Todas las semanas se estrenan documentales argentinos en la salas de nuestro país. La mayoría tiene una salida pequeña que, con suerte, tiene un estreno simultáneo en streaming. Es posible que imaginar a los espectadores yendo al cine a ver esta película sea algo voluntarista y alejado de la realidad. Pero esos documentales siguen llegando y muchos de ellos valen la pena, como es el caso de Regreso a Coronel Vallejos, dirigido por Carlos Castro. Aunque no es una regla, los documentales cuyo centro no es el discurso político o militante suelen ser los mejores. Insisto, no es una regla, pero es como si al no hacer películas con una bajada de línea acartonada y solemne, los directores fueran capaces de conectar mejor con la historia que quieren contar y con sus personajes. Cinematográficamente suelen ser más interesantes, más entretenidos, más interesantes y, como ironía final, muchas veces pueden ser igualmente políticos. El problema no es el documental político, es el documental panfletario. El problema no es el cine documental, es el mal cine. Regreso a Coronel Vallejos es un documental como muchos temas, con muchas historias. Es un documental sobre Manuel Puig, pero también es un documental sobre General Villegas, el nombre del pueblo en el cual se crió el escritor. En sus libros La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969), el libro fue inmortalizado con el nombre de Coronel Vallejos. La película es también un documental sobre los personajes reales que todos en el pueblo vieron retratados en los personajes de ficción. El estreno de Boquitas pintadas (1973) de Leopoldo Torre Nilsson no hizo más que multiplicar el revuelo que produjo en el lugar verse retratado por su ingrato hijo pródigo. También el documental es sobre Patricia Bargeño, una bibliotecaria que luego de una tragedia personal se convirtió en admiradora y devota de Manuel Puig, a punto tal de ser llamada La viuda de Puig en el pueblo. Ella luchó para que el villano que había traicionado a los suyos se convirtiera en ciudadano ilustre y en objeto de estudio y admiración. En el siglo XXI es la cosa más natural del mundo que un pueblo admira a un escritor de semejante calidad, pero durante mucho tiempo esto no fue posible. Los motivos no eran solo por los textos de Puig, sino por su condición de homosexual, algo contrario a las ideas conservadores del lugar. El film posee buen material de archivo, bien utilizado, incluyendo al propio Manuel Puig hablando sobre su obra. Un lujo que coloca a esta película por encima del promedio de los documentales argentinos, generalmente poco ricos en estos hallazgos. Tampoco se puede dejar de pensar en El ciudadano ilustre, la película de Cohn y Duprat, con Oscar Martinez en el rol de un escritor de mucho prestigio que vuelve a su pueblo para encontrar una superficie de admiración que tapa un odio profundo hacia quien los retrato con dureza en sus libros. La diferencia es que El ciudadano ilustre es ficción y por lo tanto puede cargar sus dardos con divertida ferocidad, en un documental hacer esto sería incorrecto y falto de ética, pero el realizador lo sabe y mantiene un exacto tono sobrio y respetuoso, pero sin ser complaciente. Un escritor mundialmente famoso, una mujer que luchó por su correcta valoración mientras buscaba reinventarse a ella misma, un pueblo que se vio trastocado por haberse convertido en material de ficción, un montón de personajes ya muertos y otros que recuerdan lo que pasó. Mucho material interesante hay en Regreso a Coronel Vallejos. No hay espectador que no pueda sentirse atraído por alguno de los temas de este gran documental.
En el espacio de los relatos de ficción se refleja la realidad. General Villegas es la patria chica de Manuel Puig, el escritor, el guionista de cine, quien se fue porque se tuvo que ir y nunca más volvió. “Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a encontrarse con mi vida” – Alfredo Le Pera Hace quince años la ciudad se reconcilió con su autor, al que trataron de chismoso. Alguien que había ensuciado al pueblo, a sus habitantes y a familias respetables tras sacar a la luz cuestiones bastante incómodas que rodeaba a un sitio tranquilo considerándolo propio y de nadie más. Como dice el dicho “Pueblo chico, infierno grande”; sobre todo repudiado terriblemente por la manera de representar a la familia de Juan Carlos Etchepare, el galán de “Boquitas pintadas”. Hoy en la entrada a General Villegas encontramos un cartel enorme, el cual recibe al visitante con la cara de su ciudadano ilustre: Manuel Puig. “Regreso a Coronel Vallejos”, el documental de Carlos Castro relata la relación amor/odio entre Puig con Villegas, y su transformación de traidor a orgullo local. Una mujer parapléjica, Patricia Bargero, dueña de un pasado doloroso y enigmático, cambia su perspectiva tras un accidente automovilístico. Ahí es cuando comienza a interesarse por la historia de Puig y será el hilo conductor que construirá un puente que hizo posible la reconciliación del escritor villano al ciudadano ilustre en su tierra natal. El film toca tres puntos claves que se entrelazan: la biografía de Manuel Puig, la historia de General Villegas y la vida de Bargero, bautizada como “la viuda de Puig” por los habitantes del pueblo, generando un nexo que deriva en dicho título. Una crónica de carácter biográfico e histórico que tiene como base la fotografía, los planos fijos, además de incluir una única entrevista del escritor que jamás salió televisada. Un relato en off de Bargero une al contenido personal con la búsqueda de la reivindicación de Puig en Villegas. El espejo que Puig había montado en los villeguenses era demasiado fuerte para la época, las miserias de un pueblo: los amores escondidos y los ojos que espían por la mirilla de la puerta. Sin embargo, los tiempos han pasado y ya no quedan resentimientos. Por otra parte, la conexión que encontró Patricia en su literatura es la misma que el escritor sentía a la hora de escribir, responder a una necesidad interna muy urgente dictada justamente por esa exigencia de aclarar un problema no resuelto. “El pueblo era un western en el que había entrado, una película que había ido a ver por error. Yo, de chico, solamente respiraba dentro del cine”. En resumen, el documental retrata la soledad, los prejuicios, el desprecio. Habla del efecto que produjeron las novelas “La traición de Rita Hayworth” y “Boquitas pintadas” en un pueblo muy conservador, haciendo sentir a los lugareños traicionados y expuestos. Asimismo, sobre la relación de Puig con su pueblo natal.
No es descabellado imaginar que a partir de la publicación de textos literarios autobiográficos, las amistades o los vínculos familiares de ciertos escritores se hayan visto sacudidas. Pero se conocen pocos casos como el de Manuel Puig, a quien sus dos primeras novelas, La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969), le valieron el repudio de todo un pueblo, General Villegas, donde no las leyeron como ficciones sino como relatos históricos cargados de chimentos maliciosos sobre villeguenses notables. Hoy que el tiempo ya pasó, y que en la entrada a la ciudad hay un cartel de bienvenida con la imagen del escritor, el local Carlos Castro recorre sus calles para investigar esa tirante relación entre Villegas y su ciudadano más ilustre. Si la temática ya es de por sí atractiva, hay un detalle que enriquece al documental: su coprotagonista es una villeguense que bien podría haber sido un personaje de una novela de Puig. Se trata de Patricia Bargeño, conocida como La Viuda de Puig: un accidente automovilístico la dejó cuadripléjica y despertó su interés por el autor, quizá porque -como ella misma conjetura- a partir de ese momento se sintió tan sapo de otro pozo en ese pueblo como el pequeño Coco. La curiosidad se transformó en obsesión, al punto de que ahora vive en una de las casas en las que alguna vez vivió Puig. Además de contar su propia historia, ella es la guía turística-literaria que, con su voz y sus textos, nos muestra cuánto de Coronel Vallejos -el pueblo de las ficciones de Puig- hay o hubo en General Villegas. Completan el panorama elementos imprescindibles en un documental de este tipo, como testimonios de habitantes sobre el pueblo, el escritor y la recepción de su obra, entre los que se destacan tres señoras que también parecen salidas de una novela de Puig: té mediante, cuentan y callan. Hay también imágenes de archivo que dan una idea del Villegas de las novelas y, lo más valioso, la propia palabra del autor de El beso de la Mujer Araña, que define su vínculo con ese lugar: “Era como un western que yo había ido a ver por error, pero del que no me podía salir”.
