La testosterona al palo Marco Berger y Martín Farina son dos directores con un estilo y una personalidad cinematográfica bien definida. Cuando uno ve sus películas puede reconocer algo de ellos sin siquiera saber quiénes fueron sus hacedores. Después de una primera colaboración juntos en Fulboy (2014) codirigen Taekwondo (2016), una película donde se combinan a la perfección las características de ambos cineastas. Fer está de vacaciones en una quinta de Ezeiza con varios de sus amigos de la infancia. Pero también invitó a Germán, un pibe de taekwondo y que solo él conoce, aunque muy superficialmente. Germán poco tiene que ver con esa jauría de hombres que derrapan testosterona. Es más bien callado, le gusta encerrarse en el baño a leer, es gay (aunque en ese grupo nadie lo sabe); y si bien disfruta de esos cuerpos que se pasean desnudos como Adán en el paraíso, está en ese lugar por algo. Y ese algo o alguien es Fer. Taekwondo es un hibrido entre Fulboy (2014) y Hawaii (2013). Está el universo masculino de vestuario que Farina tan bien reflejó en su ópera prima, y también la relación inconcreta entre dos hombres que por algún motivo no avanza, ya un clásico en la obra de Berger. El homo erotismo está presente desde la escena inicial y va creciendo a medida que la trama avanza. Hombres que se tocan, se acarician, se rozan, se bañan juntos, se meten al sauna, andan semidesnudos permanentemente y no paran de hablar de sexo. Si Berger inventó el “plano bulto”, Farina va más allá y se le puede atribuir el “plano pija”. En Taekwondo la ambigüedad es reemplazada por la explicites. Todo es mucho más guarro, hay crudeza desde los diálogos hasta los roces. Pero por otro lado hay una forma exquisita de mostrar los cuerpos, un elemento característico de Farina. Cuando Fernando y Germán están solos todo cambia. El registro vira a la ambigüedad, dando la sensación de que el entorno se evapora y el universo está habitado únicamente por ellos dos. Sin que pase nada y solo sean diálogos banales se nota la mano de Berger en la construcción de la tensión sexual, otro tópico de su filmografía. La dupla Berger-Farina logra una comedia simple, bien contada, bonita, sin grandes pretensiones intelectuales, y con la proeza de haber sido filmada durante una semana del último verano en una casa quinta que alguien les prestó, sin ningún tipo de apoyo y con un casting de actores con muy poca experiencia previa. Cuando hay talento, ideas y ganas las cosas se pueden hacer. Y bien.
Taekwondo, film co-dirigido por Marco Berger (Plan B, Ausente, Hawaii, Mariposa) y Martín Farina (Fulboy), nos presenta a un grupo de ocho amigos que se conocen desde la infancia y están veraneando en la quinta de los padres de Fernando. Pocos días después llega Germán, compañero de Taekwondo del anfitrión, para sumarse a las jornadas de descanso, pileta, asados, porro y fútbol. Si bien el nuevo visitante se integra rápidamente al grupo, no puede evitar sentirse distinto: es más tímido y pudoroso -no se pasea desnudo como casi todos los demás-, es gay (aunque nadie lo sabe), y no entiende bien el motivo de la invitación por parte de Fer. Sin embargo, desde los primeros momentos notamos que el centro de la historia está en estos dos personajes, en sus miradas, en cierta ambigüedad en la forma de tratarse y en la búsqueda de situaciones íntimas que ninguno quiere admitir, pero que el grupo de amigos empieza a notar. Por otro lado, Taekwondo nos presenta el universo heterosexual masculino -un poco exagerado y reiterativo para mi gusto- en el que acostarse con muchas chicas, y hablar de sexo todo el tiempo, pareciera lo principal. De esta forma el film combina elementos característicos en cuanto a estética y fotografía de ambos directores -el plano bulto Berger a la cabeza, ahora con mayor exhibicionismo a lo Farina- además del siempre fallido y postergado encuentro entre dos hombres, que ya pudimos ver en Plan B (2009) y Hawaii (2013). En Taekwondo no hay demasiada sutileza a la hora de mostrar los cuerpos; vemos como todos se rozan, se desnudan, se duchan o comparten sauna mientras relatan sus proezas sexuales. Taekwondo toma ese nombre no sólo por la simple excusa de compartir una clase, sino porque tanto la disciplina deportiva, como la propuesta de Berger-Farina son artes; como arte marcial se piensa, analiza y mide el movimiento del otro, además de ejercitar la propia mente. En ese sentido podría pensarse que en la película, en cambio, se evoca al arte de la seducción: a ser prudente, esperar, analizar gestos, respuestas, y sobre todo silencios. Así el homoerotismo aumenta con el transcurrir de los minutos mientras que la tensión sexual que se va construyendo en pantalla resulta eficaz, creíble y maravillosa gracias al excelente nivel actoral de todos los intérpretes
Sorpresas te da la vida El siempre prolífico y audaz director de Plan B, Ausente, Hawaii y Mariposa trabajó esta vez con la colaboración del realizador de Fulboy para una comedia ligera y veraniega que juega con la sexualidad masculina de manera casi siempre implícita (y en ciertos momentos de una forma más explícita). Tras su reciente paso por la Competencia Argentina del BAFICI, se estrena en el Gaumont una película que apuesta a la provocación y que, por lo tanto, generará no pocas discusiones cinéfilas (y de las otras). Una decena de amigos (y amigos de amigos) pasan unos días en una paradisíaca quinta de Ezeiza que alguna vez fue un spa para fumadores con ganas de dejar de serlo. Tienen pileta, sauna, cancha de tenis y mucho tiempo libre. Todos son atractivos veinteañeros, dueños de cuerpos muy trabajados y con un look parecido (pelo corto, barbita de pocos días). Varios de ellos tienen novias (alguna caerá incluso de improviso) y se jactan hablando de su vida sexual. Pero entre porros, duchas, fútbol, asados y charlas banales hay lugar para las imágenes homoeróticas, las miradas fascinadas, las seducciones cruzadas que Berger (Plan B, Ausente, Hawaii, Mariposa) y el aquí codirector y director de fotografía Farina (Fulboy) filman con gran sentido cinematográfico, apostando por momentos a verdaderas coreografías a-la-Claire Denis de Bella tarea. La película describe con absoluta naturalidad (son muy buenos los intérpretes y el trabajo con los diálogos y los gestos) ese micromundo cerrado de códigos masculinos, de machismo sobreactuado y de permanente tensión sexual. Es cierto que Taekwondo (los dos protagonista se conocen de las clases de esa disciplina) se alarga un poco más de lo deseado (en la segunda mitad se repite un poco y estira su resolución), pero ratifica y consolida las carreras de dos prolíficos directores cada vez más maduros, dueños de estilos y vuelos propios.
