La música une. Hace poco descubrí esta propuesta y me puse al día de inmediato. Se trata de una coproducción entre Estados Unidos y China, que da inicio a la historia de Bodi, un perro mastín que vive en una aldea junto a su padre cuidando ovejas de los lobos, pero que él no quiere eso para su vida, sino dedicarse a la música. Nada nuevo hasta acá, tampoco tiene una animación a la altura de las grandes como DreamWorks o Pixar, pero vale la pena ver y eso es lo que suma. Cada entrega resulta ser entretenida, presentándonos al personaje titular para contarnos en una secuela el ascenso a la fama y lo que eso significa. Ahora, con una tercera entrega, tenemos una crítica sobre la cantidad de certámenes de música que plagaron la pantalla chica, las incontables adaptaciones de The voice, American Idol y unos cuantos más, que a decir verdad jamás los encontré atractivos y eso me atrajo al proyecto, porque se encarga de dejarlos malparados. Bodi es invitado a formar parte de uno de estos certámenes, esta vez como un jurado/coach para una banda titulada K9, cuyas integrantes son malísimas cantando pero tienen potencial (ponele). A su vez hay una subtrama bastante molesta sobre lobos y ovejas, que no aporta casi nada. Pero si vamos al certamen, esto sí es una buena crítica sobre cómo los programas estos por un punto de rating son capaces de humillar y generar discusiones entre jurados y participantes, algo que se resuelve de una manera bastante orgánica. Después de todo, como ruega la película, la música une y no debe dividir. Así como un perro, se mantiene fiel a sus principios. Rock dog 3, recupera la magia de la primera entrega que se había perdido en la segunda, por lo que va a resultar ser entretenida.
La redención de Colin Farrell. Dirigida por Martin McDonagh, la historia transcurre en la década del ’20 y está ambientada en una isla de Irlanda donde se narra cómo pega un giro la amistad entre Pádriac (Colin Farrell) y Colm (Brendan Gleeson) cuando este último quiere cortar todo lazo con su viejo amigo sin razón alguna. Algo que Pádriac no termina de entender, buscando que su viejo compinche recapacite, lo que lleva a una serie de situaciones que se vuelven cada vez más oscuras para los involucrados. El filme es la tercera colaboración de Farrell con McDonagh luego de haberse conocido en Escondidos en Brujas (2008) y repetir fórmula en Sie7e psicópatas (2012). A la distancia, el director fue lo mejor que le pasó a Colin Farrell: aún sin ser un realizador prolífico, siempre lo convocó para trabajar en proyectos que dejaron muy bien parado al actor de Miami Vice (2006). Hoy día las cosas son muy favorables para él pero recordemos que tuvo una época de cosechar escándalos en su vida personal, seguramente producto de sus adicciones, algo que también empañó el desempeño de su carrera. Protegido por este director, Farrell fue construyendo un perfil mucho más multifacético alejándose de roles de chico malo que en el pasado le habían traído más desgracias que buenas experiencias. Así fue como reconstruyó su carrera en estos años, trabajando con directores como Sofia Coppola, Woody Allen, Yorgos Lanthimos, Tim Burton o Matt Reeves, para citar algunos ejemplos. Los espíritus de la isla es el resultado de esa vasta experiencia acumulada, que vemos en su composición de Pádriac, un personaje melancólico que sólo busca saber por qué su amigo quiere dejar de serlo. El hombre es tenaz en su insistencia de querer reanudar su amistad, pero también queriéndose un poco él mismo y permitiéndose enojarse. Sin dudas, vemos diferentes capas del sereno Pádriac, que no por nada en la próxima entrega de la Academia de Hollywood Farrell podría llevarse el galardón al Mejor Actor. Más allá de Farrell, tenemos también a Brendan Gleeson, compañero de set en Escondidos en Brujas, con quien forja una buena química cada vez que interactúan en este nuevo filme, aunque debo decir que las motivaciones son un tanto exageradas, que me pareció lo más débil del filme. En tanto los personajes de Dominic (Barry Keogan) y Siobhán (Kerry Condon) tienen memorables aportes y dejan aún más en evidencia lo solo que esta Colm en comparación con Pádriac. Una historia de amistad que vale la pena ver.
