Licorice Pizza (2021) es un filme escrito y dirigido por el talentoso Paul Thomas Anderson (Phantom Thread, There Will Be Blood, Magnolia, Boogie Nights, Punch-Drunk Love, The Master, Inherent Vice), narra la historia de amor entre Alana una joven de 25 años y Gary un adolescente de 15 años. Alana -interpretada por Alana Haim destacada artista musical- no está feliz con su trabajo, se encuentra algo perdida profesionalmente, con una sensación de fracaso. Por el contrario, Gary con su autoconfianza, a pesar de su corta edad constantemente está emprendiendo proyectos y tiene claras sus metas. En su niñez Gary (Cooper Hoffmanm hijo del actor Philip Seymour Hoffman) fue una estrella del mundo audiovisual a quien actualmente le cuesta admitir que ya ha crecido y que su momento de fama pasó. Licorice Pizza ofrece una gran ambientación de época que logra representar y expresar el clima sociocultural del período, tanto desde lo visual, lo auditivo y lo ideológico. El relato inicia en 1973 ambientado en el Valle de San Fernando, al sur de California, donde los jóvenes se conocen y será el fin de la vida tal como la conocían. La diferencia de edad, que para Alana es un problema, hace que el vínculo inicie más bien en forma de amistad según pasan los años. Este es uno de los aspectos interesantes del film, y es que Anderson entiende que no es necesario marcar la exactitud del paso del tiempo, en ese vínculo en donde cada uno de ellos van creciendo por separado y en conjunto. Anderson es astuto al no representar el coito sexual entre ambos, lo cual dada la diferencia de edad generaría polémicas éticas que harían que al espectador le cueste empatizar con el relato. A través de los años Gary comienza distintos emprendimientos comerciales junto a Alana, sin embargo, ella comienza a sentir que la diferencia de edad empieza a notarse cada vez más cuando decide tomar su propio rumbo en busca del éxito profesional. Al respecto, el único aspecto negativo que encuentro en el filme, sobre todo haciendo una lectura desde la perspectiva de género, es que Alana siempre intenta afianzarse profesionalmente a través de los hombres. Primero a través de Gary, luego junto al personaje célebre de Jack Holden (Sean Penn), seguido de su decepción del mundo de la política en el cual intenta ascender primero con su compañero de campaña Brian (Nate Mann) y luego a través del candidato a alcalde Joel Wachs (Benny Safdie). Por ende, la forma en que es representada la ambición profesional de la protagonista resulta algo patriarcal, sobre todo teniendo en cuenta que en los ´70 ya comenzaba a hacerse lugar la ola feminista. A pesar de ello, hay que destacar que también Licorice Pizza expone y crítica muchas hipocresías de la época. Sobre todo, problematiza el accionar de los hombres maduros como Jack Holden y Jon Peters*, interpretado carismaticamente por Bradley Cooper quien a pesar de su breve aparición logra “robarse” la película. A su vez, representa muy bien la aun carente aceptación social de ciertas cuestiones, por ejemplo, al escenificar que el candidato político siente que debe ocultar su homosexualidad por miedo a que esta cuestión perjudique la votación electoral. En conclusión, Licorice Pizza es una entretenida y dinámica coming-age que tiene la particularidad de centrarse en dos protagonistas. Alana y Gary transitarán juntos un camino de crecimiento, en donde comprenderán que primero deben encontrarse a sí mismos para luego saber a quién quieren realmente a su lado. *Recordemos que el actor y productor Jon Peters, fue productor de A Star is Born (2018) dirigida por Bradley Cooper, y también de la versión de 1976 protagonizada por Barbra Streisand, quien fue su pareja en la vida real.
