«Sola», película dirigida por José María Cicala, se centra en Laura Garland, una mujer embarazada que hace poco perdió a su marido que se encontraba combatiendo en una guerra que amenaza a la ciudad. Cuando Ricky, un empleado de la mafia, la llama desesperado por un lugar para esconderse con su joven esposa, también embarazada, se convertirá en el único nexo que tenga esta pareja con el mundo exterior. La cinta nos ofrece un thriller tan intrigante como tensionante, cuyo clima se va construyendo poco a poco con el desarrollo de la historia. Tal vez su ritmo sea un poco pausado y lento, pero a medida que va pasando el tiempo nos va brindando cada vez más suspenso, sobre todo por el comportamiento de algunos personajes, cuyas intenciones no son de lo mejor. Araceli González es quien compone a Laura, la protagonista, con una mezcla entre fortaleza por haber tomado la decisión de criar a un hijo sola y seguir adelante luego de la muerte del marido, y bondad, por ayudar a todos aquellos que la rodean, sin importar de dónde provengan. Es una mujer caritativa por naturaleza y la actriz hace un buen trabajo para componerla. Entre los personajes secundarios se encuentran Ricky (Fabián Mazzei), un hombre sospechoso, oscuro, que tiene un único objetivo y no dejará que nadie se interponga en su camino; su esposa Nadia (Mica Suárez), una atemorizada pero dulce joven; y Suplicio (Griselda Sánchez, que también es la guionista del film), una enfermera que llegará para darle asistencia a la pareja. Los aspectos técnicos están muy logrados. Se nota la experiencia del director, que hace más de 25 que se dedica a la fotografía, ya que, junto a Juan Marcos Francisco, logra que la película tenga una imagen impecable. Se usan colores cálidos para retratar la vida de Laura, y fríos y oscuros para mostrar el entorno de Ricky, acompañando de buena manera a las personalidades de los protagonistas. La ambientación nos sitúa en una historia de época, con objetos como botellas de vidrio para la leche o vehículos y vestimenta antiguos, y la manera tan formal de relacionarse. Sin embargo, en ningún momento sabemos en qué tiempo nos encontramos, algo que resulta un poco confuso al principio, porque nada de lo que vemos se remonta a un momento particular de nuestro país. De todas maneras, con el correr del relato entendemos que estamos ante un universo totalmente ficcional, o simplemente deja de llamarnos la atención, pero esto puede llevarnos varios minutos y desviarnos de lo importante. El final resulta ser muy efectivo y gratificante, con un giro narrativo sorprendente que hace que toda la historia termine cobrando mayor sentido y genere un golpe de efecto importante en el relato. En síntesis, si bien algunos elementos de la película, como su ritmo pausado o la confusión que genera la falta de explicación de la época que retrata, pueden jugarle en contra, «Sola» termina siendo un sólido thriller que nos mantiene atentos y tensionados en todo momento gracias al clima que crea y a la construcción de los personajes. El giro final logra elevar al film para redondear una grata sorpresa dentro del cine nacional.
Araceli González regresa a la pantalla grande con Sola, la ópera prima de José Cicala que se ambienta en una temática pocas veces vista en cine argentino: la Segunda Guerra Mundial. En esta cinta, la actriz principal (también productora) le da vida a Laura Garland, una mujer que afronta la muerte de su marido en combate a la par de que transita un embarazo. Como si no cargara con la soledad, el duelo y un bebé en camino en plena guerra, su vida se complica aún más cuando le renta la casa contigua a Ricky (Fabián Mazzei), un mafioso que roba un maletín lleno de oro y que se esconde junto a su esposa (Micaela Suárez), también embarazada. Eso no es todo: además, secuestra a una enfermera (Griselda Sánchez, guionista) para que prepare todo para el momento del parto. El encierro es protagonista en este primer largometraje de Shock House, que completa su elenco con Miguel Ángel Sola, Mariano Martínez, Luis Machín, Mónica Antonópulos, Alfredo Casero, Roberto Peloni y Rodrigo Noya. Y es que de principio a fin, con el rol de González como nexo entre la vida en el exterior y ese hogar tan oscuro, por momentos consigue un tono hasta asfixiante. Es cierto que Sola, un proyecto con tinte familiar del que incluso participan brevemente Florencia Torrente y Tomas Kirzner, está lejos de lo que acostumbra a mostrar el cine nacional. Pero sí se aproxima a un film de carácter europeo: así lo demostró en el Festival Internacional de Cine Arte de Berlín, donde fue reconocida como la mejor película de suspenso. No obstante, se trata de una verdadera apuesta que cumple con su objetivo y que consigue mantener la tensión y la intriga en toda su duración. Y con un cameo espectacular en su final que corona este drama.
