Una víctima en busca de venganza Resentido, ladrón y asesino, Aballay cabalga contra el viento con su banda de forajidos en busca de sus víctimas para sumar dinero y pertenencias a su botín. En una de sus andanzas, el grupo divisa una diligencia ocupada por un comerciante y por su pequeño hijo, y el ataque contra ellos es tan brutal como innecesario. El niño, escondido en un cofre del carruaje, observa el rostro del asesino. La mirada del pequeño perdurará en Aballay superando el tiempo. Ese gaucho dueño y señor de la inmensidad de los espacios abiertos sabe que en cualquier momento ese muchachito lo buscará y lo encontrará para cumplir su juramento de venganza. El film, un nuevo abordaje del western gaucho, con el desafío de salirse del estereotipo de la gauchesca y de redescubrir ese personaje con la liturgia de sus armas, su relación con la ley y su íntima vinculación con el caballo, en una epopeya épica y expresiva en la que la vida y la muerte juegan sus papeles trascendentes. Todo aquí habla de un salvajismo anudado a esa voluntad de Julián por hacerle pagar a Aballay su crimen hasta que ambos, cara a cara, comprobarán que la venganza ha llegado. Spiner supo manejar con indudable maestría este western que posee todos los elementos para configurar un relato en el que sus componentes principales -venganza y duelo- son abordados dentro de una temática de alcance global, con una excelente fotografía y una música que logra imponer su ritmo a la acción. El elenco supo, a su vez, dar verosimilitud a cada uno de estos complejos personajes y logró imbuir de la crueldad esperada, y alguna tenue luz de esperanza, a esta producción que, sin duda, engalana la cinematografía nacional.
Pablo Solarz no logra dar vida a la historia de un guionista obseso Las preocupaciones cotidianas suelen, a veces, interrumpir la existencia de los hombres. Esto, precisamente, es lo que le ocurre a Javier, un guionista de cine que está tratando de crear un libreto que llevará a la pantalla grande. Se mantiene apartado de todo lo que lo rodea y sus desconexiones con la realidad le hacen ignorar a su esposa, dejar de lado a su madre y mantenerse constantemente frente a su computadora para dar existencia a una historia de trágico sabor. Su mujer trata de sacarlo de ese micromundo que lo asfixia, pero él no puede dejar de lado su alocada pasión por concluir con su tarea, ni siquiera cuando ella le dice que tuvo una aventura amorosa con un vecino. El director y guionista Pablo Solarz se deja atrapar por ese constante ir y venir que trata de convertir al film en un ejemplo de cómo la exacerbación de una idea puede convertir en autómata a un hombre. Por momentos el relato logra algunas pinceladas de humor, pero no alcanzan para imbuir de veracidad a tantas desventuras de su figura central, a la que Peto Menahem trata de pintar con brochazos por momentos exagerados. Malena Solda, en cambio, sale airosa de su compromiso de esposa ignorada.
Delicado film del noruego Erik Poppe, bien encabezado por Pál Valheim Sverre El destino suele marcar a las personas con los hierros más candentes. Esto lo comprobará Jan Thomas, un joven que es dejado en libertad luego de permanecer en la cárcel por el asesinato de un niño, a pesar de que él siempre proclamó su inocencia. Ya fuera de esa prisión que lo convirtió en un ser taciturno, intuye que la vida le dará una segunda oportunidad cuando un organista le consigue un trabajo en una iglesia de Oslo. Allí, y por su talento y su tranquila forma de ser, Jan Thomas se gana el respeto de sus superiores. Aquel destino que lo había marcado parece que podrá ser cambiado, ya que el joven pronto ganará el corazón de una mujer y del pastor de la parroquia, quienes ignoran su pasado. Pero éste lo alcanza cuando una maestra llega a la iglesia y reconoce al organista como el joven que fue condenado por asesinato de su hijo. Así la culpa y la inocencia, y el bien y el mal se mezclan de una manera inquietante controlando la vida de todos. En éste, su tercer largometraje, el director noruego Erik Poppe demostró una indudable inquietud por presentar esta historia desde la perspectiva más humana, con lo que logra así un drama tan íntimo como perfectamente orquestado al contar el mismo relato desde dos perspectivas diferentes, la de ese Jan Thomas torturado y la de esa posibilidad de recomenzar una nueva existencia. Film delicado y de lenta descripción (algunas veces demasiado lenta) Aguas turbulentas tiene a su favor la emoción que otorga ese personaje central. La labor de Pál Valheim Sverre matiza a su personaje con arrogancia y destellos de alegría, y logra así una excelente interpretación de alguien que desea reconquistarse a sí mismo. El resto del elenco acompaña con vigor y sentimiento, mientras que la fotografía y la música se integran a la perfección con el clima de esta historia.
