Con el espíritu y el estilo visual y narrativo de las realizaciones clásicas de Disney sobre princesas, Enredados es el primer film de esta empresa en formato digital y sistema 3D que logra aunar y armonizar ambos mundos de la animación de una manera que hubiera aprobado el legendario Walt. Atrayente, mágica, dinámica, mordaz, romántica y emotiva, la película dirigida por Byron Howard (Bolt) y Nathan Greno combina tradición y modernidad con un encanto irresistible. Así como Encantada integró la acción viva con la animación, dotando a una historia de princesas y príncipes de un logrado e ingenioso aggiornamiento, algo similar logra Enredados en este remozado producto de la firma. Que apela a la recreación de un clásico cuento de los Hermanos Grimm, Rapunzel, acerca de una primorosa adolescente de largísimo cabellera aislada en una misteriosa torre que se topa con el carismático bandido Flynn, y todo lo que ocurre con ambos, suerte de antihéroes redimidos. La calidad visual de films manufacturados con tecnologías digitales ya no sorprende, sin embargo en varios aspectos Enredados alcanza fascinantes resultados; por ejemplo en los fondos, dotados de bellos pero nada empalagosos paisajes, y las texturas que le dan forma al voluminoso cabello de la protagonista, atributo fundamental alrededor del cual gira el film. La princesa y el sapo fue un intento aceptable de Disney por retomar la línea histórica de films de animación tradicional sobre tramas principescas, sin embargo éste basado en la historia de Rapunzel alcanza una mayor envergadura dramática y humorística, proponiendo elementos de atracción para niñas pero también para varones y público en general. Tanto la versión en inglés como la doblada tienen pareja eficacia, el final guarda un momento de gran emotividad y el personaje del caballo blanco no tiene desperdicio.
Dotada de una estilización visual por momentos notable, La cantante de tango se debate entre sus virtudes estéticas y creativas y sus errores conceptuales y de casting. El realizador argentino Diego Martinez Vignatti trabaja en Bélgica hace más de diez años y sin dudas que a través de este film transmite su amor por el tango y sus artistas, destilando un tono evocativo y melancólico que en algunos tramos alcanza cierta envergadura. Pero esas premisas se van desdibujando como consecuencia de un dubitativo guión y de una elección desacertada de la protagonista. Se trata de la atractiva Eugenia Ramírez Miori, que se ocupa aquí de cantar y actuar con la exigente premisa argumental de componer a Helena, una extraordinaria cantante de tango. Existiendo en Buenos Aires tal –y ascendente- cantidad y calidad de cantantes femeninas del género, resulta casi inadmisible su elección para un rol que pone en evidencia su escasa expresividad vocal y tanguera. Como actriz resulta algo más convincente, en la piel de esa mujer no correspondida en el amor que, en otro país, está a punto de cumplir sus máximas metas artísticas. Algunos momentos musicales y personajes interesantes (son buenas las participaciones de Dora Baret y Alfredo Piro, por ejemplo) se suman a los mencionados planos visuales y salvan en parte el film.
Producido por Antonio Banderas, El lince perdido es un film de animación español que cuenta con una trama ecológica atendible y una realización dotada de recursos aceptables dentro de la especialización digital del género. Los países de habla castellana están ofreciendo alternativas interesantes frente los tanques de Pixar y Dreamworks como Perú con la reciente El delfín: La historia de un soñador y nuestro país con la aún en cartel Gaturro. Si bien esta nueva obra infantil cinematográfica ha sido premiada con un Goya y considerada en España como la mejor hasta la fecha, no parece superar la magia de El bosque animado, que inauguró la animación 3D en largometrajes en su país de origen y en Europa toda, ni mucho menos la creatividad de Planet 51 de Jorge Blanco, Javier Abad y Marcos Martínez De todos modos en este último caso participaron capitales y artistas estadounidenses, y en esta pieza de Manuel Sicilia y Raúl García, todo corre por cuenta de animadores, actores y productores ibéricos. La historia corresponde a Félix, un lince herido que se recupera en una oscura clínica para animales que después se verá que es un refugio para animales en peligro de extinción. Centro manejado por un millonario de nombre alegórico –Noé-, que deberá confrontar con Newmann, un cazador mercenario que pasará de ser aliado a enemigo, mientras veremos peripecias del lince junto a personajes logrados como un camaleón que no es precisamente diestro en el arte del camuflaje, una cabra y un topo. La trama es dinámica, con algunos momentos divertidos, y resulta original que el protagonista sea un lince, bello animal en riesgo, pero de todos modos su personaje y el de su contrapartida femenina (Lincesa) están discretamente delineados y no generan el interés necesario. Los chicos, termómetro fundamental para mensurar este tipo de films, se sienten atraídos sólo por momentos.
