La saturación de la identidad sexual. Comparemos por un momento la interesante madurez de una película como Yo, mi mamá y yo (Les garçons et Guillaume, à table!, 2013) con el desastre que podría haber redondeado Hollywood a partir de idéntico material y/ o designios temáticos. Sea cual fuese el mote desde el cual el mainstream pasatista suele encarar un film de este tipo, llámese “nueva comedia americana” o cualquier otro slogan berreta, el resultado es casi siempre el mismo y no permite atesorar grandes esperanzas: hablamos de engendros sustentados en referencias pop, estupidez todo terreno, estrellitas lustrosas, lenguaje soez y una triste levedad que emparenta al séptimo arte con la comida chatarra y los avisos publicitarios de detergente. En tren de sincerarnos, vale aclarar que muchas de las comedias francesas que llegan a la cartelera porteña no pasan de representantes anacrónicos del ámbito menos atractivo de la industria cinematográfica gala, el dedicado a propuestas románticas por demás simplonas que funcionan como vehículos para el “galán” de turno. Hoy estamos ante un soliloquio prodigioso por parte de Guillaume Gallienne, quien adquiere la forma de un “hombre orquesta” que protagoniza, escribe el guión y dirige: con elementos de metacine y un fuerte dejo autobiográfico, la obra analiza la construcción progresiva de la identidad sexual del personaje del título original, cuyo nombre replica al del responsable máximo del convite. Así las cosas, el relato acompaña a Guillaume en sus viajes, descubrimientos, sinsabores ocasionales e intentos exploratorios para con su “condición de chica”, un esquema psicológico apoyado por su entorno inmediato (familia, compañeros de colegio, etc.). De hecho, el actor no sólo se pone en la piel del atribulado joven sino también de su madre, jugando tanto con las fábulas edípicas y la dialéctica de los “espejos compensatorios” como con el imaginario homosexual más caricaturesco, en sintonía con la recordada La Jaula de las Locas (La Cage aux Folles, 1978). La trama va acumulando capas significantes que se complementan en una fusión eficaz, por momentos maravillosamente espontánea y caótica. La ópera prima de Gallienne combina las perspectivas irónica y humanista con vistas a evitar la corrección política, sorprender al espectador y esquivar el formalismo de cotillón con el que el cine estadounidense -y sus acólitos locales- pretenden tomarse en solfa absolutamente todo, reproduciendo la falta de compromiso de los imberbes más anodinos y la lógica de “la nada por la nada misma”. Con un comienzo cargado de un dinamismo muy hilarante y una segunda mitad un poco más sosegada y menos ingeniosa, la encantadora Yo, mi mamá y yo privilegia la intimidad de los vínculos afectivos y la saturación psíquica resultante por sobre la malicia e hipocresía de los prejuicios sociales del acervo cotidiano…
Todo sobre mi madre Comencemos por aclarar algo respecto del título original "Les garçons et Guillaume, à table!" que es algo así como "Los chicos y Guillaume, a comer (a la mesa)!", frase que ha quedado inscripta en la memoria del protagonista en donde claramente se lo toma a Guillaume como si no fuera uno más de los chicos de la familia. Entonces, ya desde el título original, del que "Yo, mi mamá y yo" no respeta para nada su espíritu, la historia que se propone contar el director, es un relato sumamente personal, teñido por "ser el diferente", "el distinto" y cuál ha sido su lugar dentro de una familia completamente disfuncional. Guillaume Gallienne asume la colosal tarea de adaptar su espectáculo de "one man show" a la pantalla grande. Pero no solamente su tarea ha sido la de adaptación del guión sino que también cumple su rol como actor y como director del film. Por un lado es una tarea compleja y que le demanda demasiada responsabilidad sobre sus espaldas, pero por el otro, Gallienne se asegura que tanto en el tono de su actuación como desde el ojo del director, su personaje pueda ser mostrado en todos sus pliegues y abordándolo desde un lugar de mucha fragilidad y al mismo tiempo de mucho respeto. Cuando habla de su vida interior, de sus sentimientos, sus vivencias desde la infancia, logra ese tono absolutamente intimista en el que toda la película es narrada, siendo sin duda ésta la cuerda más acertada. Y de esta forma "Yo, mi mamá y yo" gana en honestidad desde el inicio, nos conecta y hace que empaticemos como espectadores rápidamente con la historia. Gallienne, desconocido aquí en Argentina pero muy famoso en Francia (miembro de la Comedie Française y con alguna pequeña aparición en "Lo mejor de nuestras vidas" o "El concierto") despliega todas sus armas para deslumbrar no sólo interpretándose autobiográficamente a si mismo, sino también a su madre (realmente esta composición es brillante y tiene los mejores parlamentos de la película) y a otros pequeños personajes que van apareciendo en el relato lo que hace que sea indudablemente un tour de force interpretativo por el que ha recibido varios premios. Nacido en el seno de una familia burguesa, la identidad sexual de Guillaume será el punto de conflicto desde su infancia pero lo interesante del planteo es que lo atraviesa desde el humor y desde la catarsis que hace escribiendo sus propios textos y mostrando todos los pormenores en el seno de su familia. Nutriéndose indudablemente de elementos del psicoanálisis y la filosofía, Gallienne es un narrador sagaz e inteligente y por eso asombra que haya construido por fuera de él y su madre -prácticamente los únicos poblados de matices-, personajes demasiado estereotipados, sobre todo para el caso de su padre y sus hermanos, sin poder darles una mirada más interesante que la más obvia. Guillaume Gallienne, de este modo, plantea una especie de danza edípica sobre la figura materna, a la que este film rinde puntualmente un homenaje y podemos pensar que no lo hace solamente en la figura de su madre sino a la figura femenina en general -como lo ha hecho en tantas películas Pedro Almodovar, puntualmente en "La prima cosa bella" de Paolo Virzi y más recientemente el canadiense Xavier Dolan entre tantos otros-, a la que Gallienne admira y respeta. Los elementos con los que trabaja son precisos y al estar basado en su propia historia, la honestidad, la sinceridad y la simpleza con la que narra cada situación y con la que modela cada línea de diálogo son el principal atractivo del guión. Con algunos gags y diálogos realmente delirantes, Gallienne tiene una máscara especial y obviamente partiendo de su unipersonal, tiene este personaje intensamente trabajado y lo explota en cada una de las escenas, sacando partido hasta el más pequeño detalle y se "desnuda" en pantalla y lo vemos en carne viva. Es por eso que el guión gana fuerza cuando algunos temas que toca, realmente espinosos, se anima a atravesarlos con el cristal del humor y la ironía, que el director maneja a la perfección. Pero la fuerza de ese humor se diluye cuando en un registro más intimista relatando sus recuerdos en un escenario teatral nos vuelve a recordar que no es una ficción sino que quiere contar su propia historia. Y cuando nos recuerda una y otra vez que es su propia historia, el mundo tan rico que presenta en la ficción pierde fuerza. Es imposible abstraerse de este ejercicio virtuoso de actor/guionista/adaptador/director pero sin embargo una sobrecarga en la multiplicidad de sus tareas y un cierre de la historia que no está a la altura del planteo y la fuerza inicial y de la audacia con la que se presenta todo el film, hace que se resienta el resultado final. No obstante, es tan interesante la manera de plantear un tema ya visto en otras oportunidades (y que el cine francés por ejemplo lo había abordado en la brillante y creativa "Mi vida en Rosa") para poder dar una nueva relectura, que hace que "Yo, mi mamá y yo" sea una agradable sorpresa en la cartelera y una forma de acercarse a un gran exponente de la cultura francesa actual como es Guillaume Gallienne
