Las películas con cantantes o bandas -en varios casos, fenómenos pasajeros- son habituales en todo el mundo. Resultan estupendos negocios desde lo musical y lo cinematográfico, no tanto por la calidad como por las recaudaciones. En Argentina sucedió con Sandro, Palito Ortega, Leonardo Favio (en su faceta de vocalista), Leo Dan… Si bien son largometrajes por encargo, donde la meta principal pasa por romper la taquilla, surgieron algunas perlitas, como las que dirigió Emilio Vieyra con Sandro (Gitano, por ejemplo) y la saga “Del Amor”, a cargo de Adolfo Aristarain. El nuevo exponente del subgénero es Violetta, la joven cantante que Martina “Tini” Stoessel interpretó en el programa homónimo de Disney Channel, emitido entre 2012 y 2015. El suceso fue tal que trascendió la pantalla chica y Tini salió de gira por todo el mundo, entonando los hits que enloquecieron a millones de seguidores. En este momento, Stoessel está dejando de lado el personaje para centrarse en una etapa más madura. De eso se trata Tini: El Gran Cambio de Violetta. Luego de una intensa maratón de recitales, Violetta vuelve a su hogar, pero no es una persona feliz: siente un desgaste importante, la presión por parte de su representante es intolerable, y se entera de que León (Jorge Blanco), su novio y también estrella pop, la está engañando con otra. Dolida, decide cancelar la grabación de su próximo disco y se encierra en sí misma. Está triste, harta del negocio discográfico y de la vida. Entonces el padre (Diego Ramos) le ofrece la posibilidad de pasar un tiempo en una residencia para jóvenes artistas ubicada en Italia; un lugar donde, además, solía ir la madre. Allí encontrará cariño, buena onda por parte de Isabella (Ángela Molina) y de otros jóvenes residentes, y también conocerá a Caio (Adrián Salzedo), un pescador de la zona y bailarín en potencia. Será la oportunidad perfecta para que Violetta pueda descubrir más sobre su pasado y, en especial, sobre sí misma. El esquema no se aleja del de otras películas de este estilo: lucimiento de la estrella, personajes secundarios simpáticos (salvo uno: la chica arrogante que quiere quedarse con León), ternura, romance, unas gotas de drama, canciones, alegría, optimismo… Aún así, tiene sus hallazgos y cierta originalidad, cierto riesgo. En vez de ir a lo seguro y hacer un compilado de grandes éxitos del programa y de los más exitosos números musicales, la producción se orientó a mostrar la evolución de Stoessel como artista; Tini va dejando atrás a Violetta, así como la dulce adolescente va dándole paso a la mujer. En sintonía con ese concepto, no hay explosiones de colores (predominan blancos y tonalidades claras y sobrias en general) y casi todas las canciones son de carácter romántico y reflexivo. El director Juan Pablo Buscarini (con sólida experiencia en films para la familia, pero que no le toman el pelo al espectador) aprovecha los paisajes mediterráneos y se encarga de potenciar la belleza de la protagonista, que de por sí tiene ángel. Entre los actores de reparto, Diego Ramos aporta lo suyo como Germán, el progenitor de la chica, pero quien llama la atención de los espectadores mayores es la española Ángela Molina, la mítica intérprete de Las Cosas del Querer, quien hace gala de presencia y carisma en sus pocas intervenciones. Tini: El Gran Cambio de Violetta no deja de ser lo que es, pero tiene todo para contentar a los fanáticos del personaje, quienes hasta se emocionarán por el cierre de una etapa y el comienzo de otra en la carrera de una artista que, con seguridad, no dejará de crecer.