La nueva película del director mexicano Guillermo del Toro (El laberinto del Fauno, Hellboy, La forma del agua, entre otras), es una trasposición de la novela homónima de William Lindsay Gresham publicada en 1946. El texto literario realizaba un estudio profundo sobre el mundo del espectáculo y sus protagonistas, utilizando las “ferias de curiosidades” como metáfora para criticar el sistema capitalista y retratar lo más vil de la condición humana. El protagonista de la película Stanton Carlisle (Bradley Cooper) descubre en el mundo de la feria que posee talento para el mentalismo, a partir de allí su ambición lo llevará por el camino del engaño, y constantemente será representado como un pecador. El personaje de Stan, representa un gran desafío actoral para Bradley Cooper puesto que ya había sido interpretado en la primera transposición cinematográfica perteneciente al género del film-noir titulada Nightmare Alley (1947, Edmund Goulding) por el buenmozo Tyrone Power. Sin embargo, aquí Cooper logra meritoriamente hacer propio el porte y la presencia escénica que lograban encarnar las estrellas de la Golden Age de Hollywood. Antes de adentrarnos en el análisis es pertinente recordar que el universo de las ferias de “freaks”(“fenómenos/monstruos”) fue representado reiteradas veces en la pantalla grande, dentro de lo que se denominó como cine exploitation. Este sensacionalismo en el cine desarrollado aproximadamente desde los ´30 a los ´50 (con repercusiones posteriores), explotaba de forma desvergonzada y sin escrúpulos, varias temáticas como por ejemplo las deformidades corporales y las adicciones. Allí se acentuaba el carácter espectacular de las “ferias de curiosidades”, y algunos ejemplos de ello son Freaks (1932, Tod Browning), Chained for life (1952, Harry L. Fraser) y The terror of Tiny Town (1938, Sam Newfield). Ahora sí, retomando El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021) la película se divide estructuralmente en tres apartados que se corresponden con distintos escenarios. En primer lugar, un prólogo que deja entrever algunas cuestiones sombrías del pasado de Stan, y por ende ya desde el comienzo la versión de Guillermo del Toro profundiza más en la psicología de los personajes y retoma más los planteos de la novela que la adaptación del ´40. Luego, el relato procede con el desarrollo del estatuto del personaje de Stan en el mundo de la feria, en donde también comienzan los triángulos sentimentales. El primer triángulo está compuesto por Pete (David Strathairn), en pareja con Zeena (Toni Collette) quienes realizan un show de mentalismo exitoso en la feria desde hace años, y Stan, que aprende de ellos todos los códigos y secretos de dicha actividad. Posteriormente, un segundo triángulo amoroso entre Zeena, Stan y Molly (Rooney Mara), quien es más joven que Zeena y deslumbra con su talento a Stan. Respecto a lo espacial, el decorado de la feria tiene un nivel de detalle y ambientación propio de la estética lúgubre del director que, a través de sus círculos y espirales, construye la idea de que Stan emprende un viaje en espiral del que no podrá salir. Allí también conoce a Clem Hoatley (interpretado por el siempre convincente Willem Dafoe), encargado del show de “monstruos” y un coleccionista de extraños fetos en frascos. En cierta forma Clem funciona como el personaje delegado dentro del esquema actancial, puesto que es junto a Pete (quien en esta versión es más elocuente y lúcido de los peligros de su profesión), el encargado de impartir la tesis social: cómo un ser humano puede llegar a caer hasta lo más bajo y perder toda clase de dignidad. Por último, la mayor parte de la acción se desarrolla en la ciudad, Stan y Molly se van de la feria puesto que la ambición de Stan ya no cabe allí, necesita un espacio más grande. Es en la gran urbe -decorada de forma grandilocuente como Metrópolis (1927, Fritz Lang)- donde él junto a la asistencia de Molly logrará enriquecerse. Sin embargo, su codicia no tiene límites al toparse con una astuta psiquiatra Lilith Ritter (Cate Blanchett), encuentra una nueva “aliada” para seguir aumentando su enriquecimiento a costa de engaños a la alta sociedad. A partir de allí nace el tercer triángulo sentimental. El problema es que Lilith no es cualquier mujer, es la femme fatale por antonomasia, aquella mujer que con sus artimañas (según la construcción patriarcal del film-noir clásico) logra llevar al hombre hasta la perdición. Sin embargo, el director y guionista del filme, le adhieren al personaje de Ritter una fracción de mártir de un pasado que desconocemos. En conclusión, El callejón de las almas perdidas es una lograda y entretenida transposición que realiza varios aportes respecto a la adaptación cinematográfica anterior y esto merece ser celebrado. Recordemos que la versión de 1947 se encontraba bajo la censura del Código Hays, por ende, actualmente el relato se permite, por ejemplo, ser más explícito respecto a las escenas de contenido sexual. Asimismo, el guión de Guillermo del Toro y Kim Morgan posee más violencia visual y simbólica, resaltando lo endeble que es el carácter a la par de las bajezas humanas. Sin embargo, hay que admitir que en su desenlace el avance de la acción se entorpece extendiéndose por demás en su duración, a pesar de respetar bastante el esquema de acción del texto. La película logra reflexionar profundamente sobre el rápido ascenso y caída de su protagonista. Dicha alma se pierde en un mundo circular y corrompido, obtiene -como es propio del relato clásico y de su época, e incluso del cine exploitation- un final punitivo. Es allí, donde las almas quebradas son explotadas por el sistema, hasta convertirse en “monstruos” tal como imparte de forma acumulativa la tesis social del filme.
