que no apela a la fábula para cerrar su desarrollo, reinventando el espíritu fantástico de la historia. Un Gepetto (Roberto Benigni) con muchas necesidades económicas, ve en la llegada al pueblo de un espectáculo de marionetas gigantes, la posibilidad de crear una de ellas para ofrecer shows al pasar en las calles. Nada le haría imaginar que tras horas de tallado de un tronco, esa estructura cobraría vida, convirtiendo a Pinocho (Federico Ielapi) en algo mucho más grande que un simple juguete. Así, ambos convertirán sus días de encuentro y de conocerse en la posibilidad de acompañarse, estableciendo algunas reglas para la convivencia armoniosa que deberían sostener. Pero como el cuento lo marca, Garrone recupera varias de las peripecias de Pinocho, algunas más conocidas, como las clásicas mentiras que le agrandan la nariz, o sus huidas de la escuela para conectar con un joven que lo llevará por el mal camino. Pero hay otras, que nunca se han profundizado tanto, como aquellas que tienen que ver con su vínculo y promesas con el hada (Marine Vatch), su relación con el misterioso tiritero, y ese momento particular en el que Pinocho decide ir al mundo maravilloso de los juegos, desatendiendo el estudio y sin saber que su próximo destino podría ser transformarse en un asno. Como todo cuento infantil, y más de los que han trascendido generaciones y generaciones, Collodi deposita valores necesarios para la sociedad de ese momento y desde allí, por oposición y contraste, busca validar aquella línea argumentalmente política que se baja: los niños en la escuela, decir mentiras es pecado, no hay goce sin sacrificio previo. Pero Garrone es mucho más astuto, y si bien toma como punto de partida muchas de ellas, prefiere transitar por un sendero mucho más riesgoso, creando nuevas épicas “pinochescas”, buceando en la oposición cultura alta/baja, para hablar de la verdadera oscuridad que se esconde en la sociedad, una mirada dolorosa sobre las diferencias económicas que rigen los destinos de los seres. Hay escenas de una belleza extrema, encuadradas con maestría y solvencia, y otras en donde el temor por el muñeco, que luego se convertirá en un niño, prevalece, más cuando es amenazado por adultos, por animales, por humanos, entre otros, que sólo quieren aprovecharse de su inocencia para sacar su propio rédito y beneficio. En ese relato, en donde Pinocho siempre se mantiene en el difícil lugar de convertirse en la próxima presa fácil de cualquier depredador que circunda su camino, el guion se nutre de lo mejor de autores como Federico Fellini, Tim Burton y Mel Stuart, para imaginar un universo completamente nuevo, colorido, delirante, donde brilla su lucidez para crear climas y atmósferas, pero también para desarrollar, junto al trabajo de maquilladores, fotografía, efectos especiales, entre otros, una épica narración, potente visualmente, y que facilita, gracias a su nostalgia inherente, una rápida inmersión en ella.
Dentro de unos meses se conocerá en Netflix la adaptación de Pinocho del director Guillermo del Toro, quien tardó 20 años en concretar ese proyecto personal. Un caso similar al del realizador italiano Matteo Garrone (Gomorra), quien es otro fan apasionado de la novela de Carlos Collodi y desde los inicios de su carrera deseaba filmar esta película. Su trabajo trae al recuerdo esas propuestas de fantasía de los años ´80 (como Regreso a Oz) que tenían un notable grado de oscuridad y podían perturbar a los más chicos y encantar también con sus rarezas al segmento de los niños freaks. En la obra de Garrone se percibe una influencia notable del cine de Tim Burton (más la estética que su sensibilidad) y la vieja serie de televisión de Jim Henson, El narrador de cuentos (1988). Motivo por el cual esta es probablemente una de las representaciones más fieles que se hicieron de la novela original de Collodi que tenía situaciones sombrías. Walt Disney después endulcoró la trama en el film animado 1940 para que el relato fuera más accesible al público infantil, pero la realidad es que Pinocho nunca fue un canto a la vida. Garrone optó en este caso por acercar el relato a su fuente original dentro de un espectáculo que sobresale especialmente en su puesta en escena. Toda la ambientación, los vestuarios y la fotografía transmiten un esfuerzo apasionado por darle vida a ese cuento de hadas oscuro que trascendió como un clásico de la literatura italiana. El director además optó por trabajar los elementos de fantasía a través de los efectos prácticos más que el uso del CGI, otro detalle que conecta al film con el tipo de cine que se hacía en los ´80. En lo referido al reparto Pinocho representa la redención de Roberto Benigni con esta obra, quien en el 2002 interpretó al personaje principal en una película horrenda. Esta vez deja una mejor impresión en el rol del zapatero Geppetto con un trabajo más contenido, donde el director evitó que se desbande con sus excentricidades. Federico Ielapi por su parte consigue transmitir la inocencia de Pinocho y lleva adelante el rol protagónico con un trabajo decente. Como mencioné al comienzo, la película de Garrone se alimenta de la estética de Burton pero carece de esa sensibilidad que le hubiera otorgado el cineasta norteamericano. Durante más de dos horas seguimos al protagonista en diversas aventuras extrañas, sin embargo cuesta conectarse con él y la emotividad que intenta transmitir su relación con Geppetto. Esto por supuesto puede percibirse de un modo diferente en cada espectador. En mi caso sentí a la narración bastante fría y por momentos algo densa. Aunque Pinocho nunca fue un santo de mi devoción. Me quedo con la versión japonesa de Osamu Tezuka en Astroboy que tenía más onda. De hecho, el animé de 1980 contaba con referencias directas a la novela de Collodi. Probablemente los fans del personaje la aprecien con más entusiasmo por una cuestión nostálgica. Cabe destacar que el film no es muy recomendable para niños pequeños porque contiene algunos momentos que pueden ser aterradores. A partir de los diez años si se enganchan con el personaje la película es más llevadera.