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La guerra de un solo hombre Premiada tras su estreno en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2013 y ganadora de cinco de los principales premios César (los Oscar franceses), esta ópera prima escrita, dirigida, producida y protagonizada por Guillaume Gallienne fue un sorprendente fenónemo de crítica y público (tres millones de espectadores) en su país. Actor de la prestigiosa Comedia Francesa y con más pergaminos en el teatro y en la TV que en el cine, Gallienne se consagró con un unipersonal que montó entre 2008 y 2011 en el que interpretaba varios papeles para narrar con un humor su sufrida historia autobiográfica. Ese mismo recurso es el que utiliza en la transposición cinematográfica, encarnando no sólo a sí mismo con diferentes edades sino también a su avasallante, magnética y despótica madre, objeto de su obsesión y origen de muchos de sus traumas y miserias. El film está trabajado -sin esconder el artificio teatral que le dio origen (y con algunos elementos cercanos al realismo mágico)- como un típico relato de iniciación (coming-of-age según la terminología en inglés), un film sobre la identidad (sobre todo sexual). El niño Guillaume siempre fue un poco afeminado, de esos que gustan vestirse de mujer, y -por lo tanto- discriminado por sus compañeros de escuela y hasta por el resto de una familia conservadora, prejuiciosa, machista y cultora de los deportes rudos. Todos estaban convencidos de que era gay y lo trataban (lo encasillaban) como tal, sin respetar sus tiempos, sus búsquedas, sus necesidades, sus deseos. La película coquetea todo el tiempo con esa corrección política que suele terminar en bajada de línea demagógica, pero por suerte su artífice no necesita subrayar demasiado su reivindicación de la libertad. Trabajada de manera conciente a partir de clichés, convenciones y estereotipos (sobre todo en sus viajes por España donde se fascina por el flamenco y por Alemania), la narración apuesta a la exageración y, por momentos, al chiste obvio. De todas maneras, más allá de que no es el tipo de registro con el que más comulgo, el film siempre hace gala de un espíritu lúdico y de un desprejuicio que se termina agradeciendo.
La difícil tarea de reconocerse Yo, mi mamá y yo (Les garçons et Guillaume, à table!, 2014) es la versión cinematográfica de la exitosa obra de teatro protagonizada por Guillaume Gallienne, director, escritor y actor de esta adaptación. Con astucia, las escenas se encadenan de manera magistral para reflejar una historia sobre la identidad sexual y el descubrimiento personal. La ópera prima de Gallienne es una autobiografía en la que el cineasta expone la simbiótica relación con Madame Gallienne, su madre, quien marcó fuertemente su infancia y juventud. Ese lazo obstaculizó su desarrollo emocional y social, al punto de signarle una orientación sexual determinada, como si fuese un mandato dictaminado por ella. El tema central de Yo, mi mamá y yo, es la confusión sobre la sexualidad de Guillaume. La forma de hablar, el interés que muestra por el mundo femenino y el apego que tiene con su madre, dan casi por sentado una realidad incómoda con la que el joven convive. Podría afirmarse que la película es sólo un retrato de la vida del director. Pero cuando el espectador comience a inmiscuirse en ella, descubrirá que no se trata de una pequeña y particular historia, sino que detrás se esconden numerosos aspectos con los que se identificará. Los vínculos familiares, la necesidad de crecer y la importancia que se le otorga a la mirada de la sociedad, son algunos de ellos. Quizás uno de los mayores aciertos de Yo, mi mamá y yo es la gran interpretación de Galliene, tanto haciendo de sí mismo como de su madre. La unión de estos dos personajes en un mismo actor ayuda a confundir al público y resulta interesante. Diversas situaciones de comicidad, que por momentos rozan una discreta ridiculez, convierten a este relato dramático en un film que atraviesa todos los climas, y que recuerda a la cinematografía de Woody Allen. La sensibilidad está presente y en los últimos minutos consigue una gran eficacia. Gallienne expone su universo en una película en la que las dudas son protagonistas. Y sabe cómo mantener y resolver esa incertidumbre.
Irremediable encuentro con uno mismo Les garcons et Guillaume á table!, cuyo título local es Yo, mi mamá y yo, es un film de comedia escrito, dirigido y actuado por el propio Guillaume Gallienne, quien narra su aparente vida tras un doble esquema de representación, pues el film se cuenta con un espectáculo teatral que el personaje principal, Guillaume, monta para contar su vida, a través de un racconto cinematográfico. Guillaume vive en el seno de una familia acomodada de París, y es el mayor de tres hermanos, todos varones. Pero a diferencia de sus hermanos, desde chico se inclinó por preferencias menos masculinas y se apegó fervientemente a su impulsiva madre (también interpretada por Guillaume), alcanzando en su adultez a reconocerse como una chica. La familia se completa con su padre, un característico retrógrado y negador a pesar de los intentos de Guillaume por darle a entender su inclinación, nunca logra comprenderlo, pretendiendo que realice deportes y actividades masculinas. El intrincado esquema psicodramático del personaje permite a la película exponer en tono de comedia el delicado mundo de Guillaume, cargado de burlas y satíricas situaciones durante su adolescencia y su paso a la adultez, en esa permanente búsqueda de plenitud sexual. Tras diversas situaciones, como ser viajes hacia lugares recónditos de España donde aprende a bailar sevillana, o altercados intentos de atraerle a un compañero de escuela, Guillaume expone sus miedos y trata de demostrar que puede alcanzar la felicidad cargando con ellos. Pero la vuelta la encuentra el mismo Guillaume, quien sorpresivamente se suelta al ruedo de enfrentarlos y hacerse cargo de su temores para romper su estructura mental, y aventurarse a nuevas relaciones. La película carga con una serie de gags en tono de comedia que entretienen y hacen llevadera la historia, nada particular, de un chico gay en una familia de alta clase francesa. Muy prolija en sus detalles, el mayor exponente de sorpresa gira en torno al peculiar vuelco que le encuentra el autor a la trama del film. El gancho, entonces, es una historia invertida, atravesada por una compleja red de imposiciones familiares. Como resultado da un film original, delicado, y sorpresivo, que se adelanta a ofrecer una salida contundente en la historia, y a entretener durante el rato a la picaresca audiencia.
