Una buena película, que a pesar de tratar un tema religioso, se la puede ver en forma entretenida y sin sentir que desde la pantalla nos quieren vender o imponer una creencia en particular. Seas creyente o no, y seas de la religión que seas....
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“Una entrevista con Dios” es una película dirigida por Perry Lang y escrita por Ken Aguado. Está protagonizada por David Strathairn, Brenton Thwaites, Yael Grobglas, Hill Harper y Charlbi Dean Kriek. “Una entrevista con Dios” nos cuenta la historia de un ex veterano de guerra y actualmente periodista (Brenton Thwaites), quien comienza una entrevista con alguien que dice ser Dios (David Strathairn). La película presenta una idea bastante interesante e incluso con el tráiler puede llegar a atraparnos por simple curiosidad. Si bien la cinta mantiene esa incertidumbre y dentro de todo tiene ese plus de singularidad, decae demasiado con el pasar de los minutos. Los diálogos y todo lo que se habla en relación a la entrevista no es nada que no hayamos visto ni oído en series, films o hasta en nuestras clases de catequesis. Puede llegar a tener cierto trasfondo lo que se nos muestra y se nos dice no solo sobre el mismo Dios, sino también de la salvación, de todos los problemas que presenta el mundo (enfermedades, guerras, etc.) pero realmente tampoco es una película que te deje pensando o reflexionando sobre lo que ves o lo que escuchaste. Todo, a su vez, está envuelto en un drama principalmente enfocado en el personaje de Brenton, que está bien delineado. Este personaje es el que presenta un desarrollo más logrado y que se sustenta a partir de una excelente actuación, mostrando las diversas facetas que el protagonista tiene que mostrar (felicidad, ansiedad, tristeza, desesperación); mientras que Dios (Strathairn), como mencionamos antes, resulta un rol interesante pero se queda bastante corto con lo que podemos esperar de él. La banda sonora se complementa bastante bien no solo con la historia sino con la ambientación que presenta la cinta y los pocos escenarios presentes en la trama. La fotografía también está muy buena, sobre todo con los lugares exteriores que podemos ver. En resumen, “Una entrevista con Dios” tenía una buena propuesta para dejar un mensaje o profundizar más la relación entre Dios y el hombre, quedándose bastante corta pero con un drama bien logrado.
Que Dios me perdone Una entrevista con Dios (An interview with God, 2018) de Perry Lang llega con una propuesta que se supone a sí misma como jugada, pero que se mantiene en el lugar cómodo y común de las películas religiosas. Un periodista transita una fuerte crisis personal en su matrimonio, a su vez tiene en agenda una entrevista muy particular con alguien que dice ser Dios. La idea en principio es generar la puesta en escena de una entrevista incisiva, donde el protagonista hará las preguntas de los ateos en un intento por ponerlo en jaque. Rápidamente la película se vuelve tibia y la entrevista se vuelve condescendiente como las de los políticos con los periodistas amigos, incluso en algunos momentos el film se termina mordiendo la cola en el afán de desafiarse y superarse. Algo particular es la postura del papel de Dios, que dice que aparece para ayudar pero se para en una retórica punzante que termina casi por enloquecer al propio protagonista, una especie de Dios soberbio y cínico que pide que lo indaguen pero no responde, que invita a que lo desafíen y que juega con la información que tiene sobre el periodista como si se regodeara de saber más que él sobre su propio destino. Por supuesto que la evasión es la clave para sortear los terrenos borrascosos de las contradicciones religiosas más cuestionadas como las injusticias o los grandes secretos. En este caso el foco está puesto sobre la crisis de la Fe. Con el mismo formato pacato y solemne que apunta al espectador creyente pero que fuera de ese círculo no funciona y aburre.
Una entrevista con Dios es otra muestra de la prolífica producción cinematográfica de temática cristiana, dirigida a un público que busca respuestas a los interrogantes sobre la fe, la culpa, el dolor y el perdón. Una vez más, el planteo está claro desde el vamos: un periodista afectado por traumáticas experiencias laborales (la cobertura de una guerra) y un distanciamiento afectivo encuentra las respuestas en una sucesión de diálogos con un personaje enigmático que encarna la trascendencia. Las enseñanzas bíblicas quedan a la vista mientras otra clase de preguntas (las incongruencias del guion, la superficialidad de los personajes) no tienen respuesta.
