David (David Ransanz) es un joven español, tiene tres hijos que van a la escuela primaria, no tiene trabajo, vive con sus padres y trata de cumplir su sueño de ser cantante de hip-hop y vivir de ello. Da recitales en pequeños recintos y graba cd´s para venderlos entre amigos y conocidos. Esa es la vida del protagonista, pero no es ficción, es realidad. El director Adrián Orr, que es amigo del músico, decidió retratar la vida de esta persona en una película que no es un documental ni un reality, pero se le parece bastante. Porque no hay conflictos, ni puntos álgidos que hagan cambiar el rumbo de la historia. Simplemente es el transcurrir de unos días. Mostrarnos cómo se relaciona con sus verdaderos hijos, ejerciendo en solitario el duro oficio de ser padre, al que lo ayuda su madre. También lo vemos componiendo una canción en la computadora, los encuentros nocturnos con su novia y la irritante acción, en casi todas las escenas, de estar fumando un porro, como si fuese un cigarrillo común. La cámara es un testigo privilegiado de las vivencias de la familia. Logra inmiscuirse en la habitación donde duermen los chicos y nos permite apreciar sus despertares. Que son muy lentos, aunque su padre intente apurarlos. David, pese a todo, intenta hacer una carrera y concretar su deseo. La cotidianeidad es lo que predomina. No hay otra cosa que llame la atención, es decir, que el contenido del film no tiene un fundamento consolidado como para que merezca ser un largometraje.
Viento, polvo, tierra, sol brillante y calcinante, noches muy frías. Todo esto padecen Julia (Valentina Bassi) y Gwynfor (Jorge Sesán), sumados al hambre y la sed extrema cuando transitan a pie la inmensidad del desierto patagónico argentino. El núcleo de la estructura argumental de esta nueva realización de Ulises Rosell es la aventura de pasar varios días en la intemperie, sin medios para sobrevivir, caminar en el medio de la nada, desorientados, luego de volcar la camioneta en la que viajaban a campo traviesa y tratar de llegar a la ruta para que los auxilien. Pero ellos no son pareja, ni compañeros. Apenas son conocidos. Se vieron en el casino donde trabaja Julia como mesera y Gwynfor le ofrece llevarla a que haga tareas administrativas en la petrolera donde trabaja, por un sueldo mucho mejor. Ella acepta y viajan en el vehículo de él. Lo que suponía la protagonista que iba a mejorar sus condiciones laborales, quedó develado en muy poco tiempo. Los propósitos del hombre no eran las que parecían y la chica intenta escaparse, pero se encuentran en medio de un páramoor lo que decide quedarse con él. No se sabe cuales son las verdaderas intenciones de Gwynfor, si secuestrarla o conquistarla de un modo poco convencional, porque se mueve en un hábitat hostil de una manera muy cómoda, donde se encuentra a gusto y siempre sabe cómo rebuscársela. Pareciera que quiere peregrinar por siempre junto a Julia en esas condiciones y lo disfruta como si fuese un héroe. Ella podría huir, pero la relación cambia. Tal vez sufre el Síndrome de Estocolmo. Los sentimientos de ella son dudosos e inexplicables. Los de él son firmes, sabe lo que hace. La dirección de los actores es acertada, constantemente se da el contrapunto entre la desesperación y el sufrimiento de ella y la seguridad de él. Ambos aportan su experiencia y oficio para sostener y hacer verosímil al relato. El deterioro físico que sufren los personajes, va acompañando por las acciones cada vez más limitadas que realizan, dándole credibilidad a sus actuaciones. Ulises Rosell aprovecha al máximo el paisaje, como así también las cosas y sitios que hay en la zona, logrando que cada locación tenga su importancia y utilidad en beneficio de la historia. Se podría encuadrar a este film como un thriller, que no le escapa a la aventura y la supervivencia. Tiene mucha acción dinámica, y pocas palabras, las justas y necesarias. No se extiende en largos parlamentos explicativos. Deja muchos interrogantes librados a la interpretación del espectador, porque no hay nada esclarecedor, no se sabe porqué ellos hacen lo que hacen, se unen para sortear esta peripecia con éxito, aunque no saben lo que el destino les va a deparar.