Cuando se piensa en cine queer argentino, surge el nombre del director Marco Berger. Pero más allá de que sus películas Plan B, Ausente y Hawaii presentan relaciones entre hombres, nunca hay una homosexualidad explícita. Berger prioriza los personajes (mayormente de sexo masculino) y el vínculo entre ellos; no impone la cuestión gay, que surge de manera espontánea, como cualquier historia de amor. Taekwondo va por ese mismo camino. Un grupo de amigos de veintipico se junta en una quinta a pasar unos días. La rutina (o antirutina) incluye tenis, pileta, asado, medialunas y marihuana, a su vez con interminables charlas sobre Mario Bros., fútbol, mujeres, sexo y amor. En ese contexto de disfrute, Germán (Gabriel Epstein) y Fernando (Lucas Papa), dos compañeros de taekwondo, empezarán a conocerse mejor y a sentir que hay una atracción entre ambos que podría trascender la amistad. La película presenta a personajes que, antes de adentrarse en la madurez (hablan de casamiento, en los casos de quienes tienen novia), comparten agradables momentos juntos y hasta aprovechan para salir algunas noches y tener relaciones con alguna chica que se aparezca. Los directores los muestran de modo naturalista, ya que los vemos cambiarse y estar desnudos juntos, carentes de inhibiciones. Sin embargo, los planos genitales no son gratuitos sino que funcionan como un recurso más para plasmar la cotidianeidad de las vivencias de los amigos; un elemento tan incorporado al relato como los partidos de fútbol y las aventuras con chicas. La naciente e implícita historia de amor entre Germán y Fernando va surgiendo paulatinamente, sin caer en clichés (hay miradas, hay roces, pero ninguna insinuación verbal), y con algún posible conflicto por ahí. En esta oportunidad, Berger tiene como codirector a Martín Farina, quien había dirigido Fulboy, documental sobre un equipo de fútbol de tercera división. Su capacidad para adentrarse en la intimidad de aquel grupo (incluyendo charlas en el vestuario y duchas desnudos) también se refleja en la película, de manera que el público se pueda sentir uno más de los muchachos o, al menos, adoptar el punto de vista de Germán, el recién llegado. Luego de la más experimental Mariposa, Berger vuelve con Taekwondo a terreno más conocido. Un film intimista, dialogado pero nunca monótono, que muestra a personajes a punto de arriesgarse y ser fieles a sus propios sentimientos.
La dupla Berger y Fariña construyen un relato hipnótico y relajado, sobre dos amigos que deciden pasar un fin de semana en una quinta con otros amigos. Mientras en grupo la sinergia entre todos hace que se observen algunas reflexiones sobre la amistad, que nada tiene que ver con una tensión sexual latente, al quedarse solos los deseos invaden la pantalla. Pocos diálogos, mucho cuerpo exhibido, planos provocadores, en esta segunda colaboración de los construir relaciones más allá del sexo y la pasión.