Resistiendo a ser domesticado. El director italiano Matteo Garrone (sí, el de la brutal Dogman), realiza una adaptación a la pantalla grande de un cuento clásico: Pinocho. Y hace una transposición bastante fiel al relato original de Carlo Collodi, de 1882, bien alejado de la versión naif de Disney. Aquí no hay Pepe Grillos respetados y Gepetto (interpretado por Roberto Benigni) vive en plena pobreza, al punto de mendigar su comida. Bien podría ser un escenario de posguerra. Ya desde el vamos observamos que Pinocho no va a ser creado en un contexto “fácil”, por así decirlo. Gepetto pide prestado un madero que resulta ser mágico, y al tallar perfectamente la marioneta de un niño, esta cobra vida. Nace Pinocho, un muñeco reluciente, con corazón de madera. Un Pinocho algo anárquico, que desde el primer momento no hará caso a su autoridad más cercana, en este caso su padre. A fuerza de desobediencia, curiosidad por los de su especie, también un espíritu travieso, Pinocho irá transitando su camino para convertirse en humano, al aceptar ciertas reglas sociales y experimentar el sentimiento de la culpa. La película tiene el sello del cine de Garrone, que casualmente coincide con la idiosincrasia de la historia episódica original, que lejos de ser dirigida a un público infantil, nos muestra a un niño capaz de matar a un grillo parlante (sin piedad), o a un par de ladrones tratando de timar a un menor al punto de colgarlo de una soga hasta que muera (gracias al cielo siempre hay un hada buena). Los personajes de Garrone saben de la derrota, tienen problemas para subsistir en una sociedad hostil. Bien alejado del romanticismo y con una apuesta en escena sorprendente, al director le interesa más describir la complejidad de la situación que explicarla. Acompañando una estética tan naturalista como surrealista, que se puede emparentar con la del checo Jan Švankmajer, nuestro Pinocho, a pesar de su naturaleza rebelde, terminará siendo domesticado. Una versión extraña, magnética… mágica.
DÓNDE ESTÁ EL ALMA Nadie podía esperar una versión de Pinocho a cargo de Matteo Garrone. No por su falta de talento (lo tiene y películas como Gomorra o Dogman lo demuestran), sino porque sus universos cinematográficos no parecían estar muy cerca de los cuentos de hadas. En Garrone sobresale una mirada sobre las relaciones de poder, sobre el mundo y su nivel de descomposición, en ocasiones acercándose al grotesco. En concreto podría haber elementos del cuento que se imbricaran con el registro del director, pero eso volvía a la película un producto algo inclasificable: ¿un Pinocho infantil que recordara al clásico de Disney o una versión más adulta? Se podría decir que Garrone intenta ambos, un poco aprovechándose de lo que gente como Tim Burton o Guillermo del Toro han hecho, especialmente en la generación de criaturas fantásticas. Pero los resultados finales, más cerca del barroco y absolutamente indefinidos en cuanto al tono, permiten ver una confusión que se traduce a una narración absolutamente deshilachada. La obra de Carlo Collodi es una de las más referenciadas en el cine, directa o indirectamente. De hecho, a comienzos de este siglo y luego del éxito de La vida es bella Roberto Benigni había filmado su Pinocho, interpretando en aquella oportunidad al muñeco. Ahora Benigni vuelve pero convertido en Gepetto, el carpintero que se vuelve padre del icónico muñeco de madera que cobra vida mágicamente. Los primeros minutos de la película son los que más se parecen al cine de Garrone desde la puesta en escena, el registro de una villa algo pobre, con personajes que subsisten entre la miseria: si hasta el mismísimo Gepetto anda dando un poco de lástima por un plato de comida. Pero la aparición de un tronco que se mueve solo, primero, y la repentina vida del muñeco que talla el carpintero, después, van poniendo las primeras pinceladas fantásticas de una historia que se irá sumergiendo progresivamente en el terreno de lo mágico, con la aparición de hadas, un Pepe Grillo algo avejentado y demás criaturas, entre humanizadas y animalizadas. Luego, lo que ya conocemos: Pinocho no irá a la escuela, terminará engañado por un par de ladinos que lo interceptan en la calle y la lucha del protagonista será entre el deber moral de convertirse en una buena persona o dejarse seducir por la fama y la riqueza hedonistas, tal vez sí uno de los temas propios del director. Garrone evita lo más posible la utilización del CGI y apuesta por los efectos de maquillaje y las caracterizaciones algo grotescas. Esa superficie artesanal que luce la película es saludable aunque riesgosa, porque requiere la construcción de un verosímil riguroso y creíble para el espectador. Y ahí es donde falla la película, porque nunca lo logra. A partir de esa distancia estética que Pinocho impone, el film de Garrone se hace difícil de seguir: hay situaciones que se repiten hasta el hartazgo, narrativamente se vuelve torpe y episódico, el humor es absolutamente infantil para el tono oscuro que el director pretende dar y la película es sorpresivamente liviana, dejando de lado las truculencias que incluso la versión Disney aceptaba. Esta Pinocho finalmente se construye sobre una contradicción: si es la historia de un muñeco de madera que tiene que encontrar su alma, precisamente eso es lo que le falta a la película. Espíritu, coraje para encontrar su personalidad y no ser una mera ilustración actualizada de lo que ya nos han contado.
Lo primero que surge, no al finalizar la proyección de Pinocho, con Roberto Benigni, sino ahí nomás, cuando termina la primera secuencia es ¿a quién va destinada esta versión del clásico de Carlo Collodi? Si bien las aventuras del muñeco de madera son seguramente más aptas y disfrutables para los espectadores más pequeños, hay planteamientos y escenas verdaderamente oscuras, que harán que los niños no vean a Pinocho ni algunos personajes con cara de buenos amigos. Pero esa oscuridad, que bien podría resultar bienvenida si la apuesta fuera decididamente para un público adulto, con alguna necesaria en la trama, no es tal. ¿Por qué? Porque el filme de Matteo Garrone se balancea innecesariamente entre los momentos más inocentes, con escenas algo más fuertes. Vaya de ejemplo la que transcurre en la escuela. Incluye un sapo en el pantalón de un maestro, pero también el castigo corporal que éste le infringe a los que no responden como corresponde, con golpes de vara en las manos y los obliga a arrodillarse sobre granos. Roberto Benigni, probablemente el mayor atractivo que tiene la nueva película de Garrone, el director de Gomorra y Dogman, ya había hecho su Pinocho, como director y también como el muñeco de madera. Había sido una olvidable película de 2002, posterior a La vida es bella, la que le valió reconocimiento internacional y un par de Oscar. Benigni no actuaba en cine desde A Roma, con amor, el filme de Woody Allen estrenado en 2012, y tenía 67 años cuando, hace un par de años, interpretó a Geppetto. Y lo hace con todos los tics que le conocemos, ya desde su época con Jim Jarmusch, con Down by Law). Lo dicho: ¿a quién va destinada esta floja versión de Pinocho?
