La cinefilia en primer plano La distribución de películas argentinas es uno de los pilares que refleja la contradictoria industria y también representó a lo largo de las diferentes etapas una manera de entender el cine y de mirar el negocio del cine, en la que quedaron de manifiesto la falta de comunicación -entre otras falencias- que hacen a la tarea titánica de pelear contra molinos de viento. Si Pascual Condito terminara, a lo largo de las décadas futuras llevándose el rol de Quijote, seguramente la polémica continuaría y lejos de encontrar consenso dejaría abierto un sinfín de temas por analizar, más allá del protagonista y de su particular mirada del cine argentino. Tras la pantalla, entonces pretende amalgamar tanto la personalidad de Pascual Condito y su rol en el campo de la distribución como a su tarea, desde un relato que parte tal vez de la derrota, en el sentido épico del término, pues coincide con una etapa en la que el distribuidor y fundador de Primer Plano debe encarar la mudanza de su histórica oficina en la calle Riobamba, afrontar con estoicismo una demolición porque los tiempos son distintos y recomponer -ya desde otro lugar- la incansable misión de generar posibilidades para las películas argentinas en los cines locales, mientras los exhibidores se ven seducidos por los tanques y las propuestas multi pantalla. El director Marcos Martínez no realizó un documental complaciente para los cánones, pero tampoco sumamente crítico sobre Pascual Condito. Para ello apeló tanto a la distancia adecuada así como a darle voz a un representativo coro compuesto por directores, críticos y personas relacionadas con el negocio del cine. La voz de Pascual Condito emerge en cada intervención y defensa de sus principios; en la nostalgia que no puede escapar cada vez que toma contacto con alguna foto arrumbada, afiche de sus películas o anécdota, que resume muchos años de trabajo y que tal vez es lo que se oculta tras esa pantalla del título. La cinefilia de Condito, por ejemplo, choca con el desinterés de uno de sus hijos por ver el cine que a su padre le interesa que conozca en una de las mejores escenas de este documental. El jugo de Tras la pantalla se extrae en pequeñas dosis mediante el recurso de los contrastes y la utilización precisa de material de archivo, pero el corazón no es otro que el que transparenta a un Pascual Condito que acepta el convite de la filmación, en su contradicción y pasión por el cine intactas, como un tatuaje que por más que pase el tiempo, las modas y las maneras de ver cine, jamás desaparecerá.
Contra los molinos del cine nacional. Pocos personajes del mundo de la distribución del cine nacional son tan histriónicos como Pascual Condito, el director de la distribuidora cinematográfica argentina Primer Plano Film Group. Tras la Pantalla (2015), el tercer documental de Marcos Martínez, se centra en la figura de Condito para narrar el cierre de la histórica sede de la distribuidora en Riobamba y Lavalle, como una metáfora de las dificultades del cine nacional para posicionarse en el ámbito local e internacional. El documental recorre todos los tópicos problemáticos de los distribuidores: la falta de apoyo del público argentino a las películas nacionales, la dificultad para competir contra los grandes estrenos de cine internacional, la imposibilidad de destinar presupuesto a la publicidad y la falta de incentivos del Estado para la distribución. La particularidad del documental yace en la calidad de los entrevistadores, personajes conocidos del cine nacional, directores, actores, productores y críticos que se dan cita en la oficina de Condito para charlar y debatir sobre el pasado, presente y futuro del cine; escuchando, riñendo y conversando alrededor de las reflexiones de uno de los más idóneos representantes de la industria. Condito narra los comienzos de Primer Plano a principios de la década del ochenta, su fascinación por el cine italiano, especialmente por la película Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, 1988) de Giuseppe Tornatore, su rol como distribuidor de cine europeo y asiático en el mercado nacional, y su posición como distribuidor de cine argentino alrededor del mundo. El fin de una era se convierte en el comienzo de una nueva. La desazón del cierre de la oficina y su posterior demolición abren el camino hacia nuevos horizontes. Durante más de treinta años Primer Plano se consolidó como uno de los principales distribuidores de capital local, estrenando extraordinarias películas como El Juego de las Lagrimas (The Crying Game, 1992), Trainspotting (1996), Sostiene Pereira (1995) y Recursos Humanos (Ressources Humaines, 1999), entre lo más destacado del cine internacional, y Garage Olimpo (1999) e Historias Mínimas (2002) entre las nacionales, por dar algunos ejemplos. Martínez logra encontrar la esencia del compromiso de Condito con su pasión cinematográfica para ofrecer una visión sobre el cine no solo como negocio sino como forma de vida hecha carne a través de las relaciones familiares y el ejercicio de una profesión que apuesta cada vez más al marketing que al corazón, el instinto, el gusto o cualquier valor que no sea cuantificable. En los últimos años, Primer Plano decidió abandonar la distribución de cine argentino en el país debido a la imposibilidad de competir con las grandes corporaciones multinacionales que se apoderaron de gran parte de la distribución de cine nacional, en consonancia con varias resoluciones de la Secretaría de Comercio. Tras la Pantalla da cuenta así de las dificultades congénitas que atraviesa la distribución independiente, la industria del cine y Primer Plano en particular, dejando un valioso documento sobre un protagonista de nuestro cine que tiene aún mucho para ofrecer a una industria que hoy estrena lo más anodino del cine y relega a las mejores películas al campo de la piratería.
