Y dame el fuego... Un novel periodista junto a su novia lleva adelante una investigación sobre el tráfico de mujeres para su explotación sexual, que ofrece a la revista Millenium para su publicación. El chequeo de las fuentes involucra a personajes de peso, personal de seguridad y políticos, y conlleva un previsible riesgo para quienes sigan la pista. De hecho el joven y su novia son asesinados y la policía determina que la homicida no fue otra que Lisbeth Salander (Noomi Rapace). Sin embargo Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist), periodista estrella de Millenium, no cree en la versión oficial y se pone a investigar por su cuenta para probar la inocencia de Lisbeth. En este punto es necesario aclarar que la visión de este filme requiere haber visto el anterior "Los Hombres que no Amaban a las Mujeres"; de lo contrario poco se comprenderá acerca de lo que une al periodista con la hacker marginal y el contexto general de la historia. Aquellos que leyeron el libro en el que se basa este filme notarán el apego que el director tuvo a la estructura original. Moroso en su construcción, con un crescendo lento pero constante, Daniel Alfredson logra plasmar el ritmo que Larsson imprimió al relato, sin distorsionarlo con efectismos ni giros más propios del cine estadounidense. En definitiva todo está armado para conocer la historia de vida de Lisbeth, su pasado toma forma en esta segunda entrega y se perfila una tercera que promete un desenlace digno de la trilogía que dió fama post mortem a Stieg Larsson.
El sueño sueña al soñador Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) tiene una peculiar especialidad. La de meterse, tecnología mediante, en los sueños de otras personas para obtener información; por ejemplo la combinación de una caja fuerte. Espionaje de alto nivel que trabaja directamente sobre el inconsciente, cualidad que tiempo atrás le provocó un trauma emocional que aún interfiere en su trabajo. Ahora, la nueva y más importante misión que Cobb debe encarar le impone el desafío no de robar información, sino todo lo contrario; dejar algo, más precisamente una idea. La víctima es el heredero de un poderoso imperio económico a quien deberán "plantarle" la idea de desistir en su continuidad. Mezcla de "Misión Imposible" con "Matrix", "El Origen" va mucho más allá. No tiene pretensiones metafísicas ni acción ramplona, es una inteligente vuelta de tuerca al universo cinematográfico en general, algo a lo que su director Christopher Nolan ya nos tiene acostumbrados desde su irrupción en el medio con la notable "Memento". Estamos ante un filme complejo, visualmente abrumador y sostenido con actuaciones de alto nivel interpretativo. Leonardo DiCaprio se consolida filme tras filme como uno de los actores más versátiles y sólidos de su generación, en tanto la francesa Marion Cotillard ofrece una performance digna de todo elogio. El resto del elenco acompaña sin desentonar en un filme que perturba los sentidos, y esto apelando a puro talento cinematográfico, sin artilugios como el marketinero y sobrevaluado 3D. Los efectos especiales hacen visible lo imposible. Calles que se doblan, sueños dentro de sueños donde la gravedad no existe y escaleras que llevan a ninguna parte, como si se estuviera en una obra de Escher. "El Origen" es entretenimiento de alto nivel. No se la pierdan.
