ámbito.com ámbito.com | Suscribite a nuestro newsletter Gozoso documental sobre las aventuras de varios centenarios ESPECTÁCULOS 01 octubre 2020 - 00:00 Gozoso documental sobre las aventuras de varios centenarios Una señora se prepara para recibir a dos de sus hijos. La hija de un hombre ya grande quisiera que él deje de andar a caballo. Otro sueña con manejar una avioneta. Y una señora, de duelo por la muerte de un familiar, acepta la propuesta de su amiga para distraerse integrando un conjunto pop. Cosas propias de cualquier lugar del mundo, si no fuera porque la primera tiene 109 años, sus hijos 93 y 88, el jinete 98, siempre al trotecito, el futuro aviador 93, y se va a dar el gusto aunque no quieran, y la integrante del conjunto pop, 93, y no es la más vieja. Su amiga tiene 98. De no creer, dirá alguno, pero esto es real, esta gente existe, es del interior de Costa Rica, de Cerdeña y Okinawa, existe y disfruta de la vida. Dicen algunos estudiosos que en esos lugares es fácil llegar a viejo, les llaman “zonas azules”. Pero el asunto no es solo llegar a viejo, sino también disfrutarlo, mantener el buen humor y la vitalidad, aunque no se puedan mantener todos los dientes. Hermosos personajes, y muy buenos ejemplos, los que aquí aparecen. Los encontró el documentalista Víctor Cruz, y gustosamente se prestaron a salir en cámara, escenificando un poquito su transcurrir cotidiano. El resultado, de muy buena andamiaje, mantiene a los espectadores en un trance continuo de admiración, complicidad y regocijo, y en algún punto hasta emociona de alegría. Esto no es nada común, sobre todo tratándose de un documental argentino. Cruz lo hizo en coproducción con Italia, de ahí el otro título con que se difunde, “Kentannos”, por el tradicional saludo de los sardos, “a kent’annos”, a cien años. Y ya se ganó el premio HBO Europa, lo piden de todos lados, y si lo dieran en salas el público saldría poco menos que bailando. No puede ser por la pandemia, pero ya se sabe que los males duran menos que esta clase de viejos.
No importa cuántos años hayamos cumplido, nunca es tarde para vivir nuestros sueños. Sobre la base de estas entrañables palabras, el director Víctor Cruz (La noche de las cámaras despiertas, El perseguidor, Boxing Club) apunta con su cámara a una serie de personajes longevos que hablan de sus sueños, de sus ilusiones y de sus recuerdos más queridos. El film se compone de breves historias que se inician en Costa Rica, con una madre de 109 años y sus hijos de 90, quienes tratan de sobrevivir a la pobreza y a las mezquindades para, seguidamente, viajar a Italia, donde un piloto jubilado sueña con volver a conducir su ahora derruido avión. Hay también aquí un policía que da clases de salsa, un jinete centenario y una banda pop de abuelas japonesas. ¿Es posible vivir muchos años, estar en forma y disfrutar de la vida? Con extrema ternura y delicadeza, el realizador se convence y convence a los demás que la edad sólo reside en la mente y que es nada más que una circunstancia a la que hay que llegar, pero con el optimismo a flor de piel. Así el film se convierte en una obra emocionante y profunda, que logra poner en jaque las suposiciones sobre la vejez del espectador e invita a pensar en la forma en que invertimos en experiencias.
