La familia sigue en peligro y buscarán por todos lados la protección con una propuesta que despliega su radar de acción a varios continentes. Jason Momoa brilla como el villano de turno. Una fiesta.
Estamos ante el comienzo del final, momento en que las barreras se levantan y todas las catástrofes pueden suceder; con fe y en familia se superarán los obstáculos y harán que lo imposible sea posible. Louis Leterrier (The Transporter, Furia de Titanes) reemplaza a Justin Lin como director de Rápidos y Furiosos X, penúltimo -quizás antepenúltimo, según Vin Diesel- film de la epopeya que llega a los cines el jueves 18 de mayo. En este caso se despliega otra historia de venganza cuyo objetivo es Dominic Toretto (Vin Diesel) y su familia, que incluye a su hijo Brian (Leo Abelo Perry), Letty (Michelle Rodriguez), Mia (Jordana Brewster), Roman (Tyrese Gibson), Tej (Chris “Ludacris” Bridges) y tantos otros que se fueron sumando a lo largo de las películas. El villano en cuestión es Dante Reyes (Jason Momoa), hijo de Hernán Reyes (Joaquim de Almeida), narcotraficante a quien Toretto y compañía le robaron una caja fuerte en Rápidos y Furiosos: 5in Control. Nada ni nadie estará a salvo cuando hablamos de represalias.
Vin Diesel vuelve a la pantalla grande con uno de los personajes más icónicos de su carrera: Dominic Toretto, el protagonista del film dirigido por Louis Leterrier que este jueves estrena su secuela número 10, “Rápidos y Furiosos X”. Con su trama infalible y la exagerada mezcla de acción y efectos especiales que ya son característica de la saga, la película que reúne a miles de fanáticos en el mundo regresa para presentar al oponente más letal que alguna vez enfrentó la familia. Se trata de Dante Reyes, encarnado por Jason Momoa (Aquaman), quien se destaca ampliamente sobre el resto con su impecable interpretación de un malo tan psicopata como inteligente y gracioso. Es la gran incorporación de un film que continúa estirando su trama sin reparar en hacer cambios significativos en la fórmula que los llevó al éxito. A lo largo de las más de dos horas que dura, no faltan las carreras de autos con trucos inverosímiles, las peleas, los ataques y alguna que otra escena de amor entre tanto caos. La combinación que entretiene y nunca falla. En conclusión, un poco más de lo mismo. Pero la 10ª secuela de Rápidos y Furiosos confirma que la historia -por más reiterativa que sea- si se le suma algún condimento extra sigue cautivando al público como el primer día.
Toretto, explosiones, autos, familia, Coronas, villanos inventados y regresos inesperados. Una de las sagas mas exitosas y menos respetadas del cine llega a la recta final, no a los tumbos sino con su eterna garantía de pisar bien fuerte el acelerador.
La popular saga de acción regresa con una décima entrega que inicia una recta final que podría tener una o dos películas más. El talentoso Justin Lin aparece ahora solo como coguionista y el director es el francés Louis Leterrier, el mismo de El transportador y su secuela, Hulk, el hombre increíble, Furia de titanes y Los ilusionistas: nada es lo que parece, entre varios otros títulos. Corrió mucha agua bajo el puente durante los 22 años que pasaron entre la primera Rápido y furioso –cuyo título era así, en singular- y este nuevo film. Una película que marca el comienzo del fin, en tanto se trata de la parte inicial de un cierre que podría tener, a falta de una, hasta dos secuelas, según han dicho en entrevistas recientes Vin Diesel y Michelle Rodriguez. Entre esas más de dos décadas, lo que empezó con una película fierrera de nicho, con picadas de autos tuneados, un elenco sin rostros famosos, algunos delitos menores en la trama y mucha piel femenina mostrada en cámara lenta, fue corriéndose hacia un cine de acción más rabioso, intenso y espectacular, sumando actores de primer nivel (Helen Mirren, Charlize Theron, Dwayne “The Rock” Johnson y los “Jasones” Statham y, ahora, Momoa) para envolverlos en redes delictivas cada vez más imposibles. Mientras tanto, la saga entrenó una cada vez envidiable capacidad creativa para las piruetas motrices. Esa impronta hiperbólica llevó a que las últimas películas adoptaran un tono burlón cuyos objetos a satirizar no eran otros que las particularidades de este mundo lleno de grasa (literal y cinematográfica), personajes unidimensionales y ajeno a toda ley de gravedad. La fórmula funcionó, y la taquilla no hizo más que aumentar película tras película, al punto de convertirla en una de las franquicias más exitosas de los últimos tiempos. No por nada alguien dice, cuando promedia Rápidos y furiosos X, que la troupe de Dominic Toretto (Diesel) y compañía se mueve “como una secta, pero con autos” y que “si sus maniobras conductivas violan las leyes de la física y de Dios, las hacen dos veces”. Toda una declaración de principios de una película metadiscursiva y autoconsciente, dueña de una batería enorme de efectos especiales y una imaginación sin límites para destruir vehículos. Como Avengers: Endgame –otra clausura de saga con aspiraciones testamentarias-, la película del francés Louis Leterrier (El transportador) hace de la endogamia una norma, incluyendo el regreso de varios actores con pasado en la saga. De hecho, el comienzo trae al presente a Reyes (Joaquim de Almeida), aquel funcionario corrupto al que le robaban una bóveda de su comisaría de Río de Janeiro en Rápidos y furiosos: 5in control. Ese hombre tenía un hijo tanto o más malo que él que vio cómo a papá lo aplanaron toneladas de metal. El muchacho se llama Dante y aquí vuelve ávido de destruir a Toretto y a todo aquel que esté a menos de tres grados de separación de él. Momoa entiende muy bien el código de la saga componiendo un malo notable, con partes iguales de altanería, megalomanía, cinismo, prepotencia y sarcasmo. Tiene el carisma que nunca tuvo Diesel, de rostro inmutable ante todo. Ni siquiera cuando se entera que todo su equipo cayó en una trampa en Roma se mosquea, aunque sí pone en marcha un operativo para evitar sus consecuencias. En parte lo logra: impide un atentado contra el Vaticano –direccionando una bomba… con un auto-, pero los apuntan como terroristas, al tiempo que Dante está cada vez más cerca de su hijo. Lo que sigue desanda los carriles ya conocidos de la saga: persecuciones de todo tipo en cualquier superficie, algunas picadas (para no perder la costumbre), la utilización alla MacGyver de todo elemento con ruedas como vehículo, viajes a lo largo y ancho del mundo (de Roma a la Antártida y de allí a Río de Janeiro), todo mechado con diálogos torpes sobre la importancia de la familia, la lealtad y demás. Sobre el desenlace, varios cameos dejan la mesa servida para que la saga siga acelerando a fondo. El final, queda claro, recién empieza.
