La Forma del Agua: Amor de Fantasía. Guillermo del Toro es un enamorado del género fantástico, y una vez más nos brinda una fábula donde lo fantástico se une con lo romántico en un historia simple pero efectiva. Los estándares de Hollywood son siempre muy “prolijos”, aunque obviamente, teñidos de hipocresía: bellas mujeres siendo el objeto de deseo de un protagonista rudo pero con buen corazón. Estos son, en la mayoría de los casos, los paradigmas de las grandes historias de amor en el cine. Si bien hay muchísimos más, basta con ver el éxito que genera la saga literaria y (mal) adaptada “50 Shades of Grey” para que entiendan mi punto. Este cánon es una cuestión más profunda que nos lleva a explorar las mitologías más antiguas (desde Hércules hasta Teseo, Sansón y Dalila y tantos etcéteras) que nos rigen el ADN aunque no queramos, aunque estemos ante una época donde lo políticamente correcto muchas veces vaya en contra de la naturaleza salvaje del ser humano y se nos quiera “humanizar” más de lo que merecemos, cuando en realidad, lo animal vive más a flor de piel que cualquier convención social, religiosa y/o política a la que se nos quiera inducir. En este contexto llega La Forma del Agua (The Shape of Water), la última fantasía de Guillermo del Toro, no solo un gran director sino también, un gran cinéfilo. Un amante de las historias clásicas, del muchas veces vapuleado Clase B. Ya en su filme Crimson Peak (2015), mal distribuida como una “historia de horror”, venía coqueteando con una historia de amor oscura, adulta y, sobre todo, con monstruos humanos y humanos mosntruosos. En “La Forma…” da el compás final a sus obsesiones cinéfilas y completa el puzzle con un fábula romántica en el medio de la Guerra Fría: Eliza (la magnífica Sally Hawkins) es una cuarentona muda, que vive sus días monótonamente en su departamenteo lleno de humedad, sobre un cine en el que proyectan viejas películas olvidadas. Su rutina es dura y pura: se despierta, cocina huevos para llevar a su trabajo nocturno, se baña y se masturba al mismo tiempo. Viaja en bus. Sueña. Sueña con una realidad fantástica que en los años 60 es difícil de acceder, pero que el tono verde en el que está insuflada la fotografía del filme de Del Toro, le da el toque justo de esperanza. Eliza vive junto a un amigo cincuenton y homosexual, confidente también de sus visionados de películas musicales. En su trabajo de limpieza en un lugar ultra secreto del Gobierno, nuestra anti-princesa también tiene como confidente a su amiga Zelda (Octavia Spencer), uan verborrágica afroamericana supeditada al patriarcado y al racismo en igual medida. La vida de estos personajes, pero la de Eliza principalmente, cambian cuando un tanque lleno de agua llega a la instalación y, dentro de él, hay una criatura que ha sido capturada en un río sudamericano por el coronel Richard Strickland (Michael Shannon). Eliza se sentirá curiosa, en un primer momento por este ser, pero luego comenzará una extraña relación que fluirá hacia el amor, un sentimiento que une y que, como todo cuento de fantasía, siempre gana. La Forma del Agua es una historia de amor. No hay más vueltas que darle. Pero en el medio, el guión de Guillermo del Toro y Vanessa Taylor (Divergent) relatan el conflicto de la Guerra Fría, sus paranoías, pero también la esperanza de un mundo mejor. Un mundo donde el amor gana. Donde los incomprendidos, los freaks y los losers tienen algo para decir, porque es nuestro momento. No hay grises en este filme: los malos son malos, y los buenos son buenos. Pero Del Toro nos muestra como el villano priincial, un Michael Shannon excepcional, tiene sus motivaciones personales, una familia, y si bien no llegamos a comprenderlo, muy pocas veces se vio un némesis tan tridimensional en una película. La producción es hermosamente cuidada, con una fotografía íntegramente verde; color que representa la irrealidad en la que viven los personajes, pero también de la persistencia, la esperanza en última instancia. Bajo la partitura de Alexandre Desplat (Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte) el cuento se completa y se le da la forma de fantasía romántica. “El amor es como el agua: no tiene forma“, afirmaba el director en alguna de las muchas presentaciones que ha hecho de su nueva película en los últimos meses. Y claro, La Forma del Agua es de esas películas que se te mete bien profundo por todos los poros, y te inunda de emoción.