El otro puig Sin la obsesión a cuestas de ir a buscar a General Villegas las verdades o personajes retratados en la novela de Manuel Puig Boquitas pintadas (1969), que encontrara su versión cinematográfica homónima en 1974, nada menos que bajo la dirección de Leopoldo Torre Nilsson, Carlos Castro se propone un regreso muy particular a General Villegas, su pueblo, para recuperar la figura del escritor, muy poco rescatado y respetado en vida. La relación de ese pueblo con el autor de La traición de Rita Hayworth (1968) guarda ciertas correspondencias con la paradoja de todo aquel ídolo luego defenestrado por la propia gente que lo lleva a ese pedestal. Pero también deja en claro una pregunta que no tiene respuesta, pero sí protagonistas con nombre y apellido. Una familia que sufrió la humillación por los rumores de los vecinos al encontrarlos retratados en la novela de Puig contrasta en la realidad con otros testimonios de lugareños, que dejan en claro un sinfín de anécdotas y coincidencias, aunque además queda establecida la poca simpatía y desconocimiento general del propio escritor que una vez abandonado su pueblo natal jamás regresó. El hilo conductor de este apasionante viaje se encuentra relacionado con una misteriosa mujer que recorre las calles en su silla de ruedas y para quien la obra de Puig significó una válvula de escape para su tragedia personal. Para los términos del propio documental la revelación funciona tanto en lo que a personaje se refiere pero también a la presencia ausencia, a la mirada sin cuerpo que vuelve a General Villegas con un puñado de agudas observaciones, algo de melancolía y sin intenciones oscuras, a pesar de todos los fantasmas que rodearon su ajetreada vida. Sinopsis: Coronel Vallejos es el pueblo donde Manuel Puig desarrolla la historia de sus novelas La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, basándose en General Villegas, el territorio en el que creció. Este lugar que Puig retrató con singular maestría es una postal agria de cualquier pueblo de la pampa bonaerense. En medio de este lugar asfixiante, una mujer que se desplaza en silla de ruedas, a quien llaman “la viuda de Puig”, dueña de un pasado doloroso y enigmático, construirá un puente entre Coronel Vallejos y General Villegas intentando reconciliar al lugar y al escritor.
El cine argentino cuenta sólo con dos películas que adaptan novelas de Manuel Puig: Boquitas pintadas, de Leopoldo Torre Nilsson realizada en el prolífico 1974 y Pubis Angelical de Raúl de la Torre de 1982; ambas con intervención de Puig en el guión. - Publicidad - Más tarde, en 2004, el hijo de Torre Nilsson filma Vereda tropical una película curiosa y algo olvidada que aborda esta personalidad trascendente de la cultura argentina desde la ficción y en torno a su exilio. A Puig las amenazas de la triple A lo obligaron a exiliarse primero en México, luego en Rio de Janeiro. Los últimos tiempos que pasa en esta ciudad, donde había llegado en 1980 es el recorte de tiempo que elige Torre para dar a conocer la profunda soledad e insatisfacción personal de un escritor que lo llevará finalmente a un nuevo exilio, a Cuernavaca donde morirá en 1990. Antes que un biopic sobre la obra de un escritor, Vereda tropical es una sucesión de situaciones con un hombre mendiga amor, “la literatura no me importa, lo único que me importa es el amor”. El homosexual maduro que busca jóvenes en la playa, o que se enamora perdidamente de un joven pintor de paredes, o el amante de un hombre casado. En cambio, Regreso a Coronel Vallejos, documental que se estrena este jueves y que viene con cierto recorrido por festivales, es un acercamiento a Manuel Puig escritor. Y particularmente, ya no el Puig del exilio, sino al de sus novelas centrales, el del método de escritura la observación de los personajes de su pueblo que traslada a la ficción quizás para hacer la vida algo más tolerable. La bonaerense ciudad de General Villegas, lugar de nacimiento e infancia del escritor, tiene en la entrada un gran cartel con el rostro de Puig que da la bienvenida a todo aquel que llega. Sin embargo, el entramado que devela el documental de Carlos Castro tiene que ver con el rechazo que se produjo con las dos novelas que escribe Puig en torno a la vida social y cultural de su pueblo: “La traición de Rita Hayworth” (1968) y “Boquitas pintadas” (1969). En ambas, General Villegas se transforma en un pueblo de ficción llamado Coronel Vallejos. image-2018-08-15 (4) Castro se traslada a Villegas/Vallejos y utiliza como voz narradora y como punto de vista el de Patricia Bargueño, una mujer a quien un grave accidente la deja cuadripléjica y en silla de ruedas, estudiosa y defensora de la obra de Manuel Puig, dueña actualmente de la casa donde vivió el escritor; ella guía la idea de este retrato de un Puig y que era mirado como un escritor “chismoso” que se valió de las historias del pueblo para hacer sus libros. Planos fijos de esquinas y frentes de casas del pueblo, la iglesia, el club de jubilados, la típica construcción italianizante de ciudad de la provincia de Buenos Aires, la estación de tren abandonada se recortan sobre el cielo celeste de La Pampa. El té que comparten unas señoras mientras hablan de cómo ahora sí entienden que es una película, señalando a las personas que están del otro lado de la cámara. Puig habla del cine también y el documental de Castro se aproxima así a esta relación. Aún con cierta redundancia en la descripcion del hombre que nunca volvió a su lugar natal, es muy notable el uso de una segunda voz narradora que es la del propio Puig, verdadero hallazgo esas imágenes inéditas y su voz salidas un programa de TV también inedito producido por Felisa Pinto qué explica el destino de ese documento, hoy invaluable. Castro logra hacer un catálogo completo de ese pueblo real hablando de ese pueblo ficticio que hoy ya es literatura: los que lo conocieron, los que no lo conocieron, los descendientes de aquellos que inspiraron sus novelas, el maestro de la escuela, el cura de la iglesia, los adolescentes de la escuela,. La historia está cruzada por el presente que es siempre distinto, más tolerante y más idealizante.