La última carta de DreamWorks. Algo que debo decir de este año que se fue es que, pese a que contamos con grandes estrenos, también tuvimos perdedores notorios, como suele pasar, pero nada se compara con el año nefasto que padeció la animación en sí. Los estrenos que surgieron apenas si aportaron una mínima pizca de creatividad y, centrándonos en los grandes estudios, sólo unos pocos no pasaron desapercibidos. Una suerte que pareció cambiar con Pinocho de Guillermo del Toro a la que se suma ahora la secuela del Gato con botas (2011). Ese personaje, que resultó ser una de las mejores adiciones de Shrek 2, nos impactó con la gran interpretación de Antonio Banderas, tanto en inglés como en español, así como su consecuencia lógica: el Gato tuvo una serie propia y el filme homónimo dirigido por Chris Miller. Un suceso que ni Burro pudo haber soñado. Gato con botas, en cambio, es un personaje que derrocha carisma, donde Banderas le añadió elementos propios del Zorro, aunque jugando con la naturaleza “traicionera” de los gatos, dando una original combinación. En esta nueva entrega, el Gato se entera que se le terminaron sus nueve vidas, por lo que sale en búsqueda de una estrella del deseo para recuperarlas. Como suele pasar cuando hay un objeto de enorme poder, en manos equivocadas esto podría convertirse en un auténtico caos. Con el regreso de Kitty Patita suave, con la voz de Salma Hayek, y Perro, un nuevo personaje, ambos se unen al Gato para la búsqueda de la estrella, pero también deben lidiar con Ricitos de oro y los tres osos que son cazarecompensas, enviados por Jack Horner que quiere acabar con toda la magia existente. Más allá del villano olvidable, tenemos en compensación una nueva capa del Gato con botas, inexplorada, que acá nos da una pequeña dosis de emotividad. No sólo del lado de los héroes tenemos esa veta, sino también del lado antagónico: Ricitos de oro (con un marcado acento argentino por Julieta Nair Calvo en la versión doblada) nos regala uno de los momentos más emotivos pese a no prodigarse en demasía. Con grandes escenas de acción y un Gato más vulnerable, que filme a filme va evolucionando, el filme nos augura un presunto renacimiento (algo que pareció hacer Pixar con Lightyear pero se estrelló en el camino) de DreamWorks, que va sacarlos de aquella crisis creativa que viven desde hace años. Gato con botas: El último deseo marca el inicio de un 2023 más prometedor, al menos en el campo animado.
La idiotez se paga cara. Tiburón (1975) de Steven Spielberg, además del suceso enorme que significó para la industria del cine, nos brindó un clásico imperecedero con secuencias enteras que fueron ultra citadas/utilizadas/homenajeadas en todo tipo de expresiones de la cultura popular. Su éxito dio lugar a numerosas imitaciones que buscaban replicar, aunque sea una mínima porción de esas pingües ganancias, enfocándose en parodias y el género de terror. A diferencia de muchos íconos del horror, los tiburones son animales reales por lo que la explotación de su imagen ha generado la queja de oceanógrafos y proteccionistas por la desmesura con la que suelen ser representados. Esta pelea, mucho me temo, está perdida desde que Spielberg aterrorizó a su audiencia hace ya casi 50 años. Mar de sangre se suma a esta ola de películas que tienen a tiburones como eje central a través de una historia slasher con la que cuesta sintonizar debido a unos personajes por demás repelentes. Para la ocasión tenemos a un par de idiotas que van a pasar la noche en una playa, escabiar un poco y hacerse los guapos al agarrar unas motos de agua cruzando los límites establecidos para tal fin. El problema se agrava cuando estando bajo los efectos del alcohol empiezan a “jugar” chocándose las motos y por su propia negligencia quedan varados a un par de km de la orilla, con sólo un celular (que se convierte en un personaje más) y una moto de agua para intentar ser rescatados. Los planos del tiburón son buenos, dan miedo desde el vamos y harán dudar de volver a entrar al mar a los espectadores más sugestionables. Sin embargo, todo se viene a pique cuando el tiburón acecha, con efectos que atrasan como 20 años: con un CGI tan avanzado como tenemos hoy, la película pierde seriedad y da un poco de vergüenza ajena. Con sus fallas y personajes idiotas, la película es breve y pasa rápido. A no engañarse, es una más del montón sólo destinada a los acérrimos fanáticos de este particular subgénero que a esta altura se siente más identificado con el cine clase Z o trash.