Pinocho es una nueva adaptación del libro de Carlo Colllodi, sobre esta marioneta que sueña con convertirse en un niño de verdad. Esta dirigida por Matteo Garrone y protagonizada por Federico Ielapi como la marioneta que desea convertirse en un niño de verdad, Marine Vacth como el hada madrina, y el ganador del Oscar Roberto Begnini, como Geppetto, entre otros. El guion tiene una estructura episódica, donde vemos las diferentes peripecias del personaje del título a partir de que decide escaparse de la escuela para ir a ver un espectáculo de marionetas. Y es allí donde aparece una larga serie de personajes, como el hada madrina o el gato y el zorro, así como también el lugar donde los niños se transforman en burros, cuando le crece la nariz por decir una serie de mentiras o el rescate de Geppetto del interior de una ballena. Lo primero que vale la pena destacar es que Matteo Garrone abandona el neorrealismo de Gomorra y Dogman para volver al universo de cuento de hadas de El cuento de los cuentos. Es por eso que lo que más se destaca es el diseño de producción, el maquillaje y el vestuario, estando estos últimos dos rubros nominados al Oscar. Siendo el segundo el que más se destaca, en la creación de todo tipo de criaturas fantásticas, en las que hay un grillo que le reprocha a Pinocho su mal comportamiento, una señora con el caparazón de un caracol y hasta un salmón que reflexiona sobre la muerte. Un párrafo aparte merece Roberto Begnini, a quien por su carácter de estrella se le regalan escenas al comienzo de la película que, si bien aportan humor, ralentizan la historia porque su personaje pasa a ocupar un rol secundario al final del primer acto. Y si bien se marca una diferencia notable entre la versión dirigida y protagonizada por él, al cambiar la estética kistch y colorida por una más sobria y oscura, similar a la de la versión de Tim Burton de Alicia en el país de las maravillas. En conclusión, en Pinocho Matteo Garrone adapta su visión de la historia, en la que no abandona la oscuridad ni del relato original ni de su cine. Y el resultado final es interesante, porque aporta una visión diferente de la historia, con algunos momentos de una belleza notable, que contrastan con otros que llaman la atención la crueldad de las acciones de sus personajes.
Volver al cuento moral de Carlo Collodi que tiene la característica de los relatos para niños que no ahorraban horrores para los pequeños que eran desobedientes con los mandatos del mundo adulto, donde o los metían en un horno o se los comía un lobo, fue un desafío del que salió airoso el director Mateo Garrone (Gomorra) también co-autor del guión con Massimo Ceccherini. Eligio ser fiel al original y apostar al realismo de los más pobres de la Italia rural del siglo 19. Y a eso le adosó la fantasía monstruosa de animales que se convierten en humanos o humanos que se convierten en animales, personajes que aleccionan, engañan de la peor manera, secuestran y casi se comen vivo al pequeño muñeco. En ese mundo al que escapa Pinochio, con su inocencia y su sed de conocimiento y libertad, donde pasará por situaciones terribles, desde encontrarse como Jonas en el vientre de una ballena a ser colgado de un árbol o a convertirse en burrito.. Tendrá un hada y una dama caracol para sustituir a su imagen materna, y aprenderá duramente que es lo correcto y lo que marca el corazón. Con imágenes pictóricas impresionantes de la Toscana y la Puglia, con una gran dirección de arte, una fotografía perfecta, la película tiene la magia y el encanto de algunos films de Fellini, la verdad y la inspiración, y todo lo que ocurre fascina con su oscuridad y candor. Ese niño no solo se convertirá en humano para bien de su padre, pierde ingenuidad, gana en sabiduría, es casi un adulto. Roberto Begnini en una de sus mejores interpretaciones. Y un elenco de notables y grandes actores.
"Pinocho": un regreso a los orígenes. Como el de Collodi, el "Pinocho" de Garrone es un retrato de las clases obreras y bajas en la Italia del siglo XIX, pero la decisión de abordar al cuento infantil con mayor realismo no implica que el director de "Gomorra" abjure de la fantasía. Desde que se publicó por primera vez en Italia en forma de folletín entre los años 1881 y 1883, la historia de Pinocho, la marioneta de madera que desea convertirse en un chico de verdad, no solo se transformó en una de las obras más populares de la lengua de Dante, sino que se ha vuelto un clásico universal. La creación del florentino Carlo Collodi contiene todos los elementos para ser considerada una manifestación tardía de las fábulas o los cuentos de hadas de la tradición europea. Un protagonista que sufre pero que tiene mucho por aprender; animales parlantes que encarnan reconocibles arquetipos humanos; un recorrido dramático que no teme sumar detalles oscuros en pos de conmocionar; y una lección moral que es casi una amenaza: o se la acepta y se la cumple, o se está condenado a una vida de infelicidad. Pero Pinocho es también un relato de aventuras que abunda en situaciones de comedia disparatadas. No extraña que Walt Disney lo haya elegido para su segundo largo, estrenado en 1940, en tanto son esos mismos detalles los que hoy definen su clásico universo. Sobre la novela de Collodi volvió en 2019 el cineasta italiano Matteo Garrone, y aunque tal vez pueda pensarse su elección como un intento de “reitalianizar” esta historia de la que Hollywood se apropió, quedarse ahí sería menospreciar el trabajo del director. Por empezar, la adaptación de Garrone no es animada, sino que está rodada con actores en vivo, decisión que implica mucho más que una mera cuestión técnica. Porque así como el dibujo animado representa una versión estilizada y simplificada de lo real, la Pinocho de Disney también aligera la carga dramática del original, evitándole a los chicos las escenas más truculentas imaginadas por Collodi. Garrone le restituye ese peso al cuento, algo que por otra parte ya había hecho el director y actor Roberto Benigni en su adaptación de 2002, realizada justo después del éxito global de La vida es bella (1997). A diferencia de aquella, cuya estética kitsch y sobrecargada (no solo en lo estético sino por el tono humorístico que caracteriza a Benigni, quien acá interpreta a Geppetto) se asentaba en los elementos de comedia de la novela, Garrone destaca y potencia el carácter de retrato social presente en la obra de Collodi, pero que en la mayoría de las versiones queda oculto detrás del mucho más visible perfil de fantasía. Como el de Collodi, el Pinocho de Garrone es un retrato de las clases obreras y bajas en la Italia del siglo XIX, en el que Geppetto es un pobre carpintero muerto de hambre; el Gato y el Zorro dos desocupados famélicos que tratan de resolver sus problemas engañando, robando y que no dudan en matar si es necesario; una justicia que castiga al justo y premia al delincuente. Y, sobre todo, pinta un retrato reconocible de una infancia criada en la calle y expuesta a no pocos abusos por parte de los adultos. En ese sentido, no hay diferencias de fondo entre esta nueva Pinocho y la Crónica de un niño solo de Leonardo Favio. Incluso el entorno italiano ayuda a ver los reflejos mutuos que surgen entre la película de Garrone y aquel retrato de los suburbios porteños, realizado a finales de los años ‘60. En ese terreno, Garrone vuelve a aprovechar su capacidad para registrar de un modo vívido el pulso de lo popular (incluyendo las alusiones a la simbología cristiana), capacidad que ya había demostrado en algunos de sus trabajos anteriores como Gomorra o la reciente Dogman. Pero la decisión de abordar al cuento infantil con mayor realismo no implica que Garrone abjure de la fantasía. Al contrario, esos detalles están bien presentes y son resueltos por el cineasta de modo notable, a través de una fotografía delicada y recurriendo a un diseño de arte que minimiza todo lo posible la inevitable presencia de lo digital. Ahí están sus nominaciones a los Oscar 2021 en los rubros de maquillaje y vestuario para confirmarlo. En ese terreno, su Pinocho tiene tanto de la estética de la Comedia del Arte italiana, como de las viejas (y mejores) películas de Terry Gilliam.