Rápidos y furiosos X confirma a pleno lo que Vin Diesel venía adelantando. Estamos frente al primer episodio de una trilogía que pondrá fin a la serie estable de acción y aventuras más grande, más larga y más ambiciosa concebida por un gran estudio de Hollywood para ser vista y disfrutada en el cine, porque hacerlo de otra manera contradice por completo la naturaleza de esta creación. La historia de Rápidos y furiosos creció tanto en cada nuevo capítulo que para cerrarla solo es posible pensar en un relato de dimensiones apoteósicas. El primer acto de este largo adiós lo corrobora, pero no solamente desde el marco de sus espectaculares set-pieces y el descomunal despliegue de una producción que viaja de Los Angeles a Roma y de Londres a Portugal con elementos de ficción suficientes como para provocar la destrucción de ciudades enteras a cada paso. Aquí, además de nervio, músculo y grandes escenas de acción que siempre tienen sentido y se entienden de principio a fin, hay corazón. Rápidos y furiosos quiere despedirse llevando a lo más alto sus banderas y sus mejores virtudes. Todo lo que llevó a transformar a un desprejuiciado grupo de corredores de “picadas” callejeras en un grupo dedicado al espionaje global más sofisticado mientras entre sus miembros se afianza y consolida una idea central: todos se sienten parte de una familia que debe ser preservada frente a cualquier tipo de amenaza. Como hay que honrar ese espíritu fraterno casi sagrado, que se afirma más allá de los lazos de sangre, y asegurar que nadie faltará al próximo encuentro, el comienzo de este largo adiós nos trae de vuelta a la familia ampliada de Rápidos y furiosos casi completa. Hay unos cuantos regresos (algunos anunciados desde el póster oficial de la película y otros completamente inesperados), malos que cambian de bando por razones estratégicas y, sobre todo, una razón para que cada integrante de esta gran confraternidad haga con mucho sentido y convicción su propio aporte al relato. Todos tienen su momento para decir y hacer cosas importantes, aunque dure apenas segundos. Nada parece imposible, ni siquiera este esfuerzo por lograr esta convocatoria plena, para una aventura que alguna vez hasta llegó a desafiar la mismísima ley de gravedad. Lo inverosímil desaparece aquí frente a un objetivo superior: ponerle el broche final a una larga historia recurriendo a la memoria de sus mejores momentos. Por eso no es casual que el décimo episodio se explique a partir del regreso a lo ocurrido en Rápidos y furiosos: 5in control (Fast Five, 2011), exactamente a la mitad del camino recorrido hasta hoy, y de la necesidad de sumar fuerzas para hacerle frente a un villano más poderoso que los anteriores. De las diez películas de Rápidos y furiosos, Fast Five es la mejor. A partir de ella, la saga alcanzó una grandeza narrativa y visual que pocos imaginaban. Desde ese momento, Dominic Toretto (Diesel) y su clan empezaron a crecer como nunca entre los mitos del Hollywood contemporáneo. Este décimo episodio los convierte poco menos que en los herederos de los Avengers. Marvel nunca recuperó esa presencia desde ese momento y DC todavía no cuenta con la brújula adecuada para salir a buscarla. De esos mundos de fantasía también provienen algunos de los nombres que suman su aporte a este nuevo capítulo. Especialmente Jason Momoa, el gran malo de turno, que trae de vuelta a través del espejo deformado de la idea de familia encarnada por Toretto y cía. lo ocurrido en Fast Five. La película nos recuerda, en un largo flashback, la muerte del narco Hernán Reyes (Joaquim De Almeida) después del electrizante robo de una bóveda llena de dinero en Río de Janeiro. Con las uñas pintadas, ropa extravagante, deliberada ampulosidad y un aire operístico en sus gestos, Momoa se divierte a lo grande encarnando a Dante, el hijo de Reyes, mientras planea vengarse de quienes mataron a su padre. Mientras Dante y Toretto están a punto de chocar una y otra vez el resto de la compañía hace lo suyo para mantener bien alto el sentido de la aventura y el entretenimiento con mayúsculas. Las escenas de acción crecen en cantidad y calidad respecto de las dos o tres películas previas, el suspenso es siempre genuino (sobre todo cuando involucra al pequeño hijo de Toretto, siempre bajo amenaza), los golpes duelen y los nuevos como Brie Larson (bellísima y cada vez mejor actriz) se integran y adaptan a la perfección. Como en los viejos seriales, la aventura termina al borde del precipicio y solo falta el “continuará…”
Esta Rápidos y furiosos X tiene todo lo que el fan de la saga ansía ver, después de una espera bastante más prolongada de lo que estaba acostumbrado. Hay acción, acrobacias, muchos regresos -está Paul Walker, y también su hija, en un cameo: búsquenla en un avión-, tiene un villano como Jason Momoa de lo más extravagante, y la familia, de sangre o de lo que sea, por delante de todo. “No me importa morir para proteger a la gente que amo”, dice por ahí Dominic Toretto (Vin Diesel), y cómo no vamos a creerle. Los que recién lleguen a los Rápidos y furiosos seguramente se perderán bastante, o al menos bastantes guiños. Las acciones se remontan a diez años atrás, en Río de Janeiro, cuando Dominic roba con Brian O’Conner (Paul Walker, luego muerto en un accidente automovilístico) una bóveda con dinero de un narcotraficante brasileño (Joaquin de Almeida). Venganza, siempre la venganza Diez años después, Dom acompaña a su pequeño hijo Brian (llamado así en honor a su amigo muerto) derrapando el auto. Y compartiendo la mesa larga, al aire libre, está la abuela de Dom (Rita Moreno), que es como Mufasa de El Rey León cada vez que abre la boca: tira una enseñanza. La acción regresa cuando el hijo de reyes, aquel narco que murió persiguiendo a Dom, quiere vengarse. Sí, ese personaje es el de Jason Momoa, al que le dieron todos los chistes posibles y juega aquí más al comediante que al villano de acción. Es malísimo, sigue el refrán de su padre muerto, que es la antítesis de la abuela/Mufasa (que mejor que matar, primero es hacer sufrir), se limpia la sangre de la navaja con la lengua, extorsiona a todos y tiene entre ceja y ceja -y miren que las tiene tupidas- a Toretto y su familia. Decíamos que hay varios regresos, y se deben hacer varias alianzas que hasta la película novena eran impensable, e imposibles. Pero ya aprendimos bien que en Rápidos y furiosos nada es imposible, y lo que ayer era una cosa, hoy bien puede ser otra. Y mañana, también. Así que se desata la guerra, los bandos se arman y los combates, por lo general con los protagonistas furiosos a bordo de autos rápidos, se dan en locaciones como Roma, Los Angeles, Nápoles, Londres y en Portugal. Hay secuencias increíbles, como la de una bomba subacuática enorme, recorriendo las calles de Roma hasta llegar cerca del Vaticano, que el director Louis Leterrier (El transportador, El increíble Hulk, la de Edward Norton) asegura que era una bola de verdad prendida fuego, o sea que no es por efectos de computadora. Eso lo dejaron para las acrobacias más increíbles que puedan imaginarse. Porque en Rápidos y furiosos X rompen todo, principalmente autos. Y vuelven varios, hasta alguno que jamás hubiéramos imaginado... Hay una sola escena postcrédito, pero no hay que perdérsela, y en la banda de sonido se escucha a María Becerra cantando un fragmento de Te cura. Si quieren más, vayan a los cines, porque Rápidos y furiosos X podrá ser más de lo mismo, pero es entretenida.
