La tristeza de ser feliz En una fiesta en una villa ubicada en una isla dos jóvenes intelectuales de personalidad diametralmente opuestos comienzan una relación que los conducirá a encontrar la pasión y la felicidad, pero también la tristeza de la languidez del amor producto del hastío y la falta de comunicación. El segundo largometraje del realizador italiano Valerio Mieli, Ricordi? (2018), es un inusual drama sobre una pareja italiana que rememora continuamente su relación para reflexionar sobre el presente, el pasado y el futuro. Él (Luca Marinelli) es un joven taciturno y apesadumbrado por sus tristes recuerdos de su infancia y su adolescencia. Ella (Linda Caridi) es una joven alegre y de gran imaginación, hija de un reconocido escultor. Rápidamente ambos docentes encuentran en el otro un componente que les faltaba. Él, la alegría esquiva, y ella, la posibilidad de apaciguar las penas que aquejan a su novio. Entre ellos comienza un vínculo en el que la complicidad y la diversión se mezclan con la felicidad de encontrar el amor correspondido y el asombro constante de adentrarse en el otro. Ricordi? narra las vicisitudes de la relación y el paso del asombro y la felicidad al fastidio y la angustia con una edición abrupta matizada por escenas sosegadas bajo las piezas de piano de Claude Debussy y Johann Sebastian Bach. Los recuerdos crean situaciones de constante remembranza que se tornan incluso alucinógenos para el espectador a partir de la vertiginosidad de la edición, creando espacios donde la memoria transmuta la significación para construir un sentido que se transforma a lo largo del tiempo. Aunque los recuerdos se centran más en él que en ella, ella es el elemento transformador del relato, la que introduce la magia en la vida del joven atormentado por sus traumas, mientras que él es un muchacho necesitado de cariño y amor, incapaz de desprenderse de sus malos recuerdos. Las actuaciones de Luca Marinelli, Linda Caridi y el elenco que los acompaña son cálidas e íntimas en un film donde los recuerdos se entremezclan con un presente que se transfigura constantemente por el pasado que lo persigue. Valerio Mieli redondea un film sobre los mecanismos de la memoria desde la dialéctica entre la tristeza y la alegría. Ambos personajes descubren nuevas perspectivas a partir de su relación, intercambiando roles, para finalmente comprender al otro y descubrir qué tan unidos están el pesimismo ensimismado con el entusiasmo ciego. Desideria Reyner realiza una gran labor en la edición que emula a la memoria como dispositivo selectivo que transforma los recuerdos. La edición logra prefigurar de esta forma la mente humana como una máquina que redefine los detalles para crear la realidad. Ricordi? es así un film sobre la búsqueda del núcleo a partir del cual las personas construimos la memoria. De a poco desfilan instantes que se pierden, escenas que parecen desvanecerse en la niebla, amores idealizados, amistades que soportan las contradicciones, y el amor como el único sentimiento capaz de correr ese eje, despertar los recuerdos apagados y construir un futuro con esperanza.
Él recuerda. Ella recuerda. Los caminos de la memoria son inesperados y esta película bucea de una manera avasallante en una historia que aparentemente es simple, pero en la complejidad del laberinto que desanda termina por desafiar al espectador.
Una historia de amor llena de encuentros y desencuentros. “Ricordi?” de Valerio Mieli. ADELANTOS, ARTE, CINE, CRITICA, DRAMA, ESTRENOS, INTERNACIONAL Él es fascinante, irónico, nostálgico. Ella está llena de vida, es inteligente, pasional y vive el momento.Cuando se encuentran, se enamoran al instante. Sólo después, creciendo uno al lado del otro, sus personalidades van evolucionando y se transforman. Por Bruno Calabrese. Valerio Mieli (Dieci Inverni) nos trae una nueva historia romántica. En este caso contada a través de recuerdos de los protagonistas. De un lado, Lui (Luca Marinelli) un ser sensible, meláncolico, que acumula recuerdos tristes de un pasado conflictivo familiar y personal. Del otro lado, Lei (Linda Caridi), una chica jovial, optimista, que no llora nunca y siempre está feliz. Ambos se conocen en una fiesta y el flechazo es instantáneo. A partir de ese momento comenzará una historia llena de sinsabores, encuentros y desencuentros entre ambos, todo en base a flashbacks de recuerdos, recientes y viejos, tristes y alegres. La maravillosa puesta en escena da inicio a la película hace que enseguida nos adentremos y empaticemos con la dupla protagonista. El recurso estético de utilizar las diferentes tonalidades lumínicas para marcar los estados de ánimo de Lui y Lei al momento de verse por primera vez es ideal para la historia que se va a contar y marca un comienzo alentador para lo que está por venir. Veremos como cada uno funciona como sostén del otro para afrontar distintas vicisitudes y salir adelante. Sobre todo él, que encuentra en Lei a la persona ideal para resignificar los recuerdos tristes del pasado y transformarlos. Para ella, Lui significa encontrarse con recuerdos tristes que tapaba con su exagerado optimismo. Como una especie de “Intensamente”, el clásico animado de Pixar, la película muestra que ambos estados de ánimos se nivelan y se ayudan mutuamente. Él se vuelve más despreocupado y ella, en cambio, más melancólica. Por lo tanto, el espectador descubrirá tantas historias de amor como puntos de vista tengan ambos protagonistas, de acuerdo a sus cambiantes estados de ánimo. A la hora de reflejar los recuerdos seguramente se nos vendrá a la memoria “Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos”. Los momentos del encuentro y sobre todo la construcción de Lui como personaje, rememora al brillante Joel Barish, interpretado magistralmente por Jim Carrey en el film de Michel Gondry. Con referencias a “El Barón Rampante” de Italo Calvino, a grandes clásicos del cine romántico como “Casablanca” , el film vaga entre la clásica historia de amor de encuentros y desencuentros con el género fantástico. Todo gracias a la variedad de posibilidades que le da al director como los recuerdos son percibidos de manera extraña por la mente. Permitiendo un sinfín de recursos metafóricos para reflejar las trampas que juega la memoria. Pero todos esos recursos se vuelven repetitivos, y lo que parece novedoso y sorpresivo, termina siendo un poco tedioso y confuso por momentos en el nudo de la película. Pero vale la pena salir de ese bache intermedio para volver a reencontrarse en el final. El emotivo y hermoso cierre, cuya música de fondo y un novedoso recurso para marcar los compases de la canción como un reflejo de la historia de amor de Lui y Lei, le da el cierre perfecto a los personajes. “Ricordi?” es una larga historia de amor, contada solo a través de recuerdos. Los que son distorsionados por los estados de ánimo, por el tiempo, por los diferentes puntos de vista de los jóvenes protagonistas. A veces reiterativo, por momentos confuso, es un viaje de dos personas a lo largo de los años: juntos y divididos, felices, infelices, enamorados entre ellos, de otros, vistos en un solo flujo de colores y emociones. PUNTAJE: 80/100.