Todo sobre mi madre Es la comedia exitosa que cada año tiene el cine francés. Con mucho de autobiográfico, el filme de Guillaume Gallienne entretiene siempre. El año pasado el cine francés tuvo tres producciones significativas en Cannes con protagonistas que trataban abiertamente su homosexualidad. La vida de Adele y El hombre del lago fueron más discutidas y alabadas, pero Yo, mi mamá y yo les ganó a las dos, en público -casi tres millones de espectadores en su país- y premios César (ganó 5, entre ellos mejor película y actor protagónico). Guillaume Gallienne es un actor, integrante de la Comedie francaise, un hombre de teatro y que ha participado también en el cine. Y primero decidió escribir, dirigir y protagonizar una obra en la que reflejara por todo lo que pasó en su niñez y juventud, cuando buceaba en su sexualidad y la relación con su madre fue traumática. Y luego del éxito que tuvo en escena, decidió llevar su obra a la pantalla grande. Y si en el teatro interpretaba todos los roles, ahora Gallienne interpreta dos, el del protagonista en sus distintas edades, pero también el de su propia madre. Su progenitora no lo trataba como a sus otros hermanos varones (de ahí el título original, Guillaume y los chicos ¡a la mesa!)... y esto a él lo acomplejó sobremanera. El asunto es que el niño poco menos que se mimetiza con su madre, y todo gira alrededor de esa cuestión, en un filme de iniciación y de descubrimiento, más que en esa relación con ella, la más distante con su padre, o con sus hermanos. Por lo general incomprendido, casi siempre extravagante... Si arribar a la madurez puede ser un camino pedregoso, pregúntenle a Guillaume. La película es una serie de viñetas sobre cómo la búsqueda de su identidad sexual lo dejó a veces mal parado, y otras completamente desconcertado.Puede disfrazarse de Sissi, la emperatriz, jugando en su cuarto, o pasar por todo tipo de bullying en diversos internados, llevado allí por su padre en un vano intento por masculinizar a su hijo.Por qué ¿cuál es la esencia de Guilaume? ¿Intenta comportarse como niña porque su madre lo trata distinto? La película nunca abandona el tono de comedia, con implicancias dramáticas o de vodevil, llegado el momento. El protagonista baila sevillanas, va a una clínica en Baviera (el momento más burdo, con Diane Kruger), pero lo que llega al espectador es siempre algo entre noble y gracioso, todo lo cual genera empatía con el protagonista absoluto de esta comedia entretenida y para divertirse y reflexionar. Y la banda de sonido, que va de Verdi o Wagner a éxitos de Queen y Supertramp, acierta precisa en los momentos en que debe aparecer.
Una comedia artificial que apela a la ilustración audiovisual Casi tres millones de espectadores en Francia, premios en la quincena de realizadores de Cannes 2013, gran ganadora de los premios César 2014 (derrotó a El hombre del lago y La vida de Adèle). Escrita, dirigida y protagonizada en los dos roles principales por Guillaume Gallienne, esta película parte de su unipersonal teatral autobiográfico. De esa forma comienza: con el propio Gallienne de la Comédie-Française como un personaje actor que está por actuar, por salir a escena. Y que comienza a contar su vida, sus sufrimientos desde la adolescencia, en sucesivos flashbacks que regresan al escenario. La traducción del título original debería ser "¡Guillaume y los chicos, a comer!", frase que usaba su madre y que obviamente hacía una diferencia perturbadora entre Guillaume y sus dos hermanos. Pegado a su madre, Guillaume nos cuenta que la imitaba, la veneraba. Esta madre puesta en escena interpretada por él mismo no parecía ser digna de esa admiración y emulación: vulgar, distante, poco comprensiva, con poca cintura, poco paciente. La película cuenta las tribulaciones de Guillaume acerca de su sexualidad y también cuenta la mirada de su familia, de sus compañeros de colegio y de otra gente sobre él y su orientación sexual. Y elige formas teatrales: la convención de usar un actor de cuarenta años para interpretar a un adolescente (Guillaume siempre es Gallienne), el vistoso disfraz interpretativo de madre, el gesto enfático (el segundo médico militar es un ejemplo de interjecciones, resoplidos y subrayados faciales que no pertenecen al cine). Para reforzar, hay planos que intentan pasar por cinematográficos y descubrir en un movimiento lo que está fuera de campo, pero son completamente anticipables (el psicólogo que duerme, por ejemplo). El planteo artificial de esta película se combina con una férrea idea de narración unívoca: nuestra mirada es dirigida en general al centro del plano y al centro del sentido (con mucha estereotipia, que es otra manera de fijar, centrar y vulgarizar). De esa forma se anula la posibilidad de que el humor surja de forma inesperada y de que haya fuga alguna de sentido más allá del cauce psicoanalítico más programático. Todo se dice, todo se aclara, todo se verbaliza a veces con extensos tartamudeos y el estereotipo es usado como forma de simplificar, como algo prefabricado sin potencial. La película respira y se revitaliza cuando el montaje se organiza musicalmente (con "We are the Champions", de Queen, cantada por un coro; con "Don't Leave Me Now", de Supertramp) porque ahí el artificio general cobra sentido, encarna una forma que lo potencia. Y mejora notoriamente cuando llega al final, en el que el gesto actoral deja de estar exacerbado porque la resolución lo repele. Muchas críticas y hasta resúmenes cuentan la base de esa resolución. No se hará aquí. Sí se dirá aquí que Yo, mi mamá y yo es otro de esos casos muy celebrados, como se ha indicado al principio de este texto de confusión de cine con ilustración audiovisual psicoanalítica. Y que aparece Françoise Fabian, la protagonista de Mi noche con Maud, de Eric Rohmer.
