La película protagonizada por Álvaro Teruel, el cantante de "Los Nocheros" , transita por el thriller a partir de una premisa atractiva que se desdibuja con el correr de los minutos. El cantante de Los Nocheros, Álvaro Teruel, protagoniza esta ópera prima de Martín Basterretche, en la que encarna a Ulises, un joven cineasta que, desde su ventana, registra imágenes de personas comunes y corrientes para hacer su propia película hasta que descubre a una mujer que lo seduce y desaparece. Con indisimulables ecos del clásico La ventana indiscreta, la película intenta, sin demasiada suerte, transitar por el thriller con una premisa atractiva que se desdibuja con el correr de los minutos. El protagonista, con menos suerte y carisma que el héroe legendario de la mitología griega, enfrenta su propia odisea, e investiga junto a un periodista amigo -Luis Longhi- un caso que sólo muestra la punta del iceberg y una desaparición que lo convierte en el principal sospechoso de un crimen. Un relato de suspenso que camina incomprensiblemente por personajes y situaciones caricaturescas que restan credibilidad a lo que el espectador verá más adelante, con diálogos, actuaciones y vueltas de tuerca que no llevan a los personajes a buen puerto. Una inspectora -Adriana Ferrer- encargada del caso -y sin pruebas- y un villano interpretado por el cantante de tangos Guillermo Fernández, aparecen en una trama en la que espiar las actividades ajenas tiene un alto costo. Punto Ciego sólo se queda en la intención de hacer un buen policial ambientado en un ambiente portuario y plagado de apariencias engañosas, pero escoge los atajos menos verósímiles cuando plasma en la pantalla un rutinario ejercicio audiovisual. Ulises, con su cámara VHS, y corriendo con bolsas de supermercado tras los pasos de la misteriosa mujer que aparece en la filmación, no alcanzan para crear los climas adecuados al género que el mismo film propone.
De obsesiones y piratas Punto ciego (2016), ópera prima de Martín Basterretche, tiene un comienzo promisorio pero a medida que pasan los minutos se pierde el suspenso inicial. Además de ser el debut como director de Basterretche, Punto ciego (2015) es también el debut actoral de Álvaro Teruel, uno de los integrantes de Los Nocheros. El cantante interpreta a Ulises, un joven director que filma todo lo que sucede en una esquina frente a su casa en la ficticia localidad costera de Santa Sofia del Mar. La rutina de Ulises se altera cuando conoce a Marina (Corine Fonrouge), la protagonista perfecta para su película experimental. De pronto se ve inmiscuido en el medio de una intriga que incluye a piratas y a una organización que lucha para atraparlos desde las sombras. Con la ayuda de Gastón (Luis Longhi), un periodista obsesionado con los piratas, comienzan a investigar la conexión entre Marina y estas fuerzas antagónicas. Punto ciego tiene reminiscencias de Blow Out: El sonido de la muerte (1981) de Brian De Palma donde John Travolta interpreta a un ingeniero de sonido que es testigo de un “accidente” donde muere un candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Como en aquella película, Ulises se ve inmerso en una intriga que va más allá de su entendimiento pero en este caso el suspenso que se construyó en la primera parte de la cinta se diluye hacia el final donde la resolución no está a la altura del comienzo de la película. Sin embargo, Basterretche crea una atmósfera interesante y cargada de misterio. Para esto se apoya en la música compuesta por Federico Mizrahi y Fernando Rabih y en los constantes sonidos que provienen del puerto y de la vida diaria de la ciudad. Este es el mayor mérito del director que apuesta por un genero poco habitual en producciones nacionales.
En un guión escrito y dirigido por Martin Basterreche, protagonizado por Álvaro Teruel, la historia de un documentalista que elige una esquina para registrar la realidad. Una idea ya usada, que luego se complica, demasiado, en una trama de engaños y conspiración. Entre las buenas intenciones y la ingenuidad.