Top Gun real. Basada en el libro de Adam Makos “Devotion: An Epic Story of Heroism, Friendship, and Sacrifice”, este filme de J.D. Dillard (que en 2019 realizara la discreta Sweetheart para la productora Blumhouse) nos relata la travesía de Jesse Brown y Tom Hudner, dos pilotos que fueron condecorados por las Fuerzas Armadas de EE.UU. durante la Guerra de Corea. Todo un reconocimiento, en particular para el primero ya que se trató del primer aviador naval afroamericano en la historia de ese país. Con Jonathan Majors y Glenn Powell, a quien vimos en Top Gun: Maverick (2022) en el rol del canchero piloto Hangman, estamos ante una biopic bélica donde las secuencias de acción nos hacen olvidar que estamos viendo un filme. Más bien parece un documental en el que los protagonistas le ponen cuerpo y alma a la hora de interpretar a los pilotos donde tenemos por detrás un excelente trabajo de los intérpretes que realmente parecieron haber hecho la tarea. Usualmente no soy fanático de los filmes del género bélico, pero esta es una excepción que vale la pena descubrir: la vi esperando otra cosa y en cambio me asombró por completo. Joe Jonas, actor y cantante de los Jonas Brothers, es otro que participa en el filme y su labor es correcta. Lo compararía con Justin Timberlake, es de esos intérpretes que vienen de otro palo aunque en su defensa puedo asegurar que te olvidás que lo son al momento de verlos frente a una cámara. Jonathan Majors es uno de los actores más prometedores y va a tener mucho trabajo por delante por parte de Marvel. Definitivamente por poco tiene un mejor desempeño que Glenn Powell, quien parece haber aprovechado lo aprendido con Tom Cruise en Top Gun: Maverick.
Las excusas no se filman. Esta es una película de factura reciente que pasó casi por completo desapercibida, aunque detrás del proyecto se encuentre ni más ni menos que Russell “Gladiador” Crowe. Analizando el caso, ¿vamos a valorar el mérito del neozelandés de haber escrito, dirigido y protagonizado este filme? Veamos… La famosa frase “quien mucho abarca, poco aprieta” acá se cumple completamente. Crowe es un actor de enorme talla que se le puede perdonar cualquier cosa, pero este no parece ser su año. No sólo lo vimos en la nefasta Thor: Amor y trueno, en la que tuvo una aparición para el olvido, sino también en este filme que, dicho sea de paso, es una historia que hizo con colegas amigos para salvar el trabajo grupal de un proyecto ajeno malogrado. Una buena acción de su parte que desde luego no asegura de ningún modo la calidad artística de un producto por demás indeciso en sus intenciones. Ahora, y esto hay que decirlo, la trama es lo más flojo porque si bien tenemos a un ludópata que promete a otros amigos ganar cantidades inimaginables de dinero a cambio de revelar oscuros secretos, la película toma rumbos diferentes donde parece confirmarse que todo se hizo sobre la marcha, sin un guion terminado. Seguramente se buscó salvarlo en la edición, pero la post producción no siempre obra milagros. ¿El resultado? Un filme que más allá de la excelente camaradería instalada en el rodaje no peca de volverse confusa a la hora de verla, donde la historia se va disparando para diferentes direcciones que, en definitiva, no conducen a nada. Una pena porque el tráiler prometía, incluso con algunos planos muy bien compuestos, pero a la hora de ver el filme el juego cambia por completo. En tiempos donde cuesta acudir al cine con la multiplicidad de opciones que despliegan las plataformas de streaming, Juego perfecto está lejos de ser una tentación para el espectador promedio. Dura una hora y media que se vuelve eterna y no lo salva ni siquiera un elenco integrado por caras conocidas como Liam Hemsworth, la española Elsa Pataky y el multifacético RZA que por lo visto estaba en deuda con Russell luego de que éste colaborara con su debut como director en El hombre con los puños de hierro (2012).
