La película de Rajko Grlic es una de esas comedias melodramáticas que, a partir de una historia central, se bifurca en otras que involucran a varios personajes, para terminar confluyendo en un punto común. En este caso, ese punto es el deseo y la fluctuación del deseo entre los protagonistas de la película, que son dos hermanos: Nikola (Miki Manojlovic) y Braco (Bojan Navojec) y sus respectivas esposa y ex esposa, Anamarija (Daria Lorenci) y Marta (Ksenija Marinkovic)...
El discreto (des)encanto de la burguesía Prefiero las películas que narran situaciones duras, complejas de manera ligera y liviana que cuando ocurre lo contrario: conflictos triviales y banales presentados con solemnidad y autoimportancia. Sin ser un tratado demasiado profundo, este multipremiado film de enredos afectivos a cargo del veterano director croata Rajko se acerca a temas como la infidelidad, la paternidad y la relación entre hermanos con un tono tragicómico, agridulce, que sintoniza muy bien con una larga y fecunda tradición del cine de Europa del Este. Los hermanos en cuestión son Nikola (Miki Manojlovic), un ejecutivo mujeriego y bon vivant que mantiene una doble vida y, mientras sostiene durante años una familia paralela, no puede dejar embarazada a su esposa Ana María (Daria Lorenci), una dentista que intuye y de alguna manera acepta sus constantes infidelidades; y Braco (Bojan Navojec), un profesor universitario que ha sido echado de su casa por su mujer y su hija adolescente a raíz de sus habituales romances con jóvenes alumnas, de su alcoholismo y de su escasa responsabilidad y solvencia económica. En los primeros minutos del film vemos cómo Ana María finalmente queda embarazada por inseminación artificial. Claro que el “donante” no será Nikola sino Braco. Hasta aquí lo que se puede contar sin revelar demasiado de la trama. Grli? y sus muy buenos intérpretes consiguen atrapar al espectador con el “misterio” que crean y con los climas que construyen, aunque el film se resiente un poco por la acumulación de conflictos, de personajes secundarios y de vueltas de tuerca, que desembocan en una narración algo caótica y exagerada. De todas formas, aunque esté lejos de ser una película “redonda”, Todo queda en familia resulta un interesante acercamiento a (más allá de las ya apuntadas) temáticas como el amor, la tentación, el deseo, la culpa, el perdón y la redención dentro de la burguesía de Zagreb. Es un film lleno de ideas (varias de ellas provocativas), de apuestas y propuestas. No todas son igualmente inteligentes ni resultan tan eficaces, pero vale la pena acercarse a un cine de orígenes (es una coproducción entre Croacia, Serbia y Eslovenia) que no suelen llegar con frecuencia a la cartelera comercial argentina.
El panfleto del amor libre Infidelidad, doble vida, extrañas manías sexuales: a partir de estos titulares, la nueva película protagonizada por Miki Manojlovic se presentaría como un melodrama hecho y derecho, digno del mediodía de un canal de aire. Sin embargo, la dosis justa de comedia la transforma en una sátira que tiende a desnudar la apariencia de la familia burguesa a la vez que interpreta en clave no moralista las peripecias eróticas de los personajes. Apelando al grotesco, al humor y a la diversidad de puntos de vista, Todo queda en familia (Neka ostane medju nama, 2010) se esfuerza por desterrar prejuicios y quitar máscaras. El tono tragicómico se advierte desde la primera escena, donde el padre de los dos personajes principales está en su lecho de muerte al tiempo que se revela un álbum de fotos que muestra al veterano pintor en posiciones comprometedoras con sus modelos. Nikola y Braco parecen seguir sus pasos: conocemos a sus esposas y a sus amantes, a sus hijos de dudosa procedencia y todas sus excentricidades. Sin embargo, el ojo no se fija en ellos dos en toda su virilidad, no hay una guerra de sexos: muy por el contrario, lo que hay son personajes –hombres y mujeres– que lidian cada uno a su manera con sus impulsos amorosos, presos de una misma lógica, en una narración que se bifurca de individuo a individuo. Al final esas bifurcaciones parecen cerrarse en un mismo punto, como si no se pudiera escapar al hermetismo de la familia burguesa, como si dentro de ella todo acto fuera irrelevante e impune. Pero también, en una especie de “los de afuera son de palo”, la cerrazón borra las líneas que dividen la lujuria del matrimonio para instaurar nuevos tipos plurales de amor que no pueden ser juzgados sino por quienes los ponen en práctica. Cada uno de los personajes está dotado de un sentido común tan agudo y peculiar como para generar inmediata empatía y desterrar así todo prejuicio o interpretación moralista. Si Woody Allen hubiera ido a Zagreb, estos sujetos habrían sido los primeros merecedores de su atención.
Rajko Grlic es un veterano director nacido en la vieja Yugoslavia, allá por 1947. Traigo su edad a referencia, porque es interesante la visión que tiene de la familia burguesa del Este, en los tiempos que corren. No todos los nacidos en generaciones anteriores tienen la plasticidad para abordar la compleja trama que se da en las parejas en crisis en la postmodernidad. Todo ha cambiado. Los paradigmas de la responsabilidad, la fidelidad, el placer y la paternidad, son otros. No son (que quede claro), ni buenos, ni malos, simplemente son distintos y en esa vuelta, la mirada de Grlic es bastante fresca, porque aporta algunos elementos interesantes que hay que reconocerle. "Todo queda en familia" es una película coral (en cierta manera), donde conoceremos la historia de dos hermanos, Nikola (Miki Manojlovic) y Braco (Bojan Navojec) y sus respectivas esposa y ex, Anamarija (Daria Lorenci) y Marta (Ksenija Marinkovic). Todo comienza en el funeral de su padre, cuando ellos se juntan a charlar y decidir el destino de algunas cosas... Se llevan bien (comparten el uso del atelier, a veces -su progenitor era pintor), pero son hombres cuya libido es a tener en cuenta. Y mucho filtro no tienen para vincularse, la verdad. Ambos tienen amantes y a la vez, sostienen (o intentan) los lazos que los unen con sus primeras mujeres, quienes atraviesan también, circunstancias particulares (una la adicción a los jovencitos, la otra, el deseo de ser madre a cualquier precio). Nikola es el hombre a seguir. La tiene bastante complicada ya que debe lidiar, por un lado, con su esposa, quien demanda su presencia para concebir un hijo a través de un vitro, y por el otro, con su amante, en otra localidad, con quien vive recluído y le implora, poder salir al almacén juntos (cosa que él niega para no ser descubierto en su doble vida), llamada de atención que define el escenario... Braco es más simple, pero...es profesor universitario, se acuesta con sus alumnas y no termina de definir su situación con su ex (Anamarija): la quiere, la busca, pero se lleva realmente mal con ella, y también, con su hija adolescente. Algo sucede al principio de la película muy importante, que no vamos a revelar, pero que es de peso en la trama y en la resolución de la historia, así que no dejen de prestar atención a todos los detalles. Estos dos hermanos tendrán un recorrido de casanovas, saltando de cama en cama y tratando de pactar soluciones paliativas con cada mujer que se vinculan, de manera pintoresca y colorida. Hay una mirada muy ácida hacia las relaciones familiares y los roles paternos al que hay que prestar atención. Grlic explora (a veces con aciertos, otras no) los deseos y las motivaciones de sus personajes y los muestra queribles y cercanos. Esa proximidad es la que ayuda al film a sobrellevar algunos momentos poco felices (demasiadas vueltas y contravueltas y quizás, algunos encuentros amorosos prescindibles, me atrevería a decir) sin perder la dirección. Si, debemos reconocer que hay confusión por recargar ciertas subtramas y eso le resta puntos a la evaluación final. En síntesis, "Todo queda en familia" (festivalera a más no poder), intenta un acercamiento a las familias de estos tiempos, enclavadas en la nueva Europa del Este. Pone el lente en los deseos y no se guarda ninguna idea a la hora de graficarlo. Bien por eso. Tal vez algo más de equilibrio hubiese elevado el nivel general de la propuesta, pero igual, nos gustó.