Pantera Negra: El Rey ha muerto…….¡VIVA EL REY! Llega la realeza al MCU, con una historia que más que origen, sería de regreso triunfal. Luego de hacer una entrada triunfal en “Captain America: Civil War (2016)”, Pantera Negra debía recibir su película en solitario, porque se lo merecía y porque necesitábamos saber más sobre uno de los personajes más importantes del Mundo Marvel. Claramente, el neófito no sabe quién es T’Challa ni la ciudad africana ficticia de Wakanda, creaciones de los geniales Stan Lee y Jack Kirby; pero esto tampoco deja que no se disfrute de un personaje con tantos matices como el soberano wakandiano. Haciendo un poco de historia, Pantera Negra (Black Panther) es algo así como ese personaje púrpura de las viejas historietas, llamado El Fantasma: el manto de la Pantera va pasando de generación en generación, de monarca a monarca, no solo por protección y heroísmo hacía su gente, sino también para proteger el material que alguna vez en el pasado cayó en forma de meteorito y es el recurso más preciado por el mundo y de Wakanda, con el que también esta construido el escudo de Steve Rogers: el Vibranium. Este material es el principal recurso energético de los wakandianos y así se han mantenido no solo al margen de los problemas del resto del mundo, sino han avanzado como ningún otro. Volviendo al film, el director Ryan Coogler logra plasmar la historia de origen de Wakanda, el legado de Pantera Negra y su relación con el mundo de una manera magistral en los primeros minutos, sin necesidad de contar una historia propiamente dicha de “origen”, sino que cuenta con la tecnología wakandiana para hacerlo (cuando vean la peli se darán cuenta de qué hablo), y así introducirnos de lleno en la acción…y el drama en la década del 90; cuando el Rey T’Chaka debió detener a su hermano por las ideas radicales que quería imponer como espía en Estados Unidos, y de ahí, al mundo. En Pantera Negra, Coogler no solo habla de la historia de un nuevo superhéroe, habla de la segregación racial, de como los afroamericanos sufrieron una y otra vez a través de los tiempos. El realizador hace una reivindicación de las generaciones pasadas africanas, de sus ancestros, a partir de este personaje que, obviamente, Marvel había creado allí por la década del 60 y fue el primer superhéroe negro, irónicamente, meses antes que el grupo reaccionario “Pantera Negra” sea creado. Y en esta historia Ulysses Klaue (Andy Serkis) reaparece para sembrar el caos junto a un nuevo enemigo: Erik Stevens, de quién poco se sabe pero en una sola aparición tanto T’Challa como nosotros sabremos de lo que es capaz. Gracias a los dioses, el monarca recibe la ayuda del agente de la CIA Everett K. Ross (Martin Freeman), quien actúa no solo de apoyo logístico informando que Stevens es un antiguo comando especial entrenado para derrocar gobiernos, sino como un aliado fiel a Pantera Negra. Pero luego de varios dimes y diretes, Erik “Killmonger” Stevens logra enfrentarse a T’Challa reclamando el trono y logra derrotarlo. Para volver a reinar, el joven rey no solo deberá enfrentar sus incertidumbres, sino también deberá confiar en sus compañeros cercanos, varias tribus de las que no tiene el visto bueno y, principalmente, de su madre y hermana. Pantera Negra es un deleite visual de principio a fin, desde el aspecto técnico hasta la banda sonora llena de acordes y sonidos africanos que seguro nos remiten al “Rey León (The Lion King, 1994)”, pasando por los coloridos vestuarios y la tecnología wakandiana a base del Vibranium (toda una novedad luego de ver miles de veces la “tecnología Stark”). Incluso el realizador tiene tiempo para homenajear una de las clásicas escenas del film “Cat People (1982)”. Chadwick Boseman nació para ser T’Challa (a esta altura quien le puede cuestionar a Marvel algo sobre el cast), Angela Bassett es soberbia como la matriarca, Lupita Nyong’o bella y letal, pero una de las sorpresas será seguramente Letitia Wright como Shuri, la hermana de T’Challa, un hallazgo increíble que le da frescura al MCU por su carisma y su humor (el cual es muy poco y en justa medida). Qué decir de Michael B. Jordan, seguro que no mucho más, pero con Killmonger se destaca entre uno de los villanos más tridimensionales del Universo Marvel, desde mi punto de vista. Muy poco más para decir sobre Pantera Negra, quizás se alargue un poco al principio del tercer acto, pero aún así es disfrutable y de visión obligatoria para el seguidor fiel del Universo Cinemático Marvel. Y, aunque es seguidor fiel, hay que recordarle que se tiene que quedar tras los créditos finales ya que hay 2 ESCENAS ADICIONALES.