Con el cine tatuado en la piel Para quien lo conoce, resulta muy difícil no recordar alguna anécdota del distribuidor y productor Pascual Condito. Sobre semejante personaje, Tras la pantalla documentaliza un mundo que desaparece en medio de los escombros. Nada más clara y concreta que la frase anterior: el trabajo de Marcos Martínez se inicia con el derrumbe de la empresa Primer Plano, que Condito lideró durante un largo trayecto de tiempo, distribuyendo cine, produciendo películas y hasta interpretando algunos roles como actor en films argentinos de las dos últimas décadas. La cámara sigue a Condito en sus mínimos detalles, gestos, movimientos, palabras. Hablando por teléfono, gritando y vociferando contra una forma de exhibir películas que poco o nada tiene que ver con sus ideas. Ideas avasallantes y desprolijas, aferradas a un pasado en donde se pensaba en un cine diferente y en un espacio para la exhibición desde hace años ocupado por un modelo hegemónico. El personaje discute con sus empleados, habla con sus hijos y hasta intenta convencer a su vástago menor que aun existe un cine diferente al mainstream norteamericano. Una de las virtudes de Tras la pantalla es no operar desde una narrativa llorona y melancólica, sostenida en un pasado irrepetible y un presente nada interesante. En ese sentido, la presencia de Condito, la manera locuaz de expresar sus ideas, su particular forma de expresarse sin red ni recurriendo a frases exquisitas, sirve como material que alude a un paisaje que ya pertenece a la historia. A una historia en donde la circulación de films y los estrenos de cada jueves tenían un aspecto más artesanal, siempre con el dinero como eje primordial, pero no como objetivo único e imperioso. El coro que rodea a Condito –directores, críticos de cine, familiares- escuchando sus quejas y su verborragia de café donde se acumulaban las voces en decibeles más que altos, actúa como telón del personaje central. Cada uno de los momentos en que el protagonista apaga las luces de su oficina, de un lugar que ya no existe, la emoción llega a la piel, a una piel tan curtida como la de Condito, llena de tatuajes de sus seres queridos y de su pasión intransferible por ese viaje de ida llamado cine.
Un hombre apasionado Es el retrato de un hombre apasionado por el cine, y también, de la distribución de las películas en la Argentina. Los espectadores de cine poco conocen sobre cómo llega una película a una sala. Pascual Condito tiene su distribuidora de cine independiente, Primer Plano, y con ella ha estrenado películas de cine de autor, mucho cine iraní y europeo, y luego se dedicó también al cine nacional. A estrenarlo en nuestro país y a venderlo al exterior. La distribución ha ido cambiando, y cuando por 2008 Condito debió achicarse e irse de sus oficinas en Riobamba entre Lavalle y Corrientes, en el mítico barrio del cine, nació este documental que lo retrata a él, un apasionado, y también a la distribución del cine en la Argentina. No deja de tener un regusto amargo el hecho de que Condito, en cierta manera, perdió con los exhibidores -los dueños de los complejos cinematográficos-, con los que cada lunes discutía y discute telefónicamente para mantener en cartel sus películas, o saber dónde puede estrenarlas y en cuántas funciones diarias. No es fácil. Tras la pantalla muestra esas discusiones, y también a Pascual -que se convirtió también en actor- hablando con directores de cine y periodistas que llegaban hasta esa oficina en Riobamba, donde muchísimos años atrás alguna vez funcionó el Ente de Calificación del INCAA. La demolición del edificio es más que una metáfora. Pascual Condito es un personaje en sí mismo, y han sido varios los cineastas que quisieron retratarlo. Y de hecho iba a haber una película sobre él, que terminó siendo una serie de televisión, Vida de película (2014), y en el documental se dice que no se pudo realizar. Quizá hubiese ayudado al espectador que se asoma a su mundo por primera vez, aclarar las fechas en que se rodó, aprovechando los intertítulos con los nombres de los personajes que se cruzan con el distribuidor. Poner en contexto, ya no actualizar cómo vive el distribuidor de El sabor de la cereza y El viaje de Chihiro.
La pasión de un prócer del cine argentino Distribuidor, productor y actor, Pascual Condito hizo del cine una forma de pasión sin fronteras que aún ejerce hoy con enorme amor y entusiasmo. Su ardor por el séptimo arte y su habilidad para los negocios le permitieron sobrevivir a las diferentes crisis económicas que tuvo el país, pero en estos últimos años -sostiene en este documental- las cosas están cambiando profundamente y teme que tanto él como otros distribuidores de films nacionales puedan desaparecer para siempre. Ésta es una realidad que en este film comparte y discute con muchas personas vinculadas al cine argentino que transitan por su emblemática oficina. Cansado del difícil momento por el que está atravesando su distribuidora madura, no obstante, cruciales decisiones que le permitirán proseguir en su mundo, según dice, hasta los últimos días de su vida. A veces con cierto mal humor, otros con pícara sonrisa, Condito sabe que la cinematografía, un entusiasmo que nació en su adolescencia, es para él no sólo su medio de subsistencia, sino, fundamentalmente, una necesidad suya, la de llevar a la pantalla las obras cinematográficas que muchos de sus colegas descartan. El documental registra el momento en que dejó su antiguo edificio de la calle Riobamba para trasladarse a otro edificio más moderno, aunque sin el aroma a celuloide de su antiguo reducto. El director Marcos Martínez supo llevar de la mano a ese Condito que transita con nostalgia por ese edificio que ya, entre ruinas, quedó atrás, y recala en sus hijos, que sienten la misma pasión que su padre por el cine. Este hombre, que ya es un emblema del séptimo arte, un protagonista sobresaliente de la industria, resulta el mejor anfitrión para recorrer este universo.