La aventura del adulterio El matrimonio es como un país que tiene las fronteras cerradas en el que las partes involucradas, ya sea desde la imaginación o desde la acción, se someten a la aventura del adulterio para romper con ese encierro y para descubrir -fronteras hacia afuera- nuevas geografías. Esa aventura que viene acompañada del engaño afecta sin lugar a dudas a aquel que ha depositado la confianza en un amor incondicional, pero que con el paso del tiempo recibe la peor lección que reza que nada es para siempre. Cruces amorosos, infidelidades, traiciones y matrimonios infelices son los ingredientes de este film de origen croata, Todo queda en familia, ganador del Globo de Cristal al Mejor director y el European Screen Label al Mejor film europeo del último festival de Karlovy Vary. La estructura coral planteada por los guionistas Rajko Grlic y Ante Tomic, el primero también director, se sumerge en el derrotero de dos parejas burguesas, cuyos hermanos, Nikola (Miki Manojlovic) y Braco (Bojan Navojec) acaban de enterrar a su padre, cuya reputación de mujeriego lo ha acompañado hasta la tumba. Ambos mantienen una relación atravesada por rivalidades, secretos y rencores mutuos. Igual que su padre, intentan mantener siempre viva la llama del erotismo por lo que la infidelidad es moneda corriente para su ritmo de vida. Sin embargo, quien vive una doble vida es Nikola, de un pasar económico bastante holgado, que utiliza la complicidad de su hermano, distanciado de su esposa Marta (Ksenija Marinkovi?), en un pasado novia de Nikola. La mayor víctima es Ana María (Daria Lorenci), esposa del protagonista, quien recurre a la fecundación asistida para salvar un matrimonio que se derrumba por la falta de libido de su esposo, atribuida a su incipiente cáncer de próstata, al tiempo que busca no quedarse sola cuando Nikola se muera. Quien juega el rol de segunda, aquella amante postergada que debe contentarse con las migajas en la relación, es Latica (Nataša Dor?i?), profundamente enamorada de Nikola y a la espera de que éste abandone a su esposa definitivamente luego de 5 años de continuos altibajos con su amante. Así las cosas y con un tono lacónico en el que apuntes humorísticos acompañan un relato que bordea con el melodrama, en una ciudad tan impersonal como Zagreb, Todo queda en familia avanza a paso lento por las relaciones de pareja que se resquebrajan con el transcurrir del tiempo y reflexiona desde cierta distancia y colmada de melancolía sobre la infidelidad, la imaginación en las aventuras del adulterio, pero muestra de manera descarnada una de las formas más crueles del engaño: la traición al ser amado.
¿Qué hay bajo la superficie de esta respetable clase media croata que circula por las elegantes calles de Zagreb? Vida urbana, como en todas partes; ajetreo, obligaciones, rutina; gente que ha dejado atrás un pasado doloroso -aunque algunos vestigios quedan todavía- y que está dispuesta a no tomarse las cosas demasiado en serio. El goce sensual de la vida está en su idiosincrasia y es lo que manda: la búsqueda constante de novedad (léase nuevas pasiones o amoríos) puede traer consecuencias desdichadas, pero parece ser la única manera de romper las reglas y salirse de lo establecido. El adulterio se vive aquí como una rebelión contra el conformismo. Y lo practican casi todos en el grupo de personajes de mediana edad que el veterano Rajko Grlic pone a jugar este juego de infidelidades, engaños, dobles vidas y secretos entreverados. En el centro, en principio, hay dos hermanos: uno, el mayor, que se fue a estudiar a los Estados Unidos en los tiempos de la guerra, es ahora un nuevo rico, siempre mujeriego e hipocondríaco, que tiene una esposa a la que no puede dejar embarazada y una familia paralela escondida en la misma ciudad. El otro, profesor, más bohemio y pobre, pero igualmente inmaduro, acaba de ser abandonado por su mujer, que se cansó de sus infidelidades (las alumnas son una tentación) y ahora prefiere la compañía de un galán más joven, que tiene la mala costumbre de apostar el dinero (que ella le provee) a los pies de Messi o de cualquier otra estrella del fútbol europeo. El film comienza en clave de humor negro con la muerte del padre de los dos hombres, y a partir de ahí propone pequeños retratos de cada uno de los personajes involucrados en esta especie de ronda un poco vodevilesca, graciosa y siempre agridulce. Grlic define cada perfil psicológico menos a través de diálogos o de actitudes que observando a cada uno en la intimidad de sus encuentros eróticos (las escenas pueden ser osadas pero no vulgares) y prestando especial atención a los detalles. El adulterio, que es la materia prima más abundante en el relato, está despojado de cualquier dramatismo: se lo ve como una realidad de todos los días. Y si las consecuencias pueden ser a veces graves o crueles, el director evita cualquier subrayado. Más allá de algunos altibajos, el tono agridulce se mantiene durante todo el film, que apenas sugiere la intención de abordar alguna reflexión más profunda, por ejemplo si se vincula el tema de las identidades de los hijos con el caos en que la guerra sumió a los países que integraban Yugoslavia. De todos modos, un par de revelaciones que asoman sobre el final y el clima melancólico que domina esa escena confirman que la comedia de Grlic no se proponía ser tan ligera ni tan risueña como parece. El elenco encabezado por Miki Manojlovic luce su familiaridad con este tipo de humor tragicómico que ha sido muy frecuente en el cine de los países del este europeo, y es un verdadero puntal de la película.
