Al que decidió ponerle Vértigo para su estreno en Argentina a una película tan irrelevante como Fall, a ese, para empezar, lo quiero preso. El título original tiene una complejidad que la versión en castellano no tiene, además de utilizar el mismo título que el clásico de Alfred Hitchcock de 1958. Luego de esta mención que no es culpa del realizador, pasemos a la película en sí misma. Dos grandes amigas, Becky y Hunter son adictas a la adrenalina, su vida es subir a grandes alturas. Pero cuando una escalada termina mal y muere el marido de Becky, ella queda sumida en una profunda tristeza. Su padre tampoco consigue que vuelva a su vida y supere su angustia. Hunter entonces le propone que suban a una torre de televisión de 600 metros para arrojar las cenizas de Dan. La pasión de ambas por las alturas hace que Becky acepte la propuesta y ambas se embarquen en la empresa. Pero claro, algo sale mal y ambas quedan en la parte más alta de la torre, sin comunicación con nadie y sin escaleras para bajar. Deberán encontrar la manera de bajar antes de que el hambre, la deshidratación o el frío termine con ellas. Claramente la película es una de esos desafíos estéticos y narrativos que llaman la atención en sí mismos y ponen a guionistas y directores a pensar la manera de mantener la tensión durante todo el largometraje. Son pocos los trucos que la película tiene pero con un buen uso del lenguaje del cine puede armarse un buen largometraje. Algo de eso hay en la película, pero donde no logra encontrar la vuelta es en el guión. Una vuelta de tuerca lamentable saca del debate al director y pone en primer plano al guionista, que es lo peor que le podía pasar a Fall. Como bien lo dice la película, es fácil meterse en algo, pero es difícil salir.
Es una película donde nadie puede confundirse con su contenido. Desde el poster y el tráiler ya se sabe que dos chicas quedan atrapadas en lo alto de una torre de 600 metros de altura y que lo que veremos nos dará adrenalina pura de acción, sustos y miedos. Es un film clase b, pequeño y astuto. El director Scott Man supo filmar y luego lo ayudó mucho la edición imprescindible y los efectos especiales para lograr mantener el suspenso del principio al fin. La historia abre con un muchacho y dos chicas subiendo una pared montañosa, prácticamente vertical y peligrosa, donde el esposo de una de ellas cae al vacio. Salto en el tiempo y al año, la viuda sigue desconsolada, no recibe ni al papá que le critica al difunto y se aferra a la aventura que le propone la mejor amiga, si la que estaba en la escalada del comienzo, para subir una torre de comunicación oxidada y a punto de ser derribada. La película en ingles se traduce como “caída” aunque nadie le quita la sensación de vértigo que provoca. Las chicas suben esforzadamente y apenas llegan a una mínima plataforma se caen todas las escaleritas, así que a aguantar secretos revelados y por sobre todo tratar de sobrevivir al viento, la lluvia y otros ingredientes. No se puede pedir más que razonamientos con lugares comunes y sustos con vueltas de tuerca del principio hasta el final.
Película perezosa, que se resiste a presentarse como el entretenimiento trillado que es, excepto por dos o tres escenas, en el relato de dos amigas que intentan superar una tragedia con una aventura de riesgo, el guion parece haber sido escrito por un niño de cuatro años, que, además, ya vio más de mil películas iguales a la que presenta.
Vértigo es una película que se suma a la moda del género de supervivencia en el que dos amigas, Becky, interpretada por Grace Caroline Currey y Hunter, Virginia Gardner, quedan atrapadas en lo alto de una torre de televisión abandonada. Está dirigida por Scott Mann, y completa el elenco Jeffrey Dean Morgan. En primer lugar, es necesario destacar que su director, también guionista junto a Jonathan Frank, elaboran una subtrama para que esta premisa en principio absurda tenga sentido. Y es así como Hunter, una streamer de deportes de riesgo, convence a Becky a que la acompañe a esta torre abandonada, donde está prohibido pasar, para que arroje las cenizas de su difunto esposo, y poder así terminar de elaborar el duelo. Pero una vez arriba, se desprende la escalera del tramo final, por lo que resulta imposible bajar. Es por eso que la fotografía, a cargo de MacGregor, cumple un rol fundamental, al oponer de forma constante grandes planos generales, para mostrarle al espectador la gran altura en la que se encuentran las protagonistas desde diferentes angulaciones, y planos detalle, en lo que se puede ver la fragilidad de la estructura oxidada sobre la que se encuentran. Manteniendo tensionado al espectador, buscando junto con ellas la forma de descender con vida. Un párrafo aparte merece las actuaciones, en la que resulta fundamental el complemento entre la impulsividad de Hunter y los escrúpulos de Becky. Que el director desarrolla durante todo el primer acto, y en la que, además de por la verosimilitud a sus motivaciones, genera suspenso con cada escalón que van subiendo, mientras los tornillos se van aflojando. En conclusión, Vértigo es una película que aborda la supervivencia asemejándose mucho más al realismo de 127 horas que a la espiritualidad de Una aventura extraordinaria. Logrando eficazmente su objetivo de mantener tensionado al espectador durante una hora y cuarenta y siete minutos.