Juan Pablo Buscarini dirige la película de Tini: El gran cambio de Violetta, en la que el personaje de Martina Stoessel se convierte finalmente en ella misma. La serie de televisión de Violetta logró un éxito difícil de predecir. De repente, su nombre e imagen se vio en diferentes partes del mundo, incluso en merchandising como remeras o cuadernos. Martina Stoessel interpreta allí a una adolescente que regresa a Buenos Aires tras varios años de vivir en Europa, y decide dejarse llevar por su vocación, la música. Ahora, Tini: el gran cambio de Violetta, dirigida por Juan Pablo Buscarini (el mismo de El inventor de juegos y El arca, entre otras dedicadas más bien a un público infantil), pretende dar un cierre a este personaje. Con la pesadilla de una canción nueva que está dentro suyo pero que se le va volando, comienza la película de Tini. Atareada por su reciente gira y sintiendo la distancia que hay entre ella y su novio también músico, León (Jorge Blanco), cada uno en distintas partes del mundo, Violetta se siente fuera de lugar y sin inspiración. Que la atosiguen con la idea de grabar pronto un nuevo disco no la ayuda, pero la gota que colma el vaso termina siendo la noticia de que su novio estaría en pareja con otra cantante con la que actualmente está compartiendo carrera. La prensa tampoco colabora y, sin saber qué hacer, decide de repente retirarse del mundo de la música, aquel que tantas alegrías le dio. El refugio lo encuentra en su familia, en su padre, interpretado al igual que en la serie por Diego Ramos. Y es él quien le entrega una invitación que si bien recibió desde hace un tiempo, siente que éste es el momento más adecuado. Así, Violetta, con su corazón roto, viaja al sur de Italia a encontrarse con parte de sus raíces, las que provienen de su madre y su carrera también como cantante. Violetta, que antes que nada siente la necesidad de encontrarse a ella misma, llega a un retiro para artistas dejando mucho más que las valijas en el fondo del océano. Con nuevos amigos, alguien que quizá se convierta en un nuevo amor (Adrián Salzedo como Caio), y parte de su herencia materna, Violetta comienza a sentirse nuevamente inspirada y motivada, y eso se va contagiando hacia lo demás. Aunque el dolor por la repentina ruptura y consecuente indiferencia de León sigue estando presente. Además de León, otro de los personajes principales de la serie que repite es el de Mercedes Lambre, Ludmila, como la villana ahora convertida en amiga que intentará que si o si, León y Violetta sigan juntos. Con su argumento trillado, esa historia donde los sueños se terminan cumpliendo y el amor siempre triunfa, es una película sin sorpresas y sin riesgos. Símbolos obvios como los mencionados anteriormente como la canción que se va volando o el equipaje que se termina perdiendo en el mar, y una producción destacable con escenarios bellísimos y un vestuario impecable (Red Valentino como la marca que elige vestir a Martina Stoessel se hace presente también en el film) terminan de hacer de esta película algo con buenas intenciones pero sin mucho más por ofrecer. La historia de Tini: El gran cambio de Violetta, es un digno producto salido de la factoría de Disney, con mensajes sobre el poder del amor y la posibilidad de que los sueños se hagan realidad, pero sin mucha profundidad. De seguro conformará al público al que está mayormente dirigido: a los fanáticos de la serie y de este personaje. No obstante no se siente que tenga mucho más para aportar al resto.
TINI Y EL ESPLENDOR EUROPEO Siempre que un ídolo infantil preadolescente llega al cine, el recurso siempre a mano es filmar sus shows con un poco de backstage para mostrar su costado humano y con eso alcanza para tener éxito. Pasó con Justin Bieber, con One direction. Pero en el caso de Tini y su gran etapa con Violetta las intenciones fueron otras: armar una ficción que explicar el adiós a una y el comienzo con Tini. Una transición perfecta para seguir el paso de una ídola juvenil como solista al mundo del espectáculo. La elección de Juan Pablo Muscarini, le otorgó al film una factura cuidada, lujosa, con mucho de lenguaje de videoclip y en tono con las producciones de Disney para el mundo adolescente. Un argumento sencillo pero eficaz, no demasiadas canciones, el romance y la crisis de cambio. Todos los ingredientes que sus fans adoraran y transformarán a la película en un éxito. Allí está el encanto de Tini Stoessel y su gran atractivo popular, su registro emotivo, vulnerable usado al máximo. Es un film que va a lo seguro del impacto del amor joven y romántico al etilo hollywoodense.
Crítica emitida por radio.
Propone una fantasía demasiado empalagosa A veces se dice de una película que no importa si es buena porque "es para chicos". Idea errónea. Hay cientos de films orientados al público más joven que tienen la potencia de una buena historia bien contada y terminan ganándose también a los adultos. Disney es un estudio experto en eso de realizar muy buenas películas para toda la familia, desde Un viernes de locos, pasando por Juego de gemelas, hasta El diario de la princesa y muchas más. Pero esta vez, con Tini: el gran cambio de Violetta, no fue ése el resultado. Que quede claro: el público fan de Violetta, más o menos restringido a niñas de 5 a 11 años, va a salir feliz de haber visto el nuevo film de su ídola. No se trata de subestimarlo con esta apreciación. El film tiene todo lo necesario para crear un mundo de ensueño que ese público sabrá apreciar: una protagonista adorable, canciones, bailes, chicos lindos, paisajes divinos. Cualquiera que no esté dentro de ese segmento demográfico encontrará que no es suficiente para contrarrestar un guión que une situaciones sin mucha lógica, diálogos que no suenan nada bien y actuaciones muy desparejas. Violetta (Martina Stoessel) vuelve cansada de una gira y se encuentra con la noticia de que su amado León (Jorge Blanco) está con otra chica en Los Ángeles. Por supuesto que esto no es verdad pero, como ella no puede contactarse con él, lo cree y se profundiza su crisis personal. La cantante decide abandonar su carrera y acepta una invitación a Italia, para pasar un tiempo en la residencia para artistas de Isabella (Ángela Molina), una amiga de su padre (Diego Ramos). Allí conocerá a un buen mozo muchacho que maneja un barco y a unos jóvenes que serán sus aliados en la búsqueda de sí misma. La película, dirigida correctamente por Juan Pablo Buscarini y con un gran despliegue de producción, no teme ir por el camino más meloso posible. Se entiende que es una fantasía color rosa pero, aun así, supera un límite soportable para el espectador que no sea fanático de su protagonista. El gran cambio de Violetta prometido desde el título, con la idea de dejar atrás la adolescencia y encarar la adultez, no termina de concretarse.