“Cuánto más logrado es el villano, más lograda es la película” decía Alfred Hitchcock y Rápidos y furiosos X confirma en gran medida esa máxima. El villano de esta décima parte es Dante Reyes (Jason Momoa), el hijo del mafioso y traficante Hernán Reyes (Joaquin de Almeida) el enemigo de Rápidos y furiosos 5. Dante quiere vengar a su padre y su objetivo no es tan sólo matar a Dominic Toretto (Vin Diesel) y su gente, sino primero hacerlos sufrir, para que la venganza sea completa. La venganza ha sido un móvil dentro de la saga y la familia, poco a poco, se ha ido transformando en el leitmotiv que anima -o dice animar- las historias de Rápidos y furiosos. Empecemos por ahí. Toretto dice una, dos, tres, ciento cincuenta veces que lo que importa es la familia. Creo que si en edición se le sacan esas frases, la película dura veinte o treinta minutos menos. El concepto está más que claro y no nos merecíamos el machaque que nos hace sufrir con el subrayado. Estas escenas son acompañadas con una música acaramelada y planos de telenovela. Más divertido es que todos tengan algún pariente en la saga. Hijos, hermanos, madre y ahora, para sumar más, una abuelita. Este último personaje le da a la película la chance de incluir a Rita Moreno en el elenco. Tan enorme es la familia de Rápidos y furiosos que este largometraje incluye cuatro actrices ganadoras del Oscar: Helen Mirren (Queenie), Charlize Theron (Cipher), Brie Larson (Tess) y Rita Moreno (abuelita). Actores ganadores del Oscar no hay, aunque todavía faltan películas, por lo que no perdemos las esperanzas. Volviendo al villano en cuestión es posible que estemos no sólo frente al peor personaje de las diez películas, sino frente a uno de los peores villanos de la historia del cine. Momoa está simplemente insufrible. El concepto del villano loco y cruel, con supuesto sentido del humor, heredero de la tradición de narcotraficantes pero mezclado con el Guasón de las películas de Batman. El resultado es difícil de tolerar. Ni él tiene el talento actoral, ni el personaje está correctamente escrito como para darle sentido a todo lo que hace. Aunque Vin Diesel actúa cada día un poco peor y se mueve cada vez menos, su trabajo al menos está en el corazón de la saga, mientras que Momoa parece salido de otro planeta cinematográfico. Un verdadero dolor de cabeza. No desmerezcamos el hecho de que una película mediocre estrenada en el año 2001 logró llegar hasta el 2023 con sus secuelas y continuar en el futuro. Lo más fantástico es que la popularidad de la saga tuvo un giro fantástico al mejorar su calidad en las entregas 5, 6, 7 y 8, los cuatro grandes filmes de Rápidos y furiosos. En esas películas se encontró el tono y la diversión que les permitió salir del esquema de carreras clandestinas a convertirse en un show global donde todo era posible. La entrega 9 ya veía un poco vencida esa nueva fórmula y la décima confirma ese agotamiento. La saga decidió abandonar ese esplendor para entregarse pura y exclusivamente al fandom. Ya nadie puede entrar a Rápidos y furiosos, sólo confirmar su fanatismo. Cuatro grandes películas -más aún no siendo las primeras- es algo digno de celebrar. Hoy la mayoría de los espectadores es posible que hayan empezado en la quinta entrega, el verdadero renacimiento del concepto Rápidos y furiosos. Aún no se ha confirmado si quedan una o dos películas más del cierre que comienza aquí, lo que es seguro es que los que están subidos ya no se van a querer bajar. Confirmación de lo mencionado es que la película regresa y conecta directamente con la quinta parte, recreando y completando las escenas finales. Es un buen punto de partida, porque ese fue el que marcó el mejor momento de estas películas. El director de esa entrega, Justin Lin, era el realizador de Rápidos y furiosos X pero sus peleas con Vin Diesel llevaron a que fuera reemplazado por Louis Letterrier. Ahí tal vez se esconda alguna pista de los malos momentos que la película tiene y algunas escenas particularmente fallidas. Un director con menos talento y una estrella en control no son necesariamente un buen equipo. La película costó 340 millones de dólares y se nota. Al menos se justifica el precio de la entrada y el trasladarse hasta el cine. Algo parecido ocurre con el elenco, donde hay tanta gente que es posible que algunos trabajen mucho menos tiempo del que creemos. Hay una habilidad para ir de una historia a otra y hacer que en promedio la película tenga buen ritmo. A las cuatro ganadoras del Oscar y los tres actores mencionados, hay que sumarle a Michelle Rodriguez, Theron, Tyrese Gibson, Chris “Ludacris” Bridges, Nathalie Emmanuel y Sung Kang, quienes conforman el equipo protagónico. Pero también están Jordana Brewster, Jason Statham, John Cena, Scott Eastwood (sí, el hijo de Clint), Daniela Melchior y Alan Ritchson. Hay algunos rostros más, pero no los anticiparemos. Alan Ritchson y Jason Momoa son los gigantes reclutados para esta nueva edición. Cualquier actor gigantesco debe pasar por Rápidos y furiosos. Luego del éxito de Ritchson en la serie Reacher su participación era sólo cuestión tiempo. Ritchson interpreta a un agente que persigue a Toretto y su gente, a quienes considera delincuentes y terroristas, y se enfrenta a su colega Tess (Brie Larson), la hija de Mr. Nobody, el antiguo protector del grupo. Cada actor tiene su momento, su escena de acción, su pequeño show. Por eso la película dura más de dos horas, claro. Hay dos momentos culminantes en la película. Dos escenas de acción de una magnitud sorprendente. No tienen mucho sentido y nos piden un poco de inocencia, cosa que no dudamos en darle. La primera es en Roma, la segunda no la anticiparemos. Se trata de complejísimas secuencias con un montaje de cientos de planos, muchos de menos de un segundo de duración, un trabajo muy difícil de realizar que pone al límite el esfuerzo de todo el equipo. A pesar del amor por los efectos visuales digitales que la película tiene, en mayor o menor medida, se logra el objetivo. Pero cuando se hacen películas para el fandom la limitación que esto tiene impide ciertos espacios de angustia, decepción o sorpresa. Todo lo que sea sorprender es para endulzar a los fans, no para elevarlos con películas mejores. Hay atisbos de corrección y cuidados que esta películas antes no tenían. Esto vuelve más aniñada a Rápidos y furiosos X, acercándola falsamente a un evento más familiar. No sabe si volverse más oscura o más liviana y en la tensión pierde algo de personalidad. Veremos sí la 11 y la 12 nos deparan algo mejor o será sólo una divertida despedida.