No apta para cardíacos. De arranque debo decir que viendo el póster se resume la trama. ¿Es algo previsible? Sí, pero acá está el atractivo. Veamos cómo. La historia empieza con la tragedia de Dan, un alpinista que muere al caer al vacío, por lo que su novia Becky y su amiga Hunter se disponen a subir a una antena de TV oxidada de 600 metros para arrojar sus cenizas, por lo que el desafío es enorme y si bien sabemos que van a llegar lo interesante es observar cómo lo van a hacer y con qué obstáculos deberán enfrentarse para lograrlo. No es nuevo este subgénero de películas donde el o los protagonistas se encuentran en una situación tensa y lo que intriga es cómo lo resuelven, así tuvimos éxitos como Náufrago o 127 horas, por mencionar sólo un par de ejemplos. Vértigo (o Fall, su título original en inglés) se sostiene por las imágenes impactantes a las alturas que no son aptas para cardiacos, y la capacidad de envolver al espectador haciéndolo estar ahí arriba con ellas. Scott Mann detrás de cámara cumple con ello y por mucho. Como suele pasar, tenemos un momento clave donde la adrenalina deja paso al suspenso sobre cómo van a salir de esta y ahí el filme adquiere un tono más que satisfactorio. Protagonizada por Grace Caroline Hurrey (a quien vamos a ver en la secuela de Shazam), Victoria Gardner (American Horror Stories) y Jeffrey Dean Morgan (The walking dead) Vértigo es más que una película que nos provoca miedo a las alturas: es una historia de superación personal. De un modo un poco extremo, sí, pero también el contexto se presta a eso.
Fall (Vértigo) tiene a dos personajes débiles en un entorno fuerte y hostil: chicas saludables y estúpidamente imprudentes que suben a una torre de 600 metros de altura como una forma de terapia alternativa. Pero la película es lo que busca ser: una experiencia de shock cinematográfico, sostenido por un tratamiento visual inmersivo de ansiedad acrofóbica.
Uno de los aciertos de Vértigo (Fall), dirigida por Scott Mann, es que parte de una premisa simple para narrar una desesperante historia de supervivencia. Lo malo es que para conseguir el suspenso, recurre a los trucos de los guiones de fórmula, y las escenas decisivas van de lo predecible a lo inverosímil. Vértigo justifica el desarrollo de su argumento con motivos poco convincentes. En el prólogo, vemos a Becky (Grace Caroline Currey), a su esposo Dan (Mason Gooding) y a Hunter (Virginia Gardner), la amiga de ambos, escalando las Montañas Rocosas, lo que da pie a que Dan se asuste con el vuelo repentino de un ave y caiga al vacío. 51 semanas después, Becky sigue ahogando sus penas en alcohol sin poder superar la muerte de Dan. El padre de Becky, protagonizado por Jeffrey Dean Morgan, trata de consolarla diciéndole que tiene que reponerse porque la vida continúa, además de deslizar cierto menosprecio por el difunto yerno. A partir de ahí, vuelve a entrar en escena Hunter, quien le propone a Becky ir hasta una vieja antena de televisión, de más de 600 metros, ubicada en el medio de un desierto. La idea no solo es ir a vivir una aventura extrema para recuperar los ánimos de Becky, sino también ir a arrojar las cenizas de Dan. La arriesgada experiencia que Hunter quiere cumplir es para que su amiga Becky vuelva a confiar en ella misma, ya que eso es lo que hubiese querido Dan. Este motivo sirve también para que la película despliegue su mensaje: la vida es corta y, por lo tanto, hay que vivirla intensamente. La vieja y oxidada estructura de la antena de televisión B-67 las espera erguida en el medio de la nada y a pleno sol, lo cual queda establecido su fuerte componente simbólico: una estructura fálica que vertebra el subtexto de la película. Bien se podría sostener que Vértigo se trata de dos amigas que intentan calmar las penas y superar la muerte de un hombre aferrándose a una enorme antena erecta. Becky se muestra temerosa y duda de la hazaña que pretende realizar su amiga. Pero se da valor y empieza a escalar despacio, lo cual le permite a la película inyectar sus dosis de suspenso y nervios, con momentos que provocan el vértigo que señala el título. Una vez que las amigas logran llegar a la cima y deciden bajar, las cosas se complican porque la escalera de la antena se viene abajo. Para colmo, pierden la señal de sus celulares y no ven a nadie cerca para pedir ayuda. Y esto es solo el comienzo de la pesadilla que vivirán las protagonistas, mientras se revelan secretos que ponen en jaque su amistad. Si bien la película mantiene la tensión, en los últimos tramos decae el suspenso y se torna repetitiva. Además, Mann introduce giros que atentan contra el tono y el ritmo. Sin dudas, lo más interesante de Vértigo es ver a las dos mujeres desesperadas por bajar de esa imponente e intimidante antena, que funciona como el personaje principal del filme. Al final se refuerza el mensaje con una voz en off que queda descolocada, porque la película muestra lo contrario de lo que dice. Es decir, si la vida es corta, no hay que desperdiciarla en aventuras suicidas. Sin embargo, la salva el riesgo que asume el director en hacer una película simple y, a la vez, difícil de ejecutar.