Fin de ciclo Tras la pantalla (2015) transcurre unos años atrás, cuando el distribuidor asociado al cine argentino Pascual Condito, salió en los medios reclamando acciones que defiendan al cine nacional ante la desigualdad de competencia con los blockbusters de Hollywood. La lucha presagia el fin de una era, de un tipo de distribución y exhibición de films y con ellas, de un hombre que supo construir su imperio (Primer Plano Film Group) en la calle Riobamba. El documental de Marcos Martínez no es exactamente una biografía sobre Pascual Condito como se supone. Es una descripción del hombre en su actividad diaria: su lucha por defender al cine argentino mientras añora tiempos pasados. Pero la película de manera muy inteligente toma distancia de la pasional defensa de su homenajeado, y se atreve a mirarlo con desconfianza, contraponiendo su punto de vista al de diversos amigos de la industria que lo visitan en sus ex oficinas. Raúl Perrone, Fernando Martín Peña, Lisandro Alonso, y Marcelo Piñeyro, entre otros, conversan y dejan su punto de vista sobre la supuesta debacle del cine argentino que anuncia el distribuidor. Quién mejor explica la situación es tal vez el director de Tango feroz, la leyenda de Tanguito (1992), “Desde que tengo memoria siempre el cine nacional está en crisis. Lo que cambió fue la manera de entender la distribución”. Las palabras muestran coherencia e indican la necesidad de adaptarse a las nuevas normas del mercado. Condito, fiel a su reputación, quiere morir con la suya. Si el primer personaje que describe la película es Condito, el segundo es claramente su ex oficina. Las primeras imágenes de Tras la pantalla muestran el derrumbe del edificio, para luego retrotraer las imágenes al tiempo del ocaso del distribuidor y la multiplicidad de objetos y recuerdos que habitan en el lugar. El aire melancólico se apodera del documental, evocando tiempos pasados siempre mejores. Pascual Condito es un personaje que merece su película y es en torno a él, su accionar y su divertido modo de comportarse que funciona el film. Su actitud pasional, por momentos infantil, por momentos irracional (“Hoy me quedo a dormir acá” cuenta a su familia entre escombros ante la demolición del edificio), generan empatía con el hombre. Aunque el verdadero tema es el fin de una forma de ver y entender la distribución de películas que su figura (y edificio) representan. El hombre que vino de pequeño a la Argentina desde su Calabria natal -y que la distribución de cine argentino lo reinventó como él mismo dice-, se resiste a modificar su actitudes del mismo modo que cualquier persona de sesenta años. Con ese temperamento de lucha, Condito se muda a Chacarita con su oficina, y vuelve a comenzar. Aquello que se siente un final, es simplemente un reposicionarse para volver al ruedo. Hoy, la distribuidora Primer Plano sigue existiendo, y la placa final anuncia la producción de una miniserie para televisión sobre la vida Pascual Condito.
La vida y el cine Un descarnado y querible retrato sobre Pascual Condito, figura mítica de la distribución, que es también algo así como un recorrido no oficial por la historia reciente del sector en la Argentina. Quienes conocemos desde hace más de 20 años a Pascual Condito sabemos de los aspectos tragicómicos de su personalidad, de los avatares de sus negocios (del esplendor de El sabor de la cereza a la falta de salas para muchos de sus lanzamientos), de su zigzagueante trabajo que incluyó desde películas de Manuel García Ferré hasta Lisandro Alonso, pasando por Abbas Kiarostami, Danny Boyle o Leonardo Favio. Cinéfilo con permanente nostalgia de los clásicos italianos, obsesivo de los cameos (aparece en casi un centenar de películas), distribuidor de una buena parte de la producción argentina de las últimas décadas, Condito es un personaje tan entrañable y querible como por momentos insoportable: gracioso y simpático de a ratos; quejoso y malhumorado en muchos otros. Todo eso está presente en la poco más de una hora de este retrato concebido por Marcos Martínez, codirector de Estrellas y realizador de Sordo. Pero hay más: Martínez filmó a Condito hace unos siete años, en la que fuera su oficina de la calle Riobamba (un mítico lugar que había sido sede de laboratorios, otras distribuidoras y hasta microcine donde se calificaban las películas y se exhibían los film prohibidos por la censura), mientras recibía a referentes del cine argentino: periodistas de las revistas El Amante y Haciendo Cine, la dupla Morelli-Berruti, directores independientes como Juan Villegas, Raúl Perrone y Lisandro Alonso, otro más tradicional como Marcelo Piñeyro, el coleccionista y programador Fernando Martín Peña, exhibidores, productores, guionistas y un largo etcétera. En los diálogos -en su mayoría francos y desacartonados- con sus ocasionales visitantes ya se vislumbran allá por 2008 los principales aspectos de la crisis que afecta hoy a la distribución de cine de arte extranjero y de películas nacionales independientes. En Tras la pantalla está el costado más épico de Condito, pero también el más patético (se lo ve desnudándose para dormir en el sofá de la oficina), aunque el eje emotivo del film pasa por la mudanza de su distribuidora Primer Plano y la posterior demolición del lugar para la construcción de un edificio. Todo un símbolo, una metáfora y una alegoría de un hombre, de una empresa, de un barrio (en esa zona se aglutinaban casi todas las compañías del sector y hoy poco queda de aquel esplendor), e incluso de una forma de pensar, sentir y comercializar el cine.