Mi pasado me condena “El recuerdo miente, hace bonitas cosas que eran horribles. De lo contrario la vida sería insoportable”. Es el inicio de Ricordi? (2018), película de Valerio Mieli, y el comienzo de la historia de amor entre Lui (Luca Marinelli) y Lei (Linda Caridi). Con ese diálogo se conocen y plantean el núcleo de la trama. Pero aquello que anuncia una interesante reflexión sobre el paso del tiempo, rápidamente se convierte en la cáscara innovadora de una típica película romántica. Lui (Luca Marinelli) es depresivo y melancólico. Su mirada triste supone un halo de misterio que se vuelve interesante para Lei (Linda Caridi), planteada como su contracara. Alegre, vivaz, siempre dispuesta a encontrar la mitad medio llena del vaso. Pero el dolor existencial de él arrastra la relación a una oscuridad que le impide disfrutar del presente y vivir anclado a un pasado que inevitablemente no volverá. La propuesta nos trae a la mente otras películas que han trabajado el paso del tiempo, como la edulcorada visión de Federico Fellini en Amarcord (1973) sobre su pueblo, o el cuento de Jorge Luis Borges Funes el memorioso. Porque el tema en el film surge de su construcción a retazos, fragmentos del pasado que se conectan y desconectan con el presente de los personajes. En ese aspecto el film con mayores puntos de contacto es El año pasado en Marienbad (L'Année dernière à Marienbad, 1962) de Alain Resnais, el clásico en el que una pareja recordaba su pasado feliz desde un presente gris. Sucede que Ricordi? lejos de reflexionar sobre los recuerdos y la elaboración que la mente humana puede hacer al respecto, se limita a utilizarlos de base para actualizar el clásico relato amoroso. La pareja que se conoce, enamora, van a vivir juntos para luego entrar en crisis, separarse y volverse a reconquistar, es harto conocida por todos. Para renovar la puesta el director Valerio Mieli apela al orden aleatorio de los acontecimientos: el antes y el después se conecta y desconecta según el estado emocional que la relación atraviesa. Este recurso es presentado con una atractiva puesta sensorial. Por momentos la historia mdidfica la versión del mismo hecho según sea recordado por uno u otro personaje con diferencia de colores y matices. Los tintes surrealistas, de ensoñacion en la elaboración de los recuerdos, hacen lo mejor de la propuesta. Su energía visual es indiscutible. Sin embargo, el tema daba para profundizar en el asunto, trabajarlo desde el existencialismo y la configuración de la identidad, cuestiones que están en la película pero desdibujadas debajo del formato del drama romántico. Como si el director no confiara en su propia búsqueda y necesite anclarla en lugares comunes para llegar a buen puerto.
Habría que celebrar que llegue a la Argentina una película italiana, dado que es inusual el estreno de films que no provengan de Hollywood en nuestra cartelera. Se sabe que la tradición cinematográfica de Italia es riquísima, y Ricordi? está a la altura de las circunstancias. Retomando un tópico muy transitado -el derrotero de una relación amorosa, desde la fascinación inicial hasta la angustiante ruptura-, Valerio Mieli consigue un resultado muy original. Pone a funcionar la cámara como un lápiz bien afilado que dibuja la exaltación, la tristeza y la inestabilidad de los personajes en un cuadro deslumbrante, caracterizado tanto por la belleza como por la abstracción. Incorpora referencias literarias y pictóricas, en diálogo con un relato que viaja con mucha fluidez en el tiempo, reflejando el mundo interior de los protagonistas más que alguna verdad probada, y prescindiendo de la voz en off, un recurso frecuente en las estructuras narrativas que revisitan el pasado. Suele ocurrir que aquello que muchos cineastas entienden por poético termina siendo cursi, solemne o preciosista. Ricordi? juega al límite en ese sentido y sale indemne. Se apoya en un formidable trabajo de fotografía, una edición muy imaginativa, la complicidad de un elenco reducido y muy sobrio, y una banda sonora exquisita que agrega matices sin subrayar.