Entre fines de los ‘40 y principios de los ‘50, el cine argentino tuvo su época de oro. Había un sistema de estudios, a la manera de Hollywood, con actores y actrices estelares, y se producían películas de diversos géneros: comedias, dramas, melodramas, policiales y algún exponente de terror. Nunca se repitió un mecanismo como el de ese período, ya que la industria cinematográfica actual todavía está muy lejos de aquel modelo, pero dejó su marca. Sola podría considerarse una hija de ese cine, pero va más allá. Laura Garland (Araceli González) está embarazada y acaba de quedar viuda: su marido (Miguel Ángel Solá) murió en la guerra. Como si el panorama no fuera complicado, el gobierno la obliga a ocupar el total de su casa, si es que no quiere perderla. Entonces la alquila a Ricky (Fabián Mazzei), un criminal con un preciado botín, y su esposa (Micaela Suarez), quien también espera un bebé. La relación entre todos ellos, más la aparición de otros personajes, contribuirá a un clima cada vez más extraño. Luego de una destacada carrera como fotógrafo, José Cicala debuta en el largometraje con un film que tiene su audacia. Desde ya, la acción sucede en una ciudad propia de los años 40, que bien podría ser la Alemania nazi o un suburbio estadounidense, pero donde casi todos hablan en castellano. Como si se tratara de una ucronía. Una mezcla de elementos que el director hace funcionar gracias a un cuidado trabajo de arte y fotografía, más notable aún si se tiene en cuenta que fue realizado sin un presupuesto millonario. La mezcla de elementos también ocurre dentro de la historia misma, ya que convergen distintos géneros y tonos. Predomina el thriller, con explosiones de violencia, aunque se impone el melodrama. No faltan los giros argumentales, sobre todo en el final. Aunque aquí el resultado no sea tan feliz como en el apartado artístico, nunca atenta contra el desarrollo de la trama. Araceli Gonzalez y Fabián Mazzei, también productores de la película, sobresalen gracias a personajes con sus complejidades y secretos. Los acompaña un elenco de figuras como Miguel Ángel Solá y Luis Machín, por nombrar dos de los que sobresalen. La aparición más curiosa es la de Peter O’Brien, actor australiano que debuta en una producción nacional. Vale detenerse en Griselda Sánchez: además de componer a una enfermera secuestrada para cuidar a la esposa de Ricky, co-escribió el guión. La mayor virtud de Sola es su desparpajo para hacer su propio camino, a través de un mundo muy suyo. A la vez, Cicala da muestras de una imaginería poco común en el cine argentino actual.
José Cicala bucea en las pesadillas de personajes sumergidos en un tiempo y espacio distópico que impulsa, gracias a una solvente producción y pericia en rubros técnicos, un atrapante relato. Con guión de Griselda Sánchez y del propio José Cicala, “Sola”, su ópera prima, bucea en varios géneros para reinventarlos en una cuidada y artística propuesta en la que la verdad sobre aquello que se proyecta siempre está siendo cuestionada. Una mujer de una clase acomodada, sola, como lo indica el título del film, deberá lidiar con el acecho de fuerzas militares y oportunistas que buscan quedarse con parte de su fortuna con la excusa del difícil momento que se vive por la guerra. Decidiendo acoger en su casa de huéspedes a un hombre y una mujer, Laura (Araceli González), intentará seguir adelante con su vida, pero sucesos del orden extraordinario o, tal vez, propuestos por su propia mente, envuelta en una vorágine de necesidades y carencias, terminarán por configurar el escenario ideal para que el relato avance. Claustrofóbico, opresivo, el tempo narrativo expone una conexión con el público, necesaria para avanzar en lo que comienza a devenir en una épica sobre las miserias humanas, en donde el salvese quien pueda, cuándo no, marca las pulsiones de los personajes que desfilan por la propuesta. Acompañada por un gran elenco, se destacan Fabián Mazzei, Micaela Suárez y la propia Sánchez, quienes transmiten vívidamente los sentimientos de sus personajes, quienes, apoyados además por participaciones especiales de talentos como Miguel Ángel Solá o Luis Machín, por nombrar sólo algunos, se permiten entrar en esta pesadilla sin salida a la que Cicala y compañía nos invitan. POR QUE SI “Por su arriesgada búsqueda y cuidada estética, que ayudan a sumergirnos en su particular universo narrativo”
Es original esta historia sobre dos planes macabros enfrentados. Para empezar, ha de ser una de las pocas películas argentinas que incluye un bombardeo aéreo de la Segunda Guerra Mundial, sin por eso tener pretensiones spielberguianas. Y es que “Sola” transcurre en algo que parece ser la Alemania nazi durante la guerra, aunque tampoco es exactamente así, tan extraña es esta notable opera prima de José María Cicala. Es difícil contar el argumento ya que hay demasiados detalles que no se deberían revelar, pero básicamente cuenta la amable existencia de una mujer embarazada, Araceli González, cuyo marido ha muerto en el frente, y que arrenda la casa contigua a la suya, antiguamente parte de su propiedad, a un asesino prófugo y su mujer, también embarazada y del mismo tiempo que ella. Hay una enfermera secuestrada para atender a la mujer del homicida, un lechero libidinoso, un veterano de guerra medio loco y solitario, y la presión de las autoridades por comprobar que el embarazo de la protagonista no deshonre a su difunto marido; igualmente, una presencia sobrenatural sutil pero persistente. Son muchos los elementos y por eso la película empieza con calma, sumando uno tras otro, lo que hace razonablemente bien. Y poco a poco empieza a subir la intensidad tanto en las situaciones y en lo visual, hasta llegar a dos últimos actos sin desperdicio donde pasa de todo. “Sola” es una más que auspiciosa opera prima con una gran dirección de arte e imágenes atípicas en el cine argentino actual, que recuerdan la era de oro de nuestra industria cuando las películas podían transcurrir en cualquier época o país. También ayuda un elenco encabezado por Araceli Gonzalez junto a Miguel Angel Solá y Fabián Mazzei y que incluye, en papeles mayores, menores o simples cameos, a Griselda Sánchez, Micaela Suárez, Mariano Martínez, Alfredo Casero y hasta Carlitos Balá.