Todo sobre mi madre (y sobre mí) El film de Galliene funciona casi como una autobiografía donde convergen los recuerdos de su infancia y adolescencia. Un artefacto sofisticado y poderoso que no deja de ser popular. Les garçons et Guillaume, à table!", algo así como "Los chicos y Guillaume, a comer (a la mesa)", es la frase diferenciadora con que la madre del protagonista llamaba a sus hermanos y a él, Guillermine, estableciendo ya desde su niñez su carácter de diferente, su identidad en conflicto. Desde ese llamado original, el director, actor y guionista Guillaume Gallienne convirtió los recuerdos de su infancia y adolescencia en una obra de teatro que tuvo mucho éxito y luego la trasladó al cine, transformándose en un suceso de taquilla en Francia y alzándose con varios premios César, el Oscar francés. Guillaume es parte de una familia burguesa, un tanto disfuncional, con una madre siempre elegantemente fastidiada y, para el protagonista, su modelo de feminidad. Pronto comienza a imitarla en sus gestos, se viste con su ropa y sale al mundo (unas vacaciones en España) solo para asomarse y empezar a confirmar quién es y lo que quiere para su vida. Desde el comienzo, la película deja claro que pertenece a cierto tipo de cine que ya no se hace y a un modelo de interpretación un tanto añejo, sin embargo, por eso mismo resulta encantadora y probablemente logre la empatía del espectador en el desarrollo de un relato que cuenta la vida de un niño que va descubriendo un mundo, en donde su lugar todavía no está definido, pero además, el director asume otro riesgo y es el de interpretar a su propia madre, con el que el juego de roles suma complejidades a una película centrada casi en una autobiografía. Y todo este artefacto sofisticado logra ser popular, por lo que los méritos del film son indudables. Es cierto que enrolada en la comedia pero con muchos elementos del drama y el absurdo, Yo, mi mamá y yo está siempre al borde del abismo de la sensiblería y la autocomplacencia, pero aunque tal vez el final no hace honor al resto del relato, en la mayoría de los casos sale adelante con inteligencia y una eficaz utilización de los recursos que cuenta.
Que hacer con lo que han hecho de mí Guillaume Gallienne ha adaptado al cine su unipersonal teatral, basado en su vida, y especialmente en la relación con su madre. El titulo original del film "Les garçons et Guillaume, à table!" -algo así como "chicos y Guillaume, a la mesa!"- era el llamado de su madre cada noche antes de sentarse en la mesa familiar, y nos adelanta un poco de qué se trata todo esto; Guillaume no era considerado en casa uno más de los chicos, pero tampoco era una chica, aunque así él lo sintiera. Nacido en una familia burguesa y tradicional, la fuerte presencia y el mandato de su madre lo marcaron desde pequeño; Guillaume no era uno más, era el diferente, el que nunca encajaba. Lo mismo le sucedió en otros ámbitos, como la escuela o la universidad. Guillaume relata estas situaciones con una brutal honestidad, sin sentir lástima por sí mismo, sino más bien con un catártico desconcierto, en esa búsqueda de su madurez y su identidad sexual, interpretándose tanto a él mismo como a su madre, tanto a quien manda como a quien obedece; esa mujer fuerte a la que admira e imita, y a la que con el tiempo debe aprender a poner a un lado, para poder construirse. Muy bien armada tanto desde lo narrativo como desde lo estético, Gallienne combina perfectamente las escenas intimistas desde el escenario, con aquellas más dinámicas donde recrea situaciones. Logra que desde el principio empaticemos con su personaje, quien con un tono directo narra todo lo que ha debido atravesar. Él es el eje central de esta historia, y durante la primera mitad de la película logra engancharnos, pero luego algunas situaciones se tornan un poco repetitivas e incluso hasta estereotipadas, en un momento ya parece regodearse en su propio dolor y desconcierto. En el paso del unipersonal al cine el director no ha desarrollado demasiado a los demás personajes, solo a él y a su madre, por lo que el resto parecen la escenografía típica y estereotipada de la vida gay: los hermanos que se burlan, el padre que no comprende, los compañeros de colegio que lo molestan, las chicas que lo tratan como si fuera una más. La película es una propuesta diferente, un humor logrado a base de confesiones por alguien que ha dejado atrás un complicado trauma y ha sabido aprender a reírse de sí mismo, un humor muy disfrutable para aquellos que no buscan una comedia típica y que son adeptos al psicoanálisis.
Notable tour de force del francés Gallienne Cuando llegaba la hora de comer, la mamá de Guillaume Gallienne y sus hermanos los llamaba diciendo "Los chicos y Guillaume, ¡a la mesa!". El tenía 12 años. Parece que no entraba en la categoría de chico. ¿Entraría en la de chica? Así lo criaron. Ya grande, se definió por el teatro. Logrado el buen manejo del oficio, armó con esa frase y los recuerdos familiares un unipersonal impresionante, donde contaba su vida representando, él solo, 52 personajes, desde los padres y tías hasta los muchachos que se le acercaron. También chicas. Es todo un tema, ése de la identidad sexual no resuelta, y los modelos de identificación, en una persona confundida por los condicionamientos sociales y familiares. Un tema que Gallienne sabe manejar con agudeza y simpatía. La obra ganó el Moliere 2010 a mejor revelación. El llegó a miembro de la Academia Francesa, nada menos. El año pasado hizo la versión cinematográfica. Y se ganó cinco de los principales premios César 2013, es decir algo así como los Oscar del cine francés: mejor film, actor, opera prima, adaptación y montajista. Con semejantes galardones, no se entiende cómo, ahora, la película se estrene aquí de un día para otro, sin difusión previa, pero es lo que acaba de ocurrir. Suena tonto, por no decir otra cosa. El título también parece tonto, aunque responde al que le pusieron en EE.UU.: "Me, Myself and Mum". Vayamos a la obra. Por supuesto, en la pantalla Gallienne no hace los 52 personajes, sino dos: él y su madre, y es gracioso ver cómo ambos comparten muchas veces el mismo plano. Los demás personajes están a cargo de otros tantos intérpretes, sorprendiendo la otoñal Francoise Fabian en rol de abuela maligna. Destacables también, la eficaz convivencia de teatro y cine, franqueza y engaño, humor y reflexión, ensoñación y realidad (lo mejor, una regocijante caracterización de la madrastra de Sissi emperatriz), y, particularmente, el desenlace. Aparece ahí una inesperada vuelta de tuerca, que disgustará a la gente adicta al discurso único, pero ha de gustar a los amables reaccionarios y los progres de mente abierta, que también existen. Para bochorno de algunos exquisitos, se oyen además dos versiones de "Pobre diablo" en francés: una a cargo de Julio Iglesias (la difundió como "Vous les femmes") y otra reventada por el rockero Arno. A elegir, o quedarse con las dos, como ante otras cosas de la vida.
