Cuadros auténticos y amores falsos “Una falsificación tiene siempre algo verdadero en sí misma”. Esta frase es la esencia de este film rebuscado y presuntuoso, otra muestra del sobrevalorado y sentimentaloide Giusseppe Tornatore (autor de la tramposa “Cinema Paradiso”). Aquí se mueve en torno a esa idea y elige como protagonista a Virgil, un experto tasador de obras de arte, un sibarita misógino y engreído que posee un ojo adiestrado para distinguir lo autentico de lo falso, pero en el arte no en la vida. Elegante, seguro, distante, sólo encuentra abrigo en medio de ese mundo hecho de puras representaciones. Una extraña mujer que se niega a ver la luz del día, lo invita para que tase sus cuadros. Y se enamorará de esa mujer, una copia, un fantasma que pondrá en tela de juicio su sentido de la apreciación. Y será esa falsificación la que le pondrá un poco de incertidumbre y vida a ese corazón vacío y castrado. El film empieza bien. Hay clima, hay intriga y suspenso, pero poco a poco, a medida que se revelan sus secretos, se va deshilachando. El experto al fin aprenderá que a veces –en el arte y en la vida- pueden cautivar más las falsificaciones que los originales. Artificiosa y con personajes secundarios apenas extravagantes, Tornatore nos enseña a desconfiar de los expertos y nos recuerda que el amor está hecho de verdades y de falsificaciones.
UN JUEGO PESADO Otra de magos y de escuelas espectrales, con celadoras implacables y autoritarismo, una fábula con algo de Harry Potter y esa mezcla de encierro y misterio que tiene como centro a un nene lleno de preguntas. Como siempre, lo que da aliento narrativo es el espíritu de búsqueda, un impulso que se alimenta de curiosidad, deseos y atrevimiento. Pero el film no atrapa. Es muy oscuro para los chicos y muy inocente para los grandes. Las novelas de Pablo de Santis se apoyan en historias muy bien aceitadas. Y aquí orilla lo fantástico sin decidirse a ir más allá de la agradable impostura. Es lujosa y cuidada y apunta al mercado extranjero y a una franja etaria muy consumidora. Pero se queda a mitad de camino. Le falta ritmo, ocurrencias, impacto, más vivacidad y más sorpresas. Ni da miedo ni da risa. Se demora más de la cuenta y algunos saltos narrativos le agrega distracciones a un producto discreto que está allí, con algo de ingenio y poca fantasía. En resumen, juegos sin gracia en la República de los Niños.
REMAKE OLVIDABLE Sádica y burda remake de un sobrevalorado film de culto inspirado en un comic. Es una de esas revisiones inútiles que no le agrega nada al original, al contrario. Poco para decir sobre esta explosión desmesurada y vulgar de violencia, tonta y chocante, que cuenta la historia demencial de un hombre que ha sido encerrado durante veinte años. Y no sabe por qué y por quién. Y encima durante ese terrible cautiverio se enterará por TV que su mujer ha sido asesinada y que él es el único culpable de ese crimen atroz. Si el planteo inicial ofrece algún interés por los trazos casi kafkianos de su propuesta, con el correr de los minutos toda esperanza se esfuma. Imaginación, culpa y venganza dan vueltas alrededor de este film recargado de falsa ferocidad que a veces estremece, a veces hace reír y siempre pesa.
Comida para el alma Cuenta una historia romántica en la populosa Bombay, hoy Mumbai. Como allí las distancias son muy grandes, las amas de casa envían el almuerzo a sus maridos a través de un sistema de transporte. Pero un día la compañía comete un error y le entrega la comida a otro marido. La vianda va acompañada de una nota y a partir de ese momento ese empleado y esa ama de casa empiezan a acercarse. Primero, por curiosidad después porque están muy solos. El es Saajan, viudo, triste y a punto de jubilarse; ella es Ila, casada con un hombre aburrido y distante. Los dos son seres abandonados. Así, mientras la Mumbai impone su ruidoso desorden, las pequeñas vidas de estos cálidos personajes se van armando entre esos paquetitos que traen y llevan algo más que alimentos. La comida juega un papel alegórico en medio de esas vidas que han perdido sus sabores y que sueñan con salvarse en cada bocado. Ella está decidida a ir más allá, pero Saajan tiene temor de no estar la altura de ese desafío que le plantea una linda señora, aunque al final se animará a probar el nuevo plato que el azar le presentó a esa vida vacía, monótona y gris. Film simpático, con gente sana, suaves notas de humor y un costumbrismo que deja ver, tras esta historian sencilla, la soledad en las grandes ciudades y la necesidad de que algo, aunque sea el azar, le dé una segunda oportunidad a estos seres que tienen hambre de otras cosas.