El prolífico fotógrafo José María Cicala debutó como cineasta con una película de género, La sombra del gato, en la que una interesante premisa se iba resquebrajando hacia la mitad de su desarrollo, por lo que el peso recaía en sus actores. En Sola estamos ante un escenario similar. El realizador colabora nuevamente con su pareja, Griselda Sánchez (quien coescribió el guion y es una de las protagonistas), y vuelve a entregar un thriller sin rumbo. La mujer que se encuentra sola es Laura Garland (Araceli González), una viuda que perdió a su marido en la guerra (un Miguel Ángel Solá desaprovechado) y que ahora transita su embarazo en una amplia casa en la que está convencida de que su esposo permanece. Ese modus operandi se altera cuando el Gobierno (el film es impreciso en cuanto al marco histórico) le solicita que alquile una habitación lindera, ya que de lo contrario le quitarán la propiedad, lo que facilita el ingreso del mafioso Ricky (Fabián Mazzei) y su esposa, quien también está embarazada. La presencia de ambos en la casa -y la posterior llegada de una partera- será un detonante para Laura, quien progresivamente va mostrando su costado menos afable. Sola es una película ambiciosa que cruza horror, monólogos sobre la maternidad, convenciones del thriller psicológico y la inexplicable línea argumental de un conflicto bélico; pero cuando esa ambición se desboca y roza lo pretencioso, se vuelve un tanto artificial, con elipsis injustificables, y una escena poscréditos cholula e innecesaria. De su gran elenco se destaca la naturalidad de la joven Micaela Suárez. El resto de los actores, en clave impostada, no logran lucirse.
Una historia sobre la locura, el encierro y la maldad Sola, la ópera prima de José Cicala, protagonizada por Araceli González, Fabián Mazzei, Miguel Ángel Solá, Micaela Suárez y Griselda Sánchez se destaca por sus innovadoras búsquedas dentro del cine nacional y su ambicioso diseño de producción. Realizada a fines del año 2018 y postergada en gran medida a raíz de la pandemia, Sola llega a los cines argentinos en un panorama sanitario mucho más alentador, aunque con la sombra de una cartelera prácticamente repleta de estrenos comerciales. No obstante, la ópera prima de José Cicala podría adaptarse tranquilamente a las búsquedas del público mainstream como también a las de aquel que esté interesado en seguir de cerca el debut de una nueva productora independiente (Shock Films, encabezada por el propio Cicala quien ya realizó un largometraje próximo a estrenar protagonizado por Danny Trejo, La sombra del gato) con especial interés en el fantástico. La película cuenta la historia de Laura Garland (Araceli González), una mujer que transita su embarazo sola tras la muerte de su marido (Miguel Ángel Solá) en un conflicto bélico que, aunque parezca asemejarse a la Segunda Guerra Mundial, en ningún momento se condiciona a un contexto histórico específico. A raíz de que Laura posee una propiedad lindera a su hogar que se encuentra desocupada, las autoridades militares de turno la presionan para su ocupación siendo que, si no lo hace, se la quitarán. En ese momento, Ricky (Fabian Mazzei), un despiadado e impredecible empleado de la mafia roba un maletín de oro y junto a su esposa embarazada, Nadia (Micaela Suárez) y una partera, Suplicio (Griselda Sánchez), a la que secuestra para que atienda el nacimiento del bebé, ocupa la propiedad abandonada de Garland mientras intenta escapar. El primer largometraje de Cicala es un thriller psicológico -que por momentos hasta se arriesga a jugar con el horror- y enfatiza en la locura, el encierro y las situaciones límite con un tono tan opresivo como siniestro. Porque no solo es desesperante el exterior, repleto de los infiernos de la guerra, sino también el interior, donde lejos de haber seguridad, el trauma y la perversidad ocupan un lugar absoluto. ` Entre las mayores virtudes, no puede obviarse el magnífico diseño de producción -atípico si se piensa en que hablamos de una producción independiente- y algunas decisiones eficaces y riesgosas, como, por ejemplo, tratándose de una película de época, no condicionarla a un periodo específico. Por el contrario, el film solo se vale de la estética y de algunas situaciones que podrían corresponderse con el presunto contexto al que alude la obra, lo que logra que además de distanciarse de las estructuras convencionales, el terrorífico mundo creado por el director ofrezca una mayor inquietud en el espectador. Más allá de algunos pasajes donde la narración resulta reiterativa y se torna un tanto exagerada, Sola es un promitente debut con grandes aciertos y un final que difícilmente deje indiferente a los amantes del plot twist.