No hace falta plan B Encarar la versión cinematográfica de una serie televisiva es la tentación a la que no pueden evitar sucumbir los productores de Hollywood desde hace unos años. Empresa arriesgada que en general lleva más al fracaso que al éxito. Ahí están las películas de "Los Vengadores", "Hechizada" y "Los Dukes de Hazard" como ejemplo. Pero los productores siguen pensando que al elegir una serie popular tienen parte del camino ganado en el favor del público. Obviamente suelen equivocarse. "Brigada A" no es el caso. Afortunadamente estamos ante un ejemplo de entretenimiento que no traicionó en nada a su predecesora televisiva. No se queda en un simple homenaje, sino que recrea a la perfección el espíritu burlón de la serie, al tiempo que cada uno de los intérpretes consigue encarnar a la perfección los roles que otros popularizaron. Los fanáticos de la serie que el canal 9 de Romay estrenó en Argentina en 1984 no van a salir decepcionados. Todos los guiños están expuestos. Con un montaje ágil, eficaz y funcional al relato, se muestran los planes del grupo y su paso a la acción sin perder gracia ni descuidar la trama, que si bien es simple no necesita más para servir de base a las aventuras de "Los Magníficos". Descubrirá el espectador por qué Baracus teme volar y cómo fueron degradados los soldados de élite que formaban la brigada A, para pasar a ser fugitivos paramilitares al servicio de quien pudiera pagarles, y encontrarlos. Claro que ya no son veteranos de Vietnam sino de la guerra en medio oriente. Con mucho humor, sin perder nunca el ritmo, buenas dosis de acción, efectos especiales aceptables y algunas líneas de diálogo mordaces para el que esté atento, esta adaptación de la serie al cine es un plan bien concretado. Quédense hasta el final de los créditos.
Oh! Dulce violencia A no dejarse confundir por la promoción de esta película. De ninguna manera se trata de una boba parodia al cine de superhéroes, en absoluto. Tampoco es que sea un filme profundo con "mensaje". Sencillamente estamos ante una obra que partiendo de una idea por demás obvia, pivotea sobre la iconografía comiquera para exhibir una violencia extrema sólo por diversión, sin peroratas megalómanas alla Tarantino. Dave es un adolescente bastante pavote que vive la vida de la mayoría de los adolescentes pavotes del mundo occidental. Establece contacto con sus amigos vía webcam, aunque vivan a dos cuadras, se masturba frente a su pc y mide su popularidad a través de estadísticas web. Tiene dos amigos que obviamente se burlan de él y su incapacidad para encarar a la niña bonita del colegio. Pero lo que realmante le apasiona a Dave son las historietas. Un buen día le da por preguntarse cómo puede ser que en tantos años de historia de los cómics, con tantos millones de lectores en todo el mundo, a nadie se le haya ocurrido emular a alguno de tantos superhéroes. Entonces se le ocurre ser el primero y luego de comprar un traje por internet asume la personalidad de Kick Ass. Claro que hay un problema, no tiene súper poderes ni habilidades físicas fuera de lo normal que le ayuden a enfrentarse siquiera a un ratero de cuarta. Sí tiene, en cambio, la voluntad de involucrarse, meterse en los problemas que sucedan ante sus ojos. No ser indiferente. Mientras tanto, en otro lugar de la ciudad, un padre entrena a su hija de once años para la dura tarea de combatir el crimen organizado, cuyo cabecilla es el poderoso Frank D´Amico, interpretado solidamente por el nuevo gran villano del cine Mark Strong. En una ciudad donde la mafia manda y tiene como aliada a la policía, un grupo de ciudadanos sin más poder que su determinación y algunas habilidades aprendidas no sin dolor, arremeten sin piedad. Seguramente, el símbolo más contundente del filme esté en la figura de Hit Girl, la fría y sanguinaria niña de once años que Chole Moretz nos ofrece con una naturalidad y solvencia que asombra gratamente. El director Matthew Vaughn ha sido productor de Guy Ritchie en "Snatch", donde Brad Pitt tuvo un protagónico; ahora es Pitt quien produce a Vaugh en esta aventura que saca provecho de lo que el universo de los cómics ofrece para desarrollar su propia historia, donde apenas se esboza una crítica a la abulia adolescente, su falta de compromiso y especialmente el fenómeno que se viene dando desde hace unos años, el de observar la realidad a través de la pantalla de un celular, ficcionalizando la escena más atróz, despojándola de veracidad para convertirla en entretenimiento efímero. "Kick Ass" busca entrenter sin culpa. Ofrece tiros, mutilaciones, golpes y humor sin pretenciones moralizantes, con un montaje destacable, ritmo preciso, notable musicalización y una estética camp que honra a la historia del cómic. Disfrútenla a la espera de la segunda entrega.