LA VIDA LE SIENTA BIEN La primera vez que tuve noción de la muerte, fue una tarde viendo Mi primer beso (¡esas malditas abejas!). No recuerdo la temprana edad que tendría, pero me sorprendió ver al chico acostado en el ataúd, a la vista de todos. Obviamente que la explicación adulta fue “está durmiendo”, aunque uno por dentro intuía algo más. Al crecer, se entiende que parte de la vida también es su final, pero también surge otro miedo que es igual o peor a la muerte: envejecer. Después de todo, hay más publicidades de cremas antiarrugas que de funerarias. Eliminar de forma superficial el paso del tiempo, su erosión, ocultando la edad. Luego, se llega a un número, rozando el ocaso de una vida, donde ya nada de eso importa. Se ofrecen dos caminos, el documental. ¡Que vivas 100 años! nos introduce en uno de ellos. Víctor Cruz recorre la historia de diversas personas mayores de 80 años que, pese a los achaques naturales, mantienen su espíritu con vigor. Desde Costa Rica, pasando por Italia, hasta Japón. Panchita, una mujer de 106 años, rodeada con sus hijos, esperando su muerte, feliz con lo vivido y agradecida. Pachito, un jinete que no usa bastón porque tiene a su caballo, en contra de las indicaciones para que deje la montura. Adolfo, organizando su fiesta de cumpleaños 93, y anhelando cumplir su sueño de volar. Finalizando con Tomi San, una abuela que forma parte de un grupo pop de la tercera edad, furor en Japón. Diversas regiones, climas, culturas, pero la dicha en movimiento como eje. El ejercicio, el contacto con la familia, esas amistades que no pierden lustro, como si la experiencia fuera un tamiz donde se conserva lo vital. Y la actitud, la carne puede ser débil, pero la entrega no se negocia. En un mundo donde la esperanza de vida aumenta, pero también la edad laboral se minimiza, donde ya con tener 30 años se cierran algunas oportunidades, ¡Que vivas 100 años! nos muestra que hay vida antes de la muerte. Una vida productiva, manteniendo el espíritu con humor.
El mar siempre me trae recuerdos de la guerra También a mí me trae recuerdos de cuando era joven El retrato templado de la vejez como un acervo de ambivalencias nos brinda calma al terminar ¡Que vivas cien años! (2020). Esto se sostiene durante la obra con tres elementos: el trabajo cuidadoso de los planos, cierta distancia cómica hacia los personajes mayores de ochenta años, y el contraste de las tonalidades verdes y negras como inquietudes remotas. Estos “cuentos documentales” parten de un detalle. Cada vez que aparece un personaje, nos indican su nombre y edad, sean jóvenes, adultos o viejos. Estas etiquetas de identidad pueden verse en principio como una distracción paradójica cuando la obra pretende liberar la vejez de juicios. Sin embargo, también entendamos esta fijación nominal y etaria como uno de los pocos intentos del realizador Víctor Cruz a documentar cierta fidelidad de estas vidas junto con la mención tipográfica de las tres regiones donde está ambientada: las selvas de Nicoya (Costa Rica), Cerdeña (Italia) y Kohama (Japón). Ya en esta época incluso la teoría cinematográfica lo reconoce: debido a las estrategias discursivas del documental, su registro de la realidad es una construcción, más allá de la mayor o menor fidelidad pretendida. Lo interesante es cómo aquí la puesta en escena brinda la reflexión de que la edad también es una conveniencia social donde si acaso los niños pueden huir de ella. Para remarcar la buscada vitalidad, la película aprovecha la llaneza de la banda sonora. Con canciones simples como la de la fuerza de seguridad costarricense, “Volare” de Domenico Di Mugno y Franco Migliacci, y “Come on and dance Kohama Island” interpretada por KBG 84, propone una liviandad respetuosa hacia la vejez mientras los vemos montar a caballo, tejer o pilotear una avioneta. Como si se tratara de edades donde la alegría y la actividad física son igual de válidos como la tristeza, los chistes sexuales y la autoconciencia de que llegar más allá de los ochenta años es un karma disfrutable. Víctor halla maneras de que esta postura complaciente no se convierta en un mensaje moral. Ejemplo de ello es el resoplo del caballo en la escena luego de que termina la canción tan sospechosamente luminosa de la policía. También lo es la de KBG 84 cuando vemos que fue subida a YouTube. Ambas son muestras de que estos motivos de alegría están exagerados a propósito. A su vez, la serenidad audiovisual en los tres segmentos hace contrapeso al “buen” humor. La obra nos invita a esta dinámica con la ya mencionada presencia de los árboles a lo largo de estos tres relatos documentales y la del agua, sobre todo en el segmento japonés donde Tomi San y su amiga están paradas frente al mar. Tal balance anímico de alguna manera nos interpela: dónde quedan la templanza y el “mal” humor en las valoraciones hechas hacia nosotros mismos y los demás. El mencionado muro que las separa del océano recuerda a un plano general de Yasujiro Ozu (60) en Cuentos de Tokio (1953). En este, un leve contrapicado muestra el límite entre la calle y el mar con los dos padres de la familia sentados en el muro que atraviesa la imagen como una diagonal, mientras ellos ven hacia el horizonte. Esta referencia es válida solo si recordamos que el clásico nipón atravesaba la vejez por los estragos de la guerra así como estas dos mujeres nonagenarias vivieron ese fantasma bélico. Pero Wim Wenders (75) lo aseguraba ya en su diario fílmico Tokio Ga (1985). De esa cultura contemplativa poco queda en el Japón de ahora. Y por su parte, el muro en ¡Que vivas cien años! forma un ángulo recto, no lineal, y tampoco hay contrapicado. Con este leve triángulo dirigido al mar, la coproducción ítalo argentina nos invita más bien a enfrentar los pasados de sus personajes desde su contradictoria vitalidad y no solo desde la “extrema ternura” tan apuntada por algunos críticos o lo sugerido en principio por el mismo afiche.