Winner of five César Awards feels honest and tender without ever being patronizing Comédie Française member Guillaume Gallienne’s Les garçons et Guillaume, à table! is a uniquely smart French dramatic comedy and the proud winner of five of this year’s César Awards, including Best Actor, Best Film, and Best Adapted Screenplay. The bourgeois life of the effeminate Guillaume (Guillaume Gallienne) is far from easy: he’s not accepted by his two brothers, he’s largely ignored by his icy father (André Marcon), and is almost constantly disturbed and criticized by his narcissistic, dominant mother (Guillaume Gallienne again, in a mesmerizing performance). Ever since he was a little kid, he has felt he’s a girl: he likes women’s clothes, gestures, behaviour and almost everything they do. He wishes he could dress like a woman, but his mother holds him back because his father won’t allow it. You’d think that Guillaume doesn’t like his family, but in fact he does. Above all, he adores his mother, who treats him like a girl. Not surprisingly, he wants and needs his mother to love him back more than anything else. Such a set-up in a story about queers and their families is pretty common, so far there’s nothing new. Considering Les garçons et Guillaume, à table! is a dramatic comedy, then the use of stereotypes and clichés is deliberate and legitimate. For the most part, they are recycled in different contexts: Guillaume being bullied at his boarding school, Guillaume treated by a series of ruthless psychoanalysts for his phobias and melancholy, Guillaume falling in unrequited love, Guillaume dancing Sevillanas, etc. Though the timing is successful, and the dialogue is well-written and witty, not all the episodic skits are effective or amusing. Sometimes the performances go over the board, even for the histrionic nature of the film. That being said, it’s equally true that when things do work — which is most of the time — they can’t possibly get any better. But what’s most important is that the film always feels honest and tender without ever being patronizing. So after Les garçons et Guillaume, à table! carefully goes over the established clichés on a funny note — plainly hilarious at times — and delivers more than a handful of emphatic dramatic scenes, it begins to show there’s more under the ostensibly formulaic façade while it leads viewers into a big surprise. This is when you truly apprehend what the filmmaker wants to convey and share. Suffice it to say that one of the ideas — if not the main one — is to determine how society at large, including microcosms such as families, has an enormous pull in shaping who you are, what you should desire, and how you should feel. That’s precisely what Guillaume ends up learning after a tour de force which begins with a live premiere of a monologue play he’s written. Which is, in fact, the fictionalized real life story of Guillaume Gallienne.
La madre es la figura más fuerte para Gillaume Galliene en “Yo, mi mamá y yo” (Francia, 2013), aún más importante que él, que dirige y protagoniza esta película como una especie de homenaje a ella. Pero “Yo, mi mamá…” no es sólo eso. Un borrador de autobiografía llevado a imágenes y listo. No. El filme bucea en los intentos de encontrar una manera de decirle al mundo su sexualidad. O mejor dicho, en lo que Galliene atravesó para definirse sexualmente. Así, la acción transcurre con él, encerrado en su cuarto, narrando sucesos de su adolescencia a la par de la descripción y presentación del resto de la familia y de su entorno, cambiante por cierto, que lo rodea y lo abruma. Con un padre ultraconservador, dos hermanos que pelean para ver quién es más fuerte y una serie de compañeros circunstanciales, que del bullying harán de Gillaume un buscador de identidad acosado con muchas menos respuestas sobre él mismo que las que necesita. Al ver como cada día le cuesta más superar la transición del manifestar su verdadera personalidad el protagonista juega a poder absorber un estilo a fin de que todos puedan aceptarlo sin ningún tipo de prejuicio. Pero es testarudo, y el empecinamiento por parecerse cada día más a su madre lo coloca en un lugar de exposición y vulnerabilidad que no posee salida alguna y lo lleva hasta un cuadro casi dantesco en el que su propia confusión transgrede todo. La narración a través de la mirada a cámara y el monologo histriónico, porque no hay que olvidar que esta película es la propia adaptación que Galliene hace de su obra teatral, en el proscenio imaginario, rompen la linealidad de la historia y a su vez permiten profundizar sobre características del personaje. Algunas situaciones ridículas que rozan el absurdo, como así también una atmósfera onírica dotan de vigor a una película que en manos de otro actor/director podría haber terminado siendo una burla grotesca y hasta inverosímil de la realidad de un adolescente que se abre camino. De hecho, la particularidad que una persona mayor haga de joven es un dato que sólo por algunas situaciones expuestas hacen recordar que Galliene no es un adolescente, sino que es un hombre frente a su pasado y gritando una verdad. "Yo, mi mamá y yo" bucea en la mente de un creador que solo quiere hablar de la búsqueda de su identidad sexual y el amor de una manera diferente, cómica, fresca y sin ningún reparo o corrección política.