La inesperada virtud de la superficialidad. “Violetta”, la protagonista de la exitosa novelita teen de Disney, consigue película. Las “tinistas” se deleitarán ahora con una continuación directa del programa, que se centra en una abrumada Violetta, repleta de presiones profesionales y conflictos amorosos. Al no dar más con estos problemones, la estrella abandona su carrera y huye a una escuela de jóvenes artistas en Europa, desentrañando ahí, detalles de su vida. En aquel lugar conocerá nuevos amigos y un posible nuevo amor. Un reparto sobre-actuado, cursileria barata, personajes chillones y un argumento pobre (que solo justifica un giro de marketing) son los ingredientes de este mediocre proyecto que, mas que una película, parece un largo videoclip a la Disney. Martina “Tini” Stoessel intenta gesticular interpretando al unidimensional personaje, al cual ni siquiera se molestaron en escribir disimulando el hecho de que fue creado para facturar a base de un fandom de jóvenes adictas a la moda popular. La historia roba de todos lados, intentando imitar la formula ‘Hannah Montana: La Película’ con un poco del poco sorpresivo triángulo amoroso ‘Crepúsculo’. Los personajes secundarios que Violetta conoce en su viaje son poco interesantes y repletos de cliches juveniles. Tenemos a Angela Molina como la Charles Xavier de la escuela de arte, a Jorge Blanco repitiendo como el manipulable interés amoroso de “Tini” y al desconocido Adrian Salcedo como Caio, un poco creíble estereotipo de paisano italiano. Este ultimo se convierte en el “JACOB” de esta historia de amor dirigida por Juan Pablo Buscarini, quién hizo un trabajo aceptable para lo que brinda la calidad del proyecto. Diego Ramos, Marcedes Liembre, Sofia Carson y Maria Clara son otros de los que vuelven a sus papeles. El problema de estas producciones es que no intentan brindarle nada nuevo al público juvenil. Solo crean historias de gente clase media alta que viven romances y, junto a ellos, un coro de personajes que solo sirven de relleno para una clara campaña de marketing dirigida hacia el mercado discográfico. Lo único que vale la pena (siendo benévolo) fue la elección de lugares para filmar. La producción se movió a las costas de Italia, usando los geniales paisajes que bordean el mar Mediterráneo. No es un detalle que rescate a la película, pero al menos no la hace visualmente desagradable. “El Gran Cambio de Violetta” se limita a ser una burda continuación de la igualmente burda novela de Disney Channel,la cual busca darle un rebuscado origen a la historia del personaje. La idea no aporta nada al género, y se queda en la cómoda, mostrando el típico argumento ya visto miles de veces y que, al parecer, sigue funcionando para vender discos y recitales.
Tini sorprende por un lado y defrauda por el otro. La realización técnica y visual es IMPECABLE. No recuerdo una película nacional con esta calidad de planos y fotografía. Se nota un trabajo muy detallista en casi toda la película. Además la edición es impecable. También la tarea del director es para destacar no solo por los puntos de arriba, también porque trabaja con muchos adolescentes y están con las pautas bien claras (o son grandes actores... pero me inclino por lo primero) Quien tenga que verla para acompañar a hijas (como fue mi caso) o sobrinas puede quedarse con esos aspectos... ¿La historia? al comienzo es medio naif o cursi, pero para el final tiene un par de cosas que ya se van a la banquina directo. La escena del bote y la isla es algo muy bizarro, no solo por los efectos "especiales" sino por sobre todas las cosas porque es innecesario. Partamos de la base que es una película para cambiarle el nombre a una artista en la cabeza de sus seguidores. Ya es algo raro. Martina Stoessel o Violetta o ahora Tini es muy fresca, trabaja realmente muy bien y todo lo que logró no es por casualidad. La película tiene además detalles que sus seguidoras amarán como el tema del vestuario, los peinados y las canciones. Es un lujo que esté Ángela Molina realmente en una película así, y hace su papel con total seriedad y profesionalismo. Realmente valoro mucho que una producción como esta tenga semejante calidad técnica, que laburen tanto en fotografía para un público que mayormente sube fotos a instagram frente al espejo del baño con pico de pato es para aplaudir. Hace algunos años una despedida similar, como fue Cuatro caminos con los Erreway, tenía una imagen patética. Si la historia hubiera estado mejor elaborada, seguramente hubiera sido una gran película.