Historia de dos ciudades El de Castro no es un documental sobre el gran novelista argentino sino sobre la relación entre General Villegas y Coronel Vallejos, el “otro yo” ficcional que Puig creó para ambientar sus dos primeras novelas, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas. Regreso a Coronel Vallejos no es un documental sobre Manuel Puig. En cierta medida lo es sobre los lazos que el autor de El beso de la mujer araña mantuvo con su ciudad natal, General Villegas, y Villegas con él. Pero sobre todo es un documental sobre la relación entre General Villegas y Coronel Vallejos, el “otro yo” ficcional que Puig creó para ambientar sus dos primeras novelas, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas. Como se sabe, en ambos casos el autor fallecido en 1990 traspuso personas, incidentes e historias reales en avatares ficcionales fácilmente reconocibles para la gente del pueblo. Se convirtió así poco menos que en un paria villeguense, cuya sociedad lo acusaba de haber sacado a pasear los esqueletos del placard. El primer acierto de Regreso a Coronel Vallejos es, entonces, el propio título, que al confundir deliberadamente lo real y lo ficcional anticipa cristalinamente su tema y su enfoque. A Patricia Bargero la llaman “la viuda de Puig”. Nacida en la localidad de Emilio Bunge, vecina de Villegas, cuando volvía en auto de Buenos Aires un día de los 70, tras haber cursado bibliotecología, sufrió un accidente que la dejó cuadripléjica. Créase o no, en el auto Bargero llevaba su vestido de novia, ya que su casamiento estaba previsto para unos pocos días más tarde. Si no fuera una historia real podría ser la de un folletín. Algo así como el reverso del trayecto que va de Danilo Caravera, vecino de Villegas que murió de tuberculosis en los años 30, a Juan Carlos Etchepare, trágico protagonista de Boquitas pintadas, modelado sobre aquél. Más precisamente, la historia de Danilo tal como Manuel Puig la oyó de su madre o las vecinas. O sea: lo que Puig oyó de pequeño era ya, en cierta medida, una ficción, que él “no hizo más” que completar en esa obra maestra que es Boquitas pintadas. ¿Y no parecen acaso de ficción las tres vecinas que chusmean (con ironía y buena leche, cabe aclarar), sentadas a una mesa mientras toman el té? La fama internacional le ganó al resentimiento de pueblo, y Puig pasó de ser un paria a ganarse un cartel a la entrada del pueblo. Cartel que reza “General Villegas, la ciudad del escritor Manuel Puig”, otorgándole al exilado en México y Brasil condición de ciudadano ilustre. Correspondientemente, no aparece a lo largo de Regreso a Coronel Vallejos ningún vecino bilioso, sino una sucesión de aparentes admiradores. Como una película de ficción, podría considerarse a Regreso a Coronel Vallejos un film coral, con una protagonista: Patricia Bargero, que se instaló en Villegas tras conocer la obra de Manuel, y terminó comprando e instalándose en la que fue la casa familiar de los Puig, donde dicta talleres… sobre la obra de Puig. Son inestimables los fragmentos de archivo en los que puede verse al propio Puig, refiriéndose con notable precisión a las relaciones entre villeguenses y vallejenses, en el piloto de una serie televisiva en blanco y negro destinada a llamarse Identikit, que jamás salió al aire. “El pueblo era como un western. Una película que yo había ido a ver por error, y de la que no podía salir. Rechacé totalmente a General Villegas.” Para rizar el rizo que enrula ficción y realidad, una de las testimoniantes ante cámara es Nené, la maestra que es parte del triángulo amoroso de Boquitas… ¿Es ella, o de ella tomó sólo el nombre? Imposible saberlo. Sea como fuera, la señora no tiene ningún problema en haber sido eventualmente incluida en la novela. Si es que lo fue. En términos de puesta en escena es loable la hegemonía espacial que el realizador Carlos Castro pule con esmero. Con suma elegancia Castro da a todos los planos sobre los frentes de edificios villeguenses el mismo tamaño, filmándolos a una distancia ni tan lejana como la que Puig puso con su ciudad natal, ni tan cercana como la que fundó con la de su imaginación.
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“Regreso a Coronel Vallejos”, de Carlos Castro Por Marcela Barbaro Manuel Puig fusiona con maestría la literatura y el cine. No sólo se destaca por su estilo narrativo sino por su escritura visual, el perfil de sus personajes y porque el cine lo nutrió de historias. De chico, en su pueblo de General Villegas iba todas las tardes al cine con su madre. Leía mucho, era muy observador y solitario. “Mi pueblo parecía extraído de una película de western”. En sus dos primeras novelas “La traición de Rita Hayworth” y “Boquitas Pintadas”, ésta última llevada al cine por Leopoldo Torre Nilson en 1974, Coronel Vallejos da nombre al pueblo donde desarrolla sus historias. La minuciosa descripción de Vallejos es una imagen del prototipo de pueblo ubicado en la pampa bonaerense, y basado en su lugar de origen, General Villegas. Los habitantes se sintieron criticados y reflejados en esas páginas, donde se exponían sus vidas con defectos y virtudes. Nunca le perdonaron esa “traición”. Y Puig no regresó jamás a ese lugar. Regreso a Coronel Vallejos del realizador Carlos Castro (Abierto por quiebra, 2004; Alicia y John, el peronismo olvidado, 2009 y Jauretche en pantalones cortos, 2015), aborda la relación entre Villegas-Puig-Vallejos, desde donde reconstruye los vínculos que (des)unieron la imagen del escritor con sus orígenes, a partir de la publicación de las novelas. El documental no esconde su homenaje y admiración a Puig. Se lo muestra en un reportaje y escuchamos algunos audios, que lo acercan un poco más al espectador. Sin embargo, será la bibliotecaria y oriunda del lugar, Patricia Bargero, analista de la obra del autor, quien aportará un marco más literario y se volverá otra protagonista. A través de su historia personal, nos acercamos a ese pueblo de gente ofendida y resentida hacia un intelectual que ventilaba sus asuntos en público. La apodaron la “La viuda de Puig”, por ser la encargada de difundir toda la obra del escritor en escuelas y talleres literarios. Actualmente, es propietaria de la casa donde el escritor vivió con su familia. Una bella forma de reconciliarlo con la gente del lugar. Con una cámara a la altura de la silla de ruedas que moviliza a Patricia, recorremos las calles de Villegas, desde su punto de vista. Toma testimonios a distintos villeguenses, como el trío de amigas cómplices de sus secretos sentadas frente a cámara, en un plano fijo; dialoga con un amigo de la infancia de Puig; visita familiares de los personajes a los que alude Boquitas Pintadas, como el del galán Juan Carlos Etchepare; y hasta entrevista al escritor Mempo Giardinelli, quien reivindica la figura del escritor que hizo famoso a Villegas. Las imágenes de archivo, los audios y las críticas sobre la novela en los diarios locales, terminan de completar todo el material. En su recorrido por diversos festivales, la película recibió el Primer premio al documental por el Fondo Nacional de las Artes, 2017 y la Primera Mención Panorama Argentino en 4° FIDBA, 2017, entre otros reconocimientos. El primer acierto del documental, es acercarnos a la obra de éste gran escritor. En ese hurgar, el relato mantiene un ritmo parejo no sólo por el trabajo de edición, sino por la intervención reflexiva y simpática de Patricia, quien se siente una heroína de sus novelas. En Regreso a Coronel Vallejos, Castro dialoga con el pasado saldando una deuda pendiente con su lugar de origen. Al volver, da cuenta de aquellas costumbres “de pueblo chico infierno grande”, que no han cambiado demasiado. Las diferencias sociales, culturales, y políticas siguen pesando en un pueblo de raíces conservadoras, que distaba mucho del pensamiento y la formación de Puig. Recién hace quince años, se colocó un cartel con el rostro del escritor en la entrada de Villegas; un pueblo que, para muchos, inspiró dos libros maravillosos. REGRESO A CORONEL VALLEJOS Regreso a Coronel Vallejos, de Carlos Castro. Argentina, 2017. Director: Carlos Castro. Guion: Carlos Castro y Gustavo Alonso, basado en textos de Patricia Bargero. Intérpretes:Patricia Bargero, Graciela Goldchluk, Mempo Giardinelli, Felisa Pinto, Edgardo Leiva, Manolo Rodríguez, José Luis Chavarri, Raquel Piña, Marta López, Noemí Formica, Blanca Pérez y Alicia Azparren.Investigación Fílmica y Fotográfica: Patricia Bargero, Carlos Castro, Tatiana Zlatar, Silvia Quiroga .Director de Fotografía: Ignacio Izurieta. Cámara: Patricio Ramos. Edición: Leonard Cauzill. Dirección de Sonido: Nicolás Volontz.Música Original: Fernando Alonso, Manolo Rodríguez y su banda. Duración:72 minutos.