El filme empieza igual, o casi, que “Limite Vertical” (2000), con una tragedia. Aunque terminó siendo el favorito de los escaladores. Particularmente nunca entendí que lleva a alguien a arriesgar su vida de esa manera. Algunos dicen la adrenalina, otros a superar la muerte ¿?, pero esto es del orden de lo imposible. (Por ahora, la ciencia sigue avanzado). Becky Connor (Grace Caroline Currey) y Shiloh Hunter (Virginia Gardner), junto con Dan (Mason Gooding) el esposo de la primera, están escalando una montaña, son experimentados escaladores, así los conocemos en la primera secuencia, pero algo falla y no termina bien esa aventura. Un cartel nos indica que han pasado 51 semanas,
Llega a la cartelera porteña, el tercer largometraje de Scott Mann («Heist», «The tourment»), un director cuya fortaleza destacada es trabajar con escenarios explosivos, adrenalínicos, potentes. «Fall» se alinea bajo esa premisa. Al ver el trailer entenderás de qué va el film, por lo que se subirán a este «ascenso», a priori, espectadores que busquen vértigo, suspenso y tensión. Y debemos decirles que acertarán si esa es su inquietud. «Fall», debemos decir, es un producto serio, bien filmado y que los mantendrá expectantes en su butaca hasta el final. La historia arranca en una subida a mano limpia por la ladera de una montaña. Allí, un matrimonio y su mejor amiga, ascienden entusiastamente hasta que un hecho inesperado provoca la caída de Dan (Mason Gooding) y su muerte, arrastrando emocionalmente a su mujer, Becky ( Grace Caroline Murray) a un estado depresivo profundo, sin aparente salida. Hunter (Virginia Gardner), su coequiper, e influencer de redes sociales, pasado un tiempo, la invita a un nuevo ascenso, para soltar las cenizas de Dan en un lugar desafiante, en apariencia más seguro que el último, donde ocurrió el luctuoso accidente. La propuesta es de escalar una torre abandonada en el medio de un desierto, cuya primera parte, se producirá dentro de una estructura metálica, pero el ascenso final será a cielo abierto (hay fuerte vientos en la zona) hasta hacer cima en una antena a unos 600 metros de altura. Becky no está bien, no logra elaborar el duelo por su esposo y además, se pelea mucho con su padre (Jeffrey Dean Morgan) por lo cua,l internamente sabe que debe salir de ese estado. Así que, ante la insistencia de Hunter, aceptará el desafío de trepar la torre, con todo lo que ello implica. Sin anticipar mucho más, algo saldrá mal en el ascenso y las chicas quedarán en la cima, sin poder descender. De allí en más, la tarea será tratar de comunicarse para pedir auxilio (cosa que no será fácil), sobrevivir en un escenario mortal y organizar sus escasos recursos básicos. El film tiene dos aciertos importantes, a mi entender. Por un lado, las vistas panorámicas y la forma en que han sido logradas, enmarcan la acción estupendamente. Por el otro, hay en Mann cierta habilidad para lograr que más de una hora, toda la acción se produzca entre dos chicas, en un minimo espacio físico y que la misma sea intensa y atrayente. «Fall» tiene en su tramo final, algunas fallas en su guión, pero más allá de que el cierre no está a la altura del recorrido (que insisto, es muy bueno) debo decir que es de las películas más interesantes que he visto en el género, este 2022. Especialmente, porque está hecha con modestos recursos pero sus resultados son satisfactorios y garantizan entretenimiento de principio a fin. Aprobadísima.
