RAÍCES PATAGÓNICAS Como todos los buenos documentales, Chubut, libertad y tierra se va desenredando como un ovillo. Una búsqueda inicial que se afinca en el pasado sentimental de la protagonista, la reconstrucción de un fantasma que sólo conoce a través del archivo de fotografías y grabaciones se transforma en el punto de partida de una búsqueda más general, que atraviesa la historia de la expropiación de tierras en la Patagonia, el origen y desmantelamiento del trazado ferroviario y una lucha política que alcanza nuestros días. Carlos Echeverría encuentra entre el paraje del desierto patagónico una historia que se enmarca en un relato al que periodísticamente le faltan algunas fuentes sólidas para sostenerse, pero que en su búsqueda de justicia y rescate de la figura del doctor Juan Carlos Espina, encuentra algunos argumentos insoslayables sobre la lucha contra los sectores oligárquicos que dominaron nuestras tierras y el reclamo legítimo de los pueblos originarios sobre las mismas. La nieta de Espina, personaje protagónico y voz en off que reconstruye su búsqueda al dirigirse hacia el sur patagónico, inicia su trayecto a raíz de fotos, artículos y grabaciones de la voz de su abuelo, un renombrado médico que vivió prácticamente aislado en El Maitén e inició la hercúlea tarea de dirigir un hospital prácticamente sin recursos, profesionalizando al personal que tenía a su alcance. Durante su viaje en el tren patagónico que conecta Viedma con Bariloche, conoce a una estudiante de la carrera de historia que se encuentra trabajando en un estudio del entramado histórico de expropiación de tierras de la Patagonia y esto le da una nueva punta para construir la figura de su abuelo. Las vertientes se entrecruzarán para responder varios elementos de la vida de Espina, así como su alejamiento de la medicina. Al atender la colonia de Cushamen, se involucrará en las injusticias que padecían los pueblos mapuches a manos de terratenientes ingleses y el sistema usurero de los “bolicheros”, llevándolo a formar a la agrupación política de Libertad y Tierra. Este aproximamiento le costará su carrera en la medicina con el predominio de gobiernos conservadores aliados al poder oligárquico y empresarial, que verán con malos ojos el reclamo de tierras expropiadas a las comunidades indígenas. La dictadura cívico-militar de 1976 terminará de sepultar tanto la carrera política como médica de Espina. El documental va desenmascarando el entramado político, el encubrimiento corrupto hacia los Benetton y las conexiones hasta el presente, no siempre con las mismas bases sólidas con que reconstruye la carrera y la vida de Espina. El documental se arma en base al protagónico y la voz en off de la nieta de Espina, que es la columna vertebral del relato. Por esta razón tiene mucho de documental ficcionalizado, lo cual siempre constituye un riesgo pero le da verosímil a la búsqueda de la protagonista, además de dar un marco visual imponente del desierto patagónico. Esto le da frescura y un tono de documental de viaje que también resulta introspectivo. El montaje construye el entramado de datos que constituye el marco informativo: un enorme archivo de grabaciones, fotografías y artículos que va uniendo las piezas de la vida de Espina. La banda sonora atmosférica resulta tenue y acompaña el suspenso narrativo y el viaje introspectivo de la nieta de Espina, que también resulta un viaje a comprender el origen de como se ha construido y expropiado el espacio en la Patagonia. En definitiva, con sus casi dos horas de duración Chubut, libertad y tierra puede resultar un tanto denso porque no todos los ramales que abre para desarrollar informativamente cada uno de sus segmentos tiene las mismas bases sólidas, pero la forma en que construye la búsqueda exhaustiva en torno a la figura de Espina resulta de una innegable contundencia. Por momentos de una audacia visual que recuerda a los viejos western por sus amplios planos generales y la figura recurrente del tren, se trata de un viaje profundo y laberíntico que es difícil olvidar.