Si entre el amor y el odio hay solo un paso, entre la genialidad y lo absurdo se encuentra 'Pinocchio'. Es que el filme del director Matteo Garrone ('Gomorra', 2008), en general se desliza sobre escenas de una sensibilidad y estética asombrosas, interrumpidas por situaciones y personajes grotescos que rompen con toda la armonía. Como por ejemplo, la primera intervención de Pepito Grillo. Si se permite una comparación, es como recorrer una muestra de Picasso y cada tanto ver colgado un cuadro realizado por un niño de jardín de infantes. Así de chocante, así de inesperado, al menos las primeras veces. 'Pinocchio' nada tiene que ver con los tanques de Disney en Live Action. Aquí todo es artesanal. Los personajes, los escenarios, el vestuario, la iluminación. Todo sofisticadamente unido como para retratar una época. Y mucho tiene que ver en esto la inclusión de Roberto Benigni en el papel de Geppetto, quien nos convence de que no podría haber otro mejor. UN CLASICO Por momentos, 'Pinocchio' se vuelve un filme delicioso, de una fotografía increíble y una dulzura inédita para el cine de hoy. La música de Dario Marianelli también cumple su cometido y nos lleva por la historia con la misma nostalgia que Luis Bacalov logró con su banda de sonido en 'El cartero'. Pasado el análisis, decimos que 'Pinocchio' cumple de manera ciega con el clásico de Carlo Collodi tantas veces visto, por lo que el factor sorpresa no es algo que se dé en ningún momento del filme. Por orden de aparición vemos llegar al villano Stromboli (delicado personaje del recordado Gigi Proietti), al gato y al lobo, al hada y al niño asno. Cada uno con su particularidad, mejor o peor realizado, más o menos villano, pero manteniendo la identidad y respetando la trama. Sin un público bien identificado del otro lado, la película es más para los amantes del cine italiano y todo su melodrama, que para niños con intención de ir al cine a divertirse. Con `Pinocchio', Matteo Garrone vuelve a poner en la cima al Roberto Benigni que supo brillar en 'La vida es bella'. Una película que si se hubiese estrenado en los años '90 sería una verdadera joya del cine; pero que hoy, con tanto vértigo visual y efectos especiales, queda atrapada más en un capricho que en una opción provechosa de la pantalla grande.
Las marionetas nunca crecen Matteo Garrone es sin duda uno de los directores más interesantes y al mismo tiempo más desparejos del cine actual, basta con pensar que el italiano es capaz de ofrecer trabajos bastante flojos y/ o fallidos como Verano Romano (Estate Romana, 2000), Reality (2012) y El Cuento de los Cuentos (Il Racconto dei Racconti, 2015) y realizaciones apasionantes como El Embalsamador (L’Imbalsamatore, 2002), Primer Amor (Primo Amore, 2004), Gomorra (2008) y Dogman (2018), lo que nos deja ante un panorama general en el que no cuesta mucho deducir que su mejor faceta es la dramática criminal exacerbada y que su interés por la comedia no tiende a rendir sus frutos por cierta torpeza y lagunas retóricas de base. Si bien El Cuento de los Cuentos no era precisamente un gran preámbulo en materia de lo que podría llegar a ofrecer en términos fantásticos, cuando se anunció que el director y guionista encararía una nueva versión en live action de Las Aventuras de Pinocho (Le Avventure di Pinocchio), de Carlo Collodi, inicialmente publicada en forma serializada entre 1881 y 1882 en la revista infantil Periódico para Niños (Giornale per i Bambini) y luego en libro en 1883, el entusiasmo creció porque el carácter tétrico del relato original a priori calzaba perfecto con el gustito de siempre de Garrone por las fábulas macabras para adultos, eje tácito de prácticamente todos sus opus serios, y el resultado efectivamente es muy gratificante porque en vez de las versiones previas infantilizadas, demasiado moralizadoras o idealizadas hacia lo mágico escapista nos topamos con una obra de tono naturalista que no obvia la crueldad del papel y hasta se consagra a analizar la pobreza, el hambre, el desamparo y la miseria de la Italia rural sin romantizaciones a la vista ni gran pompa en materia de las secuencias más agitadas o el diseño de los personajes, evitando en gran medida los CGIs y recuperando el antiguo y querido arte del maquillaje y las prótesis. De hecho, el opus del italiano se diferencia de prácticamente todas las versiones anteriores del cuento de hadas de Collodi, hablamos de la clásica de Disney, Pinocho (Pinocchio, 1940), la infaltable versión erótica, Pinocho (Pinocchio, 1971), de Corey Allen, la exégesis hiper ochentosa de Filmation, Pinocho y el Emperador de la Noche (Pinocchio and the Emperor of the Night, 1987), de Hal Sutherland, la noventosa berreta de Las Aventuras de Pinocho (The Adventures of Pinocchio, 1996), de Steve Barron, y su secuela Las Nuevas Aventuras de Pinocho (The New Adventures of Pinocchio, 1999), de Michael Anderson, y la interpretación deficitaria a cargo de un Roberto Benigni que venía de La Vida es Bella (La Vita è Bella, 1997), Pinocho (Pinocchio, 2002), señor que luego se redimiría con la muy digna El Tigre y la Nieve (La Tigre e la Neve, 2005), amén de futuras traslaciones como la también oscura y realista de Guillermo del Toro y la amigable de Robert Zemeckis, remake en live action del opus de 1940. El guión de Garrone y Massimo Ceccherini, en esencia un actor que aquí incluso compone al Zorro, es una respuesta hacia las versiones de Disney y de Benigni en tanto algo mucho acartonadas y melosas, por ello llama la atención que el realizador haya elegido al colega en cuestión, quien para colmo supo interpretar a Pinocho en el film de 2002, como Geppetto, decisión curiosa que sin embargo también repercute hacia lo positivo porque el ya veterano Roberto, hoy muy contenido y lejos de su personalidad escénica estrambótica pasada, aporta la sabiduría y el cansancio necesarios para el personaje del creador de la marioneta sin hilos que cobra vida de repente, hoy en la piel de Federico Ielapi y muchísimo menos quejosa símil niño malcriado y antojadizo que sus insoportables encarnaciones de antaño, otra jugada elogiable que pinta de pies a cabeza la intención de fondo de sacarse de encima el sustrato pueril baladí de las otras versiones. Garrone se mantiene fiel a la estructura general del relato de Collodi y empieza Pinocho (Pinocchio, 2019) con el carpintero Geppetto tallando el títere de un tronco vivificado que le regala el Maestro Cereza (Paolo Graziosi), no obstante el joven de madera resultante es desobediente y egoísta y termina con sus pies quemados cuando los acerca al fuego y se queda dormido. El Grillo Parlante (Davide Marotta) le advierte acerca de las consecuencias de hacer siempre lo que uno quiere sin pensar en los demás y sobre todo en su progenitor simbólico, Geppetto, pero el protagonista esquiva concurrir a la escuela para asistir al teatro de marionetas de Mangiafuoco (Gigi Proietti), el cual primero lo secuestra y luego le regala cinco monedas de oro cuando le ablanda el corazón con su ternura. En el camino de regreso a su