Los hermanos sean unidos Esta comedia dirigida por el croata Rajko Grlic cuenta la historia de dos medio hermanos, Nicola, y Braco, durante el año que transcurre tras la muerte de su padre. Nikola (protagonizado por Miki Manojlovic, conocido aquí por su trabajo con Emir Kusturica) es el mayor y está casado, aunque está muy lejos de ser el marido ideal. Mientras su esposa encara un tratamiento de fertilidad, él sufre por la posibilidad de una enfermedad terminal, sin dejar de coquetear con otras mujeres. Braco, es el menor, vive en el atelier de arte que fuera de su padre, está separado de Marta, y jamás disimula que estuvo enamorado de Ana María, la actual esposa de Nikola. La película recorre las relaciones entre estos miembros de la familia, sin juzgarlos, con un humor agridulce. Se tocarán así la complejidad de las relaciones entre las personas, la fidelidad, los celos entre hermanos, la paternidad, la relación con las mujeres. También se trata el tema del exilio, en el caso de Croacia, los que emigraron durante la guerra en los años ´90. Con actuaciones muy bien logradas, y un estilo de narración que sigue la misma historia, pero en una suerte de separación en capítulos que van focalizando en cada uno de los cinco personajes centrales, Todo queda en la familia logra reflexionar sobre los afectos, con personajes imperfectos, reales, pero mostrándolos de forma distendida. Al fin y al cabo, cada familia es un mundo, en el que todo puede suceder.
Fieles... a sí mismos Dos hermanos croatas, en una ácida y al mismo tiempo indulgente comedia dramática sobre el adulterio y la doble (o triple) vida. Aunque no sea sofisticada, esta comedia dramática de enredos es rara. Su centro es el adulterio. Un tema tentador, no sólo para el espectador sino para los protagonistas: dos hermanos croatas en (merecidos) problemas con sus parejas y acaso con la del otro. Lo extraño es el tratamiento: la película sobrevuela con liviandad dilemas complejos; por momentos, parece descender al simple melodrama, pero, justo entonces, impulsada por un humor ácido, remonta hacia la desbocada tradición tragicómica balcánica. Lo mejor es que el director Rajko Grlic jamás juzga a sus criaturas, pertenecientes a la burguesía de Zagreb. Y las actuaciones: en especial la de Miki Manojlovic, actor fetiche de Emir Kusturica. Su personaje, que al comienzo espera el resultado de una biopsia y parece arrepentido de sus infidelidades, tiene amplias zonas oscuras que Grlic muestra con total naturalidad, dando cuenta de que, para él, son comunes a todos o casi todos los seres humanos. Lo más flojo es la exagerada cantidad de giros y cruces de historias -con varios cambios de puntos de vista-, la extrema sencillez con que ocurren -lo que les da un carácter unidimensional a los personajes-, cierta misoginia y una musicalización constante. Los hermanos, hijos de un artista plástico mujeriego, muestran contrapuntos que no terminan de estallar. Nikola (Manojlovic) es un bon vivant , empresario, que vivió en los Estados Unidos. Braco (Bojan Navocec) es más bohemio, usa remeras del Che, se quedó en Zagreb durante la guerra. Ambos beben, mienten, manipulan, tienen problemas con la paternidad: en el fondo se parecen y se apañan. Grlic los muestra en situaciones revulsivas, aunque los aborda con indulgencia: sus debilidades pasan, así, a ser deslices humanos lógicos, sin importancia.
Vida y realidad desde Croacia En Zagreb, Croacia, la ciudad en que él nació en 1947, el director Rajko Grlic, ambientó su película, en la que sigue a una serie de personajes, que conforman una familia compuesta de dos hermanos, sus respectivas mujeres, amantes, e hijos, que pertenecen a una clase social acomodada. A Zagreb se la muestra como una gran ciudad, de cierto poder económico y cultural, que como en cualquier otra gran metrópoli, sus habitantes son víctimas de esa extraña inconformidad contemporánea, que obliga a la constante búsqueda, de un amante, de una aventura sexual pasajera, que muchas veces no termina de conformar a quien creyó necesitarlas. DOS HERMANOS La historia de los hermanos Nikola (Miki Manojlovic) y Braco (Bojan Navojec), comienza cuando van a ver al padre, un pintor, que da forma a desnudos eróticos y se encuentra internado en un hospital. A poco de llegar a la sala de internación, el padre ve a sus hijos, esboza una sonrisa y muere. Lo que se verá después son una serie de confesiones que muestran cierta lealtad y actitudes adolescentes que unen a esos dos hermanos de unos cuarenta y pico de años. Claro que algunas de las cosas que Nikola y Braco se dicen resultan muy dolorosas. Al primero le diagnosticaron cáncer y espera los resultados de nuevos análisis, mientras con su mujer Ana María (Daria Lorenci), están en la apasionada búsqueda de un hijo. Braco a su vez está separado de Marta (Ksenija Marinkovic), quien tiene un amante joven (que tiene un gran póster de Leo Messi en su casa), y con la que tuvo una hija adolescente, que nada quiere saber con su padre. EN NAVIDAD Cuando en una Navidad Braco regresa a su casa, para participar de la comida familiar, la noche termina a las trompadas y revolcones con Marta, su mujer y el hombre acaba en la comisaría. Mientras eso sucede Nikola, le lleva un regalo a Latica (Natasa Dorcic), su amante, que atiende una farmacia, aunque en el camino a su casa, vive una fugaz aventura sexual con una joven que le vende un árbol de Navidad. Braco y Nikola esconden varios secretos que es mejor no revelar. Lo concreto es que la película de Rajko Grlic habla de lo que sucede en muchas familias. De cómo se engañan, esconden secretos y cómo los padres a veces resultan prácticamente unos desconocidos para sus hijos. "Todo queda en familia" es una comedia ligera, muy bien filmada y con un equipo de actores que parecen mimetizarse acertadamente con sus personajes, es el caso de Miki Manojlovic (Nikola), Bojan Navojec (Braco) y Ksenjiaj Marinkovic (Marta).