Una misteriosa distopía de José Cicala con Araceli González Araceli González protagoniza y produce la ópera prima del reconocido fotógrafo José Cicala. Un melodrama de época ambientado en un pasado distópico que juega con los géneros. Laura Garland (Araceli González) es una bella mujer casada con un hombre de las fuerzas de seguridad (Miguel Ángel Solá) que es asesinado en cumplimiento del deber al inicio de la historia. Todo sucede en un pasado distópico donde el país está sumido en una guerra sin sentido. Tras la muerte de su esposo, ella, descubre estar embarazada y decide alquilar la casona lindante a una pareja que se esconde en el lugar tras haber cometido un robo. Ellos tienen un plan. ¿Ella lo tendrá? Con guion de Griselda Sánchez, Gustavo Lencina y el propio Cicala, el eje sobre el que gira el entramado narrativo es interesante, como también la estética, donde pese a no ser una superproducción, el realizador logra sacar provecho de las locaciones y jugar con los elementos visuales. Entonces, ¿cuál es el problema? El tono, la ausencia de climas y la atmósfera. Sola (2021) no logra transmitir el misterio que esconden los personajes ni el suspenso que la historia necesita. No hay construcción de climas, el relato mantiene una linealidad que solo se rompe en el tramo final cuando el guion propone una vuelta de tuerca y todo lo visto y oído se resignifica. Pero hasta ese momento la chatura, producto en parte por actuaciones que carecen de matices, hace que la historia no genere nada, ni deje muy en claro que es lo que busca contar. El aura de misterio que debería atravesarla está ausente. La película, un melodrama que juega con géneros como la fantasía, el suspenso, el terror psicológico, el misterio, el policial, tiene un potencial que no está bien aprovechado y eso hace que no cause el efecto deseado, ni transmita las sensaciones buscadas, e incluso que por momentos se vuelva algo soporífera.
Crítica publicada en YouTube.
“Sola” de Jose Maria Cicala. Crítica. La ópera prima del director Jose Maria Cicala se estrenará el próximo 4 de noviembre, renovando la cartelera de los cines. “Sola”, una idea original de Griselda Sánchez, co-guionista junto al director, cuenta con un elenco tan enorme como variado. Por nombrar alguno de los intérpretes: Araceli González, Miguel Angel Solá, Fabian Mazzei, Griselda Sánchez, Micaela Suarez. Animándose a un cine poco explotado dentro de nuestro país. Nos encontramos en un universo de gran similitud con el nuestro, salvo que aquí se encuentra vigente una guerra interminable. El marido de Laura murió en el frente y ella quedó sola y embarazada. Los militares que ocupan el gobierno la aprietan para que ella ocupe la totalidad de su vivienda. Le alquila una de sus dos casas a un viejo huésped, que se encuentra escapando de las fuerzas militares junto a su esposa también embarazada. El apogeo del cine de superhéroes puso en boca de todos el concepto de multiverso. La idea de que existen múltiples realidades iniciadas tal vez por una decisión o acción diferente a la que debería haber pasado. En uno de ellos se sitúa la película, el nazismo pareciera perdurar y la guerra llegó a nuestras tierras con resultados algo catastróficos. Las acciones y decisiones de los personajes deben medirse con la vara de este mundo alternativo, no con la que medimos aquellas películas que buscan la mimesis de la realidad. A priori la sinopsis puede resultar confusa, esto se debe a la cantidad de eventos y líneas narrativas que habitan el audiovisual. Un vasto arsenal de actores, altamente conocidos, interpretan un variopinto número de personajes. Algunos con participaciones muy pequeñas, como Rodrigo Noya o Alfredo Casero y otros llevando adelante complicadas tramoyas. La narrativa resulta algo inusual, ya que no es un tipo de cine al que estemos acostumbrados o que se produzca con regularidad al menos. Por momentos una trama bélica con nazis incluidos, por otros un thriller de secuestros, también cuenta con una subtrama de obsesión romántica. Lo cual hace que parezca un rejunte de ideas pequeñas que no parecen tener nada en común, como una cena de sobras. Empero nada está puesto al azar, en el tercer acto todo se enhebra y conecta en una red cuidadosamente tejida. Apostando por una narrativa diferente, liberada del tono naturalista y realista que prepondera en las realizaciones contemporáneas a esta. “Sola” de Jose Maria Cicala seguramente encuentre un público ávido de consumir historias como estas, que parecieran pertenecer más a un mercado extranjero que a la industria nacional. Como parte de una cinefilia sana, al igual que una dieta completa, se debe consumir productos variados a fin de poder llegar a sorprenderse con las nuevas propuestas.