hogar Pinocho se topa con el Gato (Rocco Papaleo) y el Zorro (Ceccherini), un dúo de maleantes que lo engañan, diciéndole que si planta el dinero en el Campo de los Milagros crecerá un árbol de monedas que multiplicará su riqueza, y una vez más termina sufriendo las consecuencias, ahora ahorcado por los susodichos. Es Medoro (Gianfranco Gallo), un sirviente felino del Hada (Alida Baldari Calabria), quien lo baja y lo lleva a la mansión de la niña mágica, cuidada a su vez por una Caracol (María Pía Timo), a quien le miente cuando le narra sus aventuras y así le crece la nariz, la cual es recortada luego por unos pájaros carpinteros. El joven de madera retoma a posteriori su camino pero se reencuentra con el Gato y el Zorro, a quienes no reconoce como sus pretendidos asesinos porque usaban máscaras, y vuelve a caer en una trampa al enterrar sus monedas, esas que pierde cuando se las roban los malhechores mientras lo mandan a buscar agua. Enfurecido por el engaño, se presenta en el Palacio de Justicia pero el Juez Gorila (Teco Celio) lo quiere meter preso por crédulo e inocentón, percance que logra evitar afirmando que es un ladrón crónico y que lo lleva a su hogar, donde un vecino muy entrado en años (Barbara Enrichi) le informa que Geppetto partió a buscarlo a vaya uno a saber dónde, quizás Norteamérica. Pinocho quiere atravesar el océano nadando aunque termina desvanecido en una playa, donde es rescatado por la versión adulta del Hada (Marine Vacth), la cual lo adopta implícitamente como hijo y lo manda a la escuela, lugar controlado por un maestro muy hilarante adepto al castigo físico (Enzo Vetrano). Amigo de Lucignolo (Alessio Di Domenicantonio), un purrete pobre que roba regularmente comida en la calle, se suma a un contingente infantil que va al País de los Juguetes, convertido luego en burro a instancias de un hombre misterioso (Nino Scardina) y vendido a un circo, donde se tropieza en una prueba y es arrojado al mar para que se ahogue, donde el Hada convoca a un cardumen que come su piel y carne de burro y lo devuelve a la normalidad. Es en el estómago de un enorme monstruo marino donde se reencuentra con su padre luego de charlar con un Atún (Maurizio Lombardi), el cual los ayuda a llegar a la costa cuando escapan por la boca entreabierta de la criatura dormida. Ambos descubren una casa abandonada y Pinocho comienza a ir al colegio y a trabajar para un pastor de ovejas, Giangio (Domenico Centamore), topándose de nuevo con el Zorro, hoy sin una pierna y andando con muletas, y el Gato, ahora ciego, a los que ya no les presta atención alguna. El Hada de golpe regresa para perdonarle sus travesuras pasadas, celebrar su comportamiento juicioso y convertirlo en niño, un viejo deseo de la marioneta que sabe que esa es su única posibilidad de crecer y así marcha raudo a enseñarle su metamorfosis a Geppetto. Repensando la orfandad más cruda en tiempos como los nuestros de aumento gigantesco de la pobreza, la ignorancia, la especulación capitalista y el abandono estatal en todo el planeta, la realización se caracteriza por un excelente desempeño por parte de todo el elenco con Ielapi, Benigni, Papaleo, Calabria, Ceccherini, Vetrano y Vacth a la cabeza. Garrone aprovecha de manera despojada y sumamente ascética/ semi neorrealista rubros maravillosos como la fotografía de Nicolai Brüel, el diseño de producción de Dimitri Capuani, la música de Dario Marianelli y la dirección de arte de Francesco Sereni, y por cierto es muy preciso en lo que respecta a dejar en claro qué es exactamente lo que le interesa del clásico de Collodi, hablamos de su condición de alegoría sobre la necesidad de los sujetos de mantener una suerte de negociación permanente a lo largo de toda la vida entre la felicidad que genera hacer lo que uno desee, por un lado, obviando las normas sociales, los esquemas de autoridad, los organismos de control cultural como el colegio y la voluntad de los semejantes, y el afán conservador de replegarse hacia lo conocido en pos de recuperar algo de estabilidad existencial, por el otro lado, movimiento hacia el hogar y en pos de dejar de vagar por el mundo que tiene que ver con esa exigencia de paz del propio cuerpo y el propio intelecto que nos lleva a aceptar la sociedad como viene. A pesar de que el marco de “historia de aprendizaje o iniciación” sigue estando presente, a decir verdad muchos de sus latiguillos están ausentes y el influjo general es de lo más reposado ya que más que el pasaje de la niñez a la adolescencia o a la adultez conceptual de Pinocho, lo que le importa al director es negar el infantilismo posmoderno, porque aquí el joven pretende crecer ya que es la única salida de la dictadura de los adultos, pensar ese equilibrio caótico en el crecimiento al que apuntábamos, entre sumisión y rebeldía, y retratar la miseria del hambre y la crueldad del mundo prosaico aunque sin el desparpajo visual de -por ejemplo- Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001), del dúo de Steven Spielberg y un Stanley Kubrick póstumo, faena que adaptó un recordado cuento corto de Brian Aldiss, Los Superjuguetes Duran Todo el Verano (Supertoys Last All Summer Long, 1969), que le debe mucho a Las Aventuras de Pinocho. Como siempre en las adaptaciones cinematográficas del relato original de Collodi, toda la epopeya asimismo puede ser leída como un estudio en torno a la típica infancia masculina con un padre más o menos ausente y una madre que adquiere un rol central en la formación de la psiquis del niño no sólo porque constituye el primer encuentro con el sexo opuesto sino porque pasa de una compañera estándar cuando aún no se tiene conciencia de su peso simbólico, la “etapa niña”, a una mujer cuando adquiere la autoridad investida por la familia/ la comunidad/ las instituciones, esa “etapa adulta” que se sintetiza en su condición de representante moderada de la ley social en comparación al manto férreo que acompaña al padre, en este caso un Geppetto frágil que anticipa la adultez de Pinocho porque en el tramo final de la odisea es el hijo quien debe cuidar al progenitor. Una jugada muy interesante de Garrone es la de desdibujar en buena medida el papel de aquellos villanos tradicionales, el Zorro y el Gato, ahora unos pobres hambrientos que literalmente se la pasan desesperados/ locos por comida en cada una de sus apariciones, lo que relativiza su supuesta vileza y hace que el verdadero parásito de la historia, el comerciante Cecconi (Sergio Forconi), adquiera un mayor peso, nos referimos al burgués especulador dueño de un local donde el personaje de Benigni compra el abecedario para su vástago de madera a cambio de entregar una casaca y un chaleco, usurero inmundo que desencadena el periplo de la marioneta cuando a su vez le compra el librito a Pinocho a cambio de las cuatro monedas que necesita para ver el show de Mangiafuoco. Sin ser particularmente arrebatadora ni original pero atesorando una fuerza discursiva innegable, Pinocho es una atractiva adición al generoso catálogo de versiones que se han acumulado del periplo del muñeco más famoso del mundo, epopeya amiga de la sinceridad brutal en lo que atañe a los peligros y a la solidaridad que pueden hallarse en igual medida allí afuera…
