Doble vida sangrienta Parte de un hecho real: La historia de Richard Kuklinski, un famoso asesino a sueldo y buen padre de familia. La película va desde sus primeros días hasta su arresto por el asesinato de más de 100 hombres. Su menú de víctimas fue variado. Y su doble vida sorprendió a los suyos y a sus amistades, que ignoraban el revés tortuoso de este despiadado verdugo. El tema de la doble vida siempre interesa. Es fascinante cómo en un hombre pueden convivir sin molestarse demasiado personajes tan antagónicos. Está ambientada en los años 70 y 80, y el film lo retrata en sus dos lugares, en la calle y en la casa, con su parquedad, su frialdad y sus códigos. Es cierto que la realización evita los detalles morbosos, pero su mirada es menos profunda y menos sugerente cuando lo vemos como padre, esposo y amigo. La buena presencia Michael Shannon le da realismo a este asesino implacable y frío. Lo detuvieron en 1986, ni su esposa ni sus hijas tenían ninguna pista su verdadera profesión. Y jamás su familia fue a la prisión a visitarlo. El film es convencional y retrata sumariamente la soledad profunda de estos criminales atormentados que a pura sangre quieren librarse de sus demonios. Tiene buenos momentos, pero una realización rutinaria, sin fuerza ni densidad para retratar tanta desesperación y tantos contrastes, no aprovecha a fondo las aristas filosas de una historia espeluznante.
VOLVIO CARRIE Una remake que no agrega nada y sale perdiendo ante aquella “Carrie” que hizo escuela y que estaba firmada por un Brian de Palma que desde allí siguió haciendo cosas buenas. El film ha ganado nuevas lecturas desde que el bullying ganó mala fama, aunque aquí la chica ninguneado tiene poderes sobrenaturales para desatar el caos donde s ele ocurra. La locura, las pesadillas, el terror ante el sexo, la religiosidad fanática y lo diabólico adquieren un subrayado que en la original estaba más prefigurado. Ni siquiera los efectos especiales le agregan algún valor extra: la escena final tenía más fuerza entonces, cuando el cine de terror apostaba más a la sorpresa que a la truculencia y el efecto grueso.
CRISIS DE CRECIMIENTO Duncan, un chico de 14 años, se va de vacaciones con su madre divorciada (otra exacta composición de Toni Colette), con su hermana mayor y con su odioso padrastro (Steve Carell, siempre bien). Van a casa de una hermana de este padrastro manipulador y traicionero, un tipo que lo mandonea y lo ningunea. Duncan es tímido y allí, en esa pueblito de verano, encontrará sin querer una puerta abierta para empezar una nueva vida. El tema de la iniciación y la crisis de crecimiento en medio de una familia disfuncional, ya está muy visto. Duncan, con padre ausente, encontrará un modelo sustituto, que le da trabajo, le exige, lo premia y al final lo libera. Hay trampas, revelaciones, un adiós a la infancia y el comienzo de algo distinto. Pintura amable, comedia simple, seres frágiles, pueblito tranqui. Y la llegada de ese beso que abrirá otras puertas.
A fondo y hacia la gloria Buena película sobre automovilismo, el deporte que mejor aprovecha el cine. Se mete en el mundo fantástico de la Fórmula 1 a través de la rivalidad intensa y duradera entre dos campeones (aunque Lauda fue mucho más campeón): el austríaco Niki Lauda y el inglés James Hunt. Son dos pilotos absolutamente contrapuestos: Hunt es casi un tiro al aire, un tipo alocado, corajudo, impulsivo, sin disciplina ni planes de largo alcance; Lauda es el otro lado de la moneda, pragmático, estratégico, autosuficiente. La rivalidad había nacido en las competencias juveniles y alcanza su punto culminante en el campeonato de l976, cuando Lauda tuvo el grave accidente que lo dejó desfigurado y Hunt se pudo consagrar campeón. El filme del director estadounidense Ron Howard y el autor inglés Peter Morgan, que habían trabajado juntos juntos en “Frost/Nixon” (otra competencia), es un homenaje a la Fórmula 1, a ese mundo sustentado en la fama y el peligro. Y vemos carreras, pruebas, concentraciones, despistes, accidentes, discusiones, el detrás de la escena de esa galería de estos locos ególatras que en cada vuelta se juegan la vida. “¿Por qué las mujeres aman a los corredores?”, comenta Hunt. “Porque somos tipos que se tutean con la muerte”, y coquetean con ella y la desafían a 250 kilómetros por hora, se responde. El film tiene vértigo, ritmo y mucho nervio, pero flaquea cuando abandona los circuitos y busca retratar la intimidad de estos dos campeones: los diálogos suenan retóricos y demasiado explicativos y no hay sutilezas a la hora de hablar de la irresistible atracción que ejerce la mezcla de adrenalina y gloria. Pero acierta cuando sale a la pista y se mete en los boxes, cuando escuchamos rugir los motores, cuando los vemos transpirar porque saben que un segundo puede costarle el campeonato o la vida. El final vale la pena: Lauda le explica a Hunt que a veces el enemigo te obliga a ser mejor; y que la buena rivalidad es la que logra convertir al odio en estímulo.