La eterna pulsión homoerótica. Taekwondo es una película multitudinaria, en la que los cuerpos masculinos se amontonan y son observados con detalle, exhibiendo una forma de belleza que por lo general el cine suele pasar deliberadamente por alto, tan ocupado en mercantilizar lo femenino. Marco Berger lo hizo de nuevo. Aunque esta vez en co-dirección con Martín Farina y tras esa suerte de impasse que representó Mariposa (2015), su film anterior, en Taekwondo vuelven a narrarse los pliegues y dobleces del vínculo erótico y la tensión sexual entre dos chicos, tópico que suele ser el motor de las películas de este director. Como ocurría con Plan B (2009), Ausente (2011) y Hawaii (2013), este nuevo trabajo condensa una vez más los intereses, obsesiones y rasgos distintivos del cine de Berger, algunos de los cuales serán enumerados aquí debajo, pero con un tono ligero y festivo que lo diferencia de los climas más bien densos y opresivos de los dos últimos títulos mencionados. Taekwondo elige concentrar su fuerza narrativa en un movimiento de avance permanente, una decisión irrenunciable que empuja a la historia y a la película misma hacia su resolución, en contra de la fuerza contraria, dilatoria, que se percibía en aquellos otros dos trabajos. Podría pensarse que tales fuerzas en realidad no son más que decisiones formales que el director o, en este caso, los directores debieron tomar atendiendo a las diferencias entre los relatos de tal o cual película. Y es cierto que mientras los personajes de Ausente (un profesor de educación física que, acosado por un alumno desbordante de libido adolescente, debe reprimir sus propios impulsos) o de Hawaii (dos amigos de la infancia que al reencontrarse ya grandes deben hacerse cargo de la atracción que surge entre ellos) persisten en retrasar lo ine- vitable –el encuentro en un deseo compartido–, acá la demora tiene un origen distinto. Porque no son ni el histeriqueo ni la culpa las que hacen que Fernando y Germán vuelvan a tomarse toda la película para concretar lo que es obvio desde la primera escena, en la que ambos avanzan, uno en malla y en cueros, el otro con su bolsito de viaje, por el camino de tierra que los lleva hasta la quinta donde pasarán unos días de verano junto a otros cinco amigos de Fernando. Taekwondo está guiada por el registro de los abiertos juegos de seducción entre los personajes, que va formando un rastro de migas de pan entre las actitudes y los códigos de “machitos hétero” de la mayoría de esos nueve amigos durante el tiempo muerto del ocio. Las comillas anteriores obedecen a la ambigüedad con que Berger y Farina registran la insistencia de los muchachos por enumerar sus calenturas, sus hazañas sexuales con mujeres y los listados de novias presentes y pasadas. Una mirada que juega a extender hasta una madurez incipiente (o una adolescencia ampliada) la clásica brecha de indefinición en la identidad sexual que es común en púberes y niños. De ese modo dejan expuesta la posibilidad de que en todo hombre se encuentre latente la pulsión homoerótica, aunque a veces lo hagan de forma algo extrema, forzando un poco algunas situaciones. Aun así Taekwondo es una película abierta por partida doble. En primer lugar hacia adentro, ya que sus personajes se permiten compartir con otros la picazón feliz de ese deseo que los empuja. Pero también hacia afuera, porque en su voluntad lúdica logra generar mayor empatía por la historia de estos personajes que aceptan abiertamente su deseo. Es posible suponer que en estos cambios operados en el tono del relato tal vez haya tenido mucho que ver la novedad del trabajo en tándem de Berger con Farina. Hasta ahora Berger había trabajado poniendo el foco obsesivamente en vínculos íntimos que solían permanecer en el núcleo cerrado de sus dos protagonistas. En cambio Taekwondo es una película multitudinaria, en la que los cuerpos masculinos se amontonan y son observados con explícito detalle, exhibiendo una forma de belleza que por lo general el cine suele pasar deliberadamente por alto, tan ocupado en mercantilizar lo femenino. Tanto, que hasta las escenas de sexo hétero han sido pensadas tomando como objeto central a lo masculino. Justamente esa era una de las premisas de Fulboy (2014), documental en el que Farina registra la intimidad de un plantel de futbolistas durante las concentraciones, con una mirada que también es reconocible en este trabajo con Berger. Aunque aquí también la exposición del cuerpo masculino llega a un punto de saturación (una constante en los trabajos de Berger), es cierto que Taekwondo consigue una vez más generar una mirada cinematográfica del mundo que se aparta de todo mandato tradicional. En ese dar al espectador la oportunidad de observar la realidad cambiando el color del cristal no deja de haber una virtud que no debe ser despreciada.
Publicada en edición impresa.
POINTS 8 Previously featured in the Argentine competition of this year’s BAFICI, Tae Kwon Do is the first film written, directed and edited by Marco Berger (Plan B, Ausente, Hawai, Mariposa) and co-directed with Martín Farina (Fullboy, which, in turn, was co-edited with Berger), who also handles the photography here. Here and abroad, Berger is deservedly well-known for films that have explored the nature of desire at large. Even more to the point, gay and homoerotic bonds with a distinctive eye and a special emphasis on the beauty of male bodies. So it’s deeply satisfying to see that their first joint effort (or second, if you take Fullboy as the first one) is an accomplished feature — particularly in its film form — within a realm that has very few local canons. An ultra indie feature shot in nine days, Tae Kwon Do concerns a small group of friends who gather to spend some days together at a summer house in the outskirts of Buenos Aires. All of them are masculine youngsters of natural good looks and muscular, toned bodies, with defining singular traits. They’re not what you’d call Hollywood models; instead, they are far more interesting individuals. For these guys do boast the type of spontaneous beauty rightly associated of the vitality of youth, but also that of those who have a relaxed attitude about how they talk, look and move. In short: they are perfectly comfortable with who they are — which doesn’t mean everything about them is out in the open. One of them, Germán (Gabriel Epstein), is absolutely gorgeous and has a crush on Fernando (Lucas Papa), the owner of the house, who seems aware of it and inconspicuously stares with deep desire into his eyes. Germán stares back every now and then while he discreetly hides the fact that he’s gay. For all we know, Fernando is supposed to be straight, just like the rest of his friends. Maybe they are, maybe they are not. That remains to be seen. One thing is for sure: some glances can sometimes be far too revealing. Of course, there are some jokes about what boys do when they’re all by themselves, about being gay or not, macho comments about girlfriends and women at large, dialogue filled with double entendre, mischievous looks, and, above all, a fair dose of physical contact typical of male bonding. For the most part, all these guys do is engage into an array of assorted conversations as they rest by the pool, drink, and smoke lots of weed. Throughout these summer days at the country house, Germán wonders if his desire for Fernando will be requited and fulfilled. For there’s sure more than meets the eye at first sight. Berger observes and cares for the trajectory desire draws until it finds its object, on how it usually spins around for quite some time, and then it finally makes the connection that will lead to make things happen. What is