Manuel Puig nació en General Villegas, un pueblo al noroeste de la provincia de Buenos Aires, del que partió siendo aún niño. Un pueblo donde la hipocresía era moneda corriente y que el escritor tan bien supo retratar en sus dos primeras novelas La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas. Coronel Vallejos fue el nombre que Puig usó para hablar de General Villegas, el pueblo que le declaró la guerra condenándolo a un exilio permanente. En Regreso a Coronel Vallejos (2016) Carlos Castro no busca construir una biopic sobre el escritor argentino hacedor de obras como El beso de la mujer araña y nominado al Premio Nobel, sino que se propone entender la relación amor odio que unía a Puig con el pueblo que lo vio nacer. Donde aún hoy se lo recuerda como un niño solitario en un pueblo plagado de chismes. Un niño que prefería escuchar música clásica y que todas las tardes iba al cine con su madre. Un ser que se sentía el protagonista erróneo de un western fallido del que quería escapar. Patricia Bargero es una bibliotecaria que quedó hemipléjica tras un accidente en auto cuando regresaba al pueblo para casarse. Volvía con el flamante título bajo el brazo y el vestido de novia en el baúl. Ahora vive en la que fue la casa del escritor y muchos la llaman “La viuda de Puig”. Patricia será el hilo conductor en el trazado de ese puente que busca volver a unir a Puig con Villegas. Ajena a la obra del escritor local Bargero se encuentra con ella luego del accidente y nota cierta identificación con su vida, cierta oscuridad en sus personajes que no le resulta lejana. Así comenzará una suerte de campaña para demostrar que los planteos de Puig no son falsos, ni inventados, y que la hipocresía de la que hablaba en sus novelas aún sigue latente en el corazón del pueblo. Verse plasmados en el papel, dentro de una historia que los muestra desnudos, sin maquillaje, tal cual son, los deja demasiados expuestos a sus vulnerabilidades. Y eso es lo que molesta. Esa es la espina que llevan clavada en el corazón. Puig los puso frente a un espejo del que no quieren ver lo que refleja y ellos no lo perdonarán. Oriundo de General Villegas, Castro no hace una película sobre el escritor, ni sobre sus habitantes, ni sobre el pueblo, ni siquiera sobre Patricia Bargero, sino que la trabaja como una paleta de colores con la que intenta pintar un cuadro en el que todos esos elementos conectados entre sí puedan resolver las diferentes hipótesis planteadas acerca del rechazo hacia el ciudadano más ilustre del lugar. Una película sobre la hipocresía. "Mejor que no vuelva: ese será su peor castigo", decía un habitante del lugar en una nota en la revista Semana titulada “General Villegas no es como dice Puig". Y sí, nadie es profeta en su tierra..
El director Carlos Castro encontró una gran historia, la del proceso de reconciliación del pueblo natal de Manuel Puig, General Villegas (que también es el suyo) con la figura del escritor. A través de una mujer dedicada a difundir su obra, este documental, lleno de perlas entre testimonios y archivo, alternadas por las bucólicas imágenes del pueblo pampeano, cuenta la historia de la ofensa original, cuando Puig describió a su pueblo en sus dos primeras novelas, la traición de Rita Hayworth y boquitas pintadas. Y cómo ese enojo, con el tiempo, dio paso a la celebración de su Ciudadano Ilustre. Apasionante.
La excusa de recuperar ideas y conceptos sobre Puig y su obra, abren el juego para repensar la mirada sobre los otros y el rumor como impulso narrativo. Carlos Castro dirige con solvencia un recorrido sobre el pasado y el presente de un pueblo que supo darle la espalda a su hijo pródigo.
De eso sí se habla Manuel Puig cargó toda su vida con el estigma de un incomprendido. Adelantado a su época, se animó a trabajar temáticas que para ese entonces eran tabú. Lo hizo de modo despojado, con furia, y un lenguaje cercano, sentido. Esos modos le sirvieron a los circuitos más cerrados y conservadores para poder refugiarse en ellos y rechazar su obra, mientras paralelamente lograba la consagración y era nominado al Nobel de literatura. Puig, recordado por El beso de la mujer araña, es también el autor de otras dos obras célebres: La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas (llevada al cine por Leopoldo Torre Nilsson); las primeras que llevan su firma. A ambas hay algo que las une. Transcurren en el mismo pueblo ficcional, y de algún modo resultan libremente autobiográficas. Ese pueblo se llama Coronel Vallejos, y le sirve a Carlos Castro como punto de partida para Regreso a Coronel Vallejos. Puig retrata a Coronel Vallejos como un pueblo tradicionalista, conservador, cargado de prejuicios, capaz de unirse para rechazar a los habitantes que no responden a sus cánones, que esconde su tierra bajo la alfombra, y con mucho más claroscuros de los que se ven en la superficie. Coronel Vallejos es un pueblo ficticio, pero General Villegas es uno bien real, y allí nació Puig. Volveré y seré millones La idea de Carlos Castro no es realizar una biopic, ni ficcional ni documental; no. Castro parte de un conocimiento de la obra de Puig y de su figura que atravesó su vida. En todo caso, para ese propósito habrá que recurrir a Vereda tropical. A Castro le interesa hablar de Coronel Vallejos, de las realidades detrás de la ficción, y de lo influyente que puede ser el rechazo en la obra de un autor impulsado por el dolor. Puig se sintió siempre marginado en General Villegas, nunca aceptaron su condición expresada abiertamente, y se lo hicieron saber de la peor manera. El único modo que encontró Puig para expresar esa sensación de rechazo en la gente que visitaba en su rutina, fue a través de su obra. Cuando La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas se publicaron, la gente de General Villegas captó las evidentes analogías y salieron a responderle a Puig, desmintiendo todo lo que se decía en los textos… y expulsándolo del pueblo, condenándolo al exilio. Castro regresa ahora a Villegas para descubrir, a su modo, cuánto hay de verdad y de mentira sobre Vallejos/Villegas. Lo que encuentra es aún más universal. La mujer que era Puig Patricia Bargero se había recibido de bibliotecaria y regresaba a General Villegas para casarse. En el auto llevaba el título y el vestido de novia. Pero sufrió un accidente que la discapacitó de por vida. Probablemente, Puig no la hubiese escrito mejor. Sin embargo, Patricia existe, e irónicamente habita la casa que fue de Manuel Puig; no porque lo buscó: por simples coincidencias del destino. Ella ni conocía al autor. Castro la visita a ella también, y la encuentra quiérase o no envuelta en un halo de Puig. También recorre la historia de Villegas, sus vecinos, y observa que hay cosas que no cambian. Pero que quizás sea hora de que salgan a la luz. Regreso a Coronel Vallejosse destaca por una construcción cuidada que permite seguirla casi como una investigación detectivesca. Como si Castro se hubiese embebido en el espíritu de Puig, transita por esas historias de pueblo chico y lo ve todo con misterio y asombro, destapando sus miserias, luchando contra el ocultamiento. Los admiradores de la obra del autor de Pubis Angelical, no se quedarán con un retrato de su figura, sino con una recreación vívida de sus textos. Lo sentirán allí, presente, empujando al director para descubrir la realidad de lo quiso decir. ¿La justa revancha?