"Ecos de otras películas" Ecos de un crimen es un thriller psicológico que narra la historia de un perturbado pero exitoso escritor de una saga de suspenso titulada "El escorpión". Julián, interpretado convincentemente por Diego Peretti, después de una situación de estrés decide ir con su familia a descansar, y poder recuperar la inspiración para la escritura, a una casona alejada en medio del bosque. Pero como presagio, a partir del cambio de clima a través de una tormenta, lo que debía ser un lugar de reposo se tornará en una "pesadilla" terrorífica y cíclica. Ya desde su argumento hay una relación intertextual puesto que inmediatamente hay una resonancia a "The Shining" de Stephen King, y de forma peyorativa, puesto que no es una relación intertextual que interpele o reinterprete, o que sea asumida, sino que representa la falta de originalidad del relato. Lamentablemente a pesar de su lograda dirección de arte y de fotografía, que conforman un notorio cuidado estético -dos aspectos que suelen ser bastante castigados a veces por la falta de presupuesto del cine nacional-, la película negativamente, salvando las abismales distancias, constantemente le remite al espectador a la magnífica transposición de la novela homónima de King El resplandor (1980, Stanley Kubrick). Si bien hay que reconocer que todo logra sostenerse gracias a la sólida actuación de Peretti y a un buen manejo de la intriga y el suspenso desde el montaje, el filme resulta predecible y se subestima la inteligencia del espectador avezado. Por ejemplo, al llegar a la casona se indica que la clave del wifi es "rCircular" (nótese que además de la literalidad de la palabra circular, lo circular está en que empieza y termina con "r" la clave), así como la presencia constante de la figura del escorpión en un tatuaje y un llavero, son recursos bastante obvios y cliché, que subrayan lo que ya es evidente. De esa misma circularidad es de lo que se trata todo el relato, del vínculo patológico entre un escritor y su alter-ego su personaje, de aquello que está allí latente esperando manifestarse. En adición, por si estos indicios no hubiesen tan redundantes para el público, el cierre del relato clausura todo tipo de posibilidades de lectura, explicitando una vez más la línea de lectura. Con todo el pesar que para una amante del cine argentino implica, se enuncia que posiblemente Ecos de un crimen es una película que no logre resistir el paso del tiempo.
Ya se estrenó RIFKIN’S FESTIVAL, UN ROMANCE EQUIVOCADO, EN EL LUGAR ADECUADO, la nueva película escrita y dirigida por Woody Allen. El protagonista de esta historia Mort Rifkin (Wallace Shawn) es un intelectual que acompaña a su esposa Sue (Gina Gershon) a un festival de cine en San Sebastián. La pareja norteamericana tras largos años de matrimonio atraviesa por una crisis, pues Mort sospecha que ella tiene un romance con su cliente Philippe, un joven y exitoso director de cine (interpretado por Louis Garrel, hijo del reconocido director Philippe Garrel), a quien Mort considera un snob. En el acontecer del festival, la pareja protagonica se irá abriendo a nuevas aventuras y nuevos personajes aparecerán convirtiendo al relato en una típica comedia de enredos (screwball comedy). Las reflexiones pesimistas del protagonista Rifkin, sobre que todo tiempo o arte pasado fue mejor (lo cual nos recuerda a la formidable Midnight in Paris) hacen que el protagonista funcione como una especie de alter-ego del propio Woody Allen. Del mismo modo, el título de la película remite a que producto del imaginario de Mort, a través de sus fantasías, él realizará su propio festival de cine en donde sus sueños tendrán la estética de grandes hitos de la historia del cine como el Film noir, Orson Welles, Federico Fellini, Jean-Luc Godard, Luis Buñuel e Ingmar Bergman. Al respecto la relación intertextual con el mito de Sísifo cobra relevancia, en un relato que es cíclico y se divide estructuralmente en tres partes, donde la primera y la última encuadran el relato. La vida de Mort parece repetirse de forma frustrante y absurda. Hace años tengo la hipótesis de que la gran producción que mantiene Allen quien prácticamente realiza una película por año, quizás sea el mismo problema de por qué la mayoría de sus obras no resultan al mismo nivel que nos tenía acostumbrados, pues lo importante no es la cantidad sino la calidad. Igual que el mito de Sísifo que cita, últimamente su trabajo es algo repetitivo y carece de originalidad. En conclusión, el film es entretenido pero poco sorprendente.