Una comedia agridulce sobre las relaciones humanas de infieles compulsivos. Un padre pintor que hasta el último suspiro tiene fantasías eróticas. Un hijo mayor que heredó esa necesidad imperiosa de buscar conquistas. Un hermano menor que no se queda atrás. Y las relaciones se enredan entre esposas, amantes, cuñadas, filiación de los hijos y una mirada condescendiente sobre las debilidades humanas. Con grandes actores.
Comedia triste con un actor extraordinario La historia que aquí se cuenta sucede a lo largo de un año en Zagreb, capital de Croacia, pero bien podría ocurrir en cualquier ciudad de este lado del mundo, quizás en la misma donde ahora se pasa la película. Hay en ella dos hermanos cuarentones y medio picaflores, sobre todo el mayor, que aprovecha a disfrutar ciertas oportunidades que se le ofrecen, porque se sabe enfermo, aunque la mujer lo considere simple hipocondríaco. Hay dos mujeres legales, bastante resentidas. Otras mujeres ilegales, más jóvenes y de mejor temperamento. Otro varón, para consuelo de alguna esposa. Y también dos o tres frutos del amor, de la insistencia, o del simple descuido. Lo curioso es que estos hermanos tienen las parejas involuntariamente cambiadas, y la paternidad mal conjugada. De ahí, y de otros pecados, el título original que puede traducirse como «Que quede entre nosotros». No corresponde entrar en detalles. El espectador ya se irá enterando, a medida que algún personaje meta la pata o refiera hechos del pasado. Como trasfondo ineludible, está el recuerdo del padre mujeriego (ventajas del pintor de caballete), la guerra que cada uno vivió o eludió como pudo, la suerte o la envidia que cada uno se forjó. El mayor, digamos en su descargo, es también el proveedor de la familia, el que mantiene a todos cuando es necesario, y se banca los reproches con una especie de pícara tristeza. En ciertas cosas es un triunfador. A este personaje lo interpreta, casi diríamos lo encarna, Miki Manojlovic.Todo el elenco es realmente bueno, pero Manojlovic, ya conocido a través de varias películas de Kusturica, es excelente. Y el personaje le calza justo. Esa indisciplina balcánica, esa predisposición para vivir los placeres intensamente, esa amargura vanamente oculta en la mirada. Un actor digno de apreciar, tanto en el drama asordinado que encierra el cuento, como en las partes de humor y alegría, también asordinada. Regocijo oculto, la escena en que se pone a recitar un viejo poema pastoral, «Dubravka», mientras va besando en orden descendente el rostro y el cuerpo de una jovencita recién levantada («Oh, bella, oh, amada, oh, dulce libertad») hasta que, al llegar justo ahí donde el lector imagina, culmina la estrofa hablando de «la verdadera fuente de nuestra gloria». Buena también la música, y la dirección del veterano Rajko Grlic, que aquí se hizo conocido ya en 1978, con el amargo «Bravo, maestro», sobre un tipo que hace todo lo posible para avanzar en la vida y le serruchan el piso.
Si bien la temática que aborda esta película es universal y vieja como la humanidad misma, ver este tipo de problemas e idas y vueltas familiares insertos en otra cultura e idiosincracia es cuanto menos, interesante. Esta historia de dos hermanos, atravezados por el éxito y el fracaso, tras la sombra de un padre que los marcó con el desequilibrio de la lujuria y la busqueda constante de saciar un apetito sexual, los lleva a darle forma a su vida y a los que los rodean. APETITO La historia se centra en dos hermanos, Nikola y Braco. El primero, sólido a nivel económico, mujeriego y aparentemente estéril. Vive con su mujer en una casa de altísimo nivel. Lucha por dejarla embarazada, pero al parecer, un problema de próstata no lo deja. Y por otro lado mantiene una familia paralela con una farmacéutica del barrio, con la cual tiene un hijo de unos 8 o 9 años, lo cual nos indica que este muchacho es un experto a la hora de mentir. O su mujer una experta a la hora de fingir que le cree. Por otro lado está Braco, más joven, profesor de Español universitario, sin un peso, exiliado en el atelier del padre ya que su mujer lo sacó a patadas de la casa por mujeriego y por acostarse constantemente con sus alumnas. Además es alcohólico y no tiene un mango, prueba cabal de esto es que cada vez que ve al hermano, siempre le pide dinero, SIEMPRE. Se adivina una rivalidad feroz entre ellos, pero a la vez mucho cariño y cierta compasión, que en un principio no se entiende por qué es, pero luego se irá develando. FRASQUITO La película arranca con el funeral del padre de estos dos muchachos, quienes van juntos a ponerse en curda a la casa de Nikola. Antes de que ambos se queden dormidos, la mujer de Nikola le recuerda que al otro día es la fecha de su inseminación artificial, y que no olvide llenar el frasquito que está en el baño. Nikola se dormirá profundamente, y Braco será tras una breve visita al baño, el encargado de llenar dicho frasquito. Sí, así de crudo como lo leen. Por alguna extrañisima razón, Nikola jamás se preguntará nada ni dudará un segundo del embarazo de su mujer hasta ¡EL DÍA QUE NAZCA SU HIJA! ¡Dios mío! ¿Por Que? ¿Y antes no? En fin, como dije al principio, estas peliculas hay que verlas y entender que estan insertas en otra cultura e idioscincracia. Como podrán ver, esta melange de relaciones promete no detenerse, ya que la ex-mujer de Braco, había tenido de joven un affaire con Nikola, y a la vez, Braco con la de Nikola. Habiendo hijos dando vuelta es fácil a esta altura no saber quien es padre de quien. Y de eso se trata un poco la película. EL CAMINO DE LA REDENCIÓN Los personajes de la película intentan a los tumbos buscar un camino para vivir en paz, para redimirse de viejos errores, para enmendarlos o simplemente para enterrarlos en el pasado. Una trama donde las mujeres conversan entre ellas, y en vez de plantearse pegarle una patada en el traste a sus maridos por mujeriegos y demás, por el contrario se