Hay que dividir las aguas varias veces para pensar en esta película, decir que es lo de siempre es obvio, pero es mucho más de los mismo. Si nos centramos en las escenas de acción, el montaje, diseño sonoro y música, son espectaculares. Pero haciendo foco en las escenas intermedias, de justificación sobre las acciones, encontramos que los diálogos son superfluos, banales y repetitivos, el montaje es correcto, la banda de música es insoportable, sobre todo por su intención de ser empática. La sinopsis nos cuenta que durante numerosas misiones, más que imposibles, Dominic Toretto y su familia han sido capaces de ser más listos, de tener más valor y de ir más rápido que cualquier enemigo que se cruzara con ellos. Pero ahora tendrán que enfrentarse al oponente más letal que jamás hayan conocido: Un terrible peligro que resurge del pasado, que se mueve por una sangrienta sed de venganza y que está dispuesto a destrozar a la familia y destruir para siempre todo lo que a Dom le importa. Nos presentan un “nuevo” villano, regresando del pasado Dante Reyes (Jason Momoa), quien tiene como única intención vengarse,
"Rápidos y furiosos X": una más de la saga fierrera. Una misión secreta que resulta ser una trampa es la excusa para más persecusiones, explosiones y demás parafernalia. Más rápido, más alto, más fuerte. Ese es el lema olímpico que viene adoptando la saga fierrera –iniciada con tibieza en 2001, ajena al concepto de superproducción– como si se tratara de un dogma. Rápidos y furiosos X no es la excepción. Y algo de religioso hay en una película en la cual se repite varias veces la frase “debes tener fe”, compitiendo en cantidad con las menciones a la importancia de la familia. Eso y autos, claro. Y motos y helicópteros y camiones, corriendo y volando por las calles y cielos de Italia, Portugal y Brasil, porque si algo se fue sumando a partir de la incorporación de Justin Lin al equipo creativo (fue director de cinco entregas, aquí es uno de los dos guionistas) son los elementos de súper acción internacional que algunos espectadores descifrarán como bondianos y otros como ethan-huntianos. Como fuere, esta décima entrega –sin contar el desvío que significó el capítulo dedicado exclusivamente a Hobbs & Shaw– regala las consabidas dosis de motores rugiendo, persecuciones imposibles, salvatajes ídem, explosiones, y diálogos que van de la ironía autoconsciente a la cursilería hecha y derecha. Todo comienza con una referencia a Rápidos y furiosos: 5in control, en la cual el mafioso narco Hernán Reyes se transformaba en una de las némesis de Dominic Torreto y compañía. Quien está ahora del otro lado del mostrador es su hijo Dante Reyes, construido con excesos de todo tipo por Jason Momoa, cruza de villano de la saga Bond con algún personaje que bien podría haber salido del universo de Zoolander. Si la venganza es un plato que se sirve frío, lo que sobra es calor en la segunda secuencia de acción de la película, donde parte del equipo secreto comandado por el personaje encarnado por Vin Diesel debe llevar a cabo, en las calles de Roma, una misión secreta que no es otra cosa que una trampa. La cosa termina con una enorme bomba rodando por las calles y plazas cercanas al Vaticano, y el bueno de Toretto utilizando su automóvil tuneado como si fuera una versión real del videojuego Rocket League. Si en los primeros episodios el líquido de los carburadores se imponía en la pantalla por su carácter analógico, la sobreabundancia digital vuelven a estar a la orden del día, como en las últimas cinco o seis entregas. Es que la impronta del cine superheroico también ha hecho de las suyas, por prepotencia de los efectos CGI, por el ritmo de la historia, por la lógica de multiverso que empuja la aparición fugaz de personajes de otros films de la saga (en algunos casos simples cameos diseñados para el respingo frívolo del fan). Por supuesto, todo es bien grasa y a mucha honra, aunque en cada secuencia extendida de acción se extraña el carácter físico y la precisa geometría de la puesta en escena que ha hecho de las diversas misiones imposibles de Ethan Hunt un verdadero placer genérico. Aquí ningún inocente muere, a pesar de las hecatombes de tiros, misiles y explosiones, y los autos parecen construidos con algún elemento alienígena resistente a las leyes de la física, cediéndole el lugar a las líneas de diálogo más básicas y banales cuando la trama necesita respirar y bajar un par de cambios. En otras palabas, una Rápidos y furiosos más. Y van…
A franquicias como `Rápidos y furiosos' es necesario enmarcarlas dentro de un fenómeno comercial y es preferible no profundizar demasiado. No muchas pueden darse el lujo de estrenar una décima parte y seguir manteniendo un público fiel -¿de culto?- a través de los años. Pero claro, habiéndose estrenado la primera en 2001, ya en 2023 decir que la saga protagonizada por Vin Diesel está desgastada es ser demasiado amable. Es que el nivel de las hazañas del alter ego de Diesel, Dominic Toretto, y sus amigos rompe cualquier canon realista y si bien ya venía pasando en las ediciones anteriores, en `Rápidos y furiosos X' eso parece estar exacerbado a la enésima potencia. La saga que comenzó con el agente especial Brian O'Conner (el recordado Paul Walker) queriendo infiltrarse en la banda de chicos malos comandada por Toretto mutó con el correr de los años hasta convertirse en una trama más emparentada con los superhéroes que con las picadas clandestinas. En este sentido, la quinta entrega de la franquicia, `Rápidos y furiosos: Sin control' (2011) es la que marca el quiebre en la historia suplantando toda la mística de las carreras callejeras por una temática de corte más policial, en la que Dom une fuerzas con el agente Hobbs (Dwayne `La Roca' Johnson) para derrotar al mafioso brasileño Hernán Reyes. UN VILLANO PECULIAR Ahora, el hijo de Reyes, Dante (Jason Momoa), quiere vengar a su padre y se pasó los últimos doce años ideando un plan para hacerlo. Pero Dante no quiere sólo matar a Toretto sino hacerlo sufrir, lo que significa atentar contra sus seres queridos. Esa es la excusa para que casi todas las estrellas de la saga reaparezcan, en participaciones que seguramente serán celebradas por los fanáticos. Momoa, por su parte, es un malo sarcástico, histriónico, con reminiscencias al Guasón -sin llegar a ser Joaquin Phoenix, claramente-, registro que le queda bien y rompe con el patrón de macho, violento, musculoso y enojado que abunda en la cinta. Le da más vuelo, si se quiere. Y si Dom tiene un punto débil ese es Brian -guiño al difunto Walker-, el hijo que comparte con Letti (Michelle Rodriguez). La figura del hijo y todo lo que implica para el inmutable protagonista ayuda a darle un necesario peso a la trama. Es como un cable a tierra que tiene sentido, en medio de la avalancha de persecuciones, peleas y participaciones especiales (Jason Statham, Helen Mirren, Scott Eastwood, John Cena, Charlize Theron, Gal Gadot y las más recientes incorporaciones de la franquicia, Brie Larson y Alan Ritchson) en un filme que también -como para sumar más grandilocuencia- cuenta con múltiples locaciones alrededor del mundo. Para los nostálgicos, no obstante, la química de `la familia' sigue ahí, con Roman (Tyrese Gibson) y Tej (Ludacris) a la cabeza. Sin ánimos de spoilers, las cosas se complican bastante para Toretto y los suyos, al menos en esta primer parte del final, dirigida por Louis Leterrier y escrita por Justin Lin. Habrá que esperar para ver qué tipo de vehículo estrafalario les salva el pellejo en la siguiente. (Consejo: quedarse hasta después de los créditos).
Llena tu tanque de adrenalina. La icónica saga Rápido y Furioso ya cumplió 22 años de vida cinematográfica, y lo que comenzó como un básico largometraje hollywoodense (Rápido y Furioso, Rob Cohen, 2001) que nos contaba una historia simple acerca de un joven policía que se infiltraba en una banda de mecánicos de autos, que tras su carismática fachada como participantes en ilegales carreras de autos callejeras, en realidad delinquían robando enormes camiones y sus cargas; con el correr del tiempo fue mutando en continuaciones mucho más enfocadas en el cine de acción más puro y con la incorporación de grandes estrellas del género. Este policía agazapado se llamaba Brian O’Conner, interpretado por Paul Walker, y su antagonista, un expresidiario y jefe de la banda en cuestión era Dominic Toretto, personificado por Vin Diesel. Rápidamente este primer film ganó fama y éxito, y a partir de allí comenzaron las lógicas secuelas que lograron un descomunal reconocimiento a nivel mundial, transformándola en una de las franquicias de entretenimiento más redituable (Blockbuster) e importante en lo que va de este siglo, siempre con el liderazgo en escena de Walker y Diesel, que a estas alturas ya ejercían como socios de correrías. Lamentablemente el 30 de noviembre de 2013, mientras se rodaba la séptima parte, Rápidos y furiosos 7 (James Wan), Paul Walker, que tenía solo 40 años, sufre un mortal accidente automovilístico. Vin Diesel, su coequiper y gran amigo, queda obviamente devastado. El camino de la saga parecía oscuro e incierto, pero luego Diesel lo piensa mejor y decide continuar como homenaje a Walker, que siempre vivirá en el espíritu de la historia. Esta seguiría con un imaginario delictivo cada vez más imposible e irreal, escenas espectaculares, participación de estrellas como Charlize Theron, Jason Statham, Dwayne Johnson/La Roca y diversos dilemas personales y familiares en la vida de Toretto y otros personajes. Y con esta acotada introducción llegamos hasta Rápidos y furiosos X (2023), dirigida por el realizador francés Louis Leterrier (El transportador 2; Danny the dog y Hulk, el hombre increíble) y protagonizada por Vin Diesel, Jason Momoa, Michelle Rodriguez, Jason Statham y un gran elenco. Su trama refiere lógicamente a un ya cansino Toretto (Diesel), que sigue rodando por el mundo con su banda y familia. Roma y Río de Janeiro serán algunos de los destinos impuestos. Pero en el camino aparecerá un villano vengativo, prepotente y arrogante, Dante (Momoa, excelente en su labor y lo mejor de la película), que solo desea ver muerto a Toretto y sus seres queridos por su responsabilidad en la muerte de su padre. Esta nueva película no ofrece mucha variedad acerca de lo ya visto en otras secuelas: persecuciones veloces con autos cargados de nitrógeno, peleas cuerpo a cuerpo, variadas locaciones, mujeres bellas y con poca ropa, hombres musculosos y carismáticos. Rápido y furioso, como la saga que es, ya hace rato se hizo cargo de su mensaje autorreferencial y metadiscursivo, algo muy común en el cine de los 2000. Nunca cambia su rumbo, la de entretener, divertir y hasta sacar una sonrisa, entre tanta espectacularidad y magnos efectos especiales. El fandom (o sea los fanáticos y amantes de los autos) agradecidos y sabiendo lo que van a encontrar, seguro acudirán a las salas de cine en masa. El público restante o los que no son habitués a este tipo de producto cinematográfico, quizás quieran pensarlo un poco más.
