Phillipe Lacheau la escribe, la dirige y la protagoniza, y sabe que cuando una película dura lo justo y solo tiene como pretensión hacer reír ya tiene parte de la partida ganada. Si a eso se le suma que es una sátira al mundo de los súper-héroes, especialmente dedicada a los fanáticos del género, la propuesta tarda un poco en arrancar, pero después se desliza hacia las situaciones bien logradas, algunas observaciones críticas y a la construcción de la psicología del eterno perdedor. En la trama a un actor que no triunfa ni por casualidad le llega, un poco a los tropezones, la posibilidad de protagonizar a un súper héroe francés, en una producción clase B que a él le suena a gloria. Mucho más cuando sabe que trabajará al lado del actor que inspiró su vocación. Como un giro gracioso, cuando está caracterizado como “Badman” tiene un accidente, pierde la memoria y cuando reacciona se cree realmente un hombre de acción destinado a combatir el mal. Acumulación de equívocos, con frescura y liviandad.
Es una epopeya histórica sobre hechos reales, no debidamente documentados, del reino de Dahomey, en África, en los siglos XVIII y XIX. En el centro se ubica una líder guerrera y su ejército de mujeres célibes, famosas por su heroísmo, implacables en las batallas. El film que realizó Gina Prynce-Bytherwood lo tiene todo para transformarse en un éxito de taquilla, y en contener también lo políticamente correcto de nuestros días. Primero pone como protagonista a una electrizante Viola Davies que le da espesor trágico a su líder militar, mezclando sororidad con sus subordinadas, pero con la fiereza del entrenamiento militar que considera necesario. Es una mujer que enfrenta sus propios fantasmas y que es capaz de cuestionar el tráfico de esclavos que no solo llevaban adelante los blancos, sino las tribus triunfantes que destinaban a sus enemigos a la esclavitud. Las escenas de acción, dentro de un marco colorido, de gran perfección en los rubros técnicos, son feroces y sangrientas, enérgicas las tomas de entrenamiento, impresionantes las protagonistas. El problema es que en esta historia que trae remembranzas de ciertas partes de El rey León, algo así como “Corazón Valiente” trasladado a otro continente y con mujeres, tiene en el melodrama extendido su defecto, con una historia que se presenta confusa, y que se siente pesada y reiterativa en los terribles sufrimientos. Con menos duración sería más redonda. Sin embargo entre Viola Davis, sus compañera Thuso Mbedu, Lashana Lynch, Sheila Atimy John Boyega mas las impecables escenas de lucha hacen de esta producción un film atractivo que seguro tendrá su saga.
Es un filme que garantiza un sobresalto por minuto para el espectador, entre innumerables vueltas de tuerca que juegan con apariciones en casas vacías, efectos sonoros, un constante suspenso que por momentos es difícil de soportar. Como si tratara de un festival de sustos, con trampas y contundencias que juegan constantemente con nuestra percepción. No se trata de novedades absolutas, sino que acumuladas con una batería de efectos especiales, y una dirección de arte refinada que juega con especiales paletas de colores, la contundencia está garantizada. Después viene la línea argumental que supone que esa entidad que se apodera de los humanos con apariciones que solo la victima ve, no solo las aterroriza sino que las obliga al suicidio y se alimenta del trauma existente, de la heridas abiertas, más que una maldición del mal absoluto. En este caso una psiquiatra que luego de ver como una nueva paciente se suicida en su presencia y luego le sonríe monstruosamente, es la que advierte la posesión, pero también se devela que una historia de su infancia la hace alimentar. Esa línea argumental no es fácil en su desarrollo pero si es interesante. Para quienes disfrutan del suspenso en toda su gama y de los sustos al por mayor esta película garantiza lo que promete desde el primer minuto.