plantean “no dejar que se lo quede esa bruja”. Vuelvo al tema de la idioscincracia, ¿lo qué? o yo no entiendo bien las relaciones, o las esposas croatas son MUY permisivas. Nikola por otro lado, tambalea entre un resultado positivo o negativo de cáncer de próstata, que lo tiene deprimido e impotente a nivel sexual. Cuando finalmente su médico le dice que está todo bien, a Don Nikola le vuelven todos los poderes mágicos, y cómo decide festejarlo? ¿Con su mujer que lo espera con una almuerzo listo? o ¿con una adolescente que se le cruza en el mercado de la plaza? Sí, adivinaron. Pero lo que se lleva el premio es la reaccion de Nikola al enterarse de que su hija es de Braco, tan solo un “intento” de golpe tibio a su hermano. Listo, ya está, eso es todo. ¿Les conté algo de trama? sí, pero no se preocupen, la historia no lo plantea como interrogante, uno sabe perfectamente donde va la historia, y no es por predecible, sino porque uno sabe como siempre salen estas cosas. TIBIO, TIBIO Esa es la temperatura que parece tener todo en Zagreb, si bien todos se juegan todo a cada momento, matrimonios, patrimonios, paternidades, e incluso vidas, nada llega a punto de ebullición en la sangre. Y vuelvo por última vez a la idioscincracia, quizás esta temperatura tibia sea lo que para nosotros es un dramon latino. Me refiero a que pasan cosas realmente “heavy metal” en la trama, y las reacciones no parecen ser las adecuadas. Y no por mala actuación, todo lo contrario, las actuaciones están más que bien, sino porque evidentemente hay algo que se pierde en la traducción. CONCLUSIÓN Rajko Grlic dirige esta pelicula, de buena manera con los actores que le responden muy bien. Quizas no haya mayores problemas en “Todo queda en familia”. Quizás la trama caliente de desengaños y engaños amorosos no se condiga con sus tibias y timoratas reacciones. Más allá de que las acciones en sí mismas conlleven tremendas consecuencias. Todo, TODO parece hacerse a medias desde lo emotivo, lo único expresado al 100% es el sexo, nada más. Quizás por eso mi puntaje, en una historia donde los personajes apenas si reaccionan a un 60%…
Aunque el film hable con cierto tono de comedia de la infidelidad, no deja de ser, de algún modo, moralista. Aunque, por supuesto, tiene el derecho de serlo. Aquí hay dos hermanos: uno más bien libertino, otro desengañado por un matrimonio roto. Y de las relaciones con esposas, ex esposas, amantes e hijos. La pregunta que el film se hace es si es posible atarse a una pareja o una familia cuando el deseo sigue funcionando. La respuesta sólo es válida para los personajes, pero lo que hace de la película algo particularmente interesante es el tono en que deja fluir las situaciones, sin forzarlas dramáticamente y sin evitar mostrar cierta alegría que se incluye en la transgresión. En ese realismo entre lo amargo y lo dulce es que Todo queda... se destaca como retrato realista de la institución familiar, sin caer en lugares comunes demasiado explícitos. Pero, se dijo, hay alguna condena, cierto “moralismo”, que subyace al destino de sus libertinos. Una de cal y una de arena.
Una mirada indiscreta sobre la pareja Historias de relaciones en crisis, infidelidades, dilemas que marcan el paso del tiempo, especialmente al momento del sexo, son algunos de los condimentos de este film del experimentado director Rajko Grlic. Ya lejana en el tiempo aquella pirotecnia original que proponían las películas de Emir Kusturica, hoy en día más aferrado al barullo cool de No Smoking Orchestra, sobre el ex cine balcánico se conoce poco y nada en nuestro país. Todo queda en familia tiene un par de años, está concebida por un experimentado director y en sus imágenes rondan algunos rostros de las cintas de Kusturica, dentro de una historia de parejas en crisis, infidelidades y dilemas que marcan el paso del tiempo, especialmente, al momento del sexo. Más aun, se está frente a una coproducción repartida entre países que provocaron la desaparición de Yugoslavia, tal como lo señalaban las enfáticas imágenes finales de Underground (1993), mito en celuloide a esta altura. Pero la película de Grlic es otra cosa; se trata, en todo caso, de un producto internacional para festivales con un discurso universal sobre el matrimonio y el sexo que a través de su ligereza reúne alguna dosis de comedia sarcástica con culebrón terminal. Hacia allí apunta y jamás se traiciona. Un padre artista de aire bon vivant que muere y dos hijos que heredan lo mejor y lo peor del progenitor. El mayor, que aguarda el nacimiento de su primer hijo junto a su esposa; el otro, separado de su mujer y con una hija algo punkie (piercing incluido). A los dos los atraen las adolescentes y por eso andan de acá para allá con alguna aventura efímera, en tanto se descubre que el mayor tiene una vida paralela con otra mujer y el otro pretende volver a reunir a su familia disgregada. Habrá peleas, reconciliaciones, algún intento de suicidio, amantes castigadas, problemas prostáticos, nacimientos y un período de estructura dramática y vidas familiares atolondradas que terminarán junto a la lápida del padre muerto hace un año. Todo ello conformado desde los códigos de una comedia dramática burguesa donde los personajes no pueden detener el paso del tiempo. Si se repara en las idas y vueltas que viven los personajes, Todo queda en familia es una película perfecta, constituida por un guión que acumula información, sorpresas, cambios de tono y una visión otoñal sobre el placer que se está yendo para siempre para dejar paso a la triste rutina que señala hacerse cargo de aquello que corresponde dentro de una sociedad legitimada. Por esas razones, la película acumula hechos importantes pero no reflexiona demasiado, presentando situaciones límite sin ocultar su mirada ligera sobre el estado de las cosas. Todo queda en familia es eso: un vodevil sobre gente que aún no sentó cabeza. Al Mariscal Tito no le hubiera gustado.