De las varias películas que retoman la historia del cine argentino y analizan la industria de los años y décadas pasadas que se vieron en el BAFICI, acaso esta sea, a la vez, la más “amateur” en cuanto a estética y la más rica e interesante en cuanto a temática. Martínez se centra, en principio, en la historia del distribuidor Pascual Condito, un inolvidable e inconfundible mito de la distribución local que lleva décadas en el circuito del cine. Pero el filme no intenta contar su historia personal ni profesional a lo largo de sus muchos años de carrera, ni se embebe del enorme anecdotario que maneja su personaje, sino que se centra en algo específico: la mudanza de su compañía Primer Plano de su enorme y antigua sede en Riobamba y Lavalle a una de la zona de Villa Ortúzar, más pequeña, cuando el negocio empieza a andar mal. traslapantallaLa película consiste en filmar conversaciones de Pascual con varias personas del ambiente (varios colegas periodistas y muchos cineastas, miembros del gremio y sus familiares) con los que Condito se pone “la camiseta” del cine nacional y trata de defenderlo de la invasión de tanques de taquilla en las multipantallas. Pero aún más interesante que esos diálogos y anécdotas, es la filmación del vaciamiento de esa histórica oficina, la mudanza en cuestión, que tiene mucho que ver con LA SOMBRA, de Javier Olivera, otro notable documental de similar propuesta. Si bien los tiempos y las historias que cuentan son distintas, ambas películas testimonian una demolición, la de una casa que fue el cine argentino de cierto momento histórico. Es claro que el cine argentino sigue vivo, pero personajes como Condito –alejado del barrio y con menos presencia en la distribución que décadas atrás– lo tornaban en una batalla, una lucha personal cotidiana por amor al séptimo arte. Ahora los números pueden ser mejores o peores, pero ya nadie se queda a dormir en una oficina rodeada de posters de viejas películas argentinas. Esa pasión es la que homenajea esta pequeña y finalmente conmovedora película de amor al cine.
Don Quijote de Balvanera ‘Tras la pantalla’ es un documental sobre Pascual Condito, célebre distribuidor de cine argentino y personaje excéntrico de la industria. Todos los que tenemos alguna relación con el mundo del cine argentino conocemos a Pascual Condito y tenemos alguna anécdota delirante con él. Es de esas personas que uno mira y dice “con este tipo hay que hacer una película”. Pero no una película de ficción, porque lo interesante no es su historia de vida -aunque un poco también- sino su persona, su forma de hablar, su ropa, su presencia, su pasión, su entorno, su atmósfera. Pero, también conociéndolo, era difícil poder hacer un documental con él. Marcos Martínez lo logró. Condito es un distribuidor de cine. Para el que no lo sabe, un distribuidor es el nexo entre el productor de una película y las salas exhibidoras, los cines. Es el que se ocupa de la promoción de una película, el que la “defiende”, digamos. Su distribuidora, Primer Plano, es de las llamadas independientes, que compite con las majors como Warner, Fox y Buena Vista. Durante mucho tiempo, se dedicó casi exclusivamente al cine argentino. Tras la pantalla es un documental que retrata a Condito en su legendaria oficina de la calle Riobamba, atestada de fotos, VHS, DVD, afiches, papeles y toda clase de memorabilia. Hablando por teléfono, peleando precios con distribuidores extranjeros, discutiendo con sus hijos y empleados y debatiendo con diferentes personajes de la industria: directores, periodistas, productores, exhibidores. En poco más de una hora, la película logra entrarle a Condito por tres wines: la relación con sus tres hijos, los problemas de la exhibición del cine argentino, y su historia de inmigrante que encontró en el cine una fábrica de sueños cumplidos a medias. Sin voz en off ni entrevistas a cámara, con un trabajo que demandó años -el rodaje fue en 2008- y cuya historia seguramente podría ser materia prima de otro documental, Marcos Martínez logra algo muy difícil y bastante mágico: meternos en la vida de un tipo real como si fuéramos voyeurs, moscas casi invisibles revoloteando en su intimidad. Quizás por momentos se adivine cierta puesta en escena, en algunos diálogos que parecen poco naturales, pero en general Tras la pantalla tiene las mejores virtudes de los documentales: lograr con la materia prima de la realidad contar una historia con introducción, nudo y desenlace, con un protagonista y personajes secundarios, con tensiones, villanos y héroes. Es difícil para mí evaluar hasta qué punto una persona ajena al mundo del cine argentino pueda disfrutar una película así, interesarse por un personaje de este tipo al que no conocen previamente y cuya módica fama ignora. Es posible que la película les pase por al lado o bien todo lo contrario, que se sorprendan mucho más que uno, que lo conoce a Condito y que conoce historias mucho más disparatadas que cualquiera de las que aparecen en la película. Lo que es seguro es que, más allá de su contacto con la realidad, Tras la pantalla es una película sensible, cariñosa y divertida protagonizada por un héroe quijotesco y fascinante.
"Tras La Pantalla" es un documental que te cuenta, de forma muy real (porque si lo conoces - que yo tuve la suerte - es así) la vida, el obrar y la pasión de Pascual Condito para con el cine, sus películas y sus hijos. Pascual es un personaje muy particular dentro del mundo cinematográfico porque es querido por ABSOLUTAMENTE todos. Si hay algo que destacar de esta realización es a Marcos Martínez (director), quien logra retratar el minuto a minuto de la vida de Condito de forma auténtica, y eso es un logro. Conversaciones con directores, charlas con sus hijos, empleados y algún que otro paso de comedia, simplemente por la forma de ser de Pascual, es lo que vas a poder disfrutar en esta peli que si te interesa meterte un ratito detrás del mundo del cine tenes que ver. Un Condito genuino para alquilar butaca y deleitarse con pochoclo de por medio. Bien por la dupla Marcos - Pascual.