Vértigo ofrece una adición decente a los thrillers protagonizados por alpinistas que después de tantos años todavía encuentra sus clásicos imbatibles en The Eiger Sanction (dirigida por Clint Eastwood) y Riesgo total, con Sylvester Stallone. En este caso nos encontramos con una producción clase B de bajo presupuesto que desarrolla un espectáculo entretenido a través de un conflicto sencillo. Una alpinista retirada, tras un accidente en una montaña donde murió su marido, decide retomar la actividad para recuperar la confianza en sí misma. El objetivo que buscan completar junto a una amiga es una torre de radio de 600 metros de altura ubicada en el desierto de Mojave, en California. El acenso lo consiguen con facilidad pero la escalera que les permitía movilizarse luego desaparece a raíz de un accidente y las protagonistas quedan atrapadas en la cima. A partir de esa premisa el director Scott Man elabora un thrille que le hace justicia al título y consigue mantener el suspenso hasta el final. El guión de Man no está exento de clichés dramáticos y algunas situaciones inverosímiles que demandan la indulgencia del público en pos del entretenimiento pochoclero. Pese a todo, si las comparamos con Límite vertical, de Martin Campbell, Vértigo es un documental de ESPN. Las secuencias de acción son muy buenas y sobresalen las interpretaciones de Grace Caroline Currey (la Mary Marvel de Shazam) y Virginia Gardner (Halloween), quienes resultan convincentes como las sufridas alpinistas. La película se desinfla un poco en el tramo final producto de una resolución perezosa pero hasta esos últimos instantes el suspenso es muy efectivo. Debido a las características de la propuesta Vértigo es ideal para ser disfrutada en una pantalla de cine donde se intensifica la experiencia.
La semana pasada se estrenó en los cines argentinos «Vértigo» («Fall» en su título original), una película dirigida por Scott Mann que se centra en Becky, una joven cuyo hobby es escalar. Luego de que su marido se cae de una montaña que estaban subiendo y muere, ella se recluye en su casa y en el alcohol. Para animarla, su amiga Hunter la invita a ascender a la cima de una torre de comunicación abandonada que se encuentra a 600 metros del suelo y totalmente alejada de la civilización. Una vez arriba quedan varadas, sin posibilidades de bajar. Es así como deberán poner a prueba sus habilidades y sus deseos por sobrevivir. A priori nos encontramos con un gran desafío: cómo hacer que la acción avance durante sus 107 minutos teniendo como única locación a la torre de comunicación, donde las protagonistas no pueden moverse de allí. Partiendo de esta base nos encontramos con un film que plantea un concepto sumamente interesante y que lo logra plasmar en una trama atrapante, intensa y frenética, donde todo es un peligro. «Vértigo» va más allá de ofrecernos una película de supervivencia sino que también le da cierta tridimensionalidad a las protagonistas con una trama detrás para que empaticemos con ellas y podamos sentir lo que están pasando. Cada nuevo obstáculo por el que tienen que atravesar nos hace sufrir. Además consigue impactarnos a base de giros sorprendentes y efectivos. Tal vez en algunos momentos se vuelve un poco repetitiva por la constante lucha por sobrevivir y buscar una solución para bajar de ahí, pero tampoco es algo que moleste demasiado. Las protagonistas son Virginia Gardner y Grace Fulton, quienes hacen un buen trabajo tanto interpretativo como físico para ponerse en la piel de sus personajes. Tal vez por momentos las habilidades que tienen para escalar o la fuerza que presentan para ayudar a su compañera hagan que trastabille un poco el verosímil y la credibilidad pero de todas maneras van en consonancia con la historia. Además, contamos con la participación de Jeffrey Dean Morgan como el padre de Becky, que si bien no tiene tanto tiempo en pantalla funciona como para incorporar a una cara conocida en el largometraje y ofrecernos algunos instantes más conmovedores. Los aspectos técnicos están muy bien logrados. Tanto la ambientación del lugar inhóspito e inalcanzable como los efectos especiales nos permiten creer la historia que nos cuentan sin que haya nada de eso que nos haga dudar de su veracidad. En síntesis, para aquellos que les gustan las historias que suceden en locaciones acotadas, provocando un clima de puro suspenso y tensión, les recomendamos «Vértigo», que logra atraparnos y ofrecernos una trama impactante, con un buen giro final y atinadas actuaciones.