¿Se puede ver la décima entrega de la saga Rápidos y Furiosos sin haber visto las anteriores? ¿Y si no entendés nada de autos y lo único que sabés manejar es la bici? ¿Vale la pena destinar más de dos horas de tu vida para ver esta peli? Vamos por partes. La última pregunta no tiene una única respuesta válida para todo el mundo, campeona. Pero sobre las otras dos se pueden decir algunas cosas. Hay un grupo de personas muy fierreras lideradas por Dominic Toretto (Vin Diesel —apellido sobre el que no voy a hacer ningún chiste porque llegaría nueve películas tarde—) que tienen una “misión” que les fue encargada por la Agencia (algún tipo de organismo para-estatal bastante turbio). La “familia” Toretto (porque sí, tienen esa cosa latina que un poco nos engancha) se mueve en esa línea entre lo legal y lo ilegal. En algún momento nos reponen con nostalgia que arrancaron con el negocio de las picadas clandestinas y los robos. Y aquí están ahora, moviéndose de Los Ángeles a Roma, Portugal, Río de Janeiro y la Antártida, poniendo a prueba habilidades que desafían las leyes de la física (cosa que también se repone como gesto irónico en los parlamentos de los personajes). Entonces, entender, se entiende. Captás los chistes y las ironías porque la trama no tiene en sí mucha complejidad. Tal vez no te emocionás tanto ante la aparición de algún personaje puntual de las entregas anteriores porque no conocés su historia. Tampoco te emocionás con las escenas de padre e hijo, los recuerdos dolorosos o la apertura emocional de algún personaje porque… bueno, tampoco es que esté hecha para eso. Sin embargo, la acción pura y dura es muy disfrutable, incluida esa física R-y-F que no aplica a ningún otro lado; (¿necesitamos que nos digan que son superhéroes para disfrutarla?; yo creo que no). Los colores y los escenarios son súper atractivos —casi tanto como el vestuario de Jason Momoa, quien se suma como el villano estrafalario Dante Reyes—, y por supuesto, el placer de ver destruyéndose coches carísimos (todo un potlatch). Para descansar la cabeza un rato, la recomiendo. Y me anoto para ver alguna más cuando lo necesite, como Rápidos y furiosos: 5in control, donde empieza a germinar la venganza de Dante al morir su padre narcotraficante.
Y lo lograron, esos hijos de perra lo lograron, llegaron a la décima película de una saga que había empezado centrándose en carreras ilegales, y que ahora implica salvar al mundo y viajes espaciales. Veamos de qué va Rápidos y Furiosos X, la primera de esta tanda final. Como sabemos que esta es una película bastante esperada, y que pertenece a la ahora trilogía final de cintas que van a darle cierre a Rápidos y Furiosos, no voy a contar la trama, solo mencionar que el pasado siempre vuelve a cobrarse venganza. Voy a ser honesto, esta franquicia nunca me interesó. No me gusta el ambiente de los autos y las carreras, y la mayoría de los actores que participan en la franquicia me parecen de mediocres para abajo. Y con esta confesión seguro varios se estarán preguntando porque pierdo tiempo viendo algo que no me gusta. La respuesta fácil sería porque puedo, pero también, porque para criticar algo, hay que saber de lo que se está hablando. Y con eso aclarado, vale decir que Rápidos y Furiosos X cumple con su función de entretener. Esto se da primero por sus obvias escenas de acción, donde si bien hay fantasmadas como siempre, no son tan exageradas como en la ultima entrega; aparte que están bien dosificadas, y no son constantes al grado de terminar cansando al espectador. Pero también hay un actor que se carga todas sus escenas, pasándole el trapo al resto. Estoy hablando de Jason Momoa, quien, al parecer, le dijeron que use toda esa excentricidad que deja ver en las entrevistas, pero ahora delante de la pantalla; dotando a su villano de un carisma pocas veces vista en la franquicia, y que lo establece junto con Charlize Theron, en dos de los mejores villanos vistos en “A puro gas”. Pero hasta ahí llega lo bueno. Porque para empezar con lo malo, podemos seguir diciendo que se siguen sacando familiares de personajes conocidos de la galera. O que ya es insostenible que no expliquen la ausencia pero que aún siga vivo el personaje de Paul Walker. Y ni hablemos de los constantes primeros planos a la inexpresiva cara de Vin Diesel, o porque el mismo se la pasa hablando de tener fe y soltando frases motivacionales cual terapia de autoayuda. En conclusión, Rápidos y Furiosos X es entretenida y ya. A esta altura de la saga, pedirle coherencia ya sería ridículo, pero tampoco podemos negar que como proyecto cinematográfico deja bastante que desear. Dependerá de qué tanto les gusta la franquicia para darle una oportunidad en el cine o no.
El gran mérito de esta franquicia para llegar a la película número diez, que se dividirán en tres partes, según informa el Hollywood Repórter, es que ya nadie le pide que haya algo real, que la diversión provenga de situaciones espectaculares que incluyan una lógica propia que da como resultado un verdadero parque de diversiones de efectos y discursos donde los más importante es la familia. Una secuencia implica casi la destrucción de Roma por una bomba de tamaño colosal, que casi nos deja sin historia y que iba destinada a explotar en el Vaticano. La excusa de la historia escrita por Justin Lin y Dan Mazeau es retroceder a la entrega número cinco, con una secuencia inolvidable. Cuando Vin Disel y Paul Walker se llevan a la rastra por las calles de Río de Janeiro a una enorme caja fuerte. No solo es la escusa para la nostalgia y el homenaje sino que es inteligentemente cambiada para que haga su aparición el mas divertido y letal villano que encarna Jason Mamoa. Un hombre que quiere vengarse de Dom Toretto haciéndole sufrir lo indecible, atacando a los suyos. Mamoa se entrega a este personaje con una gracia sin igual como un bromista caprichoso ataviado con sedas y colores, uñas pintadas y peinados increíbles. Es el exceso la contracara perfecta del rol de Vin Diesel. La lista de celebridades se une al equipo base: Michelle Rodriguez, Tyrese Gibson, Ludacris, Natalia Emmanuel, más John Cena, Jason Statham, Helen Mirren, Rita Moreno, Charlize Theron, Brie Larsson. Y algunos cameos y sorpresas entre títulos. Cuando llega la palabra fin ya somos unos adictos que piden más….- Y si a eso se suma el soundtrack con un tema de María Becerra cartón lleno.