Hoy se arregla el mundo: “La familia también se elige” David/ “el griego” -interpretado por el siempre convincente Leonardo Sbaraglia- ha sido un exitoso productor de televisión que actualmente lucha porque su talk show, que da nombre al título de la película, siga al aire. Paradójicamente el programa resuelve toda clase de conflictos sociales, sin embargo, en su vida personal, David no logra conectar ni siquiera con su hijo Benito (encarnado carismaticamente por el pequeño Benjamín Otero) a quien ve esporádicamente. Luego de un juego del destino, David se verá forzado a cambiar las prioridades en su vida. Al inicio, la primera sensación que se percibe es que al filme le cuesta construir sólidamente la verosimilitud del universo diegético que propone. Sin ánimos de encasillar la narración en un género determinado, esto se debe principalmente a que al relato le cuesta encontrar el tono poético. No es predominantemente un drama, ni tampoco los chistes son constantes o efectivos para que predomine la comedia, hay una alternancia agridulce en el tono que aún no termina de estallar. Esto es peculiar si pensamos que una de las premisas esbozadas a través del parlamento de los personajes es que “algo no tiene que ser verdadero, tiene que ser creíble”. Sin embargo, hay que rescatar que tanto aquí como en sus otras películas, Ariel Winograd y su excelente equipo técnico, siempre cuidan la estética y técnica ofreciendo un gran deleite visual. El filme se toma su tiempo para encontrar el tono, es recién en el tercer acto donde fluye y logra conectar con el espectador a través de su emotividad y presunta originalidad. Una de las ideas más interesantes de la película es que contrariamente a lo que nos hizo creer la tradición y la institución familiar normativa, la familia también se elige, es decir, la familia o sus lazos también pueden ser elegidos. Del mismo modo, no es casual que una figura emblemática de la niñez como los payasos sean representados aquí de forma nefasta. En adición, en esta especie de Road movie que reflexiona sobre el vínculo padre-hijo, y sobre la paternidad en sí misma, los elementos tradicionalmente considerados como masculinos como por ejemplo los automóviles o caballos mecánicos, están presentes de forma visual en función de la trama. Como, por ejemplo, el set del programa en el que trabaja “el griego” que es un taller mecánico. Curiosamente y en oposición, los walkie-talkies considerados en la película “de niña” por su color rosa y su forma de corazón, son los que metafóricamente posibilitan la comunicación entre David y Benito, y por ende la mejora en la relación entre ambos, como si el vínculo paternal a diferencia del maternal es algo que debe construirse a posteriori. En adición, este viaje de autoconocimiento y conocimiento entre los personajes de David y Benito puede pensarse como una doble novela de aprendizaje (Bildungsroman), donde ambos harán su trayecto de crecimiento en paralelo hasta lograr conectarse entre sí. En conclusión, Hoy se arregla el mundo es una película pasatista apta para todo público con un final conmovedor, que la ubica dentro de la filmografía del director en un punto intermedio entre lo mejor (Sin hijos, 2015/El robo del siglo, 2020) y lo peor (Mamá se fue de viaje, 2017).