¡JULEPE! Pasarla mal en un cine no es sinónimo de encontrarse con una mala película, pelearse con algún espectador que no pare de hablar o aguantarse las ganas de mear para no perderse un minuto de lo que vemos en pantalla. No. Es la experiencia vivida de un tipo de cine que nos hace pasar por un torbellino de sensaciones y emociones. Es pura pulsión que recorre cada extremidad de nuestro cuerpo reposado en su mejor intento por relajarse y dejar que solo nuestros ojos se ejerciten junto al cerebro. Pasarla mal en cine con películas que nos hacen retorcer el cuerpo en función a las imágenes es además un triunfo de la creencia que deposita el espectador en ellas. El cine, por este tipo de cosas, evangeliza. Con Vértigo (en inglés, Fall/Caída, título que no genera confusión con aquella obra maestra hitchcockiana y que además entiende mejor la funcionalidad total de la obra) uno la pasa como el culo: nos retorcemos en la butaca, cerramos los puños, apretamos las palmas de las manos sudorosas contra los apoyabrazos en función a las desventuras trepidantes por las que pasan sus protagonistas. Queremos, con ese tipo de reacciones, evadir el miedo y a su vez intentar controlar cada mala sensación que en nuestro organismo despierta. La película en sí es chiquita: Becky pierde a su pareja en una de sus osadas escaladas en lo alto de un risco mortalmente vertical. Tiempo después, sumida en depresión, es rescatada de ese vacío por Hunter, amiga y compañera de hazañas. Ambas habían perdido contacto luego del trágico incidente, ya que Hunter también vio morir a la pareja de su amiga. Por eso se le ocurre escalar una torre de televisión abandonada en el medio del desierto y que tiene una temible altura de 2000 pies. Con esta hazaña intentarán encontrar un tipo de redención y así poder rehacer sus vidas. Vértigo es una de esas películas chiquitas pero dueñas de un flujo narrativo que funciona sin mayores pretensiones que las de entretener en buena ley y cuando digo en buena ley es porque claramente es una película que ofrece más que meros sobresaltos. Porque más allá de que las jóvenes quedan a merced de Dios al llegar a la cima de la deplorable torre y que en su intento por descender son sorprendidas por las peores y más aterradoras experiencias, el cometido de la obra es también el de entregar un producto con mayor profundidad que la media en estos tiempos tan convulsionados. En Vértigo la organización de simetrías, símbolos o representaciones están al servicio del relato, lo que expresa con naturalidad su interesante constructo (el recurso del anillo, las lámparas, la escalada hacía lo alto, etc). Ese tipo de decisiones argumentales la dotan de un total compromiso formal sin caer en cliches agotados y que además reutilizan con ritual sapiencia mecanismos interesantes del cine más clásico. Hay un par de ideas que acentúan rasgos emocionales sin rayar el psicologismo barato que muchas veces alberga un tipo de cine pretencioso y dañino. Acá la muerte conectada a la caída, al vacío, es también una forma de abarcar el nihilismo al que se expone la protagonista una vez que su pareja, Dan, pierde la vida. Dan cae (no voy a spoilear pero recordemos que lo bajo, lo que desciende, es también lo que va hacía el infierno) y Becky necesita ascender, tocar el cielo con las manos, es decir, tocar lo sagrado y recuperar su vida. Como símbolo del pasado tenemos las cenizas de Dan que las jóvenes suben para esparcir en lo alto y darle un cierre poético a lo que queda del joven. Cuando el relato se vuelve más oscuro al revelar ciertas cuestiones es interesante como la torre ejerce de línea divisoria entre Becky y Hunter (rubia y morocha) acentuado que en su puesta en escena hay más de lo que aparenta ayudando en el contexto narrativo sin verse forzado. La torre, además, es una especie de espacio sacro al que se le debe respetar no solo por su colosal tamaño, sino además por su simbólica vertical: las señales de peligro, incluyendo un cartel que les aclara una estadía al infierno, son claros ejemplos de que la construcción es sencilla pero clara y lo que es mejor, nada vaga. Todo ayuda en este tipo de relato. Hasta las alusiones a los buitres que rondan la zona en busca de carroña. Pero más allá de sus funciones esotéricas, es una película que se la sufre, se la siente, se la abraza. ¡El julepe que puede despertar es endemoniadamente irresistible y divertido! Lo peor de Vértigo es una innecesaria vuelta de tuerca que puede sorprender a algún que otro espectador, pero que sobrecarga el ya justo y bien definido arco dramático. Esta cuestión nos aísla bastante del clima y nos desconecta con ese relato pequeño pero valiente y fuerte que veníamos viendo. Una lástima.