El documental de Carlos Castro, con la colaboración de Patricia Bargero, es una indagación en esa relación de amor y odio del gran escritor Manuel Puig con su pueblo natal Coronel Villegas que el nombraba en sus ficciones como Coronel Vallejos, un lugar donde transcurrió su infancia y al cual nunca regreso. Con el éxito de “La traición de Rita Hayworth” (l968) y “Boquitas pintadas” (l969) y especialmente con el estreno de la película homónima de Leopoldo Torre Nilsson en l974, los vecinos del lugar odiaron al autor porque se había atrevido a contar todos los secretos mejor guardados de ese pueblo. Muchas notas periodísticas recuerdan esas reacciones en su momento. Pero en este trabajo, Patricia Bargero, que ella ironiza es considerada “la viuda de Manuel Puig”, por ser una obsesiva en la compresión y difusión de su obra en Coronel Villegas, con una dura historia personal, nos guía con testimonios reveladores actuales y la visita a cada lugar, cuanto queda de resentimiento y cuanta de admiración de un pueblo que finalmente tiene a Manuel Puig como su ciudadano ilustre. Interesante, irónica, graciosa y profunda. No se la pierda.
Coronel Vallejos es el nombre del pueblo ficticio en el que Manuel Puig ambientó la trama de sus célebres novelas La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969) y es, también, una postal agria de ese rincón de la pampa bonaerense que el escritor retrató con singular maestría basándose en su íntimo conocimiento de sus vecinos de infancia y juventud en General Villegas, donde nació en 1932. Sus habitantes nunca le perdonaron la ferocidad y el desdén con la que retrató al pueblo en su obra, y por lo tanto Puig nunca regresó. El director Carlos Castro describe en este emotivo documental, a través de diálogos y de fotografías de General Villegas, cómo el Coronel Vallejos de Puig impactó en la realidad pueblerina y los conflictos del autor con quienes se creyeron retratados en sus obras.
Para contar figuradamente ciertas cositas ocurridas en General Villegas, Manuel Puig inventó el pueblo de Coronel Vallejos. Pequeña maldad del escritor, degradar a un general a la condición de coronel. Pero los villeguenses no se molestaron por ese detalle, sino porque reconocieron en sus páginas y no en actitudes edificantes- a maestras, señoras de su casa, señoritas "en edad de merecer", médicos toquetones y otras criaturas de la localidad. Además, el libro hablaba capciosamente del héroe romántico de Villegas, un muchacho pintón que murió tuberculoso como el de "Boquitas pintadas". Por él suspiraban todas las mujeres, que durante años dejaron flores y mensajes junto a su tumba. ¿Qué quedó de todo aquello? Puig solo vivió allí su infancia y nunca más volvió. Tampoco lo invitaron. Ahora Carlos Castro, documentalista, y Patricia Bargero, bibliotecaria e investigadora, ambos nativos de Villegas, graban a quienes lo conocieron, o conocieron a sus "víctimas", revisan viejos diarios, reviven noticieros de 1938 y un micro de Felisa Pinto y Paternostro protagonizado por el propio Puig, y advierten cómo la gente fue evolucionando hasta aceptarlo ahora como un hijo del cual enorgullecerse. La patria chica del maestro Antonio Carrizo abre ahora sus brazos al réprobo (¿pero lo abrazará de veras?). Buen trabajo, con recursos interesantes. Y lindo texto escrito por Bargero, cuya vida, ejemplo de superación marcado por un drama romántico, bien podría inspirar una novela.
Se sabe que para un buen documental hace falta ese personaje que deje ganas de saber más y más de la historia, un personaje tan atractivo que lo que se pretenda contar fluya por sí solo. Carlos Castro, en “Regreso a Coronel Vallejos” encuentra un potente imán en todo el mundo de la literatura de Manuel Puig pero más particularmente, en la repercusión que tuvieron sus dos primeras novelas -La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas Pintadas (1969)- en su pueblo natal. Todo General Villegas se sintió identificado, abiertamente traicionado y desnudado, expuesto en cada una de las páginas de estas novelas, repudiando fuertemente su trabajo. El interesante espejo de Coronel Vallejos en la ficción y General Villegas en la realidad, se ve potenciado mucho más aún en la voz de la narradora, Patricia Bargero, una villeguense que a raíz de un accidente, se acerca a la literatura de Puig y se compromete de forma tal que obsesionada por ese mundo literario, da talleres de lectura por las escuelas y llega a comprarse con un préstamo hipotecario una de las casas en la que Manuel Puig habitó en algún momento. Nadie la conoce por Patricia en el pueblo sino como “la viuda de Puig” y ella misma puede reírse abiertamente de ese apodo con un gran sentido del humor y de la ironía, que le permite recorrer su propia historia y encontrar muchos puntos de contacto con la figura del escritor. Carlos Castro (que conjuntamente con Gustavo Alonso escribe el guión del documental, basado en textos de la propia Bargero) acierta en una dirección clara y sencilla. No pretende imponer su mirada, sino que por el contrario facilita y alienta a que los personajes hablen por sí mismos, con la frescura y la naturalidad que los hace únicos. Y así aparecen las opiniones de tres señoras que toman el té (al mejor estilo de las abuelas de “La once” de Maite Alberdi, otro hermoso documental) y mezclan sin solución de continuidad - como lo hizo el propio pueblo en su momento-, la literatura de Puig, los ritos pueblerinos, el mundo del cine, los sucesos y entretelones, con una lucidez especial, inclusive, sobre los tiempos que corren. Imposible que no apareciese rápidamente la figura de la madre de Puig, omnipresente en su literatura y para la gran mayoría de los pueblerinos, la forastera que le llenó la cabeza de odio contra el pueblo. Para Manuel, la figura de quien lo llevaba siempre al cine, refugio personal que ha influido drásticamente sobre su obra y que el propio Puig lo describe como lugar seguro donde no era necesario cubrirse con el escudo que él siempre necesitaba para el afuera. ¿La literatura de Puig es novela o biografía? ¿Ficción o chismes con formato de literatura? ¿Autor o Cronista de lo sucedido en toda una época del pueblo? Cada uno de los habitantes de General Villegas se ve en mayor o menor medida espejado en los personajes, participan de alguna y otra manera del revuelo y el escándalo que generaron sus “Boquitas pintadas” y esos triángulos amorosos con un fuerte personaje masculino que fue un ícono, un sex symbol dentro del pueblo de las que todas estaban enamoradas. Hasta pareciera en algún punto, que hubiese una necesidad, contradictoria pero real, de encontrarse reflejados en esas páginas para sentirse inmortalizados por la pluma de Puig. Otro punto fuerte del documental es la narración en la voz particular del propio Manuel Puig (que el director inteligentemente utiliza en forma muy medida y precisa) y sus pinceladas sobre su obra y sus sentimientos, su literatura que surge de una necesidad interna urgente, una pulsión de escritura para aclarar sus propios problemas y aprovechar como protagonista a algún personaje de la vida real con el que él compartía sus problemas. Equivocados, cada uno de los habitantes de Villegas parece no haber entendido la particular mirada con la que Puig dotaba a sus personajes. Una mirada comprensiva, que no juzga ni condena en su literatura sino que apela a los datos para entender el mundo, ese micromundo del pueblo chico que genera su propio infierno. Ya lejos de las miradas escandalizadas o del prejuicio, las nuevas generaciones se acercan a Puig y lo revalorizan, dándole ese verdadero rigor y sentido literario de la pluma sofisticada y sencilla a la vez de Puig. Tan sofisticado y tan sencillo como lo que logra Carlos Castro en este hermoso documental.