Un recorrido por los sabores típicos de varios países de América latina y España Desde el momento en que la tierra da sus frutos hasta su comercialización en los mercados son varias las etapas por las que atraviesa la comida que cada día se presenta para su degustación en hogares y restaurantes. Todo este proceso está dado en este documental para cuya realización se unieron la Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Brasil, Venezuela y España y en el que cada episodio muestra las formas en que cada uno de esos países compra y vende en mercados al aire libre los más variados productos. El primero de estos capítulos, dirigido por Alejo Hoijman, tiene como escenario un pequeño pueblo de Misiones en el que un matrimonio mayor recoge de la tierra esas raíces que servirán luego para convertirse en frutas y verduras. Sin solución de continuidad, la cámara, esta vez a cargo de Marcos Loayza, se detiene en un enorme mercado boliviano donde los clientes eligen los elementos alimentarios típicos de la región entre breves y apenas audibles charlas. Luego, en Perú, con la conducción de Josué Méndez, sobre amplios tendederos cuelgan tomates, bananas y melones que atraen la atención (y el apetito). Colombia, Brasil y Venezuela, vistos respectivamente por Carolina Navas, Paola Vierira y Alejandra Szeplaki, son los otros países en que todos los frutos, sin transitar por los grandes supermercados, están a la vista y a las manos de esa inmensa marea humana. El último de los capítulos, dirigido por Jorge Coira, refleja las tradiciones comestibles de Cataluña, allí donde un hombre recorre esas calles con su andar cansino (único segmento en que las palabras llegan a la pantalla) en busca de los platos más apetitosos de la región. Documental sin duda atípico, Qué culpa tiene el tomate muestra la diversidad de comidas de cada una de esas regiones en medio de sus cotidianos quehaceres y lo hace con cierta pizca de humor y con la indudable sapiencia que cada uno de sus directores aportó para que el film nunca cayera en la monotonía y mostrara la trayectoria de esos mercados populares envueltos en sus diferentes culturas y formas de vida.
Una alocada trama entre la comedia negra, la sátira política y la línea del absurdo El antiguo refrán: "Pueblo chico infierno grande" es el más indicado para recorrer las andanzas de esos personajes que con el regreso de la democracia habitan la pequeña localidad cordobesa de Cerro Colorado. El negocio de ramos generales de Florencio es el lugar en el que todos se encuentran y tratan la próxima elección para intendente. Baldomero, hermano de Florencio, es un joven taciturno que, moviendo constantemente su dedo índice sobre la mesa que ocupa por horas frente a un vaso de vino, observa a todos esos vecinos con ojos inquisidores hasta que un día su cadáver aparece entre las rocas, al borde de un camino. Las preguntas comienzan a cruzarse: ¿quién mató a Baldomero?; ¿y por qué? Y allí está Florencio con su ceño adusto para tratar de dilucidar el secreto. Antes de enterrar a Baldomero, su hermano le corta el dedo índice y lo coloca en un frasco de vidrio que deja sobre uno de los mostradores de su negocio. El sabe (o intuye) que ese dedo señalará al autor del crimen. Mientras, don Hidalgo, un hombre que quiere ser intendente, intentará conquistar a los habitantes. Así, entre aires misteriosos, se acerca el momento de las elecciones, y el dedo de Baldomero indica posibles autores de su muerte. Varios y divertidos son los personajes que transitan por esta alocada trama que, entre la comedia negra, la sátira política y el absurdo andan y desandan los caminos para lograr revivir al tranquilo pueblo. El novel director Sergio Teubal logró, sobre la base de un guión ingenioso, convertir a esta historia pueblerina en un entretenimiento constante. Un elenco de indudable habilidad para seguir los distintos puntos de vista fue otro de los elementos sobresalientes de esta producción. Tanto Fabián Vena como Gabriel Goity lograron dotar de gracia a sus respectivos personajes.