Varadas en la punta de una antena de 600 metros de altura abandonada en el medio del desierto, dos mujeres deben sobrevivir, la excusa perfecta para una tensa película de suspenso. En el link la crítica escrita más formal; más la crítica radial, más informal, completa en audio o video. Vértigo (The Fall, 2022, no confundir con el clásico Vertigo de Hitckcok) es una película interesante de suspenso con mezcla de drama y tragedia, donde dos protagonistas mujeres se suben a una enorme antena abandonada y cómo esta está en mal estado, parte de la escalera se cae, y quedan varadas en la punta a 600 metros de altura. Ese es el seteo de la película y la mayor parte de su metraje. Resulta ser que estás amigas previamente tuvieron una gran desgracia juntas, cuando andaban escalando junto al marido de una de ellas y este cae al precipicio; la esposa queda con un trauma muy fuerte y deprimida, sin poder volver a escalar, y cerca del aniversario reaparece la amiga a instancias del padre de la viuda, para proponerle subir a esa antena, y de ahí tirar las cenizas de su marido fallecido; lo cual es un poco extraño, ya que él murió de caerse de una gran altura, entonces es raro cuando menos que su homenaje y su último destino sea que sus cenizas sean tiradas desde una gran altura; pero bueno, esa es una acotación al margen, y no es el centro de la película. El filme pasa por estar ellas varadas en esa antena en el medio del desierto, en un lugar donde no hay nadie, no tienen señal del celular, y nadie sabe que están ahí; por lo tanto, o habrá que bajar de alguna forma, o habrá que intentar comunicarse de otra, y en eso gasta la película gran parte de su metraje, en hacer secuencias donde elaboran distintos planes, con distintas estrategias, y distintas suertes, para ver si logran alguna de las dos cosas antes de morir de hambre, deshidratación o frío. Mientras tanto, habrá vértigo, suspenso, drama, y revelaciones. La película funciona bastante bien, y es sorprendente que a pesar de que gran parte del metraje se desarrolla en una sola locación con solo dos personas, no aburre, es entretenido y además tiene mucha tensión, lo cual es un gran logro de dirección. Además, parece filmado en altura realmente y nada parece hecho por computadora ni pantalla verde. No todas las escenas, ni todos los giros de tuerca funcionan plenamente, pero sin embargo es una gran opción de entretenimiento y de suspenso, que nos mantiene en vilo toda la película. Sorprendentemente este film no está en 3D, aun cuando es una película ideal para el formato, y con una buena dirección si le podría haber sacado un enorme provecho, cómo fue el caso de The Walk (En La Cuerda Floja) de Robert Zemeckis. Sin embargo, también funciona en 2D, y es recomendable para verlo especialmente en el cine, ya que en una pantalla más chica en la casa va a perder gran parte de su impacto visual, y seguramente eso se va a ver convertido en menor suspenso y emoción para el espectador, aun así, recomendada en cualquier pantalla.
