Los Pilagá: una tragedia argentina desconocida Sólida reconstrucción de la directora Valeria Mapelman Para mediados de 1947, segundo año del gobierno de Juan Domingo Perón, hacía ya más de medio siglo que en el norte argentino funcionaba el régimen de colonias aborígenes, antes llamadas reducciones, donde se concentraban miles de personas de distintos pueblos que el Estado sometía a un cuasi trabajo esclavo para satisfacer las necesidades de ingenios, algodonales y obrajes. Sobre la base de entrevistas y de documentos de la época, la directora Valeria Mapelman puso el ojo de su cámara en la etnia Pilagá, una de las más sufridas por ese modo de vida, y relata los sucesos ocurridos en octubre de 1947. En La Bomba, paraje cercano a Las Lomitas, casi dos mil pilagás se habían reunido para recibir de sus mayores la noticia acerca de la aparición de un nuevo dios surgido para ellos de un libro hasta entonces desconocido: la Biblia. Las danzas y los cantos se mezclaron con los himnos bíblicos y el regimiento 18 de Gendarmería comenzó a reprimir, siguiendo las órdenes del Estado. El 10 de octubre, los soldados atacaron despiadadamente a los integrantes de esa reunión y fusilaron a cientos de personas. La matanza se extendió durante varios días y se iniciaron permanentes persecuciones contra los Pilagá, quienes durante sesenta años no tuvieron oportunidad de contar lo sucedido. Este documental se detiene en grupos forenses que en nuestros días se dieron a la tarea de hallar esqueletos de decenas de indígenas que habían sido muertos y quemados, y transita por las palabras de algunos de aquellos aborígenes o de sus descendientes, quienes relatan detalles de la masacre. El film posee la suficiente fuerza para demostrar uno de los sucesos menos conocidos de nuestra historia, y lo hace sobre la base de un impecable montaje que tiene como marco un adecuado fondo musical. Octubre Pilagá se sostiene sobre retazos de memorias personales que urge conocer y asumir: la del genocidio de los pueblos aborígenes de la Argentina.
Desventuras de un actor al que le gusta beber Cine dentro del cine, en un film alemán Otto Kullberg es un actor de larga trayectoria que ya ronda los 60 años. Su problema con el alcohol lo alejó por un tiempo de su trabajo. En los comienzos del rodaje de un nuevo film llega borracho al set: sus productores acuerdan realizar las escenas que le corresponden por duplicado, convocando para ello a un actor sin experiencia fílmica y más joven que él. Esto enloquece a Otto -un muy acertado trabajo de Henry Hübchen- aunque comenzará a vivir el rodaje como un desafío y una tragicómica autorreflexión acerca de su vida y de su carrera. Entre trago y trago él comenzará a cultivar la amistad que le brinda con indudable modestia ese actor que lo reemplaza en las escenas, y al mismo tiempo debe decidir entre el amor de dos mujeres y redefinir el rol de su propia existencia. Sobre la base de un guión que transita por el camino del humor y de la picardía, Whisky con vodka es una de esas historias que llaman la atención por su originalidad, elemento que el director Andreas Dresen supo aprovechar para recorrer las aventuras y desventuras de su protagonista principal. Son muchas las situaciones por las que debe transitar Otto para proseguir manteniéndose en la cúspide de la popularidad. Sabe, también, que los años pesan bastante a la hora de aceptar cierto tipo de papeles, pero él es alguien que no se desmoraliza demasiado frente a un problemático presente en el que alguien (un joven con ilusiones y ganas de triunfar frente a la cámara) podría desplazarlo de su envidiable puesto en el arte cinematográfico. Un elenco de aceptables méritos que supo acompañar con entusiasmo al protagonista es otro de los aciertos de esta producción que, sostenida por correctos rubros técnicos, permite jugar y lograr divertir como si se estuviese riendo de ella misma.