En un momento en que la cartelera porteña ofrece al menos dos films, Una pareja despareja y Mi familia, que abordan relaciones entre personas del mismo sexo, el cine argentino también se suma a esa tendencia y ofrece la audaz e interesante Lengua Materna, sugerente título de acuerdo al contenido. Dirigida por una mujer, circunstancia que ha predominado este año con atrayentes propuestas como La mosca en la ceniza de Gabriela David, declarada en estos días “de interés social” por la Legislatura Porteña, en una semana la que también se da a conocer Franzie de Alejandra Marino; esta pieza protagonizada por Claudia Lapacó y Virginia Innocenti se ocupa de una trama familiar que gira alrededor de una pareja lesbiana en crisis. La guionista y directora Liliana Paolinelli ya había demostrado su talento en su debut testimonial Por sus propios ojos, y aquí entra en un terreno de ficción con un tema riesgoso que alterna momentos dramáticos con otros decididamente humorísticos, por momentos desopilantes. El peculiar vínculo entre una madre posesiva con su hija mayor, de la que tarde se entera de que está en pareja con otra mujer, está tratado con sensibilidad apoyado en buenos diálogos y situaciones. Un segmento final con una elipsis apresurada y un tono dispar no malogran un film dotado de un elenco ajustado, en el que se destacan las estupendas caracterizaciones de Lapacó e Innocenti.
La productora MyS, que arrancó con un excelente film comunitario como UPA!, una película argentina, repite la experiencia ahora con Las Hermanas L., es decir abordar la manufactura de un film con varias cabezas funcionando, tanto en la dirección como en el guión. En el caso de Upa! coexistieron tres directores –y a la vez intérpretes-, y en esta nueva y audaz propuesta los realizadores –y a la vez guionistas- ascienden a cuatro: Eva Bär, Santiago Giralt, Alejandro Montiel y Diego Schipani. Sólo se reitera el nombre de Giralt, quien hace poco presentó su primera película como único director, Toda la gente sola. En realidad Las Hermanas L data ya de un par de años de existencia y vale la pena que ahora se pueda acceder a esta comedia pasional y erótica sobre un par de familias disfuncionales y sus objetos de deseo, con toques bizarros y kistchs que entretiene en todo momento y es capaz de despertar unas cuantas carcajadas. Las susodichas hermanas L. tienen en realidad el apellido Legrand, algo que la diva de los almuerzos no autorizó para el título y que es nada más que una humorada más de un film que cuenta con desfachatada galería de personajes rondando las desventuras de estas chicas, entre la que se destaca claramente una escritora de cuentos eróticos a cargo de una desopilante e imperdible Soledad Silveyra. Más allá de algunos desniveles y excesos grotescos, una propuesta divertida e irreverente..
Con un estilo Clase B adaptado íntegramente a la contemporaneidad, con todos los avances tecnológicos existentes en efectos especiales, digitales, robóticos, sonoros y escenográficos; Skyline La Invasión es un film de ciencia-ficción que tan sólo se puede calificar de aceptable. Dirigido por Los Hermanos Strause, realizadores de la secuela de Alien vs Predator, (Requiem) y forjadores de parte de las maravillas visuales de Avatar, encararon aquí un film típico de invasión extraterrestre sin poder evitar caer en lugares comunes y visibles referencias muchos otros film del género de los últimos años y de su prehistoria. Ambientada en una ciudad de Los Ángeles asolada por extrañas luces y desquiciadas naves extraterrestres que no dejarán a ningún ser vivo en paz, la trama, salvo alguna que otra sorpresa menor, abunda en inconsistencias y lo propio se puede decir de los diálogos y situaciones. Pero quizás lo que más molesta es que los “homenajes” sean permanentes, partiendo sin dudas de Día de la independencia y La guerra de los mundos de Spielberg, pasando por la serie V, Cloverfield, Sector 9 y Matrix Revoluciones. Demasiadas referencias, pero cierto nivel épico, la tensión constante y la grandilocuencia de los efectos, harán que los fanáticos del género la disfruten de todos modos. Y quizás también la secuela en ciernes.
Estadounidenses, surcoreanos y suecos, multiplicidad de nacionalidades para conformar Personalidad Múltiple, interesante thriller protagonizado por Sarah Michelle Gellar, la ex chica caza vampiros. Porque basándose en una película surcoreana de 2002 de Young-hoon Park titulada Addicted, la dupla de realizadores suecos integrada por Joel Bergvall y Simon Sanquist decidió recrear aquella película con resultados módicos pero manteniendo el interés hasta el final. Ambos cineastas habían llamado la atención de Hollywood con su film Den osynlige (Invisible), acerca de un estudiante que luego de un violento episodio descubre que se ha vuelto invisible para el resto del mundo. Aquí en Personalidad Múltiple, que en su título original, Possession, refleja mejor el espíritu de la historia, veremos una suerte de triángulo entre dos hermanos y una mujer en el que un accidente casi mortal de ambos hombres producirá un extraño enroque de personalidades. Las temáticas metafísicas parecen atraer a los nórdicos y acá tomaron el film de Park reformulando levemente la trama junto al guionista Michael Petroni, logrando aciertos y flaquezas, ya que mejoraron algún aspecto del argumento pero la sugestiva relectura del final no convence mucho. De todos modos las atmósferas creadas por los directores, los toques de suspenso y la buena interpretación dual de Lee Pace resultan atrayentes.