Paddington 2: El regreso del oso maravilloso. Con el mismo espíritu de su antecesora, esta secuela ahonda en el sentido de la familia y las travesuras del tierno y más famoso oso peruano (con acento británico). Para los neófitos y los que piensan que los británicos son solo colonizadores de las Islas Malvinas, el Oso Paddington es uno de los íconos culturales más famoso de Gran Bretaña, ahí junto a Doctor Who y James Bond; precisa e irónicamente, el apellido del creador de este simpático personajes es también Bond, pero de nombre Michael. Este escritor vio en una tienda cerca de la estación Paddington a un oso de peluche y decidió que era un buen regalo de Navidad para su esposa. Esto en 1956. Para 1958 ya había escrito el primer cuento infantil con el antropomorfo ser llamado “A bear called Paddington (Un oso llamado Paddington)”. Las historias cuentan las desventuras de un oso peruano amante de la mermelada que llega a Londres y la familia Brown lo adopta como parte de la “manada”. Sí, el oso se llama igual que la estación de trenes londinense, ya que el mismo animalejo expresa que su nombre peruano es “impronunciable”. Finalmente, y luego que sus libros se han traducido a 30 idiomas y se han vendido más de 30 millones de copias alrededor del mundo, Paddington llega al cine en 2014 de la mano del realizador Paul King, contando la historia de origen y la llegada del osito a la familia Brown y a Londres. EL film se catalogó como “La película familiar no estadounidense más exitosa de todos los tiempos”. Pues bien, luego de varios años tenemos la secuela de las aventuras del oso más querido ya, de todo el mundo, con grandes cambios pero manteniendo el espíritu de la original, lo que la hace aún mejor, sin tocar la “fórmula ganadora”: Paddington, que ya está felizmente integrado y vive con la familia Brown, se ha convertido además en un miembro muy popular de la comunidad de Windsor Gardens. En la tienda de antigüedades de Mr. Gruber descubrirá un maravilloso libro. Como se trata del regalo perfecto para el cumpleaños de la tía Lucy que celebra su cumpleaños número 100, Paddington decidirá realizar una serie de extraños trabajos para poder comprarlo. Pero todo se complicará cuando el libro sea robado, y Paddington tenga entonces que detener al ladrón con la ayuda de los Brown. No solo la familia Brown ha cambiado, también el mundo, y como si de una metáfora de la inmigración se tratase, Paddington 2 nos viene a replantear la manera que vivimos cuando un extraño llega a nuestro país, a nuestra familia. ¿Lo vemos como amigo? ¿Lo vemos como amenaza? Lamentablemente Paddingotn debe sufrir el cruel destino de los prejuicios y es encarcelado injustamente, pero sus buenos modales, su ternura y las enseñanzas de Tía Lucy logran modificar no solo el comportamiento de sus más cercanos, sino también de sus compañeros en la cárcel, algo impensado en la realidad, pero sostenible desde el mundo de fantasía, aunque sociológico y filosófico. La familia Brown está intacta (si hablamos del cast) y perfecta como siempre. Seguro la mejor adición al elenco (además de Brendan Gleeson) sea el villano de turno: Phenix Buchanan, un actor venido a menos que critica a su estirpe ya desde el solo andar y hablar, interpretado por un, cada vez más imprescindible, Hugh Grant. Las facetas psicóticas de Buchanan son una delicia para el espectador adulto, así como la referencia inequívoca a Charles Chaplin en una escena en particular por parte de Paddington y algún que otro homenaje a una película reciente que tiene como protagonista a la mamá Brown, quizás intencional, quizás no. Toda la cinematografía y la simetría de colores es particularmente fascinante y mejor construida que en su antecesora, dicho esto, Paddington 2 la supera ampliamente y las críticas internacionales no se equivocaron. Quiénes no se equivocaron tampoco fueron los encargados de pedir a nuestro Nicolás Vazquez que doblara al castellano la voz de Paddington: si bien fui con bastante recelo a la proyección (ya que prefiero ver las cintas con las voces originales), debo decir que, nuevamente, el actor argentino no defrauda y le da la impronta necesaria a Paddington para ser ese tierno peludo que no deja de hacer travesuras, pero que todo le sale bien. ¿Saben por qué? Porque lo hace desde el corazón.