Aquí la protagonista de la historia es Violetta (Martina “Tini” Stoessel, tiene 19 años, estudió canto, piano, comedia musical y de baile) que muestra las presiones que sufren algunos artistas cuando llega la fama y como los medios se entrometen en la vida privada. Por lo tanto luego de un desengaño amoroso con León (el mexicano Jorge Blanco), intenta descubrirse, equilibrar sus sentimientos y su mente. Con la ayuda de su padre (Diego Ramos) decide tomarse un descanso en Italia alejada de todo y se instala en una residencia paradisiaca de una amiga de la familia Isabella (Ángela Molina), allí viven algunos jóvenes talentosos en distintas disciplinas del arte y todos compartirán una gran aventura. También conocerá al joven Caio (el español Adrián Salzedo) un pescador que tiene un sueño: triunfar en la danza, el cual tiene una audición bastante similar a la protagonista de la película “Flashdance” (1983). Deja varios mensajes pero sin mucha profundidad, resulta ideal para que la disfruten las fans y entretiene.
PURA CASCARA Tini: el gran cambio de Violetta es un producto comercial. Nada más y nada menos. Y más bien tirando a menos. Un negocio con todo el aparato de Disney detrás. Luego de una gira sumamente exitosa, Violetta (Martina Stoessel) regresa al país agobiada, sin poder componer y presa de los chismes de la prensa del espectáculo que ligan a su novio León (Jorge Blanco) -que se encuentra en Estados Unidos grabando su nuevo CD- con una chica bella y arribista. Herida, anuncia su retiro y cancela todas sus actividades. Desilusionada, se recluye en su casa y su padre (Diego Ramos) le ofrece instalarse en una residencia paradisíaca sita en Italia para jóvenes artistas regenteada por Isabella (Angela Molina), amiga suya y de la madre de Violetta. Hacia allí parte la joven con ansias de encontrarse finalmente y saber quién es y qué quiere. Trama minúscula y poco original, pletórica de frases que ni alcanzarían status para aparecer en sobrecitos de azúcar, filmada como si fuera una larga publicidad aprovechando los lugares suntuosos y la belleza de los paisajes, matizada con canciones y bailes, alguna dosis de supuesto humor, una pizca de dolor ante los desengaños, y mucho mensaje new age de superación ante las adversidades (que, advertimos, no son más que las que pueden padecer los niños ricos que tienen tristeza). Como esta producción está maquinada en términos globalizados, se oirá además del español (por España, no por Argentina), el inglés (con canciones en ese idioma), un poco de francés y otro de italiano para que los fans europeos más cotizados (debemos reconocer que el Viejo Mundo se rindió a los pies de Violetta) sigan embelesados y embaucados con estos espejitos de colores. Un hato de chicos y chicas bonitos que creen que cantan, bailan y actúan bien (con la amplitud de incorporar cierto freakismo permitido) desparraman sus “artes”. Pero sólo lo creen ellos, o se los han hecho creer, porque por lo que se deja ver es bastante básico lo que pueden. En la escena de la audición que realiza Caio (Adrian Salzedo) para entrar a la Academia de Baile, ni bien comienza a moverse, uno de los encargados de decidir dice: “nada especial”. Y esa frase es lo que representa más cabalmente a este producto. Violetta atesta sus vestidos de pespuntes, encajes, tules, cintitas, puntillitas, pajaritos, mariposas y flores en una representación femenina que desde el mismo vestuario atrasa siglos y mantiene estereotipos y que cuando cambia a Tini acorta la falda, adopta las lentejuelas y los flecos. Un cambio que no es tal porque sigue respondiendo a un ideario de deseo y dominación masculino. Además colma sus canciones de lugares comunes e ilusiones (apostar por los sueños, creer que son posibles si uno quiere y los focaliza fuertemente, brillar como una estrella y bla bla bla) que sólo parecen requerir de lo mágico o de lo azaroso de un destino en manos de un Bien omnipotente para su concreción, construyendo un mundo tan irreal y falso que como mensaje es, de mínima, tonto y, de máxima, sumamente peligroso. Es toda una toma de posición ética, ideológica y política que con semejante poder de recepción comunicacional sólo se atine a frases hechas y vacías y huecas superficialidades. Siempre la boca abierta, hierática, sin recursos actorales y ni siquiera naturalidad, lo que asombra es que, a pesar de todos sus evidentes esfuerzos, la protagonista no consigue traspasar la pantalla. Es linda. Pero no tiene ángel, ni carisma alguno. Es un puro artificio. Marioneta a la que se le notan todos los hilos. Como se le notan los hilos al producto general. Martina Stoessel podrá tener millones de seguidores y millones de dólares en sus cuentas bancarias. Pero sólo eso. Y lástima, que es lo único que nos genera si somos buena gente.