Sobre el final de Ricordi?, segunda película de Valerio Mieli a ya casi una década de haber debutado con Dieci inverni, alguien se pregunta “¿adónde van esas memorias olvidadas?”. El cineasta italiano construyó su película en base a la fragilidad de los recuerdos. Ricordi? busca rememorar la historia de amor de una pareja, con sus idas y vueltas, a partir de cómo experimentó el romance cada uno de ellos. Mieli busca la identificación del espectador de entrada, al arrancar con la pareja contando, cada uno con su propio punto de vista que cambia los hechos, cómo fue que se conocieron. Esa sensación de haber vivido ese mismo momento que tiene cualquiera que alguna vez contó cómo conoció a su pareja se potencia con la decisión del cineasta de sacarle el nombre a sus personajes protagonistas. Para Mieli, él es Él (Lui, en italiano) y ella es Ella (Lei), interpretados con pericia por Luca Marinelli y Linda Caridi, en uno de los tantos juegos que el director le propone al público a lo largo de Ricordi?. El cineasta apuesta por una narración sensorial, que se aleja de las convenciones cronológicas, y cuenta los hechos a partir de las emociones de los protagonistas. Milei le da pistas al espectador, perdido en medio del laberinto emocional del filme, y busca ubicarlo en espacio y tiempo a partir de los vistosos cambios en el tono de la paleta de colores elegida para escenarios, vestuario e iluminación. El cineasta se divierte y da algunas pistas sobre los problemas de memoria de sus protagonistas, que confunden citas cinéfilas de Casablanca y Una Eva y dos Adanes, mientras el director da algún indicio sobre qué les depara el futuro a los protagonistas. Mieli reflexiona sobre la nostalgia y cómo el paso del tiempo cambia la percepción de los hechos. El director tiene más preguntas que respuestas sobre estas cuestiones que atraviesan toda la película y la hacen emocionante hasta ese final memorable donde las notas de un piano se entrelazan en pantalla y toman la forma de la sinapsis neuronal necesaria para generar recuerdos.
Ricordi? es una coproducción ítalo-francesa ganadora del Premio del público en el Festival de Venecia. Este es un film poético que nos invita a vivir una historia de amor a través de los recuerdos conscientes de sus protagonistas. De allí su nombre, haciendo alusión a la pregunta «¿Te acuerdas?». De esta manera, el relato avanza mientras se entretejen los espacios y tiempos de ambos personajes, teñidos según sus diferentes estados de ánimo, y abarcando la historia desde su primer encuentro hasta la resolución de la relación. El tratamiento del espacio-tiempo es lo más importante de la película en relación a lo formal. El mismo se enlaza sensorialmente a través de un presente, que servirá como guía, donde las memorias irán dominando la escena hasta adueñarse del film por completo generando un código. De esta forma lo onírico irá creciendo en el relato, pero jamás nos sentiremos perdidos como espectadores, ya que el trabajo de montaje de Ricordi? es impecable, a pesar de no seguir un orden cronológico. Las percepciones, trabajadas desde la imagen y el sonido, nos abrirán a conocer a las personas desde su lugar más íntimo, su pensamiento emocional. Lo curioso de esta historia es que ninguno de sus protagonistas está identificado con un nombre propio pero sí con una emoción: él es triste y melancólico y ella, alegre. Desde esas dos simples etiquetas, el director programa un tono del film que irá haciendo mutar lo que vemos y oímos, tratando de atravesarlas con ayuda de los cinco sentidos. Por ejemplo, para idealizar o desvalorizar un recuerdo según sus sentimientos, hace uso de compositores clásicos o aísla sonidos para resaltar uno en particular, respectivamente. Incluso, hay una escena donde su protagonista ingresa a un local de esencias y empieza a olerlas en busca de una fragancia particular; de esta forma, el realizador introduce al olfato como disparador de recuerdos y nos hace oler desde el cine. Para generar estos viajes sensoriales, el director utiliza una estructura fragmentada que nos invita a reflexionar si somos lo que vivimos, y sostiene en ella que un presente no es sin su pasado, que a la vez es cimentado por las emociones del momento. Estas costuras, que se ven y se oyen en pantalla por cortes directos, convierten al pasado en un nuevo presente, generando que esos recuerdos, convertidos en cicatrices emocionales, se carguen de nuevas perspectivas con el poder de modificar ese pasado tal cual fue recordado desde una mirada más adulta. Esta creación de espacios y tiempos, sumada al de la proyección junto con el del espectador, nos conduce a un sinfín de no lugares, físicos y surrealistas, que el director construye con el solo propósito de hacernos habitar un abstracto, lográndolo.
