Verdad y mentira, ficción y realidad Interesante punto de partida: un escritor novato, que no puede publicar su primera novela, anda de luna de miel en París. Su esposa le compra en una casa de antigüedades un viejo portafolio. Y allí, en un doble bolsillo, encontrará el original de un relato escrito hace mucho tiempo. Son hojas amarillentas. Lo lee en una noche y queda deslumbrado. Decide (como el Pierre Menard de Borges) copiarlo palabra por palabra, quiere sentir lo que el remoto autor sintió mientras escribía este texto desgarrador. Lo publica y es un éxito. Pero un día aparecerá el verdadero autor. Y allí surge el dilema de fondo: decir la verdad o seguir así, porque la que pide explicaciones es su conciencia no el viejo autor. El filme explora superficialmente los senderos de la culpa, de la ficción y de la verdad. La historia nos dice que el éxito azaroso, que perder y encontrar son parte de la vida. Juega con los alcances de la mentira y lo hace a través de un espejo: porque lo que vemos no es otra cosa que el argumento de un libro que está presentando un autor de éxito. Es decir, ficción dentro de la ficción. Lástima que de a poco ese planteo inicial va perdiendo vuelo hasta terminar en un final tan abrupto como confuso que deja todo en el aire.
NENA VENGATIVA Park Chan-wook, prolífico realizador del cine asiático, ha llevado a Hollywood su cine violento, con toques surrealistas y sinuosas intrigas. Para su debut se sirvió de un relato inspirado lejanamente en “La sombra de una duda” de Hitchcock, un filme que dejaba ver las capas oscuras de la existencia debajo de las falsas apariencias. “Lazos perversos” va por ese lado: luego de la muerte de su padre, la joven India y su madre reciben la visita de un tío, un tipo resbaladizo y algo siniestro que seduce a la dueña de casa y acecha a la hija. Pero no sólo el visitante es extraño: la viuda es alcohólica y quiere llevarse al cuñado a la cama; la hija es hosca y prefiere el sexo solitario. Encima, el pasado trae notas inquietantes sobre nenes peligrosos y nenas que salen de caza. Venganza, sexo, violencia, mentiras. El filme es visualmente irreprochable, pero es un thriller sin misterio, apoyado en una historia perturbadora y antojadiza con muchos cabos sueltos.
AL FINAL SE BORRA A veces el fútbol deja extrañas secuelas. Esto le pasa a este ex crack que por esas cosas raras del cine, tras jugar en los mejores equipos, anda sin un peso, solitario, intentando recuperar el amor de su hijo y, si se da, poder llegar a una semifinal con su ex. Al final consigue un puestito de entrenador en un equipo escolar. Y allí la vida le devuelve una sonrisa: los chicos lo quieren, llegan los resultados, las mamis lo acosan y hasta su mujer empieza a valorarlo. Es un tipo familiero, tosco pero muy raro: dos mamis irresistibles (nada menos que Uma Thurman y Catherine Zeta Jones) le imploran para que las lleve a la cama, pero el técnico las rechaza porque está enamorado de una ex esposa que se va a casar con otro. Y eso que la Zeta Jones hasta le consiguió un buen trabajo. Es que el goleador sueña con otro arco. Ni el peor marcador de punta hubiera dejado pasar semejante oferta. Pero bueno, así son los cracks.
Otro amor que arrasa con todo Ada (la bella Valentina Cervi) está casada, tiene una hija, parece feliz. Pero un día aparece en su vida un escritor algo desganado. Y a partir de allí nada será igual. El film no carga sobre los supuestos sinsabores matrimoniales, tampoco deja mal parado al marido, lo que insinúa es que este amor arrollador viene a ocupar un vacío que hasta allí no se había manifestado. Y los amantes empiezan a transitar la ruta de siempre: citas, mentiras, encuentros inolvidables, algo de culpa, en fin las contraseñas de un amor inesperado que desquicia un orden establecido y que avanza con la fuerza de un torrente irresistible. ¿Se puede amar a dos hombres? pregunta ella. El esposo perdona, el amante sueña, el amor queda en lista de espera. Pero el final abierto nos deja sin respuestas. Como tantas otras comedias dramáticas francesas de los últimos años, es liviana, elegante, dispersa, con buena gente, pero la historia y sus personajes se evaporan sin dejar rastros. Entre idas y vueltas, nos viene a recordar que el amor enajena y fascina, duele y perdona, pero también confunde y destruye.
PERON EN MADRID Víctor Laplace insiste en ser Perón. Pero no hay caso. No es tarea fácil. Al cine siempre le costó revivir las grandes figuras de la historia. Y aquí la falla es doble. Por un lado en lo formal: el guión insiste en hacerlo hablar a siempre para la posteridad; el general dircursea en el cuarto, en el parque, en el desayuno. Hasta agobia a una costurera con sus sentencias. Pero la película también falla en el fondo al no asomarse ni siquiera tibiamente a los innumerables y fascinantes costados de una personalidad que desde el exilio condujo los destinos políticos del país. En ese debe hay que anotar que la mirada superficial del libro apenas deja ver como al pasar una catarata de sucesos y personajes que están allí, dicen presente y se alejan. Salvo Isabelita y López Rega que aparecen como una asociación ilícita capaz de empaquetar a un general tan inteligente y estricto con lo de allá lejos y tan permisivo con lo que pasaba a su alrededor. Es una película retórica que tiene al cine como gran ausente. Perón en el exilio necesitaba más fibra, más sutileza, una mirada más amplia y profunda.