Humor negro a la carta. Anya Taylor-Joy, Nicholas Hoult y Ralph Fiennes protagonizan esta propuesta gastronómica dirigida por Mike Mylod, director con gran experiencia en TV con series como Succession o Entourage, para dar un par de ejemplos. ¿La trama? Margot (Taylor-Joy) y Tyler (Hoult) son una pareja joven que viaja a un exclusivo restorán ubicado en una remota isla, donde los espera el célebre chef Julian Slowik (Fiennes) quien los sorprenderá con sus platos. Desde el vamos, si algo nos enseñó el cine es que cualquier lugar ubicado en una isla remota rara vez es lo que parece… The Menu no es la excepción. La historia conforme avanza nos introduce en el peculiar universo de este restaurante donde a la hora de mostrar los platos parecen planos calcados de Master chef. Pero no todo es comida y ostentación sino también que el resto de los comensales de este lugar exclusivo y costoso representa una crítica hacia ese público demandante que se cree cool por comer determinado platillo. Sin embargo, extrañamente estos elementos no me desagradaron: esa mezcla de thriller, horror y comedia funciona, aunque también al igual que aquellos platos refinados no es para captar masas. La comedia es un ingrediente que en exceso puede opacar a los otros géneros. ¿Por qué? Simple: descontractura y saca de eje una situación que en teoría es seria y por momentos -aunque sé que es premeditado -puede resultar molesto, llegando a diluir la empatía con los personajes. Anya Taylor-Joy representa al público promedio, lejos de las excentricidades y con una mayor simpleza que desafía al chef de Fiennes. Existe una gran química entre ambos, que me borró por completo la sensación/prejuicio de “¿acaso Hollywood no tiene otras actrices además de Anya Taylor-Joy?” En definitiva, como dije antes, si bien la comedia es buena en exceso puede generar situaciones inverosímiles. Si el filme buscaba empatizar a partir de este ingrediente, el resultado es el equivalente a una cata en lugar de la experiencia de estar en el propio restorán. Aun así, The Menu es una sorpresiva propuesta que deja con ganas de más.
Rememorando Rusia 2018. Antes del actual Mundial de Qatar tuvimos el de Rusia en 2018 y una empresa famosa de televisores, Noblex, tuvo la genialidad de una propuesta que pudo haberlos llevado a la quiebra: prometía devolverles la plata a aquellos que compraran su televisor si Argentina no clasificaba para aquel mundial. Una idea que jugaba con las probabilidades y que mientras la empresa apostaba a que el equipo ganara, el público tenía sensaciones ambiguas, entre que gane su selección o que pierda y tener de premio consuelo un televisor. Con Ariel Winograd en la dirección y protagonizada por Leonardo Sbaraglia, tenemos un gran equipo para esta comedia, que completan Cecilia Dopazo, Carla Peterson, Luis Luque y Marina Belatti. Basada en el libro “El gerente de Noblex”, Leo Sbaraglia es Alvaro, un jefe de marketing que está encerrado en la rutina y para evitar su despido y fin de carrera tira esta idea descabellada cual manotazo de ahogado. Ariel Winograd es un as de la comedia argentina, con proyectos como El robo del siglo, Mamá se fue de viaje y Hoy se arregla el mundo, esta última también con Sbaraglia como protagonista. Es un artista que tiene la habilidad de jugar tanto con el humor como con la emotividad. Si bien cuando vi el filme, tuve un breve déjà vu del personaje de Sbaraglia por su participación en Otros pecados, se me borró cuando empezó a desarrollarse la historia. Detrás de la idea de Álvaro, tenemos a un hombre entrando en mediana edad, viéndose como inservible que vive en un ambiente cada vez más competitivo. En resumen, un reflejo a la realidad del país. Pero también tenemos una atmosfera de alegría sobre lo que transmite el Mundial de FIFA, como un país (no voy a entrar en cuestiones políticas) que pasa por numerosas crisis y que todos tienen sus problemas, mantienen su patriotismo en este evento deportivo sin precedentes. El gerente es un filme emotivo, entretenido que vale la pena disfrutar en este periodo, donde la fiebre mundialista está a flor de piel.