CONTINUUM HIPNOTIZADOR Se conocieron en una fiesta llena de gente, flores, comida y montones de luces brillantes de todos los tamaños. Él tenía puesta una camisa blanca, pantalón y una camperita negra, mientras ella estaba sentada en una silla huevo mecedora con barras finas que le daban la apariencia de jaula. Llevaba un vestido blanco con tiras muy finas cruzadas en la espalda y el pelo recogido en una trenza de lado. Hablaron de la infancia, de algún recuerdo triste, se sonrieron cómplices y enseguida se enamoraron. Pero, tal vez, el festejo en la isla no presentaba un aspecto tan alegre y vivo con numerosos invitados envueltos en charlas, canapés y alcohol, sino personas aisladas en una atmósfera tenue con pocas lámparas y la luz de la luna. Él lucía una remera verde esmeralda oscuro que destacaba el color de sus ojos y ella un vestido rojo apagado con media colita y el flequillo rebajado hacia la derecha. Conversaron con un dejo de melancolía pero algo los había conectado de inmediato, incluso, en medio de la soledad. Dos miradas radicalmente opuestas y, sin embargo, posibles de ese primer encuentro. Las evocaciones de ambos atravesadas por el paso del tiempo, la manipulación personal, los estados de ánimo y las formas de concebir al mundo. Un entretejido poético fundado en lo etéreo, el contraste de colores y sentimientos, los cambios producidos por el lazo mutuo, la fugacidad del presente y un pasado que se cuela sin aviso en los espacios, la música, los objetos – la boina tejida es el ejemplo por excelencia– y hasta los aromas que generan pérdidas de estabilidad emocional. La segunda película de Valerio Mieli coquetea con el mundo onírico y con el delgado límite entre lugares reconocibles –cada rincón de la casa de él abordada en tres instancias temporales bien diferenciadas, el campamento o el taller de esculturas– y los no lugares ligados puramente con la naturaleza como el bosque, la playa o la isla. El pasaje de un recuerdo a otro genera un estado de hipnosis del deleite, incluso, en aquellos que devienen traumas o dolores profundos que circulan en un ritmo casi mágico entre la belleza, las contradicciones y los titubeos. De igual modo, esa fluidez vaporosa contribuye a la idea de un modelo viable sobre las múltiples etapas en la historia de amor de una pareja. El director no les da un nombre, edad o familias con particularidades determinadas, los sitios tampoco definen un país específico y si bien sucede en una época actual contiene elementos tan sutiles que le imprimen cierta libertad. Todo se construye mediante recortes modificados de lo que se cree que ocurrió y en momentos emocionales diversos en pos de evidenciar cómo cada revisión singular –y en conjunto– altera, intercambia, adorna, selecciona o deforma la memoria. Un viaje permanente para entender el ahora, la personalidad, las acciones pero también como refugio de los tesoros más sagrados, más allá, de las variaciones. El montaje, entonces, actúa como el nivel superador que revela dichos mecanismos. Desideria Rayner se apoya en la oscilación continua, en la plasticidad de las imágenes, en cierto estado incorpóreo y en la ilusión para producir una cadencia armoniosa con los destellos característicos de los protagonistas y sus asociaciones favoreciendo al diálogo sensorial en lugar de voces en off, textos o explicaciones. Las escenas de la joven se impregnan de colores vibrantes como amarillos, naranjas, verdes o estampados de flores, con gestos dulces que buscan el deleite en las pequeñas cosas. Una piel libre y en sintonía con la naturaleza como pies descalzos, rastros de hojas en el cabello, la desnudez, los rayos de sol o la arena que se cuela en cada parte del cuerpo. El placer del instante, de ese momento irrepetible del hoy. Él, por el contrario, necesita revolver con frecuencia el pasado perturbador y doloroso, como si representara un romántico de siglos anteriores. Por eso, se reflejan tonos oscuros o apagados como negros, azules o marrones y escenarios cargados de niebla, hielo o humo. Incluso, los paisajes al aire libre se envuelven en un clima de melancolía y soledad como ese baño termal o los juegos en la colonia. La única excepción parece ser la chica pelirroja que surge como un espejismo del primer amor; una sensación palpitante que hasta aparenta fantasía infantil. Pero, a medida que avanza Ricordi?, la pasión por la vida se tiñe de nostalgia y desánimo contagiando los fragmentos de ambos. El agobio y la bruma se intercalan en las remembranzas de ella, mientras que destellos de luz y cierta perspectiva de felicidad brotan en las invocaciones de él, sobre todo aquellas vinculadas con la familia. Las facciones cambian como los peinados y los cuerpos ya no se reconocen en el goce, sino como repeticiones gastadas de un círculo monótono e infinito. “El recuerdo miente, hace bonitas las cosas que no lo eran porque si no la vida sería imposible”, sentencia desolado. Mieli y Rayner se apropian de esa clave de lectura para combinar escenarios, gestos, reconstrucciones y emociones virtuales en cada recuerdo hasta llevarlas a otro nivel, a uno asociado con la poética de la imagen y el placer multisensorial tanto de los protagonistas como de los espectadores. Un juego que revela fragmentos del funcionamiento de la mente mientras invita a un estadio de ensueño actualizado mediante la belleza, el desgarro, la incertidumbre, la discordancia y la posibilidad como pilares contenedores de los relatos atesorados. Por Brenda Caletti @117Brenn
Escrita y dirigida por Valerio Mieli esta película es singular por la manera de contar una historia de amor, desde los distintos puntos de vista de sus protagonistas, jugando permanentemente con los caprichos de la memoria, saltando de un tiempo a otro, de lo que quedó registrado en la mente de ella, de lo que marca el destino de él. Y en esta incursión a los recuerdos se plantean de manera inteligente y sensible cuánto hay de azaroso en la convocatoria de nuestras vivencias a partir de un hecho fortuito. Pero también hasta que punto podemos influir, manipular, deformar esos momentos de nuestra propia vida influidos por el presente al convocarlos. Cuanto de esa pesadumbre, tristeza, depresión de el al comienzo de la relación “contamina” esa mirada optimista, ideal de ella. Cuanto de la magia quebrada entre los amantes es reparable o no. Muchos interrogantes en un planteo riesgoso, resuelto con un enorme trabajo de edición, pero por sobre todo por las ideas claras y profundas de un creador que sorprende con lo arriesgado de su elección y gratifica con el resultado. Cuenta con dos actores de gran química en conjunto y una ductilidad que permite crear buenos climas, escapándole al cliché de imágenes publicitarias vacías. Linda Caridi y Luca Marinelli pasan por todas las etapas de enamoramiento, la ruptura, las torturas de los recuerdos, lo que pudo ser y es. Un film que desafía al espectador que debe permanecer atento al hilo de dos destinos que se bifurcan.