Hay personas que están destinadas a marcar una época al cambiar el rumbo de su vida, y también la de los demás. Son los que toman el destino en sus manos, se apropian de él y no permiten que sea afectado por causas ajenas. Uno de esos “elegidos” fue Carlos Jáuregui, un reconocido activista por reclamar leyes y derechos de la comunidad LGBT. El protagonista de esta historia dirigida por Lucas Santa Ana, después de terminar el colegio secundario en 1975, logró una beca para estudiar historia en Francia. Allí vivenció las manifestaciones callejeras de los gays y lesbianas para que sean respetados y tratados como seres humanos. Más tarde permaneció un tiempo en los EE.UU. hasta que, en 1982, retornó al país y durante el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín comenzó su lucha. Fueron años duros, de persecución, maltrato y encarcelamientos para todos ellos. Pero él, con la experiencia traída del exterior, supo cómo enfrentar el problema. No fue fácil, hasta el año de su muerte, en 1996, peleó contra los políticos, los prejuicios sociales y su enfermedad. Este documental está narrado de una forma convencional. Donde parece que la idea no es informar, sino homenajear a una persona que se destacó por sobre el resto. Por eso dialogan con sus amigos y compañeros de batalla. Con la utilización de fotos en blanco y negro, y a color, artículos de diarios y revistas, imágenes de reportajes televisivos, archivos de escritos contados con una voz en off, completan el argumento. Quién lleva el hilo conductor del film, y charla con los entrevistados, es el periodista Gustavo Pecoraro, que también está involucrado en el guión y fue uno de los compañeros de militancia de Jáuregui. La realización nos permite recordar aquella época, para los que la transitamos, y para las nuevas generaciones enterarse sobre quién fue el personaje en cuestión. Porque en los últimos tiempos se sancionaron varias leyes que fueron reclamadas en aquellos años, y que ahora, benefician a un montón de personas. Pero todo esto no es producido por generación espontánea, sino que hay un pasado que con este documental se lo recuerda. El activista estuvo en el lugar indicado, en el momento justo. Y gracias a su personalidad arrolladora, su firmeza, valentía y convicción a prueba de balas, logró trascender y fue un guía, un referente en el cual, los que estaban excluidos y marginados pudieron apoyarse en él, estar contenidos y vislumbrar una luz de esperanza de poder ser unos simples ciudadanos como los demás y no ser perseguidos o señalados con el dedo acusador de los que no son como ellos.
Bepo (Luciano Guglielmino) fue un linyera nacido en Tandil, en los comienzos del siglo XX. Tenía un trabajo, una modesta casita y una novia. Pero, de un día para otro, decidió abandonar todo y emprender un viaje, una aventura interminable,. porque lo que más deseaba era ser libre e independiente, no obedecer órdenes ni tener jefes a quien responder por su trabajo. De chico, su mente viajaba, y de grande, cumplió con su deseo. Basada en una historia real, el director Marcelo Gálvez comienza a contar su historia a partir de 1935, cuando andaba por los campos de la provincia de Buenos Aires. Narrada como una road movie, pero sin medio de transporte propio, sino que, para trasladarse, caminaba o viajaba de colado en algún tren carguero. Paraba en cada pueblo y acampaba bajo el puente del ferrocarril. Generalmente no estaba solo, por el camino encontraba a algún “colega” y pasaban un tiempo juntos hasta que lo dejaban solo. La película no tiene puntos fuertes, siempre transita un mismo tono y el ritmo es parejo. Se dedica a mostrarnos las vivencias y peripecias que tiene Bepo en un tramo de su derrotero. Hecha con un muy bajo presupuesto, pero aprovechado al máximo, ha logrado un buen resultado, porque el director tenía una idea clara de lo que quería y cómo lo quería filmar, y el grupo de actores puso lo mejor de sí para llevar adelante este proyecto de la manera más profesional posible. El protagonista, siempre ataviado con la misma vestimenta, lleva dos bolsas con sus pertenencias. Las vías del tren son el camino, su guía. Va a la deriva, él maneja el tiempo como quiere. Su destino es incierto, por eso recorrió durante 27 años toda la Argentina. Él pudo jactarse de ejercer la anhelada libertad con todas las letras, porque fue un linyera por convicción, como los otros con los que se cruzaba en el camino. Ellos manejaban un código propio de convivencia y, además, compartían una misma filosofía de vida.