Este documental del realizador argentino Víctor Cruz, director de los filmes El perseguidor y Boxing club, nos presenta en este nuevo filme la panorámica de una serie de retratos sobre la longevidad, queriendo construir una reflexión sobre la vejez, ese estadio de la vida que percibimos como último pero que a su vez está lleno de vida aún en movimiento, lleno de palabras y pequeños rituales. De occidente a oriente el documental va registrando con un tópico observacional, pasajes de la vida de hombres y mujeres con unos 100 años o más. Desde Costa Rica a Okinawa los ancianos nos dejan ver la vivencias felices, y no tan felices de sus vidas en la actualidad. Panchita en Costa Rica cumpliendo 109 años habla con lucidez y vitalidad, envuelta en sus infinitas arrugas, sus ojos pequeños, sus manos llenas de historia. Otro punto de anclaje es Italia, la isla de Cerdeña donde el longevo Alfredo con sus 93 años. La vida del mundo isleño, los juegos y la infancia son parte del contraste. Adolfo nos cuenta un deseo para su natalicio, algo que veremos como ficcionalmente cumplido en una suerte de sueño hecho realidad. Finalmente el punto de arribo hacia el final es Okinawa donde nuestra protagonista se reencuentra, luego de una historia dolorosa de pérdidas afectivas, con un grupo de ancianas amigas para representar una coreografía, luego de haber dejado en baile por años. El contraste de culturas, de mundos y vivencias cotidianas es parte de la riqueza visual y narrativa de este conjunto de mini historias, de retratos, de cuentos. Estos cuentos documentales son sobre personajes que se nos presentan entrañables, aunque a veces esa insistente observación de la cámara y el armado del relato en su totalidad peque de intentar ser más emotivos de lo que necesario, pisando en ciertas escenas lo sobre-marcadamente emocional, fuera de la distancia que sería ideal para la reflexión y no la inducción emotiva. Siempre es complejo en relatos de historias de vida no caer en un lugar común idealizante acerca del sentido de la misma y la cercanía a la muerte. Y a veces el filme bordea ese límite entre lo sensible y lo emotivo como un acto evidente. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Viejos son los trapos. Crítica: ¡Que vivas 100 años! Estrena hoy en Cont.ar y el 4 de octubre a las 22hs por la TV Pública. Lautaro Franchini Hace 4 días 0 20 El día a día de una persona puede variar según su lugar de origen. Distintas partes del mundo contienen diferentes rutinas, costumbres y culturas, pero hay algo que los une inevitablemente: el paso del tiempo. “¡Que vivas 100 años!”, película de Víctor Cruz, recorre Centroamérica, Europa y Asia para remarcar que viejos son los trapos. Alegres y emotivos ancianos centenarios estarán de estreno hoy en la plataforma de Cont.ar y el 4 de octubre a las 22hs por la TV Pública. Por Lautaro Franchini. El documental se divide en tres capítulos en los que marca por región cada relato. Iniciando el camino en la selva de Costa Rica ya nos encontramos con Panchita, una mujer de 109 años que se le dificulta ver y caminar, pero que todavía disfruta de comer y estar acompañada de su familia. Luego, Adolfo y Antonio, dos muchachos de Cerdeña, Italia, se mostrarán festivos y placenteros al estar cerca de los 100. Y en el final, nos adentramos en el mundo de un grupo mayor de danza en Okinawa, Japón, que se prepara para un musical. Los años pasan y nos vamos poniendo viejos. No existe un secreto de inmortalidad, solo se debe vivir. Y a pesar de que cada vez cueste más, estos protagonistas demuestran que hasta en el ocaso de sus días se puede seguir riendo y amando. Realizando las tareas que apasionan y compartiendo momentos junto a sus seres queridos. La coproducción entre Argentina e Italia, galardonada en el HBO Europe Award al mejor WIP en el Festival de Trieste, tendrá su estreno hoy en la plataforma de Cont.ar y el domingo se verá 22hs por la TV Pública. Una oportunidad para acompañar a este grupo de centenarios llenos de vitalidad y armonía, porque no hay edad para seguir haciendo lo que a uno lo mantiene vivo. Puntaje 75/100.
