La solidaridad de un hombre de campo La calidez, la comprensión y el amor al prójimo caracterizan la filmografía de Francisco D'Intino, plena de humanidad y de ternura. En El fin de la espera, el realizador posa su mirada en Jacinto, un hombre mayor que dejó atrás las comodidades de la gran ciudad en su intento de que los niños y los adolescentes faltos de calor hogareño puedan vivir en un mundo mejor, en una huerta casi perdida entre montañas, donde los chicos, callados y taciturnos, cultivan frutas y verduras. Por momentos la historia se tiñe de tristeza cuando la lluvia arruina la cosecha, cuando la fundación que los ayuda los deja sin dinero o cuando algunos muchachos se escapan. Pero Jacinto no se da por vencido, ya que pelear con pasión y honestidad es su mejor arma. Rodada en paisajes cordobeses, El fin de la espera muestra otra vez a un cineasta que deja de lado toda pretensión rebuscada para que los espectadores puedan entrar en ese juego cómplice teñido de íntimo amor. Inexplicablemente, el film llega a los cines locales con cierta demora, ya que éste fue uno de los últimos trabajos de Ulises Dumont para la pantalla grande. El resto del elenco, compuesto en su totalidad por actores del interior, logra el justo propósito de dotar de verdad a sus papeles, y así D'Intino y su equipo lograron moverse a través del delicado territorio del cine narrativo con sensibilidad, sin más pretensiones que contar un cuento moral sobre un tema que nos interroga a todos.
Un thriller espacial sobre la negligencia de un gobierno Entre la realidad y la ficción, el director español Gonzalo López-Gallego recorre todas las vicisitudes de la verdadera misión espacial a la Luna que en la década del 70 fue cancelada por la NASA. Sobre la base de documentales y de escenas realizadas para el film, el realizador compone las dramáticas circunstancias. Oficialmente, el Apollo 17 fue la última misión tripulada hacia la Luna; sin embargo, un año después dos astronautas norteamericanos fueron enviados hacia ese satélite en una misión secreta financiada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. La filmación de ese viaje -que fue mantenido en estricta reserva- recorre a través de una cámara manejada con indudable maestría las trágicas circunstancias por las que debieron transitar esos dos astronautas, quienes, al llegar al satélite, comprobaron que una nave rusa se hallaba entre los cráteres y que su tripulante estaba muerto. Entre la ciencia ficción y el thriller, el relato va ganando en emoción y en suspenso, elementos que tienen como casi único escenario ese cubículo desde el que sus tripulantes sufrirán su fracaso y su deseo de retornar a sus hogares. Film sin duda atípico (no se dan a conocer los nombres de quienes encarnan a los astronautas ni de los rubros técnicos), se convierte así en un dramático y duro relato. Interesante en su concepción técnica, el film muestra sin máscaras la falta de humanidad de aquellos que, desde los altos mandos, programaron este alunizaje que finalizó trágicamente en medio de un esfuerzo de sus tripulantes, que dejaron sus vidas en pos de la fracasada hazaña.
Una amistad que crece entre dos emigrantes más allá de diferencias y de lenguajes Los encuentros casuales pueden llevar a la calidez menos esperada. Esto es, precisamente, lo que le ocurre a Rita cuando llega desde su Paraguay natal, dejando atrás a una hija pequeña fruto de un romance fugaz. Aquí conoce a Li, emigrada de China y otrora propietaria de un minimercado saqueado en los tristes sucesos de 2001, durante los cuales perdió a su marido y su trabajo. Ambas, sin documentos, comienzan sus cotidianas labores en un lavadero vigiladas muy de cerca por el dueño del local, un policía corrupto, y lentamente comienzan a construir una sólida amistad a pesar de las dificultades idiomáticas y de las brechas culturales. El director Francisco D'Intino, autor además del guión, intentó retratar las figuras de ambas mujeres a través de un prisma simple y emotivo, y logró una historia que habla de la necesidad de hallar en quien está solo en un lugar desconocido a alguien dispuesto a tender la mano amiga. Sin pretensiones altisonantes, la trama va siguiendo el derrotero de Rita y de Li en esas relaciones que buscan la necesidad de ampararse mutuamente hasta tratar de lograr que sus sueños y sus esperanzas se vean cumplidos. Julieta Ortega y Miki Kawashima, que hace aquí sus primeras armas en la pantalla grande, supieron dar veracidad a sus respectivos personajes, rodeadas por un elenco que cumplió satisfactoriamente con sus breves apariciones. El realizador halló, también, un equilibrado equipo técnico que supo sostener este relato que habla de amor y de comprensión. Y habla, también, de cómo dos mujeres de tan distintos lugares del mundo se unen para poder salir airosas de las dificultades cotidianas que les impiden cumplir sus respectivos y simples sueños de hallar un mundo mejor.