FUSIÓN DE ESENCIAS Un rectángulo de tela bastante vaporoso cubre el frente del edificio. Si bien se trata de una medida de seguridad para evitar daños debido a la demolición, también podría pasar por una superficie para proyectar una película; sobre todo, si dicho sitio estaba ubicado sobre la calle Riobamba y pertenecía a la distribuidora Primer Plano de Pascual Condito. El lazo entre espacio y sujeto es central puesto que ambos se fusionan hasta resignificarse uno en el otro, como los afiches gigantes colgados en las paredes o el tatuaje del brazo. Y en Tras la pantalla ese vínculo se potencia en la cotidianidad: los llamados telefónicos, las discusiones con algún compañero de trabajo, las entrevistas con directores, productores o periodistas, las charlas con los hijos, la exhibición de los objetos tanto de la oficina como del depósito; todos elementos puestos al servicio no sólo del retrato de Condito y de la relación con ese espacio, sino también del cine en sus nuevas formas de distribución, consumo o circulación y ligado, sobre todo, a las escasas posibilidades del cine nacional – tiempo en cartel, disponibilidad de salas, publicidad, entre otros – frente a las producciones internacionales. A partir de la amalgama entre sujeto y espacio se puede pensar cierta en similitud entre la última película de Marcos Martínez y La sombra de Javier Olivera, estrenada recientemente. En ambos filmes se plantea un claro nexo dominante y simbólico entre un individuo y el espacio ocupado en algún momento, que no sólo tiene que ver con las emociones o recuerdos producidos en ese sitio, sino también con la manera en la que es exhibido: por recortes, abarrotado de objetos y como referente de un momento particular en la historia del cine –el caso de Tras la pantalla – o en un recorrido guiado por las imágenes que inicia en el jardín y luego abarca el interior de la casa desde la plenitud hasta el deterioro (el caso de La sombra). Esto mismo se articula con la necesidad de ambos (Condito y Olivera) de exaltar cierta majestuosidad de la construcción. El primero a través de su trabajo y de la posición ganada en el circuito de la industria cinematográfica; el segundo debido a la encarnación de la figura de su padre (el director y productor Héctor Olivera) con la propia casa de la niñez. Pero también coinciden en el registro de la demolición de la oficina o la casa que potencia la pérdida con el recuerdo, una construcción externa con un reflejo interno así como los caminos previos que convergen en ese acto. Llega un momento en el que la tela ya no puede confundirse con un soporte para la proyección. El último afiche es desprendido de la pared y ahora son los escombros, las vigas arrancadas o los ruidos del taladro quienes se adueñan de Primer Plano. Así como el primer filme visto por Condito fue un fragmento de un western, la última obra es la deconstrucción de su oficina. Las maneras de ver y apropiarse del cine mutan, los espacios para hacerlo también. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Un Quijote del cine independiente La de Condito es una posible historia de la distribución independiente de cine en la Argentina, de la lucha contra el invencible poder de cadenas y majors y también la de sus propios demonios internos y su capacidad de reinvención casi infinita. Festival de Mar del Plata, finales de los años 90. Charla de café con algunos periodistas y un famoso distribuidor local, de los así llamados independientes. “¿Vo’ no hablá’?”, le espetó sin mediar preanuncio Pascual Condito a este redactor, que apenas estaba iniciándose en la crítica y el periodismo, con ese típico acento porteñísimo con dejos de italianidad al palo. Tras la pantalla lo tiene como protagonista absoluto y circula alrededor de esa imagen mítica, cascarrabias y arrabalera del dueño de Primer Plano Film Group, la empresa que lo vio pasar del “cine arte” más exigente, a fines del siglo pasado, a la producción y distribución de cine argentino, aquí y en el exterior (y mucho antes de eso, con otros nombres de fantasía, del exploitation que ganaba espacio en la era del destape democrático). La historia de Condito es una posible historia de la distribución independiente de cine en la Argentina, con sus constantes ascensos y caídas (más de las últimas que de los primeros), la lucha contra el invencible poder de cadenas y majors, sus demonios internos y una posibilidad de reinvención casi infinita.El documental de Marcos Martínez puede ser visto de varias maneras y una de ellas es el ego trip de un personaje ignoto para todo aquel que desconozca el paño del negocio del cine. Al fin y al cabo, el film fue coproducido y es distribuido por Primer Plano y el carácter oficial del asunto queda en evidencia en gran parte del metraje. Al mismo tiempo –signo de inteligencia del realizador a la hora de montar el material y también del propio homenajeado–, Tras la pantalla se permite, a partir de la figura central, poner al descubierto los detalles de lo que bien podría ser el fin de una era, de una manera de entender el negocio del cine. En una de las tantas conversaciones entre Condito y miembros del mundillo (algunas parecen improvisadas, otras completamente guionadas), Marcelo Piñeyro describe someramente los cambios en el tipo de lanzamiento de los grandes tanques –de la inyección gradual y sostenida en el tiempo a la explosión de salas contemporánea–, y sus mortíferas consecuencias sobre aquellos otros cines que no apuestan por la masividad inmediata.Además de las conversaciones aparentemente naturales con miembros de su propia familia, en particular sus hijos, otras visitas al inmueble (ya demolido) que Primer Plano supo tener en la calle Riobamba, entre Lavalle y Corrientes, incluyen a un pelilargo Javier Porta Fouz y un rapado Diego Trerotola (ambos como representantes de la revista El Amante en una etapa pregrieta), al historiador y coleccionista Fernando Martín Peña, a la dupla Guerschuny/Udenio, directores de la publicación especializada Haciendo Cine, y a realizadores como Juan Villegas, Raúl Perrone y Lisandro Alonso, entre otras figuras del quehacer cinematográfico. Una emotiva escena en el microcine Vigo, con la aparición de su legendario proyectorista Damiano Berlingieri, habilita el comienzo de un paseo algo melancólico: el “barrio” del cine que fue y que ha comenzado a dejar de ser desde hace ya un largo rato. Los últimos tramos de Tras la pantalla están dedicados a recorrer los restos de ese edificio condenado a desaparecer como tantas otras oficinas, pisos y tugurios de la zona, mientras algunos trozos de afiches son revoleados por el viento entre los escombros. Esas y otras imágenes y relatos logran borrar, al menos temporalmente, los vestigios de endogamia que acechan a Tras la pantalla, transformándola en un relato universal. Y a Condito, con su tatuaje de Cinema Paradiso y su remera del Che, en un personaje ciento por ciento cinematográfico.
