Un juego de espías en la guerra En plena Segunda Guerra Mundial, dos espías son enviados a Marruecos con la misión suicida de matar al embajador alemán. El (Brad Pitt) es un oficial canadiense que trabaja para el servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea británica, y ella (Marion Cotillard) es una agente de la resistencia francesa. Los dos sobreviven a la misión y no sólo eso: se enamoran, se casan y tienen una hija. Pero después de un año la pareja se pone a prueba: las autoridades británicas creen que ella se hace pasar por otra persona y que es una espía alemana. "Aliados" remite superficialmente a clásicos como "Casablanca" y los libros de John Le Carré. Robert Zemeckis ("Volver al futuro", "Forrest Gump", "Náufrago") sabe cómo entretener y cómo contar una historia, pero el realismo no es lo suyo, claro, y está marcado por vicios hollywoodenses. En ese contexto, no es extraño ver en "Aliados" situaciones inverosímiles como Brad Pitt jugando al héroe solitario delante de torpes nazis. Sin embargo, si vamos a analizar el nudo central de la narración, hay que reconocer que la película logra mantener la tensión mediante pequeños giros, sin grandes sobresaltos ni golpes bajos, y sus personajes nunca se desdibujan. También se agradece que no haya vueltas de tuerca sobre el final y que se mantenga el estilo clásico. La presencia de Marion Cotillard es otro punto alto de la película. Brad Pitt, en cambio, sólo termina siendo una discreta compañía.
Vitalidad y resistencia Clara (Sonia Braga) es una viuda de 65 años que vive en un viejo edificio de los años 40 en la costanera de Recife, en Brasil, en la "parte rica" de la ciudad. Es una prestigiosa crítica de música ya jubilada, y vive con su mucama, rodeada de sus amados vinilos y los recuerdos de su familia. Pero su vida tranquila se trastoca cuando una poderosa empresa inmobiliaria quiere comprar su departamento para derribar el viejo edificio y construir en su lugar uno nuevo. La empresa de hecho ya ha comprado el resto de los departamentos, pero Clara se niega y se planta, no quiere vender, quiere conservar un lugar que considera parte de su memoria, y se aguanta estoicamente todo tipo de presiones, incluso las de sus propios hijos. "Aquarius" es una película atravesada por múltiples problemáticas y sensibilidades, y sería imposible resumirlas acá. Pero se podrían destacar varios puntos que hacen que el tercer largometraje del director Kleber Mendonça Filho brille: la naturalidad de los diálogos es apabullante. La relación con la música vibra en un lugar especial, como se ha visto en pocas películas. Las escenas de sexo son breves pero perfectas. Y además hay una lectura política del Brasil de los últimos 40 años que es muy precisa y muy sutil a la vez, sin bajadas de línea. El premio mayor, sin embargo, es Sonia Braga. Ella no personifica a Clara. Ella es Clara. Y conmueve —o asusta— con cada gesto.
Misterios del lenguaje Doce naves extraterrestres aparecen de golpe en diferentes puntos del planeta. No hay signos de violencia, pero el mundo está desconcertado y en pánico. Ahí entra en juego la protagonista de “La llegada”, una experta en lingüística (Amy Adams) que es reclutada por el gobierno de Estados Unidos para intentar descifrar el idioma de los aliens y averiguar cuál es su propósito en la Tierra. El director canadiense Denis Villeneuve (“La sospecha”, “Sicario”) sabe muy bien cómo contar una historia creando suspenso y reflexión al mismo tiempo. La película está marcada por influencias de “Encuentros cercanos del tercer tipo”, “2001 odisea en el espacio” y el cine de Terrence Malick, y por ese camino la protagonista atraviesa un fascinante proceso en entender el lenguaje de los extraterrestres y sus consecuencias. El problema es que Villeneuve desdobla la historia en dos partes: por un lado sigue la relación con los extraterrestres y por otro la vida privada de la protagonista, marcada por una pérdida muy dolorosa. Estas partes no logran ensamblarse hacia el final, y cerca de la resolución la película se desinfla con revelaciones mágicas y una inoportuna vuelta de tuerca. Es una verdadera pena, porque en apenas 20 minutos se empaña lo que podría haber sido una película con más brillo.