Películas que se dedicaron a reflejar los hechos de la segunda Guerra Mundial, hubo muchas, de todo tipo y tenor. Tratada, además, de diferentes ángulos, con distintos puntos de vista, e incluso, con disímiles géneros cinematográficos. Ahora se estrena este film, dirigido y protagonizado por Pierfrancesco Diliberto, una comedia italiana ambientada en 1943, cuando el ejército estadounidense hizo su desembarco en las costas de Sicilia, para combatir al régimen de Mussolini. Arturo (Pif) es un italiano que vive en EE.UU. trabaja en un restaurante, está enamorado de Flora (Miriam Leone) y tienen ganas de casarse. Pero, el gran inconveniente es que a ella su padre, quién es el dueño del restaurante, le consiguió un novio, hijo de la mano derecha de un famoso mafioso italiano. Flora no lo quiere y hace todo lo posible para sacárselo de encima. La única alternativa que tienen para poder casarse es que Arturo le pida la mano a su padre, pero él vive en Italia, justamente en Sicilia. La solución que encontró es enlistarse en el ejército estadounidense y que lo envíen a la guerra. Con este panorama se desarrolla la histpria, siempre en tono de comedia, incluso en los momentos más dramático del conflicto bélico. El héroe interpreta a un simple soldado raso al que rodea una gran variedad de personajes que lo ayudan, o lo complican, en la misión de conseguir su ansiado cometido. El film transita por momentos graciosos, otros, sentimentales, algunos, por su exageración terminan siendo absurdos, especialmente durante la primera parte. La obra es muy ágil, tiene mucho ritmo y hay que estar atentos al rol que cada uno lleva adelante. En el elenco, cada uno cumple su papel a la perfección, están bien delineados y no se salen del esquema. La ambientación y el vestuario de época están bien logrados Arturo, que es pura bondad, un poco ingenuo y también osado, pero no por valentía sino porque le brota naturalmente, es incapaz de medir las consecuencias, pues emprende esta aventura alocada para afirmar una vez más que para el amor no hay fronteras, y para el protagonista cruzar el océano Atlántico e involucrarse en una guerra, valía la pena.
Después de una entrevista laboral Belén (Iride Mockert) comienza a trabajar como empleada doméstica en una lujosa casa dentro de un country del gran Buenos Aires. La propiedad es grande, con jardín y pileta, pero viven allí sólo dos personas. Diana (Andrea Strenitz) y su hijo Juanchi (Martín Shanly), un tenista que está empezando a ser profesional. Con su trabajo Belén no tiene problemas, hace todo lo que le ordenan y ella obedece. Es sumisa y de muy pocas palabras. Su patrona es amable con ella, al igual que su hijo. Todo se desarrolla en un clima tranquilo, sereno. Es verano y los que viven en ese lugar parece que están permanentemente de vacaciones. Todos sabemos que el country es un mundo aparte. en el sentido más literal de la palabra. Ellos se aíslan del resto, colocan alambres tejidos y ligustrinas para delimitar el perímetro, además de contar con seguridad propia. Esta película dirigida por Lukas Valenta Rinner no sólo muestra la tranquilidad de los ricos, sino que los confronta con los vecinos de al lado, que son unas personas muy particulares, porque se alojan todos en una casaquinta en forma comunitaria, pero eso no es lo llamativo y molesto, sino que permanecen siempre desnudos. Cuando la protagonista se percata de esta situación, al comienzo le llama la atención y le provoca pudor, pero luego, le da curiosidad. Y ese mundo distinto, al que ella no estaba acostumbrada a transitar, le generará una gran motivación para integrarse al grupo y ser una nudista más. La historia resalta el contrapunto cotidiano entre estos dos ámbitos tan disímiles, pero que a Belén parece no incomodarla en absoluto. Todo lo dócil que es con su labor, dentro de la comunidad vecina, se siente libre y segura. Es su lugar de pertenencia, porque, inesperadamente, descubrió y encontró que allí es ella misma y no tiene que dar explicaciones a nadie. Narrado con un ritmo un poco lento, pero que no aburre, sino que la intriga y el interés se traslada al espectador como una comedia dramática. El relato se desmorona en la insólita secuencia final, porque todo lo bueno planteado anteriormente, con una idea muy original, se desmadra convirtiéndose en un burdo policial. Y ese cambio de género, que no se podía anticipar durante el film, terminar por boicotearse a sí mismo.