Del dicho al hecho No se puede negar que Martín Basterretche carezca de ambición, sobre todo si tenemos en cuenta que Punto ciego es no sólo una película de bajo presupuesto sino además su ópera prima. En el film se dan cita varios tópicos transitados muchas veces en el cine, empezando por las obvias referencias hitchconianas o depalmianas, con el inocente de espíritu fisgón involucrado en una serie de episodios que lo superan, sino además texturas que traen a la memoria recursos literarios que se emparientan con los sueños, lo onírico, incluso el drama romántico con elementos fantásticos y la creación de un espacio ficcional, como esa ciudad portuaria en la que la historia se ambienta. Y como si todo esto fuera poco, hay que sumar una suerte de conspiración paranoica que tiene como epicentro a los piratas y una organización oculta que se encarga de combatirlos, más una suerte de reflexión sobre el cine y las imágenes y su potencialidad verista. Pero el problema de Punto ciego no es que se trata de demasiada información para 86 minutos de película, sino que mayormente está presentada de manera bastante torpe. Hay en la película espacio para lo mitológico, con autoconsciencia de leyenda urbana. El centro es un director de cine novel que está filmando una película a escondidas, tomando imágenes de gente que transita en la esquina frente a su casa. Y una de esas noches, en las que su cámara se obsesiona con una mujer que pasa por allí repetidamente, termina siendo testigo de un aparente crimen. A partir de este suceso, la trama del realizador que (a lo Travolta en Blow out) es testigo involuntario se cruza con otra trama, que es la de un amigo periodista que investiga a la mafia de los piratas. Es ahí donde surgen nombres que parecen provenir del mundo de la ficción, figuras que entre las sombras mantienen el balance de la ciudad. Hay un mundo que el film relata y un clima paranoico mal desarrollado y sin fuerza. Basterretche comienza a desandar a partir de ahí una serie de vueltas de tuerca que buscan por un lado tensionar el relato con la energía de lo fantástico, incluso lo fantasmagórico, y por otro lado con una subtrama investigativa-policial que tiene como eje a una improbable organización y un villano exuberante con divismo bondiano. El problema principal de Punto ciego es que el guión parece más preocupado en esas vueltas de tuerca, en sorprender con un giro constante, antes que en hacer de esa sucesión de trampas un relato no sólo fluido sino además coherente. Al perderse la lógica interna, se quiebra el verosímil y ese “puede pasar cualquier cosa” termina pesando contra los resultados finales. Para colmo de males, el corto presupuesto se nota en la falta de rigor para resolver algunas situaciones, y las actuaciones son bastante débiles, empezando por el debutante Alvaro Teruel, más conocido por su participación en el grupo musical Los Nocheros. De todos modos, hay que decir a favor del director que se nota en Punto ciego una ansiedad por trabajar un tipo de relato que el cine argentino carece: hay algo ligero, revoltoso y vital en la película, pero se pierde ante la sumatoria de desprolijidades y vaguedades con que se va acercando a un final que se pretende irónico y es en verdad incongruente (si bien se sabe Clase B, hay poco humor en la película). Depurados esos asuntos, es posible encontrar algunas virtudes en un relato que evidentemente era más interesante en los papeles que en lo concreto.
Un thriller incoherente, confuso y poco creíble Un joven documentalista filma todo lo que observa en la calle. Su propósito se frustra cuando observa a una extraña joven que atrae su atención. Comenzarán a vivir un romance que se verá alterado por una serie de circunstancias en las que interviene una banda de delincuentes. El novel director y guionista Martín Basterretche intentó aquí contar una historia en la que la violencia se da la mano con la ternura, pero el relato cae en una serie de elementos que lo convierten en una constante forma de complicaciones de bastante difícil decodificación. Por momentos el film logra algunas situaciones que son ya muy transitadas en el thriller de suspenso, aunque muy pronto el guión se va cerrando dentro de un círculo que lo convierte en una historia de aire denso y onírico que deja muchas preguntas sin respuesta. Álvaro Teruel, uno de los integrantes de Los Nocheros, intenta dar verosimilitud a su papel de documentalista, pero apenas logra algunas situaciones acertadas, en tanto que Guillermo Fernández se pone en la piel de un personaje de escasa credibilidad. Los rubros técnicos cumplieron con calidad con esta trama que, posiblemente, habría logrado una mayor calidad si el guión no hubiese tropezado con tantas incoherencias y saltos en su relato.