La venganza será terrible Tom Ford es mucho más conocido como diseñador de moda que como cineasta. Sin embargo, en 2009 fue elogiado por su ópera prima, "Sólo un hombre", y ahora llega con "Animales nocturnos", una película ambiciosa que no siempre está a la altura de sus pretensiones. Después de una brillante secuela inicial, el director nos presenta a su protagonista, Susan, dueña de una galería de arte, rica, deprimida y con un matrimonio en crisis. Un día Susan recibe un libro: se trata del borrador de una novela a punto de ser publicada por Edward, su ex marido, un hombre con el que estuvo casada de muy joven y al que no ve desde hace 20 años. A partir de allí la película se divide en dos partes totalmente distintas: por un lado la realidad de Susan (un melodrama) y por otro la trama de la novela de su ex, un thriller que transcurre en las rutas de Texas y que recuerda a Cormac McCarthy. Sutilmente, y con una gran dosis de suspenso, estas historias de irán uniendo en un único vínculo con el pasado. "Animales nocturnos" es oscura y angustiante, y es capaz de mantener al espectador en permanente alerta, pero la mirada siempre elegante y estilizada de Ford le quita intensidad a la historia. Por suerte este punto débil se ve compensado por momentos por el trabajo de los actores: Amy Adams y Jake Gyllenhaal son una pareja de lujo. Y Michael Shannon también se luce como un detective solitario en medio del desierto.
Un héroe de carne y hueso En enero de 2009, el piloto Chesley "Sully" Sullenberger se convirtió en un héroe cuando logró acuatizar en el río Hudson de Nueva York un jet con 155 pasajeros que había perdido las dos turbinas poco después de despegar. Fue una maniobra desesperada pero exitosa. Los pasajeros se salvaron y contaron un final feliz. Sin embargo, al piloto le esperarían largos interrogatorios de la Comisión de Seguridad Aeronáutica cuestionando su accionar y especulando con las pérdidas de las compañías de seguros. Clint Eastwood reconstruye esta historia con su sello clásico: con una gran precisión en la narración, sin excesos ni golpes bajos. Mientras el cine de Hollywood se envicia con películas cada vez más largas, el director de "Los imperdonables" y "Gran Torino" se toma sólo una hora y media para contar al detalle la hazaña en el Hudson y para meterse en la piel de su protagonista, un involuntario héroe de perfil bajo que, a pesar de haber salvado 155 vidas, está inmerso en un montón de dudas. Sully y su fiel copiloto se enfrentan solos a la burocracia y un sistema que mide todo en números, sin tener en cuenta el factor humano que la película revela. También es notable como Eastwood logra crear verdadera tensión en un relato cuyo final ya es conocido. Tom Hanks y todo el reparto suman al talento del director, y es recomendable quedarse hasta el final de los créditos para terminar de disfrutar de la historia.
El terrorismo como fachada "Atentado en París" tuvo un derrotero accidentado en el Primer Mundo. En principio se atrasó su estreno por los atentados de noviembre de 2015 justamente en París, en los cuales murieron 137 personas. Y después se terminó estrenando el 13 de julio de este año, un día antes del ataque terrorista en la ciudad francesa de Niza, que dejó 85 muertos. Estas coincidencias, sin embargo, sólo aportan a la anécdota, porque la película poco tiene que ver con el terrorismo islámico que estuvo involucrado en esos dos ataques, y porque la película, además, sólo aspira a ser un producto de entretenimiento sin reflexiones ni análisis. La historia comienza con Michael Mason (Richard Madden), un carterista experto que en una de sus tantas rondas por las calles de París le roba el bolso a una joven. Lo que él no sabe es que, dentro de un oso de peluche, el bolso esconde una bomba, y cuando tira el bolso a la basura el artefacto explota dejando un saldo de cuatro muertos. A partir de allí empiezan a dispararse las alertas en toda la ciudad y entran en juego varios actores: un rebelde agente de la CIA (Idris Elba), la policía francesa, el ministro del Interior de Francia y un grupo de terroristas que esconde varios secretos. Escrita y dirigida por James Watkins ("La dama de negro"), "Atentado en París" es muy irregular. Por un lado es muy efectiva en la claridad y el estilo clásico de las escenas de acción, y por otro lado es una buddy movie fallida, porque la falta de química entre Elba (gran actor) y Madden es notoria. También tiene elementos de thriller que no llegan a cuajar, más si se tiene en cuenta que las vueltas de tuerca sobre el final tiran la verosimilitud por la ventana.
El pasado te condena Rachel es una mujer deprimida y alcohólica. Devastada por su reciente divorcio, y despedida de su trabajo, pasa sus días fantaseando con una pareja aparentemente perfecta que ve todas las mañanas desde el tren que la lleva a Nueva York. Al mismo tiempo está obsesionada por la vida de su ex marido con su nueva mujer, y la bebé que tuvieron juntos. Pero un día observa desde el tren un hecho que la moviliza y que la termina involucrando en un caso de asesinato. Basado en el best seller del mismo nombre de Paula Hawkins, "La chica del tren" es un thriller psicológico con demasiadas trampas y vueltas de tuerca. El director Tate Taylor ("Historias cruzadas") construye la historia como una pirámide de flashbacks que intentan mantener la tensión y el suspenso, pero este recurso se va desgastando a medida que transcurre la película. Los puntos de vista de los personajes también cambian caprichosamente y se esconden como en un juego de naipes, pero el efecto buscado sólo se traduce en un melodrama muy básico. Algunos críticos vieron sobre el final del filme una reflexión y una condena hacia la violencia de género. Y eso está. Pero la superficialidad de la película hace que cualquier posibilidad de reflexión quede velada.