¿Qué le preguntarías a Dios si tuvieras la posibilidad de entrevistarlo? Bajo esta premisa, a primera vista atractiva, se esconde este panfleto cristiano cargado de didacticismo y un agobiante mensaje evangelizador, uno de los productos resultantes de la pujante “industria de la fe” en el cine estadounidense. Paul es un periodista que acaba de volver a Estados Unidos luego de cubrir la guerra en Afganistán y se encuentra con que su matrimonio está derrumbándose. Su primer trabajo de regreso en Nueva York es un reportaje a un elegante hombre que dice ser Dios y le concede tres encuentros de media hora durante tres días consecutivos. En una cita a El séptimo sello, de Ingmar Bergman, donde un cruzado jugaba al ajedrez con la muerte, el primer diálogo se produce con escaques y trebejos por medio. El segundo es en un teatro y el tercero, en un hospital (entre cada intercambio, hay una flojísima trama sobre la crisis de pareja del periodista). Las preguntas giran en torno a cuestiones teológicas, como si existe el libre albedrío, qué es la salvación, si existe Satanás, por qué a la gente buena le ocurren desgracias. Y, desde ya, si hay un único Dios. Pero esta supuesta deidad, que responde con más preguntas a los interrogantes que se le plantean, se parece más a un psicoanalista que al Todopoderoso. Las charlas son reiterativas, exasperantes. El periodista pierde los estribos ante la actitud evasiva de su entrevistado y ahí, bajo el disfraz de una supuesta confrontación, llega la bajada de línea. Se suceden premisas tales como que “la fe no es el objetivo, sino el proceso” o que “el matrimonio requiere tiempo y dedicación cada día”. Cabe preguntarse a quiénes están dirigidos sermones cinematográficos como este. A los creyentes no les aportará demasiado. Y a los ateos se les hará insoportable, aunque la intriga por saber si ese señor de traje es realmente el Señor o un impostor más tal vez pueda sostener el interés hasta el final.
Review por Alina Spicoli Una conversación especial “Una Entrevista con Dios” (An Interview With God, 2018) es una película dramática dirigida por Perry Lang y escrita por Ken Aguado. Protagonizada por Brenton Thwaites (El Dador de Recuerdos, Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar) y David Strathairn (Crimen Perfecto, American Pastoral), el reparto se completa con Yael Grobglas, Charlbi Dean Kriek y Hill Harper. La historia se centra en Paul Asher, periodista que ha vuelto a su hogar luego de cubrir la guerra en Afganistán para el periódico El Heraldo. Encargado de la sección de teología, Paul se dirige al parque ya que debe entrevistar a una persona. Para sorpresa de él, una vez que enciende el grabador y le pide al señor que diga su nombre éste responde que es Dios. En medio de una crisis de fe y al no estar pasando por un buen momento con su esposa Sarah (Yael Grobglas), Asher irá descubriendo cada vez más detalles de la deidad a medida que pasan los tres días en los que la reunión fue pactada. Sin tener ningún tipo de originalidad en cuanto a los planos y encuadres con los que se decidió contar el relato, la película sabe a qué público apunta por lo que es sabido que será aceptada en la comunidad cristiana. Ideas sobre la existencia de un único Dios verdadero, el poder de la oración, el amor que hay que tener hacia el prójimo, la salvación, los mandamientos y la afirmación de que “las cosas malas también le pasan a gente buena” abundan en un filme que luego de sus primeros minutos termina aburriendo demasiado. Esto se debe a que las conversaciones entre Dios y el periodista, sentados frente a frente, conforman casi todo el metraje. El problema no es que la cinta sea muy hablada, sino que el diálogo en muchísimos momentos pareciera no conducir hacia ninguna parte. Que Paul se enoje en repetidas ocasiones porque Dios cambia la dirección de la entrevista para hablar sobre los problemas de la vida privada del joven solo genera unas repetidas y extensas discusiones a los gritos que acrecientan la monotonía del filme. Aunque se expongan temáticas interesantes tales como que el ser humano tiende a esconder las cosas malas que le suceden, qué será del futuro y cómo es imposible que seamos perfectos, el guión no profundiza demasiado en nada. Por otro lado, hay diversas escenas de relleno, en especial del protagonista andando en su bicicleta y poniéndole el seguro para que no se la roben. Teniendo en cuenta que el jefe del periódico ni siquiera se sorprende cuando Paul le comunica a quién está entrevistando o que Asher por mero presentimiento sabe en qué ámbito será cada encuentro con Dios, la mínima verosimilitud se termina perdiendo. No obstante, las actuaciones tanto de Brenton Thwaites como de David Strathairn consiguen ser correctas. “Una Entrevista con Dios” podría haber funcionado si estuviera mejor estructurada, si los tópicos contaran con un mayor análisis y si no se hubiese tomado la decisión de meter a un personaje “relevante” que ni siquiera aparece en pantalla (Matt, amigo de Asher que sufre de estrés post traumático). A pesar de ello la película puede llegar a funcionar en los que busquen una trama sobre la pérdida y recuperación de la fe.