La Noche del Demonio 4: La llave que debería cerrar la franquicia. Luego de dos magistrales filmes y una olvidable precuela, finalmente el personaje más emblemático tiene su protagónico en La Noche del Demonio: La Última Llave. En 2010 el director James Wan retrató de forma que solo un conocedor de lo paranormal podría, los Viajes Astrales y el peligro que se cierne sobre ellos en La Noche del Demonio (Insidious, 2010); luego vino una secuela que estrenó en 2013, lamentablemente en el mismo año que Wan estrenaba el opus que lo puso finalmente en la mira de todos los amantes del género y el cine en general, EL Conjuro (The Conjuring, 2013), aún así, la secuela de Insidious nos presentaba no solo un cierre con broche de oro a los sucesos paranormales que aquejaban a la familia Lambert, sino también habría la puerta a la duda y conocer más sobre ese grupo de cazafantasmas con una señora mayor a la cabeza: Elise Rainier ( Lin Shaye). Una heroína en el campo de lo paranormal que no duda en enfrentarse a los más aterradores seres del Inframundo. En 2015 llegó Insidious: Chapter 3 pero con un ritmo y un guión bastante flojo en el que Elise se enfrentaba a una entidad paranormal y pudimos conocer un poco más de su vida, pero aún así nos faltaba el gérmen, lo que la hizo esa luchadora capaz de todo en el comienzo de la saga. Ahí entra La Noche del Demonio: La Última Llave. Elise recibe un llamado de un hombre aquejado por un fantasma que no lo deja vivir en su nuevo hogar. Ella está dispuesta a ayudar, luego de los sucesos que le precedieron en el Capítulo 3 (ahora con Specs y Tucker, los blogueros como nuevos asistentes), pero algo hace que desista: la casa donde vive este potencial cliente es nada más ni nada menos que la casa donde nuestra medium vivió toda su infancia. Al escuchar la dirección, corta el teléfono, pero luego de meditar un rato, decide que debe ir a ayudar a esta persona. Specs y Tucker la acompañarán en esta aventura (con nuevo equipo electrónico y nueva camioneta) en el que el pasado de Elise se mezcla con el presente, afectando directamente a gente querida que quedó en el pasado pero no en el olvido, al mismo tiempo que las entidades sobrenaturales que aparecerán serán algunas de gran ayuda y, las otras, un obstáculo en su misión. La Noche del Demonio: La Última Llave finalmente nos cuenta el origen de los poderes de Elise y nos da un marco de referencia de su vida, poniéndola como protagonista absoluta: su sufrimiento de niña, su relación con sus padres y su hermano menor y, sobre todo, la lucha interna que sufre cada vez que debe enfrentarse a un ente maligno. En lo que falla, quizás, sea en tratar de asustarnos con abusos de jumpscares, algo cliché en el mundo del cine de terror y de esta saga, pero que en anteriores entregas (y sobre todo en la mano de James Wan) tienen su razón y encajan perfectamente en la trama, cosas que acá no pasa. También hay una sobresaturación de chistes malos que no terminan cuajando en las escenas y que le quitan seriedad al producto final y a los personajes Specs y Tucker que, si bien son el alivio cómico, no deben ser dos payasos todo el tiempo. Sin embargo La Noche del Demonio: La Última Llave termina siendo un entretenimiento correcto, del que te llevarás no solo varios sustos, sino también conocerás más en profundidad los miedos y el heroísmo que tanto caracteriza a la medium/parapsicológa y heroína de la saga, Elise Rainier. Eso es más que justo y, esperemos que esta cinta sea la última llave que cierra la puerta de la saga.
Jumanji – En la selva: Entretenimiento sano y familiar. La secuela del clásico protagonizado por el fenecido Robin Williams, llega renovado y lleno de humor y acción. Si decimos “Jumanji”, inmediatamente asociamos la figura de Robin Williams a ese film que fue nuestra infancia, y que nos hizo asustar, reír, emocionarnos como si fuésemos parte de la trama y del juego en sí mismo. Es bastante complicado “tocar” un clásico como ese, realizar una secuela o rebootearlo; sin embargo, Jumanji: En la selva no juega con ningún tópico actual que evoque a la nostalgia, sino que se mantiene fiel al estilo de aventuras solo mencionando la original por algún easter egg perdido por ahí, y en eso gana. La historia comienza donde terminó la primera: el juego de mesa varado en las arenas de una playa y un joven que lo descubre. éste joven púber al ver lo que es, decide dejarlo tirado y seguir con el entretenimiento del momento, una consola de videojuegos. Parece ser que Jumanji no se toma esto muy felizmente, ya que tiene cociencia y se “adapta”, transformándose así por la noche (con los clásicos sonidos de tambores) en un casette para consola. El joven, curioso, decide jugarlo, entonces…20 años después cuatro adolescentes son detenidos por malas conductas. Solo dos de ellos son amigos, pero las dos chicas restantes no se conocen sino superficialmente. El castigo propuesto por el director de la escuela es que limpien un desván del precinto, y ahí es donde encuentran (misteriosamente, porque no se explica de otra manera) la consola con el casette de Jumanji. ¿Mucha vagancia para limpiar? Vamos a jugar un videogame vintage. Resultado: son transportados al mundo virtual en la forma viviente del avatar que eligieron. Deberán sobrevivir, confraternizar y, sobre todo, pasar los niveles y ganar el juego para volver a sus vidas normales. Todo un desafío. Jumanji: En la selva es una comedia de acción, muy familiera donde los cuatro protagonistas principales brillan incluso por sí solos, pero juntos, son un combo arrasador: Dwayne Johnson sobresale en el papel que más le cabes, el fortachón bueno y gracioso. Karen Gillian, cada vez más fuera de Doctor Who y afianzada en el cine, luce su belleza y sensualidad pero también su veta humorística. No hay que decir mucho de Kevin Hart y Jack Black, dos leyendas en el mundo de la comedia a esta altura. Nick Jonas es otro de la partida, pero hablar de su personaje sería caer en el spoiler. Jumanji: En la selva ofrece un correcto divertimento que se mantiene sin apelar a los recursos baratos de la nostalgia fácil, muy comunes hoy en día. Una gran aventura que nos sumerje en el mundo de la selva y que disfrutarán grandes y niños por igual.