Pueblo chico infierno grande, dicen unos. Mejor no hablar de ciertas cosas, dicen otros. Observar y oír a los vecinos en sus actitudes cotidianas fue la fuente principal de su inspiración. porque al célebre escritor Manuel Puig, que nació en la localidad de General Villegas, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, su infancia lo marcó para siempre, y sus dos primeras nov, "La traición de Rita Hayworth" y "Boquitas pintadas", ambas escritas al finalizar la década del `60, refieren específicamente a su pueblo natal, aunque le cambió el nombre por el de Coronel Vallejos. Aunque, como tantos otros, no fue profeta en su tierra, pero no por envidia de los vecinos, que vieron como trascendió internacionalmente, sino por revelar con hechos concretos y nombres reales situaciones no del todo agradables llevadas a cabo por los habitantes del lugar. El documental de Carlos Castro devela esta particular historia sobre la vida y obra del escritor, algunos de cuyos libros incluso fueron llevados al cine. Para llevar a cabo esta película encontró la inestimable colaboración de La Viuda (Patricia Bargero), que es cuadripléjica desde hace décadas, se maneja en una silla de ruedas a motor y es la bibliotecaria de General Villegas. Ella oficia de conductora del film ya que se especializó en estudiar a fondo, los escritos de Puig. El relato recorre la biografía poco divulgada del literato. Basándose en entrevistas a personas que lo conocieron, reforzado por antiguas imágenes fílmicas del pueblo, otras con Puig hablando a cámara, además de algunas fotos y varios recortes de diarios. Todo sustentado y guiado por Bargero, quien con su voz y actitud calma, sumado a determinados momentos donde suena una suave melodía tocada en un piano, brindan una calidez especial. El director, con un ritmo tranquilo va develando ciertas incógnitas, manteniendo siempre una uniformidad estética. Se dice que el tiempo cura todo y también perdona. Las dudas quedan flotando en el aire, porque los chismes de pueblo, que incluyen historias ciertas o imaginadas por el escritor descriptas en sus dos primeras novelas, tuvo una dispar aceptación por parte de los ciudadanos. Quedando en sus manos, la decisión de reivindicarlo o no.
El General Villegas bonaerense es el Coronel Vallejos de las novelas de Manuel Puig, LA TRAICION DE RITA HAYWORTH y BOQUITAS PINTADAS. Y es ese nombre (el ficcional) el que da título a este documental. A casi cincuenta años de la edición de dichas novelas, ese alter ego geográfico no es ningún secreto. En cierto modo, buena parte de su literatura está sostenida en los recuerdos y vivencias en Villegas del autor fallecido en México en 1990. Y en muchos de los personajes que conoció mientras vivió en esa ciudad, algunos más ficcionalizados que otros en sus textos. Está claro que, más allá del éxito y la fama del escritor, esa descripción de las intimidades del pueblo bonaerense no siempre cayó simpática a los locales, especialmente a quienes se veían bastante claramente descriptos en sus novelas y en situaciones que exponían algunos de sus secretos, secretos que Puig conoció a través de los chismes típicos de pueblo. Este documental busca investigar esa relación, muchos años después, cuando ya las tensiones han bajado pero algunas quedan. Ese niño solitario que era Manuel y que escuchaba las historias del pueblo, además de ir al cine, es el que describe Patricia Bargero, suerte de guía de este recorrido por la vida y los lugares de Puig. Bargero es una bibliotecaria hemipléjica que, tras el accidente que cambió su vida, se volvió una especialista en trazar esas conexiones entre ficción y realidad. Y es a partir de ella (quien además vive en la casa de la infancia del escritor) es que la película investiga y entrevista a familias que fueron “tocadas” por las historias de Puig, se revelan y recuerdan prohibiciones y problemas, se dejan entrever broncas aun no resueltas y se rememora a la figura del escritor en sus años mozos. Sin alejarse demasiado de modelos tradicionales del documental de archivo y entrevistas, Castro logra de todos modos hacer una pintura muy honesta y crítica de la complicada relación entre la ficción y la realidad, especialmente en los casos en los que los límites pueden llegar a ser muy finos y revelar cosas íntimas que muchos preferirían mantener en secreto.
Dirigido por Carlos Castro, escrito junto a Gustavo Alonso y basado en textos de Patricia Bargero, Regreso a Coronel Vallejos explora el pueblo de General Villegas con respecto al lugar que ocupó en las novelas de Manuel Puig y a través de la historia personal de Bargero. “Solamente respiraba dentro del cine”. De chico, Puig sentía que vivía en un western. Vivía en General Villegas, un pueblo de la pampa bonaerense cuyo paisaje es algo así como la ausencia de un paisaje, en sus propias palabras. Su amor por el cine se ve reflejado en lo que escribe y él mismo explica, en algún momento, que para escribir se nutre de él porque es todo lo que tiene. En sus novelas La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, Manuel Puig retrata personajes y rincones de un pueblo ficticio llamado Coronel Vallejos que todos supieron identificar rápidamente como General Villegas. No obstante, el hecho de que Puig se haya inspirado en su pueblo natal no es tomado como un homenaje sino que es usado para acusarlo de desparramar chismes. El documental que dirige Castro recopila testimonios de gente del lugar, de diferentes generaciones, y así deja en evidencia que hay varias maneras de leer a Puig (como a cualquier autor): están quienes aprecian su literatura por sí misma y quienes no pueden evitar tener en cuenta el contexto. Claro que el tiempo ayuda a despegarse de la carga contextual que tiene su obra y las nuevas generaciones ya no están muy embebidas de los prejuicios y resentimientos de la gente que en aquel momento se sintió tocada y llegó a pedir que nunca más volviera Puig. Es que el rechazo que sufre es tal que a la adaptación cinematográfica que realiza Leopoldo Torre Nilson de Boquitas pintadas ni siquiera se le permite proyectarse en el pueblo cuando se estrena. Castro rescata además una conferencia de prensa y una entrevista inédita a Puig que se realizó para un programa que nunca llegaría a ver la luz. Así, su propia voz se va intercalando en el relato que, de todos modos, tiene como eje principal, como guía del relato, a Patricia Bargero, una mujer que tras un accidente queda postrada en una silla de ruedas y comienza a leerlo y a sentirse atravesada por lo que lee. “El tipo se metía conmigo”, intenta explicar esa conexión que, de repente, siente con su obra, la mujer a la que luego apodarían la viuda de Puig. El documental cuenta además con una muy cuidada fotografía, con planos abiertos que retratan el no paisaje pampeano estático y las calles del pueblo durante pleno otoño, y algunos más cerrados en los hogares para describir a quienes brindan testimonios (en el fragmento en que se entrevista al descendiente de Caravera -la familia más ofendida con Boquitas pintadas– se puede apreciar el ojo cinematográfico de Castro para captar detalles; es un entrevistado discreto y bastante reacio a hablar y Castro lo retrata a través del lugar que lo rodea). No resulta necesario además informar quiénes son los que hablan a través de alguna leyenda, lo hacen ellos por sí mismos. Y la posición que decide tomar es personal pero neutral al mismo tiempo, sin emitir juicios sobre el escritor ni la gente de aquel pueblo de donde también procede el propio Castro. Como el film elige centrarse especialmente en General Villegas y en lo que concierne a Puig al respecto, que es la época más temprana de su vida, es que no se ahonda en temas como su sexualidad o militancia, apenas una persona en toda la película se atreve a pronunciar la palabra puto.