Costa Rica, Italia y Japón no parecen tener mucho en común, pero en ¡Que vivas 100 años! el director Victor Cruz nos lleva a recorrer estos tres países en tres de sus ciudades para conocer a algunos de sus peculiares habitantes. Se estrena en Cont.Ar y en la TV Pública. En Costa Rica, una madre y abuela de 109 años recibe a sus hijos de casi 90, que la pasan a visitar, y charla con ellos con una lucidez asombrosa. En Cerdeña, Italia, un hombre de 93 años festeja su cumpleaños al mismo tiempo que sueña con volver a volar. En un pueblo de Okinawa, una casi centenaria anciana lamenta la muerte de su hijo, ocurrida hace 3 años, y da por finalizado el duelo para volver a participar junto con las otras abuelas del lugar en un grupo de música pop con coreografía y todo! Estos son sólo tres de los personajes que nos muestra este documental centrado en la vida de personas muy longevas, pero que también incluye atisbos de la vida de las comunidades en las que habitan. ¡Que vivas 100 años! nos lleva a recorrer la historia de los personajes sin centrarse en ningún acontecimiento en especial, no quiere retratarlos siendo entrevistados ni quiere experiencias que muestren lo excepcional de esas vidas longevas que los personajes llevan, sino que sólo pretende mostrar el simple devenir de la existencia que, aún a tan avanzada edad, transcurre con naturalidad para todos. Sin intentar aleccionarnos sobre la vida, el film nos muestra que en algunos casos la edad es no solamente un estado emocional, sino también una construcción social. Nadie parece sorprendido por la que tienen los personajes ni pretende menos de ellos por considerarlos demasiado viejos para algunas cosas. La mera observación de los personajes y de quienes los rodean, por momentos no alcanza para construir un relato muy fluido, pero de todas maneras la película logra que nos sintamos cerca de esos seres que, con más o menos dificultades motrices, no están todavía ni cerca de dejar de disfrutar la vida. ¡Que vivas 100 años! es una de esas películas que acarician un poco el espíritu en momentos donde todos lo necesitamos. A través de tres capítulos o episodios filmados en lugares y entornos totalmente diferentes, vemos personajes que superan obstáculos físicos y emocionales para poder disfrutar de la bendición de tener una larga y próspera vida por detrás, y un todavía gran futuro por delante.
Actitud sonrisa Existe un crisol de elecciones esperándonos, sin embargo, los protagonistas de este valioso documental tienen algo más para contarnos con respecto a la longevidad. El film tendrá su estreno por Cont.ar el 1 de octubre y por la TV PÚBLICA el 4 de Octubre. ¡Que vivas 100 años! (2019) narra las historias de una madre de 109 años con sus hijos de 90, un policía que da clases de salsa, un piloto jubilado que sueña con volar, un jinete centenario y una banda pop de abuelas japonesas. ¿Es posible vivir más de 100 años, estar en forma y disfrutar de la vida? Víctor Cruz nos propone recorrer el mundo desde la selva de Costa Rica, pasando por la mítica Cerdeña, hasta una escuela de danza en la mágica Okinawa, para encontrarnos con este grupo de centenarios, compartir sus vidas, sus sueños y su entusiasmo por todo lo que los rodea. Con extrema ternura, convencido de que la edad sólo reside en la mente, el director filma a estos jóvenes longevos con quienes construye una emocionante película sobre la pasión por la vida. Un documental sencillo, que nos conecta de manera permanente con la naturaleza. Nos sentimos involucrados y muy cómodos al elegir como locaciones las casas de sus protagonistas y desde allí, desde esa simpleza, escuchar sus valiosos testimonios. Los momentos son honestos y los conocemos en la intimidad junto a quienes los acompañan. "En la naturaleza está la respuesta y depende de nuestra actitud hacia la oportunidad verdadera sobre cómo vivir, no deberíamos olvidarnos del enorme tesoro y fortuna que son nuestros abuelos."