Pasaron más de 20 años de la primera Rápidos y furiosos (2001) y la transformación positiva que sufrió la saga capitaneada por Vin Diesel es notoria. El actor se convirtió en una figura clave del cine de acción gracias a su personaje de Dom Toretto, hecho a la medida de una industria que es mucho más contestataria y disruptiva de lo que el lugar común del prejuicio cree. Rápidos y furiosos X es la primera parte de la décima y última entrega de la franquicia. El elenco original se mantiene inalterable (hasta el fallecido Paul Walker aparece unos minutos), se incorporan nuevos nombres y reaparecen otros fundamentales, como el de Jason Statham, John Cena, Charlize Theron, Rita Moreno y Helen Mirren. La esencia y el espíritu de la saga también se mantienen. El equipo de Toretto sigue defendiendo a los suyos y luchando contra el enemigo de turno, que esta vez está interpretado por Jason Momoa, quien hace del demente Dante Reyes, hijo del mafioso y narcotraficante Hernán Reyes, el villano al que matan en la quinta parte (de 2011). El plan de Dante lleva a los del bando de Toretto por distintas ciudades del mundo, como Roma, Londres y Río de Janeiro (y hasta la Antártida), siempre con largas y espectaculares persecuciones explosivas, clases magistrales del desplazamiento a toda velocidad con piruetas que se entienden a la perfección. Dante no quiere matar de entrada a Dom, ya que primero lo quiere hacer sufrir. El sadismo y la crueldad de Reyes están interpretados con desparpajo por un Momoa suelto, perverso y juguetón, que se divierte con el personaje. Tampoco faltan los autos tuneados, que son como los superpoderes de los personajes, sobre todo de Toretto, quien tiene que salvar a su hijo y a su mujer, porque la familia está por sobre todas las cosas, valor inamovible del personaje y de la saga. Rápidos y furiosos X está escrita por Justin Lin y Dan Mazeau y tiene como director a Louis Leterrier, quién agarró las riendas tras la renuncia de Lin. Leterrier entiende cómo tiene que hacer las cosas y descomprime el exceso de situaciones disfrutablemente ridículas que caracterizó a las dos entregas anteriores, incorporándole secuencias de acción más concentradas y efectivas. El director le dedica tiempo a cada grupo de personajes, los desarrolla, les da la importancia que se merecen. Allí están los amigos Roman (Tyrese Gibson), Tej (Ludacris), Ramsey (Nathalie Emmanuel) y Han (Sung Kang), quienes realizan parte de la misión en Londres. También se le dedica tiempo a Cipher (Charlize Theron), quien pasa a ser una aliada, y al tío Jakob (John Cena), quien tiene que proteger al pequeño Brian (Leo Abelo Perry). Y a Letty (Rodriguez), claro, quien tiene su pelea cuerpo a cuerpo con Cipher. Además, está el momento de la carrera en Brasil, en el que aparece Isabel (Daniela Melchior), quien también tiene su historia. La película tiene humor en su justa medida y, por suerte, no cae en la gravedad dramática de Tortetto y en su mambo con la familia y el pasado. Leterrier se concentra en el despliegue de la acción y lo único que se le puede reprochar es que al personaje de Mia (Jordana Brewster) lo olvida un poco. Rápidos y furiosos X se ajusta al universo mítico de la saga. Diesel/Toretto se arroja de cabeza al género, salta al vacío en su auto y todo es libertad, espectáculo, entretenimiento, adrenalina y cine de acción en estado puro y duro.
Rápidos y Furiosos X ofrece acción desenfrenada que ha caracterizado a la serie y momentos memorables que van a satisfacer a los fanáticos de la saga.
Abróchense el cinturón para la nueva entrega de “Rápido y Furioso”, saga que comenzara su transitar en la gran pantalla allá por el año 2001. El francés Louis Leterrier (“Hulk”) se coloca en el asiento del director de esta epopeya llena de autos caros y potentes, que anticipa una próxima entrega en “Fast & Furious 11” (2025). ¿Pensaron que acá se acababa el juego? Desafiando las leyes de gravedad y fabricando réplicas de héroes hiperbólicos capaces de las hazañas más audaces, la franquicia gestó su identidad como rostro del cine de acción más banal de todos los tiempos. Un trailer inusualmente extenso (cuatro minutos y medio de duración) prácticamente podría suplir el vacío en extremo dificultoso de llenar que nos deja un film plagado de superficialidad durante excesivos ciento cuarenta minutos de metraje. Factibles de ser obviados cada uno de ellos. Lo caricaturesco y lo estrambótico se confunda a la hora de llevar a cabo misiones imposibles (perdón, Tom!), de esas que el placer culposo pochoclero vino a buscar. Correrías y explosiones sazonadas por efectos especiales trademark surcan la pantalla a toda velocidad. Un producto que hizo del relleno su primer mandamiento está de regreso, y alcanzan un par de primeros planos para evidenciar el nulo talento del inexpresivo Vin Diesel. Ni Jason Statham puede salir al rescate de un producto cuya creatividad cruza el umbral de lo ridículo a la hora de pergeñar un villano de souvenir. Sin un gramo de materia gris ni gasolina, bajémonos y sigamos a pie.