Basada en un unipersonal teatral, presentada en el Festival de Cannes 2013 y convertida en un enorme éxito de público y de crítica en Francia, YO, MI MAMA Y YO es una de esas películas que confunden desde su propio planteo. Estructurada de una manera bastante original (el director y protagonista, Guillaume Gallienne, va y viene del unipersonal teatral a la puesta en escena cinematográfica de lo que relata sobre el escenario, muchas veces en el mismo plano), la película por momentos apuesta a manejar sus temas con delicadeza y elegancia, mientras que en otros se convierte en la más burda y banal de las comedias populares imaginables. El elemento extra que hace aún más peculiar este filme es que Gallienne se interpreta a sí mismo y a su madre, con quien tiene una relación casi devocional, aunque a ella parece importarle muy poco su vida (y la de todos los demás, de paso). La “curiosidad” en el caso es que para todo el mundo –madre, padre, hermanos y espectadores– es más que evidente que Guillaume (persona y personaje se mezclan en este filme con evidentes toques autobiográficos) es gay: desde su forma de actuar, sus gustos, su manera de bailar, de vestir, la relación con su madre y otros potenciales clichés que hacen que uno asuma eso. De hecho, su madre casi lo trata como una hija (el título original es “Les Garcons et Guillaume, a table”, traducible como “Chicos y Guillaume, a la mesa“, como si GG fuera otra cosa que otro de sus hijos varones) y nadie parece poner en discusión el asunto. Ni siquiera él, que parece haber “comprado” la idea por costumbre. me-myself-and-mumEse inteligente planteo que luego irá revelando costados más sinuosos y sorprendentes –acaso la sexualidad y la vida de GG sean un poco más complicadas que esos preconceptos– y esa puesta en escena creativa hacen suponer que YO, MI MAMA Y YO es un filme inteligente y refinado. Pero, sin embargo, gran parte del tiempo la trama es una acumulación chistes burdos, malos y casi de sketchs televisivos en función de estas confusiones sexuales (hasta incluye un enema cortesía de Diane Kruger en plan dominatrix) que hacen que uno se pregunte si el consabido machismo de cierta parte de la cultura francesa no está tan instalado que ni ellos se dan cuenta de lo desagradables, banales y hasta homofóbicas que son muchas de estas supuestas humoradas. Gallienne encarna también a la madre (una criatura, si se quiere, más original en su pésima onda y talante), pero aquí lo que termina resultando irritante es ese tufillo a “gran actuación” suya que infecta al filme de principio a fin, especialmente cuando se trata de esos “actores de la Comedie Française” que vienen con título honorífico incorporado. Admito que es un tipo de actuación de comedia que me irrita profundamente (me costó, mucho, soportar la última película de Alain Resnais, jugada en el mismo tono entre ampuloso y manierista), lo cual no me facilitó para nada las cosas. Pero cuando se lo suma a una serie de situaciones de comedia televisiva –el padre burdamente machista, el psicólogo imbécil y así– el asunto por momentos se vuelve intragable. les-garcons-et-guillaume-a-table-3La película reserva algunas sorpresas para el final y es claro que hay ideas en juego en la película (de puesta en escena y de, digamos, política sexual) que son potencialmente jugosas pero que no terminan de crear un producto a la altura de esas ideas. Con algo del cine de “mamitis” de Xavier Dolan, con cosas de Pedro Almodóvar, de nuestro Antonio Gasalla y de películas como C.R.A.Z.Y y MI VIDA EN ROSA, entre otras, Gallienne intentó aquí hacer un producto popular, ingenioso e inteligente a la vez. Lo primero, lo ha conseguido al menos en Francia donde la película superó los tres millones de espectadores. Lo segundo, lo logra solo por momentos. Respecto a lo tercero, tengo mis serias dudas…
Como los psicoanalistas franceses han insistido una y otra vez, la tarea fundamental para cualquier sujeto pasa siempre por entender su deseo y, eventualmente, responder a él. La multipremiada ópera prima de Guillaume Gallienne, escrita, dirigida e interpretada por él, incluso adaptada al cine desde su versión teatral, resulta una ilustración didáctica de una tesis que conocen los seguidores de Lacan: el deseo es siempre el deseo de otro. La fórmula parisina de los creyentes del diván suena críptica, pero Yo, mi mamá y yo explica y escenifica el concepto de principio a fin. Esencialmente popular, solamente puede resultar confusa por su narración no lineal. El relato ligeramente autobiográfico de Gallienne va de un episodio a otro sin seguir una cronología, lo que no impide que se entienda cómo la mirada de los otros y el concomitante modo de ser nombrado constituye una forma de interpretarse. Es por eso que, en menos de un minuto, el protagonista puede estar en Inglaterra ahogándose en una pileta y aparecer luego en su casa. Todo lo que vemos son los recuerdos que se reúnen en una representación teatral (inicial) en la que Guillaume cuenta su historia. La sustancia de la historia no es otra cosa que el esfuerzo por esclarecer su identidad sexual. El título original (Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!) remite a su lugar simbólico imaginado por la familia. Gallienne no sólo se interpreta a sí mismo sino a su propia madre, una decisión clave de puesta que tiene una resolución precisa, sorprendente. La mímesis física del personaje respecto de su madre es constante, y el logro consiste en eludir la evidencia de que se trata de un mismo actor. Sí, este filme es también una representación pop del Edipo. La presunta homosexualidad de Guillaume se expresa bajo la conducta de un joven afeminado. Los gestos afectados son ostensibles, y están justificados dramáticamente dado que, para los otros, Guillaume es una “mariquita”. El problema es que el carácter del personaje se replica en la concepción formal de la película. La afectación alcanza a la puesta en escena. De lo que se trata es de conjurar el origen teatral de la película y, como tal, el filme se torna barrocamente manierista. Los falsos raccords, los planos subjetivos y los planos secuencia son operaciones destinadas a subrayar la naturaleza cinematográfica. Más teatral que cinematográfica, Yo, mi mamá y yo cumple tanto con su objetivo de entretener como de ilustrar su prédica de la libertad individual.
Guillaue Galliene es el creador del film, basado en un espectáculo teatral que protagonizó y donde cuenta partes de su vida. En un tono leve todo el drama de un niño que por amor a su madre autoritaria la imita, se viste como ella y es catalogado como gay antes de definirse por su preferencia sexual. Ingenua y cruel. irónica y lórica, un ejercicio histriónico y cinematográfico que vale la pena.
Comedia francesa autobiográfica de Guillaume Gallienne que narra las vivencias con su madre y la búsqueda de su identidad sexual. Filme ganador de 5 premios Cesar, incluyendo "Mejor Película". Pequeña obra maestra. Imperdible.
El coming-out de un francés afeminado Guillaume (Guillaume Gallienne, famoso actor a sueldo de la Comédie Française, el equivalente del Teatro Colón para el teatro francés), un adolescente de la alta burguesía francesa, está fascinado por su madre -también actuada por él-, con la cual la gente lo confunde a menudo: tienen la misma voz afectada. Tiene también maneras afeminadas, le gusta travestirse y no le gustan los deportes. Para el resto de su familia, sus padres, sus hermanos, sus tías, es obvio: es gay. Lo asimilan a una chica y están convencidos, casi lo decretan, que es gay. Esa comedia que es Yo, mi mamá y yo es también una “autoficción” cinematográfica, es decir una mezcla de autobiografía y de ficción, que gira precisamente alrededor de ese prejuicio, según el cual un hombre afeminado es necesariamente homosexual. Esa confusión, entre los géneros y entre una madre y su hijo -esa última temática probablemente genere cierto interés dentro del público porteño-, sumado al desdoblamiento del protagonista entre él mismo y su madre, es una de las buenas ideas de la película. Las apariciones regulares de la madre, con una mezcla de elegancia parisina y vulgaridad, y sus comentarios irónicos sobre la ingenuidad de su hijo, funcionan a pleno, aprovechándose del contraste entre el virilismo de ella y el manierismo de él. Sin embargo, además del hijo y de la madre, Gallienne quiso hacer todo, absolutamente todo o casi. Es también el guionista y el director de la película, que adaptó de su propia obra de teatro donde hacía todos los personajes -por eso los vaivenes entre la sala de teatro donde monologa y las escenas sacadas de la vida real-. El primer problema del Gallienne, actor (doblemente), guionista y director, es que decidió poner a Guillaume hijo en cada plano. Infelizmente el actor se destaca mucho más como Guillaume madre que como Guillaume hijo y esa acumulación de Guillaume hijo termina siendo medio insoportable. Su segundo problema es que elaboró una película que termina siendo una acumulación de sketches, donde Guillaume aprende siempre un poco más sobre él mismo hacia su coming-out final: Guillaume en el pensionado francés, luego en el pensionado inglés, Guillaume durante el proceso de selección para el servicio militar, Guillaume en el consultorio del psicoanalista, Guillaume en el spa bávaro, Guillaume en el boliche gay. Como en muchas películas de sketch (¿todas?), el nivel de cada uno de ellos es desigual. Algunos resultan ser muy divertidos (la escena en el dormitorio del pensionado francés, el encuentro con los psiquiatras del ejército en su minimalismo, el encuentro con el psicoanalista), pero muchos otros no (los encuentros con los homosexuales o con los otros psicoanalistas que tienen desenlaces bastante comunes). Tampoco son todas logradas las transiciones entre los sketches, como por ejemplo la del semental. Por lo tanto, por un exceso de Gallienne, Yo, mi mamá y yo no convence del todo. Además, alimenta con una escena de “air douche” -el equivalente del “air guitar” para tomar una ducha- esa fama, obviamente totalmente inmerecida, de no bañarse que tienen los franceses para algunos argentinos. Y, para un francés que vive en Argentina, eso es absolutamente imperdonable.