La mixtura entre un director notable y siempre a la búsqueda de tópicos poco frecuentados y el fascinante espacio de las redes sociales informáticas, da por resultado un film, aún abarrotado de diálogos, absorbente y atrapante. Sin escenas de acción, historias de amor, melodramatismos, pretensiones humorísticas o pasos de comedia, David Fincher diseña con Red social un formidable acercamiento fílmico a un universo tan cotidiano como inexplorado. Los contactos interpersonales a través de la computadora y la red, que a menudo empleamos casi involuntaria, automática, inconteniblemente, tienen aquí su mirada histórica y a la vez visionaria. Así como en su momento Tron y Juegos de guerra abordaron fantasiosamente el novedoso mundo de los video games, esta película del director de Seven, The game y El curioso caso de Benjamin Button logra englobar la esencia básica de Facebook, pero en este caso con una mirada realista y despojada de chisporroteos cybers. Una “historia de la vida real”, la epopeya de Mark Zuckerberg, el joven introvertido y obsesivo por la informática que, con algunas leves inspiraciones ajenas, inventó esta red social que derivó en una demanda de su mejor amigo y otros. Basada en un libro que no es novela, Fincher y su guionista encontraron allí el material indispensable para desarrollar un film que no precisa apoyarse en pantallas de monitores o en digitalizaciones como recurso narrativo, aunque hay que destacar que los gemelos Winklevoss están interpretados por un mismo actor por imperceptibles destrezas de montaje y efectos. Y a propósito de actuaciones, son el pilar sustancial de un espléndido andamiaje, partiendo de un Jesse Eisenberg lleno de matices junto a Andrew Garfield, Armie Hammer y Justin Timberlake (impecable, cada vez mejor en esta faz), entre otros. Aún para aquellos muy poco empapados en la temática, Red social es un film apasionante, irresistible, conectado con redes humanas que van más allá de Internet.
Con una pareja protagónica carismática, Franzie ofrece el primer rol principal en un largometraje de Mimí Ardú, que extrañamente no había alcanzado aún esa chance. Tanto ella como Enrique Liporace sostienen dramáticamente un film desparejo y a veces caprichoso en su trama, que sólo por momentos mantiene su interés. La actriz que descolló en El bonaerense de Pablo Trapero y tuvo importantes participaciones en El destino, Un año sin amor y La demolición, compone aquí a una mujer solitaria y melancólica llamada Francisca, cuyo sobrenombre le da título al film, que sufre un grave y nunca revelado mal por lo cual se propone cumplir con algunas situaciones pendientes. En este trance aparece en su vida Emanuel, escritor frustrado y corrector desempleado que se convierte en una especie de acompañante pago de ella para lograr sus objetivos. La compleja situación familiar de Franzie suma momentos agridulces y emotivos a la trama, pero aún así ni el guión ni la realización alcanzan el tono adecuado ni tampoco acompañar las módicas expectativas que despierta el film en su arranque. Algunas escenas jugadas en pareja por una entrañable Ardú y un estupendo Liporace y las participaciones de Victoria Carreras y Norma Pons aportan lo suyo y rescatan levemente el producto.
Con una serie de inquietudes expresivas, visuales y alegóricas, la realizadora Mercedes Farriols conforma un film de carácter eminentemente experimental, con todo lo que esa definición implica. Luego de su fallido film debut Olga, Victoria Olga, esta nueva pieza suya, de sugerente título numérico, 432 UNO, marca una clara diferencia conceptual con su obra anterior, en el que la existencia de una trama –melodramática, compleja, densa- era ostensible. Aquí prácticamente no existe un hilo argumental, que presenta a cuatro mujeres que en una playa van canalizando sus respectivas sensaciones frente a la muerte de un marido en común, una idea curiosa y original que de todos modos no queda claramente explicitada. El duelo de todas ellas frente al mismo hecho es abordado de diferentes -y a veces crípticas-, maneras, siempre enmarcado con un paisaje costero espléndidamente fotografiado pero algo abrumador, lo propio ocurre con los permanentes y cambiantes subrayados musicales. El cambio de rumbo en la narrativa de esta cineasta está dotado de un atractivo sólo relativo, restringido a un determinado público que pueda sentirse atraído por algunos pasajes. Una estética elaborada y los cambios cromáticos que va sufriendo el film, de blanco y negro a color y viceversa, son algunos puntos a rescatar. El resto es un experimento para pocos.