Nadie hubiese imaginado allá por 2001, que una película basada libremente en un artículo de la revista Vibe iba a llegar a tener un éxito rotundo como para convertirse en una saga millonaria con 10 entregas, un spin-off y varios proyectos en desarrollo para su continuación. Obviamente estamos hablando de «Rápido y Furioso» que hace una semana estrenó «Rápidos y Furiosos X» («Fast X» en su título original). Dominic Toretto y sus allegados/familia vuelven para enfrentar una amenaza imposible de esas a las que tanto nos tiene acostumbrados la saga. Esta vez, el adversario está vinculado con el pasado de los personajes, más precisamente con la quinta parte («Fast Five») con el hijo de Reyes, Dante, (Jason Momoa) en busca de venganza. Más alla de todas las licencias y arbitrariedades que presenta la saga tuerca más famosa del cine, cabe destacar que esta conexión con la película de 2011, a pesar de ser algo caprichosa, tiene cierta lógica ya que dicha película fue el punto de quiebre de la saga, cuando básicamente pasó a ser un film (o una saga) de carreras callejeras a películas de acción del estilo de James Bond con intrigas internacionales, agencias de inteligencia de todas las latitudes y otras tantas cuestiones que llevaron el relato a reconvertirse en otra cosa. Incluso algunas de las películas tienen toques de heist movies con los distintos personajes planeando el robo de algún artefacto de suma importancia para preservar la normalidad a lo largo y ancho del globo. Es probable, que la necesidad de darle una vuelta al asunto fue para que justamente estos films comiencen a parecerse a otros que abundaban en la pantalla grande de aquel momento, siendo esto una decisión fundamental para que la saga termine siendo el monstruo que es hoy en día. Todo eso ocasionó que Toretto y su familia comiencen a tener características sobrehumanas al desafiar las leyes de la física y verse involucrados en secuencias de acción imposible que parecían más superhéroes que corredores de carreras. Varios de estos elementos son festejados por el fandom y funcionó hasta tal punto que en este largometraje incluso los personajes mismos son conscientes y remarcan la imposibilidad de algunas secuencias (la charla entre Aimes personificado por Alan Ritchson y Tess la agente que interpreta Brie Larson). Después de ver que algunos personajes viajan al espacio en la novena película quedó más que establecido que relato a relato el verosímil se va estirando y torciendo cada vez más, haciendo que sea esperable ese espectáculo pirotécnico, cada vez más pomposo y exacerbado. No obstante, la trama cuasi telenovelesca de la película anterior con la presencia de un hermano que nunca fue mencionado a lo largo de los 20 años de la franquicia (junto a las malas críticas) probablemente hicieron que un cambio en la dirección sea motivado y hasta esperable. El francés Louis Leterrier, responsable de las primeras dos películas de «El Trasportador» parece ser la opción más acertada parta continuar la línea de Justin Lin, ya que es un director que está bastante familiarizado con el género y la elaboración de creativas secuencias de acción. Las secuencias de «Rápidos y Furiosos X» son trepidantes y logran estar a la altura de las mejores de la saga. Obviamente, este largometraje sigue teniendo deux ex machinas por todos lados, resurrecciones imposibles y otras cosas bastante cuestionables desde lo narrativo, pero conformando parte de la marca registrada de la franquicia. Lo que sí logra esta película a diferencia de sus predecesoras es la sensación de que la amenaza en esta oportunidad es mayor y que los personajes principales están verdaderamente en peligro. Esto es gracias al villano de turno compuesto por Momoa que se destaca por su histrionismo y por su tono entre amenazante y jocoso, cosa que lo vuelve más aterrador. La escena en la que su personaje está hablando con dos cadáveres mientras les pinta las uñas es de una oscuridad tremenda para la saga y nos remite un poco al Joker de Batman. Por otro lado, en diversos momentos parece estar en sintonía con el Jack Sparrow de Johnny Depp en su forma de desenvolverse y gesticular. A Momoa se lo nota cómodo con el rol y es un acierto dentro de un elenco donde varios de sus intérpretes no se destacan por sus roles actorales (a Diesel se lo muestra acartonado, al igual que a Gibson y Ludacris, y reamente se nota una diferencia cuando aparecen en pantalla actores destacados como Statham, Charlize Theron o Hellen Mirren a pesar de sus breves intervenciones). En síntesis, «Rápidos y Furiosos X» es probablemente más de lo mismo de lo que se viene viendo a lo largo de toda la saga llevando la espectacularidad incluso a un nivel más alto. Es difícil pedirle algo nuevo a una saga que está en su décima aventura, no obstante, es igualmente destacable que este gigante no esté basado ni en comics, ni en novelas ni en personajes preexistentes. Sí podemos cuestionarle que se siente como una historia inconclusa por la decisión de dividir el final en dos (o quizás tres) partes, al igual que la gran cantidad de personajes que tiene (más los que se van agregando) lo que hace que sea difícil mantener la frescura y la tensión a lo largo de todo el relato.
Gracias a la vuelta a sus orígenes, la décima entrega principal de la franquicia "Rápidos y Furiosos" representa un paso adelante con respecto a su antecesora. "Ellos violan las leyes de la gravedad y hacen cosas inverosímiles”, comenta Aimes (Alan Richtson), uno de los nuevos personajes que se introduce a la saga. Este sujeto es el nuevo jefe de la Agencia y no tiene mucho cariño por el equipo de Dom. En este comentario hay una doble lectura. Por un lado, se asemeja a lo que fuimos escuchando por los detractores de estas películas a lo largo de más de dos décadas. Por otro lugar, hace uso de un recurso meta, de autoparodia, para reírse de sus inverosimilitudes. Segura de sí misma, Rápidos y Furiosos 10 (Fast X, 2023) es todo lo que sus seguidores estaban esperando. Bajo la dirección de Louis Leterrier (El transportador), la cinta comprende el comienzo de una nueva trilogía. Este universo que nos presentará será introductorio y, a la vez, a pura acción. Luego de lo acontecido en Rápidos y Furiosos 9 (F9, 2001), Dominic Toretto (Vin Diesel) descansa con su familia y le enseña a conducir a su pequeño hijo. Pero, como todos sabemos, esa paz durará apenas unos minutos ya que un nuevo villano llegará para atormentarlos en pos de venganza. Como un espejo retrovisor, el nuevo largometraje mira al pasado. El gran acierto es que no lo hace como reciclaje, sino para forjar sus cimientos y darle un impulso emotivo. La historia se retrotrae a lo ocurrido en Brasil en Rápidos y furiosos: 5in control (Fast Five, 2011) en donde Dom y Brian (Paul Walker) se quedan con la bóveda del mafioso Hernán Reyes. Este es el puntapié principal para la presentación del nuevo villano, el hijo de este narcotraficante. Dante Reyes (Jason Momoa) buscará vengar ese robo y el destino de su padre. "Es muy sádico y es un poco pavo real... Este tipo tiene muchos problemas”, describió Momoa a su personaje. El actor de la serie Juego de tronos (Game of thrones) es un punto fuerte de la película al personificar uno de los mejores villanos que la franquicia nos regaló. El sadismo que maneja roza lo caricaturesco, pero no es grotesco. Con lúcidos pasos de comedia y cinismo, el intérprete está en su salsa y cada una de sus apariciones son atractivas. Además de Momoa y al ya mencionado Richtson, hay otras caras nuevas. Brie Larson como la hija del Sr. Don Nadie, Daniela Melchior (El Escuadrón Suicida) y Rita Moreno (Amor sin barreras), en la piel de la abuela de Dom, también hacen aquí sus primeras apariciones. Jason Statham, Michelle Rodríguez, Charlize Theron, Tyrese Gibson, Ludacris, Jordana Brewster, Scott Eastwood y John Cena, entre otros, vuelven para repetir sus papeles de las entregas anteriores. Ahora bien, este grupo de películas tiene un motivo por el cual sus seguidores están siempre a la expectativa. La acción inverosímil, la cual pregona que nada es imposible (y que ahora también la utiliza desde lo autorreferencial), la posiciona en un lugar difícil de emular. Sus persecuciones en autos, repletas de adrenalina, están siempre burlando los límites. La saga Rápidos y furiosos dejó hace un buen tiempo de ser una película de acción. La franquicia es única: monta un escenario real para ejecutar ideas de ciencia ficción donde no hay reglas (¡en Rápidos y Furiosos 9 fueron con un auto al espacio!). Eso, junto al sentimiento de “familia” que tan bien fue desarrollando (y del cual también se autoburla en esta nueva entrega), convergen un espectáculo a pura diversión para quienes están subidos al asiento y con el motor en marcha desde el 2001, año en el cual Rápido y Furioso (The Fast and the Furious) salió a la luz.
No vamos a describir la trama de esta décima -quizás última, quién sabe- entrega de la banda de superhéroes rompecoches. Es lineal (malo malísimo con venganza en ciernes, más mala malísima que viene de atrás, millones de amigos que reaparecen), pero también tiene sus sorpresas. Lo que aprendió el productor y estrella de la serie Vin Diesel es que vamos a ver cuántas cosas enormes, sorprendentes, tremendas pueden hacer los autos que le sirven al grupo como superpoder. Pero también que tales maravillas de la ingeniería y del efecto especial carecen en absoluto de sentido -son apenas abstracciones del movimiento, y en ese sentido todas estas películas tienen algo de experimental- si los personajes no nos importan. A pesar de que los peligros son tremendos, lo que hay en esta serie de las más originales que dio el cine mainstream (combinar la acrobacia mecánica con la aventura adolescente) es un grupo de actores/personajes a los que queremos mucho. Son simpáticos, dicen frases de historieta, hacen chistes y, sobre todo, se quieren entre sí. Ese y no otro es el grandísimo secreto que hizo de lo que estaba destinado a ser un conjunto de latas clase B con presupuesto clase A se convirtiera en uno de esos juguetes fílmicos a los que abrazamos con cariño. Si no vuelven, los vamos a extrañar.