Una precuela con espías, paternidad y guerra mundial Luego de "Kingsman: El servicio secreto" (Kingsman: The Secret Service, 2014) y su menos lograda secuela "Kingsman: El círculo dorado" (Kingsman: The Golden Circle, 2017), llega a las salas de cine una tercera entrega de la saga basada en la novela gráfica Kingsman. En esta ocasión se trata de una precuela titulada King’s Man: El origen (The King’s Man, 2021) que narra la génesis de la agencia secreta de espías. Si bien los tres largometrajes están bajo la dirección de Matthew Vaughn al igual que la escritura del guión, esta vez hay un cambio en quién lo acompaña en dicha tarea, Karl Gajdusek. Quizás debido a ello se deba su cambio en el tono de King’s Man: El origen respecto a las obras anteriores que se caracterizaron por ser películas de espías en las cuales se fusionaban los géneros de acción y la comedia. King’s Man: El origen si bien sigue manteniendo un peculiar sentido del humor, su tono es menos exagerado y más dramático también, incluso desde su título marca la separación de la palabra Kingsman (rey) en King´s Man (hombre del rey). Asimismo, el cambio en la entonación narrativa en la que se oscila entre la acción y el drama, también se debe a que esta historia centra su conflicto en una guerra mundial, por ende, es lógico que traiga consigo más carga trágica. Si bien el relato incluye varios personajes históricos en su esquema actancial como por ejemplo Rasputín, el Zar Nicholas II, el Kaiser Wilhelm, entre otros, los hechos narrados se distancian de los acontecimientos reales con el fin de servir a la poética propia del universo cinematográfico de Kingsman, ambientado en esta ocasión a principios de 1900. A pesar de dichos cambios, King’s Man: El origen es muy entretenida y dinámica, y se considera que ajusta mejor la comicidad, debido a que en las entregas anteriores su paroxismo hacía que pierda verosimilitud el relato. En este caso, a nivel argumentativo o desde la construcción de los villanos o por no abusar de los efectos especiales digitales, cobra solidez. Sin embargo, hay que admitir esta cuestión de no mostrar el rostro del gran villano del film, si bien es propio del género, ya resulta algo trillado y su resolución es bastante predecible para el espectador atento. Por otro lado, al ajustar la comicidad sin excederse, la película quizás se queda escueta en los momentos que construían su esencia, a excepción de la picardía que se observa en una escena particular de tensión y consecuente disputa física entre Rasputín y Orlando junto a su hijo Conrad. Dicha secuencia, mediante la coreografía corporal que compone prácticamente una danza al ritmo de la música de la obertura 1812 de Tchaikovsky, es maravillosa. King’s Man: El origen posee algunas ideas interesantes, deslizadas como tesis social a través del personaje del duque Orlando Oxford, interpretado de forma mas que verídica por Ralph Finnes. Estos conceptos apuntan sobre la diferencia entre la aristocracia y la caballerosidad, exponiendo el repudio de la primera y su violenta colonización imperialista. También Orlando expresa su postura anti bélica al pronunciar que las guerras las planifican los “nobles” pero que en ellas mueren los soldados. Del mismo modo, al educar a su hijo (personificado de forma poco carismática e insulsa por Harris Dickinson) distingue entre reputación y carácter, la reputación es aquello que la gente piensa, el carácter es lo que realmente eres, un mensaje propio de los ideales Kingsman. Todo el relato parece estar bajo la premisa del obrar íntegro de los “invisibles”, sean espías preparados o sirvientes. Por último, la película oscila entre la estereotipación y caricaturización de ciertos personajes, mientras que representa con solemnidad y entereza los futuros integrantes Kingsman. El desenlace del film dejará expectante al público con el deseo de una próxima entrega, al igual que su imperdible gag en la escena post créditos.
The Matrix (1999 Lana y Lilly Wachowski) la cual posee una relación intertextual directa (por no decir de plagio, como el diseño de créditos) con el anime, basado en el manga homónimo de 1989, Ghost in the Shell (1995) del cual toma varios elementos tanto estéticos como narrativos, aunque realiza su principal cambio respecto del esquema actancial. Luego de casi 20 años en que parecía completa la trilogía integrada por las secuelas The Matrix Revolutions y The Matrix Reloaded (2003), y esta vez dirigida solo por una de las hermanas, Lana Wachowski, se ha estrenado The Matrix Resurrections. Adentrémonos en este cuarto filme del futuro distópico que plantea The Matrix perteneciente al subgénero de ciencia ficción llamado cyberpunk. A simple vista esta secuela parece una fusión pochoclera entre The Truman Show y Terminator, pero