LA HORA DE LOS PAÑUELOS Historia triste de dos adolescentes con cáncer que se conocen y se enamoran. Es una versión renovada de “Love Story”, aunque de menor altura. Tiene a su favor la encantadora actuación de una cálida Shailene Woodley y la buena idea de achicar hasta donde se pueda la presencia tan próxima de la muerte. Pero, por más matices que se busquen, por más simpatía que le ponga a sus personaje, el film acaba resultando un inevitable desfile de falsas ilusiones y sufrimientos. No tiene muchos golpes bajos, pero la música pegajosa, las sesiones médicas, algunos clises (la escena en la casa de Ana Frank) subrayan la condición de novios sentenciados. Está inspirada en el best seller de John Green, es un éxito de boleterías y al menos le propone a los adolescentes que por un rato abandonen los filmes de magos, dibujitos y terrores para poder asomarse aunque sea de manera edulcorada al dolor de los que sufren. La primera parte está bien resuelta. No se cargan las tintas, es diáfana y la enfermedad está ahí, pero no ocupa toda la pantalla. Pero de a poco el dolor avanza y el final es directamente demoledor. Resignación, pena, preguntas y algunas frases desgarrantes (“hay algo peor que tener cáncer: tener un hijo con cáncer”) completan el arco emotivo de un film romántico y sufrido.
Nunca se termina de conocer al padre Ismael se escapa y se va solito de Madrid a Barcelona. Tiene 10 años y va en busca de su padre. En ese viaje descubrirá que el pasado de todos también pregunta y necesita limpiarse. Es un filme sobre la identidad y habla del amor, de las piruetas del destino, de las familias multirraciales, de las segundas oportunidades y de la inmigración (la mami indocumentada y el hijo sin padre). Hay una abuela que quiere pagar lo que debe como madre; un profesor solitario que no puede olvidar un lejano amor; una madre que decidió seguir adelante con un niño que una vez la obligó a romper un amor y que ahora la obliga a revivirlo. Todos se encontraran en un hostal catalán, al borde del mar. Y será Ismael (demasiado despierto, otro nene de película) el que ira logrando que los hilos se crucen y que todos comiencen a decidir que ya es hora de cambiar o de empezar a abrir los ojos. Melodrama de buena factura, con personajes inseguros y nobles, pero que tiene demasiadas palabras (y encima, a los actores se les entiende poco). Piñeyro logra darle humanidad a un relato algo forzado que orilla la calculada emoción. Todos son buenos. Y el amable “mensaje” se nota demasiado. Su historia enseña que el amor es búsqueda, pero también empeño y lealtad. Y que nunca se termina de encontrar al padre. El ruego final de Félix a su hijo (“si vas tan rápido no te podré alcanzar”) resume la realidad de un tiempo donde cuesta, no solo compartir algo, sino alcanzarse.
La comedia zafada ya cansa. Los mismos chistes, los mismos personajes sacados, las mismas situaciones desorbitadas. Irreverencias de estudiantina, humor escatológico, largos parlamentos, lenguaje tribunero, sexo suburbano, mucho bobo, mucho torpe y sobredosis de exageraciones. Cuesta encontrar una línea de dialogo rescatable, un gag que haga reír, un personaje chispeante. Todo lo que se ve ya se vio. Y los filmes sobre estudiantes pasados de rosca, ya fueron. Pasó. Cuenta la historia de una pareja con una hijita que verá alterada su vida cuando se muda al barrio el líder de una fraternidad estudiantil que organiza fiestas descomunales. ¿Cómo sacárselo de encima? Drogas, condones, groserías varias amenizan un filme que también enseña que los hogares, sin barullos ni amenazas, pueden aburrirse. El reencuentro al final de esos dos vecinos peleados a muerte, demostrará que la cosa esta en el término medio: ni tan zarpado ni tan correcto, ni tan vago ni tan hogareño. Y que siempre habrá lugar (¿en el barrio y en el país?) para los vecinos raros.