Entretenida y algo más La entretenida Tini: El gran cambio de Violetta explica el agotamiento de una etapa y el comienzo de otra en la vida artística de Martina Stoessel. Violetta, el personaje que Disney había creado en función del potencial de Martina Stoessel, se había agotado. El programa televisivo rindió en varias temporadas, las giras internacionales fueron muchísimo más allá de las expectativas y, por sobre todo, la protagonista creció lo suficiente como para dejar de ser una estrella infanto – juvenil. Había que pasar a otra cosa y se pasó: Stoessel abandonó el aura naif de Violetta y se montó en las altísimas plataformas de Tini. Y acompañó ese tránsito con la publicación de un disco y el protagónico de una película que explica todo el proceso de manera inteligente y con un guion consistente. Tini: El gran cambio de Violetta, tal el título del filme dirigido por Juan Pablo Buscarini, es funcional a esos propósitos industriales y un buen relato de ficción, que rinde tanto para el público cautivado previamente como para el espectador adulto que toca de oído y que apenas sabe que Violetta era la ídola de su hija hasta ayer nomás. Además, tiene el plus de comenzar con una mirada crítica hacia la misma industria que la concibe. Es que todo comienza con Violetta atormentada en un avión, junto a un mánager impiadoso que la ha aislado de la vida real, que no entiende cómo pueden llegar a afectarla los problemas personales simples como el estar alejada de su novio León (Jorge Blanco), sospechado de estar con otra mientras desarrolla su propio show en Los Ángeles (Estados Unidos). Partida al medio, Violetta anuncia el retiro y asume su desconcierto en carta abierta a los fans, lo que deja servido todo para un renacimiento. Es entonces que asoma la estrategia de Germán (Pablo Ramos), su padre, para que viaje al mediterráneo italiano y tome contacto con Isabella (la bellísima Ángela Molina), una vieja amiga que convirtió a una bella casona de Taormina, Sicilia (Italia) en un espacio de experimentación de jóvenes artistas. Allí, claro, Violetta no sólo supera un bloqueo creativo y se encuentra con el lado más íntimo de su yo, sino que conoce nuevos amigos y hasta desarrolla tensión erótica con el joven capitán de un barco. Si bien hay un cuadro de baile injertado casi de los pelos, las escenas, los zigzagueos del destino y hasta los lugares comunes se enhebran con precisión, capitalizando un contexto visual muy cercano al paraíso. En muchos aspectos, Tini: El gran cambio de Violetta no tiene conflictos en asumirse un producto: el galan y el contragalán son facheros, en el proceso de redescubrimiento de Violetta asoman solidaridad impostada y contradicciones varias. Sin embargo, prevalece el imperativo de legar algo “de calidad”. Mención aparte para Stoessel, que tiene pasta para surfear esta gran producción sin gestos ampulosos. Un caso raro de diva discreta e imparable fulgor.
Martina Stoessel cerró el ciclo de su personaje más popular con "Tini, el gran cambio de Violetta", un filme que demuestra claramente el posicionamiento internacional de la cantante y actriz argentina pero que no llega a sorprender ni a conmover. Todo lo contrario: la película resulta fría, superficial y vacía de contenido. La gran falla radica en el guión, que resulta pobre y empalagoso, repleto de clichés y lugares comunes. El galán que llega a caballo, el pajarito que aparece cual musa para inspirar a la artista, los amigos estereotipados: la hueca, la sensible, el freaky, el soñador. Toda la película, de principio a fin es un continuo relato sobreactuado e inverosímil. ¿Los aciertos? Definitivamente las locaciones en las que se rodó que incluyen las playas paradisíacas de Sicilia en Italia. La película relata la transición de Violetta en "Tini" de una manera casi "mágica", si bien toca los conflictos amorosos de la artista, no indaga en cuestiones más profundas y todo parece estar perfecto de un minuto al otro, como si los procesos fuesen tan rápidos. Es innegable el éxito de Stoessel, que ya lleva vendidos más de tres millones de discos, y es inminente su futura carrera internacional con su verdadero nombre. Pero por ahora habrá que esperar más para verla "brillar", como dice su último hit.