Una película de miedo, inspirada en una producción televisiva de los años setenta El terror puede llegar desde los lugares más inesperados, y con él la calma se transformará en pesadilla. Esto es lo que les ocurre a Alex, a su novia y a Sally, hija de aquél, una niña tímida y retraída que, alejada de su madre, se traslada con ambos a una mansión del siglo XIX que está en proceso de restauración. Desde el momento en que los tres se instalan en el gran caserón, Sally explora los lugares más escondidos del tétrico edificio y descubre un sótano oculto cerrado desde la extraña desaparición del constructor de la mansión, un siglo atrás. Sin quererlo, la muchacha liberará a unas diabólicas criaturas que tratarán de arrastrarla a las profundidades de la casa. Sally trata de convencer a su padre y a Kim de que las sombras y los aullidos que la acechan no son invento suyo, y así se iniciará una pesadillesca aventura en la que unos seres horribles, pequeños y carnívoros comenzarán a adueñarse de los habitantes de la casa. El guión del film, inspirado en una producción televisiva de 1973, tuvo en el mexicano Guillermo del Toro a uno de sus productores, que aquí volvió a demostrar su pasión por ese género. Para ello convocó al director Troy Nixey, también experto en este tipo de relatos. El elenco tuvo en Guy Pearce, recordado por su excelente trabajo en Memento , a un sincero padre que trata de comprender a su aterrada hija, en tanto que Katie Homes supo componer a esa mujer que intentará amparar a Sally, papel que Bailee Madison dotó de la necesaria dosis de timidez. Dentro de este género ya convertido en un clásico dentro de la pantalla norteamericana, No le temas a la oscuridad puede ocupar cómodamente un puesto de privilegio por sus indudables aciertos en el clima, en el elenco y en los impecables rubros técnicos.
En su segundo largometraje, Lorena Riposati traslada su cámara hacia la ciudad de Mosconi, al norte de la Argentina, y con mirada aguda observa las consecuencias sociales de la entrega de la explotación del petróleo a empresas multinacionales en los años 90, cuando se desarticuló el esquema de vida de sus habitantes, empleados en su mayoría de los ex Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) . Con este documental, realizado con indudable prolijidad y dispuesto a señalar una de las más duras problemáticas de la historia reciente, logra reflejar los diferentes puntos de vista de aquellas personas que, de una manera o de otra, sufren las consecuencias del desempleo y la marginación social y que la mismo tiempo contribuyen con su esfuerzo cotidiano a la construcción de otro tipo de sociedad. La directora supo insertarse en esas vidas que trabajaron para lograr un bienestar que, de pronto, quedó trunco. Así, con sinceras palabras de sus entrevistados, se muestra una realidad casi desconocida por los habitantes de nuestro país. El documental se ve eficazmente apoyado por una impecable musicalización y por un sonido que juega, al mismo tiempo, con el clima y con los paisajes en los que se desarrolla esta problemática, que no debe pasar inadvertida.
Brad Anderson explota el género y convierte el guión en una pesadilla El miedo a la oscuridad es uno de los miedos más primitivos de la humanidad, y cuando Detroit quede sumergida en un inexplicable apagón, sus habitantes se convertirán en sombras que van desapareciendo lentamente. Al llegar el amanecer permanecerá en la ciudad un reducido grupo de personas sobrevivientes de ese cataclismo que se hallarán entre pilas de ropas sin cuerpos, coches abandonados y comercios transformados en siniestras ruinas. Apenas cuatro jóvenes lograron pasar la terrible noche y sus caminos se cruzarán en un bar venido a menos cuyo generador a base de gasolina y sus reservas de comida y bebidas lo convierten en el último refugio de esa ciudad desierta. Con la receta de los variados elementos de los thrillers apocalípticos que la cinematografía norteamericana sabe explotar con contundencia, el director Brad Anderson, que tiene en su haber varios films de similar temática, logró aquí su propósito de convertir en una pesadilla un acertado guión que, a veces con innecesarias repeticiones, acierta en su propósito de transformar la historia en tensión que atrapará a los seguidores de este género. El elenco, encabezado por Hayden Chistensen, John Leguizamo y Thandie Newton, aporta solvencia a los momentos más terroríficos del film. La trama está también acertadamente dosificada sobre la base de una impecable fotografía y de una música que apuntala los momentos de suspenso, que son muchos.
El amor siempre da sorpresas. Ello lo sabrán muy bien Leo, un joven psicólogo solitario y observador, y Ana, una muchacha emprendedora y vivaz que decide romper su noviazgo con ese muchacho para viajar a España a probar suerte como cocinera. El tiempo pasa y Leo no puede consolarse por esta desunión que él nunca había esperado, y cuando cuatro años después Ana regresa de visita al país, para estar presente en el casamiento de unos amigos en común, el reencuentro entre ambos será difícil, pero inevitable. El joven inicia un plan para poder reconquistar a su ex novia, pero la presencia de un nuevo amor y varios temas del pasado aun sin resolver van a hacer que la tarea no sea tan sencilla. Yago Blanco, director y guionista del film, se propuso realizar una comedia romántica teniendo como base la historia de una reconciliación donde los dos protagonistas ya se conocen en las buenas y en las malas. Sin duda logró ampliamente su propósito, ya que todo en este relato es simpático, cordial, entretenido y picaresco y se suma a ello un elenco muy bien elegido para este recorrido con varias sorpresas que no sería oportuno descubrir por anticipado. Mariano Martínez y Eugenia Tobal demostraron sus indudables condiciones histriónicas para dar vida a la pareja central de la historia, muy bien secundados por Peto Menahem, Maju Lozano, Gustavo Garzón y un grupo de jóvenes que sirven de alegre coro a este reencuentro por demás accidentado. La prolijidad del director se da, además, en todos los elementos técnicos que apoyaron con indudable entusiasmo esta comedia que bien vale verse con el ánimo bien dispuesto para la más pura distracción.