very appealing is how he can show you all the previous days, hours or minutes and how momentum is gained. By the time a kiss takes place, it’s all been said already. Overall, the whole scenario looks and sound spontaneous, authentic and devoid of any artificiality — which is a very hard thing to do, but Berger has shown a knack for coaching his actors ever since Plan B, his first feature. So it’s great to see that once again the actors’ performances translate into good ensemble acting. It’s not hard to believe that these are true friends. Equally important is the colloquial dialogue and, needless to say, the effective body language. As regards cinematography, Farina films these guys always stressing their beauty and their masculinity with an unobtrusive, subtle camera that frames them in their graceful, and apparently casual, movements and poses. He’d already shown a gifted eye for subtleties in Fullboy, his documentary about the behind the scenes of an Argentine professional soccer team. In Tae Kwon Do, his gaze up and close gaze focuses on their half-naked or downright naked bodies revealed in full splendour - expect tastefully rendered shots of thighs, butts, and bulges. At times, the film’s minimalistic narrative may feel too minimal, yet if you pay close attention, you’d soon realize it’s all a matter of reading in between the shots, so to speak. Be it minor or major, something is always happening. Light weighted in a good way and unpretentious, Tae Kwon Do is a refreshing, engaging story where boys will fall for boys. Production notes Tae Kwon Do (Argentina, 2016) Directed by Marco Berger y Martín Farina. Written by Marco Berger. Cinematography: Martín Farina. Editing: Marco Berger. Music: Pedro Irusta. Sound: Tomás Sánchez. Running time: 107 minutes. Limited release: Gaumont. @pablsuarez
En Taekwondo, sutiles juegos de seducción masculina No son las artes marciales el centro de esta película dirigida en sociedad por Marco Berger (Plan B, Hawaii, Mariposa) y Martín Farina (Fulboy), sino los juegos de seducción entre dos muchachos que pasan unos días de descanso en una quinta con un grupo de amigos que, en más de una oportunidad, se comportan como niños. La línea narrativa que domina es la de la historia que arranca con el flechazo que se produce en una clase de taekwondo y cuyo efecto inmediato parece demorarse más por el placer que suele provocar el flirteo que por los prejuicios y los tabús. Berger y Farina filman los torneados cuerpos masculinos de los protagonistas al detalle, con la circulación del erotismo como premisa. Las conversaciones entre ellos no tienen demasiada densidad. Parecen más bien las de un reality show televisivo de esos en los que el encierro termina produciendo abulia, confesiones a media lengua y leves paranoias. Los chicos de Taekwondo comen, beben, fuman, pasan un tiempo juntos en un sauna, practican algún deporte con simple espíritu recreativo, se entregan despreocupadamente al ocio sin demasiado contacto con el exterior, salvo por la visita ocasional de alguna novia o una vecina. Ponen en evidencia los rituales y los pactos, tácitos y explícitos, de la masculinidad, lugares comunes que ofician como reglamento de la convivencia entre hombres. En ese entorno, y ante la inquietud de un tercero en discordia que claramente reprime su instinto, se va calentando a fuego lento el deseo de esos dos compañeros que tuvieron la suerte de cruzarse en una clase y supieron al instante cuál podría ser el futuro entre ellos.
Marco Berger es un director argentino que nos entregó películas tales como "Plan B", "Ausente", "Hawai", "Mariposa" y ahora es el turno de "Taekwondo", que continua la línea de sus anteriores films, pero demuestra el talento que posee para contar historias. En esta oportunidad nos adentramos en un grupo de amigos que pasa unas vacaciones en una quinta y recibe una visita de un "nuevo amigo" del dueño de la casa, del que nadie sabe mucho. Cuerpos desnudos, charlas masculinas, alguna que otra chica que aparece en el camino y el suspenso que genera ver como tres de ellos (uno muy celoso) juegan el juego de la seducción y la histeria durante la hora cuarenta que dura el film. Muy buen guión, actuaciones de gente joven talentosa y la dirección de Berger que si le seguís el rastro, no te va a defraudar. Gran peli que vas a poder disfrutar a partir de hoy en el cine Gaumont. Como digo siempre "aguante y apoyemos a nuestro cine nacional".
Germán y Fernando llegan caminando a la enorme quinta del segundo, alguna vez un centro para fumadores que querían dejar de serlo, la cual tiene cancha de tenis, pileta, jacuzzi, sauna y demás comodidades. Hay unos cuantos amigos de este último tirados semidesnudos por los sillones, reponiéndose de la noche anterior. Uno se levanta y los saluda, con una remera pero completamente desvestido de la cintura para abajo, y se sienta sobre la mesada para hablar, con una naturalidad que genera cierto ruido. En esos pocos minutos quedará bien plasmado el tono de la nueva película de Marco Berger (Plan B, Ausente, Mariposa), que esta vez co-dirige junto a Martín Farina (Fulboy). En esta ocasión, el prolífico realizador argentino vuelve a abordar una temática que ha trabajo a lo largo de su filmografía, como es la homosexualidad masculina. Sin embargo, lejos de lo hecho en la destacada Plan B, este film es decididamente más explícito y con eso pierde cierto valor. El grupo de amigos disfruta unas vacaciones de relax, sin demasiado que hacer más que fumar porro, tirarse a la pileta o en alguna ocasión agarrar la pelota de fútbol o una raqueta para perder un poco más el tiempo. Hay algunos roces, pero son hombres y a los pocos minutos ya está todo bien. Se mimetizan bastante como unos veinteañeros de perfil parecido, aunque se definen bien por el tipo de relaciones que llevan. Está el que no puede dejar de engañar a la novia, el que ama a su pareja pero lo vuelven loco sus celos, el que tiene sexo sin protección, el que tiene relaciones de forma frecuente, el que no lo hace desde hace meses y el que tiene un noviazgo raro, como si fuera una pantalla. Por otro lado están los protagonistas: Fernando, el dueño de casa y gran amigo de todos, y Germán, su compañero de Taekwondo, que no conoce a ninguno más. Los dos son gays y se sienten atraídos el uno por el otro, pero no lo expresan. Ese es el gran mérito del film, el abordaje sutil y cuidado de una potencial relación entre dos jóvenes reservados, en un ambiente de mucha testosterona y cierto machismo. Descubren intereses afines -literatura, cómics- y se la pasan juntos, en compañía de otros que se dan cuenta de que algo hay entre ellos y lo viven como si nada, a excepción de un “tercero en discordia” que es decididamente una pata floja de la historia. Hay una buena dupla protagonista en Gabriel Epstein y Lucas Papa, mientras que el resto del elenco acompaña muy bien, con mucha química grupal. Mientras ellos dos se guardan sus sentimientos, los otros desnudan sus problemas más íntimos. Conversaciones a calzón quitado, literal y figurativamente. El problema es lo reiterativo que se torna, estirándose mucho más de la cuenta con escenas redundantes que no terminan de aportar. La cámara por lo general se posa a la altura de la cintura, para tomar a los chicos mientras hablan desde la cama o el sillón. También está situada así en forma estratégica, para que uno y otro de ellos se desnude de cuerpo completo frente a cámara. Es algo chocante en relación a la delicadeza con la que se aborda el vínculo central y en torno a los temas que discuten, pero sobre todo la “naturalidad” con la que se da todo se siente algo forzada y resta mérito a aquello que está bien logrado.