Antonio Zuleta es un personaje singular, tiene casi 70 años, vive en Cachi, Salta, junto a sus pequeños hijos, y su gran pasatiempo es el detectar, observar y filmar objetos voladores que aparecen y desaparecen tras los cerros cercanos a su casa. Él cree, y también tiene la necesidad de creer en lo que ve. El director de esta película, Daniel Rosenfeld, sigue a esta persona en un recorrido acompañado por su hijo José, al que intenta transmitirle el legado de la pasión por investigar a los ovnis, y el chico se lo toma muy en serio. El protagonista es filmado, y a su vez él también filma con su propia cámara a personas que vieron lo mismo que él y les brindan sus testimonios coincidentes entre sí. Por lo que vemos el territorio dónde está ubicado ese pueblo es un lugar propicio para que se produzcan esas extrañas apariciones, y que no todos los vecinos tienen la capacidad de percibirlas. Antonio tiene un archivo fílmico de estos casos y decide ir hacia Buenos Aires, junto a sus hijos, para mostrárselo a Fabio Zerpa y pedirle su opinión. El realizador decidió que no sea un mero documental sino más bien, digamos, una ficción documentalizada, porque el salteño “actúa” su propia vida y traslada su vocación a la pantalla grande, sin amilanase frente al desafío. Alterna momentos interesantes, con otros no tanto, donde las imágenes y el ritmo utilizado son acordes al lugar y la personalidad de los habitantes cordilleranos. Lento y cansino, porque allí el tiempo no se pierde como en las grandes ciudades sino que transcurre a otra velocidad, y no se lo intenta correr para alcanzarlo, solamente se lo sigue. En la parte final la utilización en exceso de planos generales largos para poder mirar con detenimiento la inmensidad del territorio deshabitado, y allí, a lo lejos, ver al protagonista acompañado por un amigo mientras caminan bajo un sol abrasador. Es atractivo para apreciar, pero ralenta demasiado el relato. El film no dilucida nada, si realmente hay ovnis o no en esa zona, simplemente transmite la avidez que tiene una persona común y corriente, para aportar su tiempo, el conocimiento adquirido y recursos económicos, en investigar si hay aproximaciones de extraterrestres a nuestro planeta.
La tantas veces discutida, en diferentes ámbitos y medios de comunicación, problemática del cine argentino se pone de manifiesto en esta realización de la reconocida directora María Victoria Menis, porque trae a la palestra una dura realidad que no sólo transita ella, sino muchos de sus colegas, que es la de poder llevar a cabo una película, sin tantos problemas inherentes a la idiosincrasia argentina y, por ende, poder vivir del cine. Porque hay unos pocos privilegiados que se pueden dar ese lujo y chocar contra las paredes para termina cansando esmerilando la voluntad y la pasión por hacer películas La directora, que tiene varios largometrajes de ficción en su currículum, se decidió a filmar éste documental autorreferencial de tal manera de hacer una catarsis pública y privada al contar lo que le sucede. Porque se encuentra en medio de una crisis existencial y utiliza este medio para desarrollar una suerte de terapia familiar. Con un ritmo veloz en 60 minutos da un pantallazo de su vida como cineasta y la relación que tiene con sus padres, su marido y sus hijos. Todo en forma de auto gestión, ella misma maneja la cámara, la lleva en mano e interactúa con las distintas personas que enfrenta. Termina siendo un reality donde transmite las dudas, su estado de ansiedad, la desesperanza, etc., involucrando a su familia y también al espectador para buscar una ayuda o un consejo acertado, que no la haga tener que abandonar la carrera y dedicarse a trabajar en una librería. Los familiares se desenvuelven bien ante la cámara, varios de ellos trabajan de alguna u otra manera vinculados a este oficio. Pese a ser considerada y respetada por sus colegas, para poder producir un film siempre le costó un esfuerzo supremo, desgastante, que la llevó a replantearse en su etapa madura si valía la pena seguir insistiendo con lo mismo, o dar un volantazo y buscar otros horizontes menos espinos, pero seguramente, al final, menos gratificantes también. Lamentablemente, para los que se dedican al arte, con el reconocimiento de la crítica y de los jurados en los festivales o exposiciones, no alcanza. Porque si el público no asiste, le da la espalda a tanto esfuerzo y sacrificio, no paga una entrada, no sólo es un perjuicio económico brutal para todos los que están involucrados en el negocio, sino también un doloroso golpe a la autoestima del creador de la obra, porque terminan no reconociéndolo, e ignorándolo, que es el peor de los castigos.