Esta gran película realizada por Santiago Mitre y con un guión minucioso, refinado y preciso escrito por el director y Mariano LLinás, será, ya es, un film imprescindible para los argentinos. Una empresa llevada cabo por una gran conjunción de talentos que recrea e instala con orgullo a ese único caso en el mundo donde un tribunal civil juzgo a tres juntas militares, que ejercieron el poder al que llegaron por la fuerza e instrumentaron una maquinaria de secuestros, asesinatos, torturas y apropiación. La película se estructura mostrando al fiscal Julio César Strassera en su intimidad, como un oscuro abogado del estado, que no tuvo sobresaliente actuación durante el proceso, la película lo deja insinuado, que recibe una tarea enorme, que teme ser utilizado y que siente que no es el Goliat que se convertirá en David, aunque así paso a la historia. La película instala con inteligencia y sobriedad el juicio en cuestión, ese del que los argentinos solo tuvimos imágenes mudas, en una misma toma, los testigos de espaldas, con el tribunal de frente. En la mejor tradición del respetado cine de Hollywood sobre juicios, toda esa reconstrucción funciona a la perfección, desde la elección de los actores para encarnar a los acusados, al testimonio desgarrador de Adriana Calvo Laborde, muy bien interpretado por Laura Paredes, todo fluye, discreto, seco, provocando la más genuina emoción. Lo terrible que ocurre en ese tribunal se humaniza con la vida de Strassera y su familia, el clima de amenazas constantes y la lógica paranoia, las presiones que soporta el casi recién estrenado régimen democrático, los intentos de manejar al fiscal. Esa familia que aporta lo cotidiano, el necesario humor para descomprimir, encuentra el Alejandra Flechner, Gina Mastronícola y especialmente en la revelación que es Santiago Armas Estevarena a los intérpretes perfectos. El otro eje es la creación del equipo, la llegada de Luis Moreno Ocampos (en un muy buen papel de Peter Lanzani) y en la manera en que reclutan a un equipo joven, de recién recibidos abogados o estudiantes de derecho que recorrerán el país y buscaran incansables los testimonios de los sobrevivientes. Ricardo Darin entrega una actuación para el aplauso, ese concepto de menos es más, en una elaboración contenida y emotiva, hace crecer con la fluidez que tiene toda la película a ese hombre gris en héroe de convicciones sólidas. Un valiente que merecería ser más recordado y homenajeado. También es bueno destacar las intervenciones de Carlos Portaluppi y del entrañable Norman Briski, como mentor de Strassera. En suma un film que llega a conmover con las mejores armas, realizado con la suma de todos los talentos técnicos que no buscan sobresalir pero que dieron sobriedad y creatividad, y que recomendamos a todas las edades. Se merece transformarse en un éxito.
Una historia de Diego Musiak, que el mismo director señala tiene fuertes connotaciones personales. El argumento pone en el centro de la escena a un hombre que llega desde el exterior para cumplir con un mandato, tirar las cenizas al mar de su padre. Y en esa localidad balnearia donde transcurrió su pasado se encuentra con una mujer a la que amo, cuentas pendientes que inquietan su vida. Una encrucijada resuelta con giro extraño en un film de buenas intenciones que no fluye ni crece, pero que sin embargo tiene a actores que brillan. En especial Fabián Vena que conmueve a un en situaciones que se presentan sin lógica creando muy buenos climas. También destaca María Ucedo. Filmada en hermosos lugares, con un gran dominio de la cámara, resuelve otros momentos muy rápidamente.
Es de esas películas destinadas a la lágrima fácil, a la emoción en cada momento, a las definiciones de una filosofía cotidiana que resume la sabiduría de la vida en que los más importante es la familia y que el protagonista descuida sin importarle que todos estamos de paso en nuestra existencia. Morir por culpa propia desafiando un cálculo peligroso al cruzar un semáforo lleva al protagonista a una oficina atiborrada de gente que se niega a aceptar su nuevo status. Pero él, por un error de cálculo, tendrá una hora y treinta dos minutos para volver con los suyos. Un tiempo que en el film parece alargarse en situaciones donde todo se resume a ver a sus hijos, a su esposa y ser extrañamente atento. Aunque algunas vueltas de tuerca prometan otra cosa. Una simplista visión del drama humano reducida a las pequeñas cosas de la vida como fuente de todo esplendor existencial.