Este film estuvo en el BAFICI y cuenta con la dirección de Berger (Plan B, Ausente, Hawaii, Mariposa) y codirector y director de fotografía Farina (Fulboy). Se describe este deporte, el mundo masculino, tocando diferentes temas, como así también el sexual, es una comedia sencilla y sin demasiadas pretensiones. Cuenta con la música: Pedro Irusta.
¿Es o no es? Taekwondo es una comedia sexual con toques voyeuristas y de exploitation que brilla cuando los personajes se imponen a los cuerpos. Fernando (Lucas Papa) invita a Germán (Gabriel Epstein) a una quinta con sus amigos. Apenas llega, le muestra las instalaciones: la pileta, la cancha de tenis, la casa. Le va señalando a sus amigos, tirados en los sillones o al costado de la pileta (“Ese es Maxi, ese es Tomi”). En la cocina aparece Fede (Juan Manuel Martino). Hablan pavadas acerca de la noche anterior y la cámara se mantiene en un plano medio. Cuando Fede se sienta sobre la mesada de la cocina, vemos que está desnudo de la cintura para abajo. Nada es casual en Taekwondo y menos lo que respecta al encuadre de los cuerpos. A los dos o tres minutos de película, en ese movimiento de un personaje de sentarse sobre una mesada, Marco Berger nos sorprende -busca sorprendernos- con una pija. También se sorprende Germán, y la cámara va a su rostro: mientras Fernando y Fede hablan, Germán mira, sus ojos se van para abajo, y nos damos cuenta de que es gay. Además de ellos tres, en esa casa de verano hay otros seis amigos. Un grupo típicamente argentino, o quizás universal: hablan de minas, son un poco machistas y homofóbicos (algunos más que otros), se acusan de “putos”, comen asado, toman birra, fuman porro, juegan al fútbol, van a bailar, pero ya desde esa primera escena hay una tensión sexual en el ambiente: Germán cree que Fernando lo invitó porque se lo quiere levantar, pero no está siquiera seguro de que sea gay. Por detrás de las charlas en apariencia intrascendentes, Berger nos va develando conflictos y personalidades, y -sobre todo- nos va dejando adivinar las intenciones y deseos de los personajes, en particular de los dos protagonistas. Todo en un contexto de cuerpos desnudos, roces y toqueteos en el límite de la masculinidad. Pero Taekwondo tiene dos problemas: por un lado, los diálogos esforzadamente naturales no siempre resultan fluidos; por el otro, hay un regodeo en la idea que extiende a la película demasiados minutos. Sobre todo en la segunda mitad, cuando irrumpen algunos personajes femeninos que en lugar de funcionar como un fusible cuya aparición dispara el relato hacia otras zonas, sólo agregan capas a la historia. Una mucama, una novia, la amiga de una novia parecen estar para incluir en la ecuación al sexo heterosexual. Y no es que no funcione, tampoco necesariamente sobra, pero creo que la película (que dura casi dos horas) se habría beneficiado con la contundencia de la idea original llevada al extremo. Sobre todo porque el conflicto principal es a la vez sutil y poderoso y, en definitiva, queremos saber qué es lo que pasa, si Fernando y Germán terminan juntos o no. Comedia sexual, softcore gay, voyeurismo, exploitation, todo eso es Taekwondo, pero brilla particularmente en los momentos en los que se descubre a los personajes dentro de esos cuerpos.
Un grupo de jóvenes pasan un fin de semana juntos en una quinta y allí surgen tensiones sexuales y de las otras. La película combina a la perfección los estilos de dos directores que trabajan sobre la mirada, sobre los cuerpos y los misterios del deseo. Las sensibilidades de ambos directores parecen fusionarse a la perfección en TAEKWONDO, una película que bien podría ser una combinación entre el estilo y los temas mostrados por Berger a lo largo de su carrera con el acercamiento a una temática similar pero desde un formato ligeramente distinto por Farina en FULBOY, su película sobre el detrás de escena (el vestuario, digamos) de un equipo de fútbol. Aquí son dos amigos que se suman a las vacaciones que un grupo está pasando en un caserón enorme con pileta, sauna y canchas deportivas. El grupo se compone, en su mayoría, de jóvenes heterosexuales quienes, de una manera un tanto inusual y más propia de un vestuario deportivo, andan desnudos o semidesnudos todo el tiempo. Para uno de los recién llegados –el único claramente identificado para el espectador como gay– es una mezcla de paraíso y lugar de extrema confusión. Atraído por su amigo, se siente un poco fuera de lugar en este entorno de confusa y sobreactuada masculinidad. Entre charlas sobre mujeres, conversaciones casuales, muchos diálogos sobre sexo, fiestas y los planos habituales de Berger en los que su cámara parece centrada en la entrepierna de sus personajes mientras ellos se acomodan o rascan cualquier cosa que ande del ombligo para abajo (aquí la cámara bien podría representar la mirada del recién llegado), transcurren unos días en los que estos compañeros de taekwondo van jugando su confusa danza de atracción mientras alrededor suyo tiene lugar una suerte de constante ballet hormonal. Si bien la película podría resolverse con unos 15 minutos menos, resulta una experiencia curiosa y atrapante, un juego de miradas, cuerpos, palabras y deseo que no para un segundo.