Una entrevista con Dios es una película muy desperdiciada. A tal punto que me dio bronca. La idea es muy buena (aunque no sea original), pero está mal ejecutada en casi todos sus aspectos. Falla en el que tendría que ser su principal atractivo: la(s) entrevista(s) en sí misma. No hay tracción, intriga, ni debate lo suficientemente profundos como para que el espectador pare bien la oreja y abra los ojos por completo. El guión tendría que haber sido lo más importante y fundamental aquí. Pero se decidió que el joven -y prometedor- periodista sea demasiado creyente como para hacer las preguntas más adecuadas, incómodas o jugadas. Nunca se termina de crear la suficiente tensión entre los dos protagonistas. En cuento a lo actoral, a David Russell Strathairn le falta carisma para ser ese personaje. Y ojo que no estoy diciendo que Morgan Freeman tendría que haberlo interpretado. Es una película independiente, y como tal podría haberse nutrido con otro tipo de actor. Brenton Thwaites, una de las jóvenes nuevas promesas de Hollywood, hace un buen trabajo, pero el guión no lo beneficia. Aún así su personaje tiene un arco de transformación y capas. Está conseguido. El director Perry Lang, vuelve a hacer cine tras 25 años de dirigir mucha televisión. Y se nota la falta de puesta, justamente, más cinematográfica. Los climas no están bien logrados y es todo muy pobre desde lo narrativo audiovisual. No hay ninguna composición de plano que valga la pena. En definitiva, Una entrevista con Dios se queda solo con una buena idea y un gran título.
Dirigida por Perry Lang y protagonizada por David Strathairn y Brenton Thwaites, An Interview with God nos trae la historia de un joven y ascendente periodista, quien obtiene la entrevista de su vida: nada menos que con alguien que se atribuye ser Dios.