Ese temita del sexo De los seis protagonistas, todos son o fueron infieles a sus parejas. El adulterio sería una nueva rebeldía sobre la que discurre esta producción croata que es, ante todo, provocativa. “Hoy en día los adúlteros reemplazaron a los bandidos de ayer, a los revolucionarios, rebeldes y visionarios”, piensa Rajko Grlic, director y coguionista de Todo queda en familia. Esta película croata, coproducida con capitales serbios y eslovenos, sería entonces el homenaje que Grlic (Zagreb, 1947) rinde a estos nuevos rebeldes. De la media docena de protagonistas, no hay uno que no le meta o le haya metido los cuernos a su pareja. “Muy parecido a lo que sucede en la vida”, dirá, con razón, el lector progre y liberal. Convendrá aclarar que los protagonistas de Todo queda en familia (ganadora de premios en los festivales de Karlovy Vary y Troia) no son cualquier clase de adúlteros. Entre ellos parecería haber un particular empeño en lo que podría llamarse “cuerneo endogámico”. De allí el título, que refiere además a las paternidades no siempre (o casi nunca) tradicionales: lo más común, en Todo queda en familia, es que el padre sea el tío y la esposa, la ex amante del papá o el hermano. En el centro del asunto, un típico par de hermanos, ambos rondando los 50. Por un lado, el exitoso, el favorito del padre, el que supo reconvertirse junto con su país y convertirse en poderoso empresario: Nikola (el serbio Miki Manojlovic, icónico de la etapa clásica de Emir Kusturica). Por otro, el bohemio sin un peso, el desplazado por su padre y rechazado por la esposa e hija: Braco (Bojan Navojec). En la latente rivalidad entre ambos, y en un padre que ni en su lecho de muerte dejó de comportarse como un mujeriego, debe verse el nudo de las enrevesadas relaciones (sexuales, familiares, sanguíneas) que la hora y media del film de Grlic despliega. Prototipos del macho balcánico, las distintas personalidades de los hermanos (que tal vez no lo sean del mismo padre, como en algún momento se insinúa) dan por resultado estilos opuestos, a la hora del levante extramarital. Braco es una suerte de fauno, predador de alumnas (es profesor de literatura española) y eventual golpeador de su mujer (que le devuelve golpe por golpe, valga aclarar). Nikola, en cambio, es más de guante blanco. Hasta el punto de tener, sin que su mujer lo sepa... No, eso no puede decirse, es uno de los secretos mejor guardados de la película. Indudablemente provocativa, el mayor mérito de Todo queda en familia es la ambigüedad del punto de vista, en relación con lo que se muestra. ¿Se celebra o se condena ese mundo? La mezcla de empatía y repulsión que despierta más de un personaje (los masculinos, sobre todo) parecería confirmar que Grlic sabe jugar sin mostrar sus cartas. ¿Es Todo queda en familia una apología del macho balcánico? El verdadero goce de las aventuras de ambos protagonistas (y de sus partenaires) tiende a hacer pensar que lo que se festeja aquí es el libre ejercicio del sexo, sin papeles en la mano. Lo más discutible es, en tal caso, el papel que les cabe a los hijos, que nunca terminan de saber del todo si papá es papá o el tío. Lo cual se vincula con el aspecto más retorcido de la película: el hecho de que Nikola y Braco parecen disfrutar más de escupirle el asado al otro que de la tira propia. Y eso no parece muy revolucionario, rebelde o visionario.
Las impensadas combinaciones y derivaciones de los vínculos entre hombres y mujeres dominados por una arrebatada pulsión erótica, son la temática esencial del film de origen croata Todo queda en familia. Personajes que conforman un par de matrimonios de dos hermanos varones, en los que se incluyen amantes diversos e hijos de dudoso origen. El arranque del film es muy gráfico, con el padre artista de Nikola y Braco internado en un hospital, que deja ver antes de morir bocetos plagados de situaciones sexuales inspirados por la enfermera de turno. Algunos toques risueños como este forman parte de la trama, que también transita por la nostalgia y el melodrama en un cóctel relativamente equilibrado, con un par de escenas logradas. Las relaciones paralelas de los personajes los empujan a una suerte de doble vida en la que ciertos modismos y reacciones no dejan de resultar algo extraños, quizás por ser costumbrismos propios de la región. De todos modos que ambos hermanos continúen con sus tareas y sus amores a la mañana siguiente de la muerte de su padre, llama la atención. Las actuaciones, convincentes y entrañables, son un aspecto muy destacado del film, al igual que un personaje extra: el fascinante paisaje urbano de la ciudad de Zagreb.
Algo más que endogamia. Presentada en el Festival de Mar del Plata, Todo queda en familia pretende ser una comedia que da cuenta de los secretos y las pasiones que mueven a un grupo de personas. Casi como pequeños relatos privados -y no tan privados- de cada uno de ellos, donde la intimidad – léase infidelidad- se entrecruza claramente de ex profeso y otras por mera confusión. De allí el toque de humor negro de esta historia donde dos hermanos: uno el paradigma del empresario, que supo darse vuelta a tiempo y seguir el deseo del padre y el otro Nikola (Miki Manojlovic) bohemio sin dinero, rechazado por su padre y su propia familia hacen uso y abuso de códigos amorosos que siempre han existido, tanto como las relaciones inconfesables, o los deseos de fusión, que ambos colocan sin pudor sobre el tapete. Rajko Grlic coguionista y director del film parte de considerar al adulterio como parte de la sociedad, no sólo de los Balcanes, sino del mundo. De hecho todas las historias hablan de amor, en algún punto, pero siempre en tensión entre la pasión destructora de los cuerpos, y la búsqueda de un ideal casi tan inaccesible como necesario, como es el deseo de encontrar la felicidad a toda costa en un “otro”. Sin importar en todo caso quien es ese otro, o qué lugar ocupa dentro del entramado que representa en este caso “ser familia”. Pero es que ni el padre se salva en su lecho de muerte, y cada uno de los hermanos con diferente estilo, ejerce la práctica de la infidelidad como un deporte, lo cual deja la mayoría de las veces un sabor amargo, aunque sin el dramatismo que supondría, como en cualquier culebrón sospechar que en vez de primos tenemos hermanos. Excelentes actuaciones acompañan a este film, que por momentos se torna repetitivo, es allí donde la comedia roza la sátira. Y lo que podría acercarse a un culebrón es por una parte el resultado de una historia familiar, y por otra la que deviene de la Historia, de esas burguesas calles de un Zagreb donde los revolucionarios y rebeldes de ayer, son los adúlteros de hoy. Una propuesta provocativa, por momentos tierna, con diálogos interesantes, cómica y triste, que da cuenta de la realidad, -pero no sólo de una ciudad de Croacia-. Este es un film, que no casualmente esta realizado en coproducción con Servia y Eslovenia- y que nos hace reflexionar sobre otro tipo de endogamia, en todo caso la política, que todavía recoge las huellas de tanta locura suelta…..donde finalmente todo queda en familia. Unite al grupo Leedor de Facebook y compartí noticias, convocatorias y actividades: http://www.facebook.com/groups/25383535162/ Seguinos en twitter: @sitioLeedor Publicado en Leedor el 28-07-2012
Una graciosa pero vulgar interacción entre hermanos en el lecho de muerte de su padre establece el tono de esta comedia negra. Todo queda en familia es la historia de cuatro personas que han engañado y han sido engañadas las unas a las otras tantas veces que se ha vuelto un hecho rutinario. El disparador de la trama se sucede cuando Nikola y su esposa intentan concebir un bebé y el fraternal hermano borracho dona su esperma a la causa. El resto es historia mientras las relaciones, las dobles vidas y los secretos se entrecruzan. Lo que debería ser un ambiente depresivo y casi trágico se convierte un entretenimiento absoluto, donde el espectador se encuentra tomando un lado con este grupo de horribles personas que no hacen más que lastimarse entre ellas. Ciertamente una mirada en tono de comedia de la bizarra complejidad de las relaciones y cómo las personas están tan trastornadas y confundidas que lo que era odio se torna en amor en un parpadeo. Los absurdos niveles de planeación a los que los protagonistas recurren para saciar su lujuria se ven hilarantemente desesperados, cuando en una situación normal sería sencillamente insoportable. El director Rajko Grlic incorporó una comedia romántica a un extraño mundo con este film, y mientras uno no puede más que querer odiar a los personajes por sus vicisitudes, es imposible dejar de pensar qué harán más tarde. Incluso después de todas sus trampas, sus mentiras y los adulterios, terminan juntos, descubriendo que al final de cuentas se tienen el uno al otro. Todo se mezcla entonces en una doble vida, en las relaciones paralelas de esta historia agridulce sobre la búsqueda incesante de amor y felicidad, sobre la lujuria que nunca duerme y las posibles y terribles consecuencias de encontrarse a uno mismo, aunque sea accidentalmente, en la cama de alguien más. El conjunto está bien servido en un equilibrio delicado entre la comedia y el drama.