“Pinocho”, de Matteo Garrone, con el regreso de Roberto Benigni. Crítica Realismo y fantasía en la nueva versión italiana de este clásico Andrea Reyes Hace 18 horas 0 6 De vuelta al ruedo con una obra que conoce al dedillo, Roberto Benigni bajo la dirección de Matteo Garrone, interpelan al espectador con una versión cinematográfica con actores reales, que busca combinar realismo y fantasía y es una adaptación de la obra original de Carlo Collodi. Pinocho se ve increíble en su nueva versión: Clip Exclusivo | GQ México y Latinoamérica“Las aventuras de Pinocho” (Le avventure di Pinocchio) del autor italiano Carlo Collodi, se publicó en el periódico Giornale per i bambini desde 1882 hasta 1883, bajo el título Storia di un Burattino (Historia de un títere). Es una de las obras literarias más leídas en el mundo, y es por eso que cuenta con más de 250 traducciones. Desde su publicación original hasta nuestros días, distintas versiones que incluyen obras de teatro, películas, ballets, etcétera, han traspasado fronteras y generaciones a lo largo del tiempo. En otras palabras, seguramente “Pinocho” es uno de los cuentos que más ha ganado el corazón de los niños. Se trata de la historia de Geppetto, un carpintero muy humilde, que con su arte y su inmenso deseo, logra convertir un tronco en un “niño” de madera. El cineasta italiano Matteo Garrone, realizador de “Gomorra” (2008), fue quien dirigió y co-escribió junto a Massimo Ceccherini, la nueva versión cinematográfica de “Pinocho” (lanzada en 2019 en Italia): una adaptación de la novela “Las aventuras de Pinocho. La historia de un títere” (1883), de Carlo Collodi. La cinta es fiel a varios elementos de la obra literaria, entre ellos, recrea la forma de vida de las clases sociales bajas y obreras de la Italia del siglo XIX. De esta forma, resulta evidente la intención de Garrone de “regresar” el cuento a su origen italiano. La película dirigida por Matteo Garrone y protagonizada por Roberto Benigni, aborda el cuento con gran cuota de realismo sin omitir elementos fantásticos a lo largo de sus 125 minutos. No obstante, a pesar de ser un film un tanto naif aunque no infantil, trata tibiamente -posiblemente de manera intencional- ciertas cuestiones vinculadas con la crueldad y que son narradas con mayor vigorosidad en la obra original. La película combina realidad con fantasía: niños que se crían en la calle y adultos que castigan sin piedad, vagabundos ladrones (el Gato y el Zorro) que se aprovechan de la incredulidad de una marioneta parlante, y la pobreza representada en un hombre que entrega su prenda a cambio de un libro de letras; hasta un Hada Azul que protege y alecciona a la vez, animales que hablan… El actor italiano Roberto Benigni, en el rol de Geppetto, vuelve a interpretar una historia que, sin duda, conoce al dedillo siendo que en 2002 dirigió y actuó su propia adaptación de Pinocho; con una inversión de 45 millones de euros y varias críticas negativas en su haber. En esta oportunidad, su tono humorístico y pasional, tal como lo hemos apreciado en “A Roma con Amor”, despierta ternura hacia ese padre, humilde y simple, que intenta ser para Pinocho. Con buenas actuaciones, el elenco se compone junto a Federico Ielapi, Marine Vacht, Massimo Ceccherini, Rocco Papaleo, Gigi Proietti, Davide Marotta y Paolo Graziosi. Pinocchio - Pinocchio Geppeto 2021 - YouTubeCon una dirección de arte brillante que capta hermosas postales y extraordinaria musicalización, la nueva versión de “Pinocho” es una “live action” del relato clásico de Carlo Collodi. Escasos elementos en la película son realizados por CGI, habiéndose recurrido a prótesis que parecen darle alguna dificultad al joven Federico Ielapi, pero que logra la estética y el look con que se concibió la idea del personaje: un pinocho interpretado por un actor real, no animado. “Pinocho” de Matteo Garrone y con el protagónico de Roberto Benigni, se estrena únicamente en salas este 8 de abril. Esta nueva versión italiana destaca porque combina realismo con fantasía, se filmó con actores reales y logra captar el espíritu con que Carlo Collodi pensó allá por 1883 a Pinocho, un niño de madera. Pinocho Dirección Guion Arte y Fotografía Música Actuación Esta nueva versión italiana destaca porque combina realismo con fantasía, se filmó con actores reales y logra captar el espíritu con que Carlo Collodi pensó allá por 1883 a Pinocho, un niño de madera. User Rating: No Ratings Yet ! EtiquetasCarlo CollodiCineDavide MarottaestrenoFederico IelapiGeppettoGigi ProiettiHistoria de un títereLas aventuras de PinochoMarine VachtMassimo CeccheriniMatteo GarronePaolo GraziosiPinochoRoberto BenigniRocco Papaleo Editar FacebookTwitterGoogle+LinkedInCompartir por correo electrónico Andrea Reyes "El refugio" de Sean Durkin. Crítica. Secuelas de la indecencia. Crítica de "Pequeños secretos" Publicaciones relacionadas Reestreno de “El amor es un bien” 7 enero, 2021 INÉS PALOMBO “Veo que la sociedad no se banca el amor, no se anima a estar en algo formal”. 8 noviembre, 2019 Burundanga. Crítica. “Nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio” y vídeo entrevista 17 agosto, 2019 Deja una respuesta Conectado como Javier Erlij. ¿Quieres salir? Mira también Cerrar Cine Nominados a los Premios Cóndor de Plata 2019 12 abril, 2019
La verdad es que tenía mucha curiosidad por conocer la versión del clásico infantil, «Pinocho», que había rodado Matteo Garrone en 2019. El cineasta que se hiciera conocido por «Gomorra», prometía que su mirada de la historia sería oscura, moral y sobre todo, muy potente. Y así fue. Debo decir primero, que esta no es una historia para chicos. Es decir, quizás si, pero no al estilo Disney tradicional para la familia. Aquí tenemos una profunda fábula moral donde se despliegan muchos escenarios que ya conocemos y que se desdibujan frente a un recuerdo que contrastará con lo que esta versión presenta. Es más, el guión es bastante fiel y la adaptación, si bien desde los diálogos es convencional, lo cierto es que visualmente, abruma. El detalle de los mundos que atravesará Pinocho es meticuloso y tiene un trabajo de arte muy destacado (de hecho, tiene dos nominaciones al Oscar de este año). En términos dramáticos, la actuación de Roberto Benigni (el multipremiado intérprete), es destacable y también alcanza mucha intensidad el Pinocho jugado por Federico Ielapi. El resto del cast acompaña con oficio y ofrecen tonos acertados en la narración. Sin anticipar demasiado, podemos decir que «Pinocho» es una de las versiones más fuertes y oscuras de su longeva historia cinematográfica. Sorprende y conmueve la forma de narrar de Garrone, en la que combina ternura y sufrimiento en iguales dosis. Su perspectiva es aguda y recuerda, lejanamente, a los ambientes fantásticos que genera Guillermo del Toro, en sus relatos. Recomendada. Un viaje fantástico que te sorprenderá.