Rudos y angelicales Por algún motivo Dios se cansó de los mortales y decidió exterminarlos. Para ello instruyó a sus arcángeles para que lleven a cabo la misión. Pero uno de ellos, Michael (Paul Bettany), decide rebelarse, ayudar a los humanos, cortar sus alas, y así también su relación con el todo poderoso. Es 23 de diciembre, Charlie (Adrianne Palicki) está a un mes de dar a luz; y está claro que ese bebé es el objetivo a eliminar por los zombies que llegan hasta el bar de mala muerte en el que atiende como mesera. En ese bar está Jeep (Lucas Black), un joven extraño que carga con la paternidad de la criatura aunque no sea quien la engendró, y su padre (Dennis Quaid), un fracasado gruñón que de golpe debe enfrentarse a los tiros contra ex humanos dominados por la ira del señor. "Legión de Ángeles" es un filme de género que rinde tributo sin pudor alguno a George Romero y sus muertos vivos, toma algo de "Terminator 2" y consigue recrear cierta atmósfera de clase B a pesar de su buen nivel de producción. Las actuaciones son sólidas, especialmente Bettany, Quaid y Palicki, apoyados por un buen elenco secundario. Scott Stewart debuta en la dirección con este filme que presenta una historia no muy original, utiliza elementos teológicos discutibles para narrarla y en ese sentido presenta una vuelta de tuerca en la elección de personajes responsables del caos; en este caso un ángel decidido a decidir por Dios y hasta capaz de atreverse a hacerle ver que estaba equivocado. Casi nada. Una peli más del sub-género apocalíptico que con bastante acción y una moderada dosis de humor logra entretener durante poco más de hora y media.
Una caricatura religiosa De ninguna manera cometeremos el error de intentar justificar un bodrio sólo porque es francés, mientras si fuera argentino sería destruído sin piedad. Acá no discriminamos a nadie y si el autor de una bazofia se llama Bruno Dumont y es ensalzado por más de uno, le damos igual. La historia trata básicamente de una chica adolescente que es fanáticamente católica, dice estar enamorada de Cristo y por su extremismo no es aceptada ni siquiera en un convento. Las monjas entonces se la sacan de encima con el pretexto de que afuera va a ser más útil que adentro. Y allá va Celine, con su creencia y virginidad a cuestas. Vuelve a su casa, a vivir con su padre ministro de gobierno y su madre "señora de". Sale a recorrer las calles y no tarda en hacer nuevos amigos, de origen musulmán, con quienes intercambia pareceres teológicos. A partir de allí, lo previsible. No hay manera de justificar el relato cansino e impiadoso para con el espectador que debe soportar largos planos de la nada misma, o peor aún, en una escena tolerar más de tres minutos de un plano fijo que muestra a una banda de ¿músicos? desafinados haciendo un mal playback; todo con pretenciones de tesis filosófica-religiosa. Dumont estira lo obvio y para peor ni siquiera respeta minimamente la ubicación espacio-temporal del relato, sea por falta de rigor en el guión o torpeza en el montaje. Por otra parte, un personaje cuya vida se muestra en paralelo acaba cumpliendo un rol fundamental para la pretensión metafórica de un director que carece, en este caso, de lo indispensable para narrar una historia por lo menos digna de pagar por ella.