Con tono fantástico y aleccionador “Dios se mueve por caminos misteriosos.” Esta frase clásica del imaginario cristiano, tomada según se consigna de un himno del siglo XVIII, es la elegida como carta de apertura de Una entrevista con Dios. Pero lo clásico de la frase se diluye en el contexto de una película de tono tan fantástico como aleccionador y religioso, volviéndose el primero de una larga lista de lugares comunes que se irán acumulando a lo largo de su relato. Del mismo modo, definir a Una entrevista con Dios como religiosa tal vez resulte un poco vago y palabras como cristiana o evangelizadora resulten no solo más específicas, sino que revelan unas segundas intenciones bastante obvias que distraen de forma constante de lo específicamente cinematográfico. Paul es un joven periodista que acaba de volver de Irak donde se desempeñó como cronista de guerra, hecho que no ha pasado por su vida de forma inocua. Desde el comienzo queda claro que eso ha afectado su matrimonio, que se encuentra en una crisis que parece terminal, y su trabajo, donde le sugieren que se tome un tiempo. Sin embargo él se encuentra trabajando en un reportaje que lo tiene absorbido: se trata obviamente de la entrevista con Dios que se anuncia desde el título. Paul es interpretado por el joven aspirante a estrella Brendon Thwaites y Dios nada menos que por el efectivo David Strathairn, cuya composición es lo más interesante del film. Aunque Dios no tiene problemas en presentarse como tal, será la actitud de Paul, quien es un ferviente cristiano, la que irá marcando la evolución del relato. Escéptico al comienzo, el periodista intenta desenmascarar a quien considera un impostor. Pero con la curiosidad propia de quién ansía llegar a la verdad, se verá cada vez más enredado en las redes de un interlocutor que en lugar de responder lo va empujando a encontrar él mismo las respuestas. El truquito también le sirve al guión para evitar meterse en algunos problemas. Si la película se redujera a estos diálogos dogmáticos y bastante limitados –sobre todo si se tiene en cuenta la posibilidad de que uno de los dos interlocutores sea el mismísimo creador de todo–, no se estaría en presencia de una gran película, pero sin dudas sería menos pretenciosa. Acá Paul es obligado a atravesar algunas situaciones que si bien deberían entenderse como pruebas de fe, se parecen bastante a un juego manipulador que la película traslada al espectador, tendiéndole algunas trampitas por acá y por allá para hacerle creer que el protagonista es lo que finalmente no es. Lo curioso es que aunque el tránsito que Paul es obligado a realizar parece revelarle importantes lecciones, en realidad al llegar al final casi nada habrá cambiado demasiado y todo lo que se acabe resolviendo no parecerá haber merecido la hipérbole de una intervención divina. De esta forma Una entrevista con Dios acaba siendo banal, aunque se haya pasado 97 minutos tratando de ser profunda para dejar un mensaje tan unívoco como obvio e innecesario.
Se inscribe en una tendencia en alza que es la llegada de películas de contenido religioso, para aquellos creyentes fervientes que se interesan en cuestiones de fe, sus argumentos y falsedades. En la historia un periodista joven y ascendente entrevista a un hombre que asegura ser nada menos que “Dios” y a lo largo de sus encuentros los interrogantes y las respuestas de fe se suceden más que un argumento fílmico. La ventaja es que esta película tiene como lujo al actor David Strathairn, y esta realizada por un experimentado director de televisión (“Weeds”, “NCIS: Los Angeles) que eleva la media de estos tipos de género con destino para un público específico.
Una película con una idea genial que queda en nada. “An Interview with God” fue dirigida por Perry Lang y escrita por Ken Aguado y relata la historia de un ex veterano de guerra, que acaba de volver de Afganistán, cuyo nombre es Paul Asher (Brenton Thwaites). Paul actualmente es periodista de “The Herald” y se encuentra atravesando un período de crisis por haber estado en la Guerra, rodeado de muerte y destrucción. A eso se le suma un distanciamiento con Sarah (Yael Grobglas), su mujer. Un día le piden desde la Redacción una entrevista, y al llegar al lugar del encuentro se presenta como “Dios” (David Strathairn). Con él tendrá tres días consecutivos, en tres encuentros de media hora para dialogar y preguntar muchas cosas, (la falta de fe, por qué a la gente buena le suceden cosas malas, si existe el Diablo y otras por el estilo) pero hay tanta mezcla que el espectador pierde el interés al volverse aburrida. Es irritante que el periodista pregunte y “Dios” conteste con otra pregunta...