Las idas y vueltas del rey del suspenso Flaco favor le hace al cine y Hitchcock esta biografía con poca sustancia y con algunas maldades. No era fácil asomarse a la vida de este genial realizador, pero el punto de vista que adopta el realizador Gervasi (basado en un libro de Stephen Rebello que parece regodearse en inventariar sus defectos) convierten al rey del suspenso en un hombre caprichoso, y glotón, con una sexualidad turbadora, enamorado exageradamente de las rubias, un artista que se la pasa homenajeando a una mujer, Alma, su esposa, montajista, asesora, musa inspiradora, coguionista, una señora que flirtea con un escritor y hasta despierta los celos de su marido. El film tiene como centro al rodaje de “Psicosis” (1960) y todo lo que hubo alrededor de este film, el más exitoso de la vasta carrera de don Alfred. El argumento pone en primer plano los conocidos tironeos con el mundo de Hollywood y hasta nos presenta un Hitch medio delirante que se la pasa imaginando encuentros con el criminal que inspiró esta novela. Nada asoma del genio de este hombre que le dio a tanto al gran cine. No hay sutilezas ni reflexiones ni siquiera nos habla de la férrea disciplina creativa de este gran artista. Más allá de algunos puntos altos en el elenco y la ambientación, el boceto lo pinta como un mirón desorbitado, un hombre inseguro e impenetrable que deambula con sus dudas por ese hogar donde falta amor y sobre whisky.
ALBAÑILES SIN REVOQUE Steven Soderbergh filma a las apuradas, filma todo lo que se le cruza, pero a veces la pega. Aquí, para retratar el mundo de los strippers, posa su blanda mirada en dos bailarines: un veterano, idealista, que sueña con dejar de desnudarse para dedicarse a su familia; y un recién llegado, que recorre el camino inverso: viene desde la inocencia y de a poco se irá embarrando. Los dos trabajaban de albañiles, pero dejan el revoque para subirse al escenario cada noche. Son parte de un elenco que danzan en un boliche de Tampa, pero sueñan con mudarse a Miami. Los números musicales son buenos, hay clima, hay ruido y las chicas disfrutan con esas piruetas. Soderbergh retrata bien ese ambiente, pero después una historia sensiblera le quita sustancia a un filme que pedía más mugre que final feliz. No aporta nada nuevo, ni en tema ni en realización, pero se ve sin esfuerzo. Podía haber sido más incisivo al retratar ese micromundo, pero el libro prefirió no meterse en aguas profundas y dejar que un romance aporte un poco de esperanzas.
ALCALDES MANO LARGA Tras la explosión de la burbuja, los nuevos villanos pasaron a ser los emprendimientos inmobiliarios. Y los gobernantes corruptos, que nunca pasan de moda. Y cuando se juntan, ya se sabe lo que sale: un negociado fantástico. Estamos en la gran manzana en plena campaña para elegir nuevo alcalde. Denuncias y flirteos se entrecruzan con falsas promesas y golpes traicioneros. Un poli de gatillo fácil, ya retirado, es comisionado por el alcalde para que espíe a su linda mujercita, una morocha (Zeta Jones) que millita en cama ajena. Alrededor, crímenes, noviazgos rotos, cuentas pendientes, venganzas. Sucesivas vueltas de tuerca le suman inesperadas derivaciones a una historia bien servida en la primera parte, pero que al final lanza uno de esos discursos artificioso y poco creíble. El mensaje es el de siempre: el poder transa, los negociados importan más que la gente y los gobernantes solo quieren acumular plata, tiempo y votos. Pero siempre aparecerá algún buen vecino para hacer justicia