Cuando la (mala) publicidad se disfraza de (peor) cine Dos chicas súper cool, alocadas ellas, son muy amigas entre sí y comparten cada una un secreto de la otra. Eva tiene a su padre desaparecido y Lola es una hija apropiada cuyo padrastro es un ex represor de la ESMA. Ninguna de ellas tiene un trabajo visible, no están doce horas en la caja de un supermecado ni marcando tarjeta en alguna fábrica, son muy bohemias y hasta estudian "circo". Todo muy acorde a la estética palermojolivuiana que la directora le imprime al filme. Lola quiere a sus apropiadores y Eva busca convencerla acerca de la conveniencia de enfrentar los hechos y poner las cosas en su lugar. Interesante el tema central, lástima la banalización que Sabrina Farji hace de un tema tan delicado como doloroso. No hay ni un atisbo de inspiración en el guión que parece hecho para lo que finalmente es esta película: un spot publicitario de una hora y media. Los pocos momentos de cierto interés interpretativo lo aportan Alejandro Awada y Victoria Carreras, como personajes secundarios. Emme carece de la hondura dramática que su personaje requiere y Celeste Cid hace lo que puede con un texto imposible. La falta de rigor cinematográfico es absoluta. Está tan ocupada la directora en su discurso que comete gruesos errores de continuidad y ambientación en general. Es una pena que se malgasten dineros públicos en obras de tan poco vuelo artístico, que hasta atentan contra aquello a lo que pretenden aportar. Valga la recomendación de buscar "Cautiva", del año 2006 y dirigida por Gastón Biraben, que sin ser una maravilla al menos demuestra respeto por el tema, lejos de cualquier intención marketinera, además de ofrecernos uno de los últimos trabajos en el cine de Susana Campos. Para peor, "Eva y Lola" no disimula su intención publicitaria, evidente en la escena final, pero evita, inexplicablemente, aportar datos ciertos acerca del tema que trata, por ejemplo la cantidad de nietos recuperados. Paradoja de un filme que se nutre, oportunamente, de la realidad pero le escapa al dato concreto. Tal vez no servía, marketineramente hablando.
Cualquier cosita, ya sabe... Si usted, estimado lector, desea ir al cine en busca de un rato de evasión, que le ayude a olvidar las penurias cotidianas que nuestro bendito país nos ofrece tan generosamente, entonces siga de largo. Porque esta película que nos ocupa no se ahorra postales de argentinidad trágica, de esas que nos hace preguntarnos cómo podemos caer tan bajo. Es una película, sí. Se asume que es una ficción. Pero lamentablemente lo que cuenta es muy real, dolorosamente real. "Carancho" se le llama al abogado que merodea en los accidentes de tránsito, que hacen guardia en los hospitales a la espera del "cliente". Un accidentado que aturdido por el hecho confía en un profesional que le ofrece ayuda legal. Son también conocidos como "rompehuesos", porque cuando escasean los accidentados reales los inventan. Ricardo Darín es Sosa, uno de estos abogados inescrupulosos, que trabaja para un estudio que tiene arreglo con la policía y el hospital de la zona, donde se desempeña como médica de urgencias una joven llamada Luján, interpretada por Martina Gusmán. Sosa y Luján se conocen en plena labor, ella como médica, él como "carancho", y la atracción mutua no tarda en manifestarse. Pero un día a Sosa le sale mal un "trabajo" y aquellos para quienes sirve se les vuelven en contra. Se puede entonces decir que estamos ante un policial negro. Hay dinero en juego, estafas, policías corruptos y hasta algo que podríamos llamar romance. La diferencia la marca el director Pablo Trapero, quien sólo gracias a su excelente cinematografía evita caer en el documentalismo. Las escenas hospitalarias están muy lejos de ser una fantasía, la creación de algún inspirado guionista. Por el contrario, son apenas una muestra de lo que día a día se vive en los hospitales públicos del conurbano bonaerense y que unicamente la tensión provocada por la cámara en mano, los planos detalle y la banda de sonido, nos mantienen al tanto de que estamos antes un hecho artístico. El clima del filme es asfixiante, y es destacable que Trapero no haya perdido nunca de vista su objetivo, ni descuidado el tono de su propuesta en pos de subrayar lo que elípticamente denuncia. Ricardo Darín llena la pantalla con sus gestos mínimos, se consolida como el gran actor que ya sabemos que es, pero lo reafirma encarnando a un personaje difícil. Martina Gusmán, no le va en zaga; su rostro soporta los planos cortos aportando lo necesario para comunicar lo que su personaje vive, sin estridencias, con una economía de recursos digna de ser elogiada. "Carancho" es un filme fuerte, duro, áspero de principio a fin. Es también una denuncia seria de lo que en este mismo momento, mientras leé esto, puede estar sucediéndole a alguien. Sirva además de potente retrato cinematográfico, como disparador para una discusión que la sociedad y ciertos profesionales se deben.