ahondando en el análisis lo cierto es que es la metadiscursidvidad constante, es decir una película que reflexiona sobre sí misma y sobre la saga. Este mero capricho de la directora, a diferencia que los filmes pretenciosos del 2003, es más honesto. La película al igual que el concepto de Matrix, simula ser algo nuevo, cuando en realidad lo que pretende hacer es reflexionar sobre la industria audiovisual actual. Por ejemplo, velozmente plantea que el cine está contando las mismas historias una y otra vez (algo que ya exponía Godard en El libro de Imagen) pero, aunque su tono es de crítica lo cierto es que ella está siendo parte de esa circularidad con esta entrega. También se explicita el concepto de la franquicia a la que dio lugar la saga, desde historietas hasta videojuegos, pues Thomas/Neo es ahora en la Matrix un diseñador de videojuegos. En este sentido, las ideas más fuertes de la primera Matrix son reforzadas aquí (a diferencia de la falta de lógica interna de las otras dos secuelas), para volver a traer la filosofía de Baudrillard respecto de que la vida posmoderna es comercializada e impulsada por los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. En esa empresa de videojuegos se deslizan frases como “mantenemos a los jóvenes entretenidos” o “las ideas son lo nuevo sexy” bajo un enorme cartel para el ojo observador que explicita que todo eso es en realidad Deus ex Machine, al igual que el café de encuentro entre Neo y Trinity/Tiffany se llame Simulacro, o un gato llamado Deja Vu. En dicho sentido, uno de los aspectos más interesantes de la película es el concepto de pensar la memoria como ficción. En conclusión, para quien escribe que no es para nada fan de la saga, la película se sostiene sólo si la vemos como una excusa metadiscursiva que tiene ganas de reírse de sí misma, quizás a algunos fans les moleste esto. Aquí se considera eso su mayor y sincero acierto. Aunque hay que admitir que fastidia un poco que, a tono con la corrección política actual, se encarne un feminismo demodé representado en el personaje de Trinity, quien ahora deberá revelarse frente a un marido violento. Del mismo modo, hay un nuevo y más joven Morpheus que viste excéntrico y parece pertenecer a lo queer, lo no normativo…
Tras una gran espera para sus fanáticos, ha llegado a las salas de cine, la película Spider-Man: Sin camino a casa (Spider-Man: No Way Home, 2021) perteneciente al género cinematográfico de superhéroes, que ha crecido a pasos agigantados -como lo suelen ser sus grandilocuentes villanos- en los últimos años. La saga que tuvo su comienzo con Spider-Man: De regreso a casa (Spider-Man: Homecoming, 2017) protagonizada por Tom Holland, inicia la presente entrega exactamente en donde había dejado la acción Spider-Man: Lejos de casa (Spider-Man: Far From Home, 2019), con el villano Mysterio revelando la identidad del Hombre-araña al mundo, poniendo en consecuencia en jaque la vida del adolescente Peter Parker. Debido a ello el abrumado Peter, recurre a la experiencia de su compañero de los Avengers, Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), quien realiza un hechizo con el fin de revertir los hechos para devolverle la tranquilidad al joven. Sin embargo, una serie de desencadenantes erróneos en la ejecución del mismo harán surgir nuevos problemas con amenazas de otras líneas temporales y espaciales, es decir, el multiverso se hace presente. Es pertinente recordar que esta no es una idea novedosa en sí misma, ya en la serie animada televisiva de los ´90 se bromeaba al respecto, y recientemente el concepto fue explorado en la sorprendente película animada Spider-Man: Un nuevo universo (Into the Spider-Verse, 2018). Asimismo, en algunos comics tanto de Marvel como de DC, también es representado el multiverso. Si bien es cierto que por momentos parece desmedido su “fan service”, pues Spider-Man: Sin camino a casa cumple con todo lo que sus fans esperaban encontrar en esta entrega – e incluso también con alguna sorpresa extra- de igual modo, hay que mencionar que en este caso está justificado a nivel argumental. Asimismo, la utilización del CGI, que tiende a ser desmedida en los films del MCU (Marvel Cinematic Universe), en esta ocasión se ajusta también a la trama sin excederse, sobre todo teniendo en cuenta los despliegues visuales a cargo de los artilugios del Doctor Strange, que poseen juegos ópticos similares estéticamente a El Origen (Inception, 2010). Además, la utilización del recurso del multiverso no se queda en lo superfluo de la trama, sino que va un paso más allá para quienes quieran tomarse el trabajo de interpretar las reflexiones metadiscursivas que en la película se exponen y que vinculan de forma intertextual todo el universo audiovisual de Spider-Man. Por ejemplo, cuando un