Líderes y fanáticos en filme intenso y sensible Las criaturas de Paul Thomas Anderson son intensas. Van hasta el fondo. Sus filmes no buscan la emoción, quieren atrapar cierta verdad esencial. Es un cine confuso, algo extravagante, pero audaz y exigente. “The Master” se apoya en dos personajes que se complementan, se necesitan, chocan y se atraen: Freddie el soldado que vuelve de la guerra, un tipo desquiciado, perdido que transmite puro desamparo; y el profesor Lancaster, una figura inspirada en L. Ron Hubbard, creador de la Cienciología, un manipulador que lo usa y también lo quiere, que lo necesita para poner a prueba su método, pero que también le ofrece a ese náufrago la promesa de una isla salvadora que al menos lo contenga y le dé algún sentido a su vida. Anderson filma con todas las ganas. Sus primeros planos, sus diálogos, esas entrevistas reveladoras, dejan asomar el alma de sus criaturas y compensan por algunos lunares: narración a veces deshilachada, falta de progresión, altibajos. “The Master” habla de la falsa prédica de tantos salvadores, de la dependencia emocional, de líderes aprovechadores, de reencarnaciones y seguidores fanáticos y de un movimiento que se pasea entre la psicología, la religión y la autoayuda. Pero lo que valen son los personajes. Lo de Joaquin Phoenix (sin duda merecía el Oscar) conmueve. No hay un plano ni una pose ni una mirada que no transmita temor, confusión, desamparo, incertidumbre. El filme se sostiene en ese Freddie que no puede sostenerse, que le hace el amor a una mujer de arena y bebe cócteles explosivos, un extranjero en un mundo que lo rechaza, un desequilibrado que sólo tiene un recuerdo de juventud para darle un poco de sentido a esa vida sin deseos.
SEMBRANDO HIJOS Disney y la magia, una vieja sociedad. La historia dulzona de una pareja que no puede tener un hijo y encuentra enterrado en el jardín a uno de 10 años, fruto de sus tenaces deseos. El desenterrado es rarito y tiene hojas en las piernas. Habla de los distintos, de aceptar lo que venga, de no rendirse jamás, de la paternidad difícil. Es arbitraria, insulsa, pesada. Una escena es peor que otra, pero el partidito de fútbol, con chicos-marionetas, es de no creer.
Una desoladora despedida Otro durísimo filme de Haneke, un director que parece deleitarse en mostrar los peores aspectos del ser humano. Fría, implacable, hasta cruel, cuenta la triste historia de un matrimonio de pianistas que se han querido mucho, según parece (el filme no da datos del pasado). A ella, un ataque la deja con medio cuerpo sin vida. Y él se dedicara a atenderla y acompañarla hasta la muerte. Eso es todo. Los filmes así, que se convierten en apologías del sufrimiento, tienen sus riesgos. ¿Es buena la actuación? Emmanuelle Riva y Jean Louis Trintignant provocan más pena que admiración. A Haneke le gusta regodearse en esos padeceres, demorarse en el deterioro, asomarse a la soledad y al dolor. Es cierto, habla de la búsqueda de alivio como una forma del amor, del final de la vida junto al ser querido, de cómo enfrentar la muerte, del desasosiego de esos momentos finales, cuando la piedad y la tolerancia también parecen agotarse. Habla de sostenerse y sostener al ser querido, de lo terrible que es ver sufrir y no poder hacer nada. Y deja el mensaje desolador de retratar una agonía que acabará con todo. Pero no hay poesía, no hay evocaciones, es un cine rutinario que subraya la soledad y la pena. La cámara nunca sale de ese departamento, y los pocos pincelazos extras (la hija, la enfermera, el alumno, la paloma) son simples añadidos que afianzan la idea de que ellos dos, y sólo ellos dos, van a emprender ese viaje final. El efectista desenlace, más que conmover, sorprende. No emociona, es inexorable, rigurosa y desoladora. ¿Por qué tanto sufrimiento, por qué darle categoría de obra maestra a este naturalismo tan calculado, a este doloroso desfile de enfermedad, sufrimiento, vejez, deterioro, silencio y muerte?
A LOS BALAZOS EN RUSIA Volvió McClane. Y volvieron a Rusia los villanos. Como si fuera parte de un autohomenaje, el opus 5 de esta buena saga logra estar por encima del estándar de un género que tiene casi como único apoyo las escenas de acción. Aquí va a rescatar a su hijo, empleado de la CIA, una empresa muy movida. Y entre los dos, mientras le pasan revista a su vínculo, matan gente mala y escapan de casi todos. El filme es ágil, incansable, con algunas persecuciones magníficas. Y el gran Willis le pone clima, colorido y sorna a un filme entretenido. Comienza en Moscu y termina en Chernobyl. Arranca burlándose de la edad del protagonista y termina exaltando su experiencia. Un homenaje a la sabia veteranía.