Un sopor insoportable La industria debe mantenerse en movimiento y sin ideas nuevas echa mano a lo que sea, aún cuando desde el vamos se trate de una pésima decisión. Un remake del filme creado por Wes Craven en 1984 definitivamente entra en la categoría "mala idea". Porque el personaje de Freddy Krueger tiene una imagen asociada al actor Robert Englund , quien más allá de asustar también divertía, y una actualización exige una creatividad y osadía que no están presentes en esta versión 2010. Jóvenes que deben mantenerse despiertos porque si no, un sujeto quemado con sombrero, sweater a rayas y cuchillas en sus dedos los matará para saciar su sed de venganza. Una torpe puesta en escena que sugiere el abuso infantil de manera más abierta que en la original, no hace más que evidenciar la incapacidad del director Samuel Bayer para provocar algo parecido a una inquietud. Sólo consigue algún sobresalto gracias al remanido efecto de sonido asociado a un corte brusco en el montaje. La trama no presenta ninguna sorpresa, el espectador ya sabe de antemano lo que sucederá y sólo le queda luchar para no quedarse dormido, no por temor a Freddy sino por el aburrimiento que provoca la visión de este bodrio. La nueva imagen de Freddy no es superadora de la anterior, por el contrario carece del carisma necesario para plantarse como un personaje tan emblemático como el precedente. La factura cinematográfica es mediocre y a menudo ofrece desprolijidades en la continuidad y doblaje. Ni hablar de las pésimas actuaciones, entre las cuales apenas consigue zafar el reconocido Jackie Earle Haley, quien con esta elección laboral retrocede varias casillas en su hasta ahora destacable carrera.
Con un fierro Es difícil superar el suceso de la primera entrega de Iron Man. Una segunda parte debe necesariamente ocuparse de aquellas cosas que en la anterior se insinuaban, profundizar ciertas líneas del guión y sumar nuevos desafíos para nuestro héroe, todo sin bajar el umbral de calidad. Ahora Tony Stark (Robert Downey Jr.) debe lidiar con el envenenamiento que causa en su cuerpo el núcleo que le da energía, con un senador que pretende confiscarle la armadura y, para peor, con un ruso deseoso de venganza que es capaz de reproducir la tecnología que da poder al hombre de hierro. Con un ritmo menos trepidante que el de su antecesora, pero con buenas dosis de acción, "Iron Man 2" despliega una impactante artillería visual, merced a excelentes efectos especiales y la acertada dirección de Jon Favreau, quien además se asegura otra vez un divertido personaje secundario. En los roles protagónicos Mickey Rourke se luce desde el inicio con un personaje a su medida mientras Robert Downey jr. deja fluir ese talento innato que le permite encantar audiencias con el papel que sea. Don Cheadle ocupa el lugar de Terrence Howard para interpretar al Teniente Rhodney, en tanto Gwyneth Paltrow cumple acertadamente como la sufrida Pepper. Por su parte Scarlett Johansson aporta su reconocido sex appeal pero no llega a impactar como heroína. La maquinaria Marvel se afianza y usa a este filme para cimentar lo que será la gran apuesta de "The Avengers" en 2011, donde Iron Man se unirá a Thor, Hulk y Capitán América. Los guiños son abundantes y la presencia de Samuel L. Jackson como Nick Fury no hace más que prologar algo más prometedor aún. Atención: Por decisión de la oficina de prensa local los créditos finales no fueron proyectados en su totalidad durante las funciones para cronistas, por tal motivo no podemos asegurarles que exista una escena extra detrás de los títulos. Quédense hasta el final a su riesgo.