Títeres y dibujos en un film que habla de amor y comprensión Alejandro Malowicki, realizador especializado en producciones para los más pequeños, reúne títeres y dibujos en una cálida historia que habla de amor y de comprensión. El protagonista es Nahuel, un niño que creyéndose abandonado comienza a recorrer la ciudad en busca de su madre. Este tierno personaje posee dos cualidades: silba maravillosamente bien y es dueño de una fantástica imaginación. Así conoce a Busca, un gato callejero y bailarín con quien se une para ofrecer espectáculos callejeros. Una noche, revolviendo entre la basura, hallan un libro de leyendas aborígenes argentinas que emite destellos y parece tener vida propia. La imaginación de Nahuel lo transportará junto con Busca a ese mundo de leyendas en las que vivirán las más increíbles aventuras. Malowichi utilizó una muy buena combinación de títeres, en las escenas en que Nahuel y Busca recorren la ciudad, y de dibujos en aquellas en las que las leyendas se imponen. Y logró su propósito de entretener al público infantil con esas correrías en la que los dos personajes centrales transitarán ese derrotero para hallar a la madre de Nahuel. El propósito del realizador quedó patentizado tanto en la idea del guión como en su realización y así este film, sostenido por una pegadiza música y un impecable trabajo técnico.
Un adolescente en un falso paraíso suburbano, a fines de la década del 70 Nunca es fácil para un muchacho dejar atrás esos tiempos de juegos y de permanentes diversiones para internarse en la adolescencia, con sus primeros amores, sus deseos de triunfar y esa infatigable y casi siempre severa brújula que sus padres le inculcan para, dicen, formar de él un hombre. Este es el caso de Scott, que en sus quince años deberá soportar un padre alcohólico y una madre sobreprotectora que se hallan en permanentes disputas y, como contrapartida, vivirá la emoción de hallar en una joven desprejuiciada la posibilidad de encontrar la primera sensación romántica. La acción del film se ubica a fines de la década del 70 y muestra a cada paso el lado oscuro de un paraíso suburbano en el que dos matrimonios se desmoronan frente a la infidelidad y el temor de quedarse en la más completa soledad. El relato se interna así, teniendo como eje central a Scott, en los detalles del conflicto de clases, las reacciones de los jóvenes a la violencia física y el temor a la primera relación sexual. La existencia de ese muchachito dará un vuelco cuando su hermano mayor regresa al hogar proveniente del ejército y le demuestra que, a veces, la violencia es necesaria para poder mantener una hidalguía perdida. Hay en esta historia dudas, temores y una calidez que emana del personaje central, un muy buen trabajo de Rory Culkin. El director Derick Martini logró en éste, su primer largometraje, un fiel retrato de todos y de cada uno de los personajes que recorren esta historia que emana comprensión y retrata con suavidad y calor la existencia de esos seres que tratarán de componer sus agrietadas vidas. Las actuaciones de Alec Baldwin, de Kieran Culkin y de Timothy Hutton apoyaron también con enorme sobriedad a los antihéroes de esta historia que, sin duda, tocará el corazón de los espectadores más sensibles.
La relación entre Haroldo Conti y el padre del director, germen de un cálido homenaje A mediados de la década del 40, el escritor Haroldo Conti comenzó una amistad con el joven realizador Roberto Cuervo, y como producto de esta relación este último comenzó a rodar, a fotografiar y a grabar diversos aspectos de la vida y de la obra del literato. El director intentó componer para la pantalla un retrato humano del autor de novelas tan recordadas como Sudeste , Alrededor de la jaula y Mascaró, el cazador americano , pero el film quedó inconcluso a causa del secuestro y desaparición de Conti por parte de la dictadura militar, en 1976. Roberto Cuervo, por su parte, murió en un accidente y pasaron varias décadas hasta que Andrés Cuervo, hijo de Roberto, se decidiese a desempolvar esos rollos de celuloide que mostraban a Conti y a su familia en diversas situaciones hogareñas y con ellas rearmó ese retrato que muestra al autor como un hombre sencillo, amante de la naturaleza de su Chacabuco natal y cordial con sus vecinos. De aquellos años de amistad de Conti con Cuervo quedaron además entrevistas en las que figuras literarias como Eduardo Galeano y Martha Lynch se refieren a su vida y a su obra.Andrés Nicolas Cuervo se propuso jugar con todos esos elementos para reconstruir ese retrato postergado, un merecido homenaje a ese hombre que se muestra aquí no sólo como un idealista en un período sangriento. Una buena oportunidad para conocerlo según sus propias palabras.