Dirigida por José Cicala y escrita en conjunto con Gustavo Lencina y Griselda Sánchez, con una idea de esta última que además compone uno de los personajes más fuertes, Sola es una película atípica dentro del panorama nacional. Una distopía atemporal en un mundo similar al nuestro, como sugiere su póster. Un mundo hundido en una guerra interminable y sin sentido y habitado por oscuros personajes que intentan sobrevivir a cualquier costo. Araceli González en su regreso al cine es Laura, una mujer que después de ser notificada de la muerte de su marido, interpretado por Miguel Ángel Solá, descubre que está embarazada. Pero no criará a su hijo solo porque la presencia del hombre la acompaña todo el tiempo. Lo mira, habla con él, lo escucha. «No es tiempo para débiles», le escucha decir. Así como en “La habitación del presidente” de Ricardo Romero nos encontrábamos también en un mundo bastante similar al nuestro y allí el presidente tenía el derecho a ocupar una habitación de cualquier casa cuando lo necesitara, por lo que todas eran construidas con ese cuarto extra siempre preparado por si acaso, en Sola el gobierno decide apoderarse de casas no habitadas. Como Laura tiene una casa al lado de aquella en la que vive heredada por su padre, decide utilizarla para una misteriosa pareja que tendrá fines terribles. Ahí entra el personaje de Fabián Mazzei, que ya se lo presenta como un hombre que sabe seguir un plan y que, aunque algunos fantasmas lo persigan, nunca pierde el rumbo. Es esta pareja la que empieza a transformar la cotidianeidad de Laura que en cambio se presenta como una mujer demasiado buena y generosa que se contrapone con un mundo que se percibe duro y frío. A su alrededor se mueve una galería de personajes que la historia no desarrolla demasiado. Aparecen muchos rostros conocidos como el de Mariano Martínez, Alfredo Casero, Rodrigo Noya, Monica Antonópulos, Luis Machín y hasta una presencia sorpresa en una especie de epílogo que no logra aportar mucho más. Aunque la apuesta es arriesgada e interesante y se nos muestra un mundo torcido y oscuro donde todo puede pasar, el tono de la película se mantiene siempre en mismo nivel, frío, calculado, que le resta interés a medida que se sucede el relato. Incluso la vuelta de tuerca del final no hace más que acentuar antes que sorprender realmente. A nivel técnico hay una construcción de planos muy cuidada. Hay algunas imágenes impactantes y una estética muy lograda. Pero la mezcla de géneros que permanece siempre en un mismo tono la hace una película sin ritmo y las intrigas no consiguen generar suficiente fuerza. En cuanto a lo interpretativo, Araceli González se destaca con sutileza en su personaje pero otros como Miguel Ángel Solá o Luis Machín parecen más bien desaprovechados. Griselda Sánchez, en el papel de una enfermera que no pierde nunca las esperanzas es otra que logra lucirse junto a Micaela Suárez, interpretando a la joven esposa también embarazada. Este primer largometraje de Cicala lo presenta con cartas fuertes sobre la mesa pero no consigue aprovecharlas y se pierde con un relato atractivo en superficie pero monótono y chato en contenido que quiere abarcar más de lo que es capaz y que se termina sintiendo impostado, artificial.