Después de un exitoso paso por el BAFICI, se estrena Taekwondo, la nueva película de Marco Berger, con co dirección de Martín Farina. El cine de Marco Berger es un cine de pequeños gestos. Los personajes se estudian, se miran, se conocen, se comprenden por las miradas. Uno podría quitarle los diálogos a sus películas y se entenderían igual, porque lo importante no sucede en el plano de los diálogos, sino en aquello que se siente, y se transmite más allá de las palabras. Son historias de amor con un clima increscente En Taekwondo, Berger regresa un poco al tono de comedia cotidiana que tenía su ópera prima, Plan B, con óptimos resultados. Fernando –Lucas Papa- invita a Germán –Gabriel Epstein- un compañero de Taekwondo, a una quinta para pasar unos días de vacaciones junto a sus amigos de toda la vida. Ahí todo es juego, todo es joda. Fútbol, playstation, comidas, siestas largas, sauna y baile. Al principio, el joven se muestra tímido con el resto, pero pronto comienza a entrar en confianza. En la película de Berger y Farina, el olor a hombre traspasa la pantalla. Detrás de cada juego de estos adultos, que tienen una regresión a los tiempos adolescentes hay una tensión latente, un romance, una incertidumbre. Los directores no subestiman la inteligencia del espectador y revelan bastante rápido los motivos que lo llevaron a Germán a aceptar la propuesta de Fernando, pero sobretodo, le transmiten las mismas dudas, gracias a un excelente juego de miradas, donde los primeros planos y detalles, tienen mayor connotación que la simple sugerencia sexual. Taekwondo es un pequeño film que sucede en un microuniverso masculino con códigos preestablecidos. Como en sus anteriores obras, Berger, evita los lugares comunes y estereotipos, por el contrario, los establece en un principio, para romperlos durante el desarrollo. Al igual que el arte marcial, cada acción que se toma tiene su justificación. La defensa personal, se convierte en ataque, y eso se traduce en el comportamiento de varios de los personajes. Más allá del plano subyacente, y los climas que poco a poco se van tejiendo alrededor de los protagonistas, también se plantean temas más obvios relacionados con la madures, los prejuicios sociales y económicos de una parte de la sociedad, la inseguridad de una generación, la amistad a través de los años, y la hipocresía que crece a la par de los personajes secundarios, engaños y desengaños. No hay un ritmo argumental clásico. La rutina y el agobio de ese descanso se transmiten al espectador con un código audiovisual similar a la del Nuevo Cine Argentino de la generación del 2000. En cierta forma, la película es consciente de eso y habla sobre la madures cinematográfica de esas primeras camadas de graduados de la Universidad del Cine que ahora ya son consagrados autores, y de la que Berger forma parte. Aunque el elenco es numeroso y el nivel interpretativo es desigual, cada personaje tiene una construcción, un desarrollo y una conclusión, concretando un guión sólido al que no se le notan los hilos estructurales, lo que permite adentrarse en el mundo de la historia sin pensar en lo que va a pasar o debería pasar en el transcurso de la trama. Uno se deje llevar, como testigo imparcial, desde cierta contemplación, pero también sin perder el punto de vista del protagonista. El desenlace -tan discutido por hacer explícito aquello que era sugerente- no hace más que demostrar la forma que los realizadores tienen de revelarse contra los códigos del cine contemporáneo, otorgando una bienvenida cuota de deseo y pasión desprejuiciada.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
EXPLORAR LOS CUERPOS El plano inicial muestra a dos jóvenes que se acercan a cámara. Sus siluetas nítidas contrastan con el fondo desenfocado. No es casual: son los cuerpos los que interesan y el exterior, bien gracias. Un grupo de amigos pasan el tiempo en una quinta. Hablan de cualquier cosa, lo que venga, lo que tienen ganas de contar, generalmente enmarcado dentro de los rituales y los códigos masculinos. Las conversaciones son banales y otorgan una ligereza que refuerza la verosimilitud de aquello que se escucha y lo cotidiano se ensancha exageradamente. Algunas palabras molestan y otros movimientos son verdaderos toques de comedia. Parece un reality, pero no. Lo que rompe la lógica misógina e instaura la diferencia es la cámara. Taekwondo es una película de registro y como tal instituye una mirada. Es una mirada que explora pero además acaricia, recorre, se aleja, se acerca, espía o es un tipo más, metido en los ambientes de ese universo cerrado, de transpiración y de letargo. El encuadre instaura hedonismo. Los chicos del comienzo son Germán y Fernando y entre ellos hay algo. Un gesto provoca una pausa y entonces se activa el deseo y la tensión sexual, esa forma de vincularse que tan bien ha trabajado Berger en sus films anteriores. Pero ahora multiplica la apuesta e inunda la pantalla de presencias, como si de un cuadro renacentista se tratara, para elogiar la carne. La cuestión aquí no es el horizonte de llegada (una bella escena final) sino el mientras tanto, ese lapso que se estira entre miradas y acercamientos. Los cuerpos imponen una presencia desmesurada. En tiempos donde la radical virtualidad coloca la figura de un ordenador en el lugar de Dios y los sujetos de varios films aparecen como hologramas de mercado, Berger y Farina parecen devolverles complexión a los personajes. No es un gesto menor. Tampoco lo es el enrarecimiento que provocan sus imágenes. Y la espera no es sólo de quienes están involucrados en el juego. También es del espectador, el que atado por los lazos de una narrativa convencional tal vez aguarde ese momento donde se consuma la relación. Sin embargo, siempre hay un espacio abierto para que la búsqueda gobierne la escena. Para ello, no es necesario el sexo explícito ni que los protagonistas pierdan sus rasgos de masculinidad. En este sentido, se eluden lugares comunes y recetas militantes; en todo caso, la estereotipada visión de la “jaula de las locas” nunca asoma porque las leyes del deseo son universales mientras haya cuerpos. Y una cámara con sentido cinematográfico para recorrerlos.