CAZADORES SIN SUERTE Comienza en plena guerra de los Balcanes: un grupo de soldados ejecutan a sangre fría a sus enemigos serbios. Pero uno queda vivo y años después, viajará a Estados Unidos para vengarse. El tema no dice nada y la película, menos. Es insólita, confusa y hasta provoca risa esa persecución que no acaba nunca, conversada y cambiante. Robert De Niro cada vez elige peor. Sus últimos papeles dan pena. Aquí es un solitario, que vive en el bosque, su mujer se escapó con el padrino de la boda y tiene una difícil relación con su hijo. Así que el que viene a matarlo mal o bien le pondrá un poco de entretenimiento a una vida tan apagada. Y Travolta es el sobreviviente de aquella matanza. Nunca fue un gran actor y aquí está más deslucido que nunca.
Nenas ladronas y nene ratero Sofia Coppola parte esta vez de una historia real para seguir retratando chicas angelicales, frívolas, difíciles de comprender y siempre intrigantes. Está inspirada en un artículo de la revista Vanity fair, que hablaba sobre un grupo de adolescentes de clase media alta que entre 2008 y 2009 robaron objetos por 3 millones de dólares en casas de famosos, en Hollywood. La residencia de Paris Hilton fue la más visitada, aunque no fue la única. Los chicos terminaron presos y se hicieron famosos por robarles sin violencia a los que le sobran. Pero Sofia Coppola utiliza la historia para tratar de ir más allá: transforma ese suceso frívolo, tonto y descabellado en ejemplo de un mundo hecho de pura ostentación, que muestra la vana aspiración de estas chicas que llegan a los aposentos de las estrellas más codiciadas para poder embriagarse con fama ajena y sentirse más cerca de ese mundo que las atrae y al final las acaba corrompiendo. El film interesa más por lo que propone que por lo que logra. Deja ver la falta de horizontes de estas chicas que viven como si estuvieran en un reality, que desafían a sus padres, que juegan a probarse. Y también muestra los contornos de ese mundo de lujo donde sólo las grandes marcas otorgan identidad, valores y sentido de pertenencia. Lástima que una realización chillona y superficial no deje ver el otro lado de estos robos. A la Coppola una vez más le falta fuerza, animarse a superar los límites de un cine de buenas ideas, pero básico y a veces algo decorativo.
ANDANZAS DE UN RATERO El dinero es todo para Simón, un nene de 12 años, que vive en una casita modesta con su hermana mayor. Roba para tener plata. Y la necesita porque todo tiene que comprarlo: comida, amigos, pero sobre todo afecto y consideración. El dinero es su medio y su fin. Los dos viven en una casucha al pie de un centro de invierno en los Alpes suizos. Son huérfanos. No tienen planes. Ella callejea y él le roba a los turistas. Compró un pase en la montaña y se mete en los vestuarios. Un ayudante de cocina lo descubre, pero en lugar de reprenderlo, se suma al negocio. No hay salida para Simón ni para su hermana. Ella va y viene, rapiña como Simón un poco de afecto. Son dos desamparados que exponen sus carencias en un centro de lujo donde todo sobra. Historia desnuda, callada, austera, pero lánguida, previsible y aburridona. Es honesta pero impostada, sin vuelo, con una historia muy chica y personajes sin matices ni hondura. No está mal, pero no aporta nada nuevo. Es la crónica de dos seres que se aferran al dinero porque es lo único que los mantiene unidos. La escena final cierra la fábula moral. Fin de temporada: ella sube en el cable carril y Simón baja. Los dos van encerrados. No hay salidas ni la chance de un reencuentro para estos dos seres que viajan sin destino.
EN AGUAS PELIGROSAS A veces la realidad sin querer va a la par de la ficción. Esta semana se supo que Bocazas, el más sanguinario y famoso pirata de Somalia, había caído preso por una infantil emboscada que le tendieron en Bélgica. Y justamente esta semana se estrena “Capitán Phillips”, un film que recrea un suceso real que tuvo por protagonista al capitán Richard Phillips, a su barco, el Maersk Alabama y a los piratas de Somalía. El inspirado Paul Greengrass (“Vuelo 93”, Domingo sangriento”) puso otra vez su estilo apretado, ultra realista, con aire documentalista, al servicio de una historia real cargada de acentos dramáticos. El barco navega por aguas peligrosas y los piratas de Somailía, unos mercenarios desarrapados, logran tomarlo. Allí empieza la odisea. Greengrass estira un poco el relato, pero la atención no decae. El terror ronda y el capitán encima será llevado como rehén cuando los piratas huyen. Hay golpes, negociaciones, desesperación. Es un encierro feroz que expone lo peor. Tom Hanks está otra vez impecable en la piel de un tipo bonachón, íntegro, valeroso y confiable. Y el pulso firme de Greengrass, siempre creíble y potente, sabe aprovechar cada gesto para subrayar con extremo realismo el horror de esos momentos. El final es de lo mejor, allí el film deja un lado el gran tema, para detenerse en el alma de ese capitán que estalla en un llanto que transmite ternura, desahogo, celebración y gratitud.