Las explotación minera patagónica, en la mira Esquel, uno de los lugares más bellos de la Patagonia, es también un espacio cuyas minas de oro y de plata fueron codiciadas por empresas extranjeras. A siete kilómetros del centro de esa ciudad se ubica una mina que, utilizando grandes cantidades de agua y cianuro, ha contaminado ríos y lagunas ignorando (o pretendiendo ignorar) el perjuicio que les ocasionaba a sus habitantes. Así comenzó un litigio que aún hoy sobrevive en ese espacio patagónico. Los noveles realizadores Pablo D'Alo Abba y Cristián Harbaruk llegaron a ese lugar a fines de 2002, cuando comenzaban las marchas que se oponían al proyecto, e investigaron las múltiples aristas de la cuestión: el gobierno que vitoreaba por adelantado los beneficios económicos que generaría ese emprendimiento, los vecinos se entusiasmaron con la idea de tener oro bajo su suelo, las cuestiones ambientales. A través de una fluida narración en off de Julieta Díaz y de diálogos con los habitantes del pueblo, los realizadores sacaron valientemente a la luz una problemática poco conocida en el resto del país.
Las luchas sociales y la perspectiva femenina, en un documental Siempre dispuesto a observar con agudeza el mundo social, político y conflictivo de nuestro país, Miguel Mirra logró a través de su larga trayectoria como documentalista llevar a la pantalla todos esos elementos que preocupan a la Argentina. Con Tierra de mujeres, primer capítulo en DVD de la serie Los ojos abiertos de América latina, el realizador se inserta en el marco de los nuevos movimientos sociales que surgieron a partir de la resistencia al neoliberalismo. Con sencillos trazos de una cámara siempre atenta, el film narra los sucesos que llevaron a mujeres de Winifreda, La Pampa, donde el remate de sus campos era ya un hecho doloroso, y de Famatina, La Rioja, donde enfrentaron la devastadora minería a cielo abierto, a mujeres que mostraron su necesidad de ser libres, de estrecharse con los hombres que día tras día y en condiciones casi infrahumanas debían subsistir bajo el imperio de quienes únicamente sabían de explotación humana y de pagos miserables. Con entrevistas a diversas estudiosas del tema y a esas mujeres que hablan a cámara para hacer conocer sus humillaciones y también sus derechos inalienables Miguel Mirra, sin apelar a la simple temática política, muestra aquí un panorama casi desconocido de esas luchadoras que viven con la esperanza de un futuro mejor y de la necesidad de ser las dueñas de sus destinos.
Mick Haller es un joven abogado que, como dato curioso, tiene su oficina en su auto marca Lincoln, conducido por un chofer que es, al mismo tiempo, su mayor confidente. Ha pasado su carrera defendiendo a criminales de poca monta, traficantes que controlan toda la droga de Los Angeles, conductores ebrios y motoristas que, a veces, ponen en peligro la vida de los transeúntes. Algo cansado de su carera sin demasiadas sorpresas, Mick (un buen trabajo de Matthew McConaughey) decide tomar un caso mucho más complicado: defender a un rico empresario de Beverly Hills acusado de intento de violación y asesinato. Lo que en principio parecía un caso sencillo y muy bien remunerado se convierte de pronto en un duelo letal entre esos dos maestros de la manipulación. ¿En verdad el magnate fue culpable de los cargos que se le imputan? El abogado, casi convertido en un hábil detective, comenzará a indagar los más íntimos meandros de su cliente, mientras que éste tratará de esconder su vida privada. Así, entre el thriller y las muchas preguntas sin respuestas, el director Brad Furman logró imponer su calidad para describir esta historia que posee todos los elementos necesarios, entre ellos un exacto clima y una madeja que poco a poco a poco se va desovillando con gran suspenso. Los rubros técnicos -una impecable fotografía y una música que apuntala las más interesantes secuencias de la historia- apoyaron esta combinación de suspenso, de mentiras y de verdades contadas con indudable calidad y una suficiente dosis de interés.