By Pablo Suárez For the Herald POINTS: 6 “The role assigned to film distributors allows them to be in direct contact with the main players of the industry, so they usually have a privileged panorama of the state of things. And film distributor Pascual Condito has all the elements to be a good host at the time of exploring this universe in an intimate manner. His strong personality, the peculiar way he works, his passion for cinema, it all made him an outstanding personality within the industry,” says Argentine filmmaker Marcos Martínez (Estrellas, Sordo) about his new documentary Tras la pantalla, an engaging portrayal of a unique persona whose love for movies has translated into bringing to theatres hundreds of Argentine movies as well as the finest samples of foreign art house fare. Two years ago, Condito announced he was retiring because the ongoing battle to keep alive a business constantly threatened by US blockbusters was bad for his health. But he didn’t retire. Instead, he downsized and kept on working in a different place, as the building on Riobamba Street where he had his office was to be demolished. A legendary building because many layers of the cinema arena were established there: a film lab, another film lab, some historical film distributors, the former National Film Board INCAA’s rating office, which saw the first screenings of Bernardo Bertolucci’s Last Tango in Paris, just to mention one example. Martínez’s unobtrusive camera films Condito in his everyday routine and we get to see him argue vehemently with film exhibitors who want to favour US mainstream features rather than the type of cinema he’s worked for all his life. It’s no news that although some 150 Argentine movies are produced yearly, only a very small percentage reaches the viewers it needs and deserves, since Hollywood commercial cinema floods the market in what Condito calls “a true massacre.” And he’s absolutely right. He’s tattooed the face of Totó, the protagonist of Tornatore’s famous Cinema Paradiso, on his arm, has long thought of making a film of his own, has had cameos in over 60 Argentine films — and says he won’t stop until reaching 100 — and though he’s quick-tempered and kind of grumpy, you can easily see that, deep down, he still is the same kid who was totally mesmerized by the first film he saw, a western. Come to think of it, he’s a warrior and an unsung hero, too. Tras la pantalla gives an accurate description of the local scene with its ups and downs, joys and hardships, and it includes snippets of conversations with film critics Diego Trerotola, Javier Porta Fouz, Hernán Guerschuny, Pablo Udenio, and Fernando Martín Peña, with filmmakers Raúl Perrone and Lisandro Alonso and screenwriter Pablo Solarz. It all adds up to a multifaceted, colourful depiction of a little-known side of movie business. It’s only fair to point out that, considering how rich this material is, there’s some considerable potential left unexplored. Sometimes key topics are just addressed and not fully examined, or some scenes are cut short when they could have given way to more insightful discovery. But it’s also true that this panoramic view works fine for the most part and what’s more important, it captures Condito as a true character who’s not acting for the camera, but instead being himself. Which is to be celebrated. Production notes Tras la pantalla (Argentina, 2015). Written and directed by Marcos Martínez. Cinematography: Sebastián Menassé. Editing: Andrés Tambornino. Running time: 64 minutes. @pablsuarez
Bienvenidos al mundo de Pascual Condito, dueño de la histórica distribuidora Primer Plano Film Group y un resistidor, casi un ludita, de los innovadores métodos para picar carne del cine capitalista. Llegado de la baja Italia a los cinco años y amante apasionado (bah, apasionado es poco) del cine desde los ocho, Condito creó un búnker en el microcentro porteño desde donde se abastecen las producciones locales más ingeniosas, a través de un medio de distribución igualmente artesanal. Aquel búnker (hoy trasladado a una nueva sede) fue en sus últimos años un depósito, una romería de viejos afiches y obsoletos DVDs que puso pecho a la avanzada de multicines y el consumo de la era download, mientras Pascual, el actor con más cameos del cine argentino, sigue siendo el mismo tano rezongón y pesimista, siempre con una chispa de esperanza para que el show no decaiga y para que sus hijos adolescentes descubran algún día a Vittorio Gassman. Tal es la estatura de Condito que por su oficina pasan a tomar café y discutir de cine las figuras locales más relevantes, desde Raúl Perrone, Juan Villegas, Marcelo Piñeyro y Lisandro Alonso hasta el staff de El Amante y Haciendo Cine. ¿Un documental para cinéfilos? Puede ser, pero también es un testimonio sobre el submundo del cine que merece ser divulgado.
Nuevas locaciones Marcos Martínez (Estrellas, Sordo), aborda en Tras la Pantalla, la historia del distribuidor de cine Pascual Condito, personaje que lleva décadas en el negocio cinematográfico, pero no sólo se muestra eso, sino que además, el relato se enfoca en la situación y la problemática alrededor de la distribución de cine arte extranjero y cine nacional de tinte más independiente. El documental lejos de centrarse en la vida personal o el inicio profesional de Condito, prefiere apuntar a algo concreto que a la vez permite diferentes lecturas simbólicas: la mudanza de Primer Plano -la distribuidora que Condito maneja- desde Lavalle y Riobamba -mítica por ser una zona característica plagada de compañías y empresas dedicadas al rubro del cine- a una oficina más pequeña en otro barrio. Así, Tras la pantalla recorre distintos años (hasta el 2008) en la vida de Primer Plano, y lo hace a través de conversaciones y diálogos con Condito, o bien que éste personaje mantuvo con distintos referentes del séptimo arte. Críticos de cine como Diego Trerotola, Javier Porta Fouz, Hernán Guerschuny, variados realizadores pasando desde Marcelo Piñeiro, hasta Juan Villegas y Lisandro Alonso, e incluso el coleccionista Fernando Martín Peña, son algunas de las figuras que comparten pantalla con el distribuidor. Así, los casi 65 minutos del film transcurren entre entrevistas, conversaciones con familiares de Pascual, y el poder mostrar el paulatino vaciamiento de la oficina, con todo lo que eso implica, al deber -al igual que tantas otras distribuidoras y empresas- abandonar el barrio, sin perder la pasión por la cinefilia en general, y el cine argentino en particular. Se trata de una pequeña gran película, sin demasiadas pretensiones ni una excelente calidad técnica, pero con una franqueza y espontaneidad que provocan emoción, risa -sobre todo al momento de hablar de los más de 60 cameos de Condito en films de producción local- y diversión en el espectador ante cada aparición del distribuidor en pantalla.