Cuando el cine es antropología Huellas y memoria de Jorge Prelorán , un documental y un homenaje Documentalista de larga trayectoria tanto en nuestro país como en el exterior, Jorge Prelorán se destacó por enfocar su cámara en los habitantes pertenecientes a la realidad del interior y de ellos extrajo sus formas de vida, sus pesares, sus alegrías, sus humillaciones y esa quietud que les impedía sacudirse tanto de sus angustias cotidianas como de la persecución. Sus trabajos de realización implicaron una investigación antropológica a través de la convivencia con los protagonistas de sus films, sumado a una impecable labor artesanal de montaje. Así fueron surgiendo más de sesenta películas que desmenuzan la existencia de esos hombres, mujeres y niños perdidos en la inmensidad de humildes poblados, que se ganaban el pan con el trabajo arduo de sus manos y con la esperanza de alcanzar una vida mejor. No era tarea fácil llevar a la pantalla grande la existencia personal y profesional de Prelorán, un hombre nada dado a la estridencia ni al altisonante aplauso, pero Fermín Rivera, que ya tenía en su haber Pepe Núñez, luthier , rodada en 2005, logró un film de enorme calidez y de necesaria memoria. Para ello se puso al lado de Prelorán hasta la muerte de éste, ocurrida el año anterior, y así van surgiendo los datos más importantes de este documentalista que pasaba el tiempo entre los miembros de una comunidad perdida, sin apuro y sin cámaras, y recién meses después, cuando ya se consideraba un amigo de ellos, pedía permiso para filmar. Rivera supo comprender cabalmente la intención artística de Prelorán, y lo reflejó como el maestro que lució su capacidad creadora como profesor y como escritor, aunque su literatura apenas quedó en los borradores de sus libros. La cámara lo sigue en sus residencias de Buenos Aires, Los Angeles y de numerosas zonas de nuestra geografía, siempre acompañado por su esposa, Mabel, rodando documentales tan notables como Hermógenes Cayo , Quilino , Cochengo Miranda y Los hijos de Zerda , entre otros, de los que aparecen algunas escenas. Jorge Prelorán, sin ser un político y menos un subversivo, debió refugiarse en el exterior a mediados de los años setenta, perseguido por la dictadura. Huellas y memoria de Jorge Prelorán es más que un merecido homenaje al documentalista. Es un ejemplo de vida cuya comprensión y amor son los que Prelorán rescató de sus personajes y los llevó con su enorme pasión a la pantalla grande.
Un homenaje con más entusiasmo que logros Fallido análisis de la influencia de Sarmiento Repasar cinematográficamente la vida y la obra de Domingo Faustino Sarmiento no es, en verdad, una tarea fácil. El director Pepe de la Colina intentó en este film, con más entusiasmo que logros, rescatar el perfil sarmientino a través de una historia en la que el pasado se entrelaza con la actualidad en la figura de una maestra sanjuanina, a la que la directora de su escuela le encomienda organizar un acto para recordar al prócer. Ella intentará por todos los medios que ese homenaje sea inolvidable y así se dará a la tarea de investigar los detalles públicos y privados de Sarmiento, mientras mediante flashbacks, la figura de ese hombre público se muestra en diversas circunstancias. Pero la trama se enreda entre esa maestra dispuesta a cumplir con su misión y algunas de las diversas alternativas de la existencia de Sarmiento, que pasan por su labor de minero, de despachante de almacén, de escritor, de periodista, de sus encuentros con Facundo Quiroga y de su exilio. Rodada íntegramente en San Juan y en San Luis con actores de esas provincias, el film va decayendo en su ritmo hasta llegar a un final que pretende, discursivamente y de manera bastante ingenua, resaltar la obra de Sarmiento. La vida y la obra de este personaje ya había transitado por la pantalla nacional en 1944 a través de Su mejor alumno , que dirigida por Lucas Demare tuvo en Enrique Muiño a un notable actor que supo darle la necesaria fuerza a la figura del prócer. Aquí, en cambio, todo es demasiado infantil y carente de contenido dramático, a lo que se suma un elenco de baja calidad expresiva. El Sarmiento que encarna Boy Segovia nunca logra su propósito de conmover, a lo que se suman diálogos que pretenden la elocuencia pero que son, en definitiva, trazos casi caricaturescos de la existencia del protagonista.
Un abuelo perdido en la gran ciudad El mal de Alzheimer llegó a la cinematografía internacional con historias que reflejaban el padecimiento de los enfermos y de su entorno familiar. El director español Antonio Mercero volvió a esta temática con un film sobre un matrimonio burgués, sus tres hijos y Ricardo, el abuelo de 80 años que padece ese mal. Para unas vacaciones en San Sebastián, internan al anciano en un geriátrico. Allí deberá adaptarse a las reglas que le imponen su médico y su cuidadora y conocerá a Andrés, un hombre que todavía sueña con sus años juveniles. Ana, la nieta de Ricardo, dejará de lado sus estudios para dedicarse a atender a su abuelo, que desoye las órdenes del establecimiento. Un día decide ir a comprarle un obsequio a su nieta y se pierde. El realizador intentó pintar un cuadro conmovedor en torno de los personajes centrales, pero cayó, a partir de un guión pergeñado con cierto aire antañoso, en el defecto de dejar de lado la pura emoción para insertarse en una historia que transita sin demasiada fuerza en torno al abuelo y su nieta. La muy buena labor de Manuel Alexandre es el punto más alto de esta producción, a lo que debe sumarse el sólido oficio de José Luis López Vázquez. Con más pretensión que sinceridad, el realizador apenas logró algunos momentos de ternura, que no alcanzaron para que el film cumpliese con su misión de mostrar en todo su dolor la problemática de los enfermos de Alzheimer.