Buscando el rumbo propio En el film Tini: el Gran Cambio de Violetta Martina Stoessel, agobiada por su presente personal y laboral, acepta que su padre la mande a una isla en Italia, en la que una amiga tiene una residencia para artistas, para que, en soledad, logre verse cómo es, sin el reflejo de las cámaras. A los chicos hay que dejarlos soñar. Hacerles sentir que la vida es todo lo que desean si ellos se lo proponen. Siendo un poco filosóficos, podríamos decir que es verdad. Pero el mundo de Disney ofrece esta fantasía piadosa, incluso en sus productos latinos, como el que produjo con Martina Stoessel. Y se debe a esa facilitación de la infancia, a pesar de los cambios de sus artistas. Por eso, cuando un día Tini quiso dejar atrás a Violetta, la cuestión fue cómo se lo contarían a su público, mayoritariamente infantil. Violetta vuelve de su gira mundial y debe encerrarse a grabar un disco, no sin antes ver cómo la prensa habla de la nueva relación de su novio León con otra chica. Agobiada por todo, acepta que su padre, sin darle muchas explicaciones, por creer que las tiene que encontrar por sí misma, la mande a una isla en Italia, en la que una amiga tiene una residencia para artistas, para que Tini, en soledad, logre verse cómo es, sin el reflejo de las cámaras ni la repercusión de su vida puesta en escena. Pero nunca perdemos de vista que ella es la estrella, incluso en los momentos de desilusión, de los que luego sale adelante. Con un elenco que incluye, normativamente, al grupo de amigos que la ayudan a brillar, un padre adorable (Diego Ramos) y el empeño de la dueña de la residencia (Ángela Molina), el filme invitará a seguir soñando, prosiguiendo con un relato idealizado, pero consecuente con la dinámica Disney. Disfrutable tanto para niños como adolescentes y adultos, la película, dirigida por Juan Pablo Buscarini, apenas sobrepasa la hora y media de duración, por lo que la acción es constante y la magia no se apaga nunca, aunque a veces es exagerada (la idea del galán como príncipe que llega en un caballo blanco es romántica, pero arcaica). Sin dudas es destacable la actuación de Martina, que así como tiene tanta llegada con los más pequeños, seguramente en el futuro seguirá una carrera profesional que atraiga a todo tipo de audiencia.
Sabe el Universo que Violetta -la coproducción televisiva entre Pol-ka y Disney- fue un enorme éxito teen e hizo de Martina Stoessel una estrella enorme. También sabe el Universo que los chicos crecen y Tini, también. Esta película ficcionaliza la “salida” de la fama y el éxito globales y ese “gran cambio” que supone encontrar otro camino (estético). No es un mal film, incluso a pesar de sus fórmulas para el público adolescente, y Stoessel tiene el carisma que el cine requiere. No es poco.
Creyendo que su novio la engaña, la estrella internacional Violetta decide renunciar a todo. Su atento padre la envía entonces a Italia, a un refugio idílico para jóvenes artistas, dirigido por una vieja amiga. Allí, la angelada Violetta descubrirá que ahora es Tini, en esta película concebida como un terso videoclip, de estética publicitaria, para la figura de Disney. Hay romances platónicos, identidades reveladas, amistades instantáneas, canciones –para mercado global, en español e inglés- y algún golpe bajo de rigor, que provocará la lágrima de sus jóvenes seguidoras (verosimilitud no se le pida). Al fin y al cabo, despedirse de Violetta entraña un duelo también para ellas. Un culebrón teen con público asegurado.
Es curioso el caso de películas protagonizadas por estrellas de la TV y la música. Muchas de ellas quedan ancladas en un momento histórico particular, y más precisamente, en un instante de la cultura. Varias han potenciado las carreras de los artistas, y muchas otras, la gran mayoría, terminaron por convertirse en un panfleto armado, exagerado, apurado, con una distancia de la concepción cinematográfica de aquello que llamamos película. “Tini, el gran cambio de Violetta” (Argentina, 2016) de Juan Pablo Buscarini (“El inventor de Juegos”, “Ratón Perez”, “Condor Crux”, etc.) se ubica en esta línea de filmes que tratan, de alguna manera, de generar un discurso concreto sobre la música y su intérprete y además buscar algún aditamento estético que acompañe la propuesta. La Tini del título es la archimegaconocida estrella teen Martina Stoessel, quien supo conocer el éxito mundial a través del envío de Disney grabado en el país “Violetta”. Partiendo justamente de este programa (ya culminado), los productores intentaron hacer un puente entre esa serie y la nueva propuesta de la actriz/cantante/star. Aprovechando en el guión el cruce entre ficción y realidad, “Tini, el gran cambio de Violetta” arranca con una Violetta harta de la exposición y la exigencia de las giras, que en medio de una supuesta “crisis” con su novio, decide patear el tablero y dejar toda su carrera atrás. Para ayudarla, su padre (Diego Ramos) decide extenderle una invitación que no podrá eludir, ir a pasar unos días a un pueblo de Italia y buscar inspiración en una escuela de talentos dirigida por una amiga llamada Isabella (Angela Molina). Sabiendo que necesita estar lo mas lejos posible de su ex, de los medios, de sus afectos, Violetta se embarca en una aventura en la que no sólo conocerá su verdadera “voz” interior, sino que, además, podrá saber detalles sobre su origen, los que nunca imaginó que iba a tener. Buscarini hace lo que puede con un débil guión, que si bien trabaja con ideas relacionadas a perseguir los sueños, el destino, la inspiración y el talento, reposa su mirada, también, muy superficialmente, en la misma industria que produce anualmente cientos de miles de Violetta’s y de la que sólo un par saldrán victoriosas y triunfarán en el mercado. Si Violetta decide alejarse de los medios y dejar su carrera, es sólo por un impulso que nunca termina de justificarse realmente como algo que internamente necesita, y si la exageración de algunas situaciones que la llevaron a repensar todo principalmente se da por una cuestión sentimental, ese mismo basamento se cae como un castillo de naipes. Los acompañantes de la Stoessel en ese viaje iniciático de cambio y crisis se embarcan sin conocer el destino, y excepto algunos personajes estereotipados como el galan italiano Stefano o Ludmila, la eterna frenemy de Violetta (con algunos momentos graciosos), están muy medidos y controlados. La estética de videoclip, la aparición de Tini como nueva “princesa” de Disney (con hasta un pajarito que aparece cuando ella canta con su piano), los planos estilizados buscando una armonía eterna, y los conflictos sin conflictos de los protagonistas, hacen que la propuesta de “Tini, el gran cambio de Violetta” no logre superar la media de películas de este tipo.
