Conocer la vida duele Polonia, en los años sesenta. Todo es gris, tormentoso, triste y desolado. Sus personajes, también. Aquí se cuenta el acercamiento a la realidad de una muchacha huérfana criada en un convento y a punto de tomar los hábitos. Una tía lejana quiere conocerla. Ida viaja y se encuentran. La tía, una jueza prueblerina, borrachita y casi promiscua, le contara que la muchacha es judía y que sus padres y su hermano fueron asesinados durante el nazismo. Esa revelación enseñará a Ida a desandar el camino, preguntarse sobre su futuro, aprender a dudar y probar el sabor de la realidad. Mientras, va conociendo su pasado, desenterrando todo y aprender a sepultar el ayer para empezar otra vez. Film seco, austero, silencioso, que recuerda la rigurosa caligrafía de Bresson y que se torna monótono y a veces lánguido, pero que entre sus susurros nos habla del mandato religioso, de la fe, de los años tristes de la Polonia comunista, de los delatores y de los cómplices vecinos y de cómo la guerra saca a la superficie lo peor de todos. Ida y la tía se van conociendo y se van comprendiendo. La desaparición de una apresura el deseo de la otra de inmolarse en el convento. No hay amor. Todo es sospecha, delación, malos recuerdos. “Ida” es una película desapacible, sin salida, con mucha soledad, mustia y desesperanzada. No hay una sonrisa ni un minuto de dicha. La realización es sobria pero convencional. Ida aprenderá que hasta en el convento se vive mejor que en esos pueblos afligidos.
AMORES DECORATIVOS Ambientada los turbulentos acontecimientos históricos entre el Golpe de Estado de 1966 y la Guerra de Malvinas en el 82, una joven es mágicamente transportada al futuro donde descubrirá la verdadera esencia de su flojo presente. Además, la excursión le permitirá saldar una vieja cuenta con un amor que había quedado injustamente allá atrás. Melodrama vacío y lujoso, repleto de personajes que ni llegan a ser extravagantes. Eugenio Zanetti es un consagrado decorador. Y se nota. El film es puro adorno y en ese juego no se distingue entre el drama, la reconstrucción, el amor y el juego con el tiempo. La historia entra por la ventana. Todo es forzado. Entre gasas, lindos atardeceres, imaginaciones, personajes imposibles, diálogos artificiosos y bellos planos fotográficos transcurre la historia de esta Amapola que tuvo que viajar de apuro al futuro para salvar un novio que se había ido a pique.
LA FAMILIA UNITA Esta comedia arranca mal y por suerte, cuando deja a un lado las toscas payasadas, mejora. Tiene una buena pareja, Drew Barrymore y Adan Sandler (ella siempre mejor), viejos conocidos que aquí vuelven a lo suyo. Tras una primera cita ciegas que termina de la peor manera (groserías, vómitos, desplantes) la casualidad los volverá a juntar. Y nada menos que en Africa. Ella es divorciada y tiene dos varones; él es viudo y con tres hijas. Cada uno tiene lo suyo (para la comedia americana los chicos son invariablemente raritos), pero de poco los melones se irán acomodando. El filme defenderá el amor y las buenas perspectivas de las familias mezcladas bajo el envoltorio amable de una comedia hogareña. El avance dejaba ver una cosa medio farsesca con dos familias mal ensambladas viviendo situaciones extremas. Por suerte lo gracioso (lo peor) cede su lugar y en Africa todo mejora, entre otras cosas porque el paisaje y el hotel aportan lo suyo y porque en el resort hay un grupo musical muy pintoresco. No es gran cosa pero no hay más que esto. Está Africa y algunos chistes sueltos, la simpatía de Drew Barrymore y la cara de nada de Sandler, entregándonos otra vez un inmaduro medio insoportable.
Las brujas se reciclan Las brujas ya no son lo que eran. Disney, que se ha propuesto releer a los clásicos de la literatura infantil, largó una campaña para reciclar villanos. Aquí estamos ante una nueva versión de La Bella Durmiente, aunque esta vez la protagonista es Maléfica, bruja malvada que al final es nada más que la víctima de un rey nefasto, implacable y trepador. Está la Bella Durmiente y el bosque, está la alegoría de esa sangre que nos avisa que la niña se hizo mujer, y está –infaltable mensaje de estos días- la moraleja ecológica de confrontar naturaleza y palacios. Pero lo nuevo es que la bruja, Maléfica, no es mala, al contrario. Ella era una hermosa muchacha, romántica y soñadora, que regenteaba con mano suave un bosque lleno de flores y animalitos simpáticos, pero un tramposo cazador que soñaba con el trono le cortó las alas y partir de esa desilusión se volvió amargada, descreída y vengativa. El filme gira sobre ellas, las mujeres. No sólo deja dejan mal parados a todos los hombres (el rey es de terror y el galancito, un pusilánime) sino que ante la falta de príncipes presentables, ellas se encargarán de tramitar invasión, conquista, venganza y hasta el beso salvador. Es un buen espectáculo, con un libro bien ajustado que no se distrae con subtemas y con algunos personajes secundarios rendidores (las tres hadas cuidadoras; el cazador cuervo) y una historia que mantiene el interés. Pero lo mejor es Angelina Jolie, intensa y filosa, una enamorada engañada que con su mirada es capaz de decirlo todo.