Estrena en la plataforma de Cont.ar el documental ¡Que vivas 100 años!, dirigida por el realizador argentino Víctor Cruz, que sigue la cotidianeidad de diversas entrañables personalidades de la tercera edad a través de distintos paisajes y territorios: una madre de 109 años con sus hijos de 90, un piloto jubilado, un anciano junto a su inclaudicable caballo y una banda pop de abuelas japonesas. Se trata de un registro documental rebosante de ternura y entereza que nos expone ante cámara la vida plena y -aún así- introspectiva de un grupo de centenarios que prefieren, genuinamente, no dejarse llevar por el prejuicio del ojo ajeno ante la vejez. No podemos hacer caso omiso al sinfín de presupuestos y sesgos cognitivos que nos invaden cuando se hace referencia a la vida en la tercera edad, como último paso antes de abandonar el mundo. Hablamos de un tópico que nos lleva al debate sobre los tabúes y las represiones instauradas acerca de lo que se puede y/o no se puede hablar sobre la ancianidad. Cruz lo exhibe, entre capas y matices que acaso coquetean con cierto aura ficcional desde su puesta en escena, en la entrañable representación de sus múltiples personajes: Pachito Villegas Fonseca, Adolfo Melis, Tomi Menaka, Antonio Cabbidu, Panchita Castillo, Sara Briceño Díaz, Denis García García, entre otros. La apuesta de Cruz nos habla de la vejez como un tema universal, poniendo su mirada en la selva de Costa Rica (en un poblado llamado Nicoya), en Villagrande Strisaili en Italia y una isla del Japón (Kohama), recorriendo cada espacio con ambiciosa meticulosidad y delicadeza, con posicionamientos de cámara testimoniales y atentos que, sin embargo, se permiten invadir cuidadosamente los entornos cotidianos de los protagonistas; y detenerse en sus miradas y en sus rostros en primeros planos sostenidos. El documental se divide y se compone, sagazmente, de varias partes que nos definen un marco contextual determinado y diferenciado (tres continentes distintos), pero que confluyen en ese eje temático global que es la expresión de la vitalidad enérgica y vivificante de sus protagonistas. Lo más significativo, más allá de la puesta en cámara y de la exposición de esos espacios (exteriores, vastos y naturales en su gran mayoría), recae en los testimonios profusos, honestos y espontáneos de Panchita, Haru Yamashiro y los demás. Las reflexiones que estas cálidas personas ofrecen no son tan obvias ni previsibles como, anclados a nuestros preceptos sobre la gente mayor, podríamos llegar a esperar. Se habla del amor y de la familia, desde luego, pero también de la religión y de la inmortalidad, de la afección y de la abyección. La mirada de Víctor Cruz se encarna implícitamente en la labor entusiasta y desinteresada de personajes como Denis (el policía de Nicoya), que transmite alegría y complicidad. Si bien la determinación final del documental es feliz, hay algo en su estructuración formal (compuesta por planos estáticos y extensos que tienden a la idea de la suspensión temporal) que nos lleva a pensar en la melancolía, en el dramatismo y en la irremediable necesidad de una urgente reflexión. Porque en ¡Que vivas 100 años! no todo es pureza y romanticidad: también hay sombras que invitan a la interpelación del espectador, a una apertura hacia la reflexión y la discusión de estos temas o problemáticas que habitualmente desatendemos e ignoramos (presos de un egoísmo consabido) cuando pensamos en los adultos mayores y sus deseos, sueños y motivaciones. ¡Que vivas 100 años! se puede ver a partir de este jueves en la plataforma Cont.ar y el domingo, a partir de las 22, en la Televisión Pública.