Ya estás grande, Violetta Si hay ciertos apuntes críticos sobre lo destructiva que puede llegar a ser la exposición mediática de las estrellas juveniles y la crueldad que desarrolla la industria hacia ellas, todo eso se diluye en un santiamén. Es que “Tini: el gran cambio de Violetta”, va completamente en otra dirección: es el estruendoso intento, logrado sólo a medias, delineado por Walt Disney para “relanzar” a la actriz y cantante Martina Stoessel, popularizada en el último lustro en su personaje de Violetta, a través de su paso televisivo como heroína de la serie homónima. De entrada, la vemos a Violetta extenuada y sobre todo desencantada con su vida personal y la dirección que ha tomado su carrera. Es muy famosa, de algún modo cumplió su anhelo, pero se siente demasiado exigida. Está en un momento de bloqueo artístico. “¡Sos una estrella!”, le dice su manager, con cierta severidad, cuando la joven le plantea que quiere bajar un cambio. Encima, aparecen rumores de que su novio, también artista, la engaña. Y esto termina de decidirla, quiere vivir una liberación. Le llega entonces, a través de su papá, una propuesta para irse por algún tiempo a una isla de Italia donde una vieja amiga de su papá, Isabella, tiene una residencia para artistas jóvenes, no sin antes comunicar debidamente a sus seguidores que piensa seriamente en retirarse. A partir de entonces, en un entorno paradisíaco, vivirá una serie de experiencias vitales, hará nuevas amistades, conocerá un secreto relacionado con su madre y su propio origen, se reencontrará con el amor de su vida y pasará a una nueva etapa de su vida artística. Ya no será Violetta, ahora será Tini. En otras palabras, madurará. Caminos y metáforas Podría argumentarse que cualquier paso hacia un profundo cambio es más bien sencillo si se cuenta con una bondadosa albacea espiritual, una isla italiana de ensueño, un grupo de nuevos amigos dispuesto a poner el mayor esmero y talento, un hombre enamorado capaz de cruzar medio mundo, un padre obstinado en la felicidad de su hija que cuenta con todos los medios que el dinero puede pagar, una madre que ha dejado una carta tan emotiva que casi resulta indigesta. Y sobre todo un megafestival musical que dispone de un escenario espectacular, justito como para “amparar” a una artista en crisis que pretende renacer cual Áve Fénix. Pero no nos olvidemos de la clave: estamos dentro del mundo de Disney, ahí todas las cosas salen bien, los problemas se solucionan, los villanos terminan mal. La vida es simple. Más allá de contener metáforas tan hermosas como obvias, trabajadas con pulso firme por el director Juan Pablo Buscarini (los pentagramas que se vuelan hacia el mar, el príncipe que llega en su caballo, el pájaro que regresa, el piano que alcanza la luna, la isla de los amores perdidos, el faro encendido) y de ser en extremo edulcorado, el film también es muy sincero: no ofrece otra cosa que lo que las fans han ido a buscar con ansiedad. A Violetta-Tini le construyeron una vidriera para su único y exclusivo cimiento, que incluye escenarios naturales impresionantes, actores dúctiles que se ponen a su nivel (Diego Ramos, Ángela Molina), galanes de buen corazón (Adrián Salzedo, Jorge Blanco) y amigas medio torponas pero fieles (Mercedes Lambre). Y ella se aferra con uñas y dientes a esa oportunidad. Inclusive el final, cuando Violetta ya devenida en Tini se reencuentra consigo misma y en un alarde de efectos visuales se presenta en un recital con sentido consagratorio, es como una puerta que se abre hacia el futuro. Si de por sí le asegura renovada fecundidad a la carrera de Martina Stoessel, es todavía una incógnita.