El todoterreno Christian Bale. David O. Russell/Christian Bale fueron una buena dupla de director/actor en dos oportunidades, con películas como El ganador y Escándalo americano la expectativa era demasiado alta dado los precedentes de sus filmes previos. ¿La historia? Ambientada en los años 30, tres amigos que se conocían desde la Primera Guerra Mundial se ven involucrados en un asesinato que no cometieron lo que los conduce a resolver el misterio si no quieren ser los próximos en caer. Christian Bale, Margot Robbie y John David Washington exhiben una química encomiable y funcionan muy bien como trío. Destaco a Bale, que al menos borra por completo el destrato que tuvo en Thor: Amor y trueno, mientras que la intervención de Robbie no me molestó en lo absoluto pese a que en los últimos años aparece hasta en la sopa. Y con Washington completando el triángulo protagónico tenemos una gran mezcla de géneros: misterio, historia y comedia. Aunque el género de misterio nunca deja de ser atrapante (con reminiscencias del universo de Agatha Chistie), mi principal objeción es que el filme se toma su tiempo para presentar el conflicto inicial, lo cual remonta a la hora de poner a sus protagonistas manos a la obra. Dentro del reparto tenemos también las apariciones de Chris Rock, Zoe Zaldana, Anya Taylor-Joy, Raimi Malek, Taylor Swift y Robert De Niro (presente en otros filmes de Russell como El lado luminoso de la vida y Joy: el nombre del éxito), cuyas participaciones denotan un gran manejo del director para integrarlos a la trama en su justa dosis. Otro detalle destacable es la ambientación de la época en la que transcurre la película, que ayuda a equilibrar el género de comedia y darle un tanto de seriedad en el conflicto que aborda desde el vamos. En conclusión, tenemos un gran reparto coral con buenas interacciones, a un Christian Bale bien aprovechado y una historia atrapante, pero también como dije antes la duración es un foco de conflicto. Con 15 minutos menos el resultado final sería todavía más positivo. Ámsterdam es entretenida, sin pretensiones a un Oscar (algo que contrasta con los filmes previos) que deja en evidencia que de no ser por su reparto, tendríamos una historia más que genérica.
Imágenes paganas. Los Woods son una familia tipo que se mudan a una mansión a empezar de cero, el problema comienza cuando en su nuevo hogar la hija del matrimonio desaparece. ¿Previsible? Si, bastante, si bien no tenemos una premisa relativamente nueva sí tenemos un relato que parecía ser escrito por un principiante donde en los primeros minutos aparece el conflicto general entre esa familia hasta llegar al conflicto global que los va a ayudar a unirse como tal. Si algo que me atrapó fue la presencia de entidades paganas que no es habitual verlas en el género y es un soplo de aire fresco, pero después no es más de lo que hayamos visto antes. Reconozco que el filme es ameno, tenemos personajes femeninos fuertes que en los tiempos que corren parece ser el estandarte (aunque en el género tenemos grandes antecedentes donde no tenían que rendirle cuentas a ningún público en particular). Hay una dosis justa de acción y suspenso, pero a la hora de analizarla ahí falla bastante con algunos traspiés en el guión pero… ¿qué filme no lo tiene? Aun así, The cellar o Escalera al infierno tiene la duración justa que para poner de fondo o matar el tiempo no viene mal.