HOMBRES AL DESNUDO Dirigida por Marcos Berger y Martin Fariña, realizada en poco tiempo y con mucho talento, todo se remite a un universo masculino. En una quinta paradisíaca, un grupo de amigos de la infancia pasa un largo fin de semana. Allí, el dueño, invita a su compañero de taekwondo, que es gay aunque los demás no lo saben. Y desde su mirada descubre un mundo masculino de veinteañeros, de cuerpos trabajados, que hablan casi todo el tiempo de sexo y se muestran desnudos o semidesnudos, comparten asados, sauna, se rozan, se tocan, se pelean. Todos cambia cuando se miran Fer y el nuevo Germán, y entre ellos una seducción que se alarga (demasiado) y una tensión sexual que se suma a la ya existente entre los amigos. Muy buenos actores, un film bien armado y bello, sin grandes pretensiones.
Con sus cuatro films anteriores Marco Berger creó un universo que le es propio, con marcas distintivas y hasta referencias internas. Berger es catalogado como un director de cine LGBT – o gay –, quizás el de mayor renombre en el país; pero siempre aclaró, y adhiero, que su cine es en realidad universal, que habla de lo que a él le gusta, de su propia visión, de sus inquietudes, ¿No es eso acaso lo que hacen los grandes realizadores personales? El cine de Marco es humano, cálido, y profundamente romántico; escapándole a todo convencionalismo y cliché, romántico como la vida misma. A ese microuniverso “Bergiano”, el realizador invita en la co-dirección a un par suyo, Martín Farina, de la recordada Fullboy. Como una simbiosis destinada a darse, ambos tienen varios puntos en común en su cine; por lo que Taekwondo puede ser fruto de unión perfecta. A la historia, con guion de Berger, se le ven sus manos por todos lados. Germán acude a una invitación de Fernando para pasar unas vacaciones en una casa quinta alejada en Ezeiza. Ambos son compañeros en las clases de Taekwondo, y Fernando comparte esas vacaciones con otros amigos propios que German no conoce. Lo que Fernando “no sabe” es que en German hay otras intenciones, que tiene un plan (¿B?). German es gay, y está allí para tratar de confesarle sus sentimientos a Fernando, que quizás también sienta por Germán algo más que una amistad. Se expone la mirada como la de un mercenario, un visitante foráneo. German, que oculta (o no expone) su homosexualidad frente al grupo, llega a ese universo aislado, lleno de testosterona, sudor, y códigos internos de jóvenes machos. Ahí es donde se siente la mano de Farina. Si recuerdan los filmes de ambos directores, el director de Ausente es mucho más sutil, planos de roces, bultos tapados por calzoncillos, y juegos de doble sentido. Por el contrario, Fullboy hablaba expuestamente de la ambigüedad homoerótica en un mundo heterosexual, yendo de frente con los desnudos en primer plano como un ojo que espía la intimidad. La segunda opción es al que se ve en Taekwondo, matizada por el chichoneo Berger en tres personajes; sí, porque hay un tercero en discordia. El juego está servido desde la premisa para que cualquier director recaiga en los convencionalismos de la comedia romántica, con enrriedos y confusiones de todo tipo, situaciones risueñas y personajes sidekicks pintorescos. Bueno no, ni Berger ni Farina son cualquier director, y llevarán inteligentemente el agua para sus molinos. Con la envolvente musicalización de Pedro Irusta envolviendo el ambiente, Taekwondo vuelve sobre ese naturalismo tan típico al creador de Mariposa. Las cosas suceden como en la vida misma, con sus idas y vueltas, sus tiempos y sus inseguridades. Se habla de la nada y se habla de todo. Este completo mundo de hombres habla de sexo, de deportes, de compañerismo, y hasta de política, con planteos bien personales de quien se ubica detrás de cámara; mientras descansan, juegan, se miden, se emborrachan, se comportan irresponsablemente, y deserotizan el ambiente entre ellos. Es como cualquiera podríamos imaginarnos a un grupo de amigos pasando unas vacaciones soleadas aislados, aguardando una ocasional visita femenina… y en el que se cuela algún infiltrado. Paisajes naturales, inmensos ante el ojo de la cámara, una bellísima fotografía soleada que amplía el naturalismo, y que se anima también a la contraposición de sombras para lograr planos de una preciosura palpable. Todo en taekwondo nos habla de cierta ensoñación. También se aprecia una simetría perfecta, tanto en los primerísimos planos (de rostros y genitales), como en las secuencias más abiertas, nada está fuera de su eje, como una inmensa y móvil obra pictórica. Se ha acusado a Berger alguna vez de realizar siempre la misma película. Sin embargo, lo que podríamos decir es que juega con marcas que ya le son propias, y hasta se anima, otra vez, a referencias internas a su cine, como si estuviésemos como espectadores esperando que nos haga un guiño fiel; y tiene razón. Sin lugar a dudas Marco consiguió un grupo de seguidores que queremos verlo hacer su cine, eso que sólo él sabe hacer, abrirnos las puertas a su universo; y esta vez viene con la vista especial y adecuada de Farina. No es todo lo mismo. Si Plan B era una comedia romántica clásica y urbana; Ausente un thriller; Hawaii un drama de