Los tiempos duros en el Carlos Pellegrini Documental sobre los desaparecidos de esa escuela Durante la época de la represión en nuestro país, la escuela Carlos Pellegrini fue objeto de la mira de quienes estaban usando la fuerza más brutal para terminar con quienes se oponían a sus siniestros designios. De manera documental, los realizadores Pablo Osores, Roberto Testa y Nicolás Wainszelbaum se insertan en la historia secreta de ese establecimiento escolar del que, desde 1975 y hasta el retorno de la democracia, desaparecieron muchos alumnos. El relato intenta recuperar las historias de Rubén Benchoám, Mauricio Weinstein y Juan Carlos Mártire, que estaban cursando sus estudios en el Carlos Pellegrini y debieron sufrir las consecuencias del terrorismo de Estado. A través de los testimonios de sus compañeros, se deja traslucir que tanto ellos como muchos otros comenzaron a militar en la política, posiblemente más por entusiasmo juvenil que por verdaderos ideales. Los realizadores no prestaron ningún nuevo aspecto a este documental que recorre, a veces bastante morosamente, los ideales de algunos alumnos del Carlos Pellegrini a través de las voces de quienes conocieron a los protagonistas y de films caseros que muestran a esos jóvenes en los momentos más felices de sus vidas. Este documental, que llega a las pantallas comerciales con siete años de retraso, no aporta nada nuevo a una temática tan amplia como la de las historias que devinieron de la dictadura militar, aunque aquí el enfoque sea a través de los alumnos del Pellegrini. Entre tantas palabras, confesiones y recuerdos surge del film el tema "Crisantemo", compuesto e interpretado por Luis Alberto Spinetta y Rafael Arcaute, que tiende un manto poético a ese cúmulo de trágicas historias.
Un thriller nacional de lograda factura Gloria es una actriz ya casi olvidada que, en su juventud, conquistó a los espectadores cinematográficos con su exuberante físico y su gran talento. Ahora sólo le quedan agrios recuerdos y la proximidad de su inminente muerte. Frente a este triste destino, decide trasladarse hasta su terruño natal para enfrentar un error de juventud. Allí, en esa extensión de pampa y de soledad, procurará reunirse con su familia, y para recorrer esos caminos polvorientos contratará a Roberto, aparente dueño de un auto de remise, aunque es verdad es un asesino a sueldo en conflicto con su profesión y agobiado por deudas de juego. El director Juan José Jusid logró aquí imponer su gran experiencia profesional y así pudo dotar al film (cercano al cine negro norteamericano) de ese ámbito en el que sus personajes sufren los desgarros que les impone un destino del cual no pueden evadirse. Un elenco sin fisuras apoyó la historia: Isabel Sarli consiguió imponer la necesaria cuota de dolor a su personaje, en tanto que Luis Luque se destacó netamente como ese frío asesino dispuesto a todo por salvar a esa mujer en decadencia. El trabajo de Nicolás Repetto logró muy acertadamente componer a un policía corrupto, en tanto que Isabelita Sarli mostró, en sus breves apariciones, que puede tener un futuro promisorio en la pantalla grande. La fotografía y la música, por su parte, fueron otros sólidos rubros para convertir a Mis días con Gloria en un film de indudable factura dramática lograda a través de un género poco aprovechado por la cinematografía local.
Una comedia kitsch sobre la codicia humana La condesa rusa Ivana Malova llega a la Argentina con una idea que cree original: criar chivos de Angora en un pedazo de tierra bautizado como Campo Cerezo. Allí viven doña Juana y su nieta Nucha, que acaba de salir de la cárcel con libertad condicional por haber participado en el robo de las cajas de seguridad de un banco, botín que nunca fue hallado. La condesa tratará, por medios lícitos e ilícitos, de apoderarse de Campo Cerezo y, con un extravagante modisto, esboza un plan para lograrlo. Dinero no le falta, pero doña Juana se opone terminantemente a ese negocio, ya que el lugar perteneció desde siempre a sus ancestros. Mientras esa dama distinguida tiende sus redes y avanza en su propósito de quedarse con Campo Cerezo, Nucha descubre que en esas tierras están enterradas las joyas que la policía nunca pudo encontrar. Comenzará entonces para estos personajes una serie de disparatadas situaciones, a las que no está ajeno un vidente del pueblo, y así la historia transita, entre la comedia kitsch y cierto aire misterioso, por una encrucijada que, finalmente, tendrá un inesperado final. En medio de esta anécdota desfilan una serie de personajes que convierten a la historia en una entretenida madeja a la que no le falta humor, cierta ironía y algunas situaciones que permiten la más complaciente sonrisa. La directora Patricia Martín García supo llevar con habilidad estos enredos que le brindaba el original guión de Elsa Ramos, y así el film logra su propósito de entretener por el camino del absurdo. El elenco apoya con seguridad el relato. Tanto la labor de Marta Bianchi en la piel de la condesa que se empecina en hacer suyo Campo Cerezo, como las actuaciones de Ana Yovino, Ana María Castel y Mónica Galán en un papel caricaturesco cumplen con entusiasmo sus respectivas partes, en tanto que la fotografía de Carlos Torlaschi y la música de Marcus Bombelli apoyaron esta comedia farsesca que, sin grandes pretensiones, cumple con su misión de divertir.