En general, soy bastante entusiasta de las franquicias, porque las entiendo parte del mundo en que vivimos, y trato de dejar de lado los prejuicios que alejan a los críticos de sagas tan extensas como esta (o como «Misión Imposible», o «Transformers», sin ir más lejos), aceptando su realidad y su impacto en las audiencias. Es decir, no le pido nada que se que no van a ofrecer, excepto entretenimiento fácil, digerible, y lleno de «jarabe de alta fructuosa». Bien industrializado, adrenalínico y lleno de color. Y dicho esto, si, podemos decir que «Fast X» aporta sólo calorías vacías. No es que toda la franquicia haya sido así, de hecho, la 5ta y 6ta entrega me siguen pareciendo puntos muy altos del cine de acción. Pero ya desde la partida de Paul Walker, el tono de las «Fast & Furious» escaló y desafío cualquier límite lógico, para transformar a este equipo, en la versión humana de los Avengers. Dioses/as del Olimpo que manejan fierros a velocidades increíbles, hacen piruetas en el aire y en el espacio imposibles, salen indemnes de situaciones inflamables.. Todo lo pueden. Y está bien. En esta décima entrega (¿podría inaugurar una especie de cierre, al fin?) volvemos al arcón de los recuerdos, para conectar con una historia anterior donde este super team, se llevó puesto al padre de un pibito con el que no había que meterse: Jason Momoa. Este será el villano en esta entrega y debe decirse que el hábil intérprete elegirá no tomarse demasiado en serio su rol, y juguetear con cosas pocas veces vistas en la saga, con cierta perversidad y oscuridad que le ponen algo de color a su musculoso perfil. O sea, es, como la mayor parte de las últimas «rutas transitadas», una historia de venganza que viene pidiendo pista desde el pasado. En consecuencia, Vin Diesel y la banda (enorme, cada vez más grande!), se dispondrán a enfrentar tal amenaza en una serie de eventos, impresionantes. Escenas que desafían el asombro, realmente. Absurdas, pero disfrutables. De hecho, los baldes de pochoclo deberían venir con cinturón de seguridad para evitar salir disparados en ciertas tomas. O sea, exactamente la emoción que su público busca. Esta vez dirige un cineasta laborioso, Louis Leterrier («El transportador»), que sabe de cine de acción y esta vez puede darse todos los gustos en cuanto a presupuestos que no se dio en toda su carrera. Hay un desfile de nombres importantes, entre intérpretes simpáticos y otros/as más sólidos y confiables, aunque en participaciones medidas (Brie Larson, Charlize Theron, Helen Mirren, Jason Statham) que entiende su rol y lo llevan adelante con soltura. La banda de sonido es estruendosa, ganchera y livana, sintoniza perfecto con la propuesta. Creo que no vale la pena mucho preguntarse cómo fue que llegamos hasta aquí, en términos cinematográficos. No hay más nada que agregar, y todo seguirá en la misma línea, en las Fast XI, XII o los eventuales spin-off que puedan suceder. Esto es lo que hay y es honesto. No le pedimos a sus productores nada más. Y aceptamos subirnos y acelerar en cada curva, sin miedo a derrapar ni a quedarnos sin combustible. Lo cual, si lo pensamos detenidamente, no es poco.
TODO CGI No deja de llamarme la atención que, en diversas entrevistas, el director de Rápidos y furiosos X, Louis Leterrier haya remarcado que buscó que todo se sintiera más “realista” y no apelar tanto a los efectos visuales. Porque la verdad es que el CGI es el factor predominante en una película donde todo luce artificial -que no es lo mismo que artificio-, como si fuera un gran efecto especial de ciento cuarenta minutos. Es que si todo en la saga -desde las estructuras narrativas hasta los personajes- era pura superficie, eso en esta décima entrega queda muy explícito, en una experiencia ciertamente agobiante. Todo es CGI en Rápidos y furiosos X, comenzando por la trama: aparece otro villano -otro más y van- motivado por la venganza, a partir de hechos del pasado que tuvieron consecuencias inesperadas y que reformulan situaciones previas. Esta vez es Dante (Jason Momoa), el hijo de Hernán Reyes (Joaquim de Almeida), que era el antagonista de Rápidos y furiosos 5in control. Si ya el recurso había sido utilizado en Rápidos y furiosos 7, la película hace de cuenta que eso es nuevo y avanza con total arbitrariedad, forzando dilemas y conflictos. Esa artificialidad narrativa también se expresa a través de una dispersión enorme, con varias subtramas, personajes y locaciones que inflan la estructura del relato: el film podría durar tranquilamente menos de dos horas, pero en cambio supera los 140 minutos, con una gran cantidad de pasajes que sobran de forma muy patente. Pero también es CGI la puesta en escena que delinea Leterrier: en Rápidos y furiosos X no hay sensación alguna de peligro, ni vértigo ni tensión. Y eso que hay explosiones, tiroteos, choques y acrobacias por doquier: la saga vuelve a tratar de empujar los límites de destrucción, con la vocación y delicadeza de un elefante en un bazar. Sin embargo, ninguna de esas instancias de acción desatada involucra mínimamente al espectador: todo es una contemplación distanciada de un espectáculo hiperbólico que termina funcionando como un gran anestésico. No hay fisicidad alguna en el film y por eso ni siquiera peleas como la que se da entre Letty (Michelle Rodriguez) y Cipher (Charlize Theron) son mínimamente atractivas. Todo es grandote, brilloso, excesivo en Rápidos y furiosos X, pero nunca verosímil o creíble: no se trata de pedir realismo, sino de pedir aunque sea una mínima dosis de cine a una franquicia que ha tomado la posta dejada por Transformers en lo que se refiere al predominio absoluto de la artificialidad. Quizás esto se deba a que ya los mismos protagonistas de Rápidos y furiosos X son puro CGI, figuras de cera condenadas a repetir un mismo rol, un mismo conflicto, una y otra vez, secuela tras secuela. Ahí tenemos, por ejemplo, a Tej (Ludacris) y Roman (Tyrese Gibson) haciendo los mismos chistes de pareja despareja de siempre, con mínimas variaciones; a Letty limitándose a ser la chica ruda y pareja fiel; o a Deckard Shaw (Jason Statham) poniendo cara de malo con buen corazón. Y lo de Dominic Toretto (Vin Diesel superando todos los niveles posibles de inexpresividad), con su discurso familiar que atrasa por lo menos medio siglo, ya cansa hasta el más conservador. En cuanto a las incorporaciones (Daniela Melchior, Brie Larson, Alan Ritchson) tampoco aportan mucho, porque no distan de ser meros instrumentos del guión. Solo Momoa y John Cena -este último en una subtrama completamente innecesaria- se salvan, pero más que nada por una apuesta al disparate desde sus interpretaciones Rápidos y furiosos X quiere dejarnos con la boca abierta a partir de un cierre donde deja todo abierto y reincorpora a un par de figuras emblemáticas de la saga. Pero en verdad solo ratifica que no hay sensación de peligro o dramatismo en su universo totalmente artificial. Allí la muerte o la maldad no tiene valor: siempre se puede revivir en alguna de las entregas siguientes; aparecer de la nada para generar conflictos nuevos; o tener algún arco de redención porque total, al final lo que importa es la Familia. Y, por supuesto, el CGI, que es la única materialidad de una franquicia que, por más que siga cosechando millones de dólares, ha pasado a convertirse en un objeto efímero e irrelevante.