Se ocultan en la oscuridad: El Hombre del Sombrero ataca de nuevo. Otro acercamiento más a las terroríficas figuras del Hat Man y los Shadow People. Esta vez analizamos si pudieron “dar en el clavo”. La Parálisis del Sueño y esas entidades llamadas Hat Man u Hombre del Sombrero y los Hombres Sombra/Shadow People estos últimos años han sido explotadas en el cine bastante seguido y, casi ningún film, ha sabido interpretar con fidelidad lo que este extraño fenómeno causa en un gran porcentaje de la población mundial. Sin embargo, este año se estrenó Vienen por tí (Dead Awake, 2017) que con una premisa muy interesante, se diluyó en malas actuaciones y clichés bastante pobres. Hasta ahora (desde mi punto de vista) nada supera The Nightmare (2015) de la cual hablé hace unos días atrás y está disponible en Netflix. En esa nota explico un poco el fenómeno y pueden leerla así no me tomo ni el tiempo ni el lugar en esta review estreno. Dirigida por Drew Gabreski, Se ocultan en la oscuridad (Be Afraid, 2017) bien hubiese podido ser uno de esos filmes directo a video, pero un estreno comercial no le resta puntos, lo que sí le resta (y mucho) es ver caras muy conocidas en una cinta que a medida que va corriendo se va tornando mas incoherente consigo misma y sus personajes: el Doctor John Chambers (Brian Krause, el conocido actor de la serie “Charmed”) llega a un pequeño pueblo de Pennsylvania con su nueva esposa embarazada y su pequeño hijo Nathan. Todo va de maravillas a no ser que hayas visto la secuencia previa, donde cuatro años antes, y muy cerca de la casa de la familia Chambers, Dean Booth (Kevin Grevioux, uno de los licántropos de la saga “Underworld”) ve como su hija es secuestrada por unas misteriosas entidades que solo se ven por el rabillo del ojo. Tanto el hijo de John como su familia va a comenzar a ser acechado por estas entidades también, y solo enfrentarlos será la solución…o no?? Como pudimos ver, ya he nombrado dos actores que conocemos de una serie de TV y una saga fílmica, ambas de contenido fantástico; pero ahí no termina la cosa porque el hijo mayor de John es el reconocido actor de la serie Travelers, Jared Abraham. También aparecen Michelle Hurd (Ash vs Evil Dead Season 2) y Louis Herthum (The Exorcism of Emily Rose), por citar este reparto lleno de caras conocidas y, la mayoría, con larga experiencia en lo que respecta al género. Quizás con esto, el realizador quiso ocultar una edición que le corta coherencia al film, porque estoy seguro que fue esto ya que no se explica que la duración relativamente corta de la película se nos haga eterna y tampoco que tantas situaciones parezcan que no tienen conexión con lo visto hace segundos atrás. Los actores están muy bien, el guión es bueno (en esencia), pero las situaciones WTF?! hacen que el poco terror que tiene no se solidifique ni que genere una tensión perdurable como para estar expectante o alerta a lo que le pasará a los protagonistas, y ni siquiera te termine importando. Una buena prueba es como se trata la figura del Hat Man y los Shadow People, a los que el guión de Gerald Nott les da una buena vuelta de tuerca, aunque quizás vista en otros monstruos, y una sorpresa que (seguramente sin quererlo) conecta con el reciente éxito de Netflix, Dark: el lugar de donde provienen estas entidades es una caverna muy similar al de la serie alemana, incluso se les da por raptar a niños y quien sabe hacer qué con ellos. Lo que no termina de cuadrar en Se ocultan en la oscuridad es la Parálisis del sueño en la historia, que si bien lo sabemos los adeptos a estos fenómenos no es necesario que el espectador del film lo sepa. Insisto, creo que esto se debe a problema en el montaje o un apuro a resolver la historia en una hora y media. Así, la cinta termina conectando todas las historias en una sola, con un pueblo que debería dar miedo pero tampoco se crea la atmósfera apropiada, y con un fenómeno que debería haberse explorado mejor y que desencadena en un final abrupto y, de nuevo, cliché.