Ya estamos acostumbrados a que algunos cineastas hagan catarsis, de sus conflictos edípicos, en la pantalla. Desde Hitchcock, a través del suspense, hasta Dolan y sus dramas. Ahora es el turno del francés Guillaume Gallienne, quién en tinte de comedia indaga sobre su identidad sexual, responsabilizando a su madre por sus supuestas elecciones. Pieza teatral devenida en guión cinematográfico, Galliene adapta a la pantalla grande su historia autobiográfica. Un adolescente, de clase burguesa acomodada, fascinado por su madre al punto de imitarla hasta en sus mínimos gestos. Él quiere ser su madre, él quiere ser una chica, esta es la proposición inicial. Al comienzo del filme Guillaume se presenta en un escenario y relata la génesis de su obra de teatro. Desde este ámbito teatral se remite a lo cinematográfico y aquí comienza el desarrollo de los episodios de su vida en forma de flashbacks. Guillaume aprendiendo a bailar flamenco como una mujer, interactuando con su madre en la casa familiar, con sus amigos en el internado…Guillaume tratando de reconocerse. Guillaume tiene modos muy femeninos, le encanta disfrazarse de la emperatriz Sissi…admira a las mujeres y las imita. Sus amigos y la misma familia lo encasillan como “mariquita”. Él mismo duda de su sexualidad, ¿o lo hacen dudar? Su madre, como un alter ego (el actor se desdobla para interpretar este rol), lo obliga a ocupar ese lugar simbólico de la hija que nunca pudo tener. Yo, mi mamá y yoes una coming age en tono de comedia. A pesar de la estilización y el glamour francés que rodea el filme, los chistes son de trazo grueso. Está tan teatralmente pensado y tan estructurado que no hay lugar para la espontaneidad, el humor funciona de manera impostada y encima es burdo. Todo este esquema para abordar una cuestión que, por el contrario, tendría que ser fresca, sincera y espontánea. Sin tener en cuenta la carencia de causas cinematográficas que hacen al protagonista, finalmente, ser heterosexual. Otro falló en la construcción del devenir del relato y el personaje. Tanto ornamento barroco, tanta excentricidad, tanta artificio, tanto humor adulterado, sumada la demagogia psicoanalítica, debo confesar que me transportaron al paroxismo de lo insoportable. Por María Paula Rios redaccion@cineramaplus.com.ar
Propuesta distinta que va y viene entre la comedia agridulce y el humor insólito Hay algo en “Yo, mi mamá y yo” que excede el hecho cinematográfico, más allá de un planteo visual netamente teatral desde la forma y el contenido: la capacidad para desnudar el alma y los sentimientos a partir de la revelación del pasado, sus consecuencias en el presente, y la certeza del futuro de una persona. Este despojo de preconceptos para referirse a sí mismo convierte a la obra, por el acto de generosidad de su creador, en una referencia ineludible a la hora de lidiar con los tabúes generados por las actitudes de una sociedad (con la familia como botón de muestra) teñida por los prejuicios que conforman la discriminación. Guillaume Gallienne, miembro estable de la Comédie Française, aborda un texto en primera persona (luego va variando) para narrar su vida enfocada hacia el costado prejuicioso que tuvo que soportar por parte de su familia primero, y por todos los entornos por los que pasó después. La escena inicial lo tiene a él a punto de salir a escena en lo que se adivina una obra teatral. Ya en esos primeros minutos las referencias a su madre, por la cual siente una adoración obsesiva, contrasta con el trato que esta, personificada por el propio Gallienne, le dispensa. Así entramos en un código de teatro del absurdo en donde la exacerbación de las situaciones nos pone en la necesaria práctica de entrar en el juego. Muchas de las situaciones son hilarantes al punto de olvidar que es Guillaume quien atraviesa por todas estas situaciones. La propuesta remite de inmediato a aquella “El rey de la comedia” (1973) donde Robert De Niro quería triunfar en el mundo del Stand Up con una rutina, tan brillante como cruel, sobre su propia vida. La diferencia está dada por los manejos de los tiempos. Es como sí desde el guión literario hubiera un coqueteo con todos los tiempos cinematográficos, en especial un tiempo abolido en donde los personajes entran y salen aportando realidad a la imaginación (la escena en la cual el protagonista se sumerge en el mundo de las películas sobre Elisabeth “Sissi” de Wittelsbach, emperatriz de Austria y reina de Hungría, inmortalizada cinematográficamente, en 1955 y 1956 como “Sissi”, encarnada por Romy Schneider), o imaginación a la realidad (las sesiones de terapia, por ejemplo). El texto, autobiográfico por si hace falta aclararlo, atraviesa momentos hilarantes, y de los otros, los que ponen una pausa brusca a la risa que trabajan una sana incomodidad en el espectador. En especial cuando se aborda el período de la pubertad en el cual se produce una gran cantidad de definiciones en la personalidad, incluyendo la sexualidad. En este punto es donde, deliberadamente, los diálogos y las situaciones juegan con el morbo y lo que cada uno proyecta sobre el personaje para intentar clasificarlo. Este juego es el más interesante de una película sostenida casi exclusivamente por la actuación de Guillaume Galliene y su muy creativa forma de narrar su historia que, por cierto, también funciona como una manera de expulsar los fantasmas del pasado y hacer catarsis. “Yo, mi mamá y yo” es una propuesta distinta que va y viene entre la comedia con sabor agridulce y el humor insólito. Gran novedad desde Francia. Enhorabuena.