Sola El afiche nos anuncia Sola, “en algún lugar, un mundo similar al nuestro”. Ruido inmediato de púa de pasadisco rayando el disco. ¿Momento, similar al de quién? El afiche, dividido en dos. En su parte superior, una escena en tinta azul de una mujer embarazada en una bañera con espuma, bajo ella y en tinta roja, el rostro moribundo de un oficial que cualquiera identifica como alemán. ¿Se tratará sobre la vida y la muerte, acaso? Las referencias, claro, algunas son graciosas, la sentencia “en algún lugar” remite a la Guerra de las Galaxias; un fotograma del soldado con el cobertor negro en el rostro, en la batalla también, somos hijos de la época. Sin embargo, lo que nos damos cuenta que más que una distopía todo resulta en una monumental alegoría. Para decir esto, en principio, veamos qué es una alegoría y en qué se diferencia de una metáfora y qué relación tiene una y otra con el arte. Desde Aristóteles (Poética) se sabe que una metáfora consiste en cambiar algo por algo, y Borges agrega que una buena metáfora, no es solo una forma de embellecer el habla sino decir algo que de otro modo resultaría imposible e incluso engorroso. Podríamos agregar que una metáfora sólo es asible a través de otra metáfora, a pesar que algún semiólogo nos diga que es un signo de carácter convenido, o cuyo significado es una convención, definición como toda definición, en el arte resulta insuficiente; tampoco que es un tropo, repito, no nos es suficiente. Siguiendo a contramano a todo positivismo, la metáfora requiere siempre otra metáfora, a pesar de que el positivista nos dirá que eso es una tautología, la misma, (volviendo al escritor argentino), escribe en Ensayo sobre la metáfora, que la misma es como la nox dormienda del poeta romano Catulo, una vez que a uno le anuncian que va morir, nada puede ser igual. Derrida dice de la metáfora que es como un transporte (La muerte de la metáfora) que nunca llega a destino; mientras que una alegoría es, también un signo, pero cuyo significado ya no admite equívoco o polisemia. La confusión que hay entre uno y otro lo señala Hegel (Estética, 2 parte, 1 ra seccion Cap3 ) desconociendo esto, hay gente que usa el término metáfora indistintamente al de alegoría. Nuestro film, decía, más que metafórico es un conjunto de alegorías: la imágenes de los aviones sobre el capó de automóvil (buen recurso, por otro lado) son los aviones que bombardearon (dejemos acá lugar a la duda y digamos) o Guernica (España; mayo 1937) o Plaza de mayo (Argentina; junio 1955) (Chile, septiembre 1973). Creer que estamos de acuerdo que todos fueron ignominiosos, es creer que la historia tiene una sola lectura, y acá hay un punto novedoso, sorprendente para algunos, que se nos impone como ineludible y con lo que deberemos trabajar de ahora en más nuestro presente: si hasta ahora, estaba claro y sigue estando claro para algunos qué es el bien y qué es el mal; lo novedoso (no para el autor) de estos discursos (digamos obras de arte) es que rompen con las habituales categorías éticas y lógicas, (sin hacerlo con las estéticas, (por qué digo ésto, es un tema para ampliar) y nos presentan sin tapujo alguno, revisiones de la historia, relecturas que algunas tienen razón de ser y otras sigue simplemente o son parte de las líneas editoriales de los grandes medios. De esto alertó hace mucho tiempo Margaret Atwood (Margaret Eleanor Atwood, Ottawa, 1937), en su novela “El cuento de la criada” (Canadá, McClelland & Stewart, 1985) tema que desgraciadamente fue borrado del enlatado que produjo Bruce Miller para MGM (MGM, 47 episodios, EEUU, 2017) Cicala, el director de Sola, también construye una distopía, en eso no hay duda; el tema es preguntarse si dentro de la distopía no hay propaganda o si la distopía está usada para decirnos otra cosa. Por otra parte la pregunta también es cómo asir algo que se unta con aceite o con gel (más elegante) en este caso la distopía que permite casi cualquier cosa. Este cualquier cosa no es menor, lo saben muy bien los que vieron Babylon Berlin (Babylon Berlin, Alemania, Tom Tykwer, 2017) sobre la novela Sombras sobre Berlín. (“Der nasse Fisch”, Volker Kutscher, Alemania, 2010) con elementos referenciales al Berlin Alexanderplatz de Fassbinder. Cada indumentaria, cada elemento que gira en la distopía, es en realidad un comentario sobre la realidad, lo posible, es una pregunta sobre ¿qué hubiese pasado si? Una de las primeras cosas que se estudia en historia, es que, aunque divertido, no existe esa posibilidad, no hay un ¿qué hubiese pasado si? Y acá tenemos el problema de nuestro film y principio: en un mundo parecido al cual, ¿qué pasó? ¿cuál es la diferencia? ¿dónde divergió? Los elementos son claros, no hay divergencia alguna no hay distopía, es una visión (bizarra) y veamos rápidamente por qué: lo que primero aparece son los cascos del ejército argentino que se mezclan con cascos nazis, con lo cual las imágenes de los bombardeos son los bombardeos de Plaza de Mayo (efecto Kuleshov) el oro con las insignias nazis, indudablemente es el famoso mito del oro…, oro…, oro de Perón? Incluso la imagen de la bomba que no detona es una explícita referencia. ¿No es que quiere ser una gran alegoría de la historia reciente del peronismo? Entonces, el título SOLA, ¿a quién se refiere?, ¿quién es la que está sola? Sabemos que últimamente la única persona que cierto sector político señala como Sola es a CFK o sea la vicepresidenta de la nación. Sonido a chirrido de