The Disaster Artist: Obra Maestra ¿Por qué decidí esta vez dejar como subtitulo el mismo que la distribuidora local eligió? Porque, desde mi parecer, eso mismo es este film. Y, al mismo tiempo ¿Qué hace a “The Room (2003)” ser la peor película de la historia y ser tan adorada y considerada obra de culto? Quizás ese excéntrico ángel que tiene (o que es) Tommy Wiseau. No voy a ser tan arrogante como para decir que conocí y vi a la Citizen Kane de las películas malas antes de conocer los memes de su peculiar protagonista (director, guionista y productor), pero cuando la vi para sentir y experimentar lo que tanto se habló de este film, más allá de sus grandes errores, encontré una obra profunda en sus raíces; y cuando le ponés pasión a lo que hacés, salga como salga, se nota y mucho. Si bien el éxito que hubiese pretendido no acompañó a Wiseau y su ópera prima al instante de su estreno, poco tiempo después, ese fenómeno que es el “boca en boca” hizo que The Room comenzara a proyectarse esporádicamente (y hasta hoy, casi masiva y mundialmente) en salas donde los fanáticos asisten disfrazados de sus personajes favoritos y repiten al unísono diálogos que ya son parte del imaginario colectivo del que conoce esta película de culto. Con The Disaster Artist: Obra Maestra, James Franco y su séquito completan y le dan un poco de forma a la enigmática figura de Tommy Wiseau y su abyecto film: Todo comienza con las palabras de actores y directores reconocidos (entre ellos J.J. Abrams) hablando a cámara y contando el impacto que tuvo The Room en sus vidas. Quizás irónicamente, quizás no, estos relatos en primera persona nos ponen en vías de conocer a este Ed Wood del Siglo XX. En una clase de teatro, el joven Greg Sestero (Dave Franco) no llega a leer unas líneas por vergüenza, o quizás falta de talento, y aquí es donde entra Tommy (James Franco), un tipo que le sobra pasión pero que carece de cualquier tipo de talento o vergüenza. A la salida de la clase, Greg le pide que practique unas líneas de teatro con él, a lo que Tommy, despreocupado, acepta. Esto es el principio de un gran bromance, una amistad que va más allá de lo que fue su asociación para esa obra hoy de culto: Aquí, Tommy ve en Greg un potencial que ni el mismo joven se ve, una pasión que necesita un empuje, y en este punto entra el peculiar Ángel Wiseau (del que poco se sabe pero tiene una cuenta bancaria sin fin), una personalidad arrolladora, un viento salvaje que empuja a Greg a cumplir sus sueños más que los de él mismo. The Disaster Artist: Obra Maestra es la muestra de que, a pesar de lo que digan de vos, nunca debes detenerte en la concreción de tus sueños. En este film (basado en el libro homónimo escrito por Greg Sestero), James Franco es el que se roba todas las escenas con su impecable e idéntica interpretación de Wiseau. Los gestos, su extraño rostro, incluso algo que no conocemos, como son los sentimientos y la amistad entre él y Sestero, llegan a lo profundo del corazón. El reparto que completan Dave Franco, Allison Brie, el infaltable Seth Rogen y los cameos de sus amigos como parte de The Room (y algún actor que hace de sí mismo) son una delicia, así también como los planos casi calcados del film al que referencian. Los incesantes problemas en la filmación de The Room (por la inexperiencia y tozudez de Wiseau) hacen del film una comedia, incluso porque uno va con el prejuicio de haber visto todos los memes y chistes habidos y por haber acerca de la obra; pero no nos confundamos, The Disaster Artist: Obra Maestra es, por regla, un drama. Quizás, paradójicamente, James Franco quiso crear una comedia, pero le salió una historia trágica; cuando Tommy Wiseau quiso crear un drama y le salió una comedia. Por eso, las dos se complementan, y son el ejemplo exacto de que la pasión, el amor y la dedicación a lo que hacés, tarde o temprano, te llevan al lugar que merecés. A quedarse tras los créditos finales porque hay varias sorpresas, como esas escenas calcadas a The Room en el que se ve el gran oficio con el que se desplegaron James Franco y sus co-protagonistas. Realmente The Disaster Artist es una OBRA MAESTRA.
La Posesión de Verónica: Con el Diablo adentro. Nunca una historia real fue tan trágica y terrorífica a la vez; pero el paso de la adolescencia a la adultez, eso sí que es de terror. Un antiguo indio Cherokee dijo a su nieto: “Dentro de cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos: Uno Malvado: Es la ira, la envidia, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras y el ego. El otro Benévolo: Es la Dicha, la Paz, el Amor, la Esperanza, la Humildad, la Bondad, la Empatía, la Verdad.” El niño pensó un poco y preguntó: “Abuelo, ¿qué lobo gana?'” El anciano respondió: “EL QUE ALIMENTES”. La Posesión de Verónica está inspirada en el famoso caso de Estefanía Gutiérrez Lázaro, una muchacha residente del barrio madrileño de Vallecas, a quien comenzaron a acontecerle extraños