Gracias por el fuego A modo de presentación digamos que Rajko Grlic, coguionista, y al mismo tiempo responsable último de esta comedia dramática, parece haber tenido la intención en principio, y valga la redundancia, de sacarle al filme el peso especifico del drama. En este punto no debiera caerse en creer que por intentar alivianar la cotidianeidad de los sucesos que describe no quedará bien plasmada, desde lo constructivo narrativo, o se pierda la fuerza del discurso que intenta y logra instalar. Hay mucha más metáfora que la percibida en forma inmediata mientras se observa la proyección. Vayamos por parte. La ubicación temporal-espacial de la historia no es inocua, ya que el relato principal podría haberse instalado en cualquier época y lugar y tendría el mismo efecto. Es por eso que no me parece ni ingenuo, menos aun insubstancial. La historia transcurre en la ciudad de Zagreb, en época actual. Lo que da el marco de referencia necesario para poder, en principio y más allá del relato, pensar la película desde una concepción política del texto. En este punto es dable aclarar que esa es una posibilidad que le otorga al espectador, no sólo en cuanto el contenido, sino también la forma que se estructura lo que se narra. Temas como el amor, la fraternidad, la infidelidad, la paternidad, el deseo, la culpa, y la posibilidad de redención, tan al alcance de la mano en una sociedad que se convirtió en capitalista, pero que todavía tiene alguna añoranza en algunos aspectos de los tiempos pasados. El relato se centra en la relación entre dos hermanos. El mayor, Nikola (Miki Manojlovic), todo un asimilado al nuevo sistema social, habiendo vivido en los Estados Unidos es ahora un empresario de éxito, exclusivamente económico. El otro, Braco (Boran Navojec), el menor, es un profesor universitario, aferrado románticamente al viejo modelo, casi como cumpliendo con una parte del mandato paterno. Es exactamente donde se comienza a contar la historia. En el momento de la muerte del padre, pintor, bohemio, amante de todas las mujeres, sobre todo de aquellas musas inspiradoras de su arte, quien le deja ese legado a sus hijos y estos lo cumplen. Casados, con amantes, además de encuentros furtivos, no son juzgados ni por las esposas ni por le director, sólo los muestra como ejemplares de una fauna citadina, que bien podría ser en cualquier lugar del mundo occidental, salvo excepciones atravesadas por la política. El film esta construido casi de manera clásica, donde sólo los cambios de puntos de vista hacen algún quiebre, pero es tan sólida su estructura narrativa y tan consistente el guión, sobre todo en la construcción y desarrollo de los personajes, que tales alteraciones no producen malestar en el espectador. Tampoco deteriora el hecho que por momentos se transforme en casi una comedia de enredos, pero en el momento justo el texto produce un nuevo giro para acomodarlo nuevamente en ese sistema tan típico de la tragicomedia balcánica. Esto esta constantemente apuntalado por la banda de sonido. La música nunca deja de estar haciendo juego con la imagen, ya sea de yuxtaposición o de contrapunto, lo mismo que la dirección de fotografía, aunque en este rubro, al estar trabajado casi en su mayor parte en espacios interiores, cerrados, con poco exterior día, pasa a tener más importancia la luz sobre los personajes, y algunos objetos significativos, que los planos elegidos para contar el cuento. Por supuesto que todo esto se sustenta desde la credibilidad que le dan los actores a sus personajes, sobresaliendo el conocido Miki Manojlovic, el mismo de “Underground” (1995), de Emir Kusturica, y desde entonces casi su actor fetiche. En esta ocasión parecería ser que su personaje fue escrito sólo para él, tal la solvencia de su interpretación. En síntesis, dos hermanos que se deben uno a otro, se deben dudas, se deben afecto, y hasta se deben la posibilidad de vivir cada uno su vida. (*) Realización de Sergio Renán, de 1983.