Los animales son los verdaderos protagonistas de esta película Los estudios Walt Disney fueron los pioneros en la realización cinematográfica de documentales acerca de la naturaleza, y entre 1949 y 1960 produjeron 13 films de ese género que le valieron ocho galardones de la Academia de Hollywood. Estos exitosos antecedentes impulsaron a sus responsables a proseguir por ese camino hasta llegar ahora a Felinos de Africa , una verdadera historia épica situada en uno de los lugares más salvajes de la Tierra. El film captura el amor, el humor y la determinación de los majestuosos reyes de la sabana africana, y la historia se apoya en las aventuras de Maya, una encantadora cachorra de león que intenta crecer con el espíritu, la fortaleza y la sabiduría de su madre; Sita, una valiente guepardo hembra que acaba de dar a luz cinco traviesas crías, y Fang, un líder orgulloso que debe defender a su familia de un feroz león y de sus cachorros. Estos protagonistas vivirán peligrosas aventuras en esa tierra hostil al hombre, y deberán defenderse de los depredadores que desean luchar para conservar un sitio en esa planicie que es dominada por los felinos, y así aparecen los búfalos, los cocodrilos y los rinocerontes siempre dispuestos a enfrentar a esas familias de garras y dientes permanentemente dispuestas a las peleas más sangrientas. El film, rodado durante casi dos años en la enorme extensión de la reserva Masai Mara, de Kenya, cautiva por la ternura de los felinos que enseñan a sus crías no solamente a caminar, sino también a protegerse de los enemigos y a buscar alimentos. Los directores Keith Scholey, que nació en Africa filmó muchos documentales allí para la BBC, y Alistair Fothegill, un enamorado de las bellezas naturales, unieron sus fuerzas, su perseverancia y su paciencia para lograr algo más que un documental, ya que no sólo se propusieron fotografiar a las familias de los leones en su hábitat natural, sino que supieron armar una trama en la que ellos demuestran sus comportamientos familiares, su pasión por proteger a sus crías y su audacia sin límites para sobrevivir en medio de tantos peligros que acechan desde los lugares más inesperados. Bella en su fotografía y tierna en su banda musical, Felinos de Africa abre los ojos a un mundo casi desconocido por el hombre, a un mundo en el que los animales son reyes y señores de esas sabanas interminables azotadas por las lluvias, el frío o el abrumador calor. Rodar este relato fue, sin duda, un gran desafío que se impusieron tanto los directores como el equipo técnico. Un desafío que permitió, en definitiva, lograr un film de enorme emotividad que muestra con amor y fuerza la vida salvaje de esos reyes de la selva.
Diego Rafecas había demostrado el año anterior, con Paco , su calidad para recorrer un submundo oscuro. Ahora, con Cruzadas , decidió tomar el camino de la comedia dramática, género que no es afín a sus posibilidades artísticas. Aquí enfoca a dos hermanas que se conocen en el velorio de su padre, un poderoso empresario mediático, cuyo holding ahora a está a cargo de Juana Pérez Roble (Casán), quien lo maneja con mano autoritaria. Las vidas de Juana y de Camila (Guevara), ya reunidas, comienzan a tropezarse con personajes estrafalarios, con situaciones en las que impera el gusto más burdo para solucionar los conflictos. Los rubros técnicos y el resto del reparto se pusieron a disposición de una especie de historieta muy poco consistente salpicada con una picardía por momentos elemental, que no tarda en caer en la monotonía sólo salvada (y con esfuerzo) por Moria Casán y Nacha Guevara como las hermanas enfrentadas.