Según sus palabras, Victor Cruz concibe al cine como una experiencia transformadora. Y con el séptimo arte como herramienta, esta historia nace en Costa Rica, en una localidad ubicada en una península (Nicoya), donde existen comunidades conformadas por personas sumamente longevas. A partir de este dato vital, el documentalista parte en búsqueda de reconocer distintos lugares en el mundo (Cerdeña, Okinawa) con iguales características. El rodaje de la película se hizo a través de cuatro años, desde 2014 a 2017 y fue posible gracias al apoyo de distintas instituciones cinematográficas a nivel mundial. Resulta un desafío abordar un proceso de investigación enfocado en este singular hecho humano durante un período de tiempo tan extenso. Su realizador lo sabe y el resultado ha sido más que loable. Este docente de la Facultad de Cine es conocido por sus anteriores largometrajes “El Perseguidor” y “Boxing Club”, y aquí nos transmite la vitalidad y los sueños de la tercera edad; sentimientos que se ponen de manifiesto en este documental, con la intención de cambiar la perspectiva que tenemos acerca de la vejez. La alegría, la intensidad y la emoción afloran en el maravilloso mundo de aquellos afortunados que superaron la barrera de los cien años. Estrenado virtualmente a través de la plataforma CONTAR, “Que Vivas 100 Años! nos regala pequeñas fábulas sobre estos seres unidos por las ganas de vivir. Una mirada inspiradora y plena de cariño. Una manera distinta de observar la tercera edad, despojada de todo lugar común.
Nunca es tarde para vivir nuestros sueños Es posible vivir muchos años, estar en forma y disfrutar de la vida. O al menos esto es lo que nos muestran con énfasis los distintos personajes que veremos en ¡Que vivas 100 años!, el documental compuesto de breves historias que comienzan en Costa Rica, con una madre de 109 años y sus hijos de 90, quienes tratan de sobrevivir a la pobreza; luego seguirá por Italia, junto a un piloto ya jubilado que sueña con volver a volar; un policía que da clases de baile; un jinete centenario; y una banda de abuelas japonesas que hacen pop. El realizador Víctor Cruz (La noche de las cámaras despiertas, El perseguidor, Boxing Club) recorre la vida de diversas personas mayores de 80 años que mantienen su espíritu con vigor y nos convence con emoción y con profundidad que la edad solo reside en la mente: se trata de una circunstancia a la que hay que llegar y solamente será llevadera si se transita con optimismo.
A la vejez, sonrisas Mezcla de documental con ficción, el opus de Víctor Cruz (Boxing Club) apunta a un retrato de la vejez despojado de solemnidad y dispuesto a mostrar aquello que alimenta la vitalidad de sus retratados. El verdadero hallazgo de Cruz y equipo es haber encontrado en distintos rincones del mundo (Costa Rica, Italia, Japón) personas de un promedio de edad mayor a 90 años. Todos ellos, algunos con achaques de la vejez, responden a un denominador común: las ganas de seguir viviendo pero de forma activa. Es por ese motivo que el cuerpo y el espíritu se amalgaman en estos ejemplos que la cámara acompaña. Ya desde Boxing Club (2012), el realizador había demostrado una mirada no convencional del entorno y de los protagonistas, con el foco en la voz de cada uno de ellos. Y en esta ocasión, la idea prevalece para encontrar un tono ameno en los episodios como por ejemplo el del hombre que se sube a un aeroplano, sobrevuela esa Italia pequeña pero grande con la sonrisa de un niño, acompañado por la canción Volare interpretada por Domenico Modugno. La sorpresa llega del lado oriental, más precisamente desde Okinawa (Japón) y como cierre fusiona lo analógico con lo digital al encontrar en un coro de ancianas una revelación para las redes sociales, las giras por escuelas y teatros y selfies que explotaron en millares de seguidores y likes. La coreografía, la simpatía de cada una de las involucradas, transmite esas ganas comentadas al principio de esta nota y demuestra que las edades se viven diferente cuando existen voluntades que superan los prejuicios de la cultura y de la chatura de las generaciones de los millennials.