Si el tango Volver –en especial los versos sobre el temido encuentro entre pasado y presente– constituye(n) el leitmotiv de Regreso a Coronel Vallejos, bien vale definir este documental de Carlos Castro como una aventura más osada que aquéllas imaginadas por H.G. Wells a fines del siglo XIX y Robert Zemeckis y Bob Gale a fines del XX. Es que la invitación vernácula a viajar entre dos tiempos –en este caso, el ayer y el hoy– también supone un traslado atípico entre dos pueblos –uno real y su recreación literaria– y el homenaje a un autor maldito. General Villegas se llama la localidad bonaerense donde Manuel Puig nació y se crió hasta terminar la escuela primaria. Coronel Vallejos, aquélla donde el escritor ambientó sus dos primeras novelas, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas. La distancia entre uno y otro pueblo depende del grado de distinción entre realidad y ficción: así de flexible es la dimensión por la que viajamos de la mano de Castro, de su co-guionista Gustavo Alonso, de la bibliotecaria Patricia Bargero y de otros vecinos villeguenses. Puig también interviene en el documental, a partir de fragmentos de un programa de televisión que nunca se emitió. Apenas comienza el largometraje, lo vemos y oímos decir que “el paisaje de la Pampa, en realidad ausencia de todo paisaje, resulta una pantalla en blanco donde cada uno proyecta la fantasía que quiere”. La declaración catódica parece adelantar la importancia que Castro le atribuye a la subjetividad de quienes emprenden o acompañan al regreso anunciado en el título del film. El realizador convierte a Bargero, sobre todo la relación que esta bibliotecaria mantiene con (la obra de) Puig, en potente motor del vehículo que nos traslada de Coronel Vallejos a General Villegas y viceversa. Esta especialista es tan protagonista del documental como el escritor fallecido hace 28 años y como el pueblo que lo maldijo primero y reivindicó después. Entre las virtudes de Regreso a Coronel Vallejos, sobresale la lograda personificación del pueblo a partir de los testimonios de un sacerdote católico, de un pastor evangélico, de un médico, de tres vecinas mayores sentadas ante una mesa de té. Los testimonios obtenidos son tan ricos como las verdades y no tanto que se esconden detrás de gestos y silencios. Asimismo corresponde destacar el sentido homenaje a quienes cuidan nuestro patrimonio literario. Castro lo explicita antes mismo del comienzo de la película, con la dedicatoria a otra bibliotecaria villeguense –Susana Cañibano–, y hacia el final con las intervenciones del escritor e impulsor del Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, Mempo Giardinelli, y de Carlos Puig, hermano de Manuel y albacea de su obra.
Ante la oleada inconmensurable de películas del maintream argentino, necesitaba sentirme libre y burlar la obscena publicidad de algunas películas en cartel, necesitaba postrarme de manera calcina en un cine sereno, sin el estridente ruido del pochoclo mascullado con rapidez y alevosía. También deseaba sentirme conmovida por la familiaridad de las imágenes. Me dispuse entonces a emprender mi viaje cinéfilo hacia el cine Gaumont. Entrada la nochecita, horario del vermú y el copetín, me rendí ante una película en donde Manuel Puig es el protagonista de las misceláneas de un pueblo. Regreso a Coronel Vallejos de Carlos Castro, revela la contienda pueblerina ocurrida en torno a dos grandes novelas de Puig, La traición de Rita Haywort y Boquitas Pintadas. La infancia de pueblo, le sirvió al escritor para crear la fantasía literaria que conllevaría sus primeras dos novelas, los amores de zaguán y el enamoramiento del folletín, se desprenden de los días en soledad del niño “Coco” (así lo llamaban) quien pasaba sus tiempos en el cine y en alguna tertulia al que lo llevaría su madre. Castro, pone sus ojos en el chisme desventurado (y absolutamente maravilloso) que recorrió Coronel Villegas y usa de manera emotiva la voz en off de la narradora de la historia. Patricia Bargero, una erudita y una fiel seguidora de la obra de Puig describe con pesar el enojo del pueblo sobre la inspiración que haría el escritor sobre Villegas y sus habitantes. Sus palabras retumban como melodía en una película en donde se mezcla el espíritu chismoso de Villegas, la historia personal de Bargero y la construcción onírica de dos historias apasionantes emanadas de la literatura. “El pueblo decía que Echevarne era Danilo Caravera”, el gigoló de familia “bien” que lograba enamorar a tres mujeres en Boquitas Pintadas. Caravera un vecino de Villegas, al igual que el personaje de la novela de Puig había muerto de joven de tuberculosis y su belleza había fascinado a un jovencísimo Puig. El pueblo señalaba la profecía literaria del escritor como herejía, incluso Bargero cuenta con asombro la prohibición que sufriera sus libros. Castro construye una película fascinante, un puente entre Coronel Vallejos, el mito que creo Puig en sus fábulas, y General Villegas el lugar en donde supo nacer. Regreso a Coronel Vallegos es la pausa, ese reparo nesario, ante las batallas del cine mainstream. La película ademas dispara la relectura de la primera etapa de Manuel Puig, esa etapa de novela folletinezca, de historias de galanes, estrellas de cine y solteronas enamorada
(…) Que lo pases bien en la estancia, estudia inglés y trata de aprender por último, nunca al principio, la palabra “yes”, que significa… ¡sí! Usando poco ese monosílabo conquistarás al mundo y, más importante aún, asegurarás tu felicidad y la de tus padres. Siempre a tus órdenes >>María Luisa Díaz Pardo<<.* Regreso a Coronel Vallejos (2018), de Carlos Castro, indaga en el pueblo donde están ambientadas las dos primeras novelas de Manuel Puig y donde él mismo nació. El largometraje consiste en un retrato de quienes vivieron en esa época o quienes conocieron a las personas en las que se basó el autor para crear los personajes principales de esos libros. Todo esto a través de la mirada de Patricia Bargero, llamada la “viuda de Puig”, quien debido a su tardía pasión por el escritor, sirve como puente entre las imágenes del pueblo real y el literario. Así, las entrevistas se van armando de lo que recuerdan los vecinos, de lo que escuchaban sobre Puig. Y no hay certezas en esta memoria frágil, sino un asomo por afianzar los chismeríos que tanto le hicieron daño a la recepción de la novela y al autor. Esto hace que el interés por el documental tambalee. Acaso el director nos sugiera que las habladurías en torno a Puig importan tanto como lo poco que recuerdan algunas entrevistadas. Pero esta impresión es demasiado leve y lo que hace es ralentizar el ritmo del relato. Aunque el documental termina cuestionando las posturas que reducen la obra de Puig a secreteos sobre el pueblo, dedica tanto tiempo tratando tales reduccionismos que pareciera tomar partido por ellos. Muchos de los entrevistados son gente que vivió en General Villegas, y aunque dicen no haber tenido conciencia de lo narrado en las novelas, muchas de las respuestas giran en torno a esa situación. En la banda sonora hay un dejo de sentimentalismo en la vuelta a esta localidad. Por momentos sirve como contrapunto a la idea reiterativa de “pueblo chico, infierno grande”. Finalmente, no obstante, se conforma con la mirada romantizada de que siempre se vuelve al pueblo de origen. Lo más perdurable del documental es su manera de ubicar a los entrevistados en la escena. No se puede hablar de cabezas parlantes sino de cuerpos enteros que hablan en medio de algún lugar del pueblo: una plaza, un parque o la entrada de un hospital por donde pasa un habitante e interrumpe brevemente la escena. Genera curiosidad que este instante quedara registrado y fuese seleccionado para el corte final, pero ejemplifica esa idea del pueblo donde todos se conocen. Y esto hace repensar lo que vemos, ponerlo en perspectiva, si bien lo dicho por los entrevistados carece en gran medida de profundidad o, siquiera, de mucho interés. (…) Piensa en los muertos y en la posibilidad de que observen cuanto hacen los vivos. Piensa en el amigo muerto que tal vez lo esté mirando desde un lugar desconocido. Piensa en la posibilidad de que el amigo muerto note que la noticia del asesinato en vez de entristecerlo lo ha alegrado.*