Lo poco que perdura de una revolución El director Rajko Grlic cuenta cambios y conductas de una familia a partir de la figura del padre, que está en un hospital. No es precisamente el cine de países como Croacia, Serbia y Eslovenia, el que el público argentino puede ver habitualmente. Para acceder a títulos de esas latitudes el público argentino depende, en la mayoría de los casos, de que algunos de ellos haya sido presentado en festivales internacionales, que haya obtenido una serie de premiaciones y que por lo tanto, entonces, haya figurado en la lista de los seleccionados por algún distribuidor de Capital Federal, para poder adquirir, luego, la compra de sus derechos y que se exhiba en salas nacionales. Por lo tanto, acercarnos a un film como el que ya lleva casi dos semanas en una de las salas de los cines del Centro es más que una novedad; es la posibilidad, como ocurre igualmente con los films que se exhiben allí y en otros espacios --como El Cairo--, de acercarse a otras miradas. Y en este caso, la que ofrece el director Rajko Grlic, en gran parte desconocido para nosotros, nacido en Zagreb en el 47, a partir de este retrato de un grupo de familia, que alguna vez vio ondear y sostuvo consignas libertarias y revolucionarias y que hoy, tras los nuevos pactos y travestimientos, sólo se traducen en palabras vacías y escapadas de divertimentos. Un grupo de familia que se va abriendo a una perspectiva múltiple y que encuentra su punto de arranque en la figura del padre. Se trata de un hombre que ejercita, desde su condición de artista de imágenes eróticas, su última gran actuación ante la mirada de sus hijos, ambos orillando los cincuenta años, en una sala del hospital. En ese legado, que pendulará desde una visión empresarial en uno y en la vida bohemia y docente del otro, las aventuras amorosas de ambos marcará un cruce continuo entre esposas y amantes, de intercambio de puestas en escenas, de simulaciones, de actos violentos y culpas, ante la presencia de los pequeños y de otro hijo aún por nacer. Estructurado el film en capítulos, ya que cada uno lleva el nombre de sus protagonistas, hermanos, esposas y amantes, desde un breve deslizamiento temporal, el film de Rajko Grlic nos permite escuchar el modo de sentir de cada uno de ellos, sin juzgar; mostrando sí, a una sociedad del desencanto, cuyos miembros se conforman con provocar. Provocarse entre sí, manteniendo secretos, pero siendo cómplices, aún en ese dolor. Lo que realmente coloca entre signos de interrogación su director, entre comillas, es el mismo vocablo de "revolucionario", en el que había creído su propia generación. Sin embargo, en más de un personaje, la fuerza del amor está presente. Y desde diversos rincones, cada uno de ellos, se juega a su manera, a pesar de que algunos de ellos, los menos, ya planean una nueva y transitoria coartada.
Los cuñados sean unidos Una comedia sobre las idas y vueltas de una familia con relaciones extrañas. Precepto burgués: familia es igual a hombre más mujer (uno de cada uno) con inclinación a la reproducción. Pero, hecha la ley, trazadas montones de veces las trampas y llevadas al cine, en este caso, de Croacia. Todo queda en familia es una película basada en los desajustes y extensiones del deseo en el interior de un reducido círculo endogámico en el que dos hermanos, sus respectivas esposas y alguna que otra amante extra clan patean el tablero de la fidelidad. El comienzo marca el pulso que la cinta sigue hasta el final: la desdramatización cómica de lo que, desde otra óptica, podría haber sido una tragedia familiar. En un cuarto de hospital Nikola y Braco asisten a la última exhalación (erótica) de su progenitor frente al tullido trasero de una enfermera. Muerto el padre, no se acaba la rabia, más bien empieza una extensión de su mandato por dos o tres casas de la capital croata. La inquebrantable fraternidad se para sobre dos patas que, por momentos, la hacen renguear: la competencia y la complicidad, sin contar una tercera que se mete siempre donde no tiene que estar. Post velorio paterno, Braco decide llenar el frasco asignado para el depósito de semen que la mujer de Nikola utilizará en su fertilización artificial. El mayor de los hermanos había hecho lo suyo en lecho ajeno un tiempo atrás, abriendo la punta de una secreta organización parental: hijos que son sobrinos, cuñados envueltos en irresueltos amoríos. Los 90 minutos del filme se acomodan sobre un formato de focalización partida. La mirada es conducida por cinco capítulos centrados en la subjetividad diferencial de cada personaje, pero inevitablemente el grueso de los ojos acaba puesto sobre el actor Miki Manojlovic y su impecable remake del típico Don Juan. El protagonista sostiene sobre sus anchas espaldas de exitoso seductor múltiples relaciones inconclusas y siempre saldrá del paso con un par de billetes, un falso cáncer de próstata y un efectivo abrazo. Menos hábil para acomodarse al "capitalismo del infierno" pero igual de ágil para meterse en el cielo del sexo, el bohemio e intelectual Braco también protagoniza una seguidilla de escenas pasionales que, escapando al virtuosismo kamasútrico al que el cine nos viene acostumbrando, otorgan al filme un interesante y realista tinte sexual. El rollo de relaciones enfermizas no envuelve, ni por lejos, una intención moralizante y ante la opción de abril los ojos, los personajes prefieren hacerse guiños mutuos y que todo quede en familia. Vale decirlo de nuevo: un protagónico exquisito hace olvidar todo lo que el filme tiene de exagerado y por demás imbricado para seguir las tragicómicas peripecias del temor y el furor prostático.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
Los balcánicos, en busca del "tiempo perdido" El croata Rajko Grlic se inició en el cine en la antigua Yugoslavia y desde comienzos de la década de 1980 desarrolló una filmografía en la que se propuso reflejar los conflictos étnicos y sociales de aquella región, ahora disgregada en varios países. En cierta medida la historia que narra en Todo queda en familia , ambientada en la ciudad de Zagreb, pretende metaforizar la supuesta inquieta inestabilidad de los croatas, que parecen apresurarse en recuperar el tiempo perdido después de las represiones sufridas en el pasado. Los ejes de esta historia son los hermanos Nikola y Braco, hijos de un artista plástico y mujeriego hasta el último minuto de su vida. Nikola es empresario y un bon vivant, que durante la guerra se trasladó a Estados Unidos y a su regreso consolidó una respetable posición económica. Braco es profesor de Literatura española y un bohemio que enamora a sus alumnas y mantiene un conflicto permanente con su esposa, de la que está separado. Nikola también está casado, pero mantiene en secreto a una segunda esposa. Y tanto uno como el otro son extremadamente mendaces e infieles, al extremo que la hija adolescente de Braco no sabe a ciencia cierta quién de los dos hermanos es el padre. El director los retrata como los prototipos del "macho balcánico", aunque las mujeres tampoco les van en zaga en materia de adulterios, porque en apariencia esa "debilidad" hace a sus naturalezas de amorales, aunque hoy prefieren ser catalogados de transgresores. Grlic no los juzga ni tampoco los condena. Observa sus comportamientos e inclusive afirma que en la actualidad, en su país y ya superadas las guerras, el adulterio sería la expresión de una nueva rebeldía social. Hay secuencias que producen repulsión y por momentos no se sabe bien si el director apologiza, celebra o condena la conducta de sus personajes. Porque al fin y al cabo, como reza el título, "todo queda en familia", sin importar quién es el padre y quién el tío de los hijos. El filme está dividido en capítulos, dedicados a cada uno de los protagonistas de ambos sexos. El enfoque es el de una tragicomedia familiar en su vertiente más desaforadamente folletinesca, salpicada de un humor ácido y con un sostenido ritmo narrativo. Una baza de este filme son las actuaciones, en especial de Bojan Navojec en el personaje de Braco, y de Miki Manojlovic, el intérprete fetiche de las primeras películas de Emir Kusturica, que compone con solvencia al burgués amoral Nikola.