Spider-Man reflexiona sobre su desempeño como tal -al decir “Soy el peor Spider-Man”- al mismo tiempo está reflexionando sobre su star system y su lugar dentro de la saga. De igual modo, se expresan fugazmente otras ideas interesantes en boca de los personajes como “soy la persona más famosa del mundo, pero no soy rico”, evidenciando las contradicciones del mundo posmoderno, los mass media y las redes sociales en la mente de un centennial. Por otro lado, otra cuestión fundamental es que al ser el protagonista del film un adolescente, es evidente que toda la trilogía está ligada a la búsqueda de identidad del personaje y su camino del héroe. Es decir que el relato se acerca bastante a las características narrativas de la llamada Bildungsroman, novela de aprendizaje, que se centra en la transición de la juventud hacia la adultez. En el caso de Spider-Man es un camino en el que, en todas sus versiones dentro del multiverso, ha tenido que hacer grandes sacrificios, como perder seres queridos y lidiar con su doble identidad, porque como enuncia la frase popular del tío Ben “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Paralelamente mientras Peter Parker termina la escuela secundaria y debe ingresar a la universidad, Spider-Man también deberá alcanzar la madurez y dejas ciertas cosas atrás. En conclusión, Spider-Man: Sin camino a casa es un relato entretenido que logra cumplir con las expectativas del público y en donde su extensa duración no se siente debido a su dinamismo. Desde la primera aparición del Spider-Man interpretado por Holland en Capitán América: Civil War (2016) hasta ésta, su tercera película individual dentro del MCU, se ha logrado un sólido desarrollo en la psicología del personaje que aquí lo encuentran fiel a sus valores y su propio instinto más allá de las consignas de los experimentados Avengers. Por último, el star system se hace presente una vez más en los momentos de romance entre Parker y MJ, interpretada por Zendaya, actual pareja en la vida real del joven, elemento que enfatiza la convocatoria de las masas a la sala de cine. Al igual que las reiteradas entregas de los distintos superhéroes dentro de este género cinematográfico y sus nuevas versiones a lo largo de los años, este relato también plasma la moraleja de creer en las segundas oportunidades.
Hoy es la 94º entrega de los premios Oscars y Amor sin barreras (West Side Story, 2021) tiene siete nominaciones en las ternas Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Dirección de Arte, Mejor Diseño de Vestuario, Mejor Actriz de Reparto, Mejor Dirección de Fotografía y Mejor Sonido. La película dirigida por el consagrado Steven Spielberg a sus 75 años, es dedicada a su padre que era admirador de la versión de los ´60, porque evidentemente realizar una película perteneciente al género musical era una asignatura pendiente para el director. Resulta pertinente recapitular algunas cuestiones puesto que se trata de un musical con mucha historia. En 1957 se estrenó en Broadway West Side Story, una versión posmoderna de Romeo y Julieta (Shakespeare) ambientado en la ciudad de New York en los ´50, específicamente en el West Side de Manhattan. En dicha representación el amor “imposible” entre los jóvenes Tony y María se ve dificultado no por la rivalidad entre dos familias, sino que es más amplio el conflicto, puesto que se da entre dos pandillas juveniles: los Jets (norteamericanos y descendientes de diversos países europeos) y los Sharks (inmigrantes puertorriqueños). El libreto es de la autoría de Arthur Laurents, la música de Leonard Bernstein y sus respectivas letras de Stephen Sondheim, y concebido, dirigido y coreografiado por el talentoso Jerome Robbins, figura destacada e influyente de la era dorada de Broadway. Posteriormente, Robbins junto a Robert Wise realizaron la primera transposición cinematográfica del musical, West Side Story (1961), protagonizada por Natalie Wood, Richard Beymer, George Chakiris y Rita Moreno, que honestamente debo aclarar que desde mi niñez es mi película musical favorita y me parece insuperable. Tanto la obra teatral como el filme, tuvieron la osadía (al igual que Shakespeare) de transgredir la convención romántica del happy end, lo cual sin dudas representó una ruptura dentro del cine clásico de la época, junto con sus innovadores recursos estéticos y formales. Por lo cual fueron obras muy influyentes a posterior e incluso el filme ganó diez premios Oscars. Además de la osadía a nivel argumental puesto que exponía de forma concreta y audaz las diferencias culturales y étnicas, el racismo y la intolerancia, en Estados Unidos realizando una fuerte crítica al American Dream. En West Side Story (2021), se respeta el esquema actancial y el orden de las secuencias de acción. La pareja