MUJERES VENGATIVAS Insólito traspié de Caetano (“El oso rojo”, “Pizza, birra y faso”), un crudo retratista de personajes sofocados en escenarios tensos y descontrolados. Aquí imagina una parábola redentora desde la apariencia de un “melodrama sangriento” (definición del autor) y retorcido que, sin embargo, más que impacto causa una involuntaria risa. Todo falla. Los actores parecen actuar en un acto escolar (la excepción es la vivaz María Dupláa); los diálogos son de una pobreza alarmante; la trama no da para mucho. Poco más se puede decir sobre las andanzas de una asesina a sueldo que, para poder pagar una deuda de la infancia, hace justicia por mano propia y se dedica a eliminar hombres maltratadores. Anda a los saltos, se desdobla en varios personajes, no usa armas y a falta de buenos compinches, se consuela solita. Alrededor hay violencia, perversiones, malos recuerdos, sexo enfermo, venganzas. Pero no convence. Desgano y descuidos le agregan más pesares a este filme inexplicable. ¿Usted se imagina a Lis Solari haciendo de policía? Bueno, así es todo. Solo el nombre está bien puesto.
A veces deslumbra, a veces agobia Es algo larga y grandilocuente, pero supera dignamente la dificultad y el desafío de poner en pantalla una exitosa comedia musical. Y tiene un acabado de producción, un lujo visual y un despliegue de diseño que mejoran mucho su puntaje final. El denso y conocido relato combina sucesos históricos y drama personal en un escenario de revuelta donde el amor es una propuesta heroica y lo que sobran son pasiones e injusticias. La tragedia de ese pobre hombre que va a parar a la cárcel por robarse un pan, se articula en una historia de amor y unos pincelazos (muy artificiosos) sobre el clima revolucionario en la Francia del siglo XIX que apura la restauración de los borbones. El filme es la transcripción muy respetuosa y respetable del consagrado musical que lleva la firma de Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg. La realización de Hooper (el del “Discurso del rey”) apostó a la fidelidad: poner en pantalla el espíritu y los resortes de esta comedia y sumarle algo de cine: montaje ágil, movimientos de cámara muy cuidados, escenarios reconstruidos, aire y algunos efectos. Lo esencial del espectáculo siguen siendo sus inspiradas canciones y sus coreografías. Ellas le dan sustancia y acaban determinando el tono de una película de gran aliento, que debe vencer la resistencia que generan los filmes donde todo es cantado, que luce mejor al abordar las peripecias individuales que en el registro coral de los sucesos, pero que tiene un gran elenco, hermosos y tocantes momentos (conmueve Anne Hathaway al entonar, en un solo plano y con sonido directo, el hermoso “I dreamed a dream”) diálogos inspirados y magníficos temas musicales.
ATERRIZAR EN LA REALIDAD Buen entretenimiento y otro gran trabajo del enorme Denzel Washington, aquí dándole vida a un piloto alcohólico y drogón que se vuelve súbitamente famoso al lograr aterrizar un avión en condiciones absolutamente adversas. Pero claro, si salen a la luz sus adicciones, todo se derrumbará. La culpa, la responsabilidad, la desesperación la mentira y la soledad del vicioso se alternan en este relato que es cine catástrofe, thriller y un melodrama sobre la recuperación y el remordimiento. Es una historia bien presentada, pero el libro deja algunos cabos sueltos y apuesta a un final facilista y con mensaje superador. Hay suspenso (la escena en el avión es impecable), buenos personajes (el abogado, el proveedor, el amigo) y sostiene el interés. Pero no es un gran filme. En lugar de aprovechar el juicio para abordar el tema desde sus varias aristas, apela a un desenlace poco convincente. Washington está magnífico: manipulador, culposo, soberbio. “Nadie me puede enseñar a mentir. Soy alcohólico y siempre he tenido que mentir”, explica. Pero al final, cuando se encuentra con la verdad, su vida tocará tierra.