Una historia de película "Manos de piedra" está muy lejos de las mejores películas sobre boxeo ("Toro salvaje", "Rocky", "Muhammad Ali"). Se trata de una biopic convencional, con todos los tics hollywoodenses y lugares comunes del género. Sin embargo, la intensa historia de Roberto "Manos de piedra" Durán la convierte en una película entretenida y por momentos vibrante. Durán está considerado el mejor peso ligero de todos los tiempos. Es sinónimo de orgullo nacional en Panamá y una inspiración para los deportistas de orígenes humildes. El guionista y director Jonathan Jakubowicz reconstruye la historia del boxeador desde su dura infancia —cuando robaba para alimentar a su familia—, pasando por su consagración con el legendario entrenador Ray Arcel (Robert De Niro) y llegando a sus días de gloria cuando se enfrentaba en el ring con otro grande como Sugar Ray Leonard. También muestra su aversión por Estados Unidos, la relación con su esposa y el vínculo casi familiar que mantenía con Arcel. La película es una suerte de versión de biografía autorizada, aunque el director se permite brevemente reflejar al ídolo en sus excesos, sus arranques de bronca y su tendencia a la indisciplina. Las peleas están narradas con precisión y sin mucho alarde de efectismos, y la reconstrucción de época (desde los años 60 hasta los 80) está a la altura de una gran producción. Otro punto a favor es el trabajo del ascendente actor venezolano Edgar Ramírez ("Carlos"), que interpreta a Durán con convicción y sin caer en estereotipos. Y la presencia de Robert De Niro siempre aporta una dosis extra de encanto que tiene que ver con su experiencia y su carisma.
Maravillas del Primer Mundo El puntapié inicial de "¿Qué invadimos ahora?", el nuevo documental del Michael Moore, parte del humor y el sarcasmo: Moore, enviado por el mismo Pentágono, juega el papel de "invasor norteamericano" visitando diferentes países con el objetivo de averiguar y aprender cómo EEUU podría mejorar sus problemas internos. Como era de esperar, con su marca de típico-progre-americano, el realizador de "Bowling for Columbine" tiene como destino principal a Europa y su Estado de Bienestar. El director va a Italia y se queda helado por la cantidad de días de vacaciones pagas y el aguinaldo, viaja a Francia y descubre que los chicos de las escuelas públicas comen como reyes y va a Alemania y queda fascinado con las condiciones laborales. En Finlandia muestra al detalle su exitoso sistema educativo, en Portugal se maravilla por la política con respecto a las drogas, y así siguen los ejemplos. Como contrapunto, aparecen imágenes de las penurias cotidianas que deben padecer algunos estadounidenses. Moore se basa en datos duros pero también es simplista y reduccionista, y en algunas escenas su asombro se acerca a la ingenuidad más banal. Sin embargo, la contraposición de conceptos es clara y su sentido del humor es contundente y efectivo. Moore hace que el mensaje llegue sin importarle mucho los medios. Y lo importante en este caso es que el mensaje atrapa y puede conducir a una etapa posterior de reflexión.
La familia no se elige La trama comienza en abril de 1985, cuando Carmen y Rosa van juntas a dar a luz al hospital de un pueblo. Cuando una película parte de una premisa endeble y forzada los resultados nunca son buenos. Y este es el caso de las "Las ineses", la tercera película del director Pablo José Meza ("Buenos Aires 100 kilómetros", "La vieja de atrás"). La trama comienza en abril de 1985, cuando Carmen y Rosa van juntas a dar a luz al hospital de un pueblo. Las mujeres son vecinas y sus maridos, Pedro y Ramón, se apellidan García. Cuando los García conocen a sus hijas la sorpresa es grande. Pedro cree que la beba morochita que reciben de la enfermera no se parece a nadie de su familia, en la cual todos son rubios, y lo mismo sucede con el morocho Ramón, que jura que la criatura rubia y pálida que le acaban de entregar a su mujer no les pertenece. Los padres afirman que sus bebés fueron cambiadas en la sala de partos, pero las madres tienen sus dudas. Así y todo se impone el criterio de los hombres, que sin escuchar a los médicos trucan a las recién nacidas con el consentimiento de las confundidas madres. Los años transcurren y las niñas crecen como amigas, pero con el paso del tiempo las dudas igual persisten. "Las ineses" es una típica comedia de enredos familiares, pero su humor se apoya más en el costumbrismo, lo que a esta altura ya suena un tanto oxidado. En ese sentido abusa de los personajes arquetípicos (aunque María Leal se luce como una suegra metida) y los chistes de trazo grueso sólo hacen reír en algunos pasajes aislados. Lo que se agradece es que no vire nunca hacia lo melodramático, y que mantenga el tono de comedia hasta el final, aún a los tumbos.