sucesos tras jugar a la tabla ouija con sus amigas. Según se ha narrado, el origen del misterioso suceso remite al inicio de la década de los 90, cuando Estefanía, de 18 años, comienza a interesarse por el mundo del ocultismo. Dado que ya había participado en alguna ouija, organiza otra en su instituto junto a varias compañeras para contactarse con el novio de una de ellas, fallecido en un accidente de moto. Los problemas comienzan cuando la profesora las descubre y destruye el tablero contra el suelo. Entonces, la joven comienza a sufrir comportamientos extraños, inexplicables; convulsiones y alucinaciones, voces que la amedrentan. Nadie alcanza a dar un diagnóstico acertado sobre qué ocurre. Para quienes se definen creyentes, la chica de Vallecas ha sido poseída por el Mal. Luego de la muerte de Estefania (en extrañas circunstancias), en la casa materna comienzan a suceder lo que en parapsicología se denominan poltergeist; entre ellos, babas negras que aparecen en las paredes, puertas que se cerraban y abrían solas, un crucifijo separado de su Cristo y un arañazo como de animal en un póster que lo contenía. Todo esto fue corroborado por el Inspector jefe José Pedro Negri y tres agentes de policía más que se apersonaron al domicilio, luego del llamado desesperado de la madre de Estefania. Los uniformados fueron testigos presenciales de los llamados poltergeist y de como una foto de la joven se incendiaba sin quemar el portaretratos. Todo esto quedó debidamente asentado en el informe que hoy conocemos como “Expediente Vallecas” (el cual pueden saber más en mi informe radial AQUÍ) y en el que se inspiró Paco Plaza para este film. En el film, Verónica (Sandra Escacena) es una estudiante de 15 años en los años 90. Al ser la mayor de cuatro hermanos, y con un padre fallecido y una madre ausente por su trabajo, debe hacerse cargo tanto de los quehaceres de la casa como lidiar con su vida de adolescente. Interesada en los aspectos paranormales de la vida, decide hacer una sesión de Ouija con dos amigas, justamente el día que habrá un eclipse (fenómeno que los antiguos le atribuían poderes esotéricos). La sesión sale mal, y Verónica comienza a experimentar cambios tanto físicos como psiquícos, así como también siente la presencia de una entidad que la acecha en las sombras, poniendo en peligro a ella y a su familia. Paco Plaza (ya un reconocido realizador de género gracias a la saga Rec, de la cual fue co-director) se adentra en el mundo de lo paranormal desde un punto de vista mundano y realista: La Posesión de Verónica tiene los tópicos usuales del género Ouija-posesión-exorcismo, pero visto y tratado como el paso forzado de niña a mujer, de adolescente a adulto. Verónica siente todo el peso de su familia sobre sus hombros, y anhela una vida como las que tienen las chicas de su edad, cosa que no puede tras la doble ausencia de su padre y madre, uno por fallecido (es el agujero existencial, la falta de lo masculino en el “yo”) y la otra por la ausencia misma, dando como resultado el conflicto de todo adolescente, pero magnificado por los eventos paranormales que la mente genera en esa etapa del ser humano. El conflicto se manifiesta en sueños, pesadillas recurrentes que muestran como los hermanos la fagocitan, la madre quiere que crezca y aún no ha tenido su primer período a los 15 años, el padre se presenta desnudo llamándola (típico caso de vacío edípico, si se me permite el término); esto es la negación a crecer aún cuando la progenitora le espeta “Necesito que crezcas, estoy sola”, a lo que la joven responde “Yo sí que estoy sola”. La soledad en tiempos de la adolescencia es muy dura, tanto como el bullying o que tus amigos te separen del grupo al que pertenecías, y en una historia (real) de estas características, el miedo a crecer, a lo desconocido, tanto como la fascinación hacia ello, logran un combo explosivo donde la mente explota todo su poder desde lo sutil logrando modificar lo físico en los llamados poltergeist. En La Posesión de Verónica, Paco Plaza hace una excelente recreación de los años 90, tanto en el diseño de producción como en la banda de sonido, mayormente (y estratégicamente) compuesta por canciones de la banda española Héroes del Silencio, de la cual la protagonista es fanática. Y hablando del cast, tanto Sandra Escacena como los niños que hacen de sus hermanos son fantásticos actores con un gran futuro por delante. Para culminar, en La Posesión de Verónica, la joven busca constantemente salir de su situación, viendo por la ventana a su vecina de la misma edad, teniendo un padre, divirtiéndose, teniendo todo lo que ella no tiene. Quizás sea todo este germen el que estalle en los eventos paranormales que le acontecerán durante el film. O quizás no. Quizás sí la sesión de Ouija haya salido mal y una entidad oscura haya atendido el llamado. ¿O nosotros llevamos la oscuridad dentro y dejamos que salga cada vez que algo nos lastima?