Para entrar en el código del muy buen filme de Valerio Mieli, "Ricordi?", y salir fortalecido, hay que imaginarse un rompecabezas de miles de fichas. Entonces hay que arremangarse, acomodarse en la butaca, llenarse de paciencia y saber ubicar las principales imágenes en su lugar, aunque nos lleve algunos bostezos. Y una vez visualizado el todo, entenderemos hacia adónde apunta este prolífico director y empezaremos a disfrutar. Lo que en sus primeros minutos nos llenó de dudas, con el correr de las escenas se despeja, y aunque no nos importe el hacia dónde, se disfruta el viaje porque es imposible no sentirse identificado y poner en la historia de la película, la nuestra. El (Luca Marinelli) y ella (Linda Caridi) se conocen en una fiesta donde la vida parece pasar por otro lado. El es el exponente del hombre depresivo, que no disfruta de nada porque después lamentará ese momento de alegría; mientras ella es todo lo contrario, carece de nostalgia porque la vida -afirma- es el presente. Y en este encuentro inicial y de latente enamoramiento se da uno de los diálogos tal vez más destacados de los últimos años en lo que respecta al cine moderno. El vomita: "El recuerdo miente, hace bonitas las cosas que no lo eran. En caso contrario, la vida sería insoportable". A lo que ella le retruca: "No creo que sea el recuerdo el que embellece las cosas. Eran ya bonitas y quizás nos damos cuenta con el tiempo porque en el durante no estábamos atentos". COMPLEMENTARIOS "Ricordi?" cuenta la efervescencia y el apogeo de una pareja de jóvenes disímiles entre sí, pero complementarios. Todo se narra con los recuerdos de él, entonces el flashback se vuelve un recurso constante. Al comienzo, una explicación antecede a la anécdota en cuestión, pero con el ejercicio vivo de las situaciones, los tiempos bailan una anárquica danza, que nunca nos confunde por un montaje, una fotografía, una musicalización y una edición que rozan la perfección. Y esos rincones de la casa que hoy habitan vacíos, superponen a personas que el calendario dejó atrás. Un altillo, un freezer, una playa y hasta una pileta de natación, todos espacios que juegan con los que están y supieron estar. Como si ninguno de nosotros pasara por algún bar de Buenos Aires y no se viera compartiendo un café con aquella persona que hoy ya no está. Valerio Mieli, con su filme, nos perfora directamente la mente y nos cuenta al unísono dos historias: la suya y la nuestra. Para un recuadro, la visita de él a una perfumería, para demostrar lo bajo que se puede caer cuando uno disfruta de ser masoquista. "Ricordi?" es una obra de arte en toda su dimensión. Y como tal, para alcanzar la certeza de su impacto y belleza hay que manejar su lenguaje. El de la melancolía, según él, y el de la realidad, según ella.
Una historia de amor como cualquier otra pero contada de una manera original, fragmentada y con dos perspectivas distintas. Eso es lo que propone Valerio Mieli en su segunda película como guionista y director. Dos personajes, un hombre y una mujer, que se conocen y se enamoran. Pero ambos son muy diferentes: ella es optimista y encuentra felicidad en cada momento, él es pesimista y ve todo oscuro. Así logran complementarse y armar una historia de amor que construyen a través de los recuerdos, los recuerdos que cada uno tiene. Recuerdos que pueden ser diferentes y que están impregnados del tiempo que pasó, de lo que uno vivió después y del estado emocional en que uno se encuentra en el momento de recordar. Entonces no hay una sola verdad (ni una sola historia). El film está narrado por muchas escenas que parecen casi videocliperas, con escenas fragmentadas y tiempos que se intercalan. La música está además muy presente en todo momento para acentuar esos tonos que van de lo enigmático a lo más romántico. Los podremos ver ilusionados, enamorados, tristes, peleados, reconciliados, separados. Todo lo que puede pasar entre dos personas que apuestan a una relación que, como todas, nunca sabemos si puede funcionar o cómo lograrlo. En el medio se reflexiona mucho sobre la importancia y corporeidad del recuerdo. Con momentos hermosos como aquel en el que el protagonista huele perfumes y cada uno lo va transportando a una situación o personaje distinto. O el momento en que también él regresa a un lugar donde de adolescente vivió algo con una joven con la que al reencontrarse se enfrenta a que los recuerdos de ella sobre esa época juntos son muy distintos, mucho menos relevantes. Los protagonistas Luca Marinelli y Linda Caridi logran cada uno interpretar con mucha solidez a sus personajes. Mieli narra su historia con un tono siempre melancólico, con pocos momentos de humor o frescura. Casi como si uno pudiera anticiparse al final. Sin embargo, la resolución desentona con todo lo propuesto anteriormente. Otro problema del film es que en sus menos de dos horas de duración no tarda en tornarse repetitivo. Esas idas y vueltas y juegos con el tiempo y la memoria que en un principio resultan atractivos pueden rozar el tedio en esta especie de collage hecho de recuerdos. Historias de amor hay muchas y sin embargo todas se les parecen. Valerio Mieli entendió que lo que importaba no era qué iba a contar, sino el cómo. Y “Ricordi?” podrá rememorar a otras películas que también han tratado de contar una historia de amor de un modo más realista y menos idealista y al mismo tiempo consigue un estilo propio. Porque al fin y al cabo la historia de amor es la excusa que utiliza para desmenuzar la idea de recuerdo, de cómo cada uno construye su memoria y, a la larga, su propia historia.