ESPACIOS PARA RESISTIR AL CÓNDOR Kollontai, apuntes de resistencia, ópera prima de Nicolás Méndez Casariego, parece el trabajo de un experimentado documentalista, a pesar de tratarse de su primer film. Esto evidencia por lo tanto un trabajo de investigación profundo y exhaustivo que se ha acoplado a un guion que por momentos parece desbordar información y en otros resulta confuso, aunque sabe cerrar cada uno de sus vértices investigativos para dar un panorama amplio y resuelto de la lucha de distintas agrupaciones de izquierda durante la dictadura de Bordaberry en Uruguay. Pero el documental sabe atrapar no solo desde la catarata de testimonios e información, sino también desde algunos segmentos ficcionalizados, anécdotas de una riqueza notable (la de Vilox o la de encuentros clandestinos con túnicas son algunas de las más ocurrentes) y un acertado trabajo de montaje. Entre los elementos más óptimos del film se encuentra un detallado mapa de las agrupaciones de izquierda, algo que ayuda a identificar cada uno de los grupos y comprender mejor los debates internos que se daban dentro de las mismas, así como los planes de lucha. El enorme abanico de nombres que se presenta luego entre los testimonios y su identificación ayudan a que, si tenemos un conocimiento ligero, podamos seguir la narración sin problemas ni el riesgo de enredarnos con los datos. Los segmentos ficcionalizados quizá no tienen el mejor tono actoral pero la dirección, que recurre a clichés visuales ya canónicos de los filmes de espionaje, resulta efectiva y añade una valiosa dosis de entretenimiento que no obstaculiza la sobriedad informativa del guion. La larga introducción prepara todas las piezas para comprender las repercusiones de la operación Alejandra, que implicaba la reaparición del PVP (Partido por la Victoria del Pueblo), tras su exilio forzado. La sangrienta persecución durante esta operación, en consonancia con la intensificación de la represión en Uruguay y otros países de la región, resulta en algunos de los momentos de mayor riqueza del documental. En particular la mención al caso de la persecución en Brasil de Lilián Celiberti, que demuestra las conexiones entre los gobiernos dictatoriales de la región en operaciones clandestinas. Otro detalle enriquecedor del documental es que nunca pierde perspectiva de cómo lo ocurrido en la región está alineado con lo ocurrido en Uruguay, ofreciendo un panorama global del siniestro Plan Cóndor. En definitiva, un documental que sabe atrapar y al mismo tiempo ofrecer una perspectiva profunda de las agrupaciones de resistencia en el país vecino.
EXPERIMENTACIÓN Y SENSIBILIDAD Por Cristian Mangini (@cristian_mangi) Hay que reconocer en este nuevo film del director argentino Gastón Solnicki la continuidad de una voz personal dispuesta a dejar su sello, experimentar y subvertir convenciones de género a la hora de representar en el cine alguna temática, ya sea desde la ficción o la no ficción. Y esto se menciona a pesar de que Kékszakállú (2016) resultó, a quien escribe, un ejercicio autoindulgente carente de la espontaneidad que tanto se pretende, a pesar de sus virtudes. Introduzione all’Oscuro, por el contrario, representa un buen ejemplo en sentido contrario. A partir del acercamiento a la muerte de su amigo Hans Hurch (figura mítica de la Viennale), Solnicki construye un relato emotivo que se plantea, con una espontaneidad genuina, la urgencia de reconstruir la ausencia de una persona que ya no está, el duelo. Y lo hace con un tono personal, comprometiendo su figura para recorrer las calles y locales de Viena donde Hurch solía pasar sus horas, repitiendo sus rituales y rastreando sus obsesiones. En algunos segmentos la contundencia de las imágenes y cómo ilustra a su ausente protagonista es sumamente efectiva: la secuencia en el cementerio es un ejemplo. Introduzione all’Oscuro utiliza el archivo como un elemento de soporte a través de la voz en charlas o a través de las cartas y fotografías, que dialoga así con la construcción que Solnicki hace de Hurch en la ciudad donde supo vivir.