Sin salvación La opera prima de Martín Basterretche presenta una trama confusa, compilación pobremente realizada de lugares comunes del género policial y de espionaje. Un joven cineasta filma todos los días, desde la ventana de su departamento, la misma esquina. El propósito: armar una película poco convencional, que triunfe, según él mismo dice, “en el circuito alternativo y de festivales”. Pero su cámara registra personajes misteriosos, especialmente a una chica bonita, que desviarán las intenciones originales de Ulises (el nochero Alvaro Teruel, en su debut actoral en cine) y lo involucrarán en una conspiración criminal. Ese es el punto de partida hitchcockiano, mezcla de La ventana indiscreta y Vértigo, de Punto ciego, opera prima de Martín Basterretche (montajista de las tres últimas películas de José Celestino Campusano). Un comienzo prometedor: una película dentro de otra y la expectativa de alguna reflexión irónica sobre el mundillo del cine. Pero las esperanzas de ver un buen filme de género se desvanecen rápidamente. La trama se enreda en un confuso compilado de lugares comunes de filmes policiales y de espionaje, con situaciones y personajes que responden al imaginario de estos géneros. Pero pobremente realizados, porque el bajo presupuesto se nota demasiado, y así es difícil darle credibilidad a la existencia de una red de piratería internacional (o algo así). Es ahí donde debería aparecer el trabajo actoral para sostener aquello que no puede la estructura de producción, pero el elenco también falla, y entonces no hay salvación posible.
Esta película se encuentra protagonizada por Álvaro Teruel, el cantante de "Los Nocheros" y es la opera prima de Martín Basterretche. La historia comienza prometedora, con toques de policial e intriga y tiene alguna evocaciones de “La ventana indiscreta” de Alfred Hitchcock, “Blow Out: El sonido de la muerte de Brian De Palma pero lentamente se diluye y cae en situaciones convencionales.
Martín Basterretche escribe, produce y dirige Punto Ciego, su opera prima que a la vez marca el debut cinematográfico de Álvaro Teruel, uno de las principales voces de la actual formación del grupo salteño Los Nocheros. Punto Ciego nos presentará a Ulises, un joven cineasta que intenta filmar un documental sin contar con guion ni hilo conductor alguno, lamentablemente para el joven director, su cámara está filmando lo que no debe. Punto ciego en pozo ciego Es constante escuchar la frase “el cine argentino está en ascenso”, y es prácticamente un axioma dicha oración. Pero como pasa en cualquier ámbito de nuestra vida, no todo lo que nos sucede es bueno, y en nuestra industria cinematográfica, no toda película vernácula es buena. Lamentablemente, la opera prima de Basterretche pertenece grupo de las cintas infames. Punto Ciego terminó de filmarse en octubre de 2012, usaron como locaciones La Plata y Mar del Plata, para darle escenario a la ficticia, pérfida y sórdida Santa Sofía del Mar. Más de tres años después nos llega la cinta finalmente post producida, y más allá de soslayar las cuestiones técnicas de una película clase B, es imposible pasar por alto lo pobre de lo artístico del elenco elegido. Álvaro Teruel es el protagonista y quien interpreta a Ulises, un joven cineasta que filma todo lo que ocurre en una esquina a la cual tiene acceso desde la ventana de su monoambiente. Durante los primeros veinte minutos de la cinta, nos sumergiremos en la vida de Ulises, y gracias a una música sumamente espectacular, el primer acto resulta ser ampliamente satisfactorio y solamente la banda sonora genera la tensión que la historia no puede. Todo esto pasando por altos los graves problemas actorales que tiene Teruel. El personaje que compone es totalmente inverosímil, los diálogos que intenta interpretar cuentan con una monotonía y una linealidad que suenan totalmente leídos, sin un ápice de interpretación. El resto del elenco no destaca para nada, dejando bastante que desear, pero lo de Teruel llama sumamente la atención, teniendo en cuenta que tira por la borda todo lo que una cinta como Punto Ciego puede ofrecer. Pasando por alto los obvios problemas de presupuesto, la factura técnica es sumamente deplorable, los planos cortos dejan en evidencia la falta de talento de sus protagonistas, la falta de cadencia narrativa torna aburrida una historia pretenciosa, y los cortes –más bien hachazos– que sufrió el metraje en la edición, dan una sensación de un trabajo finalizado como se pudo. Palo y a la bolsa. Pero si algo es peor que las pobres actuaciones de sus protagonistas, su pésima edición, los diálogos inverosímiles y su filmación a lo telenovela venezolana, es la historia de esta propuesta. La trama es tan estúpida como pretenciosa. Tantas capas argumentales juntas se vuelve una especie de galimatías que hacen perder el foco original de la historia, y al final, la idea de un muchacho que intenta filmar un documental sin guion termina siendo una aguja en un pajar lleno de subtramas irrisorias. Conclusión Punto Ciego es un quiero y no puedo tan grande como la mansión de algún político. Es pretenciosa, y su trama se pierde enredada entre tanto aire onírico y sobrenatural. Los lastres que terminan de hundir a este barco son los propios protagonistas y sus pésimas interpretaciones. Y es que hay que ser sinceros: de una historia que mezcla sueños premonitorios con piratas, documentales, teatros abandonados, paranoia, personas obsesionadas, fantasmas, chinos que luchan contra la piratería, operaciones encubiertas y sueños dentro de sueños no puede salir nada bueno… ¿O sí?
Un fantástico nacional posible. Punto Ciego plantea el problema de cómo representar lo marginal en la actualidad, sin considerar necesariamente a lo que está en el margen como lo pobre o lo miserable, sino como lo alterno que puede volverse centro. Lo marginal en este caso es lo fantástico, género que aún es más marginal en un país cuyo cine fantástico tuvo sus más apreciados recorridos dentro del período clásico, en una particular combinación con el melodrama. Entonces, ¿cómo pensar en Carpenter desde Argentina? ¿Cómo hacerlo en Hitchcock, en De Palma, desde un nosotros que nosotros mismos nos creamos posible? Los argentinos, que aceptamos cualquiera verosímil fantástico extranjero, para los locales nos volvemos extremistas de la disconformidad. Martín Basterretche plantea con su película estos arriesgados interrogantes y encuentra una interesante respuesta. Punto Ciego sitúa su acción en un puerto de una pequeña ciudad balnearia, que es a Buenos Aires un margen, como lo es también al llamado “interior del país”. La misma locación entonces se vuelve situación de conflicto: una tensión entre la ciudad y lo rural que encuentra su simetría en otros pares binarios: la realidad y la ficción, lo masculino y lo femenino, lo fantástico y lo demencial, el bien y el mal. Esta ciudad puerto, espacio de una puesta en escena puesta al margen, es entonces un verdadero puerto simbólico desde el cual se trafican sentidos: un héroe del interior del país caído en una trama citadina que lo excede, un cantante del llamado género folklórico enfrentado a otro cantante representante del tango actual, un Ulises no preparado para evitar la seducción de una sirena ya no auditiva sino visual, un Norman Bates viviendo su propio Vértigo y un Gavin Elster que en esta época ya no necesita construir mujeres materiales porque vivimos en un mundo de virtualidades más reales que los fantasmas. Donde la película triunfa es en el planteamiento que hace de su fuera de campo. Es a partir de los fragmentos, los sobreentendidos, los silencios y las acciones, que se crea una constante sensación de amenaza tan onírica como real. Para esto es esencial la destacada manera en que se plantea el enfrentamiento de dos logias secretas que se debaten por un mismo mar, siendo este el representante de otra cuestión, de otras aguas: desde el corazón del protagonista a la humanidad toda. Punto Ciego y su guión parecen demostrarnos que lo fantástico nacional es posible a partir de comprender cuáles son nuestros márgenes en todos sus sentidos, cuál es nuestra herencia fantástica (que siempre sobrevolará a Bioy y por ende al amor), cuál es nuestra relación con el cine fantástico de la autoconsciencia de Hollywood y cuál es el aporte que desde nuestro arrabal podemos brindar. Seremos sutiles, seremos amigueros, seremos del bar y también del mar. Nuestras mujeres nunca serán tan malas y Buenos Aires será siempre fantasmal. Nuestros héroes serán derrotados desde el momento de pisar acá, lo católico dirá su nombre y el buen gusto luchará contra la rascada hasta que este, nuestro país, ya no sea más. Punto Ciego. Un importante primer paso hacia un gran ideal.