El Implacable: Sangre en las calles. Tres luminarias del cine en un thriller para paladares finos. Dos actores y un director veteranos al servicio de un guión a puro suspenso. En 1992, el escritor Stephen Leather saca la novela de ficción The Chinaman, influido enormemente por los bombardeos desatados en esa época del Ejército Republicano Irlandes Provisional (PIRA, una facción del IRA). En ella, un ex-soldado oriental que busca la paz en una nueva tierra (Lóndres) ve como su hija, su única familia, es muerta por uno de estos bombardeos; y, al no obtener respuesta de las autoridades, comienza una cruzada de venganza. Jackie Chan, quien no necesita presentación como actor, director o productor; se embarca en este proyecto que adapta la novela de Leather en un contexto político que aún sigue teniendo vestigios y heridas de esta lucha política entre Irlanda e Inglaterra: Quan Ngoc Minh (Jackie Chan) es un inmigrante chino en Lóndres, dueño de un restaurante y con una hija adolescente. Sus vidas iban de lo más bien hasta que un atentado terrorista hace que la pequeña fallezca. Dolido por haber perdido a su única familia, Quan busca respuesta en las autoridades de Scotland Yard, sobornando a su Comandante Richard Bromley (Ray Fearon), pero éste no lo acepta y pide que espere. Luego, Quan llega hasta Liam Hennessy (Pierce Brosnan), el actual Viceministro de Irlanda del Norte y antiguo miembro del IRA, y es acá donde se desata el infierno para el otrora agente 007, quien no solo es presionado políticamente por su pasado, la actual tensión entre los dos países en conflicto y, también, su inestable vida personal; sino que ahora tiene a un padre sin nada que perder (que poco a poco comienzan a descubrir que no es un ciudadano tan común) con una vendetta personal que no parará ante nada ni nadie y que utilizará los mismos medios de terror que se usaron para matar a su hija, con tal de encontrar a los culpables de su terrible pérdida. El Implacable (The Foreigner, 2017) es un thriller de acción bastante alejado de la pata comercial/occidental de Jackie Chan; pero a los que conocemos un poco más su trayectoria, no nos sorprenderá que el actor hongkonés se aparte de vez en cuando de la comedia de acción. Por otra parte, Pierce Brosnan sigue siendo fantástico en cada papel que desempeña, ahora como un político con pasado y presente oscuros, que mete miedo cada vez que habla y, cuando lo hace, no podemos dejar de escuchar su acento irlandés por mucho tiempo. Con El Implacable, el realizador Martin Campbell vuelve a elegir un proyecto donde destacarse, no yendo hacia el lado fácil de los “jubilados-héroes de acción”, pero sí logrando que dos actores veteranos (que, en apariencia, tienen carreras diametralmente opuestas) se complementen a la perfección y no caigan en el ridículo, pero manteniendo el ímpetu de sus gloriosos años. Campbell logra balancear, de nuevo, la acción con el espionaje; el drama con la acción, así como lo hizo con los dos reboots del agente 007, y se ve que tiene pericia en ello. Así, El Implacable es un film oscuro, donde la venganza no es un plato que se sirve frío , sino que cuanto más caliente está, más sabor tiene: el sabor del dolor y el sufrimiento de perder a un ser querido y luchar por su memoria.
Feliz día de tu muerte: Vive. Muere. Repite. Si alguien creía que no se podía reversionar un clásico del cine y mezclar géneros…quizás estaba en lo cierto. El cine autoconciente tiene sus mejores momentos en films de género: La cabaña en el bosque (The Cabin in the Woods, 2012), The Final Girls (2015) son algunos de los más recientes; pero el que quizás fue más allá de todo y creó un legado que es muy difícil de superar es el maestro Wes Craven y su saga Scream. Todo lo demás que venga después debería ser lo suficientemente inteligente para que no nos demos cuenta que estamos ante un producto que, con suerte, roza la mediocridad. Un poco de lo último pasa con Feliz día de tu muerte, una película que se siente vieja, pero no con la onda de las décadas pasadas que supo exprimir la serie Stranger Things o films como It Follows (2014), sino que se siente vieja porque no es autoconciente de lo que le pasa a lo protagonista y es algo que vimos (y se siente muy fuerte) en Hechizo del Tiempo (Groundhog Day, 1993), donde Bill Murray está atrapado en un día una y otra vez. En Feliz día de tu muerte, Tree (Jessica Rothe) es una universitaria muy mal llevada en la vida que, en el día de su cumpleaños, un asesino enmascarado la persigue y la asesina…hasta que se despierta en le mismo día, con las mismas situaciones, y el asesino la encuentra y la mata. Y sucede todo lo mismo, en el mismo día, una y otra vez. Christopher Landon es el responsable de este opus, del que conocerán la gran Scouts vs Zombies (Scouts Guide to the Zombie Apocalypse, 2015), pero que a diferencia de ésta (una gran comedia de género), no se sabe autoconciente. Es raro que el realizador haya vuelto atrás con esta película producida por Blumhouse, porque tiene una muy buena premisa, pero la ejecución falla donde no se permite reír de sí misma (solo en una ocasión, donde las secuencias de muerte están acompañadas por música pop) y donde los clichés deberían formar parte de la trama a modo de constante recordatorio que estamos ante una fusión de géneros y no ser tan solemne por momentos (ni siquiera abunda en gore) Lamentablemente Feliz día de tu muerte podría haber sido otro hito en el cine de género, pero se queda a medias referenciando solo como chiste (del que aún la protagonista sigue sin darse cuenta) a ese clásico del cine del que lo toma todo, protagonizado por Bill Murray.