PURAS MALEZAS El jardín de la clase media está mal, a tal punto que lo más interesante que tiene es el título, que por otro lado nace de la creatividad del autor de la novela original, Julio Pirrera Quiroga. La novela policial editada en 2004 ya tenía algunos problemas pero lo de esta ópera prima de Enrique Inzaghi está muy por debajo de cualquier expectativa cinematográfica por mejorarla, de hecho, la empeora. Esta suerte de policial negro plagado de estereotipos, burdo para manejar el subtexto, con fotografía publicitaria y un guión con líneas de diálogo murmuradas torpemente y algunas actuaciones embarazosas (que, en general, es culpa del guión antes que de la calidad interpretativa del elenco) tiene correlación, al menos en el cine (en televisión esta mediocridad ha pululado con más frecuencia), con el paupérrimo cine de Emilio Vieyra. Y sin embargo, hay en la película de Inzaghi un cuidado por los apartados técnicos que Vieyra no solía tener, lo cual ni siquiera le va a dar la fórmula de cine serie B. La película, que arranca entre varias elipsis y la narración de cómo un candidato llega finalmente a un cargo de la cartera de medio ambiente, da lugar inmediatamente a un montaje paralelo entre un asesinato y una violación, eventos que son el disparador de todo lo que sucede y conmueve la vida del mencionado funcionario (Luciano Cáceres) y su esposa (Eugenia Tobal). Todo este entramado, que tiene la finalidad de ser agudo en su comentario social, apenas logra interesar porque salvo un fiscal interpretado por Esteban Meloni, no parece importarle a nadie. Pero esto es porque el punto de vista se fracciona absurdamente, llevándonos a cuestionar si prima el aspecto de thriller o el de comentario social. En el primer caso hubiera sido útil seguir alguna indagatoria del fiscal que parece sacado de un mal libro de Hammet. En el segundo de los casos, si en verdad se apuntaba al comentario social, resulta un misterio la energía puesta en escenas románticas de telenovela o el shock value serie B que también resultaría extraño o bizarro en un film de comentario social. Sin lugar a dudas, hay intención de contar el ascenso y descenso de una figura política y cómo la corrupción va cocinando la suerte de cada figura, pero el suspenso, el drama y, en fin, el pathos de todo el asunto, se disuelve con facilidad. En el medio de todo, las figuras que mueven los hilos terminan siendo caricaturas que poco tienen que ver con el registro de denuncia que se pretende, a pesar de que el dúo que hacen Enrique Liporace y Roly Serrano entrega los mejores momentos del film. En definitiva El jardín de la clase media, con su título poético y pretencioso, es un film de llamativa intrascendencia, en particular por la búsqueda (consciente o inconsciente) de recuperar el cine serie B policial de los ´80 y comienzos de los ´90. Ideal para ver charlando con amigos tomando una cerveza sin prestarle demasiada atención.
TRAPITOS AL SOL El nombre Noche de paz no podría estar más anclado en la ironía y el sarcasmo más afilado, dando una radiografía impiadosa de la sociedad polaca con una dosis de humor negro que, sin embargo, tiene una impronta sobria y dramática que por momentos colisiona con la propuesta. Digamos que si ustedes creían que su noche familiar de Navidad o Año Nuevo había sido un papelón impresentable, prepárense para ver en la ópera prima de Piotr Domalewski todo lo que no (¡NO!) quieren que pase en la tradicional cena, harto conocida por los suspicaces cruces de miradas, la exposición de miserias acumuladas a lo largo del año o ajustes de cuenta sorpresivos que dan lugar a pequeñas explosiones que se combinan con la pirotecnia, los dulces y la sidra para dejar -o no- una marca indeleble. Seguramente un ritual que nos hará sentir extrañamente próximos a una cultura que creemos tan distante como la polaca. Desde su introducción en el micro sabemos que el retorno de Adam (Dawid Ogrodnik) a Polonia luego de su estadía laboral en Holanda iba a ser accidentada. Filmando una cinta familiar para la que será su futura hija, tiene un pequeño altercado que expone sus miserias desde lo que aparenta ser un gesto tierno. Esa figura de alguien desubicado por una situación actúa como un preludio para lo que será el reencuentro con su familia, que también tiene en pequeños detalles del guión los signos de una advertencia: más allá de la mordedura de un perro, en los primeros minutos se sienta a jugar con su hermana menor que ordena una casa en miniatura de muñecas y ella le menciona al pasar que lo dejará participar si no va a arruinar la diversión. Este detalle del guión, además de los cruces de miradas inexplicables y hostiles o escenas que se interrumpen en silencios, se aprecian mejor tras un segundo visionado, en particular cuando se tiene conocimiento de determinado giro en la relación del protagonista con su hermano Pawel (Tomasz Zietek). En todo caso, todos estos elementos marcan que Adam es un outsider que ha perdido su lugar en la familia, siendo una presencia incómoda que no encaja en su estructura. El diálogo entre la introducción y el final es claro al respecto (los dos ocurren en micros, contemplando la misma cámara de mano). En su ópera prima Domalewski utiliza la cámara en mano y los planos largos como foco de un registro que resguarda el punto de vista, a pesar de tomarse algunas libertades al poner la perspectiva de la hermana menor de Adam, acaso el único personaje transparente y genuino del film. La sobriedad del registro y por momentos la intensidad de las actuaciones, le dan a la que por momentos es una sátira repleta de humor negro un tono asfixiante que no se encuentra afín a su faceta sarcástica. De hecho, la condensación del guión en el tramo de la última media hora se hubiera beneficiado del tono más ligero de la comedia: la sucesión de eventos y desgracias resultan dentro de un marco dramático inverosímil pero, dentro del contexto de una comedia, resulta demasiado solemne y cargado de una intensidad que desborda cualquier rasgo humorístico. La convivencia entre registros tan dispares resulta por momentos accidentada, pero un guión sólido y hermético ayuda a que el descenso al infierno en que se transforma la Nochebuena de Adam resulte encantador, haciendo de Noche de paz un buen film que sin embargo es imposible de catalogar como un film navideño.