Víctor Cruz recorrió el globo terráqueo para unir tres puntos distantes entre sí y narrar otras tantas historias de vida. Los territorios de Costa Rica, Italia y Japón aparecen reunidos en este documental que invita a asomarse a estas tres historias o al menos de una parte de la existencia de los protagonistas. Panchita que acaba de cumplir 109 años, Adolfo en Cerdeña está cumpliendo 93 y una anciana en la isla de Kohama en Okinawa a punto de tomar una decisión trascendental como es la de volver a bailar en un grupo tradicional una danza llamada Kachashi, después de haber decidido no hacerlo por la muerte de uno de sus hijos. Las distintas maneras de envejecer que cuenta este documental están llenas de vitalidad, porque aunque los protagonistas de esta película sean adultos mayores en serio, demuestran que no es necesario ser joven para ser trmendamente activos. Si bien Panchita con sus 109 años está consciente de que en algún momento Dios, que según ella es es el único que lo sabe todo, se hará presente para llevarla a la vida eterna, no deja de estar atenta a sus hijos y a lo que pasa en la familia. Adolfo está en pleno festejo con un montón de gente mayor y chicos que juegan con globos, mientras él planea cumplir un sueño que no vamos a adelantar para no arruinar el relato. La historia en Japón arranca con una imagen extraordinaria del monte Fuji y sigue con la anciana que está dispuesta romper con un duelo para entregarse de nuevo a esa danza tradicional, como una forma de volver a cierta felicidad aunque sepa que ya no le queda mucho por recorrer. El trabajo de Victor Cruz (Boxing Club, El perseguidor, La noche de las cámaras despiertas), sobre sus protagonistas es notable, la cámara acompaña y capta grandes instantes vitales de cada uno. No busca el efectismo ni trata de pasar ningún mensaje salvo reflejar instantes de vida de estos adultos mayores. Y para hacerlo se vale de imágenes extraordinarias que captan lo importante y le dan al espectador 80 minutos de puro placer cinematográfico. ¡QUE VIVAS 100 AÑOS! ¡Que vivas 100 años! Argentina / Italia, 2019. Guion y dirección: Víctor Cruz. Fotografía: Nicolás Pittaluga, Matteo Vieille y Diego Poleri. Sonido: Francisco Seoane y Biagio Gurrieri. Edición: Alejandra Almirón. Música: Francisco Seoane. Duración: 81 minutos.
Los viejos jóvenes Víctor Cruz, realizador de películas como El perseguidor (2010) y Boxing Club (2012), aborda en su nuevo trabajo el tema de la longevidad a través de la mirada enérgica de ancianos de tres países que en algunos casos han pasado los 100 años. Kentannos ¡Que vivas 100 años! (2018) se estructura como una película de cuentos documentales. Dividida en tres partes cada uno se desarrolla en países diferentes con el común denominador de retratar a personajes longevos pero con una actitud positiva frente a la vida. El primer cuento, trabajado desde la coralidad, nos presenta a Panchita, una tica de 109 años, que casi no ve y apenas puede mantener su equilibrio, pero que no ha perdido el humor ni la elegancia para lucir aros colgantes ni pulseras y collares típicos del país. Mientras la visitan sus hijos, Pablo de 93 años y Calixto de 88, Panchita reflexiona sobre la vida y los años con la alegría de quien lo ha vivido todo. Es en esa misma región de Costa Rica, una de las que posee el mayor índice de longevidad del mundo, que vive Sarita una mujer de 93 años que le declara su amor a un policía mucho más joven y Pachito de 98 que todavía monta a caballo pese a la negativa de su hija. Cerdeña en Italia es la región elegida para el segundo de estos cuentos protagonizado por Adolfo, un anciano de 93 años cuyo sueño es poder volar un aeroplano y que a lo largo del relato veremos cómo lo consigue. Mientras que en Japón, más precisamente en la isla de Okinawa, Tomi de 93 será la figura del tercer y último episodio. Una mujer que luego de tres años y tres meses de duelo por la muerte de su hijo se debate entre regresar o no a una banda pop de abuelos de más de 80 años que se convirtió en un éxito viral. Centrada en personajes longevos pero evitando la melancolía y la nostalgia por la juventud perdida, Kentannos ¡Que vivas 100 años! no apela a la resignación y la pérdida sino todo lo contrario. Cruz trabaja la trama a partir de un elemento que la atraviesa transversalmente: los sueños que mantienen con vida a cada uno de los personajes elegidos. Lo hace con una mirada honesta y sencilla, donde el pudor y el miedo no existen pero tampoco el regodeo en la decadencia ni la intencionalidad de exponerlos al ridículo. Kentannos ¡Que vivas 100 años! está plagada de energía, una energía que contagia y que a la vez genera preguntas sobre la vida y como uno se para frente a ella.