púa… Pregunta con cara de periodista rubio desconcertado. ¿me estás diciendo que Araceli es Cristina? Bueno……. No afirmo nada, es un regusto que me queda de un film que se presenta tardíamente, filmado durante otro gobierno de carácter altamente opositor, antes de las elecciones. Incluso para algunos periodistas e historiadores, en el film se expone claramente un ideario que considera y que le gusta hablar sobre una hipotética guerra civil, que le gusta sentirse excluido, inclusive pobre, que habla de víctimas y victimarios por igual. Un detalle, los uniformes que pasan de ser uniformes entre s(el personaje de Olmedo) el pelo del médico rubio desteñido y pelilargo, los tres cascos alemanes mezclados con cascos argentinos, el cruel soldado (de vuelta un cierto aire germano americano), del final, usa el uniforme actual argentino, que a su vez, es un copia de norteamericano, ¿qué me está queriendo decir todo esto? O es que los mismos que hicieron la película, en una borrachera libertaria mezclaron etanol con metanol? Narrar es siempre la voluntad de contar algo, no me vengan que sólo es una historia, no se necesita paranoia alguna para entender el costado programático del film. Si la fotografía es correcta, (no le voy a sacar ese mérito a alguien que se presenta con 25 años de experiencia en la fotografía y en haber dirigido en el 2019 a Dany Trejo) no puede mantener su estándar para el resto, el montaje tiene saltos incomprensibles, los diálogos hechos para quien sea son definitivamente burdos, el odio que destila es visceral, tan visceral como no resulta casual la figura de Casero como farmacéutico, parodiando su propio odio, cuando dice ¿no será mucho dos bolsas de veneno para ratas?. Otra escena gratuita y obvia es el montaje paralelo entre el imaginario cuninlingus en la bañadera a Araceli, con los colores de la bandera argentina y la mujer rompiendo bolsa, escena desagradable y procaz, un insulto gratuito a la racionalidad de cualquiera, no es necesario ser oficialista, simplemente muestra un odio visceral machista. El afiche así, también cobra otro sentido, si juntamos las palabras del periodista ultra opositor Nelson Castro, se juntan con las tapas de la revista Noticias, tenemos (qué momento de goce) una explicitación de todas sus fantasías misóginas juntas, el afiche es repugnante en su sentido profundo, decir más es entrar en un juego del que me aparto, pero que me obliga a no ser neutro en mis decisiones personales. Desgraciadamente el film se estrena hoy y siempre me prometo hacer una recensión sobre mis propios escritos debido al corto de los tiempos entre visionado y escritura, pero este texto, algo me dice que sobre él, seguiremos escribiendo un tiempo largo, y no es por lo bueno, sino porque los tiempos lo ameritan.
Fantasmas en la casa. Bienvenido sea este debut cinematográfico de José Cicala, Sola, en primer término por sostener un verosímil en una historia que no se termina anclando a un contexto real. Esa apuesta rupturista con el espacio y el tiempo histórico permite la construcción meticulosa de un universo propio, donde las reglas entre realidad y fantasía se diluyen. Hay dos planos conceptuales en constante conflicto, donde el nexo que los acerca y aleja no es otro que la percepción de la realidad en personajes claves, aspectos que a la hora de generar el guiño con el propio espectador conducen esta historia de venganza, avaricia, culpa y soledad, hacia un thriller psicológico que coquetea en varias escenas con elementos del terror propiamente dicho, pero que nunca termina por traicionarse, fidelidad que en estos tiempos mainstream se agradece por partida doble dado que películas de este estilo transparentan una preocupación extra por el espectador. Sin contar demasiado sobre la historia, hay tres elementos para unir todas las líneas narrativas desplegadas con absoluta precisión y economía de recursos de producción teniendo en cuenta las dimensiones del proyecto (arrancó en 2018 y luego padeció los infortunios del parate forzado por la pandemia). Una guerra sobre la cual la especulación histórica es parte de la saludable ambigüedad y las consecuencias de esa tragedia humana trincheras de por medio se conectan con las pasiones y deseos de los personajes principales y secundarios. El trabajo sobre el cuerpo es además doble: se materializa en la violencia de la contienda bélica y se desmaterializa en el universo de la alucinación o fantasía fantasmal. La llegada o no de otro cuerpo en el símbolo de un bebé pone en relieve el juego entre ocultar y revelar. El otro conflicto que enfrenta deseos, también ocultos, se debate en la dialéctica binaria entre el instinto de conservación y el de supervivencia en un teatro de operaciones que involucra a una casa y una dueña (muy convincente actuación de Araceli González) dispuesta a todo en materia territorial, a pesar de la llegada de una pareja de intrusos (Fabián Mazzei y Micaela Suarez) o la irrupción de los militares que pretenden expropiar la propiedad bajo el pretexto de la Patria primero que la propiedad privada. Completan el elenco de secundarios un correcto Miguel Ángel Solá, Luis Machín, Mónica Antonópoulos y las exiguas apariciones de Rodrigo Noya, Mariano Martínez y Alfredo Casero. En síntesis la culpa y sus fantasmas, los fantasmas de la culpa y sus daños colaterales encuentran en este debut el fuego necesario para crecer como esas ondas expansivas tras la caída de una bomba en territorio enemigo.