BABY SHOWER ACCIDENTADO De Malicious: en el vientre del diablo, último film del multifacético e irregular Michael Winnick, solo se puede decir una cosa: la intención de contar algo y presentarlo con solvencia está, lástima el resto. Probablemente no sea el peor film de horror del año, pero su propuesta es insípida, descafeinada y previsible, dejándonos con una cascara vacía que, sin embargo, hay que reconocerle sus momentos de tensión. Sin embargo, lo cierto es que el film naufraga mediocremente a través de sus diálogos, sus actuaciones y finaliza sin que haya nada demasiado memorable salvo el recorrido con algún sobresalto, una pequeña nota de color. Casi como el recorrido entre Mar del Plata y Buenos Aires por ruta: vacas, asfalto, verde, árboles, todo repitiéndose y resultando intrascendente, con quizá sí, alguna cosa llamativa y pintoresca en el medio pero, al final, no recordaremos nada memorable de ese trecho. Malicious: en el vientre del diablo, cuenta la historia de una pareja que se ama, se ama tanto que el guion nos hace saber constantemente que se aman, de la forma más estereotipada posible, para comprender el dolor del previsible derrumbe de esas vidas. Todo esto, que puede sonar un tanto cínico, no lo es cuando se ve como la primera media hora se encarga de desarrollar la vida de la pareja de una novela televisiva en el proceso de tener su primer hijo, repitiendo frases de comerciales de bodas primero y de pañales después. En particular una pena porque Josh Stewart, el malogrado profesor de matemáticas Adam Pierce, es un actor que puede levantar el nivel de la saga de The Collector y Juegos de muerte, haciendo un personaje memorable a pesar de no tratarse del mejor material del horror actual. Pero aquí se derrumba pareciendo estar siempre anestesiado, repitiendo frases que lo hacen toda una caricatura de la lógica, algo de lo que no es responsable. Por otro lado, la pobre Bojana Novakovic tiene la tarea de interpretar a Lisa Pierce, la protagonista que desafortunadamente se encuentra absorbida por la chatura de un personaje sin relieve, destinado a sufrir bajo una entidad maligna que le obliga a cambiar el registro una vez avanzado el film. El problema es que esta nueva faceta resulta igual de irrelevante. El personaje de su hermana (Melissa Bolona) tiene más vitalidad por su sinuosa ambigüedad y energía, aunque el guion se valga de una secuencia de sexo completamente ridícula para tratar de definirla –porque Malicious es, además, una película muy moralista-. Olvidamos hablar un poco de la entidad maligna, que en verdad sale de una caja de origen maya y se divide en cuatro personificaciones que indican la gravedad del maleficio. La idea, que puede ser buena, sin embargo no explica en absoluto por qué toma determinada personificación, debilitando notablemente toda la mitología sobre la cual se construye la “temible” maldición. Esto da lugar a segmentos inesperadamente cómicos: en un momento en la ducha el personaje de Adam es tentado, creyendo que se trata de su esposa, por la personificación “joven” -que en un giro extraño también sería su potencial hija (¡!)- de la maldición, resistiéndose pero aceptando gustosamente del trance. Cuando la entidad adquiere otra forma, definámosla como “señora vieja y fea”, Adam se espanta y decide escapar desnudo. Interesado para las maldiciones el muchacho. Por lo demás, hay creatividad en una puesta en escena que recuerda a films como Sinister o La noche del demonio pero, como se adelantó, quedan sumergidos en la mediocridad del resto de sus apartados (en particular, la idea en torno a cierto cuadro y la cena en un momento de conexión con la entidad maligna merecen ser destacados). En definitiva este film de Winnick resulta insustancial y poco interesante a pesar de sus retazos de creatividad. Apenas anecdótico y muy por debajo de otros films que giran en torno a maldiciones y casas embrujadas.