Una vez más discutir el “ser argentino” se ve reflejado en éste documental dirigido por Sebastián Díaz, porque trae a la palestra un hecho prácticamente desconocido para el conocimiento popular como fue la construcción de una zanja para alejar definitivamente a los indígenas del territorio bonaerense, cuya decisión la tomó el presidente Nicolás Avellaneda en 1875. Dicha orden se la impartió al ministro de guerra Adolfo Alsina, para que presente un plan para terminar con el “problema indio”. La lucha continua entre los pueblos originarios y los invasores tuvieron su punto más álgido en la historia argentina durante esta época, pues ya no primaba la pelea por la supervivencia sino que el conflicto era político-económico. Y para eso, como pasó siempre, tenía que perder el más débil. Explicado a través de varios historiadores, algunos desde sus gabinetes de trabajo y otros investigando en el lugar de los hechos, para narrarnos cómo se fueron construyendo los pueblos del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, con sus fortines y la comentada zanja divisoria Pese a que el Gral. Roca fue señalado como un genocida, por haber encabezado la campaña del desierto, el ejército que comandaba Adolfo Alsina, previo a tomar dominio de cada territorio por donde se iba a trazar la zanja, asesinó o tomó prisioneros a todos los indígenas que encontraron por el camino. Se llegó a construir 375 km de zanja pero, inesperadamente, luego de unos días enfermó, muere Alsina y lo sucede Roca. Nosotros criticamos la falta de proyectos a largo plazo de los políticos actuales, que son personalistas porque los hacen y los terminan ellos para llevarse el reconocimiento del ciudadano, pues bien, aquí tenemos otro ejemplo de cómo se maneja la política por acá, porqué murió Alsina y murió el proyecto de la zanja. Y lo que vino después fue mucho más cruel pues Roca exterminó o corrió hacia la montaña a los indios del sur argentino. El director no sólo entrevistó a historiadores, sino que además refuerza la historia con imágenes de planos del siglo XIX, lecturas de cartas a través de la voz en off, que las reitera como si fuera un molesto eco, de la gente involucrada en este conflicto. y también con animaciones e ilustraciones muy bien logradas de los personajes de la época. Explicado de una manera didáctica, con datos precisos, la pretensión de un presidente en dividir en dos a la Argentina expulsando o aniquilando a los “bárbaros”, para quedarse con todo en manos de la “civilización”, el realizador logra reflejar con pruebas concluyentes, las acciones irracionales de quienes gobernaron en ese entonces al país, que provocaron uno de los grandes desatinos de la historia argentina.
La realidad menos divulgada de los balnearios argentinos es la vida de la población estable, de los que se quedan mientras el turista se va y dejan las playas desoladas. De los que trabajan y estudian allí. Porque, más allá del mar y la arena hay otras cosas para contar, como la que tiene la directora Silvina Estévez, quien en éste documental viajó a San Clemente del Tuyú para mostrarnos lo que se enseña en la escuela municipal de Bellas Artes. En esa institución educativa para cada fin de año escolar los alumnos realizan una actuación frente a sus familiares. Tienen que demostrar, cada uno en su función, qué es lo que mejor saben hacer al desarrollar y llevar a cabo un proyecto de una obra teatral propuesta y guiada por sus profesores de las materias artísticas. Todos trabajan en modo de cooperativa, codo a codo y en paralelo, mientras también asisten a las clases. El esfuerzo es tremendo, pero los chicos lo disfrutan. El colegio es su espacio de contención y refugio. Pasan más horas ahí que en otros lados. La historia comienza en otoño y finaliza en primavera. La cámara, con imágenes estéticamente impecables, los sigue durante todos esos meses para transmitirnos las vicisitudes, ensayos, planificaciones, ideas, etc., que tienen que sobrellevar los involucrados para lograr concluir con la obra. Por otro lado, la directora se interesa en los pensamientos y sueños que tienen los adolescentes, especialmente qué hacer luego de egresar, porque en ese lugar muchas posibilidades de continuar con su vocación no hay, ya que después de ser un sitio de pertenencia del alumnado el vacío con el que se van a encontrar,va a ser enorme. Otro dato a favor del film es que la música que suena para el documental pertenece a los mismos chicos que ensayan, y donde se vislumbran un par de talentos que no hay que desaprovecharlos. La idea general es reflejar las vivencias que tiene una escuela de arte lejos de las grandes urbes y ajena al reconocimiento masivo, pero no por ello es humilde o rudimentaria. La película difunde de manera objetiva, pero con una clara intención esperanzadora que, si hay ganas precisas de producir algo se puede armar un grupo homogéneo interesado en realizarlo no hay barreras infranqueables, lo único que importa es la voluntad de concretarlo.