clases sociales; y Mariposa se animaba a la metafísica. Taekwondo es quizás la comedia que no se veía tanto en Hawaii, o la luminosidad rupestre que no estaba en Plan B; es un intermedio entre ambas, con ese decir del no decir, con esas miradas y gestos que lo expresan todo, y se suma el aporte fundamental de la pulsión sexual expuesta, la fuerza de la masculinidad que Farina ya había retratado desde el lado del documental. Taekwondo surgió de una suerte de tiempo muerto, de un proyecto que se cayó y las ganas de realizar algo. Algo similar a lo que sucedió con Hawaii, la película con la que estéticamente más comparte, y con los resultados más similares; quizás la que sus seguidores más halabamos. Berger es también un concreto director de actores, y aquí maneja con soltura a un grupo numeroso de intérpretes, encabezados por Gabriel Epstein y Lucas Papa, a los que quizás le falte algo de diversidad, todos con interpretaciones correctas, acordes a sus participaciones, mostrándose de modo natural y abierto. Farina y Berger nos presentan otro capítulo de sus placeres, las cuestiones que los movilizan, y nos convencen que detrás y delante de cámara sus filmografías estaban destinadas a cruzarse; bienvenida la unión potenciadora.
Marco Berger y Martín Farina se unen para realizar esta película con el indiscutible sello Berger. En Taekwondo un grupo de muchachos se juntan a pasar unas vacaciones en una quinta de Ezeiza, un lugar con todas las comodidades porque en algún momento funcionó como punto de encuentro de personas que querían dejar de fumar y necesitaban reemplazar el deseo del cigarrillo por otras distracciones. Son todos varones, jóvenes, desinhibidos. El deseo flota en cada escena. Berger ya demostró que es capaz de retratarlo como pocos en nuestro cine, y acá no es la excepción. A veces menos sutil que otras, el film desprende mucha naturalidad, esto logrado principalmente gracias a las actuaciones. Los directores dejan a sus personajes ser, estos son llevados a través de situaciones con alcohol, porros, juegos, conversaciones sobre sexo, infidelidad, etc. Van y vienen, congenian, se entienden, se divierten. A la hora de filmarlos, a estos personajes y principalmente a estos cuerpos, Berger apuesta a su estilo inconfundible. Lo homoerótico presente hasta en situaciones que a simple vista no lo tendría. Sí hay casi un abuso de planos de bultos y miembros masculinos, creando planos donde casi cualquier excusa parece servir para centrarse en ellos. Entre tanto personaje masculino al principio el foco se pierde entre ellos pero luego la narración encuentra el modo de centrar la atención más que nada en un personaje. Así se sucede de manera natural y entretenida. Casi dos horas de película en algún momento comienzan a sentirse un poco reiterativas para llegar a una resolución que no necesita mucho más que unas pocas palabras (una pregunta precisamente) y una acción. Una resolución que no necesita de clichés, sobreexplicaciones ni situaciones obvias hasta llegar a ella. Sí una tensión sexual que a medida que la película se sucede se incrementa, una vez más, sintiéndose siempre de un modo muy natural. Sí da la sensación de que le sobran algunos minutos al film, especialmente en la segunda mitad. Después de Mariposa, la primera película de Berger protagonizada por un personaje femenino pero cuyo relato no le escapa a temáticas tratadas a lo largo de toda su filmografía, Taekwondo es un regreso por la senda precisa y marcada que el realizador transita, aunque esta vez lo haga acompañado, por el director del documental Fullboy. Un cine maduro, a simple vista trivial, pero quizás porque desde eso trivial es que mejor y más natural le sale retratar estas historias.
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Alejada de cualquier tipo de formalidad impostada o corrección política sobreactuada, el tándem de directores integrado por Marco Berger y Martín Farina presenta Taekwondo, un trabajo que explora la relación con el otro desde las hormonas. El relato comienza con la llegada de Germán a una quinta bonaerense en la que un grupo de amigos pasa sus vacaciones entre paredes, pileta, jardincito y muchas, muchas charlas en las que la testosterona es la reina madre del escenario. Germán tarda en encastrar en ese combo de flacos, altos y más o menos torneados que juegan al fútbol, hablan de chicas y se pasean desnudos por la casa, donde son uno y a la vez todos, donde cada uno es uno más. Germán mira, Germán piensa, Germán calcula, sopesa situaciones, vivencias y posibles reacciones ante su sexualidad. El cuerpo a cuerpo como pánico escénico, la cercanía como barrera y los miedos y prejuicios sociales como alambre de púas de la convivencia. Berger-Farina logran un film certero, en el contexto de un país que busca ser cada día más tolerante incluso pese a su propia población, a menudo encerrada en mandatos, tradición, familia y propiedad. Taekwondo es más que su título, es más que los encuadres claustrofóbicos en el patio, es mucho más que cuatro o cinco pijas revoleadas en cámara. Es una historia pequeña y gigante en posibilidades de fuera de campo. Es un acierto del cine local, por sobre todo.