(?) Cómo? Dios no tiene todas las respuestas? Parece que no. Hasta es raro que su Jefe no se sorprenda al saber a quién entrevista, es casi inverosímil. Por otro lado, Paul tiene muchas preguntas y “Dios” lo lleva todo el tiempo para el lado de su problema matrimonial cuando supuestamente, ese no es el tema principal de la entrevista. En definitiva, como dije al comienzo, una idea atractiva cuyo guión no se sostiene por disparates varios. --->https://www.youtube.com/watch?v=1YxQQllR3ac ---> TITULO ORIGINAL: An interview with God ACTORES: Brenton Thwaites, David Strathairn, Yael Grobglas. Hill Harper. GENERO: Drama . DIRECCION: Perry Lang. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 98 Minutos
La carrera del periodista Paul Asher (Brenton Thwaites) parecía estar estancada en una crisis creativa y laboral. Durante años había intentado destacarse sin tener éxito; sin embargo, dado a una serie de circunstancias y casualidades, Paul consigue la oportunidad de ser todo lo que había soñado: corresponsal de una guerra. En Afganistán, consigue infiltrarse en los centros de inteligencia y operación, en los campos de batalla y en los largos caminos rodeados de cadáveres para crear sus mejores historias y reportajes, los cuales le llevarán a un estatus de leyenda. A su regreso Paul tendrá que lidiar con las consecuencias de lo atestiguado y las secuelas de los traumas presenciados, llevarán su vida personal al desastre. En medio de tal tormenta el periodista se ha encontrado con un misterioso hombre (David Strathairn) que asegura ser Dios. Intrigado, Paul empieza a realizar unas series de entrevistas y reportajes con el hombre, sin saber, exactamente qué preguntarle, en caso de que lo sea, a Dios. “Una entrevista con Dios” es una película de drama, y esta es la síntesis larga del filme en cuestión. Ahora la sinopsis corta. “Un prometedor periodista encuentra su mundo y su fe cada vez más desafiados, cuando se le otorga la entrevista de su vida, con alguien que dice ser Dios”. La segunda al menos no proclama ni situaciones, ni acciones, que en el filme no aparecen. Se podría decir que en los últimos años, o eso aparenta, se les ha dado por producir títulos de claro discurso religioso, mayormente desde la religión católica, ya no digamos filmes navideños y estrenarlas para estas fechas. Uno de los últimos bochornos, según mi registro mnemonico, se llamó “La tierra de Maria” (2015) El que nos ocupa es claramente otro ejemplo valido, de la misma manera que la nombrada, donde se toma todo demasiado en serio, los diálogos son de un nivel de escuela primaria intentando mostrarse como disquisiciones filosóficas como para que el espectador se quede pensando. Bueno, en un momento me plantee qué estoy haciendo allí, mientras la veía. Lo que si demuestra este producto es que los actores nada saben del filme en el que están participando hasta tanto no lo vean terminado. David Strathairn es un actor de tal calibre que soporta el peso de su personaje, y hasta le da cierta credibilidad. El actor australiano tiene otro cariz, debe soportar todo, hasta eludir como pueda las mentiras que instala el guión desde un principio, para derivarlo al final sobre el tema de la fe, muy manipulador. Circula en dos o tres variables, su relación de pareja que se ve deteriorada por alguna razón, se desliza pero no se nombra, su trabajo en las oficinas del periódico donde trabaja y las entrevistas, claro. Ya desde que sabemos que el que interroga a Dios es un representante del cuarto poder, ese que busca la verdad sin ser Diógenes de Sinope ni tener un perro, está intentando decir, o al menos se puede leer que esto, que estás viendo es verdad. Bien leído en realidad es una gran incoherencia. Pero bueno, la fe mueve montañas, para mí lo hacen los movimientos sísmicos. Como en algún momento un personaje demasiado secundario, todos le creen que se está entrevistando con Dios, dice ….Ponte a orar, daño no te va hacer. Particularmente ante el anuncio que hace le hubiese recomendado que visite a un psiquiatra para que lo medique. Todo lo otro, eso que es inherente al cine, es de un formalismo atroz, bien filmada sin lugar a dudas, bien montada, por supuesto, técnicamente irreprochable, desde el relato aburre, engaña, y vuelve a aburrir.