Desafiante filme de un realizador interesante pero creído y autosuficiente. Que sabe dirigir actores, dar el tono, crear tensión dramática con situaciones cotidianas, pero que se engolosina demasiado con sus búsquedas y a veces suena amanerado. El filmee cuenta una serie de encuentros entre un director y la actriz –ocasional amante– que protagoniza la película que están filmeando. Son situaciones muy repetidas, charlas sobre el mundo del cine y sobre la gente, diálogos que dan vuelta en torno al gusto estético y a los alcances del lenguaje del arte. El realizador es un mentiroso y el cine parece ser el mejor lugar para manipular afectos. El filme, que juega en esa dudosa frontera, muestra entre dobleces y cálculos los límites de un naturalismo engreído. Está construida con 17 planos secuencia, con cámara fija, con muchos tiempos muertos, desafiando al espectador a tener que soportar todo (lo de la endoscopía es demasiado). Tiene hallazgos, pero parece, más que un filmee, un ejercicio experimental sobre los difíciles límites entre el arte y la vida
Intercambios inquietantes Sophie (Felicity Jones) es una estudiante inglesa que, por un programa de intercambio, llega por seis meses a la casona de una familia ubicada en los suburbios acomodados de Nueva York. Allí se encontrará con Keith, el jefe de familia (Guy Pearce), un músico frustrado al que no le queda otro que ser docente; su esposa Megan (Amy Ryan), que se dedica a pequeñas artesanías y su hija adolescente Lauren (Mackenzie Davis), alumna en el secundario donde enseña Keith. Y la recién llegada terminará con la dulce y sospechosa paz de este hogar que en la superficie vende confort y calma y por adentro está amenazado por el desgano y la rutina. Será Sophie la que obligará a todos a jugar a fondo sus roles: atractiva y manipuladora, dejará ver el costado ingrato de la desplazada Lauren, la abulia matrimonial de los dueños de casa, los proyectos titubeantes del docente que sueña con ser músico de orquesta. Y de a poco la visitante irá ganando protagonismo hasta transformarse en un huésped inquietante que dejará al descubierto los costados más reveladores de cada uno. La escena clave se juega en la escuela: la recién llegada es invitada al piano y la estudiante, que histeriquea con medio mundo, ejecuta de manera arrolladora un tema que dejara al profesor cautivado. Su música, tan fogosa y tan distinta a la gastada melodía de su casa, le advertirá a Keith que su vida amorosa desafina y que no sólo su vida docente anda buscando aires nuevos. Allí el melodrama se insinúa como thriller, aparece el suspenso, las revelaciones y la verdad salen del placard. Pero cuando t odo promete, el filme se queda. Adopta algunas resoluciones argumentales muy forzadas (la casualidad decide todo), juega demasiado con el montaje paralelo (el accidente , la escapada, la revelación) y gasta un aparente tono de gravedad, pero al menos hay que agradecer que la realización es cuidada y discreta, que sus personajes suenan creíbles, que el clima de melodrama romántico se mantiene y que al comienzo apela a buenos detalles para pintar las rajaduras de un hogar que, como tantos otros, aparece sonriente y dichoso sólo en las fotos. El filme no dice mucho, pero en días con tantas explosiones, cualquier título que luzca intimista, pausado y natural, es como un premio.
EL DOBLE Y LOS DESEOS ¿Quién soy? Esta pregunta recorre un filme impostado y pretencioso que revisa el muy transitado tema de los dobles para hablarnos de la vida rutinaria y desganada de un profesor que un día descubre que en otra ciudad vive un tipo absolutamente igual a él. Se desespera por conocerlo. Lo espía. Desde allí imagina que puede haber otra vida para él. Se encuentran, se recelan. ¿Por qué tanta tensión? Por allí rondan el subconciente, los sueños, la imaginación y la fantasía? Surgen dudas, preguntas y planes: ¿son mellizos? Como la madre no despeja la intriga, usan a sus parejas para prolongar el juego. El film flota sobre la incertidumbre y la perplejidad. ¿Qué de la vida de los otros nos interesaría alcanzar? ¿Y hasta donde la nuestra puede ser deseada? El suspenso avanza bien, pero después todo se confunde, toma para cualquier lado y el abrupto final obliga a revisar todo otra vez. “El hombre duplicado” es uno de esos films que se enrosca sobre sí mismo y que va dando constantes pistas falsas. No sólo reflexiona sobre la identidad; también alude a los caminos del deseo, al sentido de la posesión y a las ganas que sentimos de todos de poder enajenarnos para tener alguna vez otra vida.