RENACER VERANIEGO El otro verano, segunda película de Julián Giulianelli, indaga con un tono intimista sobre las vicisitudes de la paternidad, los desencuentros y la naturaleza de este vínculo, aun cuando parece encontrarse ausente. La forma en que construye esa tensión, de forma silenciosa, es la principal virtud de este film que, sin embargo, también encuentra elementos que aparecen irresueltos y situaciones un tanto forzadas. Sin embargo es el trabajo y la dinámica entre Guillermo Pfening y Juan Ciancio lo que termina cerrando con solidez este drama, que a pesar de su previsible estructura de coming-of-age contiene algunas secuencias trazadas con una mirada genuina que invita a perderse en este film que apenas supera la hora. Rodrigo (Pfening), un hombre cuarentón que vive en soledad en un pueblo de las sierras de Córdoba, encuentra su vida conmovida a inicios del verano por un encuentro accidentado con Juan (Ciancio). Esto que ocurre de una forma un tanto torpe en una de las pocas secuencias desprolijas del film, lleva al origen de este vínculo tosco que inicialmente tendrá una finalidad laboral para luego ir encontrando que tienen en común una relación que ambos desconocen. En la forma en que esto se resuelve progresivamente radica el poder del film, que tiene además una subtrama romántica algo endeble con una chica “de la ciudad” interpretada por Malena Villa. El asunto es que más allá de que se trata de un personaje delineado sutilmente en el guión, alejado de estereotipos siempre tentadores, su desarrollo queda truncado y apenas desarrollado. Cuando empezamos a ver una evolución, finaliza abruptamente a pesar de su buen trabajo. No es así la dinámica paterno filial, que astutamente apenas aparece delineada entre Rodrigo y su padre (del cual cuida sus cabañas), pero se profundiza como un espejo en el vínculo que crece entre Rodrigo y Juan. A pesar de ser un film estructurado clínicamente, se aprecia más por sus momentos aislados, aquellos construidos desde la intimidad entre Juan y Rodrigo o Juan y su interés amoroso. Un partido de fútbol, los silencios y las miradas evasivas, incluso un travelling lateral de una salida romántica en bicicleta o un encuentro a la vera de un río con el sonido de las voces en off, son algunos de los puntos más sólidos de esta apuesta que parece incompleta o desprolija cuando se piensa en la integridad del relato, pero que sin embargo entrega momentos memorables. En definitiva, El otro verano consigue transitar una fórmula recorrida numerosas veces evitando clichés y, a pesar de sus irregularidades, rescatando momentos memorables que se sostienen en actuaciones sólidas y diálogos que ganan tanto en lo dicho como lo no dicho.