El milagro de volver a casa Sola, en medio de la nada, zamarreada en esa inmensidad vacía, la doctora Ryan Stone trata de sobrevivir. Se soltó de todo. Cortó los lazos con la vida y quedó a merced de sus pensamientos y sus recuerdos en un cielo infinito y silencioso. Esta alegoría del talentoso Alfonso Cuarón (“Niños del hombre”) deslumbra con sus imágenes sugerentes y bellas, y cautiva con una historia que tiene originalidad, suspenso, aventura. En este canto a la supervivencia, la Dra. Stone enseña que nunca hay que entregarse por más desesperante que sea la situación y que, como hacen los náufragos, hay que asirse de algo, aunque sea de sus recuerdos, para darse fuerza y esperanza. Se rompió el telescopio el Telescopio Espacial Hubble. Y hay que arreglarlo. Junto a Ryan está Matt, un astronauta experimentado. Pero todo se complica: residuos espaciales y otros percances los acechan. Cuando el cable que los mantiene unidos se corta, Ryan queda absolutamente sola. Sus pensamientos y sus lágrimas atraviesan ese espacio donde todo es vacío. No puede volver a la nave, no tiene contacto con Houston, se le acaba el oxígeno y la fuerza. Está en medio de una soledad plena y desconocida y evoca su casa de allá lejos para hacerle frente al vacío y a la desesperación. Sueña con un regreso que sea recomienzo. Y desde allí el film apelará a una situación terminal para hablarnos del milagro del nacimiento: hay un cordón que retiene a esa doctora que flota en un espacio desolado y qué después de mucho pujar saldrá del agua hacia la vida. “Gravedad” tiene pocas palabras, pero su concentración, su clima, su plasticidad, su impacto visual y su sentido final trascienden una anécdota cargada de significados. Nos muestra la Tierra, inocente y hermosa, amaneceres, silencio y entre ellos, abriéndose paso, la vida, que lucha por seguir en medio de una coreografía insondable y eterna. Sus destellos invitan a reflexionar sobre la soledad, la ausencia y el pequeño cielo de cada uno. Tenía razón Nicholas Ray: “el drama del hombre moderno es que no puede volver a casa”
Volvió el mejor Woody Allen Bienvenido regreso del mejor Woody Allen. Un filme inteligente, hondo, intenso, pero a la vez risueño, cuya aparente liviandad deja ver en primer plano el lado oscuro de una mujer devastada, Jeannete, y allá lejos la desolación que siembra su ex, un estafador como el maldito Madoff. En esa casa millonaria todo era lujo. El tipo (magnifico Alec Baldwin, cada vez más sinuoso) tomaba plata y pagaba enormes intereses, hasta que la burbuja explotó. Woody se sirve de ese derrumbe y de los personajes de “Un tranvía llamado deseo”, de Tennessee Williams, para redondear un filme luminoso y terrible, pesimista y chispeante. Tiene agudeza, talento en el armado de la historia, diálogos perfectos. Allen demuestra otra vez capacidad para ir al fondo de los personajes sin rodeos y su mano maestra para hacer convivir el pintoresquismo, la risa amarga y la desolación en medio de una crónica que nunca decae, que se disfruta, pese a los claroscuros de su tema. Nos deja el retrato de una mujer (sobrecogedor trabajo de una soberbia Cate Blanchet) que existía solo desde la mirada de los otros, que estuvo en la vida como parte del mobiliario decorativo de un hogar sólo sostenido en el engaño y el dinero. Porque Jasmine no quiere ver. No ve la infidelidad de su esposo, no ve sus turbios negocios, no ve la desazón de su hijo ni ve venir la bancarrota. Su vida se ha derrumbado y se va a vivir con su hermana a San Francisco, una mujer sencilla, vital y modesta. Nada le queda, salvo su ropa de marca, su estilo, su fina estampa y esa otra vida construida con evocaciones, alcohol y ansiolíticos. El estafador le ha dejado su marca y ella vive en medio de una gran mentira, sin poder distinguir entre lo que tiene y lo que perdió. Habla sola, dialoga con la que no está y no tiene otra aspiración que rehacerse como mujer exquisita, refugiarse en otra burbuja. Empieza relatando su demoledor presente a una compañera de viaje. Y seguirá hablando. Es fenomenal cómo el tono de comedia del comienzo va dejando su lugar a la tragedia, cómo Jasmine va entreabriendo las puertas de su infierno en medio de un ambiente donde la sonrisa y la desilusión enseñan a este par de mujeres que sólo queda la aceptación o el delirio. Al final de “Crímenes y pecados” (obra maestra absoluta) un personaje, que cargaba con un crimen, decía que la culpa dura un poco, porque al final todo se olvida. Pero ahora Jasmine le explica a su cuñado que “no es tan fácil huir de lo que hemos dejado atrás”. Ella quiere olvidarse de todo y guardar en su conciencia sólo aquella canción que es parte de su propio delirio: Blue Moon. Pero Woody le dice que no es tan fácil huir del pasado. ¿Añoranzas o autoinculpación? Gran filme, otra muestra de uno de los más grandes autores de esta época.