Crítica publicada en YouTube
Pinocho, de padres a hijos Después de ver interrumpida su distribución debido a la pandemia, la nueva versión de Pinocho se estrenó en los cines argentinos. El largometraje de Matteo Garrone, uno de los directores italianos más respetados del cine actual, posee dos nominaciones a los premios Oscars en las ternas Mejor diseño de vestuario y Mejor Maquillaje y Peinado. La entrega Nº93 de los premios de la Academia se llevará a cabo el próximo domingo 25 de abril Por Denise Pieniazek Después de Dogman (2008), el guionista y director Matteo Garrone vuelve al género fantástico con el que nos había deslumbrado mediante el largometraje de Il racconto dei racconti (2015), inspirado en los cuentos de hadas de Giambattista Basile. En esta ocasión, Garrone realiza una transposición de otro “relato de hadas”, protagonizado por uno de los personajes más célebres de la literatura infantil, Pinocho (2019). Dicho personaje fue creado en Italia por Carlo Collodi (Carlo Lorenzini) en 1882, año en que se publicó de forma serializada en el diario Giornale per I Bambini bajo el título de “Le avventure di Pinocchio” (“Las aventuras de Pinocho”). Como es de público conocimiento, una de sus adaptaciones más famosas es el clásico animado de Disney titulado Pinocho (Pinocchio,1940) que ha alcanzado a varias generaciones y popularizado el relato italiano. En contraposición a la animación de Disney, la película que nos presenta Garrone posee una mirada más adulta y profunda, puesto que, al igual que el texto literario, se dirige tanto a chicos como grandes, en todo su rango etario, ya que retoma la crudeza del texto de Collodi. Antes de adentrarse en el análisis de Pinocho (2019) hay que recordar que hay varias versiones espectaculares del texto. En la década del ´70 se realizó Las aventuras de Pinocho, en la cual Nino Manfredi interpretaba a Gepetto y Gina Lollobrigida al Hada. Pero la transposición que no se puede dejar de mencionar es Pinocho (Pinocchio, 2002), escrita (junto con Vicenzo Cerami), dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, quien llamativamente interpretó a Pinocho. Resulta pertinente mencionarlo, puesto que en la versión que nos atañe Benigni interpreta, más apropiadamente con su physique du role, a Gepetto. La versión de Benigni si bien estéticamente sobresale tiene la particularidad de cambiar el tono narrativo hacia la comicidad. Sin embargo, su problema y falta de verosimilitud era el resultado de que él mismo intérprete al “niño” en cuestión, porque un relato aleccionador de niños sin niños, resulta extraño. Ahora sí, retomando la actual transposición de Garrone, lo primero que merece ser destacado, es lo bella que es Pinocho para la contemplación visual, así como también el excelente trabajo de maquillaje FX y el vestuario. El maquillaje de la película posee un gran trabajo en cuanto al realismo y texturas de los personajes, sin abusar de los efectos especiales digitales, que nos permiten adentrarnos de lleno en ese universo diegético. En este sentido, la película reivindica el trabajo artesanal, tanto dentro del relato a través del personaje de Gepetto, como desde la realización. Al igual que en Il racconto dei racconti, en Pinocho, la ambientación sobresaliente de época posee reminiscencias al medioevo y al barroco. En cuanto al texto predecesor, la película en cuestión respeta fidedignamente el orden de secuencias y peripecias que padece Pinocho en lo que podría denominarse como una Bildungsroman (novela de aprendizaje), puesto que en este “viaje” Pinocho atravesará diversas pruebas que determinarán su autoconocimiento y su crecimiento moral de la niñez a la madurez. Al igual que el cuento de “Caperucita Roja”, Pinocho es un relato con moralejas para la pedagogía infantil. Asimismo, se mantiene la secuencia del “pez grande” que como es sabido mantiene una relación intertextual con el relato bíblico de Jonás (Ioná). Honestamente, Pinocho resulta algo extensa, quizás carece un poco de dinamismo o síntesis narrativa, y poco parece aportar novedosamente. A pesar de ello, hay que remarcar también que los paisajes de la Italia campestre, su clima de época y el retrato sobre la humildad y la pobreza dotan de realismo a esta transposición, que sin dudas se distancia de la superficialidad de las actuales versiones live-action de los Walt Disney Studios. Por ejemplo, en la escena inicial se observa al carpintero Gepetto pidiendo por trabajo, y posteriormente parece que el resto de los personajes recurren a toda clase de artimañas por sobrevivir. Por último, el largometraje en cuestión profundiza sobre el vínculo padre-hijo, que, incluso leyéndolo desde la óptica actual, hay que destacar la potencia del texto literario en proponer un modelo de familia no tradicional. Todo un adelanto para su época, incluso si se piensa en una posible metáfora de otras formas de concebir un hijo, por como Pinocho cobra vida y Gepetto logra “traerlo al mundo”. La película profundizará sobre ese vínculo y el crecimiento espiritual de Pinocho, quien pasa de ser una marioneta con la “cabeza hueca” a un joven lleno de aprendizajes, obtenidos empíricamente gracias a la conducción del Hada madrina y del viejo grillo, quien representa simbólicamente su conciencia y la sabiduría. Cálidamente, el relato culmina circularmente la tesis sobre el vínculo padres-hijos, con el ciclo “natural” de la vida, pues es ahora Pinocho quien deberá cuidar de Gepetto.