Muestra los sentimientos que siente una profesional en su trabajo, en un apasionante recorrido de un hombre que ha tenido una gran trayectoria dentro de la cinematografía, un conocedor y a través de este documental nos ofrece buenos testimonios, anécdotas y nostalgia por aquellos edificios que ya no están .
Para el cine lo que es del cine El documental Tras la pantalla, de Marcos Martínez, podría ser visto en un doble programa sobre la distribución y exhibición de cine en Argentina junto a Un importante preestreno, de Santiago Calori. Claro, mientras Un importante preestreno no puede eludir cierta melancolía por un tiempo que se fue y aparentemente será imposible que regrese, Tras la pantalla está ganado por la presencia enérgica y verborrágica de su protagonista, Pascual Condito, y eso le da una vitalidad impensada ante el panorama terminal que presenta. Es que este film de Martínez hace un recorte en la vida de Condito, ese que va del cierre y demolición de la vieja sede de Primer Plano -la distribuidora de cine nacional que maneja el empresario cinematográfico- a la reapertura en otro barrio porteño y en un espacio mucho más reducido. El director tiene la pertinencia del buen documentalista. Porque en vez de hacer una historia de vida, elige mostrar ese fragmento que permite ver el todo: para Condito ese trabajo ha sido su vida, se relaciona con aquel momento de la infancia en que descubrió el cine y se lo comunicó a su abuela italiana, y se proyecta al futuro, claramente: el empresario no ve otro destino en el horizonte que hacer eso que sabe. Distribuir cine no es distribuir fideos, por poner un ejemplo. No es necesario que Tras la pantalla construya una biografía documentada y temporal, alcanza con el apasionamiento que el personaje demuestra en pantalla y en ese fragmento de tiempo: discute con exhibidores, también con la inmobiliaria que se encargará del viejo e histórico edificio, charla en su oficina con referentes (directores, críticos, guionistas) sobre la distribución de cine y cómo se ha vuelto progresivamente una actividad difícil e insatisfactoria de realizar lejos de las majors. Son momentos de intensidad, que permiten descubrir una profesión y que, más allá de algunos momentos que se descubren un tanto forzados desde la puesta en escena, exhiben la verdad de ese “tras la pantalla” que reza el título: ¿qué hay detrás de la magia del cine? Negocios. Hay muchas bolsas de residuos en el film, y mucha gente tirando pósters, recortes de diarios, material de difusión de las películas en esas bolsas. Tras la pantalla es un documental sobre recuerdos que se van, que no soportan el paso del tiempo. No deja de ser un poco cruel, sin embargo la presencia de Condito sirve para ponerle un límite a esa nostalgia: lejos del new age y del mensaje espiritual, el empresario con su impronta material invita a seguir luchando. Lo que queda claro es que este tipo de personajes pintorescos es algo que el mundo de los negocios ya no se permite. Posiblemente el inconveniente con Tras la pantalla, a partir de esa decisión del director por impedir el relato biográfico, es cuánto puede interesar a alguien totalmente ajeno al cine, o al menos ajeno desde un espacio vinculado con la gestión de películas o el periodismo cinematográfico: no hay un “quién es el personaje”, el documental entiende que quien lo mira sabe de antemano. Tras la pantalla es una película sobre el cine para gente de cine. Y en ese encierro sobre sí mismo tal vez se digan inconscientemente algunas cosas sobre el negocio del cine y sobre este tiempo que se va.
Contra todos los molinos Tras la pantalla es un documental que sumerge al espectador en el mundo de la industria del cine nacional y especialmente en el la intimidad del distribuidor Pascual Condito. Los que no lo conocían más que por nombre, seguramente se van a encontrar con un personaje que al principio les va a chocar, debido a su carácter, pero con el correr de los minutos y de entender lo que sucede en ese mundo, se le toma cariño. Las historias de todo lo que cuesta hacer y luego rogar porque funcione una película en nuestro país, son más que conocidas, pero en la intimidad de Condito, todo se ve de manera más detallada. Si hay que definirlo en una palabra, es pasión, de la pura, de la que no deja ningún detalle librado al azar y que también lo hace sufrir, porque no es nada fácil remar en un mar que muchas veces suele estar picado. Condito respira cine todo el día, hasta lo tiene tatuado: en un brazo tiene a Totó, de Cinema Paradiso, mirando fascinado las cintas de película. Él también es como un niño que no se quiere despegar de los recuerdos que lo llevaron a ser quién es hoy y lucha constantemente para que quede algo más allá de los grandes tanques hollywoodenses que a veces lo ahogan. También tiene intentos para que sus hijos sientan el amor que él tiene por lo clásico, aunque no siempre le funcione. Tras la pantalla es una película para guardar y para que se exhiba en todas las escuelas de cine, Pascual Condito es un gran ejemplo para que las nuevas generaciones sepan valorar el esfuerzo y además descubran a uno de los últimos Quijotes de la industria nacional.