Sola tiene varios elementos originales y entra en la categoría de películas argentinas a las que no les interesa el costumbrismo realista ni el panfleto político. Eso ya la coloca en minoría, pero tampoco es tan única como se puede creer. Muchos cineastas han buscado hacer un camino fuera de los caminos más transitados por nuestro cine. La historia transcurre en una rara posible década del cuarenta en un mundo que podría ser la Alemania nazi o no. Juega sin inseguridad ese tono impreciso pero decidido por el realizador. Eso funciona y es un poco el chiste de inicio que engancha. Después está la trama de suspenso que explora algo de ambigüedad con el cine fantástico pero jamás declarando del todo a que universo pertenece. Laura Garland (Araceli González) es una viuda embarazada de su esposo muerto en combate (Miguel Ángel Solá) que deberá alquilar parte de su casa si no desea perderla. Las autoridades la increpan para que lo haga y ella decide darle ese lugar a un sospechoso matrimonio formado por un ladrón (Fabián Mazzei) que se ha quedado con oro del gobierno y la esposa de él, que curiosamente también está embarazada. Los embarazos en paralelo van anunciando posibles vueltas de guión, pero hay varias sorpresas así que analizar esto sería contar la trama. Lo cierto es que se trata de un relato oscuro y siniestro, que mantiene el tono la mayor parte del tiempo. Es extraño ver a actores famosos (hay que sumarle a Luis Machín, Mariano Martínez, Alfredo Casero, Tomás Kirzner y alguna sorpresa más) en una película de época pero cuyo estreno y exhibición es completamente marginal. Algo raro pasa con el cine argentino, sin duda, algo que no le corresponde a esta película responder, pero que es un llamado de atención. Las ambiciones estéticas que tiene también son dignas de mención aunque un par de actuaciones secundarias no encuentren el tono y el guión termine con elementos ingeniosos pero no efectivos en lo dramático. Y aunque duele decirlo, el cameo final de una querida estrella del cine y la televisión es tan incomprensible como absurdo y anticlimático, un chiste de consumo interno que muestra un falta de rigor que tiende a desconfiar del resto. No solo de ser original vive el cine, aunque nunca está de más que aparezcan cineastas con ganas de crear sus propios universos.
Es una película de época sin precisar el tiempo exacto, está ambientada durante un período bélico sin saber los bandos en pugna, aunque posee un discurso en contra de las guerras y sus horrores. En ese marco una viuda, un mafioso, su mujer y su enfermera están atados a una trama que permite sorpresas a cada paso. Lo que ocurre en esta bella artificiosidad que imagino para su debut cinematográfico José Cicala, famoso fotógrafo y realizador de publicidades y videoclips, es una historia de movimientos calmos con personajes de pocas palabras formales y mucha oscuridad, donde lo siniestro se enlaza con secretos oscuros, acciones directas, y constantes sorpresas. Para esta aventura cinematográfica, Cicala contó como productores y actores a Araceli González y Fabián Mazzei, mas Miguel Ángel Sola, Luis Machín y una larga lista de actores famosos aun en pequeñas apariciones especiales, incluidos Toto Kirzner y Flor Torrente, y a Griselda Sánchez como socia creativa y coguionista con el realizador y Gustavo Lencina. Un film distinto, bello en lo formal, con buenas actuaciones donde lo atractivo e intrigante va llevando al espectador hacia situaciones muy difíciles de prever y que se revelan en su dimensión trágica y a la vez atractiva.
La cotidianeidad de la soledad hace al síntoma, disparando niveles insospechados de locura y fanatismo. “Sola”, estrenada luego de dos años de haber concluido su rodaje, examina la condición humana con altibajos en el tono dramático, heterogeneidad que le permite alcanzar ciertos registros de suspenso agobiantes. Una lograda recreación de época, mediante un detallista diseño de arte, nos deposita en la realidad alternativa de Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Una reciente viuda alberga a dos prófugos del régimen. Será menester no adentrarnos en detalles narrativos que puedan privar al espectador del nunca subestimado factor sorpresa. El realizador José Cicala reflexiona acerca del encierro y la maldad como elementos atávicos, plasmando en imágenes una idea Argumental firmada a dúo por Griselda Sánchez y Gustavo Lencina. El plano real diluye su frontera con la fantasía distópica. Drama y thriller mixturan registros, mientras un elenco repleto de nombres de primera línea (Solá, González, Mazzei, Machín) aporta oficio a un film cuya resolución luce en cierto modo forzada.