¿Te acordabas de Roberto Benigni? El actor italiano de las morisquetas y la lágrima fácil, estrella de la comedia ganador del Oscar (La vida es bella), vuelve a su bienamado Pinocho, después de haber dirigido su propia película sobre el muñeco que cobra vida. Ahora, la dirección corre por cuenta de un director de cine, Matteo Garrone (Gomorra, Dogman), lo que permite esperar una interesante aproximación visual pegada al clásico. Algo así como recuperar el cuento original con las posibilidades de los efectos especiales y una producción generosa —más de cuarenta millones de dólares— para ponerlo en escena. Sin embargo, a medida que avanza el relato “realista” del pobre Gepetto (Benigni, claro) y su hijo de madera, queda en evidencia que los logros visuales no van de la mano de la calidez, de la emoción, de la transmisión de algún tipo de sensación que interpele o conmueva. Con la intención de ajustarse lo más fielmente posible a la creación de Carlo Collodi, hay una serie de situaciones que “se ven” poco felices o agradables (un niño, de madera) frente a la notable realización que cuenta con el actor italiano Federico Ielapi como Pinocho, bajo capas de madera. Frente a él está Benigni, robando cámara, otra vez junto a la historia por la que, es evidente, tiene una devoción especial.
Interesante nueva visión, poco inventiva para reconquistar El clásico cuento cobra vida de la mano de un director italiano. Si hay una historia de aventuras y fantasía que ha sido adaptada en reiteradas oportunidades a lo largo de los años esa es Pinocho. Ya sea en forma animada o live action, el cuento infantil escrito en 1882 por Carlo Collodi de la marioneta que cobra vida y anhela ser un niño verdadero es conocido por todo el mundo a lo largo y ancho del mismo. Ahora bien, las diferencias que pueden encontrarse en cada una de las nuevas películas poco distan de la historia en sí, sino del entorno, del tono, del enfoque y de la oscuridad o claridad que se pueda tener a contar una historia. Esta historia no cambia en nada a las anteriores: Un hombre solitario y pobre que es carpintero, de pronto una marioneta cobra vida y lo adopta como su hijo y éste es desobediente a tal punto que sus propias decisiones lo terminan alejando de su padre cada vez más y más hasta que mucho tiempo después, en el interior de una ballena vuelven a encontrarse. Todo esto define esta nueva versión del clásico cuento, en esta nueva oportunidad desde la visión europea del director italiano Matteo Garrone que hace ya un año viene cosechando galardones en el viejo continente, imprime sus formas para volver a contar la historia e intentar sorprender a la audiencia. Con la participación estelar de Roberto Benigni en el papel de Geppetto y de la revelación del jovencito Federico Ielapi ambos logran convencer perfectamente en sus roles. Desde el primer momento que uno los conoce la química entre ellos es muy fiel a lo que dice el cuento y eso mismo logra verse para con el espectador que, nunca se va a sorprender de lo que pasa, pero sí de cómo se desarrollan las relaciones. Algo que no le juega para nada a favor es la duración, como no hay segmentos que sean novedosos, la historia inevitablemente uno la va resolviendo sin la ayuda de las imágenes y asocia todo con otras versiones y además el ritmo es demasiado “europeo”, las escenas se desarrollan despacio y con calma dándole aire y sentido a las escenas. Con una interesante puesta en escena y un despliegue de efectos especiales entre digitales y maquillaje prácticos, la ilusión de la fantasía es verdaderamente palpable. Los inconvenientes principales que tiene el film tienen que ver básicamente con que la historia no tiene nada de innovador, el ritmo puede alejar al espectador que no esté acostumbrado a ver cine de otras latitudes que no sea de Estados Unidos (Hollywood) y de que no esté apuntada específicamente a un público, ya que queda en un limbo entre lúgubre y pintoresco que no llama la atención a los más pequeños y que al mismo tiempo es posible sea rechazada por los más grandes.
Roberto Benigni es Gepetto en una reversión moderna que logra revivir la magia del cuento que todos conocemos. Qué complicado es re-versionar una historia que nos sabemos todos, pero que difícil es no dejarse tentar por esa familiaridad universal que también encantó a tantos. Está claro que siempre va a haber decepcionados, pero también sirve como oportunidad para que muchos se encuentren por primera vez con un cuento de hace casi 150 años. En esta oportunidad Pinocchio deja en claro rápidamente que su mayor preocupación será atrapar a los niños, pero su más encantadora fortaleza es lo risueña y disfrutable que resulta para todos los adultos, que no concilian su sonrisa con el hecho de que ya saben todo lo que va a ocurrir en pantalla.
El reconocido Mateo Garrone (“Dogman”) nos sorprende con una nueva versión basada en el famoso cuento escrito por el autor, periodista y narrador italiano Carlo Collodi. Publicada en el periódico “Giornale per i bambini”, e ilustrada por Enrico Mazzanti, “Pinocho” es un clásico de la literatura universal. Traducida a más de doscientos cincuenta idiomas y habiendo sido transpuesta a múltiples formatos, entre los que se cuentan obras de teatro, películas, ballets y óperas, no resulta extraño que el clásico animado sea objeto de una nueva versión fílmica. Sin embargo, la presente adaptación nos convida de una forma distinta de concebir al mito del títere de madera sin por eso resignar su capacidad de conmoción. Un toque de oscuridad y perturbación reviste a la mirada propuesta por Garrone. Una mirada que no escatimará el empleo de adecuados efectos visuales, maquillaje y vestuario, conformando una tríada de rubros técnicos ejecutados con total calidad. El presente cambio de perspectiva posibilita un abordaje que no teme tomar una página del manual de los bizarros mundos que saborea Tim Burton. Una banda sonora con tintes barrocos acaba por conformar la atmósfera de un film que respeta al texto original, publicado por primera vez en 1883. En su elenco, encontramos al siempre histriónico Roberto Benigni, quien se coloca en la piel del viejo y solitario carpintero Gepetto, luego de dirigir y protagonizar su propia versión del cuento, estrenada en el año 2002. Mixtura equilibrada entre realidad y fantasía, prima en la identidad otorgada por Garrone cierto aire pesimista e igualmente entrañable.