Este documental incursiona en el trabajo de Pascual Condito, un histórico distribuidor de películas nacionales que, si bien no es conocido por la gente, si tiene el conocimiento y reconocimiento en el ambiente cinematográfico. Con sabor a Cinema Paradiso Este título no es aleatorio, varios son los puntos de conexión entre Tras la Pantalla y el clásico Cinema Paradiso, pero no solo porque nuestro protagonista es italiano, o sea una de sus películas preferidas, tal como se deja entrever en el documental, sino más bien el contexto desde el que se aborda al protagonista. Pascual Condito es uno de los distribuidores más importantes del país con una trayectoria de 25 años en el rubro y con un catálogo que cuenta con una gran cantidad de excelentes películas nacionales, tal como Aniceto, e internacionales como Trainspotting. En este largometraje documental se lo retrata en plena mudanza de su oficina en el barrio de Balvanera (histórico barrio de cine donde en otras épocas se reunían directores, productores, distribuidores y exhibidores), lo que implica remover cajas y cajas con fotos, afiches, historias y recuerdos tanto del cine argentino como internacional. Asimismo se lo retrata a Condito trabajando y reuniéndose con trabajadores del séptimo arte donde discuten problemáticas de la producción actual y posibles soluciones. Una radiografía del cine Marcos Martinez nos presenta en esta película una descripción postmodernista, cruda y real de lo que sucede actualmente con la producción nacional, especialmente en el sistema de distribución y exhibición. Pascual Condito es un ícono en ésta área y nada mejor que plasmar sus altibajos para representar lo que pasa durante esa etapa de vida de las películas, etapa que no es demasiado tenida en cuenta por los entes que se encargan de la producción argentina. Estéticamente el documental pareciera plasmar una prioridad por captar momentos, algunos dejan entreverse forzados y otros no tanto. Sin embargo, cabe destacar que conceptualmente logra transmitir problematicas actuales en el cine nacional y cumple a rajatabla con los paradigmas de un documental clásico, dejando un poco de lado la fotografía y el arte, sino la esencia de lo que se dice, se discute o actúa. Conclusión Tras la Pantalla no considero que sea una película para todo público, pero creo que satisfará a cinéfilos, estudiantes y cualquiera que tenga que ver con este hermoso arte. Por momentos emotiva, en otro momentos graciosa, polémica y varios adjetivos más que puedo seguir sumando a este documental, aunque todo se resume diciendo que Pascual Condito genera empatía en todo momento con el espectador y permite repensar una etapa poco explotada de la producción.
Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más. ¡No te lo pierdas!
El film del director Marcos Martínez sobre Pascual Condito, productor y distribuidor, todo un personaje del ámbito cinematográfico, invita a abordar problemáticas de un mundo muy singular. Sería interesante que su estreno abriese un profundo y amplio debate de la(s) crisis del cine nacional, lo que usualmente se ve reflejada en libros, notas periodísticas, charlas y mesas redondas en los festivales. Esto de por sí ya lo convierte en un documental interesante, más aun tratándose de un personaje como el que aborda, sobre el cual descansa la realización, quien es parte de la historia del cine argentino, particularmente comercial, desde hace bastantes años. La referencia narrativa está dada por la demolición del edificio donde funcionó la distribuidora Primer Plano Film Group, capitaneada por Condito, sitio donde con anterioridad operaron laboratorios, luego algunas otras distribuidoras, incluso en ese predio funcionó el Ente de Calificación Cinematográfica, organismo de censura desarticulado en 1983 con el advenimiento de la democracia, pasando el inmueble a cumplir funciones como oficina del Instituto Nacional de Cinematografía dedicado a la calificación moral de los films que se estrenan en el territorio nacional. “Tras la pantalla” se estructura sobre la base de entrevistas, conversaciones informales, grabaciones auditivas y audiovisuales, y material gráfico que dan testimonio de la gente de cine como directores, actores, guionistas, periodistas y amigos respecto del protagonista, sin obviar su vida profesional y familiar, que reflejan a un hombre enamorado de su trabajo, a punto tal que no era extraño que pasara algunas noche en el ámbito de su empresa a la que prácticamente consideraba su segundo hogar. Conocedor íntimo de las problemáticas del negocio del cine desde la distribución, se hacen referencias a sus luchas en cuanto conseguir las mejores condiciones posibles para la llegada a las salas de las producciones nacionales, por ejemplo con la fijación de la cuota de pantalla, en puja con las distribuidoras internacionales. Todo el contenido en imágenes y palabras permite acceder a información de primera mano y descubrir, a quien no conozca al singular protagonista, la personalidad de un apasionado por el cine, su mundo, su gusto por la música de Ennio Morricone, y que una de sus películas favoritas es “Cinema Paradiso” (1988, de Giuseppe Tornatore), que logró convertirse en alguien destacado dentro del mundo cinematográfico, cosa que su padre no podía entender. No menos rica es la referencia a su condición como participe en la producción de títulos nacionales, sin olvidar sus circunstanciales participaciones actorales. Nada mejor que referir palabras del protagonista para reflejar el espíritu que animó la realización de éste testimonio sobre las vivencias de uno de los sectores menos conocido por el espectador respecto de la actividad fílmica nacional. “Disfrute mucho estar en ese lugar con tanta historia, en cada cosa había muchos recuerdos, que se ven en la película. Hasta que llego nuestra mudanza y ahí me termine de convencer que era importante filmar esto. Al principio lo fui tomando como un juego, pero con el paso del tiempo, de las grabaciones, me empezó a agarrar un cierto pudor. Lo importante es que siempre me sentí cómodo con el director, con el pequeño equipo de rodaje. Combinábamos un rato en Primer Plano, los sábados en casa o veíamos cuando venía algún director a la oficina y venían con la cámara. El que me sedujo fue el director sobre todo cuando me dijo que esta película tiene que existir para que se conozca desde adentro el trabajo de los distribuidores, sus peleas de todos los días por conseguir salas, los conflictos que tiene el cine argentino para lograr un buen estreno y también para que quede de alguna manera como testimonio de una época donde yo como distribuidor pelee como un Quijote…”