Dos amigas, escaladoras de montañas, deciden superar una situación traumática subiéndose a una torre de más de 600 metros de altura en medio del desierto en este thriller de supervivencia. Estreno en cines. Aveces, con poco dinero y una buena idea se pueden hacer muy buenas películas. Esa es una de las verdades de perogrullo que guían el llamado cine de «Clase B», que funciona a partir de esas bases. No es necesario un elenco de famosos ni grandes presupuestos para contar una buena historia. Hace falta, bueno, una buena historia y talento para contarla. VERTIGO –título local entendible por la trama pero desafortunado por motivos más que obvios– hace exactamente eso. Durante el 90 por ciento de sus 102 minutos de duración, la película de Scott Mann (sin relación con Michael Mann) tiene solo una locación y dos personajes, interpretados por dos actrices muy poco conocidas. Y sin embargo se las arregla –más allá de algunos momentos que van más allá de la credulidad– para construir tensión y suspenso. Y, claro, vértigo, mucho vértigo. No es una película para temerosos de las alturas, ciertamente. Y eso se ve ya en la primera escena, en la que se muestra a la pareja que componen Becky (Grace Caroline Currey) y Dan (Mason Gooding) junto a Hunter (Virginia Gardner), amiga de ellos, escalando una gigantesca formación rocosa de esas que parecen inaccesibles para cualquier humano que no sea el protagonista de FREE SOLO. Si vieron ese excelente documental, sabrán de lo que hablo. Esto de escalar a mano pelada, con apenas unos pocos elementos de apoyo, bordea el intento de suicidio no asumido. Y, previsiblemente, ocurre una tragedia, ya que por la inesperada aparición de un ave Dan caerá desde las alturas a una muerte segura. Ha pasado un año y Becky está deprimida como la gente se deprime en las películas. Toma alcohol, se pelea con la gente, vuelve a tomar al alcohol pero esta vez mezclado con pastillas, le grita a su padre (el más famoso Jeffrey Dean Morgan, el Javier Bardem estadounidense, en lo que es poco más que un cameo), se pelea con él y solo se salva del corchazo o sobredosis por la inesperada y salvadora reaparición de Hunter, que viene con lo que supuestamente es una gran idea para sacarla de ese pozo depresivo. ¿Cuál es esa idea? Escalar. Sí, así como lo oyen. Nada mejor para superar el trauma de las alturas que volver a ponerlo todo en juego. La propuesta de Hunter es subir una torre de televisión de 629 metros de altura en medio del desierto. La torre está inspirada en la verdadera KXTV/KOVR Tower, ubicada en Walnut Grove, cerca de Sacramento, California, y que fue la tercera construcción más alta del mundo cuando se hizo, en 1985, y hoy quedó como la octava más alta entre las que se sostienen en pie. El objetivo más directo es tirar desde allá arriba las cenizas de Dan, pero el más importante es atravesar el miedo, el trauma y la depresión. Todo parece ir muy bien y a la media hora de película las chicas ya están arriba de todo. Es que, comparado con las montañas que escalaban con los dedos, acá no hay mucho más que subir y subir escaleras. Primero, por dentro de la torre y luego, un tanto más complicado, por fuera. Claro que Becky lo vive con mucho miedo tras lo que le pasó, pero su más desenvuelta amiga –que transmite todo para su canal de YouTube y lo hace vestida de una manera que ella misma define como «tits for clicks«– sube como si fueran las escaleras del edificio en el que vive. Se ha llevado un dron y todo, uno que la película obviamente utilizará. VERTIGO arranca realmente ahí ya que, citando la novela de Mariana Enriquez, diremos que acá bajar es lo peor. ¿Por qué? No voy a spoilear, pero ya se irán dando cuenta mientras las chicas suben que la estructura es un tanto frágil y que hay otros potenciales problemas que les pueden complicar el tour. Y es así que, durante la hora restante, Becky y Hunter tienen que sacar conejos y conejos de la galera (tecnológicos y no tanto) tratando de encontrar la manera de salir de la segura muerte –por acción o inacción– que las espera ahí. Más allá de algunos movimientos y «esfuerzos» que superan la credibilidad –y con una pequeña vuelta de tuerca que es extraña pero no totalmente fuera de lugar–, VERTIGO funciona bastante bien y logra crear una casi constante tensión respecto de las posibilidades que tienen las chicas de salir de esa trampa mortal. Buena parte del desarrollo es técnico (poner un objeto dentro de otro, ajustar cables, cargar baterías de maneras estrambóticas) y la película gana en los detalles. Cuando las chicas intentan explorar su relación –que es más complicada de lo que parece–, la película no tiene demasiado para narrar allí. Mann se las arregla con lo que uno imagina son efectos digitales para crear la sensación de que las chicas están, realmente, colgando de la punta de un largo escarbadientes de más de 600 metros. El efecto es bastante más creíble que el de muchas superproducciones de cientos de millones de dólares (esta, aparentemente, costó solo 3 millones) y salvo por algunos momentos específicos, uno logra creer que las chicas, cual Tom Cruise en el edificio Burj Khalifa de Dubai, están realmente en la punta del alfiler que es la torre televisiva en cuestión. Y eso le da a cada uno de sus intentos de bajar o pedir ayuda un grado extra de tensión. O será que uno, que no se anima siquiera a asomarse a un balcón de un décimo piso si no está enrejado hasta arriba, es el público ideal para sufrir por las dos chicas desamparadas allí donde se está más cerca de los halcones que de los seres humanos.