principal compuesta por Tony (interpretado correctamente por Ansel Elgort, quien sin embargo parece carecer del porte necesario que poseían las estrellas masculinas de la Golden Age) y María (personificada por Rachel Zegler quien posee un gran talento vocal), logra tener buena “química” entre ambos y las escenas de la película que más emocionan son las que comparte la pareja protagónica. Rita Moreno nacida en Puerto Rico, quien interpretó en los ´60 con temperamento y gran talento a Anita, actualiza su texto estrella al interpretar aquí a Valentina, lo que según el esquema actancial sería equivalente al personaje de Doc. A diferencia de lo que parece a simple vista, esta “remake” que podría haber aprovechado para incorporar en su reparto más intérpretes nacidos en Puerto Rico o en países latinoamericanos para despegarse del uso del maquillaje saturado sobre el cast de los Sharks de los ´60, aquí lo cierto es que quizás son descendientes de ellos o alguno de sus padres es nacido allí. Asimismo, a continuación, se mencionarán algunas de las diferencias principales respecto a la versión cinematográfica de 1961. Primero y principal, acertadamente la versión de Robbins y Wise, tenía a la danza como sistema de signos principal, allí el lenguaje corporal y su coreografía era lo más importante. Recordemos que Robbins se formó con George Balanchine, principal exponente del formalismo. Por ejemplo, a diferencia del filme actual, las peleas eran totalmente coreografías, no había violencia explícita. También se debía a que en los ´60 aún regía la censura del Código Hays (1934-1968), y esto nos da lugar a un segundo elemento importante en el largometraje de Spielberg donde se explicita la consumación del coito entre Tony y María, como así también es representada de forma más contundente la violencia en las peleas masculinas, e incluso en la escena de acoso a Anita. Asimismo, se desarrolla más el pasado delictivo de Tony. Por otro lado, de forma innecesaria se subraya el feminismo a tono con la corrección política actual, puesto que ya en el filme del ´61 las mujeres tenían una participación muy activa y una representación belicosa, e incluso se incluía también un personaje trans. En consecuencia, a pesar del excelente manejo de la técnica y de todos los sistemas de signos que componen una película en una misma dirección por parte del gran Spielberg, es inevitable que nos preguntemos después de la obra maestra del 61 qué aportes trae su lectura de la obra, lamentablemente se considera que muy poco. Quizás su aporte principal sea acercar tan hermosa e inteligente historia a las nuevas generaciones.
El pasado jueves llegó a los cines argentinos, la película biográfica #reyrichard , la cual narra los inicios en el deporte de las célebres tenistas Venus y Serena Williams. Al parecer, el objetivo de la película es retratar y rendir homenaje a una figura fundamental en sus vidas: su padre, y su primer entrenador. Impulsado por una visión contundente respecto del futuro de sus dos hijas menores y utilizando métodos poco convencionales, Richard Williams (interpretado de forma conmovedora y más que convincente por Will Smith) posee un plan que, según él, llevará a Venus y Serena Williams de las calles de Compton, California al tenis profesional. Junto a su esposa Brandi (Aunjanue Ellis) hacen toda clase de esfuerzos y sacrificios como padres para poder cumplir con cada ítem de dicho plan, porque según él "Hay que planear cada día". En este trayecto que muestra los inicios de las hermanas atletas y que han logrado tantos triunfos y revolucionado el mundo del tenis gracias al apoyo y perseverancia de su padre. Asimismo, la película al ahondar en su contexto histórico y sociocultural expone temas como la desigualdad de clases y la discriminación étnica en Estados Unidos, y particularmente dentro del universo del tenis, un deporte históricamente de blancos de élite. A pesar de construir un relato entretenido (aunque extenso) y muy conmovedor #kingrichard , pone en evidencia que es una de esas típicas narraciones sobre el American Dream, en donde sus protagonistas que forman parte de una minoría social, después del sacrificio y la resiliencia logran alcanzar el éxito. Es decir, un relato esperanzador de "espíritus ganadores". La película expresa además que el padre de las tenistas Williams no sólo les enseñó las técnicas y disciplinas del deporte, sino también valores fundamentales como respeto y humildad. Es pertinente mencionar también que si bien al comienzo parece ser un relato idealizado de un padre, según avance la acción, esta figura también será cuestionada, y como cualquier humano se mostrarán de igual modo sus defectos, porque como explicita la canción de Nina Simone utilizada en el filme "Todo hombre necesita redención".