Los libros de la buena memoria Valerio Mieli presenta Ricordi?, una delicada película sobre la memoria, exhibida a partir de distintos recuerdos de una historia de amor. Así, uno de los personajes admite que “El recuerdo miente, hace bonitas las cosas que no lo eran porque si no la vida sería insoportable”. ¿La nostalgia convierte todos los recuerdos en bellos? Con esta pregunta, Mieli nos adentra en Ricordi?, una película en la que se cuenta, de principio a fin, una historia de amor a través de los recuerdos de los protagonistas. En sus 106 minutos, expone imágenes, sin orden cronológico, jugando entre pasado, presente y futuro, los recuerdos de él (Luca Marinelli) y de ella (Linda Caridi), como flashes en la memoria de cada uno, un emotivo viaje a sus psiquis. Dicho así, parecería una película difícil de comprender, pero no dejan de ser eternas evocaciones a la historia de amor que tuvieron y cómo llegaron al presente. También se mezclan las remembranzas de Marco (Giovanni Anzaldo), amigo de la infancia de él, y los de la “ragazza rossa” (Camilla Diana), aquella pelirroja deseada por el protagonista en su juventud. Los protagonistas se conocen, se enamoran y comienzan a vivir una vida juntos. La historia comienza con la fiesta en donde se conocieron, ella la recuerda colorida, con colores alegres y música sonando; él, en cambio, todo triste y gris. Dos miradas radicalmente opuestas, pero ambas posibles. Ella encarna la alegría, sin pasado que lamentar, sin malos recuerdos de la infancia, entusiasta y con una sonrisa permanente. Por el contrario, él es un hombre atormentado por su pasado, pesimista y melancólico. Con el tiempo, los roles van mutando. Ella se vuelve intolerante y dubitativa; él un poco más esperanzado y poniendo algo de luz a su visión de las cosas. Pero ya es tarde. Coqueteando con lo onírico constantemente, se muestra como los humanos exageramos, poniendo en un pedestal algunos bellos recuerdos, como para enviar a los subsuelos del infierno los más desagradables. En el medio, la manipulación, las formas de ver el mundo, las diferencias de opinión y la personalidad de cada uno, atraviesan por completo esos recuerdos, completamente subjetivos. Es de destacar que los protagonistas no tienen nombre ni edad, la historia podría ubicarse en cualquier época y en cualquier lugar del mundo. Todo vale en esos recortes nostálgicos de lo que parece haber ocurrido para uno o para otro. Escrita y dirigida por Valerio Mieli, quien hace casi 10 años también tuvo esta doble función en Dieci inverni (2009), este es su segundo largometraje, luego de muchos años de investigación sobre la complejidad de la memoria. Desideria Rayner (La città ideale, 2012 y Tito e gli alieni, 2017) es la encargada del excelso montaje, minucioso al extremo, exhibiendo los mecanismos de la memoria de manera que la historia sea comprensible. La edición, música, iluminación y ambientación amalgaman, de forma única, las escenas para orientar al espectador en todo momento, a partir de sensaciones, colores, aromas, sin necesidad de explicaciones redundantes. Encuadrada como una simple historia de amor, es una obra compleja donde convergen puntos de vista de manera filosófica. Una película existencialista que puede ser comparada (¿por qué no?) con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004) por la intensidad de esos recuerdos trastocados por todo tipo de factores. La poesía de las imágenes que trascienden lo puramente visual para generar profundas sensaciones invita al espectador a disfrutar de cada plano único, a emocionarse hasta las lágrimas con los recuerdos románticos, y algunos desgarradores, todo a través de la belleza del relato. Ricordi? es una película que traspasa fronteras a partir de la delicada narrativa y las excelentes interpretaciones, logrando un éxito en el cine italiano actual, que vale la pena disfrutar y reflexionar acerca de los grandes amores, la nostalgia y la subjetividad de la memoria.
Parlami d'amore El realizador de "Dieci inverni" narra ahora un amor de pareja atravesado por los vaivenes del paso del tiempo y la persistencia de los recuerdos como denso bagaje del presente. Dos fuerzas motrices impulsan Ricordi?, segundo largometraje del romano Valerio Mieli: un amor de pareja atravesado por los vaivenes del paso del tiempo y la persistencia de los recuerdos como denso bagaje del presente. Mieli ya había tocado temas similares en su ópera prima de 2009, Dieci inverni, en la cual sus jóvenes protagonistas se conocían, distanciaban y reencontraban varias veces en un lapso de diez años. En Ricordi? la dupla central pierde sus nombres propios, como si en esos “Lui” y “Lei” –interpretados por los fotogénicos Luca Marinelli y Linda Caridi– el guionista y realizador quisiera alcanzar cierta universalidad. La apelación a la “fotogenia” no es circunstancial ni caprichosa: la primera escena, con sus ralentis de copos de nieve con fondo de figuras humanas fuera de foco y sus superficies suntuosamente iluminadas, preludian una película marcada por cierto ideal de “belleza” fotográfica. El concepto de la memoria como sostén de la identidad humana también se anticipa en esos primeros segundos: al frío de la nieve le sigue el calor –unas sandalias de cuero y un grupo de bañistas en una piscina–, la adultez convive con la pubertad y el presente de una fiesta al aire libre es duplicado, como si se tratara de un espejo mental, por otro evento similar, en ese mismo espacio pero en otro tiempo. De allí en más, la relación de Él y Ella a través del tiempo será descrita de manera poco convencional: en lugar de optar por la cronología biológica como pulso narrativo, Mieli cruza temporalidades y puntos de vista constantemente, partiendo de un concepto emotivo, sensorial, más que causal en un sentido estricto. El montaje –deudor, por momentos, de los experimentos formales del último Terrence Malick– recorre los altos y bajos del vínculo entre los amantes: el enamoramiento, la pasión, la convivencia, los primeros conflictos, la separación, los retornos, aunque no necesariamente en ese orden. La obsesión por evitar una estructura más convencional le juega malas pasadas, perdiéndose a veces en una repetición de temas y signos que terminan ahogándose en la redundancia. No ayuda la construcción del personaje masculino, suerte de alma en constante pena, ahogado por funestos recuerdos del futuro, un romántico en el sentido más literario de la palabra (su visita a una noviecita de la infancia no hace más que reforzar esa idealización algo infantil del protagonista). En otras instancias, Ricordi? logra rozar una cuerda sensible, manifestación artística de esos anhelos inalcanzables que un film como Con ánimo de amar, de Wong Kar-Wai, había logrado retratar de una manera mucho más potente, diáfana y, paradójicamente, misteriosa. Punto para Ricordi?: el romanticismo es esencialmente melancólico y tal vez el gran tema aquí no sea el del amor como destino final sino como eterno tránsito.