No la dejes ir, no la dejes ir Violetta está cansada de tener que lidiar con la fama. Las giras son largas, la prensa no la deja en paz y para colmo está lejos de su novio León, quien se encuentra en Los Ángeles filmando un videoclip. Recién llegada a la Argentina recibe el falso rumor de que su chico la está engañando, mientras que al mismo tiempo debe cumplir obligaciones contractuales y empezar con las grabaciones de su próximo álbum. Bloqueada y emocionalmente devastada, decide hacer las valijas y partir hacia una residencia para artistas en una paradisíaca isla del mediterráneo. Allí volverá a enamorarse y dará rienda suelta a toda su creatividad, pero también irá descubriendo algunos secretos de su pasado que la harán repensar lo que quiere para su carrera. Tini, el gran cambio de Violetta es una película hecha con el simple propósito de despedir al famoso personaje de la luz pública, y recordarnos que de ahora en más Violetta es Tini. ¿Entendieron? No le digan más Violetta, ya no se llama así, de ahora en adelante se refieren a ella como Tini (o Timi, si nos ponemos estrictos con la caligrafía del poster). El propósito de la película nunca se esconde, al contrario, está todo tiempo ahí en nuestras narices. Algunos artistas como P. Diddy (después Puff Daddy) emiten sólo un comunicado a la prensa, Violetta filma su propia película. La cosa podría haber terminado ahí, haciendo algo de compromiso y con el único objetivo de cobrar algunos rápidos billetes. Y aunque obviamente las motivaciones económicas son las principales detrás de productos como estos, en Tini, el gran cambio de Violetta hay un genuino interés de Stoessel y su director Juan Pablo Buscarini, de despedir a la personaje de la forma más honesta posible. Esto no significa que la película basada en la exitosísima serie de Disney Channel rompa con todo lo preestablecido en lo que a ídolos-teens-en-la-gran-pantalla respecta. No tiene mucho para ofrecer, el guión se toma algunas licencias y su historia bien podría estar basada en cualquier novela de Nicolas Spark que tomemos de una biblioteca. Pero debería ser suficiente como para dejar contento al público para el que fue pensada y, en el camino, no matar de aburrimiento a quienes les toque verla por otro motivo. Quizás lo que más llame la atención son los altos valores de producción que tiene la película. Aunque nunca se siente como algo más que un film original de Disney Channel, definitivamente no se ve como uno de esos. Buscarini se da algunos lujos técnicos y le saca el mejor provecho posible a su generoso presupuesto, proveniente en su totalidad de capitales extranjeros. Conclusión Tini, el gran cambio de Violetta es un film que termina resultando algo más que la suma de sus partes. Es un lío simpático. Una historia de amor de manual, hecha para el lucimiento de su actriz principal y que sirve como despedida de un personaje que traspasó fronteras. Nunca pierde tiempo intentando ocultar lo que es, y sólo se preocupa por entregarle a sus fanáticos el adiós que merecen.
Cuando Violetta crece y da paso a una Tini nueva Aunque el fenómeno de la serie televisiva de Disney se agotó en el país, la película viene a rememorarlo. Tras su estreno en Italia y España, en mayo pasado, Tini: el gran cambio de Violetta llegó a los cines locales respaldada por una producción internacional realizada con capitales españoles e italianos. Por un lado, la historia viene a poner un broche al suceso que nació en 2012, en la televisión Argentina -la produjo Pol-ka- y se vendió a otros mercados a través de Disney Channel. para millones de niñas y adolescentes que siguieron las dos temporadas de la serie Violetta, agotaron conciertos y consumieron toneladas de productos derivados. Por otro, aprovecha la andanada en el mercado Europeo que además abrió puertas laborales para los protagonistas. La película parte de esto y su relato enlaza con el final de la serie. A su vuelta de la gira, Violetta (Martina “Tini” Stoessel) se topa con la noticia de que su novio León (el actor mexicano Jorge Blanco) está viviendo un romance de revista mientras graba su disco en Los Ángeles. Desilusionada y aturdida por sus obligaciones de agenda, siente que perdió su voz interior. Es entonces cuando surge la posibilidad de un viaje al otro lado del mundo que puede ayudarla a encontrar respuestas, con especial influencia de un nuevo amor (Adrián Salzedo). Entre paisajes de Sicilia y Madrid transcurre este romance juvenil de cuento de hadas, y el cambio en la historia de una Violetta-"Tini" que maduró y precisa desprenderse del rol que cumplió hasta comienzos de 2015. Pero no es negocio perder lo hasta ahora obtenido y de allí este "cambio" sin mucho trauma para el público más joven, siempre fiel, aunque exigente y definitivo en sus elecciones. De identidad multinacional Diego Ramos, Clara Alonso y Mercedes Lambre continúan al lado de Martina Stoessel en la aventura cinematográfica rodada en 2015, producida por el argentino Pablo Bossi a través de su empresa europea, Gloriamundi, y del italiano Roberto Manni. El elenco cosmopolita incluye a la reconocida española Ángela Molina; los italianos Pasquale Di Nuzzo, Beatrice Arnera, Leonardo Cecchi y Francisco Viciana, el holandés Rider Van Kooten y la estadounidense Sofia Carson, conocida por la película Los descendientes.