Una pareja moderna, sofisticada frente a una separación. Los dos pertenecen al mundo del cine, trabajan juntos, tienen reconocimientos. Pero cuando él le es infiel, ella lo hecha de su casa. Entre el enojo y el incumplimiento de un pacto moral que parece existir solo para ella, el despliega una argumentación que pretende hacerla culpable, y la enreda en un arreglo que aceptan fácilmente. Seguir trabajando juntos. Ella decide comenzar un cortometraje contando su separación, no lo sabe pero en ese trabajo construye un espejo donde podrá reflejar lo que verdaderamente le pasa. Donde podrá entender, dialogo con terapeuta, experta en constelaciones y charlas con amigas mediante, lo difícil de un adiós. Todo está ahí, las idas y vueltas, los tiempos diferentes, los dolores desencontrados, la dimensión del desenamoramiento, los tiempos de duelo. En el guión de la directora Guadalupe Yepes, que escribió con Vanessa Robbiano, esta la radiografía de las decisiones importantes con el barullo de miedos e inseguridades. La realizadora, con una protagonista perfecta como Gilda Scarpetta, crea los climas tensos y melancólicos que conmueven y hasta hacen sonreír. Bien Alejandro Catalán y los lujos de Cristina Banegas y Luis Machin.
Una película que alude a una fantasía muy generalizada con los pequeños que juegan al futbol y fantasía mediante, puede transformar destinos y familias. Un fábula recurrente que surge en la mirada de un ser enojado con su realidad, que después sabremos que con su pasado construyó esa especie de amargura permanente con la vida. Un película de caminos, una propuesta honesta y con momentos muy logrados por Sebastián Rodríguez, en su primera película (ganó el concurso de Operas Prima del Incaa). La luz de esperanza para salir de la mediocridad es una prueba en un club de futbol, en un derrotero donde el adulto aprenderá más que el pequeño. Con un destino que casi lo emparenta con la delincuencia, y una redención chiquita pero compensadora, el film sigue ese cambio de eje de un treintañero que no puede salir de su chatura. Un director atento a cada cambio pequeño de su protagonista, en una buena actuación de Sergio Prima, bien secundado por un elenco elegido con cuidado: Paula Corruega, Mariano Argento, Benjamín Otero y Eugenia Guerty.
Un hombre solo y enfermo en un departamento de planta baja en Córdoba, que convive con sus siete perros, su entrañable compañía marca sus días, limpiar lo que ensucian, darles de comer, pasearlos y someterse a sesiones de diálisis. De este protagonista sabemos muy poco, viudo de una profesora de historia, con una hija lejos con la que habla por zoom, y el trato con su manada compuesta por pichichos de todos los colores. La situación límite lo acorrala cuando el consorcio le da un plazo de treinta días para deshacerse de sus perros, en una conciliación obligatoria. Recibe también otras agresiones, como inmundicias que le tiran a su patio o embadurnan la manija de su puerta. Luis Machin, muy bien dirigido por Rodrigo Guerrero en su cuarto film (“El invierno de los raros”, “El tercero” y “Venezia”) compone a un entrañable solitario que parece perdido en un mundo indiferente. Pero en el guión de Paula Lussi todavía queda un resquicio para pensar que el mejor amigo de un hombre puede ser también otro humano. El director no deja de lado escenas crudas y diálogos cortos pero significativos, pero construye con sensibilidad ese mundo casi marginal con un brillo solidario. Los perritos son todo un descubrimiento.
Una precuela de aquel film de Jaume Collet –Serra, que se realiza doce años después con la misma protagonista: Isabelle Fuhrman, que en aquel entonces tenia 12 años, para dar una niña de 9 y ahora tiene 24. Con maquillaje, dobles, ciertos ángulos de cámara se logra lo imposible y otra vez se pone en el centro de una acción convincente y un regreso que aplaudirán sus fans. Para este psicópata de cuerpo pequeño, pero de un edad que ronda los 30, le basta inteligencia para escapar de una psiquiátrico de Estonia (su camino de liberación está sembrado de cadáveres). Se hace pasar por una niña desaparecida varios años atrás y se sale con la suya: viaja a EEUU y es recibida por una familia emocionada. Nada de lo que pasa después debe revelarse, pero no defraudar. Dirigida por William Brent Bell la película y su heroína vuelven a funcionar, con una inesperada vuelta de tuerca que permite el lucimiento de Julia Stiles. Lo mejor sigue siendo la protagonista con esos pases siniestro de niña a adulta, muy bien explotados.