Ella y Él: Reflexiones sobre la memoria y los sentimientos en un universo cerrado Los recuerdos que pueden tener una persona no siempre son fidedignos. El paso del tiempo también hace su trabajo y los modifican. Además, depende mucho de la mentalidad, el carácter y la personalidad de cada uno que suele distorsionar los hechos, fuesen buenos o malos, como para terminar creyendo que lo vivido en su momento resultó ser del modo que se acuerdan y no de la forma que sucedió realmente. Sobre la memoria y sentimientos vinculados al amor es que el director Valerio Mieli reflexiona con este largometraje coproducido entre Italia y Francia. Para contar la historia de un universo cerrado el realizador se vale de dos herramientas fundamentales, el flashback reiterado, compaginado con precisión para no cometer errores temporales, y el trabajo actoral de la pareja protagónica que vuelca toda la expresividad en la pantalla sin tapujos en pos de ser creíbles con sus actuaciones, donde lo que prevalece es la sensibilidad, el romanticismo, los climas y la intimidad, abordada con la máxima profundidad posible que se puede transmitir en un film. Sobre estos pilares se sostiene una historia de amor entre un hombre y una mujer que no tienen nombre, porque no es lo importante, son simplemente ella y él. Lei (Linda Caridi) y Lui (Luca Marinelli) un par de jóvenes que se conoce una noche en una isla y son tan distintos que se complementan. Él es melancólico y triste, pero no depresivo. Su memoria está poblada de fantasmas que empañaron su infancia. Ella es todo lo contrario, alegre, optimista, siempre feliz. Pero el idilio alguna vez tiene que terminar. El encantamiento inicial, molesta. El pasado de cada uno conspira contra el futuro de ambos. Los vaivenes emocionales son más fuertes que el amor. Mientras, de tanto en tanto, recorren con sus pensamientos, y también físicamente, los lugares y las acciones que les marcaron la vida. Durante el relato Valerio Mieli juega mucho con los planos sonoros. Del sonido ambiente y los diálogos pasa abruptamente al silencio absoluto, y luego retorna al estado anterior. Lo mismo hace con el foco, que no lo mantiene siempre, sino que le gusta mucho desenfocar a los personajes, asimismo utiliza la cámara en mano para estar muy cerca de los intérpretes. Estos detalles artísticos y técnicos completan el concepto estético y narrativo para poder llevar a cabo una obra que puede llegar a confundir por los viajes al pasado y el retorno al presente, los encuentros y desencuentros, pero que es fácilmente comprensible. Los que no entendieron del todo fueron Lei y Lui, que priorizaron sus intereses personales por sobre la pareja hasta que fue demasiado tarde para repararlo.
Lo onírico o lo hiperrealista, el estilo de cada imagen, refleja lo que sucede dentro de sus criaturas. La historia de una pareja como millones de parejas, que se ama, se desama, ama a otros, crece, madura, se alegra o se oscurece. Lo interesante no es lo que se narra, sino cómo: podemos decir que el verdadero tema de la película, desde el propio título, es cómo creamos los recuerdos, cómo es que tenemos presente –perdón la paradoja– el pasado. Mieli lo hace con una gran cantidad de recursos visuales que jamás aparecen de manera gratuita. Lo onírico o lo hiperrealista, el estilo de cada imagen, refleja lo que sucede dentro de sus criaturas.
El director italiano Valerio Mieli ubicó su ópera prima “Ricordi?” en un cruce entre el clima onírico de Terrence Malik en “El árbol de la vida”, la experimentación de la Nouvelle Vague y el intimismo de Richard Linklater en el díptico “Antes del amanecer”-”Antes de la medianoche”. “Ricordi?” es ante todo un riguroso trabajo de montaje de los retazos de memoria, real o editada y embellecida por el tiempo, que van formando la trama de esta historia de amor, desamor, conflictos y reencuentros, tanto entre los dos protagonistas como los que evocan el pasado y funcionan como justificativo de decisiones, reacciones y personalidades más o menos taciturnas, complejas o simples. Mieli altera permanentemente el marco temporal de esta historia de amor con una puesta en escena y una dirección de arte que recorre treinta años, una complejidad técnica que el director evita dejar en evidencia para no distraer al espectador y unas locaciones en sintonía con el clima de ensueño de algunos tramos que van desde el parque de Bomarzo a pequeños pueblos medievales y una exquisita banda de sonido que incluye desde Bach y Debussy hasta “Taquito militar” y “Tanguera” de Mariano Mores, entre otros temas.
En efecto, todo el esfuerzo poético de Valerio Mieli radica en contar una historia de amor propia de nuestro tiempo siguiendo los mecanismos del recuerdo, y desde el primer momento, el incierto punto de vista elegido pone en consideración el recuerdo del hombre y la mujer que se enamoran, viven juntos, se separan y quizás se vuelvan a encntrar. Las marcas del tiempo histórico son endebles, la inteligibilidad del tiempo propio del relato, escurridiza: los dos jóvenes amantes son contemporáneos, viven de dar clases, no tienen penas económicas, aunque él sí conoció la aflicción psíquica, como revela algún fragmento de su historia. La relación con los padres y los amores precedentes de los enamorados también se va conociendo de a poco. La intuición es inobjetable: el yo es una memoria que se perpetúa, y en ese sentido el filme es tan convincente como una radiografía de tórax.