RETORNO SALVAJE Esta ópera prima del alemán Fritz Bohm resulta un plato extraño de digerir, con una premisa que puede resultar familiar, el clima y la fotografía de los relatos góticos y finalmente un tono existencial que encaja dentro de la estructura del film. Sin embargo, no todas sus facetas se encuentran integradas con solvencia dentro de un guión que parece abandonar algunos personajes y extraviarse en la última media hora a pesar de un final satisfactorio. En primera instancia, esto es lo que podemos decir de Criaturas nocturnas, película que por momentos abraza al cine Z aunque la carencia de humor y la búsqueda existencial hacia el final terminan dándole un tono solemne, que se puede leer en el subtexto como la afirmación de la femineidad, entre otros elementos que se desgranan por el bullying, el abuso y la incomprensión a la que es sujeta la protagonista. Sin lugar a dudas la introducción es magnética a pesar de la previsible sospecha de que se oculta información tras las apariencias: con un clima perturbador vemos cómo un hombre cría a una niña bajo el encierro sin aparente explicación, lo cual remite más a películas como La habitación (2015, Lenny Abrahamson) antes que al relato fantástico que finalmente es. Cómo las piezas se van uniendo y entendemos lo que realmente sucede resulta en el mejor segmento de la película, la intriga se sostiene con maestría y el clima opresivo da el aire enrarecido hasta el trágico final. Es casi un cortometraje en sí mismo. Todo lo que ocurre luego no está a la altura y resulta irregular, aunque narra cómo esa niña, ya adolescente, que aparenta encerrar un secreto terrible, termina afirmando su derecho a existir. El camino hasta que eso ocurre implica la adopción en un hogar de hermanos que sobrelleva la oficial de policía Ellen (Liv Tyler) con su hermano Ray (Collin Kelly-Sordelet) y su adaptación a una vida normalizada por instituciones como el colegio o el club de deportes. Pero late en su interior la ansiedad por encontrar las auroras boreales que residen en su memoria inexplicablemente y una metamorfosis que es advertida de forma cada vez más pronunciada por sus afectos y ella misma hacia un “wildling”: una especie de bestia que se asemeja a una mezcla de hombre lobo y Neanderthal que no estaría fuera de lugar en un cuento de hadas. Pero claro, aquí la bestia o el “monstruo” no es otra cosa que el ser humano, invirtiendo el tópico de forma casi explicita, como cuando el “wildling” que ve Anna (buen trabajo de Bel Powley) es en verdad la transfiguración de un compañero acosador que pretende violarla. Esta proyección, que también implica el miedo a aceptarse como es, lleva la película a su punto crítico y existencial, hasta el desenlace de confrontaciones con su pasado. Uno de los problemas que mencionábamos es que no integra narrativamente todos los elementos con la misma solvencia que lo hacen películas como Criaturas de la noche (2008, Tomas Alfredson), con la cual no sólo comparte un título traducido prácticamente igual, sino también algunas temáticas: el despertar sexual, el bullying, la inversión monstruo-hombre y la aceptación de la identidad como un proceso doloroso que lleva a abandonar el mundo conocido a sus protagonistas. Pero el descuido de personajes como el de Tyler, que pierde relevancia hasta resultar accesorio, y un clímax atropellado y torpe para una confrontación final que es más simbólica que otra cosa, la distancian de la joya de Alfredson. Sin embargo los climas, el trabajo visual y una curiosa mitología hacen de Criaturas nocturnas un film interesante con un promisorio director.
UN MITO QUE DESBORDA LATINOAMÉRICA En No viajaré escondida, el director Pablo Hernán Zubizarreta aborda una figura fantasmal y mítica con un exhaustivo trabajo de investigación que procura unir, como si se tratará de un rompecabezas, las partes de la vida de Blanca Luz Brum a través de anécdotas y testimonios. Sin embargo y a pesar del largo tiempo de trabajo, su biografía sigue siendo una incógnita donde se acumulan más preguntas que respuestas pero esto es, precisamente, lo fascinante de una figura que atravesó con sus contradicciones algunos de los movimientos políticos y artísticos más importantes del siglo XX. O eso parece con certeza, a pesar de que voces como la crítica de arte mexicana Raquel Tibol (que abre el documental con su testimonio rabioso) se encarguen de defenestrarla y degradarla. En todo caso, la poetisa uruguaya es el eje de este documental estructurado en las distintas etapas de su vida, que se sostiene en un sólido trabajo investigativo. Para ello Zubizarreta recaba en testimonios y material de archivo que va desde filmaciones a fotografías, e incluso cuando resulta no hallarse lo que se busca, este es un elemento más para comprender la caótica vida de Brum. La falta de información siempre parece ofrecer un camino a nuevas variables investigativas pero también a cuestionar a la leyenda tejida en torno al personaje. Una de sus cercanas de la infancia plantea que de niña ella solía ver trenes en lugares donde era imposible que eso ocurriera y en otro momento se plantea que solía mentir para que se hable de ella en la mesa, para no perder vigencia. Todo este manto de duda es parte del mito y el director lo abraza, dejando en el rodaje incluso la búsqueda de un documento fundamental para entender su vínculo con el peronismo que no resulta exitosa. Su relación con figuras como el poeta peruano Juan Parra del Riego, el intelectual José Carlos Mariátegui (colaborando en la célebre revista Amauta en varios de sus números), el revolucionario nicaragüense Augusto Cesar Sandino, el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, el periodista y fundador del diario Crítica Natalio Botana, el político chileno Juan Antonio Ríos, el también político Juan Domingo Perón y el dictador chileno Augusto Pinochet hablan de una figura ya de por si inasible, sobre la que el anecdotario y testimonios apenas rasgan la superficie, y el director propone por momentos ficcionalizar a través de breves interludios teatrales y la voz de Mercedes Moran encarnando a Brum. Esta liquidez entre los hechos reales y la ficción ayudan a dimensionar la figura de la poetisa, alejándola de las pretendidas certezas que habitualmente encienden los documentales y dándole una mayor riqueza al mito sobre el que se sostiene. En todo caso, más allá de una duración que puede ser un tanto extenuante debido a lo estructurado de la propuesta, la fascinación que ejerce la figura de Blanca Luz, el maratónico trabajo de investigación y una musicalización sublime hacen de este documental una propuesta fundamental.