DUM VIVIMUS VIVAMUS, AUNQUE SEA ESCALANDO UNA TORRE DE 600 METROS En Vértigo, una joven sufre una pérdida cuando su esposo se cae de un risco mientras los dos se encontraban escalando junto a su mejor amiga. Meses más tarde, Becky es visitada por Hunter, quien intenta ayudarla a salir del pozo depresivo en el que ha estado desde entonces, para enfrentar un nuevo desafío: escalar la torre B67, de más de 600 metros de altura. Esa es, dice Hunter, la única manera de que Becky supere el trauma generado por la muerte de Dan. Hay, desde el vamos, algunos problemas elementales en el desarrollo de la historia que se nos propone. El primero, menos relevante, es la caracterización más bien pobre de las dos protagonistas, que no son mucho más que una pequeña sumatoria de fórmulas seguidas a rajatabla. Sin embargo, que sea redundante, no significa que la película no se tome algo de tiempo para establecer algún tipo de crecimiento, un arco para la protagonista; el segundo, más incómodo para el espectador, es lo laxo que llega a ser el verosímil con total de justificar las secuencias de acción; dicho de otro modo, el nivel de paciencia que se le exige al espectador para aceptar ciertos escenarios es bastante alto. Finalmente, no deja de ser curioso el modo en el que Vértigo plantea esa actualización que tanto vemos en este cine de supervivencia de los tópicos literarios clásicos del carpe diem (“aprovecha el día”: invitación al goce de la juventud, antes de la llegada de la vejez), o el dum vivimus vivamus (“mientras vivimos, vivamos”: la conciencia de la vida humana como algo efímero), o el fugit irreparabile tempus (“tiempo insustituible”: el tiempo pasado no puede recuperarse). De estos tres pilares bebe gran parte de este género que muchas veces se cruza con el de acción y muchas otras con el de terror. En general, un buen número de estos largometrajes suelen llevar su despliegue temático un poco más allá de la mera repetición de algunas este esquema básico y lo utilizan como una excusa para el mero despliegue de algún tipo de show o puesta en escena. En este último grupo entra Vértigo, que no hace más que reproducir, en boca de Hunter, las frases que ya se imaginarán acerca de que solo se vive una vez, en este caso puestas en función de justificar la pulsión un poco suicida de subirse a una torre de 600 metros en mal estado. Pero lo interesante es cómo la película trata este tópico devenido en ideología: la amiga de la protagonista expresa estas ideas sin mayor preocupación, en una suerte de desafío insensato al destino, o mostrando una hybris despreocupada, una actitud soberbia y hasta ignorante ante el acecho de la muerte. Becky, quien ha aprendido de primera mano la gravedad del peligro que conlleva escalar, parece sin embargo ser arrastrada un poco por la presión de su amiga. El sentido común nos diría que la actitud de Hunter debe ser castigada, y que Becky, por dejarse llevar, debería sufrir un destino similar. Sin embargo, hacia la mitad del largometraje, la historia comienza a agregar algunos pequeños condimentos que parecen complejizar un poco las cosas, pero que al final, llevan a una resolución algo contradictoria. Más allá de eso, que es tal vez lo menos importante en una película sobre dos mujeres atrapadas en una torre altísima, Vértigo logra, una vez aceptados sus torpes argumentos, desarrollar algunas secuencias atractivas y con una buena cuota de tensión. Si podemos ignorar las objeciones anteriores, así como la utilización, en cierto momento de la trama, de un truco narrativo especialmente mediocre y mezquino, la película de Scott Mann logra generarnos algo de emoción y adrenalina.
El director Scott Mann (también co-escritor junto a Jonathan Frank) nos acorrala con “Vértigo”, film que solo comparte el título -doblado- con el clásico hitchcockiano. Y nada más. Este es un film de supervivencia: dos jóvenes protagonistas corren peligro de vida, atrapadas en lo alto de una torre de radio de 600 metros de altura. En las afueras de la ciudad, sin señal de celular ni medios para abastecerse. El concepto inteligente del avatar sufrido, una vez escalada la torre, deviene prontamente en decisiones o revelaciones que anticipan el cliché más común y corriente. La película toma caminos que no debiera: una mirada bastante pueril y hecha con trazo grueso, respecto a las redes y la conectividad, podría resultar una opción salvadora, burlona o fatal; es libre la elección. Mientras tanto, la elaboración de un trauma cobra una cauce ridículo e inverosímil. Mann pareciera firmar con explícita posdata las cartas con las que juega; recursos remanidos, aunque bien ejecutados, mientras las curvilíneas muchachas desbordan adrenalina. Grace Caroline Currey y Virginia Gardner, entregadas más a la exigencia física que a la línea de diálogo creíble, hacen lo mejor que pueden. Queremos que se salven, lo más pronto posible. Y no solo por empatía. Mejor que todo termine pronto.
Reseña emitida al aire en la radio.