Es curioso el caso de “Punto Ciego” (Argentina, 2016) el debut cinematográfico de Martín Basterretche y también el de su protagonista, Álvaro Teruel, cantante del grupo Los Nocheros, un thriller que tenía mucho potencial en su arranque pero que luego va diluyendo su propuesta al no encontrar un buen rumbo en la historia. El punto ciego al que alude el título es aquel en el que nuestra vista, quizás, se ve imposibilitada de ver otra cosa, es decir, si por ejemplo se quiere evitar que llame la atención algo, varios obstáculos colocados estratégicamente en determinados lugares, imposibilitarían que se vea algo que realmente se quiere ocultar. Y justamente al avanzar la narración es aquello que le pasa al filme, una propuesta ambiciosa, en la que el mundo del cine se hace presente a partir de la historia de Ulises (Teruel) un joven director que quiere impresionar al mundo con su ópera prima, un compilado de imágenes reales en las que el sentido, todo esto según su explicación, terminarían por darle una entidad al todo del relato. Así, se la pasa registrando con su cámara, ubicada en una de las ventanas de su departamento (cualquier similitud con “La ventana indiscreta” no es casual) el constante deambular de personas en una de las céntricas esquinas de Santa Sofía del Mar, la pequeña ciudad costera que habita. En esas imágenes, eternas, descubre un día a una joven llamada Marina (Corine Fonrouge), diferente a los grises seres que está acostumbrado a ver, por lo que se obsesiona con ella hasta que un día una imagen lo sorprende. Testigo accidental de un asesinato, Ulises intentará armar el complejo puzzle que lo llevará a estar detrás de una conspiración que incluye a piratas, funcionarios, policías y demás, que sólo lo despistarán aún más de saber quién es Marina y qué esconde. La película va y viene en el tiempo, las imágenes registradas por la cámara de Ulises son tan sólo la excusa para construir un relato que se pierde en su propio laberinto y que deja muchos vacíos en la trama. El guión, por momentos potencia la necesidad de Ulises por comprender a marina, pero en otras ocasiones se deja seducir por el misterio que detrás de la ciudad y sus autoridades, las que armaron el punto ciego para desviar la atención en las rutinas diarias, y exponer aquello que realmente querían mostrar ante los ojos del joven y de su amigo periodista (que investiga el caso de la mafia portuaria), la nada misma. Y en ese constante deambular de Ulises, de recorrer espacios, de rever las imágenes capturadas, de suponer cosas que no son iguales a aquello que él piensa, y mucho menos realmente son, “Punto Ciego” va perdiendo la fuerza con la que el monólogo inicial del protagonista se presentaba. Basterretche quiere homenajear al cine, a aquellos grandes thrillers y policiales en los que los indicios terminan por construir evidencias, pero en el afán y la ambición de querer tanto, pierde su verdadero norte y su fuerza narrativa. Fallida.