LO DE SIEMPRE Will (Cage) es un veterano ladrón de bancos; lo traicionaron sus compinches y va a la cárcel. Cuando sale, quiere ser otro. Pero no es fácil cambiar de carril. Todo se complica cuando Vincent, su antiguo compañero, secuestra a su hija y exige a Will 10 millones de dólares para devolverla con vida. Con sólo un día para conseguir el dinero, Montgomery únicamente puede confiar en sus instintos y en su antigua compañera Riley para dar un último gran golpe que le permita recuperar a su hija. Nada nuevo, ni en la historia ni en la realización. Otra con mucha acción, con mucho malvado que se muere en cámara lenta, espectaculares persecuciones automovilísticas con un villano de pacotilla y un jefe policial encandilado por este ladrón ingenioso e infalible. Todo con el fondo del carnaval de New Orleans.
DETRAS DE UN CRIMEN Es un docudrama que nació con un propósito: apuntalar el juicio que se le está siguiendo a los inculpados del crimen de este joven militante del P.O, en octubre del 2010, en Barracas, en manos de una fuerza de choque que respondería al sindicato de los ferroviarios. El filme de trata de apartarse del documentalismo histórico (que exige mucha investigación y muchas revelaciones) y apuesta al doble juego de la reconstrucción y la denuncia. Mezcla personajes de ficción con personas reales para ir más allá del tema central: habla de turbias complicidades entre el poder sindical, empresarios corruptos y un Estado que los usa y se deja usar. Y de paso subraya los sinuosos caminos de esos medios que ordenan su ideología en función de la pauta oficial. Cinematográficamente rutinario, pero interesante.
Amor, pesos, sexo y familia Judd Apatow (“Virgen a los 40”, “Ligeramente embarazada) es un productor y guionista que ha dejado su marca en la comedia cinematográfica y televisiva estadounidense. Tiene buenas ideas, pero le cuesta ponerlas en escena. Da la sensación que sus gags quedan a medio hacer, que son borradores, que los cierra de apuro. Aquí vuelve sobre dos personajes secundarios de “Ligeramente embarazada”: Pete (Paul Rudd) y Debbie (Leslie Mann, esposa de Apatow), que tienen dos hijas (las hijas de Apatow y Mann en la vida real). La pareja está por cumplir los 40 (aunque ella jura que tiene 38) y en el hogar abundan los problemas: el sexo, el trabajo, la relación con sus hijas, las finanzas, su vínculo con sus padres. Son tantos problemas, que el filme se dispersa. Apatow, apuesta a subtemas (accidente en bicicleta, robos en el negocio) que no agregan nada, al contrario. Pero no está mal, incluso supera el mediocre nivel de tantas comedias actuales que abordan la crisis de pareja a los 40. Apatow es ocurrente, pero a veces lleva demasiado lejos el gag escatológico o el mal gusto y sus personajes bordean la caricatura. De cualquier forma, hay ideas, buenos momentos, personajes humanizados, un toque de ternura y actores rendidores. Eso sí, como en tantas otras comedias de estos tiempos, los hombres salen mal parados: son indecisos, inmaduros y bobos.
NOSTALGIA Y NADA MAS onajes son poco atrayentes, las situaciones desabridas y las historias algo forzadas. Los filmes corales necesitan mucho equilibrio, fino poder de observación, buenos actores y pincelazos sensibles que permitan definir caracteres con pocos trazos. El tema es el reencuentro de una familia en la Bretaña porque la abuela cumple 79 años. Van todos, con sus hijos y sus problemas. Y no pasa demasiado: canciones, frases sueltas, ancianos ausentes, adolescentes inquietos, una salida a la playa, una incursión por una playa nudista, un asadito. Todo hecho con poca altura y poca naturalidad, un film afectado y estirado, lánguido y con poca sustancia.
Y un día, todo empieza a cambiar La escena inicial marca el tono: Eduardo (Peretti) avanza con su 4x4 por las rutas del sur; en su rostro hay dolor, desamparo, tristeza, vacío; una mujer al costado de la ruta le pide ayuda y él no se detiene porque está tan desbordado de angustia que ni ve ni siente lo que pasa a su lado. Hosco, ajeno, lleno de silencios, Eduardo acepta ir a Ushuaia para darle una mano a su amigo Mario (Casero) que está casado y tiene dos hijas adolescentes. Y no se puede contar más. Es un drama. Lo escribió y lo dirigió Juan Taratuto, un director que ha demostrado ser uno de los mejores autores de comedia del cine nacional (“No sos vos, soy yo”, “Un novio para mi mujer”, “¿Quién dice que es fácil?”) y que aquí se atreve a incursionar en un género absolutamente distinto. Y lo hace con dignidad, con buenos apuntes, con un guión concentrado y de pocas palabras. Es cierto, el remate parece apresurado y poco creíble, pero el clima está logrado y hay un soberbio trabajo de Diego Peretti, que dibuja con finos trazos a un ser arrasado por la pena y el desasosiego. Es una historia triste sobre las segundas oportunidades que ofrece la vida. Y habla de la soledad en un paisaje que parece convocarla. Enseña que aun las crisis más arrasadoras pueden marcar el camino de un recomienzo. Y nos lleva a un lugar que lo dice todo: Ushuaia, donde todo termina y todo puede comenzar. Los personajes, transidos de dolor, saben que allí el cielo está siempre gris y el anochecer parece eterno, pero también aprenderán que el amanecer siempre llega, trayendo renacimiento y luz.