PELEAS REALES Buen documental. Está hecho con material que Juan Pablo Cadaveira fue reuniendo con mucha paciencia. Nos trae el comienzo de la carrera de este argentino que se dio a conocer cuando estaba a la puerta de la gloria. El núcleo central es la pelea con Chávez Jr. Pero también valen sus alrededores: la familia, sus amigos, la preparación, el paso por TV, los festejos. El filme subraya como hazaña la consagración de un boxeador que tuvo que enfrentar contrincantes de peso: la pobreza del hogar de Quilmes, el ninguneo deportivo, la crisis del 2001 que lo obligó a marcharse Europa, su tenacidad a prueba de todo, su talento como pugilista de estilo y, al final, su consagración tras doblegar una maraña de arreglos, acomodos, intereses y, además, al ascendente Chávez Jr. Hay buenas imágenes, testimonios valiosos. Vale la pena ver en pantalla grande y bien editado los momentos culminantes de esa pelea. Seguir de cerca lo que pasa en Las Vegas y lo que pasa en su casa de Quilmes. Entrenamientos, entrevistas, preparativos, todo refuerza la potencia de esos momentos únicos: la caminata hacia e l ring, sus nervios, la tensión, los rostros lastimados, las miradas. Interesante trabajo, ahora que faltan pocos días para que Martínez, este campeón demorado, suba otra vez al ring a defender lo que tanto le costó.
Luchas imaginarias y piñas reales Tiene el formato narrativo de los videos juegos y recupera, entre vistosos artificios, una vieja ilusión de los hombres: la de volver atrás en el tiempo para poder cambiar lo que hicimos mal. Reiniciarnos. Eso le pasa al mayor Cage (Cruise), un militar que jamás pisó un campo de batalla y al que mandarán castigado al frente de una guerra que la humanidad viene perdiendo por goleada. Una terrible invasión -¡otra!- nos amenaza. Unos asquerosos extraterrestres avanzan a paso firme sobre la pobre Tierra. Nada los detiene. El mayor Cage, en su primer encontronazo, muere, pero se contamina con sangre forastera y entonces, a partir de ese momento, cada vez que muera, revivirá. Y Cage aprovechara cada resurrección para adelantarse a los hechos y mejorar el futuro. El tema abreva en la ciencia ficción y roza en alguna medida la religión y la filosofía. El filme, liviano y chispeante, nos habla de un héroe forjado contra sí mismo, que pinta al destino como un ejercicio en constante formación y que sabe mezclar lucha, alguna sonrisas y la promesa de un mañana mejor. Buen libro y eficaz resolución. No es oscuro ni confuso, como tantas otras películas sobre raras amenazas y raros salvadores. No es larga, no explica demasiado, es llevadera, los efectos especiales ayudan y Tom Cruise demuestra otra vez que elige muy bien a esos antihéroes a quienes la casualidad y el destino los transforman y los redimen. Volver para reiniciar. Hacer como las computadoras y los juegos. Conseguir vidas de repuesto para rehacer lo que anduvo mal. Ese es el viejo sueño de una humanidad sin borrador que jamás tendrá la chance recomenzar. Al final, Cage perderá su inmortalidad, aunque podrá empezar a disfrutar de una nueva vida, sin resurrección a la vista, pero sin extraterrestres y con una linda rubia.
VOLAR EN BICI El objetivo es pasar lista la mala vida de las mujeres en Arabia Saudita. El filme se vale de una nena de 10 años para desnudar las prohibiciones a las que el integrismo islámico somete a las chicas desde la mismísima escuela. La nena no puede ni andar en bicicleta, pero tampoco la madre no puede trabajar y deberá aceptar la poligamia y una nueva esposa de su marido. Todo es tapado. Todo es de negro, todo huele a polvo y miedo. El film evale porque lo hizo una artista de allí, atrevida y corajuda, que se anima a poner un ladrillo en la infranqueable pared de un sistema injusto y bárbaro, que oprime y discrimina a sus mujeres. La escuela, el hogar, la calle todo sirve para reflejar los contornos de una tradición y una religión que las margina y las descalifica. Y trae el mensaje esperanzado de que son los chicos, desde sus gustos y sus pequeñas rebeldías, los únicos que se atreven a cuestionar y desafiar el sistema. Desde ese punto de vista el filme importa, aunque su valor artístico no sea tan apreciable. Por supuesto, es algo ingenua y prefiere adoptar un tono de fábula edificante, pero es valiente y creíble y tiene como protagonista a una pícara que impone su frescura entre tantos velos y tantas caras enojadas. Y nos dice que, a veces, con una bici se puede volar bien lejos.