ARMATE UNO En su debut como director tras dar sus pasos como productor, el realizador uruguayo Denny Brechner incursiona con un film extraño y subversivo que a pesar de sus irregularidades encuentra en su frescura un elemento cómico y sorpresivo. Mockumentary (es decir, un falso documental que, por lo general, resulta paródico) con elementos de ficción que se confunden con la realidad a través del montaje, Traigan el porro incluso se da el lujo de contar con figuras como José Mujica o Carlos Pita para darle cierta dimensión de verosímil a la locura del guión. El resultado no está exento de fallas en su concepción, esencialmente porque algunos elementos improvisados no terminan de encajar en la narración, o la interacción entre los personajes se encuentra fuera de timing para la comedia, pero la propuesta no pasa desapercibida. Traigan el porro narra una hipotética misión secreta de Alfredo (el mismo Denny Brechner) para poder traer marihuana de Estados Unidos bajo el mando del mismísimo presidente Mujica. La razón es la cuenta regresiva que se le presenta antes de que finalice su mandato y la falta de producción propia, sin poder satisfacer la demanda que la aprobación de la regularización del consumo tendría. Esto implica una disparatada incursión al estado de Colorado donde el grupo integrado también por la madre de Alfredo (que además, también es la madre de Brechner) y un veterano policía en decadencia (Gustavo Olmos), tratará de buscar los medios para obtener toneladas de la preciada hierba en los días previos a la incursión de Mujica en las Naciones Unidas para detallar los motivos de la regularización en Uruguay. El desarrollo de la expedición a Estados Unidos liderada por Alfredo los lleva a ferias cannábicas, con figuras que representan la lucha por el consumo legal en ese país, bajo la improvisada organización de la Cámara Uruguaya de la Marihuana Legal, mientras buscan socios para poder negociar el abastecimiento de marihuana. En paralelo vemos el montaje de secuencias documentales que anotician la presencia de Mujica en el país del norte, cuando estas no forman parte de la ficción al interactuar con los protagonistas del film -con momentos hilarantes donde vemos el carisma de Mujica a pesar de no tratarse de un actor profesional-. El film mantiene astutamente esa hibridación entre ficción y documental al presentar figuras reales y ponerlas a confrontar con nuestros personajes, siendo imposible determinar qué parte es documento y cuál ficción, algo semejante a otros mockumentarys como Borat. Pero sin duda, la mayor riqueza está en el registro urbano de las calles de Washington y Nueva York, que refleja cierto grado de denuncia sutil al retratar la periferia y los empleos a los que puede aspirar el trabajador de origen “latino”. Ficción o no, el segmento cumple en mostrar una faceta crítica contundente. Por otro lado, resulta más irregular el desarrollo del trío protagónico a lo largo de su expedición, específicamente, la faceta romántica resulta forzada y se desvanece del guión sin consecuencia alguna. La presencia de elementos aleatorios, así como personajes ocasionales, denota la carga de improvisación que tuvo el guión a pesar de contar con un norte, algo que por momentos da frescura y por otros resulta en secuencias torpes que no cumplen ninguna finalidad en el transcurso de la acción. En todo caso, Traigan el porro es una rareza del cine uruguayo que apenas supera la hora y consigue entretener a pesar de cierta falta de solidez. Esto no quita un uso notable del montaje paralelo hacia el desenlace que con el relato en off genera un efecto cómico que está entre lo mejor del film; contarlo sería arruinar el mejor momento del relato. Sin duda se trata de una audaz ópera prima de Brechner (Denny, no confundir con el también uruguayo Alvaro) que a pesar del caos de ideas logra afirmarse minuto a minuto.