Gaturro, una estrella de la televisión En la primera película argentina en 3D, el conocido personaje de Nik hace de todo por conquistar a Agatha Gaturro, esa mascota familiera y hogareña que hace las delicias de chicos y grandes, llegó ahora a la pantalla en 3 D para convertir esos trazos que Nik supo otorgar a ese felino de grandes mofletes y ojos pícaros a través de su hábil lápiz y de su indudable talento para describir aspectos del micromundo argentino, en un entretenido film. Aquí Gaturro trata de conquistar el corazón de Agatha, la gatita que transita por los techos mostrando su belleza y siendo admirada y deseada por todos. Sin esperanza alguna, el pobre gato buscará transformarse en alguien famoso, imbatible y valiente, para lograr que Agatha se fije en él; aunque ella, desde lo más profundo de su ser, sienta amor por Gaturro. Con el apoyo de sus amigos del barrio este personaje se convertirá, de pronto, en una estrella de la televisión al tener que reemplazar a un exitoso felino que permanentemente logra el suceso del público y que, por su fastuosa personalidad, queda fuera de los ojos de la cámara. ¿Cómo reemplazar a este astro que despierta tanta admiración? Pues allí está el travieso Gaturro que, en pos de conquistar el corazón de Agatha, ocupará ese lugar. Sin embargo esto produce un efecto indeseado al alejarlo de su vida cotidiana. La intervención televisiva se convierte en una serie de aventuras y desventuras en las que sus compañeros y su nuevo amigo, Rat Pitt, una rata inquieta y sagaz, lo ayudarán a descubrir el camino de vuelta a casa y un final feliz para él y para Agatha, celosa ahora de Gaturro y de las admiradoras que lo pretenden. Gaturro salta a la pantalla grande sobre la base de un sólido, divertido y entretenido guión en el que sus autores supieron adaptar las andanzas del personaje a una historia que tendrá ecos más que favorables en niños y mayores. Con una perfecta técnica de 3D (es el primer film nacional que se rodó mediante este sostén), con unos coloridos dibujos que encandilan tanto por sus primeros planos como por los alejados, el film logra atraer desde el principio al fin.
Una verdadera historia de amor argentina Juan Pablo Roubió analiza el fanatismo por el fútbol El fútbol es, se sabe, una de las más grandes pasiones de los argentinos. ¿Pero cuál es el origen de la identidad de ese deporte en la Argentina y qué elementos socioculturales la definen? Esta pregunta sirvió de base al director y coguionista Pablo Roubió para rodar este documental que transita por todos los elementos que componen el marco de las fiestas futboleras. Con indudable maestría, el realizador se detuvo en observar las historias de River Plate y de Boca Juniors desde sus inicios hasta nuestros días, recurrió a periodistas -entre ellos Alejandro Fabbri y Víctor Hugo Morales-, a jugadores como Diego Buonanotte y Martín Palermo, y, a esos hinchas fanáticos que siempre están dispuestos a la discusión más acalorada. Identidad nacional Roubió se preguntó, también, si esos clubes representan la verdadera identidad de nuestro fútbol o lo han modificado todo, obligándolos a volver al barrio o al club social, y así hallar esa celebración que distingue a ese deporte del resto del mundo. Con una cámara inquieta el realizador trazó un emotivo y por momentos melancólico relato de los grandes clubes que hoy ocupan las principales noticias de los medios de difusión y de aquellos otros que la memoria ya ha borrado. Transitan también por la pantalla la pasión de las mujeres por integrarse a los equipos o la felicidad de los niños cuando son convocados por las divisiones inferiores para integrar sus filas. Nada ha quedado fuera de la mirada de Roubió para recorrer la historia de nuestro fútbol. Y, casi como un guiño, intercaló en su documental escenas del film El hincha , en el que aparece, como un apasionado por su cuadro, el inolvidable Enrique Santos Discépolo. Ver este film es, sin duda, echar una mirada al pasado y descubrir el hoy de ese deporte que, mucho más allá de la violencia, se convirtió en una de las mayores emociones de miles de hombres y de mujeres siempre dispuestos a poner el hombro, sus gritos y su neurosis en pos de los equipos de su preferencia.