El amor rompe y no paga Lucía y Manuel no se dan cuenta. Pero en la cama, en la cocina y en el trato aparecen esas pequeñas grietas que anuncian tormentas mayores. Ella es arquitecta y él es ingeniero. Sueñan con poder darle un poco de aire libre a un amor que se ha ido contaminando. Y esa mudanza es el símbolo de un deseo que también va cambiando de lugar, porque ella y él, sin imaginarlo, van abriendo otras puertas. En su nueva casa, como en su historia, es más lo que rompen que lo que construyen. Sobran los obstáculos, los inconvenientes, las dudas. Se van gastando la plata y las ganas. La violencia empieza arremetiendo contra las paredes y avanza sobre ellos. Se separan transitoriamente, aunque en las parejas nunca se sabe. El se va a la casa de sus padres y se sube a una moto. Más que avanzar, parece fugarse. Hay un clima de reproches y negaciones, de dudas y silencios. Y hasta la presencia del hijo (¿quién lo lleva?, ¿dónde duerme?) parece sumarse a ese muestrario de contrastes. Berneri, autora de ese interesantísimo “Por tu culpa”, luce esta vez menos concentrada y más reiterativa. Le falta rigor narrativo. Su naturalismo minimalista a veces le juega malas pasadas a una historia que se enrosca sobre sí misma. Pero se trata de una realizadora talentosa, que es capaz de sacarle notas reveladoras a los pequeños detalles, que puede transformar la cotidianeidad en algo perturbador, que maneja con inteligencia el peso de una mirada y de un tono, y que va poniendo sutiles luces de alarmas sobre un amor al que, como a la casa inicial, están por dejarlo abandonado. Celeste Cid le da verdad a su extraviada Lucía, pero Leonardo Sbaraglia está formidable: su Manuel expresa todo el desgaste y todas las dudas con una mirada, un mínimo gesto, como en el plano final, en el casamiento, cuando su cara parece preguntarse todo y no saber nada. Ni lo que pasó ni lo que puede pasar. ¿Se puede rehacer un amor desde sus escombros? Cuando la casa presenta grandes rajaduras, parece que no queda otra que mudarse o romper todo y empezar de nuevo.
Un policial muy enredado Inverosímil y extravagante policial ambientado en la Buenos Aires de mediados de los 80, con mucho glamour de plástico, partidos de polo, coleccionistas de arte, comisarios ingenuos y consumidores y jueces vendidos y sinuosos, una realidad no tan diferente a la de estos días. Asesinan a un homosexual en su buen departamento. Y un inspector de la Federal, con algún entuerto familiar, se encarga del caso, aunque el juez le aconseja no investigar demasiado. Se suma a la pesquisa un agente novato y alrededor de ellos entra y sale un cantante gay y la ayudante del inspector. La ambientación está bien y la presentación del tema, también, pero la realización (Natalia Meta, también guionista) deja muchos cabos sueltos, dirige mal los actores (Hugo Arana y Emilio Disi dan pena) y llena de pistas falsas una trama sin sustancia que revive el viejo juego del cazador cazado. La historia hace agua, se enreda y se complica y encima presenta un par de escenas efectistas (lo del nene con la pistola; la tropilla que galopa por Diagonal Sur; el crimen final) que restan más de lo que suman. Al final, cuando desfilan los títulos, aparecen imágenes nuevas que aportan otra mirada: ¿Qué paso? ¿No entraron en el corte final? ¿Agregan nuevas lecturas? ¿Completan o corrigen? Hasta en el segundo final la autora sigue tocando timbres en busca de nuevos ganchos narrativos.
UN TOUR ESTEREOTIPADO Abril de 1974. Dos periodistas de Radio Suisse Romande son enviados a Portugal. Acompañados por Bob, un técnico al que le falta poco tiempo para jubilarse, y su inseparable Volkswagen. Ellos deberán hacer un informe sobre la ayuda de Suiza a este país, y la realidad de los trabajadores suizos emigrados a esta tierra. Pero cuando llegan, después de algunos tironeos, Portugal vive las primeras horas de la Revolución de los Claveles que destronó la dictadura de Salazar. ¿Cómo se vive la revolución? La respuesta no viene de Lisboa sino de un terceto de personajes suizos (periodistas, técnicos) a los que en la segunda mitad del film se les sumará un joven portugués que habla francés. Un film antiguo, lleno de subrayados, farsesco, tonto, con algunas escenas de la revolución que dan pena, con bailes y travesuras muy gastadas, con personajes que parecen salidos de un sainete crepuscular y una historia pesada y postiza sobre la responsabilidad profesional, el amor libre, los sueños de libertad. Un film que deja mal parado no sólo al buen cine, sino a los portugueses (retratados como unos bobos ingenuos) y a los suizos, caprichosos y sin gracia. Hasta el pobre Gardel cae en la volteada: se escucha un tango y un personaje se lo adjudica al Morocho del Abasto. Tampoco eso es cierto.