LA ENTREVISTA MÁS PAUTADA Antes de comenzar a hablar de la película en sí misma, hay que acordar en algo: el cine cristiano es un género (o subgénero) en sí mismo que tiene sus propias convenciones. El consumidor de estas películas tiene la complacencia que presenta todo el que sabe lo que va a ver y no lo discute. Por dar un ejemplo claro, el espectador de películas de la saga de Sharknado no va a quejarse de los paupérrimos efectos de computadora, porque se supone que es parte de la gracia. O los seguidores de la saga de Rápidos y furiosos no se quejarían de las situaciones inverosímiles que desafían las leyes de la física sobre cualquier vehículo en movimiento, ni del reggaeton del soundtrack, ni del exceso de masa muscular de los protagonistas, ni de los planos bajos de las chicas en malla o ropa escasa o ajustada. Viene en el combo y tiene su target que lo aplaude sin cuestionar. Entonces Una entrevista con Dios no le escapa a las generales de la ley y por ende tiene una fuerte y explícita bajada de línea sobre las bondades de tener una divinidad en la cual creer, sin disimulo. Rostros muy populares como el de David Strathaim (Jason Bourne) o Brenton Thwaites (Piratas del Caribe: la venganza de Salazar) le ponen el cuerpo a la propagación de la palabra divina en un film de propaganda religiosa que no quiere ni intenta disimular su objetivo. Dicho esto, hay que reconocer que el valor del contenido del film es por demás pobre. Lo que algunos guionistas y directores manejan con maestría, como lo son las situaciones en las que los diálogos dominan la escena aunque no exista un montaje frenético que ayude al estilo Oliver Stone (y nos ponemos de pie para mencionar al maestro Aaron Sorkin, por ejemplo), aquí es una obviedad tras otra. Pero vayamos al planteo de la situación: Paul Asher (Thwaites) vive una situación personal límite luego de regresar de cubrir una guerra como cronista. Su esposa está en crisis y un compañero de expedición requiere de su ayuda por algo similar. En esos momentos, una persona le ofrece una entrevista diciendo que es el mismísimo “Dios”. Asher acude a la cita, que será la primera de tres, con lo que en lugar de obtener respuestas se verá cada vez más presionado y desconcertado por la situación. El problema, insisto, para quienes no somos consumidores del género, es que la historia resulta sosa y muy poco efectiva en el manejo de las emociones. Strathaim resulta un verdadero desperdicio en esos minutos en los que su carisma intenta cubrir la pantalla. Sus líneas, bien ejecutadas pero escritas casi a reglamento, nos hacen pensar en lo colosal que fue haber tenido a Morgan Freeman en el mismo personaje o, muchos años atrás, al inolvidable George Burns (Oh, Dios) que personificara al altísimo en su faceta más simpática junto al actor/cantante John Denver en un film que hasta tuvo secuela. Pero insisto en que el actor no es el problema, sino sus líneas de diálogo tan obvias y predecibles que por momento exasperan, más incluso que al pobre Asher en la misma situación. Y esa obviedad se mantiene y acentúa en cada escena, en cada giro “inesperado” de la historia cuyos personajes parecen todos pastores o sabios que aconsejan al periodista sobre lo mejor que puede hacer con su vida, desde su jefe hasta su cuñada, que lejos de renegar de sus propios pecados y tragedias, parecen haberlos dosificado de la mejor manera para tener la palabra correcta. Como si este dios, que parece más retórico que un psicoanalista en sus respuestas, se recostara en la sabiduría de los personajes secundarios para obrar de maneras muy poco misteriosas. En definitiva, no alcanza el carisma ni renombre de los actores, no suma la corrección de la ejecución de las escenas de manera prolija, ni el uso metafórico de escenarios y locaciones cuando la historia es tan débil en su construcción. Una entrevista con dios ni siquiera es anacrónica, porque es tan pequeña e intrascendente frente a cualquiera que se hubiese producido en los años setenta, que hasta en eso falla. Si me dan la posibilidad de interrogar a Dios sobre cualquier tema, le preguntaría porqué se prestó a intervenir en esta película. Al fin y al cabo creo que se lo necesita mucho más en otros lugares, por estos días. Perdónalos, George Burns, no saben lo que hacen.