Esta es una historia de amor compuesta por: Lui (Luca Marinelli) de mirada romántica, Lei (Linda Caridi) en cambio es jubiloso y vivaz, se van entremezclando distintas situaciones de amor, encuentros y desencuentros, las insatisfacciones de la vida, hay alegrías y tristezas acompañadas por buenos toques de humor. Parte de su desarrollo es a través del flashbacks de recuerdos y remembranzas. Esta es un clásica historia de amor, marcada por la pasión, las tradiciones familiares, con metáforas, la pasión tierno adolescente, algunas referencias a películas del cine italiano, con toques fantásticos, pero que por momentos resulta monótona y aburrida. Su música, una eficaz paleta de colores, la fotografía y situaciones que van desde lo melancolía, la poesía, las inquietudes hasta las emociones y la pasión.
Bellos y sufrientes La escena de inicio es notable: una pareja cuenta, cada uno desde su propia perspectiva, cómo se conocieron. Así, se presenta un flashback con la particularidad de que los puntos de vista de él y de ella son completamente distintos. Tanto así que, hasta la luminosidad, los colores de fondo y toda la dirección de arte difieren, alternándose ambos puntos de vista en un montaje “invisible” pero que fluye con naturalidad. Este tipo de recuerdos, en los que los hechos son cambiados, transmutados, exagerados o minimizados, pueblan esta película, proponiendo un juego tan interesante como estimulante.
por Laura Pacheco Mora "Universos contrastantes" Alegría y tristeza: "dos caras de la misma moneda", o "los opuestos se atraen". Este film relata el inicio del amor y en este caso, el descubrimiento de la persona amada a partir de la memoria. Cierto es, que la vida es maravillosa cuando estamos conectados con ese puro sentimiento. Están en juego los recuerdos distorsionados, relaciones con otras personas y traumas de la infancia que te mantienen preso, que muchas veces proyectamos en los demás. El poder de adaptación a lo nuevo, sucumbe ante la fobia a ser feliz. Ricordi? (2018), escrita y dirigida por Valerio Mieli, director y guionista de Dieci inverni, un film que también habla del amor. Aquí Lei (Linda Caridi) y Lui (Luca Marinelli), protagonizan una historia amor a través de los años. La principal característica en este film romántico, es que nos lo cuentan sus protagonistas, con sus pulsiones y sentimientos afectados por la diferencia de opinión o mirada según quién recuerde; ya que construyen una realidad que no existe, tratándose de una memoria subjetiva. Nosotros abrimos la puerta a la invitación del director para acompañarlos en este viaje de vida, experimentando diferentes estadíos emocionales de la pareja, estén enamorados o separados. La valiente y personal propuesta de Valerio Mieli en dirección y guion de Ricordi? resulta convincente, logra humanizarnos y desnudarnos frente a los demás. Este film funciona, se exhiben secuencias de imágenes y sensaciones desordenadas en el tiempo, donde se entretejen distintos puntos de vista buceando en las discordancias de la memoria. Pareciera algo confuso, aunque, en realidad, es un recorrido emocionante al centro de la mente y el corazón de los personajes, lo que denota un arduo trabajo en la estructura dramática del guion. Quizás en un análisis más profundo de guion, es probable que exista cierta incoherencia, aunque en lo personal, considero que esto suma al motor de la historia, puesto que estamos hablando de sentimientos, no existe lógica, y si la aplicamos con corrector, se trataría de otra película. Por tanto el film es fluído, fresco, profundo y va directo al inconsciente; nos sentiremos identificados y empatizaremos con esta pareja. Desde lo técnico, el director trabajó con diferentes paletas de colores según estados de ánimo o recuerdos, haciendo foco en ciertas locaciones que el amor convirtió en hogar. Cabe destacar el impecable trabajo de fotografía, y la delicada música que acompaña cada momento. La elección muy atinada de grandes compositores (Debussy, Bach, Tchaikovsky, entre otros) y la instrumentación de las obras, entre las cuales nos encontramos con obras del argentino Mariano Mores, le otorgan cierta mística al desarrollo. La escenografía, utilería, vestuario y arte son atinados y atractivos. Desde ya, las actuaciones están a la altura de esta interesante y diferente propuesta. Es notable aquí, cómo nuestra infancia y los traumas determinan nuestra personalidad en la adultez y, sobre todo, en las relaciones amorosas, el grado de madurez con que las afrontamos. Cada experiencia merece un enorme agradecimiendo, por el gran aprendizaje que nos deja y que de alguna manera forma nuestro carácter. Esta película nos habla además el apego y de lo recurrente que suele ser la nostalgia. Como mensaje principal, remarcar que toda historia de amor formará parte de nuestra vida para siempre y más allá de todo lo que ocurra en el transcurso, que en este punto no es lo más importante, esas almas continuarán conectadas desde la primera vez que se cruzaron. 7/10 Título original: Ricordi? Año: 2018 Duración: 106 min. País: Italia Dirección: Valerio Mieli Guion: Valerio Mieli Fotografía: Daria D'Antonio Reparto: Luca Marinelli, Linda Caridi, Giovanni Anzaldo, Camilla Diana Productora: Coproducción Italia-Francia; BiBi Film / Les Films d'Ici / Cattleya / Rai Cinema / Ministero dei Beni e delle Attività Culturali e del Turismo / Regione Lazio / Roma Lazio Film Commission Género: Drama. Romance