NO ERA SÓLO CHISMES Y OLVIDOS Manuel Puig es uno de mis escritores favoritos. Leerlo es entrar en un universo bien argento que nos transporta a otros tiempos y lugares. Recuerdo leer El beso de la mujer araña” (1976) y que me estallara la cabeza, con esa escritura tan cinematográfica que se asemejaba a un gran montaje paralelo. Hoy me toca, varios años después, adentrarme en el universo del Puig de carne y hueso, de su historia, su pueblo, su niñez a través del documental de Carlos Castro Regreso a Coronel Vallejos, quien junto a Patricia Bargaro reconstruyen la impronta que tuvieron en el pueblo natal del escritor sus los libros y las películas basadas en ellos. Manuel Puig, “Coco” para sus amigos de la infancia, era un niño que escuchaba música clásica y leía la mayor parte del tiempo, mientras muchos de sus amigos salían a andar en bicicleta o al parque del pueblo. Ese pueblo es Coronel Villegas, ubicado al noroeste de la provincia de Buenos Aires, pero que Puig supo rebautizar como Coronel Vallejos en sus dos primeras ficciones: La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969). Entre la ficcionalidad que supo construir con su pluma, este escritor hilvanó rumores, historias y chismes de su pueblo natal como base de sus relatos. Muchos de los pueblerinos de aquel entonces supieron reconocerse, enojarse, enorgullecerse, identificarse o molestarse con el escritor, generando disputas vecinales, que relatan varios vecinos entrevistados por el documental quienes, mezclando tonalidades de testimonio y relato, contaron sus anécdotas respecto a lo que los libros generaron en el ambiente del pueblo. ¿Pueblo chico, infierno grande? Muchos de los vecinos no se animan a explicitarlo a viva voz, como sí supo hacerlo Puig en sus libros, y mucho más explícitamente Torre Nilsson con la versión cinematográfica de Boquitas pintadas (1974), estreno que permitió al pequeño pueblo experimentar algo que jamás había experimentado y que cada uno de los vecinos recuerda en sus relatos: una amenaza de bomba. El cine fue amenazado con una bomba si estrenaba la película, por lo cual no fue proyectada en su momento en el pueblo, sino que quienes quisieron verla tuvieron que trasladarse a pueblos cercanos donde sí se permitió la exhibición. Siendo fiel al primer amor de Puig, el cine, el documental va tejiendo su avance con los relatos de los vecinos, retratos de los puntos icónicos del pueblo descritos en los libros, una voz en off que cuenta el encuentro de Patricia con este escritor de su pueblo e imágenes de archivo de una entrevista inédita a Manuel Puig, quien intenta explicar el cómo y el porqué del universo que creó en sus ficciones. La voz de Patricia toma vital relevancia en este paralelismo de distintas historias que terminarán convergiendo en la figura de Puig: ella negó la importancia de este escritor como figura cultural de su pueblo hasta que un accidente en la ruta camino a Coronel Villegas la dejó paralítica. Allí su autodescubrimiento en su nueva condición, la llevó a conectar con los otros y con su historia desde otro lugar, y allí la figura de Puig fue de vital importancia para ella. Con un gran trabajo de investigación y de archivo, con bellas y estéticas imágenes de un pueblo del interior de Buenos Aires, Regreso a Coronel Vallejos nos devuelve en primer plano a una gran figura de nuestra literatura, un escritor obligado al exilio por su elección sexual y política, y quien nominado al premio Nobel de Literatura, supo construir una narrativa bien argenta, de calidad y por qué no, también polémica, que desencadenó grandes placeres en lectores asiduos y grandes disputas en su pueblo natal. ¿Pero qué figura de gran importancia no acarrea amores y odios por igual?
Coronel Vallejos es General Villegas. Sus habitantes lo saben o, al menos, lo sospechan. Una especie de alterego de un pueblo que eligió el escritor Manuel Puig para poder hablar de su tierra natal. Para inspirarse en sus historias y así crear otros mundos esquivando los reproches. Sus novelas Boquitas pintadas y La traición de Rita Hayworth, se aprovechan de eso pero, entre tantos chismes e historias, este largometraje ahora se pregunta: ¿cuánto fue inventado y cuánto real?.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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EL TIPO ESE “Viva Puig porque nos mantiene despiertos, y viva el arte porque nos mantiene vivos”, declara Patricia Bargero en plena sala del Gaumont minutos previos a la proyección de la película basada en sus textos y protagonizada por ella. Se trata de un ensayo cinematográfico que trabaja tres puntos vinculados permanentemente: la biografía de Manuel Puig- el tipo ese le decían-, la historia de General Villegas y la vida de Bargero, bautizada “la viuda de Puig” por los habitantes del pueblo; un nexo cuya máxima expresión se evidencia en el título del filme de Carlos Castro, entendido no sólo como el pasaje entre literatura y vida cotidiana –ese fue el nombre que Puig le otorgó al pueblo en sus obras La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas– sino también como homenaje a la figura del escritor y a su producción. Regreso a Coronel Vallejos se constituye en diferentes formatos técnicos y narrativos que dan cuenta de cada eje o de su mezcla. La reconstrucción biográfica e histórica tiene como base la fotografía, los planos fijos, el ojo de pez y el blanco y negro, con la excepción de una única entrevista del escritor que jamás salió televisada. La vida de Bargero está trabajada en primera persona tanto con voz directa como en off, en color y liga contenido personal con la búsqueda de la reivindicación de Puig en Villegas. Tal es el caso de la escena en la que junto a una amiga de Buenos Aires leen en una biblioteca artículos de la época que repudiaban Boquitas pintadas o cuando recorre el pueblo en su silla de ruedas. Por último, las escenas en las que aparecen tres señoras, una de las cuales conoció a Puig, que actúan como una suerte de coro de las tragedias griegas mezclado con la comedia. Es decir, que contextualizan lo que se cree/creyó o dice/dijo en el pueblo mediante la visión de sus familias o de experiencias propias y, a la vez, le imprimen ciertos rasgos cómicos o burlescos, que varían el tono general del relato. La frase de Bargero retumba en los oídos del público y se afianza en cada minuto del filme. El tipo ese vuelve a circular por su pueblo para quebrar el maleficio de aquellos que lo condenaron y convertirse en una figura de la conciencia cultural argentina. Por Brenda Caletti @117Brenn