Gallienne, su mamá y él “Yo, mi mamá y yo” es la opera prima como director de Guillaume Gallienne, quien posee una amplia trayectoria actoral tanto en cine como en teatro. Está película tiene su origen en una exitosa obra teatral, dirigida e interpretada por el mismo. Esa obra es la que abre y cierra el relato teniendo una doble funcionalidad, evidenciar el carácter auto biográfico de la historia y subrayar determinados momentos de la trama. Este film busca indagar en el descubrimiento de la identidad sexual del protagonista. Hijo de la alta burguesía, debe lidiar con la homofobia de su padre y sus dos hermanos varones y con una madre muy posesiva que lo trata como a una chica, celosa de que se enamore de otra. Gallienne se interpreta a sí mismo, en diferentes etapas de su vida, sin necesidad de recurrir a ninguna caracterización para rejuvenecerse, esta decisión es sumamente orgánica al relato y colabora a dotarlo de una apariencia de recuerdo. También interpreta a su madre, lo que construye la relación de enfermiza identificación que los unía. La clave de comedia en la cual se mantiene la película y el código de recuerdo que maneja, le da cierta libertad al actor para realizar una interpretación que excede el naturalismo sin llevarlo a la parodia. Si bien el carácter autobiográfico del film le da al autor conocimiento de causa sobre lo que relata, no le garantiza poder construir una narración sobre esto. La película parece descansar sobre ciertas situaciones probablemente vividas por el protagonista, pero que en la estructura del relato no construyen dramatismo. La situación que vivencia Gallienne se plantea desde el comienzo y todo lo que ocurre posteriormente, no es más que la reafirmación del planteo inicial tornándose la película bastante monótona. Esta situación se exacerba porque el sonido y la imagen funcionan por repetición, el narrador en off (justificado por la obra teatral que abre el relato) nos cuenta y explica lo mismo que estamos viendo, por tanto la película no exige de nosotros más que una mirada pasiva, esto llega a su paroxismo hacia el final, cuando el autor explica en off el final de la película. Como contraparte, el momento más gracioso de la película es cuando el protagonista se entrevista con el psicólogo militar y se reprime las palabras, permitiéndonos al fin, utilizar nuestra propia cabeza para entender lo que le está ocurriendo al personaje. Esto termina produciendo cierta exterioridad en las caracterizaciones ya que Gallienne nos presenta a los personajes del film filtrados por su opinión, y de esta manera los actores representan más ideas cerradas que sujetos atravesados por contradicciones y sentimientos, esto ocurre con el mismo Gallienne quien está construido de manera tan pasiva que debilita narrativamente su conflicto. Es interesante contrastar esta película con el film argentino “Yo nena, yo princesa” de bajísimo presupuesto y escasos recursos audiovisuales, que trabaja el descubrimiento de la identidad sexual y la relación madre-hija con gran profundidad y emotividad. A veces con muy poco se logra mucho más.
Audaz relato autobiográfico Chapeau para Guillaume Gallienne. Su opera prima Les garçons et Guillaume, à table! es una apuesta fuerte y compleja que logra resolver con gran talento. La película está basada en una obra de teatro unipersonal escrita e interpretada por él mismo. En ella, el autor hace una lectura autobiográfica de un aspecto de su vida muy particular, pero al que con gran inteligencia logra darle una trascendencia de valor universal. Con humor, Guillaume cuenta cómo atravesó su adolescencia en el seno de una familia (un poco disfuncional) compuesta por mamá, papá, dos hermanos varones y él, a quien siempre trataban de manera diferente. El eje del relato está puesto en la identificación que el muchachito siente con su madre (papel que también interpreta el mismo actor), con quien mantiene una relación casi simbiótica, a través de la cual pareciera que la mamá proyecta sus deseos de ser la única mujer a la que Guillaume pueda querer y apreciar, y tal vez, también sus deseos de tener una hija mujer, una niña. Pero toda esa interpretación no está expuesta de manera explícita sino que va siendo sugerida a medida que transcurre la historia, en la que se ve al muchacho enfrentándose a situaciones clave en su proceso de crecimiento y desarrollo. Sus gustos diferentes a los de sus hermanos y los otros chicos, su traumática experiencia en un internado de varones, su conflictiva relación con el padre y también con la abuela, el momento de tener que enfrentar el examen para el servicio militar, sus sesiones de psicoanálisis con diferentes terapeutas, su frustrado enamoramiento de un compañero de escuela, sus intentos por asumir la homosexualidad, sus contradicciones y ambigüedades, no carentes de sufrimiento... Todo narrado con gran inteligencia, suspicacia, humor y sensibilidad. Guillaume no deja de tocar ningún aspecto del proceso por más delicado que sea, y lo hace de manera que demuestra saber muy bien de qué está hablando. Pero al mismo tiempo, más allá de la cuestión autobiográfica, una apertura de la intimidad para la que hay que tener mucho coraje, lo destacable de su propuesta es que mantiene un admirable equilibrio en el punto de vista, sin victimizarse y sin demonizar a los demás. Su mirada, aunque crítica, es amigable, comprensible, cariñosa, y finalmente, la resolución del conflicto es una afirmación saludable de su personalidad, que por fin logra centrarse y definirse con satisfacción. Y además, hay que señalar que el autor e intérprete revela un apreciable conocimiento del oficio teatral, cuyas posibilidades explota al máximo con gran sutileza, lo que no es de extrañar ya que es miembro de la Comedie Française. Esta interesante y divertida propuesta hubiera corrido el riesgo de convertirse en un bodrio narcisista, una catarsis personal sensiblera o, peor aún, grotesca y vulgar. Sin embargo, la sagacidad y la calidad escénica de Gallienne logran atravesar por todos esos terrenos peligrosos y esas tentaciones sin caer en salidas fáciles, estereotipadas o manieristas, consiguiendo momentos de humor verdaderamente exquisitos. En apenas 85 minutos, ofrece una síntesis autobiográfica que mantiene en todo momento el interés del espectador, quien se siente tratado con respeto y con gracia, desnudando aspectos íntimos y subjetivos de la vida personal y familiar del protagonista de una manera que transmite solamente amor.