Dios llega nuevamente al cine pero esta vez en formato de diálogo cara a cara con un periodista en Una entrevista con Dios de Perry Lang, una idea que podría ser original pero que termina bajando línea o apuntando a lo personal. Brenton Thwaites es Paul Asher un periodista que regresa de la guerra en Afganistán con varios problemas en su vida. Por un lado su matrimonio está en peligro y por el otro intenta determinar el significado de su existencia y de aquellos que conoció en el conflicto bélico. Pero su vida da un vuelco cuando acepta una entrevista con un hombre que dice ser Dios (David Strathairn). Tiene tres encuentros con él y en cada uno de ellos comienza a cuestionarse y a debatir los dilemas existenciales del ser humano. En toda película reflexiva el parámetro es que el guion y las situaciones que afrontan los personajes transmitan un mensaje que genere un desconcierto o incertidumbre al espectador. Cuando hablamos de Dios en el cine muchas veces se nos viene a la mente Morgan Freeman en Todopoderoso, pero mientras la comedia era el punto fuerte de esa saga, Una entrevista con Dios pareciera emular otro programa en el que Freeman también participó y que fue Una historia de Dios. Aunque el documental televisivo de National Geographic apuntaba a hechos históricos y a partir de allí al cuestionamiento de la fe frente a la diversidad de religiones, en este film el resultado son preguntas con respuestas de manual. Por muy bonitas que parezcan, las oraciones sin fundamentos sólo alargan los diálogos que tienen ambos protagonistas (Strathairn es un gran actor que aquí está desaprovechado). La idea se sostiene por momentos pero cuando los dilemas existenciales pasan a ser personales del periodista la película pierde fuerza y cae en lugares comunes y en un mensaje motivacional que pareciera sacado de una novela barata de autoayuda. Todas las líneas secundarias (la infidelidad en la relación amorosa o la amistad con un soldado que regresó de la guerra) no están bien construidas, y no son suficientemente importantes como para generar una crisis existencial en el protagonista. Ni hablar de que por momentos se trata de conocer un poco el pasado de Paul y sus padres, pero tampoco se extiende esa idea.
No importa que a los pocos minutos de iniciada “Una entrevista con Dios” de Perry Lang, actor, visto en una infinidad de producciones y director de “Hombres de guerra” con Dolph Lundgreen, uno detecta el sentido evangelizador, solapado como película narrativa, que tiene la propuesta. Tampoco importa mucho que el protagonista, Brenton Thwaites, sea un celebrado ídolo teen, que actualmente disfruta de un reconocimiento gracias a participaciones en la saga de “Piratas del Caribe” o en la serie “Titans” de DC comics. Al contrario, ninguno de estos dos puntos influyen a la hora de sentarse frente a una película trillada que engaña a los posibles asistentes con una serie de giros que intentan esconder el panfleto cristiano que se traen entre manos. La propuesta es simple, un periodista tiene la posibilidad de entrevistar a Dios (David Strathairn), o al menos, alguien quien dice ser el todopoderoso, y dialogar con él sobre cuestiones trascendentales de la humanidad. Al proponer esa “columna” al periódico donde escribe, su editor delira con la posibilidad de, desde la primera plana, contar historias diferentes que acerquen a audiencias con noticias “buenas” o con contenidos alternativos. A medida que el periodista avanza con los encuentros, momentos en los que entiende que el verdadero entrevistado comienza a ser él, el manual de autoayuda, las lecciones eclesiásticas, y la búsqueda del convencimiento acerca del buen obrar en la vida, repliegan la propuesta hacia lugares desagradables. El lenguaje televisivo, la estructura episódica, y excepto el interés por reconstruir el pasado del periodista con flashbacks y diálogos con su ex mujer y otros, desafían al espectador a persistir en su butaca con mensajes obvios que de subliminales terminan a posicionarse en la superficie de la trama, debilitando cualquier otra posibilidad de escape y aire en la historia. Thwaites exagera su interpretación, no encuentra el tono adecuado para ponerse en el rol de aquel individuo que ha perdido todo y que Dios lo pone en la chance de replantearse su vida para cambiar y tener ganancia nuevamente. Hace algunos años “Dios Mío!”, obra teatral dirigida por Lía Jelin y protagonizada por los excelsos Juan Leyrado y Thelma Biral, proponía un juego en donde el humor cedía su lugar a aquello que la narración dentro del marco de una terapia servía como cimiento para un relato atrapante. En “Una entrevista con Dios” todo suena a falso, a forzado, a exagerado, sin poder comprender el soporte y el lenguaje cinematográfico, disfrazando de película una pancarta cristiana que no brinda nada nuevo a la pantalla.